El Ciudadano Cheyre

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El Ciudadano Cheyre.

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n una entrevista dada a la Tercera en su sección Reportajes del Domingo, el ex Comandante en Jefe, devenido en su momento en gran hombre de Estado y ahora imputado Juan Emilio Cheyre, declara que “mi único pecado es haber estado ahí”, lo cual podría aplicarse como un tremendo infortunio espacial, el cual desde una forma mucho más trágica sería aplicable, pero con un destino tremendamente distinto a las víctimas de la ya consabida política sistemática de eliminación empleada por la Dictadura Militar, de la cual de forma indirecta o directa le toco “servir” y ser parte, y de la cual muy a su pesar, el infortunio de la ubicuidad le permitió ascender hasta llegar a Comandante en Jefe del Ejercito. Que los hombres son luces y sombras no es ni será una sorpresa, que nuestras miradas, reflexiones e ideologías sufren transformaciones en el tiempo tampoco lo es. Que el contexto es relevante para el análisis de nuestras actuaciones no es sorpresa alguna. Pero las aristas, defensas y preguntas que abre el caso Cheyre, debido a su figura y estatus, hacen necesaria una reflexión respecto a nuestra historia reciente que debe ir más allá de la verdad que pueda establecer la ley y el derecho, más cercano a la racionalidad, política y el consenso, bastante más distante de la Justicia, la cual es más cercana a la aspiración ética que no mide transacciones ni efectos en pos de alcanzarse a sí misma. Este caso por ende nos invita a asumir ese desafío con los quiebres que ello pueda implicar a partir del cuestionamiento a figuras que cumplieron roles durante la Dictadura, tanto desde posiciones civiles como militares ya sea en un cuestionamiento judicial como moral, permitiendo el ciudadano Cheeyre en su dualidad cívico – militar quizás iniciar ese ejercicio y desde esa posibilidad me permito aventurar ciertas preguntas que salen al ruedo debido al contexto más actual que pasado de la figura en cuestión: a) una figura relacionada con cierto tipo de participación en violaciones a los derechos humanos, que pudo transitar el paso del

tiempo para transformarse en un ciudadano ejemplar, inclusive aportando a la “reconciliación nacional” ¿queda exento de sus responsabilidades debido a su juventud, a sus problemas de orientación, por su mala suerte o simplemente por sus aportes posteriores en la construcción de esta Republica? b) Con respecto a la importancia que el sujeto en cuestión adquirió y a su relevancia en ese periodo difuso e inclasificable denominado “transición” surgen más interrogantes aun, si existió una política de gobierno en torno a evitar el ascenso y llamar a retiro a todo aquel vinculado en caso de violaciones a los DDHH, eso implica que ¿ Juan Emilio Cheyre nunca fue un sujeto de sospecha, y sus actuaciones nunca fueron impedimento para ascender en el escalafón militar hasta empinarse a lo más alto de él?¿ o sus antecedentes estaban en conocimiento de las autoridades, pero su figura, opiniones y visión de la institución despertaba simpatía y por ello eran obviable ciertos pecados de juventud? c) En relación a su investidura como Comandante en Jefe, y en virtud de la importancia que adquirió el caso Caravana de la Muerte, ¿no encontró necesario previamente, si es que la información no era conocida, relevante dar a conocer que había estado como teniente en unos de los regimientos por los cuales esa caravana devoraba inocentes? Si la dio a conocer o era sabido, en lenguaje Neoliberal pregunto ¿que se transo o negocio a cambio de su investidura? ¿ fue su política del “nunca más” y su promesa de un ejército diferente su salvoconducto para evadir posibles responsabilidades, acercarse al sujeto que sentía que era y finalmente pasar a la historia? Esas preguntas no pueden ser respondidas desde el artilugio racional, ya que la única forma de acceder a ellas es mediante la confesión de alguna de las partes, lo cual anularía toda especulación sobre su

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responsabilidad. Pero a pesar de no tener aquellas pruebas, llama profundamente la atención la defensa cerrada que hacen de su persona ciertos dinosaurios, a esta altura verdaderos políticos testimoniales de la consecución de la democracia y construcción de este nuevo Chile, sujetos que pontifican como un Ricardo Lagos o un Jorge Burgos entre muchos otros, plantean lo relevante de Ex comandante para el Chile de hoy, hacen mención de su aporte tanto al interior de las filas castrenses como fuera de el, como posteriormente ocurrió siendo parte distinguida de distintas instituciones públicas como actualmente el SERVEL, a las cuales llego por la importancia adquirida desde “su nunca más”. Frente a aquello, pareciera que las voces concertacionistas desarrollan mas una defensa de sí mismo que del ex general, porque asumen que la desmitificación del general de la transición es a su vez la desnudez de fragilidad o superficialidad en torno su propio tratamiento político de la problemática de los Derechos Humanos, por ende la caída del general elevado a la potestad de aquellos grandes militares del siglo XIX alimentada por las figuras del “arcoíris” es la caída de los velos y la desnudez de su propio relativismo moral. Pero recordemos ese “nunca más” que es el momento en el cual Juan Emilio Cheyre hace el tránsito de militar a “gran hombre” en aquel discurso titulado “Ejercito de Chile: el fin de una visión” el planteo “…el ejército de Chile, tomo la dura, pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le cabe en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado(…)ha cooperado permanentemente con los tribunales de justicia para, en la medida de lo posible, contribuir a la verdad y a la reconciliación…”. En aquel discurso el propio Cheyre llama a asumir las responsabilidades que los actos merecen, démosle el merito que sus actos pueden son ser punibles, pero claramente son moralmente cuestionables y por tanto sujeto de un debate nacional, independiente del rol y decisiones tomadas con posterioridad en su carrera militar, ya que no es en su virtuosismo u oportunismo el conflicto de sus actos, sino en

sus silencios, un silencio que se mueve en la grandilocuencia de una confesión institucional, que permite parapetar sus propias culpas y conflictos ( si es que lo siente), y que hace mas honor a la contribución de la verdad “en la medida de lo posible”, que simplemente a la “pura y santa verdad”. El plantea en su reciente entrevista “(…)es un momento trágico en mi vida(…)muchas de las decisiones de las que hoy me critican, las tome por el recuerdo de ese momento(…)me quedo grabado a fuego”, pero ese momento sale a la luz no por muto propio, como lo hizo el intelectual alemán Gunter Grass y su confesión en torno a su juvenil seducción con el nazismo, quedan por tanto la impresión que si hubiese sido por ciudadano Cheyre, aquellos recuerdos habrían quedado simplemente como un fuego interno, quizás purgado de sus futuras memorias, una mancha obviable dentro de tan impoluta carrera tanto en los cuarteles como fuera de ella, como han sido algunas frases lanzadas en la defensa de este militar. Se vuelve paradojal, que aquel que contribuyo (tiendo a pensar más semántica que concretamente) a la transformación del Ejercito, aparezca vinculado a procesos de violaciones de los Derechos Humanos, paradojal que su futuro este ligado a un proceso judicial que es finalmente el debido proceso negado a otros y que lo lleva a ser parte de su encausamiento, paradojal que el viva con un recuerdo grabado a fuego y otros hayan visto simplemente imposibilitado cualquier posibilidad de recuerdo por el mismo fuego. Esperemos que la justicia más que la ley, que la verdad más que la racionalidad y que la ética más que la política, hable hoy, lo merecemos los vivos, los muertos y nuestros fantasmas que todavía esperan. Marcelo Sánchez Editorial La Fragua

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