Cartas a la Humanidad

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Julio Carreras

Cartas a la Humanidad

Quipu Editorial


Quipu Editorial 2002-2003 Edición final: Septiembre de 2009.

INTRODUCCIÓN Cartas a la Humanidad se inició como un intento de reflexionar en conjunto sobre algunos temas que nos preocupan desde hace siglos y aún no encontraron solución. Podrían resumirse en una sola pregunta: ¿por qué los humanos, teniendo a mano los recursos necesarios para nuestra felicidad, somos, en cambio, generalmente infelices? Con la idea de promover esta búsqueda tomé un puñado de direcciones de correo electrónico para enviarles la primera Carta. Algunas pertenecían a personas que conozco personalmente - Como Raúl Dargoltz, abogado y dramaturgo, Alberto Tasso, poeta y sociólogo, mi hermano Gustavo, sacerdote católico y docente universitario, Gabriele- Aldo Bertozzi, director del Instituto de Artes Comparadas de la Universidad de Pescara, Italia, Alwin Nagy, inteligente sacerdote alemán con perfecto dominio del idioma castellano, o Pedro Margolles, director de la agencia periodística Prensa Latina, de Cuba-. El resto - la mayoría- tomadas de mensajes recibidos o de sus adjuntos, siempre relacionados con la actividad cultural. La propuesta no fue enunciada, salvo la pregunta:


¿por qué los humanos, teniendo a mano los recursos necesarios para nuestra felicidad, somos, en cambio, generalmente infelices? Entusiasmado por los primeros textos, el ingeniero Roberto Gayraud sugirió editar con forma de libro, posteriormente, los resultados f inales. Sin embargo, durante el tiempo que duró esa intención, prácticamente sólo el autor de la iniciativa envió sus trabajos más o menos sistemáticamente. Los otros aportes recibidos, y alguna comunicación eventual, se reproducen en el contexto del libro, como se verá. Se han respetado las formas y términos utilizados por sus autores. No se reproducen, en cambio, las comunicaciones particulares, o algunos archivos que se perdieron, por venir adjuntos. Más tarde el autor, requerido por numerosas tareas, decidió dar por terminados sus artículos periódicos. Éstos alcanzaron el número de 14. Incluimos también, textualmente, los principales fragmentos de la Introducción. Los presupuestos básicos de reflexión debían sustentarse sobre los siguientes esbozos: • Desde los orígenes hasta f ines del siglo XVIII - unos 50. 000 años- la humanidad aceptó a las armas como paradigma excluyente del Derecho. El crimen, por lo tanto, ha sido la fuente última de legitimidad para los gobernantes; el saqueo un método legal de recaudación impositiva. • Desde principios del siglo XIX hasta mediados del XX - unos 150 años- se desarrolló una evolución extraordinaria. Durante ese periodo la humanidad avanzó, en lo referido a sus relaciones sociales, mucho más que en toda su historia anterior. Estos avances tuvieron como eje a los países de Europa - aunque, de modo semejante a lo sucedido con los griegos- el derecho de los demás habitantes del mundo no llegó a emparejarse al de sus impulsores durante este desarrollo. • Hacia f inales del siglo XX el proceso se bifurcó, dividiéndose en dos aspectos: • Una acelerada regresión en las praxis sociales y políticas impulsadas desde los beneficiarios de esta inmensa acumulación de poder: los Estados Unidos, Europa, una parte de Asia. • La continuidad del desarrollo con sostenida regularidad exclusivamente en los ámbitos de la ciencia y tecnología.


La idea de dirigirse a la Humanidad por medio de epístolas no es nueva. Sus antecedentes ya muy bien definidos podríamos hallarlos en f ilósofos antiguos como Filón, o en las extremadamente famosas del capitán Saulo. Por mi parte me sentí inducido a empezar las presentes mientras conocía la extraordinaria actividad literaria de los escritores italianos del siglo XII y durante todo el Renacimiento. Más cerca conocimos las Cartas Filosóficas de Voltaire o a los Poderes de Antonin Artaud, entre otras importantes. Aunque el presente empeño no sería posible sin Internet, tal vez su única originalidad tendríamos que buscarla en su intención. Pues mientras Voltaire o Antonin Artaud emitían aquellos trabajos como expresión argumentativa de su ideología, nuestros escritos pretenden constituir sólo un hilo general, capaz de suscitar en los lectores diferentes aportes, incluyendo disidencias o correcciones. Es decir, crear, a partir de aquí, un libro colectivo. No es este un mero juego intelectual por Internet. La extraordinaria capacidad destructiva acumulada por quienes detentan el poder mundial es tan abrumadora, que ha convertido al Apocalipsis en amenaza cotidiana. Además de esta referencia extrema, es para todos evidente que la destrucción de la naturaleza ha adquirido un ritmo sistemático en la etapa actual; pueden percibirse sin necesidad de instrumentos sus consecuencias, no sólo amenazantes respecto de la continuidad de la vida sobre el planeta, sino perjudiciales - o por lo menos extremadamente traumáticas- para nuestra existencia presente. A ello debe agregarse - en parte como otra de sus consecuencias visibles- el deterioro de la cultura social, precipitada en un pendoleo entre la desesperanza más oscura y la euforia inducida externamente, cuestión que parece llevar a inmensos sectores de la humanidad hacia el desbarrancamiento por existencias sin sentido. Sólo estos factores entre otros múltiples, autorizan al menos - si no obligan- a conciencias comprometidas por el amor, a continuar indagando, con el propósito de hallar las raíces de estas inmensas desviaciones en la conducta humana y sus posibles modos de corrección. Haré una breve advertencia: no quiero limitarme, al reflexionar, a fuentes históricamente consagradas por el pensamiento académico o institucional. Sería


inadecuado, por ejemplo, en un periodo tan alto de la ciencia, intentar prescindir de las religiones. Pero también sería inadecuado dejar fuera al pensamiento denominado “esotérico”, tan decisivo en muchas circunstancias cruciales de la evolución humana. Asimismo, es imposible pensar hoy, en el plano de la economía, las ciencias sociales o la política sin echar mano al inmenso aporte efectuado por Marx y Engels, con la pléyade surgida inmediatamente después de su irrupción en la historia. O sustentarnos únicamente en autores del pensamiento occidental... Intentamos emprender estas tareas sin prejuicios - o conteniéndolos lo posible, en todo caso, si emergen en algún tramo-, ejerciendo y solicitando tolerancia, esforzándonos al máximo para obtener información que no haya sido antes explorada.

Nota para la edición actual: Las Cartas y los párrafos de la Introducción editados se han incluido r espetando la redacción original. Debido a ello, se encontrarán referencias relacionadas con el año en que fueron escritos:2003. Sólo por un cr it erio de coherencia conceptual, se ha reorganizado, levemente, su ordenamiento cronológico. También se incluyen, más o menos en el orden como fueron l legando, algunas respuestas a temas planteados por participantes del grupo de intercambio “ Cartas”, de Yahoo.

CARTA Nº 1 Autonomía, Santiago del Estero, martes 17 de junio de 2003 * (Cumpleaños Nº 69 de Elizabeth Revainera, mi mamá.)

En Beltrán, a 25 kilómetros de Santiago, hay una comunidad donde se practica la just icia. Se llama Colonia Jaime. Sus miembros construyen entre todos las casas para los matrimonios jóvenes, ayudan en las ampliaciones a medida que la familia va creciendo. Todos trabajan, divididos en equipos que van rotando para cumplir un cronograma consensuado. Cultivan la t ierra, hacen tareas de granja u otras que se consideren importantes para la subsistencia. Todo es propiedad comunal: el producto de la inmensa extensión que poseen se reparte de acuerdo a un criterio racional. Si una


familia t iene cinco miembros, recibirá mucho más que una pareja de recién casados. Se los percibe bien alimentados y prósperos, desde fuera, aunque no parecen otorgar importancia central a las cuestiones físicas. Practican e l espiritismo. Veamos ahora un ejemplo contrario: el de Rajab, prostituta que entregó su ciudad al crimen. Ocurrió hace unos 3. 230 años. Gobernaba el principal imperio un faraón, Mernepta. Los israelitas habían huido de su yugo; buscaban t ierra en Palestina. En ese afán, enviaron dos espías a una de sus ciudades más antiguas, Jericó. Alguien los detectó; corrió a prevenir al rey. Este envió rápidamente su policía para averiguar. Pero la prostituta escondió a los invasores, y envió a los custodios de su rey por un camino errado. No lo hizo por generosidad: “... nos ha caído encima una ola de terror [...] toda la gente de aquí t iembla ante vosotros [...] hemos oído ( que exterminasteis a) los dos reyes amorreos” - dijo-. “Ahora juradme [...] que como he sido leal, vosotros lo seréis con mi familia, y dadme una señal segura de que dejaréis con vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos y que nos libraréis de la matanza.” Luego de recibir tales seguridades, la prostituta descolgó a los espías desde su ventana sobre la parte exterior de la muralla, salvándolos. Algunos días después el eficaz ejército israelí atacó con éxito fulminante la ciudad. “Consagraron al exterminio todo lo que había dentro: hombres y mujeres, muchachos y ancianos, vacas, ovejas y burros, todo lo pasaron a cuchillo.” Únicamente perdonaron “... la vida a Rajab, la prostituta, a su familia y a todo lo suyo [...] por haber escondido a los emisarios que envió Josué a explorar Jericó.” ( 1) El modo de actuar de Rajab parece más característico de la condición humana que el de los integrantes de la Colonia Jaime. No se encuentran fácilmente ejemplos parecidos al de estos espir it istas. Por el contrario, cotidianamente padecemos variantes de la conducta de Rajab, a nuestro alrededor y al parecer en todas las poblaciones del mundo, de acuerdo a la información que se recibe. Ello nos autoriza posiblemente a ensayar la especulación que sigue. Para mayor comodidad de los lectores, la he dividido en parágrafos, con sus


correspondientes subtítulos: El motor de la humanidad Egoísmo llamamos al complejo de componentes psíquicos que impulsa casi todas las acciones humanas. De complexión andrógina, su primogenitura inmediatamente se constituye en dos cualidades externas. Las denominaremos Astucia y Violencia. No es difícil imaginar de qué modo se estableció el primer orden humano. Una criatura masculina y otra femenina comparten cierta cueva entre los cerros menos expuestos a los mortíferos glaciares. Son sus características, posiblemente: fortaleza e inst into combativo en el hombre, fecundidad, dulzura, en la mujer. Se han buscado - impulsados por el egoísmo- intentando obtener lo que constituyen sus carencias y el otro posee. Ambos tenían miedo, en soledad; conviviendo aumentan su eficiencia, se protegen de los peligros, complementan sus habilidades naturales, forman cierto instrumental técnico e ideológico rudimentario. Como resultado de sus cópulas, pronto obtienen descendencia, compuesta por varios individuos pequeños de los dos sexos. Para entonces seguramente el hombre, utilizando su mayor fuerza, ha obligado a la mujer a servirlo. Pronto someterá también a todos sus hijos bajo una regla inflexible: su beneficio. Ha nacido el primer Estado. He aquí un rey, su consorte, y los primeros siervos, en ese orden. El primer hombre, impulsado por el egoísmo, valiéndose de su mayor fuerza física, ha impuesto una forma de organización a la mujer con sus niños. Todo adquiere sentido en la medida que sirva a sat isfacer los deseos de quien es capaz de provocar dolor, last imar e incluso matar a los que se opongan al orden, establecido por él. El orden de la brutalidad Al madurar los niños y multiplicarse el grupo original, la organización va adquiriendo características más complejas. Entre los hombres, quienes se sienten capaces de ejercer exitosamente la violencia, van reclamando mayores beneficios. Por su parte, el rey comprende, luego de duras contiendas, que le resulta conveniente


establecer acuerdos con los más poderosos de entre sus descendientes. Nace así la primera c lase privilegiada. Está compuesta por los más crueles, los capaces de asesinar sin remordimientos, de robar sus bienes a los más débiles sin la menor conmiseración. En esta pandilla se concentra igualmente el mayor porcentaje de astucia. Algunos de sus miembros, inferiores en capacidad de violencia a los otros, han descubierto en cambio el valor de la inteligencia, como arma adicional, en lo que se ha constituido ya en propósito medular del embrionario Estado: imponer obediencia y sujeción a los más débiles ( pero que cuentan con el poder, nada despreciable, de su cada vez mayor número). Estos, a su vez, se han ido convirtiendo, funcionalmente con sus obligaciones, en los más productivos. La especialización de los dominadores en el uso de la fuerza, para lo cual han desarrollado armas, delega paulatinamente en los débiles la carga de las actividades más út iles para toda la incipiente sociedad: agricultura, construcción de viviendas, confección de abrigos, limpieza, alimentación del conjunto, cuidado de los niños. Primera estratificación social Se establece, pues la primera división social: cohesionados por su capacidad de hacer daño, los beneficiar ios del robo y el crimen se constituyen en clase dominante. Por su parte, los perdedores en los primeros combates, se ven obligados a asumir las tareas más productivas en su condición de dominados. Ambas c lases continúan movidas por el complejo psíquico original, denominado egoísmo. Ambas están compuestas por hombres y mujeres dispuestos a someter al prójimo para sat isfacer sus ansias. La diferencia en la ubicación obtenida, dentro del orden progresivo, se relaciona directamente con su capacidad de astucia o de violencia. A mayor peligrosidad del individuo, a mayor crueldad o indiferencia hacia el sufrimiento ajeno, mayores posibilidades t iene de convertirse en gobernante de la congregación primitiva. Las mujeres comparten y est imulan las motivaciones de sus maridos; también, por cierto, los beneficios obtenidos. Cuanto más brutales sean los asesinatos perpetrados por estos primeros gobernantes, mayor será la obediencia que obtengan de una población


aterrorizada. Los t iempos primit ivos de la humanidad deben de haber sido extremadamente crueles. Con seguridad cada día debía haber hombres confrontándose de un modo bárbaro, hasta morir a veces, para conquistar pequeñas privilegios o afirmar los obtenidos en anteriores combates. Deducimos esto pues ya muy avanzado el desarrollo inst itucional, en t iempos de los Asirios - unos 1. 800 años antes de Cristo-, la espantosa crueldad con que estos imponían su yugo a los pueblos sojuzgados, indica un alt ís imo grado de violencia en las relaciones humanas consideradas normales. Téngase en cuenta que han t ranscurrido, al menos, unos 50. 000 años desde la aparición sobre la t ierra del homo sapiens ( especie considerada propiamente humana). Volvamos a las sociedades originales. Se establecen pues, las primeras dos grandes c lases, las de los dominadores y los dominados, sin términos estrictos aún, dada la extraordinaria movilidad conservada sin duda durante esa etapa, en donde todo estaba por hacerse. A partir de entonces las sociedades tomaron como referencia básica para sus inst ituciones legales la norma capital del egoísmo, dolorosamente impuesta por los criminales y sus cómplices desde los principios. Primeras legislaciones Los astutos, que fueron rodeando a los violentos para ser incluidos entre los privilegiados, fueron concibiendo reflexiones, destinadas a consolidar o perfeccionar el control de su pandilla sobre la creciente sociedad primaria. Las disputas cotidianas por las cuales veían amenazado el poder dominante cada día, deben de haberles sugerido la necesidad de normas, con el propósito de regular lo que percibían como peligroso desorden. Así, surgieron las primeras leyes. Castigo para quien desobedezca las órdenes del rey y sus sirvientes, castigo para quien no proveyera la cantidad de bienes est ipulada como t ributo, castigo para quien se negara entregar sus hijas a la lujuria de los bandidos... etcétera. Pocas y brutales, las primeras leyes deben de haber conformado un cuerpo de conceptos memorizados y t ransmitidos por ciertos personajes selectos del grupo más cercano al poder. ( 2) Acompañando a los violentos armados - embriones de brigadas militares, ya- estos “jueces” seguramente comenzaron a recorrer el territorio sometido, para


garantizar que cada actividad social concurra al objetivo de beneficiar a la clase dominante. Por su parte los débiles, en algún momento de la evolución humana, aprendieron que uniéndose en gran número podrían resistir con éxito - e incluso derrotar- a las brigadas de bandoleros que los explotaban. Estas primeras insurrecciones populares, en algunos casos t riunfantes, indicaron a los astutos en el poder la necesidad de componer normas de mayor complejidad y sutileza, capaces de prevenir revueltas colectivas. Con ese fin, debieron otorgar concesiones a los dominados, para evitar la t ransformación de sus innumerables penurias en peligrosas rebeldías. Fue así que se echó mano al recurso de establecer leyes supuestamente protectoras de los más débiles, como herramientas necesarias para contener su insatisfacción, perpetua, dentro de límites manejables. Advenimiento de la religión Los menos fuertes de entre los poderosos se vieron animados a buscar nuevos elementos conceptuales que les permit ieran contribuir al orden, establecido por la violencia, y obtener mayor participación en sus beneficios. La noción de Dios fue un hallazgo sobresaliente para estos rezagados, debido a que no sólo sirvió perfectamente a sus fines, sino pudo proveerles un instrumento capaz de permitirles llegar a la disputa del control mismo. Un primer concepto central debe haber sido el de “poder otorgado al rey, desde los ámbitos divinos”. Esto permitiría un avance formidable en la dominación del pueblo. No sólo se amenazaba con dolores fís icos a quienes desobedecieran las jerarquías establecidas: desde los planos superiores, donde se controlaban las tempestades, el movimiento de las estaciones y el t rueno, venía ahora el mandato ostentado por el rey con sus colaboradores. Bajo este presupuesto, cuestionarlo aparejaba el r iesgo de ser fulminado por una centella en medio del campo. Deben de haberse establecido todo t ipo de mecanismos ingeniosos para simular fulminaciones ejemplares. Posiblemente, art ilugios como el Arca de la Alianza


hebrea, de cuya construcción se infiere que constituía una especie de dínamo, capaz de provocar choques de electricidad a quien la tocara, fueron ideados también con este fin. ( 3) La Trinidad del poder De esta manera quedaron pues establecidas definitivamente las t res poderosas columnas sobre las que se sostuvo el poder hasta el presente: la vio lencia, las leyes y la religión. Ya en t iempos de Sargon I - unos 2500 años antes de Cristo- los ejércitos habían alcanzado un perfeccionamiento destructivo temible. Todo t ipo de herramientas bélicas sumamente mortíferas habían sido creadas, los militares constituían ya una corporación específica, y cada guerra implicaba movilizar millones de hombres armados, disponiendo además de numerosas máquinas, el uso de animales, elementos químicos, etcétera. La Táctica Militar se había convertido en una ciencia, y la casta se había estratificado orgánicamente, dividiéndose en oficiales, suboficiales y soldados. ( 4) Con el desarrollo de las civilizaciones, lo que fuese originalmente un rudimentario esbozo de orden político se t ransformó en complejísimas formas de gobierno. Durante los gobiernos faraónicos, en Egipto, los reinos babilónicos, o el imperio chino, las leyes alcanzaron un grado de sutileza extraordinaria, constituyendo miles de cláusulas contenidas en extensos volúmenes, cuyo manejo dio lugar al sustento de una creciente sub- clase, administrativa. Por su parte, los sacerdotes constituyeron sólidamente una tercera subclase dominante, junto a los militares y los legisladores. Gigantescos templos fueron edificados, para usufructo sectorial, y test imonio concreto de su poder. ( 5) Hemos comenzado con esto el desarrollo sistemático de nuestras reflexiones acerca de las razones posibles de la felicidad o infelicidad en el mundo. Lo hicimos desde el punto de vista puramente “objetivo”, esto es, partiendo de datos razonablemente comprobables. Existen numerosas e interesantísimas teorías ( o “constataciones”, según sus expositores) provenientes de las religiones, corrientes esotéricas, o investigaciones paralelas a la ciencia. De momento


preferimos dejarlas para la próxima entrega, que esperamos sea muy pronto. Me queda, ahora, sólo despedirme, con un saludo fraternal. Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina

* Sal 110. Lc 7, 31-35. 1981: John David Troyer, misionero menonita de EE. UU., mártir de la justicia en Guatemala. ( Agenda Latinoamericana 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Pcia. de Buenos Aires, Argentina) • Nueva Biblia Española . Ediciones Cristiandad, Madrid, 1975. Libro de Josué, capítulo 6. • “ El suplicio desempeña, pues, una función jurídico- política. Se trata de un ceremonial que t iene por objeto reconstituir la soberanía por un instante ultrajada: la restaura manifestándola en todo su esplendor. La ejecución pública, por precipitada y cotidiana que sea, se inserta en toda la serie de los grandes r ituales del poder eclipsado y restaurado (coronación, entrada del r ey en una ciudad conquistada, sumisión de los súbditos sublevados); por encima del crimen que ha menospreciado al soberano, despliega a los ojos de todos una fuerza invencible. Su objeto es menos r establecer un equilibrio que poner en juego, hasta su punto extremo, la disimetría entre el súbdito que ha osado violar la ley, y el soberano omnipotente que ejerce su fuerza. Si la reparación del daño privado, ocasionado por el delito, debe ser bien proporcionada, si la sentencia debe ser equitativa, la ejecución de la pena no se r ealiza para dar espectáculo de la mesura, sino el del desequilibrio y del exceso; debe existir, en esa l iturgia de la pena, una afirmación enfática del poder y de su superioridad intr ínseca. Y esta superioridad no es simplemente la del derecho, sino la de la fuerza fís ica del soberano cayendo sobre el cuerpo de su adversario y dominándolo: a l quebrantar la ley, el infractor ha atentado contra la persona misma del príncipe; es ella - o al menos aquellos en quienes ha delegado su fuerza- la que se apodera del cuerpo del condenado para mostrarlo marcado, vencido, roto. La ceremonia punitiva es, pues, en suma,


`aterrorizante´. [. . . ]. . . una política del t error: hacer sensible a todos, sobre el cuerpo del criminal, la presencia desenfrenada del soberano. El suplicio no r establecía la justicia; reactivaba el poder.” (Michel Foucault. Vigilar y castigar . Nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno Editores. México, 1976.) • “ Algunas referencias [. . . ] apuntan más a que se tratara de una arma mortífera que una reliquia sagrada. Así [. . . ] atribuyeron el derrumbamiento de los muros de Jericó a los extraordinarios poderes del Arca [. . . ]. Posteriormente, cuando la reliquia sagrada cayó en manos de los f i l is teos, estos sufrieron una plaga de ratones que produjo entre el pueblo una epidemia de tumores. Los f i listeos devolvieron por fin el Arca a los israelitas (1 Samuel, 5, 6), y fue entonces cuando los hombres de Bet Semes se la quedaron mirando f i jamente, muriendo `por obra de Yavé´, 50. 000 de ellos (I Samuel, 6:19 ). El episodio de los ratones r ecuerda a las plagas de Egipto.” (Robert Goodman, “ Las armas de Yavé”, artículo publicado por la revista Más Allá de la Ciencia, Monográfico Nº 17, 17 de junio de 1996, Madrid, España.) • “ La primera dinastía que r ealmente dominó el Norte y el Sur fue fundada alrededor de 1872 por Sargon, sacerdote de baja extracción de Ishtar, diosa de las batallas. [. . . ] . . . eligió Akkad para su capital, probablemente por razones militares, ya que en ese punto el Tigris y el Eufrates sólo estaban separados por una distancia de 15 millas. En el segundo año de su r einado, conquistó Elam, y luego subyugó el Oeste hasta el Mediterráneo y Chipre. Se hizo frente con firmeza a frecuentes revueltas; por ejemplo, según cuenta la crónica, `convirtió Kasalla en polvo y montones de ruinas; destruyó hasta los nidos de los pájaros´. “ El instrumento básico de guerra en Mesopotamia después de 3500 a. de J. C. fue el carro. Tirados por cuatro asnos [. . . ] t ienen un alto y vertical panel protector en el frente, lo cual sugiere que se usaron normalmente para ataques directos y frontales. La tr ipulación constituía de dos hombres: el conductor y un soldado armado con lanza y jabalina. La función principal del carro mesopotamio consistía en cargar y sembrar el pánico entre el enemigo, participando la tr ipulación en la batalla, primero a media distancia con las jabalinas, y luego a corta distancia, con las lanzas. [. . . ]La maza siempre fue un arma en uso constante, particularmente apreciada por los egipcios; pero, al aparecer los fuertes cascos, su roma cabeza fue menos efectiva, y el hacha cobró mayor importancia.” (Mariscal Montgomery, vizconde de Alamein. Historia del Arte de la Guerra . Capítulo 3. Págs. 33 y 34. Traducción de Juan García-Puente. Editorial Aguilar, Madrid, España, 1969.) • Fragmentos del capítulo 1 de un l ibro que, con


parecido propósito al de estas Cartas, comencé a escribir el año pasado.

CARTA Nº 2 Autonomía, Santiago del Estero, 8 de mayo de 2003 ( día del cumpleaños Nº 50 de mi esposa Gloria Gallegos)

Queridas hermanas y hermanos: El Señor Feudal “podrá acostarse con la esposa del recién casado” dice un art ículo de la ley Normanda. En su redacción de 1419, luego de numerosos conflictos ocurridos por causa de este derecho estatal, se atenúan anteriores disposiciones agregando la posibilidad de evitarlo “si éste ( el recién casado) o sus parientes [...] entregan el dinero del rescate”. ( 1) Tal beneficio para los poderosos no merecería mayores comentarios. Basta una reflexión accesible al cerebro menos cultivado para comprender que, desde los orígenes de la organización humana, los criminales, despiadados, astutos, audaces, fueron estableciendo su dominación sobre los demás, obligándolos a cumplir hasta sus exigencias más humillantes. El detalle singular es, sin embargo, que quienes ejercían este derecho brutal, de copular con la joven esposa antes de su esposo legal - o copular, cuando se les antojase, con las hijas de las numerosas familias que habitaban sus extensos campos- eran llamados “Príncipes Cristianos”. La cuestión suscita entonces la inquietud por saber en cuáles preceptos de Jesús, llamado “El Cristo” o “El Mesías” fundamentaron su legislación secular los obispos de la Iglesia. ( 2) Pues a partir de la consagración del Estado a la Iglesia Católica, efectuada por el emperador Constantino en 312, la jerarquía episcopal fue adquiriendo un predominio ideológico sobre la sociedad que alcanzó su mayor influencia precisamente en la Edad Media. ( 3) Veamos, entonces, qué dicen los Evangelios ( t ranscripción universalmente aceptada de las palabras de Jesucristo) sobre este asunto. “Os han enseñado que se mandó `No cometerás adulterio´. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha cometido adulterio en su interior” ( Mateo 5:27- 28). Parece muy claro. El crist iano ( llamado así por


considerárselo seguidor= imitador de Jesús) no debe siquiera “excitar su deseo ( interiormente) hacia una mujer casada”. Se infiere que menos aún debería expresar este deseo ante otras personas, precipitando más su caída en el pecado si se atreviera a confesar dichos deseos a la señora misma que está codiciando. ¿Qué decir del atrevimiento a copular con ella, y - mucho peor- obligar a su esposo legal a esperar en la habitación contigua, consumido por la humillación y la vergüenza, mientras el duque, el conde o el rey, penetra una y otra vez como se le antoja a la mujer amada, a la muchacha dulce, que quizás ha venerado en secreto el esposo desde la infancia de ambos, por la cual posiblemente ha esperado muchos años para ofrecerle ser madre de sus hijos, compartir la vida con él, para una vez obtenido este privilegio sagrado, verse obligado a tolerar de esta manera injuriosa el mancillamiento salvaje de su alianza? No solamente los normandos, que dominaron Inglaterra y gran parte de Europa durante muchos siglos, se gobernaban con esta legislación bárbara. El “derecho de pernada” era una cláusula prácticamente universal en el sistema que regía al mundo “cristiano”, durante más de 1. 200 años. Hasta las primeras revoluciones burguesas, que desde el siglo XVII comenzaron a poner freno al poder feudal. Pero veamos cuál era la relación de la jerarquía eclesiástica con los normandos, cuya legislación sirvió como modelo estatal durante el periodo mencionado. En 1061, el Papa Alejandro II accedió al t rono pontificio gracias a sus relaciones con la nobleza. Amigo personal de Guillermo de Normandía, en retribución por el apoyo prestado “bendijo su empresa de conquistar Inglaterra”. ( 4) Este problema ya había sido puesto bajo prescripción legal por la t radición israelita al menos 1. 200 años antes de Cristo. Se le dio tanta importancia, que al establecer los Diez Mandamientos el adulterio es mencionado dos veces - en la sexta y la décima cláusula. Ello, en un módulo legal tan escueto, indica por cierto una especial valoración del tema. El decálogo de Moisés admoniza: “No andes con la mujer de tu prójimo” en el versículo 14 del capítulo 20. Para reafirmar: “No codicies su mujer...” en el versículo 17. ( 5) Evidentemente, Jesús no hizo otra cosa que respaldar la legislación de los israelitas, cuya


religión profesaba y a quienes consideraba inspirados directamente por Dios. Ahora bien, lleguemos a l núcleo de la cuestión. ¿Qué estamos buscando, atacar a la jerarquía episcopal católica? Para nada. Las otras organizaciones llamadas crist ianas, tanto la de Lutero, como la de Calvino u otros reformadores, no presentaron actitudes distintas en relación con este y otros privilegios de los bárbaros gobernantes. El anglicanismo tuvo su origen en la ruptura del rey inglés Enrique VIII con el Papa Clemente VII, que se oponía al divorcio del rey. Enrique deseaba casarse con Ana Bolena. Este deseo indujo a la Congregación Católica inglesa su separación de Roma, cuando el Papa se negó a abolir el primer matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón. Acusada de t raición y adulterio, fue condenada a muerte y decapitada. El rey se proclamó cabeza de la Iglesia de Inglaterra en 1534. La doctrina teológica católica se mantuvo al principio intacta. Más adelante, dist intas influencias - y en concreto los puritanos- hicieron del anglicanismo una confesión intermedia. ¡ Crear una iglesia nueva para poder cambiar de esposa! En esto se ve la insensatez que guía con frecuencia a la conducta humana. ¡ Y todo un pueblo, constituido por millones de personas con inteligencia, aceptar estas imposiciones! Es contra esta insensatez, esta irracionalidad, esta inhumanidad de los humanos - valga la aparente extravagancia del epitheton- y los sistemas de relación que han practicado, durante su ya larga existencia sobre la Tierra, que arremetemos con empeño desde nuestras modestas comunicaciones filosóficas. E intentamos hacerlo en la existencia cotidiana, desde los años de nuestra juventud. Pues de la misma barbarie destructiva que ha emanado el “derecho de pernada” en la Ley Normanda, se han originado gran parte de los decretos legales, que r igen las inst ituciones estatales aún el día de hoy. Esta consagración de la violencia como respaldo legít imo del derecho, del egoísmo, la mezquindad, la ambición, como eje regulador de la cultura social, impide el establecimiento de aquellos valores anhelados durante milenios por la mayor parte de los humanos - los “otros” humanos, los que no tenemos ( ni queremos) el poder-: Esto es, la Paz, la Libertad, la Felicidad. Los saludo con mi mayor afecto.


Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina • Transcripto por J. Bühler, Vida y cultura en la Edad Media (primera edición alemana en 1931). La edición de donde fue tomada es la traducción al castellano de Wenceslao Roces, al cuidado de Daniel Cosío Villegas, publicada en 1946 por el Fondo de Cultura Económica de México. • La palabra “ Cristo” proviene del griego Jristos y del latín Christus, y s ignifica ungido. “ Mesías” es una palabra de los hebreos, aplicada en sus textos tradicionales a quien t iene “ la misión de l iberar, e implantar el derecho y la justicia en el mundo entero [. . . ] La relación de amor y f idelidad entre el Mesías y su pueblo se expresa, como en el AT, (Os 2, 16-18), con el símbolo conyugal”. (Comentario de Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, jesuitas, directores de los equipos del Instituto Oriental y del Instituto Bíblico de Roma, quienes junto a 14 catedráticos y numerosos miembros de dichos institutos tradujeron la Nueva Biblia Española . Primera edición, Ediciones Cristiandad, Huesca, Madrid, 1975.) • Constantino derrotó a su contendiente – su propio hermano Majencio–, en su guerra por el trono durante el año 312. Tuvo para eso el apoyo espiritual del obispo africano Milcíades (311 -314 ). Premió a la Iglesia desechando las propuestas de los donatistas y otros agrupamientos cristianos, para otorgar a la línea romana un papel rector. En 314 el emperador - no el Obispo de Roma- convocó a un gran s ínodo episcopal en su gran f inca del Laterano. Este encuentro cimentaría las bases de lo que luego se iba a conocer con el nombre de Iglesia Católica Romana. Más tarde, en esta misma propiedad, el emperador romano construiría el primer gran monumento del catolicismo, la basílica “ San Juan de Letrán”. (Josef Gelmi, Die Päpste in Lebensbildern , Verlag Styria, Graz-Viena-Colonia, 1983.) • Isaac Asimov. Cronología del Mundo. Primera edición en inglés: Harpers Collins Publishers, Inc. Primera edición en castellano, traducción de Vicente Villacampa: Editorial Ariel, S. A., Barcelona, 1992. • La Biblia . Traducida, presentada y comentada “ para las comunidades de Latinoamérica y para los que buscan a Dios”, por un equipo pastoral bajo la dirección de Ramón Ricciardi. Nihil Obstat Alfonso Zimmermann C. ss. R. Primera edición: Ediciones Paulinas-Editorial Verbo Divino-Editorial Alfredo Ortells, Concepción, Chile, Madrid, España, 1972.


CARTA Nº 3 Autonomía, Santiago del Estero, Argentina, miércoles 14 de mayo de 2003 *

Queridas amigas y amigos: “Cuando la detuvieron, encaró a uno de los policías y le dijo, sin miedo: `Vos, rati puto... a mí no me vas a hacer nada. No podés tocarme, sabés que soy menor, putazo” [...] “`No se t rata de una más de la banda o la cara bonita del grupo a la que mandaban a seducir a las víctimas. Esta chica es la jefa de la organización´, dijo a La Nación una calificada fuente de la policía bonaerense”. ( 1) Tiene el pelo teñido de rosa furioso y usa zapatillas que cuestan quinientos pesos - narra el cronista. Esto se entiende fácilmente, pues con su banda se dedican profesionalmente a los secuestros, y en cada uno de ellos obtienen como promedio entre 10. 000 y 3. 000 dólares, que se reparten. Ella, la jefa, t iene quince años. “Sin madre y sin padre, fue criada por una t ía en una villa de emergencia, en la que diez mil habitantes conviven en casillas de paredes de cartón o madera, separadas por pasillos laberínticos, por donde corre todo aquello que debería ir a las cloacas”. ( 1) Una asistente social le preguntó por qué se había dedicado a secuestrar gente; la chiquilla contestó: “Un día fui a robar un coche. El auto no estaba estacionado. Lo manejaba una persona. En lugar de robar el coche, en ese momento, pintó lo del secuestro y con un novio mío nos llevamos a l t ipo. Fue así, pintó y nada más”. A los catorce años decidió formar su propia banda, con jóvenes de su mismo barrio. Se incorporaron, también, t res personas mayores. Al ser detenida, hace unos quince días, la chica presentaba un embarazo de mes y medio. Me estremezco al pensar en la candidez de las chicas de quince años que conozco, comparándola con la fiereza salvaje de esta muchacha. Mis conocidas son, claro, chicas de provincia. Este factor, cuya validez intentaré just ificar, puede tener particular gravitación en las personalidades. A él deben sumarse otros dos, de mayor importancia individual, pero condicionados en gran medida por los anteriores: el amor recibido (o no) durante su existencia, y el miedo. Veamos el primer factor, esto es, la densidad


poblacional del ámbito donde nos relacionamos con los demás. A quienes pertenecemos a poblaciones poco numerosas, nos parece inaudito que se pueda habitar en ciudades como la capital de Buenos Aires, sin volverse locos. De igual opinión era Schumacher ( no el corredor de carreras, ni el ex arquero de la Selección alemana, sino un gran economista, autor del libro Lo pequeño es hermoso). Él sostuvo que una concentración urbana, sobrepasando los 25. 000 habitantes, comienza paulatinamente a deshumanizarse. Todo aquello que contiene y regula normas aceptables de convivencia se desgasta y t iende a desaparecer, en relación directa con el crecimiento de la población. Es mucho más difícil cometer un delito cuando conocemos a todos desde niños, y ellos nos conocen, incluyendo a nuestros padres, abuelos e incluso más. En sentido inverso, la solidaridad t iene la categoría de un deber, para los miembros de estas pequeñas comunidades. Se t rata de una simplificación, por cierto, pero expresiva de las tendencias generales, comprobadas de un modo directo a lo largo de nuestra existencia. Sin embargo, cuando mencionamos las teorías de Schumacher, en una conversación con el filósofo alemán Karl Otto Apel, este las desechó categóricamente. “... son propuestas idealistas...”, dijo; “no son practicables...” Este intelectual de la globalización, cuyo pensamiento se estudia en casi todas las universidades del mundo, considera que “no tenemos ninguna alternativa, por ahora, a la economía de mercado”. Aunque reconoce que “Como usted ha apuntado, existe la cuestión de que e l sistema, el `sistema marco´ del capitalismo, genera más bien una actitud no- solidaria, y eso está asociado directamente con su basamento en la competencia.” ( 2) Precisamente, es en la competencia, por la cual el prójimo se convierte frecuentemente en adversario feroz, donde se desarrollan las cualidades más deplorables. “El infierno son los otros”, acuñó agudamente Jean- Paul Sartre. Esto es aplicable tanto en París como en Guayamba. Aunque seguramente en París, donde habitaba el autor de la frase, es posible comprobar la vigencia de esta oscura cualidad social más fácilmente que en Guayamba, donde se practica una elaborada cordialidad. ( 3)


Vamos ahora al primer factor individual: la provisión ( o carencia) de amor en el entorno familiar. No puedo olvidar una situación vivida en el campo. Habitábamos, con mi esposa y nuestras hijitas, una casa grande y confortable en medio de los sembradíos, al lado de un inmenso bosque natural. A unos diez metros de distancia hacia la derecha corría una angosta acequia, bordeada por elegantes árboles que se perdían enfilados hacia el horizonte. Una mañana, como a las once y media, estaba escribiendo, en una pequeña oficina construida para tal efecto a un costado de nuestra casa. Lloviznaba de un modo apenas perceptible. Sin quitarme las embarradas botas de goma pues había estado t rabajando en el campo durante la mañana- estaba corrigiendo algún texto, supongo, no lo recuerdo con claridad, mientras mi esposa cocinaba. De repente escuché los gritos de mi hija Rocío, de cuatro años: “¡ Mamá! ¡Papá! ¡ La Lupita se ha caído al agua!...” Cierta fuerza como la propulsión de un avión a chorro me impulsó desde la t ráquea y salí volteando la mesita donde escribía; nos atropellamos con mi esposa que desde la cocina se había lanzado hacia fuera de igual forma. Mis piernas más largas me permit ieron llegar más rápido a la acequia, me metí hasta los muslos en el agua y comencé a caminar con grandes zancadas, resbalando en el musgo, a favor de la corriente. A unos seis o siete metros de distancia la cabeza de mi hijita se levantaba y se hundía sobre las pequeñas olas del agua encrespada por el viento. La corriente la llevaba rápidamente hacia un puente, sostenido bajo el agua por dos tubos angostos de cemento. ¡Si llegaba allí no la podría sacar, mis hombros me impedirían hacerlo aunque me encogiera al máximo! No sé como llegué a ella, cuando le falt aban dos metros para llegar hasta los fat ídicos tubos; la levanté con todas mis fuerzas, arrancándola de la corriente helada. Salí con mi hijita en brazos, con la mitad inferior de la ropa negra de lodo y la camisa empapada por haberme lanzado en el últ imo t ramo de bruces, para poder alcanzarla, el pelo chorreando pues ahora llovía con fuerza. Y sint iendo el pequeño cuerpecito t ibio que se acurrucaba contra mi pecho no pude contener el llanto. Mientras caminaba hacia la casa no podía contestarle a mi esposa Gloria, que también lloraba y hacía preguntas corriendo a mi lado, mientras la pequeña Rocío corría y lagrimeaba también. Rápidamente la envolvimos en una toalla, sobre la mesa de nuestra cocina, la secamos bien.


Gloria le puso pañales limpios, y un osito. Otra vez la alcé para llevarla a la habitación. Ella me miró con cansada gravedad; apoyó su cabecita en mi pecho, y se durmió. Guadalupe tenía entonces dos años. Es una hermosa muchacha de 18, hoy, y t iene novio. Su carácter es muy agradable y reposado. ¿Qué hubiera ocurrido de no estar allí su padre o su madre para salvarla del agua? ¿Qué sucede cuando no tenemos a nadie cuidándonos, durante la infancia? ---------NOTA: Aquí he debido interrumpir ayer la redacción de esta Carta. Retomo, hoy: Jueves 15 de mayo de 2003 **

En la esquina, casa de por medio con nosotros, habita el jefe de la Policía Federal con su familia. Tiene cuatro perros. Los hemos visto pocas veces, pues son sumamente feroces. Evidentemente el je fe t iene miedo. De otro modo no se explica que tenga allí, atados en el patio de su casa, a dos gigantescos rob wyler (¿se escribe así? me refiero a esos feos animales negros, con algo de bull- dogs y dogos) que ladran constantemente. Y en su galería delantera - totalmente cercada por rejas que se unen con el techo y se abren sólo por un sistema electrónico de control remoto- otro perrazo como para una película de terror. Su esposa - que también t rabaja en la Policía Federal- ha salido a veces a pasear fugazmente con el cuarto perro: es pequeñito, blanco, coqueto. Tiene voz finita, como corresponde. Conocemos las voces de todos los perros pues ladran, como dijimos, constantemente. El más petizo aúlla a veces de dolor, señal quizás de a lgún tarascón de los más grandes - aunque nos ha dicho su vecina inmediata que los t ienen separados entre sí, por rejas cubiertas con telas metálicas. Una vez subí al techo de mi casa y vi ese patio: es un campo de concentración. Se perciben ámbitos diferenciados, confirmando lo dicho por nuestra vecina intermedia, en recuadros tabicados por estructuras alambradas. Al fondo lo que parece un par de celdas, de sólido aspecto. Todo muy prolijo, pintado de verde sapo, como los cuarteles militares. Pero volvamos al miedo. Nadie sensato se atrevería a acercarse a los perros de mi vecino el policía. Ahora bien, esto no se debe a que los animales sean


naturalmente violentos, sino que se han convertido en eso por causa del maltrato recibido. Pese a que están perfectamente alimentados y limpios - como los chicos norteamericanos que toman un fusil para disparar sobre sus compañeros- sufrieron desde su infancia el miedo terrible de no saber jamás con precisión algo aunque fuera de lo que sucede en el exterior. ( 4) Los comparo con aquellos perrillos vagabundos, sucios, a veces con alguna llaga, que holgazanean en la plazoleta a la cual da el patio trasero de mi casa. Uno puede acercarse t ranquilamente a ellos y acariciarlos, por grandes que sean. Son pobres pero t ranquilos. Compensan la carencia de alimentos o cuidados correctos con su libertad. Ellos habitan generalmente casuchas de la extendida urbanización humilde que circunda a nuestro barrio de clase media. Los perros comparten habitaciones con los humanos, a veces duermen entreverados con ellos, en el suelo o sobre sencillos camastros. También t ienen afecto. La muchacha pistolera... ¿lo hubiera sido de vivir en Santiago? No hubiera llevado el pelo teñido de “rosa furioso”, seguramente, pues sus amigos la hubieran cargado ( aquí es inevitable estar siempre rodeado de amigos; la gente t iene mucho t iempo para compartir). Esa chiquilla secuestradora... ¿hubiese sido tan agresiva, si la hubiesen criado un padre afectuoso y una madre?... No deseo redactar corolarios para estas sencillas observaciones que quise compartir hoy. Si ellas sirven para motivar alguna conclusión desde ustedes, que a su vez sirva para mejorar un poco el espacio cósmico donde –nos guste o no– convivimos todos... ¡ me sentiré muy feliz! Un saludo afectuoso, de Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina. * Matías. Hch. 1, 15-17, 20, 26. Sal 112/ Jn, 15 9-17. 1811: Día de la Independencia de Paraguay. 1904: Muere Mariano Avellana, misionero evangelizador del pueblo,


claretiano, en Chile. 1980 : Masacre del r ío Sumpul, en El Salvador. 1980: Juan Ccaccya Chipana, obrero, militante, víctima de la represión policial en Perú. 1981: El sacerdote Carlos Gálvez Galindo es asesinado por parapoliciales en Guatemala. 1991: Porfirio Suny Quispe, educador y miembro de organizaciones de solidaridad, es asesinado por parapoliciales en Perú. (Fuente: Agenda Latinoamericana - Mundial 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Argentina.) • Diario La Nación, Buenos Aires, domingo 11 de mayo de 2003, página 18. Aclaración: supusimos “ puto”, “ putazo” donde sólo se había impreso “ p...” • “ El diálogo entre pobres y r icos no sólo es posible, sino el único camino”. Entrevista con Karl Otto Apel. Diario El Liberal, sección Cultura, Pag. 1, sábado 9 de octubre de 1993. • Guayamba. Pueblo entre las serranías, casi en el l ímite de Santiago del Estero con la provincia de Catamarca. Semejante a numerosos pueblos de la región, me atrevo a insertar un fragmento de un viejo cuento, con la idea de que puede ser útil para imaginarlos: “[...] es un pequeño conglomerado de casas antiguas, sencillas y bien cuidadas, entre las sierras. [. .. ] Me hallaba, dos o tres días después de l legar, meditando serenamente en la hermosa placita de Belén, mientras avanzaba suavemente sobre los árboles el crepúsculo primaveral. Acababan de regar las calles de t ierra y f lotaba en el aire un olor a humedad, que mezclado al de las flores y hojas reverdecientes de los centenarios árboles, producía en el espíritu como una sensación edénica de tranquilidad. En el momento en que comienzan a desdibujarse los contornos y las casas parecen f lotar en el aire t enue, fue que vi la aparición de esa mujer.” (El Malamor , 1982) (4) Nota de 2009. Recientemente, con motivo del incalificable despedazamiento de un niñito por el dogo de una abogada de apellido Ledesma, mi amigo Alejandro Bruhn Gauna, especialista en perros, me ha explicado lo siguiente: tanto los dogos, como los rottweiler (ahora aprendí a escribirlo gracias a mi amiga Amalita), son razas “ artificiales”. Es decir, fueron creadas, por medio de largos y trabajosos entrecruzamientos genéticos, que incluyeron tratamientos químicos, para obtener r esultados específicos. ¿ Y cuáles eran los objetivos de tal manipulación? Obtener perros eficaces para matar. ** Isidro Labrador. Juana de Lestonnac. Hch. 13, 13-25/ Sal 88/ Jn 13, 16-20. 1903: Fusilan en Chiriqui, Panamá, al general y guerrillero Victoriano Lorenzo, héroe nacional. 1986 : Nicolás Chuy Cumes, pastor evangélico, mártir de la l ibertad de expresión en Guatemala. 1987: Mártires indígenas, víctimas del despojo de sus t ierras, en Bagadó, Colombia. Día Internacional de los Objetores de Conciencia. (Fuente:


Agenda Latinoamericana - Mundial 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Argentina.) P. D.: Agradezco las respuestas recibidas. Particularmente la calidez de algunas, como las de Carlos R. Zurita o Víctor M. S. Maldonado, quienes también envían un cordial saludo para mi esposa Gloria, que cumplió años el 8 de mayo. También las de I leana Álvarez, Jorge Canllo y José Adet. He recibido algunas sin nada escrito, como la de “ Díaz Lannes”: interpreto que puedo continuar enviándoles mis cartas, con una fr ecuencia más o menos semanal. Si no es así, por favor corríjanme. Finalmente, aunque no en último lugar, contesto a Víctor: ¡Sí, Raúl Dargoltz es un amigo entrañable, además de un extraordinario argentino! ¡Me a legro de que compartamos el privilegio de su amistad! Nuevamente, un saludo afectuoso.

CARTA Nº 4 Autonomía, Santiago del Estero, jueves 29 de mayo de 2003 *

¿Qué t ienen los europeos que no tengamos nosotros? Muchas cosas. Particularmente eso: cosas. Aparatos, edificios, automóviles. Eso t ienen. Confrontados a tanta disponibilidad nosotros aparecemos desv alidos. Una belga que nos visitaba en 1988 estuvo un rato observando a mi esposa quien, muy contenta, preparaba exquisitos huevos revueltos con cebollas en una gran sartén, sosteniendo la tapa con una mano y canturreando. Una vaharada, saliendo por los costados de la sartén nos envolvía. De repente, la belga habló, como quien piensa en voz alta: -¡Cuán pobres sois! - dijo. -¿Por qué? - preguntó mi esposa. - En Europa hubiésemos hecho esa comida en pocos minutos y sin humo, con una sartén neumática...** Otra anécdota: estábamos t rabajando y tomando mate en un gigantesco galpón donde había por entonces carpintería y curtiembre. Eran como las t res de la tarde, hacía un calor intenso - normal en Santiago durante el verano-. En eso llegaron dos alemanes. Venían sudorosos, encendidos. Eran dos jóvenes universitarios, que estaban


haciendo una pasantía en nuestro campo ecologista. Habían estado t rabajando, junto a obreros regulares de la cooperativa, en la construcción de un inmenso edificio, de formas circulares, que se levantaba para vivienda de los alumnos. Uno de ellos - el más agraciado, que se parecía un poco a Leonardo Di Caprio, aunque más rubio y menos áspero- mientras recibía el mate me dijo: - Vuestros obreros son muy vagos. Lo que nosotros hicimos en t res horas, ellos lo hacen en un día entero. - Bueno, le dije, contemporizador, pero vos no t rabajas en eso todos los días. Ellos sí. - No - insist ió el alemancito-. Es su forma de t rabajar. Los he venido observando desde hace varios meses... ellos t rabajan muy despacio... y si no los controla alguien, enseguida descansan... Mira - alegó, para reafirmar su tesis- en Alemania, los obreros de la construcción hacen, en una hora, lo que nosotros hicimos en t res... ¡ y tus obreros lo hacen en un día! - Mira, Ulli - le repliqué, todavía con mucha paciencia-. Hay factores muy importantes que determinan las diferencias. Por ejemplo: un obrero alemán, termina de t rabajar y puede bañarse en instalaciones adecuadas, puede cambiarse de ropa, dejando el equipo de t rabajo en un armario, para convertirse en ciudadano prolijo igual que los demás. Luego toma su propio auto, vuelve t ranquilamente a una casa confortable, donde lo espera una suculenta cena, constituida por alimentos de calidad, con las calorías, vitaminas y proteínas necesarias para renovar sus fuerzas de un modo superabundante. Cuenta con el confort necesario para reposar luego, hasta el día siguiente, en que volverá al t rabajo t ranquilo y con la seguridad de que nada le faltará a él y a sus hijos. “El albañil de aquí, con la misma ropa sucia que ha usado para t rabajar vuelve a su casa, en una bicicleta derrengada cuando la t iene, para encontrar allí, con suerte, un poco de matecocido y tortilla. ( 1) “Encontrará también en su rancho a una esposa flaca, arruinada por las tareas y la intemperie, atribulada por las carencias, y a unos hijos t r istes, con frecuencia desnutridos, a quienes no sabe si podrá mandar a la escuela al día siguiente, pues muchas veces no t ienen dinero para comprar zapatillas. A la noche dormirá hacinado con su familia, sobre el suelo o catres


incómodos, bajo techos de ramas infestados con insectos venenosos, padeciendo fr ío o calor pues no suelen tener electricidad en sus viviendas. ¿Te das cuenta, Ulli, por qué el obrero del campo santiagueño no puede compararse jamás con el obrero alemán? El alemancito me miró con escepticismo y enseguida contestó: - Bueno, pero los europeos no siempre tuvieron todo lo que t ienen ahora. Nosotros también hemos sido pobres, hemos sufrido mucho. Pero nos hicimos r icos a fuerza de t rabajo. Yo creo que es una cuestión de carácter: los europeos son t rabajadores, los lat inoamericanos son vagos. Entonces dije lo que por cortesía y respeto humano había estado evitando: -¿Sabes por qué los europeos son r icos, Ulli? - dijePues porque han profanado y saqueado las r iquezas de todo el resto del mundo. Esa es quizá la mayor cualidad europea: su impiedad. El egoísmo, la crueldad, la astucia de sus dirigentes principalmente los anglosajones y germánicos, pero también los lat inos o hispanos-, la brutalidad de sus ejércitos, fueron el factor determinante para que Europa se desarrollara ( y más tarde los Estados Unidos), mientras América Latina sus víctimas- iba sumiéndose cada vez más en la pobreza y el atraso. Aquí no había desnutrición cuando llegaron los europeos. Cuatrocientos años de saqueos, asesinatos, explotación salvaje, dejaron a los aborígenes no sólo desnutridos, sino despojados de casi todas sus r iquezas. El oro, la plata, el cobre, fueron robados sistemáticamente por los europeos, para sat isfacer su ansia de progreso. Cada fábrica de Inglaterra u Holanda lleva en sus ladrillos el est igma de un latrocinio: los diamantes del África, el estaño de América Latina, las sedas de China, arrancadas luego de masacrar, oprimir y superexplotar a sus inmensas poblaciones: he ahí los fundamentos de la r iqueza europea. Los europeos no son ni más ni menos t rabajadores que cualquier otra población del mundo. Tal vez sean más neuróticos, más dependientes de la acción externa, por generaciones de opresión interna de sus explotadores, los capitalistas europeos. Pero sin e l inmenso financiamiento que significó para ellos durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX el robo de las r iquezas de todo el mundo, no tendrían ni el 10 por ciento de lo que ostentan ahora.


