LA LENGUA DE LA VIOLENCIA
Támara Spir Juanita Castaño
© 2016 por Universidad de los Andes Facultad Arquitectura y Diseño
Comunicación 3
Táma Spir Juanita Castaño
El conflicto armado colombiano ha aterrorizado la sociedad por su crueldad, violencia y el dolor que ha dejado a las familias de los miles de pueblos y ciudades por las que ha pasado. Así, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, en Colombia “entre 1970 y julio de 2014, se registraron 10.756 cadáveres de personas sin identificar” (CNMH, 2015). Estos cadáveres son los protagonistas de la historia de la muerte que se puede contar en torno a la violencia de Colombia, una que se encuentra entretejida por los motivos, objetivos e intereses de diferentes actores, que se encuentran en tensión entre sí y que no permiten que la situación se esclarezca, para así llegar a conocer las historias de vida de estas víctimas. A partir del libro, Textos corporales de la crueldad: memoria histórica y antropología forense, un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, se llega a la siguiente conclusión, que será explicada y argumentada a lo largo del ensayo: la violencia tiene una estructura, que se encuentra determinada por sus autores y el marco contextual en el que se instaura, y que conforma la manera en la que éstos mismos autores operan. De los rastros de esta violencia, sea en el cuerpo de las víctimas o en el entorno que presenciaba éstos actos, se puede hacer una lectura que no radica en un lenguaje netamente basado en enunciados de carácter lingüístico, sino en las señales físicas que éstos mismos permiten ver.
ESTRUC
En primera instancia, lo anterior se expone basado en los hechos ocurridos en Puerto Torres dentro del municipio de Belén de los Andaquíes en el Caquetá. Esta es una zona que se convirtió en el epicentro de las escuelas de la muerte del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar (BCB) de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Esto, dentro del marco de la violencia del conflicto por el dominio territorial de la zona, tensión que ocurre entre las AUC y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). De lo anterior, se realiza una investigación en 2002 por entes de diferentes disciplinas, bajo la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica con un enfoque histórico y forense. Durante esta investigación, se toma a los cuerpos encontrados en fosas ocultas como expositores de lo ocurrido en esos momentos de violencia por medio de lecturas que concluyen en la existencia de estructuras y un modus operandi de los victimarios. Así, a partir de este análisis, se pretende abordar la estructura de la violencia para exponer que la guerra se basa en una configuración de ritos, reglas y símbolos. Además, se expone cómo la violencia perpetuada en Puerto Torres se constituye de una primera estructura que articula los diferentes estados por lo que eran sometidos las víctimas, en la cual, a su vez, se encuentran otra serie de reglas y ritos estructurados que hoy se ven evidenciados en los cadáveres encontrados. Así, la primera estructura se compone de la retención de civiles, la trasferencia de ellos a los centros de operaciones, su tortura, dentro de la cual también se presenciaba el de las demás víctimas, la muerte y finalmente la desaparición de sus cuerpos.
SÍMBOLOS CÓDIGOS REGLAS “Así, a partir de este análisis, se pretende abordar la estructura de la violencia para exponer que la guerra se basa en una configuración de ritos, reglas y símbolos”
En primera medida, la fase en la que se escoge y se retiene a quienes van a ser llevados al centro de operaciones paramilitares consta de uniformados que se hacen pasar por civiles dentro de la zona. Estos miembros del Frente rodean las calles, trochas y pueblos con el fin de controlar la mayor cantidad de terreno y de indagar sobre aquellos civiles que fueran sospechosos de pertenecer o colaborar con la guerrilla. Generalmente, dentro de los escogidos, se encontraban mujeres y hombres jóvenes y campesinos de edad, de los cuales generalmente no hay registro de estar relacionados con las FARC. De lo anterior se puede mencionar que: “Si usted apoyaba a la guerrilla, se le venían encima los paramilitares; si usted ayudaba al Ejército, se le venía encima la guerrilla; y si no apoyaba a nadie se le venían encima todos, porque todos los consideraban peligroso, porque no estaba alineado” (Cosoy, 2016). Así pues, es aquí donde se puede introducir la primera serie de reglas que las AUC constituyen a la hora de llegar a un pueblo, convirtiéndolo en un “pequeño estado dentro del Estado” (CNMH, 2014), como se expone en el texto. Estos códigos de conducta se basan en la colaboración con el reconocimiento de personas relacionadas con la guerrilla, el pago de extorsiones y la no obstaculización del Frente para cumplir sus fines, dentro del cual se encuentra el
ejemplo de ofrecer la casa como vivienda para los paramilitares. La siguiente fase se compone del traslado de la víctima al centro de operaciones en donde las AUC se encontraban altamente organizadas y codificadas por zona y función de la misma. Así, se ve una alta capacidad de estructuración del grupo armado pues logran transformar las instalaciones de los pueblos en lugares de operaciones organizados. Dentro de este caso, las AUC se encontraban codificadas por las funciones que debían ejercer, las cuales se centraban en las instalaciones de un colegio y los árboles que lo rodean, y una casa cural conjunto a éste. A este actuar se puede atribuir el razonamiento de re significar lugares emblemáticos para el pueblo que tuvieran una connotación de inocencia que terminaba por infundir el terror. Así, se le termina por atribuir nuevas funciones al espacio para llevar a cabo para las fases que siguen a continuación.
