COMENTARIO DE TEXTO - COHESIÓN-
COHESIÓN 1. INTRODUCCIÓN: DEFINICIÓN Y PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN La cohesión es la propiedad textual que incluye aquellos mecanismos, gramaticales y léxicos fundamentalmente, que manifiestan explícitamente las relaciones existentes entre las diferentes partes del texto -palabras, sintagmas-, pero sobre todo entre oraciones y párrafos. A continuación, definimos los procedimientos concretos que forman parte de cada bloque, como síntesis preliminar de la explicación y la ejemplificación. a) Mecanismos de referencia - Deixis: Marcas gramaticales que relacionan el texto y el contexto extralingüístico, ya que se interpretan a partir de un elemento de la enunciación (interlocutores, espacio, tiempo).
- Cohesión gramatical: · Anáfora: marca gramatical que se interpreta en relación a un elemento del contexto lingüístico: Ayudé a Juan, pero él no lo sabe. · Elipsis: la elipsis constituye uno de los mecanismo fundamentales de cohesión y, en concreto, es un proceso de economía discursiva que alterna con la pronominalización. Cuando un elemento es conocido por el contexto lingüístico, puede pronominalizarse o bien elidirse. · Catáfora: Nunca lo hubiese creído: aceptaron todos los puntos de nuestra propuesta. - Cohesión léxica: relación anafórica entre dos o más elementos léxicos de significado pleno: Alex se lo preguntó a Juan, pero el pobre hombre no sabía nada.
- Correlación de tiempos verbales b) Conexión y estilo de construcción de la oración - Conexión: relación entre dos partes del texto manifestada por conectores. Los conectores explicitan relaciones de coherencia entre las diferentes partes del texto. La conexión puede ser: · Conexión textual: un conector une dos oraciones o unidades superiores (párrafos). · Composición oracional u oración compuesta: unión de dos partes de una oración; la relación es sintáctica (coordinación y subordinación). - Estilo cohesionado vs. segmentado. En el segundo caso predominan las oraciones simples y yuxtapuestas y estructuras sin verbo. C) Modalización: marcas relacionadas con la actitud del emisor Mecanismos fonéticos, morfológicos, léxicos, sintácticos y pragmáticos que manifiestan en el discurso la subjetividad del emisor (sus opiniones, valoraciones, grado de seguridad y conocimiento respecto a lo que dice).
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A) MECANISMOS DE REFERENCIA Hablamos de referencia cuando un elemento lingüístico B se interpreta en relación con otro elemento A, lingüístico o extralingüístico, que aporta el significado y funciona como antecedente del primero: a) Por fin encuentra la farmacia y entra en la farmacia (repetición innecesaria). b) Por fin encuentra la farmacia y entra en ella / allí. c) Por fin encuentra la farmacia y entra al establecimiento. La referencia actúa como un mecanismo que garantiza la recuperación de los significados necesarios para la comprensión global y unitaria del texto. Por otro lado, si hablamos de mecanismo de referencia deíctico cuando nos encontramos con un elemento que hace referencia al contexto extralingüístico: · Ahora tú no me vas a engañar. - LA DEÍXIS: MECANISMOS EXOFÓRICOS Los elementos que se interpretan directamente en relación con los elementos de la enunciación o el contexto de denominan deícticos. Puesto que la enunciación incluye fundamentalmente tres elementos (interlocutores, tiempo y espacio), es fácil deducir que la deíxis puede ser de tres tipos: personal, espacial y temporal. Son deícticos personales: - Los pronombres personales que identifican a primera y segunda persona discursivas. - Los morfemas verbales. - Los posesivos de primera y segunda persona. En el caso de los plurales (nosotros, vosotros, ustedes), existe una ambigüedad importante y las interpretaciones son múltiples. De hecho, podemos diferenciar tres tipos de nosotros: a) El exclusivo, que excluye al receptor. b) El inclusivo, que incorpora al receptor. c) El generalizador, que, además de incluir generalmente al receptor, incluye a terceras personas y tiene una interpretación globalizadora. Cabe destacar que hay algunos deícticos personales que, además de señar a los interlocutores del acto comunicativo, muestran las relaciones que se establecen entre ellos, son lo deícticos sociales. Estas relaciones se basan en el grado de conocimiento mutuo, la confianza, el respeto o el estatus social entre interlocutores. Básicamente se diferencian dos tipos de deícticos sociales: a) De distancia, que implica el uso de fórmulas de tratamiento formal. - Usted/Ustedes - Vocativos: señor, doctora,... b) De proximidad, que se suele identificar co el tratamiento de tú y vocativos de familiaridad (cariño, tío, guapo, etc.). La deíxis espacial indica la proximidad o distancia del elemento que se señala respecto del emisor y son: - Los demostrativos (este, ese, aquel). - Los pronombres neutros. - Las formas adverbiales (aquí, ahí, allá,...).
