Un director de película Ingmar Bergman nació el sábado 14 de julio de 1918 en Upsala, Suecia. Fue el segundo hijo de un longevo pastor luterano. Hoy soplaría 97 velidas, pero se nos fue hace 12 añitos. Entonces, los soplará desde alguna nube de película. Desde su hogar materno, el futuro director, participó del mundo de la religión. Conceptos como pecado, castigo, perdón y misericordia, son factores concretos en las relaciones entre Dios con los padres y sus hijos. En sus memorias relata que recibir castigos era algo natural, algo casi incuestionable.
Son conceptos que aparecerán una y otra vez, a lo largo de
su extensa producción, por caso en Fanny y Alexander (1982), donde Alexander un niño de 10 años, perfectamente podría retratar la infancia del director. Estudió Letras e Historia del Arte en la universidad, hallando en el teatro y en el cine, dos medios para expresarse creativamente. Su primer trabajo fue como ayudante de dirección en el Teatro de la Ópera Real de Estocolmo. Sus inicios cinematográficos, fueron desde el guión, en los 40 tempranos. De este modo se vincularía con reconocidos directores suecos, como Alf Sjöberg y Víctor Sjöström. El éxito internacional de Tortura (1941), dirigida por el primero, Sjöberg, donde Bergman completa escenas inconclusas, fue el trampolín para lanzarse a las arenas de la dirección cinematográfica. Debut que hizo con Crisis (1941), donde retrata un drama materno-filial. Parte de sus primeras producciones está conformada por: Llueve sobre nuestro amor (1946), sobre una joven pareja marginada; Barco a la India (1947), un marino regresa a su casa natal por un día, y se rebela contra su padre; Música en la oscuridad (1947), un soldado pierde la vista en un accidente, trabaja como pianista en un restaurant, pero no quiere que lo traten de inválido, una joven obrera pugna por reconfortarlo; La sed (1949), disputa conyugal en un camarote; Hacia la felicidad (1950), drama sobre el matrimonio de dos músicos. Curiosamente, el primer reconocimiento internacional, tanto de público como de crítica, se dio en el Río de la Plata, con la exhición de Juventud Divino Tesoro (1951), film que conjuga el amor con la muerte, la fugacidad, el destino y la lucha por torcerlo. Esto permitió que luego de su éxito en el en el Festival de Cine de Punta del Este, a ppios.de 1952, se proyectara toda la obra de Bergman en Argentina, Uruguay y Brasil, obteniendo buena repercusión para un cine no convencional para la zona. Fomentando una extraña y duradera simbiosos latinoamericana para con su obra. Dupla curiosa, fogoneada por un círculo de críticos y entusiastas que urdieron una inteligente e inolvidable estrategia. Capitaneada por el