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Apostillas del “Silencio Atronador” Quique Figueroa

Hacer una marcha, no es noticia. En cambio si lo es, cuando a la misma se llega por la triste involución de los hechos, luego de un mes de cocción. Tiempo que media entre la muerte del fiscal Alberto Nisman, y la marcha que tuvo lugar el miércoles 18 de febrero. Marcha que corona, la serie de desencuentros que venimos protagonizando como sociedad, con un gobierno que se muestra cada vez mas esquivo a la cordura, y lejos de respetar la pluralidad de expresiones. Precisamente por eso, la lluvia porteña, no logró acallar a la multitud que se dio cita para marchar desde distintos puntos de la porteña ciudad y llegar hacia Plaza de Mayo. Mayor aún es el desafío en pequeñas ciudades del país, y no hablo de Córdoba, Rosario o Mar del Plata, sino de lugares como General Roca, Bariloche, Neuquén, Viedma, Cutral-Có, Comodoro Rivadavia, Esquel, Puerto Madryn, Río Gallegos o Trelew. ¿Que significa manifestarse en estos lugares? AQUÍ MARCHAR ES UNA CLARA MANIFESTACIÓN DE CIVISMO, QUE MUCHAS VECES MARCA AGUAS QUE DIVIDEN A LOS GOBIERNOS PROVINCIALES/MUNICIPALES, CON LOS RIESGOS DEL CASO. PRÁCTICAS DE “INTELLIGENTZIA”, QUE EN VARIAS REGIONES DEL PAÍS, SE HAN AGUDIZADO, EN ESTA DÉCADA DONDE TANTO LA CORDURA, COMO EL RESPETO, Y LA UNIDAD SON CLAROS PERDEDORES. Donde el mero manifestar una idea distinta a la imperante, es condición suficiente, para que varios docentes “pierdan” horas cátedra, y empleados públicos dejen de acceder a “horas extra”. Riesgos que se corren, cuando el atropello pasa a ser atroz. Entiéndase bien, no es un problema económico, sino que atañe al núcleo de la sociedad, a la libertad de expresión. Porque cuando con hechos que debieran ser celebrados por todos, como el poder manifestar en paz, y sin disturbios, nuestros pareceres, el establishment sale con descalificaciones previas y declaraciones tragicómicas. Tal el caso de las del pasado 11 de febrero, cuando la presidente afirmara aludiendo a la convocatoria “digo que nos quedamos con la alegría, porque no tienen nada que decir o porque no pueden decir lo que piensan”. Para luego rematar con “Vamos a seguir pregonando, somos el amor por el otro, nosotros jamas odiemos, termina enfermando las cabezas, el alma y los corazones. El odio, el agravio, la calumnia se la dejamos a ellos”. Un cinismo ejecutivo, poco amoroso por cierto. Este ingrediente, sumado a los reiterativos atropellos y la soberbia puesta de manifiesto por el gobierno nacional, resaltada por la prensa oficialista, es algo así como tapar el sol con la mano. Verdad y Justicia. Esto es (parte de) lo que reclama la sociedad. Solo resta que los responsables del PEN, se den cuenta, que no hay cinismo en el reclamo. Tan solo es un clamor popular. Que se manifestó mediante “Los sonidos del silencio”, a 51 años de su grabación. Casualidad, o sincrodestino?


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