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La deixis temporal incluye aquellos elementos que se interpretan directamente con el momento de la enunciación. En este caso, debemos fijarnos en: - Los adverbios temporales. - Los morfemas verbales. - MECANISMOS GRAMATICALES Y LÉXICOS En los textos con frecuencia hacemos referencia a unos mismo conceptos o a conceptos relacionados, al tiempo que introducimos otros nuevos que retomamos posteriormente. La anáfora gramatical se activa con las siguientes marcas: · Morfemas verbales (persona, género y número). · Pronombres que identifican a una tercera persona (ella, él, le,...). · Posesivos de tercera persona (su). El siguiente cuento breve permite ilustrar el funcionamiento de la anáfora gramatical y cómo se vincula textualmente a un cambio de tópico. A las nueve de la noche, Amalia llevaba once horas de trabajo de parto. 0 Tenía la palidez de una hoja en blanco y el cansancio la había dejado en un silencio que sólo interrumpía su respiración sin rumbo. Entonces su marido llegaba de la oficina con la corbata bien anudada y el cabello en paz. 0 Se la quedó mirando, le puso una mano en la mejilla y dijo: - 0 No te imaginas qué día tan pesado 0 he tenido (Ángeles Mastretta, "De oficina a oficina", Maridos, Barcelona: Seix Barral, 2007, 130). - MECANISMO LÉXICOS Existen sintagmas o palabras léxicamente plenas que se vinculan a elementos anteriores del discurso de manera semejante a como lo hace un pronombre, es decir, establecen toda un red referencial. Hay que tener en cuenta que estos mecanismo se combinan con los gramaticales. En la síntesis argumental de la reseña siguiente, encontramos algunos ejemplos: Buen día para un ahorcamiento 33/00.30 Good dayfor a hanging. EE UU, 1,859. 85'. Gén.: Bélica. Dir.: Nathan JuraTr. Int.: Fred Mae Murray, Maggie Hayes, Robert Vaughn. Arg.: Ben Cutler había. sido abogado, pero ahora trabaja conduciendo diligencias y ve como un joven mata al sheriff del pueblo. Cutler asume su papel y persigue al asesino hasta detenerlo. Se juzga al chico y se le condena a ser colgado, pero la hija de Cutler está enamorada de él y tanto ella como una viuda con quien Cutler está a punto de casarse consideran al joven inocente. (Trad. de: El Punto, 24 de abril de 2006, p. 54)
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Veamos tres tipos de cohesión léxica que se pueden diferenciar: a) Repetición. b) Reiteración (sinónimos) c) Asociación. Sheriff, asesino, detener, condenar, colgado,... → Mantienen una relación de sentido, ya que remiten al ámbito de la justicia, e, incluso, nos sitúan en la sociedad americana. En la lengua formal y escrita, especialmente, se intenta evitar una repetición estricta muy próxima (posibilidad: repetición parcial) si existen mecanismo para evitarlo. Así, es más frecuente repetir el referente y el sentido bajo una forma diferente que puede ser un sinónimo, un hiperónimo o un hipónimo del antecedente. Hay que tener en cuenta que, al no tratarse de una estricta repetición, puede que se introduzcan matices subjetivos. Pero la sinonimia estricta, como la que se da entre terremoto, movimiento sísmico y seísmo, al menos en un registro no muy especializado, es poco habitual. Es mucho más frecuente que la relación referencial se establezca a partir de un hiperónimo que, acompañado generalmente de complementos, funciona textualmente como sinónimo en la medida en que se produce una identidad referencial. En los textos siguientes observamos como funcionan diferentes hiperónimos respecto a un antecedente que incluye un nombre propio: El chino Bao Xishun de 56 años ha entrado al libro Guinness de los Récords como el hombre más alto del mundo con vida gracias a sus 2 metros y 36 centímetros. Hace quince días que se casó con la también china Xia Shujuan de 29 años y que tiene una medida más estándar de altura. La chica mide 1 metro y 68 centímetros. (Trad. de: Avui, 29 de junio de 2007)
