A POR AGUA AL POZO DE LA PEPA ¡CUIDADO CON LOS POZOS!
¡Vamos a por agua, al pozo la Pepa! Cuántas veces dirían esta frase nuestras madres y abuelas. Andando, con un cántaro en la cabeza; otras veces, con uno en la cabeza y otro en el cuadril y otras, con uno en la cabeza, otro en el cuadril y el barril colgando. Las más afortunadas disponían de una bestia provista de aguaderas donde portar los cántaros de lata o barro- para efectuar el acarreo del agua que después sería depositada en la tinaja.
Calle Francisco Pizarro
Tinaja
Con el asno del cabestro se dirigían por el camino que nos lleva al Cerro Travieso y nada más abandonar el camino de Agalla una pequeña vereda nos adentraba en la huerta donde lo primero que se divisaba era una humilde casita blanca. Llegando a esta casa aparecía ante nuestros ojos la silueta de la carrucha colgando del arco de hierro que se sostenía sobre un brocal de grandes losas de piedra de granito unidas por lañas de hierro oxidadas por el paso del tiempo, y pendiente de la cadena rechinante, al deslizarse por la garganta de la polea, se encontraba el cubo cilíndrico de chapa metálica con base de madera.
Cubo y carrucha con cadena A su alrededor un empedrado evitaba que el agua derramada –poca, porque había que pagar por ella- creara un barrizal indeseable. En el vaso del pozo, el agua permanecía clara y al asomarse por encima del brocal poniéndote de puntillas veíamos con curiosidad y asombro nuestro rostro reflejado en la superficie. Pero… ¡Cuidado, que sale la mano negra! (1) ¡Que te coge la maruña!, nos decían nuestros mayores para meternos el miedo en el cuerpo. Y con razón, pues eran frecuentes los casos por ahogamiento tras la caída a uno de los pozos de las abundantes huertas que en este pueblo existen desde que los moriscos fomentaran este medio de cultivo. Ahora los accidentes suelen ser de automóviles o motos, pero antaño… te pegaba una ‘patá’ una mula y era capaz de matarte, se daba la vuelta el carro cargado de paja y te podía pasar idem de lienzo. Ahora los pozos se hacen de sondeo y no tienen brocal al que asomarse, y los que quedan, de esos que llaman artesianos, suelen estar cercados con una valla de alambres. Además, los niños se quedan en casa viendo la televisión o jugando con la ‘pleisteision’. Ya no salen al campo a buscar nidos y cazar gurriatos con el tirador; aunque esto está bien: hay que dejar que los pájaros críen tranquilos; ni van a lagartos, que tampoco hay tantos; ni a comer churchas, bobadillas o pies de mulo que ya no se sabe lo que son. Por lo que el riesgo aquél tan temido de nuestros padres ha desaparecido, aunque ahora los temores sean otros.
Uno de aquellos accidentes se narraba en la prensa de la época a principios del siglo pasado bajo el titular: “Una joven cae a un pozo”; con el resultado, afortunadamente, de haberse evitado la desgracia por la actuación valiente de unos guardias civiles: <<A las trece del día 12 del actual hallándose en la casa de una huerta en la Cañada de las Cruces término de Quintana de la Serena, el Cabo Comandante del puesto de esta villa Francisco Puerto Marín y guardia segundo Gregorio Martín de la Peña oyeron voces de un niño en demanda de auxilio, de que su hermana María Francisca hija del dueño de la referida finca se había caído al pozo del cual sacaba agua; inmediatamente y con la mayor prontitud se personó la pareja indicada en el sitio de la desgracia encontrando a la joven en cuestión de 14 años de edad que se hallaba próximo a perecer. Ante este espectáculo desgarrador, sin vacilación alguna y sin reparar el peligro que ofrecía el pozo dada las condiciones del mismo, puesto que media de profundidad unos ocho metros y de ellos cinco con agua, el cabo Puerto despojándose de sus ropas exteriores y auxiliado por el guardia que le acompañaba descendió al interior del pozo, teniendo la suerte de cogerla por un brazo a la joven citada en uno de los momentos precisos que subió a flote>> (Nuevo diario de Badajoz. núm. 3023, 19/08/1902, pág.2. Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, www.mec.es).
