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Madrid romano: nuevos puntos de vista, por Carlos Caballero

Madrid romano: nuevos puntos de vista

Carlos Caballero Arqueólogo

La búsqueda de unos míticos orígenes romanos para la ciudad de Madrid alimentó decenas de trabajos desde que la villa se convirtiera en capital de España en 1561 y fuera para muchos una necesidad imperiosa encontrarle a la ciudad unas raíces remotas. Se entendió siempre que Madrid había de corresponderse con alguna de las ciudades romanas mencionadas por las fuentes, y así se equiparó primero con la Mantua ptolemaica, identidad que se consagró al ocupar un lugar en 1656 en el frontispicio del plano de Texeira (Madritum sive

Mantua carpetanorum urbis regia), y más tarde, fue relevada por la identidad con la Miaccum del Itinerario de Antonino. Durante siglos, sin embargo, la investigación arqueológica respondió a tan tenaz empeño con unos resultados ciertamente parcos (de Carrera, 1994): apenas algunas inscripciones embutidas en muros del casco antiguo, un presunto miliario junto a la Puerta de Moros y, más recientemente algunas cerámicas recuperadas en el entorno del núcleo primigenio de la ciudad, en las cercanías del Palacio Real. A finales del XIX, con los inicios de la arqueología en Madrid, se obtuvieron las primeras noticias sobre la villa romana de Carabanchel, en la posesión de los Montijo, y

se desplazó a ese lugar el emplazamiento de la Miaccum antoniniana.

A estos indicios iniciales tampoco se unieron muchos más en el primer momento de expansión de la arqueología madrileña, ya en el siglo XX, coincidiendo con el funcionamiento del Instituto Arqueológico Municipal capitaneado por José Pérez de Barradas y nacido como consecuencia natural de los trabajos acometidos por él junto a Obermaier y Wernert. El intenso control llevado a

Cenicientos. Piedra Escrita

cabo por este equipo en las explotaciones de graveras y areneros del bajo Manzanares, alimento infinito de la voraz ciudad en expansión, aportó un sinfín de valiosísima documentación para el conocimiento, fundamentalmente, del Paleolítico y la Edad del Bronce madrileños, pero tuvo mucha menor incidencia en el mundo romano, donde sólo se conocieron con detalle los yacimientos de Villaverde, Cantarranas y la Casa de Campo. Poco a poco, sin embargo, una vez salvado el colapso provocado por la guerra, y gracias primero a los sucesores de Pérez de Barradas en el Instituto y después al esfuerzo de la Universidad y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la

existencia de un territorio madrileño habitado por romanos fue cobrando fuerza. Así se conocieron las villae de Valdetorres de Jarama o de La Torrecilla, y se pusieron en marcha tímidamente proyectos de investigación sobre el mundo romano que permitieron valorar por vez primera monumentos como la Piedra Escrita de Cenicientos, estudiar calzadas romanas o investigar el patrimonio romano bajo las ciudades en expansión, como sucedió en uno de los estudios precursores, el de la calle Sur de Getafe.

Poco después, ya en los primeros años 80 del siglo XX, el estudio de la ciudad de Complutum, primero como consecuencia del crecimiento de la ciudad, y después como resultado de la implicasede del Museo arqueológico municipal (Museo de San Isidro).

