Laberinto
David Toscana Homo obliviosus página 2 Iván Blatný Poesía página 3 José Pablo Salas Entrevista con Javier Sicilia página 8 Iván Ríos Gascón Roth, Klíma y las palabras página 9
N.o 469
sábado 9 de junio de 2012
Ray Bradbury
Nuestro marciano favorito
Gabriela Esquivada Página 4
HÉCTOR GARCÍA SÁNCHEZ, 2004
Héctor García (1923-2012)
Fotoperiodismo en su tinta Raquel Navarro Castillo • Alicia Quiñones Página 6
MILENIO
02 b sábado 9 de junio de 2012
MILENIO
antesala DE CULTO
ESPECIAL
Homo obliviosus
Ernst Toller
Cojeando armoniosamente
TOSCANADAS DEVIANTART
David Toscana dtoscana@gmail.com
A
yer estaba leyendo un fragmento del diario de Dostoyevski, sus opiniones sobre Pushkin, cuando me llamó mi hermano desde Bogotá. Me comentó que había terminado de leer un libro: The story of Earth, y me disparó algunos datos. El elemento más pesado requerido para la vida es el yodo; si bien, algunas bacterias necesitan el tungsteno. Los tres elementos más abundantes en la corteza terrestre son el aluminio, el oxígeno y el silicón. ¿Silicón? En español se dice silicona, pero no es elemento. Sí, claro, corregimos, se trata del silicio. Más datos y de ahí pasamos a hablar del pozo profundo que hicieron los soviéticos en Kola. Llegaron a poco más de 12 mil metros de profundidad. Saqué la calculadora. Era apenas el 0.2 por ciento de la distancia hasta el centro de la Tierra. O sea: nada. Sobre ese pozo, me dijo mi hermano, leí en Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson. Tomé nota. Para después, me dije. Luego puse mi cronómetro. Una hora para aprender algo de polaco. Entre otras cosas, ahora sé que sie spiesze significa que tengo prisa, y zwyczajny es ordinario. Me metí en la cabeza las conjugaciones de tres verbos más. En la otra habitación, mi mujer estudiaba turco. Vino más tarde a explicarme la cuestión del género y número en ese idioma. Después fui a tomarme unas cervezas con dos traductores de poesía polaca al español y catalán. Hablamos de muchas cosas. También de cierto poema en que harp se había traducido como violín. Eso dio para una larga charla sobre criterios de traducción, diferencias insalvables de los idiomas, y terminamos especulando si los Amati fabricantes de violines eran judíos venidos de España.
Marco Lagunas b marclagcan@yahoo.de
Regresé a mis lecturas de Dostoyevski y Pushkin. De ahí me detuve en una frase sobre la universalidad de lo ruso, y entonces me vi impulsado a tomar el libro El baile de Natacha, de Orlando Figues, específicamente quería consultar un capítulo llamado “En busca del alma rusa”. Después… Nada. Me detuve un rato a preguntarme qué caso tenía estarse enterando de cosas. ¿Por qué se experimenta un placer al conocer un dato? ¿Al averiguar el lugar en que nació alguien? ¿Una breve biografía del francés que mató a Pushkin? ¿La opinión de Dostoyevski sobre la educación? ¿Por qué, si nunca voy a hablar turco, me interesa la manera en que declinan los sustantivos? Vaya uno a saber cuánto tiempo se dedica a aprender cosas que luego se olvidan. O cosas que sólo están ahí en la mente para saber que las sabemos. Ahora sé que el yodo es el elemento más pesado requerido para la vida, ¿y qué hago con ese dato? Nunca será pertinente mencionarlo en una conversación. ¿Cuánto me tardaré en olvidarlo? ¿Qué hago con un arpa que se convierte en violín? Si pudiera atomizar el conocimiento, diría que ayer me enteré de miles de cosas. Sin embargo, recuerdo apenas una fracción. Llegaré a echar mano acaso de una rebanada de esa fracción. En términos de eficiencia, se puede decir que desperdicié del 95 al 98 por ciento del domingo. Por mucho que escarbe en los libros, mi conocimiento será más pobre que el pozo de Kola. Hoy reinicié mi periplo. Comencé el día leyendo una ristra de aforismos de Stanislaw Jerzy Lec. De seguro los olvidaré, como olvidé casi todos los de Lichtenberg. Así que más vale no preguntarse por la utilidad de las cosas. Basta con el placer. L
