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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL
EN LENGUA ESPAÑOLA
Unicuique suum Año XLVI, número 39 (2.383)
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
26 de septiembre de 2014
En Albania el conmovedor encuentro del Papa Francisco con algunos de los supervivientes de la persecución
Hoy hemos tocado a los mártires Nadie debe usar a Dios como «escudo» o a la religión como «pretexto» para realizar «actos de violencia y abusos». Es la firme advertencia que el Papa Francisco lanzó durante su visita a Albania el domingo 21 de septiembre, una tierra que –recordó al llegar a Tirana– «ha encontrado de nuevo el camino arduo pero apasionante de la libertad» tras un largo «invierno de aislamiento y de persecuciones». Precisamente la experiencia vivida por el país demuestra que «la convivencia pacífica y fructífera entre personas y comunidades que pertenecen a religiones distintas no sólo es deseable, sino posible y realizable de modo concreto». En este camino de crecimiento todo creyente está llamado a dar una contribución generosa, para dar vida —exhortó después durante la misa que celebró en la plaza dedicada a la madre Teresa de Calcuta— en «un tiempo de nuevo protagonismo misionero» que ve entre sus artífices sobre todo a los jóvenes. A ellos el Pontífice se dirigió en el Ángelus, invitándoles a decir no «a la idolatría del dinero» y a trabajar por «la cultura del encuentro y de la solidaridad». Conmovedor ha sido el testimonio del sacerdote y la religiosa —durante las vísperas— que sufrieron la persecución comunista. Con lágrimas en los ojos el Papa abrazó largamente al sacerdote que se arrodilló para besarle la mano. Al final de su discurso espontáneo dijo a los presentes «Vayamos a casa pensando: hoy hemos tocado a los mártires. VISITA
DEL
PONTÍFICE
EN
PÁGINAS 7
A
Testimonio y fraternidad GIOVANNI MARIA VIAN
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Presentado el documento para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado
Mayor atención a los niños La renuncia individual a privilegios y comodidades para abrirse a la acogida; la realización de una red universal de colaboración; una mayor humanización de las condiciones de quien deja su país, voluntaria o forzadamente: son las tres orientaciones que indicó el cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes, en el mensaje del Papa Francisco para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado, que se celebra el 18 de enero próximo. El documento fue presentado por el purpurado el martes 23 de septiembre, por la mañana, en
la Oficina de prensa de la Santa Sede, el cual profundizó sobre todo, en los aspectos vinculados al fenómeno migratorio; y por el obispo secretario del dicasterio, Joseph Kalathiparambil, que trató el tema de los refugiados. Tras recordar el centenario de la celebración —se remonta al 6 de diciembre de 1914 la idea de instituir una jornada anual de sensibilización al tema— el cardenal Vegliò invitó a rechazar «la ecuación emigrante igual a delincuente». La intervención del purpurado ofreció también estadísticas, actualizadas hasta 2013, sobre las migraciones internacionales:
según las Naciones Unidas se trata de 232 millones de personas, el 3,2% de la poplación global, con un aumento del 50% respecto a 1990. Los Estados Unidos están a la cabeza en las metas de llegada con 45,8 millones de personas, mientras que la primera nación europea es Alemania. Si bien los flujos migratorios privilegian los países ricos del Norte, se acrecienta también la migración hacia el Sur. Finalmente, un último aspecto interessante se refiere a la edad de los emigrantes, con un crecimiento continuo de menores. Sucede lo mismo —como destacó moseñor Kalathiparambil— entre los refugiados, que piden asilo y los desplazados, cuyo número por primera vez desde la segunda guerra mundial ha superado el umbral de los cincuenta millones. Entre estos, más de la mitad son niños. Sobre todo aumentan los niños que pasan las fronteras sin ser acompañados. Entre los motivos de la fuga están el miedo de sufrir la esterilización o la escisión, el reclutamiento forzado en grupos SIGUE EN LA PÁGINA 3
Coloquio con el cardenal Ouellet
Para elegir a un obispo Refugiados somalíes en camino a Dadaab, en Kenia
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Testimonio y fraternidad son las dos claves que permiten entender el significado del viaje de Francisco a Albania, tan breve —apenas unas doce horas— como importante y ejemplar. Importante para el país, que recibió del Pontífice un fuerte apoyo, y ejemplar por la señal que el Papa ha querido lanzar a Europa y a toda la comunidad internacional. En el caluroso discurso de bienvenida el presidente Bujar Nishani, presentando a su gente como el pueblo de madre Teresa, ha puesto en paralelo la acogida afectuosa y preparada al Pontífice con las últimas palabras de los mártires católicos víctimas del comunismo —¡viva Albania, viva el Papa!— y ha recordado con gratitud que en la «época de la gran soledad» ha sido importante el sostén de la Santa Sede al país. Hoy, tras las huellas del viaje de Juan Pablo II, después del final del régimen ateo, el apoyo del obispo de Roma a Albania se ha manifestado de nuevo. Con un alcance mundial y un afecto evidente por el pueblo albanés: en el «respeto y admiración por su testimonio y su fraternidad para llevar adelante el país», como ha querido escribir Francisco de su puño y letra apenas iniciaSIGUE EN LA PÁGINA 8
Mensaje del Papa a la
ONU
Para promover los derechos humanos Ha sido un año terrible para los principios ratificados en la Carta de las Naciones Unidas. El horizonte de la esperanza se ha ofuscado. Los derechos del hombre y el Estado de derecho están bajo ataque en todo el mundo. Así se expresó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, al intervenir ayer en la apertura del debate a la 69ª sesión de la Asamblea general de las Naciones Unidas. Ban Ki-moon habló de un escenario de crisis que va desde el «retorno de los fantasmas de la SIGUE EN LA PÁGINA 2
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 26 de septiembre de 2014, número 39
Instituida por el Pontífice una comisión especial de estudio
Mensaje del Santo Padre a la ONU
Para la reforma del proceso matrimonial canónico
Promoción de los derechos humanos
El 27 de agosto de 2014, el Papa Francisco ha decidido la institución de una comisión especial de estudio para la reforma del proceso matrimonial canónico. Lo dio a conocer, el sábado 20 de septiembre, un comunicado de la Oficina de prensa de la Santa Sede, en el que se especifica que la comisión será presidida por monseñor Pio Vito Pinto, decano del Tribunal de la Rota romana, y será compuesta por los siguientes miembros: el cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Consejo pontificio para los textos legislativos; el arzobispo Luis Francisco Ladaria Ferrer, jesuita, secretario de la Congregación para la doctrina de la fe; el obispo Dimitrios Salachas, exarca apostólico para los católicos griegos de rito bizantino; los monseñores Maurice Monier, Leo Xavier Michael Arokiaraj y Alejandro W. Bunge, prelados auditores del Tribunal de la Rota romana; padre Nikolaus Schöch, franciscano, promotor de justicia sustituto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica; padre Konštanc Miroslav Adam, dominicano, rector de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum); padre Jorge Horta Espinoza, franciscano, decano de la Facultad de derecho canónico de la Pontificia Universidad Antonianum; y el profesor Paolo Moneta, ex docente de derecho canónico en la universidad de Pisa. Los traba-
jos de la comisión especial nombrada por el Papa iniciarán lo antes posible y tendrán como objetivo preparar una propuesta de reforma del proceso matrimonial, buscando simplificar su procedimiento, agilizándola y salvaguardando el principio de indisolubilidad del matrimonio.
VIENE DE LA PÁGINA 1
guerra fría» a la ación de grupos terroristas y que hizo precipitar «en un nuevo abismo de barbarie». El secretario de la ONU, definiendo entre otras cosas a dichos grupos como enemigos de la fe
Encuentro con la presidenta de Argentina
El sábado 20 de septiembre, por la mañana, el Papa Francisco recibió en Santa Marta a la presidenta de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner
Arresto domiciliario para el ex nuncio Wesołowski El promotor de justicia del Tribunal de primera instancia del Estado de la Ciudad del Vaticano convocó, el martes 23 de septiembre, al ex nuncio Józef Wesołowski, sobre quien se ha-
bía abierto una investigación penal. Informó sobre ello el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, informando que a Wesołowski —condenado ya en
Cartas credenciales de la embajadora de Panamá
El jueves 25 de septiembre, el Pontífice recibió en audiencia a la señora Miroslava Rosas Vargas, embajadora de Panamá, con ocasión de la presentación de las cartas credenciales con las que es acreditada ante la Santa Sede
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00120 Ciudad del Vaticano ed.espanola@ossrom.va http://www.osservatoreromano.va TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE «L’OSSERVATORE ROMANO»
GIOVANNI MARIA VIAN director Carlo Di Cicco subdirector
Marta Lago redactor jefe de la edición
don Sergio Pellini S.D.B. director general
Comunicado de la Oficina de prensa
primera instancia por la Congregación para la doctrina de la fe al estado laical al final del proceso penal administrativo canónico— se le han notificado las acusaciones del proceso penal a su cargo por graves actos de abuso de menores en la República Dominicana. La gravedad de los cargos ha llevado al organismo de investigación a la imposición de medidas restrictivas que, teniendo en cuenta el estado de salud del imputado, demostrado por la documentación médica, consisten en el arresto domiciliario, con sus limitaciones conexas, en locales ubicados dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano. La decisión tomada por los órganos judiciales del Estado es consecuente a la voluntad expresa del Papa, a fin de que un caso tan grave y delicado se afronte sin demora, con el justo y necesario rigor, y con plena asunción de responsabilidad por parte de las instituciones regidas por la Santa Sede.
Redacción via del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano teléfono 39 06 698 99410 Servicio fotográfico photo@ossrom.va Publicidad: Il Sole 24 Ore S.p.A. System Comunicazione Pubblicitaria Via Monte Rosa 91, 20149 Milano segreteriadirezionesystem@ilsole24ore.com
que declaran profesar, hizo referencia a una serie de crímenes perpetrados en los conflictos en curso, «desde los barriles bomba a las decapitaciones, desde los civiles reducidos deliberadamente al hambre, a los asaltos a los hospitales, a los centros de acogida de la ONU y a las escoltas de ayudas». En la vigilia de apertura del debate, el observador permanente de la Santa Sede, el arzobispo Bernardito Auza, organizó un encuentro de oración para los participantes en la Asamblea general. Para la ocasión, el Papa Francisco envió un telegrama, firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado. «Mientras la Asamblea se prepara a discutir sobre el desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida como medios para difundir paz, prosperidad y seguridad en el mundo», se lee en el mensaje, el Papa «alienta a todas las Naciones a considerar la dignidad de toda persona humana como el aspecto más importante de sus deliberaciones». De este modo el Pontífice desea que puedan «ser encontradas soluciones para promover la paz entre los pueblos» y que se afronten las pobrezas con «la valorización de las relaciones fraternas».
Sustitución del obispo de Ciudad del Este «Después de un diligente examen de las conclusiones de las visitas apostólicas realizadas al obispo, a la diócesis y a los seminarios de la Ciudad del Este», por parte de la Congregación para los obispos y para el clero, el Papa «ha dispuesto la sustitución de monseñor Rogelio Ricardo Livieres Plano y ha nombrado administrador apostólico de la misma sede, ahora vacante, a monseñor Ricardo Jorge Valenzuela Ríos, obispo de Villarrica del Espíritu Santo». Es lo que se lee en un comunicado de la Oficina de prensa del jueves 25 de septiembre, donde se explica que «la grave decisión de la Santa Sede, sopesada por una serie de razones pastorales, se inspira al bien mayor de la unidad de la Iglesia de Ciudad del Este y a la comunión episcopal de Paraguay». Por eso el Pontífice, «en el ejercicio de su ministerio, pide al clero y a todo el pueblo de Dios de Ciudad del Este acoger las disposiciones de la Santa Sede con espíritu de obediencia, docilidad y ánimo desarmado, guiado por la fe» e «invita a toda la Iglesia de Paraguay, guiada por sus pastores, a un serio proceso de reconciliación y superación de toda división y discordia, para que no se hiera el rostro de la única Iglesia».
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número 39, viernes 26 de septiembre de 2014
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Un hombre ofrece comida a un refugiado sirio en la frontera con Turquía (Epa)
«Una Iglesia sin fronteras, madre de todos»: es el tema de la próxima Jornada mundial del emigrante y del refugiado, que se celebrará el domingo 18 de enero de 2015. «La Iglesia —escribe el Papa en su mensaje— abre sus brazos para acoger a todos los pueblos, sin discriminaciones y sin límites».
Mensaje del Papa Francisco para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado
De la tolerancia al encuentro
Queridos hermanos y hermanas: Jesús es «el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 209). Su solicitud especial por los más vulnerables y excluidos nos invita a todos a cuidar a las personas más frágiles y a reconocer su rostro sufriente, sobre todo en las víctimas de las nuevas formas de pobreza y esclavitud. El Señor dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 35-36). Misión de la Iglesia, peregrina en la tierra y madre de todos, es por tanto amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre éstos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados, que intentan dejar atrás difíciles condiciones de vida y todo tipo de peligros. Por eso, el lema de la Jornada mundial del emigrante y del refugiado de este año es: Una Iglesia sin fronteras, madre de todos. En efecto, la Iglesia abre sus brazos para acoger a todos los pueblos, sin discriminaciones y sin límites, y para anunciar a todos que «Dios es amor» (1 Jn 4, 8.16). Después de su muerte y resurrección, Jesús confió a sus discípulos la misión de ser sus testigos y de proclamar el Evangelio de la alegría y de la misericordia. Ellos, el día de Pentecostés, salieron del Cenáculo con valentía y entusiasmo; la fuerza del Espíritu Santo venció sus dudas y vacilaciones, e hizo que cada uno escuchase su anuncio en su propia lengua; así desde el comienzo, la Iglesia es madre con el corazón abierto al mundo entero, sin fronteras. Este mandato abarca una historia de dos milenios, pero ya desde los primeros siglos el anuncio misionero hizo visible la maternidad universal de la Iglesia, explicitada después en los escritos de los Padres y retomada por el Concilio Ecuménico Vaticano II. Los Padres conciliares hablaron de Ecclesia mater para explicar su naturaleza. Efectivamente, la Iglesia engendra hijos e hijas y los incorpora y «los abraza con amor y solicitud como suyos» (Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 14).