ción municipal y del esfuerzo de unos cuantos ilusionados pioneros encabezados por Antonio Méndez y Modesto Quijada, sentó las bases de la investigación moderna de un Madrid romano. Las competencias en materia de cultura, transferidas a las Comunidades Autónomas en 1985, sirvieron para sistematizar el procedimiento de excavaciones arqueológicas en la capital y su entorno y fue así como, poco a poco, más lentamente al principio, se fue llenando de puntos nuevos el mapa del Madrid romano. Así se documentó la presencia romana, más que testimonial, en el núcleo primigenio de la ciudad, en la colina de las Vistillas, en lugares como la Casa de San Isidro, actualmente aeropuerto de Barajas, la construcción de nuevos barrios (no sólo en la capital, también en la mayoría de los municipios colindantes… y no tanto), las líneas del AVE o las sucesivas ampliaciones del Metro han proporcionado un sinfín de nuevas noticias de enclaves romanos que configuran un nuevo paisaje para el Madrid de hace 2.000 años. Desglosar aquí todos los hallazgos, enriquecidos además con los trabajos vinculados con algunos proyectos promovidos por la Administración o por las Universidades, sería una labor que excedería con creces el espacio disponible en este texto 1 , pero se recogen algunos de los más significativos, que han contribuido a modificar la visión ge

Talamanca. Puente de supuesto origen romano (Foto: Creative Commons)

No obstante, un mayor conocimiento del mundo romano madrileño es consecuencia de las grandes obras civiles, que desde hace decenio y medio se desarrollan a buen ritmo en toda la Comunidad con sus siempre contradictorios efectos para el patrimonio arqueológico: al tiempo que se documentan centenares de yacimientos, sus estructuras se destruyen para dar paso a la nueva infraestructura. Estas épocas dieron a conocer nuevos enclaves: desde los últimos coletazos de la villa romana de Villaverde, excavada por Ángel Fuentes al construirse el nudo Supersur, la construcción de las autopistas radiales, las diversas vías de circunvalación (M-40, M-50), la ampliación del

neral existente, y que serán analizados en cuatro apartados distintos.

1) Las villae:

Uno de los principales avances se ha obtenido en el conocimiento de las villae romanas: dado que la vida de carácter urbano en Madrid en época romana se reduce prácticamente a la ciudad de Complutum (pues sin duda resulta discutible el carácter estrictamente urbano que pueda atribuirse hoy a otros enclaves recogidos por las fuentes clásicas y susceptibles de haber estado en territorio madrileño, como Titultia, Miaccum, Varada, Mantua, Egelesta o Caracca), un aspecto fundamental viene de la mano del estudio de las villae romanas, la mayoría de ellas integradas en el territorio complutense o señalando sus límites. Entre ellas destaca la de El Val, en Alcalá de Henares, un establecimiento con tres fases sucesivas de ocupación (que cubren los siglos I a VI d.C.), actualmente integrado ya en la ciudad; además, sobresale en Valdetorres del Jarama el monumental edificio octogonal de funcionalidad no definidida (parte quizás de una villa o de un palatium), que se empezó a construir a mediados del siglo IV d.C. y se abandonó, probablemente sin llegar a estrenarse, a comienzos del s. V; finalmente, se conocen las villae de El Rasillo, El Guijo y El Encadenado, localizadas durante la construcción de la nueva pista del aeropuerto de Barajas (Esteban, 2005; Pozuelo y Vigil-Escalera, 2003).

En cuanto a Madrid, en el territorio del actual municipio, se localizaban también varias villae, de las que la mejor conocida es La Torrecilla, en el curso bajo del Manzanares, junto a la desembocadura del Arroyo Culebro. Las excavaciones han revelado una residencia que conoció varias fases y sobrevivió hasta fines del s. V d. C. Por lo demás, tanto en el curso final del Manzanares, como en algunos lugares del este de la capital, se recogieron vestigios romanos registrados por Pérez de Barradas (1929) y Fuidio (1934). Además, se documentaron los restos de la villa de Carabanchel, que proporcionó materiales de amplia cronología que abarcan desde los momentos finales de la II Edad del Hierro, hasta época bajoimperial; conviene, en este sentido, apuntar que recientemente, nuevos trabajos acometidos en el entorno han permitido ampliar el conocimiento que se tenía de este yacimiento 2 . En cuanto a la villa de Villaverde Bajo, se sabe que un primer enclave, de los siglos I al III, fue destruido a finales de este siglo. En el s. IV d. C. se superpuso la edificación principal, hasta que esta villa tardía quedó también abandonada y sus ruinas sólo fueron esporádicamente ocupadas en la etapa altomedieval.

