E. Infantil 5 años: ENRIQUE GARCÍA FERNÁNDEZ. “Tito y Lucas” 1er Curso Primaria: HOUDA MOUSSA. “La Niña Escritora” 2do Curso Primaria: ANA BELÉN GUILLAMÓN PIQUERAS. “La Niña y el Sol” 3er Curso Primaria: ESTHER SIMÓN MUÑOZ. “Cuentos Mezclados” 4º Curso Primaria: MAGALI F. ASACATA QUISHPI. “El Unicornio Mágico” 5º Curso Primaria: ANGIE N. MOROCHO PESANTEZ. “Blancaflor y el Espejo” 6º Curso Primaria: JUAN JOSÉ ABELLÁN JIMÉNEZ. “La Caja de los Sueños” 6º Curso Primaria. Apoyo: ISMAHANE JABBOURI. “Las Tres Hermanas y el Loro” 1º ESO: ELIZABETH GUAMÁN TAMAY. “El Mundo de la Fantasía” 2º ESO: DOMÉNICA ANDRADE FERNÁNDEZ. “El Secreto” 3º ESO: SUSANA CUTILLAS LÓPEZ. “Escapada a la Montaña” 3º ESO. Apoyo: BOUCHRA JABBOURI. “Una Historia eenn África” 4º ESO: VICTORIA GONZÁLEZ GUARDIOLA. “Cambios Repentinos” 2
Érase
una vez un pájaro llamado Tito que
tenía miedo a volar, por eso se sentía muy triste. Un día conoció a otro pajarito llamado Lucas que al verlo así le preguntó: - ¿Qué te pasa Tito? ¿Por qué estás tan triste? Y Tito le respondió: - Es que me da miedo volar.
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Y Lucas le dijo: - Tranquilo, yo te voy a ayudar. Así, los dos amigos lo intentaron juntos hasta que a Tito se le fue el miedo. Y colorín colorado los pajaritos se van volando. Autor e Ilustrador: Enrique García Fernández Educación Infantil 5 años
Había
una
vez una
niña
que
se
llamaba Houda, era alta, guapa y simpática y le gustaba escribir cuentos. Un día mientras escribía, empezó a hacer frío, miró al cielo y vio que la luna se movía, las nubes empezaban a cambiar de color, de blanco a gris, y se levantó una gran tormenta. La niña cogió un fuerte resfriado y el médico dijo que tardaría meses en curarse. 4
Pasaron los días y como ella siempre llevaba su libreta, le escribió cuentos al doctor y a las enfermeras, y a todos los que le ayudaban a ponerse bien. Houda se sentía feliz de poder escribir. Al cabo de un tiempo, Houda mejoró y volvió a su casa con sus padres y siguió escribiendo cuentos para hacer feliz a la gente.
Y vivieron felices, y colorín colorado este cuento se ha acabado. Autora e Ilustradora: Houda Moussa 1º Curso de Primaria
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Érase
una vez un sol que daba mucho calor, pero nadie le hacía caso. Solo una niña muy guapa que, aunque le diera mucho calor, le seguía adorando. Cada día que lo veía, se le ponía una gran sonrisa en la cara. De repente, un día llegó la lluvia y esta niña se puso muy triste porque el sol había desaparecido. Pero pronto la lluvia le dijo: - ¡No estés triste! El sol viene enseguida. Cierra los ojos, cuenta hasta 10 y date la vuelta. 6
Cuando la niña se dio la vuelta, vio de nuevo al sol y volvió a ser feliz!!! Colorín colorado, el sol y la niña se han enamorado. Autora e Ilustradora; Ana Belén Guillamón Piqueras 2º Curso de Primaria 7
Érase una vez, Cuentos Mezclados. Cenicienta se pinchaba con el huso de la rueca y Aurora iba al baile real; Blancanieves bailaba con la Bestia y Bella se comió la manzana envenenada. Mientras, Rampuncel vivía debajo del agua y Ariel se criaba en la torre con su especie de madrastra. De repente, apareció el hada madrina, Cenicienta volvió al baile real, Aurora se pinchó con el huso de la rueca, Blancanieves se comió la manzana envenenada, Bella bailaba 8
con la Bestia, Rampuncel volvió a la torre con su especie de madrastra y Ariel volvió a vivir debajo del agua. Todo volvió a la normalidad.
Los príncipes se alegraron mucho porque ya habían recuperado a sus parejas. Las princesas buscaron una 9
solución para que no las envenenaran, las secuestraran y las maltrataran. Sus parejas se alegraron porque sus princesas eran fuertes. Vivieron caramelos.
felices
y
comieron
Autora e Ilustradora: Esther Simón Muñoz 3º Curso de Primaria
Había una vez un mundo mágico en
el que vivían los unicornios junto con otros animales mágicos. Un día, uno de los unicornios más jóvenes quiso investigar y salió al
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mundo real por un bosque que estaba cerca de un pueblo. Nada más llegar al pueblo, en cuanto la gente lo vio tuvo que salir huyendo, pues las personas salieron detrás de él para matarlo y quitarle el cuerno mágico. Tras una gran cabalgada, pudo despistarlos por el bosque. Se dirigía hacia su mundo, cuando una joven campesina muy guapa y muy pobre que recogía leña, lo vio y lo siguió sin que el unicornio lo notara.
