La solitud y el horizonte

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LA SOLITUD Y EL HORIZONTE

Arnaldo Erazzo/Carlos Angulo.

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LA SOLITUD Y EL HORIZONTE

Arnaldo Erazzo/Carlos Angulo.

Editorial

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Diseño de Portada Jackson Orellano Diagramación Jackson Orellano Ilustración de Portada Arnaldo Erazzo De la Serie: ArquéTipos. Dibujo/papel IBSN Depósito legal Estrella Editorial. Guatemala 2022.

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A La memoria del cineasta argentino Eduardo Walger y Andrea Bello, su compañera, y todos aquellos quienes de una u otra forma disfrutaron del programa “Café con letras” del IACEB.

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Presentación: En La solitud y el horizonte el autor devela, magistralmente, una historia particular que al desenlace nos va perteneciendo “…estamos aquí para aprender del ocaso, que aun yéndose nos deja su belleza”, y desde un mismo escenario nos traslada a otros y otros…, dejando evidenciado que, “Repetimos la misma historia de la mayoría de la gente”. Tras bastidores, Erazzo, proyecta a cielo abierto confesiones hechos versos del singular poeta Carlos Angulo: su amistad, su infancia, sus alegrías, congojas y utopías deja leer, “...necesitaba lavarse por dentro para intentar renacer...”, entre líneas también sus primeros amores y olvidos “Amamos con la costumbre del pasado en un medio de valores perdidos”, “-Si me alejé fue por salvarme, por revalorizar la soledad y mirar lejos lo que nunca estuvo cerca”-, “Creo que la ausencia es la única pena que tiene el olvido”. A medida que se adentra en los escenarios y personaje central de la lectura, surge la interrogante ¿Qué somos en esta vida? Entonces, embiste el poeta con la naturalidad que le caracteriza: “Ladrones de versos, eso somos” aseverando además que, “La originalidad es el mejor de los plagios”. El escabroso proceso hacia las Ítacas nos hace comprender que en este viaje “…no vamos solos,… va también el horizonte”, “-Destino inevitable el horizonte. Loado quien atine extraer del conflicto la risa en vez de la miseria”. Ante el viaje impostergable, Carlos deja ver el rostro poético de la muerte y precisa el vacío que resigna la ausencia ante lo ineludible: “…lo que perece no muere si no termina de morir dentro de uno”, “/sin ustedes/le falta mucho cielo a este planeta/”, “Y pensar que la distancia es un aparente olvido y la lejanía una torpe medida de los solos. Amamos con palabras que imploran eternidad. Imperturbables. Decididos, rompimos en piedras la vehemencia clara de un inconcuso destino”. Con pluma certera, Arnaldo recorre geografías y sucesos del acontecer político, social y cultural que representan la soberanía de los pueblos del corazón, devela además, la hermandad histórica que desatiende fronteras cuando se tiene por bandera ideales que unifican sentimientos de lucha como símbolo de identidad del verdadero hombre libre. Manifiestamente, exterioriza un rugido en protesta colectiva ante la indiferencia y abandono inadmisible que evidencian patrimonios históricos, testigos irrefutables de la diversidad de movimientos independentistas a través del tiempo, espacios como la otrora cárcel colonial de la noble y leal ciudad, sede actual del instituto de cultura del estado, 6


epicentro del desenlace narrativo donde se rememora el tan añorado “Café con letras” que poetas como Arnulfo Quintero López brindan y cantan entre La solitud y el horizonte el cocuy celeste de Arnaldo Erazzo. Dory Rojas Huiza.

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1 Por el pasillo de la otrora cárcel colonial y luego sede del instituto de cultura de aquel pueblo, avanzaba el gerente de eventos especiales directo a su oficina ubicada al extremo izquierdo de la parte alta, muy cerca de la presidencia de esa institución. Su delgada estampa levemente ladeada debido al peso del bolso donde cargaba el computador portátil, se proyectaba Íntegra en la blanca pared. La idea de crear un público crítico y participativo le rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo y esa era una de las principales razones por las cuales había aceptado trabajar allí. Además de eso, le gustaba el ambiente, valoraba la disposición del equipo, y aunque tenía fama de ser muy serio en sus determinaciones, también se permitía, de cuando en cuando, disfrutar de las picardías de los bedeles que solían arremolinarse alrededor de la piedra del patio a cuchichear. - ¡Esta noche hay gato! -¿Gato? -¡Vino, vino gato negro, mijita; ve a ver si te pones en órbita! - ¡Madre! Se escuchó e inmediatamente las risas salpicaron los aires impregnando el rostro del gerente quien rascándose la canosa barba no quitaba la vista de los escalones de la empinada escalera para no sufrir un resbalón. - ¡Bochinche, bochinche, bendito sea este espíritu que nos caracteriza, pues a cualquier circunstancia, consciente o inconscientemente, siempre encontramos la forma de agregarle a cualquier caso algún toque de humor! -Recalcó entre sí. 8


Y estaba en lo cierto, puesto que minutos antes, cuando aún no había terminado de estacionar su camioneta, ya los cuentos de los mamadores de gallo del puente lo habían hecho desternillarse al recordar que Joseito Escalona, el instructor de arpa del organismo al cual se ha hecho referencia, una noche del evento TERTULIA se fue de nalgas cuando estaba en plena actuación. -¡Ah hombrecito pá mal criao, cómo se va zumbar así! Vociferó alguien del público, a gañote extendido, al ver que el susodicho se levantaba del suelo y se sacudía las posaderas para volverse a subir a la tarima. Ahí mismo un aguacero de aplausos, silbidos y carcajadas se desparramaron sobre las cuatro esquinas de la plaza y les aseguro por lo más grande que esa noche se le fragmentó la piedra al cura porque no logró conciliar el sueño debido a la bullaranga que hubo toda la madrugada alrededor de la catedral. Pese a todo, el recién llegado tenía fe en la gente. Porque si bien era cierto que ellos se tomaban alegremente los niveles de jerarquías, siempre estaban dispuestos a colaborar. Así pues, haciendo conjeturas, llegó hasta la oficina. Al entrar lo primero que hizo fue encender las luces y el aire acondicionado para quitarse el calor. El olor a nido de murciélagos lo obligó a frotarse la nariz. De reojo miró el entorno. Con gran decisión fue hacia el escritorio, colocó encima el bolso con la computadora e inmediatamente salió de nuevo al pasillo a fumarse un cigarro recostado a la baranda que da al patio central. Desde allí la visual era excelente para estar al tanto de quienes entraban y salían de la entidad. La cúpula hacía un contraste hermosísimo con el añil del cielo. Las sillas perfectamente dispuestas frente a la pantalla colocada sobre un desteñido telón negro, junto al personal de publicidad nivelando los logos de las organizaciones auspiciantes, más los mensajes alusivos al humanismo, el canto de los pájaros brotando a ráfagas entre las hojas del árbol de mango, sin dejar de agregar los turistas fotografiando y sonriendo, 9


le daban al improvisado cine del patio o cine conversa, como prefería llamarlo, un atractivo particular. De pronto, la imagen de un niño limpiabotas dirigiéndose a los baños lo trasladó a la infancia, allá a su Barquisimeto querido, donde deslumbrado ante los anuncios y el juego de las luces de las marquesinas del cine que funcionaba en la casa sindical esperaba ansioso que el portero se condoliera, o se hiciera el loco, única forma de tener acceso a la sala pues muy pocas veces tenía con qué pagar el ticket de entrada. Le parecía oír la voz aflautada de Cirilo Curarigua cobrándoles a los muchachos de esa época, una locha, es decir, la mitad del precio que costaba el pase si querían que él le contara con lujo de detalles la película que acababa de ver. Y él atento a todo, casi siempre en lo mismo, al frente de aquel edificio, sentado a corta distancia, cazando clientes, con el cajón de lustrar zapatos entre los brazos, orgulloso de tener por lo menos tres números de Kaliman en el bolsillo, héroe que competía cabeza a cabeza con Marcel Contreras, el proyeccionista, quien dicho sea de paso, era su ejemplo a seguir. Así se vio haciendo mandados, limpiando baños, hasta llegar a portero, cargo que ocupó de manera intermitente, pues luego de recibir las entradas se le ocurrió repartir por su cuenta los lentes especiales recomendados para ver películas en tercera dimensión, y como es de esperarse, muchacho al fin, no pudo aguantar la tentación de sentarse en la última línea de butacas, con tan mala suerte que a mitad de función se quedó dormido y cuando despertó no había un alma en la sala, y menos, rastro de los anteojos que obviamente debían devolver. Al llegar a este punto, el gerente frunció el ceño y dejó escapar una sonrisa melancólica, o si no fue melancólica, al menos era muy difícil de definir. Y 10


no podía ser para menos, había que ver las vueltas que daba la vida; pero bueno, a veces las cosas suceden así, hacía pocos meses le habían aprobado el proyecto de crear un espacio de cine alternativo y esto lo hacía feliz. Entonces le dio la última chupada a lo que le quedaba del cigarrillo y dejó escapar una nube de humo que le envolvió el rostro dándole un aspecto de personaje de ficción. Faltaba poco para anochecer. El técnico de sonido lo saludó desde la planta baja con un ligero movimiento de cabeza, dio un bostezo largo, se frotó la quijada e increíblemente sin esperar órdenes de nadie se encaminó a buscar el equipo para hacer las conexiones necesarias. -¿No has visto al Churchil? -Le preguntó el gerente. -No. -Respondió. -Si lo ves le decís que instale el DVD. Y volvió a la oficina. Desde su escritorio se asomaba ruinosa buena parte de la fachada del auditorio el cual llevaba más de una década sin prestar servicio debido a que había sido imposible concluir su remodelación. -¡A esta casa le está haciendo falta un cariñito! -Pensó. -Pero cómo se hace, por más empeño que uno le ponga siempre sale un vivo haciendo cualquier marramuncia con la finalidad de cogerse unos reales y a la final nadie responde por nada y todo sigue igual, o peor. Reflexionando en ese contexto se entretuvo un rato.

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Realmente el edificio era una calamidad. Sí, hay que decirlo por todo el cañón, una joya arquitectónica del más genuino estilo colonial, pero en un estado tan deplorable que no se exagera al apuntar que cuando llovía los funcionarios tenían que abrir sus paraguas dentro de las oficinas y usar impermeables para no mojarse porque las filtraciones amenazaban con dañarlo todo, incluyendo los equipos eléctricos y los archivos administrativos u otros registros de gran valor documental. Sin embargo, ese día estaba de suerte, no llovió. De manera que cuando se obstinó de darle vueltas al asunto encendió el equipo portátil. Al ir apareciendo los programas en pantalla recordó que debía revisar el correo electrónico ya que Churchil, su asistente, le había informado en horas de la mañana que se mantuviera atento porque en cualquier momento un tal Alex C, director de cine Argentino, se iba a comunicar con él. -¡Ah mundo! -Comentó entre dientes. -¿Qué diablos le habré prometido a Alex o qué me habrá prometido él a mí? Eso es lo malo del cocui de penca, cuando uno se excede es como si alguien nos bajara el interruptor o nos formateara el CPU, termina uno con unas lagunas mentales que…, bueno, para qué hablar, ojalá todo sea para bien. Mientras tanto, los pasos apresurados de las secretarias y el personal de planta rechinaban en el piso de madera para ir a la parada a tomar el transporte que los conduciría a sus sitios de habitación. Súbitamente, la voz de Priscila, la administradora, inundó el recinto sacándolo del monólogo interior. -¿Ya trajeron todo? -Falta el sacacorchos. Respondió el gerente. 12


-Eso lo tendrán que conseguir ustedes porque ya yo pedí lo que iba pedir. -Pero volvélo a pedí. -No. -¡No me digas qué te vas a poner con esa! -Es que tengo que ir a la casa y volver. -Entonces, andá. En el camino podés resolver. Y despareció tongoneandose mientras él sonreía por dentro, pues estaba seguro que ella de alguna manera buscaría la forma de solucionar el inconveniente, porque la idea era que todo saliera perfecto ya que el presidente del instituto haría acto de presencia esa noche por lo tanto nada debía fallar. Por otra parte, en la planta baja, Churchil se esmeraba ajustando detalles en compañía de sus amigos. Todos vestían ropas ceñidas a sus cuerpos y daban carreritas tratando de no despeinarse ni sudarse demasiado. -¡Cremel, tráeme el paquete que te mostré hace un rato! Ordenó Churchil. -¡Ay, ya va maestro! Le contestó. Y así, todo lleno de nervios dejó de hacer lo que estaba haciendo, arqueó la espalda y caminando apretadito le mató los ojos al chofer Pedrique Merecure que no le quitaba la vista de encima, para seguidamente subir a la oficina donde tenía guardada la encomienda que había llegado una semana antes del exterior pero que con tanto corre y corre se les había pasado por alto revisar. -¡Cremel! 13


- ¡Uy…, qué fastidio! ¡Ya va! 2 Cirilo Curarigua no solamente era reconocido como el mejor contador de películas del país, sino que agregado a esa habilidad, el tipo se había ganado la fama de tener poderes especiales sobre los personajes que aparecían en pantalla, a tal extremo que tenía un séquito de seguidores, que ciegamente, le suplicaban que salvara a los protagonistas porque sólo él tenía ese poder. Pero lo que ellos ignoraban, era que el susodicho, de tanto ver las películas se las sabía de cabo a rabo, sobre todo la famosa Genoveva de Brabante, dirigida por Primo Zeglio y protagonizada por Harriet White. De tal forma que aquel hombre, dentro de ese mundo infantil que se movía entorno al cine de la casa sindical, era considerado un superdotado, y desde luego, toda una personalidad. Y así hubiera continuado, si no se le hubiese ocurrido entrar aquella semana santa a una función de matiné. Ese miércoles la sala estaba repleta. Los presentes seguían la trama de la obra con un nudo en la garganta y apretando los labios para no soltar el llanto. La imagen maltrecha de Jesús de Nazaret cargando la cruz acuestas por un camino pedregoso y rodeado de centuriones que con cara de pocos amigos descargaban sendos latigazos cada vez que se detenía a tomar un respiro, les encogía el alma. -¡Sálvalo, Cirilo Curarigua, sálvalo, por favor!- Chilló uno de tantos desde la primera fila e instantáneamente se formó el zaperoco. Por unanimidad le exigían interceder. Cirilo aterrado por la actitud agresiva de los cinéfilos que se le venían encima, miraba a diestra y siniestra buscando por donde huir. Sacando valor de donde no tenía quiso levantarse del asiento y hacerles frente para explicarles que él no podía hacer nada, pues esa película no la había visto nunca y que por favor lo dejaran tranquilo, porque estaban en 14


cuaresma y era pecado pelear. Sin embargo, las palabras se le ahogaron en el cuello debido a que a un manotazo le explotó en plena nuca tirándolo de largo a largo en el pasillo central. Sin perder una milésima de segundo se levantó como tocado por una anguila eléctrica y empezó a correr. -¡Agarren a ese Iscariote! -¡Muérgano! -¡Maluco!Gritaban desde la sala de preferencia, mientras Cirilo Curarigua volaba sobre los asientos vacíos, esquivando zapatazos, cachetadas, bolas de papel, lluvias de cotufas, punta pies, insultos, y pare usted.... Finalmente, sintiendo que el corazón le brotaba por la boca, ganó la salida. Pero fue inútil, la bandada enardecida no estaba dispuesta a que la cosa terminara allí. Lo persiguieron diez cuadras. Y fue tan grande el susto, que hasta el sol de hoy, de él, nada se ha vuelto a saber. Obviamente, la rabia y el desconcierto obligaron a suspender la función. Con todo eso, la estrella del equipo seguía siendo Marcel Contreras el proyeccionista, siempre pulcro, con el pelo impecablemente peinado hacia atrás, oloroso a brillantina, vestido de paltó y corbata y presentando siempre el filo de los pantalones tan soberbiamente definido, que no había zancudo que se le parara encima porque enseguida se partía en dos. No obstante, eso no era lo que le admiraban los parroquianos de aquel tiempo. No, nada que ver. El énfasis apuntaba hacía su habilidad para desenvolverse en la sala de máquinas y el desdoblamiento que sufría al colocarle el pasador a la puerta para quedarse trabajando en guardacamisas, íngrimo en aquel caluroso espacio, rodeado de lámparas, apestoso a aceite, donde nunca ocurrió un 15


desperfecto que no solucionara, y menos que alguien hubiese notado un desenfoque o un salto de escena porque tuvo que cortar y añadir el rollo en plena proyección. Pero la sorpresa mayúscula estaba a la hora de irse. Cuando todo el mundo esperaba verlo agotado, destilando humores, después de arduas horas de trabajo, él salía impecable, fresco, como si no hubiera movido un músculo de la cara, ni se hubiera empapado la frente nunca, y se dejaba ir calle abajo, envuelto en un mutismo extremo, que ni siquiera el dueño del cine por respeto se atrevía a romper. Y precisamente, esa manera ecuánime de comportarse, esa economía de palabras, más esa elegancia y esa pose de sobrado que indica en el acto que el que sabe, sabe, era lo que al niño limpiabotas le llamaba la atención. -¡Algún día yo voy a ser como él! -Pensó lacónicamente, sin dejar de frotar con una lija un eje central, totalmente oxidado, que en horas de la mañana se había encontrado en un basurero y con el cual pensaba dar inicio a la recolección de piezas para armar la bicicleta que le quitaba el sueño, máxima aspiración de los niños de la vecindad. Así fueron llegando nuevos amaneceres. La pérdida de los lentes fue subsanada con cincuenta lavadas de baños y dos meses de mandados gratuitos para el encargado del cine y el resto del personal. Poco a poco fue recobrando la confianza. Su inquebrantable empeño de emular a aquel hombre, lo llevó a bañarse mañana y tarde. Luego comenzó a usar brillantina en el pelo, cortarse las uñas, e incluso adoptó una mirada arrogante que nunca antes se le conoció. -Estás madurando, pero no exageres. -Le dijo una tarde Marcel Contreras. Como es natural, esta frase lo elevó. De allí en adelante los cambios se aceleraron. No hubo un alma que no estuviera impresionado con su nueva 16


personalidad. En lo que pudo vendió las cremas cherry blossom, los paños y el cajón. Y juró que más nunca volvería a ocuparse en eso porque de alguna manera iba a estudiar, y como si fuera poco, también iba a pedirle a Marcel Contreras que lo instruyera en el oficio de proyeccionista, así nunca, en el cine, llegaran a pagarle un medio partido por la mitad. Dicho y hecho. La primera lección que le dio fue que el cine es el espacio más importante de la película, porque es allí donde se produce la magia, magia que sale hecha luz del foco del proyector, llega a la pantalla para transformarse en imágenes, y enciende la mente del espectador trasladándolo a otros lugares, a otros tiempos. Pero también le dijo que es un sitio de encuentro, encuentro con uno mismo y con los demás; ya que hasta el cura se liberaba en ocasiones de su coraza sagrada y se volvía más humano, menos estricto a la hora de censurar. Por lo tanto, aquel edificio era para él un templo, cuya misión consistía en prestar un servicio óptimo a la comunidad. No para quedar bien ante nadie, sino por ética profesional. Y si en realidad quería aprender, él lo enseñaba; eso sí, antes le dejaría bien claro, que lo interesante del asunto no era entretener, sino, educar. De manera que con lo expuesto esperaba que hubiese entendido que el cine es un ente socializador, donde no sólo se conocen personas, sino, que utilizado de forma consciente, se convierte en una herramienta extraordinaria para el desarrollo humano y la transformación. Desde luego, toda esa charla introductoria no la asimiló el pequeño, ahora ex limpiabotas y discípulo, de una sola vez. A él en ese instante lo que más le interesaba era pasar a la cabina y ver el interior de la famosa sala de máquinas, territorio tenebroso, donde según sus amigos salían espantos y se escuchaban pleitos después de la media noche, pero que irremediablemente, él, como lo había hecho Marcel Contreras, necesitaba vencer. 17


Así que encomendándose a todos los santos cruzó junto al maestro el umbral del compartimento que lo ponía a soñar. Aquel era un espacio pequeño, opaco, recargado de afiches posters, papeles, fragmentos de cintas de celuloide esparcidos en el piso que crujían bajo las suelas de los zapatos, muy cerca de los papás de los aparatos, que no eran otra cosa que los dos inmensos proyectores que ocupaban el área principal. Tres pasos más allá, cerca del escaparate repleto de latas de películas cuidadosamente ordenadas e identificadas con cintas adhesivas, escritas en los bordes, para evitar confusiones, se veía la entrada al baño privado, y un poco más al fondo, la mesa del operador ¿Y qué era eso de la mesa de operador? Simplemente, una tabla larga y ancha sobre dos burros de madera, con dos discos que hacían la función de carretes para enrollar y desenrollar, y sobre ella, un par de tijeras, un frasco de acetona, una linterna, destornilladores, pinzas, alicates y algunas cintas adhesivas transparentes para unir los rollos que enviaban de Caracas con las promociones de los próximos estrenos y los comerciales de la localidad. -Lo primero que vas a hacer es poner orden. No quiero ver herramientas tiradas en el piso ni nada que no se esté usando en el lugar que no le corresponde. -Sí, señor. -Contestó. Enseguida se fajó como los buenos. No hubo sitio por donde no anduvieron sus ojos cazando sucio para limpiarlo, ni cajas con repuestos ni otros objetos que no fueron movidos con el fin de hacer espacio, y así poder ubicar los sacos donde venían las películas de la semana, que por flojera, o por miedo a que le pegaran un susto, alguien los había dejado tirados en el rincón menos “peligroso” que halló. 18


Marcel Contreras lo miraba con el rabo del ojo mientras iba activando las lámparas que al calentar proporcionaban la energía necesaria para poner al rojo vivo los carbones del proyector. Luego debía desatar los sacos, asegurarse que esas latas contenían la película completa que estaba anunciada en la marquesina del teatro, sacar los rollos, colocarlos uno por uno en el eje de los carretes y hacerlos girar con ambas manos sin afincar los codos sobre la mesa destinada para tal fin. Después, unir los trailers y los mensajes publicitarios; para finalmente dar paso al momento de la verdad: colocar la cinta de celuloide entre los diferentes rodillos del aparato, prender la máquina para tensarla, verificar la hora y el público asistente, apagar las luces y comenzar. Esa era la rutina. Lógicamente sería un descuido imperdonable no hacer referencia al mantenimiento de los proyectores. Esa era la parte que más disfrutaba el discípulo. No por el placer que se siente al saber que se ha concluido con éxito otra jornada, no señor, todo lo contrario, sino porque de allí en adelante era cuando él podía tener contacto directo, a través de la brocha, los trapitos y desengrasantes, con cada una de las piezas que componían el mecanismo que anhelaba conocer. Pero dejémonos de retórica y vamos a ser precisos: el cine lo enamoró.

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3 En el costado izquierdo de la casa, levantada sobre las ruinas de otra casa más antigua había un espacio no visible, que únicamente los que oyen el silencio del silencio pueden descubrir, preferiblemente por las tardes. Era una hendidura en forma de relámpago por donde se filtraban pequeños haces de luz de luna o luz de sol según fuese el tiempo. También habitaban secretos olores lejanos, a jazmín, yerbabuena y romero. Antes de llegar allí el piso estaba cubierto en flores blancas y rojas de trinitarias caídas. También había un banco de parque, un farol, dos matas de sábila, siete cactus, una cayena rosada, cuatro gusanos de seda, una hamaca, alguna breve mariposa, uno que otro pájaro, dos perros y tres huecos pequeños con montoncitos de tierra marrón donde se contaban nueve hormigas. Por allí se veía andar el ahora gerente cuando era discípulo de Marcel Contreras, aferrado a su terca búsqueda de repuestos. Repuestos que generalmente habían sido desechados por los hijos de Don Pompilio, o cualquier otro vecino, pero que él recuperaba y los dejaba listos para seguir brindando servicio cuando armara su caballito de acero, con el cual pensaba lucirse frente a sus amigos pedaleando a la rueda de la bicicleta de reparto del amolador. Al asomarse por la ranura oyó grillos y vio luciérnagas, libélulas y siluetas. La curiosidad lo empujó derechito por esa cicatriz misteriosa. Pasó a un túnel que conduce al país de los recuerdos, a un camino de tiempo al revés donde sólo se podía encontrar lo perdido, lo que fue y lo que no volverá a ser. Era como una lámpara encantada, las cosas aparecían según el afecto que se les colocaba. Por otra parte, como antítesis, el sentimiento de este lado de la grieta era otro, devenía después al salir. Desde allí frecuentemente se terminaba en la nostalgia, principalmente cuando se estaba de regreso al frío mundo donde debía entrar cada mañana, al alejarse de la calidez de la cama, del agua fresca 20


de la regadera y de la tibia llama azul del fuego lento que lamía las hornillas de la cocina. Él cada vez que podía acudía a esa sección invisible de la casa, a ese libro errante del atrás. Sin necesidad de ser muy inteligente es previsible intuir que ahora mismo venía de allí. En un lado ubicó al abuelo en su catre de lona remendada, poseso de un ajetreo interior, envuelto en sudores y cansancios, con imágenes difusas a su alrededor. Del otro lado del tabique, la abuela junto al radio, con la guaya del dial en la mano, y los remedios. Más acá, su madre con el vestido floreado. Fuera, junto al tanque de bloques, su padre con su colección de responsabilidad y su diploma de vejez. En el patio las gallinas, el conuco, las tórtolas, la cerca de alambre para ver a los amigos, el camino largo hacia la escuela, la primera caída del árbol, la bodega de la esquina, el olor a tierra amarilla después del aguacero, los pies dentro de las lagunas de la calle, el agua lanzada en ollas sobre el zinc caliente para refrescar los mediodías, la cascada cuando enfriaban el café en los pocillos de peltre, las latas en las goteras de la casa, el solar, el callejón, la almohada de trapos viejos como el mejor taller para aprender a amar. Qué otra poesía sino la vida misma, esa que nos permite colocar allí bajo el morado del vesperal la casa buena. Y allá, tras los cañaverales, el río y el cielo con su sol a media asta; y de vuelta como niño desde ese parque que era el mundo, dibujar en la puerta a toda la familia como un nido que nos suma. Qué otra poesía sino esa que permite bajar la luna grande y esconderla detrás de la enramada y sentar allí, cerca de las topias, al pariente lejano que viene con las últimas horas del crepúsculo, a contar cuentos de camino, de aparecidos, de morocotas, de personajes que se fueron. Desde allí, dentro de la ranura, le conversó a sus mejores afectos que no hace falta que vuelvan porque con un poco de silencio y corazón lograba rescatarlos del olvido. Estén tranquilos, les dijo, sigan sacando estrellas de la piedra con que machacan los aliños. No se entristezcan en diciembre, yo volveré mañana a 21


más tardar por el zaguán, en un descuido del tiempo, a contarles que también desde aquí dentro, desde este plano interior de las querencias se ve hacia fuera el acecho de lo absurdo. Y se mira la guerra deseosa de matar y se lee en los diarios la muerte como noticia imprescindible. Juro que dan ganas de quedarse tras la grieta. A no ser por ese abrazo de bienvenida cada tarde, el beso nocturno vía al sueño y el café claro tibio en las mañanas, antes de que cada quien salga a lidiar con su cuota sectorizada de dolor y de miseria. Juro que dan ganas de quedarse tras la grieta, a no ser por este amor que me involucra.

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4 El sol en lo más hondo y llueve. –Pensó. Es lunes, permanezco sentado en el centro de la puerta, mirando largo a largo la calle y el júbilo del agua. Si mi madre viviera diría que es malo estar sentado en medio de la puerta, sobre todo un lunes. Ancestral la visual de la lluvia. Nada es nuevo en la memoria. En los recuerdos, vamos camino a lo perdido. Aquel soñar por los cuartos en los zapatos de mi padre. El columpio bajo el árbol, un viejo caucho. Ver por primera vez el recodo de la esquina. El deseo impostergable de la vuelta a la manzana. Las ansias de ser grande para constatar lo censurado. El derecho prohibido a contemplar el trasfondo de la noche. Hoy puedo todo esto y tantos imposibles de aquel tiempo, rara vez acudo a ellos, no me atraen. Con el inicio de mi cédula murieron, gestando el desvivir Por eso acudo al bar en busca del asombro que perdí.

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Golondrina que emigras No olvides tu casa

Issa Ellas viven en lo más hondo del silencio la memoria de una época y el tesón que ya nos falta. Nadie en estas mujeres ha de acusar no puedo, exilio falso, afán vano ni estridente queja porque toda hora fue útil y tuvo recompensa a su manera. El universo del humo en los ojos y la sabiduría de las arepas en la punta de la leña fue su más fiel contradicción. Por ello la vida obtuvo anónima gloria y por ello su vida forjó muerte. El mundo que le asignaron fue reducido a razón de alevosía. Si un mapa recorrieron fue el de las callosas manos y las grietas en los talones. Tras tal designio su nombre fue la casa y nunca mar ni cine ni compras. Apenas un solar para el descanso, la calle del frente para mirar la tarde y una que otra estrella algún domingo en el camino del alba hacia la iglesia. La antropología de las explicaciones heredó a mansalva la cocina. Altiva la tomaste, tiempo después por boca de otros avezados supiste de su círculo que ágora se envanece laberinto. Allí entregaste la vida repetida, hiciste de todo viaje deseado un camposanto. Donde el vaivén de los pies en el piso de barro y objetos vencidos por el uso sustituyeron los países que soñaste. A cambio sin recursos construiste el proyecto de siempre: un taller para el afecto en la 24


cocina, asesorada por la almohada de brazos y el viaje más lejano circunscrito a tu solar. Allí te recluyeron, asumiste el discutible reto, venciste y te vencieron. Para nada fue grande la amplitud de la sabana, la mancha de colores en el horizonte, los caballos a la orden ni los vapores del estero. Si acaso música tuviste devino de estaciones lejanas y nocturnas que caían al azar en la delicada guaya del dial de viejos radios. La monotonía del dominó y la reiteración del bingo y las barajas prepararon los sueños de tus noches. Exacto el gallo siempre y los latidos por la aurora delataron con silencio que en el redil aún estaba el hombre, que no se había ido con las sillas y la hamaca, bebido y triste alegre, buscando hombría y fiesta de sábado en otros brazos. Más que la paz del pan fue la guerra sostenida por amor para dignificar a la altura lo doméstico de la resignación. Todo en nombre de los hijos y en no pensar. Singular forma de hacer altar de olvido. La inclemencia así, logró borrar vestigio alguno de partir. Difusas se hicieron las imágenes que nostalgiaban con frecuencia parientes lejanos; y lo que otrora fue deseo, hoy ni siquiera tiene sitio en la voz. Allí se te fue la vida, en el amasar como un ritual animado con la fuerza paradigma de algún arte milenario. El calor del horno para el pan fue blusa necesaria, las brasas limpiadas con esmero se tornó también imprescindible, sobre todo por las tardes cuando debían ser prestadas a los vecinos. El sudor que importunaba la visión fue señal de impotencia en las posibilidades de los hijos, ante la promesa postergada de cambiar la vida por una vida justa. 25


De tal premura acaso quedan reminiscencias de los cantos en las bateas, el olor a jabón azul y la molestia de almidón en el cuello y los bolsillos. De dónde habrán llegado estas mujeres sin regreso que habitaron esos predios de los cuales sobreviven sólo ruinas. Y que la poética aquí ejerce la nobleza de un fiel rescate. De dónde lo irreductible de su amor, la noria y la fe de por vida únicamente por un hombre extensible hasta los hijos. De qué árbol fueron voluntarias para no escatimar rectitud al destino concebido para estar siempre alumbrando solitarias como la llama de una vela la solemnidad de los rincones. Todo lo dispusieron, aunque tarde ya también quisieron enseñar la muerte. Para tal cita se prepararon limpias, impecable de servida la última hechura de la cama. Aseando la obsesión, el sagrado lugar donde puntual nunca con retardo, se velaría la entrega responsable del favor a Dios de haber servido y de haber amado. Ahora no el conuco ni zaguán. No las migas ni el despierte. No el aceite de aguacate ni tártago ni tórtola ni aguamanil. No la escoba de amargosa ni la pila de agua ni brusca ni quimbombó. Ya ni la lluvia nos visita por el techo para gestar el juego de las ollas. Ni el café es enfriado por cascadas sobre los pocillos de peltre. No hay tarea junto al radio ni el cielo ni el crepúsculo es el mismo en estas tardes donde tampoco quedan celosías. De ellas, ni casa. Apenas una niebla que nos forma todavía. De ella cualquier pobreza, el percudido delantal, la misma ropa sobre la misma percha, hasta en el uniforme de la escuela, menos la de no llegar a ser honrado. Tal fue su rezo, por esa verdad vinieron otras más marcadas. Y hay canto aún, resistencia a no morir. 26


Frente a la más cercana lejanía de sus ojos idos, también murieron cansados, legiones de hombres. Y un país anónimo, errante en su círculo todavía no llega a ser verdad. Desde ahí, el gusto ha tenido respuesta de agresión no sin antes temeroso tras el prejuicio de otras miserias. Ha sido lo habitual, a pesar de la magia y sus rosarios. De allí hemos heredado mujeres y hombres, la nostalgia. Razón solitaria del porqué de vez en cuando el mastranto huele a recuerdos, anega de azul el rigor de la mirada y otras cosas. Nada ha terminado. Ningún cierre es definitivo en esta posterioridad del desatino que en el pasado se pensó esperanza. No olvidar el dolor ni los sueños por la vida ni lo irreductible es el signo del vientre colectivo.

