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y la teoría de los empalmesmansionesMansionibus supra scriptis, II: El Itinerario de Antonino, las

NOTAS

1. Publicado originalmente en El Miliario Extravagante, 62, 1997

2. J. Gavala, Geología de la costa y bahía de Cádiz. El poema Ora Maritima de Avieno. Son en realidad dos obras, reimpresas en un solo volumen en 1992

3. A. García y Bellido, España y los españoles hace dos mil años según la «Geografía» de Estrabón, Espasa Calpe, novena ed., 1986

4. F. Lasserre, Strabon. Géographie, texte établi et traduit par, París, 1966

5. J. López, Libro tercero de la Geografía de Estrabón que comprhende un Tratado sobre España antigua, Traducido del latín por don., Madrid, MDCCLXXXVII, edic. facsímil, Valencia, 1993

6. A. García y Bellido, La España del siglo I de nuestra era (según P. Mela y C. Plinio), Espasa Calpe, 1947

7. Los autores se refi eren constantemente a fechas «B.P.», iniciales no explicadas que desconciertan al ignorante. Leyendo atentamente, se entiende que se trata de años contados hacia atrás desde el presente, pero las palabras que se esconden detrás de esa abreviatura siguen siendo para mí una incógnita (espero que no sean un anglicismo como «before present»). Conviene recordar a todos los sabios que su lenguaje críptico puede ser una barrera para los ignorantes que, a veces, podrían leerlos con interés.

8. El lector habitual de El Miliario Extravagante reconocerá en estas siglas la nomenclatura de rutas romanas incluidas en el Catálogo de vías romanas de Hispania, actualizado por Gonzalo Arias en ME, 91 (2004) y que puede consultarse en www.gonzaloarias.net [N. del Ed.]

MANSIONIBUS SUPRA SCRIPTIS, II:

EL ITINERARIO DE ANTONINO, LAS MANSIONES Y LA TEORÍA DE LOS EMPALMES

Unas notas de Gonzalo Arias

I. Antecedentes

No se engañe el lector: Éste no es, en realidad, el último artículo de Gonzalo Arias, ya que su autor nunca llegó a verlo. La historia es la siguiente: en febrero de 2007 «El Nuevo Miliario» comenzó a preparar un número especial dedicado a mansiones en las vías romanas. Se trataba de aunar en un número diferentes visiones teóricas que permitieran clarifi car en cierta medida el problema de identifi cación de este tipo de estructuras, e ilustrar las aportaciones teóricas con casos prácticos. Diferentes circunstancias hicieron que aquel número monográfi co, fi nalmente, se fragmentara en dos, que los ejemplos prácticos salieran publicados en el anterior número de la serie de nuestra revista (véase «El Nuevo Miliario», 5, enero 2008), y que para el presente quedaran las muestras teóricas: un resumen de diferentes conceptos fi rmado por uno de nosotros (que, después de todo, se aplazará una vez más hasta el número siguiente), y la visión general de los planteamientos de Gonzalo Arias. A tal fi n, se invitó a Gonzalo, en esa misma fecha de febrero de 2007, a participar en ese número, pero el deterioro de su salud le llevó a declinar la invitación y a aceptar, a cambio, la propuesta de «El Nuevo Miliario», consistente en redactar el texto conforme a sus instrucciones, y someterlo a su revisión antes de publicarlo. La segunda parte, como se sabe, ya no será posible; pero para la primera Gonzalo Arias nos transmitió los planteamientos que transcribimos a continuación, y que hemos intentado seguir en el texto de las próximas páginas:

« Muchas gracias por la invitación. De verdad creo que no tengo fuerzas para escribir lo que me pedís. Mi anemia persistente me hace pasar gran parte del día dormitando. Pero trataré de resumir mis planteamientos en cuatro puntos, y de deciros dónde podéis encontrar textos de apoyo:

» 1.- Acepto enteramente lo que Van Berchem dice de la naturaleza de las mansiones (Anexo 4 de «El Miliario Extravagante». Te lo copio en archivo adjunto. Lamentablemente los textos griegos han salido en «chino» por misterios de la informática 1 ) » 2.- Creo que la práctica totalidad de los nombres citados en el It. de Antonino son mansiones, aunque muy a menudo éstas estén situadas en ciudades y confundidas con ellas.

