Dinero feliz, de Ken Honda

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Dinero feliz


Primera edición: noviembre de 2019 Título original: Happy Money: The Japanese Art of Making Peace with Your Money © Ken Honda, 2019 © de la traducción, Laura Pizarro, 2019 © de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2019 Todos los derechos reservados. Diseño de cubierta: Taller de los Libros Publicado por Kitsune Books C/ Aragó, n.º 287, 2.º 1.ª 08009, Barcelona info@kitsunebooks.org www.kitsunebooks.org ISBN: 978-84-16788-35-4 THEMA: VSB Depósito Legal: B 25743-2019 Preimpresión: Taller de los Libros Impresión y encuadernación: Black Print Impreso en España – Printed in Spain Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).


KEN HONDA

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Traducción de Laura Pizarro



Para todas las personas que han compartido sus experiencias conmigo y que me han mostrado las cosas maravillosas que se consiguen con el dinero, asĂ­ como las formas en las que afecta negativamente a nuestra vida. Este libro es para vosotros.



Índice Prólogo: ¿Tu dinero sonríe? �������������������������������������������������� 11 Introducción: Dinero feliz y dinero infeliz ����������������������������19 1. ¿Qué significa para el ti el dinero? La solución al misterio ��� 27 2. El cociente intelectual y el cociente emocional del dinero �����59 3. El dinero en tu vida �������������������������������������������������������102 4. El flujo del dinero ����������������������������������������������������������135 5. El futuro del dinero ��������������������������������������������������������168 Agradecimientos ��������������������������������������������������������������� 197 Bibliografía ����������������������������������������������������������������������� 201



Prólogo ¿Tu dinero sonríe? Hace unos cuantos años, viví una situación bastante peculiar que me sirvió de inspiración para el concepto y el título de este libro. Una mujer que acababa de conocer en una fiesta me preguntó si podía echarle un vistazo a mi cartera. Esta pregunta impactará a más de uno, pero en la cultura japonesa no resulta extraño preguntar por el contenido de las carteras ajenas. Y, puesto que estaba en una habitación repleta de gente, no me preocupaba que me robara el carné de identidad (ni el dinero). Así que le di mi cartera de cuero sin dudarlo. Sin embargo, lo que sí me impresionó fue que rebuscara directamente entre el dinero y sacara todos los billetes grandes. —Este está bien. Este es bueno. Este también es bueno —decía en voz baja mientras inspeccionaba cada uno de ellos. Por un momento, pensé que buscaba algo en concreto. Tal vez los billetes tenían algún símbolo especial o una marca. Pronto me di cuenta de que no se fijaba en nada de eso. Volvió a sorprenderme cuando los organizó de una forma que no había visto nunca. —Muy bien. Este dinero tiene buen aspecto —sentenció, mientras colocaba los billetes recién ordenados en la cartera y me la devolvía. —Qué bien, menos mal —respondí, confundido, pero también un poco aliviado por haber superado la prueba—. Aunque, si no es mucho preguntar, ¿qué estabas buscando? —Nada, comprobaba si tu dinero sonreía. 11


A continuación, me explicó que el dinero ríe o llora según cómo se dé o se reciba. Si se entrega por una cuestión de culpabilidad, de enfado o de tristeza, ese dinero «llorará». En cambio, si alguien lo da en un acto de cariño, gratitud o felicidad, el dinero sonreirá, e incluso se reirá, porque se habrá empapado de la energía positiva de quien lo entrega. ¿El dinero puede sonreír y llorar? ¿Cambia cuando lo entregan con alguna energía o sentimiento determinados? ¿qué? Aunque por aquel entonces yo ya tenía una situación económica más que solvente y creía que sabía mucho sobre el dinero, esta nueva información me dejó de piedra. Siempre he tenido mucha suerte a nivel económico. Cuando cumplí veinte años, me propuse ser próspero y feliz para cuando llegara a los treinta. Monté mi propia empresa de consultoría y contabilidad y durante esos diez años ayudé a la gente con sus problemas económicos y empresariales. Me fue bastante bien. De hecho, cuando cumplí los veintinueve y mi mujer y yo tuvimos a nuestra primera hija, me quedé en casa para cuidar de ella. Y fue la mejor decisión que he tomado nunca. No solo porque pasé todo el tiempo que quise con mi niña, sino porque con ella descubrí mi segunda profesión: ayudar a millones de personas a llevar una vida próspera, tranquila y feliz. Todo ocurrió en el parque. Hacía un día estupendo y estábamos jugando, cuando vi a una madre que discutía con su hija pequeña (que tenía más o menos la misma edad que la mía). La madre estaba angustiada y tenía prisa. Gritaba: —¡Mamá tiene que irse a trabajar! Vamos a casa. Pero la pequeña replicaba una y otra vez: —Acabamos de llegar. ¡Quiero jugar más! ¡Porfa! Tras unos minutos de discusión, la madre cogió a su hija que, reacia, dejó que se la llevara a casa. Me sentí fatal por aquella niña. Sabía que, si la madre hubiera tenido elección, 12