Mujeres, estantillos del afecto, perennes en nosotros como el asombro antiguo que produce la sabana, nuestro corazón no está roto todavía.

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6 Cuando bajó de la oficina para inspeccionar el trabajo de Churchil se sentía preocupado por la escasa promoción, sin embargo, confiaba que el boca a boca, o el radio pasillo, esta vez funcionaría mejor. Y en eso él si se consideraba un experto, pues dominaba el arte de involucrar. De manera que ya no había para donde coger, el evento estaba montado y ahora sólo restaba esperar. De pronto, los acordes de La samba de la esperanza cantada por Mercedes Sosa lo llevaron a pensar en los amores perdidos ¿Por dónde andarán ahora esos besos, esas caricias, esas ilusiones, que como agua para otra sed resbalaron entre mis dedos dejándome solamente la humedad, los fríos? Y pensar que la distancia es un aparente olvido y la lejanía una torpe medida de los solos. Amamos con palabras que imploran eternidad. Imperturbables. Decididos, rompimos en piedras la vehemencia clara de un inconcuso destino. ¿Qué será de la vida de Iraima, allá, donde el sol como en la fila de la escuela tomaba la distancia, antes que la luna, antes que las estrellas, y todos después de mi novia que siempre entraba de primero? Allá, donde “mi mamá me ama” era mi plana favorita. Y sin embargo, ella me obligaba hacerla siempre como si creyese que yo no la quería. Apenas tenía siete años. Ella andaba en kínder. Le dieron unos ojos que me hacían acercar, y una carita suave de algodón. La hice novia en mis sueños. No tuve el coraje de hacérselo saber. Nunca sabrá que paseamos de la mano por las calles de la escuela, hicimos juntos la cola en la cantina, y protegida fue por todos los rezos de mi abuela y todos los santos del rincón del cuarto. Alguien que la vio me ha contado

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que sabe todas las cosas del mundo. Diría yo. Menos una. Que fui el primero que la amé. La primera vez que la vi fue en la calle 39, en casa de la Niña Pastora. Iraima nos miraba pasar desde la ventana hecha con tablas de guacales y una cruz de Maguey. Ahí, se encrucijaron las miradas. Tenía un vestido de bichí rosa repintado con wiki wiki, que siempre me gustó para mis camisas de cuadritos. Íbamos 10, a la partida de beisbol en el solar de Picha. Yo llevaba la tabla y la pelota de goma nuevecita que había recibido de las manos de Pausides, el bodeguero, a cambio de una caja de refrescos vacía. En el lado derecho de los files habían ubicado al Ñemero, a quien ya le vendíamos hojas secas de cajuaro como si fuera marihuana y el muy macilento pasaba cayéndose por las calles echando espuma por la boca como había visto en las películas. No podía ser otro el Pitcher sino Cadevilla, además de manager, regañador y de que por si en alguna ocasión el equipo contrario hacía trampa no le importaba agarrarse a trompadas, palos y pedradas contra todo el equipo enemigo si era necesario, como en efecto sucedió cuando quisieron cobrar por hit un roli de fao por tercera que el Mocho dejó pasar confiado. Se dieron con todo, eso daba miedo verlo. Bueno yo no supe mucho, me contaron, porque cuando vi esa marabunta e pelea me fui a buscar el agua. Antes de irme, apenas alcancé ver y me asustó mucho fue el tablazo por el lomo que le dio la Cabra al Ñemero y este último salió corriendo como si hubiera tirado un hit, y lo que buscaba era aire pa los pulmones. Yo creo que eso fue venganza porque el Ñemero vivía en la 40 y estaba jugando con nosotros los de la calle 39. Ese día ganamos, y nada extraño no hice falta, excepto para darle agua a los jugadores y animar. Haciendo memoria, fue por estar atravesado cerca de la 29


raya de tercera que el roli que era de fao me dio en el tobillo y entró al campo de juego, antes de pasar la tercera, en el mismo instante en que todavía en la imaginación miraba a Iraima en la ventana. Recuerdo, salí soplao chillando de ardor a la vez que se desparramaban los dos equipos a entrarse a coñazos por mi culpa, como si fuera la Guerra Federal. Creo yo que por mi culpa, porque hay que tener algo claro en la vida, que en algún detalle de lo que se hace, aunque sea en el error, teníamos que ser importantes. Nadie sabe cuánto conversé con mi perro Regalo como si fuera Ella. Yo que en la vida me he metido en cuanta angustia aparece, que me he visto como protagonista tantas veces en momentos en que nunca estaba preparado, como si me empujaran al escenario y apareciera trastabillando en el centro de los seguidores frente al gran público, y lo intenté con el miedo de los inocentes y la apariencia de seguridad de los que no se dan por perdidos, pero Iraima era otra cosa. Frente a Ella preferiría alistarme en la guerra, entrarme a pescozá con mi padre cuando me trataba de tarado mental o fugarme para siempre por el túnel de los imposibles de la policía de Lara cuando fui preso por robarme la pantalla del cine de la Casa sindical. Corrían los años 60 como Eligio Gómez pretensiosamente tocando las bases de cartón de leche klim, como gratitud a su jonrón con el que dejó en el terreno a la pandilla de la 40, y casi todos mis compañeros me abrazaban con el júbilo de los triunfadores, y yo brincaba de alegría teatral preparando el terreno a ver si por conmiseración me metían en la próxima partida. Pero Iraima era una factura pendiente de los sueños, una asignatura por pasar, una sorpresa en la quincallería, un papagayo delicado hecho con papel celofán y volado con hilo blanco de coser. Amores como esos ya no se ven ni en los cementerios, ni en películas, ni en las cárceles ni las iglesias.

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Inclemente es pasar toda la vida y no pagar la deuda, no resolver lo inconcluso, estar al tanto día y noche de lo no resuelto. Un amor que tú sabes que es tu amor, que sólo basta decirle cuatro cosas sencillas y nada más. Y ahí estaba Ella resuelta a oírte, a casi sacarte las palabras o los ojos para que hablaras, y nada. Hay un pánico detrás de la belleza, un dolor en los amores cobardes, un sufrimiento en los indecisos de la pobreza que nos hereda un reclamo inmortal en la memoria, una rabia silenciosa que nos molesta, que no cesa por no haber solucionado lo que la pasión reclamaba con urgencia. Ese era yo, un mugriento de kaki, un muérgano de mi madre, un curtido de las orejas también con derecho a amar. Amor como ese no sé de dónde le viene a uno.

Hice un inventario. Le propuse a Regalo mi perro sacar a pasear a Iraima para que viera a través de las ventanas que daban a la calle, la grama verde y las rosas rojas del Jardín de Don Pompilio, mirar las vidrieras del comercio de la avenida 20 y los pollos sudar el vidrio en los asaderos de la Vargas, ver como se reflejaba el sol tornasolado en los parabrisas de los vehículos último modelo en el concesionario de la 21, o mirar pausadamente en los afiches del cine los protagonistas de las nuevas películas besando a una mujer o cayéndose a tiros con el enemigo o dándole una patada en el estómago al pendenciero de turno. Pudo más el temor, todas esas ideas maravillosas se desvanecieron con los años. Un día soñé que había comprado la casa de Don Pompilio, el asadero de pollos, el concesionario de la 21 y el cine de la Casa Sindical. Ella igual no apareció. Y sentí en el mismo sueño que si Ella hubiese aparecido a mi lado, ya no sería el mismo amor con que nos miramos pobremente aquella 31


vez en la ventana cuando íbamos a jugar beisbol contra el equipo de la cuarenta, sin siquiera haber comido un pedazo de arepa y queso rayado con el rayo hecho de latas de sardinas inventado por Ramón Vásquez. Sobre todo nosotros, aquellos diez, que sólo comíamos carne cuando nos mordíamos. Ya no sería el mismo amor porque una cosa es la hermosura espontánea con que nos encontramos con razón o sin razón a los seres que luego amamos, y otra es el mismo chantaje con el que se contrabandea la riqueza para atrapar a los incautos del amor. Hace 8 o 9 años fui a la casa donde vivía Iraima. En el lugar donde estuvo su casa encontré una tapicería. Pregunté por ella y por la casa, me atendió Omar. Algo que me dio mucha alegría, aunque fue alguien más adulto cuando llegó a la calle 39, fue también un buen amigo carente de lo mismo que nosotros. El techo de tejas y caña brava se vino abajo, me dijo. Las paredes de bahareque y maguey se fueron desplomando lentamente por la lluvia, el tiempo y la soledad. Luego de tantos años de aquel silencio, hoy, yo frente a sus ojos claros y al juego de collar y zarcillo artesanal que le traigo en mi mente, parado con ternura sobre un imaginario puente viejo y al fondo, transcurrir como una risa de la niñez el rio azul, así muera de pánico, me desmaye del miedo que hay detrás de la belleza, caiga la mirada y sus párpados y se traben todas las palabras ensayadas durante casi toda la vida para Iraima, vengo a decirle que la amo. Y siguió cazando azules a merced de sus resabios. Entre tanto, el técnico se afanaba controlando las subidas y bajadas de volumen del equipo para en lo posible evitar un feed back. A cuenta gotas los transeúntes que merodeaban por los alrededores se iban acercando para 32


informarse de la programación. Churchil y sus muchachos se turnaban para asomarse al puentecito, denotando claramente, con la picardía del lenguaje de sus cuerpos, que esperaban algo especial. -Amor es amor. -Susurró el gerente y levantó la vista hacía el campanario para luego bajarla lentamente y pasearla por el pasillo que conduce a la herida incurable del machetazo que dejó el centauro de los llanos, general José Antonio Páez, en la vieja puerta, como recuerdo de cuando fue liberado, entre gallos y media noche, por el ejercito de las ánimas, de las entrañas de aquel caserón de altos, a dos aguas y en forma de ele, que fue cárcel colonial. -Es una lástima que un hombre tan valiente haya terminado como terminó. Reflexionó, apartándose momentáneamente del plano íntimo, sentimental. Pero es que no es difícil entender que él se alejara por un momento de los sentimentalismos, si ese inmueble está lleno de historia. Arriba, en la torre, detrás del arco de medio punto que da al frente de la plaza y que tantas veces sirvió para defender la ciudad, aún se puede observar sin grandes esfuerzos la campana rota, testigo de la fiereza de los combates en tiempos de la guerra de la federación. Por eso a mucha gente se le enfuertaba la sangre preguntando, cómo es posible que una reliquia arquitectónica de ese tipo, que entre otras cosas sirvió de cabildo, aguantó de pie las cargas de fusilería de los ejércitos que se la disputaron en la lucha independentista, y fue prisión del prócer Antonio Nicolás Briceño, “El diablo”, antes de ser fusilado en la plazoleta de Dolores en el año de 1813, y donde aún, al filo de la media noche, en las oscuridades más espesas, según testimonios de muchos vigilantes, se pueden oír los gritos de los torturados que derramaron su sangre en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, debido a los procedimientos aplicados y los desmanes de La Seguridad Nacional; cómo era posible que

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los entes gubernamentales, encargados de proteger y conservar el patrimonio, se hicieran de la vista gorda permitiendo semejante deterioro. Y se quitó la gorra verde que cargaba puesta para darle un paseo a las yemas de sus dedos por el nacimiento de la no muy bienvenida calva, hasta la punta del último cabello que le bailoteaba en el cogote al andar. -¿No sientes como un vaho angustiante? -Sí, -Le respondió el sonidista. – son las almas en pena de los muertos que fueron enterrados aquí. Entonces se hizo un largo silencio. Afuera, la luz amarillenta de los postes se filtraba entre las hojas de los chaguaramos y bañaba la fuente vacía que fue construida, entre el viejo cuartel y la plaza, como una remembranza de la extinta acequia que pasaba por ahí. Cauce de aguas cristalinas que se perdía detrás de la iglesia, rumbo a los topochales, que no se cansaba nunca de matarles la sed a los pobladores y donde las madres solían bañarse junto a sus hijos después de terminar de lavar. Más adelante, un poco a la derecha, sentada sobre los balaustres que rodean el espacio donde los domingos tocaba la retreta, una niña de aproximadamente siete años, con una cesta llena de flores, esperaba a las parejas de enamorados para venderles un ramillete de claveles, o una rosa, mientras la dueña de la mercancía la vigilaba a corta distancia para evitarse y evitarle líos a la menor. Repentinamente, el repique de campanas anunciando que la misa terminó, hizo que el gerente se levantara de la silla donde llevaba buen rato sentado y fuera a recostarse en las barandas del famoso puentecito del boulevard. Desde allí contempló el paso lento de las beatas bajando los escalones frente 34


a la iglesia mayor. Venían felices de haber comulgado, olorosas a incienso, pero sobre todo, atentas a las picadas de ojos que inequívocamente los bailadores de joropos le iban a lanzar a sus nietas, al acercarse a la casa de los niños, en cuya entrada estaban reposando. El tránsito automotor fluía libre por las veredas circundantes. Cerca de la estatua ecuestre, entre las ofrendas florales, una manada de perros se entraba a dientes disputándose el derecho a ser el primero en el acto de procreación. -¡Cuánto va a que esa perra escoge al güino más garrapatoso! Retó el chofer Pedrique Merecure, que como salido de la nada acababa de aparecer. -¡Na’guará, quién te dijo a ti que yo soy apostador! - A qué se queda con él. -No chico, ya te dije que no. Y extendió la mirada hacia la sede de la orquesta esperando ver al maestro Longa, con su guitarra al hombro y su sonrisa al viento, bajando hacia el kiosco de Marcos a comprar cigarrillos para luego acercarse a comentar la última rumba que se dieron en El Franco café. -¡No te lo dije! ¿Qué te dije yo? Insistió el chofer. -¡Ah, pues! -Es que así son las hijas mías. No pueden ver un arrastrao que les pele el diente porque enseguida me lo llevan a la casa, y al mes lo tenemos acostado en un chinchorro y después no hay maneras de sacarlo de allí. Pero es que es una cosa natural, ¿cómo va a preferir esa perra a aquel Show Show, o a aquel pastor alemán, si esos bichos no huelen a perro, huelen a champú? Igualitas 35


son las hijas mías, el barrio se les nota de lejos y para ellas un malandro es un manjar. O sea que eso no tiene pele poeta, cada quien con su cada quien. Esta vez el gerente no sumó comentarios. Lo miró de pies a cabeza y le aplicó una de actor: -¡Cónchale, casi se me olvidaba que debo preguntarle algo a Churchil! -¡Vaya con él! -Remató el otro, dejando escapar una sonrisita que sin duda alguna estaba preñada de doble intención. Sin chistar encendió la luz del pasillo, miró el interior de las salas de la galería de arte y de forma mecánica apuntó los pasos directo a la piedra del patio, donde el técnico, con su bostezo eterno, le daba algunas recomendaciones a Churchil para que no fuera a tener problemas con el DVD. Aunque debo confesarles algo: el gerente disimulaba tratando de ocultar que el comentario del tipo lo había puesto cabezón. Porque si la analogía de los perros y las hijas del chofer era cierta, ¿por qué en su caso nunca funcionó? -Destino inevitable el horizonte. Loado quien atine extraer del conflicto la risa en vez de la miseria. -Apuntó para sí. Ahí volvió acordarse de Iraima. Ella habitó tan hondo en él, que aún hoy, después de tantos septiembres, sigue bebiendo arena y siente lástima de sí mismo, al revivir ese instante en que se enteró que ella estaba embarazada del hijo del dueño del taller mecánico de la esquina y que se iban a casar. Esa noche lavó las sábanas con su llanto. A la mañana siguiente tomó la decisión. -Si me alejé fue por salvarme, por revalorizar la soledad y mirar lejos lo que nunca estuvo cerca. -Justificó. 36


Y por ahí se fue… Mientras el gerente seguía plantado frente al espejo de su retentiva viéndose bajar del autobús, enfermo de su ausencia, a trescientos ochenta y tres kilómetros, nueve cuadras y tres casas de donde ella le sonrió por última vez, los invitados especiales y el público general comenzaban a tomar sus puestos porque se acercaba el momento de dar inicio a la función. Priscila, la administradora, se ajustó los lentes con la punta del dedo meñique y se acercó a la secretaria privada quien conversaba muy animada con el presidente de la institución. La adjunta se limaba las uñas al tiempo que la gerente de entidades locales, o la gerente de pasarela, como a escondidas muchos preferían llamarla, se retocaba los labios con sumo nerviosismo pues le acababan de encomendar la tarea de dar las palabras de bienvenida a nombre de la institución. -Y pensar que llegué a alcanzar la dicción exacta, la gravedad y la cadencia precisa. Salía día tras día en la determinación feliz, cada vez mayor, y siempre crucé la esquina antes de verla aparecer por donde sabía que inevitablemente vendría. Hasta volver a ensayar. Faltó coraje, soy honesto. No bastó la vida para encontrar la fuerza suficiente y la seguridad necesaria para declararle el porvenir. Veinte años después volví. Sentí estar definitivamente preparado. Toqué por primera vez el postigo de su sombra. Abrió, y frente a mí, los mismos ojos claros que siempre me acercaron y a la vez me hacían rehuir. Detrás, casi en siluetas, un hombre alto, dos o tres niños. Lo siento –le dije- me dieron una dirección equivocada. Desde entonces me justifico en que no era y ando viéndome el rostro en los espejos para saber quién soy. Me voy dejando solo. He sido tantos. Acudo a

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los retratos buscando compañía. Nada de atavíos. Acaso un leve misterio, un estar infraganti, un mirarse muerto. -¿Épale poeta, como que está hablando solo, o anda soñando con los ojos abiertos? ¡Ya la película va comenzar! -¡Ah, sí, sí! -Respondió el gerente. Apenas fueron bajando las luces para dar inicio a la proyección, las preocupaciones lo empezaron a atacar. Sólo imaginarse que pudiera ocurrir algo parecido a lo que pasó en la casa sindical cuando él aceptó el compromiso de relevar a Marcel Contreras, su maestro, lo obligaba a estar atento a los menores detalles. Las mentadas de madre y los gritos desesperados de los que asistieron aquella noche al mejor cine que había en Barquisimeto le retumbaban en los oídos haciéndole rememorar los saltos que daba la gente esquivando lo que encontraba por delante, pues le echaban en cara que el rollo de la película se había incendiado a los tres minutos de él haber tirado de la palanca que ponía en marcha el proyector. Era el colmo de la mala suerte. Pánico, escándalo gigantesco, carreras, empujones y todo lo demás. Llamaron al Cuerpo de Bomberos. Hubo que regresar la taquilla. Y el pupilo de Marcel Contreras pagó el pato: hasta ahí le llegó la confianza, fue expulsado del cine y tuvo que salir de la misma forma que salió cuando se llevaron los lentes, huyendo por la puerta de atrás. Al día siguiente se supo la noticia: no había desperfecto, ni nada se estaba quemando. Todo era parte de la película, se trataba de un efecto especial. De modo que él para curarse en salud, había encargado a Churchil de la operatividad del evento y la revisión escrupulosa del material. 7 38


La música marcaba el compás de los pasos de aquel hombre que se desplazaba por el largo pasillo de la vieja casa. Todos lo vieron subir la escalera, detenerse frente a una puerta, abrirla, e introducirse en una especie de cuartucho donde dejó un sobre encima de un escritorio para volver inmediatamente por el camino andado sin revelar el más mínimo detalle de su identidad. Al gerente se le erizó el pellejo cuando el enfoque mostró en primer plano el nombre del remitente y el destinatario del sobre traído a colación: Remite: Alex C. - Director de Cine - Buenos Aires – Argentina. Destinatario: Gerente de Áreas Especiales... Y no pudo terminar de leer. Como es de esperarse, la coincidencia de nombres, la dirección precisa, más el cargo que desempeñaba hizo que la plana mayor del instituto y algunos compañeros voltearan sin ninguna reserva hacia él. Tímidamente encogió los hombros y se limitó a sonreír. Para su sorpresa, al parecer, Alex C., ese amigo del alma, con quien, había compartido infinidades de vivencias cuando anduvo promocionando su último documental por estas tierras, a juzgar por lo visto, había decidido honrarlo nombrándolo en su nuevo films. ¿Pero por qué? Se preguntaba. Que él supiera no había hecho nada extraordinario para recibir tal honor. Sin embargo, eso lo llenaba de orgullo, porque Alex C. era un artista en toda la extensión de la palabra, y eso era más que suficiente para guardarle respeto y consideración. Y se concentró en lo que estaba sucediendo en pantalla: Los desplantes de una pareja reflejaban claramente que estaban en el punto culminante de una larga discusión. Al fondo se veían recogidas, maletas, cajas de zapatos y elegantes vestidos colgados con mucho descuido sobre una cuerda de alambre ubicada entre el patio y el pasillo que conectaba los baños, los cuartos, la cocina comedor y la sala principal. -Yo no he cambiado, Miguel Ángel, eres tú quien se quedó…, con los estúpidos sueños de la universidad, con la utopía que alguna vez leímos. 39


¡Este país es de los vivos! ¡Despierta, vive la realidad! -Argumentó ella, sobriamente vestida de seda, color negro, que le hacía resaltar la blancura de su piel y los labios color de brasa. -Está bien, Alba, oféndeme todo lo que quieras si crees ofenderme. Pero eso sí, te agradezco que no te metas con los sueños. -Objetó, deslizando entre los dedos un collar de semillas del Amazonas que para asombro del gerente era idéntico al obsequio que él recibió, una mañana de enero, de una princesa india, en un encuentro del proyecto Fundabarrios realizado en el pueblo de San Juan de Manapiares. -No creo que sea ofensa que te pida que me valores, que te valores a ti mismo, que tengas tiempo para mí ¿Es qué no puedes pasar un día sin pensar en esa…? -¿En esa qué…? -¡Tú sabes a lo que me refiero! Ya estoy harta de estar creando mundos imposibles. Ya estoy harta de andar comiendo flores y de proclamar falsas igualdades y de vivir con un hombre que algunas veces me da la impresión de que se cree un apóstol o tal vez el mismo cristo redentor. No, no y no. Al oír este razonamiento, al gerente se le tensaron los músculos. Aquella escena le resultaba demasiado familiar. Era como si de pronto lo estuvieran sacando del presente y atado por hilos invisibles lo llevaran halado para que recorriera nuevamente los caminos escabrosos del ayer. Nada de lo mostrado le era impropio. Increíblemente, él mismo se aturdía al reconocerse allí, encarnado en otro cuerpo, discutiendo con una belleza que a su vez asumía el rol y tenía el mismo nombre de su ex mujer. Por momentos sintió miedo de terminar convertido en un Cirilo Curarigua cualquiera y le rogó al Altísimo que por favor le alejara esos deseos locos de lanzar parlamentos antes que el protagonista, con lo cual obviamente quedaría en evidencia, pues el colectivo ni remotamente sospechaba que ese cuadro tenía algo que ver 40


con la vida de él. Tuvo que morderse la lengua cien veces. Y eso lo llevó a actuar con mesura. Reconoció que había sido muy duro al restregarle a Alba que sentía lástima de verla desperdiciando la flor de su vida, ocupada en frivolidades, como gastar dinero en trajes de alta costura, perder tiempo viendo telenovelas baratas e ir a los centros comerciales a mirar vitrinas y pasear el maquillaje mientras millares de pobres se morían de hambre y en sus futuros no se veía el menor destello de luz. -Claro, tú eres feliz como eres…, y… ¿Y yo? La verdad tú no me entiendes, es lamentable que haya perdido todos estos años contigo.- Agregó tremendamente dolida y lo dejó solo. Miguel Ángel giró, sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaleco, lo prendió y escurrió la mirada hacia el ocaso buscando un punto imaginario más allá de las nubes, más allá de la razón. A sus espaldas, Alba, agitada, como podía iba sacando sus pertenencias y las colocaba en el carro. Finalmente, cuando la colilla del cigarro estaba a punto de quemarle los dedos, oyó el ruido del motor. Enseguida retumbó un portazo y salió picando cauchos mientras a él se le anudaban las cuerdas vocales, queriendo gritarle: todavía no lo he logrado todo, me falta un sueño; desaparecer en vida…, un tiempo…, para ejercitar el adiós definitivo, prepararme para el final. De pronto, la bella ciudad de Buenos Aires, con su música, sus peñas, sus librerías, sus teatros y la gente por la calzada recorriendo lugares nocturnos, mostraba sin ninguna reserva su intensa actividad cultural. En uno de esos pequeños lugares dedicados a la bohemia, una cantante de tangos, muy linda y muy joven, prácticamente flotaba en el aire suspendida por los arpegios magistrales que el pianista le arrancaba al instrumento para el deleite de quienes estaban ahí. Al terminar cada pieza ambos artistas se miraban complacidos para acto seguido recibir los aplausos y prepararse nuevamente para volver a comenzar. El único que no aplaudía era un joven, con pinta de 41


dandi que llevaba rato bebiendo vodka y no paraba de un lado a otro hablando por el teléfono celular. -¿Qué carajo te pasa Martín, no te has cansado de joderme la vida todos estos años para que ahora vengas a sabotearme el trabajo? -¡Y qué he hecho yo! -¿Qué he hecho yo? ¿Acaso no te has dado cuenta? ¡Entrás y salís a cada rato…, me sacás de concentración…, mejor así no hubieses venido! -¡Oye, oye, oye, yo soy tu marido, tu marido! -¡Qué marido ni qué carajo, déjame en paz! Entonces se encaminó hacia la barra. La gente se le fue acercando para felicitarla y recordarle que era una cantante sin igual. Se veían emocionados, sonrientes, alegres de tanto alcohol y deseosos de pagar un extra por una nueva interpretación. Ella se excusó manifestando que estaba cansada, pero en realidad sólo trataba de disimular el disgusto que sentía hacia su marido, quien nuevamente acababa de recibir otra llamada y como acostumbraba hacerlo se disponía a salir del recinto una vez más. Eduardo, el pianista, le trajo una copa de vino, le dio un beso en la mejilla y se despidió. -Nos vemos mañana, amor. Le dijo ella quedamente. -¡Linda chica! Y se quedó pensativa. Al rato regresó Martín con otro vodka en la mano. Ella, advirtió que tenía intenciones de sentarse a su lado, se levantó de la barra, tomó su abrigo y partió. -Como vos querás Margarita, como vos querás… Entre tanto, en el improvisado cine conversa, el gerente no ahorraba pupilas echando ojos por todos los lados de la pantalla tratando de encontrarse o encontrar a Alex C. o cualquier otro amigo en común. El calor sofocante y el vuelo rasante de los murciélagos pasando por encima de las cabezas de los espectadores no era recomendable para ninguna persona que tuviera 42


problemas del corazón. El presidente del instituto sudaba como tapa de olla jurando internamente que ni que le pagaran con pepitas de oro volvía a venir a una actividad de ese tipo en corbata y paltó. Mientras que desde el pié del árbol de mango el técnico se reía solito al advertir que más de uno ya empezaba a buscarle acomodo a las nalgas porque la dureza de las sillas producía un fuerte dolor. -¡Verga, esas son las montañas de Buena vista! -Se dijo a sí mismo el gerente reconociendo la hermosura del paisaje larense que se hacía más intenso con el naranja de sus crepúsculos al despedirse el atardecer. Y volvió a descubrirse bajo la piel de Miguel Ángel, sentado en un banco, conversando frente a Alba, su ex mujer. -Desde hace tiempo he pensado que existen opciones mejores que el llanto para afrontar las separaciones. Creo que no necesariamente el adiós tiene que ser triste, debiese ser una fiesta donde se inviten a todos los amigos, y el matrimonio al inicio debería ser anónimo. Esta tarde estamos aquí para aprender del ocaso, que aun yéndose nos deja su mayor belleza. -¿Para eso me invitaste aquí, para poetizar? Alba respiraba profundo tratando de controlarse. Ella había asistido a la cita esperanzada en que él le pediría que regresara. Sin embargo, al parecer los tiros no iban por ahí, Miguel Ángel se mostraba más distante que nunca y eso la puso a dudar. - Pensé que íbamos a... ¿Cómo te explico…? Buscar el por qué de las cosas que nos pasan. -No es necesario. El corte seguro y determinante de Miguel Ángel la dejó en el sitio. Ya la decisión estaba tomada y no había marcha atrás. Naturalmente todos los pormenores del argumento los conocía al dedillo el gerente. Lo que no sabía era cómo diablos Alex C., o quién había escrito el 43


guión, se había enterado de tantos detalles. Porque si bien era cierto que él, en equis momento, atrapado por el despecho le hizo algunos comentarios al respecto, había muchas cosas señaladas en la cinta que él nunca contó, pero eso no quiere decir que estuvieran fuera de lugar, todo lo contrario, las imágenes se ajustaban estrictamente a la verdad. -¿Y entonces, a qué vinimos? -Insistió ella. -Sabes que acostumbro cerrar las cosas. Siempre te lo dije: nos unimos para tener de donde partir, para salir del círculo de la angustia, para comenzar sin herencias inconclusas donde haya que comenzar. -Igualito es igual de triste. -Repetimos la misma historia de la mayoría de la gente. La sociedad parece estimular el amor para ahogarnos en la corriente del consumismo, y por otro lado, la realidad se confabula para que fracase. Sí, Alba, la oferta y la demanda. El amor es maravilloso, pero la sociedad lo exprime para sacar el mayor provecho de él. Quiero entregarte este sobre como testimonio de lo que te he amado, porque nuestra situación no es un problema de amor sino de realidad... ¡Siempre te desearé lo mejor! No lo abras, excepto cuando sientas una inmensa necesidad de volar. Y no olvides que la meta es el camino. ¿Te acuerdas de aquel cuento que hice sobre la amiga que enviaba cartas con páginas en blanco para que los militares le respondieran palabras de amor, en sustitución de su pretendiente desaparecido por Pinochet, en Chile? De súbito, el gerente cerró los ojos tratando de reprimir las ganas de llorar. En pantalla, tanto Alba como Miguel Ángel hicieron lo mismo. En ese instante la emotividad desbordaba el horizonte de la racionalidad y cuando se tranquilizaron el dialogo continuó.