Precisamente en el conocimiento del mundo suburbano es donde más ha avanzado la investigación en los últimos años: así, además de enclaves de menores dimensiones integrados en el sistema romano, como La Gavia, en Madrid (El Cerro de La Gavia…, 2005), o supervivientes a la llegada

Galapagar. Calzada romana

de los romanos, como el Pontón de la Oliva, en Patones, o El Llano de la Horca, en Santorcaz (que actualmente excava el Museo Arqueológico Regional), otras villae se han documentado en la zona sur de la provincia, como Tinto Juan de la Cruz (Barroso et al, 2001), y Cacera del Valle o La Indiana (Morín et al. 1997), todas ellas en Pinto, o La Pingarrona, en Boadilla del Monte (Alfaro y Martín, 2000), además de los diversos yacimientos, probablemente testimonios de una o varias villae, descubiertos en Villaviciosa de Odón y

Boadilla (Vega, 2005) durante la anterior ampliación de la denominada carretera de los pantanos. Un capítulo aparte merecen, dentro de este apartado, los enclaves productivos del alfar de Velilla de San Antonio, o las graveras de Retamares (Bernal y Sánchez, 2006) y Viña Machaca (Domínguez Bolaños, 2006), documentados durante las obras de ampliación del Metro. En todos los casos se repite un mismo esquema: las villae se asientan próximas a una vía importante de comunicación, normalmente cerca de un río principal,

Galapagar. Miliario

sobre alguna de sus terrazas más elevadas, y con una pequeña vega y un bosque en los que abastecerse de productos agrícolas y cinegéticos.

2) Las vías romanas y sus mansiones:

Pese a ser un área marginal, en la que tan sólo destaca la ciudad de Complutum, los diferentes estudios realizados han ido, poco a poco, dejando fuera de toda duda que el territorio madrileño desempeñaba un papel destacado en la red viaria romana de Hispania. No obstante, tanto el trazado de las rutas principales, como la ubicación de las mansiones, siguen siendo lugares comunes de discusión ya que, como es sabido, los datos proporcionados por el Itinerario de Antonino permiten tener la certeza de que las mansiones de Titultia y Miaccum se encontraban en territorio madrileño, si bien no es posible precisar dónde, aunque sobre esas dudas se volverá más adelante, después de una visión de conjunto sobre la red viaria romana en Madrid.

Ante todo, las fuentes y los datos arqueológicos disponibles coinciden en señalar que la red viaria se estructuraba en torno a dos grandes ejes, uno de dirección norte – sur, y otro suroeste –noreste. Así, el único paso de la Sierra cuyo uso en época romana está constatado, el puerto de la Fuenfría, daría acceso a una ruta que, en esencia, seguiría el curso del Guadarrama. Los trabajos arqueológicos han sido variados en la zona, desde los más tempranos ligados a la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (vgr., Blázquez, 1911), hasta los actuales, pasando por la intervención realizada por Mariné (1988), el proyecto desarrollado por la Comunidad de Madrid a finales del siglo XX (Caballero, Fernández, Martín, 2003 y 2004), que no hubiera sido posible sin la iniciativa de los técnicos Fernando Velasco y Antonio Méndez, o las labores que se vienen desarrollando últimamente en los diversos caminos que conforman la red vinculada al Puerto, en su coronación y en su piedemonte, estos últimos como consecuencia de las diversas carreteras de nuevo trazado que acompañan al desmedido crecimiento urbanístico de Galapagar. En consecuencia, la bibliografía generada es relativamente abundante, con algunas nuevas interpretaciones (Rodríguez Morales y Moreno, 2002) y, en especial, a raíz del proyecto realizado a finales de los años 90. En el camino se localizan elementos singulares, como el significativo vado del Toril, en Galapagar, excavado en 1999 por la empresa Groma, Estudio de Arqueología y Patrimonio, al que acompañan restos de calzada intervenidos en 1994, aunque llama particularmente la atención el hecho de que el camino está jalonado, especialmente en el arranque de la subida al puerto, por una serie de miliarios del siglo III que atestiguan diferentes intervenciones en la ruta, y que también han sido objeto de un trabajo de recopilación y sistematización (Caballero, Fernández y Martín, 2003) que recoge toda la bibliografía anterior generada por la ruta. En ese trabajo se aporta,

