150517(jornada mundial de las comunicaciones sociales)

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Acerca de la XLIX jornada mundial de las comunicaciones sociales La familia, cuna de nuestra comunicación Quique Figueroa

El tema de la familia está en el centro de una profunda reflexión dentro de la iglesia. Forma parte de un proceso que prevé no uno, sino dos sínodos. Uno extraordinario, celebrado en octubre de 2014, y otro ordinario, convocado para el próximo mes de octubre (de 2015). En este contexto, el Papa Francisco, considera oportuno que el tema de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que estamos celebrando este domingo (17 de mayo), tenga como punto de referencia la familia. Porque, la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar. Centrarnos en este lema puede ayudarnos a comunicar y vivir, conforme al modo de vida que elegimos, a la fe que profesamos. No solo eso, también nos da la posibilidad de mirar la familia desde un punto de vista renovado y privilegiado. Podemos dejarnos inspirar por el episodio evangélico de la visita de María a Isabel, tal como narra Lucas, «en cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a viva voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”». Este episodio nos muestra (ante todo) la comunicación como un diálogo que se entrelaza profundamente con el lenguaje del cuerpo. Claro, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando de gozo, ¡aún desde el vientre materno! Disfrutar la alegría del encuentro es el modelo de cualquier otra comunicación que aprendemos, incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acuna, es la primera «escuela» de comunicación, hecha de escucha y de contacto corporal profundo, único e irrepetible. Allí comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo, desde un ambiente protegido, con el sonido tranquilizador del corazón materno. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Es una experiencia universal, porque todos hemos nacido de una madre. Después de llegar al mundo, permanecemos en una comunidad, que es la familia. Donde se conforma un hogar, grupo de personas diversas, y a la vez cercanas todas ellas. Por eso se afirma en Evangelii gaudium “la familia es el «lugar donde se aprende a convivir en las diferencias». Diferencias de géneros, de generaciones, de miradas, de pensamientos. Y pese a toda esta diversidad, logran comunicar. Esto fluirá con mayor facilidad cuando dentro de la misma, los distintos pensamientos, y miradas sean fraternas y mutuamente respetuosos. Gracias al vínculo familiar, puede darse esta aparente contradicción, fruto del calor de hogar, y al vínculo familiar, que en parte es dado, y otro tanto se construye a diario, con actos cotidianos.


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Aquí se irá conformando una riqueza comunicacional, que podremos ir regando a lo largo de nuestras vidas. No inventamos las palabras: las podemos usar porque las hemos recibido. En la familia se aprende a hablar la lengua materna, el idioma de nuestros antepasados. Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y constituye el paradigma de toda comunicación. DENTRO

DE LA FAMILIA, PODEMOS ENTENDER LA COMUNICACIÓN COMO DESCUBRIMIENTO Y CONSTRUCCIÓN DE

PROXIMIDAD.

PERO

ESTO NO ES ALGO DADO, SINO QUE SE CONSTRUYE Y PROMUEVE OTRAS CAPACIDADES,

COMO LA DE ABRAZARSE, SOSTENERSE, ACOMPAÑARSE, DESCIFRAR LAS MIRADAS Y LOS SILENCIOS, REÍR Y LLORAR JUNTOS, ENTRE PERSONAS QUE NO SE HAN ELEGIDO Y QUE, SIN EMBARGO, SON TAN IMPORTANTES LAS UNAS PARA LAS OTRAS.

REDUCIR LAS DISTANCIAS, SALIENDO LOS UNOS AL ENCUENTRO DE LOS OTROS. La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. NO EXISTE LA FAMILIA PERFECTA, AFORTUNADAMENTE!, PERO NO HAY QUE TENER MIEDO A LA IMPERFECCIÓN, A LA FRAGILIDAD, NI SIQUIERA A LOS CONFLICTOS; HAY QUE APRENDER A AFRONTARLOS DE MANERA CONSTRUCTIVA. Por eso, la familia en la que sus integrantes se quieren, es una escuela de perdón. El perdón, término que no tiene “buena prensa”, es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un chico que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar con respeto y fraternitas, transmitiendo su propio punto de vista, sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad. Una persona luminosa en este y en todos los siglos de la humanidát. En nuestro mundo, donde a menudo hablamos mal, sacamos el cuero, la familia puede ser una escuela de comunicación como bendición. Y esto es esencial en los ámbitos donde parece que prevalecen el odio y la violencia, cuando las familias están separadas entre ellas por muros de piedra, o por otros muros menos visibles y mas impenetrables, como los muros del prejuicio y del resentimiento, cuando parece que hay buenas razones para decir «basta»; el único modo para romper el círculo vicioso, es bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, aceptar en lugar de combatir. El desafío que hoy se nos propone es el de redescubrir el mundo que nos rodea y del que formamos parte, por tanto es imperante aprender a seleccionar las noticias que conforman nuestra realidad. Tanto la local, como la regional y la del mundo, en vez de limitarnos a consumir información. Animemonos, tal como hicieran Mateo, Marcos, Lucas y Juan, entre tantos otros. Gracias a ellos, a su


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vocación de compartir la información, hoy podemos unirnos a ellos y a todos los creyentes, por el impulso de narrar. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no alcanza, porque a menudo simplifica excesivamente. Contrapone las diferencias y visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto. La familia, no es un campo en el que se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas, sino un ambiente de «comunidad comunicante». Una comunidad que sabe acompañar, festejar y dar frutos. En este sentido, es posible restablecer una mirada capaz de reconocer que la familia sigue siendo un gran recurso, y no sólo un problema o una mera institución en crisis. Los medios de comunicación tienden a presentar la familia como si fuera un modelo abstracto que hay que defender o atacar, en lugar de una realidad concreta que se ha de vivir; o como si fuera una ideología de uno contra algún otro, en lugar del espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor recibido y entregado. Narrar significa más bien comprender que nuestras vidas están entrelazadas por un hilo de oro, que conforman una trama unitaria, donde las voces son múltiples y a su vez, cada una de ellas es insustituible. La familia más hermosa, protagonista y no problema, es la que sabe comunicar, partiendo del testimonio, la belleza y la riqueza de la relación entre hombre y mujer, y entre padres e hijos. No luchamos para defender el pasado, sino que trabajamos con paciencia y confianza, en todos los ambientes en que vivimos cotidianamente, para construir el futuro. Que lejos de ser una mera ecuación individual, es todo un desafío, porque tanto la construcción del futuro, como la salvación, son tareas colectivas por excelencia. Concluiremos con las palabras pronunciadas una víspera no muy lejana, y muy significativa, donde un pastor dijera: “Y AHORA, COMENZAMOS ESTE CAMINO: OBISPO Y PUEBLO.

ESTE CAMINO DE LA IGLESIA DE ROMA, QUE ES LA QUE PRESIDE EN LA IGLESIAS. UN CAMINO DE FRATERNIDAD, DE AMOR, DE CONFIANZA ENTRE NOSOTROS. RECEMOS SIEMPRE POR NOSOTROS: EL UNO POR EL OTRO. RECEMOS POR TODO EL MUNDO, PARA QUE HAYA UNA GRAN FRATERNIDAD”.

CARIDAD A TODAS LAS

Inmejorable ocasión en este domingo de Pascua, tan próximos al arribo del Espíritu Santo, para pedirle nos ilumine en esta dirección, que nos guie, y sea nuestro Norte.


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