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-Teníamos tanto que no hablábamos... Sólo tenemos tiempo cuando ya no…, cuando se ha traspasado el límite. Yo también necesito una nueva vida, encontrar alguien que se parezca a mí. -Es cierto, te comprendo más cuando

no estás... Allí voy directo a

reflexionar. Pero cuando volvemos la actitud de siempre se repite... Amamos con la costumbre del pasado en un medio de valores perdidos. -Definitivamente tú no tienes cura ¡Me voy!

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8 Tal y como leí en un artículo publicado, hace ya bastante tiempo, en la red, y cuya autoría no recuerdo; “al igual que en los Aguas fuertes porteñas de Robert Arlt, la belleza aparece en los lugares donde menos se sospecha su presencia. La calle vagabunda enciende todos sus letreros y enguirnaldadas de rectángulos verdes, rojos, azules, lanza a las murallas blancas sus reflejos de metileno, sus amarillos de ácido pícrico para engalanar los grandes edificios, los panoramas de exquisiteces, las salas doradas, los puestos de cocina, los vestíbulos de teatros y las librerías que maravillosamente desvergüenzan la noche. Bajo la policromía de las luces, mujeres estilizadas como las que salen en las mejores revistas de moda, pasan encendiendo las mechas del deseo en los desocupados de cuello duro que se oxidan en las mesas, saturados de jazz-band. Vigilantes, revendedores, actrices, porteros de teatros, secretarias de compañías, poetas, cómicos, ladrones, hombres de negocios innombrables, autores, vagabundos, críticos; una humanidad única, cosmopolita y extraña se da la mano en este desaguadero de belleza y alegría”. De ahí parece venir Martín en su carro deportivo. Está escuchando música de Charly García. Atrás quedó la peatonal calle Florida, el obelisco y ahora avanza por la avenida que se abre después del cruce de la Collado como quien va rumbo al barrio tanguero del Abasto, otro foco de turismo y diversión. Se nota un poco preocupado por no cumplir la promesa que le hizo a su esposa Margarita, de acompañarla al teatro. Ve a la distancia una floristería y como si allí estuviera la vacuna de sus males inmediatamente se va orillando para estacionarse, mientras una sonrisa pícara comienza a 46


aliviarle el perfil. Acto seguido compra las mejores que encuentra. De regreso al auto el resplandor de un collar exhibido en una joyería lo atrajo al interior del local. Lo adquiere y al salir divisa a un conocido entrando en un lupanar. -¡Síguelo! Sorprendido por la forma en que la expresión se le escapó de los labios el gerente quedó frío esperando la reacción. Sin exagerar, aquello fue como si Martín lo hubiera escuchado, porque inmediatamente corrió hasta el carro, puso a buen reguardo el collar y colocó las flores en el asiento trasero para ir en pos del aludido, que como es de esperarse, acababa de esfumarse en la garganta del burdel. Ante tal irreflexión quitó los ojos de la pantalla ¡Qué metida de pata! ¡Qué horror! ¡Había actuado igual a Cirilo Curarigua! ¿Qué iban a pensar sus compañeros si lo habían pillado en semejante indiscreción? Por otro lado, a espaldas de los concurrentes, cerca del área de los baños, el poeta Perdido aprovechaba lo oscuro para tomarse un sorbo de cocui de penca que cargaba encaletado, por si se quedaba corto el brindis, y además, porque los acordes del bandoneón junto al tilín tilín de los tragos exhibidos en el largometraje, lo llenaban de nostalgia al recordar su estadía en aquella porteña ciudad. -Dame un traguito, maluco. -Le dijo el gerente en tono muy bajo tratando de no llamar la atención. -¡Cómo no! ¡Este viene de tu tierra, El Tocuyo, 57 grados, nada más! -¡Na’guará! Y se zumbó aquel matracazo que evidentemente le supo a maravillas, pues desde ese instante se le fueron apaciguando los miedos y no perdió chance para repetir. Mientras tanto, la proyección cinematográfica avanzaba con toda normalidad. La calle que nunca duerme había amanecido tan bullanguera que 47


provocaba volverla a recorrer de punta a punta, pero sin perder pormenores, para disfrutarla en toda su intensidad. Martín no había salido del sitio. -¡Sinvergüenza…! -Rezongó una señora mirando de arriba abajo a su acompañante que no se atrevía a moverse. Al cambiar la escena, sin complejos de ningún tipo, apareció deslumbrante, como si quisiera demostrarle al mundo que no se dejaba apabullar por la riqueza del paisaje urbano austral, la imponente redoma del sol; obra arquitectónica del artista plástico venezolano Carlos Cruz Diez, que cuenta con un total de treinta y dos elementos cromáticos de geometría perfecta, de largas y finas rayas azules, ocres, negras y verdes. Y que si se observa detenidamente podrá notarse que cada uno de los treinta y dos cuerpos que forman su conjunto es diferente durante todo el día y en relación a la hora en que se le mire, según sea la ubicación del astro rey. Sitio creado para el encuentro, donde sus amplios espacios le brindan a la ciudadanía la oportunidad de realizar allí cualquier tipo de celebración. Sin embargo, la falta de conciencia de algunos ociosos que se dedican a la tarea de dañar lo que no comprenden había cargado de insulsas pintas y grafitis irrelevantes una de las áreas más importantes de este importante monumento de la ciudad. -¿Por qué siempre llegamos a estos extremos? ¿Por qué no disfrutar de las cosas y a su vez cuidarlas? -Refunfuñó. Bruscamente, el ruido estridente de las cornetas de los autos quebró la armonía de colores apartándolo de la propuesta del prestigioso artista para llevarlo por una inmensa avenida y luego ponerlo a recorrer las calles repletas de transeúntes y expendedores ambulantes que se disputaban los clientes a grito limpio a lo largo de toda la zona comercial. El gerente echaba ojos por todos lados reconociendo cada edificio, cada esquina, cada vendedor de perros calientes, cada buhonero, cada arepera. De pronto, el fondo musical de la canción Cuando lo amado interpretada por el grupo Iven fue 48


impregnando en el ambiente y una lujosa oficina se mostró altanera para dejar ver a Alba, quien estaba parada frente a una ventana. En esta inmensa soledad/ involuntaria/ cargo la angustia/de saberme abandonado/ descolocado/ busqué refugio en los esquemas/ y en la anatema del adiós me desbocaba/ me equivocaba empobrecido en la esperanza/ me desbocaba desesperado en el dolor…/ Al oír el canto Claudia, su nueva amiga y también hermana del jefe, que por coincidencia pasaba por el pasillo, quedó prendada en la sutileza de la letra y la cadencia de la voz. Y naturalmente, no pudo aguantar las ganas de detenerse un momento a observarla a través del cristal. A los pocos segundos la solidaridad femenina se manifestó. -¡Niña, qué pasa, una mujer tan bella y joven no debería tener esa cara de tristeza, y mucho menos, a sabiendas que se va de viaje! -Señaló abriendo la puerta -¡Vamos, arriba ese ánimo! Ah…, si vas a vivir en nuestro país de origen vas a tener que aprender a comportarte como una argentina, querida. Además, ya es hora de cambiar de imagen ¿Qué te parece si comenzamos hoy mismo y nos vamos de compras? Alba, en realidad no tenía ganas de salir, sin embargo, Claudia logró rescatarla del ensimismamiento a base de persuasión. Así que entre tiendas y tiendas iban conversando acerca del viaje. La estrategia de la amiga era hablarle al máximo para no darle tiempo a pensar. Ella ya había pasado por esa y las siete reglas de oro para espantar el despecho, que alguna vez alguien le dio, le indicaban claramente que hay que buscar algo útil que hacer, sacar de la conciencia lo perdido, ejercicio físico permanente y bañarse tres veces al día, reorganizar o transformar el espacio, sacar el odio y el rencor del cuerpo, embriagarse por lo menos tres veces el primer mes, pero embriagarse de verdad, para cerrar el círculo y perder definitivamente para siempre lo perdido, y al final sacarse el clavo con otro clavo. Por eso no desperdiciaba oportunidad para presentarle nuevas amistades, hacer comentarios banales, 49


ponerla al corriente de los tipos de vestidos que la favorecían y los diseñadores que estaban de moda, le recomendaba centros nocturnos fabulosos, programas televisivos, libros y revistas que debía leer, porque ella era una venezolana y en ningún momento los sureños debían sospechar que estaba deprimida y mucho menos desinformada, ya que Venezuela era el país de las reinas de belleza, por lo tanto, ella no podía dejarlas mal. Al tiempo que Alba revisaba los vestidos Claudia le iba colocando ropa por encima del hombro para que fuera al probador. A la salida de la tienda tres taxistas comentaban acerca de las acciones que proponía Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela para darle un estremecimiento a la nación. -¿Tú crees que los dueños de estas tiendas van a cerrar las puertas de los negocio así como así? Preguntó el más joven. -Sinceramente no sé, con lo pichirres que son, tal vez no, pero como odian al gobierno, sólo por llevarle la contraria, pudiera ser. Entonces la cotidianidad fue perdiendo el encanto y la canción El vendedor y el cliente de Gino Gonzales vino al rescate pidiendo un poco de sindéresis.

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9 A Alba, la miraba surgir como el sol para los perdidos, como la luna para los indigentes, y no la vi. De espaldas, me sujeté como un náufrago, a su ropa interior. De la humedad, el hilo se deshizo. Amanecí con él, y no tenía donde venir. Sólo hielo en la mirada, cuando atravesaba las calles, sintiendo su mano. Así, con ese texto en la cabeza y con el alma en vilo el gerente personificado en Miguel Ángel llegó a la casa de Cubiro, sitio ideal para escapar del mundanal ruido de la ciudad, sacarle el jugo al descanso y donde los amigos frecuentemente se reunían a compartir. Añoraba oír a la Chiche Manaure, a Orlando Pichardo, a Sol Musset, al gordo Páez, recitando versos, acompañados de guitarras, sentados en el banco rojo de la ceiba y contemplando la alfombra de hojas y pétalos multicolores que se extendía por todo el jardín. Extrañaba no encontrar a Baruj, el teatrero, recostado a una de las dos barras de la cocina, trago en mano, mirando el crepúsculo, mientras Carlos Ruiz, acostado en la hamaca, leía la pared dedicada a los poetas clásicos o se entretenía detallando la ventana del cristo de la cocina diseñada por Efrén. Sentía perderse por dentro. Pese a ello, sabía que siempre se puede amar algo más allá de lo amado. Ser una de esas leves aguas de lento movimiento, una brizna que no nos cansa de pasar, andar lo más adentro desde afuera para andar dos veces la misma vida. Porque es tan refrescante contemplar rendido de victorias esa rueda feliz que nos envuelve el parque azul que es el porvenir, con su fiesta, su marcha de ríos, su baile de musgos y acostarse cara a las alturas bajo esa tranquila magnitud que nos interesa fijar la nada de los ojos, en el leve oscuro de la noche y sus relámpagos de estrellas.

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Qué difícil era caminar ahora, intachablemente solo, sobre esas baldosas. Qué difícil era detenerse a mirar las obras de arte de amigos como Joel Pacheco, Macario Colombo, Luis Luksic, entre tantos otros creadores que atraídos por el proyecto Sueños venían a reivindicar la capacidad de soñar el deber ser de un mundo, de un país, de un ser humano. Qué difícil era ir al cuarto principal a terminar de hacer maletas y toparse con la imagen de Miranda en La Carraca, reproducida en gran formato, a la cual él mismo le había colocado un escrito hecho a mano donde el insigne guerrero se preguntaba: ¿qué hacer, qué hacer, qué hacer…? Y más difícil aún sentarse a revisar el baúl de los recuerdos y encontrar allí, entre papeles amarillentos un manojo de fotografías familiares donde él, muy niño, sonreía sentado en las piernas de su madre cuando vivían en la ciudad de los lagos verdes del Tocuyo, tierra árida y perfumada por cañaverales. No obstante, seguía registrando. En realidad ni él mismo sabía qué buscaba, pero algo lo empujaba a seguir. Obstinado escudriñaba hasta las bolsitas de naftalina. Sorpresivamente, la tapa del baúl se cerró ¡Y bendita sea su suerte! A sus manos fue a parar un sobre que obviamente no tenía planeado encontrar, pero que reconoció en el acto, pues el mismo tenía una marca inconfundible, que a todas luces, en familia, cualquiera que lo detallara sabía enseguida que había sido hechura de él. No porque estuviera bien o mal el arte que había seleccionado para decorar la envoltura, sino porque la vela navideña, cuidadosamente centrada y elaborada, era un trocito de película que él ingeniosamente había pegado para darle un toque personal. De allí, que lo primero que le llegó a la mente fue la imagen idealizada de su papá, o mejor dicho, su padrastro, luego, el rancho de bahareque, totalmente pintado de blanco, cercado con alambre púas y tela de gallinero, donde Marcos, su padrastro, acostumbraba madrugar para abrir dos de las cuatro puertas delanteras, más la ventana lateral, e intentar dar inicio al oficio de 52


bodeguero que raramente ejercía como es debido, porque casi nadie le compraba, a pesar de que el inmueble estaba al lado de la casa sindical. Y no es que el viejo fuera mal encarado ni nada por el estilo. Sino que el sinvergüenza del iguana había corrido la bola que allí si ibas a comprar arvejas, o lo que fuera, terminabas trayendo kerosén. De modo que para evitarse malos recuerdos y un sinfín de rabietas trasnochadas, extrajo el texto del sobre y comenzó a leer: Querido papa no se en que lugar estaras ahora pero quiero enviarte esta carta con mi mama que tan poco abla de ti pero que siempre como en toda nabida sabe donde estas Necesito contarte lo desobediente que e sido quiero desirte que e dejado de ir a la escuela para pode trabaja y ayuda a mi mama a mantener a mis otros ermanitos aunque te confieso pa de ves en cuando elevar un papagayo y juga a las metras a las metras con los muchachos del barrio -A medida que va avanzando la lectura, la imagen de Miguel Ángel comienza a desvanecerse para dar paso a un niño de aproximadamente ocho años de edad que está sentado en un catre, escribiendo sobre una tabla que le sirve de mesa, en un cuarto destartalado y bajo la luz de una vela colocada sobre un cajón. Suavemente la música de El lunerito, del cantautor Alí Primera se va metiendo agregándole un toque nostálgico a la acción -Quiero desirte que a mis ocho años no se lee ni escrivi mui bien y que llego todos los dias mui tarde de la noche que después de limpia sapatos todo el dia y comprar la arina para las arepas veo el ultimo pedaso de la película cuando dejan entra sin covra Querido papa tanbien quiero desirte que tengo mucha culpa porque mis ermanos no tengan nada que come ni que vesti porque no e sabido gana la suficiente plata Quiero que me perdones por aberle limpiado los sapatos a un mendigo por aberle regalado una de tus camizas que mucho tiempo estan guardadas en el escaparate a un amigo viejito que tengo en el asilo que me dice eres todo un ombre Me reconozco malo por no 53


aber ido al entierro de la abuela pero nunca nos dijistes donde vivia Porque las iglesia son tan vonitas papa y el sin de nuestra casa aquí es tan frio Porque tantos viejitos i niños como yo duermen en las calles arropados con periodicos. Me lo explicaras papa Papa como se le pide al niño Jesús pa que le traiga juguete a mis ermanitos Porque mi mama no me regaña ni abla conmigo cuando yo salgo en la mañana y ella llega Me llebaras a conocer el mar papa Me perdonaras por matar palomitas y comérmelas Tirarle piedras a la luna Tocar todos los timbres de unas casas mui grandes Rovarle la covija al barvero que te afeitaba Y ponerme tus corvatas los savados en la noche cuando estoi solito en la casa Papa tu me quieres berda Estoi mui triste por lo malo que me e portado todo el año Y e llorado mucho cuando arropo a mis ermanos Cuando llego en las noches mui de noche y me acuerdo de si tu estuvieras Y te veo papa durmiendo tanvien en el suelo junto a ellos y yo Pero yo en el fondo soi vueno papa Verda que yo no tengo toda la culpa papa Papa estoi cansado mucho No quiero mas limpia zapatos Las manos me duelen Los ojos me arden Las piernas se me encalambran Tengo miedo i mucho anda solo No quiero en la calle otro 31 Sabes mis ermanitos han sido mui vuenos i mi mama tanvien mucho Papa por todo lo malo que me e portao Quiero que le digas al niño Jesús Que no me traiga nada pa este diciembre Pero que no se olvide de mis ermanitos y mi mama Papa dios me quiere todavía verda ¿me quiere? Al terminar la lectura una sonrisa triste brotó de su rostro e inmediatamente recordó el día que estaba sembrando unos chaguaramos en el solar de Resolana, la casa en donde vivía, en el Barrio el Carmen, Barquisimeto. El objetivo previsto era embellecerlo, buscando ostentar esa exquisita arrogancia intelectual de un recién graduado universitario.

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Marcos, su padre, digámosle así de ahora en adelante, que era el vecino más próximo que tenía, se acercó y le preguntó, qué estaba sembrando. Le dijo, “Chaguaramos”. Voy a darle un consejo, tendría el viejo más de 70 años, y él unos 35 o más. “Mire, le empezó a explicar, esas matas son muy peligrosas, atraen los relámpagos. Además, uno el pobre siempre tiene que sembrá pa’ comé, ahí como usted ve, tengo esa matica de tamarindo, ya está dos veces más grande que yo, y ya parece que va a dar semillas”. Él, como hijo malcriado, incluso estudiado, que siempre cree que sabe más que los padres, inmediatamente lo contradijo, y le mal respondió, “usted sabe cómo es la cosa Marcos, que a lo mejor ni usted ni yo estaremos vivos cuando estas plantas estén grandes”. El señor, vestido sencillamente como siempre, todo de kaki de mucho uso, se retiró sin decir palabra alguna, y a paso lento de la vejez entró de nuevo a su casita, traspasando la cocina hasta su cuarto, dejando atrás unos patos flacos y algunas gallinas y pollitos, que creían que Marcos les iba a dar comida, maíz picado. Prontamente, se dio cuenta de lo bruto que había sido, y eso que ya estaba recién graduado de Licenciado, y, además, ese espacio se lo había regalado el adulto mayor, cuando él no tenía ni siquiera donde caer muerto. Dejó lo que estaba haciendo y se fue a pedirle perdón. Hizo el intento de entrar a su cuarto pero desde la antesala vio que estaba sentado en la cama, la misma vieja cama de siempre vencida por el tiempo como el escaparate, mobiliario que los acompañaba a donde quiera que se mudaran, y vio también cuando se limpiaba las lágrimas. Eso lo conmovió demasiado, y no pudo seguir a decirle, a lo que había ido. Indiscretamente se fue y salió al traspatio, igual se le acercaron las gallinas, y unos pollos, y unos patos a lo mismo.

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Ese sentimiento lo marcó, para siempre. Por eso, cada vez que ve acercar la lluvia, truenos y relámpagos, lo impactan, trasladándolo a recordar aquellos momentos y aquellas, sus palabras. Muchos años después, hizo un viaje con Efrén Montilla, el Negro Rojas, Anusky Montilla, Mariela y Maribel Matute a Canaima, duraron más de un mes dando vuelta por esos extraordinarios y bellos parajes, hasta que regresaron de ese largo viaje al que los había invitado el Negro Rojas, impregnados de increíbles anécdotas. Llegando a la casa, cansado de tanto viaje, lo impresionó que no ubicara la casa, no la identificaba. Pasó varias veces y dijo, esta tiene que ser, y efectivamente, esa era. La situación consistía en que tanto la puerta y el frente de la casa, al que le había hecho por encargo un diseño artístico, de manos del recordado amigo poeta Guarecuco, atrayente, resaltante, colorido como nunca precedente alguno en el barrio existió, había sido borrado y pintado todo de blanco cal la pared y blanco aceite la puerta y el portón, todo. Marcos tenía una ventana que daba a la calle, por donde vendía lo que había en la bodega sin necesidad de entrar a la casa, sardinas, papel higiénico, caramelos y refrescos como monte. Hacia allí se fue, muy molesto, para averiguar lo que pasó. Marcos, le dijo, usted sabe quién pintó la casa así. “Yo fui hijo”, muy humildemente le respondió. Rápidamente le contestó, “por qué usted hizo eso, sin pedir permiso, eso no es suyo y es una falta de respeto. Yo no voy a venir aquí a su casa a tomar decisiones, sin primero decirle a Usted”. Con una voz, muy suave y lenta como su caminar, le argumentó su intuición, “yo la pinté porque como usted metió los papeles para que el gobierno le conectara el agua, y ya hace meses que no vienen a ver, pensé, que era porque la casa estaba pintada de mucho verde que es el color del 56


partido Copei, y ahorita quienes están mandando son los adecos, que su partido es el color blanco”. Cómo Usted va a pensar eso Marcos, como va a creer, que por eso es que no han instalado la tubería del agua, eso es ser muy ignorante Marco, que vaina con Usted, y se fue, echando pestes, sapos y culebras por la boca. Al siguiente día salió para Caracas, a ver si podía solucionar otros papeles que había introducido en el Ministerio de Educación, por allá se quedó como una semana burocrática buscando resolver, y tal vez pasar el malestar. Regresó a Barquisimeto, sería cerca de las dos o tres de la tarde, recordó que era marzo, el mes del sol infernal que deshidrataba y volvía a uno pura sed, parecido al calor de aquella bellísima canción llanera -Ojos de candela en marzo-. Y mientras más se acercaba a la casa, más se le acrecentaban las ganas de tomarse a tucún tucún, una cola Marbel, en la bodega del papá. Al llegar a la ventana de la bodega, ajeno a todos los sucesos, le pidió a Marcos la gaseosa. Y él le recomendó, “hijo no tome esos refrescos que hacen mucho daño, que dan diabetes y rabia”, y se fue hacia la neverita y sacó un recipiente de plástico grande, lleno de jugo, y un vaso, y le dio a beber. Y le precisó adicional, “tómese más bien un juguito de tamarindo que refresca más y es más alimento, ya la matica que sembré aquella vez me dio tamarindos”, remató. Y eso le dio en la torre, como dicen. Pues cayó en cuenta, y se quedó ausente, incómodo, trastocado. Inmediatamente se le vinieron atropellados todos aquellos recuerdos, con todo y malestar. Se bebió rápidamente el jugo, honestamente estaba calidad y muy frío como lo necesitaba, pero sentía que debía irse de allí, la situación le era muy penosa y tácita. Al recibirle el vaso, le preguntó si quería más, y que cómo estaba el jugo, le preguntó. Bien, le dijo, y se fue, pero antes de irse le informó, que había llegado una gente buscándolo, “yo les dije que usted no estaba, que vinieran el lunes, yo no les quise abrir la casa, es la gente que va a instalar el agua. 57


De pronto, el aullido de los perros rompió el ensimismamiento. Echó un vistazo al entorno para ver que sucedía, pero todo estaba normal. Entonces tomó papel y lápiz y como si le estuvieran dictando una plana, escribió: A Marcos mi padre: “Quien a pesar de no haber hecho nada relevante en este mundo de batalla permanente, muchos mártires también cayeron por dignificar su vida obrera. Quien no huyó, ni traicionó a nadie ni abandonó nunca sus fuerzas a la intemperie, por vivir y dejar vivir. Ni odió, ni gritó ni ofendió ni peleó con nadie. Él era y fue el pan que no teníamos. Un día cualquiera sin llamar la atención tomó, pausadamente, un cuaderno, para hacer una tarea de la Misión Robinson y se quedó allí, acostado en un mueble de mimbre, enfermándose, muy enfermo, casi puro hueso, sin queja alguna, sin emitir dolor ni conmiseración, sin pedir honores ni privilegios, apenas un poco de avena hervida que ya costaba pasar por la garganta. Solamente se fue tornando humildemente solo, pero con él, como dedicado a cuidar su cuerpo que no conoció la risa ni el manjar. El mismo cuerpo que soportó todas las miserias a las que puede ser sometido un obrero que edifica el mundo, para darnos de comer y de mirar; pero también el cuerpo, su única herencia, el de todos los silencios y explotación, que como pudo le dio de comer a él y a todos nosotros. Qué más le puedo recordar sin sufrir. Gracias por haberme hecho su familia, es lo menos que le puedo decir, en estos versos pobres y en esta lucha que lo recuerda”. El mundo, igual sigue sin nosotros, cuando torpe, o insistente en una hermosa idea o final, nos bajan de él. Solidario o arbitrario, pobre o rico, con el sudor o ventajas respectivas, cumple con apartarle la luz a los que no han llegado. 58


Independientemente del adiós que nos enseña diariamente, sin hacer tanto escándalo ni dolor, nos vamos yendo poco a poco de los oscuros días en “paz”, que han pasado sin ti. Hoy, mientras escribo en su memoria este agradecimiento por sus enseñanzas, no dejo olvidar aquella frase que Marcos me dijo, hace tiempo ya, en casa de Ramón Mendoza, San Diego, Carabobo, cuando le insistí que nos quedáramos a dormir ahí, porque así lo habíamos acordado, además porque ya era tarde para irnos. Y me preguntaba yo, por qué teníamos que irnos, hasta que me convenció profunda y certeramente cuando me dio su parecer, y nos fuimos tarde noche y sin explicaciones, a nuestras casas en Barquisimeto, la mía que llevaba por nombre Resolana, y la de él que nunca tuvo nombre. Manejaba pensativo y había mucho silencio aquella noche ya, y usted iba atrás en el carro, con mucho gusto y placer fui su chofer por primera vez en su vida y en la mía, y en nuestro único viaje juntos. Recuerdo, iba Usted orinando mucho, a cada rato, por el camino y tuvimos que orillarnos, muchas veces. Esta vez ya no podía contrariarle, era muy contundente y bella su razón de partir a casa, desde donde Ramón y Matilde, y esto fue lo que me dijo: “A las patas siempre le hacen mucha falta la tierra que han pisado” Cielo A Si las estrellas trabajaran como mi papá se vestirían de kaki 59


En la noche cansadas dormirían Y poco a poco se pondrían flaquitas Y poco a poco se irían quedando solas Y poco a poco se les iría acabando la risa la luz y los años.

Marcos y María Si la luna hace su comida con kerosén y las arepas con leña Entonces la luna es pobre. Entonces mi mamá es una luna 60


De la infancia a estar menos indefenso frente a tantas teorías sobre el miedo. Ellos, que parecían familia de la intención de un Dios, me adoptaron sin duda para crecer sobre todo en su inigualable corazón. Supongo que estarán más solos que yo, casi en el olvido y en otro mundo pero yo tengo conciencia de ello y padezco todavía. Nada puedo hacer porque de nadie y de nada depende quien ya no tiene amanecer y eso pareciera ser otra pena. Tal vez me formaron para sobrellevar su ausencia pero igual temo heredar el dolor a los que con ternura me han arropado cuando el frío calaba por los pies en busca de los huesos. El viaje final tampoco define, excepto detener todo para el que parte. Fuera de las ciudades hay otra hechura donde es natural conjugar la existencia. No saber esto pesa bajo el neón de la indigencia. A la sola vida no le está dado conocer de qué pasto esta hecho el catalejo donde se precisa a dónde vamos y por qué se fueron. Esa distancia ya me es inalcanzable. Mas, si estando vivos obviamos el número de los que se han ido ni percatamos que al nacer millones de espermatozoides también podían haber sido gente y solamente uno capturó la increíble carrera de vivir. Y es usted en su trascurrir y soy yo en quienes se fueron sin reclamar paraguas para su eterna intemperie, qué podemos ostentar. Vivir es un enigma y un delicado y misterioso peligro. Ellos lo vivieron sin existencialismos ni ambiciones y sin darse cuenta que hay poderes ocultos con el que se ha explotado la ya difícil tarea de vivir, y trampeado la visual de saber de qué lado era más amorosa la existencia. Esa miseria es más mísera. No darse cuenta que a nosotros como a tantos nos tapiaron la conciencia, privaron los sentidos y nos arrancaron de la tierra. Tendrán ahora que sacarnos los ojos y desprendernos las piernas para no entregar al futuro el testigo de la pobreza con que destrozaron en humo de leña verde los pulmones, con agua de clavitos los estómagos, y las manos con que a pico y pala se hicieron las 61


cloacas de las ciudades donde ahora defecan los patrones. Marcos y María, hoy ya es diciembre, aún como pueblo no tenemos lo ideal pero vamos quitando las cercas y los estantillos para poder caminar la siembra de un país que busca ser de todos. Desde el solar, cerca de las topias donde antes vivimos lo imagino porque esas tierras todavía son de los que nos sacaron. En esta memoria como en cada fogón cuyo alfabeto de hollín decodifico, con orgullo los recuerdo en esta navidad y esta lucha.