A
escena”. Un hombre aparece cargando una maleta. Se detiene frente a una mesa. El cuerpo se pierde en el fondo negro y gracias a la luz sólo destacan el rostro y las manos. ¿Teatro de sombras? Saca entonces de la maleta una cuerda, la tensa una y otra vez como probándola: algo en los gestos mudos y exagerados recuerda a Chaplin y su baile de panes. Le hace un nudo (el nudo es importante para esconder la trama, pero también porque se desliza lentamente abrazando cada momento de la historia hasta alcanzar el clímax). Una ventana (como esas de los cuadros de René Magritte) está en lo alto, luminosa, y a ella las manos amarran firmemente el otro extremo de la cuerda. Cae el telón… El hombre se levanta, el rostro ojeroso palidece, asfixiado. Un hotel de Nueva York, mayo de 1939. ¿Quién es este ser que cojea en el aire? Tiene nombres que se contraponen: Ernst, serio, y Toller, el comparativo de toll, magnífico. Un colgado patético, sin duda, que de joven se enlistó como voluntario para ir a la guerra. Temía ser rechazado porque de niño tuvo problemas cardiacos, pero los médicos lo declararon “Apto para todo servicio”. De eso trata su autobiografía Una juventud en Alemania, y también de cómo fue condecorado por su valentía, y de los grotescos gestos de la muerte en las trincheras, de graves heridas, de crisis nerviosas, de la traición y la derrota de la República de Weimar, de cómo fue sentenciado a muerte por participar en el levantamiento
de Munich, pero alcanzó a conmutar la pena por cinco años de cárcel... A mí me hubiera gustado saber de sus conversaciones con Rilke o Thomas Mann, o si se encontró con B. Traven cuando estuvo en México. La temática de sus obras gira en torno a la guerra y a su deseo de evitarla. Con personajes alienados que, como en los dibujos de Grosz, dan la sensación de echar balas, misiles, granadas de mano, cada vez que abren la boca; o los de Otto Dix, con soldados mancos, tuertos, cojos, desorejados aunque, eso sí, con monóculo, bigote guillermino y acompañados de prostitutas gordas y avejentadas. En algún lugar del campo de batalla, una bala le ha reventado la virilidad a Hinkemann. Y el hambre orilla al eunuco al espectáculo de circo. No es un artista del hambre ni del trapecio. Se especializa, más bien, en comer ratas, y la gente se exalta y grita porque le gusta esa lucha monstruosa por un trozo de carne. Hinkemann es hermano de Woyzek (Büchner), pero también del soldado Sweyk (Hasek) y de Madre Coraje (Brecht). Hay una invalidez que marca sus pasos; el tiempo se repite. El colgado aparece ahora con una máscara antigás. Una edecán con un gran escote en forma de suástica reparte armas entre el público. Nadie se conforma con mirar, y a la orden de “preparen… apunten… fuego” disparan sobre el cuerpo desnudo que apenas patalea. El humo se dispersa en medio del ruido de sirenas antiaéreas… y el público sale del teatro cojeando armoniosamente. L
EX LIBRIS
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Teodora y Justiniano bEKO
Xavier Velasco
El problema no es la devaluación del peso, como la revaluación del denario.
