En el día del padre

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En el día del padre Habrá sido en el año 2008. Un papá preocupado por su hijo adolescente. En los últimos meses se fue aislando de todos. No hablaba con nadie. Convirtiéndose en un misterio incluso para su propia familia. Atravesaba un problema, era evidente, pero, a pesar de las preguntas insistentes de sus padres, era imposible siquiera adivinar lo que ocurría. En una conversación mía con el papá, surgió un consejo aparentemente desconcertante. Le dije que su hijo necesitaba alguien que le escuchara. Parecía un contrasentido, pues el muchacho estaba decidido a no abrir la boca siquiera. Después de dos sábados consecutivos en los que el papá fue a desayunar a solas con su hijo, con la consigna de escucharlo, salió a flote la raíz del problema. El hijo se sentía minusvalorado porque su papá no le dedicaba tiempo. En una edad en la que va creciendo la intimidad, el muchacho se sentía rechazado cuando quería compartir lo que llevaba adentro. Día tras día, sus intentos de conversar con su papá habían chocado con un muro de indiferencia. El padre, cansado después de un día de trabajo, se refugiaba detrás del periódico. Luego de estudiarlo a conciencia, pasaba por todos los partidos de fútbol uno tras otro. Después la siesta y … cualquier otra ocupación centrada en sí mismo. Todo menos atender a su hijo. Después de dedicarle este tiempo semanal, a solas, en poco tiempo, todo volvió a la normalidad. El cambio fue notable. El joven volvió a ser el de siempre; alegre, servicial y trabajador. La sutil trampa en que caemos muchos. La vanidad nos ataca de forma distinta a los hombres. Queremos destacar con un deslumbrante prestigio profesional pero a veces esto contrasta con el más absoluto abandono en el ámbito familiar. Es relativamente fácil ceder el protagonismo en la casa a la madre, pero los hijos también necesitan un papá que ocupe su puesto en la casa. Los mejores padres que conozco tienen una cosa en común: para ellos, el sentido de su vida es su familia. En todos los buenos padres, el que tuve la suerte de tener por ejemplo, la familia era parte central de su cabeza y su corazón. Este amor lo he visto expresado, en muchos casos por un pequeño detalle. Puede parecer insignificante. Se trata de un retrato de la esposa e hijos en un lugar destacado del despacho o lugar de trabajo. Ese retrato es como la brújula, el escudo, el antídoto contra la peor enfermedad que puede tener un padre de familia. Papás muy activos en la oficina, hiperresponsables fuera, pero con mirada apagada en su hogar. Infatigables en el trabajo pero eternos cansados en el tiempo en familia. Protagonistas de las más difíciles proezas en su trabajo pero inútiles para el más elemental encargo en casa. Parece broma, alguno podría decir que exagero, pero el retrato de la esposa y los hijos marca muchas cosas importantes en la vida de un papá. Los mejores padres no pierden el norte. Trabajan infatigablemente, pero con la mirada puesta en su esposa e hijos. Tienen el fin muy claro; Dios y los demás. No se equivocan dando más importancia que la necesaria al desarrollo profesional. Cuidan tanto su hora de entrada al trabajo como la hora de salida. El amor que les llena el corazón, sabe ordenar las prioridades. El que está ordenado por dentro sabe para qué trabaja. El padre amoroso y dedicado, que tiene puesto el corazón en su familia luego es el más responsable en su trabajo. Sabe exigirse


y no pone nunca como excusa la labor profesional por intensa que sea, para descuidar su papel como esposo y padre. El amor es el armonizador adecuado entre el trabajo y la vida familiar. Es el amor el que coloca el bien de las personas por encima de otros intereses. El amor auténtico lleva a trabajar para servir como manifestación de la caridad. El buen padre de familia no se deja llevar por el cansancio después de una jornada laboral extenuante. Sabe sacar energías al llegar a la casa para cumplir su misión más importante, la de educar a sus hijos. Los mejores padres son los que saben exigirse ellos mismos en primer lugar. Muestran con su ejemplo que para ellos lo más importante son su esposa y sus hijos. En este día del padre, saquémosle brillo al retrato familiar que seguramente tenemos en el escritorio. Nos servirá para recordar con frecuencia donde debemos tener la cabeza y el corazón. Zambrano, 21 de marzo de 2015 www.eticaysociedad.org @jcoyuela


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