Alzo los ojos y la mirada se va como un mensaje de texto No sabrán los destinatarios el mentol en el pecho que necesito El cariño en las palabras que no han vuelto

Hacen falta

El frío me vuelve visible el desamparo Yo que he sido duro de llorar se me hace agua este naufragio

Me veo en sus manos paseándome 62


en el columpio de sus recuerdos

Haré como antes me esconderé bajo la cama ya no para huir sino a ver si hago falta me busquen y me encuentren

Sé que ellos ya no vendrán a mí y tendré que salir del escondite y no sé si yo cuando muera llegaré primero, luego o antes que esa mirada que ya partió hasta su abrigo con la cara sucia y un llanto escondido en el bolsillo de nuevo en busca de sus brazos

Sin ustedes le falta cariño a este paisaje

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Sin ustedes le falta mucho cielo a este planeta

10 Por momentos, la Plaza de Mayo parecía lucir otra vez el color de jornadas anteriores cuando mandaba la espontaneidad del descontento. Era otro evidente desafío a la declaración de estado de sitio anunciada por el presidente Fernando de La Rua, en su intento de detener las olas de saqueos y protestas en contra del “Corralito” que a esa hora ya se habían extendido por todo el país. Los periodistas en medio del caos, con voces nerviosas y quebrantadas, trataban de transmitir los acontecimientos, cuando la Policía, con todos ellos en la plaza, volvió a reprimir con gases, balas de goma y algunas balas de plomo, sin importarles un ápice a quienes pudiesen lesionar. Apertrechados de orgullo, tanto los profesionales del micrófono como sus camarógrafos, se lanzaron al piso y desde allí, amparados por la base del monumento ecuestre del general Manuel Belgrano, mostraban como hombres de trajes impecables, cadetes, estudiantes, jubilados, empleadas de trajecito y medias de lycra, salieron corriendo sin saber por dónde escapar. Con edificios cerrados, locales con persianas bajas, la calle era el único ámbito posible. Los gases hacían irrespirable el mediodía. Algunos porteros de bares y vecinos alcanzaban jarras de agua, trapos mojados y pedazos de limón, para mitigar el ardor en la cara y los ojos. La Plaza de Mayo había quedado rodeada por la Policía, pero la lucha de los manifestantes por volver a tomarla era persistente. Los activistas del Movimiento de Trabajadores 64


Desocupados se movían por Diagonal Norte. Militantes del Partido Obrero, la Izquierda Unida y el MÁS pujaban por Diagonal Sur. La city era un campo de batalla espectral, entre la bruma de los gases, los balazos y las corridas. El estridente ruido de las cacerolas se multiplicaba hasta más allá de lo inimaginable. A juzgar por los reportes presentados desde otras localidades, porcentualmente podría decirse que todo el país andaba en la calle. La inoperancia de las medidas económicas y el establecimiento del “Corralito Financiero”, (materializado después de la fuga masiva de capitales) implementado por el Ministro de Economía Domingo Cavallo, que impedía a los ahorristas retirar dinero en efectivo de los bancos para evitar la quiebra del sistema bancario, fue el final de todo un proceso que como corolario dejó a la Argentina inmersa en un caos Financiero, del cual todos estaban seguros que sería sumamente difícil salir. La rabia y la decepción se respiraban a distancia. Ellos, que según el Fondo monetario internacional eran el modelo a seguir porque habían cumplido al pie de la letra con todas las recetas del programa neoliberal, estaban en banca rota ¿Cómo explicar eso? Se preguntaban los reporteros y entrevistados de televisión.

Y sin poder

disimular la cólera volvían a la protesta que segundo a segundo tomaba dimensiones impredecibles. De este lado, la mayoría de quienes observaban el flims, conocían al dedillo la situación. No porque fueran precisamente demasiado lúcidos e informados, sino, porque los cables y noticieros internacionales se habían encargado de difundir la noticia a los cuatro vientos, razón por la cual, desde hacía buen rato, esos pormenores eran voz populi, por decirlo así. De manera, que no les causó ninguna sorpresa ver el anuncio de la renuncia del ministro de la economía, ni tampoco el intento de De La Rua en querer formar, junto al justicialismo, un gobierno de unidad nacional, Y mucho menos que al poco rato, el mismísimo presidente, dimitiera, anunciando que 65


confiaba que su decisión contribuiría a la paz social y a la continuidad institucional. Todo eso lo sabían. Lo que no sabían era que Martin también estaba oyendo el mismo servicio informativo. Pero con la particularidad que el tiempo de él era distinto al de acá. Entonces, ni él sabía qué podía depararle el futuro, ni estos, como él, ante su devenir, iba reaccionar. Y por ahí, la cosa tomaba un matiz interesante. Empero, antes de hacer juicios de valores, era mejor esperar. A la sazón, se fue ampliando la toma y a través del espejo se mostró parte de la elegante habitación. Se vio al fondo el retrato de Margarita, la cama sin una arruga, una mesa de noche con su teléfono, varios frascos de perfume sobre la cómoda, y Martín, saliendo del baño, ajustándose la corbata para acto seguido, apagar el televisor. De improviso la acción nos trasladó a la casa de la playa. Miguel Ángel escribe: El murmullo y la inmensidad del mar obliga a ser humilde. Toda ambición desnuda su pequeñez. Luna, enorme el misterio en la ventana. Del ocaso la huella circular. La cita con la tarde. El adiós que no duele. Todo lo mirado ensombrece a desgano. En silencio entramos inciertos en la noche ¿Anclamos? ¿Volvimos? No se supo. Vendrá la aurora con su magia. Es suficiente. Lenta la desnudez de las cosas no visibles. Después de la mar navegamos sobre la tierra. La ola dejó el recuerdo marino en la orilla y partió sin saber a dónde. Necesario es el silencio para ver. Y tú mujer, planeta o canción, quizás en la previda fuiste coral o signia o ave posada sobre las rocas. Y en la post muerte, por uno de esos azares que nos ubica inmortal en la circularidad de todo lo que vive, se extingue y vuelve, seguramente serás un toque de verde azul, en la sombra de los golfos, un pedazo de luna en su llanura, una cuota de cielo malva en el follaje de 66


las aguas o velero, alcatraz, delfín, cardumen de colores o gaviota entre arco iris sobrada de tiempo para el vuelo. Por eso, únicamente se salva Dios y subviene ante tanto naufragio. Y por haber hecho estos astros, ese infinito acontecimiento de la mar, esa estética inagotable de vivir y de las flores. Por esa posibilidad contradictoria y hermosa de ser ocaso y alba cada día como si en el fondo fuésemos sol que aparece al despertar y se oculta cuando nos llega el sueño en los nocturnos. Y por permitir no apagar esa sed insaciable de viaje junto a los amigos. Para justificar verte nuevamente en cada uno de los fortuitos asombros. Sobre todo hoy, un domingo cualquiera, en un bote como tantos, de la mediamañana de noviembre, en que mido por el calor del sol sobre el cuerpo, la calidez del tiempo y la simpleza de la dicha. Por eso se salva Dios todavía Aunque también otra vez aún siendo azul mariposa amarilla en altamar playa blanca o solitaria caracol o ardentía te pierda en el regreso. Y rompió el lápiz para que nadie más con su grafito volviera a escribir esos versos. Desde el sitio donde él estaba el mar se veía intenso como si estuviese esperando el momento propicio para meterse por la ventana del cuarto que comparte el frente alto de la casa con el balcón. Con los ojos vidriosos fue detallando la estancia. El techo, las paredes, la ropa tirada en cualquier parte junto a montones de libros regados en el piso de madera, más la cama sin ordenar, entonaban estupendamente con la pintura realizada por Selva K, una amiga que pasó una corta temporada allí. 67


Afuera, el vaivén de las olas acompañaba el silbido del viento que vigoroso sacudía las palmeras y los techos de las casas circundantes, en su mayoría negocios de pescadores, quienes pasaban cayendo la noche y de madrugada dejando salir de sus labios cantos y leyendas que asoman añoranzas de tiempos pasados. Hombres con manos curtidas por manchas de coco, pero de palabras amables y sinceras, trato sencillo y afable que enaltece sus rasgos de humildad encerrados bajo el color chocolate de su piel. De ellos había aprendido muchas cosas, pero esa tarde no estaba allí para aprender, simplemente necesitaba lavarse por dentro para intentar renacer. Entonces, vaso en mano pasó frente al mural de sandalias de Aguasalá. Y así, sintiéndose acompañado de ausencias, no se detuvo hasta llegar al balcón. Estando en esas, repica el teléfono celular. -Aló... Ajá... ¡Epale, qué hay¡ Claro... ¿Y tiene que ser hoy? Ok, bueno, espéreme. -Y canceló la llamada. -¡Tantos años de vida y no ser libre ni siquiera de uno mismo! -Voceó. Entonces, agarró la camisa que colgaba en la silla, metió ropa suficiente en un bolso donde aún cargaba la pasta y el cepillo dental, dio un giro a ver si había olvidado algo, y cerró la casa para luego arrancar rumbo hacia donde duerme el sol.

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11 Al entrar, la cara de Martín se transformó. Como un autómata dejó caer el ramo de flores que traía y avanzó directo al cuarto matrimonial. Con inocultable tensión avistó las paredes desnudas. Descolocado, amargo, destructivo, poseso de la duda, fue leyendo la nada. Sintiendo que a cada respiro se le enterraba más la espina buscó refugio en una botella de güisqui que tenía escondida en el desván. Con los primeros tragos invocó conceptos, luego fábulas, después fantasmas, espíritus, pero por respuesta sólo tuvo el mutismo universal. A partir de allí todo era entendido desde la dolencia, todo era relacionado desde su estar sombrío. Sorbo a sorbo fue regresando a lo que mucho antes también abandonó, los amigos, los lugares de la infancia, los sueños del pasado. Desde la ventana de la terraza que da a la calle el cuerpo se le volvía lágrima pues ya no había cabida ni siquiera para las esperanzas que gestaron el tiempo de quererse ¡Y vaya, ironías de ironías! Él que jugaba a imaginarla toda en lo perdido, ahora en la verdad, vislumbraba con terror las noches solitarias, el polvo empalideciendo lentamente el piso, el baño enmohecido, el techo habitado de telarañas, y lo peor de todo, ella, durmiendo quién sabe dónde. 69


Fortuitamente, la canción Cuando niño interpretada por Carlos M. Céspedes se fue colando como si las leyes inconmensurables de la naturaleza y la casualidad se hubieran puesto de acuerdo para retraerlo a aquella tarde, a punto del vesperal, cuando de niño con las manos firmemente aferradas a las cuerdas de un columpio, se mecía con fuerza y sin parar. Nada tan hermoso/ cargar los libros de la novia que uno sueña/ dormir con el animal que más nos quiere/ una sorpresa bajo la almohada/ un dulce en la tarde/ un sueño en el jardín/ un abrazo de hermano/ un día libre de la escuela/ el timbre del recreo/ saber que alguien te quiso cuando niño/… Entonces, recordó la brisa helada del invierno. Pero como hay ocasiones en que uno no decide qué recordar y qué no, y de pronto un mismo recuerdo a lo largo de nuestra vida lo vamos viviendo de formas diferentes de acuerdo a la etapa que estamos transitando, no pudo evitar un sesgo lastimero, al pasarle por la mente, la sala, repleta de adultos, donde velaban a su papá. Nada más agobiante/ privarse ante una sombra/ ver de noche nuestro rostro en el espejo/ perderse en la calle que uno conoce/ temer dormir/ por creer que nunca más se volverá a despertar/… Y sollozaba tirado al pie de la ventana, al tiempo que bebía a pico de botella y se colocaba en posición fetal. Así, arrastrándose, de un rincón a otro, iba pasando la noche. Era como si todos los dolores aprovecharan su debilidad y lo poseyeran para abatirlo. Ya no se dejaba llevar por los ritmos musicales que invadían el espacio. No, ahora los arpegios emanaban de su sentir profundo. Sobre todo los tangos que ella cantaba cuando él estaba frente a la barra del bar. De tal forma, que cuando ya no pudo recordar ni su propio nombre, se fue dando tumbos en dirección al cuarto, con la idea de acostarse en el sitio donde estuvo la cama, a esperar allí, mirando el cielorraso, que ocurriera el milagro y Margarita apareciera de pronto, mientras él tarareaba Por una cabeza… 70


Entre tanto, el gerente, atento a la trama de la película, se mordía los labios identificado con los sentimientos del personaje en acción. Un nuevo cambio de escena lo hizo toparse nuevamente con Miguel Ángel, quien ahora estaba en pleno páramo de Mucubají contemplando el amanecer. La cobija de lana que lo abrigaba, más la roca que parecía estar suspendida en el aire, debido a la espesa neblina que bajaba de la sierra, le daba un aspecto fantasmal. Sin premura la atmósfera exhibida en la ficción lo fue llevando al ensimismamiento que luego lo conduciría a los años de hiel. Años donde el hambre no era extraña y la soledad sofocaba, pero que sin embargo, nada de eso importunaba tanto como el deseo de tener aquella bicicleta de muchísimos colores que siempre soñó. Que exhibiera rines con rayos brillantes de aluminio, cauchos banda blanca y escalapiés de blanquísima goma. Que tuviera frenos como aquellas suaves bicicletas, llamadas de semicarreras, que decían que eran para mujeres. Que trajera una corneta de las que cuando se apretaba la perita de goma sonaba como si un autobús antiguo de bancos de madera avisara que llegaba de pueblos lejanos. Una bicicleta que también cargara un timbre de los que se colocaban casi rozando el caucho y se oía como si fuera el timbre del recreo de la escuela. Una bicicleta que llevara un aparato llamado dínamo, colocado en la parte trasera, cercano al rin, que cuando se le movía para que hiciera contacto con algún costado del caucho, giraba a la misma velocidad a que uno andaba sobre la bicicleta, encendiendo todas las luces: rojas, azules y la amarilla que era la delantera. Entonces todos lo vieran pasear en la bicicleta de tiras coloreadas en la punta del manubrio, de cuadro forrado con cintas, verdes, carrubias y blancas al giro de mariposas plateadas en los ojos de los rines; todo, en el marco de la oscuridad temprana de la noche o sobre las polvorientas calles de la tarde.

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Años donde al lado de su casa vivía una familia tan pobre, pero tan pobre, que pedía brasas prestadas por las tardes para calentar lo que habían cocinado en la mañana. Años donde debía estar atento a que El iguana no estuviera oculto entre los matorrales divididos por cercas de alambres, o encaramado en las copas de los viejísimos Semerucos, cazando el sitio donde él escondía las metras para robárselas y luego salir a decirle a los amigos que se las había ganado en buena ley. Años donde sentado en un haz de leña escuchó la confesión de la vieja Josefa: ellos no son tus padres, ellos a regañadientes te criaron, por eso vendieron y se fueron sin avisar, te abandonaron mijito, mijito te abandonaron, la máquina lo tumbó todo, no quedó nada, ¿ahora qué vas hacer? ¡Oh, dolor de dolores! Le bastaron sólo doce años para saber cuánto duele la mentira y cuan larga es la tristeza. Por eso tal vez nunca encontró el camino de regreso. Y quedó atrapado en el tiempo cero. A partir de allí se levantaba en la mañana como si fuera en la tarde. Se levantaba en la tarde como si fuera en la mañana. Se le olvidó que la vida eran tres tiempos. No sabía del dolor, ni del olvido. El mundo era suyo y él le pertenecía al mundo. Pero los brazos le crecían como las palabras que no lo oían y que se quedaban en la boca y en la almohada de los brazos, que era su cama, y donde cabían todas las mentiras del universo, todas las caricias que nunca llegaron a tres. En esos nubarrones andaba el gerente, mientras Miguel Ángel leía la piel de la serranía circundante y las escarchas del rocío chasqueaban bajo sus pasos al acercarse al muelle de la laguna. -Todo es mentira..., excepto la verdad que no sabemos... –Pensó. -Amo un amor con la libertad de quien está felizmente solo,

donde de nadie para

nadie sea el cielo y morir no sea necesario para entrar al paraíso. Tuve que perderlo todo, tantas cosas y tanta gente y casi la vida entera. En eso se invirtieron intensos años. Incluso esperar con desespero para después con 72


simpleza y azaro irnos del beso como quien se va a un bar de ausencia a toda alarma. Tuve que redimensionar el porvenir. Desechar sueños que al no morir por ellos no eran verdaderos. Definir para otro cielo más confiable ilusiones. Abandonar a la desidia lo más cálido: la casa y la fe. Tuve que trastocarlo todo, hasta lo que en otro amor y en otro tiempo fue esperanza. Caminar sin fin y sin aliento como una salvación. Enfermarme hasta el fondo. Dejarme caer como una llave. Enterrarme en el cuerpo, despedirme para siempre, hasta quedar solo como nada y como nadie, sin aire hasta el cansancio, sin conciencia hasta el delirio, profundo en desarraigo, sin sostén sobre la tierra, como yéndome, como luna que habito, para que llegaras tú, para que te amara yo. Nuevamente, Margarita canta como si quisiera quedarse rendida en los melodiosos acordes del bandoneón. Es otra noche bulliciosa. El centro nocturno está a reventar. Martín, ávido de ilusiones se desvive observando el lenguaje corporal de las parejas que en cada paso entregan la vida. A simple vista se le nota la embriaguez. La posibilidad de que ocurra un encontronazo va cobrando fuerzas a medida que se acerca el final del set. Los aplausos, los brindis, los comentarios, no distraen para nada al pianista que sin perder el ritmo lleva rato atento a cualquier locura. Y es natural que se mantuviera alerta, pues como bien sabido es la historia del tango no comenzó precisamente en un convento, por lo tanto, en tales circunstancias cualquier cosa podía ocurrir. Entonces, esperó el momento oportuno, y cuando Martín se encaminó directo al baño, aprovechó para huir con la cantante del local.

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12 -Camaradas, no es fácil, estamos tomando decisiones dentro de un sistema capitalista. Una ley que de poder de organización a la comunidad pasa por la conciencia política de la ciudadanía para comenzar a desmontar el poder jurídico instituido. Las leyes burguesas son nuestra camisa de fuerza. Dormimos con el enemigo. El éxito del capitalismo es el mayor fracaso espiritual del ser humano ¡Ese es nuestro tiempo! Construimos una revolución sin revolucionarios. Nos estamos formando con la teoría y práctica que vamos creando. Por eso es vital la organización. Organización que debe partir de ustedes mismos. Nosotros no organizamos la comunidad, es ella misma la que se organiza y crea la idea. Y esto, óigase bien, es fundamental, porque si no estás claro en lo que crees no sabrás la magnitud de lo que traicionas. Quien habla así es Miguel Ángel. Está en una reunión de Fundabarrios en la cual tiene una participación especial. Con mucho aplomo le da una señal a Angie, su asistente, para que ponga a funcionar el Video Bean. Al proyectar 74


la primera diapositiva se puede leer: CONTRALORIA SOCIAL, el pueblo contralor. De inmediato, reanuda su exposición: -Debemos buscar la manera de romper con toda la estructura burocrática en la cual nos han envuelto durante muchos años. Lo único serio es la alegría y el único objetivo político del corazón es la alegría. La burocracia es un tremendo irrespeto a la alegría. El poder debe estar en el pueblo, que sea el pueblo quien decida lo que se debe hacer. Por eso estamos empeñados en desarrollar la organización de los Consejos del Poder Popular. Pero no debemos olvidar que sin formación ideológica, disciplina, ni organización creada por el pueblo y que se parezca al pueblo, no habrá fortaleza. Necesario es que nos formemos juntos para que podamos construir juntos. Nacimos bajo un sistema donde predomina el individualismo y la sed de riqueza material, pero como no conocemos otro sistema, le tememos a la innovación. Por lo tanto, es necesario la formación a partir de los saberes de la gente, para que cada quien tenga argumentos para entender el proceso. Es por eso que nos urge masificar la idea, para que la estudiemos, la apliquemos, y que sea el pueblo, la comunidad, quien vigile y controle la inversión. Esta experiencia, si funciona, sería una verdadera transformación contra lo establecido. Este proceso político, ideológico y eminentemente cultural, tiene sus lineamientos en la constitución, las leyes que le son congruentes y el Plan de Desarrollo Endógeno, cuya instrumentación es obligación y compromiso de la población revolucionaria compuesta por servidores públicos y ejército, activa y comprometida con la transformación estructural hacia la Nueva República, en corresponsabilidad con quienes dirigen sus instituciones; las cuales, dicho sea de paso, casi en su totalidad en todo el país, son expresión de la cultura dominante y excluyente, por tanto contrarrevolucionarias, y precisamos demolerlas y estructurarlas de nuevo, de acuerdo a los principios constitucionales, basados en las doctrinas 75


Bolivariana, Rodrigueana y Zamorana y con la participación del Poder Popular, porque o inventamos o erramos. Pero debemos estar claros, camaradas, estas Contralorías Sociales no funcionarán si descansan en los mismos poderes institucionales del pasado, por lo tanto se necesita crear un Sistema Jurídico paralelo, que bien pudiera llamarse el Tribunal del Pueblo, a fin de que las denuncias de la comunidad descarguen en sus propios tribunales. Esto tiene que ser así, porque no se puede construir un mundo USAndo el mismo lenguaje con el que fue destruido. El verbo aviva los ánimos. El ingeniero López aprovecha para dar un vistazo. Desde allí, donde él está parado, el cerro con la gente apareciendo y desapareciendo entre ranchos y laberínticas escaleras parece un nido de comején. Abajo, el río como una lombriz que nunca termina de pasar se va perdiendo en la lejanía. Agnie se nota nerviosa pues cada vez que la brisa baja por la ladera los ranchos tiemblan dejando escapar un lamento. Es indignante el estado de abandono y exclusión a que han sido condenados los habitantes de este sector -Pensó, recogiéndose el cabello. -Definitivamente a esta gente hay que reubicarla, si no en cualquier chaparrón la mayoría de ellos pasarán a formar parte de las largas listas de damnificados que existen a nivel nacional ¡Qué falta de planificación y qué irresponsabilidad! Lo peor del caso es que los grandes responsables andan con sus caras bien lavadas presentándose en programas de televisión, o en emisoras de radios, dando lecciones de ética y moral. Por otro parte, en el tiempo nuestro, en el espacio real, el gerente se mantenía atento a las reacciones del colectivo, tanto de los que estaban frente a la pantalla como de los que aparecían en el films, pues lo importante del asunto era que la gente tomara conciencia del nuevo rol que debía asumirse en el seno de la sociedad. Por consiguiente, las contralorías sociales debían surgir 76


de las comunidades y ser elegidas en asambleas comunitarias para fortalecer la participación protagónica de la gente y romper con la estructura predominante de los partidos convencionales, ya que el poder no debía seguir surgiendo de arriba hacia abajo como está establecido, sino nacer de abajo y mantenerse allí, que es lo que le da verdadero sustento democrático e igualdad. -¡Hay que demoler la pirámide! ¡Sólo el pueblo salva al pueblo! -Repetía. Y tenía razones de peso para pensar así, pues él mismo era considerado un espejo donde otros se debían mirar. Conocía lo que era tocar fondo y volverse a levantar. Había sufrido en carne propia la opresión de clase desde muy temprana edad. Opresión que se manifestaba a la hora de hacer la cola en la cantina de la escuela cuando le tocaba hacer mandados a cambio de un trago de refresco o un pedazo de pan, en el sucio de las alpargatas, en los libros viejos, el bulto roto o en el uniforme remendado. Entonces recordó las miradas displicentes de los compañeros de aula el día que se negó a asistir a la fiesta de graduación de bachilleres egresados por libre escolaridad, argumentando que andaba enfermo, pero la verdad era que no tenía un centavo en el bolsillo ni ropa adecuada para la ocasión. También recordó como obstinado de tantas penurias reunió dinero y logró volar al exterior donde para sobrevivir tuvo que hacerse un experto en los naipes, los dados, el billar, con lo cual, al regresar, a fuerza de mañas y ejerciendo a ratos el “oficio” aprendido en el barrio pero perfeccionado en el norte, pudo costear, en parte, sus estudios en la universidad. -¡Ese es uno en un millón! Le oyó decir, en cierta ocasión, a El chuco, un amigo de infancia, cuando salía de una entrevista que le hicieron en una televisora regional. El chuco, compinche inseparable de El iguana, el sinvergüenza aquel que amparado en su tamaño y fortaleza física le robaba las metras y lo obligaba a entregarle 77


los reales que se ganaba limpiando zapatos y puliendo pisos bajo amenaza de propinarle una paliza ejemplarizante para que aprendiera a obedecer. El mismo Iguana que se volvió loco, años más tarde, después que el papá lo molió a palos porque lo consiguió fumando marihuana escondido debajo del mantel que cubría la mesa de los santos, frente a la cual la familia solían hincarse a rezar el rosario antes de irse a acostar. Sin embargo, El chuco no era así, más bien todo lo contrario, podría decirse que era un tipo, hasta cierto punto, servicial. Por eso se contentó tanto al reconocerlo y le preguntó que hacía por allí. Enseguida este le confesó que llevaba meses siguiéndolo, no para pedirle ayuda ni para invitarlo nuevamente a formar pareja en los salones de billar ni nada por el estilo, sino para mostrarle una carpeta de recortes de periódicos y revistas, las cuales guardaba celosamente y eran su orgullo, porque allí aparecían varios artículos suyos que hablaban de la institución que en aquel momento él estaba dirigiendo y en cuyas gráficas salía retratado junto a altísimos personeros del gobierno en algunos actos de inauguración. Todo eso pasaba por su mente mientras la mayoría del grupo de espectadores seguían atentamente el hilo argumental. Del mismo lado, a escasos metros de la concurrencia, recostado a la piedra del patio, el poeta Perdido se inspiraba paseando el bouquet del último trago de cocuy por el paladar. Llevaba rato analizando las imágenes y tratando de cazar metáforas para alimentar un poema que resultara capaz de sostener el invento de vivir. -¿Qué raro que no ha llegado el negro Avil? -Se preguntó de improviso el poeta, e inmediatamente agregó para sí: -Ese tercio debe estar en la pollera. En cualquier descuido me arranco para allá. Lo malo es dejar sola a toda esta gente. Además, lo interesante de esto es participar en el foro. Bueno, si es que hay foro. Es una verdadera lástima que todavía la comunidad no se haya integrado a este tipo de eventos. ¿Cuándo será que la 78


gerencia de promoción y difusión va funcionar como es debido y va dejar esa ridícula peleadera que en vez de sumar lo que hace es restar? -Y se estiró la barba mientras el olor a cotufas llegaba desde la acera del frente y los golpes secos de los frutos del árbol de mango retumbaban de cuando en cuando al estrellarse en el piso, obligando a voltear. Ahora, volviendo a la pantalla; una rubia posa sus mejores formas. Sus piernas alargadas, con porte de artista francesa invitan a recorrer su cuerpo apenas cubierto por un minúsculo bikini. La acompaña un hombre alto, flaco y cabezón, quien le toma fotos desde diversos ángulos. Todo indica que llevan rato ahí. El fotógrafo con aire presuntuoso le pide a la modelo que se cambie e instantáneamente aprovecha para conversar con Martín. -¿Qué te parece la mina? - ¡Eso ni se pregunta, che! -¿Está divina, cierto? -Sería un ciego si dijera lo contrario. -Es colirio para los ojos. -Así es, así es. Mientras conversan, el asistente termina de descargar la cámara. Una tipa de unos cuarenta y cinco años aprovecha el descanso para retocarle el maquillaje a la joven que no desperdicia oportunidad para flirtear con Martín. -¡Qué guapo es! -¿Quién? -¿Quién va ser? -¡Ah, Martín…! Divino querida, además tiene todo lo que se necesita, porte, buen gusto, la guita, y entre otras cosas la mueve bien… -Niña…, cómo sabés… ¿Te consta?

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-¡Lamentablemente no querida! ¡Ay…, que inocente eres! Habla la voz de la experiencia, así como tú me ves hace algunos años yo tenía muchísimo éxito por aquí ¿No es así Rafael? -¿Qué? Repreguntó el fotógrafo visiblemente sorprendido. -No, nada, aquí hablando con Mireya que dice que le gustaría salir de gira, zarparse. -¿Qué pensás vos de eso Martín? -¡Sos una masa! -Entonces, pongámonos la gorra y no se hable más del asunto. ¿Estás lista? A ver relájate un poco, con cara apasionada, cariño…, más, mucho más, con cara de chica con ganas de comerse un bombón… Así es…, así es…, qué bien, saca todo eso que llevas por dentro, vamos…, perfecto…, bellísima, bellísima… A medida que se oye el clic de la cámara el ritmo de una milonga va dando paso a la escena de un bar. Martín, Rafael, Mireya la modelo y la otra mujer, están sentados en la barra. Fuman, beben, conversan y no paran de reír. De pronto, Rafael, el fotógrafo, da un giro radical a la conversa. -Mirá che, yo te voy a ser sincero, todo este chamuyar es muy agradable pero siento la necesidad de comunicarles que pronto me voy al exterior. Lo mío es el micro, el audiovisual y el reporte gráfico. Estoy consciente que no hay nada como vivir en el terruño que lo vio nacer a uno, y que este país ofrece grandes oportunidades pero eso no implica que debamos cerrar los ojos ante lo que sucede más allá de nuestras fronteras. En otros países están pasando cosas interesantes. -¿Cómo cuáles? -La revolución venezolana, por ejemplo. Hace poco un amigo me explicaba que los antecedentes históricos de ese proceso se anclan e inician su camino en las luchas del Libertador en contra del poder colonial, pero que no se 80


cometería ningún pecado de interpretación si se colocaran otros antecedentes históricos recientes, que crearon las condiciones objetivas para el impulso revolucionario que se dio en la década de los años 90. Algunos de ellos fueron, sin lugar a dudas, el Pacto de Punto Fijo, la derrota de las tesis insurreccionales de los años 60 y siguientes, el reflujo de la izquierda orgánica, y el deterioro de las condiciones de gobernabilidad de Venezuela con la derrota estratégica de la propuesta adeco-copeyana, que tuvo su pico de crisis en la respuesta espontánea de los sectores populares en los sucesos conocidos como el “caracazo”, resultado del rechazo a los políticas de ajuste estructural impuestas por el FMI e implementadas por el gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez, todos estos factores conjugados, se puede decir que fueron creando condiciones objetivas, a la espera de un rompimiento, con las maneras tradicionales de “hacer política” en ese país. Más adelante, él me explicaba, que la renta petrolera generó apariencias y privilegios excesivos en la sociedad venezolana. Así como sirvió para darle una mísera porción a los sectores populares, servía también para esconder el enriquecimiento ilícito de pequeños sectores, para garantizar la evasión de capitales, para profundizar la corrupción y con ello la desintegración ética y moral de la sociedad venezolana. De manera que bajo la sombra de la democracia representativa más estable de América Latina, creció la exclusión social. La deuda social se acumulaba en forma paulatina y permanente generando una nación productora de pobreza pero a la vez dueña de riquezas colosales. Ese régimen político de democracia para la exportación y de distribución de la riqueza para unos pocos, acabó con la poca producción agrícola y pecuaria y se impusieron condiciones de tensión social, económica y cultural, donde las grandes ciudades se convirtieron en la meca dejando a la provincia venezolana en total abandono, como un reflejo más del subdesarrollo. La 81


privatización y quiebra de empresas del estado venezolano y al mismo tiempo la exportación de la renta petrolera para enriquecer los centros financieros internacionales dejó a Venezuela una herencia de miseria y pobreza. Y no se equivocaba el fotógrafo. Según Federico Picado, la desintegración del modelo de gobernabilidad democrática no comienza con los acontecimientos del 27 de febrero de 1989, ya venía expresándose en la profundización de la desigualdad social, en el distanciamiento entre la clase política y el resto del país, en las zonas rurales en estado de abandono y las grandes ciudades, en especial Caracas, rodeándose de cinturones de miseria, en la existencia de una gran riqueza de aquellos sectores ligados a la renta petrolera y una pobreza absoluta reinante en el seno de las clases populares. Todos estos factores conjugados se constituyeron en la mejor evidencia, de una gobernabilidad desarticulada sin capacidad de generar respuestas de rectificación al estado de cosas vigente en Venezuela, solamente capacitada para reprimir y para justificar de forma brutal que, un pueblo pobre estaba asentado en un territorio inmensamente rico. El 27 de febrero de 1989 es el parte aguas, es la manifestación suprema de rebeldía social, pues el pueblo sin herramientas orgánicas que lo orienten, asume conciencia de que el régimen político imperante en el país, no le garantiza de ninguna manera, soluciones y respuestas a los problemas derivados de su situación de pobreza y marginación. Quedó claro que se había fracturado la capacidad de gobernar de los sectores dominantes en el paisaje político venezolano y que quedaba abierta la puerta, a manifestaciones de otra índole y calidad. Estábamos en la antesala para la aparición de la insurgencia militar, que se estaba incubando en las guarniciones y academias militares. La ausencia de partidos políticos y movimientos sociales que lograran catalizar el descontento social existente y orientar el país por rutas de transformación y el deterioro paulatino de las 82


condiciones sociales imperantes, encontraron eco en sectores patrióticos de las fuerzas armadas. El período transcurrido del “Caracazo” hasta el levantamiento militar de febrero del 92, encabezado por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías conformó un espacio de componendas entre las cúpulas políticas de los partidos dominantes, un incremento en los reclamos populares y un reacomodo en los sectores militares y en los movimientos sociales alternativos. No obstante los esfuerzos realizados por los sectores dominantes para bajar la temperatura a la situación política del país, que les permitiera maniobrar en la búsqueda de una salida política conveniente a sus intereses, las manifestaciones de identificación y solidaridad de amplios sectores del país, con los militares que encabezaron y participaron en las acciones insurreccionales de febrero y noviembre de 1992 continuaron su marcha ascendente. El triunfo de Chávez Frías en las elecciones de noviembre de 1998 marcó el fin de las precarias condiciones de gobernabilidad que estaban sosteniendo los últimos representantes de la política tradicional del país. Sin embargo la derrota militar de las acciones armadas del 92, por los alcances y consecuencias de la crisis en que entró todo el sistema político venezolano, se puede decir que al final de cuentas se logró una victoria de carácter estratégico, que abrió las puertas al proceso de transformación que vive el país en la actualidad. -¡Oye, la verdad es que el che las tiene bastante clara, eh! Interrumpió Martín. -Me he estado preparando. No quiero que me agarren fuera de base. Como ya les dije, dentro de poco me las tomo ¿No se animan? -¿Venezuela? No me pinta mal. He oído decir que tiene las mejores playas del Caribe, dice Mireya estirando su talle en actitud provocadora. 83


-Sí, tiene playas paradisiacas. En ese paisaje te verías fenomenal ¿No es así, Rafael? - Por supuesto. Es una joya. Y yo disfrutaría un mundo retratándola. -Y ella seguramente se haría famosa. -Nos haríamos famosos. -Bueno, qué quieres que te diga, no me atrevería a opinar lo contrario. -Y si lo haces te mato, eh… Pero volviendo al viaje ¿Se animan o no se animan? En ese punto el gerente respiró profundo. La letra de la canción de José Gavidia, entonada por Anuzqui Montilla, titulada, Siempre te vas sirve de preludio a la panorámica del aeropuerto. Un enjambre de pasajeros se desplaza por los corredores. Entre tanta gente puede distinguirse a Alba, quién luego de haber aceptado la propuesta de su jefe, Joaho de Abreu, para ir a Argentina, acababa de arribar a ese país. Dentro de la multitud, Martín y Mireya guiados por Rafael se abren paso, a contra sentido, para abordar otro avión. Alba, por razones que se desconocen, se queda mirando a Martín mientras espera sus maletas en el riel. Él también voltea y la ve. Por segundos todo queda como en letanía, como un instante detenido en el tiempo, como si poco a poco todo va quedando en reticencia, sólo para escuchar lo que dicen las miradas breves y hermosas de los viajeros y su misterio.