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
Despertar
Un testamento
La creación poética es, sin duda, un alumbramiento; también es una mirada vuelta hacia las minucias cotidianas POESÍA
ESCOLIOS
Iván Blatný
Armando González Torres
L
a convexa ola dorada choca suavemente en la ventana del cuarto, por la cabecera de mi cama sube como savia la dulzura, la taza de té, el tintineo de la cuchara, su mano sus pequeños pozos casi invisibles diseminados por el cuerpo, diminutos, dan de beber al pájaro del plumón de oro. Escribir poemas es percibir, cómo suenan los pasos en los caminos cubiertos de arena en el parque después de la lluvia, percibir el agua en los hoyuelos de las cornisas viejas, hojas y reflejo de los pinzones Traducción de Alexandra Sapovalova
Un pequeño consuelo Jorge Bustamante García
I
ván Blatný es uno de los menos conocidos y más desconcertantes poetas checos del siglo XX. Nacido en Brno, al sur de Moravia, en 1919, falleció en Inglaterra en 1990, después de un largo peregrinaje por hospitales psiquiátricos. Blatný fue un poeta precoz. Aunque escribía desde la niñez, sus primeros poemas publicados datan de 1933. Entre los 20 y 28 años de edad publicó la mayor parte de sus libros: Aurora (1940), Paseos melancólicos (1941), Esta noche (1945) y Búsqueda del tiempo presente (1947). Con el segundo libro, que originalmente se llamaba Elegías de Brno, ganó el Gran Certamen Nacional de Poesía, dotado con quince mil coronas. Muchos años después aparecieron dos libros más en Toronto: Residencias antiguas (1979) y Escuela de discapacitados en Bixley (1985). En la poesía de Blatný, de música sincopada y confección innovadora, sagaz y, en ocasiones, preciosista, se advierten temas tan disímiles como la amistad, el paisaje, las estaciones del año, el espíritu urbano, la ciudad de Brno, los patios, los cuartos abandonados, los solitarios caminantes nocturnos, los colores, la música, el silencio, los cuadros y la pintura impresionista. Y se infiere, también, el influjo de sus poetas más queridos: Jaroslav Seifert, Vitezlav Nezval, Frantisek Halas, Boris Pasternak, Robert Desnos, Langston Hughes, T. S. Eliot y Carl Sandburg. Cuando el poeta dejó su país en 1948, la policía requisó su departamento e incautó toda su correspondencia y manuscritos, guardando todo en cajas que tiempo después aparecieron misteriosamente en un armario de la Cátedra de Literatura Checa de la Universidad de Brno,
donde permanecieron por muchos años sin que nadie lo notara. En 1973, el doctor Jirí Rambousek abandonó la facultad por problemas políticos y, con la anuencia de sus superiores que alegaban falta de espacio, se llevó las cajas olvidadas a su casa, donde permanecieron hasta 1993, cuando las entregó a una editorial, con todo el material que contenían. Entre los papeles se encontraban, en total desorden, versos y prosas juveniles, escritos a máquina, manuscritos, pedazos de poemas, copias de poemas con notas del autor y varias conferencias. De esta mezcolanza la editorial eligió algunos poemas que complementaban a otros no publicados hasta la fecha y se les agrupó bajo el nombre de Poemas de los manuscritos. Fueron publicados 45 años después de la salida de Blatný de su país y tres años después de su muerte. Con la aparición de este libro en la República Checa, que contenía la obra de Blatný entre 1933 y 1953, parecía cumplirse lo que él ya había intuido en un mágico verso: “La vida es, en el fondo, la búsqueda de un pequeño consuelo”. En 2006 la maestra Alexandra Sapovalova publicó en Morelia una excelente selección y traducción de algunos poemas de Blatný, bajo el título Lejos en octubre, que hasta donde sabemos es la primera que se realiza en castellano. Con mirada rigurosa, perspicaz y apasionada, la traductora atina a concedernos en nuestra lengua un panorama esencial de la poética blatnyana. Cuando se introduce un nuevo poeta a una nueva lengua, sucede el milagro de la revelación y el asombro, el regreso a un espíritu primigenio. Alexandra Sapovalova logra que Blatný cobre vida propia en nuestra lengua, se instale en ella y desde ahí nos contemple, nos interrogue y nos converse, mientras sus miradas, sus incertidumbres y sus búsquedas se dibujan en algún paraje perdido, tal vez en una tarde olvidada donde el adiós ondea, allá, lejos en octubre. L
agonzale79@yahoo.com.mx
D
esde su lecho de enfermo, donde pasa buena parte del tiempo, el viejo filósofo ha comenzado a escribir un nuevo libro. Nada raro en este autor infatigable que desde que dijo a sus allegados que se preparaba para morir ha publicado cerca de una decena de volúmenes. Sin embargo, este nuevo proyecto alarma a sus parientes y servidores, pues en algunas ocasiones lo agota hasta el desmayo y, en otras, lo vuelve extravagantemente festivo, le arranca carcajadas y lo hace enfrascarse en largas discusiones con interlocutores fantasmales que, según él, le dejan alguna prenda inconfundible como prueba de su visita. Mi testamento filosófico (Ediciones Encuentro, 1998) consta de 18 diálogos imaginarios en los que, con ironía y soltura, el eminente filósofo católico francés Jean Guitton (19011999) recrea su muerte, su entierro y su juicio y discute con entidades y difuntos célebres de todos los tiempos desde Satanás, Sócrates, Pascal y El Greco hasta sus amigos el presidente Mitterrand y el Papa Paulo VI. Escrito a los 95 años, el libro es un ensayo testamentario en el que el filósofo expone su parecer sobre temas como el amor, el arte, el mal y, sobre todo, la fe religiosa o, mejor dicho, las vías críticas (que no racionalistas) mediante las que se puede ascender a la fe. Con su clarísima inteligencia, Guitton distingue entre una fe panteísta y una teísta, entre la creencia pragmática y la creencia espiritual, entre el amor a la verdad y el mero anhelo de cobijo que pueden inducir a la religión. (“—A ver si lo entiendo, ¿dice usted que cree en Dios porque le cuesta creer en él? —Sí. Y a esto añadiré, Pascal: si no me costase creer en él, pienso que no creería en él”.)