» 3.- Readaptando mi «teoría de los empalmes» (o interpretación gramatical del IA), creo que en el prototipo del Itinerario (o en las «hojas de ruta» que le sirvieron de base) se designaba con acusativo las mansiones no coincidentes con las ciudades que les daban nombre.

Normalmente, la mansio estaba en una vía principal, y la ciudad podía quedar apartada y accesible mediante un ramal.

» 4.- Excepcionalmente, creo haber encontrado dos casos en que tanto mansio como civitas parecen estar en la misma vía principal, distantes entre sí pocas millas. Uno es Mentesa ME 77; véase en especial la sección «Reconsideración del problema», págs 36-37. No se trata del IA, sino de los Vasos de Vicarello; pero supongo que el orfebre de éstos se basó en fuentes militares. Otro caso es el de Ratas o Ratis (=Leicester), mencionado en la citada pág 36.

» A vuestro arbitrio queda la forma en que podáis aprovechar estos materiales.

(…) Un cordial abrazo

Gonzalo»

A la vista de esos planteamientos, y ante la imposibilidad de que Gonzalo Arias pudiera dar la forma defi nitiva a este artículo, hemos optado en «El Nuevo Miliario» por recuperar los textos citados por Gonzalo Arias, hasta conformar, más que un artículo, unas notas sueltas que habrían debido servir de herramientas con las que trabajar. De nuestra cosecha son, tan sólo, los párrafos de enlace (redactados en tercera persona) y los títulos de los diferentes apartados. Somos conscientes de que esta labor inconclusa puede resultar insatisfactoria para el lector —desde luego lo es para nosotros—, pero nos resulta más respetuosa con el autor que intentar imitar su estilo dando forma a un texto que él no llegó a ver. Pedimos, en todo caso, disculpas por cuanto de equivocado pueda hallarse en nuestra decisión.

II. Los planteamientos de Dennis van Berchem

Firme defensor de los planteamientos de van Berchem (quien, por otra parte, y como el propio Arias explicó, ha sido el único en dar una explicación que, de momento, podrá no resultar del todo convincente, pero ha resultado irrebatible), Gonzalo Arias fue también el primer editor en español de los trabajos del arqueólogo belga, tanto de uno «de juventud» (publicado en 1937), en el que sin embargo ya estaban los fundamentos de la teoría que relacionaba el cobro de la annona militaris con el Itinerario de Antonino, como de otro muy posterior, de 1974, en el que los fallos de planteamiento del anterior trabajo habían desaparecido. Ambos textos fueron reunidos por Gonzalo Arias en el número 4 de los Anejos de «El Miliario Extravagante». El texto de van Berchem dice así:

«MANSIONES» Y GRANEROS 2 . Todos cuantos han examinado los Itinerarios antiguos han observado la diversidad de distancias que separan las mansiones, mientras que las mutationes o paradas de posta se siguen a intervalos constantes: si la mansio no fuera sino un refugio donde se pasa la noche después de una jornada de viaje, ¿cómo explicar la irregularidad de las etapas? En realidad, lo que ha determinado el emplazamiento de una mansio es la presencia de una comunidad de contribuyentes. Las estaciones así llamadas cumplen una doble función: reciben los impuestos recogidos en especie en los campos circundantes y los conservan en graneros construidos con ese fi n 3 ; sirven para el aprovisionamiento de las tropas, para lo cual los géneros de la annona se reparten a lo largo de las rutas de marcha o son dirigidos hacia el emplazamiento de las guarniciones. En conjunto, las mansiones constituyen la reserva sobre la que viven el ejército y, en fi n de cuentas, todos los servicios públicos.

Viene aquí la arqueología en apoyo del estudio de los textos, y tenemos la suerte de encontrar en el propio suelo la confi rmación de nuestras hipótesis. A. Grenier 4 ha visto muy bien que muchas ruinas dispersas en el territorio de la antigua Galia y bautizadas con el vago término de villae son en realidad mansiones. Reconocibles por los almacenes en los que se acumulaban las provisiones, casi todas ellas fueron dotadas de fortifi caciones, a veces enormes, en el siglo III; testimonio incontestable de su importancia militar y del cuidado que se ponía en proteger sus riquezas contra los merodeadores. En las mansiones estaban situados los puestos de benefi ciarii 5 ; puede presumirse que su función no era tan sólo la defensa de la estación, sino también una compulsión a mano armada ejercida sobre los habitantes del país, cuando éstos, por su mala voluntad, obstaculizaban la recaudación de la annona.

