Crónicas a un cuerpo Katia Vázquez Álvarez
A través de la lectura de Crónicas Marcianas, se
aborda la creación de unos paralelismos entre los miedos re�lejados como fruto de las inquietudes políticas y sociales de la década de los cincuenta estadounidenses y entre el sentimiento de opresión de un sistema gordofóbico y patriarcal en nuestros días.
El acercamiento relacional entre estas visiones no deja de ser un símil más poético, llevado a las entrañas del repertorio sentimental humano. Esto parece oportuno ya que la intención de Ray Bradbury con estos relatos no era la consecución de una obra de ciencia �icción que fuera realmente �iel a una realidad o pensamiento cientí�ico; trataba de hacer apología a las emociones, a las experiencias de las personas, hacerte sentir la misma esperanza, la misma desolación, etc., cuando empatizas con los personajes, ya fueran humanos o no. En los relatos recopilados con esta obra, se podrán crear conexiones que re�lejen miedos y anhelos que no pasan de moda y que residen en el ser humano, con la complejidad emocional que esto acarrea, y que, en de�initiva, se pueden extrapolar a otros contextos que a priori no serían tan claros pero que no dejan de ser pertinentes. Problemas sociales y emocionales que, aunque estén lejos de resolverse, es propio evidenciarlos y referenciarlos con el �in de hacerlos visibles y discutibles, presentarlos a debate en la sociedad como medio para mejorarlos.
Al igual que el libro, se considerará un acercamiento a las ideas que se quieren relacionar a través de la exposición de distintos relatos que se antojan de gran importancia para la comprensión del discurso. A través de esta selección se abordarán sentimientos claves que, desde un punto de vista personal, atañen en varios aspectos la red de sentimientos desarrollados a través de situaciones de índole gordofóbica y machista. Así, se podrán explorar las relaciones de alteridad e identitarias dentro de un marco teórico actual y �ijar en escenarios pensados hace 50 años, la visualización de
estos sentimientos.
A modo de Cortázar con su obra Rayuela, se propondrá un paseo por los relatos escogidos reordenándolos respecto a su orden dentro de la obra, con el �in de apoyar un discurso paralelo y facilitar esta otra lectura que se propone de la misma.
El espejismo de un estereotipo
Es inevitable comenzar con la presentación de un personaje que condensa toda una visión de lo que sería la problemática de la imagen femenina y, para más inri, desde la descarada perspectiva de un hombre (heterosexual).
En el relato Los pueblos silenciosos se presenta a un protagonista masculino llamado Walter Gripp que, después de la vuelta de todos los terrestres a la Tierra, se encuentra solo en el planeta Marte. Tras días, consigue contactar a través del teléfono con una rezagada: Genevieve Selsor. Al no haberse visto aún en persona, el protagonista se empieza a hacer una imagen mental de cómo sería Genevieve, volcando en ella unos anhelos estereotipados de mujer delicada y complaciente que le supliera unas carencias sexuales y emocionales, sin pensar siquiera en las que pudiera tener ella. Sin embargo, cuando se ven, descubre que está gorda y que, ante la soledad, es una mujer que ha dejado de auto juzgarse con el �in de disfrutar de lo que pueda en esas condiciones.
«Yo iba a embarcar en el último cohete, pero preferí quedarme, ¿sabes por qué? […] Porque todos se metían conmigo. Por eso me quedé; para echarme perfume encima el día entero y beber diez mil cervezas y comer dulces y bombones sin que la gente me esté diciendo: ¡Oh, cuidado, eso tiene muchas calorías! Y aquí estoy.» Esta imagen de mujer independiente, que actúa en consecuencia a ello y, sobre todo, que no cumple con sus cánones estándar de belleza y comportamiento, hacen que la rechace hasta tal extremo que pre�iere la soledad a la perspectiva de relacionarse con ella de cualquier manera. De este modo, se demuestra la poca capacidad de empatía y la falta de inteligencia emocional que tiene el protagonista y que hace que no llegue a evolucionar y entenderse con la que sería su única posibilidad de socialización en un planeta desierto, es decir, incluso en una situación extrema.