además, la primera lectura del miliario de Galapagar, actualmente conservado en el Ayuntamiento de la localidad, y se ordena la información existente acerca de los diversos miliarios asociados a esa zona del piedemonte.

El paso de la Fuenfría comunicaba las ciudades de Segovia y Toledo, coincidiendo, en este tramo, con la ruta descrita por el Itinerario de Antonino (número 24 en la relación de Saavedra). Sin embargo, su recorrido plantea también discrepancias entre los investigadores, en particular de Gonzalo Arias, quien diseña una alternativa completamente nueva a partir de la teoría de los empalmes (vgr. Arias, 1995). Una vez abandonada la sierra el camino seguiría por el piedemonte jalonado por los asentamientos romanos de El Beneficio (Collado Mediano) y Monesterio (San Lorenzo de El Escorial), hasta alcanzar Galapagar, para mantener después sentido sur, hasta la confluencia de los ríos Aulencia y Guadarrama, donde se registra la presencia de un yacimiento de amplia estratigrafía (el despoblado de Villarejo) cuya potencialidad no ha sido, sin embargo, suficientemente valorada por la bibliografía; al respecto puede verse una nota en este mismo número de El Nuevo Miliario. Al sur de ese punto, la ruta del Guadarrama saldría del territorio madrileño en dirección a Toledo y pasaría junto al yacimiento de Santa María de Abajo (Carranque). Fernández –Galiano (1989, 2001) describe la presencia en ese punto, junto al yacimiento, de un vado tradicionalmente utilizado para salvar el Guadarrama. En la zona, por otro lado, se ha constatado la presencia de varios lugares en los que el río es vadeable, y siempre se ha asociado al más antiguo camino por la zona la existencia de la "Vereda de la Calzadilla", que daría servicio a varias villae romanas situadas en vegas de cortos arroyos tributarios del Guadarrama que, actualmente, son de curso estacional (Rodríguez y Barrio, 2003).

Del anterior camino se desprendería, en algún punto del piedemonte situado posiblemente hacia Los Molinos, una segunda ruta de sentido norte –sur. En esencia, el trazado ha sido establecido por Gonzalo Arias, asociándolo al empedrado de La Machota (Zarzalejo), y pasaría por El Escorial y Fresnedillas para llegar a El Santo, en Aldea del Fresno (Arias, 1995), un lugar de peregrinaje tradicional cuya antigüedad viene subrayada por la presencia de vestigios romanos y visigodos. En todo caso, esta ruta seguiría su recorrido, ya en tierras toledanas, hacia La Torre de Esteban Hambrán. En cuanto al camino de La Machota, en cambio, la factura del empedrado parece claramente posterior, con los clásicos picos de balizamiento de los caminos de la Edad Moderna (Moreno, 2004: 226), y hay que relacionarlo, más bien, con el camino de El Dehesón, en El Escorial, con el que indudablemente comparte características constructivas.

Finalmente, la llamada "calzada de Fuentevieja" constituiría una corta variante de este camino por el Guadarrama. Se trata de diversos tramos empe

El Escorial. Camino de El Dehesón

drados acompañados de obras de fábrica menores (García de Mateos, 1995), que tendrían una continuación en dirección sur, ceñida al curso del río Perales, y daría servicio a los enclaves romanos de Quijorna, Perales de Milla y Villamanta, en una zona en la que se situaría la ciudad de Mantua, municipio desde época flavia (Contreras, Jiménez, Martín, 1993).