Pozo de Fuente Santa
¡Al pozo la Pepa, sí!, a este pozo iba yo siendo un niño subido en mi burro Chato y mi Inés agarrada al cabestro, aunque no hacía falta guiarlo pues sabía bien el camino: salía del corralón y enfilaba por la Cacería Baja – diréis que por la Cacería abajo, pues no, por la Cacería Baja que así se llamaba el tramo que empieza justo en la casa que está al lado de la Casa del Pueblo-, y cuando llegaba a la Perdición, ni Stop ni ‘na’; en ‘cuantito’ que veía el surtidor rojo de Juan Gasolina enfilaba ‘pal’ matadero que se las pelaba. Y yo decía: ¿Se equivocará algún día? ¿Tirará por el camino de la derecha (vereda de la Zarza), o como siempre por el de la izquierda (camino de Agalla)? ¡Pero no! Era muy listo y nunca se equivocaba, siempre tiraba ‘pa’ la izquierda.
Pozo de la Pepa: Ayer y hoy (2) Recuerdo que solo me caí una vez de un burro, de bruces, pegando en el suelo un costalazo que por poco me mato. Pero no fue de mi burro Chato, sino de uno de cuyo nombre no me acuerdo: era sevillano, del Peralejo, muy torpón porque tropezaba continuamente y aquel camino pedregoso en medio de la sierra no debía de ser el más propicio para que el animal asentara bien los cascos; hasta que en una cuesta abajo nos tiró al suelo a las dos personas que íbamos subidas en él. Del mío era imposible caerse por que tenía andares firmes, acompasados, y eso lo notaba, cuando subido sobre las aguaderas, no solo sentía, en las piernas descubiertas por aquellos pantaloncillos cortos, los pinchazos del áspero esparto del que estaban hechas, sino también, el constante y unísono tintineo de las cadenillas que sujetaban las tapaderas de los cuatros cántaros de lata.
Notas 1. En el Romance de los lobos, de Antonio Reyes Huertas: <<La niña, entonces, como acometida de un instintivo temor, se refugia en la cercanía de la fuente, cuyas aguas sombreadas en el cuenco profundo tienen una lapa de leves verdines. —No te acerques, hija, no vaya a tirar de ti la mano negra. ¿Tú no sabes que le pasó a una niña que se acercó a la fuente? Que salió de pronto del agua la mano negra y tiró de ella y la ahogó>>. 2. Eran varios los pozos existentes extramuros que surtían de agua para beber a las casas de Quintana (Pozo de la Pepa, Fuente Santa, Pozo del Castillejo, Pozo Nuevo o Pozo de la República...). Adenda Artículo en preparación de próxima aparición en este blog: POZOS Y ALBERCAS: LA HUERTA COMO SIGNO IDENTIDAD EN NUESTRO PUEBLO (Quintana de la Serena)
DE
Con este estudio pretendemos sensibilizar de la importancia patrimonial y el interés que desde una perspectiva histórica, etnológica, didáctica y cultural tienen estos conjuntos que formaron parte de una tradicional forma de aprovechamiento en una actividad tan singular en nuestro pueblo como fue la huerta. …//…
Paredes de pozos empedrados (técnica de piedra seca)
Cigüeñal, contrapeso de piedra y horquilla
Bomba de extracción
Plaza de Extremadura
Calle Cacería
Pozo de la Pepa
Fuente del Castillejo
Pozo Nuevo
Diferentes tipos de norias
Conjunto formado por pozo, canal y alberca
Antiguo y moderno sistema de riego
Juan Francisco José DÁVILA SÁNCHEZ
Quintana de la Serena, 2016