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13 En una playa, plena de corales, agua azul turquesa, bajo el sol tropical, rodeada de pequeños caneyes con mesas, sillas y cocoteros, está la pareja argentina. Pablo y Blanquita, quienes son dueños de la posada, preparan el almuerzo. Pablo es chef y Blanquita es decoradora. Ambos han logrado construir un lugar muy selecto, para turistas, bastante retirado del ajetreo de la ciudad. El menú: langosta, con una deliciosa ensalada de tomate, palmitos y aguacate, ración de tostones con salsa tártara, más una botella de vino. Luego de bucear y disfrutar del día, van llegando los huéspedes y se sientan a comer a la orilla de la playa. Al fondo se escucha la canción La iguana azul, vocalizada por los cubanos, Carlos Manuel Céspedes y Oscar Leyva. -Por la buena vida. 85


-Por los nuevos y buenos tiempos..., y por Rafael que ya debe estar en Caracas buscando su Pulitzer. Mireya sonríe, coquetea. Luego de comer se acuestan en una hamaca a disfrutar del espectáculo natural. Poco a poco el oro magnifico de la luna se empieza a mostrar su inmensa intensidad. De pronto, en pantalla, revienta otro amanecer. Un cardumen de peces y delfines alegra el panorama. -¡Que hermosura de delfines! -Sí, están de paso, mijo querido, como to’ en la vida. Es Pablo conversando con Elio, un viejo pescador que en ciertas ocasiones hace de ayudante de mecánico. -¿Y compraron por fin la batería del peñero de tu hermano? -Si…, pero no era la batería. -¿Y qué era? -Yo no sé, pero la vaina es que se molestó... -¿Se puso bravo? -Sí,.., muchísimo. Yo le dije que se calmara, que no se molestara conmigo por eso, que quién sabe si se le echa a perder la batería a otro por ahí y se la vende, o se la regala…Totar…, cuando uno se muere nada se va lleva. Al poco rato, Pablo al notar la cara de contrariedad que trae Martín, quien se había levantado muy temprano para aprovechar la ida al pueblo, porque entre otras cosas necesitaba pasar por el banco, pues le han informado que su cuenta había sido bloqueada por problemas que estaba presentando la economía de su país, le pregunta, cómo van las cosas. -Nada bien. Al parecer la situación está peor que ayer. -¡Qué problema! Yo te voy a decir una cosa, el día que en este país suceda una situación como esa, la gente no se la va calar.

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-Allá tampoco nos la bancamos, pero nunca se debe decir de está agua no beberé. Son cosas de los gobiernos, los economistas, la lógica del capital ¡Qué cagada...! A lo lejos se ve pasar un yate. Martín se queda mirándolo. Al final de la tarde, en el muelle de la posada, Martín y Pablo bajan del peñero cargando las compras realizadas para el día a día de la pensión, Pablo advierte a Blanquita que se viene acercando y sin que Martín se dé cuenta le hace señas a Elio para que asuma la tarea de trasladar las bolsas que lleva el argentino, con la finalidad de que su mujer se quede a solas hablando con él. -No tenés idea de cómo estoy, querida..., totalmente desmoralizado..., no sé qué voy hacer... Me siento atado de manos. Menos mal que te pagué adelantado. Pensábamos quedarnos unos días más… Este lugar es maravilloso... La atención es extraordinaria pero qué le vamos hacer… -A ver, a ver, a ver…, detállame bien el asunto para ver si logro entender. -Bueno... Blanquita, es difícil de explicar, son cosas que hacen los “magos” de la economía, los “políticos”, esos boludos, qué sé yo…; el punto es que tengo las cuentas congeladas y se me está acabando la guita. -¿Guita…? -Sí, la guita..., los pesos, la plata, ¿entendés? El banco no da respuestas, tengo muy pocos dólares en el bolsillo, apenas para regresarnos y..., bueno, yo quería…, vos sabés, congraciarme con la chica, obsequiarla, sacarla a pasear, hacer esas cosas que normalmente hacen todos los enamorados, y… ¿Y por cierto..., dónde está Mireya, qué raro que no salió a recibirnos? -¿No te llamó? -No. -Oiga…, no es que quiera meterme en sus asuntos, pero… -¿Pero qué? - Bueno Martín…, esa muchacha agarró sus maletas y se fue. 87


-¿Cómo? -Se fue. -¿Se fue? -Sí, se fue. Se embarcó en un yate y se fue. -¡A la puta madre! Una elipse de tiempo da a entender todo lo que ha caminado Martin hasta llegar a Los Cachicatos. Se trata de un pequeño pueblo pesquero, vecino a la posada, con camino de tierra, casas muy humildes y niños atravesando, de cuando en cuando, la única calle del lugar. Empinadas palmeras, perros huesudos, junto a redes tendidas en los patios y lanchas a motor complementan el paisaje. Viene sediento, apuntando sus pasos en dirección al bar. Al entrar, todos los presentes voltean. Entre ellos hay un trovador tocando guitarra. Usa sandalias, pelo largo, jean desgastado y recogido al estilo pescador. Es un cantautor de otro pueblo, llamado Aguasalá. -Escuchen lo último que compuse. Tengan cerca el trago, les dice. Y punteando la guitarra comienza a cantar: Del solar/ el cielo y sus estrellas/ que vimos tomados de la mano/ con que se hicieron los collares/ las lunas de enero y la lluvia en el transcurso/ las promesas/ lo que faltó por vivir/ los años juntos/ los sueños que no alcanzaron lo posible/ Como un autómata Martín se sienta en una mesa bastante apartada del centro de atención. Los besos nocturnos/ los abrazos dormidos.../ A partir de allí inicia el desfile de botellas. Contrariamente a lo que se pueda creer, en vez de sentirse severamente afectado por el plantón de Mireya, las letras de las canciones lo llevan, a pensar en Margarita. Entonces se imagina junto a ella, jugueteando en la cama, besándose..., mientras la música del bar sigue sonando en off: la soledad de la espera/ la risa de los comienzos/

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envuélvanlo en celofán/ con destino al lugar/ donde van las abatidas causas del corazón/ Bajen los cuadros/ Encajen los detalles/ Las sábanas… Con todo eso, en retrospectiva se van observando imágenes del pasado. Hay cajas regadas por todas partes. Ella, junto a otros señores va desmontando todo. Desarmen la cama, recojan las almohadas, traigan los zapatos/ las fotografías/ Entre dos recojan la nevera/ Saquen la lavadora/ Vacíen los armarios/ Trasladen la alacena/ Muevan las plantas/ Recojan la cocina,/ las ollas, los platos, la licuadora,/ los sartenes, los cubiertos, la mesa / los individuales, las sillas, los muebles/ bajen las lámparas/ traigan volteados los espejos/ Recojan las cortinas/ Cierren las ventanas/ Tranquen la puerta/ Las llaves/… Margarita va verificando que todo, absolutamente todo, haya sido recogido y embalado. Ahí toma las llaves y tranca la puerta. Se repite nuevamente la imagen de Martin dejando caer las flores en el suelo. Sigue sonando la canción: Se fue, se fue, se fue/ La fiereza del silencio/ La violencia del adiós/… De nuevo en la escena del bar, Martín completamente ebrio deja caer la mitad de su cuerpo encima de su brazo izquierdo. En la mesa hay una gran cantidad de botellas de cervezas vacías. También una botella de whisky que va casi por la mitad. Hay gente del pueblo sentada con él, incluyendo al cantautor. Todos se dicen expertos en males de amores, y como es común en estos casos, los consejos que se escuchan es que hay que beber hasta borrase el nombre de la ingrata de la mente y después buscarse otra para volver a comenzar. Progresivamente, las risitas, las carreritas, los grititos de unos niños lo obligan a despertarse. Con mucha pesadez va abriendo los ojos. Tiene los zapatos llenos de barro, la camisa arrugada, y como si no fuera suficiente no 89


tiene ni la menor idea de dónde está, ni mucho menos comó llegó ahí. Poco a poco se va dando cuenta que se encuentra en un parque y a escasos tres metros un niño lo está observando. Tímidamente el pequeño saca un trocito de galleta de una bolsita e inmediatamente lo invita a compartir. Luego toma a Martín de la mano para separarlo del columpio y con suspicacia lo lleva hasta el banquito más cercano. Sin darle tiempo a argumentar nada le deja la bolsita de galletas. Martín no entiende bien, pero siente tanta ternura que deja que el niño haga lo que quiere hacer. Luego el chico se da media vuelta y sale corriendo hacia el columpio. Ahí cayó en cuenta, todos los demás columpios estaban ocupados por otros niños. Nuevamente la magia del lenguaje cinematográfico nos lleva a la posada Chacopatica. Blanquita entretenida en sus quehaceres no ha notado que Martín acaba de llegar. -¡Buenos días, Blanquita! -¡Ay…, me asustaste! -Perdonáme la facha… -¿Quieres un cafecito? -No te podés imaginar cuánto te lo voy agradecer. -¿Como que estuvo fuerte la cosa? -¡Más que fuerte, matadora! Le sirve en una taza de peltre que sólo usa dentro del círculo familiar. -Mire Martín, perdóneme que me meta en su vida, pero hay cosas que están dadas para que aprendamos. Anoche precisamente estuve hablando de eso con Pablo. Y bueno, si usted nos lo permite, nos gustaría ayudarlo. Y no es que no la estemos tirando de doctores del corazón, ni nada que se le parezca, pero en casos como el suyo no cae mal una orientación. Uno entiende la situación, y comprendemos que a veces es necesario..., usted me entiende, unos cuantos tragos para alegrar el espíritu, pero eso no significa que uno 90


tenga que perder el control. Mire el aspecto que tiene. Gracias a Dios no le pasó nada que lamentar. -Tienes toda la razón, he sido un insensato, se me volaron los tapones. -Sí, ya me di cuenta. -¡No puedo creer hasta donde he llegado! -Mire, estos pueblos de por aquí son muy sanos, muy alegres, sin embargo no hay que tentar la suerte, el peligro está en todos lados. Pero dejemos eso hasta ahí y vayamos al grano, nosotros, aprovechando que estamos en temporada baja y los clientes son escasos, hemos decidido no abrir el negocio para pasar este fin de semana, en Mérida, en casa de un hermano, donde tienen programada una reunioncita familiar, véngase con nosotros. -Anímese, Martín, aproveche que esto no lo hacemos a cada rato, ni con todo el que llega. -Le dice Pablo que acaba de entrar. -Anímese, ese es otro aire, otro paisaje, le prometemos que no se va arrepentir. -Además, cómo lo vamos a dejar así. -Bueno, tampoco es que ande en bancarrota. Pero decirles no, sería una grosería de mi parte. Eso sí, acepto, pero con una condición. -¿Cuál? -Siempre y cuando no me convierta en una carga, ni para vos, ni para vos. -Delo por hecho. -¡Gracias por la gauchada, muchísimas gracias! ¡Qué les puedo decir…! ¡Yo pensé que me iban a dar un sermón sin precedentes, Y…, nada que ver…! Definitivamente me dejan estupefacto. Ustedes son algo especial. -No se diga más, vaya recogiendo sus maletas, póngase presentable, mientras nosotros nos encargamos de avisarle a Aguasalá. -¡Aguasalá!

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14 -Estoy tan sola que no estoy ni yo. Y ni siquiera hay nadie en ese estúpido Messenger.- Refunfuña Alba encerrada en la habitación del hotel. Llueve y hace frío. Está deprimida. Hay varias gavetas abiertas como si llevara un buen rato buscando algo. El televisor está encendido. La cama desordenada. Se acerca hacia el closet y saca una de sus maletas. Por fin ve un sobre y se emociona. Parece ser lo que andaba buscando. En efecto, es el sobre que Miguel le dio cuando se dijeron adiós. Lo abre torpemente. Se 92


sienta en la cama y extrae dos hojas dobladas. Una de ellas tiene un poema, Itaca de Cavafis, lo empieza a leer: Cuando empieces tu ida hacia Ítaca, desea que el camino sea largo, lleno de peripecias, lleno de conocimientos... Mientras su voz se va apagando y empezamos a escuchar la voz en off de Miguel Ángel recitando el poema vemos imágenes en retrospectiva de la pareja en sus mejores momentos: viajando juntos en el carro vía hacia la cascada del vino, detenidos en el camino viendo el atardecer, tomados de la mano en las lomas de Cubiro, ubicados en el mirador donde se ve el valle de Quibor. Estas imágenes se entrecruzan con las de ella leyendo acostada y el fondo musical de la canción Amada. A los Lestrígones y a los Cíclopes, al encolerizado Poseidón no temas, tales cosas en tu camino nunca las encontrarás, si tu mirada permanece alta, si una escogida emoción a tu alma y a tu cuerpo les guía. A los Lestrígones y a los Cíclopes, al fiero Poseidón no los encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si tu alma no los coloca delante de ti. Desea que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas estivales en que con cuánta satisfacción, con qué alegría entrarás en puertos por primera vez vistos. Haz un alto en los mercados fenicios, y adquiere hermosas cosas, nácares y corales, ámbares y ébanos, y sensuales perfumes de todas clases, los más abundantes y sensuales perfumes que puedas. Visita muchas ciudades egipcias, aprende y aprende de los instruidos. Siempre en tu mente ten a Itaca. La llegada a allí es tu destino. Pero no precipites el viaje en absoluto. Es mejor que muchos años dure. Y que, ya anciana, arribes a la isla, rica con cuanto obtuviste en el camino, sin esperar que riquezas te dé Itaca. Itaca te dio el hermoso viaje. Sin ella no hubieras emprendido el camino. No puede darte nada más. Aunque la encuentres pobre, Ítaca no te engañó. Tan sabia como te has hecho, con tanta experiencia, ahora ya habrás comprendido qué significan las Itacas. 93


Al terminar de leer, profundamente consternada, posa la mirada en la ventana. Luego desdobla la otra hoja, se percata que está vacía, y recuerda lo del asunto de la hoja en blanco que le había contado Miguel. Toma el teléfono y decide llamarlo. -Aló... ¿Aló...? -Es la voz de él. Hay un breve momento de indecisión. -Hola… Estaba viendo otra vez la película El lado oscuro del corazón, y pensé en ti. Espero que no te moleste. -¡Hola...! ¿Por qué dices eso? No es así precisamente… También la he pensado mucho. Silencio. -Alba, Alba… ¿Eres Tú? ¿Estás ahí…? Si quieres, no respondas, solo escucha: en estos momentos estoy frente a un atardecer de aquellos que solíamos ver. Recuerda lo que te dije: no vamos solos, va también el horizonte. -¿Cómo está..., la casa? ¿Has regado las matas? ¿Y los perros? -Todo está bien, incluyéndome. Hay mucho trabajo político aquí. Me gustaría tener tu dirección para enviarte algo. Ah, bueno… Sí, sí… No te preocupes. Aló…, aló… ¡Ah ok...! Sí claro, entiendo... Un beso y..., siga adelante, no se detenga. Al finalizar la llamada Alba se acerca nuevamente a la ventana. -En el anonimato muere el ego...

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15 Es de noche. Pablo antes de estacionarse ha hecho sonar la bocina repetidas veces para que abran el portón. Como nadie da respuesta deciden empujarlo y logran entrar. Todo el ambiente es bohemio. Cualquiera juraría que se trata de una comuna de hippies o algo por el estilo; pero no, es el lugar donde vive Miguel Ángel después de haberse separado de su mujer. Es un espacio 95


amplio, de dos niveles, con muchos poemas escritos, a libre albedrío, sobre las paredes. También hay objetos raros, obras de arte, chinchorros colgados en los corredores, cuartos sin puertas, un amplio recibidor, más una barra con taburetes de madera y el solar. El poeta, ajeno a los recién llegados, está despidiendo a Teresa, una viejita amiga, y a Ramón, su yerno, cuando de repente se percata que los visitantes vienen hacia él. -¡Hola..., dichosos estos ojos que los ve! ¡Naguará, quién les abrió! -Nadie, empujamos y ya. -Yo pensé que se les había olvidado el camino! -¿Cómo crees que se nos va olvidar? -Como siempre prometen visitarme y nunca vienen… -Pues ya ves, esta vez no fue así. – Siguió respondiendo Blanquita. -Pero díganme algo, qué buen viento los trajo por aquí. -Las ganas de verlo, e invitarlo, poeta. –Remata, Pablo. -¿Invitarme? -Sí, invitarlo a Mérida, a una parranda en casa de Lalo. -Con razón trajeron a Aguasalá. -Sí, pero yo me devuelvo si usted no va. -Agregó sonriente Aguasalá. -¡Eso suena a chantaje! Se abrazan. Teresa y Ramón aprovechan para escabullirse. Martin ha mantenido la distancia, no por timidez, sino porque le ha llamado la atención la originalidad de la casa que aún está en construcción. -¡Pero... esto si te está quedando bello...! -Agregó Blanquita- Se parece a usted poeta... Ay... disculpa, te presento un amigo que viene de la Argentina. -Que tal che, mi nombre es Martín. -Le extiende la mano. -Miguel Ángel Escalona, para servirle.

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Sin darle muchas vueltas al asunto, Miguel Ángel los invita a sacar unas sillas y se sientan al aire libre a conversar. Al poco rato el dueño trae una botella de cocui y le dice a Aguasalá que se sirva un trago doble porque quiere oírlo cantar. -Yo bebo, canto y toco si usted dice un poema. -¡Eso es ya! Distinto, no otro/ Viajero profundo de los mismos sitios/ Vas y vuelves igual/ haciendo nuevo el camino/ Ojo de inmenso pestañear/ Emerges a cada instante/ Sobre la cara sucia de la orilla/ Como ojeras tristes de la tierra/ Oyente de nadie/ Amado y odiado como ninguno/ Desde el cantil te veo venir/ A posar húmedos trastos/ A devolver recuerdos a la arena/A salpicar de risa los grises de la tarde/ Quién como mis ojos/ en lugar del horizonte/ Amará estas aguas/ Con la misma pena/ Acto seguido, Aguasalá comienza a puntear la guitarra, se quita las sandalias y empieza a cantar: Un día aparecimos como semillas…, crecimos hasta creernos agotados..., usted se fue y me dejó sin hojas…, tiempo después volvió como si nada y me ofreció las sombras…, pero ya no habitaba la intemperie…, me había movido como un milagro… Aún no está consumado…, esparce y recuerda…, ser hojas sólo era el principio… Concluida la canción, Miguel Ángel, emocionado, se extiende en elogios. -Oigamos qué opina Martín. -Agregó Blanquita. -Interesante... Una melodía deliciosa, pero triste a la vez. -Sí, pareciera que somos especialistas del dolor; pero en la angustia, quién no quiere ser otro. -Replicó Miguel Ángel. -Así es poeta. Pero loro viejo no aprende a hablar. -Ahí no estamos de acuerdo, Pablo. Los refranes no se interpretan igual en revolución. ¿Porque qué me dicen del montón de personas de la tercera edad que alfabetizaron en Cuba?

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-No, no, no, no…, así no se vale, eso es trampa. Volvamos al punto. Y no olviden nunca: guarden siempre la semilla hermosa del encuentro inicial para que pueda crecer el camino de regreso a casa. -¿Y qué estás componiendo ahora, Aguasalá? Indagó Blanquita. -Ubico las notas inéditas del cosmos para hacerle su canción. -¿Siguen los despechos? -Es materia de nunca acabar. Miguel Ángel sabe a quién me refiero. Igual me botó. Sin preaviso y sin arreglo. Me estaba comiendo el maíz por la orilla. Se fue orgullosa de su equivocación. Pero es que nosotros tampoco es que seamos muy fáciles para que alguien viva con uno, además, como dice el poeta presente: quien tiene la libre opción de quedarse también debe tener la libre decisión de marcharse. -Así es. Jugando nos enseñan eso. Es válida la mentira psicológica en el juego. Lo que te genera la rabia es la carta bajo la manga. Se sirven otra ronda. Aguasalá vuelve a puntear la guitarra. La noche promete ser larga y dicharachera. Al despertar Martin se encuentra en una hamaca y ni siquiera recuerda cómo ha llegado hasta ahí. Con dificultad se levanta. Siente la cabeza que le va a estallar. Reseco agarra una pimpina de agua de la nevera y la vacía en un santiamén. Echa un vistazo en contorno pero como no ve al resto de los compañeros se dirige nuevamente a la hamaca y se vuelve a costar. Al poco rato, entra Miguel Ángel sonriente al corredor. -Buenos días ¿Cómo que amaneciste con el radiador vacío? -Buenos días poeta. Pues sí, tengo una resaca fenomenal. -¿Quieres un poco de café? -En realidad preferiría un mate. -Pues ahora si te jodiste, porque aquí no hay mate.

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-¡Qué le vamos hacer! Oye poeta, ¿podés decirme dónde están los demás compañeros? -Se fueron. -¿Se fueron? -Sí, se fueron temprano. -¡La que me faltaba…! -¿Y cuál es el problema? Yo también voy para la fiesta, además, usted mismo, en medio de la pea, escogió continuar el viaje conmigo. -¿Sí? -Sí. -Voy a tener que dejar la bebida. -Mientras no la dejes escondida en la arena de la playa, como hiciste anoche, para bebértela encaletado, está bien. Ríen. Martín se termina de levantar y se acerca al anfitrión. Éste le da un buen jarro y salen a contemplar el mar. -¿Y... esa señora es tu madre? -¿Cuál? -La de anoche, la que se fue con el otro señor. -¡Ah, Teresa...! No, vale. Esa es una campesina amiga, una belleza de mujer. Ella vino a sus 85 años a conocer el mar... Nadie debería morir sin conocerlo. Ramón, el otro amigo que viste, también cumplió con ese objetivo. -Y yo que ni bolas les di. -El mar es sabio. Hay que estar muy equilibrado para estar frente a él. ¿Sabes lo que me dijo la viejita cuando me abrazó y se despidió de mí? ¡Gracias, muchas gracias…, ahora puedo morir tranquila! Teresa para mí es algo especial. Una vez en la población La primavera, donde ella vive, estaban los músicos de la zona cantando y conversando sobre la situación de la educación en el proceso nuestro, que sin ninguna duda, tiene que ser 99


transformada, porque si se sigue impartiendo esa formación colonialista, repetidora de conceptos, que produce generaciones sin conciencia social, alienadas, apátridas y todo un sinfín de consideraciones que no valen la pena en este momento reseñar, vamos a seguir igual de mal; de repente, un campesino se me acercó y me dijo: -¿Cómo estás Miguel Ángel? Quería pedirle un favor. Usté sabe que el muchacho se me graduó de bachiller. Bueno chico, pues..., usté sabe, necesita una bequita porque yo ya no tengo pá ayudalo. -Bueno... déjame ver que hago, tráigame las notas y el título y los demás papeles. -Le respondí. -Inmediatamente se acercó ella y me dijo en el oído: Yo si es verdad que me dejé de esa pendejá Miguel..., de andar detrás pá que le den una beca a los muchachos... No mijito, yo me decidí darle mi propia educación. Ya saben cuando sembrar, el tiempo de la lluvia y de las lunas, la riqueza de la tierra, las chicharras en el mes de mayo, la garúa de las flores, arrean los animales, recogen el maíz, saben hacé una arepa, arrimá una topia, fritá una ñema, cuidá a sus hermanos, poné sus nombres y andar remendados pero con la frente en alto, ser honestos. Pá mí, deben estar como en tercer año. -Esa si lo tiene claro, obviamente eso es descolonizar. Desde el punto de vista… Claro, si te pones a ver… ¿Qué se yo…? Disculpame che, debo ir al baño. De regreso, Martin se detiene a observar varias pinturas y a leer algunos poemas que están en una privilegiada pared. Aquí vale la pena decir que el mayor punto de atracción de ese sector es un retrato de una mujer morena, cabello corto, con un rostro sumamente lejano, casi sin expresión emocional, y debajo del cual se destaca el siguiente texto: como estarás de sola/ que ya ni siquiera me haces falta. Sin embargo toda su atención se concentra en una pequeña fotografía de una mujer hermosísima, blanca, de cabello amarillo, 100


con lentes, mirando hacia el cielo, en cuyo lateral apreciamos saliendo, detrás del marco, en forma de cascada: La luz/ es la mayor prisa del universo/ pero jamás podrá alcanzar/ un corazón cuando se va. No obstante, sin darle mucha importancia al discurso museográfico propuesto por el dueño de la muestra pasa a analizar una especie de instalación, donde cuelga una pala sobre una mesita redonda con una cuchara de albañil, en la que bordeando una grieta aparece impreso como complemento de la composición: Si al fin deciden reconstruir este mundo / No lo pidan a Dios / No busquen un arquitecto / Mas bien llamen a un obrero / Un niño

/ Un soñador / A los pájaros y a las hormigas.

