El Nuevo Miliario, nº 6 (junio 2008)

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El Nuevo Miliario Boletín sobre vías romanas, historia de los caminos y otros temas de geografía histórica Número 6. Junio de 2008

12 €

PATROCINA

Gonzalo Arias Antología


El Nuevo Miliario Número 6, junio de 2008

SUMARIO - Editorial: Viajes asombrosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 - Los enclaves oretanos, galaicos y vacceos en Ptolomeo. Propuestas para una integración de mediciones, por Tomás F. Tornadijo Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 - Transformaciones de longitud y latitud para la Geografía de Ptolomeo. Cálculo de los núcleos Carpetanos. Addenda et corrigenda, por Tomás Félix Tornadijo Rodríguez . . . . . . . . 24 - Diccionario toponímico de los lugares mencionados en el Reportorio de Juan de Villuga (1546), y II, por José Antonio Cezón Alonso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 - La ruta de los Vasos de Vicarello. El trabajo de Martínez de Carnero para la Real Academia de la Historia sobre el tramo Cástulo-Libisosa. 1859, por Jesús Sánchez Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 - ¿Se redactó el Itinerario de Antonino con un propósito cartográfico?, por Luis Zapico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 - Novedades bibliográficas. Comentarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 - Convocatorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 - Gonzalo Arias: Antología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 Antología del inconformista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 La búsqueda de vías romanas y de rutas antoninianas en torno a la encrucijada madrileña . . . . . . . . . . . . 63 Tartessos: invitación a la divagación extravagante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 Mansionibus supra scriptis, II: El Itinerario de Antonino, las mansiones y la teoría de los empalmes. . . . . . 78 Una cuestión de geografía histórica: Tres artículos sobre el problema de Gibraltar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 Pinceladas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Recuerdos de Gonzalo Arias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 - Boletín de suscripción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 - Pautas para la presentación de originales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

El Nuevo Miliario Consejo de redacción: Carlos Caballero, Santiago Palomero, Guillermo Sven Reher Colaboradores de este número: Aventino Andrés Cortés, Mario Arias, Santiago Bayón, Pepe Beunza, Alicia Canto, Javier Carrascón, José Antonio Cezón, Hilde Dietrich, Humberto García, Dimas García Moreno, Giacomo Gillani, Pablo Guerra, Olcade, Pedro Otaduy, Henry Pinna, Jesús Sánchez, Tomás F. Tornadijo Fotos de portada: Giacomo Gillani. Contraportada: Miliario conmemorativo de Navacerrada, instalado por el Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas (foto C. Caballero) Contacto: Carlos Caballero; c/. Espronceda, 14-1-3; 28003 MADRID; tel. 627 301 219. Guillermo-Sven Reher Díez; c/. Jordán, 23 5º Dcha; 28010 MADRID; tel. 658159256 Correo – e: elnuevomiliario@gmail.com Imprime: Cyan, proyectos y producciones editoriales. c/. Fuencarral, 70, Madrid Patrocina: Fundación Juanelo Turriano. Depósito Legal: M-51.322-2005 ISSN: 1885-9534 El Nuevo Miliario no comparte necesariamente las opiniones vertidas por sus colaboradores, que son únicamente responsabilidad de los firmantes de los trabajos.

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EDITORIAL Viajes asombrosos

Las principales portadas de los periódicos las ocupaba recientemente una pequeña nave, la Phoenix, que ha aterrizado en Marte, el Planeta Rojo, buscando agua y vida, mientras envía imágenes que nos producen asombro y emoción. Lo mismo debió sucederles a nuestros antepasados del Próximo Oriente Antiguo, cuando oían las historias del primer héroe conocido, Gilgamesh-Indiana en busca del Arca Perdida de la vida eterna en Mesopotamia, o a los egipcios que vieron por vez primera productos exóticos como incienso y mirra, traídos por navegantes aventureros del País del Punt. Jasón-teniente Ripley y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro con su mítica nave Argos son una referencia muy presente todavía para muchos, incluido Ridley Scott, que puso el mismo nombre a la nave futurista de Alien. Y qué decir de las multiaventuras, casi hollywoodienses de Ulises-Superman, que era capaz de pelearse con éxito contra el gigante Polifemo-Godzilla y a la vez sucumbir a los encantos de la maga Circe-Marylin. Simbad el marino, el rey Arturo, Aguirre el de la cólera de los Dioses, o el mismo Don Quijote realizaron viajes extravagantes por mares bravíos, tierras desérticas, selvas intrincadas o campos abiertos en La Mancha. Viajes extraordinarios como Colón buscando las especias o Marco Polo provocaron el descubrimiento de continentes y tierras desconocidas hasta entonces. Comerciantes, soldados, científicos, aventureros, pícaros y vagamundos, bandoleros, eremitas, beduinos... han viajado por caminos solitarios o transitados en una road movie histórica a lo largo de los tiempos y los espacios; tanto dan las razones como los resultados finales, sin los héroes, la mayoría anónimos, no comeríamos hoy pasta, chocolate o patatas y quizás no tendríamos la capacidad de creer en un mundo mejor. En esta revista «extravagante» hemos conocido un personaje así, soñador y en el buen sentido de la palabra bueno, llamado Gonzalo Arias, que nos hizo

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transitar a través de un Boletín intermitente por las sendas, trochas y veredas de caminos alternativos de la geografía histórica de todos los tiempos. Por eso dedicamos en este número un par de artículos a sus reflexiones y obsesiones camineras: Madrid como nudo de comunicaciones y Tartessos como cruce de culturas. Pero también aprovecharemos para contar otras historias increíbles y asombrosas. En este sentido no podemos dejar de hacernos eco de la aparición de un libro extraordinariamente culto, a la par que irónico y divertido, escrito por Eduardo Mendoza en Seix Barral, bajo el título de El asombroso viaje de Pomponio Flato que da título a este editorial. El argumento es sumamente original: En el siglo I de la era, un «Plinio» muy especial, llamado Pomponio Flato, viaja por los confines del mundo entonces conocido, en busca de unas aguas que pueden proporcionarle la vida eterna como a Gilgamesh. El azar y la precariedad de su fortuna, a pesar de ser un miembro honorable del orden ecuestre y ciudadano romano, llevan a nuestro protagonista a Nazaret, donde va a ser ejecutado el carpintero del pueblo, un tipo pacífico y taciturno, llamado José acusado del brutal asesinato del rico Epulón. Muy a su pesar, este eminente naturalista, se ve inmerso en la solución del crimen, al ser contratado por el más extraordinario de los clientes, el hijo del carpintero, un niño superdotado para su edad, de nombre Jesús y tan listo que ya se había peleado por entonces con el Sanedrín. Nuestro héroe se adentra de lleno en esa apasionante aventura, de desenlace imprevisible, por una razón muy clara que confiesa en las primeras líneas del libro: «Me adentré en los más remotos rincones del Imperio e incluso allende sus fronteras en busca del saber y la certeza». Esa misma certeza, saber y suspense tendrá lugar en el número de El Nuevo Miliario que ustedes tienen en sus manos porque saldrán a la luz, por parte de

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destacados y apasionados especialistas, las razones y las sinrazones sobre la misma Vía de la Plata, que han hecho correr tantos ríos de tinta en el pasado y que al parecer lo seguirán haciendo en el mañana. También y en homenaje al naturalista de ficción Pomponio Flato, habrá sendos artículos dedicados a las mediciones de Ptolomeo en el este de Hispania y a las de otro naturalista más tardío, Villuga de la España Imperial y de sus reales caminos. También los Vasos de Vicarello, quién sabe si contenedores del «agua de la vida» serán objeto de reflexión, de este santo grial de la ruta sagrada entre Cádiz y Roma, en su tramo Cástulo-Libisosa, en pleno territorio de ficción quijotesca y manchega. Dejaremos para el próximo editorial y el siguiente número los detalles camineros de la sin par aventura de Pomponio Flato en Oriente y de su final feliz… según como se mire. Naturalmente no vamos a descubrir la trama porque estamos seguros de que con los pocos datos del argumento y de los nombres de los personajes, todos nuestros lectores van a comprar este libro inmediatamente. Además aparecen otros personajes, de género que diríamos hoy, entre los que habría que incluir a la esposa de José y madre del niño, María, que por cierto hace un papel discreto, pero inteligente; así como «otra» María de Magdala, pero esa es «otra» historia... Conformémonos con lo dicho y escrito hasta aquí, que es suficiente y si empezábamos con el hielo de Marte, es bueno que acabemos con las palabras con las que Gabriel García Márquez, nos invita a realizar un viaje extraordinario, esta vez literario: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.». Que la búsqueda del saber y la certeza acompañen en su camino a nuestros ilustres lectores... Valete Viatores!

Debido al exceso de original del presente número se posponen para el siguiente la sección «Lo que se dice» y la continuación de la serie de Santiago Bayón sobre la Cañada de la Plata, así como el último texto de la serie «Mansionibus supra scriptis»

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LOS ENCLAVES ORETANOS, GALAICOS Y VACCEOS EN PTOLOMEO PROPUESTAS PARA UNA INTEGRACIÓN DE MEDICIONES

Tomás F. Tornadijo Rodríguez

INTRODUCCION Puede sorprender el título de este artículo, presentando un trabajo sobre territorios tan dispares, el de los oretanos, el de los galaicos lucenses y el de los vacceos. Sin embargo, hemos escogido a propósito estas tres áreas, precisamente a causa de la distancia que media entre ellas, para mostrar una propuesta de integración de las distintas mediciones que hacemos para las comunidades descritas en la Geographia, y que rara vez nos resulta posible extender de un territorio a otro. Además demostraremos la precisión de buena parte de la descripción de Ptolomeo en lo que se refiere a la posición de algunos de los enclaves de los oretanos, galaicos y vacceos, de manera que intentaremos identificar esos lugares, esto es, trataremos de hacer corresponder las coordenadas ptolemaicas con las reales utilizando el mismo procedimiento para todas ellas. 1. LOS CALLAECI LUCENSES La interpretación que hace L. Monteagudo [1] de las coordenadas proporcionadas por Claudio Ptolomeo para los núcleos y accidentes de Gallaecia parte de ciertos procedimientos que nos plantean algunos problemas, de manera que intentaremos recalcular las posiciones de los núcleos de al menos una parte de ese territorio desde una perspectiva algo diferente, intentando encuadrar en el mismo esquema alguno de los enclaves más recientemente identificados Uno de los problemas de la interpretación de L. Monteagudo es el relativo al valor de grado, es decir el valor en km de un grado de Ptolomeo, que L. Monteagudo calculó a partir de la medición de la distancia existente entre la desembocadura del Limius (Limia) y el Nabialvia (Navia) resultando un valor en torno a los 84 km para la latitud, obteniendo, análogamente, un valor de unos 30 Km. para el grado de longitud. Sin embargo el valor de grado de latitud en la Tierra de Posidonio, modelo utilizado por Ptolomeo, resulta bastante diferente pues se cifra en 92,406 km sobre una superficie esférica, y en 91,354 km sobre una superficie cónica, como corresponde a la proyección de Ptolomeo, de acuerdo al cálculo de Martínez Hombre [2]

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Se puede suponer que las referencias utilizadas por Ptolomeo para un territorio no resulten válidas para otro [3] y pudiera suceder también que las unidades de medida no fuesen las mismas entre unidades territoriales más amplias, pero resulta, en cambio, difícilmente admisible que el geógrafo alejandrino utilizase un valor de grado diferente para cada comunidad, en su intento de convertir los datos de mediciones astronómicas de itineraria y procedentes de viajeros, en coordenadas geográficas. Hay que sospechar que el cómputo del valor de grado sobre la distancia entre el Nabialvia (Geographia, II,6,4) y el Limius (Geographia, II,6,1) presenta esa disimilitud con el paradigma de Martínez Hombre porque uno y otro río no sólo pertenecen a ámbitos conventuales diferenciados, sino también a distintas vertientes y la Geographia no suele resolver bien las conexiones entre territorios diferentes. Por otra parte no podemos tomar la lista de coordenadas de la Geographia correspondiéndola ad pedem litterae con la lista de topónimos, pues el orden de atribución puede estar equivocado como consecuencia de la variedad de alteraciones —y alteradores— medievales y renacentistas, de acuerdo a la pintoresca lista enumerada por Martínez Hombre[4] y también por los errores de base, achacables a los materiales utilizados por Ptolomeo, como pueden ser los datos de Marinos de Tiro y los procedentes de los itineraria. Es frecuente la observación de este fenómeno entre aquellos que han realizado estudios sobre la Geographia: así A. M. Canto, refiere inversiones de coordenadas «como en un espejo» en su ensayo de localización sobre los vascones [5] , asimismo, para Montero Vítores, existe un desacople entre las coordenadas y sus topónimos [6] y en su tesis los valores de coordenadas se asignan a un nombre siempre en función de los resultados, luego de la conversión a coordenadas reales. Por nuestra parte también hemos obtenido buenos resultados para los datos de las listas de los carpetanos, [7] asignando las coordenadas ptolemaicas al topónimo, sólo en función de los valores reales obtenidos en el proceso de conversión.

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Otro de los problemas que presenta la interpretación de L. Monteagudo es la inclinación de los ejes de referencia con respecto a los reales. Así la fachada atlántica de Galicia se hallaría inclinada 12º en sentido SW con respecto a los ejes reales encontrándose el interior, en cambio, desplazado otros 25º hacia levante. Los resultados obtenidos en la interpretación de los datos de las listas de Ptolomeo para el interior peninsular [8] muestran lo innecesario de los modelos de declinación, midiéndose distancias extensas entre paralelos como pueden ser las existentes entre Lucus Asturum, Cauca y Complutum, con trayectos normales a los paralelos reales, de modo que resulta posible que la aparente inclinación de ejes sea más otra consecuencia de la problemática correspondencia entre topónimos y coordenadas antes que el resultado de los errores de apreciación de la eclíptica por los marinos, en las mediciones realizadas en el occidente hispano. [9]

Una vez decidido el ámbito de este trabajo, buscaremos un núcleo ptolemaico, de ubicación conocida, y lo utilizaremos como referencia para situar los demás. Para ello probaremos con todos los valores de la lista de coordenadas hasta dar con algún valor que funcione bien para dicha referencia pues, como se ha dicho, las listas de topónimos y coordenadas no tienen porque coincidir exactamente. Consideraremos que se ha correspondido satisfactoriamente un núcleo de la Geographia con un emplazamiento conocido, cuando obtengamos unas coordenadas reales que difieran menos de 5’ ptolemaicos, tanto en latitud como en longitud, con dicho emplazamiento, pues Ptolomeo cuenta de 5 en 5 minutos. Estos cinco minutos ptolemaicos quedan comprendidos en unos 4 minutos reales en latitud y en 3,5 minutos reales en longitud: este será nuestro margen de localización. [12]

METODOLOGÍA Para todo este trabajo se utilizarán las fórmulas[10] que habíamos obtenido para transformar coordenadas ptolemaicas en reales, a partir de las tablas de Martínez Hombre y Montero Vítores[11], con las cuales obtendríamos los mismos resultados.

Trataremos de situar los núcleos de los galaicos lucenses, prescindiendo de accidentes como ríos o promontorios, y tampoco intentaremos localizar puntos que interesen ya el área del convento bracarense.

Resultará suficiente, pues, trabajar con una precisión de medio minuto real, redondeando siempre el resultado obtenido hacia el valor más próximo. Por otra parte no intentaremos identificar ninguna posición que no quepa interpretar como alguna ciudad de la lista de Ptolomeo.

La lista de los enclaves a localizar (Lista I) comprende 21 lugares de la Geographia con los valores de coordenadas de la selección de K. Müller [13] , el conjunto más fiable del que disponemos.

Vamos a proceder así para obtener un conjunto de datos lo más uniforme posible; conjunto de datos que utilizaremos posteriormente para hacer una prueba que nos pueda confirmar la bondad de nuestro método interpretativo. Si además intentásemos situar núcleos de los Callaeci Bracari, seguramente nos veríamos en la necesidad de utilizar otra referencia para las localizaciones, por la dificultad de hacer extensibles las mediciones de un territorio a otro de la Geographia, perdiendo así la uniformidad buscada.

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Lista I Núcleos de los Callaeci Lucenses Nº

Nombre

Geographia

Latitud

Longitud

1

Portus Artabrorum

II,6,2

45º

5º 20’

2

Flavium Brigantium

II,6,4

45º

6º 45’

3

Claudiomerio

II,6,21

45º 10’

5º 45’

4

Novion

II,6,21

44º 45’

6º 10’

5

Buron

II,6,22

45º 5’

8º 15’

6

Olina

II,6,22

45º 30’

8º 30’

7

Vica

II,6,22

45º 20’

9º 20’

8

Libunca

II,6,22

45º 20’

10º 10’

9

Pintia

II,6,22

45º 5’

10º 10’

10

Caronion

II,6,22

44º 45’

11

Turuptiana

II,6,22

44º 45’

6º 20’

12

Glandomiro

II,6,22

44º 30’

13

Ocelum

II,6,22

44º 25’

8º 20’

14

Turriga

II,6,22

44º 35’

8º 50’

15

Iria Flavia

II,6,23

44º 30’

6º 25’

16

Lucus Augusti

II,6,23

44º 25’

7º 25’

17

Aquae Calidae

II,6,24

44º 20’

6º 20’

18

Dactonium

II,6,25

44º

7º 30’

19

Flavia Lambris

II,6,26

44º 45’

7º 20’

20

Talamina

II,6,27

44º 30’

8º 30’

21

Aquae Qintinae

II,6,27

45º 10’

8º 30’

LOCALIZACIONES Como meridiano de referencia utilizaremos el de Lucus Augusti, pues parece razonable medir las distancias desde la capital conventual, al igual que lo hacen los miliarios de las vías romanas, más aún si tenemos en cuenta que seguramente Ptolomeo utilizó itinerarios para la confección de sus tablas histórico-geográficas. [14][15]

Referencia

Ahora bien, si consideramos la latitud de los dos puntos de los Copori, Lucus Augusti, 45º 25’, e Iria Flavia, 45º 30’, vemos que la latitud de Iria Flavia está más al norte que la de Lucus Augusti, cuando en realidad Padrón se encuentra más al sur que Lugo. Podemos suponer, en principio, que las coordenadas de Iria Flavia son las que corresponden a Lucus Augusti, y entonces, con esta referencia, vamos a comprobar si se sitúan satisfactoriamente algunos núcleos.(Lista II). En caso contrario sería preciso que buscásemos en la lista otras coordenadas para Lucus Augusti. Meridiano

Grados

Geographia

Lucus Augusti

6º 25’

6,4167º

Real

Lugo

7º 34’

7,5670º

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Lista II Cรกlculos de localizaciรณn (Galicia)

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Análisis Vamos a estudiar los resultados obtenidos, limitándonos a las coordenadas generadas dentro del ámbito geográfico de los Callaeci Lucenses, dejando para otro trabajo la interpretación y la determinación de la validez de los puntos que trasciendan los límites conventuales. Observando los cálculos, vemos como en el punto 1 se han generado unas coordenadas (43º 24’N, 8º 24’W) que son las de A Coruña (43º 23’N, 8º 24’W), dentro de los márgenes ptolemaicos, pero además con una precisión que sorprende. Hay que identificar entonces este núcleo de la Geographia con la ciudad de Brigantium, cuyo emplazamiento

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estaba en A Coruña, de acuerdo a la mayoría de los especialistas. [16][17] En el punto 4 hemos conseguido unas coordenadas (43º 11,5’N, 7º 45,5’W) que coinciden, dentro de los márgenes establecidos, con Santa Cruz de Parga (43º 12’N, 7º 48’W), lugar del hallazgo de un ara dedicada a los lares viales [18] . En ese ámbito geográfico se viene señalando insistentemente el posible emplazamiento de Caranico, mansio de la vía 19 del Itinerario de Antonino, en particular por L. Monteagudo, que la ubica en el caserío de La Puebla [19] y por Sáez Taboada, que la identifica con Pobra de Parga [20]. Las coordenadas del punto 4 pertenecerían, pues, a Caronion, identificándose con la mansio del IA por la mayoría de los autores.

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Las coordenadas del punto 10 (43º 11,5’N, 7º 7’W) nos conducen hasta Pobra de Burón (43º 8,5’N, 7º 5’W), donde estaría el más que probable emplazamiento de la ciudad de Buron que mantenía relaciones comerciales con Ocelum, como sabemos por un epígrafe sobre un vaso cerámico. [21] En el punto 15 tenemos las coordenadas (42º 59,5’N, 7º 34’W) que nos apuntan a Lugo (43ºN, 7º 33’W) , emplazamiento sobradamente conocido de la capital conventual, Lucus Augusti En el Punto 17, generamos unas coordenadas (42º 51’N, 7º 38’W) que encajan bien con las de Guntín (42º 53,5’N, 7º 41,5’W), área de Aquae Quintinae, según L. Monteagudo[22] y J.M. Roldán[23] Siguiendo con el análisis, en el punto 19, nos encontramos con unos valores de coordenadas (43º 11,5’N, 6º 52’W) que se corresponden satisfactoriamente con las del emplazamiento del Chao Samartín (43 12’N, 6º 55’W ), castro ya identificado como Ocelum por la inscripción de una vasija. [24]

11,5’N, 7º 38’W) se corresponde con el recinto castrexo de Lentille (43º 12’N, 7º 37’W) o el punto 3, al este de la ría de Ferrol. En conjunto los puntos obtenidos, encuadrables en el área galaica, parecen distribuirse preferentemente sobre zonas auríferas. (fig 2) Otro aspecto que llama la atención de estos resultados es la inexistencia de coordenadas que apunten a núcleos situados en la fachada atlántica de Galicia, como Iria Flavia, Aquae Calidae o Glandomiro. Podemos suponer que los núcleos atlánticos precisan de una referencia distinta, si no es que se han perdido definitivamente en las correcciones medievales y renacentistas. Vamos, entonces, a hacer una prueba para intentar determinar el rango de coordenadas ptolemaicas que podrían corresponder a la costa atlántica. Para ello tomaremos las coordenadas de las Insulae Deorum (Geographia II,6,73) y comprobaremos su situación con respecto a Lucus Augusti (lista III)

Otros puntos son de interpretación más problemática, como serían el punto 11, que con unos valores de (43º Lista III Cálculo de localización Insulae Deorum

Este resultado encaja muy precisamente con la ubicación de las islas Cíes (42º 12,5’N, 8º 54,5’W) y así, además de esta localización, podemos establecer que la fachada atlántica gallega en la geografía de Ptolomeo debería tener una longitud de 4º 40’ o aún menor, pues a medida que vamos hacia el norte la costa se proyecta hacia poniente. Sin embargo el núcleo más occidental resulta tener unas coordenadas de 5º 20’, incompatibles con esa línea de costa. Hay que pensar entonces que los núcleos atlánticos pueden haberse perdido tras las alteraciones medievales, si no es que obedecen a otro meridiano de referencia.

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Lista IV Resultados de las localizaciones Nombre

Latitud

Longitud

Procedencia coordenadas

Lugar

Latitud

Longitud

Flavium Brigantium

45º

5º 20’

Portus Artabrorum

A Coruña

43º 23’

8º 24’

Caronion

44º 45’

6º 10’

Novion

Sta Cruz de Parga

43º 12’

7º 48

44º 45’

Caronion

Pobra de Burón

43º 8,5’

7º 5’

Lucus Augusti

44º 30’

6º 25’

Iria Flavia

Lugo

43º

7º 33’

Aquae Qintinae

44º 20’

6º 20’

Aquae Calidae

Guntín

42º 53,5’

7º 41,5’

44º 45’

7º 20’

Flavia Lambris

Chao Samartín

43 12’

6º 55’

43º 30’

4º 40’

Insulae Deorum

Islas Cíes

42º 12,5’

8º 54,5’

Buron

Ocelum Insulae Deorum

Fig 1 Localizaciones obtenidas

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Fig 2 Localizaciones y zonas auríferas Fuente: Sobre el mapa de Luis Carlos Pérez y Fco. Javier Sánchez, en El oro en la España prerromana. Los yacimientos auríferos de la península Ibérica. Revista de Arqueología, Zugarto Ediciones,S.A. (1989).

Comprobación probabilística ¿Cómo podemos comprobar si los resultados obtenidos son correctos? Hemos situado 6 ciudades a partir de la lista de Ptolomeo, pero ¿pudiera explicarse este resultado como fruto de una simple casualidad? Podemos estimarlo, no buscando una demostración matemáticamente rigurosa, imposible, sino haciendo una comprobación: calculando cual es la probabilidad de obtener estos resultados de forma aleatoria, pero ¿cómo podemos establecer cual es la probabilidad de localizar esas ciudades al azar? Lo primero que tenemos que saber es cuantas ciudades podemos llegar a contrastar con este método, esto es, disponer de una lista con aquellas ciudades de los Callaeci Lucenses de las que conozcamos razonablemente bien su ubicación y que sean mencionadas en la Geographia de Ptolomeo (lista V).

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Lista V Ciudades conocidas Ciudad

Lugar

Aquae Calidae

Caldas de Reis [25][26]

Burum

Pobra de Burón

Dactonium

Castillós[27]

Flavium Brigantium

A Coruña

Iria Flavia

Iria (Padrón) [28]

Lucus Augusti

Lugo

Ocelum

Chao Samartín

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Podría, quizá, añadirse alguna, pues cada vez hay más coincidencia en que Caronion debía estar cerca de Parga, pero como tal vez también pudiera quitarse alguna de la lista, en conjunto podemos considerar que estas siete ciudades constituyen un número bastante razonable para las especificaciones que buscábamos. Por otra parte necesitamos saber cuantas localizaciones hemos conseguido. En principio tenemos la lista IV y, para más seguridad, retiraremos de la lista a Aquae Quintinae y Caronion disminuyendo así el número de localizaciones conseguidas hasta sólo cuatro, en lo que parece un margen de seguridad muy amplio.

precisión con la que trabajamos, y entre las longitudes 9º 16’W y 6º 28’W hay 340 meridianos, tomados de idéntica forma. En total hay 164 x 340 = 55.760 posiciones de cuadrícula. Ahora bien: como los posicionamientos generados se consideran válidos en un entorno de 4’ reales en la latitud y 3,5’ reales en la longitud (que son un poco menos de 5’ ptolemaicos), tenemos 17x15 =255 puntos de cuadrícula que podrían considerarse como válidos para localizar una ciudad (fig 3), aunque en la práctica en ningún caso hemos forzado tanto las localizaciones, llevando a los límites simultáneamente la longitud y la latitud.

Asimismo tenemos que quitar de la lista las Insulae Deorum, pues sólo estamos localizando ciudades, y además su situación excede el ámbito territorial de los galaicos lucenses. Ya tenemos las ciudades a localizar y las efectivamente localizadas, pero todavía nos falta algo para poder estimar la probabilidad de una localización: el número de posiciones reales que tiene nuestra área, pues de esta forma podríamos establecer la probabilidad de localizar una ciudad, por puro azar, como casos favorables/casos totales:

Intuitivamente ese «número de posiciones» podría establecerse como el número de cruces entre paralelos y meridianos, si acaso menor que esa cantidad pues, como vamos a ver, el margen de 5’ con que cuenta Ptolomeo nos facilita mucho las localizaciones. Vemos entonces que la probabilidad de localización es inversamente proporcional al número de posiciones, cuyo número, a su vez, depende del tamaño del mapa. Esto es completamente razonable: cuanto más grande sea el mapa, tanto más difícil será localizar una ciudad aleatoriamente si el número de ciudades conocidas permanece constante. El límite sur de del conventus lucensis, el río Verdugo[29] , está a 42º 20,5’N reales, en tanto que el límite norte podemos situarlo en los 43º 41’N de Ortigueira. El límite por el oeste sería Fisterra, con 9º 16’W y por el este podemos fijarlo en el Esva-Canero a 6º 28’W, un poco más al este del Navia, al existir epigrafía de los albiones al este del Navia y según opinión de Santos Yanguas. [30] Esta cuadrícula geográfica comprendida entre las latitudes 42º 20,5’N y 43º 41’N consta 164 paralelos, tomados de medio minuto en medio minuto, que es la

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Fig. 3 Cuadrícula de localización para Ocelum En el centro de la cuadrícula el castro de Chao Samartín. El punto representa la localización generada.

Es decir si en el ámbito propuesto, una cuadrícula con 55.760 puntos (casos totales), existiese una única ciudad, podríamos localizarla dando con alguno de los 255 puntos (casos favorables) que pueden ser considerados como localizaciones válidas. Esta probabilidad es de P=255/55.760=0,00457, esto es 4,5 entre mil, o dicho de otra manera: aproximadamente una entre 219. La probabilidad de obtener una sola ciudad al azar en la cuadrícula de los galaicos lucenses, en un único intento, vendría a ser la misma que la de extraer una bola determinada de una urna que contuviese 219 bolas.

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Siguiendo con el símil podríamos suponer que en esa urna hay 7 bolas blancas y 212 negras. ¿Cuál sería la probabilidad de extraer una bola blanca en 21 intentos, tantos como la lista de ciudades? ¿y de extraer 2, 3 ó 4 bolas blancas en esos 21 intentos? Este tipo de problemas pueden resolverse utilizando lo que se denomina modelo hipergeométrico: Un modelo hipergeométrico consiste en una variable aleatoria que podemos definir como la cantidad de objetos de tipo A en un muestreo sin reposición de tamaño n en una población de N objetos donde k de ellos son del tipo A. En este planteamiento la variable está distribuida por una distribución hipergeométrica, de parámetros es decir N = 219, K = 7 número de bolas de un tipo A («blancas»: ciudades conocidas) y n = 21 número de extracciones sin reposición. Como en cada intento probamos una coordenada ptolemaica distinta podemos definir el proceso como un muestreo sin reposición (los objetos no se devuelven a la urna después de extraerlos) La probabilidad de que se obtengan 4 bolas blancas en la extracción es equivalente a la probabilidad de que la variable valga 4, es decir:

0,00175

Ahora sabemos que la probabilidad de obtener cuatro ciudades de forma aleatoria en 21 intentos es tan sólo de dos entre mil. Para una sola ciudad en 21 intentos tenemos , menos de 4 entre 10: ni tan siquiera debemos esperar tan modesto evento, es más probable no obtener ni una sola. Hemos comprobado que las localizaciones efectuadas se pueden considerar sucesos improbables si las considerásemos solamente como fruto del azar. De nada serviría reducir el área de trabajo retrayéndola, por ejemplo, hasta el río Navia, o aumentar el número de ciudades: estos resultados no pueden explicarse como simples casualidades, lo que implica que la obra de Ptolomeo contiene información geográfica válida y precisa y que las fórmulas de transformación la han interpretado de una forma correcta. 2. LOS ORETANOS Y VACCEOS En la lista VI hemos dispuesto tres ciudades oretanas ya que, para no hacer muy largo el cálculo, hemos colocado únicamente aquellas ciudades cuyas coordenadas proporcionaron posiciones de enclaves bien conocidos, pudiendo seguirse el mismo procedimiento para el resto del territorio. Se ha insertado también una ciudad de los bastetanos, Bigerra, puesto que sospechamos que sus coordenadas pertenecen, en realidad, a un enclave oretano.

Lista VI Coordenadas oretanas a situar Nº

Nombre

Geographia

Latitud

Longitud

1

Libisosa

II, 6, 58

39º 30’

11º 25’

2

Bigerra Salica

II, 6, 60

39º 35’

12º 30’

II, 6, 58

39º 25’

10º 40’

Laccuris

II, 6, 58

38º 30’

10º 50’

3 4

Para calcular las posiciones buscaremos una referencia bien conocida: utilizaremos el meridiano de Castulo, enclave situado en Cazlona (Jaén) Sin embargo los 9º 30’ que la Geographia consigna para Castulo no producen resultados, por lo que efectuando pruebas con el resto de las ciudades, comprobamos que midiendo distancias desde el meridiano ptolemaico de Laccuris, equiparado al real de Cazlona, se resuelven satisfactoriamente las posiciones del resto de ciudades. Laccuris lleva, pues, las coordenadas de Castulo. El cálculo se muestra en la lista VII.

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Referencia

Meridiano

Grados

Geographia

Castulo

10º 50’

10,8333º

Real

Cazlona

3º 37,38’

3,623º

Lista VII Cálculos de localización para los oretanos (Desde Castulo)

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Análisis

habrán de reproducir los valores obtenidos desde una medición local, como efectivamente sucede.

Podemos ver que las coordenadas del punto 1 (38º 52,50’N, 3º 10,50’W) nos sitúan en el entorno del Puerto de Vallehermoso de donde, al parecer [31], proviene el epígrafe del Genio Laminitano (CIL II, 3228). Con todo no es posible alcanzar, dentro de los 5’ ptolemaicos, la longitud de Alhambra (38º 54’N, 3º 3’), donde se viene situando el emplazamiento de Laminium [32] [33] En el punto 2 (38º 57’N, 2º 20’W) conseguimos las coordenadas de Lezuza (38º 57’N, 2º 21W) con notable precisión. Este era el enclave de Libisosa [34]. Las coordenadas del punto 3 (38º 48,50’N, 3º 45’W) nos sitúan con mucha precisión en Granátula de Calatrava (38º 48’N, 3º 44,50’W), donde estuvo la ciudad de Oretum Germanorum [35] Ya por último, el punto 4, con (38º 3,50’N, 3º 37,50’W) se corresponde muy bien en latitud y longitud con Cazlona (38º 2’N, 3º 37,50’W), en Jaén, situación muy conocida de Castulo [36] .

En algún caso podemos llegar a obtener dos series de valores igualmente válidos para un mismo territorio, empleando desplazamientos diferentes, reflejo tanto del difícil encaje de los distintos mapas territoriales e itinerarios con los que trabajó Ptolomeo, como de las correcciones de tiempos posteriores. Para los vacceos, con las coordenadas de los topónimos mostrados en la lista IX, podemos calcular ahora (lista X) algunas posiciones, simplemente restando 18 minutos a todas las longitudes, lo que nos produce el mismo resultado que si hubiésemos tomado el meridiano de Cauca como referencia: Punto 1: (42º 6’N, 4º 42’W), Paredes de Nava (42º 9’N, 4º 41’W): Intercatia [37]

CONCLUSIONES Hemos conseguido situar, desde las tablas de Ptolomeo, un buen número de ciudades de los galaicos lucenses y de los oretanos, siempre utilizando meridianos de referencia locales, pues las mediciones de longitud no podemos trasladarlas de un territorio a otro de la Geographia. Ahora bien: si tenemos en cuenta que ambos territorios están medidos con el mismo procedimiento matemático, esto es: se trata de cuadrículas regulares, no ha de haber problema alguno en referenciar todos los puntos desde un mismo meridiano, vgr. el de Lucus Augusti, simplemente ajustando para la Oretania una misma magnitud fija a todas las longitudes, para resolver el desacople entre los territorios. Esta magnitud podremos aplicarla a la longitud ptolemaica, o bien ya a la real después de la conversión. Simplemente recalcularemos los puntos oretanos con la referencia de Lucus Augusti (lista VIII) y buscaremos un ajuste para un punto que nos genere una localización válida. Después se aplicará este ajuste (resulta ser de 33’) a todas las longitudes del territorio, que

Referencia

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Podría obtenerse, siguiendo este procedimiento, una tabla para todos los territorios de Hispania descritos en la Geographia, medidos desde un mismo meridiano, y así cada uno de esos territorios tendría asignado un parámetro de ajuste, que serviría para adaptar las posiciones de todos sus núcleos con respecto al meridiano de referencia. A este respecto, el desplazamiento para la Carpetania se consigue detrayendo 38,82 minutos desde Lucus Augusti .

Punto 2: (41º 57,5’N, 4º 30,5’W), Palencia (42º 1’N, 4º 32’W): Pallantia [38] Punto 3: (41º 29’N, 4º 38’W), Pedraja del Portillo (41º 28’N, 4º 38,5’W): Porta Augusta [39] Punto 4: (41º 12,5’N, 4º 30,5’W), Coca (41º 13’N, 4º 31’W): Cauca [40] En definitiva: la Geographia de Ptolomeo, fuente histórica frecuentemente denostada, resulta ofrecer datos valiosos, a menudo de una gran precisión, que no parecen interpretarse ni valorarse correctamente como consecuencia de las diversas alteraciones, como la dislocación de topónimos y coordenadas. [41] Podemos esperar avances mucho mayores y más generales en su interpretación, utilizando procedimientos informáticos y técnicas de georeferenciación, comparando los mapas ptolemaicos más antiguos de que disponemos, con las coordenadas de las tablas geográficas, convirtiendo así la Geographia en un insospechado caudal de datos históricos.

Meridiano

Grados

Geographia

Lucus Augusti

6º 25’

6,4167º

Real

Lugo

7º 34’

7,5670º

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Lista VIII Cรกlculos de localizaciรณn para los oretanos desde Lucus Augusti

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Lista IX Coordenadas vacceas a situar Nº

Nombre

Geographia

Latitud

Longitud

1

Bargiacis

II, 6, 50

43º 25’

9º 45’

2

Autraca Segisama Julia

II, 6, 50

43º 15’

10º

II, 6, 50

42º 40’

9º 50’

Cauca

II, 6, 50

42º 20’

10º

3 4

En la Lista X (página 21 se muestra un cálculo de distancias para las cuatro principales reducciones que hemos conseguido en Gallaecia, ahora con el valor del estadio de Eratóstenes, que es de 158,7 mts, y un factor de escala ptolemaico/real, que en estadios es de 500/700. De acuerdo a Dieter Lelgemann[42] estos son los valores que deben de ser utilizados en todo el occidente europeo para interpretar la Geographia. Para el valor de grado ptolemaico de longitud se ha utilizado 3:4 del grado de latitud de 500 estadios, esto es: 375 estadios[43] Resulta notable comprobar como las correcciones de Martínez Hombre, utilizando el estadio itálico, para proyectar cónicamente la superficie de la Tierra de Posidonio, nos producen para los Calleci Lucenses unos resultados similares a los conseguidos empleando el estadio de Eratóstenes, con el que conseguimos también efectuar las reducciones, dentro del margen de cinco minutos ptolemaicos.

Se han utilizado las siguientes fórmulas:

En D se ha obtenido el grado de longitud real en función del coseno de la latitud, pues resultando la fórmula mucho más simple que la del elipsoide, proporciona una excelente aproximación, suficiente para este propósito. Tomás F. Tornadijo Rodríguez 2008 © tornadijo@telecable.es

Lista XI B Km. hasta long. Lucus Augusti

Procedencia coordenadas

Lugar

Latitud lugar

Nombre

Latitud Ptol.

Lon. Ptol.

A Km. hasta latitud Lucus Augusti

Flavium Brigantium

45º

5º 20’

39,67

64,49

Portus Artabrorum

A Coruña

43º 23’

8º 24’

42,58

68,62

Buron

44º 45’

19,84

34,72

Caronion

Pobra de Burón

43º 8,5’

7º 5’

15,73

37,82

Lucus Augusti

44º 30’

6º 25’

0

0

Iria Flavia

Lugo

43º

7º 33’

0

0

Ocelum

44º 45’

7º 20’

19,84

54,53

Flavia Lambris

Chao Samartín

43 12’

6º 55’

22,22

51,29

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Long. lugar

C Km. hasta latitud Lugo

D Km. hasta long. Lugo

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Lista X Cรกlculos de localizaciรณn para los vacceos desde Lucus Augusti

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AGRADECIMIENTOS Agradezco a Juan Gil Montes su ayuda con los mapas de Galicia y a Abo su ayuda con las coordenadas de Ptolomeo. BIBLIOGRAFÍA ABEL VILELA, A y FELIPE ARIAS. (1975). Guía arqueológica romana de Lugo y su provincia. ACUÑA CASTROVIEJO, F. (1971). Los Lares Viales en la Galicia romana, en Actas do II Congreso Nacional de Arqueología. ÁLVAREZ ASOREY, R.D.(2004). Miliarios e outras inscricións viarias romanas do noroeste hispánico, Consello da Cultura Galega. BELLO DIÉGUEZ, J. M. (1994). La Coruña romana y alto medieval. Ed. Vía Láctea. BLÁZQUEZ J. M. y M.ª P. GARCÍA-GELABERT. (1994). Castulo, ciudad ibero-romana, Madrid p. 421-471. CANTO, ALICIA M. (1997). La tierra del toro: ensayo de identificación de ciudades vasconas. Archivo español de arqueología ISSN 0066-6742, Vol. 70, nº 175-176, 1997 , p. 31-70. CASTELLANO, A. y GIMENO PASCUAL, H: (1999) Tres documentos de Hospitium inéditos, en Villar, F. y Beltrán, F., (Eds.), Pueblos, lenguas y escrituras en la Hispania prerromana. Actas del VII Coloquio sobre Lenguas y culturas paleohispánicas (Zaragoza, Marzo de 1997), Zaragoza, p.359-374. C. VIÑAS Y R. PAZ (1971). Relaciones histórico-geográficoestadísticas de los pueblos de España, hechas por iniciativa de Felipe II. Ciudad Real, Madrid, C.S.I.C. DIETER LELGEMANN (2004) On the ancient Determination of the Meridian Arc Length by Eratostehenes of Kyrene. History of Surveying and Measurement. Atenas, Grecia. FRANCISCO MARTÍN, J. de y VILLA VALDÉS (2005) «Toponimia antigua de algunos asentamientos castreños en el occidente de Asturias», en Revista de Filoloxía Asturiana 2. Alvízoras & Trabe. Oviedo, p. 11-29. HEEREN, A. H. L. (1827). Commentatio de Fontibus Geographicorum Ptolemaei. 4to. Gottingae. 1827. G. ALFÖLDY (1987). Römisches Städtewesen auf der neukastilischen Hochebene: ein Testfall fur die Romanisierung, Heidelberg 1987. GARCÍA ALONSO J.L. (2003). La Península Ibérica en la Geographia de Claudio Ptolomeo.Vitoria, 2.003

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WATTENBERG, F. (1959). «La región vaccea. Celtiberismo y romanización en la cuenca Media del Duero». BPH, 2. Madrid.

INFORMACIÓN GEOGRÁFICA SIGPAC (Sistema de Información Geográfica de Identificación de Parcelas Agrarias) URL: sigpac.mapa.es/fega/visor/

NOTAS 1 L. MONTEAGUDO (1947), p. 612-613 2 MARTÍNEZ HOMBRE, E. (1964), p. 76. Asimismo, José María Gómez Fraile insiste en el empleo de la circunferencia terrestre de Posidonio por parte de Ptolomeo: GÓMEZ FRAILE, J.M.(2005), p. 59 3 MONTERO VÍTORES J. (1991), p. 68 4 MARTÍNEZ HOMBRE, E. (1964), p. 80 5 M.CANTO, ALICIA (1997), p. 40-45 6 MONTERO VÍTORES J. (1991), p 131 7 TORNADIJO R., TOMÁS (2008), p. 54-55 8 TORNADIJO R., TOMÁS (2008), p. 48 9 MONTEAGUDO,L. (1947), p. 651-652 10 TORNADIJO R., TOMÁS (2008), p. 49-54 11 MONTERO VÍTORES J. (1991), p 99-101 12 De los valores de grado ptolemaico (91,354 Km) y real (111,11 Km) obtenemos el margen para la latitud: El minuto de latitud tolemaico será 91,354 : 60 = 1,522 Km y 5’ ptolemaicos unos 7,6 km El minuto de latitud real será 111,11 : 60 = 1,851 Km y 4’ reales unos 7,4 Km De acuerdo a la tabla IV de J. Montero y Martínez Hombre, que se ha utilizado para la obtención de las fórmulas de conversión, a los 45º 45’ ptolemaicos les corresponde un minuto de longitud de 1.026 m. que para 5’ ptolemaicos son unos 5,1 Km. Según dicha tabla, a esa latitud ptolemaica le corresponde la real de 44º 1’ cuyo minuto de latitud es de 1.334,3 m, siendo 3,5’ unos 4,6 Km, dentro del margen de los 5’ ptolemaicos. Para la latitud de 44º tolemaicos, la más baja de la lista de localizaciones, tenemos que el minuto de longitud es de 1.051 m, siendo 1.366 m el valor del minuto real correspondiente: igualmente se cumple que el valor en Km de 3,5’ reales no resulta superior al valor de 5’ ptolemaicos. 13 K. MÜLLER (1888) 14 A.H.L. HEEREN (1827 ) 15 KNAPP (1993), p. 103-110 16 PÉREZ LOSADA (2000), p. 163-211 17 BELLO DIÉGUEZ (1994), p. 18-23 18 ACUÑA CASTROVIEJO, F. (1971), p. 353-357 19 MONTEAGUDO, L. (1947), p. 73-74 20 SÁEZ TABOADA (2001), p. 86-92 21 FRANCISCO MARTÍN, J. de y VILLA VALDÉS (2005), p. 11-29 22 ABEL VILELA, FELIPE ARIAS (1975), p. 43 23 ROLDÁN (1973), p. 214 24 FRANCISCO MARTÍN, J. de y VILLA VALDÉS (2005), p. 11-29

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25 PÉREZ LOSADA, F. (2000), p. 212-231 26 Podría considerarse válida también una localización en Cuntis: MORA RODRíGUEZ, G.(1991), p. 22 27 PÉREZ LOSADA, F. (2002), p. 279-291 28 Dos epígrafes muestran claramente la identificación de Iria con Padrón: CIL II, 2540 (CIRG.1, 12 = HEp 4,337) y CIL II, 5629 (CIRG.1, 13 = HEp 4, 338) 29 ÁLVAREZ ASOREY, R.D. (2004), p. 225-226 30 SANTOS YANGUAS, N (1992), p. 420-421 31 C. VIÑAS Y R. PAZ (1971), p. 261. 32 G. ALFÖLDY (1987), p. 32-37. 33 Tomando como referencia Complutum, es posible obtener las coordenadas de Alhambra con precisión: TORNADIJO R., TOMÁS (2008), p. 57-58 34 GARCÍA Y BELLIDO (1961), p 369-371. 35 GARCÍA ALONSO (2003), p. 345 36 BLÁZQUEZ J. M. y M.ª P. GARCÍA-GELABERT, (1994), p. 421-471. 37 La reducción se consigue a través del documento de Hospitium (HEp 9, 478 = AE 1999, 922) encontrado en Paredes: CASTELLANO, A. y GIMENO PASCUAL, H. (1999), p. 359-374. 38 SAGREDO SAN EUSTAQUIO, L y CRESPO ORTIZ DE ZÁRATE,S.(1979-80), p. 141-168 39 WATTENBERG, F. (1959), p. 78 40 SCHÜLTEN, A. (1928) 41 La exacta descripción de la costa asturiana que hace la Geographia (GONZÁLEZ, J.M (1.953). Flavionavia. Antigua población de los Paesicos. Boletines de letras del RIDEA nº 18) mediante un grado de longitud idéntico al real, cuando está bien establecido que Ptolomeo utilizó la Tierra de Posidonio, más reducida, nos sugiere que la obra experimentó reelaboraciones posteriores, bizantinas y renacentistas. 42 DIETER LELGEMANN (2004), p. 3-4 43 GÓMEZ FRAILE, J.M.(2005), p. 39

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TRANSFORMACIONES DE LONGITUD Y LATITUD PARA PTOLOMEO ADDENDA ET CORRIGENDA * 1. La fórmula de latitud (página 54) tiene una errata, al sumar 36º en el numerador. En realidad es como sigue:

Era una mera errata tipográfica, es decir: la fórmula correcta fue la aplicada para todos los cálculos. 2. El cálculo de la longitud entre Trileucum (página 52) (Cabo Ortegal) y Oeasso (Cabo Higuer) puede realizarse de una forma mucho más precisa —aunque la utilizada también es aceptable— empleando el cálculo de latitud que nos proporciona la fórmula, en aplicación de la metodología propuesta:

Fig. A. Núcleos carpetanos

Referencia

Grados

Geographia

Promontorio Trileucum

8º 15’

8,25º

Real

Cabo Ortegal

7º 52,6’

7,8767º

De esta forma obtenemos una longitud de 1º 47,5’W exacta para el Cabo Higuer. 1. La representación de los núcleos carpetanos de la página 58, desde gráficas de hojas de cálculo, resulta poco utilizable. En la figura A se facilita un esquema más visual.

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Meridiano

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3=Complutum 6=¿Titulcia? 8=¿Titulcia? 12=Toletum 18=¿Laminium? 19=Fuentes del Anas 20=¿Laminium? [*] TORNADIJO R., TOMÁS (2008). «Transformaciones de longitud y latitud para la geografía de Ptolomeo. Cálculo de los núcleos Carpetanos». El Nuevo Miliario, nº 5. Madrid 2008, p. 46-59.

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DICCIONARIO TOPONÍMICO DE LOS LUGARES MENCIONADOS EN EL REPORTORIO DE JUAN DE VILLUGA (1546), (II) José Antonio Cezón 530. 531. 532. 533. 534. 535. 536. 537. 538. 539. 540. 541. 542. 543. 544. 545. 546. 547. 548. 549. 550. 551. 552. 553. 554. 555. 556. 557. 558. 559. 560. 561. 562. 563. 564. 565. 566. 567. 568. 569. 570. 571. 572. 573. 574. 575. 576. 577. 578. 579. 580. 581.

Lavacolla. C. 26, 50, 67 L´Enova. V. 54, 55 Laguna de Duero. VA. 20, 85 Laguna del Marquesado. CU. 124 Lagunilla. SA. 17 Lanestosa. BI. 71 Langa de Duero. SO. 106 Laperdiguera. HU. 129 Laredo. S. 30, 31, 71 Lázaro Buey. TO. 20, 21, 73 Lechago (4). TE. 6 Lechón (4). Z. 6 Leciñena. Z. 127 Ledigos. P. 26, 41, 67 León. LE. 26, 40, 41, 67, 73, 74 Lérida. L. 7, 11, 12, 15, 128, 130, 131, 133 Lerma. BU. 103, 138, 139 L´Espluga de Francolí. T. 4, 133 Lezuza. AB. 52 L’Hospitalet. B. 5, 9, 11, 12, 13, 14, 15 L´Hospitalet de L´Infant. T. 5, 9, 13, 14, 132 Librilla. MU. 97 Linares. J. 14, 57, 88 Llanes. O. 72 Llardecans. L. 131 Llinars. B. 2, 130 Llodio. VI. 33 Loeches (19). M. 8, 15, 58 Logroño. LO. 11, 26, 35, 41, 42, 105 Loja. GR. 94, 95 Lomoviejo. VA. 118 Longares. Z. 6, 44, 45 Lorca. MU. 97 Lorca. NA. 26 Lorqui. MU. 98 Lozoya. M. 71 Lucena. CO. 88 Luceni. Z. 11, 35, 43, 105, 134 Lugo. LU. Luiaondo. VI. 31, 33 Luque. CO. 90 Madrid. M.12, 56, 68, 69, 103, 113, 114 Madridejos. TO. 121 Madruédano. SO. 123 Magaz. P. 34, 61, 78 Mainar. Z. 44, 45 Mairena del Alcor. SE. 94, 96 Málaga. MA. 88, 95, 96 Malagón (23). CR. 73, 88, 89, 99, 102 Mallén. Z. 11, 35, 43, 105 Malpartida de Cáceres. CC. 15, 65, 66 Malpartida de Plasencia. CC. 17, 18

nº 6, Junio 2008

582. 583. 584. 585. 586. 587. 588. 589. 590. 591. 592. 593. 594. 595. 596. 597. 598. 599. 600. 601. 602. 603. 604. 605. 606. 607. 608. 609. 610. 611. 612. 613. 614. 615. 616. 617. 618. 619. 620. 621. 622. 623. 624. 625. 626. 627. 628. 629. 630.