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Al llegar cerca de una cascada, ell unicornio presionó con su cuerno sobre una roca y se abrió una puerta a su mundo y,, cuando iba a entrar, se tropezó y estuvo a punto de despeñarse. En ese momento, apareció la campesina que lo seguía, lo sujetó y pudo salvarse. El unicornio le dio las gracias y la invitó a pasar para que viese su reino. No vieron al Rey Oscuro que estaba observándolos; era un ser malo que odiaba a los humanos, echó un hechizo a la muchacha, la convirtió en un cisne y se la llevó a su castillo. Ya había pasado mucho tiempo y el Rey Oscuro se había olvidado de la campesina, lo aprovechó el unicornio y consiguió llevarse el cisne y quitarle el hechizo. La acompañó hasta la puerta que separaba los dos mundos para que volviera con su familia. Nada más salir, la niña se encontró con un joven que estaba perdido en el bosque y no sabía volver al pueblo. La 12
muchacha, que se conocía muy bien todos los caminos, le dijo que lo acompañara. Los jóvenes, nada más verse, se enamoraron y al llegar al pueblo, el muchacho le dijo que era el hijo del rey y la invitó a ir a su palacio. La campesina le dijo que no podía, que quería ir con su familia. El príncipe le dijo que si no se iba con él, se quedaría con ella y vivirían como campesinos y buscadores de leña. Finalmente, el rey se enteró y ordenó celebrar un baile para invitar a todo el pueblo. Como estaba muy contento de reencontrarse con su hijo perdido y con la campesina que lo había ayudado, mandó celebrar la boda de la joven pareja. Y colorín colorado… Autora e Ilustradora: Magali Fernanda Asacata Quishpi 4º Curso de Primaria
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En un país muy lejano, al lado de un
riachuelo vivían dos amigas. Su casita estaba junto a un bosque de árboles muy altos, y su música era el hermoso canto de los pájaros. Les gustaba plantar flores: margaritas, azucenas, amapolas,... Un día que hacía un sol maravilloso, unas nubes negras trajeron una tormenta terrible, la lluvia y el viento arrancaron muchos árboles, se llevaron parte del tejado de su casita,... destrozaron casi todo. Cuando volvió a salir el sol, las dos amigas salieron a recoger sus cosas que estaban por todo el bosque. Una de ellas, que se llamaba Alexa, encontró un espejo, casi roto. Cuando lo cogió, una cara apareció en él y le dijo:
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-¡Ayúdame! Soy Blancaflor. Necesito que me lleves a mi castillo y me libres del hechizo de la bruja Maléfica. Alexa corrió en busca de su amiga para contárselo, pero ella había encontrado una cajita dorada, cerrada con llave. Dentro había dos piedras preciosas, de color rojo, tenían forma de corazón y brillaban mucho. Liana, que era como se llamaba, pensó hacer dos colgantes. Uno se lo regalaría a su
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amiga Alexa y el otro sería para ella. Durante varios días lo recogieron todo, arreglaron la casa y todas las cosas que había destrozado la tormenta. Después, las dos amigas fueron a buscar el castillo, que estaba muy lejos, en una montaña. El espejo iba guardado en una bolsa y las piedras preciosas las llevaban colgadas del cuello Iban muy cansadas, ya se estaba haciendo de noche y tenían hambre y sed. Cerca del camino había una casa, en la que vieron luz. Fueron a la casa, tocaron a la puerta y abrió un hombre mayor. Alexa le pidió un poco de agua y pan. Se sentaron junto al fuego y comieron lo que el hombre les dio. Estaban muy cansadas y pronto se quedaron dormidas. Liana oyó unas voces, era el hombre que estaba hablando fuera de la casa con una mujer. Se acercó sin hacer ruido a la puerta para oír lo que decían. El hombre le contaba que había encontrado a dos niñas que seguro 16
iban al castillo. Liana despertó a su amiga y se escondieron detrás de un mueble. Cuando el hombre y la mujer entraron en la casa, comenzaron a buscarlas, y ellas vieron a la mujer, con el pelo blanco, le faltaban dos dientes y tenía una gran verruga en la nariz. Seguro que era la bruja Maléfica. Estaban llenas de miedo, fueron andando sin hacer ruido hasta la puerta pero la bruja las vio, y gritando les lanzó un hechizo. Se tiraron al suelo para que el hechizo no les alcanzara. Después salieron y cerraron con la llave. Corriendo llegaron al castillo, mientras que Maléfica les perseguía. Cuando estuvieron delante de la puerta vieron que la cerradura tenía forma de un corazón doble, juntaron sus colgantes, los metieron en la cerradura y la puerta se abrió. Dentro había un hueco en la pared, colocaron el espejo y de él salió una luz 17
verde y azul. Detrás de ella apareció Blancaflor, que les libró de la bruja Maléfica. Y ellas volvieron felices a su casita al lado del río. Autora e Ilustradora: Angie Nicol Morocho Pesantez 5º Curso de Primaria
Una
mañana, en un pueblo pequeño situado al este de España, dos hermanos llamados Víctor y Carlos se levantaron entusiasmados porque iban a jugar ese día el partido de su vida. Víctor, es un niño rubio, con gafas, con doce años de edad y una persona muy alegre. Carlos, es un niño algo bajito, moreno, con once años de edad y le encanta el chocolate. Durante el partido, al pasarle el balón a Víctor, recibió un fuerte impacto en la pierna 18
provocándole una grave lesión. Tras varias horas en el hospital, le escayolaron el pie y tuvo que andar con muletas. Un día, su madre le trajo una caja grande a Víctor para que guardara los objetos que no necesitase y así poder donarlos a alguna ONG. Víctor le pidió ayuda a su hermano Carlos para poder entre los dos ir más rápido y tener más tiempo para jugar. Al abrir la caja, dentro había un envoltorio de chocolate y Carlos empezó a pensar en lo bueno que estaba el chocolate. Sin darse cuenta, ante ellos apareció un gran mundo de chocolate. Los niños, perplejos, decidieron entrar dentro para comprobar si era cierto lo que estaban contemplando sus desorbitados ojos. Al llegar al mundo de chocolate, Víctor observó todo lo que había a su alrededor comprobando que ya no necesitaba muletas y dijo emocionado: - Mira Carlos, ¡puedo andar! Carlos se alegró mucho al ver que las palabras de su hermano eran ciertas. Los niños salieron corriendo y decidieron jugar al escondite en ese mundo tan dulce, Carlos dijo: - ¡Yo te busco y tú te escondes!