Se quedó callado. Creo que lo impresioné mucho. La mirada perpleja y asustada de sus ojos azules me hizo temer, sin embargo, haber expresado con demasiada violencia mis argumentos. ¿Me había propasado?... Los españoles ( entonces gobernados por un rey alemán, Carlos V y entremezclados con ellos) ¿no habían sido benévolos con los aborígenes? Algunos autores defienden a la “evangelización”; no se t rató de un sometimiento, dicen, sino de una “integración”. En parte, es cierto. Se “invitaba” a los aborígenes a adoptar el credo católico. Mas previamente debía leérse a los prisioneros ante escribano público- un extenso requerimiento, uno de cuyos párrafos centrales exhortaba a convertirse a la fe católica, persuadiendo: “Si no lo hiciéreis, o en ello dilación maliciosamente pusiéreis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y os haré guerra por todas partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres y hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere...” ( 2) Estos “civilizadores” sostenían: “no hay mejor remedio que el t rabajo en las minas para curar la ` maldad natural´ de los indígenas”. Juan Ginés de Sepúlveda, el humanista, sostenía que los indios merecían el t rato que recibían porque sus pecados e idolatrías constituían una ofensa contra Dios. El conde de Buffon afirmaba que no se registraba en los indios, animales fr ígidos y débiles, ` ninguna actividad del alma´”. ( 4) En el siglo XVII, el padre Gregorio García sostenía que los indios eran de ascendencia judía, porque “al igual que los judíos son perezosos, no creen en los milagros de Jesucristo y no están agradecidos a los españoles por todo el bien que les han hecho”. ( 5) En Norteamérica a los aborígenes no les fue mucho mejor. Un reciente estudio efectuado por Reader´s Digest narra lo siguiente: “En 1830 el Congreso aprobó la Ley de Remoción, que daba al presidente poder para desplazar a los indios de sus t ierras, si estaban dentro de regiones colonizadas por blancos, hacia zonas


consideradas s in valor [...] .. . al final de la Guerra Civil el espíritu de expansión hizo que oleadas de granjeros, cazadores, mineros y leñadores emigraran al Oeste, y de nuevo las t ierras ( donde habían sido desplazados los indios) fueron codiciadas. El gobierno federal, que había prometido solemnemente proteger a los indios, respondió con una política nueva. Forzó a las naciones indias a firmar un t ratado mediante el que serían concentradas en reservas establecidas, a cambio de pagos anuales. “Esta promesa tampoco fue cumplida y los indios lucharon por últ ima vez para remediarlo. “Fueron derrotados por soldados bien armados y alimentados, y en 1880 fueron destruidos como pueblo independiente. De los casi ocho millones de hectáreas ( que les fueran asignadas por el propio gobierno de los EE. UU. en 1830) [...] sólo quedaron unas cuantas reservas en las partes más desoladas del Oeste. Actualmente sus condiciones no son mucho mejores: hay 1. 5 millones de estadounidenses nativos asentados en 285 reservas en EUA. “Sin poder seguir sus formas t radicionales de vida o hallar empleo en el mundo del hombre blanco, un gran número de indios de las reservas llevan vidas de callada desesperación, aquejados por males como la desnutrición, el alcoholismo, la disfunción social y e l suicidio”. ( 6) De otra manera, se nos ha dicho, en Sudamérica el aborigen “fue integrado”, por medio del mestizaje. Veamos algo sobre esta cuestión: “( En Santiago del Estero)... el mestizaje se dio siempre entre el hombre blanco y la mujer aborigen, nunca al revés. Este habría sido, para el varón aborigen, su mayor vejamen histórico. Por otra parte, el hijo mestizo es asumido sólo por la madre y negado por el padre. De ahí su profundo resentimiento”. ( 7) Los alemanes del este están resentidos con los del oeste porque hay entre ellos diferencias de salarios. Mientras un empleado comercial obtiene en el oeste alemán 3178 euros mensuales, en el oeste sólo llegan a 2340. Un obrero industrial cobra en el oeste alemán 2307 euros; en el este, 1675. ( 8) Ahora bien, ¿cuánto es el salario básico de un empleado de Comercio en Santiago del Estero? “350 pesos” dicen los convenios, exhibidos como muy dignos por los burócratas del sindicato. Unos 116 euros, al cambio. 3062 euros menos que sus pares


alemanes. 27 veces y media menos. Una revista holandesa nos informaba en 1999 que los holandeses no sabían muy bien qué hacer con sus excedentes salariales. La mayoría de e llos programaba viajes, otros los invertían en bienes raíces. Como se ve, la situación en Europa es económicamente desahogada. Veamos una de las fuentes de donde provino esta prosperidad holandesa: el t ráfico de esclavos, de cuyo comercio el emperador Carlos V les había otorgado la exclusividad, convirtió a la corona holandesa en uno de los estados más r icos durante el período de la conquista y colonización de América. Esta muchacha belga tenía razones, en verdad, para decirnos “¡Oh!... ¡cuán pobres sois!...”, con acongojada conmiseración. Con los salarios de Santiago muy pocas familias pueden comprarse hornos de microondas - pese a que una televisión machacona nos incita permanentemente. ( Ahora bien, el concepto de pobreza puede constituir sólo un criterio “civilizado” - es decir, de las ciudades-, poco aplicable a la realidad de muchos habitantes del campo. Si se observa bien nosotros no éramos nada pobres. Por las mañanas, a las seis y media, un obrero de la finca nos t raía el balde con cinco lit ros de leche recién extraída - a veces iba a buscarla yo mismo. En el invierno llegaba humeando, en el verano mis niñas acudían corriendo para aprender a ordeñar. Con sus manitas pequeñas eso era imposible - Rocío tenía cuatro años, Lupita t res, Alejandra apenas gateaba-, pero les aseguro que se divertían. Como éramos apicultores, disponíamos de miel de la más alta calidad en cualquier época del año y en abundancia. Luego, con muy poco esfuerzo, ya que casi todo crecía allí de un modo prácticamente natural, disponíamos de cebollas, zanahorias, rabanitos, lechugas, tomates, acelga, achicoria, espinaca, frut illas, naranjas, mandarinas, pomelos, granadas, higos, docas, moras, remolachas y limones. Además en el campo, creciendo sin necesidad de cuidados, había poleo, “diente de león”, “té de burro” y otros yuyos, como se sabe, medicinales, además de abundante fruta natural, como las r iquísimas tunas, mistol, algarroba, piquillín, kishcka loro -”pishca loro”, decían mis hijas, es una fruta roja, semejante a la tuna, sólo que más pequeña, que crece a los bordes del camino-, etcétera, todo a nuestro alrededor, sin nada que nos impida tomarlo. Teníamos además agua corriente y


electricidad - aunque no habíamos podido instalar paneles solares, no era muy fácil obtenerlos aún-. Con un calefón a leña y el pequeño esfuerzo de juntar las ramas secas que cubrían el campo para encender el fuego, obteníamos agua caliente a cualquier hora en el invierno - que en Santiago es muy breve-. Es cierto que no disponíamos de mucho dinero entre ambos, mi esposa y yo, recibíamos uno 800 pesos, por entonces 400 dólares-. Pero tampoco lo necesitábamos imperiosamente. Sin dinero podíamos estar bien, pues lo esencial, una casa confortable, la ropa necesaria, ¡alimento de primera calidad!, lo teníamos al alcance de la mano. Verdad es que nos hubiera resultado difícil comprar un hornillo de microondas o una sartén neumática. Pero hasta creo que t ienen mucho mejor gusto los huevos y las cebollas cuando se las hace en una vieja sartén de hierro como la nuestra y canturreando por la sat isfacción que provee saber que nuestros hijos comerán, relamiéndose, estos alimentos que elaboramos con unción, casi como una obra de arte-. Diferente es la situación en la ciudad: si tú no t ienes dinero... ¡no comes! Si no estás empleado y recibiendo ese dinero regularmente ¡estás condenado a sufrir! Por cierto hay en el campo también situaciones de indigencia cruel, pero sólo porque a innumerables familias les ha sido quitado el derecho a la t ierra. Sin mediar esa injusticia, les aseguro que nadie puede sentirse pobre en el campo.) Bueno, hoy ya he escrito demasiado. Por ello provisoriamente me despido, afectuosamente, hasta nuestro próxima Carta. Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.

* Cordobazo. En 1969, obreros, estudiantes y vecinos tomaron la capital de Córdoba -una de las mayores ciudades argentinas-, manifestándose contra la represión militarestatal, que ya había dejado muertos en Corrientes y El Chaco. Pusieron en jaque a las fuerzas policiales, por lo cual el Ejército tuvo que ocupar la ciudad. Gobernaba el país el


general Juan Carlos Onganía, impuesto por un golpe militar. Este levantamiento dio inicio a una etapa de gran efervescencia popular, que incluyó guerrillas e insurrecciones parciales. Esta fue brutalmente r eprimida durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón y f inalmente con la dictadura militar de Videla-Massera y Agosti, la cual ahogó en la sangre de 10. 000 muertos, 25. 000 presos políticos y 30. 000 desaparecidos a la ola revolucionaria argentina de los ` 70. ** Esta muchacha belga por entonces se había instalado, junto a su concubino, en una f inca muy cerca de la ciudad de La Banda, prestada por otra amiga alemana. Los belgas t enían por entonces unos 26 años ( ella) y 34 ( él). La muchacha era hija de un diplomático alemán, funcionario en el Parlamento Europeo. Habían venido al Sur buscando “ t ierras sin contaminar”, según afirmaban. Unos dos años después se separaron ( él ya venía de un divorcio anterior). Me enteré entonces que ambos eran drogadictos. Pero en el caso del hombre, mezclado con un alcoholismo exacerbado, se había convertido en un problema generador de violencia insoportable entre ellos. Poco después de esa separación, la chica abandonó esa finca y se fue a vivir sola en una ciudad. • Tortilla, una masa compuesta únicamente por harina, grasa y agua, cocida al horno o sobre brasas, muy habitual como pseudo-alimento entre los sectores más humildes de la población santiagueña. • Daniel Vidart. Ideología y realidad de América , Montevideo, 1968. • Emilio Romero. Historia Económica del Perú . Buenos Aires, 1949. • Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo , México, 1960. • Lewis Hanke, Estudios sobre Fray Bartolomé de las Casas y sobre la lucha por la justicia en la conquista española de América . Caracas, 1968. • Reader ´s Digest México. Secretos y misterios de la historia . “ La última batalla de Custer”. Impreso en Italia, 1995. • Fernán Gustavo Carreras. Notas sobre la cultura política de Santiago del Estero . Instituto San Martín de Porres, Comunidades Eclesiales de Base. Santiago del Estero, 2002. • Diario La Nación. Revista. “ Berlín: el muro que no cayó”. Por Martín Dinatale, enviado especial. 11 de mayo de 2003 .

Respuestas ( Con papelón) Resulta que le escribí a Clara Rodríguez, pidiéndole autorización para compartir su respuesta con todos ustedes. Ella muy cordialmente me la otorgó. Pero al ir a buscar los textos encontré que por algún error los había borrado. Por ello pido disculpas...


Deseábamos incluir, en cada una de estas cartas, algunas respuestas recibidas. Ello con la esperanza de que puedan motivar otros aportes, y suscitar quizás el germen de una comunidad virtual de reflexión. Con el ánimo de remediar un poco el papelón que hice con Clara, t rataré de reproducir desde la memoria algunos de los conceptos recibidos: Clara Rodríguez, periodista de Quebec, Canadá, había dicho que en el país del Norte se poseían muchos objetos - hasta el punto de afirmar que no falt aba prácticamente nada- pero dudaba de s i la gente era capaz de tener verdaderamente en cuenta al otro, como ser humano. Tal vez Clara desee ahondar un poco más sobre estos conceptos. De algún modo fue la inspiradora de la presente carta. Amalia Beatriz Domínguez: “... A tu pregunta de cómo se escribe el nombre de esos perros negros, cruza de dogo y bulldog, te respondo que son los famosos ROTTWEILER”... José Rubén Adet: “... sería interesante hablar un poco sobre las religiones”... Respuesta de mi sobrino porteño Querido t ío Julio: Este es el primer esbozo de respuesta a tus cartas que me siento a escribir. La escasa cantidad de t iempo que tengo y la r iqueza de tus reflexiones me impiden hacer, por el momento, más que eso: sólo un esbozo. Aprovecho la ocasión para celebrar tu iniciativa y para darte las gracias por ella. Es, para mí, un ejemplo, una llamada a la reflexión y una fuente de inspiración. Quizás pueda aportar alguna cuestión desde un punto de vista algo diferente al tuyo, pero, sin duda, con las mismas intenciones. Digo desde otro punto de vista porque, después de todo, y aunque me gusta el contacto con la naturaleza ( ese que tus reflexiones tanto exaltan), sigo siendo un animal de la c iudad. Aparentemente ( escribo esto después de haber leído la carta 3), está llegando el momento de ordenar y sistematizar un poco tus pensamientos, aunque la forma algo más fragmentaria que venían teniendo dejó algunas puntas muy interesantes para desarrollar. Sobre todo la carta sobre el “derecho de pernada” me pareció muy


interesante, así como tus últ imas líneas sobre la génesis de la organización social actual y el origen del poderío europeo a expensas de los países americanos y africanos. Estoy bastante de acuerdo con eso de que el egoísmo fue el motor que movió esta maquinaria monstruosa de dominación y sometimiento ( algo nos enseñó Nietzsche acerca de esto, entre otros). Los únicos momentos en los que puedo hablar de alguna discrepancia con respecto a tu exposición son aquellos en los que se desliza un cierto antagonismo entre lo rural y lo urbano. Primero porque la frontera que separa una cosa de la otra no me parece tan clara. Digo, en el sentido de que difícilmente estén exentos en el campo de todo t ipo de influencias y contactos aunque sea indirectos con la creciente tecnologización de la existencia y el dominio sin fronteras ejercido por los medios de comunicación en lo que algunos llaman la era de la información. Segundo, porque, aún si suponemos que existe tal frontera, y aún reconociendo que la vida más cerca de la “naturaleza” t iene innumerables e invaluables ventajas ( sería necio y estúpido negarlo, no quisiera que se me mal interprete), me parece que la existencia en la ciudad nos plantea una serie de desafíos y una nueva forma de concebir la vida que a mí me gusta pensar como oportunidades para ampliar nuestro horizonte, sin que esto implique la supuesta deshumanización que muchas veces se le imputa. Al contrario, la interacción con las nuevas tecnologías y las nuevas formas de comunicación nos obligan a ampliar nuestra concepción de lo que significa ser humanos y abordar la relación con el otro desde una perspectiva mucho más amplia. Las viejas categorías de libertad, fraternidad, individuo, comunidad, etc. son inservibles si no son reformuladas teniendo en cuenta la aceleración y la creación de nuevos espacios que los últ imos t iempos significaron ( y seguirán significando... parece que nuestra ontología se seguirá ampliando infinitamente con el descubrimiento - creación de espacios inauditos). En este sentido me parece importante pensar de manera no excluyente con respecto a los dist intos espacios en los que la vida puede tener presencia. Creo que el gran problema con todo esto no es la urbanidad y el avance tecnológico en sí mismos, sino el sistema en el que éstos t ienen lugar: justamente, el


sistema opresivo que tus reflexiones intentan sabiamente desenmascarar y comprender, para poder luego subvertir, y aquí es donde nuestras intenciones vuelven a juntarse. La denuncia que se hace desde esa reciente disciplina filosófica llamada bio- ét ica a los avances tecnológicos y su aplicación al ser humano parece no entender del todo el mapa que se está dibujando: la solución no pasa por reprimir el avance de la ciencia, sino por el replanteamiento de las relaciones de poder que se adueñan de la misma. Algo parecido sucede con los polít icos de derecha que se llenan la boca hablando de la necesidad de reforzar la represión de la delincuencia en lugar de preocuparse más por torcer el rumbo de las polít icas económicas que dejan a una parte cada vez más grande de nuestra sociedad más allá de los límites de la marginalidad. Como bien dijo Fidel Castro en su reciente discurso en la Facultad de derecho de la UBA, se dedica más t iempo a la medicina terapéutica que a la preventiva. Entre otras cosas, porque es más rentable tener a la gente enferma y gastando dinero en medicamentos que evitar que se enfer me. Bueno, tendría algunas cosas más que decir, pero no quiero cansarte. Así que me despido por ahora, esperando poder retomar algunas de estas ideas en otro momento y continuar el diálogo. Gracias de nuevo por compartir tus pensamientos con nosotros, espero ansioso tu próxima carta. Te mando un gran abrazo, Rafael Mc Namara Carreras Buenos Aires Respuesta de Julio a Rafael: Autonomía, Santiago del Estero, Sábado 21 de junio de 2003. Querido Rafael: Verdaderamente t ienes razón. Por un momento creo que caí en proyectar una percepción individual, muy influida por los sentimientos, sobre lo generalizable. Sucedió bajo la evocación personal de aquellos cinco años t ranscurridos en el campo, con nuestras hijas pequeñitas. Debería haber reflexionado un poco más acerca de que - por ejemplo- ese mismo periodo no fue feliz para mi esposa. En cambio, ahora la veo rebosante y


muy realizada, como resultado en gran parte de los cerca de 14 años que llevamos ya viviendo, de nuevo, en una ciudad. Gloria - proveniente de San Francisco de Córdoba - ciudad 100 x 100 industrial, con 95 % de sus habitantes de origen nordeuropeo- es también un “animal de ciudad” como te reivindicas. Yo mismo puedo comprender las particulares condiciones de felicidad que pueden obtenerse habitando en grandes urbes como Buenos Aires. Lo he descripto, incluso, en varios de mis cuentos, muchos de ellos publicados en libro, o en mis novelas, particularmente en una publicada hacia 1991, Abelardo. ¿Es que lo había olvidado? Sucede, creo, que aunque vivo en un barrio de las afueras de Santiago ( conoces mi casa, sabes que es amplia, arbolada, sale a una bucólica plaza por detrás, tenemos a dos cuadras un inmenso bosque virgen) padezco por razones laborales los efectos de la capital provincial ( ciudad afeada por todos los vicios de las grandes urbes, sin sus beneficios). Pese a ello, creo que este tema da para reflexionar mucho más, cosa que seguramente podremos hacer, a lo largo de este proyecto en común emprendido con las Cartas. Un gran abrazo. Julio

CARTA Nº 5 Autonomía, Santiago del Estero, martes, 3 de junio de 2003 *

Poco t iempo después de haberme encontrado con quien ahora es mi esposa - septiembre de 1973- ella se hizo atea. ¿La razón? Había muerto su padre. - No puedo creer que exista un Dios bondadoso, justo, y se lleve a un hombre como mi padre ¡ a los 54 años! decía. Tuve muchas objeciones para esta afirmación, pero las callé debido a las circunstancias. Por mi parte, en ese mismo periodo había sufrido la pérdida de mi t ío Mariano y de mi abuelo ( a quienes quería tanto como a mi padre). Algo peor: mi novia había muerto, a principios de ese


mismo año, lo cual me llevó a rozar el suicidio. Pero no a perder mi fe religiosa. Hoy, t reinta años después, mi esposa ha regresado a su religión. Es una católica ejemplar - dirige, incluso, la sección local de Caritas-, y practica sin objeción alguna todos los preceptos. Yo, en cambio, me he alejado de la iglesia inst itucional. No sólo del catolicismo, sino de toda organización. Y a decir verdad, pese a haber t ranscurrido gran parte de mis 53 años estudiando o reflexionando sobre religiones, las numerosas incertidumbres que sustenta mi razonamiento me obligan a caminar por estos terrenos en puntas de pies. Intentaré enseguida esbozar algunos conceptos que fui hallando, durante esta búsqueda. La actitud religiosa parece haber sido una necesidad muy precoz en la condición humana. Se atribuye a las primeras etapas de organización, cuando los humanos se irguieron, el surgimiento de embrionarios actos de religiosidad. “Precisamente gracias a la postura vertical puede organizarse el espacio conforme a una estructura inaccesible a los prehomínidos sostiene Mircea Eliade- : en cuatro direcciones horizontales proyectadas a partir de un eje central de ` arriba abajo´. [...] A partir de esta experiencia original, la de sentirse `proyectado´ en medio de una extensión aparentemente ilimitada, desconocida, amenazante, se elaboran los diferentes medios de `orientatio´, pues no se puede vivir por mucho t iempo en medio del vértigo provocado por la desorientación. Esta experiencia del espacio orientado en torno a un ` centro´ explica la importancia de las divisiones y particiones ejemplares de los territorios, las aglomeraciones y las viviendas, así como su simbolismo cósmico.” ( 1) Durante el siglo XIX se fortaleció en Europa una corriente de investigación que supuso nuestros orígenes culturales en la zona de la Mesopotamia e Irán. Así, E. Schure informa: “La corriente semita y la corriente aria: he aquí por donde nos han llegado todas nuestras ideas, mitologías y religiones, artes, ciencias y filosofías. [...] La corriente semítica contiene los principios absolutos y superiores: la idea de la unidad y la universalidad en nombre de un principio supremo que conduce a la unificación de la familia humana. La corriente aria contiene la idea de la evolución ascendente en todos los reinos terrestres y supraterrestres, y conduce a la


diversidad infinita de los desarrollos [...] ( y) las aspiraciones múltiples del alma. El genio semita desciende de Dios al hombre; el genio ario sube del hombre a Dios”. ( 2) Refrendando al parecer estos criterios, cierta oda sumeria a la cual se atribuyen al menos 5. 000 años de antigüedad, nos dice: “¡ Amigo, quién se encumbrara y pudiera subir al cielo y morar para siempre con Shamash! [...] Porque cuando los dioses crearon al hombre le infundieron la muerte, reservando la vida para sí mismos.” ( 3) Sin embargo parecen haberse gestado concepciones religiosas más antiguas, en China y la India. Aunque para el propósito de estas reflexiones se lo menciona sólo como un dato adicional. Una de las primeras manifestaciones del monoteísmo surgió en Egipto, hace 3380 años: “... Akhenatón rebajó a Amón y a todos los restantes dioses en favor de Atón, Dios supremo, identificado con el disco solar, fuente universal de la vida...” (4) Las reformas instrumentadas por Akhenatón introdujeron t ransformaciones revolucionarias en Egipto - aunque por muy poco t iempo. Ellas se sustentaban en una ideología bastante parecida, en sus preceptos exteriores, a la que luego nos presentaría Jesús, llamado “Mesías” o “El Cristo”. Justicia social, un culto monoteísta… La diferencia - muy grande, sin duda- es que el Faraón intentó establecer esas reformas desde la cúspide del poder, apoyándose en la estructura del Estado y un poderoso ejército, mientras Jesucristo lo hizo a partir únicamente de su proclamada condición divina. Esta extremadamente sucinta referencia a las ideas religiosas t iene como propósito llamar la atención sobre t res conceptos, que a mi criterio pueden extraerse de ellas: 1) La búsqueda de una Comunidad basada en el amor. 2) La posibilidad de un plano más perfecto de existencia en los Universos. 3) La art iculación de un sentido para todo lo perceptible.

Los seguidores de Jesucristo hicieron realidad por primera vez en la historia una sociedad comunista. “El conjunto de los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos


según las necesidades de cada uno”. ( 5) Dentro de este mismo grupo inicial, surgieron tendencias que animaban a dejar de lado, además, todo interés por los objetos, para intentar la t ransfiguración. Esto se manifestaría cuando dejáramos el cuerpo (o vehículo) terrenal, para emprender una continuidad superior de la existencia, esta vez en un cuerpo de carácter más sutil ( pura energía, o luz). El gnosticismo, corriente muy dinámica de esta primera etapa del crist ianismo, concibió ( o recibió por inspiración) la teoría de que el mundo no había sido creado por Dios sino por Satanás ( a quien algunas interpretaciones identifican con Ahriman, antiguo dios persa) o Lucifer. ( 6) Una singular versión evangélica, rescatada del salvaje aniquilamiento a que fueron sometidos los cátaros durante la Edad Media, es la exposición antigua más coherente de esta doctrina que he encontrado. Ella afirma que Satanás, quien era un coordinador glorioso de las criaturas en los cielos “fue herido de orgullo [...] y quiso ser semejante al Altísimo”. En ese plan efectuó una extensa campaña polít ica, convenciendo a innumerables seres espirituales para seguirlo en su aventura. Mas descubierto por el Padre, este ordenó “( a sus) ángeles ( despojarlo) de sus vestiduras, de sus t ronos y de sus coronas ( y asimismo) a todos los ángeles que habían escuchado y obedecido a Satanás.” Entonces el ex administrador de los bienes de Dios, caído en desgracia, junto a sus numerosos seguidores, erró por un t iempo en el Universo, sin destino fijo, hasta que: “rogó al Padre, diciendo: Ten compasión de mí, y te lo devolveré todo. “Y el Padre tuvo compasión de él [...] Y Satanás se instaló en el firmamento, e imperó en el ángel del aire, y en el ángel del agua. Y estos levantaron la t ierra, y el ángel que dominaba sobre las aguas recibió una corona. Y con la mitad de ella hizo la luz de la luna, y la luz de las estrellas [...] y creó el t rueno, la lluvia, el granizo y la nieve. “[...] Y mandó a la t ierra que produjese todos los volátiles, y todos los reptiles, y los árboles, y las hierbas. Y mandó al mar que produjese los peces y los pájaros del cielo. “Y reflexionando entre sí, quiso hacer al hombre a su imagen, y ordenó al ángel del tercer cielo que entrase en un cuerpo de barro. “Y, tomando una porción de este cuerpo, hizo otro


cuerpo en forma de mujer, y ordenó al ángel del segundo cielo que entrase en el cuerpo de la mujer”. ¿No es esta la historia del Génesis, no es allí la creación atribuida a Dios? Sí, pero tal suposición sería producto de un engaño. Pues “tomando a una de sus creaciones humanas, Enoch, lo inspiró” para que instruyera a sus semejantes, dándoles preceptos en nombre de Dios, desde Abraham a Moisés. Así, gran parte de la legislación veterotestamentaria habría sido inspirada, en realidad, según este relato, para beneficio del sistema administrativo de Satanás. Dentro de esta concepción, la venida de Cristo adquiere el sentido de liberarnos de la prisión material: “Entonces los espíritus saldrán de las prisiones de los que no ven [...] Y surgirá de las regiones inferiores de la t ierra una oscuridad temerosa [...] . . . que consumirá todas las cosas, hasta el aire del firmamento. Y el Señor estará en todo el espacio que media entre el firmamento y las regiones inferiores de la t ierra.[...] Y los justos brillarán como el sol, en el reino de su Padre.” ( 7) Termino estas reflexiones sosteniendo creer que en un universo tan inmenso, en donde nuestro sistema solar es apenas, quizá, comparable a un peñasco en el salitral, ( 8) parece muy difícil que únicamente la Tierra esté provista de vida inteligente. Si aceptamos como válida la suposición de que existan otras formas de vida inteligente, podríamos aceptar también que algunas de ellas podrían ser muy superiores a la nuestra. A su vez, estas formas superiores podrían estar coordinadas por otras más avanzadas, y así hasta llegar a niveles que resultarían insondables para nuestra rústica imaginación, lo cual habría sido resuelto por personas sensibles con la invención del vocablo “Dios”. ( O Brahma, Atón, YHWH, Alá, Abraxas, “El Anciano de los Días”...) Discernir de qué manera se integra nuestra existencia en el continuo devenir del Cosmos, y cuáles son los factores que ocasionan su equilibrio, o desequilibrio, sería pues desde esta concepción el propósito de la actividad religiosa. Consciente de que no he hecho sino esbozar los primeros balbuceos de un tema muy amplio, espero al menos haber acercado un pequeño aporte, para ayudar a comprenderlo. Me despido con un saludo

afectuoso.


Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h)

* Hch 20, 17-27/ Sal 67. Muerte de Juan XXIII. Mañana miércoles 4 de junio, se conmemora el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de la agresión. Promulgado por la ONU el 19 de octubre de 1982, ante la situación de los niños palestinos y l ibaneses, atrapados por la agresión bélica israelí. • Mircea Eliade. Historia de las creencias y de las ideas religiosas . Tomo I. Capítulo I. Pág. 19. Ediciones Cristiandad, Madrid, España, 1978. • Edouard Schuré. Los grandes iniciados . Editores Mexicanos Unidos. Col. Algarín, México. 9ª edición, 1986. Este autor, miembro de la Sociedad Teosófica, introduce datos mitológicos en su narración histórica. Presenta sin embargo, de un modo coherente, el cuerpo de ideas que habían l legado a ser presupuestos manifiestos o subyacentes en la concepción europea predominante, a fines del s iglo XIX. • Anónimo. Epopeya de Gilgamesh . Traducción de Estela Dos Santos de la versión italiana de Rinaldi, en Storia delle letterature dell´Antica Mesopotamia . Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981. • Mircea Eliade, obra citada. El himno a Atón, creación de la época (traducido por Estela Dos Santos), eleva sus loas a este nuevo dios: “ Tú surges bello en el horizonte del cielo ¡oh! Atón vivo que has iniciado el vivir. Cuando t e levantas en el horizonte oriental toda la t ierra se llena de tu belleza. ¡Tú eres grande, bello, esplendente, excelso sobre todos los países”. A su vez, una de las primeras obras lit erarias escritas, la Historia de Sinhue, refiere: “ Es un dios que no t iene igual, no existió ningún otro antes semejante a él. ” (Traducción de Margarita Belgrano, Centro Editor de América latina, Buenos Aires, 1981.) Mika Waltari creó una magnífica novela, inspirado por aquellos t extos antiguos (Sinuhe el egipcio ). Tal vez podamos volver sobre este t ema en alguna Carta posterior. • Hechos de los Apóstoles, Cap. 2 Vss 44 y 45. La Biblia Latinoamericana . Ediciones Paulinas, Verbo Divino, Alfredo Ortells. Chile, 1972. En el capítulo 4, versículos 34 y 35, reiteran y desarrollan este concepto, insistiendo además en que, de los bienes vendidos por quienes t enían esa posibilidad “ cada uno r ecibía de acuerdo a su necesidad”. Este concepto es el mismo que en 1848 sostienen Marx y Engels, en su famoso aforismo “ De cada cual, de acuerdo a sus


posibilidades y a cada cual de acuerdo a sus necesidades” (6) Rudolf Steiner y sus seguidores diferencian entre Satanás, Lucifer y una tercera potencia t enebrosa: Sorat. Así, consideran la oposición a la obra de Jesucristo protagonizada por tres grandes fuerzas: “ Las actuaciones en el ámbito astral de Lucifer y sus huestes para conducir al ser humano a su destino ejerciendo una labor opositora, mediante la cual el ser humano ha logrado obtener la i luminación necesaria en su intelecto para iniciar sus propios procesos de auto conciencia y desarrollar los conceptos intelectuales de los Arquetipos espirituales de Verdad, Belleza y Bondad. [. . . ] “ Las de Ahriman y sus huestes a nivel etérico para atrapar en la forma el impulso luciférico, ejerciendo una labor opositora mediante la cual contrapesar las fuerzas centrifugas escapistas luciféricas, y que como Pseudo Cristo quedan manifestadas fundamentalmente en el l lamado `Estado del Bienestar Social´ de este mundo de materia (elemento éste que corresponde al dominio asúrico). Se canalizan a través de las corrientes que buscan el Cielo en la Tierra y cuya expresión más clara sería la sociedad anglosajona, fundamentalmente la Americana, aunque se encuentre t eñida por los permanentes ataques desestabilizadores asúricos. “ Las de Sorat y sus huestes asúricas, aportando a la forma ahrimánica la pesada materia, producto de la descomposición del espíritu y de las cuales son legítimos r esponsables y que, como auténtico Anti Cristo, Demonio Solar o potencia polar a la del Cristo cuya máxima expresión es el Amor, se expresa a través del Odio. Se canalizan a través de las corrientes generadoras de destrucción y sufrimiento en el mundo, alimentándose o r ecibiendo su tr ibuto, como contraprestación por el trabajo aportado para el desarrollo de la humanidad en la Tierra, en sangre humana y cuanto más inocente sea ésta mejor (siendo su bocado más deseado el sufrimiento y derramamiento de sangre infantil). “ Expresión de lo anterior son los sacrificios humanos de determinadas culturas a través de la historia. En ocasiones se presentan con la máscara de un aparente bien, como es el caso de determinados organismos actuales que poseen una aureola de prestigio mundial pero cuyas decisiones causan elevados niveles de sufrimiento en las sociedades en las que se aplican sus recomendaciones. (Robert S. Mason, El advenimiento de Ahriman, Londres, 1998. El fragmento anterior pertenece a la introducción hecha por los traductores a su publicación española. CERS, Madid, 2000.) • Evangelios apócrifos . Tomo I. El Evangelio cátaro de Juan. Traducción de Edmundo González Blanco. Edición a l cuidado de Jorge Luis Borges. Hyspamérica Argentina, Buenos Aires, 1985. • “ El Universo es en su casi totalidad un vacío negro, y


sin embargo el número de soles es asombroso. [. . . ] Solamente en la galaxia de la Vía Láctea podría haber cien mil millones de mundos, ninguno demasiado cerca, ninguno demasiado lejos del sol local, alrededor del cual circulan en un silencioso homenaje gravitatorio.” (Carl Sagan y Ann Druyan, Sombras de antepasados olvidados , Editorial Planeta, Barcelona, 1993.) “... sabemos que el universo consiste en enjambres de galaxias, cada uno de ellos conteniendo desde unas pocas docenas a unos millares de galaxias individuales. Cada galaxia, a su vez, es un enjambre que contiene desde unos miles de millones a algunos billones de estrellas.” (Isaac Asimov. Cronología del mundo . Ariel Ciencia. Colombia, 1992.)

Respuestas Hola Julio, recibí tu envío, muy interesante y real, gracias. Te comunico que me tomé el atrevimiento de reenviarlo a personas amigas ( de esas que suelen pensar, por supuesto) locales y de otras provincias, pues me parece que estas verdades hay que difundirlas a los cuatro vientos. Quedamos en contacto, recibe un abrazo y gracias nuevamente. Mario Cardozo

Respuesta de Julio a Mario Muchísimas gracias a t i, Mario. El propósito de estas cartas es aportar aunque fuese algunas pequeñas ideas para que nuestra vida como humanos sea un poco mejor. No se venden ni arrojan otro beneficio para el autor que la sat isfacción de haber logrado aunque sea en parte este objetivo. De ahí que tu respuesta - como las de otros que las envían amablemente- sea considerada como mi salario. Textonautas Hola Julio, encantado de conocerle yo me llamo santi, soy uno de los administradores de Textonautas. Me ha impactado su carta, sobre todo la convicción que desprende de sus palabras, ( corroboradas por documentación precisa) y por la ut ilización de un lenguaje sencillo, claro y fácil de entender, lo que se agradece. Puede ser discutible si lleva razón o no en todo ( en muchas cosas sí), por ejemplo, culpar a Europa de


todos los males que sufre el mundo actualmente no me parece lógico. Reconozco que históricamente ha podido influir negativamente en el presente de esos países, eso es indudable, pero tampoco creo que sea ( seamos, ya que soy europeo) los únicos culpables. Pero bueno, no es mi intención discutir, sino agradecerle que nos haya enviado su carta y decirle que me gustó. Por lo que veo es la número 3, lo cual me entristece porque a nuestra dirección sólo ha llegado ésta, ni la 1 ni la 2. ¿Sería tan amable de reenviarme las anteriores para poder leerlas? Es que hemos tenido fuera de servicio nuestra cuenta de correo durante algún t iempo y posiblemente haya sido por eso por lo que no llegaron. Se lo agradezco, reciba un saludo afectuoso Santi textonautas@hotmail. com Respuesta de Julio a Santi Los Toltecas, los Mayas, los Aztecas y los Tavantisuyus ( gobernados por el Inca) ejercían una dominación cruel sobre los pueblos bajo su yugo y efectuaban horrendos sacrificios humanos. Un historiador respetadísimo hace subir hasta dos mil por año el número de las víctimas sacrificadas. He aquí su descripción: “Las víctimas del enemigo eran de ordinario los prisioneros [...] Eran conducidas al sacrificio por los sacerdotes, en procesión, a pasos lentos, al son de música y en medio de los cantos del r itual. [...] El pueblo, reunido a lo lejos, lo contemplaba todo en un silencio profundo. En fin, la víctima era tendida sobre la piedra fatal. El sacrificador se acercaba a ella armado de un cuchillo de piedra, le abría el pecho, le arrancaba el corazón humeante, y rociaba con la sangre las imágenes de los dioses. El cadáver era entregado al guerrero que había prendido a la víctima en la batalla, el cual lo ofrecía a sus amigos en un banquete.” ( Diego Barros Arana. Historia de América. Tomo I, Capítulo II: El antiguo México. Ediciones Ánfora, Buenos Aires, 1973.) Más adelante, este mismo autor expresa: “Los antiguos mexicanos tenían fiestas y diversiones de diferentes especies: conocían muchos juegos en que eran diestrísimos; celebraban ostentosos banquetes en que se les servían delicados manjares; pero una t risteza casi constante formaba el fondo del carácter nacional. En medio del brillo de


las r iquezas, el mejicano vivía aterrorizado por sus preocupaciones religiosas, y abatido no tanto por el despotismo del gobierno de la t ierra cuanto por el temor a sus horribles y sanguinarios dioses”. Ya que tengo este tomo abierto ante mí, junto a la computadora, mientras escribo ( y el libro no es pequeño) aprovecharé para tomar de su narración otro párrafo: ( Huáscar y Atahualpa, hermanos y gobernantes del Tavantisuyu) “Durante cinco años [...] reinaron pacíficamente en sus estados respectivos; pero empeñose enseguida una guerra terrible en que, después de sangrientos combates, la victoria quedó para Atahualpa. Huáscar fue retenido en una prisión”. ( Obra citada, Capítulo XIV, Conquista del Perú.) Quiero decirte con esto, Santi, que posiblemente hubiera esperado a los millones de aborígenes que habitaban este inmenso continente padecimientos similares –o incluso peores– si no hubiesen llegado hasta aquí los conquistadores europeos. Pues si los aztecas y los incas – imperios por entonces dominantes– no habían expandido aún más su opresión sobre las demás razas, era probablemente por falta de tecnología. Pero como la reflexión debe basarse sobre lo que efectivamente sucedió, les ha tocado ineludiblemente a los europeos, quienes protagonizaron hegemónicamente la conquista, cargar con la mayor parte de la responsabilidad. Como les toca ahora a los norteamericanos - simiente epidémica de Inglaterraquienes ya cargan sobre sus espaldas el horror de Hiroshima y Nagasaki, el espanto de Vietnam, la incalificable masacre y opresión de Iraq. No es mi intención echar “toda la culpa” a los europeos. Y debo aclararte que no guardo prejuicio alguno en contra de Europa ( incluso, muchos de los momentos más felices de mi vida lo fueron con personas provenientes de allá, a quienes recuerdo con inmenso afecto). Mi propia sangre es, por lo demás, de origen remotamente europeo. La intención de estas reflexiones es indagar sobre las fuentes primordiales de los peores inst intos, racionalizados en proyectos y concretados en acciones, que a lo largo de la historia humana han conducido a su infelicidad. Tenía un plan para ello: partiendo de algún hecho emblemático ( como el “derecho de pernada”


expuesto en una de las primeras cartas) abordar sistemáticamente la violencia, el egoísmo, la mezquindad, la astucia y develar en lo posible las formas insidiosas como había ido interpenetrando la cultura humana a lo largo de los siglos. Todavía sigue en pie este plan. Sólo que estamos dando algunos rodeos, aparentemente necesarios, inducidos por la inspiración. Dentro del estudio cronológico de los males, deberíamos entonces analizar la gestión de los sumerios - quienes establecieron el primer Imperio sobre la Tierra-, los egipcios, los babilonios, los asirios, los griegos y romanos, los chinos, los tártaros, los hunos, los árabes y los turcos antes de llegar a los europeos. Ninguno de los mencionados fueron ángeles benignos en sus políticas de dominación. Espero pues que las Cartas puedan cumplir estos propósitos, y si los podemos completar en forma colectiva, mejor. Por ello quiero decirte que celebro mucho tu respuesta, la cual enriquece nuestra labor. Por correo aparte envío a tu dirección de e- mail las Cartas 1 y 2. Un saludo afectuoso. Julio

CARTA Nº 6

Autonomía, Santiago del Estero, jueves, 12 de junio de 2003 *

Solemos creer que el refinamiento es patrimonio de las clases “altas”. Me parece que no es así. Mas para entendernos mejor, es necesario intentar una aproximación a lo supuesto cuando usamos la palabra “refinamiento”. Durante el siglo veinte las masas humanas fueron víctimas de las ideas del dieciocho. Estas parieron, como uno de sus más grandes logros, el materialismo. Por ello, se llegó a considerar “refinado” a quien presentara rasgos de comportamiento agradables y cierta erudición formal. Se emparentó el concepto con la forma exterior de los objetos. No cabe duda, entonces, que La Piedad de Miguel Angel es un objeto refinado: allí el mármol aparece pulido hasta un grado de maravillosa tersura. Este criterio, sería tal vez el que permitiría incorporar a los significados de la palabra “refinamiento” las


acepciones: “extremada crueldad en la manera de actuar de una persona” o “ensañamiento, saña”. ( 1) Algunos reyes franceses del siglo XVII y sus amigos practicaban t rabuco t irando contra presos a quienes, antes de soltar en el bosque ordenándoles correr, los carceleros habían maniatado, vendádonles sus ojos. La cinta Los Demonios, protagonizada por Oliver Reed y Vanessa Redgrave, ilustra dicha costumbre. Allí, los pobres reos son además embadurnados en alquitrán y emplumados, para dar mayor “lucimiento” al “festival”. En él - una colorida celebración - participan racimos de nobles, vestidos con lujo deslumbrante, bellas damas, funcionarios, clero; todos asist idos por servidumbre incontable, asimismo asaz lujosa. ( 2) Discernimos, entonces, que es sólo aparente la contradicción. Así, el término podía aplicarse a los “nobles” franceses llamados a estrenar más tarde el invento del doctor Guillotin; e llos ostentaban sin duda caracteres de “finura, gusto, exquisitez, delicadeza, elegancia, dist inción”, sin por ello estar exentos de “extremada crueldad en la manera de actuar” ni de “ensañamiento, saña” - otros significados inclusos en esta palabra, como ya quedó expresado. Esta concepción del refinamiento que hoy sustentan las masas en las ciudades europeas o europeizadas surgió en el Renacimiento ( siglos XIV y XV). Pero adquirió definición ideológica durante los siglos XVIII y XIX, a t ravés de la idealización romántica. Arnold Hauser describe a las clases que le dieron origen: “... las cortes de los príncipes it alianos del Renacimiento no persiguen tan altos fines ( como los de la caballería medieval); su contribución a la cultura social se limita a aquel concepto que se difundió en el siglo XVI por influencia española, pasó a Francia y se impuso allí, constituyendo la base de la cultura cortesana y convirtiéndose en modelo para toda Europa.” ( 2) Permítasenos otra cita del mismo libro, pues aporta características importantes de los sectores que constituyeron - tamizados por el romanticismo- los clissés para el concepto occidental de refinamiento: “A diferencia de la clase señorial de las otras ciudades ita lianas, en primer lugar Florencia [...] la aristocracia de Roma se compone de t res grupos perfectamente diferenciados. El más importante está formado por la


corte pontificia con los parientes del Papa, el clero más alto, los diplomáticos del país y extranjeros y las infinitas personalidades que participan de la magnificencia pontificia. [...] Un segundo grupo abarca a los grandes banqueros y r icos comerciantes, que en la despiadada Roma de entonces, centro de la administración financiera pontificia, que se extendía por todo el mundo, tenían la mejor coyuntura imaginable. El banquero Altoviti es uno de los más magníficos amigos del arte de la época, y para Agostino Chigi t rabajan, con la excepción del enemigo de Rafael, Miguel Ángel, todos los art istas famosos de la época; él da t rabajo - aparte de a Rafael- a Sodoma, Baldassare Peruzzi, Sebastiano del Piombo, Giulio Romano, Francesco Penni, Giovanni da Udine y muchos otros maestros. El tercer grupo está formado por los miembros de las antiguas familias romanas, ya empobrecidas, que puede decirse que no t ienen parte alguna en la vida art íst ica, y mantienen sus nombres con lustre gracias a que casan a sus hijos e hijas con los vástagos de burgueses r icos y con ello dan lugar a una fusión de clases semejante, aunque más reducida, a la que ya antes se había producido en Florencia y otras ciudades a consecuencia de la participación de la antigua nobleza en los negocios de la burguesía.” Además de finas en sus modales y gustos, estas clases son extremadamente crueles cuando lo consideran necesario. El Príncipe, de Maquiavelo, ha provisto tal vez un modelo insustituible del t ipo de personalidad a la cual nuestro concepto, aquí estudiado en sus acepciones occidentales, podrían aplicarse. Mas por hoy dejemos esta faceta del asunto ( en otra oportunidad hablaremos de Lord Byron, Sir Lawrence de Arabia y otros psicóticos semejantes, que llegaron a constituir verdaderos arquetipos para Occidente). Veamos ahora la otra, la cual considero mucho más cercana a la verdadera esencia de la palabra refinamiento. Para no cansarlos, hagamos aquí una pausa; concédanme, en el interín, una pequeña recordación. El señor Báez me visitaba con moderada frecuencia en Fernández. Cuando esto coincidía con alguna acción mía a campo abierto, solía contemplar lo avanzando desde la distancia, perdiendo y recuperando partes de su cuerpo


t ras las ondulaciones del camino que conducía a casa o los edificios, luego de atravesar el inmenso patio central de la Fundación - alrededor del cual se levantaban la curtiembre, la carpintería, el laboratorio para la extracción y depósito de miel, la casa de Josef Majer ( de est ilo seudoalpino en la superficie, pero cuyas habitaciones principales, se habían construido bajo t ierra), la de Ulrich Buckenmayer ( otra joyita arquitectónica, compuesta por dos primorosos globos de cemento y adobe, bajo los cuales se respiraba un aire umbroso y fresco, completamente aislados del exterior por las mejores maderas en sus aberturas y finas mallas metálicas para evitar el ingreso de insectos, unidos entre sí por una bonita galería cubierta, de forma rectangular), el gallinero, la Guardería ( gigantesca construcción donde se había aplicado el criterio de las casas- globo, perfeccionado t ras el efecto un poco grosero de la Casa de los Alumnos, más gigantesca aún, posterior para ubicarla si continuamos tomando como referencia e l camino a casa pero anterior en su construcción), a la izquierda e l molino con su gigantesco tanque y la huerta comunitaria, más tarde el corral de las vacas, aún más aquí ya el cultivo experimental de frut illas y e l de tomates perita, con sus herméticos toldos rectangulares de material vinílico para preservarlos del fr ío invernal, después de atravesar la acequia pasando sobre un ancho puente, afirmado en sólidos tubos, el corral de los chanchos, t ras del cual se había construido, con estéril firmeza, la jaula sobre cemento para una yunta de pecaríes t raídos de Salta; enseguida la senda bordeada por “dientes de león” que llevaba a casa, tras la cual se abrían cinco hectáreas sembradas sólo con melilotus ( para las abejas), el horizonte cercano - ocultador de un ancho canal-, y e l monte, por partes negado, tan apretadas crecían allí las innumerables plantas que constituían su vegetación. Nuestra casa era una composición arquitectónica que personalmente imaginara: dos grandes globos, unidos en el medio por un prisma rectangular más grande aún. El primer globo fue destinado a sala de estar; era e l único que había quedado sin terminar ( pues se me acabó el dinero). El rectángulo - cinco metros y medio de altura y nueve de largo, con leve caída hacia el oeste- contenía la cocina, nuestro comedor diario, un baño y una pequeña habitación para huéspedes, construida sobre el baño, a la cual se llegaba por medio


de una escala marinera de hierro empotrada en la pared. El segundo globo ( en realidad medias esferas, que me agradaba emparentar imaginariamente con vientres maternales en su periodo de gravidez) albergaba t res habitaciones: una pequeña, al entrar, hacia la derecha, donde yo dormía habitualmente; otra mayor - ocupando casi todo el espacio- donde, en una gran cama hecha en nuestra carpintería reposaban juntas mi esposa Gloria con nuestras hijas: Rocío, Lupita y Alejandra. A su lado, la cuna, usada cuando eran chiquitas, abadonada para siempre luego de haber cumplido un año la más chiquita, Alejandra. Por últ imo, a la izquierda, otra salita pequeña: mi escritorio. Las t res tenían aberturas, proporcionales a sus tamaños, de formas ojivales. Los ambientes estaban separados sólo por tabiques de ladrillo, que habían sido levantados hasta unos dos metros de altura, sin llegar al techo, de tal manera que mientras permaneciéramos en aquellos ámbitos pudiésemos estar continuamente en comunicación. El señor Báez renqueba levemente. Seguramente por ello se apoyaba en un singular bastón. A diferencia de los que suelen llevarse en las ciudades, no presentaba labranza alguna en su cuerpo ni terminaba en puntera o mango, mucho menos ostentaba marfiles o metal. Era, sencillamente, una rama relativamente derecha de algún árbol ( esto lo supongo) tan irregular como fuera gestada, cuya superficie a l parecer había sido bruñida sólo por su uso y el t ranscurrir de los años. La otra mano venía ocupada por un viejo portafolios de cuero sin lustrar. Todo en el señor Báez t ransmitía la impresión de haber sido usado por mucho t iempo. Su t raje gris, arrugado, la camisa, que llevaba prendida en el cuello pero sin corbata - lo cual inducía una asociación con los t ristes daguerrotipos mostrando obreros industriales del XIXunos gemelos descascarados sosteniendo las mangas. Se sentaba en la silla que le ofrecía frente a mi pequeño escritorio ( en aquella oficina no había lugar para más de dos o t res personas) y se relajaba, contándome alguna historia breve. Nunca permanecía más de media hora. Vivía solo, en una ruinosa casucha que cierta vez vi de lejos, y alguien me indicó- le había dejado su madre. Alguien me había dicho, también, que era “homosexual”. Aunque esto posiblemente era un infundio de gentes elementales, como la mayor parte de quienes habitaban esta zona de chacareros, ante sus modales cultos y atildamiento exterior. Se sostenía con la venta de libros.


Los informantes - inevitables en los pueblos chicoscompletaban su semblanza afirmando que esos libros los obtenía en donación, recorriendo editoriales, librerías u museos de Buenos Aires, donde se presentaba como “delegado de la Dirección de Cultura o la biblioteca de Fernández”. Nadie sabía en esos ámbitos siquiera la ubicación geográfica de Fernández, así que el aspecto de su representante debe de haberles parecido coherente a tales donantes. De vez en cuando el señor Báez conseguía pasajes sin cargo, en las categorías más humildes del famoso Estrella del Norte, un t ren que en - con suerte- en 18 t raqueteantes horas de abnegado viaje solía depositar a los provincianos ( que iban acompañados por cabritos, gallinas, pertrechados con todo t ipo de alimentos en paquetes) en la estación de Retiro, en Buenos Aires. ¡Buenos Aires! Esta referencia mágica t ransportaba la imaginación del señor Báez, para quien la inmensa urbe se presentaba posiblemente como debió haberlo hecho el Paris finisecular en la etapa pueblerina de Rimbaud o Modigliani. Me contó cierta vez una historia que logró quitar mis ojos de los frondosos seibos y los pájaros que en ellos jugaban, regodeo al que me entregaba durante algunas visitas pues la ventana de mi derecha había sido dispuesta para facilitarlo. Fue la de cierto viaje que, en el año 1959, había organizado para la Delegación Cultural de Fernández, llevando “lo mejor del arte local: poesía, música, danzas” a la Capital Federal argentina. La descripción de tal gira me provoca algo de sonrojo aún hoy, pero él la contó pausadamente, sin inmutarse. Reproduciré sólo la escena de la llegada: “En Estación Retiro - dijo el señor Báez- nos esperaba el intendente de la ciudad” ( ¡el intendente de Buenos Aires! ¡ Un monstruo con seis millones de habitantes, yendo a esperar a...! ¡ una delegación cultural de Fernández, pueblito agrícola perdido en la anchura de Santiago del Estero, una de las provincias más pobres de la Argentina!) “Luego de que la Banda de Música Municipal ejecutara algunos temas de Vivaldi, con nosotros parados en los estribos del t ren u observándolos desde las ventanillas, muy gratificados... (¡de Vivaldi! ¡ la Banda tocaba temas, precisamente, de Vivaldi!) . . . el intendente me entregó las llaves de la ciudad” El mismo recibimiento, en suma, que en su oportunidad merecieran el príncipe de Gales o Charles De Gaulle.


El señor Báez se ret iraba, pues, luego de contarme estas historias, renqueando, hacia su casita distante de donde nosotros vivíamos como un kilómetro. Lo acompañaba hasta la galería, lo observaba bajar y subir las lomitas hasta perderse en la distancia. Me habían dicho que pasaba dificultades, por lo cual solía ofrecerle algún desayuno o merienda. Solamente aceptaba un té. La últ ima vez me obsequió dos libros. Había ido primero a la casa de Josef Majer, pero el alemán no quiso comprarlos. Lo comentó sin otorgar demasiada importancia al asunto. ¿Quería verlos? Me los mostró. Particularmente uno, Historia de los Papas, de Herder, me impresionó. Es un tomo grande, de edición lujosa, tapa encuadernada en tela rugosa bajo la sobrecubierta a todo color, hojas interiores en papel grueso, ecológico. Me observó manejando el libro con cuidado, disfrutó del afecto con que yo daba vuelta cuidadosamente sus hojas... luego de un rato de silencio dijo: -¿Le gustan los libros? Puede quedárselos. Quedé cortado. ¡Había venido a vender esos libros al alemán, posiblemente porque no tenía dinero siquiera para comer... y me los obsequiaba!... - Señor Báez...- balbuceé- se lo agradezco, pero no puedo aceptarlo... Usted t iene que venderlos, es su t rabajo... -¡No, no! - ordenó-. ¡Quédeselos! ¡Se los he regalado!... Para no dar más oportunidad de discusión se levantó, t rabajosamente. Enseguida estaba alejándose por el sendero. Su cabello corto, cano, comenzó a confundirse enseguida con el horizonte grisáceo. Y nunca más lo vi. Pregunté por su paradero mucho t iempo después. Me dijeron que había muerto. ¿Cómo fue? Lo encontró una vecina, iba a llevarle tortillas. Nada impresionante. Sólo dormía. El director de Cultura, que era un hombre sensible, dispuso de la caja chica unos pesitos para que Griggio, el carpintero del pueblo, le fabricara un cajón ( cuatro tablitas sencillas). Una vez adentro lo enterraron, directamente, en un espacio vacante de la ancha alfombra de césped en el cementerio. Sin velorio, pues no tenía familiares. Sin cruz, pues manifestaba públicamente su agnosticismo.