Mandayona. GU. 67, 79, 123 Manjares. Manjavacas. CU. 50, 98 Mansilla. LE. 26, 40, 41, 67, 73 Manzanares el Real. M. 111, 112 Manzanilla. H. 59 Maqueda. TO. 115 Marchena. SE. 94, 96 María de Huerta. Z. 6, 44, 45 Marlín. AV. 107 Marracos (Piedratajada). Z. 129 Martín Muñoz de las Posadas. SG. 19,118 Martorell. B. 3, 7, 11, 15, 128 Martos. J. 88 Más d’en Alíz (Castellolí) (1). B. 4 Más de la Pujada (1). B. 4 Mascaraque. TO. 121 Masó, La. T. 133 Masquefa. B. 7, 11, 12, 15, 128 Massamagrell. V. 5, 6, 13, 14, 48, 126, 131, 132 Mata, La. TO. 15, 16, 18, 65, 66, 86, 87 Mata de Morella, La. CS. 124 Matilla de los Caños. VA. 83 Maya, La. SA. 78, 84 Maza de Alba, La. SA. 61 Mazorra, La (Puerto). BU. 71 Mediana de Voltoya. AV. 20, 21, 73, 110 Medina de Pomar. BU. 71, 137, 138 Medina de Rioseco. VA. 38, 39, 73 Medina del Campo. VA. 21, 22, 36, 37, 38, 50, 61, 73, 78, 84, 106 Medinaceli. SO. 8, 12, 15 Melgar de Fernamental. BU. 137 Melide. C. 26, 50, 67 Membrilla. CR. 52 Mengíbar. J. 88 Mérida. BA. 84 Mesas, Las. CU. 50, 98 Mesón Nuevo. SA. 75, 81 Mesoncillos, Los. T. 5, 9, 13, 14, 124, 131,132 Mesoncillos. L. 7, 11, 12, 15, 128 (S.Antolí i Vilanova) Miedes de Atienza. GU. 67, 79, 123 Miguel Esteban. TO. 16, 66, 98 Minateda. AB. 98 Minaya. AB. 50, 98 Mira. CU. 125 Miraballes. BI. 33, 35 Miraflores. BU. 11 Miraflores de la Sierra. M. 69 Miralrío. GU. 8, 12, 15, 118

El Nuevo Miliario

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631. 632. 633. 634. 635. 636. 637. 638. 639. 640. 641. 642. 643. 644. 645. 646. 647. 648. 649. 650. 651. 652. 653. 654. 655. 656. 657. 658. 659. 660. 661. 662. 663. 664. 665. 666. 667. 668. 669. 670. 671. 672. 673. 674. 675. 676. 677. 678. 679. 680. 681. 682. 683. 684. 685. 686. 687. 688. 689. 690. 691. 692.

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Miramar. T. 5, 9, 13, 14, 132 Mirambel. TE. 124 Miranda de Ebro. BU. 32 Mocejón. TO. 8, 15 Moixent. V. 13, 14, 54, 57, 92 Mojados. VA. 20, 85 Molina de Segura. MU: 98 Molinaseca. LE. 26, 50, 67 Molinillo, El. TO. 98 Molinos, Los (8). GU. 8, 12, 15, 118 Molinos, Los. M. 118 Molins de Rei. B. 3, 7, 11, 12, 15, 128 Mollerusa. L. 7, 11, 12, 15, 128, 130 Mollorido. SA. 37, 106 Mon Jesús. C. 25 Monasterio de Rodilla. BU. 32, 33 Monasterio de Vega. VA. 73 Monesterio. BA. 84 Monforte del Cid. A. 50, 52, 54 Monreal de Ariza. Z. 8, 12, 15 Monreal del Llano. CU. 120 Monroyo. TE. 126 Montblanc. T. 133 Montcada. B. 2 Monteagudo (9). LO. 11, 105 Monteagudo. SO. 104, 106 Monteagudo del Castillo. TE. 124 Montealegre del Castillo. AB. 50, 52 Montiel. CR. 100 Montmaneu. B. 7, 11, 12, 15, 128, 130 Montserrat, Mº. B. 3, 4 Monzón. HU. 44, 126, 127, 128, 129 Mora de Toledo. TO. 121 Moral de la Reina. VA. 39, 73 Morales de Toro. ZA. 83 Morata de Tajuña. M. 58 Moratinos. P. 26, 41, 67 Moreda. GR. 92 Morella. CS. 124, 126 Morilla. HU. 127 Moriscos. SA. 37, 106 Morjón, El. CO. 90 Móstoles. M. 19, 80 Mota del Cuervo. CU. 16, 66, 120 Mota del Marqués. VA. 22 Motilla del Palancar. CU. 16, 66, 80 Mozota. Z. 44, 45 Muel. Z. 6, 44, 45 Muela, La. Z. 8, 12, 15, 104, 106 Murcia. MU. 53, 54, 97, 98 Murillo el Fruto. NA. 129 Muruarte de Reta. NA. 27, 129 Mután ¿Samos?. LU. 26, 50, 67 Mutriku. SS. 30 Nájera. LO. 11, 26, 41, 105 Nambroca. TO. 16, 50, 66, 98, 121 Nanclares de Oca. VI. 35 Narros del Castillo. AV. 107 Nava de Roa. BU. 71, 106 Navacerrada. M. 111 Navafría. SG. 71 Navalagamella. M. 80

El Nuevo Miliario

693. 694. 695. 696. 697. 698. 699. 700. 701. 702. 703. 704. 705. 706. 707. 708. 709. 710. 711. 712. 713. 714. 715. 716. 717. 718. 719. 720. 721. 722. 723. 724. 725. 726. 727. 728. 729. 730. 731. 732. 733. 734. 735. 736. 737. 738. 739. 740. 741. 742. 743. 744. 745. 746. 747. 748. 749. 750. 751. 752. 753.

Navaleno. SO. 135 Navalmoral de la Mata. CC. 15, 18, 65, 66 Navalperal. AV. 80 Navalquejigo. M. 86, 109 Navalvillar. CC. 17 Navarrete. LO. 11, 26, 41, 105 Navas de Riofrío. SG. 110 Niebla. H. 59 Noain. NA. 129 Nohales. CU. 67, 79 Noheda. CU. 67 Nora, La. LE. 22, 50 Novés. TO. 20, 21, 50, 73, 108 Nules. CS. 5, 9, 13, 14, 126, 131, 132 Nuna (Luna, Cetina) (7). 8, 12, 15, 106 Ocaña. TO. 122 Olías del Rey. TO. 19, 68, 86, 103, 109 Olite. NA. 27, 129 Oliva. V. 49 Oliva de Plasencia (14). CC. 61, 78, 84 Olivares de Duero. VA. 104 Olmedo. VA. 19, 20, 85 Ontiñena. HU. 126 Orduña. VI. 33 Orense. OR. Orgaz. TO. 73, 88, 89, 99, 102 Orihuela. A. 51, 53, 54 Orio. SS. 30 Orón. BU. 32 Oropesa. TO. 15, 18, 65, 66 Orozco (Zubiaur). BI. 35 Osa de Montiel. AB. 52, 100 Osera. Z. 7, 11, 12, 15, 133 Osuna. SE. 94, 96 Oviedo? (20). O. 72 Padilla de Hita. GU. 8, 12, 15, 118 Pajares de Arévalo. AV. 20, 21, 73 Palazuelos. AV. 20 Palencia. P. 135, 136 Palma del Condado. H. 59 Palomera. CU. 124 Pamplona. NA. 26, 27, 129 Pancorbo. BU. 32, 33 Pardilla. BU. 103 Paredes de Escalona. TO. 20, 21, 50, 73, 108, 115 Parla. M. 68 Parra de las Vegas, La. CU. 100 Parrilla, La. VA. 106 Pasajes. SS. 29 Paular, El. M. 12, 70, 71 Paymogo. H. 59 Pedernoso, El. CU. 16, 66 Pedraza. SG. 71 Pedrera. SE. 94 Pedrosa del Rey. VA. 83 Pedroso de Armuña. SA. 37, 106 Pelechaneta, La. CS. 126 Peña de Francia. SA. 17, 18 Peñaflor. SE. 14, 57 Peñahorada. BU. 71, 138 Peñalba. HU. 126

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754. 755. 756. 757. 758. 759. 760. 761. 762. 763. 764. 765. 766. 767. 768. 769. 770. 771. 772. 773. 774. 775. 776. 777. 778. 779. 780. 781. 782. 783. 784. 785. 786. 787. 788. 789. 790. 791. 792. 793. 794. 795. 796. 797. 798. 799. 800. 801. 802. 803. 804. 805. 806. 807. 808. 809. 810. 811. 812. 813. 814.

Peñaranda de Bracamonte. SA. 80, 107 Perales. P. 136 Perales de Tajuña. M. 56 Peralta de Alcofea. HU. 127 Peralvillo. CR. 73, 89 Perdiguera. Z. 44, 127 Perelló, El. T. 5, 9, 13, 14, 132 Pertusa. HU. 129 Pesadas de Burgos. BU. 71, 137 Pesquera de Duero. VA. 104 Pesquera, La. CU. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80 Piera. B. 7, 11, 12, 15, 128 Pétrola. AB. 50, 52 Piedratajada (Marracos). Z. 129 Pina de Ebro. Z. 133 Pinell de Bray. T. 131 Pinos Puente. GR. 90 Pitiegua. SA. 37, 106 Plasencia. CC. 17, 18, 75, 76, 81 Pobla de Claramunt, La. B. 7, 11, 12, 15, 128 Pobla Larga, La. V. 13, 14, 54, 55, 57 Poblet. T. 4 Pobleta d´Alcolea. CS. 126 Poboleda. T. 4 Pobra Tornesa, La. CS. 5, 9, 13, 14, 126, 131, 132 Polenino. HU. 127 Pomar. HU. 44 Ponferrada. LE. 26, 50, 67 Ponte Albara (¿Ponte Olveira?). C. 25 Ponte Olveira. C. 25 Pontevedra. PO. Porquerisses. B. 7, 11, 12, 15, 128 Porquerizas. CO. 89 Porquerizas. CR. 73 Portalguillo. H. 59 Portomarín. LU. 26, 50, 67 Posadas. CO. 14, 57 Poulo. C. 23 Poveda de las Cintas. SA 78 Pozal de Gallinas. VA. 106 Prádanos de Bureba. BU. 32, 33 Prado, El (Valle de Soba). S. 71 Priego. CU. 67, 79, 119, 123 Provencio, El. CU. 50, 98 Puebla de Alfindén (6). Z. 7, 11, 12, 15, 133 Puebla de Almuradiel. TO. 50 Puebla de Arganzón, La. BU. 32, 35 Puebla del Príncipe. CR. 57, 100 Puebla de Valverde. TE. 6, 48 Puente .J. 99 Puente de Alcolea. CO. 14, 57, 73, 89 Puente del Arzobispo. TO. 16, 86, 87 Puente Campana. LU. 26, 50, 67 Puente de Congosto. AV. 115 Puente Duero. VA. 19, 36, 61, 78, 84 Puente del Guadalquivir. J. 99 Puente Guadarrama (26). TO. 20, 21, 50, 73 Puente Maseda (sobre el Tambre). C. 25 Puente de los Palacios. J. 102 Puente sobre el Pisuerga. P. 26, 41, 67 Puente la Reina. NA. 26

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815. 816. 817. 818. 819. 820. 821. 822. 823. 824. 825. 826. 827. 828. 829. 830. 831. 832. 833. 834. 835. 836. 837. 838. 839. 840. 841. 842. 843. 844. 845. 846. 847. 848. 849. 850. 851. 852. 853. 854. 855. 856. 857. 858. 859. 860. 861. 862. 863. 864. 865. 866. 867. 868. 869. 870. 871. 872. 873. 874. 875.

Puente Vieja. J. 93, 102 Puerto de la Losilla. MU. 98 Puerto de la Mala Mujer. 98 Puerto Lope. GR. 90 Pueyo de Santa Cruz. HU. 44 Piugvert de Lleida (Aldea). L. 133 Pujols de Dalt, Els. CS. 126 Quart. V. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80, 125 Quintana del Puente. P. 34, 61, 78 Quintanapalla. BU. 32 Quintanilleja. BU. 34, 61, 78 Quismondo. TO. 21, 50, 73 Rabanal del Camino. LE. 26, 50, 67 Rabe de las Calzadas. CU. 26, 41, 67 Rábita, La. J. 90 Rasines. S. 71 Ramales. S. 71 Real de la Jara, El. SE. Rebollar de los Oteros. LE. 74 Rebollo. SG. 71 Redecilla. BU. 11, 26, 105 Reillo. CU. 125 Reliegos. LE. 26, 41, 67 Rentería. SS. 29 Requena. V. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80, 125 Retascón. Z. 44, 45 Retortillo. SO. 67, 79, 123 Retuerta. BU. 123 Ribera de Valcarce (Vega). LE. Rincón del Obispo (12). CC. 61 Rincón de Soto. LO. 42 Riofrío. GR. 94, 95 Rivilla de B. AV. 116 Roa. BU. 71 Robledo de Chavela. M. 80 Robregordo. M. 103 Roca del Vallés, La. B. 2, 130 Roda, La. AB. 50, 98 Rodilana. VA. 36, 61, 78, 84 Rollo del Puerco. CC. 78 Romangordo. CC. 15, 65 Romanos. Z. 6 Rubena. BU. 32 Rueda. VA. 22, 38, 73 Sacramenia. SG. 71 Sádaba. Z. 129 Saelices. CU. 56, 58 Sagrada, La. SA. 64 Sagunto. V. 5, 6 13, 14, 48, 126, 131, 132 Sahagún. LE. 26, 41, 67 Salamanca. SA. 37, 61,64, 75, 80, 81, 82, 106, 107 Salmerón. GU. 123 Salsedón ¿Santullán, Sámano?. S. 30 Salvadiós. AV. 80, 107 Salzadella. CS. 5, 9, 13, 14, 131, 132 San Agustín de Guadalix. M. 103 San Antolí i Vilanova. L. (Mesoncillos) San Bartolomé de Pinares. AV. 108 San Boí del Llobregat. B. 5, 9, 13, 14 San Celoní. B. 2, 130 San Clemente. CU. 100

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876. 877. 878. 879. 880. 881. 882. 883. 884. 885. 886. 887. 888. 889. 890. 891. 892. 893. 894. 895. 896. 897. 898. 899. 900. 901. 902. 903. 904. 905. 906. 907. 908. 909. 910. 911. 912. 913. 914. 915. 916. 917. 918. 919. 920. 921. 922. 923. 924. 925. 926. 927. 928. 929. 930. 931. 932. 933. 934.

28

San Cristóbal de la Cuesta. SA. 75, 82 San Esteban de Gormaz. SO. 67, 79, 104, 106, 123 San Justo. LE. 26 San Leonardo. SO. 135 San Marcos. C. 26, 50, 67 San Martín de la Vega. M. 8, 15 San Martín de Rubiales. VA. 104 Sant Mateu. CS. 5, 9, 13, 14, 131, 132 San Miguel del Camino. LE. 26, 67 San Nicolás. P. 26, 41, 67 San Pedro de las Dueñas. SG. 110 San Pedro de Latarce. VA. 74 San Salvador del Moral. P. 61, 78 San Sebastián. SS. 29, 30 San Silvestre (Maqueda). T. 20, 21, 50. 73 San Vicente. AV. 20, 21, 73 San Vicente del Palacio. VA. 21, 50, 73 Sangarrén. HU. 129 Sanlúcar la Mayor. SE. 59 Sant Andreu. B. 128 Sant Genís. B. 128 Santa Ana. AB. 14, 57 Santa Coloma de Queralt. T. 4 Santa Cristina. C. 23 Santa Cruz de la Zarza. TO. 122 Santa Eufemia del Arroyo. VA. 74 Santa Fe. GR. 94, 95 Santa Fe (convento) (3). Z. 6, 44, 45 Santa Gadea. BU. 33 Santa Lecina. HU. 126 Santa Mª del Camí. B. 128, 130 Santa Mª de Huerta. SO. 8, 12, 15 Santa Mª de los Llanos. CU. 16, 66 Santa Mª la Real de Nieva. SG. 70, 85 Santander. S. 72 Santiago. C. 23, 25, 26, 50, 67 Santisteban del Puerto. J. 14, 57 Santo Domingo de la Calzada. LO. 11, 26, 41, 105 Santo Tomé de Cabarcos. AV. 80, 107 Santos de Maimona, Los. BA. 84 Santxosolo. BI. 31 Sarbadel (18). BU. 11, 26, 105 Sariñena. HU. 44 Sarracín. BU. 103, 138,139 Sarral. T. 4 Sarriá. LU. 26, 50, 67 Sarroca de Lleida. L. 131 Sarzoles. ZA. 118 Sax. A. 52 Scala Dei, (Mº). T. 4 Segorbe. CS. 6, 9, 48 Segovia. SG. 70, 85, 86, 109, 110, 111 Segorbe. CS. 9 Selgua. HU. 127, 129 Serra (Mº Porta Celi). V. 10 Sesa. HU. 129 Seseña. TO. 8, 15 Sevilla. SE. 14, 57, 59, 73, 84, 91, 94, 96 Sidamón. L. 128, 130

El Nuevo Miliario

935. 936. 937. 938. 939. 940. 941. 942. 943. 944. 945. 946. 947. 948. 949. 950. 951. 952. 953. 954. 955. 956. 957. 958. 959. 960. 961. 962. 963. 964. 965. 966. 967. 968. 969. 970. 971. 972. 973. 974. 975. 976. 977. 978. 979. 980. 981. 982. 983. 984. 985. 986. 987. 988. 989. 990. 991. 992.

Siete Aguas. V. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80, 125 Siete Carreras. SA. 75, 81 Sigueiro. C. 23 Sigüenza. GU. 8, 15, 118 Silla. V. 13, 14, 49, 54, 55, 57 Simancas. VA. 83 Sitges. B. 5, 9, 13, 14 Solana, La. CR. 52 Sollana. V. 49 Sollera. J. 102 Somosierra. M. 103 Soria. SO. 134, 135 Soto del Real (Chozas). M. 12, 69, 112 Sotoca de Tajo. GU. 67, 79, 119 Sotoserrano. SA. 17, 18 Sto. Domingo de las Posadas. AV. 20,21, 73 Sto. Domingo de Silos. BU. 67, 79 Sueca. V. 49 Tablada. M. 19, 21 Tafalla. NA. 27, 129 Tagarabuena. ZA. 74 Tajarejo. BA. 78 Tajueco. SO. 104, 106 Talamanca. M. 112 Talavera. TO. 15, 16, 18, 65, 66, 86, 87 Tarancón. CU. 56, 58, 122 Tarazona. Z. 134 Tarragana. CS. 124 Tarragona. T. 5, 9, 13, 14, 124, 131, 132, 133 Tárrega. L. 7, 11, 12, 15, 128, 130 Tartanedo. CR. 73 Tembleque. TO. 16, 50, 66, 98 Terrer. Z. 8, 12, 15, 104, 106 Teruel. TE. 6, 47, 48, 124 Teulada. A. 49 Tiebas. NA. 27, 129 Tiemblo, El. AV. 115 Titulcia (Bayona). M. 80 Toba de Valdivielso. BU. 137, 138 Tobarra. AB. 98 Toboso, El. TO. 16, 50, 66, 98 Tocina. SE. 14, 57 Toledo. TO. 8, 15, 16, 18, 19, 20, 21, 50, 65, 66, 68, 73, 86, 87, 88, 89, 98, 99, 102, 103, 108, 109, 121, 122 Tordajos. BU. 26, 41, 67 Tordesillas. VA. 22, 38, 73 Tordómar. BU. 71 Tóril. CC. 17 Toro. ZA. 74, 75, 82, 83, 117 Toros de Guisando. AV. 20, 21, 50, 73, 108, 115 Torquemada. P. 34, 61, 78 Torralba. CU. 67, 79, 119, 123 Torre del Campo. J. 88 Torre de Nigeto. HU. 128 Torreblanca de los Caños. SE. 73, 91, 94 Torredembarra. T. 5, 9, 13, 14 Torrejón de Ardoz. M. 12, 113 Torrelacárcel. TE. 6 Torrelobatón. VA. 38, 73

nº 6, Junio 2008


993. 994. 995. 996. 997. 998. 999. 1000. 1001. 1002. 1003. 1004. 1005. 1006. 1007. 1008. 1009. 1010. 1011. 1012. 1013. 1014. 1015. 1016. 1017. 1018. 1019. 1020. 1021. 1022. 1023. 1024. 1025. 1026. 1027. 1028. 1029. 1030. 1031. 1032. 1033. 1034. 1035. 1036. 1037. 1038. 1039. 1040. 1041. 1042. 1043. 1044. 1045. 1046. 1047. 1048. 1049. 1050.

Torremegía. BA. 84 Torreperogil. J. 93, 100 Torres Torres. V. 5, 48 Torresandino. BU. 71 Torrijos. TO. 114, 115 Torrosella, La. TE. 126 Tórtola de Henares. GU. 8, 12, 15, 118 Tortosa. T. 5, 9, 13, 14, 124, 131, 132 Tosantos. BU. 11, 26, 41, 105 Toscana Nueva. GR. 92 Traiguera. CS. 5, 9, 13, 14, 124, 131, 132 Traviesas, As. C. 23 Treviño. BU. 35 Triacastela. LU. 26, 50, 67 Trigueros. H. 59 Trobajo. LE. 26, 67 Tudela. NA. 11, 27, 35, 42, 43, 105 Úbeda. J. 99, 102 Úbeda (Puente). J. 100 Uclés. CU. 80 Umbría del Pajazo. CU. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80 Utiel. V. 16, 56, 58, 66, 67, 79, 80, 125 Vaciamadrid. M. 56 Vadocondes.BU. 104 Valcristo (convento). CS. 9, 10 Valdefuentes. BU. 11, 26, 41, 105 Valdefuentes. SA. 75, 81 Valdeganga de Cuenca. CU. 100 Valdelageve. SA. 17 Valdelaguna. SA. 17 Valdemorillo. M. 109 Valdemoro. LE. 74 Valdemoro. M. 80 Valdemoro- Sierra. CU. 124 Valdenebro. SO. 106 Valdeolivas. CU. 123 Valdestillas. VA. 19, 36, 61, 78, 84 Valdivielso (valle). BU. 71 Valencia. V. 5, 6, 13, 14, 16, 48, 49, 54, 55, 56, 57, 58, 66, 67, 79, 80, 92, 125, 126, 131, 132 Vallada. V. 13, 54, 92 Valladolid. V. 19, 20, 34, 36, 61, 78, 83, 84, 85, 104 Vallecas. M. 56 Vallecillo, El. CU. 124 Vallibona. CS. 124. Valparaíso. CC. 15, 18, 65, 66 Valverde de Campos. VA. 38, 73 Valverde de Júcar. CU. 100 Valverde de la Virgen. LE. 26, 67 Vega de Valcarce. LE. 26, 50, 67 Vellón, El. M. 112 Venialbo. ZA. 118 Venta, La. B. 130 Venta. BI. 30 Venta. CC. 61 Venta. CO. 14, 57 Venta, La (10). LO. 11, 105 Venta, La. SA. 78 Venta. SE. 96

nº 6, Junio 2008

1051. 1052. 1053. 1054. 1055. 1056. 1057. 1058. 1059. 1060. 1061. 1062. 1063. 1064. 1065. 1066. 1067. 1068. 1069. 1070. 1071. 1072. 1073. 1074. 1075. 1076. 1077. 1078. 1079. 1080. 1081. 1082. 1083. 1084. 1085. 1086. 1087. 1088. 1089. 1090. 1091. 1092. 1093. 1094. 1095. 1096. 1097. 1098. 1099. 1100. 1101. 1102. 1103. 1104. 1105. 1106. 1107. 1108. 1109.

Venta. T. 131 Venta Aguadulce. CO. 73, 89 Venta de Agualada. C. 24 Venta de Albarica. SE. 94 Venta Alberche. TO. 15, 16, 18, 65, 66, 86, 87 Venta del Alcalde (32). CR. Venta de Alcober. AL. 101, 102 Venta Alhama. CO. 73, 89 Venta del Alvar. SE. 73, 91 Venta de Andino. SE. 94, 96 Venta de los Arquillos. J. 14, 57 Venta Arrana (V.Huélago). GR. 101, 102 Venta de la Badera. CC. 15, 65, 66 Venta de Baños. P. 34, 61, 78, 135 Venta del Barco (20). O. 72 Venta Barrachina. BA. 15, 65 Venta de la Barranca. CC. 61, 78, 84 Venta de Bel. TO. 122 Venta el Bellaco. TO. 121 Venta de Buradón. BU. 41 Venta La Caída. CR. 99 Venta Calabazas (27). TO. 122 Venta del Camarero. CC. 76, 78 Venta La Cañada. CR. 88, 102 Venta de Cáparra ( ). CC. 61, 78, 84 Venta Carrascal. CO. 90 Venta Carvajal. J. 93, 100, 102 Venta de la Cava (28). TO. 122 Venta Cibay. VI. 32 Venta de la Cierva. TO. 86, 87 Venta la Cigarra. CS. 126 Venta del Conde (20). O. 72 Venta de la Cruz. CO. 73, 89 Venta de la Cruz. M. 86, 109, 118 Venta Darazután (21). TO. 73, 88, 89, 99, 102 Venta Dehesilla. AV. 20 Venta de Diezma (24). TO. 73, 88, 89, 99, 102 Venta de Don Juan. J. 88 Venta Dos Hermanas. CO. 73 Venta Dos Horas. CO. 89 Venta del Duque. J. 93, 99, 100 Venta del Espital. CC. 16, 86, 87 Venta Estiviel (25). TO. 16, 18, 65, 66, 86, 87 Venta Fonfrida. SG. 86 Venta Fresnedilla. CO. 73, 89 Venta del Fresno. CO. 73, 89 Venta Fuenfría. M. 109, 111 Venta Guadalerza. TO. 73, 88, 89, 99, 102 Venta del Guadalimar. J. 102 Venta Guadalméz. CO. 73, 89 Venta Guadarrama (26). TO. 18, 108 Venta de las Guardas. J. 93, 99, 100, 102 Venta de la Hermandad. CC. 16, 86, 87 Venta de Hernán González. SE. 94 Venta de las Herrerías. CC. 84 Venta del Herrero. CR. 73, 89 Venta de la Huerta. SE. 96 Venta Inestosa. CO. 90 Venta de Juan Gil. MU. 50, 52

El Nuevo Miliario

29


1110. 1111. 1112. 1113. 1114. 1115. 1116. 1117. 1118. 1119. 1120. 1121. 1122. 1123. 1124. 1125. 1126. 1127. 1128. 1129. 1130. 1131. 1132. 1133. 1134. 1135. 1136. 1137. 1138. 1139. 1140. 1141. 1142. 1143. 1144. 1145. 1146. 1147. 1148. 1149. 1150. 1151. 1152. 1153. 1154. 1155. 1156. 1157. 1158. 1159. 1160. 1161. 1162. 1163. 1164. 1165. 1166. 1167. 1168. 1169. 1170.

30

Venta Languera. MU. 92 Venta Liruela. CR. 88, 99, 102 Venta de los Locos. CO. 73, 89 Venta de Loysa, ¿Lorsa, Lorca?. SE. 73, 91, 94 Venta de la Magdalena. CC. 16, 86. 87 Venta de Majazala (29). TO. 122 Venta Malabrigo. CO. 73, 89 Venta Martín. SE. 84 Venta de la Mata. MU. 97 Venta Moja Pan. AV. 20, 21, 73 Venta del Molinillo. CR. 73, 89 Venta del Montón de Tierra. CO. 14, 73, 89 Venta del Moral. MU. 13, 92 Venta Navagunte. CO. 89 Venta Neblinas. SE. 94 Venta de los Nogales. CC. 16, 86, 87 Venta Nueva. CR. 73 Venta Nueva. GR. 94, 95 Venta de los Ojos. CO. 88 Venta del Olivo. MU. 92 Venta de Orán (Darán). CO. 73, 89 Venta los Palacios. CR. 88, 99 Venta del Palmar. SE. 73, 91 Venta Palomera. AV. 20, 21, 73, 108 Venta de Paterna. SE. 94 Venta Peromingo. SE. 73, 91 Venta del Promutor. TO. 19, 68, 86, 103, 109 Venta del Puerto de Almansa. AB. 14 Venta Quemada. GR. 13, 97 Venta Quemada. GR, 97 (?) Venta Real. CC. 17 Venta del Río. CC. 17 Venta del Río Blanco. SE. 96 Venta de Romanos. CO. 14, 57 Venta Ronquera. SE. 73, 91 Venta de la Rua. TO. 16 Venta de San Andrés. CO, 14, 57 Venta San Bartolomé. AV. 21, 73 Venta San Julián. J. 14, 57 Venta de San Pedro. AB. 14, 52, 57 Venta Santa Catalina. M. 111 Venta de Santa Lucía. Z. 7, 11, 12, 15, 133 Venta Santillana (¿Valsaín?). SG. 111 Venta de Santo Domingo. ZA. 82 Venta de los Santos. J. 14, 57, 93, 100 Venta del Sarmiento. TO. 122 Venta de Segovia. AB. 14, 57 Venta Segura. LO. 42 Venta Tablada. AV. 20, 21, 73 Venta Tajada. CR. 73, 89 Venta de las Talales. SE. 91 Venta de las Talleras. SE. 73, 94 Venta del Tejarejo. CC. 76 Venta del Tolladillo. J: 14, 57 Venta Totana. MU. 97 Venta Valcargado. CO. 73, 91 Venta Villagordo. SE. 94 Venta de Villamarco. BU. Venta del Villar. CR. 93 Venta del Villar de Cecilia. CR. 100 Venta de las Viñas. CO. 73, 91

El Nuevo Miliario

1171. Venta Viveros. M. 12, 113 1172. Venta Zarzuela (22). CR. 73, 88, 89, 99, 102 1173. Ventas. SA. 64 1174. Ventas, Las. SE. 84 1175. Ventas de Estavillo. VI. 32 1176. Ventas Nuevas. CO. 89 1177. Ventas de Velasco. SA. 37, 106 1178. Ventosa (11). LO. 11, 105 1179. Ventosa de la Cuesta. VA. 36, 61, 78, 84 1180. Ventosa del Río Almar. SA. 80, 107 1181. Vezdemarbán. ZA. 74 1182. Viana. NA. 26 1183. Vicolozano. AV. 110 1184. Vid, La. BU. 104, 106 1185. Vilanova i la Geltrú. B. 5, 9, 13, 14 1186. Vila-Real. CS. 5, 9, 13, 14, 126, 131, 132 1187. Vilavera. T. 133 1188. Vilches. J. 99, 102 1189. Villa de don Fadrique. TO. 50 1190. Villa del Río. CO. 14, 57 1191. Villabáñez. VA. 104 1192. Villacañas. TO. 16, 50, 66, 98 1193. Villacastín. SG. 19, 110 1194. Villadangos. LE. 26, 67 1195. Villadepún. BU. 41 1196. Villadiego. BU. 137 1197. Villaescusa de Haro. CU. 120 1198. Villaflor. AV. 107 1199. Villafranca de los Caballeros. TO. 121 1200. Villafranca del Campo. TE. 6 1201. Villafranca de Montes de Oca. BU. 11, 26, 41, 105 1202. Villafranca del Bierzo. LE. 26, 50, 67 1203. Villafría. VI. 35 1204. Villafruela. BU. 71 1205. Villajoyosa. A. 49 1206. Villalar de los Comuneros. VA. 83 1207. Villalba del Alcor. H. 59 1208. Villalbilla. CU. 123 1209. Villalón de Campos. VA. 39, 73 1210. Villalpando. ZA. 22, 50 1211. Villamanrique. CR. 93 1212. Villamayor. Z. 44, 127 1213. Villamayor del Río (30). BU. 11, 26, 105 1214. Villamiel. TO. 20, 21, 50, 73 1215. Villamiesta (30). BU. 11, 26, 105 1216. Villanane. VI. 33 1217. Villanueva. BU. 34, 61, 78 1218. Villanueva de Bogas. TO. 16, 50, 56 1219. Villanueva de la Cañada (Despernada) M. 19, 86, 109. 1220. Villanueva de la Fuente. AB. 57 1221. Villanueva de los Infantes. CR. 93 1222. Villanueva de las Manzanas. LE. 74 1223. Villanueva del Río. SE. 14, 57 1224. Villar de Arnedo, El (10). 11, 105 1225. Villar de Cañas. CU. 56, 58, 80 1226. Villar de Chinchilla. AB. 14, 57 1227. Villar de Domingo García. CU. 67, 79, 119, 123 1228. Villar del Horno. CU. 122 1229. Villar del Pedroso. CC. 16, 86, 87

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1230. Villar de Plasencia. CC. 18, 75, 81 1231. Villar del Saz. CU. 67, 79 1232. Villardondiego. ZA. 74 1233. Villarejo de Salvanés. M. 56 1234. Villarente. LE. 26, 41, 67 1235. Villargómez. BU. 71 1236. Villargordo del Gabriel (Venta Nueva). V. 56, 58, 66, 67, 79, 80 1237. Villarmentero de Campos. P. 26, 41, 67 1238. Villarquemado. TE. 6 1239. Villarrasa. H. 59 1240. Villarraya de los Pinares. TE. 124 1241. Villarreal de Huerva. Z. 6 1242. Villarrobledo. AB. 100 1243. Villarrubio. CU. 56, 58 1244. Villaseca de Henares (8). GU. 8, 12, 15, 118 1245. Villaseca de la Sagra. TO. 8, 15 1246. Villatoro. BU. 71 1247. Villavana. CS. 126 1248. Villaverde. BU. 71 1249. Villaviciosa. O. 72 1250. Villaviciosa de Odón. M. 19 1251. Villayuda. BU. 32 1252. Villena. A. 50, 52, 54 1253. Villora. CU. 125 1254. Villoria. SA. 78, 84 1255. Vindel. CU. 67, 79, 119, 123 1256. Virgen del Camino. LE. 26, 67 1257. Viso de San Juan, El. TO. 19, 86, 109 1258. Viso del Marqués. CR. 88, 99, 102 1259. Vitoria. VI. 31, 32 1260. Vivar del Cid. BU. 71 1261. Viver. CS. 6, 48 1262. Viveros. AB. 14, 57 1263. Xarisa, La. 17 1264. Xátiva. V. 13, 14, 54, 55, 56, 57, 92 1265. Xerta. T. 131 1266. Xixona. A. 55 1267. Yébenes, Los. TO. 73, 88, 89, 99, 102 1268. Yecla. MU. 13, 50, 52, 92 1269. Yepes. TO. 122 1270. Yuncler. TO. 68 1271. Yuncos. TO. 68, 103 1272. Zael. BU. 71 1273. Zafrilla. CU. 124 1274. Zaldíbar. BI. 30 1275. Zalduendo. BU. 26, 41, 105 1276. Zamora. ZA. 116, 117, 118 1277. Zaragoza. Z. 6, 7, 8, 11, 12, 15, 35, 43, 44, 45, 104, 105, 106, 127, 133, 134 1278. Zarautz. SS. 30 1279. Zarza la Mayor. CC. 61 1280. Zayas de Bascones. SO. 123 1281. Zazuar. BU. 135 1282. Zorita de la Frontera. SA. 116 1283. Zuia (Amétzaga). VI. 35 1284. Zumaia 1285. Zuñeda. BU. 32, 33

NOTAS A LOS TOPÓNIMOS (1) La distancia dada entre Montserrat e Igualada es de 3 ½ leguas y medida con curvímetro 21 km, resultando leguas de 6 km. El Mas d’en Alíz estaría a unos 12 km, coincidiendo con Castellolí, mientras el Mas de la Pujada estaría entre ambos, aproximadamente en la curva de 90º hacia el norte, poco antes de pasar bajo la autovía A2. (2) Albalá es Albalat dels Sorels, sobre la N 340. (3) Las ruinas del convento cisterciense de Santa Fe (1341), entre Cuarte de Huerva y Cadrete, a 10 km de Zaragoza, pertenecen a este municipio, al igual que los trazados del ferrocarril a Valencia y la carretera N 330 a Alicante. Aquí las 2 leguas solo tendrían 5 km. Madoz solo da una legua. (4) En la Hoja 465, Daroca, del TN50, ed. 1939, esta rotulado como Camino Real el que une Lechón con Lechago. (5) Calamocha recibe ambos caminos por el norte, quedando actualmente en uso el 46 como N 234. (6) Alfajarín podría ser una errata en el Anexo 3, puesto que a continuación se identifica con Alfazari. La Puebla de Alfindén esta en el p.k. 335, es decir a unos 12-15 km de Zaragoza, que se correspondería con las 2 leguas propuestas por Villuga, Alfajarín se encuentra en el p.k. 340, es decir a la 1/2 legua dada en el Reportorio. (7) Nuna o Luna estaba situada a una legua de Alhama y de Ariza, Cetina esta a 6 y 7, 5 km, respectivamente por la vía de ferrocarril, probable camino antiguo. Pero existe un viejo Parador de Juan Lorenzo un par de km más cerca de Ariza, que cumple exactamente la equidistancia y que propongo como reducción. (8) Villaseca de Henares tenía unos molinos en la confluencia de los ríos Dulce y Henares. Ver mi artículo en ME 89, 8. (9) Ausejo = Montagudo, que encaja con las distancias. (10) Término de Villar de Arnedo, quizá 2 km al oeste, a orillas del río Molina. (11) La ermita de san Antón esta situada en un otero un km al oeste de Ventosa, pero en la carretera N 120 aparece rotulada una Venta de Ventosa, IG 203, 1ª ed. 1936. (12) En su término se encuentra el caserío de La Avellaneda. Supongo que el itinerario seguía la orilla del río

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Ibor hasta aquí, atravesando después el collado hasta Fresnedoso de Ibor. (13) Propongo Huerta muy gentil = Rincón del Obispo, al otro lado del río Alagón pasando el puente desde Coria. (14) En esta Venta de la Barranca se cruzaban tres itinerarios: 61, 78 y 84. Su situación tiene que ser al sur del río Jerte. (15) El «despoblado» de Cáparra se encuentra en este término municipal de Oliva. Caparra fue una ciudad romana cuyos restos pueden visitarse en la actualidad. Quizás en el siglo XVI existió alguna venta en sus cercanías. (16) Las barcas de Barzaona servirían para cruzar el río Tiétar. La Bazagona es actualmente un lugar incluido en término de Malpartida de Plasencia en el camino de Navalmoral de la Mata. (17) La Venta de la Herrería se encuentra en el Puerto del mismo nombre, en la Sierra del Centinela, aproximadamente en la actual carretera N 630. (18) Sarbadel, en los itinerarios 11, 26 y 105 parece coincidir con el Castañares del itinerario 41. (19) No he encontrado la fecha en que Alnejas pasa a denominarse Loeches. (20) El itinerario 72 presenta varios problemas, en primer lugar la distancia actual entre Laredo y León es de unos 342 km para cubrir los cuales Villuga estima 34 leguas (la suma es de 33) que tendrían un valor unitario medio que rebasa los 10 km, Arias propone considerar un error su destino, León, sustituyéndolo por Oviedo, que por cierto, no aparece en el Reportorio. Esto rebajaría la distancia a unos 256 km cuyo valor unitario medio sería de 7, 5 km, un poco alto, incluso rebasa el valor de la legua «grande» de 24.000 piés, que es de 6.686, 4 m (ver mi estudio metrológico en ME nº 89, página 10a). Por esto, no incluyo la reducción a Ribadesella, propuesta por Arias, pero sí la sustitución de León por Oviedo e incluyo Avilés, aunque es posible que éste sea el verdadero error ¿existiría otro Avilés en el s. XVI?

(23) En Malagón se bifurcaba el camino de Toledo hacia Ciudad Real- Córdoba, its. 73 y 89 o hacia Málaga, Granada y Almería, its. 88, 99 y 102. (24) En la hoja 657 del TN 50, ed. 1882, esta rotulado el Camino Real de Sevilla y en tº de Nambroca, latitud aproximada de Almonacid, se muestra un Pozo de Diezma, que es de suponer pertenecería a esta venta. Algo más de 5 km al sur el camino atraviesa el Puente de Villaverde. (25) Casa Estiviel aparece en la hoja 629, ed, 1882, a 3 km al este del Vado de la Puebla, en el río Guadarrama; se encuentra a poco más de 11 km de Toledo. (26) Venta Guadarrama, its. 18 y 108 esta situada junto al Puente Guadarrama, its. 20, 21, 50 y 73, es decir, son equivalentes como lugar geográfico. (27) Casa del Castillo de Calabazas se encuentra junto al p.k. 84 de la vía férrea a Madrid. (28) Casa de Valdecaba Baja se encuentra casi en el límite del tº de Toledo con el de Almonacid. (29) La Casa de Majazala se encuentra más al norte del camino señalado como Toledo a Yepes pero cumple la distancia de media legua a Valdecaba. (30) Villamayor del Río cumple las distancias; se me ocurre una evolución toponímica Villa Majestad <> Villa Maestá<> Villamiesta<> Villamayor, recuperando el sentido inicial de grandeza. (31) Jarilla esta situada a 2 km de la N 630 o Vía de la Plata, en dirección al Villar, por esto se indica una distancia de media legua, inferior a los 6 o 7 km que figuran en los mapas de carreteras entre sus empalmes. (32) La Venta del Alcalde o de la Inés, figura con éste último nombre en los mapas actuales; la línea del AVE pasa literalmente por ella.

(21) La venta Darazután, en término de Los Yébenes, también se llamó «de Enmedio», según Corchado Soriano, por estar situada a igual distancia entre la venta Guadalerzas y la de Zarzuela. Es con este nombre como figura en la hoja 712 del TN 50, ed. 1886. (22) Como Casa de la Zarzuela figura esta venta en la hoja 737 del TN 50, 2ª ed. 1952, en término de Los Yébenes a 1300 m al este del rotulado Camino Real.

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LA RUTA DE LOS VASOS DE VICARELLO. EL TRABAJO DE MARTÍNEZ DE CARNERO PARA LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA SOBRE EL TRAMO CÁSTULO-LIBISOSA. 1859 Jesús Sánchez Sánchez En homenaje a Gonzalo Arias

Pretendemos tratar en las siguientes líneas de varios hechos que confluyen en un particular momento histórico de la investigación sobre vías romanas en España. En los primeros años de la segunda mitad del s. XIX concurren en nuestro país un importante desarrollo de las obras públicas junto con el despliegue de los cometidos encomendados a una institución como la Real Academia de la Historia. Es en este marco en el que se dan las aportaciones al conocimiento de la geografía romana en España procedentes del trabajo de un profesor de Primera Enseñanza: don Rafael Martínez de Carnero. Nuestro personaje es citado en la obra de Sillières de 1977 dedicada al tramo entre Cástulo (cerca de Linares) y Saetabis (Játiva) de la ruta de los Vasos de Vicarello: «Les plus nombreux travaux ont cherché à déterminer le tracé de la voie dans ce premier troçon à travers le Saltus Castulonensis et tous, approximativement, concordent. Le plus utile était peut-être celui de R. Martínez Carnero qui avait établi un plan précis de la route romaine», y en nota apie de página: «Ce plan, mentionné dans la Memoria de la Real Academia de la Historia, 8, 1859, p. IX, avait été primé en 1859. Déposé à la Real Academia, il semble, malhereusement, avoir disparu aujourd’hui. Mes rechereches puor le retrouvrt sont restées vaines, mais peut-être reparaîtra-t-il lorsque les fond non classés seront répertoriés») (Sillières, 1977, 55). También en la de 1990 que Sillières dedica a las vías de la Hispania meridional: «Ce plan… depuis il a été retrouvé à la bibliothèque de la Real Academia de la Historia et il apporte des précisions fort utiles sur l’itinéraire antique, en indiquant les vestiges de la cahussée romaine conservés au XIX siècle» (Sillières, 1999, 266 ). También Gonzalo Arias se hacía eco de nuestro autor. Dice, en el artículo titulado «Repasando el Camino de Aníbal», refiriéndose a Sillières: «En 1990 (p. 269) ha descubierto un mapa de R. Martínez Carnero de 1859 que lleva la calzada por donde yo decía, pero no le otorga fe porque la Vereda de los Serranos le parece, sobre el mapa, demasiado tortuosa y accidentada» (Arias, 1991, 22). En ambos autores, sólo se mencionan los planos de Carnero y no la Memoria que los acompaña.

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Jiménez Cobo, en su excelente revisión de 2001 del camino de Aníbal, no hace mención a Carnero; ni a sus planos ni a su Memoria. Nosotros, en las siguientes páginas, vamos a ofrecer la trascripción de esa Memoria de Martínez de Carnero en la parte que hace referencia a la descripción de la vía romana. También reproduciremos algunos fragmentos de sus planos. Ambos documentos, Planos y Memoria, se encuentran en la Real Academia de la Historia, institución a la que agradecemos las facilidades en la consulta de estos documentos y su reproducción. Junto a la trascripción del texto, señalaremos la correspondencia de algunos topónimos mencionados por Carnero con los que aparecen rotulados en la cartografía al uso. Sin embargo, aprovecharemos, también, para apuntar nuestra discrepancia con el trazado propuesto tanto por Carnero, como por Sillières, Arias y Cobos para el cruce de la sierra. No sólo por el desarrollo del ferrocarril; algo se movía en las obras públicas en la España en los primeros años de la segunda mitad del s. XIX: se invierte en obras públicas sólo en el periodo de junio de 1854 hasta enero de 1856 más que todo lo invertido en el periodo comprendido entre 1846 a 18532. Actividad

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que seguirá con la vuelta al gobierno de O’Donnell, de junio de 1858 a marzo de 1863, con quien transcurre el periodo gubernamental más estable de todo el reinado de Isabel II, con importantes realizaciones económicas (Pérez Garzón, 414). Ya el gobierno de la Unión Liberal, de Espartero-O’Donnell, había convocado Cortes constituyentes para el 8 de noviembre de 1854, las cuales «fueron eminentemente políticas y, no obstante, de ellas salieron leyes trascendentales para la vida económica… como la Ley General de Ferrocarriles, de 3 de junio de 1855 y la Bancaria, de 28 de enero de 1856» (Wais, 160). «Hasta 1855 el desarrollo de los ferrocarriles fue lento, pero a partir de ese año la construcción da un gran impulso. Hay que atribuirlo a la nueva Ley General…» (Wais, 86). Entre esos años de 1858 y 1859 discurre la acción que ocupa ahora nuestra atención. Hay un documento de la Real Academia de la Historia en que aparece de un modo explícito este desarrollo de las obras públicas y su repercusión en los estudios sobre las vías romanas en nuestro país. Se trata del «Dictamen sobre cómo aprovechar los numerosos proyectos de obras públicas en la investigación de la geografía antigua y conservar las antigüedades, que en el curso de dichos proyectos se realicen, mediante la creación de varios premios»3 que firman Salustiano de Olózaga y Aureliano Fernández-Guerra el 3 de abril de 1858. Tras afirmar que «todos saben que durante la dominación romana una malla caminera, obra colosal y propia de los que aspiraron a ser eternos dominadores del mundo», sostienen que «si las comunicaciones abiertas paulatinamente en el siglo anterior por orden de Fernando VI y Carlos III han borrado muchos rastros de las romanas vías, ya maltratadas por la acción incesante de la naturaleza y del hombre, ¿qué trecho, qué muestra, qué memoria habrá de subsistir de ellas el día en que se lleve a término el vasto plan emprendido ahora, con prodigioso ardor, de obras hidráulicas, ferrocarriles, caminos vecinales y carreteras provinciales y generales?». En este mismo Dictamen se reconoce que la Real Academia es a quien «nuestras leyes han fiado el esclarecimiento de la Historia patria y la conservación

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de sus más interesantes y necesarios documentos». En otro lugar, la Academia reconoce que «está encargada por las leyes de la inspección y conservación de los monumentos históricos de todo el reino». Tras exponer esta situación, la Academia arguye que «no hay otro arbitrio, no queda otro recurso que acudir al patriotismo e ilustración de los ingenieros, párrocos y alcaldes y mover el interés individual de todos los demás auxiliares suyos… Un sistema bien meditado de indemnizaciones y recompensas pecuniarias, de premios y de menciones honoríficas, dispuesto con tal artificio que no menoscabe los recursos de la Academia y reviva la hoy casi muerta afición a los estudios arqueológicos y geográficos, es la segura senda para llegar al término que se apetece. A muy poca costa se hará, pues, la Academia con un excelente mapa caminero de España, que por lo exacto y minucioso equivalga a una inspección ocular del terreno y adquirirá indudablemente, además de calcos de inscripciones geográficas, las piedras originales que sean de superior mérito». Con esa fecha de 3 de abril de 1858, se publicó el «Programa impreso de los Premios que la Real Academia de la Historia adjudicará por descubrimientos de antigüedades»4. En este documento se anuncia que «Se agraciará con diploma de Académico correspondiente, medalla de honor y tres mil reales de indemnización, al autor del mejor plano de cualquiera de los caminos romanos que hubo en el espacio que media entre las orillas del Tajo y las costas de Cádiz hasta Valencia5, siguiendo un trayecto de 100 km por lo menos, e indicando los montes, ríos, pueblos, ruinas, despoblados y demás principales accidentes del terreno, todo con expresión de los nombres actuales, en una zona de 5 km por cada lado del camino. Las distancias intermedias desde donde éste desaparezca hasta donde vuelvan a encontrarse vestigios de él, se estimarán parte de los 100 km, cuidando de señalar con puntos los sitios por que debía pasar según las mayores probabilidades y el genio de los antiguos. Habrá de ir unido, si es posible, al diseño de un perfil

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longitudinal de la vía, que determine el movimiento de ascensión y descensión de la misma; y si no, se procurará acotarla de 100 en 100 metros, con relación a un plano horizontal inferior a ella. El plano se traerá en escala de 1/100.000; deberá ir acompañado con la correspondiente memoria, explicándole con claridad, y habrá de presentarse antes del 31 de marzo de 1859». La urgencia que anima a la Academia a esta iniciativa va también explícita en el texto de este «Programa»: las líneas de ferrocarril «es seguro que se harán en todas direcciones… y estas construcciones van a remover en pocos años todo el suelo de España y a descubrir necesariamente muchos vestigios de su antigua civilización». Ante tamaña previsión de movimientos de tierra, al igual que en el ya citado Dictamen, también ahora en este Programa se viene a mencionar que en «la ilustración y patriotismo de nuestros ingenieros, cifra la Academia grandes esperanzas para la noble empresa de… dar a conocer las antigüedades que la tierra encierra en su seno y que en gran número han de aparecer ahora en la superficie. Las más importantes acaso y, sin duda alguna, las más fáciles de encontrar son las vías romanas». A este respecto, las Instrucciones que figuran en el «Programa» son interesantes a los efectos de conocer cuál era el modelo de «calzada romana» que tenían nuestros académicos del s. XIX. En algunos aspectos (como en el caso de la superficie de rodadura) parecen más avanzados que algunos todavía arraigados entre profesionales de la investigación 6. Concretamente, esto es lo que en el s. XIX decían las Instrucciones de la Real Academia sobre los «Caminos romanos» y sus vestigios: «En España tuvieron por lo común seis metros de ancho. Sus cimientos eran de grandes piedras irregulares, pero mayores siempre, y a veces labradas, las que se ponían en las márgenes o maestras. Después, otra tonga de piedras menores rellenaba los huecos y no es raro ver asegurado el firme con lechadas de argamasa. Encima de esto colocabanse capas de guijo, cubriéndolo todo un lecho o corteza de

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arena. Hoy se conocen sus vestigios en varios trechos de las actuales carreteras, en muchos de los caminos de herradura y en medio de las heredades, ya por los hitos gruesos que el tiempo y el hombre no han podido destruir, ya por las filas de majanos que han formado los labradores para desembarazar sus campos, ya por la faja guijarreña y arenisca, indicios seguros y ciertos de extraños materiales, traídos de territorios de índole diferente de la en que se hallan. Siguiendo con atención tales vestigios, aun cuando desaparezcan en parajes donde ha ido considerable el trastorno o en las tierras flojas y colgadas, vuelven a descubrirse en las cimas de los montes, en aquellos sitios que todavía llevan el nombre de ‘puertos’. Las calzadas antiguas atravesaban por las lomas y altozanos divisorios de aguas, a fin de economizar terraplenes y alcantarillas». Parece ser que en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real de 23 de agosto de 1858 se publicó esta convocatoria. Supuestamente sería éste el modo como el profesor de Primera Enseñanza de Almedina (Ciudad Real), don Rafael Martínez de Carnero, tomaría conocimiento de esta convocatoria de la Real Academia de la Historia. Lo cierto es que poco más de medio año después, el 17 de marzo de 1859, y por medio del Gobernador de Ciudad Real, don Enrique de Cisneros, se envían al Presidente de la Real Academia los Planos y Memoria «del trayecto romano de Libisosa a Cástulo» producto de la investigación de Martínez de Carnero. Nuestro personaje envía una Memoria7 (se trata de un cuadernillo sin foliar) y dos planos8: el primero cubre el trayecto entre Libisossa (Lezuza y Terrinches (Ciudad Real), siendo éste el sentido en que hará la descripción de la vía. El segundo, entre Terrinches y Cástulo. Trazados sin curvas de nivel, sí se acompañan de un rudimentario perfil longitudinal. Como también luego detallaremos, es en este segundo tramo en el que Carnero encuentra y documenta un miliario datado en época de Tiberio, año 33 d.C. No dejó de procurarse don Rafael Martínez alguna carta de recomendación con que apoyar su trabajo.

