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Retrato
Clayton Christensen
El autor del único libro de negocios que Steve Jobs tenía en su estantería
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DE MISIONERO EN KOREA A GURÚ DE LA INNOVACIÓN. EL TRAYECTO DE CLAYTON CHRISTENSEN SE HA CRUZADO CON MUCHAS DE LAS FIGURAS DE NEGOCIOS MÁS IMPORTANTES DEL MOMENTO Y EN TODAS ELLAS HA TENIDO UN IMPACTO POSITIVO Y DURADERO. ASÍ, SIN MÁS, NO PARECE UN MAL CURRÍCULUM CON EL QUE PRESENTARSE.
Mantequilla de cacahuete
Estaba tan inmerso en ayudar a resolver los problemas de la gente que, para cumplir con la promesa a su familia de estar en casa para la hora de cenar, guardaba un tarro de mantequilla de cacahuete en el cajón de su mesa. Sabía que, si se levantaba a media tarde para buscar un bocado en una de las máquinas expendedoras del campus, se tropezaría con alguien que le presentaría sus problemas y que eso le entretendría hasta más allá de la hora de irse a casa.
Disruptivo. ¿Cuántas veces hemos oído esa palabra? Seguro que muchas. “Disruptivo” es una especie de sinónimo de “brillante, moderno e ingenioso”. El inventor de este término, aplicado al ámbito de los negocios, es el Dr. Clayton Christensen. Este profesor de Administración de Empresas en la Harvard Business School, y consultor de negocios, nació en Salt Lake City en 1952, segundo de ocho hermanos. Durante su tiempo en la universidad, que disfrutó jugando al baloncesto gracias a su altura (2,03 metros), decidió tomarse una pausa y hacer dos años de misionario en Corea del Sur, donde aprendió coreano. A su vuelta se graduó summa cum laude en Económicas, lo que le valió una beca que empleó estudiando dos años en Oxford para cursar un máster en Filosofía y un MBA en la Escuela de Negocios de Harvard. Comenzó en el mundo laboral como consultor, pero, de nuevo, se tomó un año libre para ser el asistente del secretario de Transporte de Estados Unidos. Luego fundó una empresa de cerámicas de alta tecnología, pero finalmente se rindió a su vocación: se doctoró y se hizo profesor en la Harvard Business School. En 1997 es cuando su vida dio un giro, porque publicó el más famoso de sus diez libros: The Innovator’s Dilemma. Esta es una obra seminal para muchos de los ejecutivos de Silicon Valley y en ella precisamente es donde se emplea por vez primera el término “disruptivo”. De hecho, es el único libro sobre negocios que el brillante Steve Jobs tenía en su estantería y que recomendaba leer. Reed Hastings, fundador de Netflix, lo leyó con su equipo directivo durante el desarrollo de la idea para su negocio de streaming. Incluso Jeff Bezos encontró inspiración en las palabras de Christensen. Incluso Andy Grove, el que fuera CEO de Intel en los tiempos en que el fabricante de chips lo estaba pasando realmente mal a
mediados de los 90, invitó a Clayton Christensen a su oficina para que le diera su punto de vista acerca de por qué Intel tenía tantos problemas. Tras esa conversación, la compañía de Santa Clara consiguió darle la vuelta a la situación y vencer a los entonces fieros competidores Cyrix y AMD. Al año siguiente, Grove dio una keynote en la que mostró el libro de Christensen y se dirigió a él diciendo “No quiero ser descortés, pero nada de lo que has publicado me ha servido. Menos esto”. En estimaciones no oficiales se habla de que la influencia de Christensen ha creado industrias enteras, generando miles de millones en negocio. Pero, a pesar de su contacto con los gigantes tecnológicos y de otros sectores, el Dr. Christensen estaba mucho más interesado en resolver los problemas de las personas, a cualquier escala. Igual ayudaba al sector tecnológico en EE. UU., que a una pequeña cadena de clínicas para diabéticos en México. Su particular visión acerca de qué es realmente la innovación ha creado escuela. Para Christensen, la innovación es la forma de hacer que las soluciones a los problemas sean factibles y tengan un coste razonable. Según él, lo fundamental es comprender qué es lo que causa el problema, qué mecanismos hay detrás. Porque una vez averiguado eso, la solución puede ser evidente a través de una serie de intentos de prueba y error, pero al final se llegará a ella. En 2010 sufrió un derrame cerebral, pero eso no le detuvo. En sus conferencias simplemente decía: “…A veces me cuesta encontrar la palabra adecuada, pero si tienen un poco de paciencia, la encontraré”. A finales de enero de 2020, con tan solo 67 años, Clayton Christensen falleció a causa de complicaciones de un cáncer que padecía. Pero nos ha dejado una visión particular, no solo del mundo de los negocios, sino del mundo en general, y sus teorías se seguirán aplicando durante décadas.