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Víctor decidió ir a lo más profundo del bosque y así su hermano Carlos no lo encontraría. En el bosque vio a lo lejos un árbol que relucía y decidió ir a investigar, se acercó, llamó a su hermano y decidieron entrar a ver qué era eso que brillaba tanto. Era un cochecito de juguete. A continuación empezaron a pensar en las carreras de Fórmula Uno y en ese momento, en menos de una milésima de segundo, los niños ya estaban montados en un coche de carreras conduciendo y dando saltos de más de veinte metros de altura. De pronto, escucharon unos pasos que se aproximaban y los niños salieron deprisa de la caja. Era su madre que venía con los pijamas para acostarlos, los niños se los pusieron y se fueron a la cama pensando y emocionados por el día que habían pasado. A la mañana siguiente, Víctor y Carlos, entusiasmados, decidieron entrar de nuevo en la caja y empezaron a pensar en una selva tropical, jugaron con los monos y los koalas. Más tarde pensaron que viajaban en una nube tranquilamente, pero eso no era así porque hacia ellos se aproximaba un pajarraco enorme, con pinta de no haber desayunado. Se engancharon a las puntas de la nube y disfrutaron escapando de esa águila. 20
Los niños, agotados, salieron de la caja y fueron a desayunar. Durante el desayuno, sus padres les informaron que debían recoger todos los juguetes para donarlos a una ONG. Los niños, muy tristes, salieron corriendo con la caja en sus manos y pensaron en el futuro. Al momento, veían como sus padres cogían la caja y se la llevaban a un lugar muy extraño llamado UNICEF. Asustados por no poder jugar más con la caja salieron detrás de ellos y les explicaron todo a sus padres. Los padres les creyeron fácilmente porque los niños se lo explicaron con mucho detalle.
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Pasó el tiempo y, unos meses más tarde, los niños tuvieron una hermanita llamada Rosa. Rosa era una niña muy bonita y un poco desastre para su edad. Una mañana, cuando Rosa cumplió un año, los niños estaban celebrando su cumpleaños, Rosa era la única que faltaba en la fiesta, pues estaba en la habitación de sus hermanos e iba directa a la caja. Rosa rompió la caja y sus hermanos, al oír ruidos, decidieron subir a su habitación para ver lo que ocurría. Los niños se pusieron tristes al ver que su hermana Rosa había roto la caja, le chillaron mucho y la pequeña se puso a llorar. Horas más tarde, los niños se arrepintieron, le pidieron perdón a su hermana y comprendieron que lo importante no era la caja, sino la imaginación de los niños. Autor e Ilustrador: Juan José Abellán Jiménez 6º Curso de Primaria
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Había
una
vez
tres
hermanas
que vivían con su abuela. Su abuela era muy mayor y apenas podía andar. Vivían en un pueblo llamado Casas Blancas. Las niñas se llamaban: Natalia, Nayara y
Nerea, eran
trillizas y tenían diez años. Nadie sabía que la vecina era en realidad una bruja. Tenía un loro que vigilaba todo lo que hacían las niñas. Un día, el loro les dijo que en el bosque había una bonita casa con grandes sorpresas en su interior. Sin pensarlo, se dirigieron hacia allí. Después de un rato caminando, vieron la casa en medio del bosque. Las hermanas no sabían que en ese lugar se encontraba la bruja. Al llamar a la puerta, apareció una joven muy 23
guapa que las invitó a merendar. Las niñas entraron encantadas y muy contentas se sentaron alrededor de la mesa que estaba llena de dulces y golosinas. Comenzaron a comer cuando de repente, Nayara, dijo que le dolía mucho
el
estómago, Natalia
y
Nerea
comenzaron a preocuparse. En ese momento, dejaron de comer, pero antes de poder salir apareció la joven y dijo estas palabras: - ”Chis, Chas”, la joven se irá y la bruja aparecerá. Las hermanas se quedaron asombradas y con mucho miedo. En ese momento, se cerraron
todas las
puertas
y
ventanas,
quedándose a oscuras toda la casa. ¡Os quedaréis aquí para siempre! dijo la malvada bruja, ¡limpiaréis toda la casa
y
haréis la comida todos los días! Pasaron varios días y la abuela estaba muy preocupada por las niñas, no aparecían por 24
ningún sitio. Un día apareció el loro por la casa y le dijo: Sé dónde están tus nietas. La abuela preguntó: ¿Cómo lo sabes? Lo sé porque yo las engañé diciéndoles que había una casa encantada en el bosque; pero no te preocupes, yo te ayudaré a rescatarlas añadió el loro.
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Un día, a la bruja le apetecía dar un paseo. El loro le dijo: Vete tranquila que yo me quedaré con las niñas. De acuerdo, contestó. ¡Venga, salid de aquí! ¡Os ayudaré a escapar!
dijo el loro a las pequeñas.