Seguidamente, analiza una madera deteriorada por el mar y el salitre: Lo único serio es la alegría. Cerca del arco de medio punto que conduce a la habitación principal, queda atrapado por una fotografía con aves y el mar, donde debajo se puede leer: Anoche salí al traspatio/Levanté el cielo con los 101


ojos/ Y conversé largamente con Dios/Hablamos de negocios/Discutimos un poco/Y me traje el cielo fiado para ti/A largo plazo/Sin intereses/Sin fiador/pagaré con idas a la mar/Con mirar el arco iris/Y la llena luna en mi ciudad/Estoy en deuda/Y pensar/que Ella/Ya no está/ Ahora el poeta tiene los ojos perdidos. Sostiene con una mano la taza de café y con la otra un cigarrillo. -¿Y..., esos poemas de quién son? -Son parte de en un libro que escribí hace tiempo. -¿Tiene que ver contigo, o es pura invención? -Las dos cosas. Mejor dicho, son un plagio de la vida, porque realmente uno no crea nada, sino que recrea. Ladrones de versos, eso somos. La originalidad es el mejor de los plagios ¿Has oído una canción que se llama Un siglo de ausencia del trío Los Panchos? No le veo nada diferente al título de la novela Cien Años de Soledad, del Gabo. -Realmente… No sé… ¿Podrías…? -Las canciones, las películas, los poemas, todo lo que ahora conocemos como arte, copian la alegría y el dolor de la gente, y esos dolores y esas alegrías son tan viejas como el sol. Nos copian a nosotros y nos venden. -Ya…, ya, ya. -En ese constante fluir de las emociones y lenguajes que entre otras cosas ha servido para encubrir un sistema de dominación que se expresa en toda su intensidad en la modernidad, se basa casi todo lo que hacemos. La música no pasa en vano por la historia del cuerpo de quien la oye. Los griegos lo usaban para desvanecer la ira o desarrollar el pensamiento creativo. -Bien, bien… -Es posible que nunca género ni tema musical alguno se agote en sí mismo, como todo arte. Y por supuesto todo eso lo sabe el capitalismo quien

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aprovecha para exprimir al máximo nuestra creatividad y nuestro dolor. Estamos atrapados en eso. -Interesante, interesante... El asunto es cómo salís de allí. Se hace un espacio de tiempo mudo entre los dos. Miguel Ángel, enciende otro cigarrillo y retoma la plática luego de paladear un nuevo sorbo de café. -En el mercantilismo nos crean una sociedad para que compremos los objetos que supuestamente definen la felicidad. Sin ellos nos creemos perdidos. Es un sistema social contra el amor, porque mientras más fracases más volverás a comprar lo mismo. Nevera, licuadora, cama, todo nuevo...Yo tengo un amigo que tiene cinco divorcios y todavía está pagando objetos que compró de los divorcios anteriores, ¿qué te parece? Martín no responde. Ahora comienza a llover. El día se ha puesto gris, el mar está bravío, Miguel Ángel se detiene frente al equipo de sonido y coloca un CD. Mientras tanto… ahondo hacia dentro del cuerpo enfermo de alegría… como feliz de fiebre y abismo… El poeta continúa su discurso, sabe que a pesar de no ser plenamente entendido, está siendo escuchado con atención. -Sin eso no se cumple el contrato matrimonial... Por un lado te dicen para siempre..., y por otro la realidad se confabula para derrotarte. Ahora cada cual se instala en una hamaca. Martín se queda mirando el techo mientras escucha cómo las olas revientan en el malecón. -No es fácil, es un laberinto de donde se tiene que salir juntos. En esta sociedad que nos deformó, el que se pierde es el que encuentra la salida y para nosotros perderse juntos no es perderse... Martín apoyándose en las cabuyeras echa hacía atrás su cuerpo y manifiesta: -Honestamente no tengo muy claro tu discurso, pero no deja de ser interesante. En mi caso, por un lado me gustaría volver con Margarita, así gaste lo que gaste, no con Mireya la que se fue con el capitán, no, con ella no. Eso fue apenas un pasatiempo, una distracción, aunque no deja de 103


hincharme las pelotas que se hayan ido de tal forma. Con Margarita es otra cosa. Con ella si me gustaría encontrar esa salida de la que hablás. Aunque por otro lado me doy cuenta que sería inútil insistir, ya ni pasión teníamos, el amor como a Dios, ya no se le veía por ninguna parte. -Hay cosas que ya vienen heridas, perdidas en sí mismas. Nuestra responsabilidad es amarlas con profundidad, pero no tenemos garantía, no sabemos, porque también nos fabricaron las respuestas. Y esas respuestas, convencionales, no conducen a solución alguna. -¡Bárbaro! -Sí, es una cosa bárbara. -No, no, me refiero al clima. ¡Qué clima tan extraordinario tienen ustedes, ya ha dejado de llover! ¿Qué te parece si damos un recorrido? -Hay que tenerlo muy claro Martín, no se llora por lo que nunca ha sido nuestro. Un amor que se decrete en un contrato de por vida, en el fondo productivo, como el matrimonio, en cuanto organiza la seguridad de ofrecer sus hijos a la alienación y a la injusticia, y de ser cliente semanal, quincenal y mensual del consumismo sistemático; además de garantizar una fingida y sospechosa estabilidad sólo para "rendir" en los días laborables, buscando fortalecer la venta industrial de necesidades creadas al instante en que lo exige el envolvente condicionamiento de la moda, y que sea capaz de legislar arbitrariamente la garantía de la armonía del porvenir, no puede ser un amor creíble. Por eso, cuando llega el dolor lo mejor es irse a otra parte con la felicidad que uno carga encima. Mientras caminan Miguel Ángel toma una botella de plástico que está en la arena, la observa y comenta: esta botella durará 500 años, que es lo que dura el plástico sobre la cara sucia del planeta, si nadie la recoge y la destruye. Las empresas producen la basura y nosotros tenemos que recogérsela para que tengan más ganancias. 104


16 Alba, anda por las calles de Buenos Aires. Pasa por un negocio y mira a través de los cristales. Ve entre otras cosas un calidoscopio. Curiosamente en el mismo momento que ella lo observa una mano aparece en el interior de la vidriera y lo toma. Sin darle mucha importancia a lo ocurrido entra al negocio a preguntar su costo pues está segura que inmediatamente lo van a reponer. Pero la dependiente le informa que lamentablemente era el último que quedaba. Entonces sale del negocio y se detiene a ver un cartel. Sorpresivamente escucha la voz de una mujer: Monocromático es el día a día, las mismas imágenes, la misma vida. -Ella no se atreve a voltearMonocromático son los falsos sueños en una repetición morbosa de un día a dos planos, básico principio. Monocromático es el

saber de la

interminable búsqueda con la tristeza que erosiona la mente al no encontrar corazones vivos. Cuando por fin se decide, no ve a nadie. Abruptamente, como si el objetivo del director de la obra fuera hacer énfasis en las vidas paralelas, un nuevo cambio de escena nos muestra que Miguel Ángel y Martín van en carretera. Hay música de fondo. La intención del poeta es ir haciendo escala antes de llegar a Mérida. En una pared de bahareque está escrito: El capitalismo no se compra se deja solo. Miguel Ángel, luego de disfrutar como la trompa de la camioneta se va tragando las curvas, avista un kiosco aledaño a una vieja estación de servicio y decide bajarse a comprar el periódico. Martín aprovecha para ojear un libro que ha tomado de la guantera. Estaba tan íntima en mí/que sentía dos latidos/ Mientras va leyendo, en retrospectiva, va apareciendo la cara constreñida de Margarita. Están sentados sobre la cama, él la abraza, ella no mueve un ápice de su cuerpo. Qué bastaba una almohada/ Una sábana/ Un solo beso simultáneo/ Un cigarrillo/ Pese a la muestra de desafecto intenta besarla pero Margarita se deja caer. A la sazón se acuesta de espalda en la extrema 105


orilla de la cama. Ahí, compungido, enciende el televisor. Pasan un partido de fútbol. Su cara descifra el resentimiento y la frialdad. Su voz en off refuerza las imágenes: De pronto/ Inesperado/ Una determinación/ De sinmigo y de sintigo/ Con argumentos prestados/ De la normalidad social, económica y política/ válidos o no/ se fue transformando en pura espalda/ pura espalda/ Convirtiendo la belleza del camino/ en el sueño americano/ Va hacia el baño, regresa, se acuesta y echa una mirada para corroborar si está despierta o finge dormir. Entonces también le da la espalda, toma el control y bruscamente apaga el televisor. Y se fue aferrando a tablas que naufragan/ Y se fue haciendo tan lejana/ Tan lejana/ Que se le caía/ la pierna de la cama/ Cuando llega Miguel Ángel ya el desasosiego lleva rato instalado en el semblante de Martín. Advierte que ha estado revisando el libro y le entrega el periódico que trae consigo donde se destaca el siguiente titular: LA MARCHA SERA CONTUNDENTE. Sin agregar comentarios echa a andar el vehículo. La voz de Carlos M. Céspedes invita a acompañarlo en la canción: Amada…, no hay duda…, definitivo en la guadela, estoy en ti..., doy tras pies, pero no me verás caer, estando tú sinmigo. Limpio…, en el desorden estoy, desesperado en amarte, el tiempo que nos toque, y muero, viviendo la esperanza, que traduces…. Ahora están en el interior de una panadería. Hay bastante gente allí. Luego de desayunar e ir al baño se encaminan a la salida. Martín despreocupadamente arruga la caja de cigarrillo vacía que cargaba en el bolsillo y la tira. Martín retrocede decidido a recogerla para colocarla en la papelera. -¿Con todo lo que le he dicho, usted todavía le sigue limpiando la basura al capitalismo?

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-¡Aguantate, aguantate…! Y no lo vayas a tomar a mal ¿Podés explicarme a qué viene todo este circunloquio? Ya perdí la cuenta de las horas que llevás fundiéndome los sesos, pero lo que sí sé, es que cada vez reina en mí la mayor confusión. -Pero si es algo tan sencillo: deja que esa basura la recojan ellos, que paguen para eso. Todas estas tiendas han sido diseñadas por el capital. La misma marca, la misma forma, todo está hecho para que te sientas bien..., y consumas..., y consumas..., como autómata... -¿Y vos qué querés, que vivamos en la inmundicia, que no comamos? -No es eso. Hay que tomar conciencia de lo que hacemos. Todo está diseñado en función de meternos la mano al bolsillo. Antes salías de tu casa desayunado, los dulces los hacían las madres y las abuelas, ahora todo es comprado, empaquetado y eso implica la gran maquinaria del capital y del consumo, que por supuesto produce basura. Bueno, entonces que paguen para que la recojan. -¿Y vos..., que fumás más que puta presa..., crees que eso no es basura, no es consumo? -Es basura, es consumo, me contradigo…, soy un ser humano, los seres humanos nos contradecimos. Pero en algo si tengo razón. La hipocresía del sistema crea necesidades donde todos somos víctimas. Es un gran engranaje donde todas las piezas concuerdan. Yo fumo para combatir la angustia que el propio sistema me crea. Y si ellos quisieran que no fumáramos con únicamente no dar permiso a todas esas empresas que producen y estimulan el vicio del tabaquismo tendríamos. Pero no, a ellos les interesa que nos enfermemos. Si te pones a analizar el asunto en profundidad te vas a dar cuenta que es más cara la agonía que la vida. Lo que gastamos en salvarnos de una enfermedad alcanza para no haberla tenido nunca viviendo tranquilo, porque lo que enferma es la vidita sin esperanza real que llevábamos. -Bota 107


la caja de cigarrillos que acababa de comprar. Se recuesta al vehículo y continúa. -Si al sistema capitalista le interesase de verdad la felicidad del pueblo, toda esta porquería no existiría ¿Pero quién dijo que el capitalismo es para construir felicidad? Es para hacer dinero. Por eso el camino no es ni el de antes ni el de ahora, es distinto. Decididamente, el sistema tiene que transformarse, compadre. Si no decidimos juntos estamos listos, ellos decidirán por ti, no tengas la menor duda. En Buenos Aires, Alba continúa tejiendo las calles. Quiere llover y ella llorar. Sigue escuchando voces. Entra en un centro comercial para ver si logra distraer la mente, sin embargo, como si se tratara del suplicio de Sísifo, vuelve a escuchar nuevamente la voz en off de la mujer: monocromático son los barcos fantasmas que encierran ángeles y que a la deriva se pudren lentamente. La voz pareciera no venir de ninguna parte. Ella mira a su alrededor. Hay gente comprando. Pasan personas en distintos sentidos. El dialogo en off de una pareja la vuelve a retraer: Che cariño, comprame esto que quiero lucir hermosa para vos... El hombre le responde: pero piba... si ya tienes uno de eso, vos me vas a volver loco con tantas cosas que comprás. En diagonal llora un niño haciendo teatro de malcriadeces, al parecer quiere una golosina que sus padres no quieren comprársela. Otros niños quieren entrar a las maquinitas de juegos, todos piden al mismo tiempo. Alba se ve envuelta en toda esa locura. Sigue escuchando la voz de la primera mujer: entre el verdadero color que escupen sus pústulas al peor de todas las muertes. Insoportables matices intensos de dolor. Ida de sí, sale del centro comercial. Camina dando vueltas en círculo. Todo la aturde. Sigue escuchando: monocromático es la inequívoca sensación de muerte, para seguir vivo. Es apostar pensando que no tienes nada que perder, es la emoción de la naturaleza muerta, monocromático es el horizonte final, es el trazo que nos divide, es la estupidez que explota en el

rostro. 108


Monocromático es la lenta pero efectiva automatización de los proceso de deshumanización. Cuando se percata está en una Plaza, junto a otras mujeres, dando vueltas alrededor. Ella mira para todas partes. Siente que alguien la toma del brazo y escucha: ¡el color es una decisión! Sin poder más se rinde y cae desmayada. Al volver en sí, está en casa de una de esas señoras de Plaza de Mayo que viven por y para la memoria de sus hijos desaparecidos. -A veces, hija, ocultamos nuestras imperfecciones con una sonrisa, pero en realidad nos estamos muriendo por dentro. -Le dice la señora- Nosotras por ejemplo morimos bajo el pañal que arropa el silencio que envuelve nuestras caras para soportar el dolor de la ausencia de nuestros hijos y para buscar justicia ¿Pero vos…? -Disculpe señora, no sé dónde estoy, yo no soy de aquí, no fue mi intención… -Calmáte, calmáte, pronto te pondrás bien, ya nos dimos cuenta que no sos de acá. Estás en mi casa. -Apunta la doña tomando el termo para agregarle agua al mate. -Gracias a Dios la chica está dando síntomas de recuperación. -Añade otra anciana quien fue parte del equipo de socorro que ayudó a trasladarla al lugar. -Ocúpese del resto mamá Carmen, yo bajaré a seguir apoyando a las compañeras. Manténganos informada, por favor. -A ver, volviendo a lo tuyo ¿Qué fue lo que te pasó? -Estaba viendo los carteles, luego fui al centro comercial, empecé como a..., a..., a…, escuchar voces... -Comienza a llorar. -No sé en realidad qué me pasa, últimamente... -Entiendo... Bueno, tomá…, tomá…, calmate, calmate, ya pasó todo, he... Te aconsejo ir buscando un buen psicólogo. Es importante averiguar dónde estás viviendo. Fuiste traída aquí por la urgencia. Y…, bueno, yo siempre he dicho 109


que un mate alivia el corazón. -Le guiña el ojo, al tiempo que le ofrece la tetera. -Bebé, y no le des vueltitas a la chupa. Sin tocarla eh... Eso es, eso es…, así está mejor. Hay que transformar la tragedia en belleza, hija. Si no, estaremos perdidos.

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17 Imágenes del atardecer. En la carretera que conduce a Biscucuy se oye: cuando se persigue afanoso un sueño, exclusivamente por la debilidad de quien es sometido por una indigna desesperación, generará actitudes y hechos precarios; porque la gran desesperación es por la existencia y no por los tormentos temporales que entorpecen la fuerza de participar en la hechura de los hermosos ideales, que presuponen horizontalizar lo posible, incluyendo la capacidad de amar. Los contrastes del camino que el poeta va mostrándole a Martín van aliviando lo sufrido. La lectura del lenguaje corporal es insignificante ante lo que comunica las incontables tonalidades de verdes y el frescor de las montañas bañadas de rocío. A lo lejos, escrito en un muro un graffiti saluda llamando la atención: los trabajadores explotados le han construido un puesto en la oligarquía al patrón. Poco a poco va cayendo la noche. Las luces de un barcito ubicado a orillas de carretera parpadean invitándolos a entrar. Con extraordinaria lucidez interpretan el mensaje. Se bajan. Es un lugar muy humilde. Al fondo se puede ver al dependiente introduciendo cervezas dentro de un refrigerador. Suena la canción Tres días sin verte mujer de Pedro infante. Ordenan dos cervezas. -¡Por la vida! Aunque a veces nos arreche. -Dice Miguel Ángel levantando la botella. -¡Por la vida! -Le contesta Martin. -¡Qué lindo, por la vida! ¿Sabés una cosa? Siento que cada segundo que pasa te comprendo mejor. Ya hasta parecés argentino. ¿Sabés lo edificante que es brindar por la vida? No todo el mundo 111


se acuerda de hacerlo. Pero claro, cómo no ibas hacerlo si sos otra cosa, sos un poeta, un intelectual, un político. En cambio yo... -Tampoco es para que exageres. Yo no soy ningún ser extraordinario, simplemente soy uno más. Sin embargo, no está demás el comentario. En poesía comúnmente celebramos la vida. Por eso, de cuando en cuando hay que salir al camino a ver si te pasa algo, aunque ese algo aparezca sólo en la última línea del horóscopo. Pero escucha, escucha lo que dice la canción… Ay, ay, ay, ay, ay/ Tu amor me va matar/ Ay, ay, ay, ay, ay/ Yo qué voy hacer/ Si me niegas, alma mía/ Tu querer/ ¿Estás oyendo? Hay que sospechar de todo, de lo que oímos, de lo que vemos, de lo que pensamos e incluso hasta de lo que soñamos, porque de esa manera develamos las acciones que el sistema usa para matarnos las inquietudes, hasta volvernos un número, un carnet de identidad. -¿No crees que ahora sos vos el que exagera? ¿Qué tiene que ver eso con la canción? -Úsala... -Le responde Miguel Ángel, tocándose levemente la sien- Te explico: “el concepto de familia donde se nos dice que ella es la célula fundamental de la sociedad” es pura ironía. Es lo menos que tiene consistencia en este tiempo. Porque lo que debería resolverse entre todos se lleva al plano individual y de allí a la privatización, donde cada quien paga su felicidad. Y todo aquel que intente evadir ese sistema hegemónico, diseñado por la modernidad y para la modernidad, está perdido. Se bloquea, se humilla. En caso de los países, se destituyen mandatarios y se les impone el que ellos dicen, se les saquea, arruinan sus economías, se les hace guerra, llevan los pueblos a la miseria y después les recriminan: la culpa es de ustedes por no obedecer. Es de comprender entonces que cuando un hombre pierde una mujer, o viceversa, siente toda la soledad y el dolor de este mundo. Donde no 112


únicamente se pierde al otro, sino que con ello se pierde también la idealización falsa que nos sostenía. Tú ves que a la mujer uno le dice: tú eres mi luna, mi estrella, el mapa con sus ríos, mi flor, y eso es por qué, porque nunca hemos tenido país, y colocamos en ella toda la responsabilidad. ¡Y cuando nos deja esa mujer, imagínate como no te va a doler, si era todo...! Y sin saber que no era nada de eso. -¡Pará, pará, pará, che! ¿Qué carajo tiene que ver Pedro Infante en todo este lío? -Sinceramente no sé, sin embargo, de alguna vaina tenemos que hablar... Pero déjame terminar la idea. Si no dejas que te expliquen las cosas como vas a entender ¿No te das cuenta que hay un oportunismo en estas canciones promovidas por el mercado globalizador que manipula los sentimientos, cantadas por un staff de artistas, altos, enanos, flacos o gordos, jóvenes o viejos, blancos, negros, amarillos, bellos o feos, para todos los gustos; perfectamente seleccionados y preparados para hurgar y regodearse en la desolación del desamor, hasta sumir al consumidor en el hueco oscuro del conformismo para no permitirle ver el argumento de la causalidad real de lo que acontece y lo que cautiva? -¡Ya va, ya va, esperate, esperate! -¡Esperate nada!... Y presta atención. La canción del masoquismo, que canta con armonía y melodía reiterativa la tragedia personal, puedes oírla y consumirla en cualquier sitio: la radio, la televisión, el taxi, la vecina, la disquera, el baño, la economía informal, está en todos lados, no da tregua. -Ahora soy yo el que te pide una tregua ¿Me permitís acercarme a la rockola para despejar un poco la mente y ver que otro tipo de música puedo conseguir? -Sólo con una condición. -¿Cuál? 113


-Que no te sigas haciendo el tonto y pidas dos. Ríen. Martín le hace señas al dependiente para que vuelva a servir. Se levanta y va directo al objetivo. Varios parroquianos los observan discretamente al tiempo que juegan una partida de dominó. De pronto, las notas de Zorba el griego paraliza el rostro del dependiente que contrariado espera que Martín se aleje. -¿Viste lo hizo el boludo? -Protesta en tono muy bajo Martin. -Sí, te tumbó el disco. Pero recuerda, que aquí somos forasteros y lo mejor que podemos hacer es tener paciencia, porque cuando esta gente se molesta y pelea lo primero que sacan es un machete de este color. –Y le muestra como cinco cuartas de brazo. -¿Machete? ¿Qué es eso? -Una lámina de hierro filosa que usan para cortar árboles, carne y el resto te lo puedes imaginar. -¡Ah…, allá lo llamamos facón! -Pero también hay otro tipo de machete. -¿A sí? -Sí, pero eso es harina de otro costal. Volviendo al punto que nos atañe… -La verdad es que vos no te cansás. -Pero escucha, escucha, para que después no digas que nadie te lo advirtió. -Vos como que estás un poco mal de la redonda. -Pero escucha. De allí nuestra identificación con la canción del mercado porque se nos parece a lo equivocado que idealizamos. No es azar. Se publicita en masa, a través de un paquete que se vende y revende en un mercado ya creado por una sociedad que está efectivamente contra el amor. Como si el dolor de Pedro, Mireya, María, o cualquiera que se te antoje, no tuviera causalidad histórico-social; cosa que no ha de importar a la fuente

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económica del despecho y su mina de oro. Mina protegida como un banco, celosa de no dejar entrar otros cantos que comuniquen otra verdad. -Dime una cosa Miguel Ángel ¿Todos los venezolanos son así? -¿Cómo así? -Así como vos, locuaces, fáciles de palabra, que no pierden oportunidad para encadenarse. Ambos amigos celebran la ocurrencia con estruendosas carcajadas. Al llegar el dependiente con otra ronda, Miguel Ángel que ha estado esperando el momento oportuno, aprovecha para manifestarle, de muy buenas maneras, su inconformidad por el disco que tumbó. El dependiente duda un momento sin saber qué decir. De pronto, arruga la frente, frunce los labios, mira hacia todos lados y expresa: -Es una historia muy triste de la cual no me gusta hablar. Pero ya va siendo hora que se la cuente a alguien, a riesgo de que ese alguien no la crea o más adelante cambie lo dicho y uno no sepa lo que de uno puedan pensar. Sí, reconozco mi falta. Aunque debo dejar bien claro que no fue mi intención molestarlos. Nosotros no somos groseros, nosotros no somos así, y menos con los clientes que llegan de afuera. Ustedes no son de por aquí, ¿verdad? -Bueno… ¿Eso es más que evidente, no? -Pues entonces, oigan lo que les voy a contar: hace mucho tiempo cuando yo trabajaba como cantinero en un club de Barquisimeto, estado Lara, había una pareja de perros que todos los socios querían muchísimo. Por las tardes, mientras las señoras esperaban a sus maridos, jugando te canasta, y estos celebraban cada boche en el patio de bolas, los niños aprovechaban para corretear por el costado de la cancha en compañía de dichos animales. Otro grupo de amigos solía reunirse en una especie de fuente de soda, a tomar cerveza y jugar dominó. La música sonaba alegre en los cuatro costados del club. Yo, con unos cuantos años menos, iba de un lado a otro atendiendo los 115


clientes y poniendo el mayor empeño en conservar impecable la camisa blanca y el lacito en el cuello que la directiva del club me exigía como símbolo de distinción. Repentinamente, uno de los clientes marcó el F7 y de allí en adelante todo comenzó a cambiar. -¿El F7? Interrumpió Martin. -Sí, el F7. Le contestó. -Pará, pará, pará… ¿Qué es eso del F7? - El Zorba el griego, el disco de 45 revoluciones por minutos que está en la rockola, la tecla F7 que marcaste. -¡Por favor, por favor…, pero dónde estoy parado yo! Sigamos, sigamos porque el cuentito se está poniendo interesante. -La perra al oír las notas que provenían del aparato giró en redondo, advirtió que la puerta principal del club estaba abierta y pegó un aullido para perderse del sitio y no volver nunca más. A partir de entonces, Chuleta, el perro que se había quedado solo comenzó a deprimirse. Nada lo sacaba de su tristeza. Por más empeño que ponían los miembros del club en ayudarlo nada lo hacía reaccionar. No valieron consultas de veterinarios, medicamentos, ni hubo perra de ninguna raza por más bonita que fuera, ni ninguna exquisitez que le despertara el deseo de vivir. Para colmo, la gente descubrió que se despechaba con el F7 y la noticia se regó transformando la tragedia del pobre Chuleta y el mito del disco del Zorba el griego en el eje central del turismo de aquella localidad. De repente el auge de la gente aumentó de tal manera que el caos empezó a reinar. Los lamentos del animal se escuchaban sin descanso y hasta los loros silbaban el Zorba el griego, pues todo el mundo marcaba y remarcaba el disco una y otra vez porque gozaban un imperio viendo al perro sufrir. Entonces el animal fue perdiendo peso, rápidamente el pelo se le empezó a caer, casi no podía caminar. En vista de eso, la directiva se reunió de emergencia para buscarle remedio a la situación. Así 116


fueron llegando sugerencias. Unos manifestaban que lo mejor era regalar al infeliz, otros protestaban diciendo que no, que eso iba a repercutir negativamente en la economía del club, hubo también quienes se transaban por buscarle un sustituto que hiciera algo cómico y produjera un parecido, inclusive surgieron propuestas tan descabelladas como crear una sociedad de amigos que llevara al perro cada tarde a cenar al mejor restaurant. Hasta que me atreví a sugerir: ¿Por qué mejor no sacamos el disco de la rockola y metemos otro con un ritmo más nuestro para ver la reacción? Inmediatamente todos apoyaron la idea. Pero bastó que me llevara el disco para que el club se fuera quedando solo, solo, y más solo, al extremo que ya ni siquiera regalando cervezas la gente quiso volver. Hasta que el animal se murió. Entonces los socios y la junta directiva para evadir responsabilidades empezaron a buscar un culpable y no consiguieron a otro más tonto que a mí. La gente del pueblo me echó a patadas y me prohibieron volver. Después supe que todo se fue a la ruina y del fulano club más nunca se habló. Por eso cada vez que oigo el F7 o Zorba el griego me entra una gran depresión. -¿Entonces, si el problema es el disco, por qué no lo sacás de la rockola? -Porque la vida es un círculo y la historia puede volverse a repetir. -Viendo la cosa desde ese punto de vista, pues…, si, estás disculpado. Andáte, andáte, seguí en lo tuyo. Bueno Miguel, si nos ponemos a hacer conjeturas..., la vida es un riesgo y un milagro a la vez. Siendo así pues... Aunque seguramente muchos lo podrán en dudas, yo también tengo mí F7, aquí, dentro del pecho. -Todos de alguna manera lo tenemos.

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18 En casa del poeta Efrén, en Barinitas, el eterno tilín tilín del hielo en los vasos repletos de aguardiente casi ni se escuchan entre la música del equipo de sonido, los diálogos y los ronquidos de Martin. Desde la barra de la sala se puede avistar el reflejo de la luna sobre la fuente que se antepone al cobertizo. La gran diversidad de obras escultóricas, objetos raros y retratos del anfitrión en diversas poses y estilos, dan al visitante una idea de la gran cantidad de artistas que han pasado por allí. Al fondo, lateral a los baños y el estrecho pasillo que conduce al patio, hay un árbol de mango perfectamente acoplado a la arquitectura, con un cuarto construido en lo más alto de las ramas, a cuyo interior se llega utilizando una escalera de madera. Allí reposa Fernando Gavidia, su último ratón. Miguel Ángel y Efrén llevan horas compartiendo. En una de esas, alguien toca la puerta. Es una chica que estuvo allí la noche anterior. Efrén la saluda, le abre, e inmediatamente se fija que viene mal. Le pregunta qué le ha pasado, pero ella escurre el bulto argumentando que necesita quitarse los zapatos porque ya no aguanta los pies. Entonces le presenta a Miguel Ángel y le ofrece un trago. -Tú me vas a perdonar Efrén, pero estoy cansada. ¡Obstinada...! ¡No me calo más a ese señor! Mira, le ofrecí mi casa, puse a mis hijos a vivir incómodos 118


porque él tiene dos niños que son de su otra mujer y a veces los lleva a dormir allá. Ya no podemos ver los canales que antes veíamos porque el carajo agarra el mando y no hay maneras de quitárselo. Allá se come lo que a él le da la gana, imagínate, hasta el aire acondicionado..., no, no, no…, porque más aguante que se tenga llega el momento en que uno estalla ¿Estalla, o no estalla? ¡Estalla…! –Bebe apresuradamente. Se hace una pausa larga. Miguel Ángel y Efrén se ven las caras. Ella vacía el vaso y se vuelve a servir. -Mi mamá siempre me lo decía; eso no va a funcionar..., no va funcionar. Pero yo no…, terca como una mula, pegada ahí… Me va a doler..., yo sé que me va doler, pero será lo mejor… -Y se toma otro trago y sigue en el mismo son. Cuando por fin se calla, Miguel Ángel aprovecha para intervenir. -Perdona que me meta en lo tuyo. Pero dime una cosa ¿Ustedes se quieren o están juntos por necesidad? –Ella lo mira sorprendida y piensa. -Tal vez… A lo mejor es eso. Quizás no soporto estar sola. -A veces se da que entramos vencidos a las relaciones porque no se han superado las pérdidas anteriores. Cuando el miedo al dolor hace que la entrega sea a medias es preferible quedarse solo hasta volver a quererse. Pero hay que seguir persistiendo. Si nos entregamos totalmente y aun así fracasamos por lo menos nos queda la duda de que lo intentamos, porque el amor se defiende amando. Es erróneo querer moldear al otro como uno quiere. Eso es insostenible. Si no podemos estar solos con nosotros mismos, si no podemos acompañarnos a nosotros mismos, entonces cómo podemos acompañar a otro. Silencio profundo. Ella nerviosa, apura el trago y vuelve a servirse. No sabe si seguir escuchando o huir. Comprende perfectamente que la reflexión encierra cierta verdad, pero también está al cabo del peligro que representa para su amor propio permanecer allí. Entonces decide optar por lo fácil.