Tengo para mí que el verdadero refinamiento requiere ciertas condiciones, algunas inabordables para las clases adineradas. Las primeras


de carácter, aunque obtenibles a veces bajo la combinación con otras de condición exterior. Entre las primeras debe haber humildad, pero también cierta megalomanía. Pues una condición esencial del verdadero refinamiento es la constante disposición a sat isfacer las necesidades de los otros, no de aquellos que pueden darnos algo a cambio, sino de los desvalidos, los necesitados, los ancianos, los enfermos, los incomprendidos, abandonados, de los semejantes, en suma a quien comparte lo mejor de su patrimonio magro. ¿Y la megalomanía? se me preguntará. Sólo quienes sustentan este factor en sus caracteres pueden acceder a la amplitud necesaria como para abarcar con su imaginación a toda la humanidad, y hasta la naturaleza entera, al punto de sentirse integrados en un sólo cuerpo con ellas. Buda, Zaratustra, Cristo, San Francisco de Asís, eran probablemente individuos a quienes hubiera podido fácilmente acusarse de megalómanos. ¿Y las condiciones que difícilmente puedan alcanzar los r icos? La pobreza y el dolor. La incertidumbre de no saber si hoy vas a poder encontrar unos centavos para comprar la leche de tus hijos, o una ropita que necesitan para poder concurrir a la escuela. El dolor de innumerables situaciones difíciles, la pérdida de quienes hemos amado bajo condiciones de impotencia... son algunas situaciones necesarias para moldear las formas que finalmente emergerán, cuando hay buenas raíces caracterológicas, en la verdadera nobleza, que es espiritual. No digo que sea imposible alcanzar estos requisitos para un r ico. La mayoría no lo hace, aún más, ni siquiera les interesa en lo más mínimo hacerlo. ¿Dónde encontrar refinamiento humano, entonces? De hecho puede encontrárselo en cualquier parte: en Amsterdam quizás o en Quelimane. Mi experiencia - la cual no considero excluyente- sin embargo, es haberla visto con mayor facilidad allí donde no hay demasiadas cosas para comprar - ni dinero para hacerlo-, allí donde la vida es humilde, en los pequeños pueblos, en los cerros o valles alejados, cuanto más ignorados por la civilización occidental, mejor. Me despido con un saludo

afectuoso.

Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.


* 2 Cor 3, 15 -4, 1, 3-6/ Sal 84. Mt 5, 20-26. Juan de Sahagún. 1514: Por primera vez se da lectura al “ Requerimiento” (al cacique Catarapa), en la voz de Juan Ayora, en la costa de Santa Marta (ver Carta Nº 3). 1981. Joaquín Neves Norte, abogado del Sindicato de los Trabajadores Rurales de Naviraí, Paraná, Brasil, asesinado por parapoliciales. (Fuente: Agenda Latinoamericana -Mundial 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Argentina.) (1) Enciclopedia Interactiva Santillana. Versión 1. 0. 1995. Santillana. Publishing Company y Chinon America Inc. (2) Director: Ken Russell. Guionista: Aldous Huxley. Estrenada el 16 de julio de 1971 en EE. UU. (3) Arnold Hauser. Historia social de la l it eratura y el arte. Tomo I. Guadarrama, Madrid, 1972.

Respuestas

Julio, este para que mandes a tus amigos a ver si consigo t rabajo.Laura: DESEMPLEADA, Martillera y Corredor, Of. De Justicia Ad- Hoc. Especializada en Violencia Familiar - Maltrato y Abuso Sexual Infantil. Fundadora y Coord. de grupos de autoayuda por mas de l0 años. Con amplias referencias, mis grupos han s ido estudiados por la Universidad del Comahue en casi todas sus especialidades sociales. “Una verdadera escuela de ciudadanía, aprenden sus derechos y sus obligaciones” un Grupo no una serie;- en fin, mil referencias. Me ofrezco para t rabajar, organizar, controlar un Proyecto productivo de desarrollo sustentable. Cultivar la t ierra y criar animales, para autoalimentación y comercio. Fundamental: Personas que t rabajen autoestima ( resiliencia), daños emocionales, violencia familiar, maltrato infantil, abuso sexual infantil. También: me curo y ayudo a curar el daño emocional producido por la desocupación. Curar heridas emocionales y recuperar personas. Con esto prevenimos: Delincuencia infantil, embarazos en adolescentes, madres cabezas de familia, prostitución, especialmente la infantil, abandono de hijos –etc. – drogadicción y alcoholismo - etc.


Soy Mamá de t res hijos, con hambre, uno desnutrido ( l8 años- l, 90 de altura.-) 6to. Año esc. Técnica, otro ( l6 años) sufriendo maltrato por parte del padre sólo por comida y educación, 3er. Año, Esc. Técnica, la otra Estudiante Universitaria- 6 materias y se recibe de Traductora de Inglés ( vive con los abuelos- Jubilados). En alguna parte de este bendito país necesitarán de mis servicios, necesito t rabajar y recuperar a mis hijos.Laura Padilla laurapadilla 2001 @yahoo. com José M. Paz l8 l4- General Roca- Río Negro Si no me lo cortan TE: 02941- 42779 l Gracias y que Dios me bendiga y te bendiga.Respuesta de Julio a Laura Laura, está muy buena la presentación que hiciste por Aumento de Cuota Alimentaria ante el juzgado de Río Negro. Me parece fantástica esa redacción cortazariana para intentar al menos, si no desentumecer un poco las neuronas de los que “imparten just icia”, dejar un testimonio de por dónde pasa la vida, usando una terminología que se saltee esos alambicados términos incomprensibles que han inventado los t radicionales picapleitos. He aquí el fragmento inicial ( es muy larga para reproducirla entera, pero quien la desee completa por favor solicítesela a su autora): “Sra. Jueza: “LAURA ROSARIO PADILLA, ESPECIALIZADA EN VIOLENCIA FAMILIAR, con domicilio en José María Paz l8 l4 de esta ciudad, ante SS me presento y digo: “I.- Que vengo por el presente a preguntar porque no me quiere S. S. atender en forma personal cuando realizo la consulta de “si puedo hablar con Ud.”, quiero que sepa y tenga presente mi eterna intención de cobrar los daños y perjuicios que he sufrido, pero como no me ha querido atender le voy a detallar el tema que quería t ratar con Ud. O los temas mejor dicho, paso detallar el primero: “En las últ imas fo jas del presente Expte. tiene que constar el acta que labró la secretaria de su juzgado, cuando Uds. tomaron noticias de que yo había dejado el Expte. en el juzgado Federal; le paso a contar como fue el episodio con esa rubia tarada que cobra sueldo todos


los meses y que t iene caca en la cabeza, primero me dijo: señora Ud. es martillera, Ud. Sabe como es este tema, además Ud. ya debería después de casi diez años haber rehecho su vida, es decir dedicarse a tener una pareja, y ya dejar de estar con estos reclamos que sólo le t raen más problemas - me lo dijo con un tono de voz muy suave, con gestos de insinuación de relaciones sexuales, me lo dijo-, es una de las taradas que creen que un pedazo de pene le soluciona la vida a una mujer...” Centro Evoliano Estimado Julio Carreras. Le escribe Juan Manuel Garayalde, secretario del “Centro de Estudios Evolianos”. He leído con verdadero placer las cartas Nro. 3 y 4, enviadas por usted. La últ ima, sobre todo, coincide con lo que nuestro Centro de Estudios realiza. Estamos dentro de la corriente t radicionalista ( René Guénon, Julius Evola, Titus Burkhard, Mircea Eliade, Ibn´Arabi, etc.). Nosotros no hacemos distinción entre “derechas” o “izquierdas”, “centro- derecha”, “centro- izquierda”. Para nosotros, hay una sola lucha: entre TRADICIÓN y MODERNIDAD. Para algunos, nuestros escritos les pueden parecer “procesistas” ( defendemos la cruzada por las Malvinas), o “subversivos” ( defendemos el socialismo como sistema de organización económica . . . la economía comunitaria). Fundamentalmente, defendemos la Tradición Argentina, y el modelo del Martín Fierro que rechaza la “civilización” liberal t raída por Alberdi, Sarmiento, Roca, etc. Nuestro Martín Fierro establece un puente entre el Hidalgo Don Quijote de la Mancha, el últ imo sobreviviente de una época donde el Honor, la palabra era un elemento que dignificaba a l Hombre. Usted justamente nos escribe desde la Provincia que fue iniciadora de la colonización, y del nacimiento de ARGENTUM. Le agradezco sinceramente vuestros envíos. Un gran saludo! Juan M. Garayalde Secretario - Centro de Estudios Evolianos centroevoliano@yahoo. com Buenos Aires, Argentina. Respuesta de Julio a Juan Manuel Juan Manuel, la tarea emprendida con estas Cartas tal vez resulte pequeña por sus resultados, pero de mí


requiere ingentes esfuerzos. Me proporciona, en cambio, grandes sat isfacciones. Una de ellas, la que toda obra de creación suscita en el corazón de su autor. Además, estas que considero mi salario; es decir, las respuestas de espíritus sensibles que cada tanto recibo ( compartan o no lo que creo aproximarse a la - tan elusiva- verdad). Le agradezco que se haya tomado el t rabajo de escribirme. Un saludo afectuoso. Julio Noticia periodística enviada por mi sobrino Rafael Esta nota salió hoy en el gran diario argentino ( Já!), ideal para leerla después de ver Bowling for Columbine. ( Rafael Mc Namara):

LOS NORTEAMERICANOS: ARMAS, CONSUMO Y MIEDOS

Radiografía de una sociedad imperial Los norteamericanos sienten que son un pueblo elegido. Tienen la economía capitalista más creativa del mundo. Unen con inteligencia el puritanismo religioso con los negocios. Consumen compulsivamente. Se alimentan mal: el 31 por ciento es obeso. Su poderío militar les permite hoy ganar las guerras. También ejercen violencia contra sí mismos. Los obsesiona armarse y un 70 por ciento apoya la pena de muerte. En este informe, los sueños, los miedos, los deseos y las convicciones de un norteamericano medio .

Marina Aizen. Corresponsal en Nueva York. Aquella fue una noche sin luna en Jarret, Virginia. Esperé a las puertas de una cárcel, durante horas y a la intemperie, que uno de los condenados a muerte del penal fuera ejecutado. Recién cuando una ambulancia con sus chillidos y sus luces rojas se perdió en la oscuridad, el jefe de prensa del penal anunció la muerte del preso con la sobriedad y el envaramiento de un profesional, como si hablara de un asiento contable. Cuando todo terminó, los periodistas partimos en un auto que recorrió una ruta


oscura durante un largo t recho hasta llegar a un Burger King. Ya en el fast food, vimos entrar a tres norteamericanos gordos y rubios, vestidos con ropas informales y cómodas, como las que usa la mayoría. Cada uno pidió un licuado. Antes de tomarlos, rezaron. ¿Habrían presenciado la ejecución y rogaban por el descanso eterno del muerto? No pude saberlo. Pero pensé que tanto esa ejecución ordenada y ascética de un condenado y esta apasionada plegaria frente a un vaso de plástico podían ser la más certera postal de los Estados Unidos. Morir en Miami Todas las sociedades t ienen sus paradojas. Son, al mismo t iempo, virtuosas y viciosas; maravillosas y miserables. Los EE. UU. no sólo t ienen la economía capitalista más creativa y hegemónica del mundo sino también un poderío militar superior al alcanzado por cualquier otro imperio en la historia de la humanidad. En nombre de sus intereses, se libran guerras que los norteamericanos apoyan por varias razones. Una de ellas es que no las sufren en casa y suelen mirarlas por tevé. También piensan que las virtudes de los Estados Unidos son universales. La Casa Blanca siempre encuentra, en esta convicción, la plataforma para cualquier gesta “civilizatoria” en cualquier rincón del planeta. A veces, ocurre que esa violencia predestinada la dirigen contra sí mismos. Entonces, la sociedad se torna paranoica y se arma hasta los dientes. ¿Esto se debe a que los EE. UU. son la nación con el nivel más alto de muertes por armas de fuego del mundo industrializado? En Suiza, hay prácticamente la misma cantidad per capita de armas que en los EE. UU., pero los suizos las esconden mientras que los norteamericanos las exhiben para persuadir de su poder y por orgullo. En los años 80, inventaron la frase going postal para referirse a quienes en un ataque de locura mataban a sus compañeros de t rabajo o a quien se les cruzara en el camino. Entonces, estos incidentes solían tener lugar en los correos, y de allí el origen de la frase. Pero estas masacres podían ocurrir en cualquier lado. En una escuela, como en Columbine ( Colorado) o en Miami, donde hace una semana fueron acribillados dos argentinos y una brasileña porque estaban escuchando la música fuerte.


( Fragmento) Respuesta de Julio a Rafael Rafael, muchas gracias por el art ículo. Inquietante y excelente. Seguramente nos va a servir para varias reflexiones posteriores y como documentación. Un gran abrazo. Julio Las cartas... Amigo Carreras: Pocas líneas para agradecerte tus cartas... en más de un párrafo de ellas he visto reflejados mis sentimientos. La realidad, las dudas, la esperanza, el descreimiento y un montón de cosas están presentes. Una pregunta... No has pensado en editarlas, con forma de libro? Gracias otra vez y un abrazo, Roberto F. Gayraud Santiago del Estero, Argentina Respuesta de Julio a Roberto Estimado ingeniero; necesitaba aunque fuese una pequeña insinuación para publicarlas. Por lo cual, corrí a ponerlas en un nuevo sit io de Internet que armé. Ahora se pueden encontrar las Cartas 1, 2, 3, 4 y 5 en el sit io http://cartasalahumanidad . galeon. com Tal vez sea más cómodo leerlas grabándolas en su computadora como html; incluí en la edición algunas fotos. Muchas gracias y un gran abrazo. Julio

CARTA Nº 7

Autonomía, Santiago del Estero, lunes 30 de junio de 2003 *

Eva era una hermosa y blanca mujer. Medía dos metros t reinta. Un vello cobrizo recubría su pubis, reflejando el sol. Tenía ojos c laros.


Adán ostentaba cabellos castaños, medía dos metros con sesenta centímetros, era discretamente musculoso. Para ahorrarles descriptividad agregaremos que por lo demás era bastante parecido a ese actor australiano... Russell Crowe (¿se escribe así?)... el de “Gladiador”. Pese a que estuvieron en la Tierra hace 37 . 917 años, ya no podrá afirmarse que fueron “la primera mujer y el primer hombre”. Esto parece haber sido un mito creado por nuestra humanidad posterior. Eva y Adán eran miembros de una raza cósmica, superior, y habían sido t ransportados al seno de la humanidad - ya existente- en carácter de “bioelevadores”. Su propósito era “mejorar las razas humanas”. Pues “Un Adán y Eva Planetarios son, en potencia, el don pleno de la gracia física para las razas mortales. La actividad principal de dicha pareja importada consiste en multiplicar y elevar a los hijos del t iempo.” ( 1) Pero iban a fracasar en su intento ( aunque no se pueda decir que finalmente su experiencia resultara en vano). “Tras un esfuerzo de más de cien años [...] no vio Adán sino pocos progresos fuera del Jardín; no parecía que el mundo, en general, estuviese mejorando notablemente. [...] “Fue una tarea abrumadora acometer la misión adánica [...] ( en un planeta) experimental, est igmatizado y aislado por la rebelión [...] ( ellos) no tardaron en tomar conciencia de la dificultad y complejidad de su asignación planetaria”. Pese a los inconvenientes, Russell Crowe y Demi Moore ( perdón: Adán y Eva) “emprendieron denodadamente la labor de [...] eliminar a los anormales y degenerados de las razas humanas.” ¿De dónde obtuvimos este relato? De El Libro de Urantia. ( 2) ¿Y qué es El Libro de Urantia? Una meticulosa explicación, por partes narrativa, en 2097 páginas - impresas en papel biblia, con letra pequeña y sin interlineado-, no sólo de los orígenes y sentido de nuestro planeta con todas las especies que lo habitan, sino del cosmos - del cual se hace una descripción genérica ocupando unas 500 páginas-, así como de los numerosos seres superiores que durante milenios habrían efectuado la tareas de crear nuestra forma de vida y colaborar con su evolución. Este libro fue dictado por telepatía, a lo largo de numerosas sesiones, a un grupo de norteamericanos, durante las décadas del 30 y 40. Ellos habían comenzado a reunirse en el living de un médico psiquiatra

- con


propósitos parecidos a los que ahora animan a muchos grupos de intercambio en Internet-. A principios de la década fueron contactados; desde entonces, rotativamente, diversos seres ( como los “Censores Universales de Uversa”, “Portadores de Vida de Nebadón”, y otros) fueron dictando los 196 documentos - divididos cada uno de ellos en unos 10 capítulos- que constituyen este singular libro. En él se llama “Urantia” a la Tierra. Según reveló a sus t ranscriptores el primero de estos seres en contactarlos “Urantia es uno de muchos planetas habitados similares que juntos comprenden el universo local de Nebadón. Este universo, juntamente con otras creaciones similares, forma el superuniverso de Orvontón, desde cuya capital, Uversa, provenimos. Orvontón es uno de los siete universos evolucionarios del t iempo y del espacio...” En los 50 se decidió la publicación de los documentos, y empezaron los conflictos. Una fracción se apartó del grupo principal, pues tenía diferencias principalmente acerca del modo en que debería difundirse el Libro. Los disidentes sostenían que no debía cobrarse dinero alguno por su entrega a quien deseara leerlo, mientras el núcleo mayoritario –quienes al parecer llevan, hasta ahora, las de ganar en el largo juicio entablado ante t ribunales norteamericanos- formaron “una empresa en regla” para administrar, con eficiencia anglosajona, el fondo editorial para la promoción y venta de esta voluminosa obra.

Si Adán y Eva no fueron los primeros humanos... ¿Cómo se originó nuestra especie? Nos lo explica, muy precisamente, El Libro de Urantia: “El gran acontecimiento de este período glacial fue la evolución del hombre primitivo. Un poco hacia el oeste de la India, sobre t ierra que actualmente ( 1934) está sumergida, y entremezclados con la cría de animales emigrados al Asia, descendientes de los t ipos norteamericanos de lémures, aparecieron repentinamente los mamíferos protohumanos”. ( Documento 61, Cap. 6, “El hombre primitivo durante la Edad Glacial”, Pág. 700.) Aún animales, los protohumanos comenzaron a preferir el sostenerse sobre las patas t raseras; “casi doblaban el tamaño de sus predecesores” y los superaban ampliamente en capacidad cerebral. Poco t iempo después ( considerando los t iempos evolutivos, contados en miles y a


veces millones de años) entre ellos “aparecieron repentinamente los primates, tercera mutación vital. Al mismo t iempo, una evolución retrógrada dentro de la raza de los mamíferos intermedios dio origen a la descendencia símica; y desde aquel día hasta la fecha, la rama humana ha avanzado por evolución progresiva, en tanto que las t r ibus símicas se han estancado o, de hecho, han retrocedido.” (Ibídem) Pero, ¿de dónde venían evolucionando estos mamíferos que finalmente culminarían con una mutación repentina en mujeres y hombres? Retrocedamos un poco para averiguarlo. “El padre de los mamíferos placentarios fue un dinosaurio del t ipo pequeño, sumamente activo, carnívoro y saltador.” ( Documento 61, Cap. 1, “La edad de los mamíferos primitivos”, Pág. 693.) Así que provenimos de los dinosaurios. Esto comenzaría ya a arrojar pistas sobre algunas conductas humanas. Pero dejemos cuestiones psicológicas y retrocedamos aún más, para indagar de dónde provienen los dinosaurios, cómo se originaron. O mejor, para ahorrar suspenso inane, hagamos un paneo de la evolución biológica partiendo de sus orígenes ( según El Libro de Urantia). Una comisión científica decidió, en planos superiores, que aquí estaban dadas las condiciones para implantar vida. ( 3) Dado que se había proyectado esta forma de vida “a base de c loruro de sodio”, la salobridad alcanzada por los océanos constituyó un dato significativo. Se efectúan además otras consideraciones, de las cuales t ranscribiremos sólo algunas que nos parecieron esenciales. Como la necesidad de elegir “mares interiores”, “extensas aguas costales y bahías protegidas”, donde “la luz del sol puede penetrar el agua”. Los inspectores advierten que “Fluctuaciones y súbitos cambios de tensión en la temperatura, gravedad, y presiones electrónicas modifican cualitativa y cuantitativamente la emanación de rayos cortos espaciales [...] ( provenientes) de los tensos campos eléctricos, del espacio exterior, o de las vastas nubes de polvo de hidrógeno.” Por otra parte “... las condiciones fís icas pueden alterarse en gran medida debido a que la rotación de los electrones se halla, en algunas ocasiones, en sentido contrario al de la conducta de la materia más gruesa”. Dado que “Las vastas nubes de hidrógeno son


verdaderos laboratorios químicos del cosmos” la naturaleza de sus combinaciones debe proveer circunstancias óptimas para el establecimiento de la vida en ellos, las cuales se consideró alcanzadas luego de considerar el panorama evolutivo material de Urantia hacia aquella época. Hace 550. 000. 000 de años, pues, un equipo integrado por grandes seres llamados “Portadores de Vida”, en cooperación con “ los poderes espirituales y las fuerzas superfísicas”, plantaron los modelos originales de la existencia biológica, bajo las aguas. Lo hicieron en t res áreas, denominadas “central o eurasiático- africana, oriental o australasiática” y “occidental, englobando Groenlandia y las Américas”. Unos 100. 000. 000 de años después se dio la t ransición de la vida vegetal a la animal. De aquella etapa aún “persisten los mohos de limo”. Suavemente pero sin pausa, “surgen especies de vida animal radicalmente nuevas. No evolucionan a consecuencia de la acumulación gradual de pequeñas variaciones, sino que despuntan a fuer de órdenes de vida nuevos, [...] y aparecen repentinamente.” Aquí nuestros guías se precaven de informarnos que “La aparición súbita ( tanto esta expresión como “repentinamente” están siempre subrayados en el original) de especies nuevas y órdenes diversas de organismos vivientes es del todo biológica, estrictamente natural. No hay nada de lo sobrenatural vinculado con estas mutaciones genéticas.” En el agua debimos ser t rilobites, algas, braquiópodos, artrópodos - que conformaron una franja precursora de los vertebrados-, peces, anfibios. Más tarde, y a lo largo de millones de años, abandonando el agua debimos atravesar otras existencias biológicas antes de llegar a humanos. A partir de ellas fuimos emergiendo - toda vez que estuvieron maduras las condiciones evolutivas- en especies superiores por súbita mutación. Un hito fundamental en la conformación de nuestra humanidad se la debemos a las ranas. Hace 140. 000. 000 de años aparecieron los cocodrilos, serpientes marinas, reptiles voladores y dinosaurios. Algunos millones de años después iban a surgir los primeros mamíferos. 120. 000. 000 de años antes de nuestro milenio la vida animal llegó sobre la t ierra a su máximo tamaño, con los dinosaurios. Pero los más grandes de entre ellos - que llegaron a alcanzar los 24


metros de largo- se originaron... Adivinen dónde. Pues en el oeste de América del Norte ( región de las Montañas Rocosas). Paso a paso este singular compendio describe las sucesivas etapas de la existencia biológica sobre la t ierra, hasta llegar a la aparición del mamífero placentario y descendiendo de estos los primates, mutación con la que hemos comenzado este panorama. Debido a tal evolución, pues, y hace 1. 000. 000 de años, Urantia ( la Tierra) “fue registrada en calidad de mundo habitado”. Tal dist inción a causa del aparecer “repentino”, entre los primates, de... ¡dos seres humanos!... Esto ocurrió en medio del tercer avance glacial. Por dicha causa es que “los únicos supervivientes de estos aborígenes [...], los esquimales, incluso hoy día prefieren habitar los gélidos climas septentrionales.” ( Documento 61, Cap. 6, “El hombre primitivo durante la Edad Glacial”, Pág. 700.) Los primeros humanos tuvieron nombres: Andón y Fonta. Tal cosa fue posible debido a su inaudita inteligencia, la cual les permitió inventar el lenguaje. Partiendo de señas y rudimentarias elocuciones, “los mellizos” ( varón y mujer) pronto fueron dueños de un repertorio compuesto por cincuenta ideas, utilizables para profundizar su conocimiento mutuo y el de su entorno. A los nueve años ( en aquellos t iempos se alcanzaba la primera juventud a esa edad) se escabulleron hacia un florido claro del bosque, junto al r ío, “y sostuvieron una conferencia de t rascendental importan cia”. Los jóvenes humanoides “llegaron a convenir en que vivirían el uno con el otro y e l uno por el otro, y este fue el primero de una serie de convenios que, por fin, culminaron en la decisión de huir de sus compañeros animales inferiores y emprender un viaje hacia el norte” [...] para “fundar la raza humana”. [...] “Poco después de que esta pareja joven abandonara a sus compañeros para fundar la raza humana, se desconsoló su padre primate ( su madre ya había muerto) [...] Se negó a comer, aun cuando sus otros hijos le llevaban la comida. Habiendo perdido a la brillante pareja, ya no le pareció que mereciera la pena vivir entre sus semejantes ordinarios; de modo que fue a vagar al


azar por el bosque y fue atacado por gibones hostiles que lo mataron a golpes” ( Documento 62, Cap. 5, “Los primeros seres humanos”, Págs. 708- 709.) Andón y Fonta tuvieron muchos hijos ( 19, según el Libro), de los cuales se multiplicaría nuestra especie. Entre otras innovaciones, iniciaron el hábito de vivir en cuevas o chozas, abandonando la t radición de habitar los árboles. Y también descubrieron el fuego... Los humanos primitivos - se nos indica- tenían los ojos negros y la tez morena “algo como la de un cruce entre la raza amarilla y roja”. Si hay algún pueblo contemporáneo que se parezca al origen de la humanidad, estos son los esquimales, afirman nuestros guías. “Fueron las primeras criaturas en servirse de las pieles de los animales para protegerse del fr ío ; tenían un poco más de pelo en el cuerpo que los humanos de hoy en día.” ( Documento 63, Cap. 4, “Los clanes andónicos”, Pág. 713.) Con la ayuda de algunos líderes excepcionales - como Onagar, quien instruiría a los andonitas en la adoración de “El que da aliento a los hombres y animales”- los humanos fueron evolucionando, no sin conflictos. El más apocalíptico de ellos ocurrió 500. 000 años atrás; de estas circunstancias surgirían las que iban a llamarse luego “las seis razas de color”. En las t ierras altas del noroeste de la India “se libró esta guerra sin t regua” (¿tal vez nos dará referencias de ella e l Bhagavat- Guîtâ? El Libro de Urantia no lo aclara.) De la prolongada masacre sólo iban a quedar con vida alrededor de cien familias. “Pero estos sobrevivientes fueron los más inteligentes y más deseables de todos los descendientes de Andón y Fonta...” Entonces, una pareja comenzó “repentinamente a producir una progenie singularmente inteligente” de diferentes colores: entre sus diecinueve hijos cinco eran rojos, dos anaranjados, cuatro amarillos, dos verdes, cuatro azules y dos índigos. Comenzando allí, evolucionaron como razas numerosísimas, cada cual con sus respectivas características y cualidades. De entre ellas, mejor resultó la roja, la cual por su emigración a las regiones de lo que hoy es América, dejó el Este libre para quienes finalmente prevalecerían: una raza azul. Estos “No tardaron en inventar la lanza y posteriormente sentaron los fundamentos de muchas de las artes de la civilización moderna. El hombre azul tenía la capacidad cerebral del hombre rojo, combinada con el alma y sentimientos del hombre amarillo. Los descendientes adánicos los


preferían entre todas las razas de color que perduraron.” ( Documento 64, Cap. 6, “Las seis razas sangik de Urantia”, Pág. 725.) ¿A quiénes entre las razas modernas podría haber dado origen esta protoetnia? Y, a quiénes va ser. “Las investigaciones y exploraciones europeas de la vieja edad de piedra suponen, en gran parte a la exhumación de herramientas, huesos y artesanías de estos hombres azules antiguos [...] Las llamadas razas blancas [...] son los descendientes de estos hombres azules, modificados primero con un leve cruzamiento con la raza amarilla y roja, y más adelante mejoradas al asimilar la mayor parte de la raza violeta ( como se recordará, la raza superior extraterrestre de Eva y Adán)” ( Ibídem). El primero de los extraterrestres que se constituyó en Conductor Supremo de las legiones humanas fue Caligastia - príncipe infiel. Este “Hijo Lanonandec, 9. 344 de la orden secundaria”, se había preparado por experiencia propia en “la administración general del universo local y, posteriormente, en la administración específica del sistema local de Satania” ( Documento 66, Cap. 1, “El príncipe Caligastia, Pág. 741). Era el ser indicado, pues, para solicitar el gobierno de la Tierra ( Urantia), cosa que efectivamente hizo y se le aceptó. Acompañado de un cuerpo de asistentes y auxiliares administrativos seleccionados “entre más de 785. 999 ciudadanos ascendentes de Jerusem que se ofrecieron para embarcarse en la aventura [...] Cada uno de los cien elegidos provenía de un planeta diferente, y ninguno de ellos era de Urantia.” ( Ibídem, Cap. 2, “El séquito del príncipe”, Pág. 742.) Luego de la pormenorizada descripción del gobierno de Caligastia y la organización que impuso a los humanos - con quienes algunos de estos seres de otros planetas se entrecruzaron, mejorando las razas- el Libro nos narra su t raición a los planes del Supremo. Satanás, asistente de Lucifer, informó a Caligastia de la “Declaración de Libertad” que los administradores celestes de todo el sistema iban a proclamar. Al plegarse a ella, este primer Príncipe de la Tierra cayó en desgracia. Como quiero llegar pronto a la situación encontrada por Adán y Eva, no describiré en detalle los aspectos de esta rebelión y sus luchas; diré solamente que en ella Caligastia fue proclamado “Dios de Urantia ( Tierra) y supremo”, sólo para ser desplazado más tarde por enviados legít imos,


“los Hijos Melquisedec”, quienes pusieron más o menos en orden al planeta, pero no pudieron remontar el desquicio y división introducida por los rebeldes durante su larga apostasía. Para obtener esto iban a ser enviados, más tarde, Eva y Adán. Pero la carne - aún en las Demi Moore violeta- da la impresión de haber sido ancestralmente débil. La cansadora tarea de “eliminar a los anormales y degenerados” sin lograr con ello un visible mejoramiento en las hordas humanas, había sumido a Adán bajo la más oscura depresión. Entonces preanunciando algo que Demi moderna habría de hacer para supuesto beneficio de su marido en película con Robert Redford- a Eva no se le ocurrió mejor idea que copular con Cano “quien era un magnífico espécimen de la supervivencia del fís ico superior e intelecto destacado de sus progenitores del séquito del Príncipe ( Caligastia)” ( Documento 75, Cap. 3, “La tentación de Eva”, Pág. 842.) ¿Las razones de esta infidelidad ( aparte del placer)? Hacer un hijo “parcialmente de la raza Violeta” usando a este semental escogido de las mejores razas humanas, a partir de lo cual se esperaba obtener el ejemplar inicial del progreso evolutivo para “las numerosas t ribus expectantes”. Quien habría actuado como consejero inductor de esta grave falta, habr ía sido Serapatatia, jefe de “la confederación occidental o siria de las t r ibus noditas”. En la posterior narración de La Biblia - alegórica-, este inteligente polít ico iba a ser representado como “la serpiente”. A partir de esta falt a, pues, comienza el proceso de degradación de la raza violeta, representada en el mundo, hasta entonces, únicamente por Eva, Adán y sus descendientes, quienes fueron adquir iendo cada vez más características humanas ( cuando el proyecto había sido originalmente el inverso). Pero esto conforma ya otra historia - por cierto narrada con lujo de detalles en las páginas del Libro de Urantia, pero demasiado extensa para nuestro propósito de hoy. Detengámonos aquí. En la Carta Nº 8, quiero compartir con ustedes mi impresión sobre las semejanzas que parece posible discernir entre los sustratos del Libro de Urantia y los conceptos de Darwin, T. H. Huxley, Gobineau, Madame Blavatsky, Levi Bruhl, Carl Sagan o los Mormones, entre otros teóricos occidentales de la evolución biológica humana.


Saludos fraternales, de . . . un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.

* Gén 21, 5. 8/ 20. Sal. 33. Mt 8, 28-34. Día de los mártires de Guatemala. 1520: “ La noche tr iste” ( derrota de los conquistadores en México). 1975 : Dionisio Frías, campesino, asesinado por luchar pidiendo t ierra para los pobres, en la República Dominicana. 1978: Hermógenes López, sacerdote, fundador de la Acción Católica rural, asesinado por paramilitares en Guatemala. (Fuente: Agenda Latinoamericana-Mundial 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Argentina.) • “ Tabamantia, supervisor soberano para la serie de mundos decimales o experimentales, vino a inspeccionar el planeta y, después de haber r ealizado su estudio de progreso racial, recomendó debidamente que a Urantia se le otorgaran Hijos Materiales. Un poco menos de cien años después de esta inspección, Adán y Eva [. . . ] llegaron y emprendieron la difícil tarea de intentar desenmarañar los asuntos confusos de un planeta que se había atrasado por la rebelión y que, en virtud de una proscripción, había quedado en aislamiento espiritual” (El Libro de Urantia, Documento 73, Introducción: “ El Jardín del Edén”, página 821.) “ Fueron Adán y Eva los fundadores de la raza violeta del hombre, la novena raza humana que apareció en Urantia. Tenían Adán y su prole ojos azules, y se caracterizaban los pueblos violetas por la piel blanca y pelo claro - dorado, rojo y castaño.” ( El Libro de Urantia, Documento 76, “ La historia de Urantia”, capítulo 4, “ La raza violeta”, página 850.) • El Libro de Urantia. Edición española. Segunda revisión. Urantia Foundation, Chicago, I llinois, USA. 1996. (3) “ Hace 600. 000. 000 de años la comisión de Portadores de Vida enviada de Jerusem l legó a Urantia y empezó el estudio de las condiciones f ís icas, preparatorio para originar la vida en el mundo 606 del s istema de Satania. Esta había de ser [. . . ] nuestra sesentava oportunidad de efectuar cambios e instituir modificaciones en las concepciones de vida básicas del universo local.” (Documento 58. Cap. 1, “ Requisitos previos para la vida fís ica”, Pág. 664.)


CARTA Nº 8 Autonomía, Santiago del Estero, viernes, 11 de julio de 2003 *

Dice Héctor Schmucler, genial epistemólogo cordobés: “... El pobre mito del siglo XXI fue inventado poco después de la Segunda Guerra Mundial: en Estados Unidos, es decir, en el lugar donde se piensa el mundo, surgieron los modelos y proyectos más audaces que dibujaron la t ransición al tercer milenio. Una r ica documentación sobre el tema da cuenta de cómo se constituyeron equipos que pensaron la técnica, la ciencia, la sociedad, con miras a t riunfar en una posible tercera guerra caliente, que no existió, o t riunfar en la Guerra Fría, que señaló la suerte del mundo durante muchos años. Y no les fue mal: t riunfaron. Estudios - que se hicieron libros- vaticinaron el nuevo siglo: r igurosamente se sabía cómo iba a ser el siglo XXI no por un acto de adivinación, sino porque así se lo estaba preparando. Los “futurólogos” anuncian e l futuro porque describe lo que se está haciendo para que sea de esa manera. Los paródicos profetas de nuestra época son, en realidad los constructores de nuestra época” ( 1) Estimo que la aguda observación de este científico puede enfocarse sin desmedro hacia la interpretación del pasado. Presentada como “historia natural”, “ciencia antropológica”, “arqueología”, ¿no encontramos a cada paso de los grandes “descubrimientos científicos” provistos por Europa, singulares armonías, confortables ensamblamientos, asombrosas avenencias?... Como si en vez de áridos discursos técnicos se t ratase de meditadas construcciones arquitectónicas renacentistas. ¿No es posible, entonces, que del mismo modo en que los norteamericanos configuraron durante el anterior fin de siglo cómo querían que sea el siguiente, los ingleses hubiesen preparado el camino sustentando un “conocimiento” universal que constituyese la sólida estructura sobre la cual afirmar, como corolario indefectible, el futuro tecnológico, científico, cultural – y polít ico- del mundo? Si así fuese, dejaría de resultar sorprendente la coincidencia medular que se encuentra entre algunas doctrinas religiosas como las de los mormones, otras de raíz ecléctica, como la teosofía o El Libro de Urantia


analizado en la Carta anterior, y lo que Occidente ha canonizado como La Ciencia contemporánea. A continuación acercaré algunos de los datos que me indujeron esta interpretación. Todos conocemos las teorías de Charles Darwin ( aunque casi nadie haya le ído sus libros, salvo quienes los adaptaron para convertirlos en un catecismo laico). Sus ideas básicas - se nos dice en los libros escolares- son “la variabilidad de la descendencia de una pareja y la selección natural o lucha por la supervivencia, en la que sólo sobreviven los elementos más aptos. ( 2) Detengámos unos instantes aquí, para señalar una primera (¿sorprendente?) coincidencia entre la teoría del consagrado científico y la narración que seres (¿extraterrestres?) dictaron a un grupo de profesionales universitarios norteamericanos en los años t reinta, y está recibiendo empeñosa difusión hoy bajo el t ítulo de Libro de Urantia: “Estos mamíferos protohumanos [...] disponían de cerebros más grandes para su tamaño [...] desarrollaron un espíritu t r ibal [...] ( eran) sobremanera beligerantes [...] no dudaban en hacerles la guerra a sus vecinos inferiores; y así, mediante la supervivencia selectiva, la especie fue mejorando progresivamente.” ( 3) ¿No es una descripción muy gráfica y práctica de la teoría de la selección natural? Este libro presenta, a todo lo largo de su escrupuloso relato de la evolución biológica, un despliegue de las teorías darwinistas, enriquecidas por cierto con los posteriores descubrimientos genéticos de Mendel y Morgan, que vinieron a redondear la perspectiva original puliendo sus aspectos menos defendibles. La reciclada corriente, conocida como neodarwinismo, propone como causas de la variabilidad de los descendientes las mutaciones, o cambios del material hereditario, y la recombinación genética, o intercambio de genes entre los cromosomas homólogos durante la formación de los gametos. Luego, sobre estas dist intas formas actúa la selección natural escogiendo las más adecuadas. ¿En qué circunstancia histórica se encontraba Inglaterra cuando desde el seno mismo de su cultura vería nacer la teoría evolucionista de Darwin? A partir del últ imo tercio del siglo XVIII - nos dice un


excepcional sociólogo “la investigación está dominada por la perspectiva tecnológica”. Poco antes provee la síntesis de uno de los pilares culturales de la mentalidad inglesa, expresada por medio de la lit eratura. “Robinson Crusoe - indica-, ( es) el hombre que abandonado a sus propios recursos domina la naturaleza rebelde y crea de la nada bienestar, seguridad, orden, ley y moral... [...] La historia de su aventura es un himno continuado a la diligencia, a la perseverancia, al ingenio, al saludable buen sentido que vence todas las dificultades, en suma, a las virtudes prácticas burguesas; es el credo de una clase social ambiciosa consciente de su fuerza, y al mismo t iempo el programa de una nación joven, emprendedora, dispuesta al dominio mundial.” ( 4) Por cierto, Robinson adquiere pronto un criado negro ( como correspondía a un inglés) quien, pese a ser nativo de la región, nunca se había dado cuenta de la gran prosperidad que podía obtener en base al aprovechamiento racional de su naturaleza. Contando la biografía de Darwin, Carl Sagan menciona su genealogía científico- familiar de un modo que t rae reminiscencias al del apóstol Lucas cuando desmenuza los antepasados de Jesús para probar que desciende directamente de David, Noé, Matusalén, Adán... y Dios. “Erasmus Darwin, insigne autor, médico e inventor, y Josiah Wedgewood, quien se había elevado de la pobreza fundando la dinastía de ceramistas Wengewood [...] compartían opiniones radicalmente progresistas, incluso llegaron al extremo de apoyar a las colonias rebeldes durante la Revolución americana.” ( !) Permítasenos c itar otros fragmentos de Sagan, dado lo representativos que resultan acerca de la mentalidad señalada por nosotros en los sustratos del pensamiento occidental: “Su club ( el del abuelo de Darwin con sus amigos) se llamaba La Sociedad Lunar. [...] Eran miembros de él William Small, que había enseñado ciencias a Thomas Jefferson ( en la Universidad de William y Mary en Virginia y quien según Jefferson `probablemente decidió el destino´ de su vida); James Watt, cuyas máquinas a vapor propulsaron el Imperio Británico; el químico Joseph Priestley, el descubridor del oxígeno; y un especialista en electricidad llamado Benjamin Franklin.” Más adelante, Sagan nos narra que el abuelo de Darwin había conocido el bestsellerato con t res tomos (¡en versos!) donde exponía sus especulaciones sobre la evolución biológica de las especies vegetales.


Dado su éxito, Darwin abuelo decidió lanzar un volumen de ¡2. 500 páginas!, esta vez en prosa, llamado Zoonomía, o las leyes de la vida orgánica. En él, entre otros conceptos, el abuelo sostenía que “hay t res grandes objetos del deseo que han cambiado las formas de muchos animales en sus esfuerzos por satisfacerlos: el hambre, la seguridad, la lujuria”. Volvamos otra vez por unos instantes al Libro de Urantia, sólo para ver que en el capítulo anteriormente citado se señala, asimismo, que en estos lemures prehumanos “El hambre de alimento y el deseo sexual quedaron bien desarrollados” motivándolos a constantes aventuras y descubrimientos. Lo transmitido por sabios extraterrestres se parece extraordinariamente a lo enunciado por el abuelo de Darwin: “Hay t res grandes objetos del deseo que han cambiado las formas de muchos animales en sus esfuerzos por satisfacerlos: el hambre, la seguridad y la lujuria”, dice Erasmus, en su Zoonomía. Parece que el viejo daba particular importancia a la lujuria. Tanto que su últ imo libro se denominó: Aclamemos LAS DIVINIDADES DEL AMOR SEXUAL “... las mayúsculas son suyas”, aclara Sagan, quien más abajo nos dice: “Su nieto Charles [...] leyó Zoonomía dos veces; la primera a los diecieocho años [...] Estaba orgulloso de la precoz anticipación de su abuelo en algunas ideas que veinte años después harían famoso a Jean Baptiste Lamarck. ( 5)

El 18 de diciembre de 1912, Arthur Smith- Woodward y Charles Dawson, reconocidos expertos en prehistoria, ofrecieron una conferencia prensa. “Con elocuencia brillante” - según las crónicas- anunciaron que habían descubierto en Piltdown, Sussex ( Inglaterra), los restos de un hombre prehistórico. Esa misma tarde ocupaban las primeras planas de los más importantes diarios del mundo. Rebautizado como Eanthropus Dawsoni, el “hombre de Piltdown” fue considerado por los investigadores como el posible “eslabón perdido”, esto es, la etapa de t ransición evolutiva entre el simio y e l hombre. Un solo detalle despertaba dudas: sus dientes mostraban un desgaste


plano, fenómeno nunca visto en los primates. Aunque los restos del Eanthropus no encajaban entre sí, lo cual obligaba a imaginar demasiadas partes, el hallazgo había despertado un entusiasmo indetenible en los ámbitos universitarios europeos. El mismísimo Theilard de Chardin refrendó la idea. Habiendo viajado a Inglaterra especialmente para colaborar con los científicos, en 1913 dio a publicidad el hallazgo de otro canino en Piltdown, lugar que algunas revistas especializadas empezaban a considerar ya como un sit io clave para la evolución de la humanidad. En 1915 sucedieron otros hallazgos en el mismo lugar. Otro cráneo y un diente de simio con desgaste plano. Parecía t ratarse de un segundo Eanthropus. Los científicos ingleses Smith- Woodward y Dawson alcanzaron entonces el pináculo del prestigio mundial. Pero hacia fines de los años 30 comenzaron a surgir ciertas dudas. El Museo Británico se negaba a permitir el estudio de las reliquias. La Guerra detuvo por un t iempo las inquisiciones. Pero cuando por fin se logró obtener el permiso inglés para someter a los huesos a una prueba de flúor, los resultados fueron lapidarios: ¡ el cráneo y las mandíbulas revelaban respectivamente 500 y 600 años de antigüedad! En 1953 terminó de develarse una siniestra confabulación: ¡” alguien” ( decían las crónicas) había enterrado un maxilar de orangután y cráneos de hombres modernos.” Los autores del fraude, Dawson, Smith- Woodward y Theilard de Chardin aún vivían, como venerables autoridades de las ciencias antropológicas. Ninguno de ellos marchó preso. Las pruebas de la mistificación fueron consideradas insuficientes por los t ribunales británicos. ( El prestigio académico de los acusados era ya enorme. En el caso de Theilard de Chardin, actualmente se agigantó.) Sin duda pesó en esa consideración el que toda la comunidad científica europea y mundial se hubiera mantenido engañada durante 40 años con la idea de que el hombre de t ransición a nuestra actual humanidad – el tan buscado “eslabón perdido” – se había incubado... en Inglaterra. Más o menos un siglo antes - en 1820- otro Smith -”el profeta”- había hecho también un descubrimiento, esta vez en Norteamérica. Joseph, un adolescente débil y


enfermo, que había quedado rengo por causa de una grave enfermedad, tuvo una visión. Él mismo la narra: “... vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza [...] ( y) a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” ( Joseph Smith, Historia, 1: 15:17.) ¿Y qué expresó el Hijo? Que todas las iglesias de la t ierra “eran una abominación a su vista”. Un pequeño libro, primorosamente impreso, enseña que “Dios lo había escogido a él, un joven desconocido que vivía en la región occidental de Nueva York, para llevar a cabo la obra maravillosa y el prodigio de restaurar el Evangelio y la Iglesia de Jesucristo sobre la t ierra.” ( 6) Los prodigios recién comenzaban, pues más tarde siempre conducido por visiones- Joseph Smith recibiría, de manos del ángel Moroni, unas refinadísimas planchas de oro, que contenían singulares revelaciones. Después de t raducir al inglés el contenido de las planchas, el joven profeta proclamaría al mundo un dato t rascendental: ¡ Jesucristo había estado en donde ahora se erigían los Estados Unidos! ¡No sólo eso, sino que había entregado a “los gentiles” ( ciertos descendientes de razas que, junto a los indios, poblaran antiguamente la privilegiada región) documentos esenciales para comprender la historia y el sentido de la humanidad. ¿Qué características tenían esos gentiles, elegidos por Dios? El Libro de Mormón - constituido por aquellos documentos de las planchas- nos las describe: “... eran blancos y muy bellos y hermosos, semejantes a los de mi pueblo... [...] el Espíritu del Señor estaba sobre los gentiles, y prosperaron y obtuvieron la t ierra por herencia...” ( 7) Pronto el joven consiguió adeptos para su misión, principalmente ayudantes para la t raducción y posterior publicación de los textos. Aunque el semianalfabeto Smith dictaba su t raducción a un amigo, consultaba las Tablas en secreto, sentado detrás de una sábana colgada de una cuerda, mientras el escriba tomaba nota de sus palabras desde el otro extremo de la habitación. Este libro de 650 páginas revela entre otras muchas cosas que, ante la decadencia del pueblo elegido, en t iempos de Moisés, Dios separó una rama del t ronco original para conducirlos hacia una nueva Tierra


Prometida. ¿Y cuál era esa nueva Tierra Prometida? Ni más ni menos que Norteamérica. Conduciendo al grupo a t ravés del Jordán hacia el mar, y luego por medio de una serie de “accidentes” hacia la Nueva Tierra, Dios preserva de este modo una simiente para rest ituir el sentido de su creación a la humanidad, cuando los judíos no le sirvieran más debido a su “traición”. Mark Twain calificó de “cloroformo impreso” a este libro, pero debió leerlo aunque no más no sea parcialmente, del mismo modo que bastantes norteamericanos de su época. Pese a la sorna del novelista los mormones crecieron y prosperaron sobre Estados Unidos, como profetizaba su libro. Tanto que llegaron a fundar uno de los estados más prósperos de ese país, Utah, que aún dominan.

Lamarck junto al geólogo Lyell constituyeron dos de los pilares doctrinarios confesados por Darwin. Pero le faltaba una pieza para llegar al cierre de su famosa teoría. Desesperaba de hallarla, mientras lo acosaba una enfermedad padecida desde su adolescencia: insoportables dolores de cabeza, nauseas, ataques de agotamiento que lo echaban en la cama. “Darwin estaba ahora seguro de que la modificación de las especies se producía por una suerte de selección” nos dice otro biógrafo. “¿Pero cómo?”. Debía haber un agente natural, para explicar esta causalidad. El problema es que Darwin no lo encontraba. “Durante este periodo de intensa actividad mental, mientras se hallaba preocupado con la busca de la clave del problema que ahora le obsesionaba, tomó al azar un libro con el objeto de distraer su mente fat igada. Era el Essay on Population de Malthus, que puso a Darwin sobre ascuas. ¡ Allí estaba su mecanismo: la lucha por la existencia!” ( 8 ) Este libro le iba dar las líneas claves para colocar las piedras básicas de su doctrina. “¡Qué fácil de ver resultaba ahora que esa lucha t remenda por la existencia [...] era una fase continua y vital del mundo orgánico en virtud de la cual sólo pueden sobrevivir los más aptos!” • ) Pero, ¿quién era el tal Malthus, que tanto influyese en su pensamiento?


Este cura anglicano - hijo de otro cura anglicano- había sido educado en una atmósfera de cultura y refinamiento habitando “una mansión elegante” conocida como “The Rockery” (“El nido de cornejas”). A su cuna natal, cual ilustrados Reyes Magos, hicieron una visita dos conspicuos amigos de su padre... David Hume y JeanJacques Rousseau... Las ideas del francés no harían mella en la mentalidad del cura- científico, de acuerdo a lo indicado por él mismo cuando mencionó las fuentes de sus obras. “Los únicos autores de cuyos escritos deduje el principio que formó el argumento principal del Ensayo fueron Hume, Wallace, el doctor Adam Smith y el doctor Price”. Como se sabe, Hume es el padre del positivismo inglés; Adam Smith, fundador de la economía capitalista, cuyo principios centrales postulan el individualismo y la competencia sin t regua como los motores principales para el desarrollo de las naciones. ¿Y qué decía este Ensayo de la Población, publicado en 1789 por Malthus? Principalmente que “el alimento y e l sexo eran los postulados básicos de la existencia”. Por lo tanto “la población, cuando no es regulada, crece de tal forma que desborda las posibilidades objetivas de sustentarla”. Habida cuenta de esto “hay que contener severamente el crecimiento de la población...” razón por la cual las guerras, pestes o hambrunas que diezman a “los menos aptos” representan para los humanos el mismo papel que entre los animales los pájaros que, devorándose a los insectos, evitan su perjudicial expansión. Las ideas de Malthus influyeron inmediatamente sobre la sociedad de su t iempo: el primer ministro William Pitt, quien en 1796 pensaba que “cualquier hombre enriquecía a su país”, decidió, en 1800, ret irar su proyecto de ayuda estatal a los pobres, declarando en los fundamentos de su presentación legal el haber sido convencido por el librito del sacerdote. Concentrado así el núcleo de sus ideas fuerza, Darwin concluyó: “La lucha por la existencia alcanza a todos los r incones de la naturaleza: insectos, peces, pájaros, frutos, animales [...] compiten acerbamente los unos con los otros, luchan por la vida, t ratan de sobrevivir en un mundo donde hay que luchar por la existencia. Y mediante esa lucha por la existencia la misma naturaleza selecciona a aquellos cuyos organismos están mejor adaptados para sobrevivir”. “Las especies que carecen de capacidad para variar con bastante rapidez quedan rezagadas en la carrera por la vida... ` luchar o morir´, es el ult imátum de la selección natural”.


En la reciente invasión de Iraq, los norteamericanos mostraron un ejemplo de lo que significa estar convenientemente equipados para sobrevivir. Soldados casi adolescentes pudieron poner de rodillas a un ejército compuesto por hombres durísimos, entrenados físicamente para cualquier prueba... pero sin la tecnología adecuada. Al conde francés Arturo de Gobineau le gustaban mucho los alemanes. Tanto como para publicar que eran los representantes más puros de la raza blanca o aria, “superior a todas las demás razas”. Su concepción fue desarrollada en dos volúmenes, bajo el t ítulo de Essai sur l ´énegalité des races humaines, editados en París entre 1853 y 1855 ( seis años antes de la aparición del Origin of Species). Luego de estudiar arqueología, antropología, lingüística, historia, Gobineau había “descubierto” que la humanidad se dividía en t res razas: “la negra, que representa la pasión, es semejante al animal y caprichosa, pero no obstante posee lir ismo y temperamento artíst ico; la amarilla, que representa la mediocridad, es terca y apática, pero está dotada con un sentido del orden y un sentido de lo práctico; la blanca, que posee una razón y un honor semejante a los dioses, y es superior en todo, particularmente en belleza fís ica: los pueblos que no son de raza blanca pueden acercarse a la belleza, pero jamás la alcanzan”. Gobineau se hizo muy amigo de Richard Wagner, quien le dedicó todas sus obras en prosa. Es que sus libros se habían vendido como pan caliente... no en Francia, sino en Alemania. Resentido por la incomprensión de sus connacionales, a quienes calificó de “populacho galo- romano, cuyos inst intos principales son la envidia y la revolución”, Gobineau se fue pronto a vivir en su “t ierra prometida”, cerca de Wagner, y pudo casar a su hija con el Barón Von Gudencrone, como era de esperar, de la más pura cepa aria germánica. El conde Gobineau mismo decía descender de tal raza: “mis antepasados provienen de una de las is litas Skaeren, en el Mar del Norte, un promontorio rocoso rodeado de pinos”, escribió. El pequeño francés tenía el pelo negro y los ojos pardos, pero esto no le impidió - según sus escritos- ser descendiente directo de Ottar Jarl, héroe vikingo. Anticipando una conducta que luego iba a repetir respecto a algunos de sus líderes, el Estado


alemán tampoco tuvo en cuenta su color de pelo ni su estatura y lo convirtió en un huésped preferencial, promoviendo la difusión de su obra y la de sus numerosos discípulos. A lo largo y lo ancho de la patria de Goethe surgieron como hongos las “Sociedades Gobineau”. Uno de sus discípulos fue el conde inglés Houston Stewart Chamberlain. Este inglés por cierto se fue a vivir en Alemania y terminó casándose... con la hija de Wagner. A cierto pariente suyo, primer ministro de Inglaterra, se lo consideraría luego prácticamente un cómplice de la acelerada expansión belicista del Tercer Reich, en los primeros t ramos del siglo s iguiente. Otro de los discípulos de Gobineau fue Ludwig Woltman ( 1871- 1907). Su contribución al “conocimiento científico” fue demostrar que las personalidades universalmente famosas habían sido siempre teutonas. Siguiendo la pista de la cabeza alargada, ojos azules, cabellera rubia, “demostró” que el italiano Giotto había sido en realidad un alemán llamado Jothe, Leonardo Da Vinci era el germano Wincke, Tasso era Dasse, Giordano Bruno… Braun... De igual manera, el español Velázquez había sido originalmente Velahise, Murillo era Mocri y Vaz era Watz. Los grandes nombres de intelectuales franceses: Arouet, Diderot y Gounod, se debían entender como: Adwid, Tietroth y Gundiwald. En los Estados Unidos, el gobinismo fue manipulado ligeramente para hacerlo más potable a los norteamericanos, sustituyendo su germanismo por el linaje anglosajón. Madison Grant publicó la primera adaptación, The Passing of the Great Race, en 1916 y su continuación, The Conquist of a Continent , en 1933... Un año antes de que fueran entregados al grupo de Chicago, por “ciertos seres superiores”, los documentos constitutivos de El Libro de Urantia.