“Pero es necesario conocer o por lo menos intentar aproximarse a las motivaciones que hicieron que estos colombianos actuaran de esa forma, de ninguna manera para justificar su conducta, pero sí para comprender qué los impulsó y cuál fue el motor que generó dichas acciones violentas, en dónde y por qué se entrenaron de manera continua para causar daño, dolor, tortura y muerte” (CNMH, 2014).
En la siguiente fase, dentro de la casa cural y frente a los árboles de mango, yambo y naranjo que rodeaban la escuela, es en donde se puede ver la composición de las reglas y lenguajes semióticos que permiten comprender que existe un razonamiento detrás de la tortura. El modus operandi dentro de esta instancia decreta la necesidad de los grupos armados de extraer información de las víctimas sobre alianzas y acuerdos con la guerrilla, de instaurar el terror en sus retenidos y de sacar provecho de las mujeres que tenían en su poder con el fin de mostrar cierta masculinidad y superioridad dentro del grupo. Además, es importante tener en cuenta que no solamente las víctimas eran quienes presenciaban la tortura de las otras sino también los integrantes del Frente, dentro de los cuales estaban aquellos novatos que se encontraban aprendiendo el acto de matar y sus estrategias. Es así, como esta fase se constituye con una doble función dentro de la estructura de la violencia, una de educación sobre las técnicas de la violencia y otra sobre la difusión de terror. Por lo anterior, se puede comprender que sin llevar a cabo la fase de la tortura, la difusión del terror y la opción de instruir a los novatos pierde su fuerza y queda totalmente desestructurado el programa “educativo” dentro de la escuela de la muerte.
// “(...) una doble función dentro de la estructura de la violencia, una de educación sobre las técnicas de la violencia y otra sobre la difusión de terror”
Las técnicas que se llevan a cabo dentro de esa fase comprenden ideas que provienen tanto del exterior, como de tradiciones violentas dentro de los grupos armados. En las AUC, se practicaba el quemar ciertas partes del cuerpo con fuertes químicos con el fin de llevar a la agonía a sus víctimas y poder extraer información de ellos. Sin embargo, vale reiterar el hecho de que generalmente se proferían estas prácticas sobre civiles inocentes, hecho que un mismo paramilitar expone dentro de su confesión “Hay unos casos específicos y me dolieron mucho. Me dolió mucho ver que se ejecutaran a inocentes, a sabiendas (…)” (CNMH, 2013)
Así, los químicos dentro de la boca y la extracción de dientes, pueden ser vistos como una forma de aprehensión de la víctima por no informar sobre lo que los paramilitares querían oír. Por otro lado, el hecho de generar cortes profundos con armas blancas y armas de fuego permitía que el cuerpo comenzara a descomponerse estando en vida, comenzando el proceso desde antes y ganando tiempo. Por otro lado, la mutilación de partes del cuerpo como los dedos, las manos y una pierna, estando las víctimas con vida dentro del proceso de tortura genera, tanto lo que se ha expuesto anteriormente en relación con la descomposición del cuerpo, como el hecho de que el día de mañana la víctima no pueda ser encontrada completa. Por ejemplo, si a la víctima les son cortadas sus manos, los restos de la piel como las huellas dactilares quedan perdidas, causando que las entidades de reconocimiento de los cuerpos deban esperar a la completa descomposición del tejido blando para así, poder realizar pruebas de ADN en los huesos. Esto, significa ganar tiempo en el reconocimiento de los cuerpos y el prolongar el sufrimiento y dolor de aquellas familias que se encuentran a la espera de noticias sobres sus seres queridos desaparecidos. Finalmente, una ejemplo más de la estructura que seguían aquellos verdugos encargados de la tortura en los árboles y la casa cural es el de punzar los ojos con agujas, elemento que les permite cegar a sus víctimas, disminuyendo sus habilidades motrices. De todo lo anterior, vale la pena tener en cuenta que los métodos seguidos ninguno conlleva a la muerte directamente, lo cual permite prolongar la agonía de las víctimas para llevarlas al extremo, disminuir las probabilidades de ser identificados alterando las características de los cuerpos y acelerar los procesos de descomposición.