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-¡Ay, qué cabeza la mía! Ahora que recuerdo Efrén, debo ir a casa de mi comadre, otro día conversamos, hoy ando con los apellidos revueltos. Nos vemos luego. - Ok, está bien. Y se va apurando el paso mientras al tras luz del vestido se percibe impecablemente el dibujo de su cuerpo adornado por el hilo panty. -A veces..., no sabemos qué hacer con nuestras equivocaciones. -Expresa Miguel Ángel. -¡Pá perfecto, el padre eterno…! –Balbucea Martin que se acaba de despertar creyendo que el asunto es con él. Los dos amigos lanzan al unísono una sonora carcajada. Martín sonríe tímidamente sin comprender. Entonces Miguel Ángel saca su cuaderno de notas, apunta algunas cosas y se dirige a Efrén. -Recuerdo ahora, no sé por qué, a una amiga llamada Marisela que conocí cuando estudiaba en la Universidad y hacíamos la tesis de grado. Una vez, viniendo de Cuba, se enamoró profundamente de un político de la izquierda chilena, cuando Pinochet. Llegó a Venezuela y él siguió hasta Chile. En esos días hablaban horas y horas por las madrugadas y yo con otra compañera de tesis oíamos apenas esas largas conversas. Luego se fue a Chile y nos dejó embarcados con la tesis. Como al mes volvió y empezó a vender todo para irse nuevamente. Ni idea de preocupación de no graduarse. Imaginen nuestro nerviosismo cuando ya tenía todo vendido. Llamaba y llamaba por las madrugadas y nadie respondía. Insistía a todas horas y nada. Envió cartas, cartas y cartas y nadie respondía. Igual se fue a Chile y no pudo encontrarlo. Al tiempo volvió a Venezuela y continuamos haciendo la tesis. Y Marisela, igual, seguía llamando y mandando cartas, estas últimas cartas iban con una hoja en blanco y otra hoja que decía: Señor militar, respóndame por favor, escriba usted la carta con las palabras de amor que él siempre me escribía. 120


-No…, no se vayan a poner baratos… –Acotó Efrén estirándose la larga barba blanca con una mano y con la otra recogiéndose la melena canosa para quitarse el calor. -La vida es conflicto y belleza. Mañana tendremos un evento especialísimo en Barinas al que asistiremos todos, incluyéndolos a ustedes, así tengan que regresarse. Quiero enseñarles algo distinto, porque desde que llegaron lo que cuentan son puros dolores. -¿Dónde andará Anuski…? ¡Anuski…! -¿Qué fue? Le contesta desde uno de los cuartos. -Ven acá hija querida. Siéntate aquí con nosotros. -¡Hoy no…! -Convéncela tú, a veces le para más bolas a la gente de la calle que a mí. Miguel Ángel se levanta y avanza en dirección al cuarto. Al llegar toca la puerta y lo recibe Magali, la esposa de Efrén. Están viendo las noticias sobre la situación política del país. -¡Dejen de ver eso que se van a enfermar! Sonríen. Después de una breve charla, Anuzqui se levanta y sale con él. Luego llega Magaly. -Anuski, cántate aquella canción que dice... -¡Otra vez, papá! Todos ríen. Ella apaga el equipo de sonido, toma la guitarra, afina y se inspira: -Señor pianista.... Al concluir, Martin sólo alcanza a susurrar: ¡Hay dolores de dolores…! Miguel Ángel sin dejar de observarlo le dice en son de chanza: -Mira, "Martin dolores" ¡Hoy es el día que te voy hacer llorar, entiendes: te voy hacer llorar! Todos celebran el chiste. -¡Pero qué pasó Ché! ¿Me estás amenazando? 121


El poeta toma la guitarra y punteando, intenta cantar: se nota a leguas que está sufriendo por un amor... Sorpresivamente Martín se levanta del sofá y estalla. -¡No me jodás más la vida! ¿Ya me tenés hinchadas las pelotas! ¿Es qué no tenés otro tema? Todos se quedan expectantes. Es un momento de gran tensión. Efrén es el primero en reaccionar: -¡No, no, no, no, en esta casa no! ¡No sean baratos! Vamos a respetar. Hay que ser tolerante. Es necesario vivir mucho para conocer a fondo a los demás. Así que viva. Y sobre todo, beba, que ese vaso no es micrófono. -¿Y yo? Pregunta Miguel Ángel. -¿Y yo qué? -¿Puedo beber? -Mucho... Brindan nuevamente. Martín prefiere irse a dormir. Cuando vamos estúpidamente sujetos a la angustia como un perro a su amo, la vida da lástima o burla a los ojos de la verdad. No somos los mismos en la melancolía. Debemos volver aprender a vivir sin nada para quitarnos el fantasma de que hemos sido derrotados. Anotó en su libreta. La noche y la mañana siguiente concluyeron de manera intrascendente. En el reloj de Miguel Ángel falta un cuarto para las tres de la tarde. Llevan rato escuchando el concierto de la Orquesta Sinfónica Juvenil, núcleo Barinas, en el Teatro Orlando Araujo, quienes ahora interpretan el tango, Por una cabeza, dirigida por el maestro Octavio Torres, amigo íntimo de toda la familia de Efrén. Martín que ha mantenido la distancia, protesta para sus adentros: -¡Qué cagada, lo único que hace falta es que me digan que el boludo del pianista y mi mujer son los invitados de honor! 122


Han retomado el viaje. Los minutos van transcurriendo en un ambiente desapacible, con mucho silencio e incomodidad. Curva tras curva la neblina se hace más densa dificultando la visibilidad. Martin cansado de tanto ensimismamiento decide romper el hielo. -Extraordinaria orquesta, ¿no? Y puros pibes. -Sí. -Le responde tardíamente. -¿Y qué proyecto es ese del cual tanto hablan? -¿Cuál? -Ese, de los pibes. -¡Ah…, es el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. -¡Y qué casualidad, nos recibieron con un tango! Argentina me persigue como una sombra. Retorna nuevamente el silencio. -Ché, dejémonos de guevadas, disculpame lo de anoche. Lo que pasa es que cuando Margarita me dejó, estaba saliendo con un pianista. Y al oír la canción esa, se me vino el balón a la cara. Te juro que sentí ganas de... -Entiendo... Eso lo conversamos. La canción de la desesperación la vas a oír en todas partes. Pero es bueno que sepas que el rencor nos ata más a lo que perdemos. -Sí, definitivamente tengo que dejar la bebida. Miguel Ángel lo mira y sonríe. Sin mucho apuro, detiene el auto, se baja, y sin posar los ojos en otro sitio distinto que no sea el fondo del barranco, orinando, comienza a recitar: Del sol de su pecho vi alguna vez el amanecer frente al mar, yo que la tuve presa a fuerza de tanta libertad. Ahora ella, ya no está y no es un sueño. Se fue como un fruto podrido que cae; como las hojas en otoño arrastrándose desde la hojarasca, llevaba en su equipaje una hipócrita manera de huir. No se debe poner la vida descuidadamente y a 123


mansalva en seres desprovistos de un azul en sus ojos. Yo, habito este mundo como cualquier ave de paso que sólo para su sed toma agua salada, como si no supiera que en lo profundo del mar hay también una razón dulce de volar. Te confieso, no sabíamos que el camino al horizonte no era más que el regreso del amanecer. Sé que ya no volveremos a entrar juntos por la puerta de la misma casa. Ni haré el café mientras ella se baña. Ni arreglará la cama mientras enciendo el vehículo. Ni la esperaré en la esquina cuando salga del trabajo. Tal vez descansaremos de tanta obligación. Pero hay que resistir y cuando se pierde una parte de uno es menester perderse completo y separarse del mundo hasta que uno se vuelva a querer. Sabes, tenemos una imperiosa necesidad de atarnos con la misma dialéctica que adhiere la obsesión de liberarse. Creo que la ausencia es la única pena que tiene el olvido. -Que conste, no fui yo quien empezó a tocar nuevamente el tema, no vaya a ser que se te vuelvan a subir las pelotas y... -¡Oye, oye, qué otra profesión tienes aparte de escritor, poeta, analista, qué se yo…! -Soy psicólogo. -¡Pues con razón que me tenés todo jodido…! Se carcajean. Han reanudado el viaje. A la distancia se ve el pueblo de Santo Domingo como si fuera un pesebre de ensueño debido a la neblina que baja por la serranía. El frío de la montaña les recuerda que deben ir echando mano de las chaquetas para conservar el calor. Al ir pasando por el pueblo el tráfico de motos y autos, más la gente comprando en los distintos negocios que bordean la vía, llama la atención de Martín. -Pará, pará, un momentico, que quiero preguntar por algo allí. -Se baja, entra a un negocio y regresa trayendo una botella envuelta en una bolsa marrón. 124


-¿No y que ibas a dejar la bebida? -Sí, pero todo a su debido tiempo. Además, el expendedor me dijo: tómeselo con confianza porque hasta medicinal es. Sin poder aguantar la risa Miguel Ángel le pide que le muestre la botella para ver que compró. -Ná guará, ese es el propio zanjonero. -¿Qué es eso? -Miche de alambique clandestino. Casi gasolina de avión. -Por el F7. -Y el sexo opuesto, aunque mal paguen... Por cierto Che, qué era lo que me ibas a regalar. -¿Y te parece poco?

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19 Mirando hacia el Este y por detrás de la figura ecuestre del prócer don Manuel Belgrano, se puede ver el característico perfil del asimétrico palacio del Poder Ejecutivo de la Nación: la Casa Rosada. Desde sus balcones, a modo de palco de tribunos, políticos populares y brutales generales devenidos en dictadores, arengaron a las masas en diversos períodos de fervor nacionalista. Girando la vista hacia la derecha está un edificio de proporciones dignas de la arquitectura oficial nazi o fascista, es el Ministerio de Economía, obra que data del año 1940 y refleja una Argentina donde no se ocultaban ciertas simpatías oficiales por los regímenes autoritarios de la Alemania y la Italia de preguerra. En sus muros aún se observan las huellas del alzamiento militar que derrocó al general Juan Perón de su cargo de presidente el 16 de junio de 1955. Continuando hacia la derecha, observamos otro edificio de características semejantes al anterior respecto de su monumentalidad y monotonía: el Ministerio de Acción Social (el ex Banco Hipotecario Nacional). Insólitamente, en su interior, se conserva parte del antiguo Congreso de la Nación, tal como funcionó entre 1864 y 1905, con su fachada de características neoclásicas, sus columnas, rejas, sala de sesiones, 126


mobiliario y dos balconadas. También se puede encontrar lo que fue la casa del general Balcarce y que hoy es la sede de la Academia Nacional de Historia. Por ahí vienen mamá Carmen y Alba haciendo un recorrido matinal. -A costa del dolor ajeno cualquiera puede inventar felicidad. Son tantos los que no han debido perecer. -Pero lo que perece no muere si no termina de morir dentro de uno. -Ciertamente, querida. Por eso hay que ser fuerte. Nuestros hijos no están muertos; ellos viven en la lucha, los sueños y el compromiso revolucionario de otros jóvenes. Nosotras Las Madres de Plaza de Mayo encontramos a nuestros hijos en cada hombre o mujer que se levanta para liberar a sus pueblos. Yo creo, hija, que un amor, que le dé la espalda a los procesos sociales en virtud de su felicidad personal, que haga caso omiso de las injusticias, es un atentado contra el amor mismo. Producirá adentro, lo que no enfrentó afuera, sustituyendo la magia y el misterio inicial del amor por la rutina y el hastío. -Ahora entiendo tantas cosas. Yo andaba ciega Mamá Carmen. -Es natural, en un tiempo donde el deterioro institucional y la injusticia alcanza los niveles más inimaginables, el amor es imposible que esté exento de dicha corrupción. Pero hay que dar la cara, carajo, pararse firme. Mirá lo que pasó en este país, si nosotras no hubiésemos salido a protestar, por cuidar exclusivamente nuestros hogares, y por atender a nuestros esposos, los desaparecidos fueran muchos más y no hubiésemos logrado resolver algunos casos ni retomar la senda de la dignidad. Por eso, hasta que no haya justicia, nosotras no dejaremos de darle vuelta a esta Plaza. Y sólo cuando haya 127


justicia tal vez caminaremos la Plaza al revés, y devolveremos todas las vueltas que le hemos dado, que son millones, porque es nuestra dignidad. De manera súbita, el artificio del cine nos lleva a la fiesta en casa de Lalo. Hay gente compartiendo por todas partes y el jolgorio promete extenderse más de un día. Entre los más eufóricos están, Raíza, Aguasalá, Gino, Pompilio, Perol, Condoro, Rocío, Víctor y Francisco. Pablo y Blanquita atienden a los invitados poniendo mayor empeño, desde luego, en el poeta y el amigo Martín. Valerio agarra la guitarra y canta: cómo estarás de sola..., mientras un hombre en la barra, perfectamente acoplado a la letra, apura el trago perdido en su interioridad. -Fíjate en ese F7 que tenemos ahí, lo que cambia es la diversidad de maneras como aparece la tristeza. -Pues sí, pibe. De improviso, sin querer se lleva la mano al bolsillo y palpa el teléfono que carga en el bolsillo derecho del pantalón. -Disculpáme Ché, acabo de recordar que tengo que pegarle un tubazo a Rafael. -¿Pegarle un tubazo a quién? -A Rafael, un amigo mío. -¿Pegarle un tubazo? -Sí, hacerle una llamada, es un periodista que se vino conmigo de Argentina, debo preguntarle si se va o se va a quedar, porque yo tengo vuelo para el 16 de este mes. Aló…, aló… Ah, ché, ¿cómo andás...? Yo bien... Me imagino que ya sabes por qué te estoy llamando. Claro, claro... OK. Si. ¿Y tú crees que haya algún inconveniente? ¿Cómo dices? Habla duro que no escucho bien. Bueno... Bueno. Así quedamos. Nos vemos en Caracas. -Corta y retoma el hilo del 128


dialogo. Gino le pide prestada la guitarra a Valerio y se lanza con La gallina renca. -¿Entonces, esa factura de la tristeza está cancelada? -Totalmente. -Responde Martin. -¡Venga ese abrazo! Lo que molesta no es tanto el dolor que se lleva por dentro sino la jodedera que le aplican a uno cada vez que lo ven. -Oye Miguel, te quiero preguntar una cosa. -¿Qué? -¿A vos cuánto te dura un F7? -Si está haciendo buen tiempo, y el F7 no es de largo vuelo como el que cargo, más de diez cajas de aguardiente y miles y miles de rayas blancas de carreteras ¿Por qué? -¡Por nada…, es que a mí solito se me nota! Al Gino concluir su interpretación Miguel Ángel invita a Martín a donde están otros compañeros viendo los acontecimientos políticos, a través de los servicios informativos de las televisoras del país. Allí están anunciando reiterativamente, la huelga sindical y empresarial, en rechazo al paquete de leyes habilitantes y al cambio de la junta directiva de PDVSA, la mayor empresa nacional. No está de más recordar que en reacción al paro convocado por la CTV dos días atrás con apoyo de Fedecámaras, el presidente Hugo Chávez dio un discurso el día siguiente cuya consigna fue: …A Venezuela no la para nadie…, lo cual generó una tensa calma; algunos comerciantes cerraron sus puertas, sin embargo, muchos hombres y mujeres salieron a cumplir con sus jornadas, al igual que muchos jóvenes y niños a estudiar… Hubo protestas de calle frente a PDVSA Chuao, bolivarianos y opositores confrontaron fuertemente. La policía desplazó a los bolivarianos y los opositores hacían vigilia en Chuao entonando la consigna: Ni un paso

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atrás…; mientras, por la otra parte, predominaban las manifestaciones a favor del gobierno en el centro de Caracas con un contundente: No pasarán… Al poco rato, los dos amigos salen del recinto. -Las cosas no andan bien, Martín. -Pero si no está pasando nada, lo que veo es un gran alboroto comunicacional. -¿Tú crees? Luego de compartir con los amigos y haber intercambiado opiniones sobre el escenario político, Miguel Ángel parte sin despedirse, preocupado por la situación política del país. Desea llegar pronto a la casa de la playa para estar cerca de los camaradas más comprometidos, por cualquier cosa que pudiese ocurrir. Después de andar largo trecho la radio da un extra alarmante: Pedro Carmona, presidente de la cúpula empresarial y Carlos Ortega, presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, anuncian un paro indefinido y convocan a todos los sectores a sumarse a la marcha del día 11 de Abril, la justificación es apoyar la “meritocracia” en PDVSA, quienes seguidamente comienzan a exigir la renuncia del primer mandatario de la nación. Los avances noticiosos en todas las emisoras de radio regionales son un fiel calco de las emisoras de la capital. Obviamente la situación va de mal en peor. Los rumores vía mensaje de texto vuelan a granel: compren comida, agua, gasolina, saquen sus ahorros del banco, no salgan de sus casas porque en cualquier momento puede ocurrir un pronunciamiento, y como si faltara más agua para agregarle al caldo, en horas de la noche, las denuncias y el llamado del Gral. Néstor González González, incitando al Alto Mando de la FAN a que no se acatasen las órdenes del Comandante en Jefe del Estado, es retransmitido una y otra vez en todos los medios de comunicación privados, prácticamente en cadena nacional. 130


Esto obliga a Miguel Ángel a intentar comunicarse con algunos personeros del gobierno nacional, pero no lo consigue. Un leve mareo y unas ganas de vomitar le indican a las claras que ha llegado la hora de buscar una farmacia para comprar las pastillas de la tensión. No se ve un expendido de medicina por ninguna parte. Por no dejar hace un alto en una bodeguita del camino y: ¡aleluya, el milagro ocurrió! Al buen rato llega súper cansado a su domicilio y a los pocos minutos de haber entrado, se queda dormido sentado en una silla oyendo el murmullo del mar. Las primeras horas de la mañana Miguel Ángel las ha pasado tenso, no obstante, eso no le ha impedido levantarse ni preparar su acostumbrado termo de café. Con mucho desgano va hacia la mesita donde suele recargar su teléfono portátil. Allí hay un periódico que titula en primera plana: LA BATALLA FINAL SERÁ EN MIRAFLORES. Termina de desperezarse, se sirve otra taza, y saboreando lo dulce se sienta en el balcón que da cara a la playa, dispuesto a leer. Bolívar. Hora del Deja vú. Es la hora de Orfeo, que pueda mirar atrás libremente a su amada sin tortura, que el camarón duerma sin que se lo lleve la corriente, que Sísifo coloque la piedra en la cima de la montaña y nos diga qué hay del otro lado, que paguen los judas la última cena, que Troya no arda más por un pobre amor, que la palabra sea un documento, que valga más camino por conocer que vereda conocida, que el reposo del guerrero en el combate no sea valorado por la burocracia del Seguro Social, que no le pongan multa a la flecha de Cupido, que Europa devuelva 131


el oro al Sur que aún existe, que Roma no incendie otra vez las pruebas, que el Papa no se haga el pendejo, que el Cardenal cante en si menores, que el cura no se lleve más ovejas, que Prometeo devuelva otra vez el fuego al pueblo y lo prometido no sea deuda sino convicción Es la hora de que el mejor postor no compre más mierda y el impostor no sea tan descarado, que el partido no esté partido, que la camisa de Bolívar aparezca para que no haya más descamisados en estas tierras de dios, de la iglesia y los terratenientes, que el aguantador sea capturado y aguante, que a la voz del pueblo le den volumen porque ya en nada nos importa en qué vuelta se echa el perro ni cuándo el pez bebe agua, que la carrera del cabello aparezca en el gps, que el canto del gallo no sea tan temprano ni su amor sea tan rápido, que el agua no transcurra por un instante para bañarnos dos veces en el mismo río que da la vuelta, que devuelvan también la risa de la vaca, que muera quien mató la gallina de los huevos de oro, ni diente por diente ni talón de Aquiles, ni en casa de herrero cuchillo de palo, porque el que está dentro de este país es el que siente, porque el cargador de la maleta es el que sabe cuánto pesa Que nadie se caiga a mentira porque a nadie le quitan lo bailao, que no es un cuento chino, que dios no nos agarre para nada y menos confesados, porque no pagaremos otra vez el recibo de la luz de tu mirada, porque no cargaremos ni a coñazos otra cruz, ni nos calaremos más los Judas, pretones, ni culebras, ni diezmos, ni 132


a César, ni las indecisiones de pilatos Que no nos pinten más pajaritos en el aire ni preñaos, ni que el reino está en otro mundo, ni publicidad política fraudulenta, ni medios de comunicación sin radio bemba, porque de nada le sirvió a Hitler el mundial de propaganda, a Grecia la sabiduría dominante y las guerras ganadas para llegar igual al caos más ignorante, ni a la URSS tomar el camino más largo para llegar al capitalismo Porque tenemos mucho que perder. Porque no hay otro reloj para este tiempo. Porque ha llegado la hora: la del sol y la luna, la de la sombra y el latido, la de la arena, la de la intuición y el deja vú. La hora del juicio final a todos los quebrantos, a todos los dolores, a la impotencia, a la desidia, a la burla histórica, a la impune emboscada en Berruecos y a la ensordecedora bala que el 10 de enero de 1860 derribó el cuerpo del general de hombres libres.

En nombre de los que pintaron con sangre el color de las banderas, los que no vacilaron heredar el coraje y el brillo de su gloria para avivar la fortaleza de la lucha en las nuevas generaciones, hasta develar finalmente la cara hermosa de la patria, en lo más ascendente del camino de lo que enunciaron como el bello rostro de vivir por lo justo

Y honrar, a todos los que nunca araron vanamente en el mar, al ser de las dificultades, al que abandonó tranquilidad, nobleza y fortuna y todos los prestigios, el de 133


los sacrificios más terribles, al infatigable de las luces y la moral, del jabón y de las velas al decir del maestro, al delirante de la palabra altitud, al enfático, al de la sed insaciable de la libertad, al de los molinos de viento de América, al que dejó en lágrimas a los generales más valerosos en los ventisqueros con su ida eventual, al que la fortuna no tentó ni la desgracia doblegó, al que enamorado del amor murió solo de su presencia como el último poeta, al filósofo de los desesperados quien alegró al mundo con su pasión ilimitada, desinterés y desprendimiento con la gloria del bien, demostrando como se ejecuta lo imposible, quien sin corona siempre estuvo a la altura guerra a muerte, por encima de las conspiraciones y la traición.

Y honrar el símbolo y la lírica, como la poesía sobre la nieve, al que soñaba en los esteros y emancipaba antes en los sueños, al perseverante de las resoluciones, al que vio luz en la oscuridad dejando una estela de señales en la senda que abrían los astros, quien colocó ejércitos en los desiertos y batallas de justicia y belleza en los hielos de la intemperie, convencido de fundar el origen de las naciones más deslumbrantes con los materiales humanos de los descamisados y de los siglos.

Honrar, al que dejó impreso sin vacilar, sin dudas, sin pesimismo la más excelsa forma de culminar los días de la vida. Y dejar viva todavía, eterna e inconclusa su más 134


genuina ilusión que quedó en Panamá, y que continúa como espada iluminada por el contacto de su incansable portento de avisor, recorriendo el espíritu de los caminos del sur. Bajando y dejando su última propuesta unitaria, a cambio de la paz con él en los sepulcros.

Nos toca borrar entonces con la victoria de lo justo, la ignominia y la inclemencia en toda la piel mancillada de la tierra. Y para siempre, aquellas palabras que retumban en el helado invierno de los desolados como frío dorsal: “¡Vámonos, vámonos! porque esta gente no nos quiere muchachos”(*) Es ahora o ahora. * Bolívar.

A eso de las 11 am. Miguel está en su cuarto viendo la marcha por televisión. Pese al despliegue de seguridad, los opositores insisten en llegar a Miraflores aunque ese no es el itinerario original. Una serie de situaciones dejan entrever una inminente confrontación entre la marcha que se acerca y la multitud congregada al frente del palacio en defensa del gobierno y exigiendo respeto a la constitución. La marcha se torna violenta y es repelida con gases lacrimógenos. Casi al mismo tiempo comienzan a manifestarse enfrentamientos en las cercanías al Liceo Fermín Toro en los que se ven envueltos opositores, bolivarianos, Policía Metropolitana y Guardia Nacional; se dice que hay fuertes enfrentamientos en la Av. Baralt y el Silencio. Altos oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales desconocen al Presidente de la República. El vicealmirante Héctor Ramírez Pérez junto con otros nueve altos oficiales lee un comunicado, un extracto del mismo dice: "Nos dirigimos al pueblo para desconocer al actual gobierno, la autoridad 135


del presidente y del alto mando militar (...) La Constitución nos obliga a evitar más derramamiento de sangre y esa obligación pasa por la salida pacífica del Presidente y la sustitución del alto mando militar". A escasos minutos el Viceministro de seguridad ciudadana y el ministro de finanzas renuncian a sus cargos y se adhieren al grupo opositor. Ante la escalada de violencia el presidente, a las 3:45pm, convoca a una cadena de radio y televisión. Los medios privados parten la pantalla de la cadena presidencial para simultáneamente mostrar un impactante acto de violencia que se lleva a efecto en las calles del centro de la capital: asesinatos de personas por francotiradores, y decenas de heridos. Todo apunta a que el gran responsable es el gobierno nacional. Repentinamente, un repique le desvía el interés. -Aló…, Miguel, ¿cómo estás? Es Ramón. Te informo que está en marcha un golpe de estado. Ya se ha activado la red popular, tenemos que reunirnos. ¿Tú crees que es posible guarecernos en la casa de Cubiro? -Aló…, aló. Repite de nuevo que no te oigo bien. -Está en marcha un golpe de estado. Y que si nos podemos enconchar en la casa de Cubiro, porque no tarda en empezar la represión. -¡Verga…! 20 Es de Noche. Pese a las sombras la casa de Cubiro se muestra amplia, fresca, acogedora, aunque bastante descuidada. La vegetación es profusa. Los perros no le pierden el paso a Miguel Ángel. Hay polvo por todas partes y las hojas secas suenan bajo las suelas de sus zapatos cuando se desplaza por el caminito de tierra que parte en dos el jardín. Ramón, Matilde, Luis, Freddy y el niño Carlos Javier que es hijo de los dos primeros, no hace mucho que acaban de llegar. Están bajando los bolsos repletos de bastimento que

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compraron para una larga estadía. La tristeza, la amargura y la incertidumbre, al unísono, escarban los sitios más imprevisibles del lugar. -Vayan instalándose donde mejor les parezca, ahí hay cuartos por demás. Les dice Miguel Ángel, mientras limpia las telarañas del protector de la puerta que da entrada a la sala de estar, donde también está ubicada la cocinacomedor. El tufillo a encierro le hace fruncir el ceño e inmediatamente abre las ventanas y enciende el televisor. El niño Carlos Javier, que ha estado pendiente a todo lo que sucede en el entorno, comenta: -¡Uy…, ustedes están como cuando murió mi primo! Los presentes se intercambian miradas sin saber qué decir. Sin embargo es Matilde la primera en reaccionar: -Mira, deja de estar pensando cosas malas y apúrate a llevar esto, que tenemos muchas cosas que hacer. Inexorable van pasando las horas. Los deseos de obtener noticias sobre lo que está pasando en Caracas los ha mantenido despiertos. -¿Hay alguna noticia alentadora por ahí? Pregunta Ramón. -Nada. El sistema de internet está sumamente pesado y como te has podido dar cuenta los noticieros cuando no están repitiendo el tiroteo de puente Llaguno, se empeñan en incriminar a los círculos bolivarianos y desde luego hacerle creer al mundo que todo el país está con ellos y que todo lo ocurrido es nuestra responsabilidad. Y no exageraba el guionista. Porque para colmo, como es bien sabido, cerca de la medianoche, un escuadrón de tanquetas militares llegaron al palacio de Miraflores y enseguida la ola de rumores de que los generales Néstor González González y Henrique Medina Gómez estaban negociando la renuncia del presidente bajo amenazas de bombardear el palacio se confirmó, pues a las pocos horas el mismísimo General en Jefe Lucas Rincón se dirigía a la nación anunciando que el alto mando militar le había solicitado la 137


renuncia al presidente Chávez, la cual aceptó. Desde entonces, repetían y repetían la lectura del General en Jefe y desde luego, las imágenes del presidente al momento de su detención. -¡Qué buena vaina! -Yo te juro que estaba viendo que lo llevaban preso para Fuerte Tiuna y no lo podía creer. Pero dime una cosa: ¿en qué mundo andabas metido tú, tenía rato que no te sentía? -Estaba tan cansado que fui un momento al cuarto, me recosté en la cama y me dormí. -Oigan esto: en Caracas nadie ha dormido y reina la confusión, La gente de los cerros se prepara para bajar. La orden es rodear Fuerte Tiuna para proteger al presidente y seguir concentrados en el Palacio. -Les dice Matilde leyendo un mensaje de texto que acaba de recibir. -Creo que nosotros deberíamos estar haciendo lo mismo. -Opina Miguel Ángel. -¿Haciendo qué? -Pregunta ella. -Lo que están haciendo ellos: presencia en las calles, en las plazas, en cualquier sitio. Hay que sacar el pueblo a la calle. -¿Pero cómo? –Agrega Luis. -Utilizando todos los medios que estén a nuestro alcance. Llegó la hora de tirarse el miedo a la espalda y poner a funcionar la imaginación. -Radio bemba es una alternativa. -¡Bien dicho, Luis! Nada corre más rápido que un rumor. -Eso es correcto. –Refuerza Ramón. -Con una ola de rumores ellos nos han estado jodiendo, entonces apliquémosle la misma medicina. -Lo que es igual no es trampa, estos aparaticos son muy eficaces, -Añade Matilde acariciando su teléfono celular. -debemos realizar pintas en las paredes, repartir volantes, tocar cacerolas… 138


-Sí, todo eso y todo lo que a ustedes se les pueda ocurrir. Pero tenemos que movernos y rápido, barco parao no gana flete. Nos quedaremos aquí sólo el tiempo necesario para realizar el trabajo esencial. Hay que mandar muchos correos electrónicos al exterior, establecer contactos con otros estados, a fin de articular una red de comunicación que nos mantenga enterados y promueva las protestas en todo el país. Debemos averiguar con nuestros contactos cuál es el ambiente en los cuarteles, qué piensa la tropa, los cuadros medios y bueno, todo lo que podamos saber. Pero eso sí mosca, mosca con la represión. -¡Malditos

vende patria, -Revienta irritado Ramón. -otra vez se están

saliendo con las suyas y están acabando con las ilusiones de un pueblo! Mira como se ven ahí los muy sucios, defendiendo lo indefendible. -Camina de un lado a otro tratando de controlarse. La TV, repite cada cierto tiempo la imagen de un locutor sonriente anunciando que Venezuela tiene un nuevo Presidente. Se escuchan aplausos dentro del estudio mientras los invitados al programa se regodean narrando sus “heroicidades” dando a leer entre líneas que todos forman parte de la confabulación- ¡Coño, yo se los dije, me cansé de repetírselos, que el imperio no duerme, que no se puede comprar el capitalismo, que debíamos estar atentos, que teníamos que deshacernos de un montón de sanguijuelas, que siempre han estado esperando el momento oportuno para saltar la talanquera y salir…, como salió el sinvergüenza del...! ¡Ah…, ni vale la pena nombrarlo! Pero no, hay que esperar, esperar… ¿Esperar que? ¿Qué nos corten la cabeza? ¡Otra vez nos volvieron a joder! La exclamación queda en el aire. Ramón sale rabiando en dirección al patio. Carlos Javier que acaba de despertarse los observa por un segundo y va hasta la cocina en busca de algo que comer. Matilde se levanta de la silla y decide ir a preparar unas arepas y un nuevo termo de café.

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-A mí no me meten gato por liebre. –Objeta Freddy- Yo quiero ver esa firma. Cualquiera puede salir con un papel diciendo, mira lo que tengo aquí, pero si no lo muestra qué va. Ese papel a mí no me dice nada. Y aún cuando estuviera firmado por el mismísimo presidente, no tendría validez, ya que ningún documento es válido cuando es firmado bajo presión. -¡Para la bola que le paran ellos…! -Replica Luis. -Es muy duro tener que soportar esto. –Explota Matilde casi llorando desde la cocina.- ¡Tanta lucha para que todo se pierda así, como así! A uno le queda un dolor por dentro como si te hubieran quitado de las manos a tu hijo recién nacido. -Como un adiós forzado. –Agrega Luis. -Como un disgusto o sentimiento vehemente. -Como un despecho, -Le corrige Miguel Ángel a Freddy. -Eso mismo ¡Un despecho! -Señala Matilde. -¡Despecho! ¿Quién está hablando de despecho? –Recrimina Ramón que acaba de regresar- ¡Despecho, despecho esta vaina, esto sí es un despecho, tener que soportar esta situación! Este sí es un dolor y una arrechera que te quiten por las malas la esperanza de un país. -Parece mentira. Toda nuestra historia está marcada por ese sentimiento. Es el mismo despecho que nos revuelve la sangre al revivir el sufrimiento de nuestros ancestros cuando vieron pisoteada su cultura y su dignidad. El mismo dolor que terminó de matar a Bolívar cuando se dio cuenta que su gran sueño había fracasado, al punto de quedarse sin patria y ni siquiera tener licencia para regresar al país que lo vio nacer. La gran desilusión de Simón Rodríguez, que terminó sus días vendiendo velas en las calles de Sur soñando con la esperanza que algún día estos pueblos tuvieran la valentía de salir de la oscuridad. La misma rabia del general del pueblo soberano, el gran Zamora, que tuvo que ponerle un zamuro de prendedor en el pecho al indio 140


Espinoza, para que la tropa pudiera entender que primero estaba la disciplina y el respeto al pueblo y luego el interés personal. Sí, siempre ha sido así, un despecho tras otro, esa es una gran verdad. Por eso no podemos dejarnos quitar esta vaina. Y así tengamos que remover cielo y tierra nos mantendremos en pie de lucha, aquí, en la montaña o donde tengamos que estar. Al concluir la exposición de Miguel Ángel cada quien asume la tarea que él mismo se ha asignado. En pantalla siguen pasando comiquitas y repiten programas enlatados que todos teníamos años sin ver. Ahora los dientes de la peineta del silencio se muestran altaneros enterrándose hasta los nepes en las calles de la ciudad. Las casas comerciales permanecen cerradas y por ninguna parte se ven vendedores ambulantes ni nada que se les asemeje. Es como si anduvieran por un pueblo fantasma. Ramón, Miguel Ángel y Freddy van en el carro de Matilde, camino a la plaza Bolívar de Barquisimeto, atentos a la situación. El niño se ha quedado en casa con Luis. -¿Qué te parece Ramón, en Mérida está prendido el verguero, al Gobernador Florencio Porras lo están presionando para que entregue el poder? Comenta Miguel Ángel. -Yo se los dije, yo se los dije y ahí está. De aquí en adelante hay que apretar el culo porque lo que viene es represión. Es impostergable sacar el pueblo a la calle, esa es la única manera de hacerlos retroceder. Escuchen esto que me acaba de llegar: en Caracas andan buscando a varios de los nuestros, entre ellos, Diosdado, Bernal y otros más. A eso de las 9:30 am hacen presencia en la plaza. No hay ni un alma por los alrededores. Siguen enviando mensajes a las redes populares para ver si logran una concentración. A cuenta gotas va llegando la gente. El efecto multiplicador

va

trayendo

curiosos

y

adeptos

al

movimiento. 141


Espontáneamente oradores improvisados comienzan a hacerse sentir. Al poco rato el punto de concentración está repleto. Por los altos parlantes y megáfonos se puede oír que actos como ese se están repitiendo en todo el territorio nacional. Los rumores de que existen fracturas en el seno de las fuerzas armadas y que los cuadros medios se niegan a reprimir al pueblo estimula a la gente a acercarse a los cuarteles para exigir respeto a la constitución. -Aló…, aló, Lalo ¿Me oyes? -Sí. –Se oye en off. -¿Cómo está todo por allí? Es Miguel Ángel. -Sí, sí, ya me di cuenta. La situación está tensa, nos han estado caceroleando y nos gritan asesinos, no hace mucho pasó un vehículo y disparó contra la casa. -Tienen que salir de ahí..., los allanamientos y arrestos van a profundizarse y esa casa debe estar en la lista. -Sí, pero primero tenemos que sacar una gente que tenemos resguardada. Ya hemos hecho algunos contactos, lo que pasa es que apenas ahora están llegando los muchachos de San Cristóbal donde íbamos a montar el concierto con Leonardo Fabio. -¿Y quién está con él? -Él está bien, lo tenemos en un sitio seguro, no se quiere ir del país. Lo llamaron de Argentina para sacarlo y no quiso.