La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia. Todo esto adquiere hoy un significado especial. De hecho, en una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas. No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado. Por una parte, oímos en el sagrario de la conciencia la llamada a tocar la miseria humana y a poner en práctica el mandamiento del amor que Jesús nos dejó cuando se identificó con el extranjero, con quien sufre, con cuantos son víctimas inocentes de la violencia y la explotación. Por otra parte, sin embargo, a causa de la debilidad de nuestra naturaleza, «sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 270). La fuerza de la fe, de la esperanza y de la caridad permite reducir las distancias que nos separan de los dramas humanos. Jesucristo espera siempre que lo reconozcamos en los emigrantes y en los desplazados, en los refugiados y en los exiliados, y asimismo nos llama a compartir nuestros recursos, y en ocasiones a renunciar a nuestro bienestar. Lo recordaba el Papa Pablo VI, diciendo que «los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás» (Carta ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo de 1971, 23). Por lo demás, el carácter multicultural de las sociedades actuales invita a la Iglesia a asumir nuevos compromisos de solidaridad, de comunión y de evangelización. Los movimientos migratorios, de hecho, requieren profundizar y reforzar los valores necesarios para garantizar una convivencia armónica entre las personas y las culturas. Para ello no
basta la simple tolerancia, que hace posible el respeto de la diversidad y da paso a diversas formas de solidaridad entre las personas de procedencias y culturas diferentes. Aquí se sitúa la vocación de la Iglesia a superar las fronteras y a favorecer «el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno» (Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2014). Sin embargo, los movimientos migratorios han asumido tales dimensiones que sólo una colaboración sistemática y efectiva que implique a los Estados y a las Organizaciones internacionales puede regularlos eficazmente y hacerles frente. En efecto, las migraciones interpelan a todos, no sólo por las dimensiones del fenómeno, sino también «por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 29 de junio de 2009, 62). En la agenda internacional tienen lugar frecuentes debates sobre las posibilidades, los métodos y las nor-
Presentación del documento VIENE DE LA PÁGINA 1
militares o la reducción a la esclavitud. «Ellos —dijo— viajan solos durante semanas, por tierra y por mar con la esperanza de encontrar a un pariente o un conocido en un país seguro», corriendo algunas veces riesgos mayores de los que dejaron a sus espaldas. Para estos «niños que llegan a nuestra sociedad», el obispo secretario deseó «los mismos derechos de todos los niños». Porque —advirtió— «sus intereses deben ser la principal preocupación. Es, por lo tanto, necesario construir estructuras adecuadas para acogerles». Sobre todo, añadió, «para estas víctimas inocentes no son adecuados y ni tolerables los centros de detención, donde a menudo se encuentra promiscuidad con los adultos, sufriendo grandes traumas físicos y psicológicos».
mativas para afrontar el fenómeno de las migraciones. Hay organismos e instituciones, en el ámbito internacional, nacional y local, que ponen su trabajo y sus energías al servicio de cuantos emigran en busca de una vida mejor. A pesar de sus generosos y laudables esfuerzos, es necesaria una acción más eficaz e incisiva, que se sirva de una red universal de colaboración, fundada en la protección de la dignidad y centralidad de la persona humana. De este modo, será más efectiva la lucha contra el tráfico vergonzoso y delictivo de seres humanos, contra la vulneración de los derechos fundamentales, contra cualquier forma de violencia, vejación y esclavitud. Trabajar juntos requiere reciprocidad y sinergia, disponibilidad y confianza, sabiendo que «ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración» (Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2014). A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes. Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras. A la solidaridad con los emigrantes y los refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso. Queridos emigrantes y refugiados, ocupáis un lugar especial en el corazón de la Iglesia, y la ayudáis a tener un corazón más grande para manifestar su maternidad con la entera familia humana. No perdáis la confianza ni la esperanza. Miremos a la Sagrada Familia exiliada en Egipto: así como en el corazón materno de la Virgen María y en el corazón solícito de san José se mantuvo la confianza en Dios que nunca nos abandona, que no os falte esta misma confianza en el Señor. Os encomiendo a su protección y os imparto de corazón la bendición apostólica. Vaticano, 3 de septiembre de 2014
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Coloquio con el cardenal Ouellet
Para elegir a un obispo NICOLA GORI Hombre de oración, de anuncio, de testimonio. Pero, sobre todo, «pastor con olor a oveja, es decir, cercano a la gente». Esta es la figura del obispo que aflora en la enseñanza del Papa Francisco, que —destaca el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los obispos, en esta entrevista a nuestro periódico— no tiene «la intención de decir cosas nuevas», sino «el don de iluminar con mayor fuerza los aspectos irrenunciables» que constituyen el corazón de la misión episcopal. ¿Es posible trazar un identikit del obispo según las indicaciones del Papa Francisco? Creo que sí. A los representantes pontificios convocados en Roma el año pasado, el Pontífice les dijo que no tiene la intención de decir cosas nuevas. Pero tiene el don de iluminar con mayor fuerza los aspectos irrenunciables que, en nuestro caso, constituyen la identidad del obispo. En el encuentro con la Congregación para los obispos, el pasado mes de febrero, especificó algunas características de la figura del obispo como testigo de Cristo, como hombre de oración y pastor. A menudo el Papa Francisco recurre a imágenes que llaman la atención y transmiten con inmediatez su idea.
presencia de Dios en las circunstancias concretas de su historia y de la vida del mundo, pero sin ceder a la mundanidad espiritual. Es más, ha de ser el primero en dar el ejemplo de vigilancia sobre sí mismo. ¿Cuál es el rostro de la Iglesia que el Papa Francisco está tratando de modelar también con los nombramientos episcopales? Pocos días después de su elección, el Pontífice dijo: «¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!». Esta es una provocación para todos los cristianos. Pastores y fieles están llamados a apoyarse no en la riqueza de los medios y los recursos que poseen, aunque sean útiles, sino más bien en el poder de la gracia del Señor Jesús, el pobre por excelencia, que vino a anunciar a los pobres la buena nueva. La misión de la Iglesia es la de Cristo. Con frecuencia el Papa Francisco habla de la Iglesia en salida. Es evidente que está impulsando a la Iglesia a ir al encuentro de todas las realidades para llevar a Cristo al hombre y al hom-
nuestras fuentes: Escritura, catequesis, sacramentos, comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles…». Por eso, se trata de pastores que, con la ayuda de Dios, están llamados a imprimir la dinámica misionera de la salida, no para disolverse en el mundo o para hacer turismo religioso como fin en sí mismo, sino para volver a llevar a los hombres a la Iglesia, «una gran familia, en la cual uno es acogido, donde se aprende a vivir como creyentes y como discípulos del Señor Jesús», como dijo de nuevo el Papa Francisco en la audiencia general del pasado 25 de junio. Este sentido de «familia» exhorta a los obispos a la comunión entre sí y a la solicitud con la Iglesia universal. ¿Está presente esta dimensión? Un signo evidente de esta comunión es el Sínodo de los obispos, al que el Papa Francisco quiso darle un nuevo impulso, promoviendo una metodología más participativa. Otra señal fuerte fue la institución del Consejo de cardenales, el así llama-
¿Cuáles, en particular? Por ejemplo, dijo que el obispo debe ser un pastor con olor a oveja, es decir, cercano a la gente. Este es el primer criterio indicado por el Papa para la elección de los candidatos al episcopado. Además, que no tenga una «psicología de príncipe», sino que sea padre y hermano, manso, misericordioso y, sobre todo, paciente. Otro rasgo distintivo es que el obispo viva como esposo de una Iglesia, sin buscar constantemente otra, de manera que se prodigue sin cálculos humanos por el pueblo que se le confía. Se trata de aplicar la indicación conciliar del «cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas», como se lee en el número 27 de la Lumen gentium. Cuidado habitual y cotidiano son las condiciones para desempeñar del mejor modo posible el ministerio pastoral. Desde este punto de vista, el Papa aludió muchas veces al valor de la residencia, exigida a los obispos ya desde el concilio de Trento. Por lo tanto, estabilidad. Pero también cierto radio de acción. En efecto, los obispos, reafirmó el Pontífice, deben estar «o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar las desbandadas, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos. ¡Así tiene que comportarse el obispo!». Este es el estilo exigido para poder velar bien. Sí, vigilancia: otro aspecto recordado por el Papa. En otras palabras, el obispo debe ayudar a las personas a vislumbrar la
bre a Cristo, con predilección por los pobres afectados no sólo por indigencia material, sino también moral y espiritual. Por lo tanto, una Iglesia que no está replegada en sí misma, sino que transparenta a Cristo, salvador del mundo. En este sentido también se realiza el nombramiento de los obispos. ¿Cuáles son los criterios fundamentales de la elección? Se trata de dar a las diócesis pastores que valoren y promuevan una pastoral que llegue a las vidas de la gente. Asimismo, deberán unir o racionalizar las fuerzas, pero no para encerrarse en sí mismos o lamentarse por lo que no está bien, sino para dar un renovado impulso apostólico a las comunidades eclesiales. Pastores, pues, para Iglesias locales «capaces de inflamar el corazón». Hablando a los obispos brasileños con ocasión de la pasada Jornada mundial de la juventud, el Papa Francisco dijo: «Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén. De acompañar a casa. En Jerusalén residen
do C9. Se trata de cardenales provenientes de diferentes partes del mundo, a los que el Papa eligió para consultarles sobre las principales cuestiones del gobierno de la Iglesia universal y para estudiar la reforma de la Curia romana. Estas dos instituciones son espacios abiertos por el Pontífice para servirse más de la contribución de los obispos en el ejercicio de su ministerio. El sentido de comunión se expresa también a través de otros medios, con los que los obispos se dedican a las necesidades de las demás Iglesias particulares. Al respecto, el concilio Vaticano II remarcó esta solidaridad entre las Iglesias como signo y fundamento de la comunión existente entre ellas. Hoy día el ejemplo es la ayuda que las Iglesias de Occidente envían a las Iglesias más pobres. Otra señal de solidaridad es el envío de sacerdotes misioneros fidei donum. Durante mucho tiempo este movimiento desempeñó su labor desde las Iglesias de Europa hacia las Iglesias de África y América Latina. Hoy, en cambio, el movimiento es de África o de América Latina hacia las Igle-
sias de antigua tradición. La solicitud y la comunión se favorecen, asimismo, gracias a las Conferencias episcopales nacionales y regionales, o mediante la colaboración entre diócesis cercanas o de una misma provincia eclesiástica, que se reúnen para ofrecer servicios y soluciones de interés común. Otro modo como se manifiesta la comunión entre el Papa y los obispos es la tradicional visita ad limina, durante la cual los obispos, que se reúnen aproximadamente cada cinco años con el Pontífice, le informan sobre el estado de sus Iglesias particulares, y él los confirma en la fe. Durante la misma visita los obispos se reúnen con los superiores de los dicasterios de la Curia romana para realizar un intercambio recíproco sobre cada diócesis y sobre la Iglesia universal. Se está trabajando en la revisión del documento «Mutuae relationes», sobre la relación entre obispos y religiosos. ¿Qué aspectos necesitan más actualización? El documento Mutuae relationes requiere hoy una revisión que exige una profundización teológica de los carismas. Se trata de dar una justa ubicación eclesiológica a los carismas, según la indicación de la Lumen gentium en el número 4. El concilio Vaticano II afirmó que el Espíritu Santo guía a la Iglesia y la unifica en la comunión y en el ministerio, la dirige y la provee con diversos dones jerárquicos y carismáticos. Por lo tanto, los aspectos jerárquico y carismático no deben considerarse dos aspectos contrapuestos, sino dones complementarios indispensables para la misión de la Iglesia. Desde este punto de vista se comprende el don irrenunciable de la vida consagrada. Un don que, en su variedad de expresión, debe encontrar una manifestación adecuada en el terreno concreto de la vida eclesial a través de la colaboración, la solidaridad y la unidad con el ministerio jerárquico. Y, por otra parte, la jerarquía eclesiástica, a partir de los obispos, tiene que valorar y promover la vida consagrada. ¿Qué proyectos tiene la Congregación para el futuro cercano? Además de la revisión del documento Mutuae relationes, otro proyecto, que se sitúa en el contexto de la renovación espiritual pedida muchas veces por el Papa, es el de promover los ejercicios espirituales ignacianos para los obispos, con el fin de perfeccionar el discernimiento pastoral y espiritual de los pastores. De cualquier modo, estoy convencido de que la prioridad para el futuro cercano, por lo que concierne a la Congregación para los obispos, sigue siendo la de realizar del mejor modo posible el trabajo requerido, que consiste en el discernimiento y acompañamiento en el ministerio de los obispos.
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A los prelados ordenados durante el año el Papa les recuerda que toda reforma auténtica de la Iglesia comienza por la presencia
Obispos sin fronteras «La identidad de la Iglesia está definida por el amor de Cristo que no conoce frontera». Es lo que el Papa Francisco destacó en el discurso que dirigió a los prelados nombrados en el último año, y que participaron en el curso de formación promovido por las Congregaciones para los obispos y para las Iglesias orientales. El Pontífice les recibió el jueves 18 de septiembre, por la mañana, en la sala Clementina, y les deseó «fecundidad, paciencia, humildad y mucha oración». Queridos hermanos: Me complace encontraros ahora personalmente, porque en verdad debo decir que de algún modo ya os conocía. No hace mucho tiempo me fueron presentados por la Congregación para los obispos o por aquella para las Iglesias orientales. Sois frutos de un trabajo asiduo y de la incansable oración de la Iglesia que, cuando tiene que elegir a sus pastores, quiere actualizar esa noche entera que el Señor pasó en el monte, en presencia de su Padre, antes de llamar a los que quiso para estar con Él y para ser enviados al mundo. Así que doy las gracias en las personas de los señores cardenales Ouellet y Sandri a todos los que contribuyeron a preparar vuestra elección como obispos y se entregaron por organizar estas jornadas de encuentro, seguramente fecundas, en las que se experimenta la alegría de ser obispos no aislados sino en comunión, sentir la corresponsabilidad del ministerio episcopal y la solicitud por toda la Iglesia de Dios. Conozco vuestro curriculum y alimento grandes esperanzas en vuestras potencialidades. Ahora puedo finalmente asociar la primera impresión que tuve de las listas a los rostros, y tras haber oído hablar de vosotros, puedo personalmente escuchar el corazón de cada uno y fijar la mirada en cada uno para percibir las numerosas esperanzas pastorales que Cristo y su Iglesia depositan en vosotros. Es hermoso ver reflejado en el rostro el misterio de cada uno y poder leer lo que Cristo os ha escrito. Es consolador poder constatar que Dios no deja a su esposa sin pastores según su corazón. Queridos hermanos, nuestro encuentro tiene lugar al inicio de vuestro camino episcopal. Ya pasó el estupor suscitado por vuestra elección; se superaron los primeros temores, cuando vuestro nombre fue pronunciado por el Señor; incluso las emociones vividas en la consagración ahora se van depositando gradualmente en la memoria y el peso de la responsabilidad se adapta, de alguna manera, a vuestros frágiles hombros. El aceite del Espíritu Santo versado sobre vuestras cabezas aún perfuma y al mismo tiempo va descendiendo sobre el cuerpo de la Iglesia encomendada a vosotros por el Señor. Ya habéis experimentado que el Evangelio abierto sobre vuestras cabezas se ha convertido en casa donde se puede vivir con el Verbo de Dios; y el anillo en vuestra mano derecha, que a veces aprieta mucho o algunas veces corre el riesgo de deslizarse, posee de cualquier manera la fuerza
de unir vuestra vida a Cristo y a su Esposa. Al encontraros por primera vez, os pido principalmente jamás dar por descontado el misterio que se os ha conferido, no perder el estupor ante el designio de Dios, ni el temor de caminar conscientemente en su presencia y en presencia de la Iglesia que es antes que nada suya. En algún lugar de sí mismo es necesario conservar protegido este don recibido, evitando que se desgaste, impidiendo que haya sido en vano. Ahora, permitidme hablaros con sencillez sobre algunos temas que me interesan. Siento el deber de recordar a los pastores de la Iglesia el vínculo inseparable entre la presencia estable del obispo y el crecimiento de su rebaño. Toda reforma auténtica de la Iglesia de Cristo comienza por la presencia, la de Cristo que nunca falta, pero también la del pastor que gobierna en nombre de Cristo. Y esta no es una pía recomendación. Cuando el pastor está ausente o no se le encuentra, están en juego el cuidado pastoral y la salvación de las almas (decreto De reformatione del Concilio de Trento IX). Esto decía el Concilio de Trento, con mucha razón. En efecto, en los pastores que Cristo concede a la Iglesia, Él mismo ama a su Esposa y da su vida por ella (cf. Ef 5, 25-27). El amor hace semejantes a quienes lo compar-
ten, por ello todo lo que es bello en la Iglesia viene de Cristo, pero también es verdad que la humanidad glorificada del Esposo no ha despreciado nuestros rasgos. Dicen que después de años de intensa comunión de vida y fidelidad, también en las parejas humanas las huellas de la fisonomía de los esposos gradualmente se comunican mutuamente y ambos terminan por parecerse. Vosotros estáis unidos por un anillo de fidelidad a la Iglesia que se os ha encomendado o que estáis llamados a servir. El amor por la Esposa de Cristo gradualmente os permite imprimir vuestra huella en su rostro y al mismo tiempo llevar en vosotros los rasgos de su fisonomía. Por ello es necesaria la intimidad, la asiduidad, la constancia, la paciencia. No se necesitan obispos felices superficialmente; hay que excavar en profundidad para encontrar lo que
El anillo y el pueblo GIOVANNI MARIA VIAN Ha sido un encuentro verdaderamente importante y programático el del Papa con los nuevos obispos, así como incisivas y ciertamente inusuales las palabras que Francisco les ha dirigido. En el centro está, en efecto, esa dinámica que Bergoglio recordó en los primeros momentos de su pontificado cuando, apenas elegido, quiso destacar la relación entre obispo y pueblo. Fundamental e indispensable, la relación entre cada pastor y su rebaño se funda en la fidelidad al único Señor, manifestada —dijo el Pontífice a los obispos evocando una imagen sugestiva y familiar— por el «anillo en vuestra mano derecha, que a veces aprieta mucho o algunas veces corre el riesgo de deslizarse», pero que de cualquier manera tiene «la fuerza de unir vuestra vida a Cristo y a su Esposa», es decir, a la Iglesia. Sobre esta doble fidelidad se funda la sabiduría del concilio de Trento que a mediados del siglo XVI impuso a los obispos la residencia, o sea, la presencia estable en sus diócesis, donde a menudo se ausentaban. «Con mucha razón» ha comentado Francisco explicando que «toda reforma auténtica de la Iglesia de Cristo comienza por la presencia, la de Cristo que nunca falta, pero también la del pastor». La doble fidelidad misma salva del extravío existencial «de ir y
venir sin meta». No sois, en efecto, «guardianes de un montón de derrotados» dijo con fuerza el Papa a sus hermanos en el episcopado, sino custodios de un don precioso que hay que compartir, la alegría de Cristo. «Pienso en muchas personas que hay que llevar a Él»: antes que nada a los sacerdotes —los primeros en quienes el obispo debe ejercer su paternidad— y luego obviamente el pueblo. «Permitid al sucesor de Pedro que os mire profundamente desde lo alto del misterio que nos une de modo irrevocable», añadió el Pontífice indicando la comunión católica. Y de nuevo, «Al regresar a vuestras casas, donde estas se encuentren, llevad por favor el saludo de afecto del Papa y asegurad a la gente que está siempre en su corazón» dijo el obispo de Roma con una expresión que recordó el conmovedor saludo de su predecesor Juan XXIII en el célebre «discurso de la luna» la tarde del día en que se abrió el concilio. Y mientras se acerca el inicio del itinerario bienal del sínodo (en griego, «camino juntos») sobre la familia, a los pastores que deben caminar con el pueblo «delante, en medio y detrás del rebaño», Francisco les recomendó, incluso en la celosa custodia de la «pasión por la verdad», no desgastar energías «para contraponerse o enfrentarse sino para construir y amar».