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Existe una cuyo título: «Carta en la que se interesa por los estudios que Rafael Martínez de Carnero ha presentado a la Real Academia de la Historia»9, en ella, el convaleciente en Almedina Prisco G. Valladolid (conoce a don Rafael ya que es hijo de «un antiguo compañero mío y digno de mejor suerte por sus conocimientos y providad») se dirige a don Manuel Fermín Garrido para «interesarle, hasta donde su influencia pueda, a favor del Sr. Martínez de Carnero, que desempeña este magisterio de niños por una inmerecida fatalidad, si tal puede calificarse el que por amor a sus hijos, naturales de este país, lo haya preferido a Badajoz, donde con notorio aplauso regentó por oposición la primera escuela y el cargo de examinador, antes de establecerse la Instrucción Normal». Manuel Fermín Garrido había sido oficial de la Secretaría de la Real Academia, pero lamentablemente no pudo recibir la carta que le enviaba don Prisco G. Valladolid ya que había fallecido cuatro años antes: en junio de 1855 (según consta en la contestación de la Real Academia el 1859/06/02 ).10 Pero antes de conocer el trabajo de Carnero, veamos cuál fue la valoración que su obra recibe de la Academia. Existe un Informe sobre el estudio de Rafael Martínez de Carnero sobre la vía de Libisosa a Cástulo11, suscrito por la Comisión de Antigüedades en fecha de 25 de junio de 1859: «Aspirando al primer premio que en la Junta de abril del año próximo pasado, señaló esta Real Academia de la Historia al autor del mejor plano de cualquiera de los caminos romanos que hubo en el espacio que media entre las orillas del Tajo y las costas de Cádiz hasta Valencia, sólo se ha presentado D. Rafael Martínez de Carenero, profesor de Primera Enseñanza de la villa de Almedina, provincia de Ciudad Real». Los comentarios de la Comisión de Antigüedades al trabajo de Carnero son los siguientes: «Sin profundos conocimientos en las Ciencias Exactas, falto de sólida noticia de nuestras antigüedades, estimulado únicamente por noble deseo de honra y siguiendo paso a paso las huellas del programa de la Academia, Martínez sin embargo se ha hecho mere-

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cedor de la consideración de este Ilustre Cuerpo y, si no del premio que hidalgamente ambiciona, acreedor sin duda a una señalada recompensa. Cuando la comisión, a quien toca hoy la honra de informar, reuniendo cuantos datos existen, inventarió en 3 de abril de 1858 las vías romanas españolas cuya memoria ha llegado a nosotros12, y señaló la correspondencia de muchas mansiones antiguas con pueblos y sitios de nuestra edad, tuvo muy presente, como no podría ser menos, el descubrimiento de las mansiones del Camino de Cástulo a Libisosa, trabajo debido a uno de nuestros compañeros. Había éste fijado aquéllas con fundamento de aparecer en despoblados cuyo nombre actual se acerca algo a lo antiguo, cuidando de afianzar su opinión con lo que arrojan las relaciones que dieron gran parte de los pueblos de España a Felipe 2º en 1575, con un estudio muy detenido de los vasos Apolinares y de ¿? planimetría del territorio, levantada de orden de S.M., en el cual el ingeniero había señalado un pequeño trozo de camino romano frente de Puebla del Príncipe advirtiendo que, según los naturales, aquel era parte del camino romano que iba a Villarrobledo.13 El Sr. Martínez, aunque con ruda e imperfecta Minerva, nos ofrece en toda su extensión y notando minuciosos y verdaderos pormenores las veinticinco leguas de este trozo de la famosa vía Hercúlea que partía de Cádiz y llegaba hasta Roma, trozo importantísimo pues contaba entre sus mansiones a Mentesa… Hay más: el Sr. Martínez ha encontrado una piedra miliaria del tiempo de Tiverio César, cerca de Aldea-hermosa, una de las de Montizón, y varias inscripciones y preciosos restos en las ruinas de Solaria, cerca de la Aldea de los Santos, que es otra de las citadas en los montes Mentesanos. La Comisión que informa, deseosa de acertar en la calificación de los trabajos importantes del Sr. Martínez, llamó a su seno al entendido ingeniero D. Eduardo Saavedra y, habiendo comunicado al candidato los reparos que a su obra oponía el Sr. Ingeniero y habiendo vuelto a oír a éste sobre las ampliaciones y

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rectificaciones hechas por Martínez para perfeccionar y completar su plano y memoria14, los individuos que suscriben tienen el honor de proponer a la Academia lo siguiente: 1º. Que, con el plano geométrico levantado para el ferrocarril del océano de orden de S.M. y con los trabajos del Sr. Martínez, pueda publicar la Academia una exacta y completa planimetría del Camino Hercúleo de Cástulo a Libisosa, por espacio de más de 25 leguas de largo. 2º. Que, aun cuando el plano presentado al concurso está hecho con detenimiento y conciencia, carece de aquella perfección y buen aire precisos para obtener el primer premio de los ofrecidos. 3º. Que, sin embargo, satisfaciendo muy bien al objeto de conocer la vía antigua y facilitando los elementos precisos para poder con un plano bueno del territorio formar el que se busca, merece su autor el Sr. Martínez una especial recompensa…» Lo firman en Madrid, el 25 de junio de 1859 los académicos: Pascual de Gayangos, Pedro Sabau, Antonio Delgado y Aureliano Fernández-Guerra. Por otros documentos de la Real Academia sabemos del pago a Rafael Martínez de Carnero de la recompensa adjudicada, así como la concesión de una medalla de honor (a cuyo acto solemne de imposición no asiste Carnero, delegando en su hijo Camilo «estante» en la Universidad de la capital de España para recogerla). Pero pasemos ya a la Memoria de D. Rafael. El título con que se encuentra en el Archivo de la Real Academia es: Memoria que tiene el honor de presentar a la Academia de la Historia, según su programa, el profesor de Primera Enseñanza de la villa de Almedina, D. Rafael Martínez de Carnero, acompañando el correspondiente plano. Año 1859. Martínez Carnero, en las primeras páginas de su Memoria, nos ofrece también su visión del modelo de vía romana: dice de los romanos que «…sus calzadas atraviesan la península Ibérica del uno al otro cabo, bajo el nombre de vías romanas, sin que la serie de

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más de veinte siglos haya podido aniquilar sus arrecifes ni borrar sus senderos… Pero estaba reservada, Ilustre Academia, al siglo XIX la empresa de descubrir y venerar esas ruinas y monumentos de la antigüedad y acaso la de aprovechar sus terraplenes para reedificarlos y convertirlos en beneficio de la patria. Sí, Señores: porque fundados éstos en previsoras y sólidas observaciones, están construidos sobre terrenos firmes, en el lomo de las montañas, abastecidas de piedras y arena, y sus líneas dirijidas por los puntos más accesibles y cortos, salvando la gran pendiente de las montañas, al par que evitando las vegas y terrenos fangosos: así es que, si por alguna parte se han destruido sus vestigios, no por eso deja de señalarse su dirección por los caminos de herradura que los costean generalmente, aprovechando sus conocidas ventajas, como sucede precisamente en el trayecto que hoy tengo el honor y atrevimiento de presentar a esa ilustre y sabia corporación, comprensivo desde la antiquísima Libisosa o Lezuza, de la provincia de Albacete, hasta los cortijos de Cazlona o Castulon, de la de Jaén, conforme con el programa de de esa Real Academia, objeto de esta Memoria…» Y, entrando ya en el contenido del estudio de Martínez de Carnero, éste, tras una larga introducción, pasa a describir la vía romana. Se puede verificar cómo en su propia estructuración del texto divide en dos partes la exposición. Una primera mitad que empieza en las ruinas de Libisosa, en Lezuza (Albacete) y termina en la Venta del Ojuelo (en la vertiente norte del cruce de la sierra, actual término de Puebla del Príncipe, Ciudad Real) y una segunda mitad que comprende desde esta venta hasta las ruinas de Cástulo (cerca de Linares): «Dando por resultado final de mis observaciones que desde Libisosa hasta la Venta del Ojuelo, frente a Ntra. Sra. de Mairena, la vía romana se halla marcada y aprovechable en su mayoría. Y que desde dicha venta hasta Castulone, sólo se reconoce en sus vestigios y fragmentos salpicados, interrumpidos, dudosos, oscuros o perdidos».

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Comienza Carnero su descripción en las ruinas de la colonia Libisosa15: «Por el frente meridional tiene un collado en el que se infiere debió descavezar la vía romana, descendiendo en línea diagonal a buscar la Casa del Bado16, para evitar la rivera con sus pantanos, por la cañada de dicha casa, en cuyo paso se encuentra una fuerte calzada de siete metros de lonjitud, y desde donde debió partir la vía en línea recta por delante de la casa a buscar las laderas del Cerro Berejal17 y Vallejo de Menga, donde principia la cuesta, pues de este modo salvaba la necesidad de un puente para bajar a Lezuza, que debiera haberle habido si el sitio que hoy ocupa esta villa hubiera sido el mismo de la antigua Libisosa. Todo esto, y el no haber vestigio del pretendido puente, prueva que Libisosa existió efectivamente al rededor del castillo y lo confirman ciertas protuberancias que se encuentran en las labores sobre la misma diagonal que se dirije al collado del castillo, marcando en general y correlativa sucesión los puntos de la vía obstruida por el arado del agricultor. No me quedó en ello la menor duda y así pasé a trazarlo en mi plano, suponiendo (a cálculo visual) que desde el collado del castillo a la Casa del Bado habrá como cuatro hectómetros borrados, como he dicho, sus vestigios y partiendo desde dicha casa a la medición por hectómetros18, resulta lo siguiente: Desde el collado del castillo a la Casa del Bado: 4. De ésta a la cañada de Menga, costeando por la derecha la rivera y por la izquierda el Cerro Berejal, en vestijios confusos: 8. Subida a la cuesta grande (véase el plano parcial nº 1º) en vestigios interrumpidos: 8. Desde la cumbre hasta otra pequeña caída: 7. Subida de una cuesta suave haciendo varios giros: 6. (Suma y sigue: 33). Planicie de la altura: 1. Bajada de id.: 7. Pequeña cuesta hasta la Casa de Bustos19: 3. Desde esta a la salida de los montes del Bonillo: 6. Paso de las cortijadas y labores de Gil de Moya20: 20. Principio del Chaparral de Hortezuelas hasta sus límites: 62. Desde el monte al primer camino de las Salinas de Pinilla que baja al Ballestero21: 36. Total hasta el camino del Ballestero a las Salinas: 168

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Desde el primer camino del Ballestero al segundo que pasa por los límites del Sabinar de los Mirones (en vestigios claros): 8. Desde éste al camino de Alcaraz a las Salinas: 20. Yd. A Nava-seca: 11. El trozo de Nava-seca perfectamente alineado y marcado: 7. Hasta el camino de los Coches22, en vestigios oscuros: 18. Descenso a la cuesta de los Teatinos23: 3. Desde los Teatinos hasta la Cruz de Viveros, en vestijios oscuros, corriendo la Vereda de los Serranos: 36. Total hasta la cruz de Viveros: 271. Desde la cruz de Viveros se cuentan en vestijios conocidos por una fila de majanos sobre su costado izquierdo: 16. Desde la heredad de D. Manuel Badillo, donde se interrumpen los vestijios, hasta el monte de la Casa de la Torre24, en vestijios borrados: 16. Travesía de dichos montes, también borrados: 6. Desde la casa de la Torre hasta el Guijoso, en vestijios gastados y confusos: 59. Desde el Guijoso25 hasta Villanueva, en vestijios marcados: 46. Total hasta Villanueva de la Fuente: 414. Desde Villanueva sale la vía romana al E en vestijios conocidos por las lindes de algunas heredades y otros: 11. Yd. id. (sic) por la orilla de las viñas, teniendo éstas una cerca de piedras sobre el lomo de la vía: 10. Hasta las segundas viñas: 8. Desde éstas corre en vestijios claros: 25. Sigue destrozada la vía por una heredad: 7. Desde ésta sigue manifiesto: 3. Yd. hasta la mesa de los Calares26, en que lo interrumpen una labor en la distancia de: 4. Yd. a los 20 hectómetros gira para la derecha en dirección SO marcado: 30. Desde el Monte Alto hasta los Cuartos de Montiel: 24. Sigue hasta el camino de Albadalejo a Cañamares, en vestigios marcados: 9. Desde dicho camino continúa inclinándose más al S en vestijios confusos: 28. Gira a la derecha al tocar el camino de Albadalejo para Santa Cruz27: 1. Yd. hasta el camino de Terrinches a Santa Cruz28, punto donde termina el primer Plano, inclinándose a la izquierda, perfectamente marcado y conservado: 14. Total al camino que va de Terrinches a Santa Cruz de los Cáñamos: 588.

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Desde dicho punto, haciendo varios ángulos, perfectamente marcada y conocida: 30. Gira después al S, por una fila de majanos, a descender por la Cañada del Pajar29 y Fuente Podrida, buscando las Cavezuelas de Terrinches por medio de labores (en vestijios interrumpidos) una cuesta suave: 26. Desde las Cavezuelas gira al O hasta la Venta del Ojuelo30, en vestigios claros y alguna vez gastados, por las vegas y labores de Terrinches: 59. Total hasta la Venta del Ojuelo: 703. Desde la Venta del Ojuelo, frente a Ntra. Sra. de Mairena de la Puebla del Príncipe, se oscurecen ya los vestijios de la vía, quedando por único norte al esplorador el camino real de herradura, cuya dirección, basada precisamente sobre el trayecto romano, descubre éste de vez en cuando, aunque en remotos y salpicados vestijios, que sólo sirven para dar a conocer ser aquellos los verdaderos puntos de dirección de la vía. Así que, apareciendo estos vestijios a lijeros fracmentos de corta dirección, no puede marcarse por líneas ni hectómetros como hasta dicha Venta del Ojuelo desde el punto de Libisosa. Sin embargo, a los treinta y nueve hectómetros de camino real, se manifiesta un pequeño trozo en la dehesa de Zahora31 y otro al principio de la dehesa de los Pujates, a cuya entrada baja la vía una cuesta de 3 hectómetros y a los 84 principia en un arroyo la subida de la Cuesta de los Valencianos, por la que asciende 8 hectómetros. Desde allí, baja 8 hectómetros para volver a subir otra cuesta violenta de 4 hectómetros, llamada Matamulas. Desciende después 12 hectómetros pendientes y sube 7 por otra cuesta trabajosa, con 6 de bajada, no muy rápida. Vuelve a subir 4 hectómetros descendiendo 9 con pendiente suave al arroyo, hasta que con otra cuesta cómoda32 de 23 hectómetros llega a Venta Quemada33. Resultando desde la Venta del Ojuelo a Venta Quemada un total de 165 hectómetros34. Desde Venta Quemada sale el camino real en dirección a la Aldea de los Santos35 corriendo 91 hectómetros, sin hallarse vestijio alguno, por medio de los

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montes, con pequeños y paulatinos declives, hasta el término de Chiclana frente al Carrascal de las Monjas. Pasados otros 41 hectómetros, se reconocen sus vestijios frente a la Aldea de los Santos. De aquí siguen los vestijios por las viñas de Montizón, cruzan su ribera por la izquierda y salen por bajo de Aldea-hermosa, corriendo el camino real una lonjitud de 152 hectómetros hasta dicha aldea. Desde la ribera de Aldea-hermosa hasta el principio de una cuesta, sus vestijios se conocen en la línea protuberante de las heredades y corre así una distancia de 13 hectómetros. Sube después una cuesta de 3 hectómetros sin vestijios y, pasados, reaparecen claros aunque en corto trecho, en el cual hallé una piedra cilíndrica de 3 ½ palmos, caída en el suelo, con la siguiente inscripción36: N. CAESAR DIVI AUGUSTI DIV. NEPOS AUGUSTUS FONTVR E … MAXVI… COS… VIN…VIII TRIB XII… CONT… Sigue el camino real hasta la Venta de San Andrés38, frente a Santi Esteban 99 hectómetros, 22 de ellos en vestijios conocidos, hasta dicha venta. Venta de S. Andrés a la de las Navas de S. Juan. Sale la vía en vestijios conocidos y corre 8 hectómetros, al fin de los cuales jira al S rebozándose en la cordillera de S. Estevan. A los 24 desciende medio hectómetro muy pendiente para cruzar un hondo arroyo que baja al O de dicha cordillera. A los 49 jira al O derecha a los Cortijos de los Pajares39. A los 65 cruza por la izquierda del primer cortijo. A los 69 pasa por la derecha del segundo cortijo, en vestijios leves. A los 73 va por la izquierda del Cortijo de la Francesa, en terreno de poco declive y sigue la cordillera de Peñarrubia, continuándose hasta la Venta de las Navas, 128 hectómetros.

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Nada notable desde esta venta hasta Arquillos, donde corre el camino real, manifestándose algunos vestijios salpicados y cortos en el intervalo de 115 hectómetros con poca alteración en su declive, si bien inclinándose hacia éste último punto.

tes suaves en su mayor parte, pero inevitables y planas en paralelo con las escabrosidades de Sierra Morena por cualquiera otra dirección. Así que el camino real de herradura aprovechando estas ventajas de tiempo inmemorial no se separa de esta vía romana».

Arquillos

Conclusiones

En la aldea de Arquillos reaparecen los vestijios de la vía corriendo, aunque salpicados, hasta Arquillos el Viejo40 en 17 hectómetros. Vuélvense a perder, reapareciendo a los 34 hectómetros y recorre, en vestijios manifiestos, dos hectómetros. Desde aquel punto se inclina el terreno para bajar la cuesta hasta el río, en un descenso suave de 11 hectómetros. Desde allí hasta el puente del Guadalén41 corre el camino una planicie de 7 hectómetros por frente del molino de los Escuderos. Del puente hasta cruzar el Cortijo de Casa Quemada 42 sube una ligera cuesta de 8 hectómetros teniendo a su izquierda el castillo de Jirivayle43.

La Memoria y los Planos de Martínez de Carnero nos trasmiten, entre otras cosas, una información preciosa sobre el estado real a mediados del s. XIX de los restos visibles de la infraestructura de una de las más importantes y antiguas vías romanas en España. Pero no sólo. También nos aporta datos para valorar cuál era entonces el estado de la investigación de estas vías en nuestro país, el papel en esta tarea de instituciones como la Real Academia de la Historia, así como de cuál era el modelo de vía romana que sostenían los eruditos de esta institución. También el trabajo de Carnero ha sido motivo para contextualizar esta acción investigadora de la Real Academia en el marco de la dinamización de las obras públicas que ocurrió, a su vez, dentro de un particular contexto político y social del país.

Sigue 41 hectómetros, con algunos vestijios, por una ancha vega en dirección al Cortijo de Boyallano y al de Romero o de Vista alegre, con alguna subida. Desciende, en vestijios, 6 hectómetros hasta el Puente-mocho (SIC) sobre el Guarrizas44. Corre 8 hectómetros por la falda de un montecillo, dejando a la derecha el Cortijo de Bogollano y, al fin de los 8 hectómetros, una fábrica de plomo de los Yngleses. A los 3 hectómetros atraviesa el camino que va de Linares a Arquillos. Y a los 74 hectómetros reaparecen vestijios lijeros o gastados, frente a las casillas del Soto, corriendo 10 hectómetros en vestijios claros desde el cortijo y molino de Arquillos45 hasta el Cortijo de Casa Blanca46 (rivera del Guadalimar) donde se encuentra una lápida negra y con caracteres confusos incrustada en la pared, que por su mucha elevación no pudo leerse y que parece está ya calcada por un comisionado de Jaén. Dista esta casa de las ruinas de Castulon 13 hectómetros, resultando un total desde Arquillos hasta dicho Castulon, de 217 hectómetros«. La que sigue es la impresión general que, sobre la aparición de vestigios de la vía, presenta Rafael Martínez en su Memoria: «Dando por resultado final de mis observaciones: que desde Libisosa hasta la Venta del Ojuelo, frente a Ntra. Sra. de Mairena, la vía romana se halla marcada y aprovechable en su mayoría. Y que desde dicha venta hasta Castulone, sólo se reconoce en sus vestigios y fragmentos salpicados, interrumpidos, dudosos, oscuros o perdidos, sirviendo sólo para poder marcar la dirección de la vía o, lo que es lo mismo, los mejores puntos de tránsito para conducirse y evitar el paso de los ríos, de las vegas y tierras flojas, de las cuestas y descensos precipitados, sin grandes rodeos, aunque ascendiendo y descendiendo el camino por pendien-

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El trabajo de Carnero nos parece sin duda alguna muy meritorio para la época. Sobre todo si, como parece, lo realizó en solitario y con escaso bagaje tecnológico. Sin duda que la información que aporta compensa con creces la no muy ortodoxa representación gráfica de la misma. Es una planimetría que, como no podía ser de otra forma, no guarda parangón con la que casi por esas fechas (1861) presentó Eduardo Saavedra sobre la vía romana entre Uxama y Augustobriga. Pero no querríamos terminar sin hacer notar algunas otras cuestiones. Por ejemplo, la noción existente en la mente de Carnero sobre la posibilidad de aprovechar el trazado de la vía («…descubrir y venerar esas ruinas y monumentos de la antigüedad y acaso la de aprovechar sus terraplenes para reedificarlos y convertirlos en beneficio de la patria…» y también: «…la vía romana se halla marcada y aprovechable en su mayoría…»). Obviamente es este un criterio utilitarista y no muy conservacionista de estos vestigios. Y, en efecto, no es difícil constatar la desaparición de muchos de los restos descritos por Carnero. El reconocimiento sobre el terreno es bastante significativo sobre la desaparición de los vestigios de infraestructuras que todavía documenta Carnero en 1858-59. Actualmente, el tramo continuo mejor conservado y donde todavía no han desaparecido los vestigios de la vía es el comprendido al SO de su intersección con la carretera de El Ballestero a El Bonillo (CM-3133) y hasta el punto donde confunde su trazado hacia el SO con la Cañada Real de los Serranos. Y una última cuestión que afecta al nombre con el que actualmente se conoce a este tramo de la ruta

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Cádiz-Roma: «Camino de Aníbal». Lo cierto es que en ninguno de esta serie de documentos de la Real Academia que hemos manejado aparece la denominación de «Camino de Aníbal», sino solamente «vía Heraclea». Pensamos que ambas denominaciones son inadecuadas.

105). También para Enrique Gonzalbes «no es segura la denominación de vía Heráclea, pues este nombre sólo está documentado en el paso por los Alpes en Mont Genèvre» (Gozalbes, 41). Para Silleres tampoco hay duda: «cette dénomination ne repose pourtant sur rien» (Sillières, 1977, 38).

Sobre la primera denominación, nos parece incorrecta ya que Camino de Aníbal «es un nombre popular documentado tan solo en la travesía de Sierra Morena. Es Sillières quien, identificándolo con la ruta de los Vasos de Vicarello, extiende la denominación al trayecto Cástulo- Saetabis « (Arias, 1991, 22). De hecho, Silleres ya advierte que «il faut constater qu’il ne se rencontre que dans la traversée de la Sierra Morena, aux environs de Castellar de Santisteban» (Sillières, 1990, 220). Por otra parte, es significativo que cuando Sillières se hace la pregunta retórica de si «cette appellation repose-t-elle sur quelque rélité historique? se responde que «Ce n’est pas impossible» (Sillières, 1977, 40). En efecto, sería algo sobresaliente la existencia de tal imposibilidad. Sin embargo, es algo altamente improbable. Parece improbable que la administración romana republicana otorgara o consintiera después de la Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.) que la vía recibiera oficialmente tal nombre. Y, aun aceptando que hubiera existido durante algún tiempo tal denominación entre la población, es bastante inconcebible que haya existido una continuidad en la transmisión oral del topónimo desde el siglo II a.c. hasta el siglo XIX. Por eso Sillières es muy claro: «Aussi faut sans doute se résigner à ignorer le nom antique de la vieille voie républicaine qui joignait la côte méditerranéenne au Guadalquivir par le Saltus castulonensis» (Sillières, 1977, 39).

Pensamos, por tanto, que para los tramos de esta ruta al SO de Saetabis, son impropios las denominaciones tanto de vía Heraclea como la de Camino de Aníbal. A nuestro juicio, la denominación genérica de ruta de los Vasos de Vicarello o ruta de los Vasos Apolinares (como la denomina Gonzalo Arias en su Comunicación para el V Congreso Internacional de Caminería Hispánica de 2000) nos parece suficientemente descriptiva de esta ruta Cádiz-Roma.

La denominación de vía Hercúlea también parece inadecuada. Esta denominación es adoptada por algunos autores. Por ejemplo, tiene carta de naturaleza en José María Blázquez: «Se trata de la conocida Vía Heraclea, la primera calzada construida por los romanos, citada por Polibio (III, 39) y Estrabón (III, 4,9)» (Blázquez, 1992). También es adopta ese nombre por Juan Blánquez (Blánquez, 65). El nombre de Vía Hercúlea en España ha contado con el respaldo de Gonzalo Menéndez Pidal (Menéndez, 17) según el cual era ya conocida en tiempos de la colonización cartaginesa. Aunque llama Hercúlea a la vía que corre «paralela a la costa levantina, desde los Pirineos a Cartago Nova», afirma que «antes del año 120 a.c. fue reparada y calzada»; «fecha bien temprana por cierto si recordamos cómo, dentro de la propia Italia, se dice haber sido la Vía Popilea la primera en recibir calzamiento, y esto no antes del año 132 a.c.» (Menéndez, 18). Pero parece que tampoco es correcto el nombre de Vía Heraclea o Hercúlea. Para Martín Jiménez Cobo, no existe duda: «El nombre de Vía Heraclea o Hercúlea no tiene fundamento en fuentes antiguas aplicado a la red hispana» (Jiménez, 2001,

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«Dictamen sobre cómo aprovechar los numerosos proyectos de obras públicas en la investigación de la geografía antigua y conservar las antigüedades, que en el curso de dichos proyectos se realicen, mediante la creación de varios premios», en Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Signatura: CAG/9/7980/034(008) «Programa impreso de los Premios que la Real Academia de la Historia adjudicará por descubrimientos de antigüedades» en Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia (Signatura CAG/9/7980/034(019). «Memoria que tiene el honor de presentar a la Academia de la Historia, según su programa, el profesor de

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NOTAS 1.- En la trascripción de los manuscritos, se ha respetado en su mayor parte la ortografía original, adecuando la acentuación y puntuación y el uso de mayúsculas a las normas actuales. 2.- Esto es lo que se lee en la Memoria sobre el estado de las obras públicas en España en 1856 presentada al Excmo. Sr. Ministro de Fomento por la Dirección General de Obras Públicas: «En los veintitrés años que median desde fines del 33 hasta enero de 56 aparecen invertidos 580 millones [de reales] en esta clase de obras [Obras Públicas], o sea, mas de 45 por año, no obstante las azarosas y continuas vicisitudes y los trastornos por que pasara la nación en ese tiempo, en que una guerra civil de siete años consume las fuerzas vitales del país, gastándose en fusiles y pólvora lo que debía invertirse en trabajos útiles. Durante la guerra se invirtieron, no obstante, sobre unos 8 ó 9 millones anuales; es decir, bastante más que en la época anterior que gozó de largos periodos de tranquilidad. Se hacen 860 leguas de caminos, de las cuales más de 240 son generales, 250 mistas y 370 provinciales; se tienen en construcción y muy adelantadas en su mayor parte unas 500; concluidos los proyectos de obras en 500; muy adelantados en 150 a 200 más, y en estudio algo más atrasado 400… Finalmente, contrayéndonos a la época comprendida desde junio de 1854 hasta enero de 1856, se ve que a estas atenciones se han consagrado 79 millones de reales; es decir, más que todo lo invertido en este objeto desde 1846 a 1853 (Memoria, 13). Hemos de recordar que en junio de 1854 había tenido lugar la sublevación de O’Donnell y Dulce que pasó a la historia como «la Vicalvarada». Tras la proclamación del «Manifiesto de Manzanares», O’Donnell y Espartero entran en Madrid, iniciándose el «bienio Progresista». Puede leerse un relato pormenorizado de esos hechos en los artículos que escribió ese mismo año Carlos Marx siendo corresponsal de la New York Daily Tribune en Europa. También escribió dos artículos para el mismo periódico con ocasión del golpe de O’Donnell de 1856, con el título de Revolution in Spain: «La revolución española de 1856 se distingue de todas las que la han precedido por la ausencia de carácter dinástico alguno… La misma matanza perpetrada por Murat entre los madrileños en el año 1808 desmerece hasta quedar reducida a la categoría de mera algarada ante la carnicería de 14-16 de julio [de 1856]…» (Marx, 160). 3.- En Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Signatura: CAG/9/7980/034(008) 4.- En Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia (Signatura CAG/9/7980/034(019). 5.- Más adelante, la convocatoria explica que «todos los años en las juntas públicas de abril, se anunciará igual premio señalando nuevas zonas, para ir progresivamente completando el mapa caminero».

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6.- Para una síntesis del modelo actual que nos parece tener una mayor capacidad explicativa, ver: Isaac Moreno Gallo, «Vías romanas. Ingeniería y técnica constructiva», en Hispania Nostra, nº 85, junio 2005, que se encuentra también publicado en http://traianus.rediris.es/libro/hispanianostra.pdf . 7.- «Memoria que tiene el honor de presentar a la Academia de la Historia, según su programa, el profesor de Primera Enseñanza de la villa de Almedina, D. Rafael Martínez de Carnero, acompañando el correspondiente plano. Año 1859», Colección Fernández-Guerra, Sig. 9-7373-52. 8.- Dibujo de una parte del trazado de la vía romana de Cástulo a Libisosa; incluye una inscripción geográfica de Libisosa.Autor: Martínez de Carnero, Rafael, Fecha: 1859/03/10. Lugar de emisión: Almedina. En Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia. Signatura: CAG/9/7980/034(063). Dibujo de un tramo de la vía romana de Cástulo a Libisosa; incluye varias inscripciones de Cástulo y del miliario hallado en la Venta de los Santos. Autor: Martínez de Carnero, Rafael, Fecha: 1859/03/10, Lugar de emisión: Almedina, En Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia Signatura: CAG/9/7980/034(064). 9.- Autor: Prisco G. Valladolid, su Destinatario: Garrido, Manuel Fermín y Fecha: 1859/05/26 desde Lugar de emisión: Almedina. Signatura: CAG/9/7980/034(070) Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia 10.- Título: «Minuta de oficio en la que se le comunica el fallecimiento, en 1855, de Manuel Garrido, oficial de la Secretaría de la Academia, así como que se esperan las rectificaciones pedidas a Rafael Martínez Carnero acerca de su estudio sobre la vía de Libisosa a Cástulo». Autor: Real Academia de la Historia. Fecha: 1859/06/02. Lugar de emisión: Madrid. Signatura: CAG/9/7980/034(071) 11.- En Carpetilla de expediente sobre los premios por descubrimientos de antigüedades de la Real Academia de la Historia. Signatura: CAG/9/7980/034(074). 12.- Este «inventario» forma parte del ya citado «Programa impreso» 13.- Este «pequeño trozo de camino romano» que señala el ingeniero posiblemente se corresponda con restos adscribibles al Villuga 100 (Ay ď granada a cuēca liij.) más que a una hipotética comunicación romana que involucrara a Villarrobledo y Puebla del Príncipe. (Vinculación que sí está documentada para el citado camino de los Reportorios). Por cierto, Villarrobledo también estaba involucrado en un proyecto de ferrocarril que pretendía unir, cruzando por esta parte de Sierra Morena, Madrid con Andalucía. En efecto, el mismo año de la creación de la Compañía M.Z.A. los señores Morny, Chatelus, La Haute y Le Hon «resultaron

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concesionarios (ley de 18 de junio de 1856) de un ferrocarril que partiendo del Madrid-Almansa en las inmediaciones de Villarrobledo siguiese por el Campo de Montiel, tierra llana, para entrar en la provincia de Jaén y, por la parte oriental de Sierra Morena, llegase a Córdoba…» (Wais, 183). 14.- De hecho, por medio de un oficio de 22 de abril de 1859 dirigido al Gobernador de la provincia de Ciudad Real, la Academia pide que «con la brevedad posible, el Sr. Martínez de Carnero, en ligeros apuntes, y por los borradores que habrá conservado en su poder rectifique tales planos, de modo que las distancias de la vía marcadas en la Memoria coincidan exactamente con las que se figuran en los dibujos con arreglo a escala, pues en general son mayores, y se determinen con mayor precisión las distancias y posiciones relativas de los puntos de la vía y sus colindantes, especialmente en la parte central de la segunda hoja hacia Arquillos. Propone asimismo la Comisión: 1º que registre y describa el Sr. Martínez las ruinas de la mansión primera, o sea, de Mentesa a 24 millas de Libisosa, cerca de Villanueva de la Fuente, las de Mariana … las de Solaria en el Zadoiro junto a las aldeas de Montizón y las de Morum cerca de de Navas de San Juan …» («Relación de minutas de oficio sobre un miliario hallado en la Venta de los Santos, en el transcurso de un estudio, para optar al premio anual de la Academia, sobre la vía romana de Cástulo a Libisosa», en Signatura: CAJ/9/7958/03)

20.- «Casa de Gil de Moya» en SGE 789-Lezuza 1965 El Bonillo 21.- «Camino de las Salinas de Pinilla al Ballestero», en IG 789-Lezuza 1889 El Ballestero (Y en IG 814-Villanueva de la Fuente 1953 El Ballestero. Ver «Camino de las Salinas» junto al topónimo «Las Eras Bajas» en MTN 789-III El Ballestero. 22.- «Carril de Coches» en IG 814-Villanueva de la Fuente 1953 El Ballestero 23.- Ver «Casa de Teatinos» y «arroyo de Teatinos» en IG 814-Villanueva de la Fuente 1953 Viveros 24.- Ver «Casa de la Torre» en IG 814-Villanueva de la Fuente 1953 Alcaraz 25.- Ver «Sima del Guijoso» y «Nava del Guijoso» en IG 814Villanueva de la Fuente 1953 Villanueva de la Fuente 26.- Ver «Los Calares» en IG 840-Bienservida 1954 Albadalejo 27.- IG 840-Bienservida 1894 Albadalejo 28.- IG 840-Bienservida 1894 Terrinches

15.- La referencia cartográfica se refiere, mientras no se indique otra cosa, a Hojas 1:50.000. Se indicará la procedencia: SGE (Servicio Geográfico del Ejército) o IG (Instituto Geográfico), seguido del número de Hoja, de la titularidad de ésta, de la fecha de edición y, finalmente, del término municipal donde se encuentra el punto referenciado. Por ejemplo: SGE 657-Sonseca 1994 Nambroca es el «mapa 1:50.000 del Servicio Geográfico del Ejército, Hoja 657- Sonseca, edición de 1994, en el término municipal de Nambroca». Para las hojas del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:25.000, se indicará esta procedencia como «MTN», seguido de la titularidad de la Hoja y de la fecha de edición. Por ejemplo: MTN 835-III Minas del Horcajo 1998. Las referencias a Villuga se corresponden a la numeración de Gonzalo Arias (en Anexos de El Miliario Extravagante, 3, Abril, 2002) cuya trascripción es la aquí empleada 16.- IG 789-Lezuza 1965 Lezuza 17.- «Cerro Vergel» en IG 789-Lezuza 1965 Lezuza. Desde Casa del Vado hasta el límite de término Lezuza-El Bolillo se rotula en IG 789-Lezuza 1889 «Camino del Ballestero a Lezuza». Desde ese límite de términos hasta el extremo inferior izquierdo de la Hoja, se rotula «Calzada o Vía Romana» en ese IG 789-Lezuza 1889. 18.- Salvo cuando se indique otra cosa, las cifras que aparecen en el texto de Carnero hacen referencia a hectómetros. 19.- «Casa de Bustos» en IG 789-Lezuza 1889 El Bonillo y en SGE 789-Lezuza 1965 El Bonillo («Casa de Beatos» en IG 789-Lezuza 1965 El Bonillo)

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29.- Ver en esta zona: «Arroyo de la Cañada del Pajar» en IG 839-Torre de Juan Abad 1889 Terrinches y SGE 839-Torre de Juan Abad 1993 Terrinches 30.- IG 839-Torre de Juan Abad 1889 Puebla del Príncipe. En las inmediaciones de donde en IG 839-Torre de Juan Abad 1955 Puebla del Príncipe se rotula «Cerro de la Venta». 31.- Ver «Casa de Zahora» en MTN 864-II Villamanrique 32.- Habiendo dejado atrás la Venta del Ojuelo, Carnero menciona seis cuestas. Cuestas que veremos representadas en su Plano nº 2, en el que rotula, al trazar el perfil longitudinal del camino, la siguiente sucesión (en el mismo sentido que el desarrollado en el texto): Dehesa Zahora, Los Pujates (primera cuesta mencionada en el texto), Cuesta de los Valencianos (segunda cuesta mencionada y la que dibuja con la cota mayor), Matamulas (tercera cuesta y titulada de «violenta»), Cerro Tarancón (cuarta y «trabajosa»), «lomas suaves» (supondría la quinta cuesta«con pendiente suave al arroyo») y Venta Quemada (sexta cuesta, que denomina de «cómoda»). 33.- «Venta del Aire» en IG 864-Montizón 1896 Chiclana de Segura, donde el «Dehesón de Quiles» de SGE 864-Venta de los Santos 1994 Chiclana de Segura 34.- Discrepamos de este trayecto propuesto por Martínez de Carnero para el cruce de la sierra. Carnero reconoce que más allá de la Venta del Ojuelo «se oscurecen ya los vestijios de la vía, quedando por único norte al esplorador el camino real de herradura». Esto no significa sino que Car-

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nero adopta la, en principio, razonable hipótesis de trabajo consistente en sostener que la vía romana salva el paso de la sierra por el mismo sitio que observa que lo hace el Camino Real de Andalucía que viene de Terrinches. Además, para Carnero, esta hipótesis se compadece totalmente con su conclusión final de que «el camino real de herradura aprovechando estas ventajas de tiempo inmemorial no se separa de esta vía romana». Sin embargo, esta hipótesis no se sostiene dadas sus malas cualidades carreteras derivadas de su desfavorable perfil longitudinal en el cruce de la sierra. Posiblemente los «pequeños trozos» que menciona en las dehesas de Zahora y Pujates se correspondan con vestigios del Camino Real de Andalucía y no de la vía romana. Nuestra propuesta se concreta en un trazado topográfico mucho más favorable que el del Camino Real de Andalucía que describe Carnero. Trazado que, en parte, sería utilizado en la Edad Moderna por el Villuga 100: Ay ď granada a cuēca liij. Y para el que, además, se dispone de base documental anterior a Carnero para apoyar su romanidad. Basándonos en documentaos cartográficos y manuscritos datados entre 1809 y 1810, propondremos como vía romana un trayecto muy distinto de esta sucesión de seis cuestas y al que dedicamos la Comunicación al IX Congreso Internacional de Caminería Hispánica titulada «La vía Gades–Roma de los Vasos de Vicarello. Un «Camino de los Romanos» en el saltus castulonensis». 35.- Venta de los Santos 36.- Este miliario recibe el Nº 43 en la obra de 1992 de Joaquín Lostal Los miliarios de la Provincia Tarraconense (Lostal, 50). Parece, sin embargo, que no tardó en perderse la memoria de la autoría de este descubrimiento. No se menciona en la obra de Lostal a Martínez de Carnero, sino que se recoge una versión que procede de Fidel Fita: «Nuevas inscripciones romanas de la provincia de Jaén», en Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 39 (1901), p. 426. Según este relato de los hechos, refirieron a Hübner que este miliario se encontró hacia el año 1859 «cerca de Aldeahermosa, al pie del cerro de Cabeza chica, paraje del Portichuelo». Así mismo, se refiere que fue el alcalde de Montizón don Florentino Román – lo fue entre 1859 y 1863- quien «dio parte del descubrimiento al gobernador de la provincia, y éste a nuestra Academia… El mismo Sr. Román, no obstante su avanzada edad, ha ido en persona a puntualizar el sitio del hallazgo»: longitud 0º 32’ 50’’; latitud 38º 18’ 30’’. En ningún caso aparece mencionado el Sr. Carnero. Hay que tener en cuenta los años que median entre la fecha de este texto de Fita (1901) y la de del hallazgo (1859). No obstante, parece no haber duda sobre la atribución del hallazgo: Así lo documenta la «Relación de minutas de oficio sobre un miliario hallado en la Venta de los Santos, en el transcurso de un estudio, para optar al premio anual de la Academia, sobre la vía romana de Cástulo a Libisosa», en Signatura: CAJ/9/7958/03. En oficio del Gobernador de la Provincia de Ciudad Real de 18 de junio de 1859 se copia otro del de Jaén que dice: «La piedra miliaria hallada por D. Rafael Martínez de Carnero en las inmediaciones de Aldeahermosa, anejo al distrito de Montizón, queda en la

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Casa Consistorial de dicha villa, según tiene Ud. interesado de este Gobierno de Provincia». 37.- La lectura que aparece en la obra de Lostal Pros es: Ti(berius)•Caesar•divi•Augusti•f(ilius) Divi[•]nepos•Augustus Pontifex[•]maxum(us) Co(n)s(ul)[•] V•imp(erator)[•]VIII[•] Trib(unicia)[•]pot(estate) [XX]XIIII [a•---]gon[---]? Tiberio ejerció su quinto consulado entre el 31 y el 37 d.C., año de su muerte. «Por estudio comparativo podemos suponer que la Tribunicia Potestad señalada era la XXXIIII, con lo que la fecha se precisaría entre el 1 de julio del año 32 y el 30 de junio del año 33 d.C. (Lostal, 51). 38.- En IG 885-Santisteban del Puerto 1977 Santisteban del Puerto 39.- En IG 885-Santisteban del Puerto 1896 Santisteban del Puerto. No aparece rotulado, pero está junto a «Cortijo de las Tiesas» y «Cortijos del Chaparral», en IG 885-Santisteban del Puerto 1977 Santisteban del Puerto 40.- «Casería Arquillos el Viejo» en IG 885-Santisteban del Puerto 1977 Arquillos 41.- Se trataría del «Puente Mocho». Así lo rotula la cartografía 1:50.000 (IG 906-Úbeda 1901 Vilches y SGE 906Úbeda 1996 Vilches) sobre el río Guadalén a la altura de la población de Guadalén. La cartografía 1:25.000 (Linares 905) rotula «Puente Mocho» sobre el río Guadalimar (tras recibir al Guadalén, a la altura de donde el IG 905-Linares 1901 Linares rotula «Puente de Peñarrubia»). 42.- «Cortijo de Casaquemada» en IG 906-Úbeda 1901 Vilches (junto al allí rotulado «Puente Mocho» y donde la actual población de Guadalén ) 43.- «Castillo de Guiribaile» en SGE 906-Úbeda 1996 Vilches 44.- Debe referirse a «Puentes de Piélago» sobre el Guarrizas. Se trataría del rotulado como «Puente de piedra» de IG 905-Linares 1901 Linares, cerca de la Estación de Vadollano de los mapas actuales. Jiménez Cobo (Jiménez, 2001, 116) menciona que —tomando el camino en sentido NE— hacia la Estación de Vadollano se unían las variantes que proceden de Castulo y de Ad Aras y unidas cruzaban el río por Puentes de Piélago para pasar por el Cortijo de la Dehesilla de Rus (Jiménez, 2001, 119). Ver en este autor su opinión sobre la opción de Sillières que es contraria a la adscripción de estos puentes a la vía romana (Jiménez, 2001, 119). 45.- En IG 905-Linares 1969 Linares 46.- En IG 905-Linares 1969 Linares

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¿SE REDACTÓ EL ITINERARIO DE ANTONINO CON UN PROPÓSITO CARTOGRÁFICO? Luis Zapico Maroto1

El itinerario de Antonino es un documento de singulares características cuya finalidad no ha podido explicarse hasta ahora de forma satisfactoria. En el artículo que sigue, resumen de un estudio más amplio, se expone una nueva interpretación de su propósito. Según ésta, el documento se habría redactado para formar parte de una propuesta de revisión de la cartografía del mundo romano. Quienes se adentran en los estudios del Itinerario de Antonino se ven enseguida sorprendidos por la singularidad de sus características y por la incógnita de su propósito. En tiempos de Saavedra se atribuía al Itinerario un marcado carácter administrativo al suponérsele registro del Pretor en el que se relacionaban las vías públicas costeadas por el Estado. La opinión

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más generalizada ha venido asignando al documento el carácter de una publicación oficial en la que se recogería de forma sistemática la red viaria del Imperio, considerándose, también, que el Itinerario habría servido como guía de caminos para fines comerciales o turísticos. Actualmente, se estima que el texto ha resultado de la recopilación de rutas de recaudación de la annona militar, siguiendo la propuesta formulada por Van Berchem.

Plano núm. 1: Malla formada por las calzadas del Itinerario de Antonino. Figuran los trazados propuestos por Roldán Hervás (1973), modificados en el Suroeste Peninsular y en la A- 17.

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El estudio detallado de las rutas del suroeste Peninsular nos ha sugerido una nueva interpretación del propósito del Itinerario relacionándolo con las actividades geodésicas y cartográficas del mundo romano. Según ésta, el Itinerario relacionaría las urbes, mansiones y lugares en los que habrían de determinarse las coordenadas geodésicas, revisando anteriores observaciones, al objeto de disponer de una malla geográfica sobre la que, más tarde, habría de apoyarse la cartografía provincial de detalle. El texto no sería, por ello, un verdadero itinerario, por cuanto las rutas no responderían a una descripción de las comunicaciones sino a la disposición sucesiva de los trabajos, que habrían de realizarse a lo largo de los pasillos de triangulación. Estos formarían los elementos lineales de la malla. La triangulación, apoyada en las bases proporcionadas por los tramos rectos de las calzadas, se iría resolviendo de forma encadenada utilizando en cada etapa las mediciones obtenidas en la anterior. De aquí el carácter itinerante del documento. El distanciamiento entre las mansiones, medido por el recorrido a lo largo de los caminos, serviría para fijar la posición de cada mansión en relación con las adyacentes, al tiempo que proporcionaría un valor máximo a la separación recta entre ellas, lo que constituye una de las principales determinaciones de los trabajos. Su inclusión en el texto tendría una importancia secundaria. Las peculiares y extrañas características del Itinerario desautorizan, a nuestro juicio, las interpretaciones que se han hecho de su propósito. Relacionando éstas, se observa, en primer lugar, que no obran en el texto la totalidad de las urbes —excepción hecha de las capitales de los conventos jurídicos— ni de las calzadas2. Las rutas del Itinerario no desarrollan su trazado por una sola calzada ni enlazan sus mansiones terminales, en general capitales de los conventos jurídicos, por el camino más directo. Algunas de la Península son muy extrañas, por ejemplo la núm. 24 que partiendo de Mérida se encamina hacia Ocelo Duri (Zamora), para desde allí dirigirse a Titulcia, cerca de Madrid, alcanzando finalmente Zaragoza. Otro tanto sucede con la núm. 26 de Astorga a Zaragoza pasando por la zona de Madrid, o con la núm. 29, que enlaza Mérida y Zaragoza, pasando previamente por las inmediaciones de las Lagunas de Ruidera y luego por Titulcia. Otra de las características peculiares del Itinerario consiste en que su texto no diferencia los trayectos fluviales de los terrestres aun cuando hay evidencia de que aquellos tienen lugar como sucede con el paso del estuario del río Tajo. Tampoco señala la posición de puentes fijos en las travesías de los más importantes cursos de agua.