Las ruinas más interesantes son las del castellum de Jublains 6 (*); aunque rodeado de un vallum de tierra, el edifi cio de la mansio fue destruido en la invasión de 256. Se reconstruyó inmediatamente y, para protegerlo mejor, se elevó un ancho muro, fl anqueado por torres, que formaba un segundo recinto. La estación fue destruida de nuevo, sin embargo, en 275, y no parece haberse rehecho después.

Tenemos, por suerte, un texto muy instructivo sobre la constitución de una mansio; es el edicto por el que el gobernador de Tracia funda el emporion de Pizos 7 . La inscripción data de 202, año en que Septimio Severo visitó la región. En el preámbulo, el legado relaciona este acto con un conjunto de medidas tomadas por el emperador:

[«a la previsión de las mansiones estacionadas, nuestros señores autócratas, habiendo ordenado las cosas mercantiles más notorias fuesen abastadas y las otras cosas (ordenadas) anteriormente se cumpliesen.»]

La palabra griega traduce exactamente mansio. Pizos fi gura efectivamente en el Itinerario Antonino. El comentador del texto, M. Seure, lo relaciona con la organización del cursus publicus; no parece que le turbe la enumeración de las inmunidades concedidas a los habitantes del nuevo mercado, pese a que éstas comprenden la dispensa de los ((«Dg\»4, es decir del suministro de los equipos de la posta, que constituía la carga más pesada que este servicio imponía a los provinciales. En cambio, si atribuimos el establecimiento de la estación al servicio de la annona, reconoceremos sin difi cultad las características de esta imposición.

El legado no instala al frente de la comunidad a ciudadanos ordinarios, sino a decuriones de la ciudad en cuyo territorio se funda el emporium. Hemos visto el papel que incumbía en Egipto a los bouleutes (senadores): son también bouleu-

tes los que dirigen la mansio de Pizos. El edicto precisa las condiciones en las que debían cumplir su función:

[«de modo que a los superintendentes (máximos epimeletes) mismos yo prepararé contra la omisión y la entrega, yo mando (que) desde el tiempo de la omisión hasta el (de) la entrega, que el hiperarconte (magistrado supremo) de los propietarios del lugar y de los arcontes (magistrados) al cual yo mandé que (estando) en propio peligro, los mismos sean acusados (y que) aquello de lo que se debe dar cuenta sea para el erario de las ciudades, además pues, ellos pagarán estas mismas mercancías hasta el cuádruple de lo que estaba incompleto.»]

La B»DV80:R4H es el término empleado regularmente para la percepción de todos los impuestos, y en particular de la annona 8 ; la B»DV*@F4H es la entrega de los géneros a los soldados. Una carta escrita en 218 por Caracalla a las autoridades del puerto de Heraclea estipula que, en los lugares de aprovisionamiento acondicionados según las instrucciones del emperador, los soldados en tránsito presentarán una orden escrita para recibir su sustento (*4»Jg0F@:X<@L J@Ø *4»JV(:»J@H) [«del que esté acampado de la orden (escrita)»] 9 .

Los curiales encargados de la mansio de Pizos, así como los magistrados de la ciudad de la que aquélla depende, son responsables de esa doble operación; mientras ésta se realiza, sus bienes sirven de garantía; si faltara algo en el contingente impuesto, ellos abonarán como multa a los graneros de la estación el cuádruple del défi cit.

La inscripción nos informa además de la presencia en Pizos de un destacamento de soldados (@Ê ¦B\FJ»2:@ en latín stationarii) que participaban en el servicio de la mansio y controlaban la ejecución de las órdenes del gobernador.