La altura de temas no implica solemnidad; por el contrario, Guitton se permite ser mundano y polémico, quejarse de la ignorancia de su tiempo, darle coscorrones a sus adversarios y emprender, en medio de la controversia, esbozos de una divertida y nada modesta autobiografía intelectual. La dilatada prueba de fe, los diálogos de ultratumba, los recuentos anecdóticos de Guitton son excepcionalmente reveladores, graves y ligeros al mismo tiempo, con metafísica y comentarios de color, con sentencias filosóficas y chismes gremiales, con una brillante y honda confesión de fe y reticencia. El tono mismo del libro, la evocación de la vida en forma de un examen simultáneo de ciencia y de conciencia denotan que el tránsito hacia las convicciones más íntimas y acendradas conlleva una indagación y aventura intelectual; que el rechazo del relativismo no cancela el escepticismo inteligente y que la apertura a la contemplación artística o al misterio religioso no niegan el razonamiento. Así, en este diálogo con sus autores dilectos, con sus maestros, y sobre todo consigo mismo, Guitton enseña que para ciertos espíritus afortunados hay profundas correspondencias entre los géneros de la apologética y la crítica y entre los actos de amar, creer y comprender. L
MILENIO bLABERINTO b http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: SCLaberinto
04 b sábado 9 de junio de 2012
MILENIO
literatura
La biblioteca
es la respuesta Como homenaje al célebre autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, muerto el pasado martes en la ciudad de Los Ángeles, recuperamos dos textos publicados en las páginas de MILENIO: Un autorretrato (Laberinto 333, 31 de octubre de 2009), en el cual confiesa su amor por la cultura libresca, y una entrevista exclusiva que concedió en enero de 2004 ENSAYO FOTOS: ESPECIAL
Ray Bradbury
Dinosaurios y espejos
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ebes tener curiosidad en saber cómo fue que me enamoré de los libros. Recuerda esto: el amor es el centro de tu vida. Las cosas que haces, deben ser cosas que amas. Y las cosas que amas, deben ser las cosas que haces. Eso lo aprendes de los libros. Aprendí a leer cuando tenía tres años. Me encantaban las tiras cómicas, los dibujos animados los domingos. Tuve un libro de cuentos cuando tenía cinco años y me enamoró leer todas esas historias maravillosas como La bella y la bestia, Juanito y los frijoles mágicos. Y así empecé con la imaginación. Cuando tenía tres años vi mi primera película y me enamoré de las imágenes en movimiento: El jorobado de Notre Dame; anhelaba crecer para ser un jorobado. A los cinco vi El fantasma de la ópera con Lon Chaney; quedé embobado. Vi una película de dinosaurios y los dinosaurios llenaron mi vida. Y entonces, a la edad de seis años comencé a leer sobre los dinosaurios. Si llegué a trabajar en Moby Dick [Bradbury escribió el guión de la película que se filmó en 1953] fue porque me había enamorado de los dinosaurios cuando tenía seis años. Puedes ver cómo funcionan las cosas, cómo algo que comienza cuando tienes tres o seis o diez o doce años llega a convertirse en tus ficciones cuando tienes treinta. Cuando tenía seis años viajé con mi familia desde Illinois a Tucson, Arizona. Cada vez que parábamos en un hotel de ruta a descansar, yo corría a la biblioteca acompañado por las hojas de octubre silbando conmigo. Esperaba encontrar El maravilloso mago de Oz de Frank Baum, y Tarzán de Edgar Rice Burroughs, o cualquier libro que hablara de magia. Abría la puerta de la biblioteca, miraba alrededor, y toda esa gente estaba ahí esperándome. Las librerías son personas, no libros. Cada vez que abres un libro, la persona salta afuera y se convierte en ti. Miras a Charles Dickens y tú eres Charles Dickens, y él eres tú. Así que vas a la biblioteca y sacas un libro del estante y lo abres, ¿y qué estás buscando? Un espejo. De improviso hay un espejo ahí y puedes verte a ti mismo, pero tu nombre es ahora Charles Dickens. Eso es una biblioteca. Si el