Las niñas pensaban que era una broma pero no, era cierto, el loro las iba a ayudar. Rápidamente abrieron la puerta y escaparon de aquella casa. ¡Abuela,
abuela!,
gritaron
las
tres
hermanas. ¡Qué alegría! ¡Ya estáis aquí!
dijo la
abuela emocionada al verlas. El loro se quedó con la abuela y las niñas a vivir con ellas para siempre.
La bruja, al
regresar de su paseo y ver la casa vacía, se 26
enfadó mucho y comenzó a gritar y a tirar objetos. En ese momento, le cayó encima un frasco con un líquido gris, convirtiéndose en un burro viejo y feo. Así nunca más hizo daño a nadie. Autora e Ilustradora: Ismahane Jabbouri 6º Curso de Primaria. Apoyo
F
-¡ eliz cumpleaños, Lucía! Mira, te he comprado un regalo: este libro de mitos y fantasía. Hola, yo me llamo Lucía y hoy es mi cumpleaños. Cumplo doce años y soy alta, con el pelo rubio y bastante simpática. Como os decía, hoy es mi cumpleaños y me han regalado muchas cosas bonitas: un móvil, una pulsera, un collar… Pero lo que más me ha gustado es un libro titulado “Mitos y Fantasía”, que me ha comprado mi prima. Ella me contó que una noche leyendo el libro le pasó algo extraordinario. Yo no me lo creía, hasta que… 27
-Lucía, baja a desayunar, o llegarás tarde al instituto. Era mi madre, como siempre. -No puedo desayunar, ya llego tarde. Después de toda una mañana en el instituto, fui a mi casa. Mi madre siempre me pregunta cómo me ha ido, pero hoy no tenía ánimo para nada y me fui derecha a mi habitación. Pasé el resto del día en mi habitación haciendo los deberes y escuchando música, pero me entretenía más en escuchar la música que en hacer los deberes. Me aburría mucho y empecé a buscar algo que me distrajese. Entonces, vi el libro que me había regalado mi prima y decidí ponerme a leer un poco. Pasé un buen rato leyendo, hasta que… -¡Aaaaah! De repente, estaba cayendo a un estanque muy bonito, que tenía el agua cristalina y que estaba en medio de un bosque muy extraño que no aparecía en ningún mapa. Después de haber caído, salí del estanque y me puse a recorrer sus alrededores para ver si había alguien. La noche empezaba a caer en el bosque,
yo
estaba
con
miedo,
nerviosa
y
con
muchísima hambre. En la noche todo estaba tranquilo y se podía ver algo gracias a la luz de la luna llena. Yo estaba despierta contemplando aquel bosque extraño.
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Entonces me entró mucho miedo y me puse a llorar hasta que me quedé dormida bajo un gran árbol. Al día siguiente me desperté con hambre, así que me alejé del estanque para buscar alimento. Encontré un árbol de manzanas junto a un río, así que empecé a comer manzanas y bebí el agua del río. De repente me di cuenta de que me había alejado demasiado del estanque. Era mediodía, el sol estaba en el centro del cielo y brillaba mucho. Me senté a la orilla del río y había empezado de nuevo a llorar, cuando escuché una voz: -¿Por qué lloras si aún no te ha castigado la reina? Yo me levanté del suelo y miré a todas partes, pero no había nadie. De momento, pensé que me estaba volviendo loca en ese bosque. De nuevo otra vez dijo lo mismo, pero yo no le presté atención, convencida de que eran imaginaciones mías. Entonces, una persona sacó la cabeza del agua y se acercó a la orilla. ¡Era una sirena! Me volvió a hacer la misma pregunta. Yo, sorprendida, le dije: -¿Quién eres? -Soy Perla, una sirena y vivo aquí. -¿Tú sola? -No. Vivo con todos mis amigos. Y tú, ¿quién eres?
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-Yo soy Lucía y me he perdido, pero no sé cómo he llegado a este sitio. ¿Cómo se sale de este lugar? -No hay salida. -¿Cómo que no hay salida? Esto es un bosque y en un bosque siempre hay salida. -Ya lo sabemos, pero aquí no hay salida y adonde quiera que vayas, estarás en el bosque. Pero puedes quedarte a vivir con nosotros. -¿Con vosotros? Si solo estás tú. -Eso no es verdad. Venga, salid todos. De repente salieron hadas, elfos, gnomos, ninfas y muchos más. Yo les pregunté: -¿Quiénes sois? -Somos
seres
imaginarios,
como
nos
llamáis
vosotros. -¿Sabéis cómo se sale de aquí? -Nadie sale de aquí. Como ves, nosotros vivimos aquí hace mucho tiempo y estamos gobernados por una reina despiadada, que nos encerró en este bosque sin poder salir. Ella se llama Sofía y mató a su hermana para poder gobernar. -¿Cómo os puedo ayudar?
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- Puedes destruir a la reina. -¡Destruirla!, ¿pero cómo? -Utilizando la varita de la bruja. -De acuerdo, ¿dónde está la varita? -Está en la casa de la bruja, que está en el bosque oscuro. Pero tenemos que cogerla sin que se dé cuenta, porque la bruja está de parte de la reina. Yo pensé que esto era de locos, pero tenía que cumplirlo, ya que les había dado mi palabra.