El coronel norteamericano Henry Olcott había nacido en 1836 de una familia que afirmaba ser descendiente de los peregrinos del Mayflower ( 9). “Tras una estricta formación presbiteriana, lo que él llama ` dificultades financieras´ [...] lo obligaron a interrumpir sus estudios y dedicarse a la agricultura en Ohio. Allí se convirtió en un agricultor experto y publicó varios libros sobre el tema, entre ellos un t ratado sobre el sorgo y una de sus variedades africanas ( sustitutivos de la caña de azúcar)


que alcanzó las siete ediciones. Declinó la invitación del gobierno griego para ocupar una cátedra de agricultura científica en Atenas y, en lugar de eso, fundó la Escuela Agrícola Westchester. Fracasó en esta aventura y, en 1859, t rabajó como responsable de la sección agrícola del New York Tribune, pero también tuvo que interrumpir esta carrera, esta vez por culpa de la Guerra Civil, que hizo de él un oficial de t ransmisiones del ejército de la Unión. Dado de baja por invalidez, fue comisionado especial del Ministerio de la Guerra, con el rango de coronel, para investigar a los especuladores y tuvo tanto éxito en su función que, cuando Abraham Lincoln fue asesinado en 1865, Olcott fue designado como uno de los t res miembros de la comisión investigadora de la muerte del presidente. Dejó esta tarea al final de las hostilidades y, con recomendaciones del ministro de la Guerra y del fiscal general del Estado, estudió abogacía en Nueva York, donde estableció su despacho poco antes de 1870.” ( 10) El 3 de marzo de 1875, el coronel Olcott recibió una carta. Escrita en t inta dorada sobre un papel verde, doblado dentro de un sobre negro, la remitía “el Maestro Bey Tuitit”, quien “vivía en Luxor, Egipto”; Luxor era “la sede” de “ la Gran Hermandad Blanca” - a la cual pertenecía Bey Tuitit. Invitaba al coronel a que fuera su discípulo, supervisado por Madame Blavatsky. Así comenzó una relación pública de la que surgirían, entre otros grandes acontecimientos occidentales, la Escuela Teosófica, el libro Isis desvelada, y el maestro Krisnamurthi. Isis desvelada es una exposición del ocultismo egipcio y del culto a la Gran Madre. El libro se divide en dos partes, la primera t itulada “Ciencia” y la segunda “Teología”. La primera parte analiza las doctrinas de Hume, Darwin y Huxley, a quienes corrige por haber estrechado el concepto de ciencia, aplicándola sólo a las leyes demostrables que r igen el universo material. Ellas eran pasibles, según la autora, de ser aplicadas “también a la evolución espiritual” de la humanidad. La segunda parte es un ensayo de religión comparada y una exposición del budismo como la sabia doctrina donde religión y ciencia se unifican. La primera edición de mil ejemplares se vendió de inmediato a pesar de los ataques de los crít icos, que la despreciaron como “basura” ( New York Sun) y un “gran guiso de cuestiones embrolladas”


( Springfield Republican). Enseguida los seguidores de Blavatsky la compararon con Darwin, considerando que ella completa su teoría cuando afirma que “la evolución del animal hacia el hombre es meramente un eslabón en la larga cadena que hace que el hombre evolucione hacia los seres superiores”. Blavatsky convierte pues, al darwinismo, una teoría limitada sociobiológica, en la explicación de todo, desde los átomos a los ángeles. Pese a las reacciones adversas de los científicos universitarios, esta primera obra de madame Blavatsky - como todas las que escribió- se continúan reeditando hasta el día de hoy. Y en su t iempo iniciaron una poderosa organización, constituída por importantes miembros de la burguesía norteamericana y la aristocracia inglesa, entre ellos funcionarios gubernamentales. El biógrafo Peter Washington explica que “El libro de Blavatsky respondía a necesidades muy sentidas, en una época en que las dudas religiosas estaban impulsadas por la primera gran oleada de la educación de masas. A finales del siglo XIX aparecieron numerosos lectores semieducados, con el apetito, las aspiraciones y la falta de formación intelectual imprescindible para consumir tales textos. Era el ambiente retratado tan vívidamente en Inglaterra por Bernard Shaw, H. G. Wells, George Gissing y Hale White: el mundo de los autodidactas, periódicos de perra gorda, enciclopedias semanales, clases nocturnas, conferencias públicas, inst ituciones educativas para obreros, debates sindicales, bibliotecas de clásicos populares, asociaciones socialistas y clubes de arte, un mundo bullicioso y serio donde los lectores de Ruskin y Edward Carpenter podían perfeccionarse, donde los idealistas de las clases medias contribuían a ello, y donde el nudismo y la reforma dietética iban del brazo con la hermandad universal y el conocimiento ocultista.” ( 10) Sin embargo no sólo “lectores semieducados y obreros” adoptarían el credo iniciado por Madame Blavatsky y el coronel Olcott. Dos premios Nobel, Yeats y Bergson, serían también entusiastas seguidores de estas doctrinas, así como disciplinados miembros de la Sociedad Teosófica Internacional. ( 11) Igualmente Aldous Huxley, nieto del venerable biólogo Thomas Henry Huxley, quien fuera, como se recordará, uno de los principales animadores de Darwin para la


publicación de su doctrina evolucionista. Es que hacia fines del siglo XIX alcanzó a tener un poder tan importante entre las clases aristocráticas de Inglaterra - y en parte de Europa y Estados Unidos- como para hacer inaudito que no se haya tomado aún demasiado en serio la investigación de hasta dónde influyó la Sociedad Teosófica en los grandes acontecimientos mundiales durante este periodo, pues muchos de quienes gobernaban o gobernaron los países centrales eran asiduos concurrentes a las numerosas reuniones sociales y cursos, que organizaban Madame Blavatsky con sus seguidores, a lo largo y lo ancho del mundo. Volveremos a ocuparnos de este grupo más tarde. Dentro de su fárrago contenido en siete tomos, Isis desvelada sostenía entre muchas otras afirmaciones que la humanidad evoluciona hacia su perfección por medio de siete razas raíces, cada una de las cuales domina la t ierra durante millones de años para concretar el Gran Proyecto Universal. Estas se subdividían a su vez en subrazas, hasta completar un amplísimo espectro. La predominante en la presente etapa de la historia - según el criterio teosófico- sería “la raza raíz aria o blanca”, de la cual emanaron las subrazas ariosemítica, irania, célt ica y otras derivadas que fueron surgiendo desde el siglo XVII en el Nuevo Continente. De ellas “evolucionará la sexta raza” - a la cual pertenecería el futuro próximo-: “Se caracterizará – según los teósofos norteños- por un alto desarrollo espiritual y un sexto sentido ( clarividencia astral) y poblará lo que hoy llamamos América del Norte...”

Una neblinosa mañana de junio de 1858 Darwin recibió una carta. Llevaba el sello de Ternate, una isla del archipiélago Malayo. Era de Alfred Russell Wallace, un biólogo prestigioso, quien había viajado a lo que consideraban el otro extremo del mundo para obtener comprobaciones en que afirmar su teoría. ¿Y cuál era su teoría? La enunciaba en un largo ensayo que acababa - por fin, luego de largos años- de escribir: On the Tendences of Varieties to Part Indefinitely from The Original Type. Darwin se fue al manuscrito como chancho a los maíces. A poco de haber comenzado a leerlo, se sint ió


horriblemente enfermo. “Cuando Darwin terminó de leer el esquema de Wallace quedó como herido por un rayo nos dice Ernest Trattner ( 8)-. Nada le había afectado tanto hasta entonces; allí, ante sus ojos, tenía una exposición de su propia teoría sobre la selección natural casi palabra por palabra”. Como aquel personaje del famoso poema de Bécquer ( Cuando me lo contaron, sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas... etcétera), luego de un t iempo indefinible Darwin reaccionó. Estaba la carta. ¿Qué decía? Él también había leído el Essay on Population de Malthus ( importante coincidencia) llegando a conclusiones semejantes a las de Darwin ( aunque aún no lo sabía). Si el largo artículo que le enviaba le parecía digno de publicarse, pedía que su amigo ( Darwin), lo enviara a una importante revista científica, de la Linnaeam Society, y a sus comunes amigos, los científicos Lyell y Hooker. Lyell mismo, junto a Huxley, aconsejaron a Darwin que no publicara el art ículo hasta haber escrito su propio ensayo, para ganar primacía sobre la tesis de la Selección Natural. Total el otro estaba demasiado lejos como para protestar. Así se hizo. Entre todos se ocuparon de mantener entretenido a Wallace durante bastante t iempo. Finalmente, en noviembre de 1859 - un año y medio después que Wallace enviara sus conclusiones- apareció el libro Origin of Species, con la firma de Charles Darwin. Simultáneamente el grupo de “amigos” cumplió el pedido de Wallace, publicando su artículo. Pasó desapercibido. El éxito del libro de Darwin, que obligaría a imprimir pronto nuevas ediciones, lo sepultó para siempre. Darwin, sin embargo, anunció durante un encuentro especial con la Sociedad Linneana que Wallace y él habían llegado a esas conclusiones al mismo t iempo. A los científicos de la sociedad les pareció una nota personal demostrativa de la acendrada probidad del escritor. Pero no tomaron demasiado en cuenta a sus teorías. Debemos aclarar por fin que Darwin no era ni biólogo, ni arqueólogo, ni geógrafo, si a esto se entiende como alguien que ha recibido sus conocimientos en una universidad y por ende el correspondiente t ítulo, licenciatura o doctorado. Los estudios regulares de


Darwin habían llegado hasta dos cursos en Edimburgo, en los que no pudo alcanzar calificaciones suficientes como para ser aceptado en la Facultad de Medicina, y t res años estudiando el sacerdocio, que tampoco alcanzó. Dado el importante papel que los Huxley cumplieron en relación con el desarrollo del pensamiento científico darwinista, no queremos irnos sin citar a otro de ellos, Julian Huxley, quien en un párrafo tomado... casi al azar... dice: “No hay, pues, duda de que, desde todos los puntos de vista, las ranas son realmente descendientes de los peces, aunque quizá de ninguno de los t ipos comunes que nos son familiares...” ( 11) El Libro de Urantia complementa la información: “Entre los animales terrestres” - dice- “ las ranas a lcanzaron su clímax [...] ( y) sobrevivieron, pues podían vivir largamente en los charcos y lagunas en evaporación de estos t iempos tan remotos [...] Durante la decadencia de la edad de las ranas se produjo en África el primer paso de la evolución de la rana al reptil.” ( Documento 59, Cap. 6, “La edad de la t r ibulación biológica”, Pág. 683.)

Jefferson, Watt, Benjamin Franklin, Malthus, Crusoe, el mito del hombre blanco que construye riqueza a partir de su propia inteligencia, t rabajo y voluntad... ¿no configura todo esto el imaginario sobre el cual basaron su historia los pueblos nordeuropeos con sus descendientes? Esto incluye su tecnología y su metafísica. En este aspecto, la presencia de Bergson, Huxley y un nieto de Hume en la sociedad esotérica de Madame Blavatsky deberían bastar para que consideremos alguna relación entre lo esotérico y los manejos de las pandillas de c ientíficos - o pseudo-, polít icos, militares, teólogos, que han construido las ideas de Occidente. Lyndon Larouche, un polít ico demócrata norteamericano, que se opuso a las guerras contra Afganistán en Iraq, denunció que t ras la camarilla que rodea a Bush, con Huttington ( Guerra de Civilizaciones) entre sus coordinadores, con Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger como asesores, existe una secta esotérica que cree ser representante exclusiva de la Gran Hermandad Blanca en el mundo, lo cual la autorizaría para actuar como “policías del mundo”. ( 12) “Cuando se sostiene - nos dice Héctor Schmucler en la misma conferencia con que abrimos esta Carta-, y se


repite sistemáticamente, que determinados procesos son inevitables, cuando esta inevitabilidad alude a realizaciones que son productos del hacer humano, la expresión `procesos inevitables´ puede ser banal y terrible al mismo t iempo. Otra cosa es considerar aquellos hechos que se escapan a la voluntad humana y que se escapan porque la t rascienden: nadie, por ejemplo, logrará evitar el misterio de la muerte que, de paso sea dicho, es el que funda ese otro misterio, el de la vida. Afirmar que algo del hacer humano - como el actual hacer tecnológico, como la creciente mercantilización de las relaciones- es inevitable, y con ello significar que no sólo debemos aceptarlo sino también celebrarlo, es renunciar a la responsabilidad de nuestros propios actos”. Es por no renunciar entonces a nuestra responsabilidad intelectual, por no considerar que hemos llegado al “fin de la historia” ni de la ciencia, que estamos escribiendo estas Cartas, sin ataduras ni prejuicios hacia doctrinas “intocables”, por inst itucionalizadas que estas se encuentren - aunque esto pueda excitar algunas impaciencias. Todavía tendremos que volver sobre varios de los personajes mencionados aquí, particularmente sobre sus doctrinas. Lo haremos, si todo anda bien, combinándolas con nuestros estudios de diferentes etapas de la historia, seleccionadas a modo de muestreo que nos permita intentar descubrir las raíces de la infelicidad humana, y - si esto es posible- a lgunas sendas para vislumbrar nuestra felicidad. Me despido con un saludo muy afectuoso. Julio Carreras ( h) Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo. Autonomía Santiago del Estero, Argentina * Gén 49, 29-32/ Sal 104/ Mt 10, 24:33. 1968. Fundación del Movimiento Indio de los Estados Unidos. 1977. Carlos Ponce de León, obispo de San Nicolás, mártir de la Justicia en la Argentina. ( Agenda Latinoamericana. Centro Nueva Tierra.) • “ El inquietante futuro de la lengua en la prensa de habla española”, ponencia de Héctor Schmucler, director del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, durante el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española (Zacatecas, México, del 6 al 11 de abril de 1997. Salvo algunos breves párrafos


publicados durante ese mismo año por la sección Cultura de La Voz del Interior, Córdoba, permanece inédita según creo. La cita mencionada la extraje de la versión completa que poseo, t ipeada y enviada por su autor a mi pedido.) • Enciclopedia Santillana . Chinon America Inc., bajo convenio con Santillana Publishing Company, Inc., Germantown, USA, 1995. • El Libro de Urantia . Edición española. Segunda revisión. Documento 62. Cap. 2, “ Los mamíferos protohumanos”. Pág. 704. Urantia Foundation, Chicago, I l l inois, USA. 1996. • Mendel, Gregor (Heinzendorf 1822 - Brünn, actual Brno 1884 ) Sacerdote, profesor de la escuela moderna de Brünn, donde r ealizó sus experimentos sobre la transmisión de los caracteres hereditarios, considerados hoy como fundamentales para el desarrollo de la genética. En 1866 publicó los r esultados en un pequeño boletín de su ciudad, con el t ítulo de Ensayos sobre los híbridos vegetales, pero su aportación pasó por completo desapercibida hasta que en 1900 el botánico holandés De Vries, que había llegado a sus mismas conclusiones, descubrió el artículo y decidió denominar los mecanismos de la herencia como leyes de Mendel. Las leyes de Mendel explican y predicen cómo van a ser las características de los descendientes partiendo de las características de los progenitores. Morgan, Thomas Hunt. (Lexington, Kentucky 1866 - Pasadena, California 1945) Biólogo estadounidense. Fue autor de la teoría cromosómica de la herencia, que relacionaba genes y cromosomas y que expuso en sus obras Mecanismo de la herencia mendeliana (1915 ) , Bases f ísicas de la herencia (1919) y La teoría del gen (1926). Es famoso por sus numerosos experimentos con la mosca de las frutas Drosophila. Recibió el premio Nobel de medicina y f is iología en 1933. • Arnold Hauser. Historia Social de la Literatura y el Arte. Tomo II. Capítulo VIII: Rococó, clasisismo, romanticismo. 2, El nuevo público lector. Pág. 213. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969. • Carl Sagan y Ann Druyan. Sombras de antepasados olvidados . Editorial Planeta, Buenos Aires, Argentina, junio de 1993. • Nuestro Legado . Una breve historia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Salt Lake City, Utah, E. U. A., 1996. • El Libro de Mormón . Otro t estamento de Jesucristo. 1 Nefi, 13: 15, Pág. 18. Traducción original de las planchas al idioma inglés por José Smith, hijo. Primera edición: 1830, Palmyra, Nueva York, E. U. A. Edición española, Salt Lake City, Utah, 1992. • Ernest R. Trattner. Arquitectos de ideas. Historia de las teorías científicas que transformaron el mundo. Darwin.


Teoría de la evolución. Cáp. 13, Pág. 235. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, Argentina, 1972. • Mayflower. Nombre de la embarcación que trasladó a América a los primeros colonizadores ingleses que, en número de 102, habían salido de Southampton en 1620. Llegaron a las costas de la actual Massachusetts y fundaron la ciudad de Plymouth. Entre ellos había numerosos puritanos, conocidos hoy como “ Los padres peregrinos”, que huían de la persecución de que eran objeto en Inglaterra y Holanda. Enciclopedia Santillana. Chinon America Inc., bajo convenio con Santillana Publishing Company, Inc., Germantown, USA, 1995. • Peter Washington. El mandril de Madame Blavatsky. Historia de la teosofía y del gurú occidental. Traditio, Valencia, España, 2001. • Yeats, William Butler (Sandymount, Dublín 1865 Roquebrune-Cap-Martin, Var 1939) Escritor ir landés. A través de su obra revalorizó los t emas célticos propios de su país y personalmente participó en la lucha por la identidad cultural y la independencia ir landesa, l legando a ser elegido para el Senado en 1922. Cultivó la poesía y el t eatro y fue el fundador del T eatro Nacional ir landés ( 1901), que dirigió hasta su muerte. Sus obras más recordadas son, en poesía, Las peregrinaciones de Oisin (1889), El viento entre las cañas (1899), Innisfree, la isla del lago (1924) y La torre (1928); el ensayo El crepúsculo celta (1893 ) y, en t eatro, Deirdre (1907) y El gato y la luna (1924). En 1938 publicó su Autobiografía . Recibió el premio Nobel de l i teratura en 1923. Bergson, Henri (París 1859 - íd. 1941) Filósofo francés. En 1928 obtuvo el premio Nobel de l it eratura. Considera la realidad como « impulso vital», como energía creadora que sigue en su evolución dos caminos: el ascendente, que origina la vida, y el descendente, que se concreta en la materia. A su vez, los humanos “ poseen dos t ipos de conocimiento: el intelectual, que conoce mediante el análisis y capta la exterioridad transmisible de las cosas, y el intuitivo, que penetra en el interior de lo real y capta lo que éste t iene de único, de inexpresable”. Algunas de sus obras más importantes son: La evolución creadora ( 1907), La intuición f i losófica (1911), y, sobre todo, Las dos fuentes de la moral y la religión (1932). • Julian Huxley. La herencia . Y otros ensayos de ciencia popular. Primera edición en castellano. Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, 1940. • Dion Fortune, escritora esoterista y fundadora de la sociedad inglesa The Inner Light, considera que así como existen delincuentes y cr iminales en el mundo f ís ico, los hay también entre las anomalías que amenazan el mundo


metafísico. Confiesa en uno de sus l ibros haber sido l lamada entonces por los miembros de la Gran Hermandad Blanca, para integrar los cuerpos especializados de r epresión a la delincuencia en los planos metafísicos, brigadas a las que l lama Policía Astral. The Inner Light existe en la actualidad. Dos de los r equisitos imprescindibles para ser miembro de esta sociedad son: pertenecer a la raza anglosajona y t ener el inglés como idioma principal.

Respuesta a Daniel Yépez Daniel escribió: Estimado Julio: No simpatizo con el crimen, menos con las páginas rojas de los periódicos, pero el asesinato de dos jovencitas en su provincia está convulsionando la “estabilidad” política del juarismo y conmoviendo al establishment local. Hasta fue allanada la casa del capo di tuti capi de la represión santiagueña. Quizás una mirada minuciosa desde su óptica arrojaría un poco de luz a tanta oscuridad obvia. Quizás una carta, dentro de su estilo tan particular, pueda aportar nuevos datos para comprender lo que está a la vista, pero no se ve. Naturalmente, de ninguna manera quiero comprometerlo con un tema tan espinoso. Sólo tómelo como una inquietud de un lector de sus cartas. Gracias por su t iempo y estaré atento a su respuesta. Atentamente lo saluda desde San Miguel de Tucumán, Daniel Yépez, un amigo de Raúl

Dargoltz.-

De Julio: Autonomía, Santiago del Estero, Sábado 21 de junio de 2003 .

Estimado Daniel: Leila Bashier Nazar era una bonita chica de La Banda. El jueves 16 de enero de 2003 por la noche fue con su amiga Cristina Juárez a un hotel céntrico, para encontrarse con dos forasteros. Al salir de allí - como a las 2:30 de la madrugada- anduvieron con otros amigos, esta vez locales. Cristina quiso continuar la fiesta, que iba subiendo de tono - según ella. Leila en cambio fue a Saravah - un sit io en la costanera, con fama de ser út il


para “levantes”. Allí - junto a más amigos- planearon terminar el fin de semana “en grande”. Para ello, en varios vehículos, partieron hacia Guayamba ( un pueblito paradisíaco, en el límite con Catamarca, ahora saturado por una invasión de adinerados y mediopelos santiagueños iniciada unos 15 años atrás). Después de abundantes libaciones, ingestión de drogas, en medio de la orgía, regresaron a Santiago. En viviendas de algunos miembros del grupo, continuaron con sus excesos. La violencia estalló en algún momento y terminó con la vida de Leila. Sus compañeros de farra, al tomar conciencia de su estado, la habrían llevado a un hospital para reanimarla. Al no conseguirlo, por consejo de Musa Azar*, padre de uno de ellos, la habr ían llevado a la finca de este individuo - donde entre otras “exquisiteces” poseen un zoológico privado- para desintegrarla con ácido. Luego de ello, habrían esparcido sus restos por el sit io descampado - en el otro extremo de la ciudad- donde finalmente la encontraron. Patricia Villalba era una muchacha robusta y simpática. Podía decirse de ella que era atractiva, pero carecía del refinamiento de Leila. Pese a ello eran compañeras de grupo. Al parecer uno de los participantes en el asesinato se habría desahogado contándole lo sucedido. Al recapacitar y consultar su “error” con otros implicados, habrían decidido asesinarla. Para eso fueron a esperarla a la salida de una verdulería, donde Patricia t rabajaba. La noche de su muerte salió como a la 1. 00 de la madrugada. Fue la últ ima vez que se la vio con vida. A la mañana siguiente su cadáver, con muchos daños, fue hallado muy cerca de los restos de Leila Bashier Nazar. Esto ocurrió el jueves 6 de febrero. Hasta aquí más o menos lo que dicen las investigaciones publicadas. Lo que me contó un joven que frecuenta la noche santiagueña ( y también se droga): Leila vivía en Tucumán, más por cuestiones familiares que de estudio.** Junto a Patricia, Cristina Juárez y otras chicas t rabajaba para una banda cuyos principales rubros eran la prostitución de cierto nivel y el t ráfico de drogas. Esta banda estaría manejada por una de las alas del gobierno provincial ( otro “desliz”, la muerte de una jovencita de 17 años, le costó el puesto al gobernador Díaz, pues el


prostíbulo era manejado por su cuñado y lo tenía, según se rumoreó, a él también como habitué). Leila y Patricia habrían “mejicaneado” a la banda, desviando fondos de los cargamentos de heroína que la muchacha habría t ransportado regularmente desde Tucumán. Concertando negocios por su cuenta, ambas muchachas habrían obtenido alguna ganancia adicional. Esto ocasionó su condena ( la cual debía ser “ejemplar”). La ocasión para ejecutarla habría sido el mencionado periplo ( donde habrían sometido a Leila a todo t ipo de torturas). Patricia en cambio, que era muy fuerte, habría opuesto gran resistencia, lo cual habría obligado a los delincuentes a asesinarla casi en el acto. Fin de esta parte de la historia. Lo que no t rasciende en la profusa información difundida por los medios, es que se ha precipitado al parecer una guerra de bandas. Sus detonantes principales habrían sido dos: • La voluntad inclaudicable de los padres de las chicas por conocer la verdad ( como fuera en el caso María Soledad***). • El intento de la gobernadora, Nina de Juárez, por aprovechar políticamente estos crímenes. Veamos. Nótese que uso el potencial, pues si bien se conocen estos datos, no es fácil encontrar elementos tangibles que puedan usarse como prueba fehaciente ante la “Justicia” local ( entrecomillada porque es absolutamente dependiente del la camarilla gobernante). Entonces, Musa Azar manejaría bandas delictivas con poder principalmente en t res rubros: • Robo de ganado, asalto a camiones con mercaderías en t ránsito, otras “tareas” en las amplias rutas santiagueñas. Estaría integrado por policías en actividad, parapoliciales y delincuentes comunes. • Prostitución y t ráfico de drogas. • “Seguridad” ( las principales empresas santiagueñas están integradas por sus agentes). Habría entrado en colisión con otras bandas de cuatreros ( en las cuales revistaría el grupo de Llugdar, hasta ahora el único procesado en la causa). También con otras bandas que operan en Seguridad ( como la que conduciría el mayor D´Amico, un militar santiagueño compañero de Rico en su rebelión contra el gobierno de Alfonsín, para evitar el juzgamiento de los genocidas de la dictadura, desde hace año protegido de los Juárez y


cuñado de un diputado nacional por Santiago del Estero), en juegos de azar, en drogas, etcétera. Como estas bandas operan constantemente para copar la sucesión de los Juárez ( ya muy ancianos), Nina habría querido repetir con el vicegobernador la jugada que le permit ió desembarazarse de Díaz, gobernador electo, para hacerse de nuevo con el poder ( ella fue elegida vicegobernadora, y con e l pretexto de “la moral”, como se sabe vieja t reta de las aristocracias corruptas, ya que Díaz se vio salpicado por el crimen de una chica en un prostíbulo regenteado por un pariente, lo destituyó). Así, aparecen implicados los hijos de Darío Moreno ( un ex simpatizante de Montoneros, otrora muy astuto, ahora prematuramente deteriorado quizá por excesos y las constantes disputas en el seno del poder). No supusieron aparentemente que se iba a desencadenar una gran movilización social. Anoche hubo grandes multitudes desfilando por Santiago. Hoy difunden constantemente sus imágenes todos los medios nacionales, incluso algunos internacionales. Participamos de estas movilizaciones con un partido formado recientemente, “Movimiento Vecinal”.

En 1990 publicamos en la revista Quipu de Cultura, que me tocó dirigir, un art ículo de mi compadre Alberto Tasso sobre lo que estaba sucediendo en Catamarca con María Soledad Morales. Luego de la gigantesca saga que se desenvolvió en la Argentina a partir de ese crimen, cuya descripción excede las posibilidades de esta breve nota, el Juez que resultó irreprochablemente elegido ( por presión popular) para dictaminar finalmente en la causa, tomó este artículo como sustentador de los fundamentos éticos sobre los cuales basaría su fallo. En este fallo se condenó, como se recordará, a un hijo de un diputado y uno de sus amigos, y sus repercusiones produjeron profundos cambios en la policía, así como el derribamiento del gobierno catamarqueño. Qué decía este artículo, cuyo valor se agiganta teniendo en cuenta que aún no había comenzado la catarata de reflexiones sobre estos temas que se desencadenó después. Veamos algunos de sus párrafos: “... No es ( una) convulsión azarosa [...] lo que está en cuestión, sino los movimientos sociales desatados a


partir, no de un crimen, como se dice con ingenua facilidad, sino de muchos años de oprimente silencio [...]. “... pocas dudas caben de que la política y la sociedad catamarqueña no serán al final las mismas que al comienzo. “[...] Desde luego, ese detonante [...] no podría haber actuado sin un enorme descontento popular [...] (Tal) . . . descontento no puede comprenderse sin tener en cuenta el t ipo de sociedad y economía catamarqueñas, y el de la polít ica local. [...]... hay muchos rasgos de Catamarca comunes a las provincias noroésticas: economía agraria y mucha población rural, vastos sectores populares que no participan políticamente y sobre los cuales se ejerce intensa manipulación para conducir su voto; r ígida división de clases con huellas estamentales y de casta que perduran desde el período colonial. “[...]... el enorme poder acumulado [...] ejemplifica el papel del peronismo en el noroeste, como una fuerza polít ica fuertemente conservadora, que desplazó a otros sectores polít icos, pero reforzó el modelo de la r ígida denominación social que estaba vigente desde hace muchos años. [...] “A partir del caso Morales, se empezó a evidenciar que ese sistema no había sido tan eficaz, o más bien que había requerido para muchos actores sociales un precio tan alto que ahora se sentían con capacidad de reaccionar. Las movilizaciones de la sociedad civil - que no son sectores organizados, sino masivas expresiones de repulsa sin código identificatorio alguno-, están cuestionando, en lo sustancial, la legit imidad del ejercicio del poder [...]. Hasta aquí las citas de este importante artículo de Tasso.**** Lo dicho allí puede aplicarse perfectamente a Santiago del Estero, en lo relacionado con el caso presente de las dos chicas asesinadas. Por aquella misma época, desde Quipu de cultura denunciábamos también el asesinato de Miriam Judith Herrera, de 17 años, presuntamente víctima de una patota dependiente del poder, cuya muerte –según versiones- pese a haberse encarcelado por breve período a un hombre, permanecería en realidad impune. Nos quedan muchos aspectos de la cuestión por desarrollar. Volveremos sobre estos en próximos artículos, que vamos a difundir por un flamante recurso de Internet, que estamos construyendo ahora: Indymedia Santiago del Estero. En tanto, esperamos que este


pequeño aporte haya servido para ubicar un poco mejor el sesgo subterráneo de lo que está sucediendo hoy en Santiago. Un saludo afectuoso para todos. Julio

* Musa Azar. Policía de origen árabe ( etnia de la cual proviene una gran parte de la población de Santiago del Estero: se notará que Leila también era hija de árabes). De simple agente, semianalfabeto, escaló a los más altos niveles. Promocionado por Carlos Arturo Juárez, fue muy útil a la dictadura militar, pues de acuerdo con las constancias publicadas en el l ibro Nunca Más, se especializó en la tortura y asesinato de detenidos políticos. En ese período fueron asesinados, aplicando los peores métodos imaginables, unos 40. 000 argentinos, en su mayoría jóvenes universitarios de entre 16 y 25 años. Las investigaciones publicadas en el l ibro Nunca Más, indicando algunos de los más conspicuos responsables de ese genocidio, fue r ealizada por una comisión gubernamental dirigida por el escritor Ernesto Sábato -bajo el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. Al regresar al poder, Juárez consolidó a Musa Azar. Este aumentó su poder, anudó alianzas con la plutocracia local y los nuevos dignatarios. Se le atribuye control sobre una gran porción de la actividad política, económica y particularmente policial en Santiago. ** El padre de Leila es un inmigrante palestino que l legó a esta provincia en 1975. Tiene en la actualidad unos 48 años. La madre, también de or igen árabe, trató de matar a Leila, cuando t enía 14 años... no lo consiguió, pero le dejó tr es balas calibre 22 adentro - dos de ellas cerca del cerebro. Luego de esto, la joven mujer se suicidó. Bashier estaba ausente. Al parecer no mantenía una relación muy armónica con su esposa, y probablemente por entonces ya vivían separados. *** El caso de María Soledad Morales fue parecido. Su muerte luego de una juerga con integrantes del poder catamarqueño, fue tomada como base para una película del talentoso director argentino Héctor Olivera. Además de su éxito de taquilla, esta sirvió - junto a la inaudita actividad de los medios masivos de difusión- para concientizar a la inmensa comunidad argentina de un esquema de corrupción feudal imperante en muchas provincias, cuyas víctimas solían resultar con fr ecuencia muchachitas como la mencionada. El largo juicio fue transmitido en vivo por varios canales de televisión, constituyendo f inalmente un verdadero plebiscito nacional donde la opinión pública t erminó obligando a l cambio de jueces, la revisión de las actuaciones tanto de la


policía como de los jueces, y la caída de una dinastía política gobernante (también de inmigrantes árabes) parecida en sus métodos políticos a la que ejercen Nina de Juárez y Carlos Arturo Juárez en Santiago. **** “ El caso Catamarca. Una sociedad contra el poder”. Alberto Tasso. En r evista Quipu de Cultura, página 16, Navidad de 1990. Se puede consultar el fallo final del juicio sobre el cr imen de María Soledad Morales, en cuyos fundamentos éticos se cita este artículo, en el sitio web del gobierno de la provincia de Catamarca, la sección Poder Judicial, “ Caso María Soledad Morales”.

CARTA Nº 9 Autonomía, Santiago del Estero, lunes, 21 de julio de 2003.

El presidente Carlos Menem visitó Santiago el año 1990. Su secretario personal habría hablado por teléfono con el correspondiente del gobernador Iturre, para recomendar la garantía de un detalle. El Primer Mandatario argentino habría solicitado “dos chicas, de entre 19 y 23 años, de buena familia, universitarias”. Que no se preocuparan aquí – habría dicho-: serían bien pagadas. La Presidencia de la Nación tendría – según esta versión- fondos reservados para esos pequeños “accesorios” de la labor presidencial. El secretario del gobernador, habría contestado que no, que cómo se le ocurría: Santiago también tenía recursos para atender asuntos de gobierno. Y además, como el presidente iba a comprobar, las mejores chicas, las más dulces y refinadas. El presidente llegaba al aeropuerto cerca del mediodía. Luego del consabido almuerzo y sus actividades oficiales, descansaría en las Termas de Río Hondo para regresar al día siguiente a Buenos Aires. Las chicas deberían esperarlo desde las nueve y media de la tarde, en la suite presidencial del lujoso hotel. Así se habría implementado. Dos muchachas muy bonitas, licenciadas universitarias, además de empleadas del gobierno, habrían esperado al por entonces sexagenario presidente, para evitar que el tedio cayera sobre sus horas, fuera de agenda. Esta versión me fue narrada por un alto funcionario gubernamental, unos días después de la visita de Menem a nuestra provincia.


No es que t ranscriba esta anécdota ahora, 13 años después, para demostrar la fr ívola, cicatera lubricidad del geronte que gobernó a 40 millones de argentinos durante dos períodos. Deben existir miles de situaciones semejantes en tal sentido, muchas de ellas públicas, lo cual convertiría a lo narrado en un simple chisme menor. Se t rata en cambio de sustentar el aserto de que los humanos no hemos podido construir un orden social armónico, justo y superior, porque venimos repitiendo los mismos errores durante más de cinco mil años. Hace 4700 años ya podía encontrarse un compendio de todo lo que la codicia o la sensualidad humana pueden disfrutar sobre el mundo, en cantidades absolutamente imposibles de ser gustadas por una sola persona aunque su existencia hubiera podido prolongarse por 500 años. La medición regular del t iempo con calendarios de 12 meses, en años de 365 días, se había ideado en Egipto, hace unos cinco mil años y era de uso regular. En muchos de los principales centros urbanizados del mundo se practicaba la prostitución “sagrada”. Esta consistía en que las familias debían conceder al templo de Ishtar - diosa altamente célebre por esas épocas- su mejor hija virgen, la más dulce y bella, para que durante cierto período del año se prostituyera, con el objeto de sostener el culto. Quiere decir que ya entonces - como ahora- los adinerados podían comprar incluso mejores muchachas que las obtenidas en Santiago por Menem ( difícilmente de carácter virginal). Ya el faraón Khufu ( Keops para los griegos), 4530 años atrás, había construido la Gran Pirámide, singular mansión mortuoria de 145 metros de alto y 226, 5 metros de ancho - lo cual representaba una superficie cubierta de 5 hectáreas. El lujo con que se dotó a sus habitaciones, la exquisitez de los decorados artíst icos en su interior, hacen que la mansión construida por Menem en Anillaco, represente un chiste, comparándola sólo con aquel lugar destinado... al cadáver de un gobernante. Imaginémonos lo que deben de haber sido las habitaciones de los palacios faraónicos. “Su majestad ha construido una residencia que lleva por nombre `Grande en Victorias´. Está entre Siria y Egipto, repleta de comida y provisiones. El sol sale y se pone en su horizonte. Todos han abandonado la ciudad donde vivían para establecerse en sus vecindades”, narra un papiro datado 3. 000 años atrás, refiriéndose a una de las mansiones donde vivió Ramsés II. Esta contaba con un “escaparate para grandes


fest ivales, con sus palacios decorados con azulejos de losa fina, dependencias con columnatas y puertas de granito”. Pi- Ramses era, según los textos antiguos “de hermosos balcones y patios deslumbrantes de turquesa y lapizlázuli [...] Los jóvenes visten de manera fest iva durante el día y se acicalan el pelo con aceite. Durante los fest ivales los vemos junto a las puertas de sus casas sosteniendo ramas de árbol. [...] Aquí ( están) los edificios gubernamentales, las mansiones para los altos funcionarios, almacenes repletos de grano y los templos dedicados a Re, Seth, Amón y Ptah.” ( 1) Cuando el faraón Ramsés II consolidó la gloria material de Egipto, hacia 1320 a C, las clases dominantes de aquel imperio podían considerarse como las más refinadas del mundo. Y posiblemente no hayan existido luego grupos aristocráticos de mayor solidez cultural, económica, militar, política y religiosa que ellos. Por lo que se refiere a poder militar y tácticas bélicas de opresión, los asirios habían desplegado básicamente todo lo que se podía esperar de la vesania humana. Solían tomar miles de prisioneros, para hacerlos sentar sobre largos palos puntiagudos, con los que flanqueaban kilómetros enteros de sus recorridos: desangrándose, las víctimas debían servir de muestra de su capacidad guerrera para mantener el “respeto” de los viajeros. “Este pueblo feroz adoraba al severo dios Assur. [...] Los oficiales del ejército eran también sacerdotes, y la palabra “rebelde” significaba lo mismo que “pecador”, es decir, un hombre merecedor de ser castigado con la máxima severidad. [...] Después de una victoria, se degollaba a los prisioneros mientras celebrábanse r itos religiosos. Los asirios no aportaron beneficio alguno a los pueblos por ellos sometidos. Por el contrario, pillaban todas las t ierras”, además de mujeres y bienes. “Tiglath Phileser I, refiriéndose a sus víctimas, se vanagloriaba así: ` Yo he hecho correr su sangre en los valles y en los altos lugares de las montañas. Corté sus cabezas, y, fuera de sus ciudades, como montones de granos las apilé. Sus despojos y posesiones en número incontable t ransporté´.” Pese a ello, nuestro narrador, el vizconde Montgomery de Alamein, expresa a continuación: “[...] esta política era realista. Situada en una zona infecunda del alto Tigris, Asiria tenía la


alternativa de permanecer pequeña y pobre, o de hacerse r ica por la conquista. Si había de expandirse, tenía que asegurar sus fronteras oriental y meridional, y dominar completamente en el Norte y el Oeste.” ( 2) Yo tengo una grabación de la voz de un anciano, ex embajador de la República de Iraq en la Argentina, mientras caían las bombas sobre Bagdad, durante la reciente invasión norteamericana. La tomé de la radio. Confieso que no pude contener mis lágrimas mientras lo escuchaba: el hombre no podía creer lo que le sucedía, ver su ciudad destruida, recibir en su casa a mujeres y niños aterrorizados, sin agua, sin luz, en las calles cadáveres por todos lados mientras las bombas - cada una de un costo rondando el millón de dólares- despedazaban sistemáticamente la otrora gran capital. La valoración del “realismo militar” que t iene Montgomery, y la concepción malthusiana desplegada en sus escritos arrojan pistas no sólo sobre las concepciones expansionistas que alentaron los autores del imperialismo británico, sino también sus mejores alumnos, los anglosajones norteamericanos. Pero como se percibe observando a los asirios, no inventaron casi nada, si hacemos abstracción de la tecnología.

A los 26 años me tocó estar preso de la dictadura militar argentina ( 1976- 1983). Ellos nos habían hacinado en condiciones inferiores a las que se otorgan a los animales. La cárcel de Córdoba tenía en sus pabellones “comunes” celdas para cinco y diez personas. Introduciendo cuchetas ( camastros metálicos dobles, uno arriba del otro) podían meter a más prisioneros. El gobierno anterior había construido pabellones especiales, “celulares”, con celdas individuales para los presos polít icos, pues se nos consideraba de “máxima peligrosidad”. Finalmente habían alojado allí a las mujeres. La celda que me tocó habitar estaba ocupada por 27 compañeros. A los veinte que entrábamos en cuchetas se agregaban otros que habían llenado el espacio con camastros simples, dejando apenas un pequeño pasillo. Los militares entraban para golpearnos y asesinarnos durante la noche o en cualquier momento, debido a lo cual, habíamos dispuesto rotar en los lugares que ocupábamos para dormir. Ello en razón de que cuando entraban bruscamente a las celdas, los primeros en


recibir los golpes eran quienes dormían más cerca de la puerta. Por ello pude ver, una noche que me tocó dormir exactamente delante de la puerta, en una cama simple, cómo sacaron a Larguirucho para asesinarlo. “Larguirucho” Tramontini era un joven de 24 años, estudiante universitario de violoncello, que había caído preso en el 75, durante el copamiento de cierta unidad militar. Muy alto, tenía algún parecido en su rasgos a ese actor norteamericano de los 50, Cary Grant. Decían que su esposa era muy bella, que tenía cabellos rubios y vaporosos; decían que su hijito, también muy rubio, era algo bonito de ver. Eso decían los compañeros –no muchos- que habían estado presos desde el periodo democrático, cuando los presos políticos estaban bajo el régimen constitucional y podían recibir visitas. La joven esposa de Larguirucho lo venía a visitar t rayendo su hijito desde Sintra, una localidad cordobesa entre las serranías. Recuerdo que escuché el ruido del candado en la puerta metálica y levanté apenas la cabeza en la oscuridad - la puerta estaba a unos t res metros y medio de mi cama, hacia los pies. Para ese entonces - invierno de 1976- ya había aprendido a no moverme cuando entraban los milicos, sin que ellos me lo indicaran. La puerta se abrió bruscamente y vi t res oficiales. Llevaban cascos, la luz del techo arrojaba sombra sobre sus ojos, uno de ellos, muy joven, con bigote rubio, miró hacia donde yo dormía: tenía ojos azules, en ellos t it ilaba la muerte. Me estremecí. Venían rodeados de suboficiales, hasta donde se podía ver, cargando fusiles FAL, bayonetas caladas, pistolas al cinto. Uno de ellos - gigantesco, o así me pareció- se asomó al umbral y gritó: “Tramontini”. A Larguirucho le había tocado en suerte dormir hacia el fondo de la celda esta vez, pero no le sirvió de nada. Vi como lo obligaban a bajar la cabeza, para vendar sus ojos. Vi como le ataban las muñecas, con una gruesa soga vinílica, sobre la espalda. Luego todos debíamos dormirnos. No iba a ser el primer compañero que mataban. Los llevaban a un campo militar, los hacían arrodillar y les daban un t iro en la nuca. Solían rematarlo con otro de calibre mayor en el corazón, pero esto variaba: podían acribillarlo con ráfagas de metralla, o torturarlo antes. Todavía no habíamos recibido ninguna noticia sobre la suerte de Larguirucho, cuando algunos compañeros,


después de algún rodeo, empezaron a proponer el reparto de sus pertenencias. Estas eran tan miserables, que daba vergüenza la sola idea de que alguien las pidiera: una colchita, un par de sábanas mugrientas, ¡un poncho!... dos pares de medias, ¡un calzoncillo largo!... Nadie se opuso y dos o t res compañeros comenzaron a alegar sus carencias, argumentando sufrir de sabañones o cosas así, para sustentar sus mayores derechos a la propiedad de los bienes. ¡Me parecieron mercachifles regateando con astucia en el mercado para obtener mayores ganancias!... Como Larguirucho había s ido uno de mis mejores amigos, me dieron ganas de llorar. Pero logré contenerme y creo que lo disimulé. Es que los militares nos habían quitado todo lo que pudiera brindarnos un mínimo confort. Durante ese invierno en que la temperatura llegaba a los cinco grados bajo cero, habían ret irado las frazadas, dejándonos solamente con una colcha. Se ocuparon de romper a culatazos los vidrios de las ventanas, para hacernos sentir el r igor del aire fr ío. Como nosotros tapamos los huecos luego, con pedazos de plástico obtenidos de bolsas vacías, nos obligaron a quitarlos uno por uno. Me tocó estar en la planta alta, por lo cual el fr ío era mayor. Por lo demás, sólo nos sacaban una vez por día para ir al baño, diez minutos a cada celda, a eso de las siete de la mañana. Los guardiacárceles nos permitían tener en cada celda un tarro, fabricado con los de hojalata que originalmente contenían cinco lit ros de aceite. Allí orinábamos y algunos con problemas de regulación también defecaban durante la noche. Se imaginará entonces el olor que había en las celdas, ocupadas normalmente por veinte o t reinta prisioneros. Si a esto se agrega que únicamente nos daban unos minutos más para bañarnos, los sábados por la mañana, puede completarse el panorama. A veces, no abrían las celdas por un día entero. Sin darnos ninguna explicación. ¿Para qué? Si estábamos todos “muertos”, como nos anunció a los gritos el general Sasiaiñ, al “inaugurar” este régimen. Nos habían quitado hojitas de afeitar, t ijeras, espejos, peines. Así que a los t res meses ya teníamos el pelo largo, al igual que la barba. A algunos se nos habían hecho llagas bajo la pelambrera, por la fa lta de higiene. Se había reducido la comida a: un pan, que se repartía por la mañana con el matecocido - muy acuoso y sin azúcar-; una sopa, al mediodía, otra vez

matecocido


chirle a eso de las t res de la tarde y nuevamente sopa a las seis de la tarde. El pan debía durarnos para acompañar todas las “comidas”. Los que estaban desde antes del golpe de estado recordaban que solían ser grandes y se repartían a discreción, por lo cual nadie solía preocuparse por el pan. Los militares habían rebajado su tamaño, “por razones de presupuesto” hasta un volumen que nos parecía dolorosamente pequeñito. Dos veces por semana servían platos “de lujo”: polenta y guiso de lentejas. Estos solían ser consistentes, a diferencia de la sopa, y llegaban más calientes. Por ello se los esperaba con ansias. Como para hacer el reparto de comida se solicitaban “voluntarios”, luego de r íspidas discusiones “políticas” se había convenido entre las organizaciones que ocupábamos las celdas ir rotando también en este ofrecimiento cotidiano. Es que los dos designados para el reparto, “obviamente”... ¡ favorecían a sus celdas!... Se había llegado al extremo de que cuando alcanzaban las celdas del fondo las ollas habían sido completamente vaciadas de los t rozos de carne u otro elemento sustancioso, llegando al final sólo el líquido chirle y fr ío... ( Puse entre comillas “obviamente” pues se suponía que nosotros, aún perteneciendo a organizaciones políticas diferentes, teníamos en común nuestra lucha por el Hombre Nuevo, cuyo modelo propusiera nuestro también comúnmente admirado Ché Guevara, y que debíamos empezar construyéndolo en nosotros mismos... ¡Pero al caer en situaciones crít icas nos disputábamos un t rocito de carne, o nos abalanzábamos como buitres sobre las pertenencias de un compañero muerto!...) Hacía poco habían t raído desde Cruz del Eje a un compañero del PRT. Era un muchacho reservado y bonachón, periodista, a quien calculé unos t reinta años. Cierto día se sentó frente a mí y repentinamente me dijo: “acercá tu plato”. Lo miré sorprendido: “¿qué quieres hacer?”, pregunté. “Te voy a pasar un poco de carne... a mí me ha tocado mucho, vos no t ienes nada”. Tenía razón, llegando al final del reparto, había comido ya un pedacito pequeñísimo que me tocara y lidiaba con el líquido solo, haciendo durar el pan. ¡Pero a él tampoco le habían tocado más que dos pedazos! ¡ No los había comido y pretendía dármelos!... Cuando los ojos de todos recorrían como halcones los platos de los demás, acechando el altamente hipotético caso de que


alguien, por descompostura o stress, pudiera renunciar a algún pedacito de comida para pedírselo, que alguien ofreciera la suya resultaba una anomalía increíble!... Yo había observado ya que Andrés Cañas - pues de él se t rataba- había cedido espontáneamente la mitad de su pan a otro compañero, lo cual resultaba igualmente inaudito. A partir de allí, no dejé de ver que cada día, con todas las comidas, este compañero renunciaba una y otra vez a un pedazo de carne, a parte de su pan... ¡a veces a su pan entero, cuando veía que otro compañero estaba sumamente decaído!... ¿Cómo podía hacerlo? Confieso con vergüenza que no sólo jamás renuncié s iquiera a un pedacito de carne o hueso con filamentos durante ese periodo aciago, ni a un poco de polenta o guiso caliente, ni a un pedazo de pan, no sólo jamás compartí mi comida, sino que además acepté varias veces el pedazo de pan que Cañas me ofrecía con obstinada insistencia, o su única carne para comérmela. Andrés Cañas era el único compañero en ejercer tal conducta, entre 27 revolucionarios guevaristas que ocupábamos esa celda. Lo he visto renunciar no sólo a comida, sino quitarse su saquito viejo, de lana, que quién sabe cómo había podido salvar de la depredación militar, para dárselo inapelablemente a un compañero que t ir it aba, atacado por la gripe y e l fr ío de ese s it io t remendo. No he podido olvidarlo en todos estos años, y aprovechando que el domingo pasado se celebró el Día del Amigo en la Argentina, he querido hoy recordarlo. Pero no sólo por ser mi amigo, sino porque, así como la anécdota de Menem sirvió para demostrar que la estulticia y la cicatería pueden repetirse una y otra vez a lo largo de la historia, no importa el grado de saciedad alcanzado por sus generalmente poderosísimos sustentadores, también existe en los humanos la nobleza sublime, esa generosidad sin condiciones que nos puede convertir en “semejantes a los ángeles”. Hacia el año 2002 supe algo, por fin, de Cañas. Que la editorial Colihue había publicado un libro, Caminos de Nuestra América, donde mi amigo de la cárcel volcara conversaciones con el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, e l uruguayo Eleuterio Fernández


Huidobro y el venezolano Hugo Chávez, entre otros. ( 3) También supe que ahora vive otra vez en Córdoba, muy sencillamente. Y comenzamos a escribirnos y llamarnos por teléfono de vez en cuando. Él no debe imaginar que yo recuerdo todo lo que conté antes. De haberle consultado jamás me hubiese permitido publicarlo. Pero menos mal que lo hice. Pues Andrés Cañas comparte con nosotros las Cartas, en esta lista... y ya no podrá impedirme el haberlo mencionado. ¡Un abrazo, Andrés! Estimados lectores y colaboradores, ahora dejaré a vuestras elevadas inteligencias el extraer conclusiones. Y ahora mismo me despido, hasta la próxima oportunidad. Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina. • Ramsés II. Faraón de Egipto . (Ramses II: Magnificence on the Nile; Equipo científico coordinado por David O´Connor, Rita E. Freed, Kenneth A. Kitchen.) Traducción al español: Miguel Izquierdo. Time Life Books Inc. Editado en España por Ediciones Folio, Barcelona 1995. • Mariscal Montgomery, Vizconde de Alamein. Historia del Arte de la Guerra . Traducción: Juan García Puente. Editorial Aguilar, Madrid, España, 1969. • Andrés Cañas. Caminos de Nuestra América . Editorial Colihue, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1999. En su contraportada dice: “ El periodista argentino Andrés Cañas convoca en Caminos de nuestra América a figuras representativas de diversas experiencias. Dialogan, en sus páginas políticos de acción y pensamiento, protagonistas todos de intensas epopeyas: el boliviano Juan Lechín Oquendo, el uruguayo Eleuterio Fernández Huidobro, los argentinos Adolfo Pérez Esquivel, Andrés Framini y Carlos O. Suárez, los venezolanos Lino Martínez y el comandante Hugo Chávez Frías, hoy presidente constitucional de su país; el colombiano Javier Calderón, el cubano Fernando Martínez Heredia y el mexicano por adopción Enrique Dussel. “ Cañas ha estructurado lo que inicialmente fueron entrevistas individuales en una mesa redonda virtual en la que f luyen las ideas con la espontaneidad propia de los más apasionados debates. Están allí Lechín, quien encabezó un movimiento insurreccional obrero campesino; Fernández Huidobro, jefe de la guerrilla tupamara; Javier Calderón, representante de los alzados colombianos; Martínez Heredia, vocero de la única ciudadela socialista vigorosa y en pie; está también el presidente Chávez quien


expresa el renacer, en los albores del s iglo XXI y a contramano de las opiniones modernizantes que postulaban su agotamiento, del modelo de caudillo militar nacionalista de tanta tradición en América Latina. “ Intelectuales y políticos comprometidos con las fuerzas populares expresan caminos divergentes que confluyen, s in embargo, en la meta que los guía y que compartimos: la lucha por la dignidad humana en nuestra t ierra. “ Los t estimonios de las f iguras reunidas aquí, sus lecturas del pasado, sus análisis del duro presente y sus visiones del rostro futuro de la Patria Grande hacen de éste un l ibro necesario para afrontar el desánimo y comenzar a andar los nuevos caminos.”