el Espíritu continúa inspirando a vuestra Esposa. Por favor, no seáis obispos con fecha de caducidad, que necesitan cambiar siempre de dirección, como medicinas que pierden la capacidad de curar, o como los alimentos insípidos que hay que tirar porque han perdido ya su utilidad (cf. Mt 5, 13). Es importante no detener la fuerza sanadora que surge de lo íntimo del don que habéis recibido, y esto os defiende de la tentación de ir y venir sin meta, porque «no hay viento favorable para quien no sabe adónde va». Y nosotros hemos aprendido adónde vamos: vamos siempre a Jesús. Estamos en búsqueda de saber «dónde vive», porque jamás se agota su respuesta que dio a los primeros: «Venid y veréis» (Jn 1, 38-39). Para vivir en plenitud en vuestras Iglesias es necesario vivir siempre en Él y no escapar de Él: vivir en su Palabra, en su Eucaristía, en las «cosas de su Padre» (cf. Lc 2, 49), y sobre todo en su cruz. No detenerse de pasada, sino quedarse largamente, como permanece inextinguible la lámpara encendida del Tabernáculo de vuestras majestuosas catedrales o humildes capillas, para que así en vuestra mirada el rebaño no deje de encontrar la llama del Resucitado. Por lo tanto, no obispos apagados o pesimistas, que, apoyados sólo en sí mismos y por lo tanto, rendidos ante la oscuridad del mundo o resignados a la aparente derrota del bien, ya en vano gritan que el fortín es asaltado. Vuestra vocación no es la de ser guardianes de un montón de derrotados, sino custodios del Evangelii gaudium, y por lo tanto, no podéis privaros de la única riqueza que verdaderamente tenemos para dar y que el mundo no puede darse a sí mismo: la alegría del amor de Dios. Os pido además, que no os dejéis engañar por la tentación de cambiar de pueblo. Amad al pueblo que Dios os ha dado, incluso cuando hayan «cometido pecados grandes», sin cansaros de «acudir al Señor» para obtener el perdón y un nuevo inicio, aun a costa de ver eliminadas tantas falsas imágenes vuestras sobre el rostro divino o las fantasías que habéis alimentado sobre el modo de suscitar su comunión con Dios (cf. Ex 32, 30-31). Aprended el poder humilde pero irresistible de la sustitución vicaria, que es la única raíz de la redención. También la misión, que ha llegado a ser tan urgente, nace de ese «ver dónde vive el Señor y permanecer con Él» (cf. Jn 1, 39). Sólo quien encuentra, permanece y vive, adquiere el atractivo y la autoridad para SIGUE EN LA PÁGINA 14
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su Señor que lavó los pies a sus discípulos. La Iglesia, en cuanto comunidad evangelizadora, está llamada a crecer en la proximidad, a acortar las distancias, a abajarse hasta la humillación si es necesario y asumir la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24). En esta perspectiva, el Concilio Vaticano II, al tratar de la obligación del obispo como guía de la familia de Dios, destaca que los obispos en el ejercicio de su ministerio de padres y pastores en medio de sus fieles deben comportarse como «quienes sirven», teniendo siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que vino no para ser servido, sino para servir y dar su vida por todos (cf. Exhort. ap. postsin. Pastores gregis, 16 de octubre de 2003, 42). Un ejemplo luminoso de este servicio pastoral son los santos mártires coreanos, Andrés Kim Taegŏn, sacerdote, Pablo Chŏng Hasang y compañeros, cuya memoria litúrgica celebramos precisamente hoy. Anclados en Cristo, Buen Pastor, no dudaron en dar la propia sangre por el Evangelio, del que eran fieles dispensadores y testigos heroicos. La Iglesia tiene necesidad de pastores, es decir servidores, de obispos que saben ponerse de rodillas ante los demás para lavar sus pies. Pastores cercanos a la gente, padres y hermanos mansos, pacientes y misericordiosos; que aman la
luz del Evangelio (cf. nn. 4 y 44): este es el «tiempo favorable» (cf. 2 Co 6, 2), es el momento del compromiso concreto, es el contexto en el que estamos llamados a trabajar para que crezca el reino de Dios (cf. Jn 4, 35-36). ¡Cuánta pobreza y soledad, por desgracia, vemos en el mundo de hoy! ¡Cuántas personas viven con gran sufrimiento y piden a la Iglesia que sea signo de la cercanía, de la bondad, de la solidaridad y de la misericordia del Señor! Esta es una tarea que, de modo particular, incumbe a cuantos tienen la responsabilidad de la pastoral: al obispo en su diócesis, al párroco en su parroquia, a los diáconos en su servicio a la caridad, a los catequistas y a las catequistas en su ministerio de transmitir la fe… En suma, cuantos están comprometidos en los diferentes ámbitos de la pastoral están llamados a reconocer y leer estos signos de los tiempos, para dar una respuesta sabia y generosa. Ante tantas exigencias pastorales, ante tantos pedidos de hombres y mujeres, corremos el riesgo de asustarnos y replegarnos en nosotros mismos con una actitud de miedo y defensa. Y allí nace la tentación de la suficiencia y del clericalismo, la codificación de la fe en reglas e instrucciones, como hacían los escribas, los fariseos y los doctores de la Ley del tiempo de Jesús. Tendremos todo claro, todo ordenado, pero el pueblo creyente y en busca seguirá teniendo hambre y sed de Dios. También dije algunas veces que la Iglesia me parece un hospital de campaña: tanta gente herida que nos pide cercanía, que nos pide a nosotros lo que pedían a Jesús: cercanía, proximidad. Y con esta actitud de los escribas, de los doctores de la Ley y de los fariseos, jamás daremos un testimonio de cercanía. Hay una segunda palabra que me hace reflexionar. Cuando Jesús habla del propietario de una viña que, teniendo necesidad de obreros, salió de casa en distintas horas del día a buscar trabajadores para su viña (cf. Mt 20, 1-16). No salió una sola vez. En la parábola, Jesús dice que salió al menos cinco veces: al amanecer, a las nueve, al mediodía, a las tres y a las cinco de la tarde —¡todavía tenemos tiempo para que venga a nosotros!—. Había mucha necesidad en la viña, y este señor pasó casi todo el tiempo yendo por caminos y plazas de la aldea a buscar obreros. Pensad en aquellos de la última hora: nadie los había llamado; quién sabe cómo se sentirían, porque al final de la jornada no habría llevado nada a casa para dar de comer a sus hijos. Pues bien, los responsables de la pastoral pueden encontrar un hermoso ejemplo en esta parábola. Salir en diversas horas del día para encontrar a cuantos están en busca del Señor. Llegar a los más débiles y a los más necesitados, para darles el apoyo de sentirse útiles en la viña del Señor, aunque sólo sea por una hora. Otro aspecto: no escuchemos, por favor, el canto de las sirenas, que llaman a hacer de la pastoral una serie convulsiva de iniciativas, sin lograr captar lo esencial del compromiso de evangelización. A veces parece que nos preocupa más multiplicar las actividades que estar atentos a las personas y a su encuentro con Dios. Una pastoral que no tiene esta atención, poco a poco se vuelve estéril. No nos olvidemos de hacer como
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El Pontífice a los participantes en el congreso sobre la Evangelii gaudium
Signo de cercanía «¡Cuántas personas viven con gran sufrimiento y piden a la Iglesia que sea signo de la cercanía, de la bondad, de la solidaridad y de la misericordia del Señor!». Lo constató el Papa Francisco dirigiéndose a los participantes en el encuentro internacional «El proyecto pastoral de la Evangelii gaudium» recibidos en audiencia el viernes 19 de Queridos hermanos buenas tardes.
y
hermanas,
Me alegra participar en vuestros trabajos y agradezco a monseñor Rino Fisichella su introducción. También agradezco este marco de «vida»: ¡esta es vida! Gracias. Trabajáis en la pastoral en diversas Iglesias del mundo, y os habéis reunido para reflexionar juntos sobre el proyecto pastoral de la Evangelii gaudium. En efecto, yo mismo escribí que este documento tiene un «sentido programático y consecuencias importantes» (n. 25). Y no puede ser de otro modo, cuando se trata de la misión principal de la Iglesia, es decir, la evangelización. Pero hay
septiembre por la tarde. Los trabajos, organizados por el Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, se desarrollaron en el Vaticano desde el jueves 18 hasta el sábado 20. A continuación, el discurso pronunciado por el Papa tras el saludo que le dirigió el arzobispo presidente Rino Fisichella.
momentos en los que esta misión se vuelve más urgente y nuestra responsabilidad necesita ser reavivada. Ante todo, me vienen a la memoria las palabras del Evangelio de san Mateo en el que se dice que Jesús, «al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor» (9, 36). ¡Cuántas personas, en las muchas periferias existenciales de nuestros días, están «decaídas y desanimadas» y esperan a la Iglesia, nos esperan a nosotros! ¿Cómo llegar a ellas? ¿Cómo compartir con ellas la experiencia de la fe, el amor de Dios, el encuentro con Jesús? Esta
es la responsabilidad de nuestras comunidades y de nuestra pastoral. El Papa no tiene la función de «ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea» (Evangelii gaudium, 51), pero invita a toda la Iglesia a captar los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece continuamente. ¡Cuántos signos están presentes en nuestras comunidades y cuántas posibilidades nos ofrece el Señor para reconocer su presencia en el mundo de hoy! En medio de realidades negativas, que como siempre tienen más repercusión, vemos también muchos signos que infunden esperanza y dan arrojo. Estos signos, como dice la Gaudium et spes, deben releerse a la
Discurso a los obispos que desempeñan su labor en Propaganda fide Publicamos el texto del discurso que el obispo de Roma entregó —después del que pronunció espontáneamente— a los prelados que realizan su servicio en Propaganda fide, a quienes recibió el sábado 20 de septiembre por la mañana. Queridos hermanos: Os doy mi cordial bienvenida, junto a los responsables del dicasterio misionero, guiados por el cardenal Fernando Filoni, a quien agradezco sus palabras que introdujeron nuestro encuentro. Deseo que este seminario de actualización sea fructuoso para cada uno tanto espiritual como pastoralmente. Vosotros habéis respondido con fe y generosidad a la llamada del Señor, que os ha elegido para ser pastores de su rebaño. No os dejaistes asustar por las dificultades y los desafíos del mundo actual (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 52-75), que hacen hoy aún más ardua la misión de los obispos, pero habéis puesto vuestra confianza en el Señor, a imitación de los primeros discípulos y de san Pedro, quien exclamó: «¡Por tu palabra, echaré las redes!» (Lc 5, 5). También vosotros estáis llamados, con todos los pastores de la Iglesia, a poner en la base de vuestra misión la Palabra de Jesús, para dar esperanza al mundo. Durante estas dos semanas habéis visto las diversas dimensiones de la vida y del ministerio episcopal, que responden a la misión fundamental de la Iglesia: anunciar el
Conversión misionera Evangelio. Como puse de relieve en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, se advierte hoy la imperiosa necesidad de una conversión misionera (cf. 19-49); una conversión que respecta a cada bautizado y a cada parroquia, pero que naturalmente los pastores están llamados a vivir y testimoniar en primer lugar, en cuanto guías de la Iglesia particular. Por lo tanto, os aliento a ordenar vuestra vida y vuestro ministerio episcopal hacia esta transformación misionera que interpela hoy al Pueblo de Dios. En el centro de esta conversión misionera de la Iglesia está el servicio a la humanidad, a imitación de
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A las autoridades políticas y civiles de Albania durante el encuentro en el palacio presidencial
La pacífica convivencia entre las religiones es posible Fue pronunciado en el palacio presidencial de Tirana, el primer discurso oficial del viaje del Papa Francisco en Albania, el domingo 21 por la mañana, inmediatamente después del aterrizaje en el aeropuerto de la capital albanés. En la residencia del jefe de Estado tuvo lugar la ceremonia de bienvenida, la visita de cortesía al presidente de la República y el encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático. Durante el encuentro, después del saludo que le fue dirigido por el presidente Nishani, el obispo de Roma pronunció el siguiente discurso. Señor Presidente Señor Primer Ministro Distinguidos Miembros del Cuerpo D iplomático Excelencias, Señoras y Señores Estoy muy contento de encontrarme con ustedes en esta noble tierra de Albania, tierra de héroes, que sacrificaron su vida por la independencia del país, y tierra de mártires, que dieron testimonio de su fe en los tiempos difíciles de la persecución. Les agradezco la invitación a visitar su patria, llamada «tierra de las águilas», y su festiva acogida. Ha pasado ya casi un cuarto de siglo desde que Albania ha encontrado de nuevo el camino arduo pero apasionante de la libertad. Gracias a ello, la sociedad albanesa ha podido iniciar un camino de reconstrucción material y espiritual, ha desplegado tantas energías e iniciativas, se ha abierto a la colaboración y al intercambio con los países vecinos de los Balcanes y del Mediterráneo, de Europa y de todo el mundo. La libertad recuperada les ha permitido mirar al futuro con confianza y esperanza, poner en marcha proyectos y tejer nuevas relaciones de amistad con las naciones cercanas y lejanas.
