MAGIA NEGRA

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Juan Camilo Cadavid Rivera




E

l debate constante en el que se bate el alma de cada hombre que marca sus pasos sobre el terreno etéreo, Pedroso y ecléctico. Algunos avanzan con grandeza y otros con un tanto menos que la miseria, cada quien carga sus ángeles y demonios y allí es donde nos adentramos consternados al espectáculo más banal de nuestra existencia, creer que nuestra mente puede todo, incluso amansar el noble estado natural y sin embargo ser dependiente de sus necesidades de ser biológico. Muchos en un estallido incesante de su pecho buscan la redención y escapar al campo, a las montañas o al frente del mar, como si algo desde lo más profundo del corazón les desatara y los alejara de la vida moderna. Muchas veces vivimos cegados con el día a día, tanto que no podemos reconocer la belleza en lo que nos rodea, quizás por eso muchos intentan escapar, para reencontrarse con esa parte de sí mismo que les recuerda que hacen parte de esta tierra y durante el recorrido se esperanzan en alcanzar de nuevo la magia que se les ha quitado. Si lo intentan quizás alguna vez reencuentren la magia negra.


Magia Negra En parajes inhóspitos e inexplorados, actos insospechados ocurren mientras el resto de nosotros vivimos confinados en moles de concreto y acero. Allá donde es tan lejana la luz de la civilización que no opaca el cielo y las noches son iluminadas por un millón de fantasmas de estrellas que envían su luz desde los confines del universo y existen paisajes tan maravillosos que ni siquiera la imaginación humana podría crear, son tierras creadas por incesantes cataclismos de poderío y belleza, es la naturaleza quien reclama su autoría, quienes han podido ver espectáculo semejante solo pueden mirar asombrados, mientras la inmensidad corta sus palabras.




El primer flash de los sucesos nos catapulta a los bosques del norte, aquellos que bordean el rio Pisón. En medio de una de las pasturas que cercan la espesura de terrenos más indómitos, observamos un niño de no más de 3 años, al parecer se ha separado de su clan. Su curiosidad primaria le ha hecho ponerse en una situación de peligro inminente, quizás impresionado por su inexperiencia y maravillado por el espectáculo que seduce sus ojos, avanza más y más, sobre esta pastura espesa que en ocasiones le tapa por completo. Algo ha captado su atención, una fulgurante luz que se suspende ligera en el aire, al parecer un espíritu del bosque, el cual hace que el niño le siga, ¿pero hacia dónde? Es evidente que la cálida luz destellante ha cautivado la mirada y la imaginación del infante, cada que este intenta agarrarle, la luz se mueve e invita al niño a caminar tras ella. El pequeño continúa con sus infructuosos intentos de atrapar aquella luz y mientras esto sucede no se percata que se aleja cada vez más de donde se encontraba originalmente. En medio de tanta vegetación es fácil perder el rastro, y más cuando su fortuna lo dirige a tierras más olvidadas, dejando de a poco la pastura y adentrándose en estos territorios, camina bordeando una de las quebradas que sirve de afluente al Pisón. Para infortunio ha entrado en territorio de bestias. Al parecer un lobo solitario ha descubierto su rastro.


Dicen los más viejos que en tiempos remotos se contaban relatos de seres luminoso, los Ayaimamha o espíritus del bosque, estos danzaban en los territorios limítrofes entre las primeras civilizaciones y los territorios vírgenes, eran protectores de los entornos naturales y se decía que su objetivo era reclamar los espacios arrebatados por la humanidad. Existen incluso relatos que cuentan que los Ayaimamha atraían a los niños al bosque, donde nunca se volvía a saber de ellos. Dicen los viejos que los llevaban hasta un santuario en medio de la espesura del bosque Upsal y allí en un espectáculo de luces, los Ayaimamha se reunían entorno a su sacrificio y en un destello final convertían al niño en un amuleto de piedra volcánica, estos amuletos protegían el santuario con una mal llamada” Magia Negra”. aquellas rocas magicas fueron cobrando conciencia propia y algunas culturas identifican que esto dio nacimiento a todas las especies de primates.