El principal interés de este texto está en su fecha: ilustra el esfuerzo de Septimio Severo por organizar sobre una nueva base el mantenimiento de su ejército. Es la clase de los decuriones la que soporta en adelante todo su peso. Septimio Severo es el primer emperador que amplió notablemente, con su legislación, la responsabilidad personal de los magistrados municipales. Los textos de los jurisconsultos de su tiempo dan fe de ello. 10 El régimen de la annona es una aplicación manifi esta de ese principio. Las constituciones imperiales del siglo IV 11 denotan la presencia de decuriones al frente de cada mansio: es una de las reglas fundamentales del sistema inaugurado por Septimio Severo.

Es probable que el transporte de los géneros de la annona a los lugares ocupados por los cuerpos del ejército constituyera, como en Egipto, una carga administrativa, que incumbía a los curiales del mismo modo que la gerencia de los graneros. El decurión de Trento, agregado al aprovisionamiento de la legión III Itálica 12 , cargaba probablemente con los gastos de los convoyes que, por el desfi ladero de Brenner, se encaminaban hacia el valle del Danubio y el campamento de Castra Regina.

Pero, cuando se declaraba una guerra en una provincia, era un ofi cial el que tomaba en sus manos la dirección de las reservas de víveres, y los transportes se encargaban a destacamentos militares. Una inscripción de Britania 13 menciona un praepositus curam agens horreorum, tempore expeditionis felicissimae Brittanicae [«Comisionado activo para el cuidado de los graneros en tiempo de la felicísima expedición británica.»]; fue durante la campaña de Septimio Severo cuando este personaje, de nombre desconocido, ejerció su misión. Tuvo probablemente como adjunto a un centurión primero (primipilus), llamado en una inscripción de África praepositus thensauris dominicis et bastagis copiarum devehendarum. [«prepósito de los tesoros del señor y de los bagajes de víveres que han de ser transportados».]

Discernimos ahora mejor la obra realizada por los Severos. Crearon y desarrollaron en todo el Imperio una nueva modalidad de requisa para las necesidades del ejército. En todo tiempo, el aprovisionamiento ha dependido de la confi guración de la red viaria 15 ; de ahí que tuvieran que emprender grandes obras de reparación de las calzadas y restaurar las estaciones que el tráfi co de viajeros había hecho surgir.

El servicio de la annona se superpuso así a una institución más antigua, la posta imperial (cursus), con la cual se confundió hasta tal punto que los historiadores no han distinguido lo que corresponde a una u otra. 16 Se ha visto sin sorpresa que ejércitos enteros viajaran por la posta como simples correos. No es posible, a nuestro juicio, comprender la transferencia de tropas a partir del siglo III sin tener en cuenta la organización que hemos tratado de reconstituir.

III. La teoría de los empalmes, readaptada

El texto que sigue procede del trabajo citado por Gonzalo Arias, «Mentesa Oretana: un difícil acuerdo entre los itinerarios y la arqueología», «El Miliario Extravagante», 77 (junio de 2001). Se han extractado varios párrafos donde, creemos, se recogen los planteamientos esenciales descritos por Gonzalo en el mensaje reproducido al comienzo de esta sección. Esperamos, únicamente, haber sabido interpretar sus instrucciones, y apelamos una vez más a la comprensión de los lectores.

¿Pasan las vías de los itinerarios por medio de las ciudades citadas en ellos?

Mi respuesta, ya se puede adivinar, es negativa. No me voy a referir aquí a los muchos ejemplos del Itinerario de Antonino; no nos salgamos de la ruta de los Vasos Apollinares. Tampoco haré argumento de la idea de que a menudo el apartamiento de la ciudad respecto a la vía está indicado mediante una desinencia de acusativo, porque en los Vasos Apollinares no hay un criterio uniforme respecto a las desinencias gramaticales. Limitémonos a constatar algunos ejemplos evidentes de ciudades apartadas de la vía y que sin embargo son citadas en nuestro itinerario:

Los ejemplos son Hispalim / Hispali, Eporam / Epora, Saetabim / Saetabi y Sucronem / Sucrone, apartadas entre uno y 15 km de la vía. Suprimo aquí explicaciones

que los lectores de El Miliario Extravagante pueden encontrar nuestro Índice de mansiones y ciudades de la Hispania romana.