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Por la mañana emprendimos el viaje y, a la noche, llegamos al bosque oscuro. Llegamos a una casa muy vieja en la que vivía la bruja y observamos que esta se encontraba en el interior. Así que, ideamos un plan. -¡Bruja fea! -¿Quién se atreve a venir a decirme eso en mi casa? Era Flor, un hada que se encargó de distraer a la bruja, mientras nosotros entramos y cogimos la varita. Cuando la bruja se dio cuenta, empezó a perseguirnos. Nosotros salimos corriendo y nos separamos en todas las direcciones. La bruja decidió correr detrás de mí, ya que era yo quien tenía su varita. Entonces encontré un gran árbol con el tronco hueco y me escondí allí. La bruja pasó junto al árbol y no me vio. Dio unas vueltas más por los alrededores, pero como no me encontró, se marchó. Salí del árbol y me puse a buscar a mis amigos. Cuando los vi, me preguntaron todos a la vez: -¿Tienes la varita? -Sí, -les dije yo. Después de eso, reunimos a todos los habitantes de aquel bosque y decidimos que al día siguiente derrotaríamos a la reina. Aquella noche todos estaban nerviosos y yo les dije para tranquilizarlos:
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-No os preocupéis, todo irá muy bien. –Aunque, en mi interior, no estaba muy segura de mis palabras. Cuando amaneció, todos estábamos preparados. Empezamos a andar y, algún tiempo después, llegamos al castillo dispuestos a empezar la lucha. Pero mis amigos y yo fuimos por un pasadizo secreto que conducía al salón principal del castillo y allí estaba la reina, que nos dijo: -Os estaba esperando. Me dijo mi bruja que le habíais quitado su varita. Bueno, me entregas la varita por las buenas o por las malas. -No te la entregaré. -Pues tendremos que hacerlo por las malas. Ella lanzó un hechizo que paralizó a todos mis amigos. Me agarró, me tiró contra la pared, y la varita cayó al suelo. Detrás de mí había una ventana grande. La reina me empujó y me caí por la ventana. -¡Aaaaaah! -Lucía. Lucía, despierta. Llegarás tarde otra vez al instituto. Era mi madre. Todo había sido un sueño. Autora e Ilustradora: Elisabeth Guamán Tamay 1º Curso de Secundaria 33
Cuando te cuentan un secreto, no puedes decírselo a nadie, porque es un secreto, y si esa persona te lo cuenta, deja de serlo. Yo tuve que aprender a guardarlos. Mi historia es muy rara y lo más probable es que no la creas, pero de eso ya me encargo yo. Aquel día estaba nevando y hacía frío. La verdad es que me gustaba mucho este tiempo. Es uno de esos días en los que no apetece salir de la cama. Por suerte, era sábado. - ¡Elena, levántate!, ya son las diez de la mañana. - Mamá, ¡tengo frío! - Pero si a ti te gusta este tiempo. - Ya lo sé, pero hoy en especial, no.
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- ¡Elena! - ¿Qué pasa? - ¿Por qué está tu colgante en el suelo? - Es que ayer me lo quité para dormir. - Te he dicho que no quiero que lo pierdas. - Pero si siempre me lo pongo. - Venga, levántate. - Hagamos un trato, yo me levanto, pero tú me tienes que llevar a un sitio. - ¿A dónde? - A las afueras de New York. - ¿Tanto adoras esa cascada? Ya no recuerdo el lugar y el momento en que encontré la cascada, pero algo me decía que ya la conocía. Cuando mi madre me llevó allí, me llegaron muchos recuerdos de mi infancia. 35
- Muy bien, ya hemos llegado. Me bajé del coche y vi la cascada. Fui caminando muy despacio. El agua estaba fría y caían copos de nieve. No sé por qué me dieron ganas de sentarme. Al hacerlo, caí por un agujero grande y sucio. - ¡Mamá! ¡Socorro! - ¡Elena! De repente estaba en el suelo, pero no veía nada, todo estaba oscuro. - ¿Hay alguien ahí? Necesito ayuda. Cuando me quise dar cuenta, mi colgante se iluminó de repente. Me levanté y, a lo lejos, vi una pequeña luz. Me dirigí hacia ella y, conforme me acercaba, la luz de mi colgante se hacía más débil. Caminé, caminé y caminé, y aquella luz, que antes era pequeña, se hizo enorme. Entonces atravesé la luz y de repente 36
estaba en el bosque. Todo estaba verde y las flores eran preciosas, pero me di la vuelta y vi algo increíble. -¡Oh, Dios mío!, ¡Es un hada! - ¡Elena!, no te vayas. - ¿Quién eres tú y cómo sabes mi nombre? - Elena, soy yo, Sumer. No sé por qué ese nombre me sonaba tanto. - ¿Sumer? No, no me acuerdo de ti. - Lo suponía. Eras tan pequeña cuando eso pasó, tendrías unos 7 años. - ¿Qué pasó? - Dime, ¿cuántos años tienes? - Tengo 16. - Bueno, ahora podré hablar contigo más abiertamente. Estoy segura de que te acuerdas algo de mí. 37
- Solamente me suena tu nombre. - Bien, cuando tenías 7 años, viniste aquí. Verás, un día estaba en el bosque, oculta, cuando vi a una niña pequeña con el pelo rubio y los ojos azules como el mar, que se acercaba a mí. Me fui rápidamente, pero se me cayó el colgante y tú viniste y lo cogiste. Gracia a él, te traje aquí. - ¿Con qué fin? - Con el de verte y recuperar mi colgante. Ese colgante que llevas en el cuello te lo di yo para estar pendiente de ti cuando este día llegase. - No te comprendo ¿qué pasa en este día? - Elena, en este mundo no sólo estoy yo, hay más hadas, y nosotras necesitamos tu ayuda. - No sé de qué me hablas. Me quiero ir a mi casa. - Elena, este mundo corre peligro. Como sabrás, siempre hay algo bueno y algo malo, pues este mundo se divide en esas dos partes y hay un portal 38
que las separa; pero el lado malo quiere atravesar ese portal y, si lo pasa, este mundo serรก oscuro, lleno de tinieblas y de maldad.
