El señor Cerdo vivía con sus dos hijos, Miguel y Antón, en una bonita casa con un bonito jardín y con un bonito coche en un bonito garaje.
Dentro de la casa estaba su mujer.
—Date prisa con el desayuno, querida —le gritaba cada mañana antes de irse a su importantísimo trabajo.
—Date prisa con el desayuno, mamá —gritaban Miguel y Antón antes de irse a su importantísima escuela.
Cuando
hacía las camas…,
se iban, la señora Cerdo lavaba los platos del desayuno…,