El Roble, un pueblo que ansía escuchar de nuevo el ruido del molino de azúcar Don Tomás Peraza lo fundó en 1845 PRIMERA PARTE Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 1° de mayo de 1981. Miel derramada sobre la cual se aglutinan las hormigas, semejan las industrias acarreadoras de hombres y fundadoras de pueblos, primero y de ciudades después. Así surgió El Roble. Creció y al desaparecer su ingenio azucarero se estancó, enmudeció y ahora sus habitantes, llenos de esperanza, esperan de nuevo la vida, esperan la rehabilitación del ingenio azucarero, prometida por el gobierno del Estado, en el cual tienen plena confianza. Lo que fue el origen de El Roble se encuentra mucho antes del ingenio, pero fue esta industria azucarera, enverdecedora de la tierra con robustas cañas, la que le permitió un crecimiento acelerado y su casi desaparición, su estancamiento instantáneo. Raúl Enciso Peraza, Juez Menor y titular del Registro Civil de ese ejido, que es sindicatura de Mazatlán, narró la historia de ese poblado. En 1845, don Tomás Peraza (abuelo del abuelo del narrador) se instaló bajo un árbol llamado roble, en un humilde local que hoy es la hacienda del poblado, porque el sitio era pasada de arrieros que llevaban mercancías de Durango a Villa Unión y
Mazatlán. Había en el lugar varios robles (por cierto que el árbol bajo el cual se construyó la primera casa ya fue derrumbado). El doblemente abuelo procedía de Malpica, Concordia. Debido a la frondosidad de la sombra de los robles, se citaban en el lugar los vendedores de bestias y ganado para hacer compra-venta de los mismos. El sitio se fue poblando. Llegó una familia apellidada Canizales y en las márgenes del río Presidio vivían varias familias desperdigadas. En Villa Unión se registraron defunciones de personas que habitaron en esos lugares hasta 1860. Poco a poco, muy poco, se formaba el conglomerado. Muchas personas llegaban de los alrededores, principalmente de Concordia, como Victoria Paredes, comerciante que se dedicaba a traer “fayuca” de Mazatlán a El Roble. En este puerto conoció a don Guillermo Haas, en la tienda antigua “El nuevo mundo” (“nuevo”, ironías) y el señor fue a El Roble a comprar tierras y en 1901 fundó el ingenio azucarero. Aquí se inició el arranque. De ser una mera aldea, pronto, El Roble se convirtió en comisaría y Pablo Estrada, originario de Cacalotán, fue el primer comisario y, modas antiguas, se paseaba muy respetable por las calles con la vara de la justicia rozándole la frente. Se habla mal de él porque dicen que no usaba bien la vara, es decir, la justicia. Llegó la familia Ibarra, los Zamudio de Tepuxta. En 1910 llegó de Durango el primer profesor, Juan Arango (quizá pariente de Pancho Villa) y después Lupita Castaño, Manuelita León, uno apellidado Cinco (terrorífico maestro a quien los alumnos le tenían pavor (cuando repetían la numeración, al llegar a cuatro se pasaban al seis porque al masto le mencionaba que mencionaran su apellido) y Alfredo Mora. En 1930, El Roble ya era sindicatura y Mercedes Ibarra fue el primer síndico. En 1946, Fidel Reyes hijo fue nombrado, a la vez, primer juez Menor y oficial del Registro Civil. En 1960, el ingenio fue comprado por el entonces presidente municipal y ahora gobernador del Estado, Antonio Toledo Corro, quien compró también lo que se llamó y se llama hasta ahora, la Hacienda, una hermosa vivienda ubicada en el pueblo, cerca de la planta. La compra se la hizo a don Guillermo Haas, cuya esposa ya había construido el tempo del Sagrado Corazón, casi a un costado de la hacienda. Se introdujo la energía eléctrica de las líneas que abastecen a Villa Unión. En 1970 se abren pozos y se instala un tanque en una toma del poblado para dotarlo de agua potable.
El Roble cuenta ahora con aproximadamente 3 mil habitantes y tiene en el renglón educativo, un jardín de niños, primaria completa y una secundaria llamada “Tomás Peraza”, nombre el abuelo de abuelos, fundados del lugar. Todo es paz, pero paz torturante en El Roble. No hay una cantina en el lugar, más no es la sobriedad lo preocupante (los pobladores lo quisieron así), sino el ver muertas las máquinas del ingenio azucarero. La vida, desde la extensión de la fábrica, de la planta, es desesperadamente tranquila. Los robleños, quienes se sostienen hoy de la agricultura de temporal y de riego, esperan que termine esta calma y venga el trabajo fecundo. ¿Cuándo será esto? Cuando funciones de nuevo el ingenio azucarero. ¿Cuándo será esto? Pronto, debe ser pronto, por cuatro razones, expuestas por Raúl Enciso Peraza, el proporcionador de estos datos. El Roble, por sus tierras, está catalogado como una zona cañera (1, el país necesita azúcar (2), hay disposición y dinero en el gobierno (3) y (4) habrá agua suficiente con la presa derivadora que se construirá sobre el río Presidio, frente a Siqueros. ¿Cuándo deberá funcionar de nuevo la planta? Muy pronto.
El ingenio de El Roble, un gigante a punto de despertar SEGUNDA PARTE Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 2 de mayo de 1981. El Roble, con sus parcelas y sus caminos, trae gratos recuerdos (aunque haya explotación, los recuerdos son gratos) a los habitantes de los pueblos ubicados en ambas márgenes del río Presidio (Barrón, Walamo, Villa Unión, Vainillo, La Tuna, San Francisquito, Lomas de Monterrey, Escamillas, Tecomate, Cofradía, Siqueros, El Bajío, El Guayabo, Lomas del Guayabo y del mismo Roble). Desde la primera década de 1900 hasta 1969, con su ingenio azucarero, despertó a los campesinos en sus cuatro meses de zafra
cañera. El hombre buscaba el machete y aún somnoliento emprendía el camino hacia la milpa o a la fábrica, a cortar, a quemar, a procesar caña para hacer azúcar. Había que estar trabajando a las seis de la mañana, en el primer turno. En la fábrica, las labores eran todo el día, además del turno mañanero se trabajaba de 2 de la tarde a 10 de la noche, y un tercer turno se abría a esa hora hasta las 6 de la mañana, y volver a empezar. Era un círculo “vicioso” saludable, vivificador. La madre, la esposa, el hijo del trabajador, recorrían esto caminos a pie o en burro para llevarle los alimentos a sus familiares por la mañana o para llegar a tiempo al pito de la sirena a las 12 del día, ahogado y a la vez agudo pitido que emitía la fábrica azucarera con el que se partía en dos al día campesino. Todo se hacía antes o después de las 12 en las rancherías. AZÚCAR ENSANGRENTADA Ahora, el único nexo de esos campesinos con El Roble es el ir a arreglar asuntos legales, pues casi todos los poblados pertenecen a la sindicatura. Hay esperanzas de que pronto vuelvan a andar por esos caminos. Guillermo Haas, comerciante de Mazatlán, que compró algunas tierras, fundó en 1901 el ingenio. Poco a poco, las tierras, excelentes para el cultivo de caña, se fueron ampliando para El Roble, poco a poco crecía el número de trabajadores. El 29 de mayo de 1916 se hizo la primera solicitud de tierras, cuando era presidente don Venustiano Carranza. Ángel Flores, gobernador del Estado (19201924), no concedió la petición, pero fue revocada esta decisión por el presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) y aprobó la dotación de 1,108 hectáreas. Se explotaba al trabajador, quien encontraba en Jacobo Gutiérrez el consuelo, el consejo para la lucha, el gestionar para conseguir tierra. Fue, Jacobo Gutiérrez, el primer líder agrario en la región. Lo inició el profesor Alfredo Mora en el movimiento y por la causa campesina murió asesinado el 4 de agosto de 1927… 1942, besa la tierra cañera, acribillado, el líder Gregorio Vázquez Moreno, para morir el 8 del mismo mes y año. Su delito fue luchar por los obreros y los campesinos, a quienes dirigía a través del Sindicato de Obreros y Campesinos de
El Roble que fundó en 1933. Una calle del poblado lleva su nombre y su organización sindical es la sección 16 del Sindicato de la Industria Azucarera. Cuando era gobernador Manuel Páez se decretó el fundo legal de El Roble. Era el año de 1935 y el 5 de marzo de 1938 se amplió de nuevo el ejido. Había paz y concordia, armonía laboral, por un lado y lucha obrera por mejorar las condiciones de trabajo en El Roble, contradicción causante del desarrollo, del crecimiento en el ingenio, sin embargo, su dueño, Guillermo Haas, lo empezó a desatender, enfermó y quiso venderlo. Propuso a los trabajadores que lo administraran a través de una cooperativa pero no se pudo. Al hacer su campaña para presidente municipal de Mazatlán, Antonio Toledo Corro supo de labios de los mismos campesinos del estado del ingenio y optó por comprarlo. Lo hizo en 1960 y después residió en el poblado, en una casa cercana al ingenio llamada la Hacienda, la cual es aún de su propiedad. El ingenio se endeudaba. Financiera Azucarera reclamaba para el pago de lo que se le adeudaba una producción de 10 millones de kilos de azúcar y haciendo un máximo esfuerzo, sólo se podían producir 8 millones. La maquinaria no era capaz y faltaba agua. El río Presidio no era suficiente, ni el sistema de canales podía retener el agua suficiente como para alargar la zafra por más de cuatro meses. Por falta de agua, el ingenio se… TOLEDO VIENE POR LA REVANCHA Si la industria es la vida, deberá sentirse, ahora al visitar la fábrica del ingenio, que se está en un panteón profanado. Las máquinas, poderosas aunque hayan sido un ingenio de tercera, dejaron de funcionar y manos extrañas se las robaron, las desmantelaron hasta dejarlas en el primer grado de inservibilidad. Los motores eléctricos sufrieron el robo del cobre, la maquinaria quedó inservible porque le robaron el bronce. El saqueo ha sido brutal. El Sindicato Nacional de la Industria Azucarera trató de evitarlo, pero no pudo. Trató de evitarlo pidiendo a los extrabajadores del ingenio todavía sindicalizados, que cuidaran la maquinaria. Juan Peinado, síndico de El Roble y uno de los 120 jubilados sindicalizados que reciben una pensión quincenal de 2 mil 585 pesos, dijo que vigilan las 24 horas la fábrica, porque se tiene mucha confianza en que pronto volverá a trabajar. Los ayudan 30 extrabajadores más que están por jubilarse.
El síndico y el tesorero del comisariado ejidal, Clemente Peraza, están de acuerdo en que ahora sí se puede echar a andar, tomando en cuenta que se construirá la presa derivadora de Siqueros y que su expropietario, Antonio Toledo Corro, ahora gobernador del Estado, tiene interés en ello. El Roble fácilmente duplicará sus tres mil habitantes y los beneficios se extenderían hacia todos los poblados ubicados a la orilla del río Presidio, pues se podrán sembrar hasta 30 mil hectáreas de caña. La rehabilitación del ingenio es un proyecto en marcha que ya fue anunciado a los periodistas por el gobernador del Estado.
Tradición campirana que sobrevive
Entre las patas de los caballos Por Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, 9 de marzo de 1982. —Y “El Pinto”?, ¿dónde está “El Pinto? —No ha llegado todavía. Estaba en la boca de todos, el animal de la Embocada, pues debía enfrentarse a La Reyna, la yegua de El Roble, a la cual venció casi con siete cuerpos de ventaja, semanas antes. Ahora se enfrentarían en el terreno de la hembra. Su dueño, seguro de que ganaría, dijo que se colgaría si no sucedía así. El amplio terreno donde se encontraba el taste estaba
repleto de campesinos, parecía carnaval, y no era sólo por el gusto de las carreras de caballos, sino por la rivalidad existente entre El Pinto y La Reyna, entre La Embocada y El Roble. El Pinto no llegaba. Dos caballitos viejos iniciaron las carreras. Un hombre semi tomado, con un abanico de billetes de 500 pesos en su mano, gritaba: “¡2,500 al Pinto!”. Acá llega. El Pinto estaba ahí, entró dando salto suaves, seguido por una nube de chiquillos que no desapareció hasta que el sol se ocultó, cuando terminó la carrera. Hubo una segunda carrera. Se había ingerido mucho alcohol. Un grupo musical que parecía conjunto norteño, complacía a un grupo de personas, mientras una candidata a reina del carnaval de Villa Unión pedía cooperación. El Pinto era paseado por el taste, calentándose, invitando con su estampa a apostar a su favor y no había quien lo hiciera a la yegua. Se midió el terreno en que habían de competir: 300 yardas. Todo listo. ¡Allá vienen! La yegua salió primero. Ramón, el chiquillo de once años, de Malpica, se durmió un poco al arrancón, más el caballo aceleraba su marcha ante los azotes y no sólo alcanzó a su rival, sino que la dejó como a tres cuerpos de distancia. El dueño de la yegua no se colgó, pero perdió cinco mil pesos. Todo mundo apostó. Quedó claro. El Pinto derrotó de nuevo a La Reyna. Ha tomado fama entre la rancherada de los pueblos que se ubican por las orillas del río Presidio y en las serranías de Concordia este caballo corriente, pero bonito, que no ha perdido ninguna carrera. El dueño de “El Gitano” tomaba nota, pues “El Pinto” se ha convertido en un buen rival de su caballo. Cualquier día será el encuentro.
Todavía huele a caña
El Guayabo: no hay casa sin árbol frutal; la vida, alegre Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, 23 de marzo de 1984. Se siente. La tranquilidad del poblado tiene la ricura de la caña. Aquí hubo una vez un ingenio. El campo estaba industrializado. Funcionaría luego el ingenio de El Roble, el de El Walamo y la fábrica de hilados de Villa Unión. Ruinas atestiguan lo anterior. Ahí se ven, en El Guayabo. José María, Chema Tirado las ha querido guardar, dejarlas a la destructividad del tiempo, porque tos recuerdos. Chema, con la amabilidad característica de nuestros campesinos, nos platicó la historia del ingenio azucarero de El Guayabo, bajo el techo de lo que se conoce como La Hacienda, donde vivieron los dueños de la industria. El Guayabo está en la margen oriental del río Presidio, hacia el norte de El Roble. Llegamos en un día soleado. La cercanía del lugar con el río, que ha arrimado varios sustos a los pobladores, permite una copiosa vegetación, sobre todo guayabas perfumadas y vegetación exuberante: plátanos. Chema tiene setenta y cinco años. Aparenta poco más de la mitad. La vida debe ser prolongada en El Guayabo, pues ahí vimos unos ancianos caminando, dándole vueltas al siglo de años. La memoria de nuestro entrevistado es prodigiosa. Las preguntas eran espontáneas y respondía como si por mucho tiempo hubiera practicado en memorizarlas.
Recuerda que los primeros pobladores de El Guayabo, llamado así por la abundancia e guayabales, se llamaron José Sagú, Guillermo Ortiz, Socorro Burgueño, entre otros. El ingenio azucarero empezó a funcionar a principios del siglo. Chema llegó de El Bajío en 1923. Trabajó de todo, mayormente de capataz, en El Guayabo primero y en El Roble después. En el molino se fabricaban marquetas de azúcar. Era panochero, para usar el término común en el lugar, con el que se denomina al piloncillo. La industria pertenecía a Carlos Tirado, quien murió en 1924, y pasó a administrarlo Alfonso Tirado, hombre de gran carisma quien peleaba la gubernatura del Estado. Ganó la muerte por ello. Fue asesinado. AQUÍ TRABAJÓ EL GITANO Si dejamos que surjan las especulaciones, Alfonso Tirado fue muerto por gente afín a Rodolfo T. Loaiza, también asesinado en el carnaval de 1944, por Rodolfo Valdez, El Gitano, amigo íntimo de Alfonso Tirado. Esto es especulación. La verdad es que El Gitano asesinó a Loaiza sin que hasta la fecha se conozca el motivo del crimen. Chema, relajado por el aire fresco que corre en la altísima acera de la hacienda, banqueta anticrecientes del río, habla con propiedad de El Guayabo. Trabajamos juntos aquí, levantando cañas. Trabajaron juntos, dice, y les pagaban a 15 centavos la tonelada. Entonces un peso con veinticinco centavos alcanzaba para enamorar a una mujer, dice sonriente Chema, quien tuvo más de dos esposas, con hijos en varias partes. Era una fuente de trabajo para 150 hombres, tanto en los aparatos, que fueron traídos de Nueva Orleans. En 1935 o 1936, estos trabajadores se sindicalizaron. El producto, la azúcar, se entregaba a lo que hasta fecha se le conoce como UNPASA. MALA ADMINISTRACIÓN Muerto Poncho Tirado, el ingenio pasó a manos de José Gómez Luna y heredó la industria a sus hijos Luis, José y Alfonso, demasiado jóvenes y muy dados a los placeres materiales. Chema hace señas de que despilfarraban el dinero… Cortado.
Una expedición integrada por siete familias fundó en 1756, “Las Peñitas”, hoy Siqueros Fotos y textos: Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, 19 de marzo de 1984. Gracias al celo y la preocupación de José Bulnes Rodríguez, brindamos esta información a los lectores de NOROESTE. Los datos fueron sacados de la copia de un libro ya desaparecido y los siguientes son los datos más abundantes y verídicos que se tienen de la fundación de Siqueros. Situado hacia el lado oriente del río Presidio, Siqueros fue fundado el 19 de marzo de 1756; sus fundadores habían salido siete años antes de La Guadiana, hoy Durango. La expedición, que salió en 1749 de La Guadiana, estaba compuesta por siete familias. De su travesía se
sabe que llegaron a San Juan de Jacobo en marzo de 1751. Camino río abajo, llegaron a El Carmen (hoy Tepuxta) y a Cantarrana de los Resquicios (hoy El Recodo). El jefe de la expedición se llamaba Pedro Siqueiros Núñez. Él salió de San Juan de Jacobo junto con dos misioneros y las siete familias. Se estableció cerca de un lugar del actual Siqueros, en un sitio llamado La Embocada, junto a un arroyo, el 24 de octubre de 1752. Además del jefe expedicionario, cuyo apellido le fue puesto al pueblo, , integraban la expedición su esposa Juana Ruiz, don Francisco Siqueiros Núñez y su esposa Soledad Mondragón con dos hijos, su
hermana política Mercedes Mondragón de Jiménez, Antonio Ruiz y tres hijos, don Alberto Zaragoza Avellana y su esposa Luz Osuna con tres hijos, y los dos misioneros apellidados Núñez. La Embocada era un estero formado por la desembocadura del arroyo y el antiguo cruce del río, el cual estaba atiborrado de caimanes. Cuatro años permanecieron en la Embocada y debido a que no encontraron minerales, razón que los llevó a establecerse ahí, fundaron entonces el pueblo de Siqueiros el 19 de marzo de 1756, originalmente con el nombre de “La Peñitas”. DE SIQUEIROS A SIQUEROS Por una corrupción fónica, el apellido Siqueiros de los fundadores del poblado se transformó en Siqueros. Se afirma que los fundadores de este pueblo tienen parentesco con el muralista David Alfaro Siqueiros. Los primeros pobladores de “La Peñitas” se establecieron en la capilla del pueblo que aún existe, junto a la vivienda de doña Ramona Ramírez. Una noche, al reunirse todas las familias en una enramada construida en la capilla (las familias, de siete habían crecido a 35), a una sugerencia de doña Mercedes Mondragón y de acuerdo con todos los concurrentes, al pueblo se le bautizó con el nombre de “San José de Siqueiros”, el primero por ser el nombre del patrón del lugar, como lo es hasta la fecha, y el segundo en honor del fundador don Pedro Siqueiros Núñez. LEÍAN, MÁS NO ESCRIBÍAN Todos los habitantes de Siqueros, entre los adultos, sabían leer y la mayoría conocía oficios. Llegaron a esta tierra con la ilusión de encontrar minerales en los cerros. No los hubo y sí una flora abundante de maderas preciosas, buenas tierras para el cultivo y buena pesca, con el peligro de los caimanes y las nutrias, que también abundaban. De los animales obtenían pieles para la confección de ropa. Había también cabras silvestres. Domesticaron algunas y tenían su ganado caprino en lo que hoy se conoce como Cerro de los Chivos, donde encontraron una cueva con jeroglíficos grabados en las rocas, entre los que destacan un caimán bien representado (estudiosos de la arqueología se llevaron no hace mucho estos jeroglíficos). El 9 de noviembre de 1767 quedó terminada la capilla dedicada a San José. Aquí se enseñaba catecismo y a leer, pero por razones que se desconocen no se enseñaba a escribir. También se verificaban bautismos y matrimonios. El pueblo empezó a crecer hacia el oriente, rumbo a la “Loma de los Tanques”. Vivían de la agricultura y la fruticultura. Habían perdido la comunicación con los pueblos de los que procedían porque su arquitectura era autosuficiente y empezaron a explorar río abajo. Frente a lo que hoy es El Bajío, encontraron un poblado abandonado llamado San Juan. Tenía muy pocos pobladores con mucho amor al terruño, pues la mayoría lo había
abandonado por su insalubridad, ya que estaba rodeado de lagunas. Ellos no tenían noticias de la fundación y la prosperidad de Siqueros, por lo que se trasladaron a Villa Unión. MUERTOS EN CAPILLA Mercedes Mondragón de Jiménez elaboró un diario sobre la vida del pueblo. Este diario permaneció en la capilla, hasta la muerte de Úrsula de Osuna. La capilla fue abandonada al construirse el nuevo templo, terminado en 1853, y conservó el diario gracias a Loreto Rodríguez de Zatarain. Recuperó también el misal de la capilla, escrito en romano, el cual está en poder de un hijos del señor Bulnes. Ramón Pérez, profesor en 1911, hizo una copia del diario, pues las coss de los enfermos se quemaban con todo y pertenencia. La copia fue destruida por el ciclón Olivia en 1975 y se tienen estos datos gracias a la labor de José Bulnes Rodríguez. De acuerdo con este diario, las primeras defunciones de los fundadores ocurrieron en la capilla. El primero en morir fue don Francisco Siqueiros Núñez y su hijo Pedro María, de seis años de edad; murió luego uno de los misioneros, Juan Ruiz de Siqueiros, esposa del fundador; Matilde Zaragoza Osuna, una dama soltera de 19 años y la autora del diario, doña Mercedes Mondragón de Jiménez. La última mujer hizo el encargo especial a su familia de que consignaran la fecha de su muerte en el diario, la cual ocurrió el 6 de junio de 1789, a la edad de 89 años. NO MÁS SIQUEROS EN SIQUEROS Don Pedro Siqueiros Núñez murió un 19 de noviembre (no se pudo establecer el año porque el libro estaba destruido donde se consignaba el dato). Siqueiros Núñez murió a los 77 años de edad. En Siqueros abundan los apellidos Zatarain, Lizárraga, Osuna y no hay ningún apellido Siqueros. ¿Por qué? El libro lo explica: El último hijo de don Pedro llevó su mismo nombre. Nació el 29 de junio de 1775. Tuvo numerosa familia, cinco hijos varones y seis mujeres, de los cuales sobrevivieron sólo cuatro mujeres. Por ello es que el apellido Siqueriros no proliferó. La capilla se encuentra actualmente en buen estado, después del abandono en que estuvo durante mucho tiempo. La iglesia se encuentra en una etapa de remodelación. Nadie supo informar dónde se encuentran los santos. Actualmente, el pueblo todo de Siqueros vive de la agricultura. La construcción de una represa frente al poblado, sobre el río Presidio y otras obras que realiza el gobierno federal, han servido también para su sustento. La vida transcurre apacible. La entrada de un carro rompe su tranquilidad, pues aunque hay camino de pavimento, el movimiento de vehículos automotores es poco.
Parece que sólo se vive para contar la vida. Ahora contarán su historia, también gracias a las buenas obras de don José Bulnes Rodríguez.