Un tipo especial de hiperónimo es el que se produce con antecedentes que, en lugar de ser sintagmas nominales, son oraciones o cláusulas; es decir, se trata de conceptos abstractos que reaparecen en el texto en forma de un sustantivo que resume dicho contenido complejo anterior, lo encapsula. Este hiperónimo se denomina nombre general o proforma léxica y suele ir precedido por un deíctico textual:
El campeón de Renault hace ir tan rápido el monoplaza como la lengua. El viernes se atrevió a decir que nunca se había sentido ayudado por su escudería y, aunque intentó rectificar, no convenció a nadie. Más allá de esta polémica ayer volvió a irse de la lengua (Trad. de Avui, 24 de abril de 2006, 50)
Vemos como el sustantivo abstracto polémica retoma y sintetiza, valorativamente, el contenido de la oración anterior (Fernando Alonso dijo que no le ayudaba su escudería y después rectificó). Los nombres generales más habituales son “cosa”, “idea”, “aspecto”, “tema” “hecho”, “acontecimiento”, “caso”, etc., que son más neutros que los del ejemplo y permiten sintetizar en un nombre contenidos complejos.
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- ASOCIACIÓN: RELACIONES ENCICLOPÉDICAS Y DE CONTRASTE
La cohesión léxica va más allá de la repetición o reiteración de referentes. En un sentido amplio, podemos decir que también hay cohesión entre palabras que se relacionan léxicamente (pertenecen a un mismo campo semántico), aunque no identifican un mismo referente. Este caso, que podemos denominar asociación, comporta únicamente una relación de sentido, ya que la forma de los elementos es diferente y también sus referentes (la única relación se establece en el nivel del significado léxico y pragmático de los elementos). Observemos las siguientes palabras: el Cádiz, rescatar un punto, últimos minutos, gol, Deportivo, inaugurar el marcador, jugar, expulsión, empate, salvación. En nuestra sociedad nadie dudará de que se refiere al fútbol. En efecto, proceden de la noticia deportiva siguiente: El Cádiz rescató un punto en los últimos minutos gracias a un gol del argentino Lobos cuando el Deportivo, que había inaugurado rápidamente el marcador, jugaba con inferioridad numérica por la expulsión de Guzmán y Manuel de Pablo. El empate no satisfizo a ninguno de los dos equipos: ni el Cádiz se acerca mucho a la salvación ni el Dépor a Europa. (Trad. de: Avui, 24 de abril de 2006)
Las palabras que hemos destacado no mantienen entre sí relaciones de identidad referencial, pero ciertamente se relacionan por su significado y nos remiten a un ámbito que forma parte de la nuestra "enciclopedia" colectiva, es decir, los conocimientos del mundo que compartimos.
B) CONEXIÓN La conexión es un mecanismo de cohesión que se establece entre unidades de la oración o del texto y un conector, el cual manifiesta la relación sintáctica y/o semántica que hay entre aquéllas. Si las unidades corresponden a dos oraciones o conjuntos de oraciones, hablamos de conexión extraoracional o conexión textual- y si corresponden a dos (y ocasionalmente más) constituyentes de la oración, hablamos de conexión intraoracional o composición oracional. En el ejemplo siguiente, hemos marcado algunos conectores: En las bromas y en los chistes, así como en las situaciones cómicas que interpretamos de acuerdo con el patrón narrativo, las cosas suceden al revés. En primer lugar, la trama se subordina al desenlace. En segundo lugar, el desenlace es propiamente un enlace, una suerte de nudo extraño. En tercer lugar, las dos primeras condiciones nos obligan a una lectura invertida de la narración, sin la que no hay humor posible. Podemos imaginar un vector según el cual el final de una narración convencional (y esto es una hipótesis) fuera abriéndose a una segunda interpretación que hiciera de la trama inicial un tipo de corteza blanda y vacía con un final abrupto. Algunas de las tramas irónicas de intriga y espías logran eso perfectamente. No habría, por lo tanto, una discontinuidad esencial entre el patrón convencional y el patrón cómico, sino que la narrativa cómica parece que se construiría sobre este tipo de contralectura.