18

Con todos mis respetos a los sabios que han bregado con este sencillo problema de aritmética y geometría, creo que sus conclusiones están viciadas por no tener presente esta perspectiva. (…)

Reconsideración del problema:

1. Ante todo, me rindo a la evidencia de que el único yacimiento conocido en muchos kilómetros a la redonda que presente la importancia y la secuencia cronológica apropiadas para ser la Mentesa de los oretanos es Villanueva de la Fuente. Además, la topografía del lugar no es tan llana como para negar la posibilidad de que allí hubiera un oppidum, es decir un recinto fortifi cado aprovechando el declive del terreno por dos de sus lados. En cuanto a Alcaraz, todos convienen en que no se remonta más allá de época islámica. Almedina, sugerida por alguien y que también tiene antecedentes romanos, está demasiado alejada hacia el SW (Almedina está, en cambio, en una posición geográfi ca idónea para rivalizar con la Ermita de Mairena como ubicación de Mariana; pero eso es otra historia). Queda el recurso de observar que todavía no se ha hecho, que yo sepa, la carta arqueológica de los términos de Povedilla y Alcaraz, donde podría aparecer algo. Pero reconozco que el argumento es fl ojo. 2. Sin embargo, me satisface mucho el hecho de que precisamente en el paraje de la Fuente de la Toba —llamado también La Ventilla o La Ventica—, y junto a la carretera que aquí se superpone a la vía romana, a donde me llevó la medición de las distancias, se hayan encontrado restos muy elocuentes de lo que Luis Benítez de Lugo supone fue una mutatio destinada al avituallamiento de viandantes y caballerías, o bien una mansio de pequeñas dimensiones 19 . Yo hacía los cálculos desde mi despacho, sin conocer el terreno y sin saber que allí se había excavado. Afi né incluso más que Sillières en 1977: un kilómetro antes de donde él buscó sin encontrar nada. La coincidencia no puede ser pura casualidad.

Entonces, ¿por qué no hacer una distinción entre el oppidum, en la ciudad actual, y la mansio, 5 km más allá? Esta es la solución por la que se inclina Benítez de Lugo: «…existe un cierto debate en torno a la posibilidad de que la mansio citada por las fuentes no tenga por qué coincidir necesariamente con el emplazamiento de la ciudad. De hecho, hay autores que proponen la existencia de esta mansio próxima a la vía romana, pero en un lugar separado de la ciudad».

Mi resistencia a admitir esta solución se basaba, hasta ahora, en pretender aplicar a este caso mi «teoría de los empalmes». Un empalme, además de ser una mansio, es un punto de la vía del que sale un ramal que conduce a la ciudad designada, cuando ésta está apartada de la vía. Pero no tendría sentido —o eso me parecía— recorrer el camino por la vía hasta el supuesto empalme para después desandarlo por la misma vía en busca de la ciudad.

Aquí viene mi rectifi cación. A ella me ayudó recordar que yo mismo había encontrado un caso análogo, que me había dejado perplejo, en mi estudio de las rutas romanas antoninianas en Britania. Al considerar que las rutas que los estudiosos británicos han numerado como Iter VI (a Londinio Lindo, de Londres a Lincoln) e Iter VIII (ab Eburaco Londinio, de York a Londres), comprobé que las distancias para la mansio designada con las palabras Ratas y Ratis (acusativo plural en un caso, ablativo en otro) me llevaban en ambas rutas a Thurmaston, 3 millas al norte de Leicester, ciudad ésta por medio de la cual pasaba la vía y que según todos los autores era la romana Ratis. No supe explicar esto que me parecía una anomalía 20 .

Estoy seguro de que un estudio detenido de los itinerarios romanos en todo el Imperio revelaría otros casos análogos. Creo que la explicación hay que buscarla en las conclusiones del profesor suizo Dennis van Berchem sobre el Itinerario de Antonino, aplicables probablemente a otros itinerarios que quizá bebieron de una misma fuente. El Itinerario de Antonino no es una guía de caminos, sino una recopilación formada sobre la base de una serie de edictos imperiales, usuales en el siglo III, que fi jaban por anticipado la ruta que debía seguir cada una de las expediciones armadas encargadas de recaudar el impuesto de la annona, que se pagaba en especie, no en dinero (…) 21 . Van Berchem observa además que la arqueología apoya esta interpretación en los textos: según el arqueólogo francés Grenier, muchas ruinas dispersas por la antigua Galia y llamadas vagamente villae son en realidad mansiones, reconocibles por los almacenes donde se acumulaban las provisiones y casi siempre fortifi cadas. ¿No es éste el caso del yacimiento de la Fuente de la Toba, con sus construcciones muradas, sus suelos de opus signinum y sus paredes revocadas con grueso estuco de cal?