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En muchos casos, y en algunos de forma muy peculiar, las rutas del Itinerario se mantienen dentro de los límites del convento jurídico o de la Provincia ignorando, al no incluir los oportunos enlaces, la fácil conexión con otros tramos adyacentes. Esto ocurre, por ejemplo, en la parte occidental del Tramo núm. 23 que conectaría fácilmente en Alcoutim con la ruta núm. 22, sin más que atravesar el río Guadiana. Componente común a los tramos del Itinerario es la participación de lo militar en el mismo. El asiento de las principales Legiones obra como mansión y en muchos casos como término de ruta, incluyendo el texto numerosos Praesidios y puestos fronterizos. Si las características del Itinerario no convienen a ninguna de las interpretaciones propuestas, y ello quizás porque no se trata de un verdadero itinerario, sí en cambio se corresponden con las de una malla para la definición geodésica, que no ha de incorporar más que una parte de las áreas territoriales con sus respectivas poblaciones, ni ha de incluir otra hilación entre las mansiones que la requerida por el proceso de triangulación. Este impone trayectos cuyo recorrido viene determinado por la posición de los lugares en los que habrán de realizarse las determinaciones geodésicas y no por razones viarias de comunicación entre los términos de la ruta. La malla incluye, por tanto, trayectos distintos de los directos entre los términos de cada tramo, compuestos a su vez por un conjunto heterogéneo de vías de comunicación que ya no alcanza a representar debidamente la red viaria del Imperio, aspecto éste característico de las rutas del Itinerario de Antonino. Para la malla, carece de interés la diferenciación de los trayectos fluviales respecto de los terrestres y la posición de los puentes sobre los ríos atravesados por cada ruta, ya que estos datos son ajenos a esta primera fase de los trabajos cartográficos, que sólo se propone fijar definitivamente la posición de las mansiones y no los detalles del territorio. La formulación de una malla geodésica lleva, lógicamente, a repartir las rutas o calles de la malla en el territorio, tendencia ésta que se aprecia en diversos tramos del Itinerario, como vamos a mostrar. A este efecto, nos referimos a los planos 1, 2 y 3, delimitando el primero la malla ibérica del Itinerario, y los segundo y tercero el desarrollo de detalle de la parte suroccidental de la Península, con las interpretaciones resultantes de nuestro estudio. El trazado de la ruta núm. 23 —véase el plano núm. 2— reparte equilibradamente su recorrido entre las áreas del sur y norte de la zona occidental de la Bética y, a nuestro juicio, a ello debe su extraño recorrido. El conjunto de las rutas 21 y 22 viene a cubrir el área sudoriental del convento jurídico Pacense, lo que explica

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Plano núm 2. Las calzadas núms. 8, 10 y 23 del Itinerario de Antonino con la posición de los vértices geodésicos de primer y segundo orden en la misma área

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el porqué de un recorrido que proponiéndose alcanzar Pace Iulia (Beja), se extiende hasta Évora y luego desciende hasta la capital del convento recorriendo la zona oriental y fronteriza de la demarcación. La ruta núm. 7 que comunica Cádiz con Córdoba se desvía, desde Sevilla, de la vía directa hacia Córdoba para acercarse hasta Antequera, con el presumible propósito de cubrir esta importante área de la Bética. Por otra parte, la intención de repartir las rutas en el territorio permite interpretar el extraño tramo núm. 13 que obra en el texto contando sólo con dos mansiones, Ossonoba y Salacia, distanciadas entre sí 16 millas, cuando la reducción de ambas poblaciones, Faro y Alcocer do Sal respectivamente, obliga a considerar un recorrido próximo a los 250 km. La simple inspección del plano núm. 3 señala la necesidad de una ruta entre Faro y Alcocer do Sal a lo largo de la costa para completar la malla en la zona occidental del convento Pacense, que es precisamente la que el texto enuncia con la ruta núm. 13, por más que falte la formulación correspondiente y sea errónea la distancia como consecuencia de una deficiente propuesta, por lo demás común a las realizadas por los equipos radicados en la sede militar lisboeta, o a un substancial deterioro de los textos remitidos a Roma y utilizados en la confección del Itinerario3. Por último, la fijación de mansiones en lugares favorables para la observación geodésica se ve confirmada por la localización de algunas de ellas en posiciones inmediatas en vértices de triangulación de primera magnitud. Refiriéndonos sólo al Suroeste Ibérico citaremos, como ejemplo, el caso de Ad Rubras y Monte Mariorum, al pie respectivamente del Santuario de la Virgen de la Peña el primero y de la Sierra del Drago, vértice Santa Bárbara, junto a Higuera de la Sierra, el segundo, lugares dominantes de un muy amplio entorno geográfico. Figuran, asimismo, en el texto las posiciones del nacimiento y desembocadura del río Guadiana, lugares geográficos que no cabe considerar como asiento de mansiones, cuya presencia se explica con facilidad en el contexto de nuestra hipótesis. Si el propósito del Itinerario era relacionar las poblaciones, mansiones y lugares en los que habría de determinarse, con la mayor precisión posible, su situación geográfica, los textos cosmográficos de la época muestran, tal es el caso de la Geografía de Ptolomeo, que previamente a la redacción de los planos cartográficos se obtenían las coordenadas, longitud y latitud, de los lugares principales del territorio cartográfico. En la Geografía de Ptolomeo estas coordenadas se obtienen precisando hasta los cinco minutos de arco. La fijación de las coordenadas geográficas en un cuerpo esférico como lo es, sensiblemente, nuestro planeta4, exige, partiendo de las de un origen conocido, obtener la magnitud y dirección del segmento recto

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que une a cada lugar con el anterior y es por ello por lo que las determinaciones van a formar una cadena o sucesión de lugares en forma de ruta o Itinerario. Por otra parte, la reducción de los distanciamientos a coordenadas geográficas exige el previo conocimiento del diámetro terrestre, con el que podrán convertirse en grados y minutos las distancias medidas en sus componentes meridiana y paralela, minorando lo necesario el círculo, de acuerdo con la latitud de las localidades correspondientes. La medición del diámetro terrestre se había ya practicado antes de nuestra Era en repetidas ocasiones, mediando, quizás, métodos y lugares diferentes. Ha llegado hasta nosotros la noticia de la medición realizada por Eratísthenes (276 – 193 a.C.), director de la Biblioteca de Alejandría, utilizando el conocimiento de que en Syena, junto a las cataratas de Assuan, existía un pozo en el que el sol no producía sombra alguna en el solsticio de verano. Obtenida la diferencia de latitudes entre Alejandría y Syena y comunicadas ambas localidades por las rutas del valle del Nilo, sólo quedaba medir la distancia, haciendo las oportunas correcciones, para obtener el valor del diámetro terrestre. No sabemos exactamente cómo determinó Eratósthenes la distancia recta entre Syena y Alejandría y si llegó a introducir corrección alguna en base a situarse aquella algo más a levante que la capital, pero sí nos es conocido que obtuvo para el perímetro de la Tierra un valor de 252.000 estadios que, en caso como parece más probable, de haber empleado el usual en Egipto, equivalente a 300 codos reales o 157,50 de nuestros metros, proporcionaría la cifra de 39.700 km para el perímetro terrestre, sólo un 1 por ciento inferior a la verdadera, logro sin duda asombroso sobre el que vamos a extendernos. Hasta ahora se ha venido considerando que el acierto en la medición de Eratósthenes fue debido a una correcta estimación de las distancias cubiertas por las caravanas en su travesía desde Alejandría a Assuan, pero cabe a nuestro juicio proponer otra posibilidad, relacionada con la hipótesis que venimos exponiendo para explicar el propósito del Itinerario. Pensamos que el distanciamiento pudo obtenerse mediante un proceso de triangulación, con resolución gráfica, realizado a lo largo del valle del Nilo, que vino a proporcionar la distancia requerida, con el natural margen de error de las mediciones angulares y de la resolución gráfica, junto con la desviación hacia levante existente en la posición de Syena respecto de Alejandría. Este mismo proceso es el que atribuimos a los que habrían de llevar a la práctica las determinaciones del Itinerario, quienes, por triangulación desde vérti-

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Plano núm 3. Propuesta de interpretación de las rutas del Convento Pacense.

ces elevados, obtendrían la magnitud y dirección del segmento recto de enlace entre cada dos mansiones, labor ésta muy simple siempre que la determinación se obtuviese más tarde mediante replanteo gráfico de los triángulos sobre una extensión plana adecuada obviando el cálculo numérico. No se nos oculta que hasta hoy se ha atribuido la invención del procedimiento de triangulación a Tycho Brahe, danés, datando el hallazgo a finales del siglo XVI, pero esto ha de referirse al contexto del procedimiento con su aparato de cálculo trigonométrico. No cabe, pensamos, negar a las culturas egipcia, y luego griega y romana, el elemental conocimiento de que la obtención de tres de los seis datos del triángulo definían gráficamente éste y que con la simple medición de dos ángulos y una distancia podían fácilmente de-

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terminarse las otras dos, aspecto este substancial para la obtención de cualquier cartografía. Los notables logros científicos de estas tres culturas y la envergadura de las obras de arquitectura, civiles e hidráulicas que realizaron contando con la necesaria tecnología, de la que se van evidenciando notables muestras5, fundamentan la verosimilitud de nuestra afirmación. La interpretación del Itinerario como documento de una proyectada actividad geodésica permite explicar el hecho de que el texto incluya por partida doble el trayecto entre Alejandría y Assuan señalando una ruta para cada margen del río Nilo. Esta singularidad, ya exigida por la formación de la malla geodésica en valle de tan señalada importancia —desde las etapas de la ruta se obtendrían más tarde los planos cartográficos de los distintos tramos del valle— pudo a su vez consi-

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derarse imprescindible para obtener una nueva y más precisa determinación del diámetro terrestre, apoyando la triangulación en los lugares de una y otra margen señalados en el Itinerario. El trayecto entre Alejandría y Assuán era sin duda uno de los más favorables para medir el perímetro terrestre. Cabe, por último, señalar que la determinación de la latitud de las mansiones mediante observaciones astronómicas proporcionaría un elemento de control respecto de las obtenidas por triangulación, llevando, en caso de disparidad, a la reiteración de los trabajos de campo o de restitución geográfica, al objeto de corregir los errores introducidos. Los equipos encargados de la actividad geodésica habrían de ponderar todos los datos del proceso antes de adoptar como definitivas las coordenadas de cada lugar. Las diferencias de longitud en largas distancias, obtenidas pro acumulación de triangulaciones, serían contrastadas mediante operaciones basadas en señales luminosas o en consideraciones relativas a la simultaneidad de presentación de los eclipses o de otros fenómenos cósmicos singulares —aparición de supernovas, por ejemplo— que serían detectados en las distintas provincias del Imperio en horas diferentes. Estaríamos, por lo expuesto, ante un texto redactado para formar parte de una propuesta para la revisión de la cartografía del Imperio, propuesta que quizá habría que datar a finales del siglo II6, de acuerdo con la atribución del documento al mandato de Antonino Pío. Base de una cartografía que, como la realizada por Agrippa en tiempos de Augusto, no ha llegado hasta nosotros, o quizás no llegara nunca a realizarse, el Itinerario habría fijado la primera malla de observaciones de las más importantes ciudades del Imperio, eligiendo como base de la cuadrícula las rutas principales del transporte terrestre del mundo romano, completadas con otras, compuestas de calzadas secundarias o sumas de segmentos de calzadas y caminos, que vinieran a repartir el territorio de forma equilibrada, habida cuenta de la orografía del terreno y de la densidad de su población. Los trabajos, confiados al estamento militar y conducidos en parte a conseguir fines estratégicos habrían comunicado al texto la impronta militar que le caracteriza, dada la abundante presencia de los lugares de asiento de las Legiones y de los puestos fronterizos y guarniciones castrenses que obran en el texto con mayor frecuencia de la que hubiera correspondido en caso de perseguirse objetivos cartográficos de interés más general. Terminamos aquí la exposición de este supuesto que permite explicar el propósito que pudo llevar a la redacción del Itinerario de Antonino, hipótesis apoyada en los indicios deducidos de un estudio limitado del texto y que por tanto deberá ser contrastada en el ámbito de los especialistas del Itinerario antes de llegar a una conclusión definitiva.

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NOTAS 1.- El ingeniero de caminos, canales y puertos Luis Zapico Maroto, colaborador habitual de El Miliario Extravagante y autor de varios artículos sobre caminería histórica, falleció el pasado 5 de abril de 2007. Enterados en la redacción de El Nuevo Miliario de su fallecimiento con un año de retraso, queremos rendirle un pequeño homenaje con la reproducción en nuestras páginas de uno de sus más celebrados trabajos en nuestro ámbito. Este trabajo, publicado originalmente en la Revista de Obras Públicas, número 3.284, octubre de 1989, págs. 747 a 753, se reproduce con autorización de sus editores originales, a quienes agradecemos desde aquí su colaboración. Ingeniero dedicado al estudio de la caminería histórica, o estudioso de la caminería histórica dedicado profesionalmente a la ingeniería, Luis Zapico, del que pueden consultarse otros trabajos sobre esta temática en http://ropdigital.ciccp.es/, sirvió a menudo de puente entre ambas disciplinas y contribuyó a facilitar el entendimiento entre quienes se dedican a ambas. 2.- Plinio, en su Historia Natural, relaciona 399 «oppida» en la Península Ibérica, mientras que el texto del Itinerario sólo menciona 245, faltando poblaciones relevantes en extensas zonas interiores a la malla y dentro de las mismas rutas en las que obran en cambio mansiones de carácter local con escasa o nula población. 3.- Gonzalo Arias, en su Repertorio de Caminos de la Hispania Romana, dice textualmente –Portugal a la vista, pág. 291: «En el Itinerario hay errores, pero no numéricos sino de presentación no atribuibles al copista sino al recopilador. Éste, al engarzar en Roma los informes recibidos por separado de cada una de las provincias del Imperio, o a veces de los conventos jurídicos, no siempre pudo empalmar un trayecto que terminaba en el límite de una circunscripción administrativa (provincia o convento), con su continuación en la circunscripción vecina». 4.- La esfericidad de la Tierra, propugnada por diversos filósofos, era sin duda conocida desde antiguo en círculos reducidos de las culturas griega y romana, por más que no estuviera al alcance del vulgo. 5.- Entre las publicaciones recientes que apoyan la presencia en el mundo romano de este tipo de conocimientos citaremos el estudio realizado por Rafael Soler Gayá sobre el Annalema de Vitrubio, Revista de Obras Públicas, diciembre de 1988, y el de Georges F.W. Fauck acerca del sistema de abastecimiento de aguas a Nîmes construido en tiempos de Agrippa, publicado en la revista Investigación y Ciencia en su número de mayo de 1989. 6.- Algunos datos del Itinerario datan el texto en los primeros años del mandato de Diocleciano, a finales del siglo III, pero consideramos que por entonces pudo actualizarse el documento.

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NOVEDADES BIBLIOGRÁFICAS

LUZ SOBRE LA VÍA DE LA PLATA EN SALAMANCA… G. Gillani y M. Santonja (Eds.): Arqueología en la Vía de la Plata (Salamanca), Fundación Premysa, Béjar, 2007, 276 pp. Comentario El esfuerzo encomiable de la bejarana Fundación Premysa (www.premysa.org) ha permitido la edición de este volumen en el que se recoge una completa actualización historiográfica, epigráfica y arqueológica del tramo salmantino de la Vía de la Plata. El punto de partida de esta edición coordinada por Giacomo Gillani y Manuel Santonja es una introducción en la que los editores se deshacen en elogios hacia quienes les precedieron en el estudio del camino, centrándose en César Morán (vgr. 1950) y en José Manuel Roldán (1971). Este elogio, tan sentido como —a nuestro entender— merecido da paso a una exposición de resultados que podría dividirse en tres apartados no explicitados en el índice: estudios sobre el camino, inventario de miliarios y estudios arqueológicos de otros elementos asociados al camino. Antes de la primera sección se sitúa un imprescindible estudio historiográfico de Manuel Salinas de Frías, que se detiene particularmente en las fuentes y documentos de época moderna. Tras él, en la primera sección temática del libro se recogen tres intervenciones en otros tantos tramos del camino, excavaciones en las que se ponen de manifiesto los diferentes planteamientos metodológicos con que, aún hoy, los arqueólogos se enfrentan (nos enfrentamos) al estudio de las vías antiguas. Este contraste resulta particularmente revelador si se compara el trabajo realizado en Puerto de Béjar, con un método podría decirse más «tradicional», con el llevado a cabo en el tramo Casa Adriano-Puente de la Malena, donde se recurre a las novedades metodológicas al uso en nuestros días, hasta cerrar un modélico trabajo firmado por Figuerola y Menéndez Bueyes en el que, por cierto, se concluye que el tramo estudiado por ellos responde a parámetros del siglo XVIII. Común a todos los capítulos de este apartado es el uso de un amplísimo aparato historiográfico que encabeza cada texto. La segunda sección del libro, pese a estar integrada por un único trabajo, es también la más amplia, y de ella tuvimos en El Nuevo Miliario el honor de dar un adelanto en nuestro número 1 (Gillani, 2005). Bajo el título de Miliarios de la Calzada de la Plata en Sa-

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lamanca, los dos editores del libro y Carlos Macarro exponen una completa actualización de la epigrafía miliaria salmantina asociada a la Vía de la Plata, con nuevas interpretaciones y lecturas fruto de un sistemático trabajo de campo. El estudio, que aprovecha en parte las bases sentadas por la Tesis Doctoral de Carmen Puerta Torres (1995), texto cuyas conclusiones a menudo rebate, es de capital importancia para la comprensión de la evolución de la Vía de la Plata, y en él se refieren, además, circunstancias adicionales que demuestran que hoy se está recuperando el patrimonio miliario salmantino, lo que se evidencia en la reintegración de miliarios antes embutidos en tapias, recluidos en granjas, fragmentados o desplazados al pueblo próximo… cuando no a lugares distantes, como los de la milla CXLII, enviados a Guijuelo y Madrid. En este sentido, ya en la introducción del libro se habían recogido algunos aspectos no divulgados hasta ahora sobre la peculiar peripecia vivida por el miliario expuesto en el jardín de los Nuevos Ministerios, que añaden datos nuevos a lo ya dicho hasta ahora (véase al respecto la entrevista al Ministro de Trabajo en el número 2 de El Nuevo Miliario, y las notas de Urbano Domínguez -en el propio número 2- y de Manuel Santonja, en el siguiente de la serie). En fin, este exhaustivo inventario recoge, además, alguna pieza que por sí sola justificaría una publicación, cual es el miliario

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tetrárquico del Parador de Sinforiano, correspondiente a la milla CXXXV, tras cuyo estudio, que partió de la reconstrucción de dos fragmentos existentes, se sugiere la importancia del dato conocido ahora: que en época de Diocleciano, en pleno siglo IV, la Vía de la Plata seguía siendo un eje fundamental para Roma, tanto como para acometer reparaciones en una vía situada en los confines del convulso Imperio. Precisamente ésa es una de las conclusiones principales de todo el volumen, el indicio de la utilización de la calzada durante todo el siglo IV y parte del siglo V. La última sección del libro se centra en resultados de diversos trabajos de campo en elementos asociados al camino: un sugerente estudio arqueológico sobre el puente romano de Salamanca, realizado por Menéndez Bueyes y Jiménez González, los resultados de la excavación, en Salamanca capital, del llamado solar del Trilingüe, trabajo redactado por Macarro y Alario donde se presentan elementos singulares de Salmantica, en particular un acueducto y un ensayo de reconstrucción de la topografía de la ciudad romana, y varios trabajos de Marcos, Misiego y otros derivados de estudios de impacto ambiental en el entorno de la nueva autovía A-66 (llamada Autovía de la Plata). Un último trabajo, debido a Enrique Ariño trata, con un minucioso trabajo de campo y documental, de reconstruir el trazado de la Vía al norte de Salamanca: ¿recuerdan la tormentosa intervención de Isaac Moreno en el III Congreso de Obras Públicas Romanas, en Astorga, en 2006? (Moreno, 2006: 56; parte de la polémica posterior puede seguirse en El Nuevo Miliario, 4, con comentarios de Jesús Rodríguez a un texto delirante de Ramón Grande del Brío). El caso es que Enrique Ariño parte, para su trabajo, de la engorrosa premisa recogida en la pág. 243: al norte de Salamanca «no hay vestigios de firme, no hay restos de puentes u otras obras de ingeniería y los miliarios están ausentes». El uso de fuentes hasta ahora escasamente utilizadas, como el Libro de Apeos de la Catedral de Salamanca (1401 - 1405), y una laboriosa prospección, combinada con las especialidades del autor (el estudio de la fotografía aérea, la reconstrucción del territorio antiguo) permiten alcanzar conclusiones sorprendentes, de las que aquí adelantamos sólo una: la identidad entre Ocelo Duri y Almaraz, diez kilómetros al oeste de Zamora.

reproducidos en este libro, por el que, por lo demás, sólo cabe felicitar a sus autores y editores y agradecer a la fundación Premysa el esfuerzo realizado. C.C.

BIBLIOGRAFÍA CITADA: Gillani, G. (2005): «El miliario constantiniano de El Coto de Nuestra Señora del Carmen (Peñacaballera-Puerto de Béjar, Salamanca)», El Nuevo Miliario, 1 Morán, C. (1950): «Antiguas vías de comunicación en Salamanca», Revista de Obras Públicas Moreno, I. (2006): Vías romanas de Astorga, Nuevos elementos de ingeniería romana, III Congreso de las obras públicas romanas, Astorga Puertas Torres, C. (1995): Los miliarios de la Vía de la Plata, Tesis Doctoral, editada en CD-Rom por la Universidad Complutense. Roldán, J.M. (1971): Iter ab Emerita Asturicam. El camino de la Plata, Salamanca

Sabemos que en El Nuevo Miliario no estamos para presumir de la calidad de alguna de nuestras imágenes, pero aún reconociendo nuestro error, nos creemos con derecho de reclamar una mejor calidad en muchas de las fotografías y en algunos de los mapas

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...Y TAMBIÉN EN EXTREMADURA Arqueología en la construcción de la A-66 «Autovía de la Plata», Extremadura Arqueológica, X, Junta de Extremadura, Mérida, 2006 Comentario El Nuevo Miliario se hace también eco de la aparición en 2006 de este monográfico de la serie Extremadura Arqueológica, que edita la Junta de Extremadura, y que está dedicado a las diversas intervenciones arqueológicas causadas por la construcción, siguiendo un eje sensiblemente paralelo al del camino histórico, de la A-66, significativamente llamada «Autovía de la Plata». La revista, en realidad la publicación seriada en la que la Junta de Extremadura expone los resultados alcanzados por la arqueología regional en el año de referencia, responde a parámetros técnicos puramente arqueológicos, y para el profano, o para el simple aficionado, resulta en cierto modo ajena, pues ahonda en su lenguaje y en el modo de exponer los resultados en el empleo de la metodología arqueológica. No obstante, la publicación de estas excavaciones ligadas a la construcción de la infraestructura lineal sirve para hacer balance del conocimiento que del patrimonio arqueológico se tiene hoy en día: aunque para nuestros lectores resultarán de mayor interés los trabajos estrictamente centrados en tramos de calzada romana más o menos amplios (en concreto, los de Raquel Rodríguez del Mazo, Juan Antonio Aranda, Arturo Domínguez y Milagros Fernández), que han puesto de manifiesto la historia del camino y sus numerosas reparaciones por su prolongado uso, no habrá que desdeñar los resultados logrados en algunos yacimientos romanos asociados a la ruta, como las villae excavadas por Pedro Matesanz y José Vargas en Plasencia, por Germán Jurado y Luis Tirapu en Carrascalejo o por Sofía Sauceda en Fuente de Cantos, por destacar aquí tan sólo alguno de los más significativos. Fuera de la época romana, en fin, llamará sin duda la atención el espectacular túmulo megalítico excavado por Nuria Castañeda y Pedro Matesanz en Plasencia, cuya imagen ilustra la portada del libro. Aunque no sea ésta la publicación divulgativa que acerque al gran público la arqueología extremeña asociada a la vía de la Plata, ni la construcción de una autovía el marco más adecuado para el estudio de un yacimiento (como, por lo demás, hemos dicho ya en otros lugares), hay que agradecer a la Junta de Extremadura haber reunido en un volumen monográfico todas estas intervenciones arqueológicas que, asociadas a un camino milenario, de otro modo hubieran acabado por dispersarse en una batalla de congresos y publicaciones de índole diversa y acceso no siempre sencillo. C.C.

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UN TESORO DIMINUTO Gérard Coulon, Les voies romaines en Gaule, Éditions Errance, Saint-Amand-Montron, 2007, 234 págs. (Distribuido en España por Pórtico Librerías, www.porticolibrerias.com, al precio de 22 €). Comentario No es habitual encontrarse con un librito (apenas 225 páginas) que reúna en poco espacio información esencial, que la exprese con un lenguaje absolutamente divulgativo y que renuncie a buena parte de su espacio para incluir abundantes ilustraciones. No es habitual porque no es sencillo componer un libro así; sin embargo, Gérard Coulon lo ha hecho en este pequeño volumen titulado Les Voies romaines en Gaule, que continúa la serie iniciada por Éditions Errance con el libro de Pierre Herrmann Itinéraires des voies romaines de l’Antiquité au haut Moyen Age, y que comentó Gonzalo Arias en el número 4 de El Nuevo Miliario. El libro de Coulon se diría dirigido al gran público, tanto por su formato, como por su lenguaje y, sin embargo, ya desde el comienzo se plantea «refutar el conjunto de estas ideas recurrentes» (pág. 12), refiriéndose a la técnica de construcción de las vías romanas o a la sistemática identificación de los caminos empedrados con caminos romanos. Con esa premisa, Coulon lleva a cabo una disección sistemática de la red viaria galoromana siguiendo un esquema habitual: estudio de las fuentes, reconstrucción de itinerarios, identificación de caminos, obras de fábrica, miliarios y mansiones. Todo ello, sin rehuir ningún aspecto polémico, como demuestra la descripción del Itinerario de Antonino (pág. 20): «Una suerte de librito indicador que enumera de manera fastidiosa las vías del conjunto del imperio con las etapas y las distancias que las separan (...) El Itinerario repite a veces secciones ya mencionadas, pero no incluye las mismas estaciones y, si es ése el caso, las distancias pueden diferir de manera notoria de un trazado al otro. En fin, las confusiones son frecuentes entre las unidades de medida, los compiladores mezclan alegremente millas y leguas galas». Es, sin duda, el comentario de alguien cansado de intentar entender las claves del Itinerario… Es especialmente significativo el capítulo dedicado a «desatribuir» la romanidad de algunos caminos (pág. 38 y s.), partiendo de una premisa que se nos antoja irrevocable: «La búsqueda de las vías no debe, sin embargo, conducir a multiplicarlas». En esta línea, se recuerda que el error de considerar que los caminos romanos debían contar con las capas que Vitrubio había establecido para ciertas vías urbanas se debe a Nicolas Bergier, tratándose sin duda de uno de los errores más arraigados en la historiografía de todos los tiempos, pues radica nada menos que de 1622. Los comentarios acerca de Bergier sirven para introducir

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nuevas técnicas de excavación de las vías, las que se vienen usando desde mediados de los años 90; muy instructivas resultan, al respecto, los diferentes ejemplos incluidos en las págs. 74 y 75 y en la 98. En fin, con apartados dedicados al uso en la Galia de millas romanas y leguas galas, a la función de las vías romanas como límites territoriales o a las mansiones existentes en territorio galo, prácticamente ningún aspecto queda fuera del análisis de Gérard Coulon, que dedica todo un capítulo a las obras de fábrica y, en particular, a los puentes, entre los que destaca los puentes de madera, algunos de ellos documentados en fuertes estiajes recientes; no faltan, tampoco en este apartado, las «desatribuciones» de puentes galardonados por la memoria popular con el título de romanos. Solo cabe terminar recomendando la lectura de este libro que, más que dirigido a especialistas en la Galia, va destinado a todos cuantos de un modo u otro nos dedicamos al estudio de las vías romanas. Especialmente, para aquellos que quieran seguir al día. C.C.

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Y ADEMÁS… El Nuevo Miliario, falto como siempre de espacio para esto y aquello, se hace eco, a la velocidad de la luz, de la aparición de otras novedades editoriales que merecerían un comentario en estas páginas y que habrán de conformarse con una brevísima reseña destinada a despertar por ellas el interés de nuestros lectores. 1) Acaba de ver la luz el libro Un camino de horizonte, consagrado a la finalización del último tramo de la Autovía Cantabria – Meseta, entre las localidades de Molledo y Pesquera (Cantabria). Libro de ingenieros, sobrepasa esos límites profesionales para interesar a todos los estudiosos de la caminería histórica de la zona, ya que, sobre la evolución de las rutas que coronan el collado de Somahoz, incluye apuntes procedentes de los resultados de la excavación arqueológica que acompañó a estas, por lo demás, impresionantes muestras de ingeniería civil contemporánea. No cabe sino felicitar a los autores (el libro, editado por el Ministerio de Fomento con la colaboración inestimable de las empresas Ferrovial – Agromán y Apia XXI, «surge de una idea de Marián Bárcena Melero») por el resultado, que complementa lo expuesto en el libro comentado en nuestro anterior número («Caminos y fábricas de harinas en el corredor del Besaya») y, desde una perspectiva distinta, acerca al gran público la obra civil y a los ingenieros, la caminería histórica. 2) La Junta de Castilla y León ha reunido en un volumen cuatro ediciones de los cursos sobre Accesibilidad y Patrimonio: yacimientos arqueológicos, cascos históricos, jardines y monumentos, celebradas

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entre 2003 y 2006 en diversos lugares de esa Comunidad. Algunas de las aportaciones tratan de sensibilizar al lector con el problema de la accesibilidad en lugares públicos para discapacitados; otras exponen medidas ya adoptadas por las Administraciones (destaca entre ellas la de Javier Toquero, «La estrategia regional de accesibilidad en Castilla y León, 2004 – 2008); finalmente, un último grupo incide en las pautas para la correcta señalización de los espacios públicos, sobresaliendo la aportación de Dimas García Moreno, «Señalización informativa y Patrimonio». El director técnico de estas citas, el ingeniero de caminos José Antonio Juncà Ubierna, especialista en accesibilidad y uno de los pioneros de su búsqueda sistemática en la moderna ingeniería civil española, resume así el objeto de estos cursos: «Lo que ahora parece atisbarse en un horizonte lejano, un Patrimonio Cultural con creciente y vigorosa accesibilidad, es posible que con el paso de unos años, no muchos, sea una realidad palpable, una realidad que deje de ser algo excepcional para convertirse en habitual». En manos de todos está hacer que así sea. 3) Finalmente, aunque no se trate de una novedad editorial sensu stricto, hay que celebrar también que Isaac Moreno haya tenido la iniciativa de colgar en la página de Traianus (http://traianus.rediris.es) su trabajo Descripción de la vía romana de Italia a Hispania en las provincias de Burgos y Palencia, originalmente publicado en 2001 por las dos Diputaciones Provinciales afectadas, y que marcó en cierto modo el comienzo del acercamiento a otro tipo de público de las nuevas tendencias sobre la investigación de las vías romanas en nuestro país.

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CONVOCATORIAS Exposición: La Vía de la Plata. Una calzada y mil caminos. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (Ministerio de Cultura) ha organizado, con la colaboración de los gobiernos regionales que acogerán la muestra (Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Asturias y Galicia), la exposición itinerante «La Vía de la Plata. Una calzada y mil caminos». Tras su paso por Mérida y Astorga, esta exposición, de la que son comisarios Enrique Cerrillo y Ana Montalvo, visitará el Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla), donde podrá visitarse entre julio y septiembre de 2008; el Museo Arqueológico de Asturias (Oviedo), donde estará instalada entre los meses de septiembre y noviembre de 2008 y el Museo Provincial de Lugo, que recibirá la muestra hasta el mes de febrero de 2009. El objeto de la exposición es «rememorar esta vía histórica que fue concebida por el gobierno romano para el control militar de la península, así como para el abastecimiento y la distribución de productos comerciales. Enrique Cerrillo, catedrático de Arqueología de la Universidad de Extremadura, y Ana Montalvo, arqueóloga de la Junta de Extremadura, son los comisarios de esta exposición concebida como un largo camino en el que el visitante recorre los territorios geográficos de las distintas Comunidades Autónomas que conforman la Vía de la Plata (Extremadura, Castilla y León y Andalucía) así como sus ramificaciones hacia Galicia y Asturias». La muestra recrea a través de una treintena de paneles didácticos los pormenores de las diferentes etapas que constituyen la Vía de la Plata. Junto a ellos se exponen cerca de un centenar de piezas que ilustran las diferentes huellas que desde la protohistoria, y a lo largo de tres milenios, han depositado en los márgenes de esta calzada las distintas culturas que han transitado la Península Ibérica. Huellas que se materializan en la exposición a través de objetos de orfebrería, cerámica, relieves, epigrafías, réplicas de esculturas, arcillas, vidrios, útiles de telar, material construcción, facsímiles con repertorios de todos los caminos de España, maquetas de maquinaria de construcción romana, miliarios… La exposición se acompaña de un catálogo cuya redacción ha correspondido a Gonzalo Barrientos, Martín Almagro-Gorbea, José Manuel Roldán Hervás, Enrique Cerrillo, Ana Montalvo, Manuel-Abilio Rabanal, Manuel Durán Fuentes, Fermín Marín Barriguete, Ramón Corzo , Antonio Rodríguez Colmenero y Carmen Fernández Ochoa.

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V Congreso internacional de Musealización de yacimientos arqueológicos Cartagena será, entre los días 24 y 27 de noviembre de 2008, la sede del Congreso Internacional de Musealización de Yacimientos Arqueológicos, quinto de la serie iniciada en 2000, y en cuya organización colaboran los Ayuntamientos de Cartagena, Barcelona y Alcalá de Henares. En esta ocasión, la reunión estará dedicada al tema Arqueología, discurso histórico y trayectorias locales. Entre las actividades previstas destaca la presentación del proyecto de Centro Cultural en el Antiguo Mercat del Borne de Barcelona, cuya excavación se presentó en la edición celebrada en la capital catalana en 2002, y que ahora culmina su presentación al público. Los interesados pueden recibir más información en la sede de la secretaría del congreso: Gestipolis C/. Jiménez de la Espada, 47 – 1º D 30204 CARTAGENA Tel. 968 125 104 Correo-e: anaps@gestipolis.es

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IV Congreso de Ingeniería Romana: Obras públicas en la ciudad romana. La cuarta edición de estos congresos bianuales organizados por el Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, y nacidos por iniciativa del inquieto Isaac Moreno, se celebrará en Lugo entre los días 7 y 9 de noviembre. En esta ocasión, sin abandonar la temática general que ha animado a anteriores ediciones, el congreso dedicará un amplio espacio al tratamiento específico de infraestructuras de carácter urbano. Las comunicaciones propuestas en el momento de cerrar este número abarcarán una amplia temática: puertos marítimos (Estaca de Bares, a cargo de Juan Acinas, y Oiasso, por Mercedes Urteaga), la ciudad de Emerita Augusta (con comunicaciones de Miguel Alba y Santiago Feijoo, por un lado, y de Pedro Mateos y Antonio Pizzo, por otro), la muralla de Lugo (Enrique Alcorta), las redes de saneamiento de Mérida (Jesús Acero), Toledo (Raúl Arribas) y Lugo (por Enrique González Fernández), el abastecimiento de la ciudad de Toledo (según Miguel Arenillas), la excavación en la calzada del puerto de la Fuenfría (según Jesús Rodríguez Morales) o el papel del ejército en las obras públicas romanas (por Tomás Vega), entre otras, hasta componer dos docenas de comunicaciones y ponencias en un apretado programa que promete ser apasionante y entretenido.

V jornadas de Patrimonio Arqueológico de la Comunidad de Madrid. Los primeros pobladores: arqueología del Pleistoceno. El Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en su sede de Alcalá de Henares, acogerá, entre el 12 y el 14 de noviembre próximos, la quinta edición del encuentro anual de los arqueólogos madrileños, centrado en esta ocasión en la arqueología del Pleistoceno, y que se celebra «con la finalidad de contribuir a un acercamiento y mejor conocimiento del patrimonio arqueológico madrileño y de las actividades que se desarrollan en torno a él». Para todos los interesados, el plazo de presentación de posters y comunicaciones concluye el 1 de octubre, y el de inscripción, el 30 del mismo mes. Además del tema central de las Jornadas, la arqueología del Pleistoceno (que, en sí misma, dio origen a la arqueología madrileña, con la investigación del Cerro de San Isidro por Casiano de Prado en 1862), se ha reservado en el encuentro un espacio para todos aquellos trabajos que, sin tener relación con la Arqueología del Pleistoceno, quieran dar cuenta de las intervenciones arqueológicas recientes ejecutadas en la Comunidad de Madrid. La Secretaría de las Jornadas, donde puede formalizarse la inscripción y obtener una información más amplia, estará en la sede del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Madrid (Sección de Arqueología), con las señas siguientes: C/. Fuencarral, 101 – 3º 28004 Madrid Tel. 91 447 14 00 Correo-e: vjornadas@gmail.com

Exposición: José Pérez de Barradas El contacto con la organización del Congreso, la información sobre plazos de inscripción (en principio la inscripción de participantes se cerrará con el mes de septiembre) o el programa definitivo puede hacerse a través del correo electrónico previsto al efecto (inegnieriaromana@gmail.com), o dirigiéndose a: Santiago Feijoo Martínez Consorcio de Mérida c/ Reyes Huertas, 5 06800 Mérida (Badajoz).

La exposición «Arqueología, América, antropología: José Pérez de Barradas», fue inaugurada el pasado 11 de junio en el Museo de los Orígenes, el antiguo Museo de San Isidro (Plaza de San Andrés, 2, Madrid), y permanecerá abierta hasta el 30 de noviembre próximo. Dedicada en exclusiva a una de las grandes figuras de la arqueología madrileña de la primera mitad del siglo XX, la exposición reúne objetos procedentes de museos de Madrid, Málaga y Las Palmas de Gran Canaria, si bien algunas de las piezas más notables son documentos del archivo y de la biblioteca personal del arqueólogo, que recientemente pasaron a formar parte de las colecciones del Museo de los Orígenes. La importancia de la figura de Pérez de Barradas como pionero de la arqueología madrileña y como

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organizador de un sistema de control arqueológico innovador en su tiempo, un momento de expansión de Madrid hacia el sur en el que se estaba trabajando en los areneros y graveras que jalonan el curso bajo del Manzanares, y cuyo estudio permitió tener una amplia visión del paleolítico madrileño. La exposición refleja la compleja personalidad de Pérez de Barradas y se centra en las facetas principales a las que él dedicó su vida profesional: por una parte, la arqueología, poniendo especial énfasis en las labores de control de los areneros del sur de Madrid, cuyo estudio permitió a Pérez de Barradas sentar las bases científicas de la prehistoria madrileña. Llaman particularmente la atención, dentro del espacio dedicado a la actividad arqueológica, la recreación del cubiculum de la villa de Villaverde (Madrid) y los textos del diario del arqueólogo a propósito de una frustrada visita de Heinrich Himmler, en 1940, que finalmente no llegó a tener lugar. Desde 1936, tras instalarse en Colombia, Pérez de Barradas dedicó su trayectoria al estudio de la arqueología americana, actividad a la que concedió también un nuevo impulso, como refleja la exposición, en la que se incluye una parte del tesoro de los Quimbaya. Finalmente, de nuevo en España, Pérez de Barradas centró su labor profesional en la antropología, destacando sus trabajos en Canarias y sus estudios sobre el mestizaje. Para la exposición se ha publicado un catálogo – guía de 32 páginas que puede descargarse en la página oficial del Ayuntamiento, www.munimadrid.es (siguiendo el enlace «Cultura y ocio» y, desde allí, «Museos Municipales»). La publicación, tan sucinta como interesante, se acompaña de un DVD con los videos incluidos en la muestra. En fecha próxima, este catálogo se completará con la publicación, por parte del Ayuntamiento de Madrid, de una monografía sobre la figura de un arqueólogo de excepcional trascendencia en la investigación española.

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Exposición: Razón y Sed El zaragozano Palacio de Sástago, sala de exposiciones de la Diputación Provincial, es sede, desde primeros del mes de junio y hasta el próximo 14 de septiembre, de la exposición fotográfica «Razón y sed», una de las muestras que envuelven a la Exposición Internacional Zaragoza 2008, «Agua y desarrollo sostenible». «Razón y sed» ha estado organizada conjuntamente por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, y la Diputación Provincial de Zaragoza. Se trata de una selección de 75 fotografías de Carlos Prieto, Díaz Burgos, Paco Gómez, Martí Llorens y Ana Müller (además de la que sirve de portada al catálogo y de cartel a la exposición, obra de Chema Madoz), que fueron fruto, como explican en su texto los comisarios (Rosario Martínez Vázquez de Parga y David Fernández Ordóñez) de un proyecto común, en el que cada fotógrafo recorrió los sujetos de sus imágenes acompañado por un ingeniero del «equipo de trabajo» formado para la muestra. El objetivo de la exposición, explica la Ministra Elena Espinosa en el excelente catálogo que acompaña a la muestra, es reflejar «los beneficios que el aprovechamiento sostenible del agua proporciona a la Humanidad» y «la belleza y la creatividad de los ingenios creados por el hombre para utilizar el recurso hídrico, para transportarlo, para producir energía, o para mejorar su calidad». Esos objetivos se encuadran también en los de la Exposición Internacional zaragozana, si bien se complementan con otros que afectan directamente a uno de los promotores de la muestra; así lo explica Edelmiro Rúa, presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos: «En este momento en el que las variaciones climáticas pueden alterar aún más la variable hidrología española, es necesario que el CICCP se convierta en portavoz ante la sociedad. Un portavoz que sostenga las razones técnicas con datos y valores objetivos para que sean tenidos en cuenta en el planteamiento y resolución de los problemas que afronta la sociedad alrededor del agua». En el mismo sentido se expresan los dos comisarios de la exposición, al lamentar que estén lejos los tiempos en que los ingenieros «éramos considerados los promotores del progreso»: por ello, la idea que da vida a la exposición es intentar hacer comprender las obras hidráulicas a aquellos a quienes van destinadas, no en vano, como recuerda el presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, recogiendo una frase del Conde de Sástago (antiguo propietario del palacio que acoge la muestra), «el agua es de los cuatro Elementos el que se puede considerar como el más principal para verificar la felicidad de los Hombres».

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desconocido: en aquel momento la Península Ibérica no tenía aún ese nombre, y también carecían de él las principales cordilleras, salvo los Pirineos. Por esa razón los ingenieros-geógrafos del ejército napoleónico se vieron obligados a levantar mapas a medida que se adentraban en la Península; la cartografía era imprescindible en el modelo de guerra de Napoleón, y más aún cuando éste decidió incorporar España a su Imperio y, por tanto, a su gigantesco proyecto cartográfico europeo. De ese esfuerzo se exponen muestras muy significativas, hasta ahora en su gran mayoría desconocidas, procedentes de los archivos militares franceses. Cabe destacar los mapas manuscritos, y en color, a escalas 1: 100.000 y 1: 20.000 de los alrededores de Madrid y algún plano impreso hasta ahora también desconocido en España. Para apreciar lo que significan las aportaciones cartográficas producidas por la guerra, se expone un panorama de la situación anterior a la misma y una muestra significativa de la posterior incorporación a la cartografía española de la herencia derivada de aquel conflicto. Los textos introductorios del catálogo concluyen con un hermoso trabajo de Andrés Trapiello titulado «La corriente infinita», en el que se dan cita varios personajes históricos (Heráclito, Alberto Caeiro, San Agustín, Jorge Manrique, Velázquez…) en torno a diferentes corrientes de agua. Se nos antoja que será, pues, obligatorio completar la visita de la Expo de Zaragoza con la de esta esencial exposición fotográfica del Palacio de Sástago, y será preciso también hacerse con el espléndido catálogo, para no retener sólo en la memoria las setenta y cinco imágenes expuestas (avisados como estamos por Andrés Trapiello de que «ningún elemento sugiere de forma más poderosa lo efímero de todo como lo sugiere el agua»), y poder así conservarlas para siempre.

Complementa la exposición un catálogo cuyos textos constituyen un trabajo impecable, de referencia de aquí en adelante para los estudiosos de la evolución de la representación cartográfica del territorio. Los textos, firmados por investigadores españoles y franceses, presentan una visión general de la situación de la cartografía española a fines del siglo XVIII y cómo la entrada de los ejércitos franceses contribuyó a engrandecer el conocimiento cartográfico a comienzos del XIX. La exposición permanecerá abierta hasta el próximo 15 de septiembre. Más información, en el propio Museo (teléf. 917011863) y en la web municipal, www. munimadrid.es, siguiendo el enlace «Cultura y Ocio».

Exposición: «Madrid 1808: Guerra y territorio. Mapas y planos 1808-1814» Los fastos conmemorativos de los acontecimientos vividos en Madrid en mayo de 1808, presentados a menudo como heroicos en la historiografía nacional, se han visto adornados por una serie de exposiciones temporales en los diferentes museos municipales de la ciudad. Destaca entre todas ellas, por su contenido próximo a los intereses de los lectores de El Nuevo Miliario, la exposición del antiguo Museo Municipal, actualmente denominado Museo de Historia, titulada «Madrid 1808: Guerra y territorio. Mapas y planos. 1808-1814». El punto de partida de esta muestra, de la que son comisarios Francisco Quirós y Juan Carlos Castañón, se sitúa en los primeros años del siglo XIX, momento en que España era un país geográficamente

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GONZALO ARIAS: ANTOLOGÍA DE UN INCONFORMISTA El progreso consiste en luchar contra las cosas injustas que han existido siempre (Almudena Grandes) El fallecimiento de Gonzalo Arias en enero de 2008 pilló a contrapié a El Nuevo Miliario, con el último número ya en máquinas, y sólo fue posible incluir unas notas tan sentidas como apresuradas en las páginas finales de aquella revista. Pero creíamos necesario dedicar a Gonzalo un espacio más amplio, reflejo de su labor de investigación en el campo de las vías romanas y de la geografía histórica, pero exponente también de cuarenta años de difusión de las ideas de la no violencia, de la que fue uno de sus primeros activistas en la España de los años 60. Desde los balbuceos miliaristas de 1963, en la pequeña localidad de la banlieu parisina de Ris-Orangis, hasta la novela La historia ramificada, publicada en 2007 como epítome de toda una trayectoria vital, Gonzalo Arias dejó una colección de textos que permiten reconstruir la labor dedicada a dos de las actividades a las que se entregó con el entusiasmo y la devoción que le caracterizaban. Recordar esos textos sirve hoy de homenaje, cierto, pero también sirve para

reflejar cómo este hombre irrepetible se empeñó en cambiar el mundo en que vivía, el mundo extraño de la investigación y el mundo real de la vida cotidiana, y todo ello porque estaba convencido de que era posible construir un mundo mejor, con el que él soñaba, en el que desaparecieran la injusticia, la violencia y la intolerancia. Esta breve antología, cuya elaboración hubiera sido imposible sin la colaboración de muchos lectores y, en especial, de la familia de Gonzalo, encabezada por su mujer, Hilde, y por Mario, uno de sus hijos, consta pues, de cuatro secciones. La primera de ellas está dedicada a estudios sobre vías romanas (se incluyen también allí unas notas que habrían debido de formar parte de la serie mansionibus supra scriptis, que iniciamos en el número anterior de El Nuevo Miliario). La segunda se consagra a un tema de geografía histórica al que él dedicó un especial empeño, Gibraltar; la tercera reúne una docena de pinceladas rápidas que dan una idea de la dimensión de la figura de Gonzalo Arias y, finalmente, una última sección recoge las aportaciones de los lectores de El Nuevo Miliario al recuerdo de Gonzalo.

Gonzalo Arias. (Foto: Giacomo Gillani)

La familia Arias (sin Hilde), ante su casa de Ris-Orangis, en abril de 1968

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Vías romanas TRES TEXTOS SOBRE VÍAS ROMANAS Cuando nos planteamos dedicar en esta Antología un espacio a los escritos de GonzaloArias sobre vías romanas, pensamos recurrir a la época inicial de El Miliario Extravagante (1963-1968), especialmente considerando que muchos de los planteamientos que Arias defendió estaban ya establecidos en ese periodo, y que él fue matizando poco a poco sus teorías. Pero la inmensa mayoría de los textos de esa época fueron recogidos en el volumen Repertorio de caminos de la Hispania romana (1987 y, segunda edición, 2004), mientras que otros posteriores se incluyeron en el número 8 de Anexos de El Miliario Extravagante (2004), bajo el título común «Un enfoque extravagante de las vías romanas». Por ello, hemos optado por escoger, finalmente, dos trabajos de la tercera época de El Miliario Extravagante, de mediados de los años 90 del pasado siglo, lo suficientemente antiguos como para que no todos los lectores de El Nuevo Miliario los conozcan de antemano, y lo suficientemente explícitos como para exponer, en unas pocas páginas, los planteamientos esenciales de toda una vida dedicada a escudriñar los misterios de la geografía histórica y, de paso, revelar muchos rasgos del carácter de su autor.

MADRID, NUDO ROMANO DE COMUNICACIONES LA BÚSQUEDA DE VÍAS ROMANAS Y DE RUTAS ANTONINIANAS EN TORNO A LA ENCRUCIJADA MADRILEÑA1 La aportación de Carlos Caballero y sus dos colegas2 en las páginas que preceden me da ocasión de volver sobre un tema, o más bien sobre dos o tres temas conexos, que yo creía (iluso que es uno) haber dejado suficientemente tratados hace años. Se trata, por una parte, de la interpretación del Itinerario de Antonino y, por otra, de la localización sobre el mapa de los restos o recuerdos de vías romanas que pudieran corresponder a las rutas antoninianas. Ambas investigaciones han atraído la atención de numerosos estudiosos, desde los remotos tiempos de Ambrosio de Morales o Jerónimo de Zurita, no sólo en España sino en otros países y respecto a las rutas de todo el Imperio Romano. Pero aquí nos fijaremos especialmente en la parte de la Provincia o Comunidad de Madrid comprendida entre la capital y la Sierra de Guadarrama, zona que resulta ser clave para someter a prueba los distintos planteamientos o enfoques adoptados. Nuestros lectores más fieles me perdonarán por repetir conceptos y explicaciones que ellos conocen bien. No creo que sea machaconería inútil, si pensamos en los lectores más recientes que no han podido todavía familiarizarse con los temas que nos ocupan. Por otra parte, tampoco está de más un esfuerzo de recopilación o visión de conjunto de los diversos tramos —algunos publicados muy recientemente— de calzadas presuntamente romanas señalados en esta parte de la provincia. La interpretación lineal del IA El enfoque que espontáneamente tiende a adoptar quienquiera se encare por primera vez con el llamado «Itinerario de Antonino» es el de considerar el documento como una especie de guía de caminos del Imperio. Cada item sería un iter, y cada iter iría engarzando, como hilo que engarza las cuentas de un collar, las diversas civitates y mansiones enumeradas. Tal es la interpretación lineal del IA. Si el Itinerario describe tres trayectos conducentes de Emerita a Caesaraugusta (uno, A24, trazando un gigantesco zigzag con vértices en Ocelo Duri y en Titulciam; otro, A25, bastante directo; y otro, A29, que rodearía considerablemente por tierras oreatanas según la interpretación más corriente, lusitanas a nuestro juicio) habría que pensar que realmente existirían tres vías. Aunque los autores no lo digan expresamente, la insistencia en hablar de la vía 24, la vía 25 o la vía 29 (otras veces, para adornarlas más de romanidad, vías XXIV, XXV, XXIX), mueve a pensar, por analogía con la Vía Appia o la Via Aurelia italianas, la Via Domitia francesa o la Via Augusta hispana, que nos encontramos ante unidades viarias concebidas como tales por sus respectivos ingenieros constructores. Esto es por supuesto absurdo y no resiste un somero examen crítico. Baste considerar los siguientes esquemas de trazado de las rutas citadas para comprender que, al menos dos de ellas, jamás pudieron concebirse como unidades viarias, es decir como caminos razonables para ir del punto de partida al de llegada:

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no eran conscientes de su valor como signo convencional). En el emplame o encrucijada en cuestión había probablemente, en muchos casos, un silo o granero custodiado por un destacamento militar en el que se recogía el impuesto de la annona, pagado en especie por los contribuyentes de la ciudad cercana.