Mientras el niño avanza hacia el borde del bosque, el lobo sigue sus pasos con cierta distancia, al parecer por muy fácil que sea su presa, hay algo que le detiene a atacar con contundencia, ¿será acaso el destello o existirá algo más? El pequeño sigue su marcha sin remordimientos, tan maravillado esta y a su vez la naturaleza le arropa; el olor de los pinos, la fragancia de las hortensias de invierno y la aspérula, la fresca brisa y el roció que empieza a caer de los árboles; el sonido de la quebrada, agua rebotando libre sobre pequeñas rocas, sinfonía como telón de fondo, para el escenario magnifico, el sin fin de cantos corales de aves del paraíso y el suave musgo que amortiguaba cada paso, todo cautivaba con delicado acento a este pequeño, que sin embargo parecía en la peor de las situaciones. Así sentía que su alma era más antigua que su joven cuerpo, quizás más antigua que el tiempo, ¿Cómo saberlo? Solo sentía felicidad de seguir aquella luz, flotar con gracia, como una pluma que se deja guiar por el viento, mientras su cuerpo sentía que la luz opalizada del cielo se filtraba entre las hojas y acariciaba su sombra. El lobo de igual manera seguía sin dudar y cada vez ganaba más terreno, su pelaje negro casi se confundía con la sombra del niño que era producida por el halo de luz que tenía en frente.


Mientras seguimos aquella escena, los vientos soplan y estremecen las copas de los árboles, en su mayoría son pinos milenarios y empieza a ponerse el sol. El pequeño parece tener ahora más determinación que antes y comienza a correr más rápido, sigue su marcha hasta que llegan a un lugar donde el terreno es más plano. El niño entonces reúne todas sus fuerzas y en medio de su persecución da un salto repentino que lo eleva del suelo y lo lleva a alcanzar la partícula luminosa, este la toma con la mano y cae al suelo con total suavidad. Mientras esto sucede el lobo aguarda tras unos matorrales que le cubren un poco, aguarda como la sombra de la muerte, parece inmutable e imperturbable su expresión de concentración es absoluta, su instinto no le exige menos. En medio de su espera el niño intenta apresar la pequeña luz entre sus manos, pero esta se resiste, empieza a crecer a brillar más intensamente a crecer desmedidamente, parece que toda la luz del cielo es atraída a ese único punto, porque de repente el firmamento se ha quedado oscuro, solo se pueden ver las estrellas salpicadas aleatoriamente. Esta luz emite también una poderosa energía que comienza a rodear al pequeño, lo eleva gradualmente. El lobo gruñe y hace una fiera expresión, como poseído se lanza al ataque mientras el chico asciende. Corre a una velocidad impresionante, salta con toda la potencia de sus patas. Alcanza al chico. El lobo abre sus fauces completamente... el tiempo se detiene.








Por un segundo todo queda en una oscuridad tan absoluta que podría cegar los demás sentidos. ¿Qué ha sucedido? ¿A donde fue la partícula de luz? Nada podemos saber, en ese momento de oscuridad todo terminó y ahora que la luz del cielo se ha restaurado en el bosque, ya no hay luz fulgurante, ni chico, ni lobo. ¿A dónde fueron? No quedo en existencia siquiera el amuleto de piedra volcánica. Quizás el alma de los dos seres fue elevada para convertirlos en protectores del cielo y de la tierra, en vida fueron los representantes mas primigenios de la vida y la muerte, de lo natural y lo artificial. Lo único cierto es que sus espíritus ahora recorren los bosques y estos textos. Para que jamás les olvidemos. Porque su relato es una pura Magia Negra.




Amuletos de piedra volcanica del valle Konnut.


Magia Negra Esta obra fue escrita y dibujada entre 2016 y 2017.

Carrera 78A# 33a- 30 Apto 501 Barrió Laureles Medellín, Antíoquia 094-4119314 321-7414318

Juan Camilo Cadavid Rivera

E-mail juanc6cr@gmail.com

https://www.behance.net/juanc6cr https://www.facebook.com/juanc6cr/





“Allí donde exista una pequeña luz titilante en medio de la oscuridad, existirá esperanza. La esperanza que late en nuestros corazones”


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