se habría quedado en el parque. Después de todo, hacía un día precioso y un sol radiante, ¿quién no querría estar fuera jugando con sus hijos? En ese momento supe que tenía que hacer algo. Quería ayudar, no solo a esa madre, sino a todos los padres que tuvieran dificultades para llegar a fin de mes. Quería librarlos del dolor, del estrés, de las frustraciones. Así que esa misma tarde, después de que mi hija se cansara de jugar, escribí un pequeño ensayo en el que compartía lo que había aprendido a lo largo de esos años sobre cómo ganar dinero y tener una vida más próspera. Al empezar, pensé que solo escribiría unas cinco páginas, pero, cuando acabé, vi, asombrado, que había escrito veintiséis páginas de una sentada. Estaba tan ilusionado que lo imprimí, grapé las hojas y lo repartí de inmediato entre mis amigos. Para mi sorpresa, les encantó. Muy pronto, recibí llamadas de desconocidos que decían que habían oído hablar del ensayo y querían una copia. Así que pasé varios días imprimiendo y grapando ejemplares y enviándoselos a cualquiera que me los pidiera. Sin embargo, enseguida me cansé de hacerlo. Mientras hablaba con un amigo y me quejaba de todo el proceso, me dijo que por qué no lo llevaba a una imprenta local. El vendedor que me atendió me convenció para que encargara una tirada de tres mil ejemplares para reducir costes. Acepté sin pensármelo dos veces. Poco después, se presentaron dos furgonetas en mi casa que dejaron lo que parecía el contenido de un almacén lleno de cajas. Imaginarás la cara que puso mi mujer cuando vio los pallets de libros, que ocupaban una habitación entera de la casa. Menos mal que es muy buena persona y me perdonó enseguida; más o menos. Lo dejaría pasar con una condición: que me deshiciera de esas cajas en un mes, como máximo. Así que, ¿qué hice? Entregué los cuadernillos a toda la gente que conocía y a la que no. Sin embargo, seguí recibiendo pedidos y solicitudes una vez ya me había deshecho de todos los ejemplares. Al principio, no sabía si lo hacían porque el 13


material era bueno o porque era gratis. Lo que sí sabía era que tenía entre manos algo importante. Y, cuando llegué a las cien mil copias entregadas, me convencí. Llegados a este punto, un editor se puso en contacto conmigo y me preguntó si estaría interesado en publicar un libro. Mi primera respuesta fue: —¡Ni pensarlo, no soy escritor! Pero el editor era insistente: —Tienes todo el tiempo del mundo, ¿por qué no lo intentas? Eso no podía discutírselo. Mi hija pronto empezaría la guardería, ¿qué iba a hacer entonces con mi tiempo? Supongo que podría escribir. Y eso es justo lo que hice. Desde aquel día trascendental en el parque, he publicado más de cincuenta libros y vendido casi ocho millones de ejemplares en Japón. No está mal para un padre sin empleo que tuvo una idea jugando con su hija en el parque. Lo que empezó como un momento de lucidez y el simple deseo de ayudar a una madre trabajadora, se convirtió no solo en mi profesión, sino en el propósito de mi vida. Este era ayudar a los demás a encontrar el suyo propio (y que además ganaran dinero con él y tuviesen más libertad). No hace falta aclarar que, después de escribir cincuenta libros, estaba convencido de que tenía bajo control el tema del dinero. Pero, tras conocer a mi nueva amiga, la misteriosa carterista, empecé a reflexionar igual que había hecho hacía tantos años en el parque. Esta vez, pensé en el dinero como si fuera energía.