Y lo mismo puede decirse de muchísimas otras rutas antoninianas, por ejemplo: la A en su paso de Valentia a Castulone rodeando por Karthagine Spartaria y Acci; la A5 que para ir de Castulone a Málaca propone darse un garbeo nada menos que por Urci; la A7 que dibuja un insólito garabato tocando en Hispali y en Anticaria para llevar a algún gaditano hasta Córdoba… ¿Para qué seguir? La naturaleza del IA según Van Berchem Esta parte del misterio está muy bien resuelta por las investigaciones del profesor suizo Dennis van Berchem, cuyas conclusiones merecen a mi juicio más atención de la que en genberal les han concedido los estudiosos de las vías romanas, y ello no sólo en España3. El famoso documento no es una guía de caminos. Es una recopilación hecha a partir de una serie de edictos conservados en algún archivo del Imperio que fijaban hojas de ruta, preparadas independientemente para diversos viajes o expediciones de emperadores, de altos dignatarios o de unidades militares, con distintas finalidaddes coyunturales, entre ellas principalmente la recaudación en diversos puntos del impuesto de la annona. Ello explica los zigzagueos y los rodeos que alargan el camino. Alguien ha objetado que una recopilación tan asistemática difícilmente puede proceder de una documentación oficial; pero la objeción pierde su validez si se considera que el recopilador pudo muy bien ser una persona privada que, en el ocaso del Imperio o incluso ya extinguido éste, llegase a ser poseedor de una colección de papiros cuyo contenido y sentido ya o se entendía plenamente. La interpretación gramatical del IA La segunda parte del misterio es la aparente incongruencia de las cifras miliarias que nos han transmitido los manuscritos (con notable uniformidad y muy leves variantes, hay que recalcarlo). En muchísimos casos estas cifras parecen inconciliables con los datos de la geografía. La solución es la interpretación gramatical (opuesta a la lineal) del IA, o si se prefiere llamarla así la teoría de los empalmes, cuyo vehículo de difusión ha sido El Miliario Extravagante desde su número 2 (1963). Las hojas de ruta que componen nuestro documento no engarzan civitates y mansione como hilo que engarza las cuentas de un collar. Muy a menudo la ciudad citada queda a un lado de la ruta y a una distancia indeterminada del punto hasta el que se cuentan las millas desde la mansión anterior, punto en el que empalma un ramal conducente a la ciudad. Esta situación se indicaba poniendo el nombre de la ciudad en acusativo. (Dejemos ahora de lado la cuestión de los acusativos perdidos cuando ya los copistas

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Con estos presupuestos, y con el convencimiento de que los copistas medievales que nos han legado ocho o diez manuscritos básicamente concordantes hicieron un trabajo escrupuloso y hay que dar crédito a sus cifras, es como nosotros creemos que hay que plantear el rastreo y la identificación de vías romanas y rutas antoninianas. No es un buen sistema que, cada vez que se descubre o excava un yacimiento romano o un tramo de calzada, nos esforcemos por «dignificar» tal yacimiento o calzada poniéndole un rótulo antoniniano, forzando la interpretación de los datos del Itinerario, y haciendo abstracción de todos los demás datos disponibles. Sería como conformarse con encajar un par de piezas de un rompecabezas y decretar que todas las demás no interesan porque tienen defectos de fábrica. Consideración de la encrucijada madrileña Elevemos pues un poco la mirada por encima y más allá de tal o cual breve tramo empedrado. No se trata ahora, por supuesto, del conjunto del Imperio, ni de una provincia del mismo, y ni siquiera de toda una provincia española. Pero la consideración del rectángulo de 60 x 100 km más o menos que abarca el mapa nº 1 nos permitirá ganar alguna perspectiva y nos ayudará a no sobrevalorar el dato local en perjuicio de la armonía del conjunto. Como primera aproximación, proponemos pues una visión global de las calzadas o vestigios de calzadas y de los puentes pretendidamente romanos documentados por testimonios de diversos autores en la zona que nos interesa, así como de los yacimientos que últimamente se han considerado como posibles ubicaciones de las ciudades de Miacco y Titultia. Confieso de entrada que yo no he visto todos estos vestigios, que el valor de los testimonios sobre ellos puede ser muy variable al estar teñido de subjetividad, y que también yo mismo puedo no ser suficientemente objetivo en la forma de presentar los datos. Espero, no obstante, que sea útil esta consideración inicial de los vestigios materiales, que completaremos después con la integración de otro tipo de indicios. Vestigios arqueológicos Los vestigios aquí catalogados son los siguientes: 1. Calzada bien conocida del Puerto de La Fuenfría a Los Molinos, con los cuatro puentes que se encuentran en su recorrido. Recordemos que, según los técnicos, la calzada y los puentes en su forma actual no son romanos, sino que corresponden a una reconstrucción de tiempo de Felipe V, aunque por supuesto sobre la vía romana o pegada a ella (Leonardo Fernández Troyano, comentado en ME 30, 14). Aunque en la vertiente norte de la Sierra apenas se conserva empedrado, he señalado también su recorrido, por considerarse seguro y al margen de toda discusión. 2. Puente de características constructivas análogas a los anteriores sobre el arroyo Guatel 1º, a unos 200 metros de la entrada de Cuelgamuros.

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3. Calzada de Becerril de la Sierra (ME 32, 23). 4. Tramos empedrados de la vía C16, de Talamanca a Segovia o sus cercanías (ME 17, 9-11). 5. Puente de Talamanca 6. Puente del Batán sobre el Manzanares. «Morfológicamente parece más romano» que los dos siguientes (Fernández Troyano). 7. Puente del Grajal sobre el Manzanares 8. Puente de Alcanzorla sobre el Guadarrama. «Morfológicamente hay razones para dudar de su posible origen romano», juicio que Fernández Troyano hace extensivo al anterior. 9. «Vereda de los Gallegos». Tramos empedrados en la subida desde San Lorenzo al Puerto de Malagón, sin duda reparaciones modernas de un camino muy antiguo (Repertorio, p. 378 – 379). 10. Calzada que sale de las cercanías de El Escorial en dirección NE (ME 54, 7, final de la 1ª col.). 11. Puente «romano» de El Escorial. 12. Calzada de la Machota (Repertorio, p. 381 – 382; fotos en la portada del libro y en p. 534). 13. Tramos empedrados de la «Calzada de Fuentevieja» según Benedicto García de Mateos (ME 52,2s; ME 54, 2s). 14. Calzada de Galapagar (C17) (ME 18,22s; ME 55,2s). 15. Calzada de Colmenarejo (Repertorio, p.378; fotos en p. 530 - 531). 16. Restos de un puentecillo y ligeros vestigios de la misma calzada entre Colmenarejo y el Puente del Retamar (Repertorio, p. 377). 17. Calzada del Ausencia a Colmenarejo (ME 44, 17). 18. Restos de calzada en la zona de Villafranca del Castillo, según B. García de Mateos (ME 50, 20) 19. «La vía del Tiétar se acerca a Titulcia» ME 50, 21-22 20. Calzada tallada parcialmente en roca, entre Chapinería y Navas del Rey (D. Fernández Galiano en ME 21,9, párr. 23). 21. Yacimientos de Carranque («Ciudad en cerro» y «Ciudad en llano»), posible situación de Titulcia, según D. Fernández Galiano (ME 21,2). 22. Despoblado de Villarejo, emplazamiento probable de Titultia según G.A. (ME 32,17 y ME 44,17) 23. Yacimiento junto a la confluencia del Guatel 1º con el Guadarrama, posible Miacco (ME 21, 12 y 19, nº 33). Está claro que con estos vestigios materiales, por sí solos, es imposible reconstruir el mapa de las vías romanas en esta comarca. Los restos son muy escasos y desaparecen año tras año, destruidos por los campesinos que echan mano de sus piedras, absorbidos por urbanizaciones, cubiertos y anulados por carreteras y caminos asfaltados… Además, estamos muy lejos de poder asegurar que todos los empedrados conservados tengan 2.000 años. No puede dudarse que ya en tiempos de Felipe II se rehicieron y repararon muchos caminos en el entorno madrileño-escurialense; que los Borbones en el siglo XVIII también dieron un buen empuje a la caminería; y que incluso en nuestros días, especialmente en los accesos a los pueblos, se han hecho o se siguen haciendo empedrados con técnicas tradicionales que pueden dar el pego a un investigador bisoño.

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Otros indicios Por fortuna hay otros indicios y otras fuentes de conocimiento que nos permitirán ir rellenando el mapa. El siguiente paso puede consistir en incorporar a éste los datos de la urbanística y de la toponimia que permiten considerar muy antiguos –medievales por lo menos- determinados caminos. Y después podemos recurrir a antiguas guías de caminos, relatos de viajeros y otros testimonios literarios e históricos. De todo ello resultan las líneas de punteado apretado del mapa nº 2, cuya explicación es como sigue: 24. Calle Mayor, Calle de Alcalá, Carretera Antigua de Aragón (Coello 1853) (Repertorio p. 369-370). 25. Vereda del Portazgo (Rep 376). 26. Calle de Atocha, arcos en diagonal de la Plaza Mayor (Rep. 376) y calle de Santiago. 27. Carretera antigua de Castilla (Rep. 377) 28. Vereda de los Gallegos y camino tradicional de romeros para ir a la Virgen del Cubillo (Rep. 379). 29. Camino del Santo (ME 54,6). 30. Indicaciones de Madoz y de las Relaciones de Felipe II (ME 17, 10). Para los cuatro números siguientes sigo básicamente la obra de Leonardo FERNÁNDEZ TROYANO Los pasos históricos de la Sierra de Guadarrama (Ed. Paraninfo, Madrid, 1990)4, reseñada en ME 30,14. La recomiendo vivamente a investigadores, montañeros y excursionistas, tanto por lo primoroso de la presentación y las bellas fotografías, como por la riqueza de los datos aportados. 31. Camino directo de Madrid a El Escorial por Colmenarejo. Documentado ya en 1659, viaje de Francisco Bertaut. Dice Fernández Troyano: «No conocemos el origen del camino utilizado por Bertaut, pero está claro que en el siglo XVI, o no existía, o se encontraba en mal estado, porque de otra forma no resulta lógico que Felipe II construyera un camino nuevo por Torrelodones con un recorrido bastante más largo» (p. 103). No se explican bien las dudas de F.T.: Si Felipe II manda construir un camino «nuevo» por Torrelodones, ¿cuál podría ser el viejo, sino el de Colmenarejo? 32. El «Balat Humayd» de los árabes, camino de Toledo al Duero a la altura de Tordesillas. En la adscripción a los árabes de este camino, Fernández Troyano acepta el criterio de F. Hernández Giménez, que lo ha estudiado minuciosamente. El paso por Galapagar y el cruce del río Guadarrama por donde hoy está el puente del Herreño se deduce de una carta de Fernando III, 1249. El camino seguía por Guadarrama, puerto de la Tablada (llamado en período árabe Balat Humay), El Espinar, etc. 33. Variante del camino anterior, descrita por Villuga (1546) como parte de sus caminos de Toledo a Valladolid, de Segovia a Guadalupe y de Toledo a Segovia, en los cuales cita Navalquejigo, pero no Galapagar. Se trata con toda probabilidad del «Camino del Rey» que el IG rotulaba en 1939 en su hoja 533, equidistante entre Colmenarejo y el arroyo del Tercio. 34. Mezcla de dos caminos de Villuga, que Fernández Troyano (p. 60) propone como de posible ascendencia romana. 35. El Camino Real de la Vera de Plasencia a Madrid pasaba en el s. XVI por Novés, según las Relaciones de Felipe II, y todavía en el XVIII Antonio Ponz tuvo un percance al cruzar por este camino el río Guadarrama a la altura de El Álamo (ME 27, 7).

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Hemos conseguido así tejer una red un poco más aceptable de caminos antiguos importantes, medievales o romanos. Parece claro que podemos completarla con algunos tramos en los que de toda evidencia las carreteras modernas se han superpuesto a las antiguas (punteado más espaciado), a saber: 36. Los Molinos – Guadarrama – El Escorial. 37. Aravaca – Las Rozas. 38. Móstoles – Madrid. 39. Madrid – Puente Viveros sobre el Jarama. 40. Y, finalmente —aunque comprendo que esto requeriría un buen estudio sobre el terreno— Chapinería, Aldea del Fresno, Méntrida, La Torre de Esteban Hambrán, Novés, para continuar hacia La Puebla de Montalbán. ¿Cómo encajar en el mapa las rutas antoninianas? Si consideramos ahora el mapa que resulta de esta acumulación de datos, lo primero que podemos observar es que algunos de los tramos de calzada y puentes marcados en el primer mapa (números 7, 8, 10, 11, 13 y 18) se nos han quedado descolgados. No veo fácil conectarlos con otros datos en un camino antiguo de largo recorrido. (De pasada: la sugerencia de Carlos Caballero5 de que la Calzada de Fuentevieja, núm. 13 de nuestro mapa, podría llevar a Mantua = Villamanta necesitaría apoyarse en algo más que el parecido de unos nombres. La ubicación de Mantua, citada sólo por Tolomeo, se desconoce. Hay también quien ha propuesto Mantiel, hacia Cifuentes). Otros tramos de calzada (14 y 17 del Mapa 1) se integran con naturalidad en un camino (el 32, «Balat Humayd») cuya existencia está documentada en el siglo XIII y que autores entendidos datan de la época árabe. Claro que es grande la tentación de suponerle ascendencia romana y de darle una continuidad con la calzada de la Fuenfría, especialmente para quienes se inclinen, con Dimas Fernández Galiano, a situar Titultia en el yacimiento excavado en Carranque. El problema, no obstante, para identificar este camino con la ruta antoniniana A24, es que las distancias no cuadran, como quedó ampliamente probado en ME 21, y como me ha reconocido últimamente por teléfono Carlos Caballero. Las XXIIII millas de Segovia a Miaccum se quedan cortas para llegar a la confluencia del Guatel 1º con el Guadarrama; y las XXIIII de Miaccum a Titultiam son demasiadas para ir de allí al despoblado de Villarejo, y muy pocas para llegar a Carranque. (Y, por supuesto, mucho más difícil es llegar con esas millas a la actual Titulcia, nombre que en tiempo de Fernando VI se dio a Bayona de Tajuña por capricho de un falso erudito). Aritmética y gramática, en buena armonía. Este puede ser el momento de pasar a nuestro mapa nº 3, en el que se plasma la interpretación gramatical del Itinerario de Antonino y se encajan impecablemente las distancias, a reserva de ciertas dificultades que trataremos de explicar. Pero me permitiré antes algunas consideraciones generales. No me cansaré de recalcar que no hay, o al menos yo no conozco, ninguna otra interpretación del viejo documento que dé por buenas las cifras miliarias. Estas cifras, conviene

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notarlo, no son ni aproximaciones ni redondeos, sino mediciones precisas. Incluso en otras provincias del Imperio (aunque no sea el caso de Hispania) se llega a afinar hasta la media milla. La precisión es mucho mayor que en el Repertorio de Caminos de Villuga, pongamos por caso, que al contar en una unidad mucho mayor como es la legua se ve obligado a cálculos más vagos: así resulta por ejemplo que la Venta del Molinillo está según un itinerario a 2 leguas de la Despernada y a 1 legua y media de Navalquejigo, mientras que según otro itinerario la primera distancia es legua y media y la segunda, 2 leguas: ello supone una oscilación de unos 3 km en la ubicación de la susodicha Venta. Y nada digamos de los itinerarios árabes que cuentan en jornadas. Las cifras del IA, cuando sabemos que las vías principales estaban jalonadas con miliarios, dejan un margen de fluctuación mucho menor y no pueden tomarse a la ligera. Si los manuscritos cuentan unánimemente 24 millas en una etapa, no podemos conformarnos con que sean 23 ni 25. También hay que tomar en serio las desinencias de caso gramatical, aunque reconozcamos que en esta cuestión sí que ha habido errores de transmisión (imputables al recopilador original más bien que a los copistas medievales). Razonemos un poco. Si se tratara simplemente de enumerar las ciudades o puntos que el viajero se va encontrando en su camino, la lógica pediría que el caso gramatical fuese siempre el mismo. No hay texto propiamente, no hay frases ni oraciones, sino simple enumeración de nombres. ¿Por qué habrían de ir en casos diferentes? Sin embargo, la realidad no es esa: hay ablativos, locativos y acusativos. Y si los hay, se impone la deducción de que ya estaban en el arquetipo del documento: ningún copista tendría la ocurrencia de introducir un batiburrillo gramatical si el documento copiado mantuviese una uniformidad de desinencias. Antes al contrario: ante una diversidad desinencial que sería arbitraria e incorrecta a juicio del copista, éste tenderá a corregir a favor de la uniformidad. Así se han perdido, no lo dudemos, buen número de desinencias de acusativo. El siguiente paso discursivo es preguntarse qué quiso decir el redactor original con las desinencias empleadas. Y esto es lo que no han hecho, o si lo han hecho no han respondido bien, la larga retahíla de sabios que se han ocupado del IA durante siglos. Nuestro Jerónimo de Zurita copió muchas páginas del documento romano incurriendo en el pecado de ultracorrección, es decir tendiendo a poner desinencias de acusativo por todas partes. Un investigador alemán contemporáneo, Gerhard Radke (Viae publicae romanae, Bologna 1981), sin dar explicaciones, opta a menudo por cambiar las desinencias antoninianas por las de nominativo. Más explícito es el británico A.L.F. Rivet, quien tras dedicar tres páginas de su obra The Place-Names of Roman Britain (1979; reimpresa en 1981) a examinar la cuestión de las desinencias en el IA, se inclina por pensar que en este documento no hay «lógica lingüística» y opta por citar las estaciones en nominativo. Lo curioso es que varios autores6 habían ya visto, sin conocer nuestra «teoría de los empalmes», que con frecuencia el punto mencionado como fin de etapa por el IA es una statio situada en una encrucijada, a una distancia variable de la ciudad de la que toma el nombre. Pero no vincularon

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esta observación a la cuestión de las desinencias gramaticales.

con lo que llegaremos a El Álamo, exactamente por donde pasa el Balat Humayd en dirección a la presunta Titultia.

La prueba final

Tres cabos sueltos

Centrándonos de nuevo en el espacio de nuestros mapas, la prueba final de la interpretación gramatical o teoría de los empalmes será la medición de las distancias, ambas de XXIIII millas, entre Segovia y Miaccum y entre ésta y Titultiam (ruta A24); y de la distancia, también de XXIIII, entre Toletum y Titultiam (ruta A25). También mediremos, aunque sea preciso salirse un poco del mapa, la etapa Miaccum-Complutum. Dejemos ahora otras medidas, que por lo demás ya hemos considerado en otras ocasiones7. Espero, por otra parte, que nadie hará de la curiosa coincidencia de los tres «24» un argumento contra la exactitud del IA; es un azar, como lo muestra el hecho de que en ambas rutas consideradas haya muchas otras distancias parecidas (XX, XXI, XXII, XXIII…).

1) ¿Qué pinta aquí la A29?

Pues bien: Contando en millas romanas de 1.480 metros (medida que parece aquí la más conveniente, aunque es sabido que en mi opinión muchas otras veces se utilizó en la Hispania romana la milla griega de 1.538 m), las XXIIII millas desde Segovia se cumplen, tras medir cuidadosamente con el curvímetro sobre los mapas topográficos, en el vértice geodésico «San Pantaleón» (IG 533), inmediato a Guadarrama por el sur. Buen punto para «Miaccum-empalme», desde el que se puede acceder fácilmente al emplazamiento supuesto de Miacco. Las XXIIII millas siguientes, pasando por El Escorial, se cumplen en el centro mismo de Las Rozas. ¿Impone este «Titultiam-empalme», quizá, un ramal de enlace demasiado oblicuo, frente al perpendicular a la vía que habríamos deseado? Pero observemos, en cambio, que la línea Villanueva de la Cañada-Las Rozas resulta ser una prolongación de la hipotética vía correspondiente a la ruta A29, de la que hablaremos, y que tal línea corta el Guadarrama en el punto en que e sitúa un puente cuya antigüedad desconozco, pero que ya existía en tiempo de Madoz con el nombre de puente «de la Venta de San Antonio de pax vobis». Además, un «Titultiam-empalme» más al oeste difícilmente nos permitiría llegar con XXX millas a un «Complutum-empalme» verosímil, mientras que sea así, también esta distancia encaja. En efecto, con 30 millas desde Las Rozas, tomando desde el centro de Madrid la vía de Mérida a Zaragoza y pasando por Puente Viveros y luego por la Cañada de la Galiana que pasa junto a Meco (calzada constatada por Sánchez-Albornoz en 1918; ME 21,18), llegamos al punto en que la Galiana cruza el Arroyo de Torote, entre Daganzo de Arriba y Alcalá. Si evitamos el rodeo de Puente Viveros suponiendo una antigua vía más corta que cruzase por el actual Aeropuerto de Barajas, ganaremos un kilómetro y «Complutum-empalme» caerá en el cruce de la Galiana y la carretera de Daganzo de Arriba a Alcalá. Ambas ubicaciones son perfectamente verosímiles. En cuanto a la distancia Toletum-Titultiam (XXIIII millas, ruta A25), podemos contarla desde Portillo de Toledo, como se propuso en ME 27,6; pero también quedó allí abierta la posibilidad de situar «Toletum-empalme» en Novés. Depende de cómo se cubra la laguna de la mansión anterior omitida por homeoteleuton (cf. Repertorio, p. 125 – 126, y ME 25,8). Para nuestro actual negocio, nos convendrá medir desde Novés,

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Se recordará que la A29 se presenta en la recopilación antoniniana con el epígrafe Per Lusitaniam ab Emerita Caesarea Augusta, y que a pesa de ello todos los autores se han empeñado tradicionalmente en llevarla por tierras manchegas, es decir, saliendo de Lusitania más rápidamente que las otras dos rutas antoninianas de Mérida a Zaragoza. Para sostener tal trazado se identificaban las estaciones itinerarias de Sisalone, Mariana y Lamini respectivamente con Sisapone, la Mariana de los Vasos de Vicarello y Laminio, aun a costa de declarar erróneos los datos numéricos. Yo no creo que Sisalone sea Sisapone, ni que esa Mariana sea aquella Mariana, ni que Lamini sea Laminio, ni que deba menospreciarse ese «Per Luistaniam» tan explícito. Véase el resumen de mi propuesta en ME 39,14. Ciertamente, hay la dificultad de que las millas consignadas no dan de sí para llegar a orillas del Ausencia, sino al parecer al Alberche, presumible límite de la Lusitania. Pero recuérdese que esta ruta se remata con un Titultiam también en acusativo, tras lo cual el recopilador se remite a la ruta A24 con las palabras «Caesaraugusta mansionibus supra scriptis». Bien puede pensarse que esta coletilla es responsabilidad exclusiva del recopilador, que no dudó en identificar un «Titultiamempalme» con otro sin percatarse de que podían ser puntos geográficos muy distantes. La unidad militar para la que se estableció esta hoja de ruta tendría como punto de destino el límite oriental de la Lusitania, que sería también el límite de la jurisdicción de Titultia. Lo cual no es obstáculo para que, según todos los indicios, la vía continuase hasta la propia ciudad y quizá más allá. 2) La A25, ¿vía o ruta? Pese a su apariencia unitaria y su orientación constante como vía más directa entre Mérida y Zaragoza, sospecho que también aquí el compilador se engañó a sí mismo y nos indujo a nosotros a error. La sospecha se debe a que entre el «Titultiam-empalme» de El Álamo y el «Complutum-empalme» del Arroyo de Torote hay bastante más de XXIIII millas. ¿Error, por una vez, de los copistas? Pienso más bien que también aquí el recopilador compuso una «vía» empalmando dos «rutas»: una, la A25 originaria, que terminaría en el «Titultiam-empalme» de El Álamo (por cierto: ¿no sería también éste el límite de la Lusitania?); otra, en el fragmento de la A24 que se inicia en Titultiam, sin advertir que no se trata del mismo empalme. Sólo que, esta vez, no se remitió a lo ya escrito con las palabras mansionibus supra scriptis, sino que copió letra por letra el fragmento de referencia. Quedaría así explicado este desajuste que hasta ahora estaba sin explicar. 3) ¿No es antoniniana la C17? Creo que no, en efecto. La C17 —designación que ya podemos extender a todo el «Balat Humayd», hasta Toledo— fue probablemente también una vía romana, aunque de impor-

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tancia menor que las tres grandes de la zona. Pero no creo que entre en ninguna de las hojas de ruta antoninianas. Esto me obliga a responder a la interpelación de Carlos Caballero: «no acabo de entender cómo es que la C17 es un camino directo de Miaccum a Titultia, pero no es la A24» . Es difícil de entender, en efecto, si nos aferramos a la interpretación lineal del Itinerario; pero no lo es tanto si tenemos en cuenta las enseñanzas de Van Berchem y el valor de los acusativos. La unidad militar que viniendo de Segovia se paró en las proximidades de Guadarrama para recibir allí el impuesto de la annona pagado en especie (trigo u otro cereal, frutas) por los pobladores de Miacco no tenía necesidad de entrar en la ciudad. Es más: por razones de disciplina militar no era conveniente meter a una gran tropa en la ciudad. Ello, junto a la mayor comodidad de las vías más importantes, explica el rodeo por El Escorial y la siguiente etapa en Las Rozas para exigir el pago a los titulcianos. La explicación podrá o no gustar, o podrá parecer hija de una desbordante fantasía; pero recuérdese que es la única, hasta ahora, congruente con los datos aritmético-geográficos. NOTAS 1.- Publicado originariamente en El Miliario Extravagante, 55, 1996 2.- Se refiere al texto La calzada romana de Galapagar, publicado también en ME, 55 3.- Pienso por ejemplo en Poierre Sillières, quien en su obra Les voies de communication de l’Hispanie méridionale (1990), pág. 30, descarta a la ligera las teorías del suizo con el pretexto de que no explican suficientemente los supuestos errores del Itinerario (errores que en realidad no son tales y que por lo demás él tampoco explica), sin esforzarse por enterarse de los sólidos argumentos de Van Berchem, ya que cita su estudio juvenil de 1937 pero ignora sus trabajos de madurez de 1973 – 1974 [Trabajos que, posteriormente, fueron editados en España por el propio Gonzalo Arias, véase «La annona y el Itinerario Antonino», Anexos de El Miliario Extravagante, 4, 2002 (N. Del Ed.)]. 4.- Segunda edición con el número 31 de la serie Ciencias, Humanidades e Ingeniería del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en 1994 [N. del Ed.] 5.- Véase ME 55,2: «Una sugerencia a vuelapluma: si la calzada de Fuentevieja no es romana, ¿por dónde vamos a Villamanta y a Mantua?» [N. del Ed.] 6.- Los franceses Baradez y Chevallier, el español Chabret y el alemán Radke. Véanse más referencias en ME 15,2 7.- Véase en especial el capítulo 9 del Repertorio, así como las precisiones en ME 27, 5-6. 8.- Véase El Miliario Extravagante, 55, p. 2 [N. del Ed.]

TARTESSOS: INVITACIÓN A LA DIVAGACIÓN EXTRAVAGANTE1

I. Un enigma que sigue siendo un reto ¿Cómo es posible que el tema de Tartessos, que ha hecho correr tanta tinta, ha sido objeto de tantas búsquedas apasionadas o metódicas, científicas o literarias ha inspirado tantos ejercicios de imaginación, ha alimentado tantos debates, ha dado lugar a leyendas pero también ha suscitado importantísimos trabajos de especialistas rigurosos de diversas disciplinas, no haya sido abordado hasta ahora en las páginas de El Miliario Extravagante? ¿No ofrece esa enigmática ciudad de los albores históricos de España, rodeada de un halo de polémica y de misterio, un tema típico para ser discutido en una publicación no conformista que tiene el prurito de contemplar los problemas de geografía histórica con criterio independiente y sin dejarse arrastras necesariamente por las opiniones de los sabios? Es verdad: Tartessos no figura hasta ahora para nada en nuestros índices. Lamentable ausencia, a la que vamos a tratar de poner aquí remedio. El punto de partida son las Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposim Internacional de Prehistoria Peninsular, publicadas con el título Tartessos, 25 años después, 1968-1993, Jerez de la Frontera, volumen de 653 apretadas páginas que hemos examinado con cierta atención, y también con la reverencia que merece el muy nutrido elenco de doctores en arqueología, historia, paleografía, geoarqueología, epigrafía y demás ciencias afines. Pero, obviamente, la pretensión de un profano, o en todo caso un aficionado marginal en algunas de estas ciencias, no puede ser poner apostillas a los estudios recogidos en cuanto se refieren fundamentalmente a los diversos aspectos de cultura tartesia, aspectos en los que no me cabe sino admirar la cantidad de datos y materiales reunidos y la finura y penetración de los análisis. Ahora bien, aparte de los estudios sobre la cultura tartesia, está la cuestión de la «ubicación de la ciudad», y sobre esto quisiera decir algo. Poca novedad tendrá lo que diga (¿puede realmente sugerirse una ubicación en la que alguien no haya pensado ya?), pero mi intención y mi esperanza es animar a otros colaboradores, aunque no sean especialistas en Tartessos, a exponer sus opiniones, sean convencionales y académicas o innovadoras y extravagantes. II. La prudencia de la zorra Ante todo, observo que el talante que predomina entre los sabios es la que podríamos llamar prudencia de la zorra. Ya saben la fábula: después de saltar inútilmente tratando de alcanzar las uvas de una parra, la zorra decidió que éstas no le interesaban porque «no están maduras», dejando así a salvo su amor propio. Parece que el Symposium de 1968 sobre Tartessos marcó la transición a ese talante. Comprobada la inutilidad de los esfuerzos por localizar la ciudad, los arqueólogos decidieron que había que cambiar de perspectiva: «Tartessos no va a

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ser tanto una ciudad, una polis situada en algún punto del Bajo Guadalquivir, sino toda una región, con una estructura social y económica compleja.» Habría que aprender «a superar la obsesión del emplazamiento de Tartessos», porque no era esa «la clave del problema». Lo importante era la valoración de la cultura tartesia. La mayoría de los investigadores «resueltamente abandonaron la búsqueda de la mítica ciudad». Incluso se barajó la hipótesis de su inexistencia, de una cultura difusa sin concreción en un centro urbano principal, de un reino tartesio sin capital.

y en mucha menor medida Mela y Plinio. Veamos lo que dice cada uno, antes de considerar cómo los interpretan los modernos. i) Avieno Rufo Festo Avieno escribió su Ora maritima en el siglo IV, pero él mismo declaró que tomaba su descripción de costas de textos mucho más antiguos, y todos están de acuerdo en que su fuente principal debió ser un periplo masaliota de hacia el s. VI a.C. Los pasajes que nos interesan, según la traducción de J. Gavala2, son los siguientes: 248 Acaso sea el Hibero el río que mana después y que fecunda con sus aguas los campos: muchos dicen que de él recibieron su nombre los Hiberos; no del río que baña a los turbulentos vascos. 252 Pues a todo el territorio que linda con el río por la parte de occidente llaman Liberia. La parte de Levante contiene a partir de aquí a los Tartessios y a los Cilbicenos. 255 Después se encuentra la Isla Cartare, y es creencia bastante extendida que antiguamente estuvo ocupada por los Cempsos; arrojados luego por lucha con sus vecinos, se retiraron en busca de otros lugares. 259 Se alza después el Monte Cassio, y por él se llamó antiguamente en lengua griega casítero al estaño; luego se encuentra el Cabo del Templo [Fani Prominens], y a lo lejos está la fortaleza de Gerión [Arx Gerontis], que tiene un nombre antiguo de la Grecia; pues oímos decir que por ella fue llamada en otros tiempos Geriona.

Figura 1 Pero esta última hipótesis no parece contar con la aceptación general, y no falta quien (concretamente, Antonio Tejera Gaspar) recalca con recto criterio que «en una estructura política compleja es necesario contar con la existencia de un centro urbano que ejercería funciones de «núcleo redistribuidor». En él figura el poder, reside el centro económico, político y, desde luego, religioso, que actúa como aglutinador de las otras funciones.» ¿Dónde estaría, pues, Tartessos? Las principales propuestas de ubicación, desde las investigaciones de Schulten, son: Cerro del Trigo en el Coto de Doñana, isla de Saltés (Huelva), la propia Huelva, Mesas de Hasta, Jerez de la Frontera, entre Aznalcázar y Casanievas (Sevilla), la propia Sevilla. Si a éstas añadimos las ubicaciones propuestas por los antiguos en Cádiz (desde Avieno) y en Carteya, tendremos el mapa-resumen de la búsqueda de Tartessos, que puede verse en la figura 1. III. Las fuentes antiguas ¿Qué datos ofrecen las fuentes antiguas sobre la situación geográfica de la ciudad? Pues lo curioso es precisamente que ofrecen algunos datos importantes que parecen dar buenas pistas. Pese a lo cual la búsqueda ha resultado infructuosa, en gran medida porque el entorno geográfico y en especial la línea de la costa en la región ha sufrido enormes cambios a lo largo de los 26 siglos que nos separan del esplendor tartesio. Los geógrafos antiguos que se refieren a las tierras en que pudo estar Tartessos son sobre todo Avieno y Estrabón,

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265 Aquí se hallan, diferenciadas unas de otras, las bocas del Golfo de los Tartessios, y desde el mencionado río hasta estos lugares hay para los barcos un día de navegación. Aquí está la ciudad de Gadir, pues la lengua de los fenicios llamaba Gadir a un lugar fortificado; la misma, fue llamada primeramente Tartessos; ciudad grande y opulenta en épocas pasadas, ahora pobre, pequeña, abandonada, es un montón de ruinas. 273 Nosotros no vimos nada notable en estos lugares aparte de la fiesta solemne de Hércules. 275 Pero su pujanza, o al menos su prestigio, fue tanta en épocas pasadas, según se asegura, que Iuva, un rey altivo, y el más poderoso de cuantos gobernaban precisamente entonces la nación Marusia, situada al otro lado del mar, estimadísimo del príncipe Octaviano y dedicado por entero al estudio de las letras, se consideró más ilustre aún con el duumvirato de esta ciudad. 283 Mas el río Tartessos, al fluir del Lago Ligustino a través de campos abiertos, ciñe por todas partes con su corriente a la isla. Este río no avanza con una corriente única, ni surca con un solo cauce el terreno subyacente, pues vierte sus aguas en los campos por tres bocas en la parte de levante, y con una boca gemela baña también dos veces la región situada al sur de la ciudad. 291 Mas domina a la laguna el monte Argentario, llamado así por los antiguos a causa de su belleza; pues éste brilla en sus laderas por el mucho estaño que contiene y lanza

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lejos a los aires un gran resplandor cuando el sol hiere con sus rayos las altas cumbres. 296 El mismo río, empero, arrastra en sus aguas partículas del pesado estaño, y transporta hasta las murallas el rico metal; la tribu de los Etmaneos habita en una vasta región que a partir de aquí se extiende tierra adentro y cuyo suelo está surcado por corrientes de agua salda. 301 Después, y hasta los campos de los Cempsos, se extienden, a su vez, los Ileales por una fértil campiña; los Cibicencos, empero, poseen la región marítima. 304 El mar que se halla en medio separa, como antes hemos dicho, el Castillo de Gerión y el Cabo del Templo, y el golfo se adentra entre acantilados de rocas; un ancho río hace correr sus aguas junto al segundo monte. 308 El Monte de los Tartessios, sombreado por los bosques, se eleva en seguida; desde allí comienza la isla Erythia, extensa por su campiña, y en otro tiempo bajo la jurisdicción de los púnicos; pues los colonos de Cartago la poseyeron desde la más remota antigüedad; y está cortada por un brazo de mar de sólo cinco estadios de anchura medidos de la fortaleza Erythia al Continente; una isla consagrada a la marina Venus se encuentra hacia donde está el ocaso del día, 316 y en ella hay un templo de Venus, en el interior de una cueva, y un oráculo. Desde el monte que te dije encontrarías cubierto de bosques, se extiende un litoral suavemente inclinado y blando de arenas, 320 por las cuales corren con sus aguas los ríos Besilo y Cilbo; el Monte Sagrado eleva luego sus soberbias rocas hacia Occidente. Buen embrollo nos legó Avieno con su descripción aparentemente tan detallada, como luego veremos. Pero recordemos antes lo que dicen otros autores antiguos. ii) Estrabón Aunque Estrabón vivió cuatro siglos antes que Avieno, sus descripciones no se refieren a tiempos antiguos, sino a su propio tiempo, en el que Tartessos no era sino un lejanísimo y borroso recuerdo. El Libro III de su Geografía estaba terminado hacia el año 18 a.C., es decir, en tiempo de Augusto. Pero hay un par de pasajes que tienen bastante interés para nuestro propósito. Del primero (III, 1, 9) interesa retener sobre todo que el río Betis llegaba al mar por dos bocas: III, 1, 9: Sigue [a Cádiz, navegando hacia poniente] el puerto llamado de Menesteo y el estero que está junto a Asta y Nabrissa. Se llaman esteros a las escotaduras litorales que el agua del mar llena en la pleamar, y por las que se puede navegar remontando la corriente como por los ríos hasta el interior de las tierras y las ciudades de sus orillas. Inmediatamente después se halla la desembocadura del Betis, dividida en dos brazos; la isla comprendida entre ambas bocas abarca un trecho de costa que tiene cien estadios o más, según algunos. En algún lugar de esta región se encuentra el oráculo de Menesteo y donde se alza la Torre de Cepión, construida sobre rocas a las que circundan las olas, obra admirablemente hecha y destinada, como el

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Faro, a evitar la pérdida de los navegantes; pues como los aluviones arrojados por el río producen bajíos y sus proximidades están sembradas de escollos, se hizo necesaria una señal perceptible de lejos. De aquí, remontando el Betis, está la ciudad de Ebura y el santuario de Fosforos llamado también Lux Dubia. Más adelante se abren las entradas de otros estuarios, tras los cuales sigue el río Anas, también de doble embocadura, ambas anavegables. Luego, finalmente, se halla el Promontorio Sacro, que dista de Gadeira menos de dos mil estadios. Otros dicen que del Promontorio Sacro hasta la desembocadura del Anas hay setenta millas, y que desde allí a la desembocadura del Betis hay un centenar, así como de éste a Gadeira se cuentan setenta. Lo señalado en negrita son pequeños cambios que he hecho en la traducción de A. García y Bellido3. Son sobre todo castellanizaciones de nombres geográficos que don Antonio gustaba de escribir a la griega. También, guiándome por la traducción francesa de F. Lasserre4 y por la española de Juan López5, he puesto «en algún lugar de esta región» donde G.B. dice simplemente «allí», adverbio que erróneamente podría interpretarse como referente a la isla nombrada en la frase anterior. Más interesante es el otro pasaje de Estrabón: III, 2, 11: Cerca de Cástulo hay un monte que por sus minas de plata llaman Argyrus; se dice que de él mana el Betis. Polibio refiere que éste y el Anas vienen de la Celtiberia distando entre sí unos novecientos estadios, porque los Celtíberos, habiéndose hecho poderosos, dieron nombre a todas las regiones circunvecinas. Parece ser que en tiempos anteriores llamóse al Betis Tartessos y a Gadeira y sus islas vecinas Erytheia. Así se explica que Estesícoro, hablando del pastor Gerión, dijese que había nacido casi enfrente de la ilustre Erytheia, junto a las fuentes inmensas de tartessos, de raíces argénteas, en un escondrijo de la peña. Y como el río tiene dos desembocaduras, dícese también que la ciudad de Tartessos, homónima del río, estuvo edificada antiguamente en la tierra sita entre ambas, siendo llamada esta región Tartéssida, la que ahora habitan los Túrdulos. Eratóstenes acostumbra a llamar Tartéssida a la región cercana a Calpe, y a Erytheia «isla afortunada». Pero Artemidoro, opinando en contra, afirma que esto es falso, como lo es que de Gadeira al Promontorio Sacro haya cinco días de navegación, cuando la distancia efectiva no pasa de mil setecientos estadios; que la pleamar no se siente ya allí, cuando ésta se deja sentir en toda la periferia de la tierra habitada; y que las partes septentrionales de Iberia sean más accesibles por la Céltica que navegando por el Océano; y cuántas otras cosas ha dicho por arrogancia, dando crédito a Piteas. De nuevo he hecho retoques en la traducción de García y Bellido, en la que falta una frase entera, aunque no es de interés para nuestro objeto. iii) Mela y Plinio Pomponio Mela, a mediados del siglo I de nuestra era, habla todavía en su Chorographia (III,3-5)6 de los dos brazos del Betis:

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Partiendo de aquí [del Estrecho] y siguiendo por la derecha delque sale, ábrese el Mare Atlanticum y la costa occidental de la Baetica, que a no ser por dos pequeños golfos, formaría una línea casi recta hasta el río Anas. Habítanla los turduli y los bastuli. En el primero de los dos golfos dichos hay un puerto llamado Gaditanum y un bosque llamado Oleastrum; luego el «castellum» Ebora, en la costa, y lejos de ella la colonia Hasta. A continuación hay un templo y un altar consagrado a Iuno. En el mismo mar está el Monumentum Caepionis, alzado más bien sobre una roca que sobre una isla. El Bateéis, que surge de la región Tarraconenses, atraviesa durante largo trecho casi por la mitad [de la Bética], fluyendo desde que nace por un solo lecho; mas a poca distancia del mar forma un gran lago, del que sale, como de una fuente, dividido en dos brazos, cada uno de los cuales es tan considerable como antes de su división. Luego, el segundo golfo se prolonga hasta la extremidad de la provincia, y contiene en sus orillas las pequeñas ciudades de Olintigi y Onalappa. Pero Plinio, que escribió quizá 30 años después que Mela, no habla ya de los dos brazos del Betis, aunque sí alude al estuario del río, en el que sitúa Nabrissa y Hasta. IV. Las interpretaciones anteriores a 1993. Sin pretender, ni mucho menos, estar al corriente de todo lo que se ha escrito al respecto, y ateniéndome a lo que tengo al alcance de la mano, paréceme que cabe apreciar entre los autores de este siglo anteriores a 1993 dos principales escuelas de interpretación de la paleogeografía de la comarca tartésica: la de Schulten y la de Gavala. Schulten no necesita presentación. Juan Gavala y Laborde, Ingeniero de Minas, tiene un mérito extraordinario no sólo por su excelente estudio geológico de la costa y la bahía de Cádiz, sino por su traducción y edición comentada de la Ora martitima de Avieno, publicada en 1958 y reimpresa en 1992.

Figura 2. Esquema de la interpretación de Avieno por Schulten El primero cree que Cartare y Erytheia son los nombres fenicio y griego de la misma isla en que estaba Tartessos y que esta isla corresponde a un tramo costero del actual Coto de Doñana. La actual Laguna de Santa Olalla sería lo que queda del segundo brazo del río Betis. El Lago Ligustino ocuparía todas las marismas del Guadalquivir, desde Coria hasta Sanlúcar y desde el Palacio de Doñana hasta

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Lebrija. Y por supuesto se equivocaría Avieno al identificar Tartessos con Gadir. El segundo cree firmemente a Avieno en cuanto a la identidad Tartessos = Gadir. Ello le obliga a interpretaciones algo forzadas: aunque el río Tartessos sea el Guadalquivir, la ciudad no estaría en su desembocadura y el golfo del mismo nombre sería la bahía de Cádiz; las islas Cartare y Erytheia no serían verdaderas islas, pues Avieno utilizaría esta palabra para designar porciones de tierra entre dos ríos o esteros, que el navegante masaliota pudo tomar erróneamente por islas. Creo que la manera más útil de resumir una y otra interpretación es la gráfica. Eso es lo que intento en las figuras 2 y 3. Quien relea la descripción de Avieno a la vista de estos mapas prono encontrará cosas que no cuadran. Algunos de los puntos débiles en la reconstrucción de Schulten son: i) Primero y fundamental, que no encontró Tartessos donde lo buscaba, pese a las excavaciones realizadas. ii) No se ve que la isla en que se encuentra Tartessos sea ceñida «por todas partes» por la corriente fluvial, puesto que la isla está entre el Océano y un «lago» que en realidad es una gran ensenada marina. iii) El «Monte Argentario» es para Schulten el monte «Argyrus» que Estrabón coloca cerca de Cástulo; pero Avieno dice muy claramente que el monte Argentario «domina a la laguna». iv) No parece lógico sostener que Cartare y Erytheia sean la misma isla, cuando Avieno las describe con palabras muy diferentes. Por su parte, Gavala reprocha a Schulten el aferrarse «a la idea de situarla [la ciudad de Tartessos] en las marismas del Coto de Doñana, terreno que seguramente estaría aún

Figura 3. Esquema de la interpretación de Avieno por J. Gavala cubierto por las aguas del mar en la época fenicia» (p. 8). Pero tampoco la interpretación de Gavala nos resulta convincente. Se le puede objetar: a) Es arbitrario atribuir a una «referencia equivocada de Avieno» la mención en el v. 248 del Río Hibero y pensar

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que en realidad se trata aquí del Tartessos = Guadalquivir. b) El mismo Gavala admite que «no deja de ser extraño que en Ora Martitima no se cite al Río Tartessos en el lugar que le corresponde, y más extraño aún que no se mencione su desembocadura (…) y que sin más aldusión a este importantísimo curso de agua se pase a hablar en el v. 255 de la Isla Cartare, que ya está en su margen izquierda» (p. 84). c) Es muy extraño que el navegante massaliota inspirador de Avieno pudiera tomar erróneamente por dos brazos de un mismo río el Guadalquivir y el Guadalete; máxime cuando, como geólogo, Gavala reconoce que «las rías de ambos sistemas no comunicaron entre sí nunca, ni pudieron comunicar» (p. 85). d) Tampoco con esta interpretación es congruente decir que el río ciñe por todas partes la isla en que se encuentra la ciudad. e) El «Mons Cassius», identificado con el «Mons Argentarius», es situado por Gavala próximo a las fuentes del Guadalete, lo que no deja de ser otra arbitrariedad. f) Decir que la Isla Erytheia es en realidad una porción de tierra continental está en abierta contradicción con la indicación de Avieno de que está separada del continente por un brazo de mar de cinco estadios de anchura. Un poco imprecisa, pero interesante, es la opinión de Gavala sobre el Lago Ligustino. Aunque no lo rotula en el mapa principal en que reconstruye la costa en época antigua (en el que se inspira nuestra fig. 3), dice al comentar los v. 283290: «El Lago Ligustino ocupaba el centro del estuario que, en la época en que esta descripción se hizo, tenía que estar ya algo obstruido en la desembocadura por el cordón litoral, que el río podría cortar con uno o varios canales o brazos, más bien con uno solo, por cuanto en el v. 307 se dice que «un anchuroso río discurre junto al segundo monte» (Cabo del Templo)». V. Las últimas investigaciones geoarqueológicas En el volumen Tartessos, 25 años después, citado al principio, me ha interesado especialmente el trabajo de Oswaldo Arteaga, Horst D. Schulz y Anna-Maria Roos titulado «El problema del Lacus Ligustinus. Investigaciones geoarqueológicas en torno a las marismas del Bajo Guadalquivir». Estos autores, adoptando una metodología interdisciplinaria, han estudiado el proceso de colmatación del que empezó siendo un gran golfo marino. Realizaron para ello múltiples perforaciones geológicas que, al contar con dataciones de Carbono-14, ayudan a precisar el ritmo de los aluvionamientos. El trazado de la línea costera más antigua del que parten (hace unos 6.000 años)7 es prácticamente el mismo que el de Gavala. Pero ¡ojo! no es la costa de época tartésica. En cinco mapas sucesivos se indican, con referencia a esa línea y a los rasgos geográficos actuales fundamentales, los puntos de las perforaciones realizadas y los principales yacimientos arqueológicos de cada época: Neolítico; Cobre y Bronce; Bronce Final y Hierro Antiguo tartesio; Época turdetana; Época romana. El que aquí reproducimos (fig. 4) es el de la época turdetana. Dos aclaraciones pueden facilitar la recta comprensión de todo lo que sigue:

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Fig. 4: Selección provisional de los principales yacimientos arqueológicos de la época turdetana resaltando los núcleos mayores de población, en relación con el Golfo del Guadalquivir (según Arteaga, Schulz y Roos). a) En lo que es la actual costa del Coto de Doñana, los autores señalan, con sendas líneas de trazos, dos posibilidades para el borde oriental de la boca de la ensenada marina, que podrían tener unos 10 o unos 20 kilómetros de anchura. Entiendo que la indeterminación se debe a que no se realizaron en esta parte perforaciones geológicas. La mayor anchura de la boca parece más congruente con el carácter marítimo de la ensenada, y también con los trabajos geológicos de Gavala. b) La totalidad de los yacimientos arqueológicos catalogados para todas las épocas están en la línea de la antigua costa o en su parte convexa, es decir en lo que era tierra firme ya hace 6.000 años, con una sola excepción: el yacimiento de época turdetana y romana de Monte Algaida, unos 8 km al N-NE de Sanlúcar de Barrameda, en lo que al parecer era un islote en tiempos remotos. Lo señalo como curiosidad, y no porque crea que haya posibilidades de encontrar a Tasrtessos en este yacimiento cuya importancia ignoro. De la práctica ausencia de yacimientos arqueológicos en todo lo que en 4.000 a.C. era una gran ensenada marina y actualmente es todavía en gran parte zona de marismas, parece deducirse que en toda la zona, cubierta por el mar o en todo caso fácilmente inundable, no hubo de hecho asentamientos humanos hasta tiempos casi contemporáneos. En el lento proceso de colmatación pueden señalarse, al parecer, algunos hitos: - Hacia el 2680 a.C. se habría formado en la entonces desembocadura del Betis/Tartessos, por delante del que los autores llaman «Estrecho de Coria», un delta que podría alcanzar unos 15 o 20 km al sur de Coria del Río. - En tiempos romanos toda la línea costera del golfo se habría trasladado unos cientos de metros hacia su centro. En cuanto al delta, en tiempo de Estrabón no habría llegado aún a la altura de Lebrija, puesto que el estuario

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de Hasta y Nabrissa seguía siendo independiente del Betis; pero para Plinio (segunda mitad del s.I) Nabrissa y Hasta están ya en un ramal del estuario del Betis. - En la Alta Edad Media la colmatación llegaría ya a zonas muy cercanas a la actual desembocadura del Guadalquivir. Interpretando a Avieno desde la perspectiva de los datos geoarqueológicos, Arteaga, Schulz y Roos llegan, entre otras, a las siguientes conclusiones que creemos interesante reproducir: «…hacia los tiempos tartesios nuestro golfo marítimo se encontraba en proceso de colmatación, pero todavía era en su mayor parte navegable desde el ‘Sinus Atlantucus’, que se corresponde claramente con el actual Golfo de Cádiz (…). De acuerdo con nuestros resultados, la formación de un ‘lacus’ de agua dulce en los espacios abarcados por la Marisma actual era totalmente imposible, en los tiempos tartesios de los siglos VII-VI a.C., cuando los mismos se hallaban todavía cubiertos por las aguas del mar.

tes y más dados a fantasear nos atrevamos, a partir de sus conclusiones, a intentar dar unos pasos más, con el riesgo que supone caminar en un terreno marismeño y a la vez pantanoso. Renunciemos al lago, o dejemos a lo más abierta su posibilidad de existencia en las planas sevillanas, por encima del «Estrecho de Coria»; pero no renunciemos a la isla, al menos por ahora. Sobre la situación de la ciudad en una isla parecen convenir Avieno y Estrabón. Que ésta se llamara o no Cartare no importa mucho. Cabe imaginar dos posibilidades: i) una isla deltaica enteramente rodeada por brazos del río, sin costa propiamente marítima; ii) una isla fluvial por encima del «Estrecho de Coria», en la que podrían entrar las tierras donde siglos después se establecería Hispalis. Ambas posibilidades se sugieren en líneas punteadas en nuestra Fig. 5. ¿Cuál de ellas encajaría mejor en los presupuestos geoarqueológicos que hemos resumido en la sección V?