El respeto de los derechos humanos —respeto es una palabra esencial para ustedes—, entre los cuales destaca la libertad religiosa y de pensamiento, es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país. Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común. Me alegro de modo especial por una feliz característica de Albania, que debe ser preservada con todo cuidado e interés: me refiero a la convivencia pacífica y a la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones. El clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien precioso para el país y que adquiere un relieve especial en este tiempo en que, de parte de grupos extremistas, se desnaturaliza el auténtico sentido religioso y en que las diferencias entre las diversas confesiones se distorsionan e instrumentalizan, haciendo de ellas un factor peligroso de conflicto y violencia, en vez de una ocasión de diálogo abierto y respetuoso y de reflexión común sobre el significado de creer en Dios y seguir su ley. Que nadie piense que puede escudarse en Dios cuando proyecta y realiza actos de violencia y abusos. Que nadie tome la religión como pretexto para las propias acciones contrarias a la dignidad del hombre y sus derechos fundamentales, en primer lugar el de la vida y el de la libertad religiosa de todos. Lo que sucede en Albania demuestra en cambio que la convivencia pacífica y fructífera entre personas y comunidades que pertenecen a religiones distintas no sólo es deseable, sino posible y realizable de mo-
do concreto. En efecto, la convivencia pacífica entre las diferentes comunidades religiosas es un bien inestimable para la paz y el desarrollo armonioso de un pueblo. Es un valor que hay que custodiar y hacer crecer cada día, a través de la educación en el respeto de las diferencias y de las identidades específicas abiertas al diálogo y a la colaboración para el bien de todos, mediante el conocimiento y la estima recíproca. Es un don que se debe pedir siempre al Señor en la oración. Que Albania pueda continuar siempre en este camino, sirviendo de ejemplo e inspiración para muchos países. Señor Presidente, tras el invierno del aislamiento y las persecuciones, ha llegado por fin la primavera de la libertad. A través de elecciones libres y nuevas estructuras institucionales, se ha consolidado el pluralismo democrático que ha favorecido también la recuperación de la actividad económica. Muchos, movidos por la búsqueda de trabajo y de mejores condiciones de vida, sobre todo al comienzo, tomaron el camino de la emigración y contribuyen a su modo al progreso de la sociedad albanesa. Otros muchos han descubierto las razones para permanecer en su patria y construirla desde dentro. El trabajo y los sacrificios de todos han contribuido a mejorar las condiciones generales. La Iglesia católica, por su parte, ha podido retomar una existencia normal, restableciendo su jerarquía y
Coloquio con los periodistas en el vuelo de regreso a Roma
Hermano albanés Durante el vuelo de Roma a Tirana el Papa quiso saludar a los cincuenta periodistas presentes —provenientes de diez países— deseándoles «una buena jornada de trabajo y no de reposo. Será un trabajo un poco fuerte, una hermosa jornada laboriosa», añadió, pidiendo como de costumbre, oraciones por él. A su lado, el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, quien al dar la bienvenida, presentó los diversos medios de comunicación: prensa, agencias, televisión, radio, fotógrafos. A parte de ellos, aña-
dió, en Albania «nos esperan naturalmente muchos más que viajaron directamente y después todos los albaneses que están de fiesta». Por su parte el Papa Francisco, tomando la palabra, agradeció a los periodistas por su «ayuda que hace tanto bien, porque así la gente, el mundo sabe, las cosas que hace el Papa, la Iglesia, en este caso Albania». Se trata, continuó, de «un país que ha sufrido mucho, mucho. Tantos sufrimientos», pero que al mismo tiempo ha «logrado encontrar la paz con las diferencias religiosas, y esto es un buen signo para el mundo: el diálogo, la paz, este equilibrio que favorece el gobierno». Más articulada fue la conferencia de prensa de la tarde en el vuelo de regreso. Introducidos por el padre Lombardi, tres periodistas de televisión albanés plantearon al Pontífice algunas preguntas que publicamos a continuación. Su Santidad llevaba una idea en su mente para los albaneses, para Albania: cómo el albanés ha sufrido, pero es también tolerante. ¿Ha encontrado alguna otra cualidad en los albaneses con los que ha entrado en contacto? ¿Son éstas las actitudes adecuadas para hacer volver el águila al nido? Diría que he precisado un poco esas cosas que usted dice. El sufrimiento que ustedes los albaneses han pasaSIGUE EN LA PÁGINA 11
reanudando los hilos de una larga tradición. Se han edificado o reconstruido lugares de culto, entre los que destaca el Santuario de la Virgen del Buen Consejo en Escútari; se han fundado escuelas e importantes centros educativos y de asistencia, para toda la ciudadanía. La presencia de la Iglesia y su acción es percibida justamente como un servicio no sólo para la comunidad católica sino para toda la Nación. La beata Madre Teresa, junto a los mártires que dieron testimonio heroico de su fe —a ellos va nuestro reconocimiento más alto y nuestra oración— ciertamente se alegran en el Cielo por el compromiso de los hombres y mujeres de buena voluntad para que florezca de nuevo la sociedad y la Iglesia en Albania. Sin embargo, ahora aparecen nuevos desafíos a los que hay que responder. En un mundo que tiende a la globalización económica y cultural, es necesario esforzarse para que el crecimiento y el desarrollo estén a disposición de todos y no sólo de una parte de la población. Además, el desarrollo no será auténtico si no es también sostenible y ecuo, es decir, si no tiene en cuenta los derechos de los pobres y no respeta el ambiente. A la globalización de los mercados es necesario que corresponda la globalización de la solidaridad; el crecimiento económico ha de estar acompañado por un mayor respeto de la creación; junto a los derechos individuales hay que tutelar los de las realidades intermedias entre el individuo y el Estado, en primer lugar la familia. Albania afronta hoy estos desafíos en un marco de libertad y estabilidad que hay que consolidar y que representa un buen augurio para el futuro. Agradezco cordialmente a cada uno por la exquisita acogida y, como hizo san Juan Pablo II, en abril de 1993, invoco sobre Albania la protección de María, Madre del Buen Consejo, confiándole las esperanzas de todo el pueblo albanés. Que Dios derrame sobre Albania su gracia y su bendición.
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La homilía de la misa celebrada en la plaza de Tirana dedicada a madre Teresa de Calcuta
Sobre alas de águila Docientos cincuenta mil fieles, sobre todo jóvenes, participaron en la misa celebrada por el Papa Francisco el domingo 21 de septiembre por la mañana, en la plaza del centro de Tirana dedicada a madre Teresa de Calcuta. Después de la proclamación de las lecturas, el Pontífice pronunció la siguiente homilía.
Testimonio y fraternidad VIENE DE LA PÁGINA 1
da la visita. Durante dos meses el Papa se ha preparado para este su primer viaje europeo, consternado ante el «grado de crueldad» que ha definido terrible y que causó daño no sólo a los católicos, sino también a los ortodoxos y musulmanes. «Los tres componentes religiosos han dado testimonio de Dios y ahora dan testimonio de la fraternidad» ha resumido Francisco ante los periodistas durante el vuelo de regreso. Desde esta tierra de mártires se alzaron una vez más las fuertes palabras del obispo de Roma: «Que nadie piense que puede escudarse en Dios cuando proyecta y realiza actos de violencia y abusos» ha advertido en su discurso a las autoridades y al cuerpo diplomático. «La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia» ha dicho luego en el encuentro con los representantes de las diversas comunidades religiosas en el país, y ha repetido: «Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio». El testimonio de fraternidad, que viene del pueblo de Albania y de su historia heroica de resistencia al mal, es valiosa «en este tiempo en que, de parte de grupos extremistas, se desnaturaliza el auténtico sentido religioso y en que las diferencias entre las diversas confesiones se distorsionan e instrumentalizan, haciendo de ellas un factor peligroso de conflicto y violencia» ha dicho con claridad el Papa. Y junto a las palabras, inequívocas, del viaje a Albania permanecerán la conmoción y las lágrimas del Pontífice ante el relato sencillo y sentido de dos supervivientes a la atroz persecución comunista: un sacerdote de ochenta y cuatro años, don Ernest Simoni, y una religiosa estigmatina de ochenta y cinco, la hermana Marije Kaleta, que sobrevivieron a la muerte y a décadas de reclusión y trabajos forzados. Hoy «hemos tocado a los mártires» ha comentado el Papa profundamente conmovido, añadiendo que, consolados por Dios en la persecución, han sido ellos quienes nos consolaron.
El Evangelio que hemos escuchado nos dice que Jesús, además de llamar a los Doce Apóstoles, llamó a otros setenta y dos discípulos y los envió a anunciar el Reino de Dios en los pueblos y ciudades (cf. Lc 10, 1-9. 17-20). Él vino a traer al mundo el amor de Dios y quiere que se difunda por medio de la comunión y de la fraternidad. Por eso constituyó enseguida una comunidad de discípulos, una comunidad misionera, y los preparó para la misión, para «ir». El método misionero es claro y sencillo: los discípulos van a las casas y su anuncio comienza con un saludo lleno de significado: «Paz a esta casa» (v. 5). No es sólo un saludo, es también un don: la paz. Queridos hermanos y hermanas de Albania, también yo vengo hoy entre ustedes a esta plaza dedicada a una humilde y gran hija de esta tierra, la beata Madre Teresa de Calcuta, para repetirles ese saludo: paz en sus casas, paz en sus corazones, paz en su Nación. Paz. En la misión de los setenta y dos discípulos se refleja la experiencia misionera de la comunidad cristiana de todos los tiempos: El Señor resucitado y vivo envía no sólo a los Doce, sino también a toda la Iglesia, envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a todos los pueblos. A través de los siglos, no siempre ha sido bien acogido el anuncio de paz de los mensajeros de Jesús; a veces les han cerrado las puertas. Hasta hace poco, también las puertas de su País estaban cerradas, cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo a la verdad y a la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su País, si bien había sido uno de los primeros en recibir la luz del Evangelio. En la segunda lectura que hemos escuchado se mencionaba a Iliria que, en tiempos del apóstol Pa-
blo, incluía el territorio de la actual Albania. Pensando en aquellos decenios de atroces sufrimientos y de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes, podemos decir que Albania ha sido una tierra de mártires: muchos obispos, sacerdotes, religiosos, fieles laicos, ministros de culto de otras religiones, pagaron con la vida su fidelidad. No faltaron pruebas de gran valor y coherencia en la confesión de la fe. ¡Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron ante la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido! Me acerco espiritualmente a aquel muro del cementerio de Escútari, lugar-símbolo del martirio de los católicos, donde fueron fusilados, y con emoción ofrezco las flores de la oración y del recuerdo agradecido e imperecedero. El Señor ha estado a su lado, queridos hermanos y hermanas, para sostenerlos; Él los ha guiado y consolado, y los ha llevado sobre alas de águila, como hizo con el antiguo pueblo de Israel, como hemos escuchado en la primera lectura. El águila, representada en la bandera de su País, los invita a tener esperanza, a poner siempre su confianza en Dios, que nunca defrauda, sino que está siempre a nuestro lado, especialmente en los momentos difíciles. Hoy las puertas de Albania se han abierto y está madurando un tiempo de nuevo protagonismo misionero para todos los miembros del pueblo de Dios: todo bautizado tiene un lugar y una tarea que desarrollar en la Iglesia y en la sociedad. Que todos se sientan llamados a comprometerse generosamente en el anuncio del Evangelio y en el testimonio de la caridad; a reforzar los vínculos de solidaridad para promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos. Hoy he venido para agradecerles su testimonio y también para animarlos a que se esfuercen para que crezca la esperanza dentro de ustedes y a su alrededor. No se olviden del águila. El águila no olvida el nido, pero vuela alto. ¡Vuelen alto! ¡Suban! He venido para animarles a involucrar a las nuevas generaciones; a nutrirse asiduamente de la Palabra de Dios abriendo sus corazones a Cristo, al Evangelio, al encuentro con Dios, al encuentro entre
ustedes como ya hacen: a través de este encontrarse dan un testimonio a toda Europa. En espíritu de comunión con los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, los animo a impulsar la acción pastoral, que es una acción de servicio, y a seguir buscando nuevas formas de presencia de la Iglesia en la sociedad. En particular, esta invitación la dirijo a los jóvenes. Había tantos en el camino del aeropuerto hasta aquí. Éste es un pueblo joven. Muy joven. Y donde hay juventud hay esperanza. Escuchen a Dios, Adoren a Dios y ámen-
se entre ustedes como pueblo, como hermanos. Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por tu ejemplo de fidelidad. No se olviden del nido, de su historia lejana, también de las pruebas; no se olviden de las heridas, pero no se venguen. Vayan adelante a trabajar con esperanza por un futuro grande. Muchos hijos e hijas de Albania han sufrido, incluso hasta el sacrificio de la vida. Que su testimonio sostenga sus pasos de hoy y de mañana en el camino del amor, en el camino de la libertad, en el camino de la justicia y sobre todo en el camino de la paz. Que así sea.
En el Ángelus el llamamiento a los jóvenes del país
No a la idolatría del dinero Al término de la misa, el Papa dirigió la oración del Ángelus. He aquí sus palabras antes de la oración mariana. Queridos hermanos y hermanas: Antes de que acabe esta celebración, me gustaría dirigir un saludo a todos ustedes, venidos de Albania y de otros países vecinos. Les agradezco su presencia y el testimonio que dan de su fe. En especial me dirijo a ustedes jóvenes. Dicen que Albania es el país más joven de Europa y me dirijo a ustedes. Los invito a cimentar su existencia en Jesucristo, en Dios: quien pone su fundamento en Dios edifica sobre roca, porque Él siempre permanece fiel, incluso aunque nosotros seamos infieles (cf. 2 Tm 2,13). Jesús nos conoce mejor que nadie; cuando nos equivocamos, no nos condena, sino que nos dice: «Anda, y en adelante no peques más» (Jn 8,11). Queridos jóvenes, ustedes son la nueva generación, la nueva generación de Albania, el futuro de la patria. Con la fuerza del Evangelio y el ejemplo de sus an-
tepasados y el ejemplo de los mártires, digan no a la idolatría del dinero —no a la idolatría del dinero—, no a la engañosa libertad individualista, no a las dependencias y a la violencia; y digan sí, en cambio, a la cultura del encuentro y de la solidaridad, sí a la belleza inseparable del bien y de la verdad; sí a la vida entregada con magnanimidad y fidelidad en las pequeñas cosas. Así construirán una Albania y un mundo mejor, siguiendo las huellas de sus antepasados. Dirijámonos ahora a la Virgen Madre, que veneran sobre todo con el título de «Nuestra Señora del Buen Consejo». Me acerco espiritualmente a su Santuario de Escútari, al que tanta devoción tienen, y pongo en sus manos toda la Iglesia en Albania y todo el pueblo albanés, particularmente las familias, los niños y los ancianos, que son la memoria viva del pueblo. La Virgen María los lleve, «juntos con Dios, hacia la esperanza que no defrauda». Angelus Domini…
Después de haber comido con los obispos albaneses en la sede de la nunciatura apostólica en Tirana, el domingo por la tarde, el Papa Francisco se dirirgió a la universidad católica de Nuestra Señora del Buen Consejo, donde se reunió con los jefes de las mayores comunidades religiosas presentes en el país. Después de la introducción del arzobispo Massafra, presidente de la Conferencia episcopal, quien presentó a los participantes, el Pontífice pronunció el siguiente discurso. Queridos amigos: Me alegro mucho de este encuentro con los responsables de las principales confesiones religiosas presentes en Albania. Mi saludo respetuoso a cada uno de ustedes y a las comunidades que representan; y gracias de corazón a Mons. Massafra por sus palabras de presentación e introducción. Es importante que estén aquí juntos: es signo del diálogo que viven día a día, intentando establecer entre ustedes relaciones fraternas y de colaboración por el bien de toda la sociedad. Gracias por cuanto hacen. Albania ha sido tristemente testigo de la violencia y de las tragedias que se pueden producir si se excluye a Dios, a la fuerza, de la vida personal y comunitaria. Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados. Ustedes saben bien a qué atrocidades puede conducir la privación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, y cómo esa herida deja a la humanidad radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales. Los cambios que se han producido a partir de los años 90 del siglo pasado han tenido también como efecto positivo la creación de las condiciones adecuadas para una efectiva libertad religiosa. Esto ha hecho posible que las comunidades reaviven tradiciones que nunca se habían apagado del todo, a pesar de las feroces persecuciones, y ha permitido que todos, también desde sus propias convicciones religiosas, puedan colaborar en la reconstrucción moral, antes que económica, del país. En realidad, como dijo San Juan Pablo II en su visita a Albania en 1993, «la libertad religiosa […] no es sólo un don precioso del Señor para cuantos tienen la gracia de la fe: es un don para todos, porque es la garantía fundamental para cualquier otra expresión de libertad […]. La fe nos recuerda mejor que nadie que, si tenemos un único creador, todos somos hermanos. La libertad religiosa es un baluarte contra todos los totalitarismos y una aportación decisiva a la fraternidad humana» (Mensaje a la Nación de Albania, 25 de abril de 1993). Pero inmediatamente es necesario añadir: «La verdadera libertad religiosa rehúye la tentación de la intolerancia y del sectarismo, y promueve actitudes de respeto y diálogo constructivo» (ibid.). No podemos dejar de reconocer que la intolerancia con los que tienen convicciones religiosas diferentes es un enemigo particularmente insidioso, que desgraciadamente hoy se está manifestando en diversas regiones del mundo. Como creyentes, he-
Con los responsables de las principales confesiones religiosas
No se mata en nombre de Dios mos de estar atentos a que la religión y la ética que vivimos con convicción y de la que damos testimonio con pasión se exprese siempre en actitudes dignas del misterio que pretende venerar, rechazando decididamente como no verdaderas, por no ser dignas ni de Dios ni de los hombres, todas aquellas formas que representan un uso distorsionado de la religión. La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar en nombre de Dios es inhumano. Desde este punto de vista, la libertad religiosa no es un derecho que garantiza únicamente el sistema legislativo vigente —lo cual es también necesario—: es un espacio común —como éste—, un ambiente de respeto y colaboración que se construye con la participación de todos, también de aquellos que no tienen ninguna convicción religiosa. Me permito indicar dos actitudes que pueden ser especialmente útiles en la promoción de la libertad religiosa. La primera es ver en cada hombre y mujer, también en los que no pertenecen a nuestra tradición religiosa, no a rivales, y menos aún a enemigos, sino a hermanos y hermanas. Quien está seguro de sus convicciones no tiene necesidad de imponerse, de forzar al otro: sabe que la verdad tiene su propia fuerza de irradiación. En el fondo, todos somos peregrinos en esta tierra, y en este viaje, aspirando a la verdad y a la eternidad, no vivimos, ni individualmente ni como grupos nacionales, culturales o religiosos, como entidades autónomas y autosuficientes, sino que dependemos unos de otros, estamos confiados los unos a los cuidados de los otros. Toda tradición religiosa, desde dentro, debería lograr dar razón de la existencia del otro. La segunda actitud es el compromiso en favor del bien común. Siempre que de la adhesión a una tradición religiosa nace un servicio más convencido, más generoso, más desinteresado a toda la sociedad, se produce un auténtico ejercicio y un desarrollo de la libertad religiosa, que aparece así no sólo como un espacio de autonomía legítimamente reivindicado, sino como una potencialidad que enriquece a la familia humana con su ejercicio progresivo. Cuanto más se pone uno al servicio de los demás, más libre es.