Fecundas cartas Me han parecido muy sabias todas las cartas, hasta ahora. Me gustaría una reflexión sobre el tema del suicidio y la poesía. El espíritu de autoaniquilación ligado a la poesía. Hay un problema de fondo: un tabú, o una lógica de la conducta común, le ha negado compasión históricamente a los que caen bajo la desgracia del suicidio: tienen su círculo en el infierno, su excomunión en la tierra, etcétera. En muchas partes, como en Inglaterra, se llegó al extremo absurdo de condenar a muerte a quienes cometían el delito de intentar suicidarse. El tema es duro y resbaladizo. Ahí lo dejo. Francis Sánchez Ciego de Ávila, Cuba

Respuesta ACERCA DEL SUICIDIO

Autonomía, Santiago del Estero, 24 de junio de 2003

Hacia octubre de 1976 el diario argentino La Nación dedicó toda una primera plana de su sección Cultura a un artículo asumido por “Mons. Dr. Octavio Derissi”, que comenzaba narrando el suicidio de Cesare Pavese. Derissi - a la sazón obispo auxiliar de La Plata y rector de la Universidad Católica Argentina- atribuía el suicidio de este gigantesco poeta al “vacío


existencial”. Según aquel artículo - que regresaba una y otra vez sobre el ejemploPavese, a t ravés del cultivo exquisito de su alma, había alcanzado alturas vertiginosas con la evolución de su pensamiento. Pero “por ser comunista - y por tanto ateo-” su imaginación no le habría permitido “encontrar a Dios”. Pavese habría ascendido, entonces, a la más altas cimas con su imaginación... sólo para encontrar que allí... ¡ no había nada!... Y si el ser existía para girar finalmente en torno de la Nada... pues no valía la pena existir. Todo esfuerzo espiritual, por encima de su feracidad objetiva, resultaba inútil. Pese a la oportunidad de esta publicación ( la Argentina vivía bajo una sangrienta dictadura militar anticomunista) y la t rayectoria del autor (del más estricto conservadorismo ideológico) su argumentación persuadía, entre otras cosas por su prolija coherencia interna. El licenciado Ferrera De Castro me resultaba antipático a la distancia. Lo conocía por los diarios y lo había visto de cerca sólo una vez, cargando nafta a su poderoso auto en una estación de servicio. Por ese entonces era un importante funcionario con rango ministerial, en e l gobierno de Carlos Arturo Juárez. Su mejor amigo era Juan José Laprovitta ( un médico ultraderechista, acusado de torturar a militantes de izquierda en Córdoba), en aquel momento ministro de Bienestar Social. A su autoridad oficial, Ferrera de Castro sumaba un at ildamiento indumentario que podía resultar insoportable. De frente muy ancha, su cabello lucía brillante y perfectamente alisado hacia atrás, a la gomina. Perpetuamente de t raje, se captaban brillos leves pero suntuosos desde sus carísimas corbatas o sus puños. Por lo demás, era porteño,* llevaba una barbita recortada escrupulosamente alrededor de su boca despectiva - lo cual refería un aire seguramente buscado a la iconografía de los Habsburgo-, su gestualidad era la propia de personajes acostumbrados a considerarse impunes. Se comprenderá entonces que me recorriera un estremecimiento cuando se acercó a ofrecerme su mano en 1991, durante un acto de homenaje a un anciano escritor, organizado por la revista Quipu de Cultura en la librería Dimensión. Por cierto luego que hubieran t ranscurrido un par de minutos como para no resultar


grosero, aprovechando mi carácter de organizador y el estar compartiendo la conversación con una bonita chica, me aparté raudamente, hacia el otro extremo de la sala. Como unos quince días después, se presentó de repente en la librería Dimensión - donde por entonces yo t rabajaba. De sólo verlo entrar volví a experimentar un escalofrío; pero esta vez no tendría escapatoria. Era una siesta de extremado calor, aparte de nosotros dos y los mozos del bar, no había casi nadie en toda la extensa galería. Se dir igió rectamente a mí, para decirme que había leído ya dos veces una novela breve que por entonces publicáramos. Releía una y otra vez algunos de sus párrafos, dijo ( para probarlo me mostró el libro: estaba nerviosamente subrayado, con profusas anotaciones, hechas con letra elegante y abigarrada en los márgenes); en e llos, se había sentido identificado. Volvió a recorrerme un estremecimiento cuando me dio a leer el pasaje en el cual se sint ió expresado. Este narraba un momento culminante en la depresión del personaje, quien se había abandonado, cayendo en una especie de catalepsia, de la cual lo salvaron forzando la puerta de su departamento. ( 1) Después de aquella presentación más extensa “Chacho” - lo llamaban así familiarmente-, me visitó casi todos los días. Confieso que hasta el últ imo de ellos esto siguió resultando para mí un t rago difícil: además de las características referidas brevemente, Chacho cargaba en su bagaje ideológico pautas fundadas en un catolicismo lefebvriano, develando a cada t ramo de la conversación sus pilares intelectuales: los más conspicuos exponentes de la ultraderecha argentina, anticomunista, antisionista, antisinarquista, etcétera. El único punto de coincidencia indudable que hallábamos - y al cual apelábamos continuamente- era una profunda convicción interior sobre la existencia de Dios. Algo se había resquebrajado en su estructura ideológica fascista, sin embargo. Abordaba de pronto los temas políticos desde un nacionalismo antiimperialista, la doctrina crist iana esforzándose por destacar aspectos socializantes. Esto se percibía también en su exterior: si bien seguía usando sus ropas muy caras, las llevaba ahora con cierto descuido; la barba no lucía ya meticulosamente recortada, llegando incluso a presentar algunas tardes, en el espacio que debía ser estrictamente rasurado, una extendida sombra de pequeños pelos sin


afeitar. Su pelo, lacio, liso, muy fino, ¡ le caía un poco sobre la frente a veces!; al parecer se olvidaba ahora de endurecerlo con fijador. La repetición de sus visitas me fue permitiendo vislumbrar una extraordinaria complejidad en su carácter. Había comenzado a t rabajar como periodista en el Nuevo Diario; algunos de sus cuentos fueron publicados en la sección cultural. ¡Escribía muy bien!... En sucesivos encuentros fui enterándome que atravesaba dificultades económicas, pero principalmente existenciales. Era o se había convertido en alcohólico, aunque esto era muy difícil de percibir s i no se lo conocía de muy cerca. ** Cuando disponía de algún dinero insist ía en invitarme a comer algo; un par de veces acepté. El breve período que duró ese acercamiento bastó para enterarme de sus mayores t ribulaciones: su esposa, según él, no solamente lo había arruinado desde un punto de vista económico, sino le impedía ahora participar en e l afecto de sus hijos. Ella era una jueza, miembro de la poderosísima “Rama Femenina” del partido gobernante, lo cual le había permit ido prácticamente proscribirlo – me contó. Algún t iempo después ( creo que durante el verano de 1992), Chacho se suicidó. Habitaba solo en una casa alejada del centro. Lo encontraron dos días después de haberse pegado un t iro en la cabeza, con el cuerpo ya un poco hinchado por la descomposición. En 1969, José María Arguedas, extraordinario novelista peruano, se suicidó en Chile. Algunos exégetas especularon sobre la influencia sobre su destino de la tensión por pertenecer a una raza despreciada, réproba, agobiada por tantas humillaciones como es la indígena. Esto parece ser un tema obsesionante para los peruanos, ya que se presenta con machacona recurrencia en sus obras literarias. Se ensayaba en tal sentido un paralelo con la historia personal de César Vallejo, otro peruano genial, extrañado y muerto en París. Se ensayó, entonces, como posible razón para el suicidio la de pertenecer a una raza de parias. Pero en el verano de 1962 se había suicidado Marylin Monroe. Tal vez tomara como ejemplo a Miroslava Stern, de 29 años, de quien se había dicho que “no pudo soportar el hastío y la soledad”, matándose con


barbitúricos a los 29 años. Ambas eran hermosas hasta el vértigo, famosos, r icas, aduladas en privado y en público, pertenecientes a las razas consideradas como las más evolucionadas de la especie. Poco antes del fin de siglo se pegó un t iro Kurt Covain, líder del grupo Nirvana. No podía atribuirse el suicidio al fracaso, ni a la pobreza, ni a la soledad, ni al sentimiento de pertenecer a una raza despreciada. Kurt era blanco, anglosajón, adinerado. Se culpó entonces de esa decisión al frenesí inducido en su mentalidad por el consumo de drogas. Hace una semana se suicidó en La Banda - ArgentinaNelly Orieta. Nelly era pintora - principalmente grabadora-. Tenía un sólido prestigio regional, una posición económica estable, su personalidad era t ranquila, t radicionalista y conservadora, mas de carácter tolerante en su ideología. Jamás consumió drogas de ningún t ipo, estaba ya jubilada como profesora de Artes. Gozaba de la admiración por su obra, el afecto y el respeto de toda la sociedad. Como puede inferirse de los pocos ejemplos humanos tomados arriba sintéticamente, difícilmente pueda atribuirse sólo a la carencia de fe religiosa motivaciones suicidas. Los dos primeros ejemplos muestran a un comunista- ateo y a un fascista- religioso desembocando unívocamente en un desenlace similar. Asimismo podrán encontrarse comunistas- ateos exuberantes y gozadores de la vida hasta el últ imo aliento, como Jorge Amado, Pablo Picasso, Alberti, etcétera, y también fascistas que jamás hubieran pensado en quitarse la vida e incluso mantuvieron hasta el final de sus días actitudes sumamente vitales. Como Camilo José Cela, quien se murió de viejo, no sin antes haber obtenido el Premio Nóbel. Podríamos continuar esta línea de razonamiento con los ejemplos contrapuestos que se enunciaron a continuación: Arguedas- Marylin Monroe; Kurt Covain- Nelly Orieta. Puede hallarse entre los suicidas gran variedad de características disímiles: unos vivían solos, otros rodeados por sus familiares o amigos; hay entre ellos quienes se drogaban, otros ni siquiera conocían esto. Lo cual me induce a pensar que las motivaciones para el suicidio pueden surgir en cualquier sector de la sociedad, dentro de cualquier cultura, a cualquier edad, en cualquier momento histórico. Responden, en instancia


últ ima a factores muy individuales, cuya generalización podría ser, desde un punto de vista de la responsabilidad intelectual, poco recomendable. Respecto de las reacciones condenatorias, al sentimiento de extendida desazón, al fast idio u obstinada voluntad de ocultamiento que induce en quienes quedamos vivos, tampoco siento la seguridad suficiente como para poder explicar sus orígenes. Es sabido que la t radición crist iana coloca al suicidio entre las mayores desgracias para el alma, la cual deberá purgar su error en diversos purgatorios, de acuerdo a casi todas las interpretaciones. Comparte esta concepción con la mayoría de las grandes religiones. Pero también la t radición esotérica - al menos su vertiente “blanca”- considera a dicho acto como una de las peores calamidades espirituales. “El acto de quitarse violenta y voluntariamente la vida - dice el Diccionario Esotérico de Zaniah- origina al causante el más last imoso estado. Un inexpresable y angustioso sentimiento de vacuidad y el poder de observar a aquellos a quienes ha last imado con su muerte violenta, le hacen sentirse más vivo que nunca. La parte del aura ovoide en que generalmente se encuentra el cuerpo denso se vacía y aunque el cuerpo de deseos adopta la forma del cuerpo denso perdido, se siente como si fuera una cáscara hueca, porque el arquetipo creador del cuerpo en la región del pensamiento concreto persiste como molde vacío durante tanto t iempo como debió vivir el cuerpo denso.” ( 2) Es un criterio común por otra parte, en las doctrinas reencarnacionistas, que el suicida volverá a este mundo luego de un periodo acotado. Y nuevamente deberá enfrentar las condiciones que lo sumieron en la desesperación, hasta encontrar la forma de superarlas.

En relación con el suicidio y la poesía: creo que los artistas, por su oficio, suelen desarrollar un grado superior de sensibilidad. Ello los hace altamente proclives a caer en estados depresivos - o de exaltación eufórica- en circunstancias que podrían resultar normales a la mayoría de las personas. Tienen, en compensación, la ventaja de poder canalizar a t ravés de su obra estos sentimientos, sin necesidad de llevarlos a la realidad en su experiencia personal - de hecho, un verdadero artista vive efectivamente su obra en el momento de crearla. ( 3)


Por ello me parece que un poeta, un pintor, o un novelista, aún con tendencias a t ratar el tema del suicidio o la muerte, es menos probable que caiga verdaderamente en ellos. No así las personas normales, quienes carecen del recurso de representar simbólicamente su fallecimiento, debiendo efectuar la experiencia en su propio cuerpo. El haber t rascendido numerosos suicidios de poetas se debe, según creo, no a que efectivamente esta decisión se verifique en mayor cantidad, sino a su carácter de personajes generalmente conocidos.

Nos queda el recurso biológico. Vitus Dröscher narra que el calamar hembra, luego de poner sus huevos “deja de producir jugos gástricos” y por lo tanto de comer. “Al cabo de cuarenta y dos días los nuevos calamarcitos salen de sus huevos. Poco después la madre muere. [...] Jerome Wodinsky [...] extirpó dos glándulas ( situadas detrás de los ojos)” a un calamar hembra. “[...]... el animal vivió nueve meses más. Además, durante todo ese t iempo siguió comiendo [...] con buen apetito. Entre otras presas, devoró también a sus propios hijos”. Döscher concluye, entonces, que estas glándulas, a las que llama “mortuorias” podrían ser un mecanismo dispuesto por un orden natural, que forzaría a los animales a la autoeliminación, cuando pueden convertirse en un peligro extremo para la supervivencia de su especie. ¿Podría atribuirse, quizá, la compulsión psicológica hacia el suicidio a alguna “glándula mortuoria” oculta en el organismo humano, sea en su cuerpo biológico o en el “metafísico”? Esto, si seguimos el razonamiento de Dröscher, debería ocurrir cuando el humano afectado se convierte en una amenaza para sus congéneres. Pese a la sugestiva tentación que este ejemplo ofrece, resulta, a poco de reflexionar, de difícil aplicación. Existen entre los humanos numerosísimos casos contrarios - entre los cuales podemos mencionar al azar los de Iván el Terrible, Stalin, Pinochet, Pol Poth o George W. Bush- para impedirnos, por simple estadística, tal criterio. ¿Conclusión? Creo que junto al arrebatamiento amoroso, la renuncia a las convenciones sociales, y otras decisiones “locas” de algunos humanos con frecuencia precipitadoras de


vuelcos importantes no solamente en sus vidas, como en el caso de San Francisco de Asís, sino de toda la sociedad-, la del suicidio pertenece al ámbito de los misterios insondables del espíritu humano. Aquellos que únicamente ese ego, único en toda la historia, podría develar. Misterios que, desgraciadamente, suele llevarse a la tumba ( o al Más Allá), sin darnos ninguna oportunidad científica de conocerlos en el plano material. Personalmente, opino que el estado psíquico previo al suicidio constituye una anomalía. ( No incluyo en esta caracterización ni al “suicidio asist ido”, como se lo llama hoy, ni a los “atentados suicidas”. Estos no constituyen, según mi criterio, suicidios en un sentido estricto, por lo cual no son considerados aquí). Un agudísimo estado depresivo suele preceder al suicidio; es lo que me induce a considerarlo como una enfermedad. Dado que su factor determinante es profundamente interior, creo posible hallar, también, el antídoto únicamente en nosotros mismos. Para producirlo, est imo que son necesarios: un cuerpo sano, una mente lúcida, un corazón capaz de encontrar la felicidad – incluso sin la intervención directa de factores externos. Estos requisitos no son algo muy fácil de obtener, pero tampoco inalcanzables, aunque pueda ser necesaria toda una vida para ello. Sería muy extenso profundizar en esto; además, seguramente volveremos sobre cuestiones relacionadas una y otra vez, a lo largo de nuestras Cartas. Por ahora, debo despedirme, hasta el próximo encuentro. Con un saludo afectuoso. Julio

* Se l lama “ porteños” en la Argentina a las personas oriundas de la Capital Federal (Buenos Aires). Sus modales ostentan una actitud extremadamente competitiva, propia sin duda de las grandes urbes. Ello, unido a su tonada (altisonante, de pronunciación veloz, posiblemente influida por los alt ís imos niveles de inmigración italiana que constituyeron su etnia) su “ sinceridad” impaciente, y cierta escrupulosidad atildada en el vestuario, provoca la percepción de su presencia como irritativa y pedantesca en las sociedades del interior argentino, generalmente de modales controlados, de aliños menos esmerados, de aproximación menos directa a las cuestiones más conflictivas de la relación social. Debemos aclarar, pese a ello, que la modestia formal de los provincianos para nada significa una


generalizada superioridad espiritual. El provinciano argentino con fr ecuencia es astuto, ladino, egoísta, y puede l legar a ser efectivamente mucho más peligroso o cruel que cualquier porteño. Sólo que por condicionamientos históricos y una tradición arcaica, ha modelado su personalidad dentro de una cultura sinuosa. Menem viene a ser un arquetipo de esta actitud, falsamente humilde pero verdaderamente maquiavélica, presente en las poblaciones del interior con mucho mayor porcentaje de lo que suele imaginarse. • He aquí parte de los párrafos que Ferrera había subrayado: “ Decidí, luego de un t iempo breve en ese estado, renunciar a mi trabajo y aislarme en el departamento. El murmullo de la ciudad y los hábitos de la gente se me habían vuelto insoportables. Adelgacé nuevamente muchos kilos. Pedía por teléfono los envíos de comestibles, y padecía una angustia mortal en la espera, por el t error de ver al empleado que los traía. Sólo veía t elevisión y dormía. La barba me creció hasta el cuello. [. . . ] “ Entré en el peor período de mi vida. El cuerpo se me empezó a sacudir por los t emblores; ya no pude levantarme del sofá. Dormía de a ratos, con tr es almohadones bajo mis espaldas, frente a l t elevisor encendido; veía o soñaba escenas catastróficas, donde se mezclaban Nina Hagen, el Papa, Videla y batallas y campos humeantes con sonidos de ráfagas de metralla. “ Una noche me dormí más hondamente que las anteriores y desperté en el hospital de policía. Un vecino había denunciado que en mi departamento sucedía algo sospechoso, y los policías, rompiendo la puerta, se habían hallado con el caos que era mi hogar entonces, y conmigo t irado, con aspecto de muerto, ante el t elevisor encendido con la pantalla en blanco.” (Abelardo , capítulos 17, Pág. 107 y 18, Pág. 110; editorial Dimensión, Santiago del Estero, Argentina, 1991.) ** Había hecho acuerdos con los empleados de las confiterías que frecuentaba. Así, en presencia de extraños, l lamaba al mesero y con ademán señorial le decía: “ Otro vaso de agua... bien l leno y con hielo”. Un amigo común me hizo caer en la cuenta que ese “ vaso de agua” -r epetido con vertiginosa frecuencia- contenía, en realidad... ginebra. • Zaniah. Diccionario Esotérico. Sexta edición, corregida y aumentada. Pág. 435. Editorial Kier, Buenos Aires, 1992. • Hallo un ejemplo - entre los innumerables que podrían darse- de esta facultad de morir y r enacer por la poesía, en esta bella composición de Rafael Morales:

ALBA NOCTURNA Tan clara era la noche,


tan plenamente aurora de la luna, tan t ierno amanecer terco de estrellas, que no sabía si llamarla Concha. Qué lejos ya la hora que una mañana pura alzó sus naranjales, los tempranos celindros de tu cálida nieve y abrió lenta la t ierna corola de tus labios. Pero en la noche llegas aurora siempre de mi sangre tuya, pero en la noche llegas con tus frescos jardines y amaneces continua abriendo en la t r isteza que la sombra construye los pétalos más claros que t iene la alegría. (Rafael Morales. Poemas Inéditos. Zarza Rosa. Revista de poesía. Pág. 10. Valencia, España, Abril-Mayo de 1986.)

CARTA Nº 10 Autonomía, Santiago del Estero, miércoles 27 de agosto de 2003.*

León Tolstoi recoge esta leyenda: En t iempos muy remotos vivía en una is la solitaria un santo ermitaño. Cierto día desembarcan pescadores, entre ellos un viejo tan rústico que apenas podía expresarse - y no sabía rezar. El solitario quedó profundamente turbado ante tal ignorancia y le enseñó “con mucha pena y fat iga” el Padrenuestro. El viejo dio las gracias y dejó con los otros pescadores la isla. Después de algún t iempo, cuando la barca ya casi había desaparecido a lo lejos, vio el santo de repente una figura humana en el horizonte, que, marchando por encima del agua, se aproximaba a la isla. Pronto reconoció al viejo, su discípulo, y le salió al encuentro, cuando este pisó el suelo de la is la, sin palabras y emocionado. Tartamudeando, el viejo le dio a entender que había olvidado la oración. “Tú ya no


necesitas rezar” - respondió el ermitaño- “tu anhelo de Dios es tan grande, que Él mismo te llevará de la mano”- y despidió al viejo, que, vacilando por encima del agua, corrió nuevamente t ras la barca de los pescadores. ( 1) Necesidad de Dios Entre las palabras más buscadas usando Internet figuran en primer lugar “Dios” y “sexo”. Esto puede significar un anhelo por comprender los sentimientos confusos, sensaciones s in explicación, intuiciones, sueños o visiones que a lo largo de su existencia en la Tierra han acompañado indefectiblemente a la conciencia humana. Hacia unos 5. 000 años antes de Cristo ya se había consolidado, para designarlos, la idea de Dios. Si bien con diferentes interpretaciones y matices, ningún pueblo antiguo carecía de cultos religiosos, desde las feraces y civilizadísimas r iberas del Nilo hasta las también refinadas civilizaciones chinas, pasando por la India o Grecia, sin dejar fuera a los muy toscos europeos, quienes representaban por entonces la franja más atrasada de la humanidad. ¿Sobre qué bases estaban fundadas tales religiones? No tenemos ninguna prueba de la existencia de Dios. Un sacerdote ( probablemente) escribió de Atón “tú has iniciado el vivir”: . . . Tú haces las estaciones para que se desarrolle todo lo creado: el invierno para refrescarlo, el verano porque te gusta. [...] La Tierra está en tu mano como tú la has creado. Si tú resplandeces ella vive, si te ocultas ella muere. Tú eres la duración misma de la vida, y se vive de t i. . . ( 2) Pero estos versos, como otras composiciones literarias o narraciones místicas, no aportan datos científicos que puedan otorgarnos certidumbre acerca de la existencia de un Ser superior ( o varios). Es algo hasta ahora imposible, sin embargo, probar fehacientemente la existencia de cualquier afirmación humana. ¿Quién puede asegurar, por ejemplo, la absoluta certeza de su propio existir? Los sentidos ( tacto, visión, oído, olfato, gusto) nos dan el paradigma esencial del que parten todos los conocimientos considerados científicos. Particularmente nuestra visión


ocular. Pero ¿podemos ver nuestra espalda? Provoca un patético estremecimiento el comprender que no podemos ver directamente la mayor parte de nuestro cuerpo ( que supuestamente otros ven). Ni siquiera nuestra cara, dado que la imagen del espejo es solamente una reproducción, muy esquematizada, de las propiedades que se reflejan. ( 3) La película The Matrix juega con la idea de que en últ ima instancia “todo sucede dentro de nosotros” y no tenemos demasiados elementos como para arribar a la certidumbre de si lo que estamos viviendo es real. En un mundo que han dominado las máquinas - luego de una guerra sangrienta- ellas sometieron a los humanos reduciendo su función práctica únicamente a la de proveedores de energía. Para tal cosa los mantienen dormidos y latentes, dentro de sarcófagos de metal, en inmensos depósitos subterráneos, donde los alimentan por sondas y proveen a sus mentes con una ilusión de existencias. La ilusión es perfecta, e incluso puede ser “elegida” por las inclinaciones psíquicas del quiescente: hay sociedades muy desarrolladas, con gobiernos, tecnología de punta, y millones de c iudadanos que nacen, van al kinder, aman, se afanan buscando el éxito profesional o se psicoanalizan, generación t ras generación… sin darse cuenta en absoluto que esa existencia le está siendo transmitida, durante toda su “vida út il”, a t ravés de un cable conectado a la nuca. La ilusión de las percepciones Si los microbios estuviesen dotados de pensamiento racional, probablemente no se darían cuenta de la existencia de los humanos. Al menos con el significado que damos nosotros a tal concepto. Pues tanto lo que consideramos “consciencia” como sus resultados son producto de cierto t ipo de percepciones, que nos proveen de códigos particulares para interpretar a ese conjunto que denominamos luego “existencia”. También está presente la posibilidad de numerosos t ipos de conciencia - por lo cual no deberíamos negar categóricamente su posible ejercicio a los microbios. Sus percepciones podrían desenvolverse por caminos inaccesibles para nosotros, como lo serían los nuestros para ellos. Pero supongamos para sustentar esta proposición que los microbios estuviesen dotados de un t ipo de


conciencia exactamente igual a la ejercida por nuestro cerebro. Tampoco tendrían ni la más remota idea del aspecto general y las formas totales de un hombre o una mujer. Como máximo representaríamos, para su imaginación, portentosos objetos naturales, moviéndonos muy lentamente en el gigantesco Espacio, de parecido modo al que asumen ante nosotros los planetas. Aún dotado con este t ipo de conciencia, para un microbio habitando nuestra piel sería imposible captar, desde allí, otra cosa que no fuesen accidentes naturales, tal como nosotros vemos a los desiertos neuquinos, a los bosques del Amazonas o a la cordillera de los Andes. Precisamos advertirlo, para tener presente que cuando el ser humano t rata de entender los planos metafísicos, debe abandonar los preconceptos y muchos de los conocimientos sustentados en nuestras percepciones. Del mismo modo que si un microbio, dotado de consciencia, se propusiera emprender algún estudio serio sobre la condición humana. Bien. No quiero hacer demasiado larga esta carta, por ello iré directamente al eje de lo que quiero proponer hoy como tema de reflexión. Si existe Dios evidentemente nos implica a todos. Pues para ser Dios debe ser Infinito, es decir sin límites. Con lo cual debería impregnar Todo, por fuera y por dentro: cada cosa o ser debería estar atravesada hasta en sus partículas más infinitesimales por Dios y existir, a su vez, rodeada por Él. Y si no existe, podríamos ser entonces una creación semejante a los muertos- vivos de Matrix, con lo cual tampoco nuestra propia existencia tendría fundamento real. Tomando provisoriamente como más posible la existencia Dios, parece evidente que al formar parte de todos - Ser Todo lo que existe- su preocupación central debería ser la Armonía. De otro modo - si no le importara que su propio cuerpo fuese un caos- sería un Dios loco, o más bien un demonio. Aprovechándome un poco de la confianza que me han brindado hasta ahora, compartiré entonces con ustedes mi convicción personal: la de que Dios ha sido expresado de manera perfecta en el mundo a t ravés de las enseñanzas de Jesucristo. No sólo en lo que se refiere a ejemplo personal y modelo de vida individual, sino también en lo relacionado con nuestra organización social. Pero al


parecer Jesús, más que inst ituir un culto, se interesó por crear las raíces de una comunidad que sirviera como modelo de convivencia para todos los seres humanos, sin dist inciones. La Comunidad de Jesús ¿Formó Jesucristo una primera Iglesia?... Ningún testimonio documental indica que durante su ministerio se estableciera una “nueva religión”. Esto en el sentido de fundamentar un orden jerárquico o rituales. ( 4) Sin embargo, es posible que hubiesen surgido espontáneamente agrupaciones comunitarias, en las diferentes localidades que con su cortejo visitaba El Maestro. Y algún t ipo de organización rudimentaria, igualmente espontánea, con el fin de ofrecer comodidades suficientes a los hermanos predicadores cuando estos llegasen a cada lugar. El método de difusión ut ilizado por Jesucristo se apoyaba principalmente en la prédica ambulante. Debido a ello, elige a doce apóstoles ( apóstol = misionero) a quienes encomienda difundir el novedoso cuerpo de ideas por medio de conferencias públicas. Jesucristo es el primer predicador: de sus conferencias surge la doctrina esencial. La importancia que el Hombre- Dios otorgaba a este recurso queda test imoniada en e l posterior envío de setenta y dos discípulos más para reforzar la red difusora de ideas nuevas. ( 5) Es evidente que en cada población se esperaba con gran expectativa la visita de Jesucristo con sus apóstoles. En algunas de ellas lo conocían, lo amaban, y habían preparado verdaderas fiestas populares para recibirlo. También se habían organizado pequeños grupos del entorno crist iano, que hacían el papel de “adelantados”. Ellos se ocupaban seguramente de que las condiciones fuesen óptimas para la predicación. Un dato importante es que casi todas las predicaciones de Jesucristo se desarrollaron en el campo, o en pequeñas ciudades habitadas por poblaciones “helenísticas”. Esto es, ámbitos donde coexistían judíos regresados de países griegos, junto a conversos y gran cantidad de paganos o de otras confesiones. Asimismo, en su visita a estas ciudades, la actividad crist iana se desarrollaba normalmente en la periferia de e llas, no en sus centros cívicos. Quiere decir que los numerosos grupos que


seguían a Jesucristo estaban compuestos principalmente por: campesinos, judíos “griegos”, conversos judíos, y una gran cantidad de curiosos o insatisfechos de las otras religiones en boga. Luego de la crucifixión, se evidencia esta red en la presteza con que custodian y protegen al Salvador, turnándose para controlar, incluso luego de su entierro, que no se profanara su cuerpo. Igualmente al resucitar, Jesucristo es recibido por grupos que se han t ransmitido rápidamente la noticia y lo esperan, en sit ios adecuados, para escuchar su Palabra y recibir el legado que Dios dejará. Entonces, puede sostenerse con seguridad que, al dejar la Tierra el cuerpo de Jesús ( según el Evangelio de Valentino, once años después), existen comunidades organizadas, con el propósito de practicar y t ransmitir la doctrina. Su jerarquía son los apóstoles. De ellos, en primer lugar los doce, luego los setenta y dos ( en total: ochenta y cuatro). Junto a estos, y en igualdad jerárquica la Virgen María, y María Magdalena, “la discípula preferida de Jesús”, de acuerdo con documentos de esa época. Así se constituyó, pues, la Comunidad de Jesús. Algunas características de las primeras comunidades Debemos imaginar las predicaciones de Jesús y sus discípulos como un acontecimiento extraordinariamente importante para las poblaciones de aquel t iempo y aquella región. Aún para quienes no creían en sus argumentos, o no necesitaban sus servicios. Podemos situarlo entonces en un mundo agro pastoril, donde los sonidos más potentes eran los martilleos en herrerías o talleres de fragua, las sierras manuales en carpinterías, los chirridos de los engranajes en arados, carros u otro t ipo de maquinarias, generalmente de madera, propias de la época. Este era un mundo libre de los innumerables bramidos, bocinas, t raqueteos, sirenas, ululeos, caramillos, chiflidos, musiquillas cibernéticas, ronquidos, redobles, cornamusas, ronroneos metálicos, raspas, voces distorsionadas, berreos, con que nos envuelven las ciudades actuales de un modo ininterrumpido. Tampoco impregnaban el éter los zumbidos constantes de los generadores eléctricos, su producto y los innumerables aparatos que esa energía impulsa a t iempo completo en millones de edificios. Ni la polución de ondas electromagnéticas o hertzianas,


emitidas por miles de propaladoras de televisión, radio, Internet o satélites, que atraviesan con una prieta red invisible nuestra atmósfera. Quiere decir que las voces de Jesús o sus discípulos no necesitaban de grandes esfuerzos para ser escuchadas por cinco mil personas, como sucedió en el monte de Tiberíades. Otro dato a tener en cuenta es que esas poblaciones estaban ejercitadas en escuchar conferencistas. El mundo de entonces contaba con los oradores públicos como uno de sus principales atractivos culturales. De esta manera se t ransmitía la información política, se daban a conocer historias o composiciones art íst icas, se difundían doctrinas filosóficas, religiosas, predicciones o escatologías. El grupo de Jesucristo debe de haber sido muy atractivo. Compuesto por numerosos discípulos, entre quienes ocupaban un lugar destacado también muchas mujeres, su t raslado de un pueblo a otro recorriendo el país, en sí mismo, constituyó sin duda un espectáculo muy interesante. Es bastante probable que en cada zona visitada por Jesús se conformaran espontáneamente comunidades de vecinos, quienes se comprometían a cultivar en su seno la novedosa doctrina. La Iglesia de Jesús se fue constituyendo, pues, en numerosos “templos sin Templo”, ámbitos naturales, comunitarios, como patios de casas de familia o espacios en e l campo, en algún bosque, en las serranías. No hay ninguna prescripción de Jesucristo en el sentido de construir templos para la práctica de su fe. También en este caso, como casi siempre que se le requería respuestas sobre temas materiales o contingentes, sus palabras no autorizan a una interpretación aplicable objetivamente de un modo estricto. En los únicos pasajes de los Evangelios sinópticos donde menciona al templo, es para decir que “lo destruirá y reconstruirá en t res días” ( aunque se nos aclara que se refiere al “templo de su cuerpo”, Juan, 2:19- 21). O para anatematizarlo: “¡ Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados!... / Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa”. ( Mateo, 23:37- 38). Su actitud parece sugerir un culto libre, en medio de la naturaleza o en ámbitos familiares. Así en el Evangelio de Tomás - texto del cual hoy se sostiene que podría ser el primer Evangelio escrito-, cuando dice: “Partid la madera, allí estoy. Levantad la piedra y allí me encontraréis.” ( Tomás, 77) Esto induce a creer que


Jesucristo se consideraba presente, como esencia de Dios, absolutamente en todos los ámbitos cósmicos. Ideología y composición social de las primeras comunidades Saber que el Templo constituía el negocio del que se valían todas las clases sociales de Jerusalén para subsistir nos ayudará a entender algunos aspectos esenciales del movimiento de Jesús. La aristocracia usaba su condición de centro religioso como un factor esencial de dominación política, económica y cultural. El clero por cierto estaba implicado de lleno en su ut ilización para estos fines. Por lo demás, toda la población de Jerusalén obtenía algún t ipo de beneficio de la inmensa estructura. Muchos como empleados, otros como proveedores, casi todos como beneficiar ios de las fest ividades, que atraían multitudes de todas las regiones del imperio, que comían, se alojaban y consumían productos locales. ( 6) De acuerdo con datos oficiales, al comenzar su reinado Herodes ( 39 aC) contrató 11. 000 empleados para desempeñar tareas en el templo. Esta cifra había ascendido hasta 18. 000 cuando murió ( 4 aC).( 7) El procurador romano, en tanto, estaba perfectamente informado de la situación y practicaba una cautelosa diplomacia con relación a los intereses que se movían alrededor del templo. Esto debido, además, a la debilidad polít ica que ese cargo tenía en el esquema del imperio. Así, Poncio Pilatos no era más que un jerarquizado burócrata, sometido a la t r iple autoridad del gobernador de Siria - un romano de mayor jerarquía- el emperador y el senado. Con frecuencia estas autoridades romanas no vacilaban en desautorizar a sus procuradores, con tal de no desestabilizar el delicado equilibrio mantenido con relación a los reyezuelos judíos, su aristocracia y su levantisco pueblo. Todo esto explica, entonces, la aparente contradicción de que luego de ser recibido con júbilo por una multitud al entrar a Jerusalén, Jesús sea condenado a muerte por otra multitud, pocos días más tarde. La primera multitud eran los peregrinos, que habían concurrido para la fiesta de la Pascua: en su mayor parte campesinos, o foráneos, en su mayoría simpatizantes o amigos de Jesús. Quienes lo condenaron eran pobladores de Jerusalén: la prédica subversiva del Hijo del Dios ponía en r iesgo al sistema que les daba de comer cada día.


La prosperidad de Jerusalén era considerada espuria por la mayoría de la población israelita de Palestina, principalmente por dos razones: • Estaba conducida por una jerarquía fraudulenta. Los sacerdotes del últ imo siglo provenían de los caprichos aristocráticos y no de la legít ima sucesión sadoquista. Tampoco sus reyes, no sólo estaban fuera de la sucesión legal, sino que ni siquiera eran israelitas sino idumeos. ( 8) • Nacía del sometimiento a una potencia imperialista. La economía de Jesucristo Jesucristo no cobraba... no ejerció, durante su predicación, ningún t rabajo “remunerativo”... tampoco pagaba lo que consumía o usaba... Esto parece sugerir la doctrina de que los bienes naturales son propiedad de quien los necesita verdaderamente, no de quien se apropia de ellos para acumular los e infundirles un uso lucrativo. Los Hechos de los Apóstoles, textos reconocidos por todos los sectores crist ianos actuales como auténticos escritos de las primeras comunidades crist ianas, confirman esta interpretación. En dos pasajes sustentan claramente la doctrina del reparto solidario: a cada quien, de acuerdo a sus necesidades, de cada quien, según sus posibilidades. Debido a ello es que los r icos antes de ser aceptados en la Comunidad de Cristo, deben vender todos sus bienes y poner el producto a disposición del reparto. Es tan estricta esta condición que los textos sagrados dan cuenta de un tal Ananías, quien “de acuerdo con su mujer, Safira... vendió una propiedad y... a sabiendas de ella, retuvo parte del precio” y puso el resto a disposición de la Comunidad. “Pedro le dijo: - Ananías, ¿cómo es que Satanás se te ha metido dentro? ¿Por qué has mentido al Espíritu Santo reservándote parte del precio de la finca? [...] No has mentido a los hombres, sino a Dios. A estas palabras Ananías cayó al suelo y expiró y todos los que se enteraban quedaban sobrecogidos. Fueron los jóvenes, lo amortajaron y lo llevaron a enterrar”. Igual suerte corrió luego la mujer. ( 9) Tal severidad indica que la abolición de la propiedad privada no era una ley menor de la Comunidad Cristiana original, sino por el contrario, uno de sus principales pilares.


La iglesia de San Pablo Teniendo consciencia de tales precedentes, se presenta como extraordinaria la diferencia entre esta forma de organización comunista y la Iglesia convertida en gigantesco poder estatal, con la que nos encontramos consolidada hacia el siglo XV, pero se perfila claramente como tal ya unos t rescientos años después de la encarnación de Cristo. Señalando como dato de gran relevancia que esos estados sustentaban, en dichos períodos, organizaciones políticas feudales o esclavistas. Saulo de Tarso, un represor fariseo, converso mediante cierto fenómeno del cual únicamente él mismo podía testimoniar, logra convertirse en factor determinante para el desarrollo de esta brusca modificación de rumbos en la Comunidad original. No es infrecuente esta concentración del poder en manos de un advenedizo, en los movimientos t ransformadores o revolucionarios. La historia posterior nos dará ejemplos semejantes, como los de la Revolución Rusa, donde Stalin emerge del pelotón para convertirse en factotum de los destinos del gigantesco Estado Soviético durante su etapa fundamental. Así también en la revolución argelina, en el Congo, etcétera. Entonces, no sin luchas sordas, las concepciones de Saulo van imponiéndose paulatinamente, sobre las del propio Jesús. Mientras el Dios Encarnado prácticamente ignoraba las autoridades imperiales, Saulo destaca su condición de “romano”. Jesucristo sostiene un orden en el cual mujeres, hombres y ancianos disfrutan de igualdad. Dándole privilegios únicamente a los niños. Tampoco convalidó, en absoluto, la esclavitud, característica dominante en el Estado de entonces. Saulo, en cambio, afirma, refiriéndose a lo femenino: “Las mujeres estén sujetas a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y é l es su Salvador”. ( Col. 3. 18 ; 1 P. 3. 1 - Efesios 5 . 21- 22.) Y acerca de los esclavitud: “Que los esclavos se sometan en todo a sus amos, que t raten de darles sat isfacción y eviten contradecirlos. Que no les roben, sino que aparezcan dignos de toda confianza”. ( Efesios, 6, 5:9.) Con tales presupuestos, es comprensible que t res siglos después de la muerte de Jesús, la “evolución ideológica” de algunas ramas de la por


entonces masiva congregación crist iana, haya permitido al régimen imperial otorgarle la categoría de Religión de Estado. Pero esto es parte de otra historia, que seguramente habrá oportunidad de desarrollar en otra carta. De momento, me queda sólo despedirme, con un saludo afectuoso. Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h)

Autonomía, Santiago del Estero, Argentina * 1828. Se f irma el Acuerdo de Montevideo, que asegura la independencia del Uruguay -bajo la atenta vigilancia de Gran Bretaña. 1993. La ley 70/ 93 r econoce los derechos territoriales, étnicos, económicos y sociales de las comunidades de color en Colombia. 1999. Fallece el obispo brasileño Dom Helder Cámara, “ hermano de los pobres, profeta de la paz y la esperanza”. ( Agenda Latinoamericana 2003.) • León Tolstoi. Cuentos Populares . Citado por A. Hauser en Historia Social de la Literatura y el Arte. Tomo III. Naturalismo e impresionismo. 3. La novela social en Inglaterra y Rusia . Editorial Guadarrama, Madrid, 1969. • Himno a Atón . Hacia 1700 a. C. Traducido por Estela Dos Santos, sobre la versión italiana de Donadoni, en su Storia della letteratura Antica egiziana . Incluido en la antología: Gilgamesh, Chilam Balam y otros textos antiguos . Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981. • El f ísico David Bohm habla de “ una nueva descripción de la realidad” a partir de los avances provistos por la fís ica cuántica. En este sentido afirma: “ Los parapsicólogos han buscado en vano la energía que puede transmitir la telepatía, la psicokinesis, la curación, etcétera. Si estos sucesos provienen de fr ecuencias que trascienden el espacio y el t iempo, no t ienen por qué ser transmitidos. Son potencialmente s imultáneos y están en cualquier parte”. (K. Wilber, D. Bohm, K. Pribram, M. Ferguson, F. Capra, R. Weber. El paradigma holográfico . Editorial Kairos. Barcelona, España, 1987.) • Salvo la Cena, que de acuerdo a los Evangelios fue únicamente la consagración de este encuentro con f ines alimenticios como un acto sagrado. Por lo cual puede legítimamente inferirse que cualquier cena ( o incluso el mismo acto de comer juntos) debería ser una “ comunión”. (5) Lucas, 10: 1-12.


• Gerd Theissen. Sociología del movimiento de Jesús . (Soziologie der Jesusbewegung . Kaiser Verlag. München.) Traducción de José Antonio Jauregui. Editorial Sal Terrae, Santander, 1979. • Flavio Josefo. Antiguos judíos . • C. Vidal Manzanares. Los esenios y el Maestro de Justicia . Editorial Martínez Roca. Barcelona, España, 1991. (9) Hechos de los Apóstoles, 5, 1:11. Nueva Biblia Española , Traducción de los t extos originales dirigida por Luis Alonso Schökel, profesor del Instituto Bíblico de Roma y Juan Mateos, profesor del Instituto Oriental de Roma, Editorial Cristiandad, Madrid, primera edición, 1975.

CARTA Nº 11 Autonomía, Santiago del Estero, viernes, 19 de septiembre de 2003. *

Schémata y espiritualismo en el amor de pareja

En esta Carta intentamos estudiar la energía que surge entre un hombre y una mujer cuando se agradan, llevándolos a intentar la unión. Buscamos saber si los sentimientos, sensaciones y vivencias inmanentes a tal fenómeno podrían denominarse “amor”. La siguiente anécdota transcurre en diciembre de 1967: Una adolescente bonita Con Carlos Sánchez Gramajo, ( Chongo), mi mejor amigo de entonces, fuimos a bañarnos en el canal San Martín. Eran como las dos de la tarde; Chongo tenía dieciséis años y medio, yo diecisiete. No debíamos demorar mucho: a las cinco había ensayo. ** Por ese entonces tocábamos en un conjunto llamado Los Hippies. Él la segunda guitarra, yo la primera. Pese a tal nombre no llevábamos el pelo largo ( salvo “El Flaco”, pianista, quien había venido de Buenos Aires, y como foráneo carecía de ataduras sociales). Habíamos ido directamente a un lugar apartado, como dos kilómetros más allá del Balneario. Para evitar los rapaces, las familias


ensuciando todo con los restos de sus comidas y la música vulgar. Por ello nos sorprendimos cuando, al atravesar la valla de vegetación virgen que protegía las barrancas, divisamos, unos cincuenta metros adelante, a dos mujeres. Una, que parecía mayor - más bien gordaestaba sentada sobre un toallón; la otra chapoteaba en el agua somera del borde. Habían elegido una playita natural, alfombrada de césped y arenilla fina. Ver salir del agua a la muchacha me provocó un vuelco. ¡Tenía piernas muy largas, robustas!... No era absolutamente simétrica: mas la verdadera belleza, como se sabe, nunca debe serlo. Trajo a mi memoria los frescos de Cnosos. Su cuerpo, en breve tanga, lucía dorado bajo el sol. Su cabello mojado, rojizo a la distancia, constelaba de gotas unos sólidos brazos, en ángulo para maniobrar la gran peineta ( por ese t iempo comenzaban a verse en tales adminículos coloridas inflorescencias). - Hermano - silabeé con expresiva dubitación- ¿qué podemos inventar para acercarnos? Con Chongo solíamos compartir un magnetismo globular; en él actuábamos combinadamente, absteniéndonos de explicaciones. - Dejalo por mi cuenta - contestó. Haciendo chasquear dos veces contra su palma el paquete recién abierto extrajo un cigarrillo. Sin vacilar, caminó elegante hacia las muchachas. ( Debo mencionar que ya estábamos en short.) Chongo era alto, tenía cintura angosta, hombros anchos; bastante musculoso en su delgadez: practicaba pesas. Pelo castaño claro, corto, ordenado con fijador sobre una frente muy ancha, llevaba un bigotito obstinado bajo la nariz intrépida. Lo vi efectuando esos movimientos corteses, palmas arriba, meneos bien regulados de su cabeza, masculinas sonrisas. La mujer rellenita hurgó en su bolso; sacando un encendedor lo acercó al cigarrillo de Chongo. Lo vi sentarse; casi podía escuchar su discurso educado, enhebrando argumentos. Enseguida escuché r isas de mujer; mi cuerpo se aflojó. Estaba hecho. No me sorprendió verlo avanzar hacia mí, enseguida, ni escuchar: - Ya está, vení, te las voy a presentar.

El fuego interior En la película El paciente inglés, un agraciado


personaje - al cual luego sabemos checo o algo parecido, aunque pasa por inglés-, espía alemán, se enamora de la bella esposa de un funcionario ( este sí, genuino inglés). Ocurre durante la segunda Guerra Mundial. África provee del escenario adecuado para esta abrasadora pasión. La representación de los actores es magnífica. No sonríen, no ejercen los acostumbrados visajes o comedimientos propios de los cortejos eróticos. Enseguida sucumben a un torbellino interior que los supera en cada instante, convirtiéndolos en prisioneros de su rumbo, como el simún podría hacerlo con un par de gaviotas arrastradas al desierto. Sus rostros, durante el breve lapso de su ingobernable deseo, aparecen tensos, incendiándose desde dentro, incapaces de apelar a convención alguna, angustiados por la necesidad de correr hacia el cuerpo del otro, en pos de la ilusión posesiva efímera. Así durante un victoriano almuerzo con funcionarios ingleses y árabes occidentalizados ella se retira un momento hacia la toilette y él, desafiando toda cordura, la alcanza en un pasillo; virtualmente se estrujan, como desesperados, ambos se abandonan sin reparos a un vértigo irrefrenable. Finalmente e l esposo conoce el adulterio y se suicida, matando también a la infiel con el recurso de estrellar contra el suelo la avioneta en que viajaban juntos. Se me han borrado muchos detalles argumentales de esta película. La vi una sola vez, en casa, me mantuvo absorto el núcleo ígneo de esa pasión, tan bien representada; es lo único que me quedó indeleblemente grabado. Creo que él luego cae prisionero de los alemanes, a quienes demuestra que en realidad t rabajaba para ellos, pero por su nacionalidad indefinida sufre algunos percances; luego, t rasladado en un avión alemán cae bajo fuego de baterías inglesas. Escapa de las llamas con el cuerpo enteramente incinerado. Y es desde esa condición, con aspecto monstruoso por las quemaduras, convaleciente en una abadía ita liana, convertida en hospital por los ingleses, que recuerda obsesivamente su reciente historia de amor ante una enfermera lésbica. ¿Amor?... He comenzado a escribir con abundantes t itubeos para indagar los posibles alcances de esta palabra, usada con recurrencia para denominar los sentimientos y sensaciones que suelen surgir, galvanizando a hombres y mujeres, cuando nos impulsan ciertas confusas atracciones.


Por tras de un sentimiento lejano A principios de 1968, pocas semanas después de un romance estroboscópico con la muchacha del canal ( se llamaba María Eugenia, tenía... ¡trece años!) decidí viajar a Mar del Plata. Ella era de allí. ( 1) No me importó que “El Flaco” a la sazón director del grupo- me advirtiera que si me ausentaba perdería el puesto. Se acercaban los bailes de Carnaval, era el periodo más próspero del año para los conjuntos, pues se t rabajaba desde las horas de siesta hasta el amanecer, sin pausas. No iban a resignar los suculentos contratos por mi capricho de salir disparado hacia una ciudad lejana, “detrás de una minita”. El resultado de dicho viaje era, por lo demás, incierto: yo no sabía si esta chica siquiera querría verme al estar allá, tal vez tuviera novio. En fin. Pero me había dicho a mí mismo, luego de analizar concienzudamente mis sentimientos: “Estoy enamorado”. Ello, t ras mis lecturas adolescentes de las Leyendas de Bécquer, just ificaba cualquier acción, aunque pareciera descabellada. Mi madre vivía en Buenos Aires, debido a lo cual proyecté hacer escala ahí, hasta obtener los pasajes. El día de mi llegada por la tarde llamé a Carmina Pettraglia, una muchacha con quien viviera, también, un intenso acercamiento dos años antes, cuando ambos teníamos dieciséis años. Gritó al escuchar mi voz en el teléfono ( era gringa), y quiso encontrarme de inmediato. Al verla me quedé asombrado. Se había hecho modificar la nariz, operación por entonces infrecuente ( pero su padre era médico en el Hospital Italiano, lo cual garantizó eficacia especial y el uso de avanzada tecnología - según me explicó). De la operación había resultado una forma sutil, adecuada a su faz pequeña, de frente huidiza y mandíbula angular. En verdad presentaba un rostro perfecto ( en algo semejante al de aquella actrizuela hoy olvidada, aunque por entonces desconocida aún: Bo Derek). No hablamos esto al encontrarnos, por cierto, sino más tarde, en la acogedora penumbra de una confitería destinada a parejas. Era sumamente rubia, de pelo finísimo y lacio, derramándose sobre los hombros y parte de las espaldas. De talle fino, más alta que yo ( cuestión que por poco me disuade cuando iba a invitarla a bailar, durante aquel


baile santiagueño de carnaval). Sus piernas merecían la más atenta consideración: de proporciones armoniosas, las ostentaba sin exagerar, pero con absoluta solvencia, en un t iempo en que comenzaban a imponerse las minifaldas. La inusual afectividad con que la joven me atendió, unida al reencuentro con un compinche porteño de otra etapa ( Héctor De la Fuente, quien solía darse aires de “Rey de la Noche”), hicieron t rastabillar mi decisión de viajar a Mar del Plata. Carmina diseñó para mí una agenda apretada: al día s iguiente, almuerzo con ella y su madre ( su padre estaba de guardia, lo cual fue aprovechado por las mujeres pues él no debía conocer mi existencia). Más tarde acompañaríamos a la madre al dentista, antes de dirigirse a su t rabajo: era profesora de inglés en un colegio. Como a las cuatro y media quedamos libres con Carmina hasta las nueve de la noche, hora en que debía estar otra vez en casa. Acudimos al cine y luego coqueta pizzería. Los días siguientes fueron deslizándoseme entre disquerías, boliches nocturnos, t iendas donde se podían conseguir magníficos pantalones importados ( compré t res o cuatro, entre los que recuerdo uno verde muy suave, Levi´s, de corderoy fino, y otro de hilo blanco, enteramente bordado con filigranas del mismo valor tonal, camisas, remeras, etcétera) y encuentros cada vez más ínt imos con Carmina. Tozudamente volvía a mi mente el compromiso de viajar a Mar del Plata, por la mañana, al despertar. Pero se iba alejando esa vaga culpa. Mi “amor” por María Eugenia casi había desaparecido, desleído bajo las mieles prodigadas por Carmina. Fue el últ imo día, poco antes de viajar otra vez a Santiago, que ella me confesaría la verdad. Llamó por teléfono: no iba a venir a despedirme. Tenía “visitas” en casa. Me lo había ocultado, hasta entonces, pero alguna vez debía decírmelo: era un joven y su familia quien la visitaba, de particular agrado para sus padres. Ella sentía por él “gran afecto, debido a una amistad de infancia”. Hubiera sido un sacrilegio contrariar a los familiares de ambos. Antiguos lazos profesionales, sociales, culturales, los unían. Ella debía cumplir de un modo inexorable con ese compromiso. Todo esto me lo sugir ió, con frases incompletas, con argumentos confusos, por teléfono. Lloraba. Mas no por ello renegó de lo que consideraba “su deber”.