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- ¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? - Sólo hay una manera de salvar este mundo. Que no atraviesen el portal y, para que eso no pase, te necesito a ti para que luches contra él. - ¿Tú estás loca? ¿Cómo pretendes que haga todo eso? ¿Y quién no me dice que me estás mintiendo? - Sólo hace falta verlo para creerlo, y tú lo estás viendo. Por favor, acepta. - Está bien, pero sólo porque te creo y me acuerdo de lo que me estás contando. - Me alegro de que ya te acuerdes. - Pero, el mal, ¿es una persona? - Claro, pero es un hada. - Entonces ¿por qué tengo que luchar yo? - Porque sólo puede luchar una mortal. Al día siguiente, guardé la esperanza de que fuese un sueño, pero no lo era. Todo era real. 40
Cuando estaba lista para ir a la frontera, por así decirlo, aparecieron un montón de hadas a desearme suerte. - Elena, cuando cruces el portal para pelear con ella, habrá un problema. - ¿Qué problema? - No podrás salir una vez que lo cruces y la maldad tan grande que allí existe, te acabará debilitando; por eso tienes que acabar con ella cuanto antes. - Está bien. Cuando lo crucé, todo el cuerpo me temblaba. - Tú serás Elena - ¿Quién eres tú? - Me llamo Scarlet, y voy a acabar contigo. Fue una lucha larga y dura. Con el tiempo, yo me hacía más débil y, de repente, me caí al suelo rendida y sin fuerzas. 41
- Sabía que no podrías ganarme. - Sólo una de las dos puede cruzar ese portal y no vas a ser tú. Entonces cogí su colgante del cuello y lo rompí. Todo empezó a desaparecer y salí corriendo. - Elena, ¿estás bien? - Si Sumer. Casi muero. - Sabía que lo conseguirías, pero tienes que volver a casa ahora mismo. Aquí hay un túnel que te llevará a la salida. Gracias, Elena, por todo. Pero tienes que guardar el secreto, ya que si no, desapareceremos. Cuando avancé me encontré con mi madre y me dio mucha alegría. Tenía muchas ganas de contarle lo sucedido, pero tengo que guardar el secreto. Autora e Ilustradora: Doménica Andrade Fernández 2º Curso de Secundaria 42
Era un día cualquiera en el que sugerí a mi mejor amiga una excursión a la montaña, pero lo que en un principio parecía ser una fantástica idea cuando se me pasó por la cabeza, en realidad no lo fue tanto. Bueno, mejor empiezo por el principio. Como decía, era un día cualquiera para mí. Había quedado con mi mejor amiga, Alicia, para hacer los deberes en mi casa. Alicia era una chica muy simpática y divertida, tiene los ojos azules y el pelo castaño. Entonces fue cuando le propuse pasar el día en la montaña. Ella se ofreció encantada, pero no se conformaba con un solo día, quería pasar una noche allí. Para mí no suponía ningún problema, al contrario, me encantan los animales, estar en el campo y la naturaleza. Teníamos que avisar a más gente. Decidimos avisar a Iván, un chico de nuestro instituto con el que quedábamos muy a menudo; era alto, moreno e inteligente; y también a Laura
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que, aunque no iba a nuestro instituto, solía juntarse con nosotros. Mi padre nos llevó hasta el pie de la montaña. Una vez allí, subimos por los senderos que íbamos encontrando, hasta dar con el lugar perfecto. Estaba rodeado de árboles y había una pequeña laguna muy cerca. Montamos nuestra tienda y nos acomodamos para pasar todo el día y la noche. Encendimos fuego y nos pusimos alrededor a comer unos bocadillos que habíamos preparado esa misma mañana. Laura se quejaba de todo: - ¡Tengo hormigas en el zapato! ¡Hace frío! No me gusta este bocadillo. ¿Para qué le echáis lechuga? Sabéis que la odio. - ¡Cállate! –le dije yo harta de sus quejas. La verdad es que no sabía por qué nos juntábamos con ella; era la típica rubia, pija y estúpida que hay en todos los barrios, pero, a veces, resulta divertido pelearse con alguien. Al cabo de un rato, nos fuimos a dormir. Todos dormían menos yo. No sabía lo que 44
me pasaba, creo que me asustaba que pudiera venir alguien para secuestrarnos o algo así, no sé. Como no me dormía, me levanté a dar una vuelta e inspeccionar la zona para ver lo que me encontraba.
Ya llevaba varios minutos andando y, cuando paré, me encontraba en medio de
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torrales. unos frondosos árboles y matorrales. Intenté encontrar el camino de vuelta, pero no lo logré. Pasé varias horas dando vueltas en círculo tratando de decirme a mí misma qué debía hacer. De pequeña me decían que me quedase quieta hasta que alguien me encontrara, pero, ahora, ya no soy una niña y pensé que podría orientarme; además, temía que mis amigos también se perdieran por tratar de encontrarme. Oía el sonido y el ruido de muchos animales, lo que me asustaba y me impedía pensar de forma razonable. Al final, decidí echar a correr pero, cuando me quise dar cuenta, me había estampado contra un árbol y caído al suelo inconsciente. Cuando desperté, estaba de vuelta en la tienda de campaña rodeada de mis amigos, todos preocupados por mí. Me explicaron lo que había sucedido. Me habían encontrado tirada en el suelo solo unos pocos metros más allá de la tienda, sobre las seis de la madrugada. ¡Qué ironía! Cuando creía estar a miles de kilómetros de mis amigos, solo estaba a unos pasos de ellos.