Miremos a nuestro alrededor: cuántas necesidades tienen los pobres, cuánto les falta aún a nuestras sociedades para encontrar caminos hacia una justicia social más compartida, hacia un desarrollo económico inclusivo. El alma humana no puede perder de vista el sentido profundo de las experiencias de la vida y necesita recuperar la esperanza. En estos ámbitos, hombres y mujeres inspirados en los valores de sus tradiciones religiosas pueden ofrecer una ayuda importante, insustituible. Es un terreno especialmente fecundo para el diálogo interreligioso. Y además, quisiera referirme a una cosa que es siempre un fantasma: el relativismo, «todo es relativo». A este respecto, hemos de tener presente un principio claro: no se puede dialogar si no se parte de la propia identidad. Sin identidad no puede haber diálogo. Sería un diálogo fantasma, un diálogo en el aire: sin valor. Cada uno de nosotros tiene su propia identidad religiosa, a la que es fiel. Pero el Señor sabe cómo hacer avanzar la historia. Cada uno parte de su identidad, pero sin fingir que tiene otra, porque así no vale y no ayuda, y es relativismo. Lo que nos une es el camino de la vida, es la buena voluntad de partir de la propia identidad para hacer el bien a los hermanos y a las hermanas. ¡Hacer el bien! Y así, como hermanos, caminamos juntos. Cada uno de nosotros da testimonio de su propia identidad ante el otro y dialoga con él. Después el diálogo puede avanzar más sobre cuestiones teológicas, pero lo que es más importante y hermoso es caminar juntos sin traicionar la propia identidad, sin ocultarla, sin hipocresía. A mí me hace bien pensar esto. Queridos amigos, les animo a mantener y a desarrollar la tradición de buenas relaciones entre las comunidades religiosas presentes en Albania, y a sentirse unidos en el servicio a su querida patria. Con un poco de sentido del humor, se podría decir que esto es como un equipo de fútbol: los católicos contra los otros, pero todos juntos, por el bien de la patria y de la humanidad. Sigan siendo signo, para su país y para los demás países, de que son posibles las relaciones cordiales y de fecunda colaboración entre hombres de diversas religiones. Y les pido un favor: recen por mí. También yo lo necesito, lo necesito mucho. Gracias.
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viernes 26 de septiembre de 2014, número 39
Durante el rezo de las vísperas en la catedral
Hoy hemos tocado a los mártires Al final de la tarde del domingo 21 de septiembre, el Papa Francisco presidió en la catedral de Tirana la celebración de las vísperas con sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas y representantes de movimientos locales albaneses. Después del saludo del arzobispo Mirdita y los testimonios de un sacerdote y de una hermana que sufrieron las persecuciones durante el comunismo, el Pontífice improvisó un breve discurso que presentamos a continuación. Queridos hermanos y hermanas: Había preparado unas palabras para decirles, y se las entregaré al Arzobispo para que se las haga llegar. La traducción ya está hecha. Se puede hacer llegar. Pero ahora, quisiera decirles otra cosa… Hemos escuchado en la Lectura: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Cor 1,3-4). Es el texto sobre el que la Iglesia nos invita a reflexionar en las Vísperas de hoy. En estos dos últimos meses, me he preparado para esta visita leyendo la historia de la persecución en Albania. Y para mí ha sido una sorpresa: no sabía que su pueblo había sufrido tanto. Después, hoy, en el camino del aeropuerto a la plaza, todas esas fotografías de los mártires: se nota que este pueblo guarda aún memoria de sus mártires, que tanto sufrieron. Un pueblo de mártires… Y hoy al principio de esta celebración, he tocado a dos. Lo que les puedo decir es lo que ellos han dicho con su vida, con sus palabras sencillas… Contaban las cosas con una sencillez… pero con mucho dolor. Y nosotros les podemos preguntar: «¿Cómo han conseguido sobrevivir a tanta tribulación?». Y nos dirán lo que hemos oído en este pasaje de la Segunda Carta a los Corintios: «Dios es Padre misericordioso y Dios de toda consolación. Él nos ha consolado». Nos lo han dicho con esa sencillez. Han sufrido demasiado. Han sufrido físicamente, psíquicamente y también esa angustia de la incertidumbre: si los iban a fusilar o no, y así vivían, con esa angustia. Y el Señor los consolaba… Pienso en Pedro, en la cárcel, encadenado, con las cadenas; toda la Iglesia pedía por él. Y el Señor consoló a Pedro. Y a los mártires, y a estos dos que hemos escuchado hoy, el Señor los consoló porque había gente en la Iglesia, el pueblo de Dios —las viejecitas santas y buenas, tantas religiosas de clausura…— que rezaban por ellos. Y éste es el misterio de la Iglesia: cuando la Iglesia pide al Señor que consuele a su pueblo; y el Señor consuela humildemente, incluso a escondidas. Consuela en la intimidad del corazón y consuela con la fortaleza. Ellos —estoy seguro— no se enorgullecen de lo que han vivido, porque saben que ha sido el Señor quien los ha sostenido. Pero nos dicen algo. Nos dicen que para nosotros, que hemos sido llamados por el Señor a
seguirlo de cerca, la única consolación viene de Él. Ay de nosotros si buscamos otro consuelo. Ay de los sacerdotes, de los religiosos, de las religiosas, de las novicias, de los consagrados cuando buscan consuelo lejos del Señor. No quiero «fustigarlos», hoy, no quiero convertirme en «verdugo», pero tengan la certeza de que si buscan consuelo en otra parte no serán felices. Más aún: no podrás consolar a nadie porque tu corazón no se ha abierto al consuelo del Señor. Y acabarás, como dice el gran Elías al pueblo de Israel, «cojeando de dos piernas». «Bendito sea Dios Padre, Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios». Es lo que han hecho estos dos hoy. Humildemente, sin pretensiones, sin orgullo, haciéndonos un
servicio: consolarnos. Nos dicen también: «Somos pecadores, pero el Señor ha estado con nosotros. Éste es el camino. No se desanimen». Perdonen si les pongo hoy de ejemplo, pero todos debemos ser ejemplo para los demás. Vayamos a casa pensando: hoy hemos tocado a los mártires. A continuación el texto de la homilía que el Papa había preparado para la circunstancia y que entregó a los presentes. Queridos hermanos y hermanas: Me alegro de poder tener este encuentro con ustedes en su querida tierra; doy gracias al Señor y les agradezco a todos su acogida. Así les puedo expresar mejor mi apoyo a su tarea evangelizadora. Cuando su país salió de la dictadura, las comunidades eclesiales se pusieron en marcha de nuevo y reorganizaron la acción pastoral, afrontando con esperanza el futuro. Quiero expresar especialmente mi reconocimiento a aquellos pastores que pagaron un alto precio por su fidelidad a Cristo y por su decisión de permanecer unidos al Sucesor de Pedro. Fueron valientes ante las dificultades y las pruebas. Todavía se encuentran
entre nosotros sacerdotes y religiosos que sufrieron cárcel y persecución, como la hermana y el hermano que han compartido su propia experiencia. Los abrazo conmovido y alabo a Dios por su fiel testimonio, que estimula a toda la Iglesia a seguir anunciando el Evangelio con alegría. A partir de esta experiencia, la Iglesia en Albania puede crecer en espíritu misionero y en entrega apostólica. Conozco y valoro cómo se oponen decididamente a las nuevas formas de «dictadura» que amenazan con esclavizar a los individuos y a las comunidades. Si el régimen ateo intentaba acabar con la fe, estas dictaduras, de forma más encubierta, pueden hacer desaparecer la caridad. Me refiero al individualismo, a la rivalidad y a los enfrentamientos exacerbados: es una mentalidad mundana que puede contagiar también a la comunidad cristiana. No se desanimen ante estas dificultades, no tengan miedo de mantenerse en el camino del Señor. Él está siempre a su lado y los asiste con su gracia para que se apoyen unos a otros, para que sean comprensivos y misericordiosos y acepten a cada uno como es, para que cultiven la comunión fraterna. La evangelización es más eficaz cuando cuenta con iniciativas compartidas y con una sincera colaboración entre las diversas realidades eclesiales y entre los misioneros y el clero local: esto requiere determinación para no cejar en la búsqueda de formas de trabajo común y de ayuda recíproca en los campos de la catequesis, de la educación católica, así como en la promoción humana y en la caridad. En estos ámbitos, es valiosa también la aportación de los movimientos eclesiales, dispuestos a planificar y trabajar en comunión con sus Pastores y entre ellos. Es lo que veo aquí: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, una Iglesia que quiere caminar en fraternidad y en unidad. Cuando el amor a Cristo está por encima de todo, incluso de las legítimas exigencias particulares, entonces es posible salir de uno mismo, de nuestras «minucias» personales y grupales, y salir al encuentro de Jesús en los hermanos; sus llagas son todavía visibles hoy en el cuerpo de tantos hombres y mujeres que tienen hambre y sed, que son humillados, que están en la cárcel o en los hospitales. Y precisamente tocando y sanando con ternura esas llegas, es posible vivir en profundidad el Evangelio y adorar a Dios vivo en medio de nosotros. ¡Son muchos los problemas que se presentan cada día! Todos ellos los estimulan a lanzarse con pasión a una generosa actividad apostólica. Sin embargo, sabemos que nosotros solos no podemos hacer nada: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles» (Sal 127,1). Esta certeza nos invita a dar cada día el espacio debido al Señor, a dedicarle tiempo, a abrirle el corazón, para que actúe en nuestra vida y en nuestra misión. Lo que el Señor promete a la oración confiada y perse-
verante supera cuanto podamos imaginar (cf. Lc 11,11-12): además de lo que pedimos, nos da también el Espíritu Santo. La dimensión contemplativa es así indispensable en medio de los compromisos más urgentes e importantes. Cuanto más nos llama la misión a ir a las periferias existenciales, más siente nuestro corazón la íntima necesidad de estar unido al de Cristo, lleno de misericordia y de amor. Y teniendo en cuenta que aún se necesitan más sacerdotes y consagrados, el Señor les repite también hoy a ustedes: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,37-38). No podemos olvidar que esta oración está precedida por una mirada: la mirada de Jesús que ve la abundancia de la cosecha. ¿Tenemos también nosotros esta mirada? ¿Sabemos reconocer la abundancia de los frutos que la gracia de Dios ha hecho crecer y la labor que hay que hacer en el campo del Señor? De esta mirada de fe sobre el campo de Dios, nace la oración, la petición cotidiana e insistente al Señor por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Ustedes, queridos seminaristas, y ustedes, queridos postulantes y novicios, son fruto de esta oración del pueblo de Dios, que siempre precede y acompaña su respuesta personal. La Iglesia de Albania tiene necesidad de su entusiasmo y de su generosidad. El tiempo que hoy dedican a una sólida formación espiritual, teológica, comunitaria y pastoral, dará fruto oportuno en su futuro servicio al pueblo de Dios. La gente, más que maestros, busca testigos: testigos humildes de la misericordia y de la ternura de Dios; sacerdotes y religiosos configurados con Cristo Buen Pastor, capaces de comunicar a todos la caridad de Cristo. En este sentido, junto a ustedes y a todo el pueblo de Albania, quiero dar gracias a Dios por tantos misioneros y misioneras, cuya acción ha sido determinante para que la Iglesia resurja en Albania y todavía hoy sigue teniendo gran relevancia. Ellos han contribuido notablemente a consolidar el patrimonio espiritual que obispos, sacerdotes, personas consagradas y laicos albaneses conservaron en medio de durísimas pruebas y tribulaciones. Pensemos en el gran trabajo hecho por los institutos religiosos para el relanzamiento de la educación católica: este trabajo merece reconocimiento y apoyo. Queridos hermanos y hermanas, no se desanimen ante las dificultades; siguiendo las huellas de sus antepasados, den testimonio de Cristo con perseverancia, caminando «juntos con Dios, hacia la esperanza que no defrauda». En este camino, siéntanse siempre acompañados y sostenidos por el afecto de toda la Iglesia. Les agradezco de corazón este encuentro y encomiendo a cada uno de ustedes y a sus comunidades, sus proyectos y esperanzas a la Santa Madre de Dios. Los bendigo afectuosamente y les pido, por favor, que recen por mí.
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número 39, viernes 26 de septiembre de 2014
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Visita al Centro Betania
Ninguna vergüenza de la bondad El bien paga infinitamente más dinero En la última cita del viaje en tierra albanesa el Papa visitó el Centro de asistencia Betania, a veinte kilómetros de Tirana. Después del saludo dirigido a la directora y el testimonio de un joven que creció dentro de la estructura, el Pontífice pronunció el siguiente discurso. Queridos hermanos del Centro Betania: Les agradezco de corazón su gozosa acogida. Y, sobre todo, les agradezco la hospitalidad que cada día dan a tantos niños y adolescentes necesitados de atención, de ternura, de un ambiente sereno y de personas amigas, que sean también verdaderos educadores, ejemplos de vida, y en las que encuentren apoyo. En lugares como éste, todos confirmamos nuestra fe, se nos hace más fácil creer, porque vemos la fe hecha caridad concreta. La vemos dar luz y esperanza a situaciones de gran dificultad; vemos que se enciende de nuevo en el corazón de personas tocadas por el Espíritu de Jesús, que decía: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí» (Mc 9, 37). Esta fe que actúa en la caridad mueve las montañas de la indiferencia, de la incredulidad y de la indolencia, y abre los corazones y las manos para hacer el bien y difundirlo. La Buena Noticia de que Jesús ha resucitado y está vivo en medio de nosotros pasa a través de gestos humildes y simples de servicio a los pequeños. Además, este Centro demuestra que es posible la convivencia pacífica y fraterna entre personas de distintas etnias y diversas confesiones religiosas. Aquí las diferencias no impiden la armonía, la alegría y la paz; es más, se convierten en ocasión para profundizar en el conocimiento y en la comprensión mutua. Las diversas experiencias religiosas se abren al amor respetuoso y operante con el prójimo; cada comunidad religiosa se expresa con el amor y no con la violencia, no se avergüenza de la bondad. Quien cultiva la bondad en su interior recibe a cambio una conciencia tranquila, una alegría profunda aun en medio de las dificultades y de las incomprensiones. Incluso ante las ofensas recibidas, la bondad no es debilidad, sino auténtica fuerza, capaz de renunciar a la venganza. El bien es premio en sí mismo y nos acerca a Dios, Sumo Bien. Nos hace pensar como Él, nos hace ver la realidad de nuestra vida a la luz de su proyecto de amor para cada uno de nosotros, nos permite disfrutar de las pequeñas alegrías de cada día y nos sostiene en las dificultades y en las pruebas. El bien paga infinitamente mejor que el dinero, que nos defrauda porque hemos sido creados para recibir y comunicar el amor de Dios, y no para medir las cosas por el dinero y el poder, que es el peligro que nos mata a todos. Queridos amigos, en su saludo, la Directora ha recordado las etapas
que ha recorrido su asociación y las obras que han nacido de la intuición de la fundadora, la Señora Antonietta Vitale —a la que saludo cordialmente y agradezco su acogida—, ha subrayado la ayuda de los bienhechores y el desarrollo de las diversas iniciativas. Ha hablado de la gran cantidad de niños amorosamente acogidos y atendidos. Mirjan, por su parte, ha dado testimonio de su experiencia personal, de su entusiasmo y gratitud por un encuentro que ha transformado su existencia y le ha abierto nuevos horizontes, con nuevos amigos y con un Amigo todavía más grande y mejor que los demás: Jesús. Ha dicho una cosa muy significativa a propósito de los voluntarios que colaboran aquí; ha dicho: «Desde hace 15 años se sacrifican con alegría por amor a Jesús y a nosotros». Es una frase que revela cómo entregarse por amor a Jesús produce alegría y esperanza, y cómo servir a los hermanos se transforma en reinar con Dios. Estas palabras de MirjanPaolo pueden resultar paradójicas para buena parte de nuestro mundo, que no acaba de comprenderlas y ansía encontrar la clave de la propia existencia en las riquezas terrenas, en el poder y en la pura diversión, donde sólo encuentra alienación y confusión. El secreto de una existencia plena es amar y entregarse por amor. Ahí
se encuentra la fuerza para «sacrificarse con alegría», y el compromiso más exigente se convierte en fuente de mayor alegría. Así no asustan las opciones de vida definitivas, que aparecen, a su verdadera luz, como un modo de realizar plenamente la libertad personal. Que el Señor Jesús y su Madre, la Virgen María, bendigan su Asociación, este Centro Betania y los otros centros que la caridad ha hecho sur-
gir y la Providencia crecer. Que bendigan a todos los voluntarios, a los bienhechores y a todos los niños y adolescentes. Su patrón, san Antonio de Padua, los acompañe en el camino. Continúen con confianza sirviendo al Señor en los pobres y en los abandonados, y pidiéndole que los corazones y las mentes de todos se abran al bien, a la caridad operante, fuente de auténtica alegría. Les pido, por favor, que recen por mí y de corazón los bendigo.