libro es de Shakespeare te conviertes en William Shakespeare, o te conviertes en Emily Dickinson o en Robert Frost o en cualquiera de los grandes poetas. Así que encuentras al autor que pueda guiarte en la oscuridad. Shakespeare comenzó conmigo, con Hamlet y Ricardo III. Y Emily Dickinson me condujo después, y Edgar Allan Poe dijo: “Por aquí, aquí está la luz”. Así es que vas a la biblioteca y te descubres a ti mismo. ◆◆◆ Mi mayor influencia es John Steinbeck. Leí Las uvas de la ira cuando tenía 19 años. Cuando escribí Crónicas marcianas necesitaba una estructura. No me di cuenta que había recurrido a Las uvas de la ira; Crónicas marcianas es completamente la estructura de Las uvas de la ira. De noche, solo, cuando tenía doce y miraba al planeta Marte yo pedía: “Llévenme a casa”. Y el planeta Marte me llevó a casa y nunca regresé. Lo importante es que cuando salí de la escuela no teníamos dinero. Yo no podía ir a la Universidad y lo mejor que ocurrió fue que acudí a la biblioteca. La biblioteca educa. Los profesores inspiran, pero la biblioteca te satisface. Tuve un trabajo vendiendo periódicos en una esquina y hacía diez dólares a la semana, y cada mañana me levantaba y escribía historias, y en las tardes me iba a la biblioteca. A los 19 pude expresarme acerca de mis pasiones en la vida y las puse en mis libros. Y ese es el secreto de mi vida. Gracias a Dios seguí mi camino y no el camino que la gente me dijo. Son tus ideas las que cuentan, y una biblioteca puede ayudarte con tus ideas, porque están todos esos grandes maestros, esos escritores te están enseñando cuando te sientas en medio de la
Ray Bradbury, el primer explorador del Planeta rojo
biblioteca y los dejas irradiarte. ¿Es así, o no? Tienes que ir a la biblioteca para educarte. La biblioteca es la respuesta. ◆◆◆ Los libros son inteligentes, brillantes y sabios. El libro más importante de mi vida es Un cuento de Navidad de Charles Dickens, porque es todo sobre la vida y sobre la muerte. Es una combinación. Lees ese libro y sales cambiado, junto con Ebenezer Scrooge. Lo que haya de Scrooge en ti es derrotado, desaparece; así es un gran libro. A los 30 años escribí El árbol de las brujas, de alguna manera mi versión de Un cuento de Navidad. Aquí tengo un libro de Scott Fitzgerald, Suave es la noche; tengo siete copias. He estado en París veinte veces. Cada vez que voy llevo este libro y comienzo en la torre Eiffel y camino por París desde que amanece hasta el anochecer. Paro en restaurantes y leo otro capítulo, y al terminar el día ya lo he leído entero. Leer debe ser una experiencia
total. Puedes leer mientras caminas y te sientas en los restaurantes y lees el siguiente capítulo, y te enamoras más. Yo encontré a mi amor en una librería, no en una biblioteca, pero una librería es también una biblioteca. Encontré a una bella chica que esperó por mí, y la invité a un café y a comer y me enamoré de ella y de los libros que la rodeaban. Y ella tomó votos de pobreza un año después y se casó conmigo, porque mis ingresos eran nada. Era una chica rica, y dejó todo su dinero para volverse pobre como yo y vivir en Venice [California], sin teléfono ni coche. Pero vivimos con amor y libros, y escritura. Es la respuesta a la vida. Si puedes encontrar una persona para amar, que ame la vida tanto como tú, y ame los libros tanto como tú, agárralo o agárrala y cásense. Es muy bueno, ¿no? Ja, ja. ¡La vida es maravillosa! L Fragmentos de la entrevista realizada por el National Endowment for the Arts, para promocionar el programa The big read. Traducción de Elisa Montesinos
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LABERINTO
literatura
Nuestro marciano favorito ENTREVISTA Gabriela Esquivada Como parte del Programa de Exploración de Marte, el 4 de enero de 2004 el robot Spirit aterrizó en ese planeta. Tres semanas después lo haría su gemelo Opportunity, dando lugar a la transmisión de las primeras imágenes directas y en colores desde ese mundo. Ese fue el motivo de la siguiente entrevista.