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(Trad. De: Amadeu Viana, Acróbates de I'emoció. Exploracions sobre conversa, humor i sentit. Tarragona: Arola, 192-193)
En el ejemplo anterior, hemos marcado diferentes casos de conexión textual: a) En primer lugar, en segundo lugar y en tercer lugar relacionan la oración que introducen con la anterior, estableciendo una distribución de contenidos que se suman a la idea central de la primera oración: "las cosas suceden al revés". b) El conector por lo tanto establece una relación de consecuencia entre la oración que introduce y las anteriores ("Podemos imaginar un vector... abriéndose a una segunda interpretación.... Algunas de las tramas... logran eso perfectamente"). La conexión se relaciona de manera directa con el concepto conector. En la narración breve siguiente hemos marcado algunos elementos conectores: Desde niño, un hombre había tomado la decisión de que nunca se contentaría con nada que no fuera lo mejor. Esta decisión le había ayudado a alcanzar el éxito y la riqueza, y ahora tenía medios para procurarse verdaderamente lo mejor. Pues bien, resulta que se vio aquejado de un fuerte ataque de amigdalitis, que en realidad podría haber sido perfectamente tratado por cualquier cirujano mínimamente cualificado. Pero convencido como estaba de su propia importancia y acuciado por su obsesión de procurarse lo mejor que la ciencia médica pudiera ofrecerle comenzó a ir de ciudad en ciudad y de país en país, en busca del mejor cirujano del mundo. Cada vez que le hablaban de un cirujano especialmente competente, le asaltaba el temor de que posiblemente hubiera alguien aún mejor. Un día, sin embargo, su infección de garganta se agravó de tal manera que se hizo urgentemente necesaria una intervención, porque su vida corría peligro. Pero el hombre se encontraba en estado semi-comatoso en una remota aldea donde la úníca persona que había empleado un cuchillo con una criatura viva era el carnicero del lugar. De hecho, era un carnicero muy competente, y puso manos a la obra con entusiasmo, pero cuando tropezó con las amígdalas de aquel hombre, no supo en absoluto qué era lo que tenía que hacer con ellas. Y mientras lo consultaba con otras personas que sabían tan poco como él, el pobre paciente, para quien sólo lo mejor era bueno, murió desangrado. (Anthony de Mello, La oración de la rana, Santander, Sal Terrae, 240-241)
Si observamos cómo se comportan los conectores destacados, podernos constatar, a simple vista, dos tipos: a) Conjunciones: que, y, porque, pero, mientras; conectan cláusulas (unidades predicativas que se encuentran dentro de una oración) y sintagmas o partes de sintagma (como en el caso de y, que conectan sintagmas nominales en el fragmento anterior). b) otros conectores que tienen un carácter apositivo y parentético (generalmente, van entre pausas en el escrito): pues bien, en realidad, sin embargo, de hecho; típicamente indican relaciones entre oraciones, como en este ejemplo, en el que indican adición de información y continuidad en el texto (pues bien, de hecho) y contraste de ideas (en realidad, sin embargo). Los colectores parentéticos se pueden clasificar según su significado, que corresponden a cuatro relaciones semánticas básicas o tipos concretos de una de estas relaciones: adición (suma de contenidos), disyunción (contenidos alternativos o
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formulaciones alternativas de un mismo contenido), contraste (contenidos divergentes) y consecuencia (contenidos en relación causa-efecto). La tabla siguiente propone una clasificación, no exhaustiva, de los principales conectores parentéticos:
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Analicemos una parte del artículo de opinión "La Corona y la libertad de expresión". Disentir de la opinión, siempre ponderada, de un amigo y un maestro como es José Jiménez Villarejo, me produce cierta desazón, pues sus argumentos me suelen convencer. En efecto, Jiménez Villarejo [...] consideraba que la caricatura de los herederos de la Corona aparecida en El Jueves de 20 de julio es delictiva. Por contra, quien suscribe, no. Expongo mis razones. En primer término, aparece una objeción de fondo al planteamiento del magistrado Villarejo que, por otra parte, no es infrecuente. Se afirma, con razón, que la libertad