Coloquio con los periodistas en el vuelo de regreso a Roma VIENE DE LA PÁGINA 7
do lo he visto más de cerca. En cuanto a lo de tolerante, cambio la palabra. El albanés no es tolerante; es hermano. Tiene la capacidad para la fraternidad, que es más. Y esto se ve en la convivencia, en la colaboración entre los musulmanes, los ortodoxos y los católicos. Colaboran, pero como hermanos, ¿no? Y, además, otra cosa que me ha llamado la atención desde el primer momento es la juventud del país. Cuando he hecho este comentario, me han dicho que es el país más joven de Europa. Albania tiene —se ve claramente— un desarrollo superior en la cultura y también en la gobernanza gracias a esta fraternidad. Su Santidad, recorriendo el bulevar central de Tirana, con las fotografías de los clérigos martirizados durante el régimen comunista, en un país al que le fue impuesto el ateísmo de Estado hasta hace 25 años, ¿ha tenido algún sentimiento particular? Hace dos meses que vengo estudiando un poco ese período difícil de Albania para entenderlo. He estudiado también un poco sus orígenes. Ustedes tienen unas raíces culturales bellísimas y recias, de gran cultura desde el principio. He estudiado este período y sí fue un período cruel: el nivel de crueldad fue terrible. Cuando veía estas fotografías… —pero no sólo los católicos, también ortodoxos, también los musulmanes—, pensaba en las palabras que les decían: «No debes creer en Dios». «Sí, yo creo». ¡Pam!, y acababan con él. Por eso digo que las tres religiones han dado testimonio de Dios y ahora dan testimonio de fraternidad. Su Santidad, usted ha visitado Albania, un país de mayoría musulmana. Pero la visita ha tenido lugar en un momento difícil de la situación global. Usted mismo ha dicho que la tercera guerra mundial ya ha comenzado. ¿El mensaje de su visita es sólo para los albaneses o va más allá?
No: va más allá. Va más allá. Albania ha hecho un camino de paz, de convivencia y de colaboración que va más allá, va a otros países que tienen igualmente varias raíces étnicas. Usted ha dicho: «un país de mayoría musulmana»; sí, pero no es un país musulmán. Es un país europeo. Para mí esto ha sido una sorpresa. Albania es un país europeo, precisamente por su cultura —la cultura de convivencia, también por la cultura histórica que ha tenido—. Acaba de hacer este viaje a Albania, que está en Europa, ¿cuáles serán los próximos? Sí: no puedo cambiar la geografía. Los próximos viajes serán el 25 de noviembre a Estrasburgo, Consejo de Europa y Parlamento Europeo, los dos. Y luego, el 28 —quizás— a Turquía, para estar allí en la fiesta del día 30, San Andrés, con el Patriarca Bartolomé. Santidad, hemos percibido que usted tiene una visión de Albania un poco diversa de la que tienen los europeos, es decir: nosotros vemos a Europa casi como la Unión Europea; usted ha querido que el primer país europeo que visita sea un país de la periferia, que no pertenece a la Unión Europea. ¿Qué puede decir a los que miran sólo a la Europa de los «poderosos»? Que es un mensaje, este viaje mío, es un signo: es un signo que quiero dar. Creo que es la primera vez que lo hemos visto llorar; se conmovió en aquel encuentro: pienso que ha sido el momento más conmovedor de todo el viaje. Oír hablar a un mártir de su propio martirio es duro. Creo que todos los que estábamos allí nos emocionamos: todos. Y esos testigos hablaban como si se tratase de otro, con una naturalidad, con una humildad… A mí me ha hecho bien esto. Muchas gracias y que tengan buena cena.
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viernes 26 de septiembre de 2014, número 39
COMUNICACIONES Audiencias pontificias EL SANTO PADRE HA RECIBID O EN AUDIENCIA:
Jueves 18 de septiembre —A monseñor Guido Pozzo, arzobispo titular de Bagnoregio, secretario de la Comisión pontificia «Ecclesia D ei». —A monseñor Óscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro (Argentina). Viernes, día 19 —Al presidente de la República de Armenia Serzh Sargsián, y el séquito. —A monseñor Luis Francisco Ladaria Ferrer, arzobispo titular de Tibica, secretario de la Congregación para la doctrina de la fe. —A monseñor James Patrick Green, arzobispo titular de Altino, nuncio apostólico en Perú. —Al profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio. —Al alcalde de Roma, Ignazio Marino, con algunos cirujanos que participaron en el Congreso sobre el tráfico de órganos para trasplante. Sábado, día 20 —Al presidente de la República de Letonia, Andris Bērziņš, con el séquito. —A la presidenta de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. —Al secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, con el séquito. —Al cardenal Marc Ouellet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los obispos. —Al cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova (Italia), presidente de la Conferencia episcopal italiana. —Al cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona (España). —A monseñor Alcides Jorge Pedro Casaretto, obispo emérito de San Isidro (Argentina). Lunes, día 22 —Al cardenal George Pell, prefecto de la Secretaría de asuntos económicos. —Al cardenal Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Valencia (España). Martes, día 23 —Al cardenal Cormac MurphyO'Connor, arzobispo emérito de Westminster (Inglaterra). A los obispos de la Conferencia episcopal de Ghana, en visita «ad Limina Apostolorum»:
—Monseñor Gabriel Charles PalmerBuckle, arzobispo de Accra. —Monseñor Francis Anani Kofi Lodonu, obispo de Ho. —Monseñor Gabriel Akwasi Ababio Mante, obispo de Jasikan. —Monseñor Anthony Kwami Adanuty, obispo de Keta-Akatsi. —Monseñor Joseph Kwaku AfrifahAgyekum, obispo de Koforidua. —Monseñor Matthias Kobena Nketsiah, arzobispo de Cape Coast. —Monseñor John Bonaventure Kwofie, obispo de Sekondi-Takoradi.
Colegio episcopal Monseñor Oscar Omar Aparicio Céspedes, arzobispo de Cochabamba (Bolivia) Monseñor Fernando Bascopé Müller, obispo ordinario militar para Bolivia RENUNCIA: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la arquidiócesis de Cochabamba (Bolivia) que monseñor TITO SOLARI CAPELLARI, S.D.B., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico.
—Monseñor Matthew Kwasi Gyamfi, obispo de Sunyani.
Tito Solari Capellari, S.D.B., nació en Pesariis di Prato Carnico, arquidiócesis de Udine, el 2 de septiembre de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 23 de diciembre de 1966. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Acque nuove di Numidia y auxiliar de Santa Cruz de la Sierra, el 16 de diciembre de 1986; recibió la ordenación episcopal el 19 de marzo de 1987. El mismo Papa le promovió a arzobispo coadjutor de Cochabamba el 7 de marzo de 1998. Pasó a ser arzobispo residencial de dicha sede el 8 de julio de 1999.
—Monseñor Dominic Yeboah Nyarko, obispo de Techiman.
EL PAPA
—Monseñor Joseph Francis Kweku Essien, obispo de Wiawso. —Monseñor Gabriel Justice Yaw Anokye, arzobispo de Kumasi, Administrador apostólico de Obuasi, con los arzobispos eméritos: monseñor Peter Kwasi Sarpong y monseñor Thomas Kwaku Mensah. —Monseñor Peter Kwaku Atuahene, obispo de Goaso. —Monseñor Joseph Osei-Bonsu, obispo de Konongo-Mampong.
—Monseñor Philip Naameh, arzobispo de Tamale. —Monseñor Peter Paul Angkyier, obispo de Damongo. —Monseñor Alfred Agyenta, obispo de Navrongo-Bolgatanga. —Monseñor Paul Bemile, obispo de Wa.
HA NOMBRAD O:
—Arzobispo de Cochabamba (Bolivia) a monseñor OSCAR OMAR APARICIO CÉSPEDES, hasta ahora ordinario militar para Bolivia. Oscar Omar Aparicio Céspedes nació en La Paz el 26 de septiembre de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de
noviembre de 1987. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Cizio y auxiliar de la arquidiócesis de La Paz el 29 de mayo de 2002; recibió la ordenación episcopal el 25 de julio sucesivo. Benedicto XVI le trasladó como obispo ordinario militar para Bolivia el 4 de abril de 2012. —Obispo Ordinario militar para Bolivia a monseñor FERNAND O BASCOPÉ MÜLLER, S.D.B., hasta ahora obispo titular de Naratcata y auxiliar de El Alto. Fernando Bascopé Müller, nació en Santa Cruz de la Sierra el 4 de abril de 1962. Ingresó en la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, donde recibió la ordenación sacerdotal el 23 de septiembre de 1991. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Naratcata y auxiliar de la diócesis de El Alto el 15 de julio de 2010; recibió la ordenación episcopal el 9 de septiembre del mismo año. S.D.B.,
El Santo Padre ha dispuesto la sustitución del obispo de Ciudad del Este (Paraguay), monseñor RO GELIO RICARD O LIVIERES PLANO, y ha nombrado administrador apostólico sede vacante de la misma diócesis a monseñor RICARD O JORGE VALENZUELA RÍOS, obispo de Villarrica del Espíritu Santo.
—Monseñor Vincent Sowah Boi-Nai, obispo de Yendi.
S.V.D.,
—Monseñor Gabriel Edoe Kumordji, S.V.D, obispo titular de Ita, vicario apostólico de Donkorkrom. Jueves, día 25 —A la embajadora de Panamá ante la Santa Sede, Miroslava Rosas Vargas, con ocasión de la presentación de las cartas credenciales. —Al cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán (Italia). —Al cardenal Andrew Yeom Soojung, arzobispo de Seúl (Corea). —A monseñor Giacinto Berloco, arzobispo titular de Fidene, nuncio apostólico en Bélgica y Luxemburgo. —A monseñor Claudio Gugerotti, arzobispo titular de Ravello, nuncio apostólico en Bielorrusia. —A monseñor Ettore Balestrero, arzobispo titular de Vittoriana, nuncio apostólico en Colombia. —Al Señor Marcos Aguinis.
Nombramientos pontificios El Santo Padre ha nombrado nuevos miembros de la Comisión teológica internacional y ha renovado el mandato de otros del quinquenio pasado. Dicha Comisión estará compuesta para el quinquenio 2014 — 2019 por los siguientes miembros: P. Serge Thomas Bonino, O.P., secretario general, Francia; Terwase Henry Akaabiam, Nigeria; hermana Prudence Allen, R.S.M., Estados Unidos; hermana Alenka Arko, de la Comunidad Loyola, Federación Rusa — Eslovenia; monseñor Antonio Luiz Catelan Ferreira, Brasil; monseñor Piero Coda, Italia; Lajos Dolhai, Hungría; P. Peter Dubovský, S.I., Eslovaquia; Mario Angel Flores Ramos, México; Carlos María Galli, Argentina; Krzysztof Góźdź, Polonia; Gaby Alfred Hachem, Líbano; P. Thomas Kollamparampil, C.M.I., India; Koffi Messan Laurent Kpogo, Togo; Oswaldo Martínez Mendoza, Colombia; Prof.ª, Moira Mary McQueen, Canadá — Gran Bretaña; Karl Heinz Menke, Alemania; John Junyang Park, Corea; P. Bernard Pottier, S.I., Bélgica; Javier Prades López, España; prof.ª, Tracey Rowland, Australia; prof. Héctor Gustavo Sánchez Rojas, S.C.V., Perú; Prof.ª, Marianne Schlosser, Austria — Alemania; Nicholaus Segeja M'hela, Tanzania; Pierangelo Sequeri, Italia; Željko Tanjić, Croacia; P. Gerard Francisco P. Timoner III, O.P., Filipinas; P. Gabino Uribarri Bilbao, S.I., España; Philippe Vallin, Francia; P. Thomas G. Weinandy, O.F.M.CAP., Estados Unidos.
número 39, viernes 26 de septiembre de 2014
L’OSSERVATORE ROMANO
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Misa del Pontífice en Santa Marta El perfume de la pecadora El Señor salva «solamente a quien sabe abrir su corazón y se reconoce pecador». Es la enseñanza que el Papa Francisco dio del pasaje evangélico de san Lucas (7, 36-50) durante la misa que celebró el jueves 18 de septiembre, por la mañana, en Santa Marta. Se trata del relato de la pecadora que, durante la comida en la casa de un fariseo, sin ser ni siquiera invitada, se acerca a Cristo con «un vaso de perfume» y «colocándose detrás junto a sus pies, llorando», comienza «a bañarlos de lágrimas», luego los seca «con sus cabellos», los besa y los unge de perfume. El Pontífice explicó que precisamente «reconocer los pecados, nuestra miseria, reconocer lo que somos y lo que somos capaces de hacer o hemos hecho es la puerta que se abre a la caricia de Jesús, al perdón de Jesús. Al respecto el Papa repitió una expresión muy querida por él: «el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo son los propios pecados». A un oído poco atento esto «parecería casi una herejía —comentó— pero lo decía también san Pablo» cuando, en la segunda Lectura a los Corintios (12, 9), afirmaba gloriarse «solamente de dos cosas: de los propios pecados y de Cristo Resucitado que lo ha salvado». El Papa introdujo su reflexión reconstruyendo la escena descrita en el pasaje evangélico. Aquel «que había invitado a Jesús al almuerzo —hizo notar— era una persona de un cierto nivel, de cultura, quizás un universitario. Y «no parece que fuera una mala persona». Hasta que irrumpe en el banquete una figura femenina, una que no tenía cultura o si la tenía, aquí no lo demostró». En efecto, «entra y hace eso que quiere hacer: sin pedir disculpas, sin pedir permiso». Es entonces cuando la realidad se revela detrás de las buenas maneras: «Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora». Este hombre «no era malo», sin embargo, «no logra entender el gesto de la mujer. No logra entender los gestos elementales de la gente». En resumen, «estaba alejado de la realidad». Sólo así, continuó el Papa, se explica «la acusación» imputada a Jesús: «¡Este es un santón! Nos habla de cosas hermosas, hace un poco de magia; es un curandero; pero al final no conoce a la gente, porque si supiera de qué clase es esta, habría dicho algo». Hay entonces «dos actitudes» muy diferentes entre sí: por una parte la del «hombre que ve y califica», juzga; y por otro la de la «mujer que llora y hace cosas que parecen locuras», porque utiliza un perfume que «es caro, es costoso». En especial el Pontífice se detuvo en el hecho de que el Evangelio sí utiliza la palabra «unción» para significar que el «perfume de la mujer unge: tiene la capacidad de ser una unción», al contrario de las palabras del fariseo que «no llegan al corazón, no llegan a la realidad».