Es probable, además, que el Puerto de Malagosto fuera una alternativa al de la Fuenfría, como una

de las posibles continuaciones naturales hacia el sur de la comunicación entre Coca y Segovia. La idea original, debida a Francisco Alonso Otero (1988), y matizada por Dimas Fernández-Galiano (1989), se referiría a la ruta recogida en el Anónimo de Ravena, IV, 44 (Fernández, Martín, Caballero, 2000: 181) que, procedente de Albeceia, atravesaría la Sierra por el puerto de Malangosto para dirigirse a al puente de Talamanca, primero, y Complutum, después, dejando a su paso el extraño edificio octogonal tar

San Lorenzo de El Escorial. Monesterio: pilae correspondientes a un hyppocaustum

dorromano de Valdetorres. Desde la ciudad complutense cabe, además, suponer una continuación meridional del camino, hacia Torres de la Alameda. De confirmarse la más que probable existencia romana de esta ruta, habría que considerar una alternativa lógica, esbozada también por FernándezGaliano (1989), que seguiría el curso del Jarama al sur del puente de Talamanca, hacia los diferentes enclaves de Barajas, Velilla de San Antonio, Titulcia y Aranjuez, en una ruta identificable con la 25 antoniniana. Con todo, un eje de similar importancia cruzaba de este a oeste el territorio madrileño. Se trataba de una ruta desprendida de la vía Emerita –Caesaraugusta en Complutum, y cuyo destino era, posiblemente, el camino del Guadarrama, para lo que debía de atravesar el territorio actualmente ocupado por la ciudad de Madrid, a donde llegaría cruzando el Abroñigal por el más antiguo paso conocido, el puente de Ventas (Corella, 2000). Manteniendo siempre el rumbo, el camino se dirigiría a la zona ocupada por el puente de Segovia, donde existiría un vado ya documentado en época medieval (Fernández Casado, 1974; Corella, 2000). Este trazado este – oeste, identificado por Arias (2004) y Fernández Casado (1974: 6), alcanzaría la zona sur de la Casa de Campo (junto a los arroyos de Meaques y Retamares) y, más adelante, Boadilla del Monte y, siguiendo el arroyo de la Vega (Alfaro y Martín Bañón, 2000; Vega, 2005), Villamanta, donde la presencia romana está ampliamente constatada en el arroyo Grande, y Aldea del Fresno, para confluir en El Santo con el camino que venía desde la sierra.

La misma línea descrita por el itinerario anterior, pero con un trazado algo más meridional, sería la formada por una ruta que, desde Alcalá de Henares, llegara a Carranque siguiendo todo el curso bajo del arroyo Culebro. Partiría de Alcalá hacia el sureste cruzando el puente de Zulema (Cezón, 2006) y, una vez atravesado el Henares, mantendría el rumbo, en dirección a Mejorada del Campo y Velilla de San Antonio, para, siguiendo casi con seguridad la Cañada Real, atravesar el Manzanares por el vado de La Torrecilla (Fernández-Galiano, 1989), actualmente inexistente por las grandes transformaciones en la zona, pero registrado aún en la cartografía de comienzos del siglo pasado (Blasco, Lucas, 2000: 13). Junto a él se localiza, además, la villa de La Torrecilla, tras la cual el camino remontaría el arroyo Culebro hasta alcanzar Pinto (La Indiana, Tinto Juan de la Cruz). En ese lugar, la ruta dejaría de ceñirse al curso del Culebro (Vigil-Escalera, 1997: 205), pero mantendría el rumbo para, tras pasar por Titulcia, unirse, en las proximidades de Carranque, a la ruta norte – sur ya descrita.