A
l ver las fotografías enviadas desde Marte, dice Bradbury: “Sentí una felicidad fuera de toda medida. Dentro de mí, aunque no lo crea, hay un niño de doce años, y ese niño ha estado saltando de alegría desde que aterrizamos —¡y dos veces!— en Marte”. Fue a los doce años, precisamente, cuando el autor de la ficción más famosa sobre el planeta que más ha excitado la imaginación humana descubrió ese mundo que, hasta este año, tuvo el aspecto que él le dio. Porque ni La guerra de los mundos de H.G. Wells, ni la popular serie de televisión en los años setenta Mi marciano favorito, ni Marcianos al ataque de Tim Burton dieron forma al cuarto planeta del sistema solar con la fuerza de las Crónicas marcianas. Las colinas azules, el mar fósil y los ríos secos que se recorrían en barcos de arena, las frutas doradas que brotaban en paredes de cristal, las antiguas y ajedrezadas ciudades fueron, desde la publicación del primer libro de Bradbury en 1950, el aspecto de Marte —Tyrr, según los nativos— para la gente de la Tierra. “Marte ha dominado mi vida desde que comencé a escribir”, responde cuando se le pregunta si acaso no fue él quien inventó ese asombroso territorio que han comenzado a revelar los exploradores espaciales Spirit y Opportunity. “Tenía doce años y leía incesantemente las novelas sobre Marte de Edgar Rice Burroughs, más conocido por haber creado el personaje de Tarzán. Escribía unos cuentitos, con la intención de que fueran secuelas a la obra de Rice Burroughs. Hasta que un día vi, en el Observatorio Lowell, de Arizona, unas imágenes de Marte en el espacio y, sobre todo, los impresionantes dibujos de Giovanni Virginio Schiaparelli”, el director del Observatorio Brera, de Milán, Italia, quien en 1877 hizo los primeros mapas de la superficie marciana. “Me enamoré. Simplemente me enamoré de Marte.
Salí, corriendo, a escribir. Ése fue el remoto origen de las Crónicas marcianas. Así que ya ve: en realidad, Marte ha dominado mi vida”. —¿Por eso desea que, a su muerte, sus cenizas sean depositadas en Marte? —Dado que nací en Marte, al menos como escritor, me encantaría regresar allí. —Además del estímulo de Rice Burroughs y Schiaparelli en su caso particular, Marte ha exaltado la imaginación humana más que cualquier otro planeta. ¿Por qué cree que sea así? —En primer lugar, creo que se debe a que es el planeta más cercano donde existe la posibilidad de una vida para los seres humanos. No podríamos asentarnos en Mercurio ni en Venus: están demasiado cerca del Sol, resultan muy hostiles para nosotros. Y más allá de Marte, los demás planetas están demasiado lejos, son demasiado fríos o demasiado hostiles también, aunque de otras maneras. El único planeta inmediato donde realmente podríamos ir, aterrizar y obtener agua y oxígeno para sobrevivir, es Marte. En uno de los breves relatos que van tejiendo las Crónicas marcianas desde enero de 1999 hasta octubre de 2026, uno de los expedicionarios, Spencer, reflexiona sobre ese punto. Dice: “Ya habría tiempo para tirar latas de leche condensada a los nobles canales marcianos; ya habrá tiempo para que las hojas del New York Times vuelen arrastrándose por los solitarios y grises fondos de los mares de Marte; ya habría tiempo para dejar cáscaras de plátano y papeles grasientos en las hermosas y frágiles ruinas de las ciudades de este antiguo valle”. Desde su casa de Los Ángeles —en cuyo subsuelo trabaja rodeado de libros, máscaras y la silla de director que John Huston le regaló por su guión de Moby Dick— Bradbury reflexiona sobre cómo podría ser esa colonización, ahora que la idea parece moverse del campo de la ficción al de la realidad: “No debemos repetir los crímenes de Cortés cuando invadió México”, dice. —¿Cómo sería la vida que los humanos podrían llevar en Marte? —A Marte podría ir la misma gente que vino al continente americano, que es una tierra de inmigrantes: buenas personas que querían dejar atrás penurias como la guerra o el hambre. Es cierto que luego también vinieron algunos que atacaron