En medio a estas dos figuras tan antitéticas está Jesús, con «su paciencia, su amor», su «deseo de salvar a todos», que «le lleva a explicar al fariseo qué significa eso que hace esta mujer» y a reprocharle, si bien «con humildad y ternura», por no haber tenido «cortesía» con Él. El Papa evidenció también que el Evangelio no dice «cómo terminó la historia para este hombre», pero dice claramente «cómo terminó para la mujer: “Tus pecados han quedado perdonados”». Una frase, esta, que escandaliza a los comensales, quienes comienzan a confabular entre sí preguntándose: «¿Pero quién es este, que hasta perdona pecados?». En resumen, «a ella se le dice que sus pecados le son perdonados, a los demás, Jesús les hace ver sólo los gestos y se los explica, incluso los gestos no realizados, o sea lo que no han hecho con Él». En consecuencia «la palabra salvación —“tu fe te ha salvado”— la dice sólo a la mujer, que es una pecadora. Y la dice porque ella logró llorar sus pecados, confesar sus pecados, decir: “Soy una pecadora”». Por el contrario, «no la dice a esa gente», que incluso «no era mala», sino porque estas personas «creían que no eran pecadoras». He aquí entonces la enseñanza del Evangelio: «La salvación entra en el corazón solamente cuando abrimos el corazón en la verdad de nuestros pecados». Cierto, observó el obispo de Roma, «ninguno de nosotros irá a hacer el gesto que hizo esta mujer», pero todos nosotros tenemos la posibilidad de llorar, todos nosotros tenemos la posibilidad de abrirnos y decir: Señor, ¡sálvame!». También porque, afirmó, «a esa otra gente, en este pasaje del Evangelio, Jesús no dice nada. Pero en otro pasaje dirá esa terrible palabra: “¡Hipócritas, porque os habéis alejado de la realidad, de la verdad!”». Y de nuevo, refiriéndose al ejemplo de esa pecadora, dice: «Pensad bien, serán las prostitutas y los publicanos que os precederán en el reino de los cielos». Porque ellos —concluyó— «se sienten pecadores» y «abren su corazón en la confesión de los pecados, en el encuentro con Jesús, que dio su sangre por todos nosotros».
Miedo de resucitar La identidad cristiana sólo se realiza plenamente en nosotros con la resurrección, que será «como un despertar». Por eso el Papa invitó a «estar con el Señor», a caminar con Él como discípulos, para que la resurrección comience ya, aquí y ahora. Pero «sin miedo a la transformación que tendrá nuestro cuerpo al final de
nuestro itinerario cristiano». Precisamente en la esencia de la resurrección, el Pontífice centró su homilía durante la misa celebrada el viernes 19 de septiembre, aprovechando la sugerencia del pasaje de la primera Carta de san Pablo a los Corintios (15, 12-20). El Apóstol, explicó enseguida, «debe hacer una corrección difícil en aquel tiempo: la de la resurrección». En efecto, «los cristianos creían que sí, que Cristo había resucitado, se había ido, había terminado su misión, nos ayuda desde el cielo, nos acompaña»; pero «no era tan clara la consecuencia conexa de que también nosotros resucitaremos». En realidad «ellos pensaban de otro modo: sí, los muertos son justificados, no irán al infierno —muy hermoso—, pero irán un poco al cosmos, al aire, el alma ante Dios: solamente el alma». Pero «no comprendían la resurrección». «Hay una resistencia fuerte», observó el Papa, el mismo «Pedro, que había contemplado a Jesús en su gloria en el Tabor, la mañana de la resurrección fue corriendo al sepulcro», pensando que habían robado el cuerpo del Señor. Porque «no entraba en su cabe-
za una resurrección real»: su visión «teológica», explicó el Pontífice, «se detenía en el triunfo». Hasta tal punto que «el día de la ascensión dirán: Pero dime, Señor, ¿ahora será la liberación, el reino de Israel?». En esencia, los discípulos no comprendían «la resurrección, ya sea de Jesús, ya sea de los cristianos». Al final, sólo aceptaron «la de Jesús, porque lo vieron, pero la de los cristianos no se entendía así». Por lo demás, sucede lo mismo «cuando Pablo va a Atenas y comienza a hablar» de la resurrección: «los griegos sabios, filósofos, se asustan». La cuestión es que «la resurrección de Cristo es un prodigio, una cosa que quizá asuste; la resurrección de los cristianos, es un escándalo: no pueden comprenderla». Y «por eso Pablo hace este razonamiento tan claro: si Cristo ha resucitado, ¿cómo pueden decir algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si Cristo ha resucitado, también los muertos resucitarán». «Hay resistencia a la transformación —observó el Pontífice—, resistencia a que la obra del Espíritu, que recibimos en el Bautismo, nos transforme hasta el fin, hasta la resurrección». Y «cuando hablamos de esto, nuestro lenguaje dice: yo quie-
ro ir al cielo, no quiero ir al infierno». Sin embargo, «nos detenemos allí». Y «ninguno de nosotros dice: yo resucitaré como Cristo». «También para nosotros —prosiguió el Pontífice— es difícil comprender esto». Es más fácil imaginar una especie de «panteísmo cósmico». Hay una «resistencia a ser transformados, que es la palabra que usa Pablo: “Seremos transformados. Nuestro cuerpo será transformado”». Pero, precisó, «con la resurrección todos nosotros seremos transformados». «Este es el futuro que nos espera —reafirmó el Papa—, y esto nos lleva a poner tanta resistencia a la transformación de nuestro cuerpo», pero «también resistencia a la identidad cristiana». Y añadió: «Quizá no tengamos tanto miedo al apocalipsis del maligno, al anticristo que debe venir antes; quizá no tengamos tanto miedo». Sin embargo, tenemos «miedo a nuestra resurrección: todos seremos transformados». Y «esa transformación será el fin de nuestro itinerario cristiano». «Esta tentación de no creer en la resurrección de los muertos —explicó el Papa— nació en la primera Iglesia. Pablo debe aclarar lo mismo a los tesalonicenses, y hablarles de ello una, dos veces». Y «al final, para consolarlos, para animarlos, dice una de las frases más llenas de esperanza que hay en el Nuevo Testamento: “Al final, seremos como Él”». Esta es nuestra «identidad cristiana: estar con el Señor». Una afirmación que, remarcó el Pontífice, no es ciertamente «una novedad». En efecto, «cuando Juan el Bautista señala a Jesús como el cordero de Dios y los dos discípulos se van con Él, dice el Evangelio: “Y ese día se quedaron con Él”». «Nosotros resucitaremos para estar con el Señor y la resurrección comienza aquí, como discípulos, si estamos con el Señor, si caminamos con el Señor. Este es el camino hacia la resurrección. Y si estamos acostumbrados a estar con el Señor, este miedo a la transformación de nuestro cuerpo se aleja». Por eso no hay que «tener miedo a la identidad cristiana», que «no termina con un triunfo temporal, no termina con una hermosa misión». Porque «la identidad cristiana se realiza plenamente en la resurrección». Por lo tanto, afirmó el Papa, «la identidad cristiana es una senda, es un camino donde se está con el Señor, como los dos discípulos que estuvieron con el Señor aquella tarde». Así, «también toda nuestra vida está llamada a estar con el Señor para quedarse, estar con el Señor, al final, después de la voz del arcángel, después del sonido de la trompeta». Al respecto, el Papa quiso recordar por último que el mismo san Pablo, en la Carta a los Tesalonicenses, «termina este razonamiento con esta frase: “Consolémonos con esta verdad”».
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Obispos sin fronteras VIENE DE LA PÁGINA 5
conducir el mundo a Cristo (cf. Jn 1, 40-42). Pienso en muchas personas que hay que llevar a Él. A vuestros sacerdotes, in primis. Hay muchos que ya no buscan dónde vive, o que viven en otras latitudes existenciales, algunos en los bajos fondos. Otros, olvidados de la paternidad episcopal o quizá cansados de buscarla en vano, ahora viven como si ya no existieran padres o se engañan de que no tienen necesidad de padres. Os exhorto a cultivar en vosotros, padres y pastores, un tiempo interior en el que se pueda encontrar espacio para vuestros sacerdotes: recibirles, acogerles, escucharles, guiarles. Os quisiera obispos fáciles de encontrar no por la cantidad de los medios de comunicación de los que disponéis, sino por el espacio interior que ofrecéis para acoger a las personas y sus necesidades concretas, dándoles la totalidad y la amplitud de la enseñanza de la Iglesia, y no un catálogo de añoranzas. Y que la acogida sea para todos sin discriminación, ofreciendo la firmeza de la autoridad que hace crecer, y la dulzura de la paternidad que engendra. Y, por favor, no caigáis en la tentación de sacrificar vuestra libertad rodeándoos de séquitos y cortes o coros de aprobación, puesto que en los labios del obispo la Iglesia y el mundo tienen el derecho de encontrar siempre el Evangelio que hace libres. Luego está el Pueblo de Dios encomendado a vosotros. Cuando, en el momento de vuestra consagración, el nombre de vuestra Iglesia fue proclamado, se reflejaba el rostro de los que Dios os estaba dando. Este pueblo tiene necesidad de vuestra paciencia para curarlo, para hacerlo crecer. Sé bien lo desierto que se ha hecho nuestro tiempo. Se necesita, luego, imitar la paciencia de Moisés para guiar a vuestra gente, sin miedo a morir como exiliados, pero gastando hasta vuestra última energía no por vosotros sino para hacer que Dios entre en los que guiais. Nada es más importante que introducir a las personas en Dios. Os confío, sobre todo a los jóvenes y a los ancianos. Los primeros porque son nuestras alas, y los segundos porque son nuestras raíces. Alas y raíces sin las cuales no sabemos quiénes somos y ni siquiera adónde tenemos que ir. Al final de nuestro encuentro permitid al sucesor de Pedro que os mire profundamente desde lo alto del misterio que nos une de modo irrevocable. Hoy viendoos en vuestras diversas fisonomías, que reflejan la inagotable riqueza de la Iglesia extendida en toda la tierra, el obispo de Roma abraza la católica. No es necesario recordar las singulares y dramáticas situaciones de nuestros días. Cuánto quisiera que resonara, por medio de vosotros, en cada Iglesia un mensaje de aliento. Al regresar a vuestras casas, donde estas se encuentren, llevad por favor el saludo de afecto del Papa y asegurad a la gente que está siempre en su corazón. Veo en vosotros centinelas, capaces de despertar vuestras Iglesias, levantándoos antes del alba o en
medio de la noche para avivar la fe, la esperanza, la caridad; sin dejaros adormecer o conformar con el lamento nostálgico de un pasado fecundo pero ahora declinado. Excavad todavía en vuestras fuentes, con la valentía de remover las incrustaciones que han cubierto la belleza y el vigor de vuestros antepasados peregrinos y misioneros que han erigido Iglesias y creado civilizaciones. Veo en vosotros a hombres capaces de cultivar y de hacer madurar los campos de Dios, en los que los nuevos sembradíos esperan manos dispuestas a irrigar cotidianamente esperando cosechas generosas. Veo finalmente en vosotros pastores capaces de reconstruir la unidad, tejer redes, remendar, vencer la fragmentación. Dialogad con respeto con las grandes tradiciones en las que estáis inmersos, sin miedo de perderos y sin necesidad de defender vuestras fronteras, porque la identidad de la Iglesia está definida por el amor de Cristo que no conoce frontera. Incluso custodiando la pasión por la verdad, no gastéis energías para contraponerse o enfrentarse sino para construir y amar. Así, centinelas, hombres capaces de cuidar los campos de Dios, pastores que caminan delante, en medio y detrás del rebaño, os despido, os abrazo, deseando fecundidad, paciencia, humildad y mucha oración. Gracias.
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Signo de cercanía VIENE DE LA PÁGINA 6
Jesús con sus discípulos: después de que habían ido a las aldeas a llevar el anuncio del Evangelio, volvieron contentos por sus éxitos; pero Jesús los lleva aparte, a un lugar solitario, para estar un poco con ellos (cf. Mc 6, 31). Una pastoral sin oración y contemplación jamás podrá llegar al corazón de las personas. Se detendrá en la superficie y no dejará que la semilla de la palabra de Dios eche raíces, brote, crezca y dé fruto (cf. Mt 13, 1-23).
Sé que todos vosotros trabajáis mucho, y por eso quiero deciros una última palabra importante: paciencia. Paciencia y perseverancia. El Verbo de Dios entró en «paciencia» en el momento de la Encarnación, y así, hasta la muerte en la Cruz. Paciencia y perseverancia. No tenemos la «varita mágica» para todo, pero tenemos confianza en el Señor, que nos acompaña y no nos abandona nunca. En las dificultades como en las desilusiones que están presentes a menudo en nuestro trabajo pastoral, no debemos perder jamás la confianza en el Señor y en la oración, que la sostiene. En cualquier caso, no olvidemos que la ayuda nos la dan, en primer lugar, precisamente aquellos a quienes nos acercamos y sostenemos. Hagamos el bien, pero sin esperar recompensa. Sembremos y demos testimonio. El testimonio es el inicio de una evangelización que toca el corazón y lo transforma. Las palabras sin testimonio no valen, no sirven. El testimonio lleva y da validez a la palabra. Gracias por vuestro compromiso. Os bendigo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, porque debo hablar tanto y también dar un poco de testimonio cristiano. Gracias. Invoquemos a la Virgen, Madre de la evangelización: Dios te salve, María…
Conversión misionera VIENE DE LA PÁGINA 6
pobreza, ya como libertad para el Señor, ya como sencillez y austeridad de vida. Vosotros estáis llamados a vigilar incesantemente el rebaño encomendado a vosotros, para mantenerlo unido y fiel al Evangelio y a la Iglesia. Esforzaos por dar un auténtico impulso misionero a
vuestras comunidades diocesanas, para que crezcan cada vez más con nuevos miembros, gracias a vuestro testimonio de vida y a vuestro ministerio episcopal realizado como servicio al Pueblo de Dios. Sed cercanos a vuestros sacerdotes, atended la vida religiosa, amad a los pobres. Mientras me dirijo a vosotros, no puedo dejar de ir con mi pensa-
Tres periferias Europa, China y el Papa mismo son las tres periferias de las que habló el Pontífice improvisando un breve discurso a los nuevos obispos de Propaganda fide. Que realizaron en los días pasados un un seminario de actualización, los 95 prelados fueron presentados al Papa, por el prefecto Fernando Filoni, al inicio de la audiencia. A los obispos, provenientes de cuatro continentes, el Pontífice les dijo, refiriéndose a Europa, que «hay un quinto continente un poco envejecido. Y esta es una “periferia”. Algunos dicen que Europa no es la “madre Europa”, sino la “abuela Europa”. ¡No sé si es verdad! Pero este continente es una “periferia”». Por ello ha dicho «las Iglesias nuevas deben sostener a Europa con las oraciones y también con la ayuda, para que se recupere. Pienso en tantos países de Europa que fueron generosos al enviar misioneros y ahora no tie-
nen sacerdotes, no tienen curas, no tienen religiosas. Y esto es un signo de envejecimiento: es una periferia». De aquí la fuerte invitación a no olvidar «este quinto continente, que es nuestro, es de nuestra Iglesia. Es una Iglesia, la Iglesia de Europa, que tienen necesidad de oración y de ayuda». La segunda periferia evocada por el Pontífice es China. «Debemos rezar también por esta Iglesia, la Iglesia de China, por los nuevos obispos de China —exhortó— que hicieron un curso, pero no como el vuestro. Ellos hicieron otro curso, “existencial”, otro método, que la Providencia eligió para ellos. Rezamos para que las cosas puedan ir bien y esta periferia pueda venir a encontrarnos a todos». La tercera “periferia” es finalmente el Papa mismo. «Rezad también por esta “periferia”, rezad por mí», concluyó.
miento a los hermanos que, por distintas razones, no están aquí con nosotros. A todos envío un saludo fraterno y de bendición. Cómo quisiera, por ejemplo, que los obispos chinos recientemente ordenados en estos años estuvieran presentes en el encuentro de hoy. Sin embargo, en lo hondo del corazón, deseo que ese día no esté lejos. Quisiera asegurarles no sólo la mía y nuestra solidaridad, sino también la del episcopado mundial para que, en la fe común, sientan que, si a veces pueden tener la impresión de estar solos, más fuerte es la certeza de que sus sufrimientos traerán frutos —¡y gran fruto!— por el bien de sus fieles, de sus conciudadanos y de toda la Iglesia. Queridos hermanos, estamos viviendo un tiempo de camino sinodal sobre la familia. Mientras confío también a vuestras oraciones la próxima asamblea del Sínodo, me gustaría destacar con vosotros que las familias están en la base de la obra evangelizadora, con su misión educativa y con la participación activa a la vida de las comunidades parroquiales. Os aliento a promover la pastoral familiar, a fin de que las familias, acompañadas y formadas, puedan dar siempre mejor su aportación a la vida de la Iglesia y de la sociedad. Que la Virgen María, Estrella de la Evangelización, os acompañe con su ternura maternal. Sobre todos vosotros y sobre vuestras diócesis, invoco la bendición del Señor.
