Boci, héroe voltaico.
Aquella noche de domingo, eran casi las dos de la mañana, solo quedaban en el cuarto de lectura del colegio Jaime Balmes tres intrépidos estudiantes repasando una y otra vez fórmulas eléctricas y esquemas de motores y transformadores. Al día siguiente tenían examen de prácticas. Eran Dimi, el Robert, y Boci, nuestro campeón. Tumbados en los amplios butacones ya entrecerraban los ojos y dejaban caer al suelo los cuadernos de apuntes y las hojas de prácticas. −Bueno, Dimi, ¿nos vamos a la cama? Yo ya no soy capaz de mirar una fórmula más y si tengo que hacer otra gráfica me va a dar el telele. − ¡Pero si te has pasado la tarde escuchando discos de Serrat y Janis Joplin! ¿Qué has estudiado? ¿Tienes ya todas las prácticas para mañana? −Tiene razón Robert, ya no nos entra más. Y fue tuya la idea de bajar a este cuarto para estudiar − ¿Y ha sido mala? El único sitio donde nos iban a dejar en paz era éste. Al lado del cuarto del educador. −Bueno, vale. Pero yo subo a la habitación que necesito dormir algo −Pues venga, campeón; nos vamos todos a dormir.
Subieron medio dormidos las escaleras del colegio hasta la segunda planta y medio amodorrados se desvistieron; alumbrados a penas por un sencillo flexo. Cuando alguno ya estaba cogiendo la horizontal saltó como un puma el Boci, como impulsado por un resorte oculto, avisando sottovoce a sus compañeros: ¡alguien sube por las escaleras! En apenas instantes ya estaban Dimi y Boci llenando de agua dos grandes bolsas de