EDITORIAL Viajes asombrosos
Las principales portadas de los periódicos las ocupaba recientemente una pequeña nave, la Phoenix, que ha aterrizado en Marte, el Planeta Rojo, buscando agua y vida, mientras envía imágenes que nos producen asombro y emoción. Lo mismo debió sucederles a nuestros antepasados del Próximo Oriente Antiguo, cuando oían las historias del primer héroe conocido, Gilgamesh-Indiana en busca del Arca Perdida de la vida eterna en Mesopotamia, o a los egipcios que vieron por vez primera productos exóticos como incienso y mirra, traídos por navegantes aventureros del País del Punt. Jasón-teniente Ripley y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro con su mítica nave Argos son una referencia muy presente todavía para muchos, incluido Ridley Scott, que puso el mismo nombre a la nave futurista de Alien. Y qué decir de las multiaventuras, casi hollywoodienses de Ulises-Superman, que era capaz de pelearse con éxito contra el gigante Polifemo-Godzilla y a la vez sucumbir a los encantos de la maga Circe-Marylin. Simbad el marino, el rey Arturo, Aguirre el de la cólera de los Dioses, o el mismo Don Quijote realizaron viajes extravagantes por mares bravíos, tierras desérticas, selvas intrincadas o campos abiertos en La Mancha. Viajes extraordinarios como Colón buscando las especias o Marco Polo provocaron el descubrimiento de continentes y tierras desconocidas hasta entonces. Comerciantes, soldados, científicos, aventureros, pícaros y vagamundos, bandoleros, eremitas, beduinos... han viajado por caminos solitarios o transitados en una road movie histórica a lo largo de los tiempos y los espacios; tanto dan las razones como los resultados finales, sin los héroes, la mayoría anónimos, no comeríamos hoy pasta, chocolate o patatas y quizás no tendríamos la capacidad de creer en un mundo mejor. En esta revista «extravagante» hemos conocido un personaje así, soñador y en el buen sentido de la palabra bueno, llamado Gonzalo Arias, que nos hizo
nº 6, Junio 2008
transitar a través de un Boletín intermitente por las sendas, trochas y veredas de caminos alternativos de la geografía histórica de todos los tiempos. Por eso dedicamos en este número un par de artículos a sus reflexiones y obsesiones camineras: Madrid como nudo de comunicaciones y Tartessos como cruce de culturas. Pero también aprovecharemos para contar otras historias increíbles y asombrosas. En este sentido no podemos dejar de hacernos eco de la aparición de un libro extraordinariamente culto, a la par que irónico y divertido, escrito por Eduardo Mendoza en Seix Barral, bajo el título de El asombroso viaje de Pomponio Flato que da título a este editorial. El argumento es sumamente original: En el siglo I de la era, un «Plinio» muy especial, llamado Pomponio Flato, viaja por los confines del mundo entonces conocido, en busca de unas aguas que pueden proporcionarle la vida eterna como a Gilgamesh. El azar y la precariedad de su fortuna, a pesar de ser un miembro honorable del orden ecuestre y ciudadano romano, llevan a nuestro protagonista a Nazaret, donde va a ser ejecutado el carpintero del pueblo, un tipo pacífico y taciturno, llamado José acusado del brutal asesinato del rico Epulón. Muy a su pesar, este eminente naturalista, se ve inmerso en la solución del crimen, al ser contratado por el más extraordinario de los clientes, el hijo del carpintero, un niño superdotado para su edad, de nombre Jesús y tan listo que ya se había peleado por entonces con el Sanedrín. Nuestro héroe se adentra de lleno en esa apasionante aventura, de desenlace imprevisible, por una razón muy clara que confiesa en las primeras líneas del libro: «Me adentré en los más remotos rincones del Imperio e incluso allende sus fronteras en busca del saber y la certeza». Esa misma certeza, saber y suspense tendrá lugar en el número de El Nuevo Miliario que ustedes tienen en sus manos porque saldrán a la luz, por parte de
El Nuevo Miliario
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