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L’OSSERVATORE ROMANO
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A los prelados de Costa de Marfil el Pontífice les pide favorecer la reconciliación nacional
Diálogo y colaboración para desalentar las corrientes violentas
Me alegra mucho encontrarme con vosotros, con ocasión de vuestra visita ad limina. Saludo fraternalmente al cardenal Jean-Pierre Kutwa y a cada uno de vosotros, y agradezco a monseñor Alexis Touabli Youlo, presidente de vuestra Conferencia episcopal, las palabras que acaba de dirigirme. También quiero recordar al cardenal Bernard Agré, a quien hace poco el Padre llamó a sí. Deseo que encontréis en los santos Pedro y Pablo la ayuda que necesitáis para ejercer vuestro ministerio pastoral, ya sea mediante el ejemplo de amor ardiente a Cristo que dan, ya sea a
todos —incluso en la diversidad y en la contradicción— y dejando a cada uno su lugar, en particular a los más jóvenes entre vosotros, daréis un nuevo impulso evangelizador y transformaréis realmente la sociedad, para que sea más conforme al ideal evangélico. Me alegra mucho saber que ya estáis comprometidos resueltamente en este camino, y os aliento de todo corazón. Por tanto, no puedo dejar de invitaros a desempeñar plenamente el papel que os corresponde en la obra de reconciliación nacional, rechazando cualquier implicación personal en las disputas políticas, en detrimento del bien común. Pero es importante que mantengáis relaciones constructivas con las autoridades de vuestro país, así como con los diversos componentes de la sociedad, de modo que se difunda un verdadero espíritu evangélico de diálogo y de colaboración. El papel de la Iglesia —que es apreciada y escuchada— puede ser determinante. Quiero recordar aquí a monseñor Ambrose Madtha, celoso nuncio apostólico, que se esmeró mucho por la reconciliación de la sociedad marfileña. Con ese mismo espíritu, os animo a proseguir el diá-
través de su poderosa intercesión ante Dios. La peregrinación a las tumbas de los Apóstoles es siempre una hermosa ocasión para fortalecer los vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y con todo el Colegio episcopal. Esta unidad es indispensable para la misión de la Iglesia: «Para que todos sean uno…, para que el mundo crea» (Jn 17, 21), nos dice Jesús. Del mismo modo, la comunión fraterna que reúne a los obispos de una misma nación en torno a Cristo es indispensable para el crecimiento de la Iglesia, así como para el progreso de toda la sociedad. Esto es mucho más evidente en un país que sufrió graves divisiones y que necesita vuestro testimonio y vuestro compromiso decidido para reconstruir la fraternidad. «¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!» (Evangelii gaudium, 101). Comportándoos verdaderamente como hermanos entre vosotros, abiertos al diálogo con confianza recíproca, a la escucha de
logo con los musulmanes para desalentar cualquier corriente violenta y cualquier interpretación religiosa errada del conflicto que vivisteis. Naturalmente, no estáis solos en la inmensa tarea de evangelización y de conversión de los corazones que se abre ante vosotros, sino que os ayuda un clero generoso y motivado, cuyo número está en continuo aumento. Os pido que transmitáis a los sacerdotes de vuestras diócesis todo mi afecto. Trabajan valientemente en el campo del Señor, a menudo en condiciones muy difíciles. Para prevenir las dificultades y las carencias que algunos de ellos experimentan, los instrumentos mejores son ciertamente la cualidad de su formación, inicial y permanente, el aliento de una fraternidad sacerdotal que trascienda las diferencias étnicas y, sobre todo, la cercanía y la atención que como padres amorosos y atentos debéis prestar a cada uno de ellos. Para despertar el celo pastoral recurrid —si os es posible— más a la
Un impulso a «proseguir el diálogo con los musulmanes para desalentar cualquier corriente violenta y cualquier interpretación religiosa errada del conflicto» que provocó sufrimiento y divisiones en Costa de Marfil. Lo dio el Papa Francisco a los prelados del país africano, a quienes recibió en audiencia el jueves 18 de septiembre por la mañana, con ocasión de su visita «ad limina Apostolorum». A continuación, una traducción nuestra del discurso en francés que les entregó el Pontífice. Queridos hermanos obispos:
dulzura, a la persuasión y al aliento que a sanciones apresuradas y severas. Os invito a visitar con frecuencia a vuestros sacerdotes para escucharlos, a fin de conocerlos cada vez mejor. Al formar un presbyterium fraterno y unido en torno al obispo, los sacerdotes se sentirán ligados a su diócesis e impulsados a servirla de modo prioritario, mientras que muchos están tentados de partir hacia lugares recónditos, en detrimento del pueblo de Dios que tiene necesidad de su ministerio. Por lo demás, no solo los sacerdotes se benefician de la presencia asidua del obispo en su diócesis, sino también las comunidades cristianas en todos sus componentes; tienen necesidad de ser apoyadas y de tener un vínculo personal y regular con el obispo. También pienso en los Institutos religiosos, a los que debéis dedicar atención. Son «una ayuda necesaria y preciosa para la actividad pastoral, pero también una manifestación de la naturaleza íntima de la vocación cristiana» (Africae munus, 118). Hay que dar sinceramente las gracias a los religiosos y a las religiosas por el considerable trabajo que realizan, junto con los laicos, en los ámbitos de la enseñanza, de la salud y del desarrollo. Todos aprecian su trabajo; además, es absolutamente insustituible, puesto que existe una íntima relación entre evangelización y promoción humana (cf. Evangelii gaudium, 178). Os invito a hacer todo lo posible para favorecer el establecimiento de relaciones constructivas y para resolver las incomprensiones, a fin de que los religiosos y las religiosas trabajen en armonía con los demás agentes de pastoral. Por otra parte, muchas comunidades y asociaciones nuevas que se están formando tienen necesidad de vuestro discernimiento atento y prudente —pero ya lo hacéis— para garantizar una sólida formación a sus miembros y acompañar los cambios que están llamados a vivir. Estáis llamados a manifestar vuestra cercanía pastoral a todos los fieles laicos, en especial a las familias. Estas últimas se han debilitado mucho hoy día ya sea por el proceso de secularización que afecta a la sociedad marfileña, ya sea por los movimientos de poblaciones y las divisiones provocadas por los conflictos, y también por las propuestas, menos exigentes en el plano moral, que surgen de todas partes. Os animo a perseverar en los programas de formación para el matrimonio que muchos de vosotros ya han comenzado, sin olvidar el compromiso indispensable con los jóvenes, con vistas a su educación espiritual y afectiva. En fin, que las personas ancianas no estén ausentes de vuestras preocupaciones. Si bien es cierto que para la mentalidad tradicional africana «go-
zan de una veneración especial» (Africae munus, 47), muchas de ellas hoy se encuentran solas o abandonas, porque la cultura de «descarte» ya ha aparecido en vuestras sociedades. Pues bien, su participación es indispensable para el equilibrio de un pueblo y para la educación de la juventud (cf. Africae munus, 48). Queridos hermanos obispos: tengo que expresaros mi alegría y mi agradecimiento por el buen trabajo de evangelización que lleváis a cabo en Costa de Marfil. Vuestras iglesias locales experimentan un dinamismo real y manifiestan alegría y entusiasmo en el anuncio de Cristo muerto y resucitado. Sin embargo, se percibe que la fe sigue siendo frágil y que sopla un viento contrario. Muy a menudo —por desgracia los conflictos recientes lo demostraron— el particularismo étnico predomina sobre la fraternidad evangélica, muchos bautizados, cansados o desilusionados, se alejan de la luz de la verdad y se adhieren a propuestas más fáciles, otros no ponen en práctica en su vida las exigencias de la fe. Ciertamente, la clave del futuro se encuentra en una raigambre más profunda de la palabra de Dios en los corazones. Pero también es necesario profundizar el diálogo con la realidad cultural y religiosa tradicional para llegar a una auténtica inculturación de nuestra fe, rechazando sin ambigüedad lo que es contrario a ella, pero acogiendo y perfeccionando lo que es bueno. En consecuencia, os animo a perseverar sin descanso en la obra de evangelización. La formación de los laicos en todos los niveles, y en particular de los catequistas, cuyo trabajo indispensable es considerable —y hay que agradecérselo— debe abrirlos al «encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1). Así, la Iglesia en Costa de Marfil podrá afrontar serenamente los desafíos del futuro. Encomendándoos a todos vosotros, así como a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los catequistas y a todos los fieles laicos de vuestras diócesis a la intercesión de san Juan Pablo II y a la protección de Nuestra Señora de la Paz, os imparto de todo corazón la bendición apostólica.
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viernes 26 de septiembre de 2014, número 39
En la audiencia general del miércoles 24 el Papa habló del viaje apostólico a Albania
La valentía de un pueblo Los albaneses son «un pueblo valiente y trabajador, y que en paz busca la unidad». Lo destacó el Papa Francisco el miércoles 24 de septiembre, en la audiencia general durante la cual recordó con los fieles presentes en la plaza de San Pedro el reciente viaje al país balcánico. Queridos hermanos ¡buenos días!
y
hermanas,
Hoy quisiera hablar del viaje apostólico que realicé a Albania el domingo pasado. Lo hago ante todo como acción de gracias a Dios, que me ha concedido realizar esa visita para demostrar a este pueblo, incluso físicamente y de modo tangible, mi cercanía y la de toda la Iglesia. Deseo también renovar mi fraterno reconocimiento al episcopado albanés, a los sacerdotes y a los religiosos y religiosas que trabajan con tanto empeño. Mi agradecimiento se dirige también a las autoridades que
me acogieron con tanta cortesía, así como a cuantos cooperaron para la realización de la visita. Este viaje nació del deseo de ir a un país que, tras haber estado durante largo tiempo oprimido por un régimen ateo e inhumano, está viviendo una experiencia de pacífica convivencia entre sus diversos componentes religiosos. Me parecía importante alentarlo en este camino,
para que lo continúe con tenacidad y profundice en él todos sus aspectos a favor del bien común. Por ello, en el centro del viaje tuvo lugar un encuentro interreligioso donde pude constatar, con viva satisfacción, que la pacífica y fructuosa convivencia entre personas y comunidades que pertenecen a religiones distintas no sólo es algo que se puede desear, sino que es concretamente posible y factible. ¡Ellos lo hacen realidad! Se trata de un diálogo auténtico y fructuoso que evita el relativismo y tiene en cuenta la identidad de cada uno. Lo que une a las diversas expresiones religiosas, en efecto, es el camino de la vida, la buena voluntad de hacer el bien al prójimo, sin negar o disminuir las respectivas identidades. El encuentro con los sacerdotes, las personas consagradas, los seminaristas y los movimientos laicales fue una ocasión para hacer grata memoria, con acentos de especial emoción, por los numerosos mártires de la fe. Gracias a la presencia de algunos ancianos, que vivieron en su carne las terribles persecuciones, se evocó la fe de numerosos heroicos testigos del pasado, quienes siguieron a Cristo hasta las extremas consecuencias. Precisamente de la unión íntima con Jesús, de la relación de amor con Él, brotó para estos mártires —así como para cada mártir— la fuerza para afrontar los acontecimientos dolorosos que los condujeron al martirio. También hoy, como ayer, la fuerza de la Iglesia no viene de las capacidades organizativas o de las estructuras, que incluso son necesarias: la Iglesia no encuentra su fuerza allí. Nuestra fuerza es el amor de Cristo. Una fuerza que nos sostiene en los momentos de dificultad y que inspira la actual acción apostólica para ofrecer a todos bondad y perdón, testimoniando así la misericordia de Dios. Al recorrer la calle principal de Tirana, que desde el aeropuerto conduce a la gran plaza central, pude contemplar los retratos de los cuarenta sacerdotes asesinados durante la dictadura comunista y para los cuales se inició la causa de beatificación. Ellos se suman a los centenares de religiosos cristianos y musulmanes asesinados, torturados, encarcelados y deportados sólo porque
Con vistas al Sínodo sobre la familia Una jornada de oración por el Sínodo de los obispos sobre la familia tendrá lugar el domingo 28 de septiembre, con vistas a la tercera asamblea general extraordinaria que se llevará a cabo del 5 al 19 de octubre sobre el tema: «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización». Lo dio a conocer la secretaría general del Sínodo, invitando a las Iglesias particulares, a las comunidades parroquiales, a los institutos de vida consagrada, a las asociaciones y a los movimientos a rezar en las misas y en los demás momentos de celebración, también en los días precedentes y durante los trabajos sinodales. Con esta intención, en Roma, todos los días se rezará en la basílica de Santa María la Mayor, en la capilla de la Salus Populi Romani. Los fieles pueden unirse a esta intención a través de la oración personal, sobre todo en las familias. En particular se recomienda el rezo del rosario por los trabajos del Sínodo. Además, en los próximos días se publicará un material de apoyo en diversos idiomas —editado por la secretería general— que contiene la oración a la Sagrada Familia escrita por el Papa Francisco para el Sínodo, y algunas intenciones indicativas para la oración de los fieles.
La invitación a los fieles en la plaza de San Pedro
En oración por las víctimas de la epidemia del ébola Es necesario el compromiso de la comunidad internacional para ayudar a «los países de África que están sufriendo a causa de la epidemia del ébola». Lo dijo el Papa Francisco al término de la audiencia general, al invitar a los diversos grupos de fieles presentes en la plaza de San Pedro a rezar por las víctimas de esta tragedia. Mi pensamiento se dirige ahora a los países de África que están sufriendo a causa de la epidemia del ébola. Estoy cercano a las numerosas personas afectadas por esta terrible enfermedad. Os invito a rezar por ellos y por quienes han perdido tan trágicamente la vida. Deseo que no disminuya la ayuda necesaria de la comunidad internacional para aliviar los sufrimientos de estos hermanos y hermanas nuestros. Por estos hermanos y hermanas enfermos recemos a la Virgen. (Ave María...)
creían en Dios. Fueron años sombríos, durante los cuales se limitó la libertad religiosa y estaba prohibido creer en Dios, miles de iglesias y mezquitas fueron destruidas, transformadas en depósitos y cines que propagaban la ideología marxista, los libros religiosos fueron quemados y a los padres se les prohibía poner a los hijos los nombres religiosos de los antepasados. El recuerdo de estos hechos dramáticos es esencial para el futuro de un pueblo. La memoria de los mártires que resistieron en la fe es garantía para el destino de Albania; porque su sangre no fue derramada en vano, sino que es una semilla que dará frutos de paz y de colaboración fraterna. Hoy, en efecto, Albania es un ejemplo no sólo de renacimiento de la Iglesia, sino también de pacífica convivencia entre las religiones. Por lo tanto, los mártires no son personas derrotadas, sino vencedores: en su heroico testimonio se refleja la omnipotencia de Dios que siempre consuela a su pueblo, abriendo nuevas sendas y horizontes de esperanza. Este mensaje de esperanza, fundado en la fe en Cristo y en la memoria del pasado, lo confié a toda la población albanesa que vi entusiasta y gozosa en los sitios de los encuentros y de las celebraciones, así como en las calles de Tirana. Alenté a todos a encontrar energía siempre nueva en el Señor resucitado, para poder ser levadura evangélica en la sociedad y comprometerse, como ya se hace, en actividades caritativas y educativas. Una vez más doy gracias al Señor porque, este viaje, me concedió encontrar un pueblo valiente y fuerte,
que no se dejó vencer por el dolor. A los hermanos y hermanas de Albania renuevo la invitación a la valentía del bien, para construir el presente y el mañana de su país y de Europa. Encomiendo los frutos de mi visita a la Virgen del Buen Consejo, venerada en el homónimo santuario de Escútari, a fin de que siga guiando el camino de este pueblo mártir. Que la dura experiencia del pasado lo arraigue cada vez más en la apertura a los hermanos, especialmente a los más débiles, y lo haga protagonista de ese dinamismo de la caridad tan necesario en el actual contexto sociocultural. Quisiera que todos nosotros enviásemos hoy un saludo a ese pueblo valiente y trabajador, y que en paz busca la unidad.
Los tuits en @pontifex_es 18 SEP [13.07 PM] María, concédenos la gracia de gozar de la libertad de los hijos de Dios 20 SEP [11.20 AM] Queridos jóvenes, estén atentos a su interior: Cristo llama a la puerta de su corazón 23 SEP [10.45 AM] Cuando en una sociedad falta Dios, incluso la prosperidad va acompañada de una terrible pobreza espiritual 25 SEP [10.00 AM] Jesús comprende nuestras debilidades, nuestros pecados, y si nos dejamos perdonar Él nos perdona