Como es sabido, todo este entramado viario incluía, aparte de la ciudad de Complutum, otras dos mansiones, Titultia y Miaccum, sobre cuyo emplazamiento se sigue debatiendo en la actualidad. En ambos casos las interpretaciones clásicas conviven con otras modernas sin que exista un argu

mento concluyente para inclinarse por ninguna, especialmente porque los datos aportados por el Itinerario de Antonino no son suficientes por sí mismos para obtener una solución definitiva.

a) Titultia: en este mismo número de El Nuevo Miliario se vuelve a plantear la posibilidad de que la mansio se localizase junto al tramo final del río Aulencia, hipótesis también apoyada por Gonzalo Arias; como alternativa, Rodríguez Morales y García Romero (2003) han propuesto Móstoles. Paralelamente, el equipo encargado de la excavación de Carranque aporta también sólidos argumentos –la envergadura del yacimiento, su situación junto a la "vereda de la calzadilla" y su distancia a Toletum, en particular. Finalmente, la interpretación tradicional, que ubicaba la mansio en Bayona de Tajuña, ha recibido recientemente nuevos impulsos, gracias a las excavaciones realizadas en el casco urbano de la localidad de Titulcia (que, en todo caso, revelan la existencia de una imponente ciudad romana, como también puede verse en otra contribución en este mismo número de El Nuevo Miliario) y a la existencia del monumento de Ciempozuelos 3 , recientemente identificado como un arco de triunfo por Armin Stylow (2004), y relacionado con el rango municipal que tuvo el enclave titulciano en época romana. El problema, ciertamente, no tiene solución en el estado actual de los conocimientos: a favor del Aulencia juegan, sin duda, la distancia medida desde Segovia y el carácter de encrucijada viaria, circunstancias que también acompañan a Móstoles; a favor de los otros dos lugares, la distancia desde Complutum o Toletum y las dimensiones y características de los yacimientos, peor conocido el de Titulcia (Bayona), en tanto que buena parte del actual núcleo urbano se dispone sobre el romano (y prerromano); además, es preciso tener en cuenta alguna cuestión territorial sobre la que se tratará más adelante, y que obliga a considerar la hipótesis de que Titultia se localice en la zona más meridional de la provincia de Madrid; en sentido similar a éste se había manifestado también Santiago Palomero (2001).

b) Miaccum: en cuanto a esta mansio situada entre Segovia y Titultia, sabida es la existencia de una interpretación más que centenaria que la localiza en los alrededores de Madrid, junto a la Casa de Campo, idea que se ha revitalizado en los últimos tiempos (Fuentes, 2000). Otros la sitúan en el piedemonte serrano, en los yacimientos de Monesterio (San Lorenzo de El Escorial) o El Beneficio (Collado Mediano), que comparten características, amplia cronología y situación junto a una vía de comunicación. Estos últimos yacimientos aportan, además, el cumplimiento de las distancias desde Segovia (Jiménez Guijarro, 2005; Caballero, Fernández y Martín, 2004). En el estado actual de la investigación, cualquiera de los dos podría corresponder a Miaccum, de modo que no existen elementos suficientes para inclinarse categóricamente por uno u otro. Dado que los argumentos a favor de El Beneficio se defienden en otro lugar de este mismo número de El Nuevo

Galapagar. Cruce sobre el arroyo del Toril. (Foto: GROMA, Estudio de Arqueología y Patrimonio)

Miliario, es preciso decir aquí que, a favor del yacimiento situado en San Lorenzo de El Escorial cabría esgrimir su ubicación, al pie de un yacimiento de la II Edad del Hierro (lo que podría estar hablando de la inserción del yacimiento de Monesterio en el sistema de traslados al llano generalizados por Roma desde época Flavia), en una encrucijada y junto a un paso principal del río Guadarrama, actualmente salvado mediante el Puente del Herreño. El yacimiento de Monesterio, por lo demás, en la breve campaña realizada en

1997, además de una estela funeraria actualmente conservada en el Museo Arqueológico Regional, proporcionó desde una escasa muestra de materiales campanienses (formas Morel 2160 y Lamboglia 2), hasta Terra Sigillata Hispánica Tardía anaranjada y gris, denominada tiempo atrás "Paleocristiana"; se identificaron, además, entre las producciones Hispánicas Tardías las formas Mezquíriz 17 y 15/17, todo ello asociado a una estructura doméstica que incluía un hyppocaustum.