Trampas afectivas y anhelo por cumplir los estándares ajenos
Como comenta Victor Rocafort1, la generalización de los estereotipos en el sistema social que nos
desarrollamos prolifera con los valores simplistas y hegemónicos que este mismo promueve. Pensamos que nos facilita el trabajo a la hora de establecer relaciones y acabamos haciendo rápidos juicios de valor in�luenciados en gran medida por prejuicios hacia nosotros mismos. Y a su vez, nos encontramos construyéndonos a nosotros mismos en base a los demás. Sin embargo, cuando esa construcción viene impuesta por una moralidad común, nos convertimos a la vez en auto fustigadores, por un lado, y, por otro, en verdugos de los demás. Es inevitable pensar en ese momento de alienación en el que la norma te dice que no encajas y desarrollas tu autocrítica en base a unas normas que a ti no te contemplan. Pese a eso, en tu sumisión, acabas extrapolando esas condiciones a tu entorno y martirizas a la siguiente persona no normativa.
Esto es lo que pasa con el protagonista del relato El marciano. En él, acaban volcándole todas las frustraciones personales de los terrestres hasta que se encuentra sumiso y prisionero de todos los anhelos de éstos, que buscan reconfortarse en él para sentirse mejor. El marciano intentará así amoldarse a unos estereotipos y estándares egoístas de seres que socialmente se están concibiendo superiores a él mismo, que se han posicionado en una cúpula de poder que les permite a ellos bombardearlo con sus necesidades y que el marciano tiende a intentar cumplir solo por el mero hecho de la opresión2.
En de�initiva, la de�inición del ser está condicionada más por lo que los demás esperan de nosotros que por nuestra manera de de�inirnos. De este modo, pensar en el �inal de ese marciano cuando decide empoderarse, cuando ya está saturado y sobrepasado por todas esas presiones, resulta desesperanzador desde el punto de vista de la persona que decide empoderarse respecto a la gordofobia. Pero más allá de un mensaje melancólico, es un golpe de realidad que tienes que afrontar: el empoderamiento no es fácil, la presión va a ser muy fuerte y las cargas a soportar, abrumantes.
Condenación moral
Otro valor importantísimo que se re�leja en los relatos de Ray Bradbury y que se puede relacionar con el tema en cuestión es la imagen del poder a través de la representación del sistema terrestre con la �igura del inspector de Climas Morales en el relato de Usher II.
Si bien el autor pretende re�lejar en este relato un miedo a la censura literaria, el nombre escogido para el
censor abre la imaginación a todos los ámbitos políticos de la sociedad sensibles a la crítica, entre ellos claro está, el cuerpo. El cuerpo como ente político capaz de albergar la su�iciente polémica como para que unos reguladores (de nuevo hombres) de lo que se considera moral, moldeen y normalicen a su antojo.
Realidades paralelas
A través del relato de Encuentro nocturno, se observará un interesante diálogo en el que se trata de confrontar dos realidades paralelas: la del terrestre, en la que se observa una ciudad desolada y en ruinas, y la del marciano, en la que se re�leja una ciudad esplendorosa y llena de vida.