Quedan algunos cabos sueltos. Ante todo se puede objetar que si el Itinerario de Antonino no es una guía de caminantes, los Vasos Apolinares sí que se presentan como tales guías. Es cierto: claramente son una ayuda para viajeros que fueran de Cádiz a Roma, y no es pensable que se hayan confeccionado para una unidad militar que vaya recaudando la annona. Pero es muy verosímil la hipótesis de que el orfebre o los orfebres que los hicieron –que serían probablemente gaditanos y difícilmente podían tener experiencia directa de tan largo camino- buscaron en fuentes militares sus datos, interpretándolos o corrigiéndolos ligeramente en algunos casos en atención a informes de viajeros. Ello explicaría muchas de las pequeñas diferencias entre los vasos. En nuestro caso, se entendería así el hecho de que uno de los vasos, el 2º, señale 24 millas en lugar de 24 para la distancia de Mentesa a Libisosa. Algún viajero civil conocedor de esa zona convencería al orfebre para que introdujese esa corrección, al no admitir que la distancia se contara desde una mansio militar y no desde la ciudad. Olvidó, no obstante, introducir una corrección compensatoria de la etapa anterior.

Otro cabo suelto es la discusión sobre las fuentes del Betis. Bien, tendré que admitir en este caso el argumento a favor del caudal constante del río de Villanueva de la Fuente. También puede pensarse que en tiempos romanos, si Alcaraz no existía, Mentesa sería de todas maneras la referencia más próxima para todos los ríos y arroyos que nacen en la zona de Alcaraz.

Finalmente, unas palabras sobre los conceptos de mansio y mutatio. A menudo se supone que las mutaciones estaban

concebidas para el cambio de caballos y las mansiones, para pernoctar. Así por ejemplo lo dicen Radke 22 y Chevallier 23 . Pero ya hemos visto que Van Berchem no lo ve así, y a veces hay cierta ambigüedad en el uso de estas palabras 24 . La observación de Van Berchem sobre la irregularidad de las etapas es un argumento fuerte contra la idea de que están marcadas en función de jornadas camineras 25 . Conviene notar, por otra parte, que ni el Itinerario de Antonino en su parte hispánica, ni los Vasos Apolinares defi nen las etapas como mansiones o mutaciones. El que al parecer habla de mutaciones es el Itinerario Burdigalense (de Burdeos a Jerusalén), situándolas a intervalos relativamente regulares de 7 a 12 millas. En otras provincias del Imperio (África, Sicilia, Italia), el Itinerario de Antonino especifi ca a veces el carácter de las etapas agregando al nombre de cada una las palabras municipium, colonia, castra, praesidio, civitate, vicus, villa, villa privata o mansio. Nunca mutatio, me parece. En Sicilia hay una ruta que anuncia varias etapas con las palabras «mansionibus nunc institutis».

Pero me estoy alejando demasiado del tema de este artículo. Sólo he querido mostrar que el caso de Mentesa Oretana, además de permitirnos ejercitar la sana virtud de rectifi car y de darnos la satisfacción de llegar fi nalmente a un acuerdo aceptable para todos, abre interesantes perspectivas para profundizar en la interpretación de los itinerarios.

NOTAS

1. Luego, por otros misterios cibernéticos inescrutables, los caracteres «chinos» volvieron a convertirse en griego… [N. del Ed.]

2. Publicado inicialmente en «La Annona y el Itinerario Antonio», Anexos de El Miliario Extravagante, 4, 2004. En realidad, bajo ese título reunió Arias la primera traducción de los dos trabajos citados de Dennis van Berchem, «L’annone militaire dans l’Empire Romain au IIIe siècle», Mémoires de la Societé Nationale des Antiquaires de France, X, 1937 y «Les Itinéraires de Caracalla et l’Itinéraire Antonin» (1974). [N. del Ed.]

