martes, 8 de febrero de 2011
Los viajes desde la laboral Reconozco que los días, o mejor las semanas, que faltaban para iniciar las vacaciones eran los más felices que vivía en la Universidad. No importaba que fueran las de Navidad, Semana Santa o las del final de curso. Desde que en un tablero, que no recuerdo donde estaba ubicado, ponían las fechas de los exámenes del trimestre y el día de iniciar las vacaciones, todo era una alegría que impregnaba nuestras actuaciones.
Foto del Album de Juan Francisco Gallego Pamo
Generalmente, en las listas de los viajes por provincias o por zonas, siempre había un “Jefe de Expedición” que, normalmente era un compañero paisano que estudiaba los últimos cursos de la carrera. Solía residir en los colegios de San Alberto o Luis de Góngora y a él, íbamos a verle, para saludarle y decirle de que pueblo éramos. También, en uno de los dos colegios, estaba el cura dominico encargado de todos los viajes y, por tanto del dinero. Como en nuestro itinerario abandonábamos el autobús sin haber llegado a nuestro destino, había unas cantidades que nos entregaban en metálico para pagar los billetes correspondientes. La
alegría
de
preparar
las
maletas
El día de la salida yo creo que era el más alegre de todo el curso. Maletas que no cerraban y prisas para situarnos en la parada del autobús, muy próxima al paraninfo. Casi siempre, nuestro autobús salía de noche o de madrugada. Había que recorrer muchos kilómetros, pasar por Ovejo y Pueblo Nuevo o Peñarroya y después ir dejando compañeros por muchos pueblos de Badajoz: