Teoría Unidad Arquitectura del Paisaje. Juan Francisco Panesso El Juego no debe parar
El olvido se ha ocupado de determinar los días de mi existencia. La soledad es el único futuro que reconozco. Las noches son frías, oscuras, tenebrosa, las horas son eternas, mis pensamientos solo buscan entender la situación. Algunos días amanezco pintado, rayado, adolorido. Es entonces cuando la tristeza me atrapa. Sin embargo, los recuerdos de unos días soleados me acompañan y me hacen recordar aquellos momentos en los que unas criaturas extrañas que caminan en dos patas, gritaban de alegría, corrían, saltaban y a veces lloraban cuando no podían jugar más conmigo.
No recuerdo el momento que dejaron de visitarme, mi cuerpo esta bien equipado. Tengo los mejores columpios del barrio, el rodadero hace llegar a las estrellas, parezco un castillo que permite recrear múltiples historias, un muro de escalar reta a los mas atrevidos. Es entonces que no olvido, las incomparables historias que sucedieron en mi piel, un sin numero de rodillas raspadas, incontables sonrisas, risas y sin olvidar las más románticas escenas.
Pensé que nunca llegaría el día que la diversión terminara. Pensé que la realidad del tiempo era una fantasía y la cosas nunca cambiarían para mí. Las historias que me conto mi amigo del humedal torca y Guaymaral, las creía falsas; pero ahora lo veo, no puedo negar el ciclo de la vida, teniendo en cuenta que dependemos de los gustos de unos seres desconocidos. Alguna vez en el humedal las cosas eran tranquilas, se podía contemplar el paisaje, el ruido de los animales, el correr del agua, la velocidad del viento, tantas virtudes en contenidas en un solo lugar. Unos pequeños habitantes, aprovechaban la diversión que les producía
mi amigo. Tal y como sucedía conmigo, me convertí en un objeto sin gracia, sin alegría. Soy un vestigio de que alguna vez paso algo por ese lugar.
Las cosas en el humedal empezaron a cambiar, cuando los humanos entendieron el paisaje de una manera diferente, dejaron de verlo como algo desconocido y se convirtió en un ambiente cotidiano con muchas potencialidades. Por consiguiente, buscaron la manera de conectaran estos puntos estratégicos. La solución fue construir una macha gris de 24 metros de ancho que permite transitar a altas velocidades sus carros ruidosos. Con esa simple acción, cuenta mi amigo todo cambio. El agua dejo de correr de la misma manera, las aves ya no se posaban en sus travesaños de madera, el sonido dejo de ser agradable, las distancias se volvieron infinitas y lo más dramático, aquel conjunto de seres que disfrutaban del parque, no tuvieron más opción que desplazarse a un nuevo lugar que les permitiera continuar con su actividad económica, mi amigo nunca los volvió a ver. Sin entender las repercusiones de sus acciones, los seres siguen determinado el destino de nuestra la naturaleza. Por ejemplo, en el momento que el humedal dejo de funcionar de la manera que fue
concebido,
condujo
a
múltiples
repercusiones para el ecosistema en el que se encuentra.
Mi amigo narra que desde el
momento que todo cambio, el clima nunca ha sido estable, algunas veces el agua llega al techo, otras el sol quema el rodadero.
Me es difícil pensar en aquella situación, en el momento que a él le sucedió yo no lo comprendía, lo sentía como algo de nunca pasar. Era inconcebible, que los seres que nos crearon nos dejaran en el olvido; Pero ahora todo lo veo muy claro, la necesidad del ser humano de apoderarse del espacio natural, de delimitarlo, de controlarlo se ha convertido en una constante a través de la historia. Como lo describe Alian Roger “El jardín se ofrece
a la mirada como un cuadro vivo, que contrasta con la naturaleza circundante. De ahí la necesidad de encerrarlo. Por jardín se entiende un recinto cerrado, separado, un espacio interior, cultivado por el hombre para su propio deleite, mas allá de cualquier utilidad inmediata” (Roger, 1997, p. 37). Por eso, la naturaleza del ser humano le obliga a entender el paisaje como país, en el cual yo me veo inmerso como un artefacto que ayuda al deleite de esos nuevos espacios cercados. Ahora bien, el problema no solo encuentra en querer controlar la naturaleza, también toca añadir la capacidad del hombre de aburrirse.
De manera que me he vuelto un ser ingenuo que cree que la naturaleza en su máxima expresión existe. Un artista nunca va a reinterpretar la naturaleza en su estado natural, cada uno lo entiende manera diferente. Por esta razón, el ser humano abstrae la información que le conviene y la representa a su semejanza. Acción que en el tiempo puede repercutir en el entendimiento del espacio que se ve representado. Por consiguiente, la obra artística se convierte en memoria de lo que alguna sucedió en un lugar. Por ende, se convierte en la última visualización de lo que alguna vez fue atractivo para mí, es la única manera de no olvidar lo que me acompaño alguna vez. Las palabras de este texto se convierten un paisaje alguna vez existió, con un profundo sentimiento como los textos de la cultura china que describen lo que les rodea. (Roger, 1997, p. 67)
En vista de lo acontecido, la tristeza me acompañará en el día y el miedo recorrerá mi cuerpo en la noche. No puedo aceptar el nuevo ambiente en el que me encuentro, ya no soy digno de ser presentado en una pintura como las que describe Alian Roger.
El olor que
ronda en el ambiente ya no es digno para un pequeño ser de carne y hueso que desee para un tiempo conmigo. Así como, el ruido de las maquinas, asusta al que se encuentra al alrededor, la velocidad del habiente también se vuelve incómoda para cualquiera. El
espacio ene le que me encuentro dejo de ser un paisaje para convertirme en un país. Es entonces que solo sueño con que el juego no pare.
Bibliografía ROGER, Alain. Breve tratado del paisaje. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 2007 [1997].