El concepto de solidaridad

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El Concepto de Solidaridad: Historia CARMEN FLORES a.c.i Según Marciano Vidal1, al parecer fue el idioma francés el primero en utilizar la palabra solidaridad. Hasta el siglo XVIII no aparece el adjetivo solidario en el francés: poco después vinieron los términos solidariamente, solidaridad. Su uso se extiende a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

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Cf. VIDAL, Marciano. Para comprender la solidaridad. Navarra: Verbo Divino, 1996, pp. 11-12.


Es Pierre Leroux (1797-1871) quien utiliza el término “solidaridad” con el fin de sustituir la palabra cristiana “caridad”: “El cristianismo es la más grande de las religiones del pasado; pero hay algo todavía más grande que el cristianismo: la humanidad”2. Y en la línea político-sociológica, son Emile Durkheim y L. Bourgeois quienes, a partir de la segunda mitad del s. XIX, introducen totalmente el término en este idioma3.

La palabra castellana solidaridad tiene su raíz en el latín, aunque su procedencia no es directamente de la lengua latina sino del francés. La palabra solidarietas pertenece al latín moderno (propiamente al eclesiástico), mas no al clásico. La palabra castellana solidaridad tiene, primeramente, su raíz del latín ‘ solidus’ (sólido, compacto, entero) pertenecientes al ámbito de la construcción; guardando relación con solido (consolidar), soliditas (solidez), solidatio (consolidación).

Su segunda raíz, proviene del ámbito de la jurisprudencia, del derecho, de “ in solidum” (obligaciones contraídas in solidum: mancomunadamente). Del primer campo quedará la lógica orgánica en el concepto de solidaridad: la unidad de un todo en la que las partes están solidamente “enlazadas”, “atadas”. Del segundo, la exigencia de compartir entre personas “implicadas” y de las que responde cada uno en caso que los demás se declaren insolventes4.

En síntesis, en la raíz etimológica de la palabra solidaridad, hay dos universos significativos: el de la construcción y el de la jurisprudencia (derecho). Ahora bien, en el concepto actual de solidaridad permanece como elemento válido el entender el valor de la solidaridad como explicitación de ese compartir algo inexorablemente sin poder “dividirse” (separarse) de la responsabilidad asumida por el grupo. El destino del grupo se convierte en destino asumido en totalidad por cada uno. 2

LEROUX, Pierre. De l´humanité (tomado del Corpus des oeuvres de philosophie em langue française, Paris: 1985, c. 1). In: PARENT, Remi. Moralia, año 1992, n. 14, p. 325. 3 Cf. VIDAL, M., ibid., pp. 13. Pierre Leroux (1797-1871), político y defensor de la clase obrera, propuso un deísmo racional para reemplazar a las religiones cristianas. Émile Durkheim (1858–1917) tuvo una teoría sociológica que parte del concepto del ser humano como un animal salvaje, que solo se torna humano porque se torna sociable, mediante un proceso de aprendizaje de hábitos y costumbres característicos de su grupo social. Afirma la existencia de una “conciencia colectiva” formada durante nuestra “socialización”, compuesta por todo aquello que habita nuestras mentes y que sirve para orientarnos como debemos ser, sentir y comportarnos. A partir de 1900, León Bourgeois desarrolló una filosofía sistemática sobre el concepto de la solidaridad, exponiendo su fundamento filosófico-político y sus fórmulas jurídicas, llamándose “solidarismo” al conjunto de sus doctrinas. Parte del supuesto de que los hombres nacen y viven en sociedad, como hecho de orden natural anterior a su consentimiento y superior a su voluntad. Tal situación crea derechos y deberes inmanentes a la convivencia. Pero el deber social no constituye una obligación puramente de conciencia, sino que es una obligación fundada en derecho, y sobre esta idea hace reposar Bourgeois su teoría de la deuda social de carácter netamente jurídica. Explica que es la figura de un "cuasi contrato" la que da forma legal a tal deuda jurídica-social. 4

Cf. VIDAL, M., op. cit., pp. 11-13.


Se irá acuñando el término, enriqueciéndose con otros sentidos a lo largo del tiempo, para pasar a expresar “realidades sociológicas” (formas de ser y de actuar de los individuos), para llegar a referirse a uno de los valores y a una de las actitudes indispensables para la convivencia humana. Esta solidaridad sociológica puede ser abierta o cerrada. Una solidaridad “cerrada” es aquella en donde se valora la fuerza de cohesión, la forma de relación interna de los individuos dentro del grupo. Esta se apoya y se justifica por la pertenencia grupal. Tiene su expresión social concreta en las formas de cooperación entre los individuos que componen el grupo, y aunque generan otras formas de solidaridad hacia fuera, lo hacen sin la fuerza amplitud y profundidad justificadora, que tiene la solidaridad hacia dentro.

Lleva al fenómeno del corporativismo, “el cual tiene la doble cara de ser muy solidario hacia dentro del grupo y poco solidario hacia el resto de la sociedad” 5. La solidaridad, la fraternidad, la camaradería son entendidas y realizadas en clave cerrada hacia el interior del grupo lo que conduce a “patologías” de diversas índoles y en campos muy variados de la realidad social: capillismos religiosos, fraternidades herméticas, camaraderías excluyentes.

La solidaridad sociológica “abierta” presenta tres características principales. Primera, es amplia; no es reductiva a una creencia de grupo, a una situación concreta. Segunda, abarca la condición humana en su sentido total: todo ser humano y a todos los seres humanos por igual y por último, trata de expresar la igual condición de todos en una exigencia ética. El reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, y como consecuencia la organización de toda la sociedad de acuerdo a ese criterio, constituyen contenidos imprescindibles de la solidaridad auténtica. Todo ello significa que no puede darse la solidaridad sino se da al mismo tiempo la justicia. La sociedad solidaria es una sociedad justa en la misma medida en que realiza la solidaridad.

Otra característica de la solidaridad en su comprensión sociológica es la asimetría. Esta característica tiene que ver con las desigualdades de la vida humana,

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Ibid., p. 18.


especialmente los de incidencia social que “resuenan en las entrañas” 6, “afectan” y producen una auténtica compasión. Se traducen en un discurso y en una praxis “asimétrica” en el sentido inverso descubierto en la realidad: los “menos favorecidos” han de ser los “más favorecidos”7.

Así, la solidaridad “abierta” pertenece al mundo de la libertad en el que se configura una decisión y como un “proyecto”. La solidaridad abierta es un valor moral que expresa el ideal de una sociedad en la que las “asimetrías” no son de explotación u objeto de mera tolerancia, sino razón para movilizar las conciencias hacia el “otro” y para organizar una vida social en igualdad de condiciones para todos.

6

Ibid., p. 19.

7

Ibid., p. 1.


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