La estación de Retiro me pareció más inmensa y bulliciosa al desembocar solo, con mis valijas, en sus anchísimos corredores. Por ese entonces los porteños solían vestirse con extremada elegancia; el t ipo europeo predominante entre sus t ranseúntes provocaba, al combinarse con e l at ildado vestuario, sus modales aristocráticos, sus voces metálicas de dicción perfecta, un confuso sentimiento de inferioridad en quienes acudíamos desde las provincias. En los andenes comenzaba a mixturarse la multitud, y como una corriente de agua proveniente del mar, que introduciéndose en las barrancas del r ío comenzara a teñirse con los desprendimientos terrosos de las barrancas, oscureciendo y densificando progresivamente su tono, así, a medida que nos acercábamos a los estribos del t ren comenzaban a percibirse desaliños, descoloridos sacos de tela barata, rostros oscuros, cabelleras desordenadas, ásperas, sonidos guturales y tonos medrosos en las conversaciones de la tumultuosa conglomeración humana. Eran los provincianos, regresaban al interior, o llegaban. “Cabecitas negras”. Así los habían bautizado los porteños, a fines de los `40, cuando se lanzaron masivamente sobre Buenos Aires, para t rabajar en las fábricas. Eran quienes habían catapultado hacia el poder a Perón. Eran los responsables indirectos del nacionalismo “Flor de Seibo”, de los sindicatos, de que Argentina haya protegido solapadamente a los prófugos nazis. La “gente culta”, educada en Voltaire y Malthus – e incluso Marx–, los detestó en aquel t iempo, cuando formaban parte del poder y les temía. Los despreció después, ya derrocado su gobierno por un sangriento golpe militar; toda la pequeña burguesía porteña de tez blanca colaboraba con la represión cultural, asumiendo con entusiasmo sus raíces europeas. “Cabecitas negras”, nos llamaban. Aunque más o menos blanco, más o menos agraciado, más o menos culto y refinado en mis modales... yo era uno de éstos. Ahora sólo había vivido - como ellos- un espejismo de integración. Por un periodo había gozado el favor de una muchacha rubia, me había sentido un “niño bien”, en el exclusivo barrio de Olivos, cuando fuimos a pasar un día en la coqueta casa de su abuela, había creído “pertenecer al primer mundo” mientras elegantes mozos que

bien


podrían haber sido escandinavos o franceses nos servían con escrupulosa dist inción en restaurantes o boliches. Fue sólo una eficaz farsa, improvisada con soltura por la muchacha y su madre, con el objeto de proveer a la adolescente un intermezzo refrescante, similar a las “Selvas Libres” con que finalizan sus cónclaves los Leones ( 2); sólo para volver después a sus celosas convencionalidades: “Sí, doctor”, “Cómo le va licenciada”, “Mandemé los papeles del balance con su empleado”. Su realidad. “Selva Libre”: sólo como un desahogo sagaz, sólo para no explotar. Por ese entonces, claro, con diecisiete años, no advertía con nit idez la situación. Un leve desasosiego me acongojaba, a veces, como cuando una tarde primaveral de 1968 confesara a mi amigo Ramón Marcos, quien me introduciría después en el Movimiento Familiar Cristiano: “quisiera ponerme de novio seriamente, con pureza, casarme, formar una familia... estoy agobiado por el desorden sentimental en que he vivido hasta ahora”. ¡ Agobiado!... ¡ A los 18 años!... El inst into de autojustificación contrariaba, sin embargo, los cabildeos que se iban insinuando. A fines de febrero, al regresar a Santiago, me disgusté bastante con Chongo, pues me habían dejado fuera del grupo y él continuaba allí. Pretendía de Chongo un gesto de solidaridad, pues cuando se iniciara el conjunto “El Flaco” no había querido segunda guitarra, consideraba que con cuatro músicos - batería, órgano, bajo y primera- ya era suficiente; y tenía razón, pero yo había insist ido en la necesidad de una segunda guitarra, hasta el punto de subordinar mi aceptación a que se incluyera a Chongo: solamente porque era mi mejor amigo. Yo le había enseñado a tocar la guitarra. Todos los recursos de que ahora disponía mi amigo - los rasguidos de blues, bossa nova, rock- nos habían costado horas de ensayo, durante los cuales nos encerrábamos en el living de su casa, con su guitarra eléctrica y e l equipo, recomenzando cientos de veces un movimiento de mano, una posición de la púa, el modo en que había que tomar el mástil y la manera más adecuada de acariciar las cuerdas de acero con la mano hecha un cuenco, para obtener el son, el r itmo, los t ransportes perfectos. Ahora él seguía tocando, lo más pancho, mientras a mí me echaban. Desde el punto de vista de la sensatez tenía razón. Yo había emprendido


aquel viaje contra todo criterio razonable. ¿Debía atarse a mis devaneos? Nada me dijo. Pero estaba implícito en el modo “natural” como se manejaba. Incluso había puesto su gran casa, donde vivía solamente con una hermana adolescente y su madre, a disposición del grupo. Tampoco yo mencioné siquiera el asunto. Me guardé mi amargura bien adentro, aunque todos nos dimos cuenta. Llegué aquella tarde del primer día de mi regreso a Santiago a visitar a mi amigo y me encontré, en el ancho entrepiso, con todos los integrantes del grupo afiatando los instrumentos, con gran estruendo, para ensayar. Conocí incluso al guitarrista que me iba a reemplazar: se llamaba Toti Sequeira, tenía cara de indio. Para mi desconsuelo, a poco de que comenzara a tocar supe que ni siquiera podría solazarme en su incapacidad. Tocaba mejor que yo. Fue el principio del inexorable alejamiento que estaba próximo a sobrevenir, entre yo y mi amigo. Fue el principio, también, de mi más inveterada soledad. Un amor inmortal “Un día domingo de 1250, una dama bella y honrada, llamada Ambrosia di Castello, originaria de Génova, se dirigía, como de costumbre, a oír misa en la iglesia de Parma, pueblo de la is la de Mallorca. En ese momento pasó por la calle un jinete, de aspecto distinguido y r icas vestiduras que, al verla, se sint ió sacudido como por un rayo. La dama entró en la iglesia y desapareció rápidamente en la sombra del gran pórtico. El caballero, sin saber lo que hacía, espoleó su cabalgadura y entró en ésta en medio de los fie les espantados. El asombro y el escándalo fueron mayúsculos. El caballero era muy conocido; se t rataba del Señor Raimundo Lullio, Senescal de las Islas y Mayor del Palacio. Tenía esposa y t res hijos, mientras Ambrosia di Castello también estaba casada y gozaba, además, de irreprochable reputación. Por ello, Raimundo Lullio fue considerado t remendo libertino. Su entrada ecuestre en la iglesia de Parma fue pregonada por todo el pueblo, y Ambrosia, muy confusa, pidió consejo a su esposo. Este era aparentemente un hombre sensato y no consideró que su consorte hubiese


sido agraviada porque su belleza t rastornara la cabeza de un noble joven y brillante. Propuso que Ambrosia curase a su admirador con una locura tan grotesca como la por él protagonizada. Mientras tanto, Raimundo Lullio ya había escrito a la dama, para disculparse, o más bien para acusarse aún más. Lo que le impulsara, decía, era algo “extraño, sobrenatural, irresistible”. [...] Juzgaba que su imprudencia debía expiarse con abnegación, grandes sacrificios y milagros por cumplir, con la penitencia de un est ilit a y las hazañas de un caballero andante. “Ambrosia le contestó: `Responder adecuadamente a un amor que vos denomináis sobrenatural requeriría una existencia inmortal. Si este amor se sacrificase heroicamente ante nuestros respectivos deberes, mientras vivan quienes amamos, creará sin duda, de por sí, una eternidad, en el instante en que la conciencia y el mundo nos permitan amarnos mutuamente. Se dice que hay un elixir de vida; procurad descubrirlo, y cuando tengáis la seguridad de haberlo logrado, venid a verme. Hasta entonces, vivid para vuestra esposa y vuestros hijos, como yo misma viviré para el esposo a quien amo; y si me encontráis en la calle no deis muestras de reconocerme. ´ “Evidentemente, la misiva implicaba un sutil abur, que despedía al amante hasta el día del Juicio Final; pero aquél no lo entendió así y desde entonces el noble alegre desapareció para dar lugar al alquimista serio y reflexivo. Don Juan se convirtió en Fausto. Transcurrieron muchos años; la esposa de Raimundo Lullio falleció; Ambrosia di Castello enviudó; el alquimista parecía haberla olvidado, enfrascado únicamente en su labor sublime. “Al fin, un día, estando sola la viuda, Raimundo Lullio fue anunciado, e ingresó en la casa un anciano calvo y macilento, que sostenía en su mano una redoma llena con un elixir brillante y rojizo. Avanzó con paso inseguro, buscándola con los ojos. Lo que buscaba estaba ante él, pero no reconoció a la que, en su imaginación, permaneciera s iempre joven y bella. “- Soy yo- dijo al fin-. ¿Qué queréis de mí? Al oír la voz, el alquimista quedó azorado. Reconoció a la mujer que t iernamente juzgara inmutable. Se arrodilló a sus pies, y le ofreció su redoma, diciendo: - Tomad, bebed, es vida. Aquí se encierran t reinta años de mi existencia. Yo lo he ensayado y sé que es el elixir de la inmortalidad.


“- ¿Qué? - preguntó Ambrosia, con una t riste sonrisa-. ¿Vos mismo lo habéis bebido? “- Después de beber - replicó Raimundo- una cantidad del elixir aquí contenido, me abstuve durante dos meses de todo otro alimento. El hambre me atormentó pero no sólo no me morí sino que tengo conciencia que entraron en mí fuerza y vida sin paralelo. “- Os creo- dijo Ambrosia- mas este elixir, que preserva la existencia, es impotente para restaurar la juventud perdida. Pobre amigo mío, miraos. “Entonces alzó un espejo ante él. Raimundo Lullio retrocedió pues según afirma la leyenda jamás había reparado en su persona durante sus t reinta años de t rabajos. “- Y ahora, Raimundo - continuó Ambrosia- miradme. “Entonces ella soltó su cabello, blanco como la nieve; aflojó los cierres de su vestido y le exhibió su seno corroído por un cáncer. “- ¿Es esto - dijo last imeramente- lo que deseáis inmortalizar? “Luego, al ver la consternación del alquimista, continuó: - Os he amado durante t reinta años y no os condenaría a prisión perpetua en el cuerpo de un débil anciano. Haz lo propio: no me condenes entonces a mí. Ahórrame esta muerte que denominas vida. Déjame sufrir el cambio necesario antes que pueda yo vivir nuevamente de verdad: renovemos nuestra naturaleza con una juventud eterna. No ansío tu elixir que sólo prolonga la noche de la tumba: yo aspiro a la inmortalidad. “Entonces, Raimundo Lullio arrojó al suelo su redoma, que se despedazó. “- Os libero - dijo- y por vos permanezco en prisión. Vivid en la inmortalidad de los cielos, mientras yo soy condenado para siempre a vivir la muerte en la t ierra. Luego, Raimundo ocultó su rostro con las manos y se marchó llorando.” ( 3) Belleza y amor ¿Qué cosas son las que impulsan a un hombre hacia una mujer y a esta hacia él con potencia ir resistible? ¿Qué locura los arrebata, hasta el punto de inducirlos a efectuar acciones irracionales? Podríamos señalar el egoísmo ( otra vez) en el ansia de posesión del Paciente Inglés, la ardiente ilusión mística sublimando un reprimido impulso sexual, en el alquimista, la desvalidez de un adolescente conflictuado y provinciano, intentando ejercer un it inerario byroniano como compensación de


sus carencias. Se presenta como insuficiente. Hasta el día de hoy - hace poco, el 19 de agosto, he cumplido 54 años- no he podido explicarme este impulso, que suele surgir de improviso por un est ímulo que se presenta externo, aunque nos deja la sensación de haberse originado en algún recodo de los laberintos en nuestro interior. Platón sostenía que el amor es el deseo de lo bello: sobre todo, “el deseo de la eternidad, en el sentido de que mediante la procreación busca hacerse permanente [...] La belleza es aquello que el amor busca y que no posee” ( 4) Esto parece coherente con lo ocurrido entre los protagonistas de la película. Ambos eran bellos, se suscita una atracción extraordinaria, quizá no necesariamente partiendo de lo exterior, pero que t iene a la belleza fís ica como un componente indubitable. Este romance hubiese sido improbable, por ejemplo entre Ariel Sharon, por mencionar alguien y, digamos, Madeleine Albright. Y aún en el remoto caso de surgir: sería impresentable en una película, nadie se identificaría para esta función precisa con tales personajes. Quiere decir, entonces, que la belleza fís ica juega un rol determinante en esto que solemos denominar amor. Al menos relacionándolo al propósito de su representación artíst ica. Es un tema extraordinariamente complejo y extenso. Tal vez uno de los esenciales para obtener alguna luz sobre el sentido de la existencia humana ( si es que t iene alguno). No hemos hecho otra cosa que despuntar el problema. En muchas próximas Cartas recurrirá, no necesariamente en la que sigue, para continuar con el propósito expresado de proponer los temas esenciales sólo en esbozos pálidos, al principio, para ir ahondando en ellos a medida que continuemos abordándolos. Por ahora solo me queda despedirme, expresando el anhelo de no haber resultado confuso y aburrido en esta intervención. Un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.

P. D.: Amalia ( Beatriz Domínguez): sé que has leído el libro La llama doble, de Octavio Paz. Porque te lo he prestado, hace como t res años, y me lo has devuelto


luego de un t iempo, creo que, además, me hiciste algún comentario. Yo no lo he leído aún. No he querido hacerlo ahora, de apuro, sólo para sustentar esta Carta ( además, por un secreto temor de ser influido por de más). ¿Serías tan amable de enviarnos alguna reflexión, para compartirla con nuestros amigos de la list a? Desde ahora te agradezco. Vale. * 1973. Juan Alsina, sacerdote misionero español, es asesinado en Chile por la policía de Pinochet. 1983. Independencia de San Cristóbal y Nevis. 1985. Terremoto en la ciudad de México. 1986. Charlot Jaqueline y compañeros alfabetizadores, mártires de la Educación Liberadora, en Haití. (Fuente: Agenda Latinoamericana-Mundial 2003. Centro Nueva Tierra, Carmen de Patagones, Argentina.) ** Dos meses antes habían asesinado en la selva boliviana a Ernesto Ché Guevara -junto a San Martín nuestro más glorioso argentino. Pero por entonces yo apenas estaba enterado el asunto. Me conmovió mucho -r ecuerdo- ver por televisión, y luego en la foto, la famosa foto de nuestro guerrillero t irado, con los ojos abiertos. Por un momento me sugirió semejanzas con ciertos Cristos, particularmente los de Caravaggio y El Greco. Pero luego volví a mis relativamente frívolos afanes de adolescente, muy poco politizado. • La revelación de su edad provocó en mí un estremecimiento místico. En esos días habíamos salido juntos -sin que nos abandonara nunca Ana Pereyra, una prima adolescente, muy l inda y a quien se ocupaba eficazmente de entretener Chongopracticando los arrumacos propios de la estación y nuestro ciclo vital, lo cual de pronto se me presentó con un dejo sombrío por tratarse de una niña, casi. Pero sus formas rotundas y su estatura desmentían el dato. Ello me sirvió enseguida para desalentar todo prejuicio, asegurándome en el fuero íntimo que me había relacionado con una muchacha excepcionalmente adelantada. Afirmé s in más medrosidades mi entusiasmo, dado que bien poco t iempo nos quedaba, pues se me había ocurrido preguntarle la edad - tan rápido había sucedido todo- recién unas pocas horas antes de su r egreso a Mar del Plata. • Club de Leones (Lion´s Club International). Especie de masones libres, semejantes a los del Rotary Club, en general un poco menos pudientes que estos. Con sede en Estados Unidos, sus miembros se r eclutan entre las pequeñas burguesías acomodadas de todo el mundo. • Eliphas Levi ( Alphonse Louis Constant). Historia de la Magia . Versión española de Héctor V. Morel. Libro V. Los adeptos y el sacerdocio. Capítulo III. Leyenda e historia de Raimundo Lullio. Págs. 200 a 202. Tercera edición, 1988,


Editorial Kier, Buenos Aires, Argentina. • Raymond Bayer. Historia de la Estética . Traducción de Jasmin Reuter. Primera parte. Antigüedad y Edad Media. Capítulo II. La estética de Platón. B) Evolución de la estética platónica. Pág. 37.

Acerca del suicidio, 2 Estimado Julio: Gracias por tus cartas. Admiro tu erudición, tu t iempo provinciano, tu paciencia. Aquí corremos siempre y no nos suicidamos, nos gastamos. En todo de acuerdo con tu definición que caracteriza a porteños y provincianos. Hay de todo. La soledad de la “gran puta del Plata” ( como yo la llamo) obliga a cuidar el corazón, suavizarlo, hacerlo más bueno. Todo lo contrario de lo que se cree. Por aquí ( vivo a 57 Km. de Baires) somos amigos o no somos. Te estoy hablando con el alma a lgo cargada de sentimientos encontrados: he vuelto hace unas horas del entierro de un violinista, un músico víctima del proceso que estuvo en Europa, que Charly García lo recuperó para uno de sus discos, cuando volvió. Vivía en mi pueblo ( Berisso) con pobreza, soportando la estulticia de los dueños actuales del poder. En fin, no fui muy amigo de él pero lo crucé varias veces en la FM donde teníamos programas. Era un personaje en el más bello y el más patético sentido de la palabra. En e l funeral hubo música, aplausos, instrumentos que se t iraron sobre su ataúd para sepultarlos con él; su mujer cantó bella y desgarradamente. Lloramos mucho. Te mando mi abrazo. Me gustaría saber algo concreto de tu persona: no hace fa lta el número de documento ni la edad. Eso sí: ¿vivís en un paraíso a pesar de las barbaridades que se cometen en esa serie de republiquetas bananeras que forman algunas de nuestras provincias del NOA? Contame. Esclareceme. No estaría mal un cibermano a mano. Mariano García Izquierdo. Respuesta de Julio a Mariano


Querido Mariano, en primer lugar debo decirte que me conmovió mucho la narración que haces del velorio de tu amigo. Uno siente cierta rabia cósmica cuando seres valiosísimos padecen dolor y fallecen sin que la gente comprenda su elevado aporte - en tanto canallas como Macri captan la admiración popular. Tu sensible narración suscitó inmediatamente en mí movimientos espirituales que me sería imposible expresar por escrito mejor que nuestro Pablo: Entre plumas que asustan, entre noches, entre magnolias, entre telegramas, entre el viento del Sur y el Oeste marino, vienes volando. Bajo las tumbas, bajo las cenizas, bajo los caracoles congelados, bajo las últ imas aguas terrestres, vienes volando.

Más abajo, entre niñas sumergidas, y plantas ciegas, y pescados rotos, más abajo, entre nubes otra vez, vienes volando. . Más allá de la sangre y de los huesos, más allá del pan, más a llá del vino, más allá del fuego, vienes volando. Más allá del vinagre y de la muerte, entre putrefacciones y violetas, con tu celeste voz y tus zapatos húmedos, vienes volando. Sobre diputaciones y farmacias, y ruedas, y abogados, y navíos, y dientes rojos recién arrancados, vienes volando. Junto a bodegas donde el vino crece con t ibias manos turbias, en silencio, con lentas manos de madera roja, vienes volando. Entre aviadores desaparecidos, al lado de canales y de sombras,


al lado de azucenas enterradas, vienes volando. Entre botellas de color amargo, entre anillos de anís y desventura, levantando las manos y llorando vienes volando. Sobre tu cementerio sin paredes donde los marineros se extravían, mientras la lluvia de tu muerte cae, vienes volando. Mientras la lluvia de tus dedos cae, mientras la lluvia de tus huesos cae, mientras tu médula y tu risa caen, vienes volando. Sobre las piedras en que te derrites, corriendo, invierno abajo, t iempo abajo, mientras tu corazón desciende en gotas, vienes volando. No estás allí, rodeado de cemento, y negros corazones de notarios, y enfurecidos huesos de jinetes: vienes volando. No es verdad tanta sombra persiguiéndote, no es verdad tantas golondrinas muertas, tanta región oscura con lamentos vienes volando. El viento negro de Valparaíso abre sus alas de carbón y espuma para barrer el cielo donde pasas: vienes volando. Hay vapores, y un fr ío de mar muerto, y s ilbatos, y mesas, y un olor de mañana lloviendo y peces sucios: vienes volando. Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro, y nadie, y nada, sino una escalera de peldaños quebrados, y un paraguas: vienes volando.


Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo venir volando bajo el mar sin nadie, bajo el mar que me habita, oscurecido: vienes volando. Oigo tus alas y tu lento vuelo, y el agua de los muertos me golpea como palomas ciegas y mojadas: vienes volando. Vienes volando, solo solitario, solo entre muertos, para siempre solo, vienes volando sin sombra y sin nombre, sin azúcar, sin boca, sin rosales, vienes volando. ( Pablo Neruda, “Alberto Rojas Giménez viene volando”, Residencia en la tierra II , 1935 .) Yendo a los temas que te interesan: Se puede hablar bastante de la elevada calidad interior de los porteños. Por decoro no debo narrar vivencias compartidas con ciertas muchachas, una de Almagro y otra de La Plata, a quienes tuve la gracia de conocer en su sentido bíblico. Aún dejando eso de lado, uno de mis mejores amigos ( aclaro tener pocos amigos), es porteño hasta la médula. Se llama Jorge Rulli. Tal vez hayas oído hablar de él, pues constituyó un icono del Peronismo Revolucionario ( ahora reciclado ecologista). Respecto de si vivo mi paraíso aquí... No. Santiago es una ciudad mediocre. En todo sentido. Por su cantidad de habitantes ( unos 300. 000) y por su idiosincracia. Por sus habitantes, no es lo suficientemente grande como para disponer la diversidad de posibilidades que brindan Córdoba, Rosario, Mendoza o Buenos Aires. Por su idiosincrasia... este es un pueblo dominado durante 400 años por sistemas feudales... el camino para subsistir que encontró es el servilismo, el fingimiento, la adulación, la hipocresía... pero en ese camino la gran mayoría de este pueblo perdió la dignidad. ¿Donde me hubiese gustado vivir? En el campo ( por ejemplo, en Fernández; a llí viví durante cinco años,


desde 1985 a fines del 89). Se t rata, sin embargo, de una percepción personal, creo que inducida por mi profesión de escritor, por mi deseo nunca saciado de escuchar música, por una atracción interior irresist ible que me lleva hacia la t ierra, las plantas, los pequeños bichitos que habitan entre ellas... también por el hartazgo que siento hacia las guerras... Sin embargo creo que la posibilidad de ser feliz depende en inmenso porcentaje de nosotros mismos ( es decir, de nuestro interior). Por ello sigo siendo feliz de a ratos - como corresponde-. Alcanzo retazos de felicidad cada día, accesibles, según creo, no por vivir en Lobito ( Angola) o Lausanne ( Suiza)... Sino por haber estado gran parte de una existencia acechándola ( a la felicidad): luego de muchos años se adquiere una cierta técnica para llegar, de vez en cuando, a cazarla. Pues se t rata, como a los “panaderos”, no sólo de pillarlos, sino de que cada uno de sus infinitesimales pelitos, pueda permanecer intacto sobre la palma de la mano, de tal manera que a l soplarlo, pueda elevarse glorioso nuevamente, hacia el cielo. Te envío un saludo afectuoso. Julio P. D.: Tengo parientes en Berisso. No puedo enumerar sus nombres, porque son legión. Emigraron en los años 30- 40, me dijeron. Algunos de ellos: Patricio Carreras - con casi todos los Carreras de allá-, y los Ojeda, según creo.

PARAMILITARES EN SANTIAGO ----- Original Message ----From: “ Daniel_ Yépez” danyepez@arnet. com. ar To: “ Julio Carreras (h)” jubipen@yahoo. com Subject: Opinión Date: Wed, 24 Sep 2003 07:11:25 -0300

Estimado Julio: Mi sobrina me remitió esto. ¿Qué opinión te merece? Si tenés información al respecto, agradeceré que me la hagas llegar. Saludos cordiales y un abrazo. Daniel Yépez - San Miguel de Tucumán -

Argentina


----- Original Message ----- From: l flores@ arnet. com. ar To: danyepez@ arnet. com. ar Sent: Monday, Septem ber 22 , 2003 11 : 58 AM Subject: NOTICIA ENVIADA POR Lilian del Valle Flores

Lilian del Valle Flores quiere compartir con usted la siguiente noticia que leyó en Pagina 12/ WEB Las guardias blancas, grupos paramilitares en Santiago El Movimiento Campesino de Santiago del Estero denunció que en la provincia de los Juárez los dueños de la t ierra mantienen bandas armadas que intimidan, secuestran y balean. La denuncia fue tomada por la CIDH, que r ecibió fotos de una de las “ guardias blancas” privadas en acción. A las denuncias por persecución política, espionaje a ciudadanos, torturas a chicos y adolescentes, entre otras violaciones a los derechos humanos en Santiago del Estero, Página/ 12 agrega ahora un nuevo dato del t er ror en t ierras donde r eina el matrimonio Juárez: la existencia de grupos paramilitares organizados y controlados por terratenientes, hacendados y ganaderos -bajo el amparo policial y político-, armados para combatir con métodos de tortura, desapariciones, muerte o amedrentamiento a los campesinos de distintas regiones de la provincia. Este diario r evela en exclusiva las denuncias de los campesinos y las fotos que las prueban. El material fotográfico fue r ecogido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como documento de estos nuevos ejércitos irregulares. Cuando Santiago del Estero comenzaba a buscar con fuerza un camino nacional para romper el cerco que silenciaba las denuncias por violaciones a los derechos humanos, Luis Eduardo Duhalde pronunció una palabra: “ Guardias blancas”. En ese momento, el secretario de Derechos Humanos estaba sentado a una mesa de trabajo. A un lado t enía a Gustavo Beliz y del otro a un puñado de campesinos que f inalmente habían conseguido espacio en la agenda de visitas del ministro de Justicia. Duhalde había entendido lo que aquellos campesinos decían. Mencionó sus experiencias recogidas como funcionario de organismos internacionales, y encuadró las denuncias bajo ese nombre. Fuera del país, las Guardias Blancas son denunciadas por los miembros del Movimiento de los Sin Tierra del Brasil o los chiapatecos en México. La Secretaría de Derechos Humanos analizó esta nueva pesadilla de Santiago como parte del r elevamiento jurídico- institucional encarado por el gobierno nacional. Bajo el apartado de “ peonadas armadas”, el informe da cuenta del


andamiaje económico, jur ídico y policial que alienta la propalación de estos nuevos escuadrones de la muerte formados por paramilitares. Las Guardias Blancas nacieron en la ex Unión Soviética, después de la Revolución del '17. La página web del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Chiapas da cuenta de los comienzos de este t ipo de organizaciones, para situarlas más tarde en la topología social de América lat ina, donde en los últimos años se fueron replicando. “ En la Revolución de Octubre, el gobierno soviético optó por repartir la t ierra pero se encontró con la resistencia de la policía particular de los propietarios: se las l lamaba guardias blancas - explica la página web-, en contraposición con las guardias rojas organizadas por el gobierno para recuperarlas.” En México, los ejércitos paralelos tomaron carácter de institución a partir de un decreto de 1961 que habilitaba a los ganaderos a usar armas y contratar policías particulares. Santiago del Estero no está lejos de ese modelo. Los casos “ Cuando a mí me secuestraron, me desnudaron al lado del r ío Salado durante todo un día y toda una noche. Me querían obligar a acusar a los compañeros y compañeras como ladrones de vacas.” Adolfo Farías es uno de los campesinos del Mocase, el Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero, que viene denunciando la existencia de los grupos armados. “ Mientras me t enían secuestrado - dice- pensé en mi familia, en mis compañeros, y cuando aparecía el miedo lo mataba pensando que era mejor orgullo estar siendo apretado y quizás hasta asesinado para que nos hagamos más fuertes.” La Mesa de Tierras coordinada por el Obispado de Santiago relevó una ser ie de s ituaciones s imilares en distintos departamentos de la provincia. Los r esultados del informe forman parte de un documento que fue presentado a los funcionarios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos durante su r eciente paso por allí. “ En nuestro lote viven tr es familias”, comienza otro de los testimonios, esta vez de una de las familias del lote 55 del departamento de Mariano Moreno. “ El día 27 -continúa-, el supuesto dueño fue con la policía de Añatuya y de Los Juríes. Un grupo de 15 campesinos apoyaba a las familias, l legaron patrulleros de Juríes, Bandera, y Gendarmería diciendo que t enían orden de detención para Sergio Ledesma y Roberto Dosplat, por usurpación de campo y hurto de productos forestales. No mostraron la orden del juez, entraron a buscar a Dosplat, discutieron con él,


empezaron a pegar y t irar con armas, hiriendo a uno de los muchachos, que ahora está internado.” La denuncia no t ermina allí: en ese mismo momento, “ a otro de los chicos lo golpean a patadas en el piso con las manos atadas con el cordón de las zapatillas. Reconocimos al oficial Nieto, que el día anterior anduvo en una camioneta con empleados de Nazar, que estaban encapuchados, y el oficial Galván que dijo 't ir en a matar'“. Mirta Quiroga, otra de las mujeres del Mocase, explica algunas de las causas de los hostigamientos. “ La práctica de reunirnos una y otra vez para tratar de entender lo que nos pasaba con los aprietes que nos hacían la policía, y otros mandados por el gobierno - dice-, nos ha hecho olvidar el miedo.” Los derechos Como ocurre con los pueblos aborígenes, los campesinos cuentan con un andamiaje jurídico que garantiza sus derechos sobre los suelos. El grueso de estas familias es poseedora de las t ierras que durante varias generaciones han ocupado, pero no t ienen r egularizada su situación dominial. “ Si bien el derecho asiste a la gran mayoría de los campesinos - dice el informe de la Subsecretaría de Derechos Humanos-, la Ley de Prescripción Veinteñal es muy compleja.” Requiere de “ carísimas mensuras, además de que el plazo de posesiones es excesivamente largo, y requiere de un sostenido, preciso y costoso asesoramiento legal que impide tácitamente el acceso a la Justicia”. Esta condición de inaccesibilidad a la Justicia por cuestiones de pobreza es uno de los puntos nucleares del problema en Santiago. Según el informe, los problemas con la Justicia disparan los siguientes efectos: • “ Muchos de los campesinos t enedores de derechos son injustamente desalojados de sus legítimas posesiones por supuestos dueños o compradores”. • “ Otros terminan aceptando tratos desfavorables, s iendo l it eralmente arrinconados en mínimas superficies”. • “ Como consecuencia, se deterioran las condiciones económicas de las familias campesinas, pierden su entorno social y cultural, lo que aumenta la expulsión hacia las ciudades”. Con estos datos, la Comisión r ealizó uno de sus diagnósticos más críticos sobre la violación a los derechos humanos en la provincia: “ La problemática de la t enencia y posesión de la t ierra es una de las principales cuestiones de la agenda de derechos humanos santiagueña, ya que el proceso de avance indiscriminado de la frontera agrícola de las oleaginosas con eje en la soja, atenta no sólo contra los derechos r eales de la posesión s ino también contra el patrimonio ambiental de las comunidades campesinas”.


El modelo Las denuncias y las entrevistas realizadas durante un mes con distintos integrantes de los centros campesinos de la provincia permitieron que los t écnicos de la Secretaría elaboraran un “ modelo de conflicto de apropiación” i legal de las t ierras. Es un método en tr es fases, descripto en el informe del Ministerio de Justicia: - Primera fase: El supuesto dueño o apoderado se presenta ante la comunidad, aduciéndose como legítimo dueño de los campos. Intenta o bien l legar a un acuerdo por lo general muy desfavorable para los campesinos o, directamente, los amenaza con el desalojo judicial o extrajudicial (paramilitar). El engaño está montado sobre una situación registral bastante difusa, con superposición de t ítulos dominiales, inscripción de escrituras de dudosa confección y destitución de la justicia de derechos ya consagrados de legítimos poseedores veinteñales r egularizados. • Segunda fase: Los supuestos dueños producen sus propias marcas de ocupación: alambrados, mensuras, desmonte, quemas ilegales de montes. Esto incluye la destrucción de marcas de los campesinos, elementos probatorios de la ocupación veinteñal y del animo domini. Entre las prácticas de presión, existe el taponado u obstrucción del acceso a los pozos de agua, cierre de caminos vecinales, envenenamiento doloso de animales y la amenaza constante de desalojo por la fuerza y extrajudicialmente efectuada por peones contratados por los t erratenientes como por personal policial. • Tercera fase: Gracias a una lectura sesgada del artículo 182 bis del Código provincial, el supuesto propietario suele obtener una orden de desalojo con un despliegue desproporcional de fuerza por parte de la policía, lo que aumenta la presunción de complicidad o cooptación de la Justicia y de la fuerza de seguridad. Durante los r elevamientos se detectaron casos de personal policial montado en las camionetas de los t er ratenientes, oficiales que acampan en sus bases o situaciones de expulsión sin orden judicial, o donde los oficiales de Justicia no se hacen presentes. Entre otros casos, los t écnicos r ecogieron dos r elatos claves: la experiencia de un campesino l lamado Oscar Peralta, del lote 42, que el 28 de febrero de este año recibió un impacto de bala 9 mm en su pierna izquierda y el desalojo de las familias del lote 55, donde s in orden judicial la policía abrió fuego luego de golpear a los integrantes de tres familias. “ Peones armados”


Las imágenes fotográficas presentadas hoy por este diario muestran a los grupos que la Secretaría de Derechos Humanos define como “ paramilitares” o “ bandas de peones armados”. Estos nuevos ejércitos estarían mostrando una nueva forma de apropiación i legal y extrajudicial de las t ierras. La escena, dicen los t écnicos, “ parecería ser un indicador del cambio del modelo presentado, a partir de la presencia en la zona de peones armados”. El giro de modelo estaría basado, dicen, “ en el abandono de la instancia judicial por parte de los supuestos compradores para pasar a la organización de grupos de peones armados con escopetas y perros, que mediante intimidación con disparos al aire, obstrucción de caminos, exhibición de armas de fuego y 'reflectoreo' nocturno de las viviendas intentan el retiro y amedrentamiento de los campesinos poseedores de las t ierras”. Las fotos forman parte del cúmulo de documentos explorados en Santiago por la Secretaría y por los integrantes de la Comisión Interamericana encabezada por Robert Goldman durante su paso por la provincia de los Juárez. Página/ 12 recibió las imágenes de manos de sus propios autores, los campesinos del lote 20, un paraje cercano a la ciudad de Pinto. Las fotografías muestran a un grupo armado y f inanciado aparentemente por el señor Dutto, el supuesto comprador de esas t ierras, según las denuncias. Un empresario de la localidad de Tintina habló sobre este tema con los miembros de la Comisión encargada del informe que preparó la Secretaría de Derechos Humanos. “ Hemos tomado conocimiento - dice el informe- de la existencia de reuniones periódicas de empresarios en Añatuya cuyo objetivo es la organización y f inanciamiento de grupos armados para el desalojo extrajudicial de los campesinos, agravado con el hostigamiento a la actividad del Mocase y otros grupos de campesinos.” La Defensoría del Pueblo de la provincia asegura que unos 24 mil campesinos, poseedores legítimos de las t ierras, están expuestos a ser desalojados por medio de maniobras como éstas.

De Julio a Daniel From: “ Julio Carreras (h)” jubipen@ yahoo. com To: “ Daniel_ Yépez” danyepez@arnet. com. ar Subject:Re: Opinión Date: Wed, 24 Sep 2003 09 :35 :26 -0300

Estimado Daniel: efectivamente, en la ciudad de Santiago del Estero se manejan datos acerca de la acción paramilitar en el campo, especialmente en las zonas de


Pinto y Los Juríes. Es decir, los lugares donde los campesinos más humildes han cobrado conciencia de sus derechos y se han organizado para defenderse. Podría habérselos llamado “parapoliciales”; pero la palabra “paramilitar” está bien usada, ya que - según fuentes judiciales- los entrenó un militar: el Mayor D´Amico. Esto habría surgido de cierto eclipse momentáneo padecido por D´Amico hace cuatro o cinco años, debido a su competencia feroz con Musa Azar por el dominio del negocio de la “seguridad”. En efecto, ambos se desempeñaban en esa área gubernamental, fungiendo el t r istemente célebre como Secretario de Seguridad y D´Amico como Subsecretario. Luego el militar pasó a desempeñarse como Secretario y Musa como Sub. Pero parece que Musa apeló a sus relaciones con el PJ, con Néstor Ick ( dueño del Banco de Santiago del Estero y el 60 % de lo que t iene valor en la ciudad) y demás ángeles, para desplazar a D´Amico. Del chupadero al monte Cuando D´Amico se quedó “sin t rabajo” habría ideado estas organizaciones paramilitares, que llamó “Policía de Monte” para vendérselas a grandes empresarios que, se están abalanzando sobre Santiago empeñados como buitres en lucrar con la producción de soja. No olvidar que Santiago t iene una superficie física casi tan grande como Francia o Alemania, gran parte de ella todavía montuosa. Poco se ha dicho de las inversiones de Soros y otros capitalistas, que durante los `90 depredaron la frontera entre Santiago del Estero y El Chaco, asesinando a miles de animales de todo t ipo e incendiando el bosque para cultivar algodón. * D´Amico es un carapintada que junto al inefable Rico se rebeló contra el juzgamiento del mayor Barreiro, originando la t rágica insurrección de Semana Santa. Casado con una santiagueña, hija de un teniente coronel ( por supuesto) peronista. Su esposa además es hermana del ultrachupamedias “Chacho” Pinto, un médico que no ejerce pues desde hace años es mantenido por los Juárez colgando de la teta del Estado, sea como funcionario, sea como “legislador”. Según fuentes policiales D´Amico controla directa o indirectamente en un 30 % el negocio de la “seguridad” en Santiago. La otra parte ( más de la mitad) está


controlada por Musa Azar. En esta franja se entretejerían inst ituciones policiales, bandas delictivas, t raficantes de drogas, cuatreros, narcolavadores, t ravestis, chulos, proxenetas y otros serafines, lo cual explica el inmenso poder destructivo acumulado por estas cofradías 666. Para decirlo claro, en Santiago, si no te mata la cana te matan los choros para intercambiar cortesías. Ello infunde un gran miedo en la población. Un comerciante amigo me dijo estar seguro de que quienes le robaron de una manera a levosa e impune, llevándolo casi a la ruina, lo hicieron porque se había negado a pagar “protección” a los canas, así como sat isfacer los constantes mangueos ( pues los canas más chicos te piden monedas, o que les pagues sanguches de milanesas, fasos, birra, etcétera). Encima este comerciante es de izquierda; así que te imaginarás: “papita pa´ l loro”. Nueva devastación del bosque Bueno, volviendo al tema: el últ imo eclipse de D´Amico fue hace poco - creo que para el 17 de Octubre- cuando la señora Nina volvió a echarlo por haberse equivocado en la organización de un acto que ella quería mostrar a Duhalde. Estúpidamente, asignó sectores contiguos a los “barras bravas” de Mitre y Central, a quienes suelen “estimular” con vino, mercancías y otros “beneficios” para concurrir “voluntariamente” a los actos en camiones públicos. En Santiago Mitre y Central son como Boca y Ríver, así que te imaginas el quilombo que se armó. La televisión nacional se hizo una fiesta con las piñas, los contusos, una mujer que había resultado quemada, etcétera... y D´Amico voló otra vez. Por ello no sería aventurado imaginar que volvió a requerir los favores de sus amigotes del campo. Otro tema, lateral pero de gran importancia, y que no veo t ratado en el art ículo de P/12, es el inmenso daño que está causando al medio ambiente la nueva destrucción de bosques en Santiago ( los últ imos que quedan). Vienen mercenarios contratados por empresas - cuyos gerentes ni siquiera se toman el t rabajo de ver los campos, manejan todo desde Buenos Aires o, a veces, desde otros países. Los capataces ( no hace mucho el campo estaba lleno de franceses y argelinos) t ienen el mandato de convertir las adquisiciones de sus patrones en “áreas productivas”. Suena lindo. Para ello generalmente incendian los bosques con todo lo que t iene adentro:


guasunchas ( especie de cervatillos locales), quirquinchos, zorros, pumas, e incluso alguno que otro sobreviviente prehistórico de la fauna local, de alt ís imo valor biológico y cultural. Pronto estos campos quedan convertidos en una bocha pelada, donde estos personajes levantan galpones de chapa, silos metálicos e introducen maquinaria para el cultivo de soja. Cuando la t ierra no sirve más, se van. Tal como hicieron los ingleses, dejando cientos de pueblos fantasma ( Comala dixit) en nuestra acosada provincia. Amigo, espero haber sat isfecho algo de tu saludable inquietud. Creo que es importante difundir todo esto, y te ruego t ransmitas a tu sobrina mi felicitación por haberlo hecho. Un abrazo. Julio Carreras ( h) * “La campaña 99/2000 en la producción fibra de algodón t iene buenas perspectivas. En Santiago del Estero, segundo productor de fibra del país, este año el precio ascendería a U$S 400 la tonelada y se preve que la zona de secano rendiría unos 2000 kg x ha. “El departamento Felipe Ibarra, al NE de la provincia, se vio invadido por productores santafesinos que ven un gran futuro en el negocio de la fibra. Inversionistas extranjeros visitan los campos en busca de calidad y r inde para exportar fibra a mercados asiáticos y europeos. “Es que la Onda Verde t rajo de nuevo la moda del algodón en las prendas de vestir. Pero la ecología también enseña que hay que preservar los ecosistemas. En este campo, en la zona de Pozo del Toba, y Campo del Cielo, no se t iene en cuenta la flora y la fauna autóctona. “Todo el Chaco Santiagueño es r ico en quebrachos, algarrobos, guayacán, palo amarillo, garabatos, etcétera. Allí viven osos hormigueros, guasunchas, corzuelas, yaguaretés, tortugas, chorotes, etcétera. “Todo el hábitat de estos animalitos está siendo depredado por las topadoras de empresas extranjeras, principalmente AVENTIS ( Ex- Agrevo) que en sociedad con la alemana Hoesch, está incendiando miles de hectáreas de árboles y aniquilando todo t ipo de animales para experimentar productos químicos allí. También el magnate Soros ha comprado 10. 000 ha, a las que está


dando un t ratamiento similar, para explotarlas como sembradío de algodón. “Es conmovedor ver a los animalitos huyendo del fuego con que se elimina el bosque - nos dice un arquitecto, que por falt a de empleo tuvo que aceptar uno allí. “Los gobiernos, tanto nacional como provincial, no regulan la deforestación de esta r ica zona del NE santiaguaño, que día a día pasa a ser un desierto, debido a la mala aplicación de una agricultura especulativa y de un manejo indiscriminado de los agroquímicos. “A principios de siglo empresas inglesas aniquilaron el bosque en grandes zonas de Santiago del Estero, convirtiéndolas en desiertos. Luego se fueron, dejando las ruinas de sus instalaciones aquí. ¿Pasará ahora lo mismo con la franja Este de la provincia?” [“Destrucción de animales y bosques en Santiago”, Julio Carreras ( h), Quipu de Cultura, noviembre de 1999.]

LA SALAMANCA Por: Juan M. Garayalde ( Buenos Aires) A 450 años de la fundación de Santiago del Estero “Y en las noches de luna se puede sentir a Mandinga y los diablos cantar” ( La Salamanca - Zamba de Arturo Ávalos) I – LOS QUE PACTAN En estos días se conmemora los 450 años de la fundación de la ciudad más antigua del país: Santiago del Estero. Como muchas provincias, padece del depotismo de polít icos, a los que se los denomina “caudillos”, siendo que, el últ imo y verdadero Caudillo que tuvo esta provincia fue Don Felipe Ibarra, durante el periodo de la Confederación Argentina que tuvo a Juan M. de Rosas como su supremo inspirador. En las t radiciones que viven en e l alma del pueblo santiagueño, y en gran parte de las provincias del norte, esta la leyenda de la Salamanca, un lugar donde se desarrolla una ceremonia perpetua, presidida por la corte


de Lucifer, Mandinga, por el Macho Cabrío que hasta la pintura de Goya inmortalizó. La Salamanca ha sido descrita como un socavón de la ladera de un cerro, también como una cueva oculta en la profundidad del monte, o en un lugar oculto al borde de un r ío. Son pocos los que pueden por las noches escuchar los cantos que nacen de ese lugar prohibido, y menos son los que logran ver su entrada. A ese lugar, convergen los diablos, los condenados, los poseídos, los brujos y brujas que van a mejorar sus artes luciferinas. También, llegan los que buscan un favor de Mandinga: concretar un pacto con él, para adquirir una habilidad sobrenatural a cambio de entregar el alma. Es un contrato fir mado con sangre. Allí se dice que cayeron grandes cantores, oradores, jinetes deslumbrantes, mujeres de belleza exótica, grandes poetas, guitarristas con una magia deslumbrante en sus manos. Todas personas que no pueden soportar la mediocridad de sus vidas, y buscan destacarse a costa de perder la verdadera vida que nace en la muerte. No todos cumplen con su contrato. Santos Vega, el gran payador, fue uno de ellos. Hubo de perder una payada con el mismo Mandinga ( Juan sin Ropa) para tener que aceptar su t rágico destino final. •

– COMO INGRESAR

Todos los que ingresan a la Salamanca, o han vendido su alma al diablo, o van en camino a hacerlo. No es precisamente una t ierra para turistas. No hay forma de que los incrédulos puedan ver la Salamanca. Esta carece de existencia fís ica. Sólo la voluntad de la persona hará posible hallar la puerta de ingreso a la misma. El aspirante conoce a t ravés de la t radición oral, y de un comunicador válido – iniciado-, el lugar donde se halla la cueva, y las pruebas a las que será sometido por Mandinga, quién probará su temple al atreverse a hacer un contrato cara a cara con él. Una vez que se llega al lugar donde se hallaría la boca de acceso a la Salamanca, el aspirante deberá desnudarse, y esperar atento algún sonido o signo que lo guíe a la cueva. De esta manera, puede ser una lechuza, un cuervo negro, el sonido de un arpa o la huella de un basilisco el que lo guíe. ( 1) En la puerta de entrada será recibido por víboras de


ojos centelleantes, y otros reptiles de gran tamaño que no aparecen en ningún libro de zoología. El visitante será rodeado por ofidios que se le enroscarán en su cuerpo, y por arañas que se le irán subiendo, acariciándole con sus pieles rugosas. Uno deberá pasar esa prueba con serenidad y no caer en el pánico, a r iesgo de perder la vida. Ya dentro, deberá sortear un arunco, un chivo de mal aspecto y de pestilente olor, que tratará insistentemente de embestirlo para empujarlo hacia el interior de la cueva. Allí, será un cuervo negro el que hará de guía, después de decir en voz alta la contraseña que un iniciado le ha revelado. Lo primero que hallará en el descenso, será un crucifijo invertido, al cual deberá escupir y blasfemar para continuar. Si el aspirante vacila, dejará de ver la entrada y se hallará en medio de una oscuridad agobiante. Podrá salir de esa situación, pero con seguridad padecerá de permanentes crisis espirituales que lo acosarán durante toda su vida. •

– EL TEMPLO

La t radición nos revela que el interior de la Salamanca es deslumbrante y terrorífico al mismo t iempo: se halla iluminado con lámparas de aceite humano, grandes cortinados de telas y marmolería fastuosa, que los templos griegos envidiarían. En el fondo de la misma, esta el asiento de Mandinga, rodeado de los animales más terroríficos del reino de las t inieblas. Allí, el visitante que viene a hacer su pacto, se aproxima al t rono. A su alrededor, bailan y danzan los condenados: hechiceros, brujas, hermosas doncellas que nunca ven la luz del sol, serpientes de gran tamaño, sapos, culebras, cerdos, lechuzas, quirquinchos, lobizones, y los diablos. Frente al Príncipe de los Rebeldes, el aspirante formula su deseo. El diablo le hará pasar por nuevas pruebas para ser merecedor del acuerdo perpetuo. Los que han revelado algunas de esas pruebas, hablan de tener que montar sobre una bestia salvaje para domarla. En otras, se le hace caminar sobre el filo de un puñal colocado entre dos abismos sin fondo. Finalmente, para probar su fortaleza y fidelidad a Mandinga, deberá hacer un daño a sus seres más queridos. La prueba de fuego, que Dios exigió de Abraham el


ordenar sacrificar su único hijo... a diferencia de que e l Diablo, no se caracteriza por cambiar de opinión. Una vez cumplida todas las pruebas, Mandinga entrega al ya iniciado un champi ( 2), el cual deberá tener consigo, y que le será de su enlace mágico con la sabiduría luciferina. Finalmente, la cueva estalla en una fiesta infernal, demencial. Se desata la bacanal, el enorme banquete, la música aturdidora, el baile lu jurioso de las doncellas y de jóvenes desnudos que invitan a todos los presentes al inicio de la gran orgía. •

– EL RETORNO A LA CAVERNA

La actual Santiago del Estero, cuna de la argentinidad con sus 450 años de vida, es una fuente de sabiduría que emana del polvo de sus calles, del aroma de sus árboles, del canto de sus pájaros, de los altos tejados. Pero en ella, como en muchas grandes ciudades, caminan individuos que son extraños a su espíritu. Hoy, poca gente de las provincias argentinas creen en la Salamanca. Sólo por algunas canciones fo lclóricas, y por personas “crédulas” que alejadas de los centros urbanos siguen hablando de esa caverna invisible, que algunos la han visto en el cerro de Huanchar en Jujuy, o en el camino a Oran en Salta, donde comienza la gran curva del Bermejo. Y así, la Salamanca vive donde los iniciados estén para guiar a aquellos que le suplican la revelación del secreto. En tanto avanza la decadencia, la Salamanca pasa al olvido. Las personas que creen en esas leyendas, son los que viven las t radiciones de esta t ierra, y por lo tanto, saben rechazar la modernidad cuando esta les llega a robarle el espír itu. Sin embargo, esas personas que están abiertas a una realidad supranatural, no han entendido que la Salamanca ya no t iene motivo por el cual existir: los malditos han abandonado la cueva infernal, y hoy dominan Argentum. Mandinga no necesita más iniciados. Tiene todos los que necesita para esclavizar esta t ierra. Sus principales discípulos, han sido los oradores, los encantadores de masas, que han vendido riquezas imaginarias a los crédulos, y estos los han elevado como caudillos de esta t ierra. La Salamanca ya ha cumplido su cometido. Sus legiones ahora vagan por nuestros campos y ciudades destruyendo todo, robando las almas de los moradores de esta t ierra.


Su creación más sublime, ha sido las enormes urbes, tumbas del espíritu legionario que supo existir. Los que entienden el simbolismo de esta decadencia, deberemos crear nuestra propia Salamanca, donde logremos alcanzar un estado del espíritu apto para revertir la oscuridad que se ha apoderado de la superficie. Allí, en esa catacumba, deberemos recuperar los r itos de iniciación que nos permitan a lcanzar un conocimiento superior al actual. Y como la Salamanca, no todos podrán ver esta nueva caverna. En ella, una gran Cruz de Plata evitará e l ingreso de los condenados, de los necios y de los t ibios. Solo aquellas personas con la firme voluntad de renunciar a lo que es superficial, podrá recién ver y seguir el vuelo del Cóndor que lo acercará a nuestra caverna, aquella que René Guenón describió como la que contendría los Hombres que darían inicio a una nueva edad dorada. Iniciemos entonces, el descenso. • ) Basilisco: Serpiente con cresta de gallo. Originado en un huevo pequeño puesto por una gallina vieja o un gallo colorado. Su nacimiento es presagio de desgracias. Con su mirada puede matar a los que lo ven. Para destruirlo, se dice que se debe poner espejos en todas las habitaciones de la casa. Sin embargo, otras tradiciones dicen que es un animal imposible de matar. • Talismán en forma de insecto.

Carta de Raúl Dárgoltz 29 de julio de 2009 Queridos amigos Deseo hacerlos partícipes de esto que escribí. que sea un poco extenso.

Perdón

Raúl Dárgoltz EL ROSTRO DE LA HISTORIA La marcha del viernes en homenaje de las dos chicas brutalmente asesinadas fue realmente espectacular y muy emotiva. Los cálculos más optimistas hablan de 20. 000 personas, pero realmente no las puedo dimensionar, ya que la marea humana me arrastró en un momento de la misma.