Un 19 de marzo, Día del Carpintero, fue fundado “San José de Siqueros” Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, sábado 19 de marzo de 1988. El padre de Cristo será recordado hoy por las fiestas religiosas y por quienes se dedica al oficio de José, la carpintería, pues hoy 19 de marzo es Día de San José y de los carpinteros. Así es. Hoy es día de José, el justo, el que no quiso infamar a María, su esposa, la madre de Dios, cuando supo que ésta se encontraba preñada antes de que se juntasen. Sufrió José hasta que un ángel se le apareció en sueños y le dijo que no temiera recibir a María, pues en su vientre se había engendrado el Espíritu Santo, el hijo de Dios, ¡Cristo!, el escogido para salvar a los humanos de sus pecados. Este fue José, el humilde carpintero de Nazaret, el que tuvo el privilegio de recibir mensajes de los ángeles, quienes le dijeron que huyera con Jesús hacia Egipto porque Herodes lo quería matar y a la muerte del infanticida se le aparecieron de nuevo para anunciarle su retorno a Israel. Ese fue José, el patrono de los carpinteros. Ese fue José, el patrono del pueblo que hoy se conoce como Siqueros, hacia el poniente del río Presidio, fundado el 19 de marzo de 1756, originalmente con el nombre de San José de Siqueros. El imponente Cerro Zacanta debió ser testigo de aquella expedición que encabezó don Pedro Siqueiros (el apellido original), salió de La Guadiana, hoy Durango, en 1749, acompañado de dos misioneros y siete familias, quienes en
marzo de 1751 llegaron a San Juan de Jacobo, pasaron por El Carmen (Tepuxta) y por Cantarrana de los Resquisios (El Recodo), hasta establecerse en un sitio junto a un arroyo al que llamaron La Embocada en 1752. Los minerales movían esta peregrinación y como no los encontraron en La Embocada, que era un estero donde desembocaba un arroyo y el antiguo cauce del río, por cierto atiborrado de caimanes, marcharon hacia lo que hoy es Siqueros y al que originalmente llamaron Las Peñitas. Las siete familias se convirtieron en treinta y cinco ya en Peñitas, y en una reunión acordaron llamarle San José de Siqueros. Eran estas familias Juan Ruiz, esposa del jefe de la expedición; Francisco Siqueros Núñez y su esposa Soledad Mondragón con dos hijos, su hermana política Mercedes Mondragón de Jiménez; Antonio Ruiz y Cortina con su esposa Margarita y tres hijos; don Alberto Zaragoza y Avellana y su esposa Luz Osuna con tres hijos y dos misioneros apellidados Núñez. No inventamos nada. José Bulnes Rodríguez nos brindó estos datos que extrajo de un libro que ya desapareció. SIQUEROS EN SU FUNDACIÓN Esa pequeña cofradía sabía leer y sabía de oficios y si la tierra no les fue pródiga para alimentarles su ansia de acumular riquezas con los metales, les ofreció a cambio madres preciosas, buenas tierras para el cultivo y buena pesca, animales de los que obtenían piel para la confección de ropa y también animales peligrosos como las nutrias y los caimanes. Había también cabras silvestres. Domesticaron algunas y tuvieron ganado caprino que pastoreaban en lo que se conoce como Cerro de los Chivos, donde había una cueva de jeroglíficos que fueron sustraídos por supuestos estudiosos de nuestros ancestros.
Mercedes Mondragón de Jiménez, integrante de las familias fundadoras, elaboró un diario sobre la vida del pueblo e hizo el encargo a su familia de que consignaran la fecha de su muerte, la cual ocurrió en 1789, cuando tenía 89 años de edad. De acuerdo con este diario, las primeras defunciones ocurrieron en la capilla del pueblo y las encabezó Francisco Siqueros Núñez y uno de sus hijos de seis años; siguió uno de los misioneros, Juana Ruiz de Siqueros, Matilde Zaragoza y así sucesivamente. Por corrupción fónica, el apellido Siqueiros se transformó en Siqueros, más este apellido desapareció del pueblo por el deceso de quienes lo detentaban. Don Pedro Siqueiros tuvo cinco hijos varones y seis mujeres, de los cuales sólo sobrevivieron las mujeres, de ahí que no proliferara el apellido. ¿Sabe el lector dónde se ubica Siqueros? Justo en el centro de Villa Unión hay una carretera hacia el norte que bordea al río Presidio por el oriente. La carretera es tranquila, de poco tráfico y a unos cuantos kilómetros hacia la derecha nos muestra las ruinas de lo que en el Roble fuera el ingenio azucarero. Algunos anuncios nos hacen saber que hacia la izquierda está El Guayabo y hacia el otro lado Lomas de El Guayabo y El Bajío más adelante, en las faldas del Cerro Zacanta. No hay pierde: al terminar la carretera se llega a Siqueros. Seguramente hoy estará de fiesta.