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Se burlaron de mí durante meses, y yo, tengo que reconocer, creo que nunca olvidaré ese día. Me sentía muy estúpida y ridícula. Cuando llegué a casa, me presenté ante mis padres con un chichón gigantesco en la frente y aún con cara de susto. Lo bueno es que he aprendido una importante lección que tampoco podré olvidar: jamás vayas de excursión a la montaña. Autora e Ilustradora: Susana Cutillas López 3º Curso de Secundaria
¡Hola, soy Alba! Os voy a contar mi historia: Nací llamado
en
2005,
África,
y
en
un
allí
vivía
Continente con
mis
padres y mis hermanos. 47
Tengo Daniel,
un
hermano
que
tiene
que
doce
se
llama
años
y
mi
hermana Laura tiene siete. Mi
familia
y
yo
vivíamos
en
una
pequeña granja, y en ella había una pequeña casa, tampoco digamos casa, más bien casita, donde todo estaba en la misma habitación. Un día mi padre vino muy temprano del trabajo y nos dijo que le habían despedido sin ninguna causa. Mis padres empezaron a llorar y todos nosotros les mirábamos
asombrados
y
les
oíamos
decir: ¡qué vamos a hacer ahora! ¡No tendremos comida! ¡Nos vamos a morir de hambre! Al día siguiente, mi padre salió de casa y se fue a buscar trabajo, pero no encontró nada. 48
En la plaza, un hombre gritaba: - ÂĄDejadme
a
vuestros
hijos
para
trabajar, pero no os darĂŠ monedas, sino comida! El hombre chillaba una y otra vez.
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Mi padre volvió a casa pensando en aquello que decía el hombre. Pensó y pensó y, aunque con mucha tristeza, decidió llevarnos a trabajar. Cuando llegó a casa, nos reunió a todos en la cocina y nos dijo: “hijos míos, vais a tener que ir a trabajar”. Nosotros nos quedamos sorprendidos. Mi madre dijo: ¿qué dices hombre?, pero mi padre le contestó que no había otra opción,
que
había
que
mandarnos
a
trabajar o moriríamos todos de hambre. Después de mucho pensar, los dos se pusieron de acuerdo y decidieron que no les quedaba otro remedio, que por lo menos podríamos comer. Al día siguiente, por la mañana, nos fuimos con mi padre al lugar en el que teníamos que empezar. 50
Yo no pensaba que el trabajo iba a ser tan difícil, pues íbamos a trabajar en la agricultura. Pasado un mes, vino a África un hombre llamado Juan Mateo González Torrez. Él compró todos los terrenos donde
trabajaban
todos
los
niños
menores y contrató a los adultos. A mi padre lo contrató de jefe y ahora
ya
somos
una
familia
normal.
Nosotros ya no trabajamos. Mi
familia
y
yo
estamos
muy
contentos, y las demás familias del lugar también. Un saludo Autora e Ilustradora: Bouchra Jabbouri 3º Curso de Secundaria. Apoyo.
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Es
puede cambiar la fascinante cómo vida de una persona en tan solo un segundo, cómo pasas de encontrarte en un paraíso rodeada de gente que te quiere, en un lugar donde sabes que nunca te puede pasar nada malo, a un laberinto donde empiezas a pensar que ya nunca encontrarás la salida. Quizás esto resulte lo más fascinante: nunca crees que te pueda tocar a ti. Ves la desgracia a tu alrededor y tú piensas que eso jamás te va a pasar. Nunca puede pasar…, hasta que pasa. Eso es lo que me ocurrió a mí. Tenía una familia que me quería, un padre y una madre que cuidaban de mí y me consentían dándome todo lo que deseaba sin importar lo que fuese. Y no importa dónde estés, ni cuándo. En cualquier momento y en cualquier lugar puede sonar tu teléfono y tener esa extraña e inexplicable sensación de que nada bueno puede traer esa llamada. Y entonces lo coges, llevándotelo lentamente al oído y te dan la noticia más triste del mundo. 52
Tampoco te extraña, lo has visto centenares de veces. Padres imprudentes que vuelven en coche de una fiesta habiendo bebido más de lo que debían, y que no ven el enorme camión que circula en dirección contraria. Y ya no vuelves a verlos. Mi nombre es Leonor, pero me llaman Leo, tengo 15 años. Siempre me he considerado una chica con suerte, mis padres eran bastante adinerados, vivía en uno de los barrios más lujosos de Madrid, siempre llevaba la mejor ropa y me juntaba con la mejor gente, o al menos, eso creía, porque cuando se enteraron de que todo lo que poseían mis padres se lo había quedado el banco para saldar una deuda que, al parecer, yo desconocía, ya no volví a saber nada de los que yo consideraba “mi entorno”. El funeral fue algo sencillo, no fue mucha gente, cosa que me sorprendió bastante. No asistió nadie de la empresa de papá, ni de la peluquería de mamá, tan solo algunos vecinos curiosos. Esa misma tarde, unos señores de negro me llevaron a un centro de protección al menor donde me comunicaron que tendría que mudarme con mi hermano...