Yo me incorporé recién al frente de la Iglesia San Francisco, junto con el obispo Maccarone y una mult itud, a siete kilómetros del origen de la marcha, en la ciudad de La Banda, y al pasar por la plaza principal se s iguió sumando muchísima más personas. Un fr io intenso nos “exigía” gritar y a aplaudir continuamente clamando por Justicia. Todos nos mirábamos a los rostros y deséabamos reconocernos, abrazarnos, sentirnos que seguíamos vivos en una provincia que estaba, hasta hace muy poco, totalmente dormida. Recordé las palabras de Scalabrini Ortiz cuándo describía el 17 de octubre de 1945, “... era el sustrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente, en su primordialidad, sin recatos y s in disimulos. Era el nadie y el s in nada, en una multiplicidad infinita de gamas y matices humanos... Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando frente a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del r ío... el espíritu de la t ierra estaba presente como nunca creí verlo...” Y caminamos alrededor de la Plaza principal, pasando frente a la Iglesia Catedral y el viejo Cabildo convertido en sede central de la policía y nos dirigimos en dirección de la Casa de Gobierno, como las anteriores veces, pero una multitud de policías fuertemente armados nos impidió nuevamente el paso. Nadie tenía miedo, pese a las amenazas vertidas en los diferentes medios por el gobierno provincial, que se ausentó de la provincia, de la existencia de infiltrados. Luego de finalizada la marcha, al frente de la Iglesia Catedral, y después de los diferentes discursos, fue la misa y las palabras sentidas y justas del obispo Maccarone. La incorporación del obispo fue sumamente importante, como lo fue la acción de Gerardo Sueldo. Les aseguro que este día viernes 25, día de conmemoración de los 450 años del nacimiento de Santiago del Estero, vivirá por siempre entre nosotros, porque este día, como lo sint ió Scalabrini, “yo vi el rostro de la historia en toda su esplendorosa plenitud....” Al día siguiente en nuestro Centro Cultural Hacha y Quebracho totalmente colmado, representamos la obra El Enemigo del Pueblo de Ibsen en una versión libre adaptada a nuestra realidad santiagueña que escribiera en el año 1996. Decidimos reponerla en estos t iempos que vivimos


porque entiendo que debemos realizar todos los días de la semana diferentes acciones, y no sólo durante las marchas de los viernes y porque en esta obra reflejamos la acción del obispo Sueldo, la lucha por la verdad contra el caudillismo y el clientelismo. Los padres de Patricia Villalba estuvieron presentes desde bien temprano muy sat isfechos y conmovidos por la extraordinaria marcha que protagonizó el pueblo santiagueño, mientras nosotros realizábamos los últ imos aprestos. Yo los invité a e llos, unos minutos antes de dar comienzo a la función y a Carlos Scrimini y su esposa, uno de nuestros héroes del Santiagueñazo, a que nos tomáramos de las manos conjuntamente con los actores para darnos fuerza y ánimo, como siempre lo hacemos antes de cada representación. Tito Diaz, uno de los más veteranos del grupo, pronunció unas sentidas palabras, y ellos, los padres de Patricia, nos ratificaron que no piensan “aflojar” en su lucha por la verdad. La función fue realmente espectacular, muy emotiva, como emotivo fue el homenaje final que les hicimos a Carlos y a Olga y Juan Villalba estos dos pequeños grandes personajes, que han conmocionado a la sociedad santiagueña por sus espíritus inclaudicables. Recordé de nuevo a Scalabrini Ortiz porque sé y estoy seguro que soy uno cualquiera y sin embargo, como un t remendo vendaval, me sacude el orgullo de estar abriendo el cauce de los t iempos venideros..” Un abrazo. Raúl Dárgoltz

CARTA Nº 12

Autonomía, Santiago del Estero, viernes, 23 de octubre de 2003. *

Formamos parte de un conjunto cuyos elementos percibimos sólo dentro de límites estrechos: los de nuestros cinco sentidos. Si desarrollamos algunas facultades podremos llegar a percibir realidades más interesantes que las pedestres. Como la denominada por Jung “sincronicidad”. O el maravilloso brillar de los


humanos cuando hacen el amor. Un cono húmedo El viernes estuvo lluvioso desde temprano. Como a las siete y media terminé mi desayuno; luego de lavar el plato, la taza, sacudir el mantel, guardarlo, me asomé en el ventanal que da al patio. Entre el lavadero de casa y mi habitación hay una distancia como de diez metros; calculé que podría salvarla sin mojar me demasiado y me largué, con grandes t rancos por sobre el veredón de piedra. A buen reparo, en la pieza, me puse entonces a contemplar desde el umbral las hermosas tonalidades languidecientes del cielo. Sobre su fondo se movían, armoniosamente, cuatro o cinco capas de nubes, de diferente valor. El jacarandá ya muy alto que ha crecido junto a mi habitación presenta campanitas de un suave lila; a su lado, castañuelas, normalmente en parejas. Observaba la maravillosa combinación de capas y matices, el limonero de un verde brilloso, las dos enredaderas que cubren la pared - flores blancas y rojas, en ciernes- la humedad en filamentos cristalinos formando volutas al aire, cuando advertí algo como una pequeña nube en medio de los árboles, que se elevaba hasta esfumarse por completo. Al observarla con atención vi que formaba un embudo, con su pico hacia abajo, en el cual se movían cierto t ipo de partículas t ransparentes. ¡Insectos!... Unas especies de mariposillas, de largas alas, volaban entre la llovizna elevándose en t irabuzón. Este se hacía más amplio a medida que tomaba altura, hasta disolverse en el oscuro cielo, antes de alcanzar la copa del jacarandá. Siguiendo la dirección de la nutrida columna, comprobé que se originaba en el suelo, desde un agujero recién abierto sobre la t ierra mojada. Me acerqué y vi una situación que me pareció extraordinaria: había ocurrido una especie de estallido, al parecer, pues los bordes del agujero estaban desmoronados, como si hubiese sido provocado por una fortísima presión viniendo de lo subterráneo. Por él emergían millares de bichitos, apretujándose, pugnando para abandonar el hueco, tan compactos en su amontonamiento que daban la impresión de un grueso chorro de miel quemada, antes de surgir por completo y ponerse a volar. Cada bichito pisaba la boca del agujero, caminaba unos pocos pasos,


sacudía las alitas como para est irarlas y se ponía a volar, siguiendo la columna en t irabuzón que ordenadamente terminaba abriéndose en todas direcciones a su final. ¡Hormigas!, pensé. Me costó creerlo. Estaba comenzando a llover con goterones más gruesos. Me acerqué aún más para comprobar si eran hormigas: no lo parecían; más bien luciérnagas, en su conformación fís ica, como un cucuruchito rosáceo, dotado de un par de alas semejantes a las de las libélulas, en proporción. Pensé en inmovilizar una para mirarla a mis anchas, pero me contuve. Seguramente si intentaba tomarla dañaría su cuerpecillo de un modo irremediable. Ellas no medían más de un par de milímetros, su cuerpo daba la impresión de ser muy blando. Ahora llovía bastante fuerte. Pero las hormigas continuaban saliendo y formando su cono, inalterable, hacia el c ielo. ¿Adónde ir ían? Pronto perdía uno de vista a las que llegaban a lo más ancho del abanico, y desde allí rompían formación hacia la tangente, cualquiera que fuese ( para nuestra percepción). Me dije que estos goterones que caían debían de resultar abrumadores para los animalitos, en caso de encontrarse alguno directamente con ellos. Efectivamente, por primera vez comencé a ver la caída de algunas pocas hormigas. Quedaban atontadas, muy cerca de su agujero; una que observé, parecía borracha, por momentos se dirigía hacia su hormiguero, como si fuese a introducirse otra vez en él, mas enseguida cambiaba de rumbo, regresando a la desorientación. Unas cuatro o cinco quedaron así, sobre las lajas, muy mojadas. Me aparté de ellas por un rato, entrando en mi habitación. Cuando regresé, como a la hora, no había ninguna. Ya no llovía, el suelo había absorbido la humedad, poniéndose oscuro. El hormiguero no existía - al menos hacia el exterior-, la febril actividad de los animalitos había cesado por completo, no pude encontrar ninguno, ni siquiera en las hojas de los árboles. Tampoco hallé alguno muerto. “Sus alas se deben haber secado, y luego han ido volando a... a donde tuvieran que ir”, pensé, con optimismo. Una “insectidad” Mientras estuve mirando a las hormigas se me ocurrió algo singular. Me pareció que ellas formaban una comunidad grandísima, organizada, con sus lenguajes, sus leyes, sus propósitos, su sistema político, su


t radición cultural. ¿Por qué no habría de ser así? ¿Qué nos autoriza a creer que estos seres no dispongan de sistemas ideológicos, de ciertas sensaciones equivalentes a lo que en los humanos denominamos “sentimientos”, de ciertas vivencias homologables a lo que en humanos mencionamos como “inteligencia”? Cuando mis hijas eran chiquitas y descubrían algún insecto en el campo, al percibir en su actitud algún signo amenazador, las advertía: “¡ No vayan a hacerle daño!”... Ante sus ojazos interrogantes, repetía: “¿Qué les parece si a ustedes las pisotea o agarra brutalmente algún gigante?... Imaginen si anduviera un gigante, paseando por la Tierra, y de repente las encontrara en su camino... ¿les gustaría que las levantase bruscamente entre sus garras, o las aplastara con un pie?” “¿Como King Kong?”, preguntaba la Lupita ( las había llevado al cine, a ver la película King Kong, fue para ellas una experiencia extraordinaria, desde entonces el gorila pasó a ser, en su imaginería, paradigma de gigante). De verdad creía en esto ( mejor dicho era, es, como una vaga intuición). Que la Tierra y los planetas, con todo lo demás que percibimos en la parte del Universo a nuestro alcance, son porciones de cuerpos gigantescos, tan inmensos que nos resulta imposible verlos. Por lo demás, sólo una presuntuosidad estúpida puede convencernos de que para ser consideradas inteligentes las formas de vida deben presentar caracteres humanoides. Recuerdo no sin sonreír el argumento que expuso un director del diario donde t rabajé alguna vez para “demostrar” la inexistencia de extraterrestres. El hombre - doctor en Filosofía y Derecho- afirmaba ( más o menos) en cierto párrafo de su extenso artículo: “... la prueba más contundente de que los marcianos no pueden existir ( llamaba “marcianos” a los extraterrestres), la prueba absoluta de la inexistencia de estos engendros, es su fealdad... Porque Dios no pudo haber jamás haber creado algo tan feo.” ¿Cómo sabía él que los “marcianos” eran feos? No lo aclaraba. ¿Se guiaba de lo representado en las películas quizás? ¿Se estaba refiriendo, por ejemplo, a representaciones como el ET? ¿O tal vez habría quedado impresionado por una especie de parodia cinematográfica de La Guerra de las


Galaxias, cuyo nombre exacto no recuerdo, protagonizada por Jack Nicholson, que presentaba unos extraterrestres horribles y muy agresivos?... Sin embargo, a imaginaciones menos limitadas les fue dado suponer existencias como éstas: “... A la tarde, cuando el mar fósil yacía inmóvil y t ibio, y las viñas se erguían t iesamente en los patios, y en el distante y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasaba suavemente las manos como quien toca el arpa. Y del libro, al contacto con los dedos, surgía un canto, una voz antigua y suave que hablaba del t iempo en que el mar bañaba las costas con vapores rojos [...] “El señor K y su mujer vivían desde hacía ya veinte años a orillas del mar muerto, en la misma casa en que habían vivido sus antepasados, y que giraba y seguía el curso del sol, como una flor, desde hacía diez siglos. “El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez clara, un poco parda, de casi todos los marcianos; los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales. “En otro t iempo habían pintado cuadros con fuego químico, habían nadado en los canales, cuando corría por ellos el licor verde de las viñas y habían hablado hasta el amanecer, bajo los azules retratos fosforescentes, en la sala de conversaciones.” ( Ray Bradbury. Crónicas Marcianas, 1955.) En el monte El domingo salí a caminar en dirección al monte. Eran como las nueve de la mañana. Como había llovido durante el viernes y algo del sábado, la t ierra estaba húmeda por todas partes, la vegetación limpia. El sol era relativamente suave y se ocultaba de a ratos entre las nubes morosas. La temperatura resultaba muy agradable, auxiliada por una delicadísima brisa. Tomé la ruta que va a Catamarca. Allí, a unos dos kilómetros, hay un sit io que personas para mí desconocidas han dedicado al Gauchito Gil. Una especie de santuario. Me sorprendí al ver los progresos que había experimentado en los últ imos t iempos. Lo que era un rústico quincho apenas protegido con alambres herrumbrados, y una casillita bajo de un árbol, ahora t iene una flamante construcción, muy prolija, insinuándose como un templete de homenaje al...


¿santo? No sé cómo llamarlo. Vagamente sé del Gauchito Gil que era un hombre “bueno”, fís icamente agraciado, que tuvo algún t ipo de desdicha... ¡ay, no presté mucha atención a la historia cuando me la contaron! ¡No sé si su mujer le metió los cuernos, si lo t raicionaron cuando iba en busca del sustento asesinándolo por la espalda o si murió en un accidente! Lo cierto es que lo convirtieron en ícono de devoción popular. ( 2) Me sorprendí más aún al est irar para verla una bandera, nueva, suntuosa, de color rojo - como todos los objetos relacionados con Gil- que colgaba de un mástil. “UNSE - Club Ciclista de la Universidad Nacional de Santiago del Estero - Gracias Gauchito Gil”, habían hecho estampar con letras doradas los ofrendantes. ¿Serían estudiantes? ¿O profesores? ¿O ambos, como en el Consejo Académico? Obviamente no estaban influidos por el materialismo científico. Inspeccioné todo meticulosamente, mientras reflexionaba acerca del origen de los cultos, recordando aquella historia del guerrero que custodiaba de por vida un montículo de piedras dedicado a cierta diosa germánica, con que comienza Frazer su clásico t ratado “La Rama Dorada”. También recordé que la única forma de ganar el “privilegio” de dicha custodia, entre aquellos habitantes de los Alpes Suizos, era combatir a muerte con el guerrero - elegido desde su más t ierna infancia para dicho propósito-, luego de cuya derrota ( y fallecimiento) el desafiante podía recién ocuparse de custodiar las piedras, alimentado por todo el pueblo. Un crimen alimentario Satisfecho con mi inspección, tomé por el caminito que se insinuaba con calidez a un costado del santuario. Mi propósito era evitar las altas torres de electricidad a las que esa senda llevaba, internándome en el monte pleno apenas hallase una “picada” con aspecto confiable. Por de pronto, ya estaba cesando - gracias al distanciamiento- el nervioso rumor de la ciudad; de vez en cuando pasaba algún automóvil de ida o vuelta por la ruta, a unos cincuenta metros de allí, se podían escuchar con mayor nit idez los cantos de los pájaros, los numerosos zumbidos de los insectos. Caminé, pues, t ranquilamente por esa


franja, bordeada a sus lados con ramaje seco, señal de que por allí habían pasado personas cortando arbustos para t ransformarlos en leña. Pronto me topé con un remolino de bichos voladores, componiendo un cono semejante al descubierto en casa, sólo que esta vez ¡eran hormigas muy grandes! ¡ Como la mitad de mi dedo meñique, sólo en sus cuerpos!, marrones oscuras, casi negras, con a las semejantes a las del alguacil. Otra vez me puse a mirar las hormigas. Esta vez era más fácil, pues había sol, además de ser las presentes al menos diez veces mayores en tamaño a las de mi casa. Quién sabe adónde ir ían. También las actuales creaban una especie de tolva, que a diferencia de éstas se resolvía en ascendencia, pero cuando se enanchaba hacia el cielo disponían las hormigas abandonar la multitud, emprendiendo un camino misterioso para mi entender, pues tampoco parecen impulsadas, todas, hacia un mismo lugar. El silencio me permitió percibir cierto zumbido y al seguirlo encontré, en el suelo, a una gigantesca hormiga que se había caído. Pugnaba por salir de una especie de t rampa, formada de modo accidental con restos de ramitas secas, amontonándose en parvas, delgadas, pero cuyos hilos habían urdido un techo, inmenso proporcionalmente, apresando al animalito, que una y otra vez caía, al no acertar con un espacio suficiente en el entramado, chocando con las ramitas, violentamente, y derrumbándose al parecer más debilitado cada vez. Me senté en cuclillas allí, a un costado, sólo con el ánimo de observar. Entonces percibí un movimiento sigiloso, rapidísimo, entre las ramas; algo como un refucilo dorado, que se insinuaba y desaparecía sin el menor sonido. ¡Una araña! ¡ Acechaba a su presa! Inmóvil contemplé los acercamientos de la araña. Luego de t res o cuatro ágiles saltos, se situaba un poco más cerca de su futura víctima pero se detenía, vigilándola con ojos que recordaban a los de John Ford, sin que ella siquiera sospechase la ominosa presencia. La pobre hormiga, absorta en su desventura, parecía relamerse heridas, apoyando el hocico formado con pinzas, ora sobre su pecho, ora sobre un costado, sin intentar volar otra vez, sólo desplazándose torpemente en círculos por sobre el barro, pugnando con la enredada t rama de ramitas secas, en las que t ropezaban sus frágiles patas y perdía pie, sin permit ir le asentarse un poco siquiera


como para descansar. Los segundos que t ranscurrían entre los paulatinos acercamientos de la araña me resultaron angustiosos. Pero el metálico animal ( esta vez me recordó al Mariscal Montgomery acechando a Rommel) no parecía impacientarse en lo más mínimo. Venía segura, implacable, hacia el himenóptero, descansando de a ratos en las umbrosidades del fino ramaje, como un tanque israelí podría hacerlo al dirigirse a atacar un objetivo palestino. Y con la misma impavidez que otorga la superioridad de recursos. De repente la araña saltó sobre la hormiga marrón y la inmovilizó, clavándole su aguijón en la nuca. La hormiga se retorció de dolor, pero no intentó el menor movimiento para resistir. Con crueldad profesional la araña siguió perforando a la hormiga en su cerviz, hasta que el pobre animalito dejó de patalear. Luego la arrastró, llevándola hacia el interior de los yuyos, hasta que no los vi más. Me levanté perplejo y deprimido. ¡Podría haber salvado a la hormiga! De hecho había actuado así en otras oportunidades, ¿por qué no ahora? Me había dejado llevar por el “espíritu científico”. Un modo de complacer al egoísmo. Pronto me interné en el monte. Debí poner la mayor atención para discernir caminos, pues muchos claros suelen ser engañosos; con frecuencia nos llevan a quedar encerrados entre tupidos árboles y están custodiados por todas partes con matas espinosas ( el monte santiagueño es muy espinoso, constantemente uno debe mirar a los costados, pues suele haber plantas con espinas pequeñitas pero duras, agudas como agujas, de las cuales nos damos cuenta a veces solamente cuando se han clavado en nuestra piel o lo que es peor - como me pasó esta vezdesde arriba en el cuero cabelludo por un error de cálculo al atravesarlas). El afán me haría olvidar los sentimientos suscitados por el asesinato de la araña. A poco de avanzar oí un ruido que constituye para mí desde hace t iempo un importante enigma. Es semejante al de una tumbadora con parche bien templado. No sé si lo provoca un pájaro u otro animal. Concentrado, como decía, en hallar caminitos con menor cantidad de espinos, coloqué al interesante sonido en lo subconsciente. Cuando a la izquierda surgió - como suele ocurrir en el monte- un umbroso hueco y alcancé a ver cierta sombra avanzar


unos pasos tambaleantes, en sentido contrario al que yo llevaba, y levantar vuelo... ¡Un pájaro!... ¡Parecía muy pesado! Apenas aleteó ruidosamente por bajo la prieta armadura que formaban las cerradas copas y las lianas. Me había costado algún esfuerzo llegar hasta ahí, pero decidí regresar, con el mayor sigilo posible, para observarlo de cerca. Ya había sentido - como cada vez que escucho el gutural son- ese ingobernable estremecimiento. Me acerqué en puntas de pie, y al llegar casi adonde había visto descender la forma, volvió a huir, esta vez rápidamente, perdiéndose ahora entre las copas y alcanzando un hueco hacia arriba que le permitió acelerar su vuelo. Era un pájaro, quizá del tamaño de una perdiz en su cuerpo, pero de alas posiblemente mayores a las de un gavilán; alas extrañas, como las de un avión, y una cola muy larga, rectangular, más del doble de su talle, todo esto de un color ocre anaranjado, con rayas, o cuadros, en la cola, de color marrón oscuro, bruñido. ¡ Ay! ¡No pude ver su rostro!... Tampoco sé si al fin he descubierto al enigmático animal que se expresa con voz profunda, agorera, como si lo hiciera adentro de un t ronco ahuecado, o golpeara dentro de él con un palo terminado en pompón semejante a los usados para el bombo de orquesta. Me interné en el monte otra vez. Me engulló la vegetación. Sentí esa espirituosa alegría que infunde esta t ierra. Anduve bastante. Me detuve varias veces a observar singulares plantas o insectos raros; los pájaros huyen, a veces nos observan desde prudente distancia. Con esfuerzo y cuidado para no dañar al árbol, bastante alto - y no dañarme las manos con las espinas-, corté para mostrar a mi hija Rocío dos ramitas de una extraña planta, con hojas como perfectas espadas de gladiador. Durísimas las hojas, como si estuviesen hechas de metal, y como éste, sumamente brillosas. Ya no se escuchaba el ruido de la ciudad. Sólo un rumor bronco, apenas perceptible, referenciaba su existencia en este sit io. Stress. Stress Llegó la hora de los libros. Vitus B. Dröscher menciona en su libro Sobrevivir ( 1) interesantes experimentos efectuados con animales. Tomaremos algunos relacionados con el stress. Este, según el mencionado autor, “no es un específico acompañante de la razón humana, sino que actúa en un amplio campo de sensaciones y sentimientos, la angustia, al que están


sometidos por igual tanto el ser humano como los animales restantes”. Como buen pragmático, desde unas páginas antes venía proporcionando abundantes ejemplos. Hemos seleccionado cuatro: “[...] en cualquier momento - sigue Dröscher- es posible causar la muerte por stress de una abeja en un simple experimento. Los doctores Roy J. Pence, Robert D. Chambers y Manuel S. Viray, entomólogos de la Universidad de California en Los Ángeles ( la famosa UCLA), apresaron algunas abejas mientras se hallaban libando y las encerraron, por separado, en unas pequeñas redes de gasa dentro de las cuales colocaron diminutos recipientes llenos de miel. “A ninguna de las buscadoras de néctar se le ocurrió la idea de libar su alimento favorito. Revolotearon como dementes en el interior de la tupida red, zumbando y girando incesantemente, y al cabo de dos horas estaban muertas.” El experimento de los doctores ( de la famosa UCLA) me dejó compungido. ¿Era imprescindible torturar a estos dos maravillosos bichitos para extraer la conclusión de que un ser vivo sometido a la desesperación debe terminar muriendo?... Veamos que dice Dröscher: “Profundas investigaciones han probado que el encierro causa una invasión de hormonas del stress en la corriente sanguínea de las abejas que, a su vez, provoca en el insecto un ataque de pánico y una extrema nostalgia, un deseo irresist ible de volver al hogar.” Ah, era necesario, entonces. Disiento con ello. Pero luego hablaremos de eso, si os interesa. Los norteamericanos hicieron escuela con sus “experimentos” sobre animales: de millones, Dröscher menciona otros. “Investigadores del hospital Monte Sinaí, en Nueva York, situaron a unos ratones en un estado de atemperado stress, mostrándoles un gato a cortos periodos de intervalo. “Muy pronto los ratones enfermaron y cogieron la lombriz solitaria. El continuado estado de angustia les robó todas sus fuerzas defensivas, necesarias para enfrentarse con las infecciones. En una situación semejante, las ratas enferman de cáncer”. Otra historia: “[...] en Hagenbeck, el zoológico de Hamburgo, en


1970. En el recinto reservado a una especie de monos de la India se produjo un número excesivo de nacimientos, con gran regocijo de los asistentes habituales a ese lugar, conocido como el Monkey- Saloon. Los visitantes del zoo pudieron pasar un lindo rato. “Pero un buen día el recinto se convirtió en un infierno. Con diabólico griterío aquellos cincuenta animales que hasta el día anterior formaron una auténtica comunidad pacífica, se lanzaron unos contra otros t ratando de darse muerte a mordiscos. “«Comenzaron a luchar entre sí - informa Günter Niemeyer, escritor especializado en vida animal-. No se libraron ni las hembras ni las crías. El griterío resultaba ensordecedor, el pelo volaba por los aires y la sangre brotaba de las heridas producidas por los mordiscos y de las orejas arrancadas». “[...] La superpoblación - concluye Dröscher-, como vemos, puede dar lugar a un stress social que termina en violencia y asesinato”. Aún tomaremos un últ imo ejemplo de este libro: “El profesor Dietrich v. Holst, de la Universidad de Munich, ha realizado una serie de sorprendentes experimentos con las tupayas. “Se t rata de animalitos que t ienen cierto parecido con nuestras ardillas comunes, pero que son antepasados primitivos de los prosimios y, por lo tanto, del hombre. Pertenecen a la familia de los primates. [...] cuando se hallan sometidos al stress [...] se produce en ellos una erección del pelo, sobre todo del de la cola, que, por lo general, se encuentra liso y pegado a ella, pero que en casos de fuerte presión emocional se eriza y da al rabo un aspecto de limpiabotellas. “Estos mamíferos que viven en el sudeste de Asia, son [...] víctimas de una gran t risteza anímica cuando ven cerca a un congénere que no pertenece a su propia familia, esto es, su hembra o sus crías. Surge en ellos esta manifestación de stress cuando t ienen ante su vista a un macho de su especie, incluso si éste fue anteriormente vencido por ellos. “En el t iempo comprendido entre las seis de la mañana y las seis de la tarde si una tupaya se ve obligada a ver durante dos horas a un «mal» enemigo, logra dominar su stress de manera razonable. Sin embargo, si la situación de stress se prolonga algún t iempo más, la hembra se vuelve caníbal y devora a sus propios hijos. Esto ocurre siempre. “El fenómeno no se presenta de improviso, sino que al principio sigue amamantando a sus crías con el cariño de siempre. Pero cuando la presión del stress se

hace


demasiado fuerte, salta de manera imprevista y devora a sus hijos uno t ras otro. Además, deja de comportarse como hembra y t rata de aparearse con otras hembras como si de repente si hubiera vuelto macho.” Los “Maestros Gigantes” En la película La confesión, de Costa Gavras, el siempre correcto Ives Montand representaba a un comunista caído en desgracia con el régimen dictatorial de Stalin. Lo habían encerrado en una celda pequeña, alta y lisa, iluminada constantemente con un reflector, lo cual provocaba una irrealidad muy perturbadora, pues impedía discernir el t iempo. ( 3) Entre muchas torturas que practicaban sobre él, una consistía en despertarlo imprevistamente, a cualquier hora, con fuertes alarmas. Evitaban con ello que el prisionero durmiese por más de pocos minutos, con lo cual iban desequilibrando su cerebro, sometido al stress permanente, con el propósito de convertirlo en dócil arcilla para sus requerimientos. Los médicos observaban con fr ío interés las conductas del preso: les servía para comprobar o refutar algunas de sus teorías; en sus mentalidades, constituía un experimento. Otra vez se me ocurre la idea de que pueda haber seres gigantescos experimentando con nosotros. El lunes, leyendo en el patio - magníficamente cubierto por una alfombra de campanillas liláceas que han caído de los jacarandáes-, siento a una hormiga bastante grande subir por mi pierna derecha. Rápidamente la disuado con un papirotazo, t irándola lejos. Debe ser un golpe rapidísimo, para no dañar al animalito, sólo debe impulsarlo lejos para indicarle claramente que se está equivocando de camino. Tengo experiencia en esto, pues en cada primavera me ocurre una y otra vez, al sentarme, en short, a leer bajo los árboles. No recuerdo ninguna hormiga que luego de esta disuasión haya regresado, empeñándose otra vez en su intento. Ahora bien, si esto sucediera, y el animalito persistiese en el error de t ratar de ascender ( me imagino que los pelos deben de representar para ella una especie de bosque ralo), si una y otra vez volviera, empezando a morderme cada vez que intento expulsarla, quizá sólo me dejaría el recurso de eliminarla.


¿No ocurrirá algo semejante con nosotros? ¿Cuando perforamos montañas con dinamita, cuando despojamos espacios anchísimos de su vegetación natural, cuando sometemos a la t ierra a t ratamientos químicos... no estamos molestando quizá a seres gigantescos?... ¿No intentan disuadirnos ellos, quizá, con lo que nosotros percibimos como temblores de t ierra, huracanes, tornados, terremotos?... Finalmente, ante nuestra obstinación, por más paciente que fuese el gran ser a quien ya dañamos, con sus intentos para disuadirnos de nuestro error, puede terminar por aniquilarnos... ¿No habrá sido algo así el diluvio?... ¿No habrá sido algo así la desaparición de Pompeya bajo la lava?... El Popol Vuh cuenta, en tal sentido, una historia estremecedora: “[...] fueron t r iturados, fueron pulverizados, en castigo de sus rostros, porque no habían pensado ante sus Madres, ante sus Padres, los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. A causa de esto se oscureció la faz de la t ierra, comenzó la lluvia tenebrosa, lluvia de día, lluvia de noche. Los animales pequeños, los animales grandes, llegaron: la madera, la piedra, manifestaron sus rostros. Sus piedras de moler ( metales), sus vajillas de barro, sus escudillas, sus ollas, sus perros, sus pavos, todos hablaron; todos, tantos cuantos había, manifestaron sus rostros. «Nos hicisteis daño, nos comisteis; os toca el turno; seréis sacrificados», les dijeron sus perros, sus pavos. Y he aquí ( lo que les dijeron) sus piedras de moler: «Teníamos cotidianamente queja de vosotros; cotidianamente, por la noche, al alba, siempre: `Descorteza, descorteza, rasga, rasga´ sobre nuestras faces, por vosotros. He aquí, para comenzar, nuestro cargo a vuestra faz. Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis nuestras fuerzas: amasaremos, morderemos vuestra carne», les dijeron sus piedras de moler. Y he aquí que [...] sus perros les dijeron: «¿Por qué no nos dábais nuestro alimento? Desde que éramos vistos nos perseguíais, nos echábais fuera: vuestro instrumento para golpearnos estaba listo mientras comíais. [...] ahora sufriréis los huesos de nuestra boca [...].» Y he aquí que a su vez sus ollas, sus vasijas de barro, les hablaron: «Daño, dolor, nos hicísteis, carbonizando nuestras bocas, carbonizando nuestras faces [...]: vosotros lo sufriréis a vuestro turno, os


quemaremos» [...]. De igual manera las piedras del hogar encendieron fuertemente el fuego puesto cerca de sus cabezas, les hicieron daño. Empujándose ( los hombres) corrieron, llenos de desesperación. Quisieron subir a sus mansiones, pero cayéndose, sus mansiones les hicieron caer. Quisieron subir a los árboles; los árboles los sacudieron a lo lejos. Quisieron entrar a los agujeros, pero los agujeros despreciaron a sus rostros. Tal fue la ruina de aquellos hombres [...]; sus bocas, sus rostros, fueron todos destruidos, aniquilados. Se dice que su posteridad ( son) esos monos que viven actualmente en las selvas [...]. ( Popol Vuh, Libro del Consejo de los Antiguos Quichés. Traducción de los originales mayas: Georges Raynaud, Miguel Angel Asturias, J. M. González de Mendoza, en la Escuela de Altos Estudios de París. Décima edición, Editorial Losada, Buenos Aires, 1985. Capítulo 4, páginas 20, 21 y 22.) Sincronicidad El martes me visitó un pastor de los Testigos de Jehová. Es un enólogo maduro, de personalidad apacible e inteligencia de singular metodicidad. Él me dejó las revistas Despertad y Atalaya, como otras veces. En la primera el art ículo principal se llama “La comunicación. Esencial para el ecosistema mundial.” Trata principalmente sobre los modos en que se comunican entre sí los animales. Otra vez me sorprende esta... coincidencia. En un momento cuando discurro durante varios días sobre la vida de los animales, viene un amigo y me entrega una revista aportando justamente ¡ información sobre los animales!... Digo me sorprende “otra vez” pues a lo largo de mi vida me ha ocurrido necesitar información acerca el átomo ( supongamos) y que me llegue por correo un CD justamente sobre “el desarrollo de la investigación nuclear en Holanda”, por ejemplo. O abrir al azar un libro en alguna librería, para encontrarme con un párrafo que contesta precisamente lo que estaba intentando comprender afanosamente quizá durante varias semanas, sin haber logrado llegar a un resultado. Bien. La revista Despertad - por otra parte bellísimamente editada, con ilustraciones a todo color- dice: “[...] antes que llegue el invierno en la helada Antártida, los pingüinos emperadores realizan el r itual del cortejo, durante el cual el macho y la hembra se


lanzan gritos el uno al otro. Y no es un juego, pues la vida del futuro polluelo depende de ello. ¿Por qué? “Una vez puesto el huevo, la hembra se lo deja al padre para que lo empolle en su bolsa incubadora mientras e lla sale al mar a alimentarse. Al cabo de unos sesenta y cinco días regresa t ras haber recorrido hasta 150 kilómetros caminando con paso bamboleante o deslizándose sobre el vientre por el hielo. Ya es sorprendente que encuentre a su colonia, pero ¿cómo se las arregla para reconocer a su pareja y al polluelo entre la algarabía de decenas de miles de pingüinos? Durante la parada nupcial, cada uno memoriza tan bien la voz del otro que, t ras meses de separación, consiguen localizarse.” Más adelante indica: “Muchos animales envían señales a los demás valiéndose de las feronomas - poderosas sustancias que suelen producirse en glándulas especiales, sea que las emitan directamente o mezcladas con la orina o las heces fecales. [...] las feronomas [...] Son como un tablero de anuncios químico que otros animales «leen» con atención. El libro How Animals Communicate indica que cada señal olfativa «probablemente incluye datos adicionales sobre el residente, tales como su edad, sexo, fortaleza y otras habilidades, [ así como] la fase del ciclo reproductivo en que se encuentra»“. Esta observación científica me explicó por fin la recurrencia a revolcarse en el césped una y otra vez de nuestra perra. Creo que ya les conté que detrás de nuestra casa hay una t ranquila placita. Allí, por las mañanas muy temprano, salimos con nuestra perra a tomar el primer aire. Pues bien, ella olfatea concienzudamente el césped, en diferentes lugares, que evidentemente no han sido elegidos al azar. Repentinamente, suele revolcarse en un sit io que parece haber encontrado, con manifiesto regocijo. Observándola a veces me t rajo a la memoria una de las primeras enseñanzas de Don Juan a Castaneda, cuando lo dejó en el patio de su casa con el desafío de que “encontrara su lugar”. ( 4) La cuestión es que esos sit ios donde se revuelca la Lucero - así se llama nuestra perra- suelen contener orín o excrementos de otros animales. Esto fast idia mucho a la


familia ( una de esas veces, para peor en invierno, me llevó más de una hora quitarle, con agua caliente y un cepillo de cerda dura, una gruesa capa de mierda seca que se le había pegado al secarse, alrededor del cuello y en parte de la espalda; no la habíamos descubierto hasta que aclaró bien y comprobamos que era de su cuerpo de donde provenía aquel fét ido olor difundiéndose desde temprano). “La Luchi” ( este es el apodo de la Lucero), me dije, luego de leer este artículo “detecta en ese predio, quizás, el código feronómico de algún perrazo elegante y viril, un verdadero príncipe azul, con quien ensaya acoplamientos espirituales a t ravés de sus revoltijos sobre los excrementos dejados, deliberadamente, en ese lugar por el Don Juan”. Humanos en el monte La incursión en e l monte del domingo pasado fue muy útil pues cumplió con los propósitos que me fijara, esto es, descubrir senderos nuevos hacia puntos aún no explorados y que comunicaran, también, con otros lugares ya visitados muchas veces ( incluso con mis hijit as, cuando eran pequeñas: ahora ya no les interesa acompañarme ni tampoco ir al monte, salvo Rocío que estudia Ingeniería Forestal y participa en expediciones ya muy científicas al Chaco o a la Reserva de Copo organizadas por su Facultad), como La Lagunita, La Laguna Grande o El Bosquecito de Tunas. También se puede salir de allí a rutas nacionales, como la que lleva a Catamarca y La Rioja u otra que va hacia Tucumán, Salta, Jujuy... y Bolivia. O emerger de un modo imprevisto - como me ocurrió esta vez, pues yo creía que iba a salir en La Laguna Grande- en una calle muy ancha, abierta evidentemente con el único propósito de albergar a gigantescas torres metálicas terminadas en punta, sostenedoras de poderosos t ransformadores y muy gruesos cables conduciendo electricidad. Quería eludir esa franja, precisamente, por lo que me lancé a la primera sendita entre los árboles que encontré. Pero pronto me hallé en medio de un tupido encierro vegetal; por obstinación continué, aunque no podía vislumbrar ni un solo sit io hacia el cielo donde se separasen un poco las copas de los árboles, y allí fue que se me clavó esa espinita en el cuero cabelludo al pasar caminando como una rana por debajo de ella, lo cual demostró ser


insuficiente. Ya habituado a moverme en el monte me quedé inmóvil apenas sentí el pinchazo, pues de haber avanzado más la espina iba a abr irme una zanja, fina pero dolorosa. Con suma delicadeza la quité, me puse “cuerpo a t ierra” luego y así logré pasar. Fue en vano, pues debí regresar, ante la seguridad ya de que no iba a hacer más que internarme entre matas cada vez menos penetrables. De mala gana emprendí el camino ancho y árido de las torres, que lleva hacia la Ruta Nacional. No me agradan ni las torres ni la electricidad. Ni el suelo pelado, amarillo, polvoriento, que queda cuando las máquinas topadoras han eliminado el monte. Mis rezongos interiores se diluyeron cuando otra vez encontré una sendita: esta vez era más nít ida, demasiado lisa como para ser natural, pero tampoco con la aspereza del callejón de la electricidad. Entré allí; enseguida me di cuenta que había sido hecha por los innumerables pasos humanos, incluso se percibían en el suelo extraordinariamente liso algunas huellas de bicicleta y de carros. Como para confirmármelo escuché un ruido detrás y noté que avanzaba un hombre en bicicleta. Si bien no muestro signos como los pelos erectos de las tupayas, humanos imprevistos suelen producirme un moderado stress ( odio confesarlo), especialmente cuando quiero estar absolutamente solo. Con ánimos cordiales me gritó: “¡ Amigo! ¿Qué pasa con las iguanas?” “¡No pasa nada!”, le gruñí, e inmediatamente, como él puso cara de sorpresa, aclaré “Ando paseando, solamente”. El t ipo, que llevaba leña en el portaequipaje, no concebía una salida al monte para otra cosa que no tuviese algún fin ut ilitario... como yo llevaba un palo bastante grande en la mano... Pero lo había tomado, seleccionando cuidadosamente uno delgado y sólido, sólo para apartar las espinas. Me ocurrió algo interesante luego de avanzar un poco más. Ya iba perfectamente seguro de que el camino bastante ancho, por otra parte- me llevaría hasta donde se va “civilizando” el monte, para desembocar luego de un claro, en las bonitas casas de mi barrio, por lo cual mi mente se libró de prevenciones para entregarse a la mera contemplación y algún devaneo liberal. Empecé a pensar entonces, una y otra vez “Qué


hermoso lugar para hacerme una casita”, y así, cada vez que me agradaba un sit io “Aquí podría ser”, sólo para hallar enseguida un conjunto de arbolitos, cactus elegantes, enredaderas, arbustos con tallos recubiertos por escamas de plata, “no, no, este lugar es mejor, aquí voy a construir mi casa, lo más adentro del monte, de tal manera que nadie pueda llegar fácilmente a molestar”. Así iba, cada vez más entusiasmado con el proyecto de mi casita - con forma de media esfera, cual pecho maternal- cuando hallé una sendita primorosa, blanca, apenas suficiente como para que entrase una persona delgada, un hilito de t ierra blanca que viboreaba ágilmente introduciéndose entre alt ísimos arbolillos restallantes de flores rojas. Conversando conmigo mismo, ya en voz alta, dije: -¡Esta va a ser la entrada hacia mi casa! - y me lancé con determinación en el desvío. Avancé con rapidez unos veinte metros, embriagado de suave alegría, imaginando el sencillo portal de mi casa, cuando de improviso me topé con una pareja. ¡El hombre lanzó una exclamación de susto y abrió los brazos, que hasta el momento envolvían a la chica! Percibí el descender como un telón de la remera sobre el torso de la muchacha, a quien ni siquiera alcancé a dist inguir claramente, ya que estaban en un sector oscuro de la vegetación, apoyados sobre algo que me dio la impresión de ser pared de una casilla - pero debe de haber sido sólo un t ronco muy grueso, quemado. El hombre me miró con terror (claro, yo llevaba un palo en la mano, debo de haber presentado un aspecto fiero, luego de haber andado durante más de dos horas al sol, arrastrándome a veces y recogiendo espinitas y cadillos sobre mi camisa). Instantáneamente comprendí la situación y me aparté sin decir nada, volviendo a la “ruta normal”. Al pasar por una perspectiva que me permitió visualizarlos fugazmente, advertí que el joven había dejado a un costado a la chica, que permanecía inmóvil y en sombras, y él se había puesto de bruces contra un árbol, como quien no puede salir de una gran impresión. No pude explicarme este susto del muchacho, por más que mi aspecto pueda haber sido fiero. Esa misma tarde, visitando a mi amigo Mario Cardozo ( uno de los miembros de esta lista) le narré lo sucedido. - Andá a saber a quién estaba “marcando” el t ipo - me dijo, aclarándome quizá la cuestión. No se me había


ocurrido que tal vez sorprendiera a una pareja considerada ilegal. Luciérnagas La ecóloga Susan Tweit sostiene en un artículo reproducido por “Despertad” que las luciérnagas manejan ciertos códigos comunicacionales semejantes a nuestro “morse”. Sólo que ellas lo efectúan con luces. “El vocabulario luminoso de estos coleópteros va desde la simple alerta hasta un complejo s istema de llamadas y respuestas entre el pretendiente y la cortejada. El color de la luz varía entre verde, amarillo y naranja. Dado que las hembras no suelen volar, la mayoría de los resplandores que vemos procede de los machos. Cada una de las 1. 900 especies de luciérnagas ( llamadas también gusanos de luz) poseen su propia pauta de centelleo.” En un recuadro, t itulado “La fr ía luz de las luciérnagas”, “Despertad” informa: “Las lámparas incandescentes pierden alrededor del 90 % de la energía en forma de color. Sin embargo, las luciérnagas emiten una luz - producto de complejas reacciones químicas- que aprovecha entre el 90 y el 98 % de la energía, de modo que no se desperdicia casi nada en forma de color, razón por la que se la denomina luz fr ía. Las reacciones químicas que se ut ilizan para ello t ienen lugar en unas células especiales designadas fotocitos, los cuales se encienden o se apagan gracias a ciertos nervios.” Esta manera de comunicarse para hacer el amor recuerda a un hermoso cuento que publicamos hace poco en Quipu ( http://editorial- quipu. galeon. com), y creo habérselos enviado también a ustedes. Por si no lo hubiera hecho, lo reproduzco aquí: En Orgonón, planeta de cinco lunas de la constelación de Acuario, pudimos gozar de uno de los espectáculos más hermosos de todo nuestro viaje: cuando hacen el amor, los habitantes de Orgonón se iluminan. No se t rata de una luminosidad repentina y fugaz, sino que va naciendo de a poco, apenas el macho se encuentra con la hembra. Primero se iluminan los ojos y, en seguida, el resto del cuerpo empieza a cambiar de color en forma radial a partir del sexo, como una gota de t inta en un papel secante. Cuando se abrazan, se inicia un


tenue chisporroteo por toda la piel. Leve, cadencioso, con un r itmo preciso y casi musical. A medida que se hace más intenso el roce de las pieles, los cuerpos se parecen cada vez más a dos lamparitas eléctricas o a dos luciérnagas. Lentamente el chisporroteo deja lugar a una luminosidad continua y difusa que llega a su máximo esplendor en la culminación del acto. Es maravilloso, por las noches, ver las ventanas de las casas, las calles y los parques iluminados por el amor. En Orgonón, desgraciadamente, sus habitantes no pueden apreciar estos espectáculos, pues ellos son ciegos a los colores situados por debajo del ultravioleta. En este sentido - y sólo en este sentido- los orgónicos son parecidos a nosotros, los terráqueos, que tampoco somos capaces de gozar de los espléndidos tornasolados infrarrojos de nuestros cuerpos amándose. ( José Luis D´Amato, “La luz”. San Marcos Sierra, Córdoba, Argentina, 1997) Tengo deseos de seguir escribiendo, pero noto que esta Carta se puesto bastante larga. Por ello, para no

ha

agobiar a mis amigos, me despido en este mismo instante, hasta la próxima oportunidad. Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, lunes, 26 de octubre de 2003.

• Vitus B. Dröscher. Sobrevivir. La gran lección del reino animal. Traducción de Joaquín Adsuar Ortega. Editorial Sudamericana/ Planeta. Buenos Aires, 1983. • Otro fenómeno de “ s incronicidad”: anoche me acerqué a mi portafolios para sacar algo y encontré a su lado un ejemplar de un periódico quincenal editado por la izquierda democrática argentina, de algunos meses atrás. No lo había leído, ni siquiera recordaba haberlo hojeado, quizá por haber l legado junto con otras publicaciones que me interesaron más en su momento. Es una revista útil; la hojeo y me encuentro en sus páginas centrales, siempre con grandes fotos a color...


¡un informe especial sobre la celebración del Gauchito Gil en Lomas de Zamora!... De allí extraigo, pues: “ Antonio Gil era un hombre de pueblo, humilde y honrado, que vivió en Corrientes, a mediados del s iglo XIX. [. . . ] decide escapar a la leva forzosa. Vive como “ gaucho matrero” y desertor hasta que lo apresan, y uno de los guardias encargados de l levarlo hasta la capital lo mata” Así había sido la historia. ¿Por qué lo transformaron en santo popular? Aquí está: “[...] el asesino, que t enía un hijo muy enfermo, se arrepiente de su crimen, pide perdón al gauchito y promete l levar una cruz al lugar de su muerte. Así lo hace y al regresar a su casa, descubre el milagro: su hijo se había recuperado. Allí, donde fue asesinado, se er ige hoy el altar principal del Gauchito Gil, pero hay cientos de ellos por todo el país.” (Sofía Fuhrman, “ El gauchito de los milagros”, revista “ Acción”, Año 37, Nº 884, segunda quincena de junio de 2003.) • Vi la película a los 21 años; esta celda me horrorizó, me pareció increíble que hubiera gente tan perversa como para encerrar a otros en cubículos como éste. También sentí un escalofrío de sólo pensar que un humano debiera sobrevivir durante muchos días allí. Ni se me pasó por la cabeza la suposición de que alguna vez me vería sometido a una situación semejante, como ocurrió cuando debí ocupar cierta celda de castigo en la cárcel de Sierra Chica, construida en el siglo XIX. • “ Señaló que yo estaba muy cansado sentado en el suelo, y que lo adecuado era hallar un «sitio» en el suelo donde pudiera sentarme s in fatiga. [. . . ] “ Don Juan [. . . ] recalcó que un sit io s ignificaba un lugar donde uno podía sentirse feliz y fuerte de manera natural.” (Carlos Castaneda. Las enseñanzas de Don Juan. Fondo de Cultura Económica, México, 1979.)

CARTA Nº 13 Autonomía, Santiago del Estero, sábado 19 de septiembre de 2004.

Queridas amigas y amigos: Juan Castiglione me ha enviado cierto artículo. Lleva como t ítulo “El Hecho y su contexto”, con una volanta abajo: “La estafa de El Código Da Vinci: un best- seller mentiroso”. Está firmado por Pedro J. Ginés Rodríguez, presumiblemente publicado por algún periódico en España, sin especificar. El envío no es arbitrario. Sucede que Juan concurrió a la disertación de un panel, en el cual se reflexionó sobre parte de mi obra literaria. En ese contexto, Amalia


Beatriz Domínguez dijo, aproximadamente, que la novela Bertozzi, publicada en Italia hacia 1996, se sostenía sobre un presupuesto ideológico semejante al de El Código Da Vinci. Con generosa solidaridad, se quejó también de que pese a ello mi novela permanece en el anonimato, mientras que la de Dan Brown se ha convertido en un libro vendido por cientos de miles. Todo esto hubiese quedado allí si Juan no mandaba el artículo mencionado, donde se analiza de un modo agudamente adverso el contenido del best seller. Juan me hizo saber también que no compartía los conceptos sostenidos por el autor del art ículo. Las razones por las que me lo remitía –dijo-, es pues lo consideraba “estimulante” y porque estaba teniendo una extraordinaria difusión. Amalia me había enviado - mucho antes- por e- mail, una versión digital de El Código Da Vinci . Motivado por las crít icas que se le hacían, decidí otorgarle un espacio cotidiano y terminé de leer la novela de Dan Brown la semana pasada. Aparte de algunos conceptos esenciales, provenientes de la t radición religiosa universal - la pública y la oculta- me parece que este best seller difiere de mi novela en su concepción central, tanto literaria como religiosa. Así pues, mientras Bertozzi intenta presentar una obra de arte donde se sugiera y permita al lector la recreación de elementos vitales, El Código... t rabaja con el método del “suspense”, sin prestar la necesaria atención a la belleza de las formas, apelando a todo t ipo de recursos, harto probados, para precipitar una lectura voraz. Y prácticamente se facilitan todas las respuestas importantes. Pese a ello - y a otros vicios conceptuales y literarios- creo que el libro aporta numerosos conceptos verdaderamente valiosos, para quienes estudiamos los fenómenos religiosos con el ánimo sincero de descubrir la verdad. Los enumeraré de un modo cronológicamente inverso: • La leyenda del Santo Grial alude simbólicamente a la saga de una notable progenie Europea, los merovingios, cuyos integrantes serían descendientes directos de Jesús. • Por lo tanto Jesús habría sido casado. Su esposa habría sido María Magdalena, quien luego de la crucifixión de su marido, habría sido trasladada a Europa por los apóstoles, más precisamente a la Galia, desde


donde prolongaría la descendencia sagrada. • Jesús no habría sido “el Hijo de Dios”, sino un profeta del “verdadero culto sagrado”, en cuyo centro reinaba una deidad femenina. En este credo, María Magdalena actuaba como Suma Sacerdotisa. Considero sumamente interesantes estos supuestos, porque resumen concepciones barajadas de un modo confuso durante siglos, a t ravés de múltiples vertientes religiosas. Que se convirtieron en esotéricas debido a la feroz persecución suscitada, desde el sector que gradualmente fue consolidándose en e l poder de la Iglesia Católica. El mérito de este resumen tampoco es de Brown, como descubriría después, también gracias a la ayuda de Amalia Beatriz Domínguez, con quien nos une además de múltiples afinidades espirituales la búsqueda sincera de la verdad, desde muchos años atrás. Juntos descubrimos, hace apenas unos días, El Enigma Sagrado, libro publicado en español hacia 1985. Bajo una idea de Henry Lincoln, guionista de la BBC, Richard Leigh, novelista, y Michael Baigent, licenciado en psicología, todos expertos en temas relacionados con el Grial, se construyó este libro que roza las 500 páginas. En él se desarrolla, sobre bases documentadas cuidadosamente, la historia que en sus conceptos básicos difundirá luego la hoy muy le ída El Código Da Vinci. Hasta el nombre de su personaje principal, Saunière, el curador jefe del Museo del Louvre y Gran Maestre de una orden secreta, la que custodia el Santo Grial, es el mismo de un personaje real, FrancoisBérenger Saunière, cura de fines del XIX, quien efectúa un misterioso hallazgo en su parroquia, ubicada en una bella zona montañosa habitada otrora por cátaros y templarios. Esto no quita mérito, según mi modesto entender, a El Código Da Vinci, pues resume de un modo esquemático y medular los conceptos largamente desmenuzados y sostenidos con abundantes citas, mapas y fotografías en El enigma sagrado. La rápida digestibilidad de la novela permite, parecidamente a los buenos videos de Carl Sagan, acceder a un conocimiento que de otro modo podría quedar algo desdibujado, en un libro tan extenso y minucioso como el anterior. Pues bien, en esta Carta a las amigas y amigos que integran esta congregación espontánea, propongo dividir nuestro análisis en dos partes: primero, los argumentos esenciales de la novela - y por ende, de su sostén ideológico, El enigma sagrado-. Segundo, las


argumentaciones del art iculista Ginés Rodríguez, que considero una reacción visceral, desde el extremo simétricamente opuesto a la postura conceptual mantenida por los autores de ambos libros. Comencemos con el tema de la supuesta descendencia de Jesús. Rey de Israel Según las líneas históricas reconstruidas en base a documentos –pero principalmente a imaginación- ( 1) por los autores mencionados, María Magdalena, luego de la muerte de Jesús, habría sido llevada secretamente hacia Europa por un selecto grupo de apóstoles. Ésta, conformada bajo expresas directivas de Jesús, habría estado conducida por Lázaro y José de Arimatea. Su misión sagrada era preservar a la sacerdotisa, María Magdalena, por entonces embarazada, y su progenie. Hasta el momento oportuno, en que se suscitaran las condiciones necesarias para restablecer el reino de la est irpe legít ima de la Casa de Israel, que Jesús representaba, por sus dos líneas genealógicas ascendentes. En tal sentido, dicen los autores de El enigma sagrado: “El evangelio de Mateo afirma explícitamente que Jesús era de sangre real: un rey auténtico, heredero por línea directa de Salomón y David. Si esto es verdad, disfrutaría de un derecho legít imo al t rono de una Palestina unida, y puede incluso que gozara del derecho legít imo. Y la inscripción que se hizo en la cruz sería mucho más que una simple burla sádica, pues Jesús sería de veras el «rey de los judíos». En muchos sentidos, su posición sería análoga a la de, pongamos por caso, el príncipe Carlos Estuardo en 1745. Y, por ende, engendraría la oposición que engendró exactamente debido a esta condición: la de rey sacerdote que tal vez unificaría a su país y al pueblo judío, con lo que representaría una seria amenaza tanto para Herodes como para Roma”. De tal manera, la ejecución infamante de este príncipe de Israel no habría sido, como pretende la t radición sinóptica, un hecho religioso inducido por los hebreos, sino un acto político, considerado imprescindible por el Imperio Romano, para sostener su poder ante el adversario más importante que tuviesen durante toda su dominación. En tal sentido continúan argumentando Lincoln y sus compañeros, para demostrar que existía una genuina “familia real” con legít imo derecho a reclamar la devolución del t rono de Israel. “Según todas las crónicas del Nuevo Testamento -


dicen Leigh, Lincoln y Baigent-, Jesús era del linaje de David y, por ende, también miembro de la t ribu de Judá. A ojos de los benjamitas esto le convertiría, al menos en cierto sentido, en un usurpador. Sin embargo, una objeción de esta índole habr ía quedado superada de haber contraído Jesús matrimonio con una mujer benjamita. “Un matrimonio de esta clase hubiera constituido una importante alianza dinástica, una a lianza cargada de importancia política. No sólo habría proporcionado a Israel un poderoso rey- sacerdote, sino que, además, habría cumplido la función simbólica de devolver Israel a sus propietarios originales y legít imos. De esta manera habría servido para est imular la unidad y el apoyo del pueblo, aparte de consolidar el derecho al t rono que pudiera poseer Jesús. “[...] Jesús sería un rey- sacerdote del linaje de David que poseía un derecho legít imo al t rono. Consolidaría su posición mediante un matrimonio dinástico simbólicamente importante. Luego estaría en condiciones de unificar a su país, movilizar al pueblo t ras él, expulsar a los opresores, deponer a su marioneta abyecta y restaurar la gloria de la monarquía tal como era bajo Salomón. Un hombre así habría sido verdaderamente «rey de los judíos».” ( 2) Pues bien, en esta línea de razonamiento, la preservación de la est irpe de Jesús sería necesaria para el establecimiento del “Reino de Dios” sobre la Tierra, cuando se presentara otra oportunidad adecuada ( la primera habría s ido durante la vida de Jesús). Esta segunda oportunidad, según el criterio sustentado por estos libros, bien podría haber sido el período de las Cruzadas. Allí, un maduro ejército crist iano se vuelca de un modo irresist ible sobre el Israel histórico. ¿Y quiénes serían el núcleo central de esta gigantesca aventura, a la vez en el plano militar tanto como en lo espiritual? Los Templar ios. En ellos - así como en una misteriosa orden secreta, autora de todos los t rasamientos políticos fundamentales- se encontrarían jugando papeles claves los descendientes directos de Jesús, quienes habrían constituido, desde sus orígenes, a la noble est irpe merovingia. Prueba contundente de tal razonamiento sería la elección de Godofredo de Bouillon - y a su temprana muerte la de su hermano, Balduino I-, como reyes de Jerusalén. De tal manera, durante el deslumbrante

aunque


precario reinado europeo sobre Palestina - 1099- 1187-, se habría cumplido, pues, una nueva etapa de este repetido intento: colocar toda la t ierra bajo “un genuino y directo representante de Dios”. Esta aseveración, subyacente en los escritos de El Enigma Sagrado, más directamente sugerida en El Código Da Vinci resulta seductora para una mentalidad romántica y algo cándida. Como lo son las de la gran mayoría de los humanos en el mundo, en esto no se diferencian sustancialmente las razas. Sin embargo presenta una gigantesca debilidad conceptual. Es que toda la documentación existente - las narraciones evangélicas, tanto de los evangelios canónicos como la de los desestimados por el catolicismo- destaca de un modo indudable que Jesús jamás predicó un reino de este mundo. Por el contrario, se identifica a las cuestiones polít icas, económicas o sociales, como accesorios a la verdadera misión de los humanos sobre la Tierra: perfeccionarse para la vida superior, esto es, espiritual, que podrá vivirse en plenitud, únicamente, luego de abandonar nuestro vehículo terreno, el cuerpo fís ico. Un anticipo de ella puede experimentarse, entregándose por completo a la vida espiritual, en comunidad. ¿Cómo es esto? Amando por igual a todos, y compartiendo todas nuestras posesiones con los demás. O sea, un t ipo de convivencia que perfectamente podríamos llamar “comunismo”. Al parecer hasta el siglo III hubo muchos grupos de seguidores de Cristo que llevaron a la práctica de un modo eficaz tales preceptos, particularmente en Egipto y Grecia. Por lo expresado, difícilmente podría haber interesado a Jesús promover el cuidado de “su semilla” - aun concediendo que hubiese sido casado- con el propósito de que nueve siglos después, hordas armadas con espadas de cinco kilos, mazas erizadas de púas y hachas, arrebataran, de un modo sangriento, a otras hordas semejantes, el dominio de un reino constituido meramente por objetos y t ierras. El complejo nord europeo Otro aspecto menos sustentable pero de alto valor especulativo es que, aún concediendo un propósito de preservación dinástica y la pertenencia de Jesús “y su esposa” a una clase social de gran prosapia, resulta poco razonable que hayan elegido, para exiliarse, la Galia.