Si bien parece que nos encontramos ante dos realidades no simultáneas en el tiempo y, por lo tanto, condenadas a no entenderse, puede tener otra apreciación: el planteamiento de una conversación con pretensiones de entendimiento de dos puntos de vista distintos. Desde la metáfora de la adaptación del marciano al lenguaje terrestre, que demuestra esa pretensión de lo diferente de querer ser escuchado, a la propia disparidad de visionados de una realidad absoluta para cada uno, de�inida por sus vivencias. Así, se plantea un ejercicio de empatización, de intercambio de pareceres, de acercamiento a lo diferente y a su comprensión. Incluso un ejercicio de autocrítica, de valorar la realidad de uno mismo frente a la de los demás. «-Me gustaría ir contigo a ese festival. -Y a mí me gustaría ir a tu ciudad y ver esa nave de que me hablas y esos hombres, y oír todo lo que has pasado. […] La noche era oscura. Las lunas se habían puesto. La luz de las estrellas parpadeaba sobre la carretera ahora desierta y silenciosa. Y así siguió, sin un ruido, sin un automóvil, sin nadie, sin nada, durante toda la noche oscura y fresca.» Las ganas estaban y están ahí; la búsqueda por el entendimiento entre individuos es inherente al ser humano. Ahora bien, hay que estar dispuesto a aclarar esa “noche oscura”, enriqueciéndonos con los discursos de nuestros semejantes en un mundo de in�initos imaginarios.
La belleza de la diversidad
«Cuando llegué aquí no sólo me sentí libre de toda esa supuesta cultura, sino también de la moral y las normas y las costumbres terrestres.»
En el relato Aunque siga brillando la luna, se presenta a un personaje lleno de simbolismo: Jeff Spencer, un actor de este imaginario que vivía dentro de la norma (lo terrestre) y encontró la belleza en lo diferente (lo marciano). Comenzó a preguntarse por qué debía seguir un canon que incluso le había sido impuesto y del que no había sido participe en su creación (aunque si en su perpetuación), preguntándose así qué superioridad moral tiene la normatividad sobre lo diferente como para querer acabar con ella. Es más, ¿por qué seguirla?
«La mayoría siempre tiene razón, ¿no es así? Siempre, siempre. Jamás se equivoca, ni un breve e insigni�icante momento. En diez millones de años jamás se equivocó. ¿Qué es esta mayoría y quiénes la forman? ¿Qué piensa? ¿Cómo emprendió este camino? ¿Cambiará alguna vez? ¿Y por que demonios ha caído en esta putrefacta mayoría? No me siento a gusto. ¿Será claustrofobia, temor a las muchedumbres, o sentido común? ¿Es posible que un hombre tenga razón, aunque el resto del mundo opine que ellos tienen razón? No lo pensemos. Sometámonos, animémonos, y apretemos el gatillo.» Todos seguimos la moda, la norma. En el momento que nos separamos de ella, se nos persigue y oprime con el �in de controlar y exterminar lo diferente. Spencer representa así el momento crítico de re�lexión e intención de comprender la complejidad de las cosas, la variedad. Spencer trata de revalorizar un tipo de belleza que, contraria a la suya, le resulta igual de válida y digna de apreciar. Incluso en cierto modo, más pura que la suya propia y digna de conservación y protección.
También es verdad que no es el único icono importante en esta historia: no nos podemos olvidar del capitán Wilder. Este personaje representa el actor alienado que se da cuenta de la trampa, pero que vive demasiado cómodo dentro de una burbuja de normatividad en la que es bienvenido y por lo tanto en la que está a gusto y seguro. Revelarse y defender otra idea de la que de�iende esa cúpula, lo llevaría a ser como Spencer: un paria para los suyos. Esa es una decisión muy di�ícil de tomar, pre�iere no involucrase y aceptar un puesto que lo llevaría lejos del con�licto para que no cambiara de opinión y creara problemas, siendo a su vuelta en el relato Los largos años cuando sientes su pesadumbre ante las decisiones que ha tomado y de cómo ha actuado y te acaba de cerrar este círculo re�lexivo de la apreciación por lo otro.
La ventana al con�licto
Es quizá, con los relatos La tienda de equipajes y Los
observadores, cuando se puede apelar al sentimiento combativo de defensa del ser humano y su preocupación por proteger no tanto su historia, si no su mundo propio.