El pueblo aquí está

indignado, la movilización es hacia la plaza Bolívar, todos coinciden en concentrarse allí. -Y... ¿Martín? -Se fue con Víctor y Peña para La Patana a trabajar por Internet. Están enviando informes a los amigos del exterior. -Ok... Mantengan los teléfonos activos, seguiremos en contacto. 142


Va declinando la mañana. Ninguno de ellos ha querido hacer comentarios sobre la posición de muchos periodistas, ni mucho menos leer los editoriales de prensa, pues sienten una inmensa rabia y están saturados de oír y re oír, ver y volver a ver, la misma información. Saben perfectamente que desde la madrugada la cadena mediática no ha descansado anunciando a los cuatro vientos la renuncia del presidente y mostrando las celebraciones realizadas en el este de Caracas por el “éxito” obtenido. El rumor de que Pedro Carmona Estanga, representante del empresariado, ha sido llamado por el alto mando militar golpista para cubrir “el vacío de poder” los hace temer que dentro de poco comenzaran los encarcelamientos arbitrarios y las persecuciones selectivas. Lentamente se va dispersando la concentración y deciden regresar a casa. Dicho y hecho, sólo bastó que el empresario se auto juramentara Presidente de la República, rodeado de lo más granado de la oligarquía criolla, para que de inmediato, derogara la Constitución de 1999, las 49 leyes habilitantes, se diera a sí mismo poderes supra constitucionales, suspendiera los convenios de cooperación de Venezuela con Cuba y hasta le cambiara el nombre al país. El selecto grupo invitado al Salón de Los Espejos vitoreaba cada anuncio, y celebraban gozosos que nuevamente serían dueños de nuestra riqueza natural. De allí en adelante los abusos no se hicieron esperar, comenzaron las persecuciones a personeros del gobierno derrocado y a todos sus afectos, se dictaron ordenes de allanamientos a ministerios, sedes de círculos bolivarianos, se dio el asedio a la embajada de Cuba, hubo detenciones de ministros, diputados, salida del aire de canales del estado como Venezolana de Televisión, Catia TV, Radio Perola, asesinatos políticos, en fin, una violación total de las leyes establecidas, amparados por jueces y fiscales del ministerio público con el silencio cómplice de los medios de comunicación.

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-¡Hipócritas, fascistas, vende patrias, hasta el retrato del Libertador quitaron! -Murmura Ramón viendo nuevamente el video de la autoproclamación. Mejor apaguemos está vaina, no nos calemos más este sainete desvergonzado que me revuelve las tripas al ver y escuchar al cara é chivo ese que funge de jefe de ceremonias, anunciando la disolución de las instituciones debidamente establecidas, mientras la comparsa delira con gritos ensordecedores y aplausos, exclamando en cada intervalo: ¡viva Carmona,

viva

la

libertad,

viva

la

democracia…!

¡Libertad…,

libertad…libertad…! Y desenchufó el aparato. Pasan horas de incertidumbres, rumores y desinformaciones. De pronto la noticia de que el Fiscal General de la República Isaías Rodríguez había aparecido en pantalla denunciando el Golpe de Estado y anunciando que el Presidente no había renunciado y por tanto seguía siendo el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, los motivó a encender nuevamente el televisor. Pero nada, sólo tiras cómicas están montadas en las parrillas de programación. Cuando menos lo esperaban, por todas partes empieza a escucharse: ¡Queremos ver a Chávez! ¡Él no ha renunciado, lo tienen secuestrado! ¡Chávez aguanta, que el pueblo se levanta! De forma increíble, la inusitada comunicación, adversa a la conspiración de los medios, se ha activado plenamente y se ha encargado de multiplicar las denuncias del golpe de estado por radios comunitarias, internet, celulares, motorizados, mensajes boca a boca, posibilitando la notificación solidaria y creando una red al margen que estimula al pueblo a salir. Una indescriptible e inocultable trama de emociones: impotencia, dolor, rabia, indignación, define la resistencia popular. Hombres, mujeres y niños, permanecen atentos para transmitir y recibir cualquier tipo de información. Se habla de intensas 144


movilizaciones espontaneas en diversos sitios del oeste y centro de Caracas, la carretera Los Teques, Petare, Guarenas y otras ciudades del país. Unidos en la consigna (Queremos al Presidente) las concentraciones van levantando barricadas, bordeando cuarteles, entre los más emblemáticos, el Fuerte Tiuna y la 42 Brigada de Paracaidista en Maracay. Los principales canales de televisión son cercados por muchedumbres enardecidas que les exigen decir la verdad. Ese mismo día presidentes latinoamericanos de Chile, Brasil, Argentina, Méjico, etc., en la cumbre del Grupo del Rio, realizada en Costa Rica, condenan el golpe militar contra Hugo Chávez y reconocen a su gobierno. En la Habana, el gobierno cubano condena el golpe e insta al mundo a rechazar a los líderes que llevaron efecto tal arbitrariedad. Sólo los gobiernos de EEUU, Colombia y España, dan declaraciones en las que responsabilizan a Chávez de todo lo ocurrido y dan la bienvenida al gobierno de transición. Durante muchas horas el pueblo permanece apostado frente al palacio de Miraflores exigiendo la salida del gobierno de facto y el regreso al orden constitucional. Luego, el general Raúl Baduel, empujado por la gente, se alza con una brigada de paracaidistas a favor de Chávez, en Maracay. La guerra de rumores, desinformaciones, disturbios y luchas ideológicas es atroz. Llegada la noche aumenta la confusión, se recibe un fax desde Turiamo en el cual, de su puño y letra Chávez niega haber renunciado. La Asamblea Nacional se reúne de urgencia y juramenta al Vice-presidente Diosdado Cabello como presidente encargado y se activa la búsqueda y el retorno del presidente preso. En la madrugada del 14, después de una larga rebelión cívico-militar el presidente depuesto, regresa a Miraflores en medio de vítores, aplausos, gritos de emociones y demostraciones de alegría por miles de seguidores que por larguísimas horas permanecieron y exigieron su restitución. Se le devuelve la investidura de Jefe de Estado y son restituidos 145


todos los altos funcionarios depuestos por el decreto del gobierno de facto. ¡Volvió, Volvió, Volvió!

21 La desesperación toca a la puerta como un aviso de incendio

para

devolvernos de una calle ciega cuando hemos olvidado el camino que 146


conduce a la conciencia, justo a la puerta que da hacia la multitud, que construye un mundo equivocado con las lágrimas de los perdidos. Acaba de escribir Miguel Ángel en el cuaderno de siempre. Ha regresado de Cubiro y está de nuevo en la casa del mar. Todavía se siente el nerviosismo, la tristeza y la alegría de los días intensamente vividos. Desde la esquina del balcón donde está recostado, se puede ver una pinta desafiante, sobre una pared ruinosa, con la siguiente inscripción: el pueblo anónimo jamás será vencido. De pronto, la alarma del teléfono lo obliga ir hacia la mesa que está a seis pasos de distancia para recibir el mensaje. Es una camarada de Caracas avisándole que le acaba de enviar un material por correo electrónico y que le gustaría saber su opinión. Sin darle largas al asunto, enciende el ordenador portátil y se sienta a revisar: Que dios no tenga paz/ ni descanso/ ni milagros/ ni tranquilidad en su reino/ hasta que no certifique/ el camino reivindicado/ de la liberación/ bregado en la lucha cotidiana/ con sudor y sangre/ y que en el alma merecemos como pueblo/ para desalojar/ todos los quebrantos/ y todas las conspiraciones con llanto/ nombradas porvenir/… Entre tanto, en la carretera, Pablo, Blanquita, Martín y Aguasalá, vienen de regreso. -No sé si les parecerá contradictorio o si van a creer que a mí lo que me gusta es joder, pero debo ser sincero, yo nunca he sido amigo de las despedidas, me parecen tristes, dejan un sabor amargo, difícil de describir; pero en el caso del poeta sería una descortesía no hacerlo ¡Qué buen pibe ha resultado el tipo, es un tipazo! -¡Y cómo le da sed! -Añade sarcásticamente Blanquita observándolo por el espejo retrovisor. -Sin ironías, sin ironías, porque a poquísima distancia andan ciertos personajillos que.... -¡Hay jerarquías de jerarquías! -Le sigue el juego Aguasalá. 147


-Y eso se respeta. -Insiste Blanquita. -Dicen que es una sed incomparable. -Interviene Pablo. -¡Infinita! -Vuelve ella. -¡Eterna! -Contrapuntea Aguasalá. -¡Moldeada en los sueños del Dios Baco! -Suma Pablo. -¡Dura y hermosa como la piel de diamante! -Adorna Aguasalá. -¡Pétrea! -alarga Blanquita. -¿Cómo que pétrea? ¡Perra es lo que es! -Corta Martin. Todos celebran. En el balcón Miguel Ángel se ha entregado a la escritura mientras las olas lamen la orilla y la línea del horizonte se vuelve más azul. Hay gaviotas, también alcatraces. De cuando en cuando se oyen caravanas vitoreando el regreso del líder del proceso. Sobre la mesa junto a la computadora se ven varios libros, una taza, una caja de cigarrillos, un cenicero y por supuesto, el inseparable termo de café. Al rato, el ruido de una corneta lo sorprende. Son Pablo, Blanquita, Martín y Aguasalá. Inmediatamente baja a recibirlo e invitarlos a pasar. -No podemos, vamos de prisa, poeta. -¡No me digan esa vaina, me van a despreciar la sopa de cangrejos que preparé! -Es que se nos está haciendo tarde, ché. –Le dice Martin- Esta es una despedida relámpago, porque de aquí tenemos que pasar por Caracas, recoger una encomienda en el hotel donde está Rafael, y luego arrancar para el aeropuerto. -Pero suban un momentico que aquí le tengo algo preparado a Martín. Cuando están en la biblioteca agarra el Diario del Ché en Bolivia y unos CD.

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-Aquí tienes un amigo. Vaya pues, y dígale a los camaradas argentinos que Bolívar en este país ya no es un recuerdo, porque ahora si vamos juntos en esta batalla por un mundo mejor. Ya en Caracas, en el hotel, el recepcionista está confirmando si el huésped requerido está en la habitación. -Segundo piso, cuarto número 57. –Indica. Sin perder tiempo, Martín avanza directo al ascensor. Lleva tantas cosas en la cabeza que realmente no sabe por dónde comenzar. Al llegar a la habitación toca la puerta pero nadie abre. Un poco confundido se cerciora de estar en el sitio correcto y vuelve a insistir. Nada. Entonces se pega lo más que puede y llama: ¡Rafael, Rafael…! Al abrirse la puerta siente que casi le arrancan el brazo para hacerlo pasar. Sin salir del asombro ve como Rafael se asoma al corredor mirando a ambos lados. -¿Oye, te pasa algo? -Le pregunta. Noto algo extraño en ti. ¿Estás mal de la redonda? Actúas como si estuvieras sufriendo de delirio de persecución. Rafael no le responde. -A ver, contáme, estuvo fuerte la cosa aquí. -¿Fuerte? ¡Sí no sé ni cómo la estoy contando! Vos no te puedes imaginar la magnitud de los hechos ocurridos ¡Pero cómo ha valido la pena, che! Si alguien quiere ver un pueblo en rebeldía tiene que venir a esta tierra, recorrer las calles y caminar junto a esa marea humana que empujados por un sentimiento de libertad y con una constitución en alto, fue capaz de derrotar la canalla que intentó imponer mediante el poder de las armas un régimen de facto que contaba con todo el apoyo imperial ¡No es poca cosa che, no es poca cosa! Te lo dije, hay que salir al mundo a ver qué nos pasa. Ahora entiendo al que dijo: "la ciudad es un libro abierto que se lee con los pies." -¡Es increíble! ¡Un milagro! Yo estuve viendo por la pantalla... -¡Qué pantalla ni qué pantalla! ¡Lo que has visto es desinformación! ¡No has visto nada, no has vivido nada! Aún puedo sentir las balas soplándome las 149


orejas cuando estaba en Puente Llaguno. Aún puedo sentir el rugir de la gente bajando de los cerros para pedir a gritos la restitución del orden y las leyes que legítimamente se ha dado este país ¡No..., qué podés contarme vos si yo estuve allí, si yo lo vi con estos ojos! Y no solamente lo vi, sino que lo padecí ¡Ah..., pero el pueblo es sabio, no contaban con...! Intempestivamente Rafael mira la cámara y se queda en silencio. Vuelve a asomarse a la puerta e instantáneamente vuelve a cerrar. Observa a Martín como interrogándolo e interrogándose a sí mismo. -¿Y...? -¿Cómo qué y...? -¡Qué sé yo..., fuiste tú quien se quedó en el aire! ¿Acaso se te cayó la cobertura? -No es eso. -¿Entonces? -¿Entonces qué? -¡Mirá vos, si me hiciste venir aquí para volverme a salir con eso de que todavía no me tenés suficiente...! -Cogé pausa, cogé pausa, que aquí vive mucha gente y nos pueden oír. Jamás imaginé que fueras tan susceptible ¡Por favor, por favor...! Pero qué le vamos hacer, cada quien es como es. Sin embargo... -¿Querés dejar de estar dando vueltas e ir al grano? -¡Pero cómo voy a ir al grano si no me dejas avanzar! En definitiva, lo que quiero decirte es que tu colaboración es fundamental. La vida de un montón de gente, la vida mía y hasta la vida tuya, va en la jugada ¿Entendés? -¡Qué carajo voy a entender! Rafael saca un paquete que tiene escondido y se lo muestra. -¿Tienes idea de lo que hay aquí dentro? -¡Ni que yo fuera adivino, cómo voy a saber! 150


-Aquí está la clave de lo ocurrido. Algunas cosas las hice yo. Otras me las entregaron clandestinamente. Si logramos poner esto fuera del país y armar el rompe cabeza, todo el mundo va a saber la verdad. Tomá, llevátelo y entrégaselo a Marcelo para que convoque una rueda de prensa, lo proyecten y armen ese rompecabezas allá, o donde mejor les parezca. Andáte pues, andáte. Ah, también te voy agradecer otro favorcito, cuando llegués a Buenos Aires, me le das una vueltita a la casita, no quiero que por falta de uso se vaya a deteriorar. -¿Y tú, no piensas volver? -Todavía no. Aún tengo muchas cosas pendientes aquí. -Yo no entiendo a estos autoexiliados, se quedan en otros países y… -¡Ah no, pará, pará…, tampoco es para que te creas un héroe! En el aeropuerto el agrupamiento de gente en la sala de espera se extiende cerca del área de chequeo. Martin ya se ha despedido de sus amigos y se encamina a comprar el periódico pues le informaron que todavía falta casi una hora para despegar, además necesita ir al baño pues el estómago le está comenzando a arder. Mientras eso ocurre en plena autopista de retorno de La Guaira, la música de la radio se va metiendo suavemente para servir de fondo a diversas panorámicas del paisaje urbano que bordea la ciudad capital. Ahí van en el carro, Blanquita, Pablo y Aguasalá, bastante cansados por el viaje, pero al fin de cuentas satisfechos de tal acción. De improviso, un avance noticioso interrumpe la música para dar paso a la voz de un locutor: atención, atención, RNV informa que hace pocos minutos se ha producido un accidente en aguas del mar Caribe, se trata de un avión que viajaba con destino a Argentina, aun no se sabe el número de víctimas, repetimos, se ha producido un accidente, un avión con destino a Argentina se ha precipitado en aguas del mar Caribe, aun no se sabe el número de víctimas. Seguiremos informando. 151


Todos se miran perplejos, Blanquita pega un grito: ¡Martin...! Por otro lado, a cientos de kilómetros de allí, Miguel Ángel está como casi siempre, escribiendo, fumando, tomando café y observando el mar. En una de esas, entra una llamada telefónica. Es Pablo quien le comunica la mala noticia. -Qué ironía, -Comenta- ahora que empezaba a realizarse. ¡Que vaina! Mantenme informado, por favor. Sin recuperarse, vuelve a clavar los ojos en el mar, toma un nuevo sorbo y agrega al cuaderno: cada instante perdemos la muerte, pero la vida sólo se pierde una vez. Cansados de tanto trajín, Blanquita, Pablo y Aguasalá que han regresado al aeropuerto aguardan en las inmediaciones del servicio de información donde también se encuentran familiares y amigos de los pasajeros del avión siniestrado. El silencio muestra su cara más amarga mientras ellos únicamente se dedican a pensar y a esperar. De pronto, Pablo siente que le están tocando la espalda, voltea y queda perplejo, detrás de ellos está Martín.

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En casa de Rafael, en Argentina, nuestro bohemio amigo se seca el cabello. Encima de la cama está el equipaje prácticamente sin desempacar. Atento a la radio escucha que están entrevistando a un analista político sobre la situación económica de su país. Sin perderle la pista al meollo del asunto, extrae ropa limpia de la maleta, termina de vestirse y agarra el paquete que le entregó Rafael. De pronto, con perfecto manejo de transición, se observa como un auto deportivo se va deteniendo frente a un centro comercial. Todos los alrededores del banco están rodeados de gente lanzando consignas y mostrando pancartas exigiendo su dinero. Martín sin bajarse del vehículo observa, a través del espejo retrovisor, la manera rápida en que va aumentando la manifestación. A su lado está el paquete de Rafael. Así mismo también pueden verse los CD de música que el poeta le regaló. Automáticamente saca uno de ellos y lo introduce en el reproductor: Disfruté tanto tanto cada parte/ y gocé tanto tanto cada todo/ que me duele algo menos cuando partes/ porque aquí te me quedas de algún modo/… De nuevo echa andar el carro y continúa hacia el centro de la ciudad. Cuando va pasando por la casa donde vivía con Margarita un aviso colocado al frente de la misma le llama la atención: Se vende. Un poco aturdido detiene el auto, piensa dos segundos, adelanta otro tanto y se estaciona en la cuadra siguiente. Mordido por la curiosidad baja del carro y regresa caminando para cerciorarse de lo que dice el cartel. Al llegar, la puerta está entreabierta, echa una ojeada, y cuál sería su sorpresa, allí está Margarita, Mireya la modelo y un hombre uniformado de capitán de navío que presumiblemente es el mismo del yate referido con anterioridad. A velocidad del pensamiento intuye que Margarita les está ofertando la casa. Duda. No sabe si entrar o no. Finalmente se decide por lo último. En el fondo distingue a Eduardo, el pianista. Ninguno de ellos se ha percatado de la presencia de él. 153


Aprovechándose de la situación regresa cauteloso al auto, y recuerda que aún conserva una foto de Margarita guardada en la cartera. La hace añicos y se va. Dentro del salón del Hotel Bauen todos se muestran animados por el interés que ha suscitado la inusitada reunión. Martín paquete en mano esculca por todos lados esperando que aparezca Marcelo, el amigo de Rafael. Al llegar realiza la entrega y este aprovecha para invitarlo a subir al podio para hacer un breve introito. Martín al principio se resiste argumentando que tiene cosas que hacer, pero termina accediendo. -Por favor, vamos hacer silencio... Silencio amigos, silencio… Ha llegado el momento. Les quiero presentar a alguien que acaba de llegar de Venezuela. Como todos saben el camarada Rafael está aún en esas tierras cubriendo los acontecimientos que vienen ocurriendo en esa hermana nación. Por experiencia propia todos hemos padecido, de alguna manera, el abuso de los medios de comunicación que no informan sino que desinforman para favorecer intereses particulares. Y por tal motivo tenemos aquí a Martín, quien nos trae un material de primera mano. Este caballero fue el mensajero escogido por Rafael para hacernos llegar estos videos, inéditos, que proyectaremos a continuación; y quise que todos lo viéramos, así, totalmente crudos, para que no se nos escape nada de lo que está pasando allá. Repito es un material, inédito, que ni siquiera ha visto el propio Martín. Pido excusas de antemano por el contenido tanto oral como gráfico que pudiéramos encontrar. Yo por mi parte les agradezco en nombre del periodismo, verdaderamente libre, hecho con ética y veracidad, el esfuerzo que han realizado para venir. Sin más preámbulo, otorgo la palabra al compañero para que nos cuente algo de esa experiencia. Que cada quien vea, analice y saque sus propias conclusiones.

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-Muchísimas gracias... Bueno... ante todo quiero decirles que yo fui a esa nación queriendo huir de mi vida... Les confieso que al principio no me fue nada difícil. Venezuela es un país alegre, bellísimo, de playas y mujeres hermosas, tal como lo venden las revistas de moda. Pero la realidad política es otra cosa. Y tuve la suerte de encontrar amigos que me enseñaron que el camino es más importante que la meta. Y me encontré con un pueblo que a pesar de los intentos conspirativos para derrocar el gobierno que ellos legítimamente se han dado, se puso de pié para dejarnos una gran lección. Lo que yo viví no fue tan dramático como seguramente son las imágenes que vamos a ver. Pero dejemos que hablen las imágenes. Mientras Martín vuelve a su puesto, Alba que está sentada al lado de una de las integrantes de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, lo observa atentamente. Siente que hay en él algo que le es familiar. De pronto su cara se ilumina. Sí, es la misma mirada del hombre que llamó su atención al momento de ella arribar al país.

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23 Un año y ocho meses después, camino a la casa del mar, Miguel Ángel saborea el último trago de una lata de cerveza. Tiene un sobre encima de las piernas que dice: Remite: Alba Acosta González Rocha 923 2º piso CABA (1166) Argentina - 54 11 4302 8372 Destinatario: Miguel Ángel Escalona Casa Nro.54-76, vía Morón, Boca de Yaracuy - Edo. Falcón – Venezuela. Como puede lo abre y se da cuenta que la carta está escrita en la misma hoja en blanco, que él en una oportunidad le había hecho llegar a la remitente. La huele y vuelve a introducirla en el sobre. Palpa que además hay unas fotografías pero posterga echarles un vistazo para disfrutarlas cuando llegue con mayor comodidad. Coloca cuidadosamente el sobre en el tablero de la camioneta para acto seguido darle volumen a la música que está sonando en el reproductor: deforéstame ponme al borde del olvido/ aunque celebre un laberinto en cada pena/ desólame/ sustitúyeme por un río en tus adentros/vuélame en de papel con sus colores/ envíame un telegrama por las tardes/ rompe el hilo y suéltame, suéltame, suéltame…Y el vehículo se va perdiendo sobre la lengua negra del asfalto como si se lo estuviera tragando el atardecer. Esa noche, como bien lo sabe el gerente, el protagonista no durmió. Amaneció sentado en la mesita, que sin obviar detalles el director va mostrando en pantalla, mientras él contempla el reflejo del sol. A juzgar por la cantidad de páginas arrugadas tiradas en el piso y el manejo de luces y sombras, Miguel Ángel lleva horas tratando de escribir. Usa de apoyo el sobre que Alba le envió. A su lado se puede apreciar claramente un libro titulado: Tristal. Al sentirse conforme introduce lo escrito en una caja, junto 156


a otras cosas que no se distinguen qué son. Después de pensarlo bastante, anota la dirección fijándose en el sobre que ella le ha mandado y sella la caja con cinta adhesiva de embalar. De manera mecánica vuelve a tomar la encomienda recibida y saca, ahora sí, completamente todo el contenido. Podemos ver tres fotografías más la carta. Toma la carta. Vuelve a observar la marca de autenticidad, la letra X, que está en la hoja en blanco que él mismo le envió, la desdobla y hay sólo una línea escrita: He comprendido Itaca, gracias amor. Luego toma las fotografías y las detalla lentamente: Alba, en una marcha junto a las Abuelas de Plaza de Mayo; Alba con Mamá Carmen en una asamblea de los colectivos sociales: Alba en su casa, en estado de gravidez. En esta última el impacto es demoledor: ahí está Alba y su actual pareja que resultó ser Martín. Se escucha nuevamente al grupo Iven interpretando Mientras tanto. El teléfono suena insistentemente pero Miguel Ángel no lo oye porque está sumido en sus profundidades. No vamos solos, se dijo, va también el horizonte. Tiempo después Alba recibe por correo convencional una caja procedente de Venezuela que por sus características nos damos cuenta que es la misma caja que Miguel Ángel preparó. Extrae un par de fotografías. Una, es un hermoso atardecer del lugar donde se dijeron adiós, tomada exactamente el día en que Alba lo llamó al celular, y la otra es Miguel Ángel con los perros de la casa. En eso sale Martín del cuarto, se le acerca, le da un beso, le soba el vientre y pregunta: -¿Y eso? -Un envío que llegó. Entonces le muestra la foto que tiene en la mano. -Este es mi ex marido. Le dijo. 157


-¡Qué...! ¿Miguel Ángel? Martín se retira profundamente consternado y entra de nuevo a su cuarto. Alba enciende la luz del estudio. Toma de nuevo la encomienda y se sienta frente a la ventana. Desde allí se divisa el jardín bañado por una luna plateada. Dentro de la caja hay otros detalles que ella lentamente va descubriendo: una flor marchita de trinitaria roja, un libro: Los sueños del Alba, un caleidoscopio y un pedacito de papel arrugado, donde se lee: a usted también gracias, por lo bellamente vivido. Finalmente una hoja en blanco, con su respectiva e infaltable marca en el extremo del borde inferior de la hoja. Casi involuntariamente toma el libro, lo abre al azar y lee: El de intentar seguir amando a pesar de todos los dolores, hasta que construyamos juntos el momento del anhelo inevitable, el día del juicio final a la tristeza. Se queda pensando y con cierta incertidumbre prosigue la lectura: entonces, partiré de nuevo al lugar de mi alma desde donde salí a amarla alguna vez para hacerle saber que siempre será hermoso haberse conocido. Sobre todo, cuando en la vida de los juntos se comparte comprender la sabiduría hermosa que emana de los caminos que conducen a Itaca, que no es más que la senda hacia la liberación del alma, la que igual conduce a conciencia la vanguardia de la liberación de los pueblos. Simultáneamente imágenes de ella, alternadas con las de Miguel Ángel manejando su camioneta por una carretera que conduce a los médanos de Coro, comienzan a verse. Lentamente se van encendiendo las luces del recinto que no es otro, como se dijo al principio, que el patio central de la antigua cárcel colonial. Los espectadores se levantan sacudiéndose las posaderas y arqueando las espaldas al tiempo que no pierden de vista lo que está sucediendo, pues el director o a quién se le haya ocurrido la idea, en un juego de cámaras extraordinario, ha logrado meterlos a todos en pantalla y todo lo que hacen en la platea se refleja allá. Lógicamente los aplausos 158


truenan a rabiar. Inesperadamente, la atención se centra sobre la mesa donde está el Video Beam, el enfoque va al sobre que enviaron de Argentina, donde aparece los nombres del remitente y el destinatario, al lado se aprecia un libro de Eva Perón, una carta abierta y una caja de un DVD, donde resalta el título de la película: La solitud y el horizonte, dirigida por Alex C. Después un nuevo enfoque muestra al público preparándose para salir, y desde luego al gerente de Áreas especiales, un hombre bastante parecido al de la película, pero unos cuantos años mayor. Este está tan conmocionado que no puede hablar. La atención vuelve a centrarse en la pantalla y todos comienzan a leer: Abriendo en pedazos la distancia/ develamos los huecos sellados de la lejanía/ sus oscuros silencios y los pasadizos secretos del olvido/ donde lo encontrado se esconde en agonía/ y se mira inasible lo perdido/ de los seres que se aman sin verdad/ Todo está unido/ como las luces a lo lejos/ que se acercan para vernos/ como los ojos tristes al adiós/ como el que se queda al que se va/ Hasta las sábanas de no verse/ Hasta los besos de no darse/ Hasta las palabras que hablan mal del amor/ viene el viento y las delata como excusa/ Todo está unido/ como las ruedas al camino/ como el recuerdo a los días que se fueron/ y a los días que vendrán sin ti/ Si te sumerges en la orilla de las aguas de otro mar/ en algún lugar de este lado de la tierra/ oleré su perfume/. Luego van apareciendo los créditos de la película. Miguel Ángel se estaciona a la orilla de los médanos de Coro y comienza a sonar la canción: Todo Cambia del chileno Julio Numhauser. Al fondo se ve la imagen del poeta subiendo descalzo por el arenal, al tiempo que desde arriba baja una bellísima mujer envuelta en un larguísimo traje de tul. Debido a la cámara lenta no se sabe si es realidad o imaginación. Al final, la escena queda

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congelada sin saberse si la mujer va al encuentro de Miguel Ángel o pasa derecho. Suavemente se va yendo la imagen junto a la canción. Cuando todo concluyó, únicamente quedó el gerente en la penumbra, solitario y pensativo, sentado sobre la piedra del patio, esperando que aparecieran Churchil y el técnico para guardar el equipo y apagar la luz. -El despecho no es más que el hedor de los desperdicios de un "amor" que va en el féretro. –Se dijo. Ahí recibió la noticia: Iraima acababa de morir.

FIN.

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