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Homilía Hospitalaria Campo de Ñu Guazú, domingo 12 de julio de 2015 Quique Figueroa En la última misa de su Viaje Apostólico, en un marco imponente por su comunión con la naturaleza, y el altar mas ecológico que se haya visto (fruto de 32 000 marlos de maíz), el Papa Francisco arrancó su homilía alabando la lluvia que embarró la cancha, literalmente, anunciando que de este modo, la tierra daría frutos, conforme al Salmo 84. Luego habló de la comunión entre Dios y nosotros, de la tierra trabajada por nuestras manos. También aludió a la confianza, de diversos modos: esperando los frutos, sabedores que habrá respuesta. Así caracteriza a los discípulos, como las personas que se sienten animadas a confiar en Jesús. Conscientes que las reglas a las que nos invita a vivir el Señor, son claras. Porque en ningún momento, Jesús le dijo a sus discípulos que hicieran como si, ni que hicieran solo lo posible. Para Francisco, la palabra central en la espiritualidad cristiana, en la experiencia del discipulado, es la hospitalidad. Afirmó que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar. Caracterizó a los discípulos, como personas, amén de hospitalarias, dispuestas a transformar el corazón propio, y generosos, como para ayudar a transformar los corazones de los demás. El Santo Padre recalcó que para lograr esto, es necesario salir de la lógica del egoísmo, de la división, de la superioridad. Para abrazar la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. Dejando a un lado, la lógica del poder, del dominio, y abrir el corazón para recibir, hospedar y cuidar. ¿A quiénes? A los necesitados, a aquellos que piensan distinto a nosotros, a los que perdieron su fe (quizá a causa nuestra). También citó como destinatarios de nuestra hospitalidad a los desempleados, a los perseguidos, y a quienes provienen de otras naciones y tienen culturas distintas a las nuestras. La ecuación que describe Francisco, podría aproximarse a: Discipulado = corazones renovados + hospedaje y cuidados universales Esta pseudo fórmula, describe la lógica hospitalaria, esencia del cristianismo. Esta fórmula ha de ser el factor común de toda misión. Mucho mas importante que la elaboración de programas, presentación de proyectos, diseño de técnicas, gestión de fondos, o presentaciones de todo tipo. La ecuación hospitalaria, ha de estar omnipresente en todos y cada uno de los discípulos. Y si uno no sabe como se convierte el corazón en


Homilía Hospitalaria Campo de Ñu Guazú, domingo 12 de julio de 2015 Quique Figueroa hospitalario, deberá disponerse a aprender a hospedar, logrando que el huésped se sienta a gusto. “La Iglesia sabe recibir, especialmente a quienes tienen mayores necesidades La Iglesia, debe ser la casa de la hospitalidad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón”. A continuación, Francisco describió un síntoma de nuestro siglo, que corroe silenciosa e inexorablemente nuestras sociedades: un mal que come nuestra vitalidad: la soledad. Situación a la que se arriba de muchos modos, pero que aparta y distancia personas, que nos aleja de todo y de todos. Que nos encierra y nos come. Por eso, el Obispo de Roma, definió como propio de la Iglesia, el aprender la fraternidad con los demás. Fraternitas como testimonio de Dios Padre, del amor mutuo. Invitó a que nuestras casas, nuestras comunidades, nuestras oficinas, nuestros comercios, nuestras capillas sean lugares de encuentro. Hogares y radios, de puertas abiertas. Lugares marianos, como María, la madre del Señor, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó, y la entregó. Alojar como María, como la tierra, que no dominan a la semilla, sino que la reciben, la nutren y la germinan. Finalizó este encuentro inolvidable, donde sus palabras se mezclaron con el barro de Ñu Guazú, y juntas sentaron una argamasa que será la base para impulsar una humanidad nueva. De la lluvia al sol, del barro, al andar. A transitar confiada y hospitalariamente. Confiados que así como el Señor nos da la lluvia, nuestra Latinoamérica dará su fruto. Damos fe que así será.


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