El Evangelio en el corazón - Editorial, Director de "L'Osservatore Romano" 20140818 L’Osservatore Romano Hablando a los obispos asiáticos el Papa Francisco se presentó como el «hermano Papa»; y esta definición, tan eficaz como expresiva de una evidencia generalmente percibida, ayuda a comprender el consenso que suscitó su visita a Corea, y ciertamente no sólo entre los católicos. Tercer viaje internacional del pontificado y, después de los de Juan Pablo II en 1984 y en 1989, tercero de un Pontífice al «país de la mañana tranquila» en apenas treinta años, ha sido también el primero a Extremo Oriente de Bergoglio, quien ya siendo joven jesuita habría querido ser misionero en esas tierras. En los cinco días coreanos un sueño ha iniciado a realizarse, anunciando una misión sin confines. Y ante todo el Papa Francisco se dirigió a todos los habitantes de un país vivo, donde los católicos son una minoría importante en rápido crecimiento y donde el Papa con la beatificación de 124 mártires ha celebrado los orígenes heroicos de una joven Iglesia a la que fueron laicos quienes le dieron vida hacia finales de 1700 e inicios de 1800. Se inició luego un doble diálogo: con los jóvenes de Asia, que tuvieron allí su sexto encuentro, y con un grupo de obispos del continente. El viaje del Papa Francisco a Corea de este modo abrazó idealmente a toda Asia, donde en menos de cinco meses el Papa volverá para visitar Sri Lanka y Filipinas. Y si el Pontífice comparó con eficacia la península coreana dividida con una familia donde todos hablan el mismo idioma y concluyó su visita rezando por la paz y por la dramática situación de las minorías religiosas en Irak, ante los obispos asiáticos deseó que se abran a relaciones cada vez más fraternas todos los países del continente, también los que aún no tienen plenas relaciones con la Santa Sede.