El dinero como energía Mientras sujetaba la cartera que la mujer me acababa de devolver, pensé: «Menos mal. Todo el dinero que he ganado y recibido a lo largo de los años proviene de personas felices, gente agradecida y satisfecha». Luego, recordé brevemente cómo había conseguido ese dinero. En efecto, lo había ganado 14


todo gracias a los servicios prestados. Había ayudado a otros a tener más éxito, a enriquecerse, a empoderarse. Gracias a mi trabajo, habían logrado una sensación de paz, gratitud y felicidad. Pensé en cómo se sentía la gente que me había pagado por leer los libros que había escrito o para asistir a alguno de los talleres y seminarios que imparto; seminarios que he realizado a lo largo de todo el mundo y a los que han acudido miles de personas. Después, pensé en mis libros y en cómo habían cambiado las vidas de tanta gente. Cambiaron de trabajo, se casaron, tuvieron hijos y dejaron relaciones tóxicas o que no les hacían felices. Sé que muchos han creado sus propios negocios. Algunos incluso han hecho crecer sus empresas de la nada hasta cotizar en bolsa. También he oído hablar de personas que no se han hecho precisamente millonarias, pero que se sienten ricas porque son muy felices sin importar lo que su extracto bancario indique. Al liberarse del estrés del dinero, dieron un nuevo enfoque a sus vidas. Aunque a menudo me han llamado «gurú del dinero» o «curandero del dinero», mientras miraba la cartera comprendí que el verdadero trabajo que había llevado a cabo durante los últimos diez años había consistido en ayudar a otros a encontrar las herramientas que ya tenían para mejorar sus vidas y su relación con el dinero. También se me ocurrió que, efectivamente, toda la gente que me había dado su dinero lo había contagiado de esos sentimientos de gratitud y alegría, es decir, de muchísima energía positiva. El dinero sonriente que había en mi cartera estaba ahí gracias a esas personas. ¡Claro! ¡El dinero es energía! Por último, pensé en mis propios sentimientos y en la energía que transmito a los demás cuando utilizo el dinero. Reflexioné durante unos segundos y llegué a la conclusión de que hay muchas emociones involucradas en nuestro dinero. Todos cargamos con esas enormes cantidades de energía, que no solo nos afectan a nosotros mismos, sino también a los demás. Nos gusta pensar que el dinero es solo una cifra o un papel, pero es mucho más que eso. El dinero trae muchí15


simas emociones consigo, más de las que creemos; e incluso cuando somos conscientes de ellas (por ejemplo, cuando nos agobiamos por alguna montaña de facturas, por un sueldo exiguo o porque carecemos de ahorros), a menudo pensamos que no podemos hacer nada para evitarlo. Nos sentimos derrotados y perdemos la esperanza. A veces, sentimos envidia y celos de aquellos que tienen más que nosotros. En lugar de intentar ganar o conseguir más dinero, nos limitamos a decir: «Las cosas son como son, y no hay nada que pueda hacer al respecto». Muchos de nosotros pensamos en el dinero como si fuera nuestro enemigo, esa fuerza oscura que nos impide llevar la vida que deberíamos vivir o disfrutar de las cosas que nos gustan. Muy pocos son capaces de ver el potencial que tiene el dinero para traernos alegría, gratitud y felicidad, sobre todo cuando lo entregamos sin reservas y con la misma energía positiva con la que lo hemos recibido. Cuando mi amiga, la misteriosa carterista, me devolvió la cartera, miré dentro y vi el dinero en metálico, a buen recaudo. Eso me hizo reflexionar. Hay una enorme cantidad de dinero en el mundo, y gran parte de este lleva consigo amor y felicidad. Pero también hay mucho que arrastra tristeza y miedo. Me pregunté qué podía hacer yo, si es que podía hacer algo, para llevar al mundo tanto amor, gratitud, alegría, paz y prosperidad como pudiera. Quería saber cómo podía expandir el dinero feliz tanto como fuera posible. Y así se me ocurrió esta idea, igual que hace tanto tiempo en el parque con mi hija. Escribiría un libro, compartiría mis ideas con los demás; con cuanta más gente, mejor. En este libro, en Dinero feliz, está la esencia de lo que he enseñado y aprendido de tantas personas. Intentaré responder a las preguntas que todo el mundo me ha hecho a lo largo de los años: • ¿Qué debo hacer con mi dinero? • ¿Es posible ganar más dinero sin hacer un enorme sacrificio? 16


• ¿Puedo estar en paz con mi vida? • ¿Cómo construyo una vida llena de satisfacción, felicidad y prosperidad? Contestaré todas estas preguntas en este libro. De igual modo que otros manuales que he escrito han cambiado la vida de millones de personas, este libro también cambiará la tuya. Mi mayor deseo es que su lectura te ayude a contemplar tu vida de una forma totalmente distinta y a transformar tu relación con el dinero. El comentario que más me suelen hacer es: «Vaya, esto es nuevo. Nunca había pensado así sobre el dinero». Espero que te ocurra lo mismo, que este sea el comienzo de una vida llena de dinero feliz. Te prometo que, como poco, será una vida plagada de emociones.



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