Visto lo anterior, quizás sea más propicio considerar que la mansio no estaba estrictamente junto al camino, sino que se accedía a ella mediante un corto diuerticulum, o que no cabe esperar un asentamiento urbano al que asociar Miaccum, sino varias posadas próximas y de similares características, como Monesterio y El Beneficio. En todo caso, queda mucho camino por recorrer para dar por zanjada esta cuestión.

3) Los límites de las ciudades:

El avance de las investigaciones sobre la época romana en Madrid permite tener un más amplio mapa de distribución de asentamientos en el que se aprecia que, probablemente, la zona centro de la provincia era el límite entre dos o más unidades de carácter urbano. La rápida imposición del sistema económico romano, con su característica sociedad urbana, implica que los centros rectores controlaban amplias áreas, pero en muchas de ellas el control se ejercía tan sólo de modo marginal.

Paralelamente, tiene lugar una importante reorganización territorial que hace que, en el actual territorio madrileño, la zona oriental quede incluida en el Conventus Iuridicus Caesaraugustanus, mientras que la occidental pertenecerá al Carthaginensis; al menos, eso parece desprenderse tanto de las fuentes literarias (Plinio, NH, III, 24, cita a Complutum entre los pueblos estipendiarios del Convento Cesaraugustano, y se sabe que la ciudad fue municipalizada en época Flavio), como de la existencia de vestigios arqueológicos que señalan límites efectivos, como el terminus augustalis de Colmenar Viejo y, probablemente, la Piedra Escrita de Cenicientos, límite a su vez con la Provincia Lusitania (Canto, 1994).

Desde la perspectiva territorial, cabe considerar que el territorio madrileño dependía de tres municipios distintos, Complutum, Mantua y Titultia 4 , que tendrían un límite común en el entorno de la ciudad de Madrid, y que ese límite estaría marcado por numerosas villae romanas (La Torrecilla, Carabanchel, Villaverde, Retamares, Meaques, etc.). Al norte de la ciudad, y en toda la rampa del piedemonte serrano quedaría, sin embargo, toda una zona marginal cuya existencia estaría condicionada no sólo por la planificación derivada de la distribución de los centros rectores, sino también por factores físicos, como la presencia de zonas de más difícil acceso y de entornos naturales capaces de constituir unidades cerradas o bosques más o menos inaccesibles (como el Monte de El Pardo y la Casa de Campo, según sostiene Fuentes, 2000: 203). Se trata de condicionantes físicos con fuerza suficiente como para determinar la distribución de asentamientos y el trazado de la red viaria.

4) La ciudad de Madrid en época romana:

Finalmente, cabe preguntarse por la labor encomendada a la ciudad de Madrid en esta época. El nacimiento de la ciudad en un cruce de vías romanas, intuido a partir de algunos indicios, no parece un planteamiento descabellado, al menos a partir de los momentos finales del Imperio Romano, a la luz de la distribución de hallazgos arqueológicos tardorromanos en la capital. "Madrid empezó siendo un cruce de vías romanas en un desnudo paraje de la Meseta", había escrito Gonzalo Arias en 1963, y esa idea, que ha sido la piedra angular de muchos de sus trabajos, merece ser revisada a medida que se aportan nuevos datos.