Dentro de la lectura que se le debe realizar al cuerpo durante el procedimiento forense, se pueden ver señales de tortura, como lo son los huesos rotos o fragmentados, evidencia de fuertes las golpizas que les propiciaban en todas las partes del cuerpo, donde las más evidentes son la de pecho y la mandíbula. A la tortura se le puede atribuir la naturaleza de “instrumentalización del cuerpo como elemento de enseñanza y aprendizaje para causar dolor, daño y muerte” (CNMH, 2014).
OCULTO Más aún, en cuanto a las fosas en las que eran enterrados los cadáveres de las víctimas, cabe entender que existen tanto patrones como estructuras de aprendizaje, que servían a modo de protocolos una vez se había tomado la decisión de ejecutar a la víctima. De esta forma, existen dos tipos de fosas, las comunes y las individuales, las cuales mantienen pequeños tamaños con tal de no ser encontradas con facilidad. De lo anterior deriva una de las dos necesidades de descuartizar los cadáveres como método constante dentro del marco de la violencia. Además, dentro de este procedimiento, existen dos actores que pueden ser responsables de la creación de la fosa. Por un lado, la excavación de estas servía de entrenamiento para los novatos, razón por la cual existían varias ya listas para ser ocupadas. Por el otro, podían ser las mismas víctimas quienes cavaran su propia fosa con el fin de agudizar la tortura con la eminente aproximación de la muerte. Finalmente, se descabeza a la víctima dentro de la misma fosa para después esperar a su desangramiento, proceso que tiene como objetivo acelerar la descomposición del cuerpo y controlar la evidencia. Adicionalmente, uno de los factores que también vale la pena explorar es la de la ubicación de las fosas, las cuales pueden ir tan lejos del centro de operaciones como tan cerca, dentro de patios de casas.
A lo anterior, solo se pueden realizar inferencias como las de la importancia de la víctima para los paramilitares para decidir su ubicación o su relaciones dentro del pueblo, elemento que podría tener que ver con el hecho de ser enterrados en los patios de las casas. Esto se ve aún más claro cuando se habla de las desapariciones de los cuerpos en los ríos, pues la corriente de éstos permite que alejen de la zona de poder de los paramilitares y también que no sean encontrados, hecho que permite que no se les atribuya la muerte de esa persona.
Finalmente, es relevante hablar sobre el tipo de torturas que se le realizaban a las mujeres, elemento que, por ser comparativo con los hombres, permite comprender la distinción que existe dentro de las normas de los paramilitares que permiten estructurar el protocolo que sigue cuando se trata de una mujer víctima. Cuando se trataba de civiles que habían sido retenidas, entonces se procedía a amarrarlas a una pieza con el fin de mantener con vida a la mujer y así, poder ofrecerla a la mayor cantidad de hombres
MUJ/ERES para su violación. Dentro de este acto, es relevante mirar el regocijo con el cual aquellos hombres hablaban cuando se referían a las violaciones “(…) entre los que la violaron, el primero fue El Pez, ellos al otro día contaban y se reían y hablaban, Raúl también la violó (…)” (Montoya, s.f.). De estos actos se puede decir que las fracturas que se encuentran en dos de las tres mujeres de la investigación de Puerto Torres, son evidentes y consecuentes con estos actos pues recaen en sus costillas, que fueron fracturadas desde atrás durante el acto de violación. Adicionalmente, es importante recalcar el hecho de que son cadáveres que se encuentran enterrados conjunto con las prendas femeninas consideradas como eróticas como lo es el brasier. Finalmente, una vez se ha cumplido el protocolo de violaciones determinado para las mujeres víctimas, se concluye con su muerte, generalmente de manera rápida y eficaz con armas de fuego a la cabeza. Lo anterior también funciona como medio para la difusión de terror a las mujeres paramilitares, de las cuales una fue encontrada entre los restos de otras mujeres, muerte que solo se realizaba cuando se incumplían órdenes del Frente.