Se apela al sentimiento básico de amor por un contexto personal en el que nos hemos desarrollado y en el que queremos seguir haciéndolo. Desde el punto de vista de la lucha contra la gordofobia, ese contexto propio es muy íntimo: es nuestro propio cuerpo. Se niega la posibilidad de rendirlo a la destrucción en sí misma y se reclama una posición de lucha y empoderamiento que trate de reivindicar una existencia digna e igualitaria. Olvidar cualquier planeta interior al que se haya relegado la conciencia, forzada o voluntariamente, y tomar el cuerpo como un territorio polémico y en con�licto.
E
« l aporte de estas Crónicas es que no se quedan meramente ahí; las identidades ajenas son respetadas una vez que se reconoce nuestra propia alteridad interna. No se trata sólo de asumir la contradicción sino, también, de vernos en el lago re�lejados como marcianos, como aquellos seres plurales que deseamos ser y que hemos sido. Pero, para llegar a ello no vale la identi�icación simplona de los otros como nuestros re�lejos, antítesis o fantasmas. Hemos de permitir que las identidades de quienes comparten con nosotros el mundo se con�iguren en libertad. El gobierno de lo que ya los antiguos llamaban el foro interno, si es democrático y plural, debe conducirnos a la comprensión y atención de las voces marginales y extrañas, de dentro y de fuera para, así, ser capaces de encontrarnos y reír con un marciano junto a una gasolinera mientras en el aire �lota un dulce olor a tiempo.»1
Y más allá de estas palabras tan reveladoras de Victor Rocafort, es muy bonito apreciar como Ray Bradbury saca a �lorecer sentimientos y visiones desde varios ángulos y caminos de llegada, re�lexionando sobre la capacidad empática del ser humano sobre todo y su desarrollo sociocultural. Se consigue así encapsular sentimientos compartidos y ponerlos en evidencia, sacarlos a la super�icie y re�lexionar sobre ellos; temas como la necesidad de aceptación social, la presión que ello conlleva, la normativización pero a la vez diversidad de la belleza, etc. Con Bradbury también fantaseamos con la posibilidad de salir del planeta tierra con la pretensión de ser
mejores, un lienzo en blanco sobre el que empezar, pero en el que inevitablemente plasmamos nuestra dimensión histórica con una serie de bagajes vivenciales que tienen a repetir los mismos errores. No en vano se dice el refrán de “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Así, vemos en la ciencia �icción una vía de escape, un escenario en el que plantear otras realidades que nos rediman como humanidad, pero no debemos olvidarnos de realizar una crítica. Estas obras distópicas nos hacen re�lexionar sobre esto, nos hacen discutir nuestra propia condición y nuestras herramientas y maneras de actuar, de sentir, tanto individual como colectivamente.
«Y por último, si le sirve de algo, recuérdeme como un neurótico que enloqueció un día de verano y que nunca recobró la razón. Así será más fácil para usted.» Fragmento del relato Aunque siga brillando la luna
(pág.107)
Referencias y notas El desarrollo de este ensayo se basa en una re�lexión sobre el libro de Ray Bradbury, Crónicas Marcianas (1950). También se tendrá en cuenta relfexiones extraídas e in�luenciadas por el libro de Magdalena Piñeyro, Stop Gordofobia (2016).
Alonso Rocafort, Víctor. (2007). CRÓNICAS POLÍTICAS DESDE MARTE: UNA LECTURA TEÓRICO POLÍTICA DE CRÓNICAS MARCIANAS, DE RAY BRADBURY. Alpha (Osorno), (24), 9-36. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012007000100 002 1
Se recalca el ellos ya que dentro de el símil discursivo que se trata seguir, se identi�ica en el sistema patriarcal ese músculo de opresión que ha llevado a las mujeres a ocultarse en las sombras al no poder cumplir con las normas que se le pretendían atribuir y, por lo tanto, ser aceptadas en el conjunto. 2
Acción complementaria con Ana Arbona Bolufer en: https://www.facebook.com/254416365216676/vide os/374685670005769/