La distribución de villae refleja, ya se explicó que probablemente también por razones territoriales, una particular concentración en la capital, en las proximidades de la vía que, desprendiéndose de la gran ruta Emerita – Caesaraugusta, busca el tramo medio del Guadarrama. En cambio, para el otro puntal de la teoría de Arias, la llamada vía del Esparto, las pruebas aportadas tienen menor entidad. Es cierto que Ángel Fuentes (2000: 199) ha explicado cómo muchos de los yacimientos romanos de los que se tienen noticias en la Ciudad Universitaria (como Cantarranas o el Puente de los Franceses) debieron de desaparecer a lo largo de los años 30 del siglo XX, con la construcción de la Universidad y con la instalación en ese lugar de la línea de frente durante la guerra iniciada en 1936. No obstante, intervenciones realizadas a finales del siglo pasado en el entorno (en el Colegio Nuestra Señora de África) proporcionaron notables

vestigios materiales tardorromanos probablemente pertenecientes a un enorme basurero (Guiral, 1997). Por otra parte, tanto en el curso final del Manzanares, como en algunos lugares del este de la capital, se recogieron vestigios romanos registrados por Pérez de Barradas (1929) y Fuidio (1934); pero, pese a todos estos datos, la distribución del poblamiento habría que atribuirla más bien a la existencia de una vía de sentido este –oeste a la que se ceñirían los enclaves, y a la localización, al norte de lo que hoy es el casco urbano

Colmenar Viejo, Ermita de los Remedios. Terminus Augustal reutilizado como piedra de altar (Foto: Fernando Colmenarejo)

de la capital, de un enorme bosque del que el actual Monte del Pardo no sería sino un reducto (Fuentes, 2000: 203).

En definitiva, cabe pensar que los indicios manejados por Arias para construir la hipótesis de la vía del Esparto no bastan para suponer que todo el camino tuviera un origen cronológicamente común, ni que atravesara la ciudad de Madrid. Al menos, las conclusiones sólo pueden, hoy día, presentarse con una fuerza mucho menor que aquellas que se refieren a la existencia, en la misma época, de un camino que uniera Complutum y el curso medio del Guadarrama a través de lo que hoy es la ciudad de Madrid, ciertamente una zona marginal en época romana y que no se incorporará a las fuentes hasta que Al Himyari la describa como una "ciudad importante de Al-Andalus, levantada por el emir Muhammed ben al-Rahman", y a las fuentes itinerarias, hasta que, en el s. X, algunas fuentes, particularmente Istajri, mencionen por vez primera Mayrit como un lugar de paso que permite establecer una variante en el tradicional camino Complutum – Toletum. No obstante, la desmedida expansión urbanística de la Comunidad de Madrid, que ha desvelado la presencia de muchos más enclaves romanos de los que se suponía hace sólo un decenio, y la aplicación de nuevas tecnologías (vgr. Bermúdez, 2006), puede en cualquier momento aportar esos datos que faltan, por lo que las conclusiones de un trabajo como éste han de ser siempre provisionales. Hasta entonces, los arqueólogos habremos de conformarnos con tratar de extraer la mayor información disponible de los grises indicios, fundamentalmente arqueológicos, que apuntan más bien a que la ciudad ocupaba una posición periférica en el territorio de los tres municipios romanos existentes en el centro de la Península.

Notas:

Noviembre de 2006

1) Y se remite, para ello, al Anuario de Actuaciones Arqueológicas de la Comunidad de Madrid, visitable en http://www.madrid.org y, desde allí, siguiendo el enlace de la Consejería de Cultura y Deportes, el menú "Enlaces relacionados". 2) Se trata de materiales recuperados en las labores del cementerio de Carabanchel (Caballero et al, 2002) y de nuevos trabajos realizados en 2005 a raíz de la construcción de una carretera en el entorno de la cárcel. 3) En realidad, y como se sabe, en el lecho del río Jarama, limítrofe entre Ciempozuelos y Titulcia. 4) En este caso, teniendo en cuenta su posible ubicación en Carranque o en la antigua Bayona de Tajuña; pero la hipótesis no es válida para el despoblado de Villarejo ni para Móstoles, pues se solaparían los territorios controlados por los municipios de Titultia y Mantua. Por una cuestión puramente territorial es preciso desplazar Titultia hacia el sur.

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