A lo sumo se puede hablar, como hemos dicho, de un gran ‘Sinus Tartessius’, en el cual desembocarían los meandros cambiantes del río Tartessos, después de atravesar la formación deltaica, que entonces progresaba en su avance por delante del Estrecho de Coria, donde la corriente saldría proyectada como un poderoso torrente. La formación de un ‘lacus’ de agua dulce, en consecuencia, solamente podía conocerse en los tiempos del Rey Argantonio situándola muy por encima de aquella desembocadura del siglo VII – VI a.C., acaso en otros espacios de la llanura de inundación. Espacios que como bien han mostrado los geógrafos modernos no faltan en las actuales ‘planas sevillanas’ que se extienden entre Los Alcores y el Aljarafe: siendo también en su entorno donde coinciden los principales núcleos del doblamiento, desde los tiempos prehistóricos…» Según esto, y puesto que para la localización de la ciudad parece obligado tener en cuenta la relación que Avieno (v. 283) establece entre ésta, la isla y el lago, se diría que la búsqueda debería orientarse hacia más arriba del «Estrecho de Coria». Ello no obstante, nuestros geoarqueólogos opinan, probablemente con toda razón, que no se puede exigir tanto rigor al paisaje de Avieno sobre Tartessos. Cierto que el poeta del s. IV tomaba datos de una fuente tal vez de tiempos de Argantonio, es decir de unos mil años antes; pero también tomaba datos de otras fuentes y, sobre todo, estaba expuesto a confundir el escenario pretérito con el escenario para él presente. El «Lacus Ligustinus», que con ese nombre sólo cita Avieno, pudo existir en su tiempo en el centro de la parte de la ensenada convertida ya en planicie marismeña, y sería más o menos el mismo lago mencionado por Mela; pero no hay por qué empeñarse en que existiera tal lago en tiempos tartésicos. VI. Entonces, ¿dónde estaría Tartessos? Arteaga, Schulz y Roos no se arriesgan, evidentemente, a proponer una respuesta. Pero han hecho bastante, muy generosa y competentemente, para que los menos pruden-

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Figura 5. Geografía tartesia y vías antiguas. Si la formación deltaica llegaba, ya en 2680 a.C., hasta 15 ó 20 kms por debajo de Coria del Río, en tiempos de Argantonio (¡dos milenios después!) la extensión del delta debería ser más que suficiente para dar cabida a una isla en la que cupiera una ciudad. Otra cosa es que la «calidad» del terreno fuese la más propicia para construir una ciudad, cosa que Juan Gavala había negado con palabras rotundas: Todos los brazos, antiguos y modernos, con que el Guadalquivir ha cruzado su estuario, terreno absolutamente llano y horizontal, pues sus mayores desniveles no exceden de un metro, sólo han podido limitar o rodear pequeñas extensiones de terreno bajo, inundables en las crecidas y en las grandes mareas, que no pudieron ser en ninguna época lugares de asentamiento, y cuya posesión, en todo momento precaria, nunca pudo despertar el afán conquistador de razas importantes» (op. cit., p. 93)

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No sé si alguien ha evocado antes esta otra posibilidad: una isla fluvial por encima del Estrecho de Coria y muy próxima a él.

tras dos rectas se cortan a 3 ó 4 km al NE de Coria del Río, en un enclave del t.m. de Sevilla titulado «Isla de Garza», cuyo aspecto actual ignoro, pero que el Instituto Geográfico presentaba así en 1918 (fig. 6)

Entran aquí las vías romanas como indicio. VII. Sobre la ascendencia tartesia de algunas vías romanas Que los romanos heredaron de los tartesios, a través de fenicios, griegos o cartagineses, algunas vías comerciales o militares, es cosa que no puede dudarse. Avieno (v. 178 182) alude a un camino del estuario del Tajo a la región de Tartessos (sin duda nuestra L85 – BL38, «Estrada dos Mouros») y a otro que llevaría a Málaga. También puede suponerse una ascendencia tartesia al famoso Camino de la Plata, probable conducto del comercio del estaño en el que Tartessos era intermediario. Pero el camino que ahora va a atraer nuestra atención es la mismísima Vía Augusta. Decíamos al principio que el nombre de Tartessos no ha aparecido hasta ahora en El Miliario Extravagante. Pero lo que sí hay es una alusión implícita en el Repertorio de Caminos de Hispania Romana (p. 468), al comentar los trabajos de Pierre Sillières sobre la Vía Augusta entre Córdoba y Cádiz. He aquí nuestro comentario de 1987: Hay algo que me deja insatisfecho en esta vía: ¿por qué apunta desde el sur a la insignificante Orippo, y no a Sevilla? ¿Por qué desde Carmona tampoco va derecha a Hispali, sino que hace un esguince para entrar en ella? ¿Heredarían los romanos un camino tartesio concebido en función de otros núcleos de población distintos de los romanos, e incluso en función de un distinto cauce del Guadalquivir? Los trazos rectos y gruesos (Fig. 5) son los tramos de Vía Augusta comprobados, de hecho mucho antes que Sillières y consignados en los mapas totpográficos por lo menos desde 1918 (IG 984 y 1002). Que la Vía Augusta tal como aparece descrita en los Vasos de Vicarello y en el Itinerario de Antonio (A7, A10) no pasaba por Hispali sino por un Hispali-empalme, es algo que creo haber dejado claro en ME 37,7-8. Pero esto no lo explica todo. En algún lugar he expresado mi convencimiento de que la primera Vía Augusta, en cuanto vía «romana», iba mucho más directa de Corduba y Astigi a Gades (nuestra B14). Pero pronto la atracción de Hispali impondría el recorrido que nos han legado los Vasos de Vicarello. Y aquí está el hecho curioso, aparentemente desconcertante, pero que podría ponernos en la pista de la solución de todo este problema: los tramos de calzada que en principcio se explicarían por la atracción de Hispali, no tienen a Hispali como punto de mira. La hipótesis, pues, es ésta: los tramos en cuestión fueron reaprovechados por los hispalenses/sevillanos, pero su punto de mira primitivo era Tartessos. Es significativo que ambos terminan en puntos por donde se supone correría el brazo oriental del río Tartessos, donde se encontrarían los respectivos embarcaderos (uno de ellos sería en tiempos romanos la ciudad de Orippo). Las prolongaciones de nues-

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Figura 6: ¿el solar de Tartessos?

VIII. Schulten, Platón y la tragedia de Bisecas No sé si los tres nombres unidos en el título de esta sección serán para el lector perspicaz anticipo de lo que quiero sugerir, o si sonarán más bien a acertijo provocador. Tranquilícese el lector menos perspicaz, que se lo explicaré. No puede decirse que Schulten sea santo de la devoción de El Miliario Extravagante. Pero tampoco es cuestión de negarle sus méritos. Y uno de ellos, que a mi juicio no ha sido comentado en España como merecería (aunque al parecer encontró en su tiempo muy buena acogida en Alemania), es el de haber llamado la atención sobre las similitudes entre la Atlántida de Platón y el Tartessos de la Historia: - País insular al oeste de las Columnas de Hércules y cercanía a éstas, - Cercanía asimismo a Gades, - Situación de la capital a cierta distancia del mar (50 estadios, dice Platón) - Acceso desde el mar por un estuario que permitía la llegada de grandes navíos, - Gran llanura surcada de canales y circundada por montañas, - Riqueza del reino basada sobre todo en los metales - Mención especial del estaño - Relaciones comerciales con «otras islas del Océano» (¿Casitérides?) - Los toros como animales sagrados … y algunas otras coincidencias que llevan a Schulten a pensar que en el poema de Platón hay una base de realidad, y que ésa base es Tartessos. Creo, en efecto, que Schulten podía tener, como en este caso, intuiciones muy valiosas. Pero también es verdad que sus «intuiciones» eran a veces cabezotadas que se negaba a corregir aunque se acumulasen indicios en contra. Considero una de esas cabezotadas el achacar a los cartagineses la destrucción de Tartessos, fechoría de la que no hay el menor testimonio histórico y que nadie ha podido demostrar. Máxime cuando es el propio Platón el que da a su Atlántida un final muy distinto.

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MANSIONIBUS SUPRA SCRIPTIS, II:

NOTAS 1. Publicado originalmente en El Miliario Extravagante, 62, 1997 2. J. Gavala, Geología de la costa y bahía de Cádiz. El poema Ora Maritima de Avieno. Son en realidad dos obras, reimpresas en un solo volumen en 1992

EL ITINERARIO DE ANTONINO, LAS MANSIONES Y LA TEORÍA DE LOS EMPALMES Unas notas de Gonzalo Arias

3. A. García y Bellido, España y los españoles hace dos mil años según la «Geografía» de Estrabón, Espasa Calpe, novena ed., 1986 4. F. Lasserre, Strabon. Géographie, texte établi et traduit par, París, 1966 5. J. López, Libro tercero de la Geografía de Estrabón que comprhende un Tratado sobre España antigua, Traducido del latín por don., Madrid, MDCCLXXXVII, edic. facsímil, Valencia, 1993 6. A. García y Bellido, La España del siglo I de nuestra era (según P. Mela y C. Plinio), Espasa Calpe, 1947 7. Los autores se refieren constantemente a fechas «B.P.», iniciales no explicadas que desconciertan al ignorante. Leyendo atentamente, se entiende que se trata de años contados hacia atrás desde el presente, pero las palabras que se esconden detrás de esa abreviatura siguen siendo para mí una incógnita (espero que no sean un anglicismo como «before present»). Conviene recordar a todos los sabios que su lenguaje críptico puede ser una barrera para los ignorantes que, a veces, podrían leerlos con interés. 8. El lector habitual de El Miliario Extravagante reconocerá en estas siglas la nomenclatura de rutas romanas incluidas en el Catálogo de vías romanas de Hispania, actualizado por Gonzalo Arias en ME, 91 (2004) y que puede consultarse en www.gonzaloarias.net [N. del Ed.]

I. Antecedentes No se engañe el lector: Éste no es, en realidad, el último artículo de Gonzalo Arias, ya que su autor nunca llegó a verlo. La historia es la siguiente: en febrero de 2007 «El Nuevo Miliario» comenzó a preparar un número especial dedicado a mansiones en las vías romanas. Se trataba de aunar en un número diferentes visiones teóricas que permitieran clarificar en cierta medida el problema de identificación de este tipo de estructuras, e ilustrar las aportaciones teóricas con casos prácticos. Diferentes circunstancias hicieron que aquel número monográfico, finalmente, se fragmentara en dos, que los ejemplos prácticos salieran publicados en el anterior número de la serie de nuestra revista (véase «El Nuevo Miliario», 5, enero 2008), y que para el presente quedaran las muestras teóricas: un resumen de diferentes conceptos firmado por uno de nosotros (que, después de todo, se aplazará una vez más hasta el número siguiente), y la visión general de los planteamientos de Gonzalo Arias. A tal fin, se invitó a Gonzalo, en esa misma fecha de febrero de 2007, a participar en ese número, pero el deterioro de su salud le llevó a declinar la invitación y a aceptar, a cambio, la propuesta de «El Nuevo Miliario», consistente en redactar el texto conforme a sus instrucciones, y someterlo a su revisión antes de publicarlo. La segunda parte, como se sabe, ya no será posible; pero para la primera Gonzalo Arias nos transmitió los planteamientos que transcribimos a continuación, y que hemos intentado seguir en el texto de las próximas páginas: « Muchas gracias por la invitación. De verdad creo que no tengo fuerzas para escribir lo que me pedís. Mi anemia persistente me hace pasar gran parte del día dormitando. Pero trataré de resumir mis planteamientos en cuatro puntos, y de deciros dónde podéis encontrar textos de apoyo: » 1.- Acepto enteramente lo que Van Berchem dice de la naturaleza de las mansiones (Anexo 4 de «El Miliario Extravagante». Te lo copio en archivo adjunto. Lamentablemente los textos griegos han salido en «chino» por misterios de la informática1) » 2.- Creo que la práctica totalidad de los nombres citados en el It. de Antonino son mansiones, aunque muy a menudo éstas estén situadas en ciudades y confundidas con ellas. » 3.- Readaptando mi «teoría de los empalmes» (o interpretación gramatical del IA), creo que en el prototipo del Itinerario (o en las «hojas de ruta» que le sirvieron de base) se designaba con acusativo las mansiones no coincidentes con las ciudades que les daban nombre.

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Normalmente, la mansio estaba en una vía principal, y la ciudad podía quedar apartada y accesible mediante un ramal. » 4.- Excepcionalmente, creo haber encontrado dos casos en que tanto mansio como civitas parecen estar en la misma vía principal, distantes entre sí pocas millas. Uno es Mentesa ME 77; véase en especial la sección «Reconsideración del problema», págs 36-37. No se trata del IA, sino de los Vasos de Vicarello; pero supongo que el orfebre de éstos se basó en fuentes militares. Otro caso es el de Ratas o Ratis (=Leicester), mencionado en la citada pág 36. » A vuestro arbitrio queda la forma en que podáis aprovechar estos materiales. (…) Un cordial abrazo Gonzalo»

A la vista de esos planteamientos, y ante la imposibilidad de que Gonzalo Arias pudiera dar la forma definitiva a este artículo, hemos optado en «El Nuevo Miliario» por recuperar los textos citados por Gonzalo Arias, hasta conformar, más que un artículo, unas notas sueltas que habrían debido servir de herramientas con las que trabajar. De nuestra cosecha son, tan sólo, los párrafos de enlace (redactados en tercera persona) y los títulos de los diferentes apartados. Somos conscientes de que esta labor inconclusa puede resultar insatisfactoria para el lector —desde luego lo es para nosotros—, pero nos resulta más respetuosa con el autor que intentar imitar su estilo dando forma a un texto que él no llegó a ver. Pedimos, en todo caso, disculpas por cuanto de equivocado pueda hallarse en nuestra decisión. II. Los planteamientos de Dennis van Berchem Firme defensor de los planteamientos de van Berchem (quien, por otra parte, y como el propio Arias explicó, ha sido el único en dar una explicación que, de momento, podrá no resultar del todo convincente, pero ha resultado irrebatible), Gonzalo Arias fue también el primer editor en español de los trabajos del arqueólogo belga, tanto de uno «de juventud» (publicado en 1937), en el que sin embargo ya estaban los fundamentos de la teoría que relacionaba el cobro de la annona militaris con el Itinerario de Antonino, como de otro muy posterior, de 1974, en el que los fallos de planteamiento del anterior trabajo habían desaparecido. Ambos textos fueron reunidos por Gonzalo Arias en el número 4 de los Anejos de «El Miliario Extravagante». El texto de van Berchem dice así: «MANSIONES» Y GRANEROS2. Todos cuantos han examinado los Itinerarios antiguos han observado la diversidad de distancias que separan las mansiones, mientras que las mutationes o paradas de posta se siguen a intervalos constantes: si la mansio no fuera sino un refugio donde se pasa la noche después de una jornada de viaje, ¿cómo explicar la irregularidad de las etapas? En realidad, lo que ha determinado el emplazamiento de una mansio es la presencia de una comunidad de contribuyentes. Las estaciones así llamadas cumplen una doble función: reciben los impuestos recogidos en especie en los campos circundantes y los conservan en

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graneros construidos con ese fin3; sirven para el aprovisionamiento de las tropas, para lo cual los géneros de la annona se reparten a lo largo de las rutas de marcha o son dirigidos hacia el emplazamiento de las guarniciones. En conjunto, las mansiones constituyen la reserva sobre la que viven el ejército y, en fin de cuentas, todos los servicios públicos. Viene aquí la arqueología en apoyo del estudio de los textos, y tenemos la suerte de encontrar en el propio suelo la confirmación de nuestras hipótesis. A. Grenier4 ha visto muy bien que muchas ruinas dispersas en el territorio de la antigua Galia y bautizadas con el vago término de villae son en realidad mansiones. Reconocibles por los almacenes en los que se acumulaban las provisiones, casi todas ellas fueron dotadas de fortificaciones, a veces enormes, en el siglo III; testimonio incontestable de su importancia militar y del cuidado que se ponía en proteger sus riquezas contra los merodeadores. En las mansiones estaban situados los puestos de beneficiarii5; puede presumirse que su función no era tan sólo la defensa de la estación, sino también una compulsión a mano armada ejercida sobre los habitantes del país, cuando éstos, por su mala voluntad, obstaculizaban la recaudación de la annona. Las ruinas más interesantes son las del castellum de Jublains6 (*); aunque rodeado de un vallum de tierra, el edificio de la mansio fue destruido en la invasión de 256. Se reconstruyó inmediatamente y, para protegerlo mejor, se elevó un ancho muro, flanqueado por torres, que formaba un segundo recinto. La estación fue destruida de nuevo, sin embargo, en 275, y no parece haberse rehecho después. Tenemos, por suerte, un texto muy instructivo sobre la constitución de una mansio; es el edicto por el que el gobernador de Tracia funda el emporion de Pizos7. La inscripción data de 202, año en que Septimio Severo visitó la región. En el preámbulo, el legado relaciona este acto con un conjunto de medidas tomadas por el emperador:

[«a la previsión de las mansiones estacionadas, nuestros señores autócratas, habiendo ordenado las cosas mercantiles más notorias fuesen abastadas y las otras cosas (ordenadas) anteriormente se cumpliesen.»] La palabra griega traduce exactamente mansio. Pizos figura efectivamente en el Itinerario Antonino. El comentador del texto, M. Seure, lo relaciona con la organización del cursus publicus; no parece que le turbe la enumeración de las inmunidades concedidas a los habitantes del nuevo mercado, pese a que éstas comprenden la dispensa de los ((«Dg\»4, es decir del suministro de los equipos de la posta, que constituía la carga más pesada que este servicio imponía a los provinciales. En cambio, si atribuimos el establecimiento de la estación al servicio de la annona, reconoceremos sin dificultad las características de esta imposición. El legado no instala al frente de la comunidad a ciudadanos ordinarios, sino a decuriones de la ciudad en cuyo territorio se funda el emporium. Hemos visto el papel que incumbía en Egipto a los bouleutes (senadores): son también bouleu-

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tes los que dirigen la mansio de Pizos. El edicto precisa las condiciones en las que debían cumplir su función:

[«de modo que a los superintendentes (máximos epimeletes) mismos yo prepararé contra la omisión y la entrega, yo mando (que) desde el tiempo de la omisión hasta el (de) la entrega, que el hiperarconte (magistrado supremo) de los propietarios del lugar y de los arcontes (magistrados) al cual yo mandé que (estando) en propio peligro, los mismos sean acusados (y que) aquello de lo que se debe dar cuenta sea para el erario de las ciudades, además pues, ellos pagarán estas mismas mercancías hasta el cuádruple de lo que estaba incompleto.»] La B»DV80:R4H es el término empleado regularmente para la percepción de todos los impuestos, y en particular de la annona8; la B»DV*@F4H es la entrega de los géneros a los soldados. Una carta escrita en 218 por Caracalla a las autoridades del puerto de Heraclea estipula que, en los lugares de aprovisionamiento acondicionados según las instrucciones del emperador, los soldados en tránsito presentarán una orden escrita para recibir su sustento (*4»Jg0F@:X<@L J@Ø *4»JV(:»J@H) [«del que esté acampado de la orden (escrita)»]9. Los curiales encargados de la mansio de Pizos, así como los magistrados de la ciudad de la que aquélla depende, son responsables de esa doble operación; mientras ésta se realiza, sus bienes sirven de garantía; si faltara algo en el contingente impuesto, ellos abonarán como multa a los graneros de la estación el cuádruple del déficit. La inscripción nos informa además de la presencia en Pizos de un destacamento de soldados (@Ê ¦B\FJ»2:@ en latín stationarii) que participaban en el servicio de la mansio y controlaban la ejecución de las órdenes del gobernador. El principal interés de este texto está en su fecha: ilustra el esfuerzo de Septimio Severo por organizar sobre una nueva base el mantenimiento de su ejército. Es la clase de los decuriones la que soporta en adelante todo su peso. Septimio Severo es el primer emperador que amplió notablemente, con su legislación, la responsabilidad personal de los magistrados municipales. Los textos de los jurisconsultos de su tiempo dan fe de ello.10 El régimen de la annona es una aplicación manifiesta de ese principio. Las constituciones imperiales del siglo IV11 denotan la presencia de decuriones al frente de cada mansio: es una de las reglas fundamentales del sistema inaugurado por Septimio Severo. Es probable que el transporte de los géneros de la annona a los lugares ocupados por los cuerpos del ejército constituyera, como en Egipto, una carga administrativa, que incumbía a los curiales del mismo modo que la gerencia de los graneros. El decurión de Trento, agregado al aprovisionamiento de la legión III Itálica12, cargaba probablemente con los gastos

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de los convoyes que, por el desfiladero de Brenner, se encaminaban hacia el valle del Danubio y el campamento de Castra Regina. Pero, cuando se declaraba una guerra en una provincia, era un oficial el que tomaba en sus manos la dirección de las reservas de víveres, y los transportes se encargaban a destacamentos militares. Una inscripción de Britania13 menciona un praepositus curam agens horreorum, tempore expeditionis felicissimae Brittanicae [«Comisionado activo para el cuidado de los graneros en tiempo de la felicísima expedición británica.»]; fue durante la campaña de Septimio Severo cuando este personaje, de nombre desconocido, ejerció su misión. Tuvo probablemente como adjunto a un centurión primero (primipilus), llamado en una inscripción de África praepositus thensauris dominicis et bastagis copiarum devehendarum. [«prepósito de los tesoros del señor y de los bagajes de víveres que han de ser transportados».] Discernimos ahora mejor la obra realizada por los Severos. Crearon y desarrollaron en todo el Imperio una nueva modalidad de requisa para las necesidades del ejército. En todo tiempo, el aprovisionamiento ha dependido de la configuración de la red viaria15; de ahí que tuvieran que emprender grandes obras de reparación de las calzadas y restaurar las estaciones que el tráfico de viajeros había hecho surgir. El servicio de la annona se superpuso así a una institución más antigua, la posta imperial (cursus), con la cual se confundió hasta tal punto que los historiadores no han distinguido lo que corresponde a una u otra.16 Se ha visto sin sorpresa que ejércitos enteros viajaran por la posta como simples correos. No es posible, a nuestro juicio, comprender la transferencia de tropas a partir del siglo III sin tener en cuenta la organización que hemos tratado de reconstituir. III. La teoría de los empalmes, readaptada El texto que sigue procede del trabajo citado por Gonzalo Arias, «Mentesa Oretana: un difícil acuerdo entre los itinerarios y la arqueología», «El Miliario Extravagante», 77 (junio de 2001). Se han extractado varios párrafos donde, creemos, se recogen los planteamientos esenciales descritos por Gonzalo en el mensaje reproducido al comienzo de esta sección. Esperamos, únicamente, haber sabido interpretar sus instrucciones, y apelamos una vez más a la comprensión de los lectores. ¿Pasan las vías de los itinerarios por medio de las ciudades citadas en ellos? Mi respuesta, ya se puede adivinar, es negativa. No me voy a referir aquí a los muchos ejemplos del Itinerario de Antonino; no nos salgamos de la ruta de los Vasos Apollinares. Tampoco haré argumento de la idea de que a menudo el apartamiento de la ciudad respecto a la vía está indicado mediante una desinencia de acusativo, porque en los Vasos Apollinares no hay un criterio uniforme respecto a las desinencias gramaticales. Limitémonos a constatar algunos ejemplos evidentes de ciudades apartadas de la vía y que sin embargo son citadas en nuestro itinerario: Los ejemplos son Hispalim / Hispali, Eporam / Epora, Saetabim / Saetabi y Sucronem / Sucrone, apartadas entre uno y 15 km de la vía. Suprimo aquí explicaciones

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que los lectores de El Miliario Extravagante pueden encontrar nuestro Índice de mansiones y ciudades de la Hispania romana.18 Con todos mis respetos a los sabios que han bregado con este sencillo problema de aritmética y geometría, creo que sus conclusiones están viciadas por no tener presente esta perspectiva. (…)

toninianas en Britania. Al considerar que las rutas que los estudiosos británicos han numerado como Iter VI (a Londinio Lindo, de Londres a Lincoln) e Iter VIII (ab Eburaco Londinio, de York a Londres), comprobé que las distancias para la mansio designada con las palabras Ratas y Ratis (acusativo plural en un caso, ablativo en otro) me llevaban en ambas rutas a Thurmaston, 3 millas al norte de Leicester, ciudad ésta por medio de la cual pasaba la vía y que según todos los autores era la romana Ratis. No supe explicar esto que me parecía una anomalía20.

Reconsideración del problema: 1. Ante todo, me rindo a la evidencia de que el único yacimiento conocido en muchos kilómetros a la redonda que presente la importancia y la secuencia cronológica apropiadas para ser la Mentesa de los oretanos es Villanueva de la Fuente. Además, la topografía del lugar no es tan llana como para negar la posibilidad de que allí hubiera un oppidum, es decir un recinto fortificado aprovechando el declive del terreno por dos de sus lados. En cuanto a Alcaraz, todos convienen en que no se remonta más allá de época islámica. Almedina, sugerida por alguien y que también tiene antecedentes romanos, está demasiado alejada hacia el SW (Almedina está, en cambio, en una posición geográfica idónea para rivalizar con la Ermita de Mairena como ubicación de Mariana; pero eso es otra historia). Queda el recurso de observar que todavía no se ha hecho, que yo sepa, la carta arqueológica de los términos de Povedilla y Alcaraz, donde podría aparecer algo. Pero reconozco que el argumento es flojo. 2. Sin embargo, me satisface mucho el hecho de que precisamente en el paraje de la Fuente de la Toba —llamado también La Ventilla o La Ventica—, y junto a la carretera que aquí se superpone a la vía romana, a donde me llevó la medición de las distancias, se hayan encontrado restos muy elocuentes de lo que Luis Benítez de Lugo supone fue una mutatio destinada al avituallamiento de viandantes y caballerías, o bien una mansio de pequeñas dimensiones19. Yo hacía los cálculos desde mi despacho, sin conocer el terreno y sin saber que allí se había excavado. Afiné incluso más que Sillières en 1977: un kilómetro antes de donde él buscó sin encontrar nada. La coincidencia no puede ser pura casualidad. Entonces, ¿por qué no hacer una distinción entre el oppidum, en la ciudad actual, y la mansio, 5 km más allá? Esta es la solución por la que se inclina Benítez de Lugo: «…existe un cierto debate en torno a la posibilidad de que la mansio citada por las fuentes no tenga por qué coincidir necesariamente con el emplazamiento de la ciudad. De hecho, hay autores que proponen la existencia de esta mansio próxima a la vía romana, pero en un lugar separado de la ciudad». Mi resistencia a admitir esta solución se basaba, hasta ahora, en pretender aplicar a este caso mi «teoría de los empalmes». Un empalme, además de ser una mansio, es un punto de la vía del que sale un ramal que conduce a la ciudad designada, cuando ésta está apartada de la vía. Pero no tendría sentido —o eso me parecía— recorrer el camino por la vía hasta el supuesto empalme para después desandarlo por la misma vía en busca de la ciudad. Aquí viene mi rectificación. A ella me ayudó recordar que yo mismo había encontrado un caso análogo, que me había dejado perplejo, en mi estudio de las rutas romanas an-

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Estoy seguro de que un estudio detenido de los itinerarios romanos en todo el Imperio revelaría otros casos análogos. Creo que la explicación hay que buscarla en las conclusiones del profesor suizo Dennis van Berchem sobre el Itinerario de Antonino, aplicables probablemente a otros itinerarios que quizá bebieron de una misma fuente. El Itinerario de Antonino no es una guía de caminos, sino una recopilación formada sobre la base de una serie de edictos imperiales, usuales en el siglo III, que fijaban por anticipado la ruta que debía seguir cada una de las expediciones armadas encargadas de recaudar el impuesto de la annona, que se pagaba en especie, no en dinero (…)21. Van Berchem observa además que la arqueología apoya esta interpretación en los textos: según el arqueólogo francés Grenier, muchas ruinas dispersas por la antigua Galia y llamadas vagamente villae son en realidad mansiones, reconocibles por los almacenes donde se acumulaban las provisiones y casi siempre fortificadas. ¿No es éste el caso del yacimiento de la Fuente de la Toba, con sus construcciones muradas, sus suelos de opus signinum y sus paredes revocadas con grueso estuco de cal? Quedan algunos cabos sueltos. Ante todo se puede objetar que si el Itinerario de Antonino no es una guía de caminantes, los Vasos Apolinares sí que se presentan como tales guías. Es cierto: claramente son una ayuda para viajeros que fueran de Cádiz a Roma, y no es pensable que se hayan confeccionado para una unidad militar que vaya recaudando la annona. Pero es muy verosímil la hipótesis de que el orfebre o los orfebres que los hicieron –que serían probablemente gaditanos y difícilmente podían tener experiencia directa de tan largo camino- buscaron en fuentes militares sus datos, interpretándolos o corrigiéndolos ligeramente en algunos casos en atención a informes de viajeros. Ello explicaría muchas de las pequeñas diferencias entre los vasos. En nuestro caso, se entendería así el hecho de que uno de los vasos, el 2º, señale 24 millas en lugar de 24 para la distancia de Mentesa a Libisosa. Algún viajero civil conocedor de esa zona convencería al orfebre para que introdujese esa corrección, al no admitir que la distancia se contara desde una mansio militar y no desde la ciudad. Olvidó, no obstante, introducir una corrección compensatoria de la etapa anterior. Otro cabo suelto es la discusión sobre las fuentes del Betis. Bien, tendré que admitir en este caso el argumento a favor del caudal constante del río de Villanueva de la Fuente. También puede pensarse que en tiempos romanos, si Alcaraz no existía, Mentesa sería de todas maneras la referencia más próxima para todos los ríos y arroyos que nacen en la zona de Alcaraz. Finalmente, unas palabras sobre los conceptos de mansio y mutatio. A menudo se supone que las mutaciones estaban

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concebidas para el cambio de caballos y las mansiones, para pernoctar. Así por ejemplo lo dicen Radke22 y Chevallier23. Pero ya hemos visto que Van Berchem no lo ve así, y a veces hay cierta ambigüedad en el uso de estas palabras24. La observación de Van Berchem sobre la irregularidad de las etapas es un argumento fuerte contra la idea de que están marcadas en función de jornadas camineras25. Conviene notar, por otra parte, que ni el Itinerario de Antonino en su parte hispánica, ni los Vasos Apolinares definen las etapas como mansiones o mutaciones. El que al parecer habla de mutaciones es el Itinerario Burdigalense (de Burdeos a Jerusalén), situándolas a intervalos relativamente regulares de 7 a 12 millas. En otras provincias del Imperio (África, Sicilia, Italia), el Itinerario de Antonino especifica a veces el carácter de las etapas agregando al nombre de cada una las palabras municipium, colonia, castra, praesidio, civitate, vicus, villa, villa privata o mansio. Nunca mutatio, me parece. En Sicilia hay una ruta que anuncia varias etapas con las palabras «mansionibus nunc institutis». Pero me estoy alejando demasiado del tema de este artículo. Sólo he querido mostrar que el caso de Mentesa Oretana, además de permitirnos ejercitar la sana virtud de rectificar y de darnos la satisfacción de llegar finalmente a un acuerdo aceptable para todos, abre interesantes perspectivas para profundizar en la interpretación de los itinerarios.

NOTAS 1. Luego, por otros misterios cibernéticos inescrutables, los caracteres «chinos» volvieron a convertirse en griego… [N. del Ed.] 2. Publicado inicialmente en «La Annona y el Itinerario Antonio», Anexos de El Miliario Extravagante, 4, 2004. En realidad, bajo ese título reunió Arias la primera traducción de los dos trabajos citados de Dennis van Berchem, «L’annone militaire dans l’Empire Romain au IIIe siècle», Mémoires de la Societé Nationale des Antiquaires de France, X, 1937 y «Les Itinéraires de Caracalla et l’Itinéraire Antonin» (1974). [N. del Ed.]

10. Dig.,libro L; cf. Rostovtzeff, Soc. and econ. History, p. 358. 11. Cód. Teod., XII, 1, 21, praepositi mansionum; cf. XII, 1, 119. 12. C.I.L., V, 5036; véase antes, p. 14. 13. Dessau 9124. 14. Dessau 2764. He aquí el texto de esta inscripción, que plantea un problema interesante: C. Sulgio L. f. Pap. Caeciliano, praef. leg. III Cyrenaicae, p.p. leg. XX Valeriae Victricis, praeposito reliquationi classis praetoriae Misenatium Piae Vindicis et thensauris dominicis et bastagis copiarum devehendarum, (centurioni) leg. III Aug., etc. Este mismo Sulgius aparece citado en una inscripción del reinado de Heliogábalo o de Alejandro (C.I.L. X, 3342). Los epítetos Pia Vindex los recibió la flota de Miseno de Caracalla; pero la designación completa del estado civil de Sulgius no permite asignar la inscripción a una fecha alejada del reinado de ese príncipe. Sulgius Caecilianus hizo una carrera de centurión en diversas legiones. ¿Fue al marcharse de la legión III Augusta cuando recibió la misión especial rememorada en la piedra? Creemos más bien que ésta se le confió en cuanto primipilus de la vigésima legión (cf. los praepositi annonae, p. 12), la cual residía en Britania. En la época de la expedición de Septimio Severo, la flota de Miseno fondeó en los puertos bretones, para asegurar el enlace con el continente y el aprovisionamiento del ejército. Desembarcaba entonces un destacamento de marinos (reliquatio) para proceder al transporte de las provisiones (bastagae) de la costa a los graneros del interior. Su mando se confió a un oficial conocedor de la topografía del país, como debía serlo un centurión de la legión de Britania Este primipilus encargado del aprovisionamiento del ejército, ¿no sería el prototipo de los «primipilos» del Bajo Imperio?

4. Archéologie gallo-romaine, I, p. 437 y ss.

15. Stat., Silv., IV, 9, 17, bajo Domiciano: te Germanicus arbitrium sequenti annonae dedit omniumque late praefecit stationibus viarum. [«a tí, Germánico te dio el derecho de proseguir la annona y (te) puso al frente ampliamente de todas las cosas en las estaciones de las vías.»]

5. V. Domaszewski, Beneficiarposten; Grenier, op. cit., II, p. 201.

16. La bibliografía del Cursus está reunida en Holmberg, Zur Geschichte des Cursus Publicus.

6. Grenier, op. cit., I, p. 453. (*) Departamento de Mayenne, Francia. (N. del T.)

17. Paneg. lat., VI, 16 y ss. Maximiano recorre la provincia Vienense vaciando las reservas de las mansiones (consumptis copiis mansionum).

3. Thédenat, en Daremberg y Saglio, Dict. des ant., s.v. horrea.

7. I.G.R.R. 766; cf. Seure, Bull. corr. hellén., XXII (1898) y Dittenberg, Sylloge, 3ª ed., nº 880.

18. Consultable en www.gonzaloarias.net [N. del Ed.]

8. P. Flor. 31, @Ê ¦B4:g80J»4... <Ø< Ð<JgH BDÎH J± B»D»8Z:Rg4. [«los epimeletes... ahora están a cargo de la ‘paralempsis’]

19. Luis Benítez de Lugo se ocupa de este yacimiento en las páginas 43-48 y 308-309 de la obra Mentesa Oretana 1998-2000, Ed. Anthropos, Ciudad Real, 2001

9. V. Domaszewski, en Heidelb. Sitzungsber., XIII (1918), p. 141. En Egipto, los epimeletes hacían su suministro a las tropas por orden firmada del dioecetes; véase antes, P. Oxy. 1115, p. 17.

20. Me cito a mí mismo: «The main objection to my reconstruction may be that the point designed with the terms Ratas and Ratis seems to be about 3 miles north of Leicester. It is not easy in this case to argue on the assumption of a junc-

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21. Se ha omitido en esta versión del texto la transcripción literal de la cita de van Berchem, que se ha reproducido en el primer párrafo de la sección anterior («Los planteamientos de Dennis van Berchem»). De igual modo, se ha alterado la frase de enlace con el párrafo siguiente, para mantener el sentido inicial [N. del Ed.]

UNA CUESTIÓN DE GEOGRAFÍA HISTÓRICA: TRES ARTÍCULOS SOBRE EL PROBLEMA DE GIBRALTAR1

22. Gerhard Radke, Viae publicae romanae, Bologna, 1981: 58

¿UTRECHT? NO, GRACIAS

tion at Thurmaston, as the road runs southwards through Leicester, or very close to the center of the town. I leave this problem». G. Arias, «Grammar in the Antonine Itinerary. A challenge to British Archaeologists», Kobie 2002.

23. Raymond Chevallier, Voyages et déplacements dans l’Empire romain, París, 1988: 63 24. Yerra Benítez de Lugo, por ejemplo, al decir que «Arias defiende la hipótesis de que las mansio se construían fuera de las vías por distintos motivos» (op. Cit., p.22, n. 14). Lo que yo he dicho en varios lugares es: a) que las grandes vías romanas seguían su rumbo dejando a menudo a las ciudades, especialmente a las indígenas, a un lado u otro; b) que las villae privadas podían no tener interés en estar a la vera de una vía frecuentada por unidades militares. Pero las mansiones, por supuesto, están al borde de las vías. 25. En la parte hispánica de los Vasos Apolinares la longitud de las etapas va de un mínimo de 9 millas a un máximo de 37. En el Itinerario de Antonino las oscilaciones son muchísimo mayores.

En Utrecht se firmó en 1713 el tratado que reorganizaba el mapa de Europa y el equilibrio de las potencias tras la Guerra de Sucesión de España, que había durado 12 años. Un solo artículo, el 10, se refería a Gibraltar. Los demás tratan de cuestiones que no tienen hoy la menor actualidad, incluido el artículo 11 por el que España cedía a Gran Bretaña la isla de Menorca. Cuando se habla, todavía hoy, de la vigencia de este tratado, hay que entender por lo tanto que se habla a lo más de su artículo 10, y en realidad a una pequeña parte de él, como veremos. Conviene, pues, conocer el texto exacto de aquel artículo para juzgar de la solidez o liviandad de la argumentación basada en el mismo. Helo aquí traducido del latín, que era entonces el idioma de los textos internacionales: «El Rey católico, por sí, por sus herederos y por sus sucesores, cede por este Tratado a la corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto y las defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad para que la tenga y goce absolutamente, con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno; pero para evitar los abusos y fraudes que podría haber en la introducción de las mercancías, quiere el Rey católico, y supone que se entiende así: que la dicha propiedad se cede a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial, y sin comunicación alguna abierta con la región circunvecina de parte de tierra. Y como la comunicación con las costas de España por vía marítima no puede estar abierta y segura en todos tiempos y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad de Gibraltar se vean reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey católico sólo evitar la introducción fraudulenta de mercancías como se ha dicho con el comercio de tierra, se ha convenido que en estos casos se pueda Adquisición de Publicaciones a dinero de contado en la región de España circunvecina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas de la guarnición y de los vecinos y navíos que estuvieren en el puerto; pero si se aprehendieren algunas mercancías introducidas por Gibraltar ya para permuta de víveres, o ya para otro fin, se adjudicarían al Fisco, y dando queja de esta contravención del presente Tratado, serán castigados severamente los culpables: Y S.M. Británica, a

1. Los tres artículos siguientes proceden de la web «Gibraltar, Puertas Abiertas», alojada en www.gonzaloarias.net

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instancia del Rey católico, consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que Judíos ni Moros habiten, ni tengan domicilio en dicha ciudad de Gibraltar y que no se dé entrada ni acogida a los navíos de guerra de los moros en el puerto de aquella ciudad, con que se pueda cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por los Moros; y como hay tratados de amistad y libertad y frecuencia de comercio entre los vasallos Británicos y algunas regiones de la costa de África, se ha de entender siempre que no se les puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los Moros y sus navíos que sólo vienen a comerciar. Promete también S.M. la Reina de la Gran Bretaña que a los habitantes de la dicha ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la religión católica Romana. Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciera conveniente dar, vender o enajenar la dicha ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción, antes que a otros para redimirla». Tal es el añejo texto al que las artes de la diplomacia, desde el ministro Castiella, pretenden dar continuada vigencia. (No siempre fue así: el diplomático español José Lion Depetre defendió en 1954-55 la tesis de la caducidad del Tratado de Utrecht con abundantes argumentos: cláusula rebus sic stantibus, desaparición de 10 de los 17 Estados signatarios, incumplimiento, etc.) Castiella, desde mucho antes de ser ministro de Franco, sostuvo la tesis de la vigencia del susodicho artículo, creyendo ver en él una justificación de las medidas de bloqueo y un arma para reivindicar la soberanía. La tesis no sólo fue aceptada de buen grado por los negociadores británicos desde 1966 (¡se les servía en bandeja un título jurídico que validaba la presencia británica en el Peñón!), sino que por el cauce de esa interpretación jurídico-política han discurrido después todos nuestros ministros de asuntos exteriores sin excepción. Pero ¿qué es lo que puede estar vigente del famoso artículo 10? Una lectura cuidadosa nos conduce a sistematizar así sus disposiciones: 1ª y principal: Se cede perpetuamente a Gran Bretaña la propiedad de la ciudad y el castillo de Gibraltar, con su puerto y las defensas y fortalezas que le pertenecen, pero «sin jurisdicción territorial». 2ª: No podrán introducirse en España mercancías procedentes de Gibraltar; las que se aprehendieren se adjudicarán al Fisco. 3ª: Para evitar tal introducción no habrá comunicación con la región circunvecina por parte de tierra. 4ª: No obstante, cuando la comunicación por mar sea insegura, podrán Adquisición de Publicacionesse provisiones en España para llevarlas a Gibraltar por tierra. 5ª: No habitarán en Gibraltar judíos ni moros. 6ª: No podrán entrar en el puerto navíos de guerra de los moros. 7ª: Se permitirá la práctica de la religión católica. 8ª: En caso de venta o enajenación de la ciudad, España tendrá la primera opción. La primera disposición fue violada desde el momento de la firma por Gran Bretaña, que se apropió mucho más de los allí cedido. Es conocido el caso de las tierras del istmo, de cuya ocupación abusiva se ha hablado en todos los to-

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En trama, la zona cedida a Gran Bretaña en el Tratado de Utrecht.

nos. Pero sorprende que desde posiciones españolas no se advierta casi nunca que la extralimitación británica es muchísimo mayor. No deberían pasar a poder de los ingleses según lo convenido en Utrecht, por estar claramente extramuros, toda la parte meridional del Peñón, al sur de la Muralla de Carlos V, ni tampoco la escarpada costa oriental con la Caleta o Bahía de los Catalanes. Que la jurisdicción de la plaza cedida no ha de ir más allá de sus muros es una condición explícita en la expresión «sin jurisdicción territorial». (La tesis de Castiella según la cual esa expresión se traduciría «sin soberanía» es insostenible y ha sido abandonada por sus sucesores: basta observar que el artículo 11 del mismo tratado no contiene tal expresión cuando se trata de la cesión de la isla de Menorca. Ambas cesiones fueron cualitativamente iguales en lo jurídico, pero hubo una diferencia cuantitativa: una plaza fuerte sin campo contiguo en un caso, toda la isla en otro caso.) En suma: esa primera disposición, interpretada literalmente, no puede aplicarse a mucho más de una quinta parte del Gibraltar actual. Y es que no se quiere ver que el artículo se redactó en Utrecht sin tener absolutamente en cuenta la topografía del lugar, tal vez por personas que nunca habían visto el Peñón ni disponían de mapas buenos ni malos. Ni una mención de la Roca, del istmo o de un topónimo menor orientador. Se diría que los negociadores de Utrecht imaginaban una típica ciudad costera, separada de la «región circunvecina» por un recinto amurallado más o menos semicircular. Por supuesto que también España violó esta disposición. Lo hizo en 1727 y en 1779, cuando trató de recuperar por las armas lo que había «cedido» a perpetuidad. Y en buena lógica, si sostenemos que esta cesión perpetua está vigente, ¿cómo es que pedimos que el Peñón vuelva a España?

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Las puertas en la muralla de Carlos V, límite sur de lo cedido en Utrecht. Junto a la puerta que lleva el escudo de Carlos V, la abierta por los británicos Una vista poco conocida de la vertiente mediterranea del Peñón, no cedida por España según la interpretación literal del Tratado de Utrecht

La segunda disposición fue violada pronto, y cada vez con más continuidad y en mayor escala, sobre todo por ciudadanos españoles, aunque también británicos, de manera que había caído en desuso cuando Castiella entra en el gobierno. Los controles aduaneros que entonces y después se aplicaron y aún se aplican intermitentemente nada tienen que ver con la prohibición absoluta de 1713 respecto a la introducción de mercancías. También la tercera disposición ha sido secularmente ignorada. No parece muy serio decir que el cierre de la frontera en el período 1969-1982 fue sencillamente la aplicación de una disposición de 1713 que por descuido había quedado en suspenso durante 256 años. La cuarta disposición contiene una excepción según la cual se admite implícitamente la comunicación marítima (oficialmente prohibida o restringida por el Gobierno español en 1969-1982) y explícitamente la terrestre en ciertos casos. Es España la que ha infringido aquí lo convenido. La quinta disposición no fue casi nunca cumplida, como es natural. Sí lo fueron, en general, la sexta y la séptima. La octava disposición fue violada, según Castiella, por el limitado grado de autonomía concedido por Gran Bretaña a los gibraltareños, y especialmente por el referéndum de 1967 que les dio la posibilidad de expresar su preferencia por la soberanía británica o española. (La palabra «autonomía» sólo empezó a utilizarse en las ofertas españolas a los gibraltareños en 1973, con López Bravo en Asuntos Exteriores.) Muy recientemente, marzo de 2001, el ministro

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Piqué ha aplicado de nuevo el criterio Castiella al protestar enfadado ante la perspectiva de una posible modificación de la constitución gibraltareña que reconozca el derecho de autodeterminación. En resumen: de las ocho disposiciones en que hemos desmenuzado el manoseado artículo 10, sólo dos han sido y son bien observadas. Las otras seis son o han sido infringidas de manera flagrante, como reconoce la propia doctrina oficial española, cuando no son nuestras mismas autoridades las que las infringen. ¿Tiene sentido entonces hablar de la vigencia de lo acordado en Utrecht? ¿Nos damos cuenta de lo ridículo que es sostener tal vigencia, y pedir al mismo tiempo a Gran Bretaña su consenso para rescindir el Tratado? ¿No sería mucho más sencillo, y sobre todo mucho más conforme a la verdad, declarar unilateralmente que el Tratado de Utrecht no tiene más valor que el histórico, ya que hoy las partes interesadas no lo cumplen, y no hay una autoridad supranacional que pueda obligarlas a cumplirlo? Veo la objeción: si el Gobierno de España hiciera eso, perdería el derecho a la primera opción en caso de retirada británica, y dejaría el camino expedito para la independencia de la pequeña colonia. Lo que está vigente del Tratado de Utrecht -podría argumentarse- es sólo la disposición sobre retrocesión a España en caso de desistimiento británico. Reconozco que esta forma de argumentar tiene alguna base jurídica, aunque quizá habría que precisar que la disposición sobre primera opción de España es válida no tanto por haber

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sido acordada en Utrecht como por mutuo consenso de los gobiernos de nuestros días. Llegados aquí, creo que hay que desmarcarse del análisis jurídico y plantearse otro tipo de preguntas. ¿Por qué ese empeño en obstaculizar la autodeterminación gibraltareña? Para España y para los españoles, ¿es realmente un Gibraltar británico preferible a un Gibraltar gibraltareño? El objetivo de un Gibraltar desmilitarizado, sin duda preferible para todos, ¿no es más alcanzable dando mayor poder de decisión a los gibraltareños? La alarma y el peligro que el asunto del submarino Tireless han llevado a Gibraltar y al Campo de Gibraltar, ¿podrían repetirse si se consumara la total retirada del ejército británico del Peñón, y si los gibraltareños tuvieran el control real de su puerto? Sinceramente: creo que ya es hora de dar por caducos los planteamientos jurídicos que un ministro de Franco, movido por un tipo de patriotismo que entonces parecía obligado, dio a la disputa sobre Gibraltar.