¿Con qué propósitos una familia noble, de educación refinada, buscaría fijar su nueva residencia en lo que entonces era considerado - con perdón de la palabra- “el culo del mundo”? Los mismos romanos - cultura reciente, para el período mencionadodespreciaban a los habitantes de toda la región ubicada a sus espaldas, lo mismo que los estadounidenses desprecian profundamente a los mexicanos. Para aquel entonces, la Civilización, la Cultura, las Artes, la Sabiduría t rascendental, todos los elementos necesarios para un buen nivel de vida estaban ubicados principalmente en dos grandes regiones: Egipto y Babilonia. Los mismos griegos - cultura antigua y exquisita- rendían t ributo a la t radición cultural asiática, como lo más elevado que podía encontrarse en el mundo por aquellos t iempos. Así Cleopatra y su corte - que no eran egipcios sino griegos, descendientes de las casas nobles que acompañaron a Alejandro- habían adoptado totalmente la civilización egipcia como propia. Siguiendo una lógica pedestre se puede argumentar que el exilio de la noble Magdalena y su corte en t ierra europea, constituye algo semejante a decir que Máxima Zorreguieta, en vez de casarse con un príncipe de Holanda, hubiera elegido para tal propósito a un hijo del presidente de Guinea- Bissau. Puede esconderse, entonces, t ras esta imaginativa construcción de una línea genealógica directa, que uniría a la nobleza merovingia - y más tarde a la teutona e inglesa por consanguinidad- con las más antiguas est irpes asiáticas, hasta el inicio mismo de la humanidad, puede haber aquí, decíamos, tal vez, la única necesidad de legit imar el derecho de franceses, ingleses, alemanes y nórdicos en general a la categoría de cultura superior. Es muy notable en la lit eratura nord europea esta necesidad de dignificar hasta un nivel sublime lo que al parecer consideran - de un modo subconsciente- sus habitualmente feos orígenes. Así encontramos que autores tan sólidos y profundos como Mircea Eliade, o James G. Frazer, caen bajo este complejo de inferioridad subconsciente. Ambos pretenden equiparar, sutilmente, con los refinadísimos cultos antiguos - egipcios, suméricos- a r itos burdos y primitivos, como los manifestados por las t r ibus bárbaras que habitaban las regiones heladas de Dinamarca o Los Alpes europeos.


Así, la adoración de torpes montículos de piedra - Eliade- o el custodio criminal de una lagunita entre los r iscos Frazer- son colocados, argumentativamente, en categorías semejantes a los complejos sistemas teológicos, desarrollados alrededor de religiones como las de Isis y Osiris, el culto a Astarté, o los antiguos dualismos babilónicos. Es casi seguro que la predicación de Jesús fue una brillante coronación de todas las antiguas t radiciones religiosas orientales mencionadas, pero no es nada seguro de que esta haya tenido continuidad precisamente en las t radiciones religiosas europeas. Mas dejaremos este hilo de nuestra reflexión aquí, para no alejarnos de los temas centrales. Estado civil de Jesucristo El segundo tema, la vida en pareja de Jesús, t iene para nuestro gusto una particular benevolencia. Si Jesús hubiese sido casado, ello echaría por t ierra de una vez para siempre la espantosa penumbra de pecaminosidad con que se mancilló históricamente a las relaciones sexuales en nuestra cultura crist iana ( y también dentro de la musulmana, en gran parte derivada de la crist iandad). De haber resultado Jesús un hombre casado - como se sostiene con argumentos suficientemente considerables en El enigma…- las relaciones humanas podrían cambiar extraordinariamente. Bajo la perspectiva de que la sexualidad y el amor de pareja no son cuestiones sucias, destinadas a practicarse en zonas umbrías y no sin un dejo de culpabilidad, sino lo contrario, parte de la sagrada enseñanza t ransmitida por nuestro mayor Maestro, la gente podría quitarse de encima una lápida que motivara, durante siglos, gran parte de los mayores padecimientos ocurridos sobre la Tierra. Tan es así que grandes filósofos como Wilhelm Reich atribuyeron a los conflictos psicológicos de la sexualidad e l origen de una fracción inmensa de la energía social desordenada que se canaliza, luego, a t ravés de las grandes guerras. El nazismo, según Reich, sería un ejemplo paradigmático de la sublimación, errónea, de inmensas acumulaciones de energías, existentes en el pueblo alemán debido a la gravitación poderosa de los complejos sexuales.


Por nuestra parte, una muy t raumática experiencia en tales campos nos ha convencido de que la sexualidad es sólo un aspecto - aunque sumamente central- de las necesidades naturales de los humanos, que en su conjunto podrían configurarse dentro de aquel pilar esencial de nuestra condición humana, genéricamente denominado Amor. ¿Por qué ha sido confinado al calabozo de martirio, adonde lo condujeron las culturas de casi todas las razas que habitan la Tierra? Me pregunto esto casi desde la infancia y hoy - a los 55 años, cumplidos el 19 de agosto- no hallé respuesta clara aún. El matrimonio de Jesús, entonces, podría inducir un giro benéfico y altamente purificador en nuestra convicción crist iana, pues daría a la concepción natural de la vida una just ificación divina, de otro modo puesta en duda por un celibato sacerdotal cuya necesidad no nos cierra. Dos pasajes del Evangelio de Felipe sostienen esta idea. Los t ranscribimos a continuación: “36. Había t res mujeres llamadas María, quienes caminaban con el Señor Jesús todo el t iempo: su madre, su hermana y la magdalena, la que es llamada su pareja. Así fue que su Madre, Hermana y Pareja, ( las t res) se llamaban «María».” Y: “59. La sabiduría que los humanos llaman estéril, es la Madre de los Ángeles. Y la pareja de Cristo es María Magdalena. El Señor amaba a María más que a todos los demás discípulos, y él la besaba a menudo en su boca. “Él abrazaba también a las otras mujeres, mas estas le dijeron: ¿Por qué la amas a ella más que a todas nosotras? || El Salvador respondió, diciéndoles: ¿Por qué no os amo a vosotras como a ella?...” Esta pregunta, al menos en la t ranscripción hallada en 1945 bajo Nag Hammadi - y datada por los científicos hacia el siglo III de la era crist iana- queda sin respuesta, por haberse destruido el fragmento correspondiente. La divinidad de Jesús Por últ imo, la divinidad de Jesús. Tal concepto resulta finalmente sujeto a lo que vulgarmente suele mencionarse como “cuestión de fe”. En El enigma sagrado y El


Código Da Vinci se bosquejan alternativamente dos teorías: la de que Jesús no sería portador de el Espíritu Divino, como difundieron las doctrinas sobrevivientes de la raíz crist iana, sino tal papel lo habría cumplido María Magdalena, su sacerdotisa. Se argumenta que el género de la deidad, en los Espacios Celestes, habría sido originalmente femenino. María Magdalena, entonces, después de la crucifixión habría continuado con su función central, esta vez para llevar al por entonces nuevo continente ( Europa bárbara) “el Grial”. Este no sería otro que su propio vientre, donde albergaría, como en un santificado cántaro, la progenie del Señor. La otra versión - aunque expresada con gran t imidez- habla de que podría no haber existido una crucifixión. Tal ruptura no se habría verificado en la vida de la pareja sagrada, pues antes de que algo semejante ocurriese, habrían emigrado juntos al sit io ya mencionado. Esta versión nos habla de un Jesús anciano, regando apaciblemente su huerta en el Languedoc, hacia el sur de Francia, hasta el final de sus años. No resulta coherente ninguna de las dos versiones, aún dentro de un contexto únicamente esotérico ( es decir, basado en textos antiguos y t radiciones usualmente no aceptados como válidos por el crist ianismo inst itucional). Pues de un modo unánime las religiones antiguas consagran como Verdadero Dios a una categoría de existencia muy superior a lo alcanzable por cualquier t ipo de razonamiento humano. De ningún modo podría asignarse un género determinado a tales t ipos de deidades, pues, debido a que este requisito puede cumplirse solamente por criaturas de un nivel infer ior, como seríamos los humanos, animales o plantas. En todo caso, a modo simbólico, las religiones antiguas referencian a deidades andróginas en donde confluirían, de un modo armónico, ambas fracciones de la existencia terrenal, esto es, lo por nosotros llamado “femenino” con “lo masculino”. El Opus Dei Vemos ahora el art ículo de Ginés Rodríguez. Lo que según nuestro modesto criterio suscita su fuerte reacción, es el ataque hacia el catolicismo que entrañan muchas de las afirmaciones del Da Vinci - y su base de sustentación conceptual, El enigma sagrado. Estas son, por cierto,


excesivas, motivadas por el etnocentrismo, en parte ( 3), en parte por necesidades dramáticas llevadas hasta la t ruculencia. Con tal presupuesto los obispos y miembros de la curia son presentados como una sospechosa elit e, plutocrática, mientras a los miembros del Opus Dei directamente se los presenta como especie de monstruos de psicología tortuosa, fundamentalistas, de un modo que resultan ser un verdadero peligro social. Se entiende entonces la reacción de un católico practicante, como evidentemente lo es el autor del mencionado artículo. Pero por lo general sus argumentos son menos sólidos que los ut ilizados por quienes ataca. Nos ocuparemos aquí únicamente de los relacionados con la Iglesia Católica y el Opus Dei - los más urt icantes en la defensa ejercida por el art iculista-, aunque todos los demás merecerían ser debatidos profundamente. Esta es una tarea que vamos a emprender, seguramente, pero en otra ocasión. Sobre el primer tema Ginés Rodríguez adjudica irónicamente a los autores de El Código Da Vinci la siguiente intención conceptual: “La malvada Iglesia Católica inventada por Constantino en el 325 persiguió a los tolerantes y pacíficos adoradores de lo femenino, matando millones de brujas en la Edad Media y el Renacimiento, destruyendo todos los evangelios gnósticos que no les gustaban y dejando sólo los cuatro evangelios que les convenían bien retocados.” Debemos decir que si bien Constantino “el Grande” no inventó el catolicismo, sí fue el factor determinante para su organización y consolidación como parte del Estado, y como tal co gobernante junto a los más poderosos de la Tierra. Esto no puede negarse, pues lo hallamos suficientemente documentado hasta en los mismos textos católicos. La Historia de los Papas, de Joseph Gelmi, impresa por la editorial católica Herder, dice, en las biografías de Milcíades y Silvestre I, Papas durante Constantino ( fragmentos): “Constantino otorgó al obispo Milcíades su gran finca del Laterano ( Letrán), que fue la residencia de los papas hasta finales del siglo XIV. “Allí hizo también el emperador construir la primera de las grandes basílicas de Roma, que más tarde recibió el nombre de San Juan de Letrán.”


“[...] Dante [...] escribió ( de Silvestre I) en su Divina Comedia: «¡ Ah, Constantino! Semilla de corrupción sembró, no tu bautismo, sino el don del que disfrutó el primer padre r ico». [...] Aunque la donación de Constantino sea una ficción, lo cierto es que el emperador mejoró la situación material del obispo romano. Y no podemos dejar de referirnos al hecho de que Constantino levantase en 325 sobre la tumba de San Pedro una iglesia de 5 naves, en la colina vaticana.” ( 4) Notemos que esto lo escribe un autor que proclama, en el prólogo: “... el papado fue inst ituido por Jesucristo, cuando le dijo a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella.»“ El art ículo de Ginés Rodríguez sostiene más adelante: “En la novela el maquiavélico Opus Dei t rata de impedir que los héroes saquen a la luz el secreto: que el Grial son los hijos de Jesús y la Magdalena y que el primer dios de los «cristianos» gnósticos era femenino”. Nos detendremos apenas un poco más sobre el gnosticismo, aquí simplificado por el periodista. Este sostiene: “Mientras que los evangelios canónicos son del s. I, ningún texto gnóstico es anterior al s. II. Muchos son del s. III, IV o V. A mediados del s. II la Iglesia ya tenía claro que los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan eran los inspirados por el Espíritu Santo, y sólo dudaba en el canon de un par o t res de textos.” Por el contrario, César Vidal Manzanares, licenciado en Derecho y Teología, t raductor de varios de los manuscritos de Nag Hammadi, dice en e l prólogo a su obra Los Evangelios Gnósticos : “Hasta qué punto el gnosticismo había penetrado en el crist ianismo a finales del siglo I y principios del II lo pone de manifiesto el hecho de que, si exceptuamos el Nuevo Testamento y los escritos judeocristianos, cabe afirmar que la primera literatura teológica crist iana y la primera poesía crist iana fueron obra de autores gnósticos.” Para sustentar aún más su afirmación cita a los siguientes textos: I. Quasten, Patrología, Vol. I, Madrid 1984, pp. 253 y ss.; R. M. Grant, La gnose et les origines chrétiennes, París, 1964, e íd. Gnosticism and Early Chistianity, Londres, 1959. Más adelante, el periodista español cuyo artículo analizamos afirma:


“Según los protagonistas de la novela, «durante t rescientos años la Iglesia quemó en la estaca la asombrosa cifra de cinco millones de mujeres». Esta es una cifra repetida en la literatura neopagana, wicca, new age y feminista radical, aunque en otras webs y textos de brujería actual se habla de 9 millones. Los neopaganos necesitan una «shoah» propia. Cuando acudimos a historiadores serios se calcula que entre 1400 y 1800 se ejecutaron en Europa entre 30. 000 y 80. 000 personas por brujería.” El mismo argumento de quienes defienden a la dictadura militar de Videla en la Argentina: “no fueron 30. 000 los desaparecidos... apenas 5. 000, según los historiadores “serios”. Por lo demás, aparte de las numerosas y horribles pruebas sobre las acciones de la inquisición, documentadas por la historia y que incluso motivaron una autocrítica del papa actual, citaremos sólo al pasar documentación propia: “... los nativos emplean pócimas con yuyos y plantas que abundan en la zona, con los cuales curan tanto heridas del alma como del cuerpo que sólo conocen los curanderos o “brujos”, como los llamarían los sacerdotes. Esos nativos eran conocedores del Cosmos; tenían miedo al t rueno, al relámpago, creyendo que sus dioses estaban enojados. El gobernador del Tucumán, Don Ramírez de Velazco, conocedor de esas supersticiones, debe tomar medidas drásticas para combatirlas. Y ordena que 50 “brujas” o “hechiceras” sean quemadas vivas, en la hoguera, en la localidad de Sumampa, al sur de la provincia.” [ de Santiago del Estero] ( 5) El mismo libro consultado, presenta otro test imonio: [...]... el siguiente documento, existente en el Archivo Histórico de la Provincia de Santiago del Estero: “En la causa criminal que de oficio de la Justicia que ante mi Juzgado pende contra Juana Pasteles, India del pueblo de Tuama por las muertes del Indio Pedro y de su marido y del Indio que confiesa del pueblo de Guaipe natural del Salado que dichas muertes ejecutó con el mal arte de hechisos y encántos que por las pruebas y su confesión consta contra la dicha Juana Pasteles, visto los autos y méritos del proceso y además que ver se debe: “Fallo que haciendo Justicia debo condenar y condeno a la dicha Juana Pasteles en pena de muerte para la cual será sacada de la cárcel pública y prisiones y montada


sobre una bestia con albarda con soga al cuello y llevada públicamente por las calles públicas de esta ciudad con voz de pregonero que manifieste su delito hasta el lugar del suplicio extramuros donde se le dará que naturalmente muera. Y estándolo será quemada en una oguera que para el objeto se prebendará para ello que su dicho cuerpo encenizado se reduzca debajo de custodia en condigna pena de su delito. Y por esta mi sentencia definitivamente juzgando asi pronuncio y mando y firmo. Dn. Juan de Paz y Figueroa.” ( 6) Bajo el subtítulo “Gnosticismo al servicio del feminismo radical”, el autor de la crít ica a El Código Da Vinci se pregunta y contesta, parafraseando satíricamente al novelista Dan Brown: “¿Por qué el mundo va tan mal, hay guerras, violencia y contaminación? La respuesta del feminismo radical y de El Código Da Vinci es sencilla, la culpa es del crist ianismo, que es machista” Algunas respuestas sobre el Opus Dei y e l mencionado machismo parecen surgir en parte de los párrafos que copiaremos a continuación. Una señora, con quien mantuve correspondencia, afirmó al respecto en una carta que mantengo en mi archivo ( fragmentos): “[...] Conozco bastante bien al opus ( estoy casada con un ex agregado de la prelatura) [...] Mi visión es que el opus es como una iglesia dentro de la Iglesia, una suerte de estado dentro del Estado. Tiene sus propias reglas y su catecismo; hay cosas que un católico común y corriente puede hacer que a ellos no se les permite, por ejemplo: adoptar niños de quienes no se sepa su procedencia o que se sospeche que son «ilegítimos» ( aberración jurídica felizmente desterrada hace muchísimos años de nuestro derecho civil). Los numerarios y agregados ( miembros célibes) no pueden ser padrinos de bautismo ni asistir a los casamientos de sus hermanos, salvo a saludar a la salida de la ceremonia. Divorciarse y aún anular religiosamente el matrimonio es causal de expulsión ( se permiten hasta estar por encima del Tribunal eclesiástico). Otra persona, también relacionada de cerca con el Opus Dei, me dice en carta personal ( reproducida aquí con su autorización) lo siguiente: “Acordate el caso de la periodista que publicó las fotos de las torturas de Irak, la echaron del empleo y entró en


lista negra porque se consideró que violó un secreto de Estado y puso en r iesgo la seguridad nacional. “Luego cuando los videos y todo el material salieron en todos los medios del mundo, recién reconocieron que hubo «exceso» y se tomarían medidas contra los torturadores. Son t remendos, t ienen una doble moral permanente. Y aunque USA es un país de t radición protestante, te cuento que el jefe de la CIA es del Opus. Cuando lo descubrieron hizo lo que hacen todos ellos, lo negó a muerte, pero cuando se hizo demasiado evidente... dijo que sí que era miembro pero que eso no era ningún pecado ni tenía nada de malo; que él era católico práctico y que la santa sede reconocía al Opus como prelatura particular.” Algunos fragmentos del instructivo para sacerdotes del Opus Dei: “Siempre se ha vivido, hasta en el detalle más pequeño, esa distancia —cincuenta mil kilómetros— entre los varones y las mujeres de la Obra, sin consentir nunca, por ningún motivo, la más pequeña excepción a este principio tan claro del espíritu del Opus Dei; y esto se aplica, con más r igor si cabe, a los sacerdotes. “Nuestro Padre comentó alguna vez que prefería que sus hijas murieran sin los últ imos sacramentos —porque estaba cierto de que aun así morir ían como unas santas—, a que los sacerdotes fueran sin necesidad a los Centros de mujeres. “[...] El que celebra Misa en un Centro de mujeres no desayuna allí, salvo cuando no puede tomarlo en otro sit io y va a continuar después varias horas en ese Centro; en este caso, se le deja preparado el desayuno corriente. “[...] Si por alguna circunstancia un seglar de la Obra lleva a un sacerdote, en coche, a un Centro de mujeres, lo deja en un sit io próximo. De todos modos, esto será muy raro, puesto que, en la medida de lo posible, todos los sacerdotes saben conducir automóvil. “En los Centros de mujeres, cuando la vela al Santísimo comience por la noche, después de cenar, es mejor que vayan dos sacerdotes para hacer la Exposición del Santísimo, si es posible. Pero si es preciso desplazarse a un lugar lejano del propio Centro, o pasar por zonas de la ciudad de ambiente peligroso, resulta más prudente que los sacerdotes no acudan a hacer la Exposición. “En estos casos, es suficiente con que la vela se haga abriendo la puerta que oculta la de cristal del sagrario.


“[...] Para llevar la comunión a una enferma, fuera de un Centro de mujeres, hace el t rayecto ordinariamente acompañado de otra persona: mejor, un pariente próximo de la enferma. Si esto no es posible, en vez de acudir solo en taxi, va con él un miembro de la Obra — llevando el coche, o acompañándole en el taxi— hasta la puerta de la casa. Como es natural, allí habrá siempre otra persona: la madre, alguien de la Obra, etc. “Cuando predican a mujeres, los sacerdotes evitan cualquier comentario —por ejemplo, anécdotas, o datos sobre la labor— que haga referencia al apostolado de los varones. “ [...] Para administrar el sacramento de la Penitencia a una persona enferma que guarda cama, o que, sin guardar cama, la enfermedad o la edad muy avanzada le impide salir de su casa, se deja completamente abierta la puerta de la habitación. El confesor se coloca a la distancia conveniente de la cabecera, y procura comportarse con especial gravedad, recordando que los sacerdotes, sin rarezas ni brusquedades, han de dist inguirse, más por su prudencia y su sentido sobrenatural, que por su amabilidad en el t rato. “A una mujer que, sin guardar cama, t iene algún impedimento fís ico para acudir al confesionario, se le puede atender excepcionalmente en la sacristía o en una sala de visitas. En ese caso, se ut iliza siempre una rejilla portátil y, desde luego, la puerta de la habitación se deja completamente abierta. “[...] si alguna penitente consulta a un sacerdote joven algún problema moral que exija t ratar esas materias con detalle, le exige, amablemente, que se limite a lo que es indispensable para la confesión, y la remite a un sacerdote anciano, si desea descender a otros detalles. En el caso de que la penitente insista en hablar sobre esos aspectos, se negará con firmeza, llegando a interrumpir la confesión, si es preciso. “Los sacerdotes de la Prelatura atienden charlas de dirección espiritual de mujeres sólo en el confesionario. Bajo ningún pretexto admiten conversaciones en otro lugar.” ( 7) Por mi parte, continuaría desarrollando algunos aspectos de los numerosos asuntos que surgen de la lectura de estos dos libros y de la respuesta ( una de cientos suscitada por estas obras, particularmente El Código…). Mas por respeto al t iempo de mis amigos, por ahora sólo me despido, con la esperanza de que el hiato en nuestras comunicaciones no sea esta vez tan largo como el t iempo transcurrido desde nuestra Carta anterior. Saludos muy afectuosos de


. . . un subalterno estudiante de la Sabiduría expresada por Cristo: Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.

• Quiero dejar constancia que no considero a la imaginación un factor poco importante para el descubrimiento de la verdad. Precisamente fue debido a ella que grandes hallazgos científicos -como las ruinas de Troya, la gravitación de los planetas o la relatividad- fueron concebidas por sus autores. Una reflexión t eológica de Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, quienes dir igieron la traducción de la hermosísima Nueva Biblia Española, dice más o menos así ( cito de memoria): “ Dios sugiere a través de las narraciones bíblicas y los salmos que la imaginación es el instrumento esencial para el discernimiento de la Verdad en los planos espirituales”. • El enigma sagrado . Michael Baigent, Richard Leigh and Henry Lincoln, 1982. The Holy Blood and the Holy Grail, publicado por Jonathan Cape Ltd., Londres, 1985. Traducción de Jordi Beltrán publicada en 1985, por Ediciones Martínez Roca S. A., España. La edición consultada fue impresa en 1989 por Ediciones M. R. Argentina. Págs. 287-299. • Así, los franceses son considerados sutilmente inferiores por un noble inglés ( y por el mismo autor, salvo una muchacha rubia, heroína principal, que f inalmente r esulta producto de antiguas familias sajonas), al igual que españoles e italianos, y Langdon, héroe masculino de la novela, es una equilibrada mixtura de la tradición nord europea... pero de nacionalidad estadounidense. • Joseph Gelmi. Los Papas . Retratos y semblanzas. Editorial Herder. Barcelona, España, 1986. • Maximina Gorostiaga de Mema. El drama aborigen . Monografía presentada en el Encuentro del Vº Centenario del Evento Colombino– Americano, organizado por la Sociedad Argentina de Historiadores, filial Santiago del Estero, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Santiago del Estero, 17 al 19 de octubre de 1991. Luego editado en 1992, su segunda edición ampliada se procesa actualmente. • •

Andrés Figueroa. Antiguos pueblos indios. Santiago del Estero, 1949 Prelatura Opus Dei. Vademecum de Sacerdotes. Roma, 25- VI-87.


Un ángel llamado Ricardo Fermín Chávez Mis queridos compañeros y amigos, el jueves 23 de marzo, mi compañero Ricardo Fermín Chávez falleció en un accidente aéreo en Catamarca. Dejó esta t ierra en las mismas montañas donde decidió aprender a volar. Me dejó con una infinita t risteza pero llena de amor, enseñanzas y recuerdos. Estos cinco años que conviví con él equivalieron quizá a toda una vida. Era un ser maravilloso que algunos de ustedes tuvieron el privilegio de conocer. En algunos momentos de su paso por este mundo, se jugó la vida por sus ideales, en estos momentos estaba empeñado en terminar de construir su hogar junto a mis hijos y a mí y en atravesar los cielos de nuestra patria, a la que amaba profundamente; además en apoyar los proyectos que para él nos conducirían a un mundo más justo y solidario. No hay palabras que puedan calmar el dolor pero necesito compartir mi t r isteza con todos ustedes. Les mando un abrazo enorme. Seguiré luchando como lo hice toda mi vida por mis hijos y por los ideales que teníamos juntos. Su esposa: Mónica para algunos, Mariana Chávez para otros.

CARTA Nº 14 Domingo, 7 de agosto de 2005

La Comunión • La humanidad no ha creado en toda su ya larga historia nada más importante para su existencia que la Comunión. Y es que la Comunión, en verdad no fue creada por humanos sino por el mismo Dios. Aquí podríamos detenernos ante un agudo inquisidor que nos preguntase: “Pero, ¿qué, o quién es Dios?” Pues Dios, seguramente no puede ser comprendido claramente por la conciencia humana, salvo que renuncie a


pronunciar su nombre. Dado que es y no es al mismo t iempo la materia, el sistema solar, el universo, lo infinito hasta un grado que nuestro cerebro no t iene posibilidad alguna de alcanzar, y es y no es al mismo t iempo el más pequeño escarabajo que se desliza penosamente sobre un malvón, resulta evidentemente imposible encerrar su “ser y no ser” en un nombre. Así, Dios puede ser entendido únicamente si renunciamos al entendimiento. ¿De qué manera creó Dios, entonces, la comunión? A t ravés de su Hijo, Jesús, quien según creemos era Dios mismo encarnado, para facilitar la comprensión humana. Pero si alguien no cree que Jesús era Dios mismo encarnado, está en su derecho, sin que ello quite en lo más mínimo el sentido a lo que aquí pretendemos manifestar. Es decir, que la Comunión es la enseñanza más importante que la humanidad recibió a lo largo de toda su existencia. Pretendemos demostrar aún más: que sin comunión se hace imposible cualquier forma de existencia, no sólo humana, sino de cualquier t ipo que en este planeta se pueda denominar como “vida”. • ¿Y qué es la comunión? Pues comerse simbólicamente el cuerpo del otro. Más bien, mejor: comerse, simbólicamente, el cuerpo de todos, el cuerpo de la Humanidad. O todavía más y mejor: comerse simbólicamente el cuerpo del Universo, con todas sus miríadas o millones de seres y existencias diversas, distantes o próximas, semejantes a nosotros o inimaginables. Esto es, asumir conscientemente la convicción de que no somos algo separado, en aislamiento, sin conexión más que exterior con el Todo: sino somos, en realidad, parte activa, infusa vitalmente, inmersa profundamente en el Todo. Símbolo según Jung no es una imagen o acto que resulte alegórico ( esto es, no consiste en una “representación de”): símbolo, es, en el inconsciente individual o colectivo, “un motor para la acción o la materialización”. En esta aproximación científica, el símbolo es comprendido entonces como un embrión metafísico de la manifestación objetiva. Comer el cuerpo de todos, sería, si combinamos la interpretación de Jung con el acto mismo enseñado por Jesús, la vivencia consciente de


que no soy únicamente un cuerpo con aptitudes mecánicas numerosas, sino también todos los cuerpos que se manifiestan en el Universo, con sus infinitas variedades, pero también lo que conllevan dentro esas variedades. • En un sentido práctico, ¿para qué sirve la comunión? Para cumplir los dos primeros mandamientos, aquellos considerados como los más importantes: “Amar a Dios por encima de todo”... “Amar al prójimo...” El amor es imposible sin la renuncia a l egoísmo. Y la renuncia al egoísmo es imposible si creemos tozudamente que somos únicamente un cuerpo, al cual estamos obligados a sat isfacer constantemente en todos sus requerimientos. El amor más grande que puede conocer un ser humano, esto es el amor a los hijos, significa precisamente esto: una constante renuncia a la propia identidad, para hacerse uno con ellos, priorizar sus necesidades por sobre las nuestras, sufrir infinitamente con sus dolores hasta extraer la últ ima mota de padecimiento de sus cuerpecitos - especialmente cuando son muy niños- para absorberlos nosotros hasta las heces, con tal de librarlos de ese mal. Un padre o una madre que pasa la noche en vela junto a la cunita de su niñito enfermo, quiere morir incluso, quitarse toda vitalidad hasta su provisión total de sangre si es necesario, para salvar a ese niño que ama con todas sus fuerzas, con toda su existencia, pues por un maravilloso milagro de consubstanciación, ese padre, esa madre, ya no es él mismo... se ha convertido, efectivamente, para toda consideración, en su hijo. Eso es el amor, el amor de verdad: es “dar la vida por los demás”. No con “actos heroicos” como se interpretó, ni defendiendo supuestos intereses “patrióticos” o “populares”, sino en los más modestos e ínt imos actos de cada día, cuando por amor procuramos únicamente y en primer lugar la felicidad de los que amamos. • Los que amamos pueden ser dos o t res, sin embargo, o también una comunidad, o hasta un país o una raza: y el amor entonces queda confinado a un egoísmo en cooperativa. Pues bien, por eso la comunión es el acto simbólico más grande que podemos ejecutar los humanos, ya que nos induce a la práctica del amor... hacia toda forma de vida, hacia toda la existencia universal.


Y dije, ¿” sin comunión se hace imposible cualquier forma de existencia”?... Así es. Dado que resulta muy fácil considerar al otro como enemigo, si estamos convencidos de que está fuera de nosotros, que es un “elemento extraño”, de ahí a eliminarlo hay muy pocos pasos. No hace falta que desarrolle demasiado este punto, sería subestimar la capacidad intelectual de mis lectores: sólo mencionaré el ominoso aniversario, ayer, del más horrendo crimen que vivió la Tierra, esto es, la bomba atómica lanzada sobre la población de Hiroshima. Consideremos bajo su fantasmagórico resplandor, entonces, qué futuro le espera a nuestro planeta si todos nos consideramos con derecho a eliminarnos, los unos a los otros. • Las últ imas consideraciones prácticas, no por ello menos importantes, según mi modesto criterio: hablar de comunión, es decirles “tome la hostia, concurriendo a una misa en la ig lesia católica”? Bueno, si usted es católico, no tengo nada para objetar a que lo practique así. Pero si no es católico, o ni siquiera crist iano, también puede tomar la comunión, cada día, o en varios momentos del día. Pues el acto mismo establecido por Jesús no fue una ceremonia en un templo, sino una reunión de amigos, donde levantando el pan simbólicamente Él dijo: “este es mi cuerpo”; y levantando el vino, también dijo “esta es mi sangre”. Y Teilhard de Chardin dijo, algunos siglos después: “la humanidad es el cuerpo extendido de Jesús sobre la Tierra”. Entonces, si la humanidad es el cuerpo de Jesucristo extendido sobre la Tierra, cualquier cosa que hagamos sobre la humanidad lo estamos haciendo sobre Jesús. Si la amamos, si amamos a todos como a nosotros mismos, amamos también a Dios. Si odiamos, estamos odiando a Dios. Cualquier alimento que tomamos - eso quiso significar Jesús, según creo- cualquier bebida que degustamos... puede ser el cuerpo y la sangre de la humanidad toda... si los ingerimos con devoción y conciencia. El desayuno, el almuerzo, la cena, un pequeño pan con un pedazo de queso dentro, que comemos afirmados en el mostrador de un kiosco de un país le jano... puede ser el cuerpo de Jesús ( y de la Humanidad) si lo efectuamos con devoción y conciencia.


Introducir en nuestro organismo, conscientemente, cuatro o cinco veces en el día, el cuerpo de todos, el cuerpo de la Humanidad, es el único camino entonces para evitar la destrucción colectiva de esta especie, el único camino real para la paz.

Julio Carreras ( h) Autonomía, Santiago del Estero, Argentina.

Me han hecho llegar esta belleza

Estimado Julio: Quiero compartir contigo y los listeros este escrito que me enviaron mis compadres de España. Encierra una belleza y una sensibilidad muy especial. Un cordial saludo María de Arza

El Dios en quien no creo Por Juan Arias * Yo nunca creeré en: El Dios que “sorprenda” al hombre en un pecado de debilidad El Dios que condene la materia El Dios que ame el dolor El Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas El Dios mago y hechicero El Dios que se hace temer o no se deja tutear El Dios que se haga monopolio de una iglesia, de una raza, de una cultura o de una casta El Dios que juega a condenar El Dios que “manda” al infierno El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan El Dios incapaz de comprender que los niños deben mancharse y son olvidadizos El Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre El Dios a quien no temen los r icos a cuya puerta yace el hambre y la miseria El Dios al que adoran los que van a Misa y s iguen robando y calumniando


El Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de su esencia, allí donde vibre un amor por equivocado que sea. El Dios que condene la sexualidad El Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse con la vista de unas piernas bonitas que calumniar y robar al prójimo o abusar del poder para medrar o vengarse. El Dios morfina para la reforma de la t ierra y sólo esperanza para la vida futura El Dios de los que creen que aman a Dios porque no aman a nadie El Dios que dé por buena la guerra El Dios que pretenden que e l cura rocíe con agua bendita los sepulcros blanqueados de sus juegos sucios El Dios que negase al hombre la libertad de pecar El Dios a quien le falte perdón para algún pecado El Dios que aceptase y diese por bueno todo lo que los curas decimos de El El Dios que ponga la ley por encima de la conciencia El Dios que prefiera la pureza al amor El Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un niño o de una mujer bonita o de una madre que llora El Dios que se case con la política El Dios que aniquilara para siempre nuestra carne en lugar de resucitarla El Dios que aceptara por amigo a quien pasa por la t ierra sin hacer fe liz a nadie El Dios que al abrazar al hombre aquí en la t ierra no supiera comunicarle el gusto y la felicidad de todos los amores humanos juntos El Dios que no se hubiera hecho verdadero hombre con todas sus consecuencias El Dios en el que yo no pueda esperar contra toda esperanza. Sí, mi Dios es el otro Dios.

* Juan Arias es escritor y periodista, cursó estudios de Teología, Filosofía, Psicología, Lenguas semíticas y Filología comparada en la Universidad de Roma. Durante catorce años fue corresponsal en Ita l ia y en el Vaticano para el diario El País. Anteriormente había cubierto para el desaparecido diario Pueblo los trabajos del Concilio Vaticano II. Con Pablo VI y Juan Pablo II ha realizado innumerables viajes alrededor del mundo. En la biblioteca Vaticana descubrió el único códice existente escrito en el dialecto de Jesús de Nazaret, buscado desde hacía varios siglos. Es autor de numerosos l ibros, entre ellos cabe destacar: El dios en


quien no creo , Savater: El arte de vivir, El dios del Papa Wojtyla, Un dios para el 2000 y Las confesiones del peregrino , y su último l ibro Las galletas profanadas de mi madre y otras historias de mi vida . Su libro Jesús, ese gran desconocido editado por Maeva, ha conseguido un gran éxito de ventas y crítica y ha sido traducido en numerosos países. El autor ha sido galardonado con el premio a la cultura de la presidencia del gobierno y el premio a l mejor corresponsal extranjero. Actualmente es corresponsal de El País en Brasil y miembro del comité científico del instituto europeo de Design.

Apéndice Incluiremos aquí algunos textos que, o bien llegaron después que hubiéramos cerrado el ciclo de nuestras cartas, o bien desarrollan temas relacionados.

Nuestra familia “Leí el artículo de Carreras y lo disfruté mucho, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice. Incluso estoy en desacuerdo totalmente con la idea de Carreras de que todos somos «una sola familia» y que nuestra propia familia no existe: pensar eso es ingenuo y peligroso; la familia nuclear es suprema y la Iglesia moderna ha perdido de vista eso, con toda su tontería ecumenista y su cooperación con «los muchachos que gobiernan el mundo» es decir, los ricos y poderosos...” Timothy Cullen • de diciembre de 2007 ( Traducción del inglés: Amalia Domínguez)

El párrafo citado en el epígrafe pertenece a un escritor católico ir landés. Una amiga común le había enviado un artículo – “El simbolismo de la Navidad”-, publicado por El Punto y la Coma. Y él contestó enseguida por medio


del correo electrónico. En verdad para mí también ha sido siempre una piedra compleja de discernir la de los pasajes bíblicos donde Jesús ubica en aparente contradicción los afectos familiares con el camino hacia Dios. Especialmente estos: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí”, dice Jesús según el primer Evangelio ( Mateo, 10:37). “... Alguien le dijo: « ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» Pero él respondió al que se lo decía: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.» ( Mateo, 12, 47- 50)”. * A los efectos de esta breve respuesta me parecen suficientes y c laras sólo estas dos citas. Por mi parte, luego de varios años de discernimiento, había llegado a la conclusión de que el amor al prójimo no tenía por qué excluir al sustentado hacia la propia familia. Como el amor a los demás no excluye al amor a sí mismo, sino por el contrario. Erich Fromm en su famoso t ratado El arte de amar, afirmaba incluso que quien no es capaz de amarse a s í mismo, no es capaz de amar a otro. Claro que si consideramos que “amarnos” es considerar a los demás al servicio nuestro, nos equivocaremos mucho. En Fromm este concepto parece significar que debemos amarnos de un modo sensato, sustentando un equilibrado aprecio hacia nosotros mismos, sin por ello caer ni en e l egoísmo irracional ni en el narcisismo. Parecido criterio es el que debemos proyectar sobre nuestra familia: “amar al prójimo”, significa, según nuestro modesto discernimiento, amar a nuestros padres, nuestra esposa, nuestros hijos, pues son los que más cerca tenemos para practicar este mandamiento ( prójimo=próximo). Pero ello no significa conformar con ellos un clan de depredadores, que acecha a la comunidad donde vive como a un coto de caza, donde le está permit ida cualquier t rampa ( o violencia, si puede


ejercerla) para arrebatar sus bienes a los demás, mientras ello permita fortalecer el patrimonio de su familia. Creo que no hace falta profundizar demasiado en esto, pues cualquier humano, sin haber leído ni una palabra de los Evangelios, comprenderá perfectamente su sentido. Según Jesús debería ocurrir lo contrario: si amamos a todos, como si fuesen nuestra familia, evitaríamos hacerles daño, so pena de cargar graves sentimientos de culpa posteriormente. Y si amamos a los animales, los árboles, la t ierra, como si también formasen parte de nuestra familia, la humanidad evitaría propinar los daños gravísimos que han llevado al mundo hasta una situación crít ica. [ 1] Pero esta mañana, luego de tomar mate amargo como hago habitualmente, recibí una pequeña sorpresa que vino a ampliar mis limitados conocimientos sobre este tema. Ocurrió debido al hábito de casi toda mi vida, que es mirar La Biblia, cada día, antes que ningún otro texto ( siendo escritor, se comprenderá que mi principal actividad fue siempre o leer o escribir). Hacia los 80 amplié estas lecturas a los Evangelios no canónicos, muchos de los cuales había ido adquiriendo. Al abrir al azar un Evangelio, pues ( el de Valentino), lo primero en hallar mi vista fue lo siguiente: “... Salomé se levantó y dijo ( a Jesús): Señor, tú nos has dicho: Quien no deje a su padre y a su madre para seguirme no es digno de mí. “... Mas, Señor, está escrito en la Ley de Moisés que el que abandone a sus padres debe morir. ¿Es, pues, contrario a la Ley lo que tú nos enseñas? “... María Magdalena, inspirada por la fuerza de la luz que había en ella, dijo al Salvador: Señor, permíteme que hable a mi hermana Salomé para explicarle tus palabras... “... Y cuando el Salvador [ se lo permitió] María fue hacia Salo mé y le dijo: “Hermana Salomé, tú has citado la Ley de Moisés, que dice que debe morir quien abandona a sus padres. “Mas la Ley se refiere a los cuerpos y no al alma. “... Y ocurrió que cuando el Salvador oyó las palabras de María, la felicitó grandemente” ( Valentino, XLVIII, 4- 18). ** Desde una perspectiva espiritual ( y para un religioso, lo espiritual es s inónimo de esencial), esta me parece una explicación perfecta. Jesús no quería indicar el abandono de la familia “en cuerpo” ( penalizado por la Ley de Moisés). Sino se refería a la actitud del alma, de acuerdo con la cual todo lo que existe, el aire, la naturaleza y el


Universo, está ligado a nosotros. Por un lazo imperceptible para los sentidos, pero no por ello menos fuerte. Y si hacemos algún daño, a cualquiera de estos elementos... “a nosotros mismos nos lo haremos”. Julio Carreras ( h) • de diciembre de 2007

[1] La condiciones sociales imperantes bajo nuestra civilización, impiden por cierto ejercer esta cultura del amor. Más bien nos obligan a concentrar los afanes en el pequeño núcleo familiar, para preservarlo en lo posible del a ltamente hostil entorno que nos rodea. Esto no debe obscurecer, sin embargo, la comprensión de que lo predicado por Jesús y sus apóstoles es correcto y un objetivo central a perseguir. * La Santa Biblia (Versión Biblia de Jerusalén, 1976). ** Evangelios apócrifos . Tomo II. Traducción de Edmundo González Blanco. Editados por Jorge Luis Borges. Hyspamérica Ediciones, Madrid, Buenos Aires, 1985.

De la cumbre al abismo Por Julio Carreras ( h) El de albañil es uno de los oficios de mayor importancia para la comunidad. Sin embargo, los obreros de ese sector se cuentan entre los menos valorados. Hace algunos días el obrero Rolando Barraza quedó atrapado en un ascensor del Grand Hotel. Estaba cargando ladrillos para llevarlos desde la planta baja al décimo piso, cuando inesperadamente el ascensor arrancó, y lo arrastró hacia arriba atrapándolo por las piernas entre las puertas y la pared. Por reflejo y pese al dolor que sint ió, Rolando Barraza logró bajar la palanquita y detenerlo. Lo demás fue de novela. El grupo especial de la policía destruyó los discos de la amoladora sin poder cortar el acero del ascensor para sacar al accidentado. Entonces sus propios colegas albañiles empezaron a romper la pared. Luego de dos horas lograron rescatarlo de aquella t rampa, que de otra manera podría haber resultado mortal. Constructores de felicidad


Los albañiles se cuentan entre los técnicos más importantes de la especie humana. Existen cuatro requisitos materiales básicos para la subsistencia de la humanidad; ellos son: 1) la alimentación; 2) el aire; 3) la procreación, 4) la vivienda. Cualquiera de estos requisitos que faltase, podría poner en serio peligro de desaparición a la vida humana sobre la Tierra. Como se ve, la casa donde los humanos habitan, forma parte de sus necesidades más importantes. Por lo tanto, quienes t ienen la capacidad de construirlas, deberían ser considerados personas destacadísimas en la organización social, dignos del mayor respeto, consideración y hasta honores por parte del estado. No es así. Los albañiles - de quien se t rata- a lo largo de los siglos no han cesado de perder jerarquía dentro de los sistemas económicos en el mundo, sean estos capitalistas o comunistas, occidentales u orientales. De tal manera asist imos hoy a la desvalorización de estos artesanos excepcionales, cuyo oficio es uno de los más complejos y difíciles de aprender. Si hay alguna duda acerca de esta afirmación, invitamos a cualquier lector sin experiencia en la tarea, que intente revocar una pared ( con revoque grueso, para no hablar del fino o los terminados especiales que un medio oficial albañil efectúa con velocidad y precisión). Los que históricamente fueron constructores de felicidad para sus semejantes (¿quién puede negar la alegría que se siente al acceder a la casita propia?), son catalogados sin embargo, en la valoración pública, como uno de los sectores sociales de menos importancia económica. Y muy pocos padres, hoy, recomendarían a sus hijos que abracen la actividad de los albañiles para defender su futuro. Incluso los especialistas teóricos de la construcción – maestros mayores de obras, arquitectos- pasan hoy en día por ser miembros de un franja social de dudosa prosperidad y relativamente opaco prestigio. Pero, ¿fue siempre así? Constructores de catedrales En la catedral de Amiens ( Francia), los retratos del obispo fundador y los t res “maestros de obra” están esculpidos en mármol blanco sobre el mármol negro del centro del laberinto. Los rodea la siguiente inscripción: “En el año de gracia de 1220


se inició la edificación de esta iglesia. El obispo de esta diócesis era Évrard; y el rey de Francia, Luis, hijo de Felipe Augusto. El maestro de obras se llamaba Maestro Robert de Luzarches, luego vino Thomas de Cormont y después de éste, su hijo Renaud”. 1 ¡ Junto a los nombres del obispo y del rey... el de los constructores! Según las crónicas, ya desde el siglo VII existían en Sevilla corporaciones de “machios” (“albañiles”, “hacedores”), cuyo maestro recibía su poder directamente del rey. Estas corporaciones solían ponerse generalmente bajo la dirección de un canónigo del capítulo. Trabajaban en ellas numerosos obreros, a quienes se les pagaban salarios de buen nivel, acorde con la importante responsabilidad que tenían. La pertenencia a estas asociaciones constructoras era cuidada celosamente. La canción de gesta “Cuatro hijos de Aymon” narra que el noble Renaut de Montauban, para expiar sus culpas, se enrola como voluntario en la construcción de la catedral de Colonia. Pero pronto recibe una paliza, y es arrojado al Rin por los constructores profesionales, irr it ados por esa “competencia desleal”. Existía una verdadera escuela de discipulado en el oficio. Los más jóvenes empezaban t ransportando piedras y otros materiales en las canteras y las obras. Luego aprendían a desbastar los bloques; más tarde a hacer mezclas de yeso y mortero, se ocupaban del mantenimiento de las herramientas y manejaban los aparatos accesorios. De acuerdo con ello, y con mucho esfuerzo, se iban calificando para los oficios superiores. Pocos maestros estaban dispuestos a compartir sus secretos, y lo hacían sólo con los mejores. “Ultimo orejón” Es cierto que el t rabajo de aquellos albañiles legendarios, que fueran capaces de construir Colonia o Notre Dame, era en gran parte muy dist into al de los actuales. Partiendo de que se t rabajaba habitualmente con piedra, y de que entre las funciones del albañil - en dos de sus especializaciones- estaban las de tallar y esculpir los geniales decorados de estos monumentos. Eran pues, en algunos casos, genuinos escultores, que dotaban a sus obras de una belleza y magnificencia capaces de


estremecer al contemplador. Pese a ello, la tarea de los albañiles actuales no es menos difícil, meticulosa, y hasta creativa. En numerosas ocasiones los oficiales y medio oficiales deben resolver, sobre la marcha, situaciones complejas que no habían sido previstas en los proyectos, particularmente en lo que se refiere a la combinación de los materiales. No por ello reciben mayor aprecio de la opinión colectiva, como se ha señalado más arriba ya. ¿A qué se debe este descenso del prestigio social de esta actividad? “Nosotros somos el últ imo orejón del tarro”, nos dijo cierta vez un albañil cordobés, comentándonos las dificultades salariales por las que pasaba su gremio. Muchos de los factores de este retroceso están seguramente relacionados con los parámetros de la sociedad capitalista, donde una estrategia común consiste en la desvalorización deliberada de alguno de los componentes del sistema productivo, para extraer mayores ganancias para los otros. Este progresivo desgaste no hubiese sido posible, sin embargo, sin la involuntaria, es cierto, pero corrosiva pérdida de la autoestima surgida en el seno mismo de estos trabajadores artesanos. Quizá e l individualismo propio del oficio, contribuyó de manera progresiva para el deterioro de la valoración propia. Lo cierto es que pocas actividades existen tan poco apreciadas por sus mismos sustentadores. Creemos que se hace necesario una revalorización de este antiquísimo oficio. Tanto por una cuestión humanitaria, como de just icia. Pero también por la salud estética y la calidad de vida de la humanidad. Cada vez se ven menos construcciones elaboradas con arte, y en cambio, surgen por todas partes feísimas estructuras de materiales premoldeados, hierros, vidrios y plástico, colocados en muchos casos sin el menor concierto. (Publicado en La Razón del Consumidor, marzo de 1999.) 1 Los últimos misterios del mundo . Reader´s Digest. División l ibros. México, diciembre de 1998. Pág. 76.

Definición del amor Para el Día Internacional de la

Mujer


Kierkegaard consideró que el amor es simplemente una ilusión creada por la apetencia sexual. La atracción de los cuerpos, según el filósofo, es encubierta por fabulaciones e innumerables art ific ios del pensamiento, para presentarla de una manera sublime. Max Heindel por el contrario señaló que en el amor “primero se enamoran las almas”. Según este filósofo del siglo XIX, el acercamiento sentimental de dos personas se suscita por haberse “reconocido” esas almas como afines. Observando la conducta de los humanos enamorados y las de los perros en celo, nos sentimos tentados a darle razón al filósofo existencialista. Una insistente intuición nos inclina sin embargo a considerar con mucho aprecio la afir mación del filósofo rosacruz. Personalmente nos parece que el amor es una combinación equilibrada de t res conceptos: atracción mutua, respeto, responsabilidad. La primera es imprescindible, pues si forma parte de la naturaleza no hay razón para excluirla. La segunda y la tercera adquieren creciente valor en caso de concertar, de común acuerdo, la concreción de ese atractivo en pareja. Pues un factor ineludible de la sexualidad es la procreación. Estimarla en su aspecto orgásmico únicamente la mutila, convirtiéndola en monstruosidad. Cuando una relación sentimental engendra hijos, asumir con respeto, alegría y responsabilidad esos vínculos de por vida... Este para mí es el requisito esencial para que nuestros sentimientos pueden denominarse con propiedad “amor”.

Jesús y las mujeres En el largo Evangelio de Valentino, Jesús inicia su enseñanza a los discípulos privilegiando a María Magdalena: “Eres dichosa, María, y yo te instruiré de todos los misterios concernientes a las regiones superiores”. Enseguida, reafirma: “Habla con sinceridad, tú, cuyo corazón está más enderezado que el de todos tus hermanos hacia el Reino de los Cielos”. Tal t ratamiento, sin duda preferencial, molesta a San Pedro quien, según este mismo Evangelio, más adelante protesta: “... Y Pedro se adelantó, y dijo: Señor, no permitas hablar siempre a esta mujer, porque ocupa nuestro puesto y no nos deja hablar nunca.


“Y Jesús dijo a sus discípulos: adelántese y hable aquel en quien obre la fuerza de la inteligencia”. El evangelista Valentino es quien constantemente destaca la participación de las mujeres, encabezadas por María Magdalena y María Madre de Jesús, en el proceso de enseñanza posterior a la Resurrección. Según este, Jesús habría permanecido en el mundo un extenso periodo después de su Resurrección. Y lo habría usado para sustanciar la Comunidad Originaria, compartiendo con los discípulos el Conocimiento Superior. No es el único en señalar este aspecto ( la vital participación de mujeres entre las conductoras del proceso). Otros evangelistas como Felipe, Tomás, o el del llamado “Evangelio de María”, muestran claramente un protagonismo inusual de las mujeres en la conducción comunitaria. Pero ninguno de esos Evangelios integra la posterior edición de La Biblia, basada en textos seleccionados por la Iglesia Romana. Este grupo de poder, impuesto t ras algo más de 200 años de luchas - a veces sangrientas- entre los propios crist ianos, desecharía cuidadosamente aquellos escritos donde se colocaba a las mujeres en igualdad de derechos con los varones. El rol de “san” Pablo Ninguno de estos evangelios - llamados “apócrifos” por el poder oficial eclesiástico t res siglos después-, menciona a Saulo de Tarso ni a su supuesta conversión. Las Cartas del llamado “apóstol Nº 13”, son sin embargo incluidas en el “canon” romano. Su profusa utilización posterior, permite afirmar incluso que la construcción del sistema organizativo eclesial moderno, y su plataforma conceptual, reposan en su mayor porcentaje sobre las ideas de Pablo. A lo largo del ocultado Evangelio de Valentino Jesús habla sólo de 12 apóstoles. Esto deja a Pablo claramente fuera de aquella Iglesia Original, establecida directamente por El Mesías. En cambio menciona constantemente a María Magdalena, María Madre de Jesús y a otras mujeres. ( En otro artículo especial nos ocuparemos de Pablo, continuemos ahora con el rol femenino en la Iglesia organizada por Jesús.) Hemos le ído un singular estudio, efectuado por un


miembro activo de la Iglesia Católica de EE. UU., donde se afirma que incluso los Evangelios canónicos, fueron “retocados” por la jerarquía eclesial romana. * Y una de las consignas principales - según ese estudiofue quitar a las mujeres su espacio igualitario en la comunidad. El cual, según documentos anteriores, fuera inst ituido por el mismísimo Jesús. La investigación argumenta extensamente acerca de que el Evangelio de San Juan - único que menciona a un “discípulo preferido”-, habría sido adulterado. Pues no se t rataba de un hombre, sino de una mujer: María Magdalena. Ella habría sido pues, la discípula preferida de Jesús. Respetar como venía t ranscribiéndose el texto evangélico implicó durante siglos aceptar la igualdad entre hombres y mujeres de un modo irrefutable... Entonces, simplemente, los jerarcas consolidados ordenaron su modificación. Y en las posteriores ediciones eclesiásticas, la discípula, María Magdalena, se t ransformó, por arte de los escribas, en “el discípulo”: Juan. En cambio, se dio toda la fuerza del poder acumulado en Roma a la concepción machista de “san” Pablo: “Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo”, dice Pablo, para asegurar, más adelante que: “la cabeza de todo varón es Cristo” y “la cabeza de toda mujer es el varón”. Por esto, el varón puede exhibir con orgullo su cabeza, mientras que la mujer no; por el contrario, debe cubrírsela con un velo. Y si no es capaz de cumplir con este mandato masculino... pues bien, “que se la rape”, ordena “san” Pablo. ¿Hace falta algún comentario sobre el machismo de Pablo? Pues bien, sobre estas piedras - y no sobre la de Pedro- se fundó lo que llamamos hoy “ iglesia Católica”. La cual, según nuestra modesta opinión, difiere, en gran cantidad de aspectos esenciales, de la verdadera Iglesia de Jesús. Mas hoy nos limitaremos a señalar sólo este, que nos pareció de especial relevancia. * Ramón K. Jusino. M. A. “ María Magdalena: ¿Autora del Cuarto Evangelio?” http:// ramon_ k_ jusino. tr ipod. com/


Quipu Editorial http:// www. quipueditorial. com. ar Septiembre de 2009


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