de expresión no es un derecho ilimitado y que, en ocasiones, ha de ceder ante el derecho al honor. Es una verdad cristalina. Pero las instituciones - la Corona es una-, [...] no tienen honor: éste no sólo es personal, sino que es personalísimo. Podrá decirse que lo que está en juego no es la fama o reputación de la institución sino el honor de la persona que la encarna. [...] Sucede, empero, que las personas físicas que encarnan la Corona no son personas como las demás [...] . Ni lo son ni lo pueden ser. En efecto, constitucionalmente, el rey de España es irresponsable, irresponsabilidad que ha de presumiese que cubre al resto de la Corona [...]. Ninguno de estos rasgos cabe atribuir en un sistema democrático a ningún otro funcionario público. O lo que es lo mismo: los integrantes de la Corona y, por deferencia más que por ley, los miembros de la familia real no son iguales al resto de españoles; su estatus es el regio y no el de un ciudadano. [...1 Por lo tanto, la esfera de lo punible en materia de calumnias e injurias es sumamente restringida. (Joan J. Queralt "La Corona y la libertad de expresión" El País, 5 –IX. 2007, p. 13)
El ejemplo anterior muestra de manera clara que el uso de conectores textuales contribuye a la construcción del texto en dos sentidos complementarios: a) desde el punto de vista de la producción del texto, los conectores textuales manifiestan la relación de sentido entre oraciones o unidades superiores, de manera que la precisión en el uso de los conectores se convierte en un mecanismo cohesivo fundamental; b) desde el punto de vista de la interpretación del texto, la explicitación de la relación semántica que realizan los conectores nos ayuda a entender los textos y a relacionar correctamente los significados de unidades textuales complejas, de manera que en un texto con uso abundante y correcto de conectores textuales, éstos constituyen un esquema de significado o 'esqueleto".
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GUÍA PAR EL COMENTARIO -COHESIÓN1. Deixis personal, temporal y espacial 2. Cohesión léxica: ejemplificación/explicación y su función en la cohesión del texto Recurrencia Léxica Repeticiones: palabras y familias léxicas Reiteraciones o Sustituciones léxicas Sinónimos textuales Hiperonimia / hiponimia Recursos estilísticos: metáfora, metonimia, ... Calificaciones valorativas Proformas léxicas Relación enciclopédica o asociación y contraste 3. Cohesión gramatical: ejemplificación/explicación y su función en la cohesión del texto Sustituciones gramaticales (anáfora y catáfora) Elipsis relevantes: nominales y verbales 4. Deixis de los tiempos verbales: deícticos y anafóricos 5. Conexión Conexión extraoracional: conectores: ¿Por qué o para qué se emplean? Relación con el tipo de texto Conexión intraoracional: conjunciones: ¿Por qué o para qué se emplean? Relación con el tipo de texto Estilo cohesionado o segmentado Justificación 6. Conclusión: ¿qué procedimientos de cohesión predominan? ¿Por qué?
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Saludando no es gerundio XLSemanal - 12/9/2011 No sé si se habrán fijado, aunque supongo que sí. Que se fijan. Cada vez resulta más inusual que alguien, al interpelar a otro en busca de un servicio o una información, recurra a la correctísima y tradicional fórmula «por favor», y mucho menos que anteponga un cortés «buenos días». Por lo común, la peña suele abordarse sin prolegómenos, a bocajarro, en plan compadres que frecuenten el mismo puticlub, sustituyendo el saludo de toda la vida por una frase absurda que en los últimos tiempos ha hecho fortuna en España, y que permite identificar de lejos a un compatriota, o lo que seamos ahora, en cualquier latitud y longitud: ese bajuno «oye, perdona», acentuado por el infame tuteo con que resolvemos, tanto con abuelos como con niños, nuestra vida social. No hace mucho, en un local muy correcto de París, tras escuchar en una mesa vecina un sonoro «oye, perdona», vi a un estirado camarero gabacho hacerse el sueco ante dos turistas españoles ya maduritos. Con mi silencioso, íntimo y -no me avergüenza confesarlo- perverso regodeo. En cuanto al «buenos días» cuando nos cruzamos con un presunto semejante, ni les cuento. No hay quien lo extraiga ni con alicates. Naturalmente, no hablo de ir por las ramblas de Barcelona o la Puerta del Sol