LA TRILOGÍA MELILLA, CEUTA, GIBRALTAR2 I – Un paralelismo que se pretende ignorar El ex ministro Fernando Morán ha rememorado recientemente en El País la declaración relativa a Gibraltar firmada hace diez años en Bruselas por él mismo y el entonces titular del Foreign Office británico, sir Geoffrey Howe. Considera Morán que aquel texto «fue un avance notable en el camino de la resolución del contencioso», incluso «uno de los más decisivos de la larguísima historia de nuestra reivindicación», y explica desde las primera líneas de su largo artículo que la importancia de aquel instrumento estriba en que «el Gobierno británico aceptó tratar todos los temas referentes a Gibraltar, incluido expresamente el de la soberanía». Sea por puro azar, sea por una travesura del ajustador de páginas, el citado artículo iba flanqueado en El País por un suelto que recogía las reacciones marroquíes ante la disposición mostrada días antes por Felipe González para dialogar sobre Ceuta y Melilla y la rotundidad con que el ministro Solana declaró inmediatamente después que «no hay nada que negociar en lo que concierne a la soberanía española» sobre estas dos ciudades. Hay que estar muy ciego para no ver que la diplomacia marroquí, consciente o inconscientemente, adopta respecto a las plazas hispanoafricanas unas orientaciones y unos argumentos que parecen calcados de la diplomacia española respecto al Peñón, y tropieza con resistencias y reticencias españolas que se parecen como un huevo a otro a las resistencias y reticencias británicas frente a la reivindicación española. En uno y otro caso asistimos al juego de conjugar los verbos «hablar», «tratar», «dialogar», «negociar» de, sobre, respecto a la soberanía, para marcar matices con los que se pretende contentar, en cada país, tanto a los partidarios de la firmeza como a los que apuestan por la flexibilidad. El lastre españolista

Asedio de Gibraltar en 1779-1782. Durante esos años los españoles ocuparon prácticamente todo el istmo, construyendo trincheras en la zona que en tiempos de paz se consideraba «neutral». Publicado originalmente en el libro «Gibraltareños y gibraltarófagos», 1975

Fernando Morán, político socialista de cuya sincera opción por la democracia y la libertad no es lícito dudar, y que ha conservado un crédito de honradez, ecuanimidad, congruencia e inteligencia que para sí quisieran algunos de los que trataron de desacreditarle con bromas de gusto dudoso, arrastra sin embargo en la cuestión de Gibraltar el lastre de un tipo de nacionalismo españolista del que todavía no sabe librarse casi ningún político, incluidos los que dicen estar más a la izquierda que él. Es lástima. Somos muchos los que creemos que, en este asunto, tanto el pueblo llano como numerosos intelectuales y pensadores tienen más sensibilidad que los políticos para el espíritu de los tiempos. Es cierto que los políticos de la democracia han rectificado algunos de los errores garrafales del franquismo respecto a Gibraltar. Se ha abierto la frontera (con restricciones), se ha abandonado el lenguaje injurioso frente a los yanitos, se

2. Un trabajo parecido sobre este tema, con el título «Gibraltar, Melilla, Ceuta: invitación a la congruencia», fue ofrecido al diario EL PAÍS en 1987. Se me dijo que el tema era interesante, pero su extensión excesiva. «Si puede usted reducir el artículo a unos tres folios y medio, es probable que pueda ser publicado en EL PAIS». Operada la reducción, no obtuve ya respuesta.

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ha aceptado la presencia de sus representantes entre los negociadores (o dialogantes) británicos e incluso se habla —como lo hace Morán— de aceptar «la situación cultural, social, de nacionalidad de los habitantes». Pero está claro que esta pretendida generosidad no parece suficiente a los gibraltareños, quienes lo que no quieren es perder el control, de su territorio, aunque se les dore la píldora en forma de «condominio» durante un período de transición. ¿Tan difícil es esto de comprender? Pues quienes no lo comprendan deberían pensar en la respuesta que darían los habitantes de Ceuta y Melilla a una similar propuesta de condominio hispanomarroquí sobre sus ciudades como preparación para el traspaso cabal de soberanía. Lo que diferencia, lo que separa Por supuesto que hay notables diferencias demográficas, culturales, geográficas, históricas, políticas y otras que hacen que los tres enclaves no sean totalmente homologables, como los hay también, aunque menores, entre el caso de Ceuta y el de Melilla. Gibraltar es un crisol en el que se han fundido pobladores de diversos orígenes, mientras que las poblaciones de las otras dos ciudades son homogéneamente españolas, salvo la adición de una fuerte minoría de origen marroquí que no se mezcla con la mayoría. La presencia constante de la lengua española en Gibraltar junto a la inglesa contrasta con la nula presencia de las lenguas africanas en el sector mayoritario de las plazas hispanoafricanas. Por su estilo de vida, sus costumbres, su cultura y su religión, los gibraltareños están mucho más cerca de los españoles que los ceutíes y melillenses de los marroquíes. Ceutíes y melillenses son y se sienten españoles por la sangre, mientras que la opción británica de los yanitos tiene más bien bases políticas, históricas y sociales. En cuanto a los respectivos territorios, las fronteras ceutíes y melillenses se dilataron extraordinariamente el pasado siglo, cosa que no ocurrió en Gibraltar aunque algunos propagandistas españoles hayan pretendido otra cosa con una interpretación discutible de los hechos históricos. (De hecho, hubo una progresión cualitativa en la ocupación británica de la tierra llana al pie del Peñón, que de deshabitada y «neutral» en el sentido de «desmilitarizada» fue pasando a contener construcciones, el cementerio, cuarteles, el aeropuerto y viviendas; pero no

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una progresión cuantitativa, ya que el propio límite fronterizo permaneció prácticamente estacionario desde 1713.) Hay que reconocer también la diferencia —cuya importancia capital se complacen en subrayar muchos de nuestros apologetas— que se refiere a los mejores títulos históricos españoles sobre Ceuta y Melilla (o al menos sobre los núcleos originales de sus territorios) en comparación con la acción bélica que dio origen a la presencia británica en el Peñón. Ceuta, que ya era secularmente portuguesa en 1640, optó voluntariamente por permanecer fiel a la corona española cuando en esa fecha los portugueses se rebelaron contra Felipe IV. Melilla, se dice, estaba abandonada en una zona disputada entre los reinos de Fez y Tremecén cuando en 1497 fue ocupada por iniciativa del Duque de Medina Sidonia. Todas estas diferencias pueden jugar un papel en el pleito político, y no siempre en el sentido que desearían quienes las esgrimen como argumentos en favor de una tesis determinada, como veremos en un próximo artículo. Pero en mi opinión no deben hacer olvidar el paralelismo profundo de las situaciones, al que he querido referirme con la palabra «trilogía». Una trilogía, dice el diccionario, es un «conjunto de tres obras dramáticas que tienen entre sí enlace histórico o unidad de pensamiento». Estamos escribiendo entre todos tres obras, que lógicamente deberían tener también una unidad de desenlace. Y a veces nos estremece el pensamiento de que algo de tragedia griega puede haber en efecto en estas tres historias, por la obstinación con que ciertos protagonistas -se supone que animados de nobles intenciones- acumulan gestos que van a labrar su propia desdicha, pese a las voces de alerta de quienes desean salvarlos y ante el asombro impotente de los espectadores. Pero no caigamos en el fatalismo. El desenlace no tiene por qué ser trágico. II – Las fronteras Decía en mi anterior artículo que los argumentos manejados en los pleitos paralelos de las tres ciudades mediterráneas no siempre obran en el sentido deseado por quienes los esgrimen. El apasionamiento nacionalista, los prejuicios y la

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pereza mental hacen a menudo que demos por buenas sin someterlas a la criba de nuestra razón algunas afirmaciones que se transmiten de autor en autor sencillamente porque nos parece que llevan el agua a nuestro molino. Pero cuando se trata de datos históricos comprobables, su manejo partidista, su ocultación o su presentación desfigurada son peligrosos -cuando no inmorales-, pues pueden volverse contra nosotros. Eso ocurre con los aspectos territoriales de nuestros contenciosos, y a ambos lados del mar, como vamos a ver.

Y la verdad es que la mayor parte, con mucho, de los territorios que hoy tienen Ceuta y Melilla (alrededor del 80 por ciento en el primer caso y más del 95 por ciento en el segundo) fueron arrebatados a Marruecos por la fuerza de las armas el pasado siglo mediante guerras típicamente coloniales, hasta llegar a las fronteras actuales, consagradas esencialmente tras la batalla de Wad-Ras (1860). No es, pues, el argumento de los títulos históricos el que nos puede valer para afirmar la españolidad de estas dos plazas.

Un ejemplo de ocultación tendenciosa es lo que suele ocurrir con las fronteras de Ceuta y Melilla.

Por fortuna puedo ofrecer a los lectores una prueba del aludido ensanchamiento de las fronteras españolas en África. Los planos que ilustran este artículo, bastante elocuentes para ahorrarnos más comentarios, están tomados de la obra de José Mª Cordero Torres Fronteras Hispánicas, editada por el Instituto de Estudios Políticos en 1960.

Los datos sobre Ceuta y Melilla En el tomo II del Atlas de España de Aguilar publicado recientemente en fascículos por El País se incluyeron una serie de interesantes planos de las ciudades españolas con indicación de las etapas históricas de su crecimiento. Al llegar a Ceuta y Melilla, sin embargo, se las despachó con un par de fotos y algunos datos estadísticos, pero sin plano alguno, ni histórico ni actual. ¿Por qué? También es difícil encontrar en las publicaciones oficiales, incluidos los simples folletos de turismo, planos completos de las fronteras de estas ciudades. Uno no puede por menos de pensar que aquí hay gato encerrado. Cuando dije que, en comparación con los títulos británicos sobre Gibraltar, podrían ser mejores los títulos históricos españoles sobre Ceuta y Melilla, añadí la restricción: o al menos sobre los núcleos originales de sus territorios. La restricción es tan importante que no sólo anula el argumento de los historiadores nacionalistas, sino que incluso se vuelve contra ellos. En efecto: ¿de qué sirve lavar el pecado original de agresión colonialista al 20 y al 5 por ciento respectivamente de los territorios ceutí y melillense, si a continuación hemos de reconocer que el 80 y el 95 por ciento restantes están manchados de ese pecado? No faltará quien me tache de antipatriota por recordar estas cosas que muchos quisieran borrar u ocultar. Acepto el riesgo, pero quisiera afirmar con fuerza mi convicción de que un recto patriotismo no puede basarse en la ocultación ni en la mentira. Sólo rindiendo homenaje a la verdad podremos forjar un futuro de concordia.

Los hechos en Gibraltar Si pasamos ahora a la frontera de Gibraltar, encontraremos un parecido desconocimiento o presentación sesgada de hechos históricos por uno y otro lado, en un esfuerzo de cada cual por favorecer la que cree su causa. Está ante todo la idea generalmente admitida de la vigencia del artículo X del Tratado de Utrecht de 1713, tesis defendida por el ministro Castiella en tiempos de Franco y acogida con complacencia por los ingleses. Castiella y su equipo querían subrayar así que la zona del istmo nunca había sido cedida, y los diplomáticos británicos se aferraron a Utrecht para dar una base jurídica, aunque fuese mínima, a su soberanía sobre el Peñón. Pero esta interpretación forzada de un documento histórico puede volverse contra los unos y contra los otros. Contra los ingleses primero, y en mucho mayor medida de lo que se suele decir. Si en Utrecht se cedió únicamente «la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto y las defensas y fortalezas que le pertenecen», es evidente que no se cedió la zona del istmo en donde está hoy el aeropuerto; pero no menos evidente, aunque nadie hable de ello, es que no se cedió tampoco la extensa zona situada al sur de la Muralla de Carlos V, ni toda la vertiente mediterránea del Peñón, tierras situadas extramuros de la ciudad y en las que no había en 1713 defensas o fortalezas pertenecientes a ella. Contra los españoles también: porque la idea misma de que la «extralimitación» inglesa respecto a Utrecht se extiende también a toda la mitad sur del Peñón, a la Caleta, etc., que por lo tanto serían hoy jurídicamente españolas, es tan insólita, que viene a ser una reductio ad absurdum que invalida el argumento de la vigencia de lo firmado tantos años atrás en la ciudad holandesa. Lo mismo cabe decir del argumento que a veces se oye de que en Utrecht no se cedieron aguas territoriales, siendo por lo tanto españolas todas las aguas que circundan al Peñón, excepto las del puerto primitivo. De hecho, las autoridades españolas han admitido siempre el control británico sobre una buena parte de tales aguas, así como del espacio aéreo correspondiente, definido con precisión en el Libro Rojo de Castiella (1968).

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Flanco oriental del Peñón, desde la playa de La Alcaidesa

Es sorprendente, en verdad, que tanto España como el Reino Unido coincidan en afirmar la vigencia de un tratado que a lo largo de los siglos, y casi desde el momento de su firma, ha sido violado reiteradamente en casi todas sus disposiciones por ambas partes. ¿No sería más fácil, más realista y más conforme a la verdad decir que Gibraltar ha pasado a ser británico por la ley del más fuerte, la misma ley que ha hecho la mayoría de los cambios de fronteras en la historia?Pero atención: el reconocimiento de este hecho histórico no quiere decir que nosotros, ciudadanos de una época que pretende afirmar como valores universales la democracia y los derechos humanos, debamos seguir acatando la ley del más fuerte, ni tratando de imponerla si ella nos favorece. Tampoco esa ley debería estar hoy vigente. Hay otros medios de resolver los conflictos. A ello me referiré en el último artículo de esta serie.

III – Oteando el futuro Un escenario complaciente Pueden concebirse varios «escenarios» para el futuro de Melilla, Ceuta y Gibraltar. El que nuestros políticos se complacen en imaginar es al parecer la prolongación indefinida de la soberanía española en las dos primeras ciudades y la recuperación de la tercera por decisión de un gobierno británico dispuesto a reparar viejos o no tan viejos agravios, sea por propio y generoso impulso, sea cediendo a unas represalias hostigadoras en la frontera que, a decir verdad, no parecen muy propiciatorias de arreglos pacíficos. Cual-

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quiera que sea la verosimilitud de tal escenario —no mucha, a mi juicio—, hay que preguntarse si de esta manera se resolverían los problemas o si, por el contrario, se crearían otros mayores. Poca imaginación muestran nuestros patriotas reivindicacionistas al no pensar en el foco ulceroso que constituiría en el tejido nacional un Gibraltar reintegrado a España contra los deseos de sus habitantes, al no tener en cuenta la previsible degradación de la seguridad ciudadana, de la economía y de la convivencia en el Peñón y su entorno y, sobre todo, al cerrar los ojos al lógico efecto bumerán sobre Ceuta y Melilla. Un Gibraltar español actuaría como poderoso revulsivo sobre el nacionalismo marroquí y sería en definitiva una sentencia de muerte a la españolidad de Ceuta y Melilla. Una hipótesis belicista Otro escenario temible, y lamentablemente no inverosímil a plazo largo o medio, sería uno en que la alteración del status quo viniese de Marruecos. Que triunfe el islamismo integrista en el país vecino, con o sin derrocamiento de la monarquía, y las armas marroquíes —esas que ahora vende España— se volverán contra los enclaves españoles. Y es sabido —cualquier militar lo confirmará— que Ceuta y Melilla son militarmente indefendibles, a no ser que se quiera hacer una guerra por todo lo alto con bombardeos destructores de Rabat, Fez, etc. Lo previsible en este caso si continúa la actual política del avestruz es, por lo tanto, la desbandada, la claudicación ante la violencia, la vergüenza nacional, el ridículo por haber alimentado el reivindicacionismo ajeno y no haber satisfecho el propio, las acusaciones y reproches de todos contra todos... ¡Desdichado el gobierno al que le

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toque ese trance, aunque no sea más culpable de ceguera que los anteriores! Magro consuelo será que los historiadores digan el día de mañana que hubo antes de la catástrofe algunas voces previsoras que no fueron escuchadas. La corriente abandonista También cabe imaginar, aunque parezca poco probable, una cesión española progresiva, pactada y pacífica de las funciones de soberanía sobre Ceuta y Melilla. Hay que admitir que tanto entre los ciudadanos españoles en general como entre los políticos existe una corriente de pensamiento abandonista. Según este escenario, sería esa corriente la que llegase a definir la política nacional frente a las demandas marroquíes. Siempre sería más digna tal política que una de fanfarronería rematada con una catástrofe. Pero su viabilidad en un marco pacífico tropezaría, como en el escenario primeramente evocado respecto a Gibraltar, con la segura oposición de los habitantes de las correspondientes ciudades. Una alternativa más luminosa ¿No habrá entonces ningún escenario más luminoso, más deseable? Por supuesto que lo hay, y su visión anticipadora es el objetivo con el que quisiéramos concluir nuestras reflexiones. Más de una vez he dicho que todo proceso de conciliación requiere que cada una de las partes en la disputa, en lugar de anclarse en la denuncia obstinada y reiterativa de los agravios recibidos de la parte contraria, empiece por reconocer sus propios yerros o entuertos: los marroquíes los suyos, los ingleses los suyos, los españoles los suyos. Soy español, y por eso no quiero referirme ahora a los entuertos que los otros deberían reconocer, sino sugerir los pasos de acercamiento que España podría dar. Ante todo, reconocer que en nuestro tiempo no es de recibo el «patriotismo territorial», que pone la que llamaríamos «redondez» del territorio (integridad dicen ellos) por encima de los intereses, deseos y sentimientos de las poblaciones. Son las poblaciones, mucho más que las tierras, las que constituyen una patria. Es el principio democrático el criterio principal que ha de guiarnos hacia la solución de los conflictos de soberanía. Esto significa que es un agravio negar a los gibraltareños voz y voto en las negociaciones sobre su futuro. Significa, incluso, que el primer e imprescindible paso español de acercamiento debe ser una declaración solemne de renuncia a imponer la soberanía española en Gibraltar mientras sus habitantes no la deseen. Tal declaración facilitaría muchas cosas, y por carambola nos daría una buena base negociadora ante Marruecos.

También debemos reconocer el agravio, todavía no remediado aunque se hayan adoptado algunas medidas positivas en ese sentido, del trato discriminatorio dado a los pobladores musulmanes de Ceuta y Melilla. No ya por justicia, sino por interés propio deberíamos fomentar con decisión una política social y cultural que haga sentirse a estos sectores de las poblaciones africanas (que por la tendencia demográfica llegarán un día a ser mayoritarios) plenamente a gusto bajo el pabellón español. Una auténtica política de acercamiento y convivencia interracial e intercultural sería el mejor antídoto frente al peligro antes evocado de que un día se despierte un integrismo islámico en Marruecos. Abiertos al futuro ¿Estoy con estas sugerencias proponiendo unas políticas cuyo objetivo último sería el mantenimiento del régimen y de la soberanía actuales en las tres ciudades de que hablamos? No quisiera que se me entendiese así. Creo que un político realista y hábil es el que deja siempre ventanas abiertas hacia el futuro, y no el que se obstina en considerar inmutables tales o cuales esquemas jurídicos o políticos. El principio esencial, insisto, es el democrático. Pero las poblaciones (su voluntad, sus intereses, sus sentimientos) son por naturaleza un ente en devenir, no un factor que quede anquilosado en la historia. A los diplomáticos, a los juristas y a los políticos de los tres países y de las tres ciudades de que tratamos incumbiría la misión de encontrar fórmulas para que se exprese periódicamente el sentir democrático. España no debe ni puede entregar a ceutíes y melillenses a una soberanía que ellos no desean; pero sí podría conceder al Gobierno marroquí el derecho a formular a ceutíes y melillenses cada diez, cada veinte o cada treinta años, por vía de referéndum, una pregunta sobre su españolidad o marroquinidad, o de presentarles una propuesta de reforma del estatuto de sus ciudades. Parecido arreglo, mutatis mutandis, podría dejar abierto el futuro de Gibraltar. Los patriotas añorantes de la integridad territorial podrían así poner su empeño en conseguirla mediante un esfuerzo de concordia y acercamiento, y no intercambiando acusaciones e improperios.

Frente a nuestro vecino del sur, el agravio en que hemos incurrido hasta ahora es el de negarnos a hablar de lo que ellos quieren (poco importa que a ese hablar se le llame «reflexionar juntos», «negociar», «dialogar»...). Hablemos de soberanía, ¿por qué no?, del mismo modo que los gobernantes británicos tuvieron un día el valor de hablar de soberanía sobre Gibraltar, aunque ello alarmase a los gibraltareños. Hablemos, aunque sólo sea para proclamar nuestra convicción de que no sería justo decidir algo entre Madrid y Rabat pasando por alto los sentimientos y deseos de las poblaciones interesadas.

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ALEGATO POR UN GIBRALTAR GIBRALTAREÑO1 ¿Conocen ustedes la historia de los dos locos clasificromáticos? Yo se la contaré. Hay muchas clases de locura, pero la clasificromacia no ha recibido suficiente atención de los siquiatras. ¿Ustedes tampoco han oído nunca hablar de ella? Pues sin embargo no debe ser tan infrecuente, porque un buen día coincidieron dos locos clasificromáticos en el Museo del Prado de Madrid. Su chifladura era al parecer inofensiva. La habían tomado con una obra maestra de Velázquez, el Cuadro de las Lanzas, y pretendían definirlo científicamente midiendo y clasificando todas las superficies cromáticas del mismo. Por ejemplo: - Casaca del soldado holandés en primer plano, 5.310 centímetros cuadrados, color ocre. - Llave que entrega el vencido al vencedor, 13 centímetros cuadrados, negro verdoso. - Patas del caballo, 940 centímetros cuadrados, blanco. Y, como su manía era coincidente, nuestros dos locos fueron así catalogando por color y extensión, tomándose muy en serio su trabajo, las vestimentas de los soldados, las banderas, las lanzas, y hasta los rostros, barbas y bigotes. Pero un día, después de catalogar el cuerpo del caballo, se atascaron en su cola. -

Es negra – decía uno. Es castaña, como el caballo mismo – decía otro. ¡Pero hombre, pareces daltónico! ¡La daltónica será tu madre! Y como las voces se elevaban y la disputa tomaba mal cariz, intervino apaciguador un vigilante del museo. El cual, erigido en árbitro por ambas partes, dictaminó: - La cola del caballo es color... ¡cola de caballo! * * * Paréceme que muchos políticos miran el mapa de Europa (o de cualquier continente) con los mismos ojos que nuestros locos miraban su cuadro. Cada superficie terrestre tiene que tener su «color» convencional, no se admiten pinceladas inclasificables. Y me temo que si trato de aplicar este apólogo a la manía de quienes quieren creen imprescindible catalogar a Gibraltar como «inglés» o como «español», más de uno me llamará cosas peores que daltónico. Se dice que la reivindicación de Gibraltar es una de las pocas cosas en que hay unanimidad entre los españoles. Apenas hay líder político, del gobierno o de la oposición,

1. Artículo publicado en Panorama (Gibraltar, enero de 1982) y en El Ciervo (Barcelona, febrero del mismo año)

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que no haya hablado en términos de fervor patriótico de «recuperar Gibraltar», «devolver el Peñón a la soberanía española», «restaurar nuestra integridad territorial», etc. Es muy difícil para un español, por muy independiente e inconformista que pretenda ser, plantearse siquiera la pregunta de si la inmensa presión que ejercen sobre uno generaciones enteras de patriotas no nos está forzando a tomar partido irreflexivamente, sin ejercitar nuestro propio sentido crítico. ¿Cuántos de los que dicen vibrar de amor patrio se han molestado en compulsar y analizar a la luz de su razón los datos geográficos con los humanos, en escuchar a los directamente interesados, en considerar si los planteamientos de tiempos de Felipe V siguen siendo hoy válidos? Pues bien, ya es hora de que alguien se atreva a discrepar. Lancemos el desafío: NO ESTOY DE ACUERDO EN QUE ESPAÑA DEBA CONSIDERAR COMO OBJETIVO IRRENUNCIABLE DE SU POLÍTICA EXTERIOR LA INCLUSIÓN DE GIBRALTAR EN EL ÁMBITO DE SU SOBERANÍA. NO ESTOY DE ACUERDO EN QUE ESA SEA NECESARIAMENTE LA MEJOR SOLUCIÓN DEL PROBLEMA NI PARA LOS GIBRALTAREÑOS, NI PARA LOS CAMPOGIBRALTAREÑOS, NI PARA LOS ESPAÑOLES EN GENERAL (AUNQUE QUIZÁ LO FUERA PARA LOS INGLESES). Ya está dicha la barbaridad. Preparémonos ahora a aguantar la tormenta. * * * Para tratar de pensar sin prejuicio, yo invitaría a los lectores, y en especial a los campogibraltareños, a dedicar una brevísima reflexión a algunos de los sectores del vivir cotidiano en que se manifiestan los atributos de la soberanía, tratando de imaginar lo que nosotros consideraríamos como solución más conveniente en cada caso. Estos sectores podrían ser: Moneda: ¿Qué sería más práctico para unos y otros? ¿La adopción de la moneda española en Gibraltar o la continuación de la inglesa? Me refiero naturalmente a una situación normal, de frontera abierta y contactos comerciales cotidianos. Sí, seguramente sería deseable la unificación monetaria con España. Muchos nos ahorraríamos el tener

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que llevar dos monederos encima, y se simplificarían los intercambios. En este aspecto, yo estaría de acuerdo en desear un Gibraltar español.[1] Sellos de correos: ¿Qué imagen pondríamos en ellos? ¿La de Juan Carlos I o la de Isabel II? ¿O ninguna de las dos, como es lo más frecuente en la actualidad? A primera vista la cuestión parece nimia, pero no lo es tanto. La filatelia tiene hoy una importante proyección cultural y comercial en el mundo y es sabido que en Gibraltar tiene muchos adictos. Más vale dejar a los gibraltareños su autonomía filatélica. Idioma oficial: Una vez aceptado oficialmente en España el biligüismo de ciertas regiones autónomas, se va abriendo paso entre nosotros —a veces con dificultad— la idea de que un bilingüismo cultivado desde la infancia no sólo no es un estorbo, sino que enriquece la personalidad del individuo. Para Gibraltar, nadie dudará que lo ideal es corroborar y fomentar oficialmente el uso de ambos idiomas, inglés y español. Enseñanza: Quien tenga alguna duda sobre los medios que las autoridades de Gibraltar y del Reino Unido ponen a disposición de las escuelas de la ciudad vecina, en comparación con los medios de que disponen las escuelas de La Línea, debería hacer una visita, aunque fuera breve, a unas y otras. Por favor, no quitemos a los yanitos una de las mejores cosas que Inglaterra les ha dado. Hacienda pública: ¿Ganaría mucho el Campo de Gibraltar o España en general con que los habitantes del Peñón pagaran su impuesto sobre la renta a la Hacienda española? Seguramente caben distintas respuestas a esta pregunta, pero en todo caso no hay que hacer abstracción de la otra cara del problema: la ayuda financiera, directa o indirecta, que el Gobierno de Londres aporta actualmente a Gibraltar, que es muchísimo más elevada que lo que la metrópoli pueda obtener de los gibraltareños en impuestos. La carga financiera que el Gobierno británico se quitaría de encima para echarla sobre el español, en caso de traspaso de soberanía, sería gordísima. Regulación del tráfico: Circulación por la derecha como en España, por supuesto. Ni el más feroz probritánico ha propuesto cambiar esto, que yo sepa. Sistema jurídico: La concepción jurídica de los países latinos, con su culto a la lógica formal y a la norma escrita, puede preferirse en abstracto a la concepción anglosajona del derecho, más flexible y con más margen para el arbitrio judicial. Pero digo lo mismo que respecto a las escuelas: conozcamos la actuación real de juzgados y tribunales de uno y otro lado de la verja, comparemos los plazos respectivos de solución de los litigios, y comprenderemos que los gibraltareños no deseen cambios, en este campo como en otros. Aduana: Esta institución no le resulta simpática a ningún ciudadano. Ya que vamos hacia el Mercado Común, lo mejor sería que no hubiera aduana alguna entre Gibraltar y La Línea. Orden público: He conocido por dentro un calabozo gibraltareño y bastantes españoles; ninguno es agradable.

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Puedo comparar por experiencia personal los métodos de actuación de las policías de uno y otro lado de la verja, y conozco bastantes gibraltareños que también pueden hacerlo. Pero no es necesario entrar en detalles. Los propios medios informativos españoles, incluida la televisión, ofrecen casi a diario a los gibraltareños argumentos en los que basar su preferencia por el bobby que presta su servicio sin armas, que ha salido de su propio pueblo y en el cual (salvo excepciones siempre posibles) se ve a un amigo. ¿Por qué hemos de hacer consistir nuestro patriotismo en contrariar esta preferencia tan explicable de nuestros vecinos? Defensa: Sólo males y molestias, sin ventaja alguna, nos ha traído a los españoles la presencia del ejército británico en el Peñón desde 1704. (Me refiero por supuesto al ejército en cuanto tal ejército; nada tiene que ver que uno pueda disfrutar, por ejemplo, escuchando un concierto de una banda militar cada lunes, en la ceremonia del relevo de la guardia.) En esto sí que ha parecido haber en algunos momentos real unanimidad entre los españoles, cuando el propio Castiella, ministro de Franco, denunciaba el peligro que la base militar británica suponía para las tierras vecinas y protestaba por la presencia en ella de la OTAN. Por desgracia, el «patriotismo» gubernamental se olvidó pronto de los argumentos de Castiella, y ahora va a ser España entera la que se entregue a la OTAN. A primera vista, puede haber aquí un conflicto entre los intereses de los pueblos separados por la verja, ya que el gibraltareño a menudo argumenta que el ejército británico es el fundamento mismo de la economía de la ciudad, y que sin ese fundamento todo Gibraltar se vendría abajo. Pero la evolución reciente ha empezado a socavar esta creencia y se intuye ya una progresiva desmilitarización de la economía calpense que será el preludio de la desmilitarización total del Peñón. Por nuestra propia conveniencia, los españoles deberíamos facilitar ese proceso, alejando de nuestras mentes la burda idea de querer poner soldados españoles en los acuartelamientos hoy ocupados por británicos. * * * Podríamos llegar así a la descripción de un «Gibraltar deseable» para nosotros con rasgos como moneda española, sellos de correos propios, biligüismo oficial, enseñanza predominantemente británica, ayuda financiera británica, circulación de vehículos por la derecha, jueces con peluca (pero que no necesiten intérprete para escuchar una declaración en español), unión aduanera con España, policía nativa, ejército inexistente... y podrían seguirse añadiendo pinceladas para completar el cuadro. Ahora bien ¿es necesario preguntarse si el Gibraltar así imaginado sería «inglés» o «español»? ¿O sería un condominio, o una «cocolonia» —y perdónese la cacofonía? ¿Por qué no conformarse con decir que Gibraltar es Gibraltar, sin apellidos? Existe Andorra, y nadie hace cuestión de amor propio su definición como territorio español o francés. Existe Mónaco, y a los franceses les tiene sin cuidado que este minúsculo enclave escape a su soberanía. Existe San Marino, y los italianos no por ello consideran que no esté realizada su integridad territorial. Existe Liechtenstein, sin que su existencia constituya motivo de conflicto entre Suiza y Austria. ¿Por

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qué tendrá que ser distinto Gibraltar? Porque el Peñón -se me dirá- nos fue arrebatado por la fuerza, y por la fuerza se perpetúa su situación anómala. Pues bien, coadyuvemos a la desaparición del factor fuerza, facilitando el proceso de desmilitarización, y entonces Gibraltar dejará de ser visto por los españoles como una ofensa permanente, los gibraltareños podrán ser plena y verdaderamente gibraltareños, y todos nos alegraremos de ello. * * * No debo terminar sin responder a una objeción que adivino. En el esquema del Gibraltar deseable he incluido la continuación de la ayuda financiera británica, pero también la retirada de las fuerzas armadas británicas. Esto puede parecer ilusorio para quienes creen que existe una vinculación directa entre aquella ayuda y la presencia de estas fuerzas; es decir, que el Reino Unido ayuda a la población civil de Gibraltar exclusivamente con la finalidad de que ésta no constituya obstáculo o entorpecimiento para el funcionamiento de la base militar. Pienso, por el contrario, que hay aquí una responsabilidad histórica del Reino Unido y que no hay que dejar de recordársela a sus gobernantes. Durante la era de expansión colonial británica, Inglaterra se sirvió injusta y violentamente de la base militar de Gibraltar para sus fines. Esa era ha terminado ya, pero la presencia británica en el Peñón ha dado lugar a que crezca allí una comunidad respecto a la cual todos los gobiernos británicos de nuestros días han reconocido que tienen ciertas obligaciones en la era de descolonización, y así lo acepta la opinión pública de la metrópoli. Yo quisiera estar seguro de que nuestros diplomáticos son conscientes de lo que aquí se juega. Un proceso de descolonización que fuera una simple sustitución de lo inglés por lo español sería visto, no lo dudemos, con alivio por quienes tienen los cordones de la bolsa de la Tesorería británica. Quijotescamente, España aceptaría una herencia de deudas y de gastos que en justicia no le corresponden. He aquí una empresa en la que los negociadores españoles y los gibraltareños deberían hacer causa común: exigir de Londres, cualesquiera que sean las fórmulas políticas propugnadas por unos u otros, que siga prestando apoyo a la economía gibraltareña todo el tiempo que ésta lo necesite. [1] No se hablaba todavía del euro cuando se escribió este artículo.

PINCELADAS Gonzalo Arias dedicó buena parte de su actividad a la difusión de la ideología noviolenta, de la que fue uno de los pioneros en la España de mediados de los años 60. En esta sección hemos recogido, a modo ilustrativo, unas cuantas pinceladas sobre este asunto, dejadas por él en sus diversos trabajos publicados desde la aparición, en 1968, de la sorprendente «novela-programa» titulada Los encartelados, hasta la publicación, en 2007, de la novela La historia ramificada. En los últimos años, Gonzalo Arias colaboró con la asociación AHIMSA, Centro de Documentación y Educación para la Paz (www.ahimsav.com), lo que permitió la publicación, en el mismo mes de enero de 2008, de una nueva edición actualizada del libro «La no-violencia, ¿tentación o reto?». Finalmente, en la última página de esta sección se ha hecho una recopilación bibliográfica de la obra de Gonzalo Arias, incluyendo en ese apartado los trabajos de todas las temáticas que él abordó (fundamentalmente, la no-violencia, el problema de Gibraltar, la geografía histórica y las vías romanas). «Empeñarse en decir lo que uno cree que es la verdad es con frecuencia insigne torpeza cuando lo que se pretende es hacer carrera política, y en problemas delicados como el que nos ocupa [Gibraltar] más vale atenerse a aquello de que en boca cerrada no entran moscas. Afortunadamente, mi ambición no es de ese tipo.» (Gibraltareños y gibraltarófagos, 1975)

«Tampoco me cabe duda de que los empleadores gibraltareños (que son, en sus dos terceras partes por lo menos, diversos departamentos militares) pagaron mientras pudieron a los obreros españoles mucho menores salarios de los que éstos merecían en justicia, y les impusieron condiciones laborales que ningún obrero inglés hubiera tolerado por aquellos años. (…) Y en cuanto a los trabajadores españoles, si iban cada día a Gibraltar a trabajar para sus patronos ingleses o gibraltareños, es porque los salarios que se les ofrecían en España eran todavía más bajos, y las condiciones que imponían los latifundistas y otros empleadores andaluces eran todavía más intolerables.» (Gibraltareños y gibraltarófagos, 1975).

«No hacen falta grandes dotes de futurólogo, en efecto, para ver lo que ya ha llegado a ser un lugar común que se admite con una maravillosa mezcla de resignación, inconsciencia, impotencia y a veces cinismo: que las tendencias actuales de pauperización de los más en beneficio de los privilegiados, explosión demográfica en los países más pobres, explotación incontrolada de los recursos naturales, degradación de la naturaleza, fomento de la industria y el comercio de armamentos que ponen en manos de irresponsables medios cada vez más poderosos de destrucción, exaltación de la violencia en los medios de comunicación de masas… están abocando a la especie humana, y con ella a toda vida sobre nuestro planeta, a la extinción a la vuelta de muy pocas generaciones. Todos los grandes problemas que nos aquejan están interrelacionados, y es evidente que

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la solución de uno tan central como el de la violencia interhumana repercutiría sobre todos los demás y ayudaría a encontrar nuevos caminos en los campos de la política, la ética, la economía, la demografía, la ecología, la educación de masas, etc. » ¿Cuántas grandes catástrofes serán precisas todavía para mover la voluntad de los pueblos y de sus gobernantes hacia la adopción de medidas valientemente revolucionarias? ¿O será demasiado tarde cuando tal voluntad se exprese? » No nos encojamos de hombros con la excusa de que no podemos hacer nada. Cada cual, en su campo de actividad y en su círculo de influencia, puede contribuir a crear el ambiente necesario para la gran mutación. » Pronto nuestros hijos y nuestros nietos nos pedirán cuentas del mundo que les hemos legado. Si no para otra cosa, que nuestros esfuerzos sirvan al menos para que podamos darles una respuesta sin bajar la vista avergonzados» (El ejército incruento de mañana, 1995).

«En 1968 me tocó a mí actuar. Escogí el ataque político frontal, con cierta espectacularidad; aunque ni qué decir tiene que mi gesto aislado no pretendía una eficacia directa sino que era un acto testimonial concebido para hacer reflexionar y marcar una orientación. Después de haber anunciado mi propósito en una «novela – programa» que circuló bajo mano con cierta profusión, me paseé por una concurrida calle madileña con carteles en pecho y espalda en los que pacífica y respetuosamente pedía elecciones libres a la jefatura del Estado. Siete meses de prisión. La experiencia se repitió con ciertas variantes en 1969. No se trataba, evidentemente, de un acto de fe en las virtudes de la democracia presidencialista, sino de proclamar con gestos el derecho y el deber del disentimiento». (Gibraltareños y gibraltarófagos, 1975)

«Hace siete años publiqué otro libro que, como éste, era a la vez un programa y una invitación a la acción. Aquella vez hice mi parte del programa, pero estoy todavía esperando que otros lo continúen. Muy bien podría ahora ocurrir lo mismo. Ahora, igual que entonces, haré mi parte. La continuación, si otros no la toman a su cargo, la dejaré simplemente en manos de Dios».

Limpieza del trozo de calzada en Puerto Palomas, Sierra del Arca (San Roque) diciembre 1987. José Luis García Millán (al fondo) y Gonzalo Arias

(Gibraltareños y gibraltarófagos, 1975).

Exploración de la calzada Puente del Retamar-Colmenarejo enero 1976

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- «Y cada año tiene la Policía que guardar las carreteras y tratar de cortarles el paso. - Pero, ¿por qué? —había preguntado inocentemente Plácido ¿Es que se reúnen para algo malo? - ¡Anda, pues porque son separatistas! –exclamó Manolo. En este punto intervino Emiliano. - No digas eso. No sé, pero cuando les llamamos separatistas a mí me parece que nos ponemos de uñas y mostramos que no estamos dispuestos a comprender. Y entonces resulta que los separatistas somos nosotros.

«Para hacer un mundo mejor hay que empezar por soñarlo» (El ejército incruento de mañana, 1995)

El pensamiento era, probablemente, demasiado sutil para Manolo». (Los encartelados, 1968). «Negra barba, tez morena coronada por escasos aunque revueltos cabellos, túnica basta ceñida a la contura con una cuerda de esparto, un liviano zurrón colgado del hombro, sandalias de cuero. Aunque el aspecto general del peregrino no fuera el de un hombre rico ni aseado, el experto ojo del posadero advirtió enseguida que el recién llegado no era un vagabundo vulgar. Su porte sosegado, su mirada profunda y la clara dicción de las dos únicas palabras de saludo eran bastante para que el personaje despertara inmediatamente curiosidad. El posadero se fijó también en el grueso bastón, primorosamente tallado en toda su longitud con extrañas figuras. - Bienvenido, caminante. Si quieres reposar y reponer todas tus fuerzas, aquí encontrarás todo lo necesario. - ¿Está lejos Barcino? - Tres millas por la Vía Augusta hasta un empalme, más otras doce por la vía secundaria más directa. Una cómoda jornada de camino, pero no para emprenderla después de la hora sexta y en un día invernal como hoy. Pero allí tengo que ir yo mañana, precisamente. Si aceptas nuestra hospitalidad, complacido haría junto contigo el camino. En los días que corren, no son muchas las gentes de paz que se aventuran por los caminos».

Diego Muñoz (izq.) con el miliario descubierto por él en el camino de la Plata, S. de Zafra 8 de junio 1991

Puente de Brovales, entre Jerez de los Caballeros y Zafra, por la IG 853, el 8 de junio 1991

(La historia ramificada, 2007)

«Yo creo que a cada uno le toca hacer algo en esta vida. Y hay cosas importantes que están esperando que alguien las haga». (Los encartelados, 1968).

«Lejos de ser una renuncia a la lucha contra el mal, la noviolencia es una lucha más activa y real que la del que opone un mal a otro mal con el consiguiente aumento de la maldad en el mundo. Mi propuesta es oponer al mal una resistencia mental y moral. El ideal sería, en cada situación concreta, encontrar la manera de hacer esto haciendo un bien a aquél que pretende hacernos un mal». (La historia ramificada, 2007)

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Bibliografía de Gonzalo Arias1 - El Miliario Extravagante, Boletín para el estudio de las vías romanas…, 1963 - 2004 - Los encartelados. Novela-programa, París, 1968. (3ª ed., anotada, 1998). - La no-violencia, ¿tentación o reto?, 1973 (4ª ed., 2008). - El proyecto político de la no-violencia, 1973 (3ª ed., ampliada, 1995) - Gibraltareños y gibraltarófagos con el ejército al fondo, 1975 - Operación Anti-Verja 79. Informe de un acción noviolenta, 1979 - El Antigolpe. Manual para la respuesta noviolenta a un golpe de Estado, 1982 (4ª ed., 1995). - Gibraltarofagia y otros cuentos noviolentos, 1984 - Repertorio de caminos de la Hispania romana, 1987 (2ª ed., corregida y aumentada, 2004) - «Los orígenes de Madrid a la luz de la interpretación gramatical del Itinerario de Antonino», I Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Tomo I, GuadalajaraMadrid, 1993 - «Una visión global de la red viaria de la Hispania romana», O.P., 25 («Caminos, I»), Barcelona, 1993 - El ejército incruento de mañana. Materiales para un debate sobre un nuevo modelo de defensa, 1995 - La no-violencia como alternativa, 1999 - Atlas histórico de la Península Ibérica, I (hasta el año 1214), 1999 - «Significado de los casos gramaticales en los itinerarios romanos», III Congreso de Arqueología Peninsular, VilaReal, Portugal, 1999 - «La ruta de los vasos apolinares: una propuesta de turismo cultural», V Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Valencia, 2000 - «Del Ravenete a Artemidoro pasando por tintas y colorantes», Argutorio: revista de la Asociación Cultural «Monte Irago», 2001 - «La red viaria de la Hispania romana: perspectivas actuales tras siglo y medio de investigación», Artifex : ingeniería romana en España, Madrid, 2002 - El Historímetro, 2004 (en colaboración con Irene Arias) - «Grammar in the Antonine Itinerary. A challenge to British archaeologists» y «El Itinerario de Antonino en Italia: Una nueva interpretación gramatical», Kobie, XXVI, 2002, Bilbao. - La historia ramificada, Málaga, 2008.

Gonzalo Arias en Huelva

Anfiteatro de Itálica, mayo de 1998

La vía de la Machota La familia Arias al completo en su casa de Ris-Orangis, en 1966

1. La distribución de las publicaciones sobre no-violencia y el problema de Gibraltar se hace a través de la Asociación AHIMSA (ahimsa@ahimsa.com); para las publicaciones relativas a geografía histórica y vías romanas, es preciso dirigirse a www.gonzaloarias.net; en todo caso, algunas, como el Repertorio de caminos de la Hispania romana, se distribuyen a través de la Librería Pórtico. (www.porticolibrerias.es)

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RECUERDOS DE GONZALO ARIAS1 Júbilo Matinal (un intercambio epistolar)2 Por los motivos que se explican en el propio artículo, quisiera publicar en mi blog personal, («Júbilo Matinal», http://javiercarrascon.blogspot.com/) un pequeño texto en el que doy sucinta cuenta de mi primera lectura, hace ya muchos años, de «Los Encartelados», la impresión que me produjo y por qué caminos imprevistos vine a enterarme, hace un par de años, de quién era su autor y de sus restantes actividades. El texto que, salvo que usted tenga inconveniente, me propongo publicar es el siguiente: «LOS ENCARTELADOS» A mis once o doce años – bueno, y antes también – tenía yo la santa costumbre, cuando me aburrían o se me acababan las lecturas previstas para mi edad, de llevar a cabo discretas incursiones de caza en los cuartos de mis hermanos mayores, a ver qué pillaba. Imagino que todos lo hemos hecho, el mundo se nos va ensanchando a base de estas cosas. (Por un medio muy parecido me enteré, a los siete años, de la verdad sobre los Reyes Magos. Me callé cuidadosamente el descubrimiento, fundamentalmente en honor a mi hermano pequeño y también con la esperanza de que, no haciéndolo público, la noche de Reyes conservara su magia, que en aquel momento vi tambalearse peligrosamente. Mi discreción fue premiada y aún hoy, cercano a la

1. Esta sección se ha confeccionado con los testimonios espontáneos de cuantos amigos de Gonzalo Arias o seguidores de las diferentes facetas de su obra han decidido dirigirse a El Nuevo Miliario atendiendo a la invitación formulada en el número 5 de nuestra revista. Agradecemos desde aquí todos los testimonios enviados, así como la colaboración prestada por la familia de Gonzalo. Algunos de ellos, como los de Alicia Canto, Marisa y Humberto García, Aventino Andrés, Henry Pinna u Olcade fueron escritos en las horas siguientes al fallecimiento de Gonzalo, y distribuidos en listas de Internet o enviados a su familia por correo electrónico. Otros, como los de Pablo Guerra, Giacomo Gillani o Jesús Sánchez, responden a la invitación cursada por nuestra revista en el número anterior. Finalmente, algunos, como el de Javier Carrascón —que abre esta sección— y el de Pepe Beúnza y Pedro Otaduy —que la cierra—, redactados en circunstancias diferentes, han sido también enviados por Mario Arias para su inclusión en este número. De igual modo, las fotografías de Gonzalo Arias que acompañan a varias secciones de esta revista se deben a la búsqueda realizada por la familia de Gonzalo, que recibe por este medio nuestra más sincera gratitud. 2. Bajo este título hemos agrupado un intercambio epistolar entre Javier Carrascón y Gonzalo Arias, previa autorización del primero y merced a los buenos oficios de la familia del segundo [N. del Ed.]

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cincuentena, sigo disfrutándo esa noche casi con la misma maravillosa zozobra que entonces.) Bueno, a lo que iba: en una de estas razzias literarias cayó en mis manos un librillo delgado y raro cuya lectura me duró muy poco, aunque no así sus efectos. Estaba publicado en París, traído de allí por algún amigo viajero de mi hermano, y el autor ocultaba su nombre por motivos obvios. Se llamaba «Los encartelados. Novela-programa» y trataba de cómo un ciudadano de Trujiberia —trasunto evidente de la España tardo franquista, o sea, la de entonces mismo— salía un domingo a la calle con sendos carteles pegados en pecho y espalda en los que pedía, con letras bien gordas, que el Mariscalísimo Tranco, Jefe del Estado por la gracia de Dios, convocara elecciones libres para ser democráticamente sustituído en su puesto. Al peticionario lo detenían rápidamente, claro, pero su ejemplo cuajaba y en unos pocos meses la costumbre de correr los domingos por la mañana delante de la policía tranquista, con carteles pidiendo elecciones a la jefatura del Estado, arraigaba entre los trujibéricos. Se había puesto en marcha el movimiento de los encartelados, con tal pujanza que el libro acababa justo antes de un mensaje televisado de su Excelencia, en el que se dirigía a sus súbditos para comunicarles que... FIN. La historia estaba contada desde el punto de vista de un estudiante universitario de clase media, que iba iniciándose en los misterios de la vida adulta, concienciación política incluída, al mismo tiempo que en toda Trujiberia, gracias a los encartelados, se dibujaba poco a poco la esperanza, frágil pero real, de acabar con el tranquismo por medios pacíficos. Una nota a modo de epílogo comunicaba la intención del autor de llevar a cabo el experimento en el Madrid real en fecha inminente. Nunca hasta hace muy poco tuve noticia de si lo hizo efectivamente, ni de qué pasó después, aunque es evidente que la optimista apuesta de la novela no se cumplió. Era un libro ingenuo y simpático, escrito con buen humor y buena intención, y a pesar de su relativa ligereza —que me permitió digerirlo sin dificultad— sirvió para que en mi sesera preadolescente comenzaran a colocarse de un modo racional y útil los datos dispersos e intuitivos que hasta entonces tenía sobre política en general y sobre la de mi mi país en particular. Gracias a él, entre otras cosas, inicié el camino mental para encontrar mi propia opinión sobre el franquismo, la democracia y otros grandes conceptos políticos, cosa que para un doceañero de familia franquista de clase media madrileña y colegio de curas, a finales de los sesenta, no era tan fácil como ahora parece. No lo he vuelto a leer desde entonces, pero aún lo recuerdo, clara señal de que me impresionó. ***** Por el mismo tiempo o poco después mi hermana mayor, estudiante de Historia del Arte, manejaba asiduamente en sus estudios un útil instrumento llamado Historímetro. Por lo poco que recuerdo, era una especie cuadro sinóptico desplegable en el que venían colocados en líneas paralelas los principales acontecimientos de la historia de la Humanidad en las distintas civilizaciones, las distintas partes del mundo y los distintos campos de la cultura, de modo que de un solo vistazo podías colocarte en la cabeza qué pasaba en Rusia mientras en Francia mandaba Carlomagno, o en

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qué andábamos los españoles mientras Confucio difundía sus preceptos. Los entusiasmos de mi hermana, Dios la bendiga, son siempre expansivos y contagiosos, así que a sus hermanos pequeños, los que más a mano le quedábamos, nos fue imposible no enterarnos de que el historímetro aquel era un invento estupendo y utilísimo, y hasta llegamos a hacernos expertos en su manejo y consulta. La verdad es que estaba muy bien pensado, y sigue resultándome sorprendente que nadie hubiera ideado antes una cosa tan sencilla y tan eficaz, y que yo no haya vuelto a oír hablar de él. Quizás sigan usándolo los estudiantes de historia. Nunca me enteré de quién era su autor. ***** Y por fin, hace un par de años, es decir, treinta y muchos después de todo lo que he contado, un amigo común me presentó en El Escorial a José Luis, con el que enseguida hice buenas migas. La conversación rodó por un montón de temas y acabó recalando en un libro muy gordo que José Luis llevaba debajo del brazo. Se llamaba «Repertorio de caminos de la Hispania Romana», y tanto el título como su aspecto en general resultaban poco invitadores a la lectura para un profano como yo. Sin embargo José Luis me aseguró que, al contrario de lo que pudiera parecer, se trataba de un libro interesantísimo y francamente ameno. Como al final de nuestra larga conversación tuvo la amabilidad de regalarme aquel ejemplar, puedo atestiguar de primera mano que decía la verdad. Aunque nunca antes de empezar a leerlo me habían interesado ni tanto así las vías romanas de la Península, me enganchó desde la primera línea, como suele suceder cuando se lee lo que alguien inteligente ha escrito sobre un tema que conoce profundamente y que le apasiona. Se lo recomiendo a ustedes vivamente. José Luis me aseguró que el autor, Gonzalo Arias, al que conocía personalmente, era aún más interesante que su libro, con serlo este mucho. «Es un tío —me contó, después de algunas anécdotas— que a finales de los sesenta, en pleno franquismo, salió a la calle un buen día con unos carteles pidiendo elecciones democráticas...» Un remoto recuerdo despertó entonces en mi cabeza y, bastante atónito, no pude evitar interrumpirle: «¡No me digas que me estás hablando del autor de Los Encartelados!» «¡No me digas que lo has leído!» —me respondió él, más atónito todavía Pues sí señor, lo había leído y mi asombro al comprobar que su autor era un ser de carne y hueso, que habitaba el mismo mundo real que yo, no habría sido mayor si José Luis me hubiera comentado que un amigo suyo, muy aficionado a la lectura y que vivía retirado en un pueblo manchego, había decidido un día salir por los caminos a deshacer entuertos y a buscar aventuras como las de sus libros... Y fue así como, casi cuarenta años después de haber leído aquel librito que tanto me impresionó y me ayudó a pensar, vine a enterarme de quién era su autor y de cómo, efectivamente, había puesto en práctica personalmente el comienzo del argumento, lo que le valió, según supe luego, una condena penal. Me enteré, primero a través de José Luis y luego investigando en Internet, de muchas más cosas: en primer lugar —nuevo choque— de que Arias era, además, el autor de aquel Historímetro tan útil y bien pensado del que mi hermana decía maravillas. De que su contribución a aclarar y

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completar los itinerarios de las vías romanas en Hispania, y, con ellos, la ubicación exacta de muchas ciudades romanas mal localizadas o sin localizar, era sustancial y constituía uno de las primeros y más autorizados libros de consulta sobre la materia. De que el boletín «El Miliario Extravagante», que durante muchos años y hasta ahora mismo impulsó, dirigió y nutrió de contenido, primero desde Francia y luego, ya en democracia, desde España, se había convertido, a pesar del rechazo inicial de las instancias académicas, en una publicación prestigiosa y de consulta obligada para historiadores y arqueólogos. Y de que, al tiempo que todo este trabajo intelectual, había realizado una tarea muy importante de activismo y divulgación de la no violencia activa, primero contra el franquismo, luego contra el post franquismo más bárbaro y luego —también hasta ahora mismo, a sus ochenta y tantos años— contra distintas cuestiones, no menos importantes por pasar casi desapercibidas, como el hostigamiento español a los «llanitos» gibraltareños. En fin, mucho mejor que yo se lo explica la propia página de Gonzalo Arias (www.gonzaloarias.net). Mi intención era solo contarles a ustedes de la existencia de este español admirable, verdadero ejemplo, para mí, de lo que podrían ser la actividad política y la participación ciudadana honradas, eficaces y compatibles con un trabajo profesional serio y útil; y de los extraños modos por los que yo mismo he llegado a tener noticias suyas.» Se trata de un blog personal, en el que escribo buenamente las reflexiones que se me pasan por la cabeza y del que dudo que tenga más de quince o veinte lectores fijos. Aún así, no quisiera publicar en él nada sobre usted que por su inexactitud o por cualquier otro motivo pudiera no merecer su aprobación. Le ruego, por tanto, que si encuentra en el texto anterior cualquier punto que desee cambiar, matizar o directamente suprimir; o si hay cualquier otra sugerencia que le parezca oportuno hacer sobre él, tenga la amabilidad de hacérmelo saber. Mi propósito es publicar el post la semana siguiente a Navidad, de modo que le agradecería que, de tener alguna sugerencia que comunicarme, lo hiciera antes del día 26 de Diciembre. Quiero, además, transmitir a usted mi admiración y mi agradecimiento personales por su actividad, su testimonio y su ejemplo. Atentamente Javier Carrascón Garrido

Querido amigo: No recuerdo haber recibido en mi vida tal torrente de elogios de una sola vez. Todos tenemos nuestra vanidad y este tipo de homenaje es recibido con íntima satisfacción. Pero además se da la circunstancia de que lo recibo en un momento propicio para pasar revista a mi vida. Desde hace año y medio estoy luchando con una leucemia que al parecer no tiene cura y desde hace unos diez días apenas me levanto de la cama salvo para las necesidades fisiológicas elementales. Estoy rodeado de mis hijos y nietos y puedo decirte que tus palabras no sólo me han conmovido a mi sino que han emocionado a mi mujer e hijos.