la inocencia, pero en general no fue así, y por eso pudieron nacer los países de América del Norte y del Sur. Creo que el común de la gente que podría ir a Marte será la que busque una nueva tierra, como los exploradores Colón, Caboto o Verrazano, o como la que más recientemente huyó de las tragedias políticas de Europa. Los primeros habitantes de Marte, creo, serán como usted y como yo, buenas personas que tratarán de hacer un buen trabajo colonizando Marte, llevando allí la vida. —Su planteamiento, ciertamente político, evoca otro de sus libros, Fahrenheit 451, en el que una minoría protege los valores de la humanidad de los afanes destructores de un poder totalitario. —Al diablo con la política. Ya hemos tenido más que suficiente con los políticos en esta vida, ¿no? En el Congreso no hay muchos que tengan la imaginación suficiente para pensar de aquí a cien años, o cientos de años. Ni en Estados Unidos ni, creo, en Canadá, México o América del Sur los gobiernos se preocupan por el problema básico de la humanidad que es la educación, un amplio arco que va de enseñar a la gente a leer y escribir hasta buscar conocimiento a través del viaje espacial. Colón vino a América a pesar de los problemas que dejó atrás en Europa. Hay que seguir avanzando. No podemos quedarnos estancados en los problemas domésticos, hay que moverse a la vez en distintas direcciones. Hemos llegado a Marte, pero debimos haberlo hecho hace ya treinta años. Siempre esperé que la vida me diera la oportunidad de ver el Planeta rojo, y la tuve, pero con atraso. En su prólogo a la edición en castellano de las Crónicas marcianas, Jorge Luis Borges recorrió antiguas fantasías sobre otros mundos, como las de Luciano de Samosata o las de Kepler. Entre ellas, evocó que “a principios del siglo XVI, Ludovico Ariosto imaginó que un paladín descubre en la Luna todo lo que se pierde en la Tierra: las lágrimas y suspiros de los amantes, el tiempo malgastado en el juego, los proyectos inútiles y los no saciados anhelos”. Los dos textos del libro que Borges destaca, “La tercera expedición” y “El marciano”, ofrecen la brumosa visión de que en Marte se encuentra lo más duro de perder en la Tierra: los muertos queridos de los colonos aparecen como benigno o maligno engaño. Ahora que las fotos muestran que, por el momento, en Marte hay apenas el hielo que nadie extraña en este planeta, ¿qué escribiría Bradbury si tuviera los 30 años que tenía cuando publicó su libro más famoso? “Lo mismo —responde—, exactamente el mismo libro. Mi obra no es científica, así que en nada la afectan estos hallazgos. La fantasía que me mueve hizo posible que viera cosas que seguramente no encontraremos allí, porque no están. De algún modo, metí a los lectores en un lío: imaginar un Marte que no existe, que salió de mi cabeza. Es mi Marte, un Marte perfecto, una ilusión que permite que los lectores sueñen. Los escritores de ciencia ficción incorporan la precisión del conocimiento científico y encierran al lector. Yo hago otra cosa. Yo lo dejo volar”. L
LABERINTO
Portada de la revista fundada por Héctor García y Horacio Quiñones
Junto a Manuel Álvarez Bravo
El ojo crítico de Héctor García Lo llamaban Ciclotrón y a él se debe una nutrida carpeta de imágenes que capturaron las luchas sindicales, la indefensión infantil y la cambiante belleza urbana. En su memoria, publicamos un texto que rastrea sus inicios en el fotoperiodismo y una entrevista inédita realizada en abril de 2009 Raquel Navarro Castillo*
P
ara entender las particularidades y significaciones de la obra de Héctor García (23 de agosto de 1923-2 de junio de 2012) es necesario remitirse a los años en que se formó como fotógrafo de prensa y a la coyuntura en la que se consolidó como una mirada reconocida no sólo en el ámbito del fotoperiodismo sino también en los circuitos en los que la fotografía era valorada por sus elementos estéticos. En México, los fotoperiodistas surgidos en los años cuarenta, como Héctor García, abrevaron de una serie de inercias propias de la evolución de la fotografía. A los iniciadores, que se habían incorporado al medio en los tiempos de la Revolución y en la década de los años veinte, como Antonio Carrillo, Luis Santamaría, Enrique Delgado, Enrique Díaz, Luis Zendejas, Ismael Casasola, Antonio Carrillo Jr. y Manuel Montes de Oca, se sumaban otros como los hermanos Mayo —Paco, Cándido y Faustino—, inmigrantes llegados en el marco de la acogida que el gobierno cardenista dio al exilio español en 1939, así como Leo Matiz, Walter Reuters y Hans Gutman, este último naturalizado a la postre como Juan Guzmán. La mayoría de los mencionados formaban parte de un gremio que de una u otra manera