3. Thédenat, en Daremberg y Saglio, Dict. des ant., s.v. horrea.

4. Archéologie gallo-romaine, I, p. 437 y ss.

5. V. Domaszewski, Benefi ciarposten; Grenier, op. cit., II, p. 201.

6. Grenier, op. cit., I, p. 453. (*) Departamento de Mayenne, Francia. (N. del T.)

7. I.G.R.R. 766; cf. Seure, Bull. corr. hellén., XXII (1898) y Dittenberg, Sylloge, 3ª ed., nº 880.

8. P. Flor. 31, @Ê ¦B4:g80J»4... <Ø< Ð<JgH BDÎH J± B»D»8Z:Rg4. [«los epimeletes... ahora están a cargo de la ‘paralempsis’]

9. V. Domaszewski, en Heidelb. Sitzungsber., XIII (1918), p. 141. En Egipto, los epimeletes hacían su suministro a las tropas por orden fi rmada del dioecetes; véase antes, P. Oxy. 1115, p. 17. 10. Dig.,libro L; cf. Rostovtzeff, Soc. and econ. History, p. 358.

11. Cód. Teod., XII, 1, 21, praepositi mansionum; cf. XII, 1, 119.

12. C.I.L., V, 5036; véase antes, p. 14.

13. Dessau 9124.

14. Dessau 2764. He aquí el texto de esta inscripción, que plantea un problema interesante:

C. Sulgio L. f. Pap. Caeciliano, praef. leg. III Cyrenaicae, p.p. leg. XX Valeriae Victricis, praeposito reliquationi classis praetoriae Misenatium Piae Vindicis et thensauris dominicis et bastagis copiarum devehendarum, (centurioni) leg. III Aug., etc.

Este mismo Sulgius aparece citado en una inscripción del reinado de Heliogábalo o de Alejandro (C.I.L. X, 3342). Los epítetos Pia Vindex los recibió la fl ota de Miseno de Caracalla; pero la designación completa del estado civil de Sulgius no permite asignar la inscripción a una fecha alejada del reinado de ese príncipe. Sulgius Caecilianus hizo una carrera de centurión en diversas legiones. ¿Fue al marcharse de la legión III Augusta cuando recibió la misión especial rememorada en la piedra? Creemos más bien que ésta se le confi ó en cuanto primipilus de la vigésima legión (cf. los praepositi annonae, p. 12), la cual residía en Britania. En la época de la expedición de Septimio Severo, la fl ota de Miseno fondeó en los puertos bretones, para asegurar el enlace con el continente y el aprovisionamiento del ejército. Desembarcaba entonces un destacamento de marinos (reliquatio) para proceder al transporte de las provisiones (bastagae) de la costa a los graneros del interior. Su mando se confi ó a un ofi cial conocedor de la topografía del país, como debía serlo un centurión de la legión de Britania

Este primipilus encargado del aprovisionamiento del ejército, ¿no sería el prototipo de los «primipilos» del Bajo Imperio?

15. Stat., Silv., IV, 9, 17, bajo Domiciano: te Germanicus arbitrium sequenti annonae dedit omniumque late praefecit stationibus viarum. [«a tí, Germánico te dio el derecho de proseguir la annona y (te) puso al frente ampliamente de todas las cosas en las estaciones de las vías.»]

16. La bibliografía del Cursus está reunida en Holmberg, Zur Geschichte des Cursus Publicus.

17. Paneg. lat., VI, 16 y ss. Maximiano recorre la provincia Vienense vaciando las reservas de las mansiones (consumptis copiis mansionum).

18. Consultable en www.gonzaloarias.net [N. del Ed.]

19. Luis Benítez de Lugo se ocupa de este yacimiento en las páginas 43-48 y 308-309 de la obra Mentesa Oretana 1998-2000, Ed. Anthropos, Ciudad Real, 2001

20. Me cito a mí mismo: «The main objection to my reconstruction may be that the point designed with the terms Ratas and Ratis seems to be about 3 miles north of Leicester. It is not easy in this case to argue on the assumption of a junc-

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