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Creemos que el José Luis de que hablas es José Luis García Millán, exalcalde de San Lorenzo. Salúdale cordialmente de mi parte. Por supuesto que no tengo nada que objetar al texto propuesto para tu blog. Lo único que te pido es que consultes de nuevo mi web antes de hacer tu blog, pues está próxima a ser modificada sustancialmente.

Querido amigo, en primer lugar, gracias por tu pronta y amable respuesta, más de agradecer aún en un momento tan duro como el que tú y los tuyos estáis pasando. No he hecho más que tratar de expresar, torpemente, lo que sinceramente siento, y doy gracias a Dios si con ello he contribuido, aunque sea un poco, a confortaros y a que os sintáis apoyados y acompañados. Me impresiona y me admira, una vez más, la fortaleza y la serenidad con que afrontas tu difícil situación, en la que de corazón te deseo lo mejor.

Te ruego además que me des tu dirección postal, para enviarte mi último libro «la historia ramificada» que creo te gustará.

Se trata, en efecto, de José Luis García Millán, al que haré llegar tu saludo.

Saludos cordiales, no sólo míos sino de mi mujer y mis hijos, a uno de los cuales estoy dictando estas líneas.

Me propongo publicar mi post esta misma tarde, una vez recibido tu «nihil obstat».

PS: Enhorabuena por tu blog, tan bien escrito y tan representativo de las vivencias de muchas familias españolas.

Gracias de nuevo por tu ejemplo, un fuerte abrazo y que Dios os acompañe y os sostenga.

Gonzalo Arias

Javier Carrascón Garrido

Un Poema de Leonard Cohen Querida familia: El recuerdo de Gonzalo me invade hoy, sobre todo cuando descubro unos versos de Leonard Cohen, traducidos por Alberto Manzano. Es mi modesto homenaje a un hombre íntegro, a un hombre bueno, a, como él mismo gustaba llamarse, un «aprendiz de la no-violencia».

Gonzalo Arias y Hilde Dietrich, con sus hijos y José Luis García Millán (con barba) en El Escorial, en 1977

CUALQUIER SISTEMA Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado. Ya os avisamos antes y nada de lo que construisteis ha perdurado. Oídlo mientras os arremangáis. Oídlo una vez más. Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado. Tenéis vuestras drogas. Tenéis vuestras Pirámides, vuestros Pentágonos. Con toda vuestra hierba y vuestras balas ya no podéis cazarnos. Lo único que revelaremos de nosotros es este aviso. Nada de lo que construisteis ha perdurado. Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado. (Leonard Cohen)

Un fuerte abrazo. Marisa y Humberto García.

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ADIÓS A NUESTRO AMIGO GONZALO ARIAS Gonzalo Arias Bonet falleció en Cortes de la Frontera durante la pasada noche del viernes, 11 de enero a consecuencia de una enfermedad, que ha ido minando progresivamente su salud hasta acabar definitivamente con ella. La personalidad, el pensamiento y el estilo de vida de Gonzalo son lo suficientemente significativos para cuantos lo hemos conocido como para que su partida quede reducida al ámbito estrictamente local y familiar. Porque la obra y el pensamiento de Gonzalo pertenecen ya de algún modo a todos aquellos que quieran acercarse a ellos: idea, sin duda, querida para el sentir generoso del propio Gonzalo, dispuesto siempre a compartir sus cosas y proyectos con quien se lo propusiera. Quisiera a través de estas líneas hacer un breve recorrido por la vida y a actividad de este hombre cabal, cristiano sincero y algo más que «aprediz de no-violento», como gustaba apellidarse. Mi primer contacto con él fue, precisamente, en la actividad típica de la no-violencia, cuando al finalizar la década de los setenta protagonizó una huelga de hambre frente a la frontera de España y Gibraltar: el prolongado cierre total de la misma constituía a los ojos de Gonzalo una violación flagrante del Derecho Internacional, a parte de la dramática situación en la que se encontraban muchas familias de ambos lados de la verja, sin posibilidad práctica de comunicación entre ellas. La huelga duró cerca de un mes, terminada la cual, tomó la decisión de abandonar su residencia de El Escorial para trasladarse a vivir con su familia a La Línea, con las miras puestas en continuar presionando por medios no-violentosa hasta conseguir un día la apertura de la verja. Varias veces entró ilegalmente en Gibraltar, desde donde saltó la valla de separación de ambos territorios para dar a entender que la ilegalidad se hallaba no en saltarla sino más bien en que se mantuviera totalmente cerrada. Estos hechos le costaron la detención y el paso por la cárcel, lugar que ya había conocido anteriormente en Madrid, cuando, poniendo en práctica el contenido de su novelita Los Encartelados, decidió salir a la calle y reclamar públicamente elecciones libres y democráticas para aquella España tan encorsetada por la prolongada dictadura. La apertura de la verja tuvo lugar poco después de que Gonzalo fijara su residencia en La Línea, llegados ya los socialistas al poder. Desinflado el problema fronterizo con Gibraltar, Gonzalo se centró en otros ámbitos de la no-violencia, como la objeción de conciencia frente a lo militar en la doble vertiente de supresión del servicio militar obligatorio y negar la parte proporcional del IRPF a la compra de armamento. Fiel a su compromiso con la no-violencia, supo entreverar su trabajo profesional de traductor de organismos internacionales con la presencia en cuantos foros se organizaban en cuestiones de paz y derechos humanos así como con la actividad de escritor sobre su tema preferido.

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A este respecto, diré que son varias las obras que nos ha legado, entre las que destacan : - El antigolpe, escrita a raíz del golpe del 23-F y que pretende ser, como reza el subtítulo, un «manual para la respuesta no-violenta a un golpe de Estado». – En la obra El ejército incruento de mañana presenta materiales diversos sobre la doctrina de la defensa noviolenta e intentan salir al paso de quienes pretenden confundir no-violencia con renuncia a la defensa personal o colectiva. – La no-violencia, ¿tentación o reto? Supone un intento de sistematición de su pensamiento en torno a este asunto. Desarrolla con claridad su visión crítica de la justificación que mantiene la teología católica en la guerra justa y el recurso a medios violentos en la legítima defensa. – Su última obra, aparecida poco antes de su muerte y titulada La historia ramificada yo la califico como una pirueta imaginativa, muy al estilo de Gonzalo, en la que mezclando personajes y situaciones de la historia, imagina posibles salidas no violentas a tales situaciones. La trayectoria del pensamiento de Gonzalo Arias tiene una variada fuente de inspiración, que comienza en el humanismo cristiano de los años cincuenta y el personalismo de algunos pensadores franceses como E. Mounier y G. Marcel. Creo que anduvo muy cerca de los círculos de Ruiz Jiménez y de publicaciones como El Ciervo y Cuadernos para el diálogo. Entró luego en una dimensión más vital y práctica, cuando en Francia entra en contacto con las doctrinas de la no-violencia de Gandhi y Martin Luther King. Fue una preocupación constante suya la de dar a entender que la no-violencia sirve de poco como doctrina si no va acompañada de acciones concretas allí donde lo reclame la justicia y los derechos de las personas. De igual modo le preocupaba dejar claro que la no-violencia no suponía ni pusilanimidad ni renuncia a servirse de medios , no-violentos eso sí, para defenderse cuando fuera preciso. Quedaría incompleta mi referencia a las fuentes de su pensamiento si no destacara su condición de cristiano profundamente convencido, ya que supo anclar su concepción y las exigencias de la no-violencia al mandamiento por excelencia de Jesús y a los nuevos planteamientos de las Bienaventuranzas. Lo cristiano informó todas las facetas de la vida de Gonzalo. Hombre enormemente culto, mantuvo posturas críticas y fundadas frente a determinadas formulaciones teológicas en el terreno de las exigencias éticas y morales, sobre cuyos contenidos no puedo extenderme aquí. En este sentido siguió muy de cerca las orientaciones del Concilio Vaticano II, lo mismo que empezó a experimentar luego la decepción frente a los frenazos y la involución eclesiales posteriores. Consecuencia de ello fue su acercamiento progresivo a los movimientos de Iglesia que abrían esperanzas de vivir más de cerca los ideales del evangelio en diálogo con el mundo actual, como las Comunidades Cristianas Populares, las Comunidades de Base, Somos Iglesia, Moceop y otros. Esto ha constituído precisamente parte de su último pensamiento, dejado por escrito poco antes de morir y con el que cerraré esta breve e incompleta semblanza de Gonzalo: «... He vivido como cristiano y como tal entiendo morir, después de haber intentado aplicar y practicar, desde la doctrina de la no-violencia, el mensaje de amor universal que Jesús

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to por El Nuevo Miliario, que afortunadamente continúa su obra con el mismo espíritu y renovadas tecnologías.

nos trajo de parte de Dios para la construcción del Reino de Dios... Llegada la hora de la sinceridad, debo decir que he evolucionado al final de mi vida de manera que ya no tengo esperanza en la renovación de la Ilgesia Católica Romana desde dentro, aunque conservo la esperanza en la renovación del cristianismo por obra de comunidades de base, iglesias pacifistas y movimientos ecuménicos. Entiéndase esto como una forma de protesta frente a una Iglesia ritualista y dogmática, poco sensible a los signos de los tiempos...»

A otros corresponde el redactar unas notas menos apresuradas y más documentadas que las mías, aunque no menos teñidas de afecto y admiración por la labor enorme de Gonzalo, hecha y mantenida durante tantos años desde fuera y sin las comodidades «del sistema», y casi más de admirar en todo lo referente a propagar la vía pacífica para los hombres, un mensaje hoy de tan difícil calado.

Descanse en paz, el hombre coherente, el valiente luchador no-violento y el amigo bueno.

Recordaremos siempre con respeto su figura honrada, valiente, bienhumorada y cargada de ética.

La Línea, 19 de enero de 2008 Aventino Andrés Cortés

Creo interpretar el sentimiento de muchos que le conocimos o le leyeron al decir que la caminería hispánica está de luto, y al enviar a su esposa Hilde, a sus seis hijos y sus ocho nietos, el testimonio de nuestra sincera gratitud por todo el esfuerzo que, sin contrapartidas, Gonzalo dedicó a una tan amplia faceta de la Antigüedad y a promover su conocimiento. Allá donde esté ahora hemos de imaginarle explorando con interés un nuevo, desconocido, y seguramente apasionante, camino, en el que esperamos que encuentre una buena mansio en la que poder descansar de sus fatigas.

El viernes 11 de enero de 2008, a la edad de 81 años, en su casa de Cortes de la Frontera (Málaga) y con el calor de todos los suyos, se ha ido de entre nosotros Gonzalo Arias Bonet, un gran experto de los viejos caminos de Hispania, fundador de El Miliario Extravagante y verdadero apóstol de la no-violencia. Más abajo transcribo una pequeña autobiografía suya, inserta en un pequeño espacio de su gran sitio web http://www.gonzaloarias.net/index.html, un lugar lleno de mapas y de informaciones útiles para los estudiosos, pero también de un ideario «gandhiano» no menos gratificante, presidido por una paloma de la paz. El 14 de noviembre pasado subió a él su última actualización, con otro libro de su tan querida no-violencia. Los profesionales y aficionados a la Antigüedad le conocen más, sin embargo, por aquel «Boletín trimestral para el estudio de las vías romanas y otros temas de Geografía Histórica», que él bautizó El miliario extravagante porque él mismo y su boletín «vagaban» fuera de España, siguiendo como tantos otros el difícil destino del exilio, él en París. En 1987 publicaría, a su costa, el Repertorio de caminos de la Hispania romana, tras lo cual consiguió reanudar la interrumpida publicación de la revista, que poco a poco fue haciéndose un prestigio y un lugar propio en las bibliotecas especializadas, mientras seguía siendo nuestra única publicación periódica sobre el tema. Una revista tan participativa, amigable y abierta como lo era él mismo, y en la que los estudios de campo y los mapas, como las réplicas y contrarréplicas y las noticias de sus espontáneos «corresponsables», se sucedían con gran agilidad, muchas veces con buena carga de materiales inéditos. Habiendo cumplido ya él muchos veranos, cuando vio que le sería imposible continuar con la revista, de la que era, como él mismo decía, «editor, director, redactor-jefe, administrador y mecanógrafo» (con la inestimable ayuda de su esposa, la hospitalaria Hilde), nos convocó a sus suscriptores a una inolvidable asamblea en Madrid, de la que acabó surgiendo la deseada continuidad, de la mano de Carlos Caballero, Guillermo-Sven Reher y Santiago «Santi» Palomero. En septiembre de 2004 aparecía el nº 90 del viejo Miliario, con su propio editorial describiendo la «agonía» de la revista, y el «Manifiesto de despedida de El Miliario Extravagante» de Palomero (http://www.gonzaloarias.net/textos/sumarios/sumario90.htm), pero la antorcha era recogida casi de inmedia-

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Alicia Canto

Un recuerdo desde Gibraltar Gonzalo Arias died on Friday 11 January at his home in Cortes de la Frontera. Gonzalo will be remembered as a laegendary and exemplary figure of teh closed frontier era. He was a pacifist who bravely and indefatigably put into action that which he passionately believed in, and preached. Shortly alter his visit to Gibraltar in 1973, he came to the conclusión that Spain’s decisión to close the frontier, together with the other restrictions, had been an inmoral and inhumance act which needed to be challenged. In 1980, over 60 activists came to Gibraltar to join his protest, and jumped over the closed Spanish frontier fence. These actions brought hope to many ordinary people who realizad that not all Spaniards adhered to their government’s draconian policies on Gibraltar, and that there were committed idealists willing to risk their freedom and well-being to challenge and break policies which they considered to be wrong and unjust. Others on both sides of the frontier viewed these non —violent actions as bizarre and quixotic, while others were suspicious. Some in Spain denounced Gonzalo as being unpatriotic, ando n the pay role of the British Government, and similarly there were those in Gibraltar who saw him as someone sent by the Spanish Government to porovke incidents at the frontier. Those of us who had the privilege to know him well were convenced as to his honesty, and his noble and idealistic motivations. The opnening of the frontier did not bring about an end to Gonzalo’s queso for a just solution to the so called Gibraltar

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problem. He continued to champion Gibraltar’s right to selfdetermination, and continued to lobby the Spanish government so that they would recognize and accept this basic right. This he continued to do until very shortly befote his death. We will always remember Gonzalo as a brave, bold and honest idealist who during the long years of Spanish blockade, dared and management to break, on numerous occasions, the seemingly impenetrable «garlic wall». Gibraltar owes Gonzalo Arias a debt of gratitude.

Se queda «gzlarias» en mi libreta de direcciones, para no sentirme huérfano de su auxilio seguro, para estar tranquilo, creyéndome aún el más parco y humilde de sus corresponsales. No hay techo que proteja más que el cielo abierto, ni fuego que abrigue mejor, que el calor del movimiento de nuestros pasos sobre el camino… ¡Feliz y duradero trayecto, Compañero! Olcade

Henry Pinna

Iter ad eternitas, Sr. Arias, le invito a mi vicus...

Recuerdo de un miliarista No sería hasta recién estrenado el siglo, cuando tuve oportunidad de mantener la primera correspondencia virtual con Gonzalo Arias, una persona a la que conocía y apreciaba, a consecuencia de una lectura habitual del Miliario Extravagante. Por entonces y a petición suya, retorné a explorar el paraje de Los Castellones, aquel Laminio de su trilogía erudita y, aunque mis observaciones no fortalecieron su teoría, marcaron el comienzo de un intercambio de misivas, puntuales pero dilatadas en el tiempo. Después, sin apenas solicitar nada, Gonzalo me facilitó un cúmulo de informaciones y artículos, a pesar de las dificultades que entrañaba el «peso» en los correos de aquella época, que debían multiplicarse hasta la saciedad, extendiendo además su decidida colaboración, al envío de fotocopias por correo, e incluso de pesados tomos, que me prestaba costeando el importe de su envío; todo aquello que creía podía interesarme, y que recibía no sin cierto apocamiento, ante tamaña generosidad (- ¡Vaya, parece que pones interés!, me decía)… en fin, algo a lo que quizá no estemos demasiado acostumbrados. Puede parecer nimio, pero como recién estrenado internauta, el ejemplo del desprendimiento de Arias, más allá de sus reconocidos valores intelectuales, influyó positivamente en mi ánimo y, en la medida de mis posibilidades, he procurado imitarlo sin que hasta el día de hoy lo olvide. Poco puedo decir de sus grandes esfuerzos que no conozcáis, del espíritu del Miliario Extravagante, que acogía variadas razas y conocimientos, que a todos hacía útiles y compañeros; nuestro mejor recuerdo pasará por ayudar a la preservación y continuidad de su herencia editorial, a mi juicio, satisfactoriamente encarnada en El Miliario actual. Nunca tuve la fortuna de conocer a Gonzalo en persona, y se frustraron las escasas previsiones de encuentro que pudimos tener, en todo ello, envidio con salud a los que tuvisteis esa posibilidad; pero nadie que haya leído el Extravagante puede decir que no le sienta, nadie que haya seguido el paso de sus investigaciones, de sus caminos, allá donde fuere, que no le viese bajo el abrigo de sus directrices y aciertos; y sé que allí, sobre el Camino de Aníbal o la C 1, volveré a encontrármelo sin lugar a dudas.

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Los caminos son esas famosas sendas producto de la repetición de un tránsito, ¿lo recuerda, don Gonzalo? Si usted hubiese iniciado su fugaz carrera en el mundo de la caminería hispánica, a buen seguro que se habría adelantado a don Gonzalo en estas palabras. Trechas militares, sendas ganaderas, caminos vecinales... ¿qué mas da? Usted reinventó la investigación a base de revisiones bibliográficas y de un constante pateo de un ager moribundo y desdeñado, inmerso en la desgana y abandono. Además ha despertado la curiosidad de quienes se reflejaban incrédulos en el espejo de la incredulidad caminera. También ha encauzado el iter de jóvenes investigadores a base de tortazos metodológicos, como bien habrían hecho los gigantes de la Arqueología. Allí, en el archivo celestial donde reposan eméritos como don Antonio Blázquez, don Blas Tarcena o don Antonio García y Bellido, es allí donde reposará usted a partir de ahora. Y mientras los camineros terrenales nos estrujamos el cerebro buscando esos retazos llamados caminos, usted verá ese repertorio de vías con claridad supina. Le presento mi mansio, Madrid, esa basta ciudad que unos vilipendian como la corte descortesana, otros la elevan a los niveles de la mismísima Emerita Augusta. Pues esta Mantua Carpetanorum se queda huérfana, como también se queda sola la Bracara Augusta de tanto camineros gallegos que se aventuran por Tras-Os-Montes. Y qué le voy a decir del Camino de Santiago, esa vieja vía romana que le buscaba más a usted que viceversa. ¿Qué dirá ahora Isaac Moreno y su benemérita Tritium Magallum? Porque incluso desde su trono de Cortes de la Frontera era capaz de dirigir tan cortés orquesta de vías en Caesaraugusta, en el Ager Laminitano –qué sólos se quedan Libissosa y Mentesa- o la sempiterna Vía Hercúlea. Ya no encontrará el Gades de rancio abolengo a su novia Illiberris. ¡Cuán sólo se queda el Mediterráneo sin saber por donde transcurrieron elefantes y cartagineses al circo de Roma! Usted, y sólo usted ha elevado a los altares la imagen del caminero, del investigador, del arqueólogo y del ingeniero, del erudito, del no tan erudito... Primero nos explicó qué demonios —sí, demonios— eran los caminos. Luego, cuando vimos los caminos con claridad cristalina nos explicó cómo buscarlos por tan abrupto territorio que es la vieja Hispania. Finalmente nos recordó, de nuevo, por qué estamos buscando a esos fantasmas tan escurridizos llamados caminos. ¿Se hace camino al andar? El andar siempre será andar, haya camino o no. Pero el camino es la forma más humana y romántica de modificar el territorio por parte del humano.

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Eso me lo enseñó otro maestro, al que le agradecería que saludase allí donde esté, don Juan Cascajero Garcés. Mi Segovia, como usted me recordaba, aún reposa esperando que rememoremos los viejos caminos que la conectaban con Toledo, su vecina al otro lado del barrio de Guadarrama. Yo personalmente me quedaré postrado un rato, debajo del bimilenario Acueducto, en la Vía Roma, a la espera quizá de que ésto no sea más que un mal trago y me indique el camino a la fértil Septimanca. Todos marchamos a la par por la senda que nos lleva a su sapienza. ¡Y qué más da que se llame Vía de la Plata! ¡Y qué nos importa que proceda del romano, del árabe o del provenzano! Nos importa que con su llegada empezó la talla de un Miliario que con su marcha no se queda sólo —porque no lo vamos a permitir— pero sí mermado. Con su retiro a esa mansio con la que usted soñaba, una mezcla de Ilipa con Itálica y Pompaelo, nos quedamos a las puertas de Paestum sin saber de su grandiosidad. Ahora que ya le han dado un asiento en la villa de Catón, en el Lago Como, ya puede definitivamente descansar de tanto camino arriba y abajo de Fuenfría, Pajares o Monte do Ferro. Déjeme a mi Segovia, don Gonzalo, que trataré de que su memoria no quede en un acti abandonado por el humano moderno... Semper fidelis A la memoria de don Gonzalo Arias Bonet, Maestro de maestros y de curiosos, Que nos enseñó que por los caminos No sólo corre polvo y arena. Pablo Guerra García

En la muerte de Gonzalo Arias Hay ocasiones en que, tras la pérdida de algunas personas, a algunos nos queda la sensación de que el mundo es algo más pobre sin ellos. Esta es una de esas ocasiones. Este es el caso de Gonzalo Arias. Y no me refiero sólo al aspecto científico de sus aportaciones a la caminería hispánica. Hecho éste de todo punto incuestionable. De hecho, no se podrá, en un futuro, escribir sobre la investigación de las vías romanas en España sin valorar el enorme esfuerzo personal que desplegó Gonzalo. La tarea de alumbrar y sostener una publicación como El Miliario Extravagante sólo puede calificarse de titánica. (Y, si alguien lo duda, puede intentar ejercer, al mismo tiempo y casi en solitario la carga de trabajo que Gonzalo describía cuando —no sin humor— se autocalificaba en las portadas del Miliario de «editor, director, redactor-jefe, secretario, administrador y mecanógrafo»). Pero no es el aspecto científico el que quisiera reseñar aquí. Prefiero, en cambio, resaltar algo que yo percibí desde los primeros ejemplares del Miliario que llegaron a mis manos: allí se respiraba la libertad. Por encima de otras consideraciones (agilidad, frescura, inmediatez, espontaneidad) me parece que los aires de libertad que corrían por El Miliario

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fueron uno de los aspectos más atrayentes de esa publicación. No hay que olvidar, de entre las características del Miliario, algo que suele ir unido a la libertad: cierto espíritu iconoclasta, rompedor, vanguardista, insumiso ante los tópicos, amante del aire despejado que corre fuera de los caminos trillados. Arias nunca se casó con nadie. Antiautoritario por naturaleza y antidoctrinario por convicción (véase su póstuma protesta ante una «Iglesia ritualista y dogmática»), no se sometió a ninguna auctoritas. Fuera ésta de procedencia académica, corporativa o institucional. Deja Arias un importante legado y una limpia trayectoria felizmente continuada en El Nuevo Miliario, cuyo mismo nombre lleva implícito —me parece— un homenaje al Boletín de Gonzalo. Hace justo un año, en enero de 2007 mantuve uno de los últimos contactos por correo electrónico con Gonzalo: «Acabo de cumplir 81 años y no estoy muy bien de salud». Yo sé bien ahora a dónde te dirigía al camino que entonces estabas transitando. Hace mucho tiempo, en septiembre de 1963 cuando redactabas «El secreto de Antonino», escribías: «Instalado en su rincón favorito de observación, Jerónimo de Zurita miraba hacia abajo. Desde hacía cerca de cuatro siglos, casi desde su llegada al Paraíso, había adquirido la costumbre de dedicar de vez en cuando algunos años a seguir desde lo alto los afanes de quienes, allá en la Tierra, buscaban trabajosamente la verdad histórica, lo mismo que él había hecho en vida. Ahora, él poseía la Verdad absoluta. En ella se recreaba incansablemente su espíritu de fiel cronista. Desde ella, gustaba de ver los desmañados tanteos de quienes, en el mundo de los vivos, continuaban haciendo progresar lentamente la ciencia histórica… y también, en ocasiones, la hacían retroceder» (Repertorio de caminos de la Hispania Romana, 1987, 85). Describías cómo «en torno a Zurita habíase reunido un pequeño grupo de sabios de diversas épocas. Tomó la palabra Enrique Flórez, doscientos años más joven que el cronista aragonés… varias miradas se dirigieron a uno de los sabios del grupo… Antonio Blázquez era el último llegado…». Allí contabas también la pertenencia ese grupo de Eduardo Saavedra y de Ambrosio de Morales. Pues bien, con toda seguridad sabemos que ya no es Antonio Blázquez «el último llegado» a ese «pequeño grupo de sabios» que debaten sobre el Itinerario de Antonino. Ha muerto un hombre libre. Que la tierra te sea leve. Jesús Sánchez Sánchez.

Meglio tardi che mai Mis palabras van a llegar con cierto retraso, pues aunque desde un primer momento tuviese la idea de escribir algo sobre Gonzalo, sin embargo consideré que el lugar ideal donde mostrar mi pensamiento tenía que ser en un terreno común para ambos: ¿y dónde si no en El Nuevo Miliario, vástago de su criatura El Miliario Extravagante? Conocí personalmente tarde a Gonzalo, en ocasión de la exposición Artifex en el Museo Arqueológico Nacional de

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Madrid. Antes había tenido sólo un contacto por correo electrónico cuando, a raíz de los trabajos de documentación de la Vía de la Plata, le pedí algunas sugerencias. Anteriormente ya lo había conocido a través de su revista, difícil de encontrar en las bibliotecas universitarias: esa revista en formato A4, hecha con multicopia, que parecía salir de la clandestinidad: ...y editada en La Línea de la Concepción. La cosa no podía ser más extravagante y original. Su labor en la revista fue impagable. Surgió de una inquietud, propia de quien, buscando información sobre un cierto tema, la encuentra insatisfactoria y quiere ir más allá de lo que se dice. Así es cómo se gestó El Miliario Extravagante, a raíz de la elaboración del Mapa Histórico de la Península Ibérica que Gonzalo emprendió a finales de los años 50. Cuando llegó al mundo romano y a sus calzadas vio que existía un gran déficit sobre este tema. Y así en 1963, desde París, arrancó la andadura del Miliario Extravagante. Por aquel entonces se carteó con ilustres académicos. Claudio Sánchez Albornoz reconoció el valor de su iniciativa a pesar que en su primer número Gonzalo escribiera al respecto «También los sabios cometen pifias»; otros personajes ilustres se cartearon con él como Nino Lamboglia, fundador del Istituto Internazionale di Studi Liguri de Bordighera, Victor Von Hagen, gran divulgador sobre calzadas, Julio Caro Baroja, Pedro de Palol y Salellas. Estos son tan sólo algunos de los nombres que la mayor parte de los que están metidos en nuestro mundillo conocen. Desde el primer momento, en su revista Gonzalo dijo siempre lo que pensaba, siendo siempre muy crítico debido a su espíritu observador y a su meticulosidad (pues todo se lo leía con detenimiento y muchísimas eran sus notas al borde de las páginas de los libros que consultaba). También sabía reconocer sus errores y dar marcha atrás, espíritu que animó siempre El Miliario Extravagante, dando muestra de honradez intelectual. Volviendo a nuestro primer encuentro en el Museo Arqueológico Nacional, hay que señalar que fue rápido y fugaz, pues Gonzalo estaba literalmente asediado por los suscriptores del ME. Tras presentarme y saludar consideré oportuno irme a la francesa... ya habría otra ocasión más propicia para conocernos mejor. Luego descubrí que se había quedado con la mosca detrás de la oreja: pues no acababa de entender bien si yo era italiano o español, duda que quedó reflejada en mi primera intervención en El Miliario Extravagante. Decía, con cierta ironía, dentro de la sección «Lo que dicen nuestros corresponsales»: escribe Giacomo Gillani desde Megeces, Valladolid. En 2004 las oposiciones de Latín me hicieron aterrizar en Andalucía y en concreto en La Línea de la Concepción, una gran casualidad pues no había pedido ese destino; allí en el Campo de Gibraltar descubrí su otra faceta, pues aún se encuentran rastros de su presencia, algunas de sus publicaciones, el recuerdo de su casa Casatuya. Incluso quien pasee por la Main Street de Gibraltar podrá encontrar sus publicaciones en una librería cerca del Convento. Pero sobre todo encontré a un amigo suyo, Aventino Andrés Cortés, un burgalés también profesor de Latín que conoció a Gonzalo a finales de los años 70, cuando hacía huelga de hambre con su mujer Hilde delante de la verja de Gibraltar. Fue con Aventino con quien por primera estuve en Cortes de la Frontera y pude charlar con más calma de sus convicciones y de nuestros intereses comunes: las calzadas. También pude sanear su curiosidad sobre mis aparentes obscuros orígenes, com-

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probando que ambos teníamos raíces vallisoletanas. Fue entonces cuando empecé a visitarle de forma periódica y a conocer mejor su personalidad, entre otras cosas porque mientras me trasladaron de La Línea de la Concepción a Ubrique, es decir a tan solo 26 km de Cortes. Mirada inteligente y viva, nariz aguileña e indagadora, el gesto rápido que indicaba energía e inquietud, la conversación variada y amena. Me di cuenta de que estaba conociendo a una gran persona, muy inteligente y muy culta. A partir del 2007 empecé a verle decaer físicamente por su enfermedad, siempre llevada con serenidad y gran dignidad. Le pedía consejos sobre mapas y calzadas de la zona, me leí algunas de sus obras no «viarias». Y hablamos de muchos temas, sobre todo de Gibraltar. Era consciente que de que no iba a durar y ya se planteaba su vida del más allá, retomando un proyecto que había emprendido años atrás: La Historia ramificada. También se puso a ordenar sus cosas, cerrando poco a poco frente tras frente con total racionalidad y sin dramatismos. Cuando vio que tenía todo perfectamente ordenado decidió no recibir más transfusiones de sangre, que eran las que le permitían mantenerse con fuerza. Estuve con él algunas veces antes de Navidades y ya estaba en la cama, muy débil pero sereno y perfectamente despejado, esperando con todos sus seres queridos el final. Tras las últimas Navidades, el viernes 11 de enero le envié un tímido correo para saber cómo le iba. El día después me fui a La Línea ya que había quedado con nuestro amigo común Aventino; fue él que me comunicó su fallecimiento durante la misma noche anterior. Le comenté: «Y yo que justo ayer a las 19:00 le mandé un correo...». «Pues Giacomo, te ha contestado, me lo acaba de decir Hilde». Inmediatamente fui a leer el correo. Efectivamente, tras mi correo de las 19:00 a las 20:00 le dictó la contestación a su hijo Mario. Dos horas después ya no estaba con nosotros. No me gustan ni los dramatismos ni los melodramas, pero confieso que me ha dejado un gran vacío, en todos los aspectos. Al respecto puedo sólo comentar que me alegro de haberle conocido y de haber recibido tanto de él en tan poco tiempo. Gonzalo, deseo que en tu otra vida recibas la misma generosidad que nos has brindado aquí y que Teófono, tu mentor en La Historia ramificada, te haya asignado a la rama histórica de la paz y de la racionalidad. Yo desde nuestra rama actual, la de la irracionalidad, la de las guerras y la de los siniestros tonos expresionistas puedo solo darte las gracias, ya que todo lo bueno que tenías no ha ido perdido, pues ahora lo tienen todos tus seres queridos y todos los que te hemos conocido. Gonzalo, un gracias sincero de parte de un ¾ vallisoletano y un hasta luego, pues esto, como tú bien sabes, no se ha acabado. Giacomo Gillani Martín, enero de 2008

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Gonzalo Arias, activista de la no-violencia, in memoriam

esperanza en la lucha por una sociedad justa con las armas de la no-violencia.

En 1968 un joven de 42 años salió a la calle en Madrid encartelado en plan sándwich. El texto era claro, exigía elecciones libres a la jefatura del estado. En España, en 1968. Ese joven era Gonzalo Arias Bonet que el 11 de enero pasado falleció, siempre joven, a los 81 años de edad.

Al despedirse nos ha recordado su condición de cristiano que cree en el mensaje de amor universal de Jesús, pero Gonzalo Arias hasta el fin, ha querido manifestar su protesta ante la iglesia Católica Romana, para él «Ritualista y dogmática poco sensible a los signos de los tiempos» a la vez que manifiesta su apoyo a las comunidades de base, iglesias pacifistas y movimientos ecuménicos.

Nacido en Valladolid en 1926, en eso que se solía calificar como una familia «bien», se dedicó profesionalmente a la traducción y en 1956 obtuvo un puesto permanente de traductor en la sede de la UNESCO en París, puesto que mantuvo hasta 1968 cuando pasó a dedicarse a ello por libre. Como dice en la breve biografía que colgó en su página web en París tuvo posibilidad de conocer a los pensadores noviolentos franceses que le llevaron naturalmente a Gandhi y a Martin Luther King. Descubrió que la no-violencia podía ser el mejor desafío pacífico a la dictadura. Lo descubrió y lo asumió. Por eso salió a la calle en pleno franquismo. Padre de seis hijos arriesgó su familia, su buen trabajo y su libertad. Su noviolencia molestó desde el principio. De hecho le juzgaron, le encarcelaron y le metieron en el manicomio. Pero no le cambiaron de forma de pensar. Al salir de la cárcel junto con Pepe Beunza y otros noviolentos, organizaron la campaña por el derecho a la objeción de conciencia al servicio militar. Cuando Pepe fue encarcelado en 1971 como primer objetor político, supo utilizar sus contactos internacionales y organizó la Marcha Internacional a la Prisión de Valencia donde Pepe estaba preso. Salieron caminando seis españoles y nueve extranjeros de Ginebra, pero de la frontera española, donde ya se concentraron unas setecientas personas, no pasaron. Una vez más fue detenido, pero su acción aumentó la resonancia de lo que Pepe estaba haciendo. Los jóvenes que hoy se libran de la esclavitud del servicio militar obligatorio tienen una gran deuda de gratitud con Gonzalo. Pasaban los años, pero Gonzalo siguió activo. Durante muchos años mantuvo la protesta contra el cierre de la verja de Gibraltar saltándola en diversas ocasiones con las consiguientes sanciones y en 1976 volvió a salir a la calle a denunciar las torturas policiales durante el gobierno de Arias Navarro. También participó en numerosas acciones contra la base militar americana de rota. A la vez que a la acción, Gonzalo también se dedicaba a la reflexión. Emepezó escribiendo sobre una de sus grandes pasiones, la geografía histórica y, sobre todo, las vías romanas en Hispania. En 1963 inició desde París una serie titulada El Milario Extragavante que mantuvo prácticamente hasta hoy. En el campo de la acción política sus primeros libros tuvieron que publicarse en el extranjero (Los Encartelados) o aquí de forma ilegal (La No-Violencia: ¿Tentación o Reto?). Otros fueron El Proyecto Político de la No-violencia, Gibraltareños y Gibraltarófagos con el Ejército al Fondo, El Antigolpe, Manual para una Respuesta Noviolenta a un Golpe de Estado o El ejército incruento de mañana. Materiales para un debate sobre un nuevo modelo de defensa. Todos los que creemos que la lucha de la insumisión fue un aporte de progreso a la sociedad debemos mucho a lo que aunque no lo sepamos Gonzalo Arias nos aportó. Su vida debería ser recordada en las escuelas como ejemplo y motivo de

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Su familia le ha deseado, al pasar ahora a otra dimensión espacial y temporal, que tenga un buen viaje y que allá donde esté siga explorando e investigando y que sea feliz en cualquier rama de la historia a donde haya ido a parar. Que así sea. Pepe Beunza Pedro Otaduy

Recuerdos de Gonzalo Me pide Carlos, que escriba algún recuerdo que tengamos mis hijos y yo sobre Gonzalo. Recuerdo sobre Calzadas Romanas hay pocos, aunque ponía en la portada del «Miliario» que Hilde Dietrich era su secretaria. Confieso, que le ayudé muy poco, tan poco, que una vez se veía tan acorralado que tuvo la idea de poner en el «Miliario» mismo un anuncio, en el que buscaba a un «Becario» para vivir en casa y así poder ayudarle. Se apuntó solo uno y ese vivía en Caracas y era su primo Jaime. Desde entonces el buen Jaime no dejó de venir desde Caracas todos los años para echarle a Gonzalo una mano. Gonzalo solía trabajar siempre, aún en los días de fiesta y domingos. Menos mal que Jaime tuvo la osadía de protestar algún día.: Los domingos no se trabaja ni Hilde debe hacer comida porque los domingos saldremos de excursión a algún pueblo bonito, donde comeremos invitados por mí.» Así se quedó esa costumbre aunque no estuviera Jaime en casa y fue para mí también un alivio. Lo menos bueno fue que, antes de salir de excursión o los dos solos, de viaje, Gonzalo cogía el mapa y miraba si habría una posibilidad de combinar esa salida con la búsqueda de una calzada. Se nos iba el tiempo porque a veces se preguntaba a un viejito del lugar si se acordaba de algún camino antiguo empedrado o no, que condujera a tal sitio. Y, muchas veces no encontrábamos nada pero se había escapado mucho tiempo. Cómo recuerdo también al buen primo Jaime, él se murió en Caracas una semana después de Gonzalo. Recuerdo haber oído decir a Gonzalo en el teléfono: «A ver, quién se va antes tú o yo». Como mi Gonzalo no sólo tenía esa afición sobre las Calzadas sino también sobre «La entrada y salida de alguna prisión», tengo alguna anécdota que contar: Cuando la primerísima vez que él estaba en la prisión de Carabanchel todavía vivíamos nuestros hijos y yo en Francia. Dado el fallecimiento del padre de Gonzalo, el juez le dio permiso a Gonzalo para asistir al funeral. De paso pidió Gonzalo un mes libre para poder trasladar a su familia desde Francia a España. Su abogado decía que no aprovecharía la ocasión para huir sino que se presentaría él mismo para volver a la prisión.

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Así fue: Nos ayudó en el traslado con muebles e instalarnos en la casa del Escorial tan bonita y escogida por él para que, dado que era verano, tuviéramos de paso un veraneo. Instalamos los muebles, él clavó clavos para los cuadros y, cuando estaba ya todo bonito y arreglado, él dijo: «Ahora me iré yo mismo a presentar». Qué pena, decíamos nosotros. Se fue creo que a la Plaza de las Valesas, donde estaba antes el Juzgado, fue a la entrada de los calabozos. El guarda le pregunta: «Que quisiera, visitar a un recluso?» «No, entrar yo mismo.» Ya estábamos mas cerca de Gonzalo, ¡menos mal! Los domingos tuvimos la posibilidad de visitarlo. Uno yo solita y el otro con los hijos. Me dijeron que desde El Escorial no tendría que pasar por Madrid para ir a Carabanchel sino por Pozuelo. Fui a Pozuelo pero no sabía que camino tomar. Vi a un cura con sotana al borde de la carretera y pensé: Le preguntaré a él que debe de estar acostumbrado a esas cosas. (Yo creía que Carabanchel era solo la prisión). El me contestó: «Sígame». Cogió su coche y yo le seguí hasta la mismísima prisión. Ahí se despidió dándome la mano y deseándome mucha suerte. Al siguiente domingo les tocaba a los niños. Tenían 4, 6, 8, 10, 11, y 12 años en esa época. Nos levantamos pronto, se pusieron los bonitos trajes e íbamos a desayunar cuando yo dije: «¡No tenemos pan!» Diego, el segundo por abajo, dijo yo voy. Había una tiendecita abierta los domingos. Cuando volvió dijo ingenuamente: «Me preguntó la María que a donde voy tan elegante y le dije que a la prisión a ver a mi padre.» «¿Eso has dicho?» le gritaron todos los hermanos a la vez. Diego se quedó asustado y no sabía qué contestar. Dije yo: «Ha dicho la verdad y no solo hombres malos entran en prisión sino muchas veces hasta muy buenos». «Yo hablaré con la María y le contaré todo.» Entonces se quedaron tranquilos. Era una experiencia muy buena para los niños. Era un gran salón. A lo ancho de una pared estaban los locutorios (pequeños departamentos separados por tabiques) De frente tenían doble pared de grueso plástico agujereado para oír la voz. Veíamos a Gonzalo pero difícil oíamos la voz. Había que gritar mucho. Eso les pasaba a todos en quizás 20 apartamentitos en el salón. ¡Era un griterío! Pero los niños que estaban apegados al plástico, entendían todo y hacían mil preguntas. Gonzalo les decía que vivía como en un hotel, que tenía un patio para pasear, que le daban buena comida, etc. Gonzalo también les hacía preguntas a ellos y nos reíamos mucho. De repente se oyó un fuerte timbre y aparecía detrás de cada recluso un guardia que les invitaba a despedirse. Gonzalo cogió su pañuelo y lo movía en el aire. No hubo lágrimas sino todo lo contrario: A la salida, flanqueados por guardias se contaba uno al otro lo que le había dicho su padre. Se reían todavía y parecía que salían de un circo. Los guardias se quedaban asombrados. Luego les invitaba yo en un chiringuito a la Casa de Campo y así fue la fiesta entera. El colofón de todas las visitas a la prisión fue una muy especial: Era el día de la Patrona de los Presos. Como gran regalo había un decreto que los presos podían recibir para el día entero la visita de sus hijos conviviendo con ellos. Lo malo era que sólo se permitía la visita de niños y niñas desde un mes hasta los 8 años, así es que Marta, Diego y Mario. «¡Qué ilusión!» decían. Tempranito, sobre las 10 de la mañana, había que estar ahí en la verja cerrada de la prisión. Éramos un montón de madres ahí en la carretera. Madres con bebés en brazos, envueltos en toquillas con bolsas de pañales y biberones. Luego los chiquitines que apenas sabían andar y los más mayorcitos. Había una fila de guardias que se ponían a lo ancho de la verja abierta uno pegadito

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al otro. Empezaron por los bebés. Cogían a los bultos en brazos y las bolsas adjuntas y se los llevaban diciendo: «A las 6 en punto la recogida» Ya había otra fila de guardias preparada. Los siguientes por favor. Y casi al final les tocó a los mayorcitos. Cada niño con su guardia. Movían la mano para decir adiós y ya está. Adentro se les ponía a cada uno sus nombres al cuello y la galería a donde iban. ¡Qué ansia tenía yo a que dieran las 6 de la tarde! No fui mientras tanto al Escorial sino a la casa de una hermana que tenía en Aluche. Por fin, ya antes de las 6 estaba yo allí y no sólo yo. ¡Casi todas las madres! Hablábamos entre nosotras mientras esperábamos. ¡Ya se abre la puerta! y ya venían, uno por uno, los guardias con un paquete en brazos. Lo alzaban con los dos brazos al aire y gritaban: «¿De quien es esto?» Enseguida gritaba una mujer: «¡Mío, mío!» Por fin empiezan a correr los mayorcitos, esos no se dejan agarrar por la mano sino se abalanzan hacia la verja con globos en las manos y bolsas de caramelos como si volvieran de un gran festín. Diego, como siempre el descuidado, se cae en la rampa al salir pero rápido recoge sus caramelos y sigue a sus hermanos. Ni siquiera abrazos y besos sino gritos de alegría: «Nos bañamos en la fuente, comimos tarta y pasteles, jugamos con otros niños, era como un cumpleaños. Todos los presos se habían volcado con los niños, sean o no los suyos. Como muchos presos prefieren la comida de casa, y no como Gonzalo que comía el rancho, habían recibido comidas especiales aparte de la de la prisión que en ese día era especial, había de todo y de lo mejor, que los nuestros nunca habían ni probado. «¡En la cárcel se vive muy bien, hay de todo, mamá!». Cuando, a los pocos meses volvió su padre, ya no decían: en la cárcel se vive mejor, lo mejor de lo mejor era, tener a su padre en casita, aunque siempre esté sentado en su despacho, porque siempre les escuchaba, nunca decía que está ocupado y, cuando venían los domingos, salíamos al campo, a ver otras ciudades o pueblos, como Ávila, Toledo o Segovia. Yo quiero añadir, que en la galería donde Gonzalo estaba con los presos políticos, me admitían, previamente inspeccionados, trabajos de parte de la UNESCO para que los tradujera, le admitieron su máquina de escribir y encima le descontaron días de prisión por redención de trabajo. Todo este relato parece muy bonito, contado así pero la realidad es otra, ya os podéis imaginar. Eran demasiadas veces, cada vez que entraba de nuevo le saludaba Marcelino Camacho: «¿Pero Gonzalo, otra vez aquí?». Y Gonzalo respondía: «¿Pero Marcelino, todavía aquí?». Ahí también pudo saludar a un buen amigo de Francia, al comunista Antonio Azcárate y a otros muchos más. Y no todas las veces fueron en Carabanchel, luego en Algeciras después de sus saltos de la verja desde Gibraltar. Ahí hasta los mayores, que, acostumbrados a sus aventuras, le acompañaron en ir o a nado o con barquita de goma para luego saltar la verja todos juntos. Sonia, Mario, Diego y Marta. Mario puede presumir de haber pasado algunos días en la prisión de Algeciras y Sonia, que fue a nado a Gibraltar, estuvo presa ahí poco tiempo porque escogió al abogado Sir Joshua Hassan que era entonces el Primer Ministro. Con la ayuda de Dios, eso si tengo que decir, lo hemos superado todo y hemos vivido 52 años juntos. Dios gracias. Hilde Dietrich Cortes de la Frontera, 11 de julio de 2008

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PAUTAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES EN LA REVISTA

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El boletín bianual El Nuevo Miliario acoge trabajos, noticias y comentarios sobre vías romanas, historia de los caminos y otros temas de geografía histórica de cualquier época, pero para la publicación de los textos se aconseja seguir las pautas que se describen a continuación: 1) Los trabajos tendrán preferentemente una extensión máxima entre 15 páginas tamaño DIN A-4, incluyendo ilustraciones y bibliografía. Cada página de texto tendrá unos 2.500 caracteres. 2) En El Nuevo Miliario pretendemos respetar el medio ambiente; por ello, como norma general, y para reducir el consumo de papel, los originales, siempre que sea posible, se enviarán exclusivamente en soporte informático, en CD – Rom en el que se incluirán el texto y, por separado, las imágenes (planos, mapas, fotografías, etc.). Únicamente en aquellos casos en que los autores consideren que los trabajos deben de ir maquetados de una forma concreta se enviarán los originales impresos en papel. 3) Del mismo modo, se aceptarán preferentemente las fotografías (preferiblemente no más de tres o cuatro por trabajo) enviadas en soporte digital, en formatos .jpg, .pct o .tif, con una resolución mínima de 300 ppp. Para los planos y mapas, que se enviarán como imágenes, se aceptará además el formato .pdf. Circunstancialmente se aceptará el envío de fotografías, mapas o planos originales para su reproducción, que serán, en todo caso, devueltos al concluir la maquetación del trabajo. 4) Las imágenes se acompañarán, si los autores lo consideran necesario, de sus correspondientes pies, que se presentarán en una relación al final del texto. 5) Los trabajos podrán incluir notas bibliográficas y notas a pie de página (aunque, preferiblemente, se evitarán estas últimas y, en todo caso, se publicarán como notas finales), mientras que la bibliografía se citará preferentemente recurriendo al Sistema Harvard, (Autor, año, título, lugar de edición) de este modo: - FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, P.F. (1987): Sobre el neolítico y otras antigüedades de la región de Murcia, Revista de Estudios Peninsulares, 17, Baracaldo. LA FECHA prevista DE CIERRE DEL NÚMERO 7 de El Nuevo Miliario estará en torno al 15 DE NOVIEMBRE DE 2008

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