de Madrid diciendo buenos días a todo cristo, como un imbécil. Hay momentos y momentos. Pero es cierto que cualquier clase de saludo, cuando nos encontramos con una persona sólo vagamente conocida, o con desconocidos a quienes las circunstancias acercan de modo particular, se hace cada vez más raro. Incluso cuando eres tú quien toma la iniciativa y saluda primero, hay muchas probabilidades de que el interpelado no responda y pase por tu lado sin decir esta boca es mía. Un ejemplo. Amarro desde hace veinte años en un puertecito mediterráneo de ambiente tradicional. En sus muelles, pantalanes e instalaciones me cruzo con propietarios de barcos, marinos extranjeros en tránsito, marineros y socios de club náutico. Ante ellos, los conozca o no, el reflejo natural es decir «buenos días». Los navegantes extranjeros, habituales o de paso, saludan casi siempre, aunque no te conozcan. Con frecuencia toman la iniciativa, incluyendo una sonrisa amistosa. Los españoles, por el contrario, suelen pasar contemplando el horizonte, interesadísimos por alguna gaviota que allí planee. Ni ven, ni oyen, ni hablan. Y cuando lo hacen casi nunca es por impulso propio, sino en respuesta a tu «buenos días» o «buenas tardes». En lo que a la gente joven se refiere, extraordinario es que digan al menos «hola». Cruzan impasibles sin mirarte, saludes como saludes, a pesar de que, en lo de responder a saludos de vecinos y conocidos, los niños son mejores que los padres; quizá porque el instinto de su poca edad y el colegio reciente los hacen respetar un poco más a los adultos. Otro ejemplo personal, aunque transferible: vivo en la sierra de Madrid y camino a diario. A veces encuentro a otros paseantes, y es pintoresca la actitud de buena parte de ellos. Mientras se acercan desvían la mirada, como si no te vieran; y si no dices nada, pasan vueltos hacia otro lado, mudos. Sólo cuando apuntas «buenos días» responden apresuradamente, a veces cuando ya están a tu espalda. Quienes lo hacen. Otros siguen adelante, imperturbables. No va con ellos. La más notable es una señora -la llamo señora con razonables reservas- con la que me encuentro a menudo. La he visto hacerse mayor, dos veces embarazada, y ahora camina con dificultad a causa de un accidente o una dolencia. Ni una sola vez ese trozo de carne con patas respondió al «buenos días» que le dirigí
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durante veinte años. Hasta que me cansé de hacerlo. Pero cada cual tiene su manera de vengarse. A veces, si voy en plan cabroncete y alguien llega de frente, hago como él: mirar con fijeza hacia la lejanía o el suelo, cual si algo allí atrajese mi atención. Y luego, al llegar a su lado, lo miro de pronto y disparo un «buenos días» inesperado, casi agresivo, que suele pillar al sujeto de improviso; saludo ante el que balbucea una desconcertada o presurosa respuesta, mientras yo me alejo riendo entre dientes, arf, arf, arf. Como el perro Pulgoso. Supongo que cualquiera de ustedes conoce casos parecidos en los que oficie de protagonista activo o pasivo. Pero no creo que deban atribuirse siempre a grosería o mala voluntad. Muchas veces se trata sólo de incertidumbre y timidez social, fruto de una educación deficiente: la inseguridad de no tener claros, desde niños, los usos elementales de cortesía y convivencia. Y no deja de ser contradictorio, en esta España saturada de demagogia idiota, buen rollito y compadreo cantamañanas, que despreciemos de ese modo las fórmulas que, precisamente, ayudan a que la sociedad de los seres humanos sea soportable. Arturo Pérez-Reverte
En el siguiente caso, Millás recurre a una comparación: el Real Madrid de fútbol y del año 2004 equivale a una oración mal construida. Pido, por favor, que se no enojen los madridistas (de parte de un culé). ORACIONES Ahora mismo estoy escribiendo una oración compuesta que tendrá dos o tres subordinadas en función de lo que quiera decir o de lo que desee alargarme. Punto y seguido. Ahí está la oración, que ha quedado de este modo: “Ahora mismo estoy escribiendo una oración compuesta que tendrá dos o tres subordinadas en función de lo que quiera decir o de lo que desee alargarme”. Para pronunciar o escribir una frase tan tonta es necesario, sin embargo, una competencia lingüística notable. No somos conscientes de la cantidad de recursos gramaticales