NO ME OLVIDES Proyecto de colaboración IES Pedro de Ursúa BHI Susana Barragués
Mendillorri, 9 de Enero de 2010 Estimada Doctora Kalumber: Acontecimientos inesperados que se escapan de mi control me obligan a ponerme en contacto contigo antes de lo previsto.
Como
sabes,
la
investigación
que
me
encomendaste llevar a cabo en el más estricto de los secretos aspira a inaugurar un capítulo nuevo en la historia de las sociedades. Hace cinco años, cuando iniciamos este proyecto de aplicación neurológica, yo no podía prever con claridad cuál era el horizonte al que nos dirigíamos. Apenas ahora empiezo a vislumbrar las consecuencias de este descubrimiento y las implicaciones que tendrá en los próximos años.
Desde hace tiempo la humanidad demanda que su población se reduzca drásticamente. La excesiva presión demográfica amenaza con esquilmar los recursos naturales y detonar, una vez alcanzando el punto de no retorno, guerras encarnizadas por el dominio de esos recursos. Para alcanzar un equilibrio óptimo la población debería reducirse a un tercio de la actual. ¿Cómo alcanzar esta cifra sin repetir los procesos de aniquilación y genocidio que han tenido lugar en otros momentos de la historia? El hombre sólo tiene una herramienta para oponerse a la dominación: la memoria. Ni la fuerza, ni el miedo o la
amenaza pueden superar el poder del olvido. Pueblos enteros pueden quedar inutilizados, reducidos a estadio prehistórico, sin son despojados de la única actividad esencialmente humana: recordar. El compuesto que he conseguido aislar en laboratorio afecta de forma radical la región más activa del neurocórtex, haciendo que la actividad mental de un adulto involucione al estadio de memoria de un bebé. La biolicina, presentada en forma de cápsulas, es fácil de camuflar como medicina y de distribuir sin levantar sospechas.
Como sabes, sintetizo las primeras muestras de este compuesto en el laboratorio de un instituto de provincia donde paso totalmente desapercibido como guarda de seguridad. Trabajo de noche, en total clandestinidad. Pero lamentablemente, he de reconocer que mi trabajo ya no es secreto. Hace dos días oí unos extraños ruidos que parecían provenir del primer piso. Pensé que provendrían de algún animal agazapado o escondido: cuál fue mi sorpresa al encontrar a una pareja de jóvenes, de no más de catorce años, en pleno escarceo amoroso. Les ofrecí una muestra de biolicina y aceptaron, creyendo que se trataba de un simple estimulante inofensivo, que les permitiría pasar un buen rato. Dos horas después no tenían más conciencia que una marioneta. Presentaban dificultades para orientarse, hablar, y no sabían responder a preguntas básicas como su nombre o fecha y día. Tampoco se reconocían entre ellos y sólo reaccionaban a cosas brillantes, esféricas y ruidosas. En todo momento sonreían a mis demostraciones sin mostrar
angustia o zozobra. Parecían felices, descuidados y serenos a pesar de que su vida había cambiado drásticamente. Sé los riesgos que puede tener un accidente de este tipo en nuestro
proyecto,
pero
aparentemente
nada
puede
relacionarles con mi experimento. Los dos jóvenes son totalmente inofensivos.
No podrán confesar ni revelar
ningún detalle acerca de lo sucedido puesto que su memoria es igual a la de un insecto. No hay signo de sufrimiento en ellos ni estampa de dolor. Mi conciencia está en paz. Dado que los hechos parecen haberse precipitado de forma inevitable, creo que es momento de iniciar el proceso de reducción masiva a escala global. Es necesario seleccionar muy cuidadosamente a los elegidos para recordar y cuáles serán sus funciones, por lo que te exhorto a que comiences su búsqueda cuanto antes. La humanidad comienza a hundirse en su sueño más dulce.