Por último, dentro de la estructura que compone las escuelas de la muerte en Puerto Torres, se encuentra la fase en la que la vida de las víctimas termina, fase donde se encuentran la mayor cantidad de códigos de comportamiento que imprentan los cadáveres con signos de dolor y sufrimiento que posteriormente permitirán la lectura simbólica en el estudio forense. Dentro de lo dicho anteriormente se encuentra la primordial razón que termina por atar todo lo expuesto a lo largo del ensayo. Esto es, la necesidad de
ocultar los cuerpos de sus víctimas con tal de no “calentar” la zona, ser descubiertos por altos mandos militares o ser encontrados como culpables por la desaparición de estas personas. Debido a esto, es posible entender la brutalidad de los mecanismos llevados a acabo por los paramilitares, quienes, si desde un principio sabían que la suerte de sus víctimas terminaría en fosas ocultas en extensos terrenos, no tendrían ningún problema en realizar todo tipo de torturas. A este proceso se suman numerosas técnicas y códigos que permiten comprender que existe un razonamiento detrás de las heridas generadas a los cuerpos, que, aunque se basan en la crueldad son fundamentalmente estratégicas.
militares o ser encontrados como culpables por la desaparición de estas personas. Debido a esto, es posible entender la brutalidad de los mecanismos llevados a acabo por los paramilitares, quienes, si desde un principio sabían que la suerte de sus víctimas Una de las constantes que ve en los cuerpos encontrados enno esta terminaría ense fosas ocultas en extensos terrenos, zona, y generalmente en las fosas, es la del desmembramiento tendrían ningún problema en realizar todo tipo dedel cuerpo, procedimiento que lleva ase cabo connumerosas hachas y técnicas machetes. torturas. A esteseproceso suman Así, mediante ely desmembramiento, se dejan expuestas a las bacterias códigos que permiten comprender que existe un heridas y tejidorazonamiento blando, llevando a la descomposición aún más rápido detrás de las heridas generadas a losy a cuerpos, que, aunque se basan en la crueldad son fundamentalmente estratégicas. evitar la inflación de los cuerpos. Adicionalmente, el desmembramiento también tiene como objetivo el reducir la cantidad de espacio que los cuerpos necesitan para estar enterrados, logrando fosas pequeñas, fáciles de ocultar y que no requieren de grandes esfuerzos para ser realizadas. Además, esto permite también que varios cuerpos ocupen la misma fosa en ocasiones en las que son comunales.
Más aún, otro de los métodos existentes a la hora de proceder a enterrar el cuerpo es la de generar un corte vertical en el pecho, llamado corte toracoabdominal, gracias al cual éste ya no se inflará con los gases sino que logrará expulsarlos. Esto evita el movimientos de la tierra, elemento que luego se hace fundamental para determinar los lugares en los que se encuentra enterrado un cadáver durante el proceso de exhumación. Además, este corte permite lo dicho anteriormente, la exposición del tejido blando a las bacterias de la tierra con tal de acelerar el proceso de descomposición.