que utilizamos al cabo del día en la comunicación con nosotros mismos o con los demás. Para pedir a nuestros hijos que estudien o que no vuelvan tarde a casa el sábado por la noche, ponemos en pie todo un edificio verbal con más complejidades arquitectónicas y emocionales que un rascacielos. No sé mucho de fútbol, pero me parece que llevar el balón desde una portería a la contraria e introducirlo entre sus palos se parece mucho al proceso de construcción de una oración compleja. Cuanto más larga es la frase (o la jugada), más necesarias son las emociones y las reglas sintácticas. No basta con elegir bien los sustantivos y los adjetivos. Las conjunciones y las preposiciones, pese a su aparente modestia, son piezas tan esenciales como la rótula en la pierna o el codo en el brazo. Una oración bien construida es un cuerpo lleno de huesecillos gramaticales que el hablante no necesita conocer para que funcionen como Dios manda. Tampoco estamos pendientes de la concordancia, pero nadie, excepto un entrenador de fútbol extranjero, diría que “las jugador está enfada porque no cobraría el nómina de la mes”. El problema del Real Madrid es que ha perdido competencia lingüística. Tiene excelentes sustantivos y adjetivos, sí, pero le faltan conjunciones y preposiciones, que es lo mismo que poseer una hermosa puerta con su quicio, pero carecer de bisagras para su articulación. Los jugadores del Madrid saben dar puntapiés, es decir, saben pronunciar palabras aisladas, pero no logran que los puntapiés de unos concuerden con los de los otros para hilar una frase. No necesitan un entrenador, necesitan un gramático, y quizá un logopeda.
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Juan José Millás
Y por último, en su novela El orden alfabético, Millás materializa las palabras y suscita así una reflexión sobre las particularidades de cada categoría gramatical (me recuerda de alguna manera al cuento de B. Pérez Galdós, “La conjuración de las palabras”). Yo no tenía sueño, de manera que tomé el libro de gramática de debajo de la almohada y me dispuse a leerlo con la intención de hallar las diferencias entre el sustantivo y el adjetivo o entre el verbo y el adverbio. Me pareció sorprendente que hasta ese instante las palabras hubieran constituido un todo indiferenciado, como las plantas o los árboles (apenas éramos capaces de distinguir una acacia de un chopo), siendo tan diferentes entre sí. El verbo tenía una textura fibrosa y un sabor concentrado. Traté de imaginarme uno muy rudimentario, que no fuera capaz de expresar aún el pasado ni el futuro: sólo el presente, e hice cábalas sobre ese momento de la historia, o de la prehistoria, en el que de súbito apareció el tiempo o los tiempos, y fue posible mirar hacia delante y hacia atrás, hacia ayer y mañana. Ayer se había muerto mi abuelo y mañana lo enterraban. Vistas así, las palabras eran ventanas por las que te asomabas a la realidad. Gracias a la existencia de un verbo en pasado o en futuro, las cosas desaparecidas continuaban durando y las que no habían llegado comenzaban a suceder. El adjetivo, pese a su aparatosidad, me pareció algo insípido, aunque al morderlo producía un ruido excitante, como una lámina de caramelo. El sustantivo era sin duda alguna el rey. Te llenaba la boca con su olor ya antes de empezar a masticarlo y al romperse por la presión de los dientes liberaba más jugos de los que parecía contener. Así como el sabor del verbo podía evocar el de una víscera (el hígado de ternera, quizá), el del sustantivo estaba más cerca de las sensaciones que producen las frutas al contacto con la lengua. Y los había amargos, dulces, ácidos, empalagosos, agridulces y picantes. Algunos no se podían tragar sino envueltos en un adjetivo. Los artículos y las preposiciones no sabían a nada, pero al colocarlos entre los dientes y presionar se rompían como las pipas de girasol. En cierto modo eran semillas: si plantabas un artículo o una preposición debajo de la lengua, en seguida se desprendía de él un sustantivo: no podía estar solo. El adverbio emanaba el olor acre característico de algunas vísceras encargadas de filtrar los humores corporales, y las conjunciones tenían también algo de fruto seco. Era entretenido masticarlas, pero no podían sustituir una comida. Juan José Millás http://tertuliasdelmelendezvaldes.blogspot.com.es/