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¡Ah! ¿No os había dicho que tenía un hermano? Pues sí, la suya es una historia curiosa, no se llevaba bien con mis padres, era un rebelde, era ese tipo de chicos que piensa que la ley no va con ellos y que las normas son para los pringaos, como lo llamaba papa, era la oveja negra de la familia. Cuando cumplió los 16 años, cogió sus maletas y se fue de casa, ni siquiera aguantó hasta los 18. A partir de ese día no volvimos a saber mucho de él. Un compañero mío que solía verle los martes en la cancha me contó que se había metido en la droga, pero yo jamás le creí. Por muy cruel que hubiese sido mi hermano conmigo no me creía semejante locura. Mi hermano se llamaba Álvaro, pero siempre hacia que lo llamasen Alfa. Por supuesto, siempre tenía que mandar él. Total, que me llevaron al día siguiente a su casa. Vivía en un pequeño piso en la periferia de Madrid, nada que ver con mi antiguo hogar. Álvaro -que ya tenía sus buenos 25 tacos- me estaba esperando en la puerta con los brazos en jarra y expresión pasota. Entré cargada con las maletas y las dejé en una pequeña habitación maloliente. La casa era tan pequeña como nuestro salón, que, dicho sea de paso, era enorme. Tenía poca luz y estaba bastante sucia. 54
Mi hermano nunca había sido muy ordenado, que se diga. No crucé muchas palabras con él, solo monosílabos o frases cortas tipo:”Aja”, “Vale” o, en su caso, “Pos vale”. Pero, pasados tres días, me harté de su silencio. Necesitaba saber tantas cosas… Y sabía que los señores de negro tenían que haber hablado con él. -¿Tienes algo que decirme? -le pregunté decidida. -A ti, nada. “¡Qué descarado! Encima que iba de buenas, ahora te vas a enterar”, pensé. -Bueno, quizás deba preguntarle a otro dónde puedo conseguir algo de coca- ¡JA!, esto le iba a doler. -No tienes que ir muy lejos -contestó. -¿Acaso tu sabes dónde...? No puede ser. Tú no tomarás, ¿verdad? -Y a ti ¿desde cuándo te importa que lo haga, eh? Nunca le ha importado a nadie. Lárgate, mocosa. De acuerdo, admito que el primer asalto lo había ganado mi hermano pero, desde luego, no la guerra. 55
Esa noche me quedé mirando el cielo por la ventana mientras sujetaba el colgante de oro que me había dejado mamá en la poca herencia que me permitieron quedarme, y me eché a llorar. Seguramente, también haría lo mismo el día siguiente y el siguiente, ya que no había mucho que hacer por aquí. Mi hermano se encontraba en paro, así que no entendía por qué se pasaba el día fuera de casa dejándome a mí para limpiar y preparar la comida. No había prácticamente dinero, solo daba para pizza u otro tipo de comida basura y barata. Más tarde comprendí el porqué de su ausencia. Exactamente, la primera vez que fui a verle a la comisaría por haber sido detenido por pequeños hurtos o por estar drogado. No era mucho lo que robaba, así que solo le dejaban entre rejas una semana como máximo. Tenían cosas más importantes que hacer que perder el tiempo enderezando a un “crío grande” que ya estaba perdido. Más tarde empecé a verlo llorar mientras se drogaba o mientras vaciaba la botella de vodka barato que estaba escondida detrás del armarito. No importaba donde la escondiese yo, siempre la encontraba. Estaba completamente perdido y a mí me dolía verle así, estaba tan sumido en su perdición, se 56
encontraba en el centro de ese laberinto del que os hablĂŠ al principio, ese del que no se puede encontrar la salida. Su vida, en ese momento, era una espiral negra que giraba a gran velocidad, y yo caĂa con ĂŠl a medida que pasaba el tiempo.
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Pero cuando realmente pensé que se había acabado todo fue cuando llegué a casa un sábado por la tarde y me lo encontré tirado en el suelo de la cocina sin pulso. Me puse histérica y llamé a una ambulancia a toda velocidad. No quise separarme de él ni un instante. Pronto se confirmaron mis sospechas: había entrado en coma por una sobredosis. Por suerte no era tan grave y, seis días después, se despertó. Aún me acuerdo perfectamente de ese momento, del olor a rosas, de lo lento que pasaba el tiempo y del número de la habitación, el 124. Al principio no nos dijimos mucho, pero sus ojos estaban más expresivos que nunca, querían un cambio, querían ayuda. Salir de ese laberinto no iba a ser fácil, pero estaba dispuesta a ayudarle. -¿Qué he hecho con mi vida, Leo? –dijo. Solo soy un desecho más en la sociedad, otro entre tantos. No pensé que llegaría nunca a esto, pero te juro que deseaba irme de este mundo. -No digas eso, te voy a ayudar, te ayudaré a dejar las drogas, encontrarás un trabajo decente, todo irá bien a partir de ahora, te lo prometo. Pero tú tienes que prometerme
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también a mí que te esforzarás por superar esto. Tú y yo juntos, podemos. Álvaro me miró, y sonrió por primera vez desde que llegué a su casa, y supuse que desde hacía mucho tiempo. Por fin las cosas iban a cambiar. Mi hermano y yo no tendríamos mucho dinero, ni viviríamos en una gran casa, pero nos teníamos el uno al otro, y eso nos bastaba. Pronto le dieron el alta a Álvaro y volvimos a casa. Antes de entrar miré al cielo, y me pregunté si mis padres me estarían mirando desde ahí arriba. Me pregunté si estarían orgullosos de mi... -Venga Leonor, tenemos muchas cosas que hacer-, me llamó mi hermano. Yo sonreí y eché un último vistazo a aquel cielo azul. Se acercaba el final del día. Otro final absolutamente perfecto. Autora e Ilustradora: Victoria González Guardiola 4º Curso de Secundaria
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