Sin embargo, durante el corte descrito anteriormente, es usual ver fracturas al esternón, eventualidad que tiene como causa la práctica de uno de los novatos sobre el cadáver. Esto sucede con frecuencia debido a que los paramilitares tienen extremadamente claro que con tal de aprender a matar se debe estar familiarizado con el cuerpo humano, el sufrimiento y la realidad de ser parte de los momentos más violentos, dolorosos y trágicos de la vida de las víctimas. Así, los aprendices comienzan el cuerpo de animales, eventualidad que explica la importancia de la
relación de los paramilitares con ganaderos más allá de las comunes razones alimenticias. Estos animales permiten el conocimiento de la anatomía y la cantidad de fuerza y técnica con la que se realiza un buen corte que conlleve a la muerte. De esta forma, es evidente cuando un novato practica sobre el cuerpo de una víctima, pues quedan vestigios de la falta de experiencia y certeza con la que se realizan los cortes. Adicionalmente, el hecho de enterrar los cuerpos con o sin ropa tiene que ver con la dificultad de los cortes
debido a que, de ser un experto en el procedimiento, estos elementos no significan mayor esfuerzo, pero, de ser novato, significa una dificultad enorme para realizar los cortes. También, es importante ver que las prendas de vestir contienen un mundo inimaginable de respuestas sobre los victimarios. Esto, debido a que es en la ropa en donde se adhiere la mayor cantidad de ADN por medio de cabellos, sangre o incluso saliva. Sin embargo, la vestimenta también significa tener un orden dentro del centro de operaciones en donde pues
se deben ocultar con tal de no levantar sospechas o “calentarâ€? la zona. De todo lo anterior se puede ver un entretejido de cĂłdigos de comportamiento sumamente relevantes para entender la estructurada manera de actuar de los paramilitares.
Por otro lado, es también recurrente encontrar que la dentadura en las víctimas se encuentra incompleta, sea por razones naturales, graves golpes a la mandíbula o procesos de tortura de extracción de dientes. Sin embargo, la importancia de la dentadura radica en que se convierte en un elemento clave para el reconocimiento de la identidad del cadáver. Sin embargo, solo se tiene éxito si la persona ha atendido a centros médicos, eventualidad que raramente ocurre debido a las condiciones socioeconómicas de la zona.
Por último se debe hablar de la decapitación y los disparos a la cabeza, actos que se ven con frecuencia en los cadáveres de las víctimas. Por un lado, la decapitación permite que el cuerpo se desangre con mayor rapidez, eventualidad que como se ha dicho anteriormente, permite una descomposición más rápida del cuerpo. También, este acto permite que el cuerpo reduzca el espacio que ocupa cuando se es enterrado. Finalmente, dentro del único caso de los cadáveres que son encontrados en Puerto Torres en el que los restos se encuentran sin la cabeza de la víctima, es posible inferir que ésta fue utilizada bien sea a modo de escarmiento de los demás paramilitares con tal de mantener el orden dentro de la organización, o a modo de trofeo, acto predominante durante las guerras que ha presenciado el mundo. Más aún, en cuanto a los disparos a la cabeza, en términos médicos, es posible encontrar que este acto destroza las funciones y los comandos del cerebro, permitiendo la muerte inmediata de la persona. Así, este método se convierte en uno eficaz y rápido para la terminación de la vida de los retenidos
ESTRU De todo lo anterior es posible encontrar que la guerra y la violencia son escenarios construidos a partir de estructuras que se terminan por instaurar, a modo de ritos, dentro de la cultura y naturaleza de los grupos armados que la profieren. En este sentido, es posible hablar de códigos de comportamiento que le atañen al modus operandi de ciertos grupos armados. Estos se convierten en característicos de los mismos y en su identidad como perpetuadores de la violencia. Comprender que la guerra no sucede al azar sino, como se expuso anteriormente, como un entretejido de motivaciones e intereses, permite comprender que detrás de cada acto se encuentra un estructurado razonamiento. Lo ocurrido en Puerto Torres, dentro de los confines de los salones de la escuela, la casa cural y los árboles que lo rodean, se encuentra argumentado detrás de las cicatrices de machetes que hoy en día se reconocen. Las escuelas de la muerte cuentan con “programas educativos” pensados, estructurados e incorporados en la manera de operar de los paramilitares. Son estas prácticas, las que le dan un orden secuencial a la muerte, dejando rastros que hablan las historias de los cadáveres y que terminan por completar el escenario de la teatralización de la violencia.
CTURA
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Fotografía de árbol] Recuperado 4 de Abril de 2016 de: Centro Nacional de Memoria Histórica. Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense. Bogotá: CNMH, 2014. [Fotografía de la cancha del colegio] Recuperado 4 de Abril de 2016 de: Centro Nacional de Memoria Histórica. Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense. Bogotá: CNMH, 2014. [Fotografía de árbol] Recuperado 4 de Abril de 2016 de: Centro Nacional de Memoria Histórica. Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense. Bogotá: CNMH, 2014.