publicaba su trabajo en los medios más relevantes de la época —Nosotros, Hoy, Siempre!, Mañana, Impacto, Excélsior, El Universal, La Nación, La Prensa, Novedades—, entre un número amplio de publicaciones impresas, ya fueran de carácter general o especializadas en alguna temática en particular. Al mismo tiempo, algunos de ellos participaban de manera ocasional en medios de trascendencia internacional como las revistas Life y Time. Así, desde la tradición de los fotógrafos surgidos en la época revolucionaria, pasando por las establecidas e impuestas al oficio por las propias revistas ilustradas, que ampliaron su espectro temático e informativo, hasta las influencias de carácter estético que en algunos casos había dejado la impronta de Tina Modotti, Manuel Álvarez Bravo y Agustín Jiménez, o al contacto con los muralistas mexicanos, se dio el marco en el que surgirían figuras como Enrique Bordes Mangel, Nacho López, Rodrigo Moya y el mismo Héctor García. Los dos últimos se formarían como fotógrafos precisamente con Manuel Álvarez Bravo, en el Instituto Cinematográfico de México. Por su parte, Héctor García iniciaría su labor en la revista Celuloide,
especializada en asuntos de la farándula. A partir de ese momento, el desarrollo profesional de García fue dándose de alguna manera en dos vertientes paralelas, como fotorreportero de la mencionada revista y como uno de los discípulos más destacados de Álvarez Bravo, a través del cual entró en contacto con David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y Frida Kahlo. El entonces llamado —según el crítico de arte Antonio Rodríguez— Ciclotrón García diversificaría más tarde sus intereses y temáticas profesionales, realizando trabajos que lo llevaron a incorporarse, como agente libre, a revistas como ABC y Mañana. Hacia finales de la década de 1950 trabajó también para uno de los diarios de circulación nacional más importantes, Excélsior, sobre todo para su edición vespertina Últimas noticias. Segunda edición, en donde circunstancialmente se presentaron algunas oportunidades que lo consolidarían como un importante fotoperiodista y le traerían los primeros reconocimientos de relevancia. La época corresponde al proceso de modernización que se impulsó a través del fomento a la producción industrial y a la expansión del sector servicios. “El milagro mexicano” trajo como consecuencia un significativo crecimiento económico que se concentró en reducidos sectores sociales, es decir, en las clases altas y en los estratos medios, particularmente de las áreas urbanas. En este sentido, la imagen de prensa fue muy importante en su función propagandística de los hombres del régimen, sus acciones y logros. En este contexto, se destaca la obra de García por su interés y visión de las dinámicas urbanas en las que destacaron el rostro y la
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de portada ARCHIVO FOTOGRÁFICO HÉCTOR Y MARÍA GARCÍA
“Yo retrato mi vida” ENTREVISTA Alicia Quiñones
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circunstancia de los más desfavorecidos, con lo que registraba los efectos contradictorios del modelo económico vigente. Dicha perspectiva adquiriría una relevante significación en el coyuntural año de 1958, escenario de manifestaciones de trabajadores en lucha por la democracia sindical y el aumento salarial. Hacia agosto de ese año, Héctor García registró los enfrentamientos de estudiantes y trabajadores —principalmente ferrocarrileros, petroleros y maestros— con las fuerzas del orden. Ante la negativa de Excélsior para publicar ese material, Héctor García se asoció con el periodista Horacio Quiñones para crear Ojo! Una revista que ve, un hito en la historia del fotoperiodismo mexicano. Debido a que las imágenes mostraban la represión que sufrieron los manifestantes, sólo apareció un número. En ese mismo año debutaría en Últimas noticias. Segunda edición la columna “F 2.8. La vida en el instante”, compuesta por imágenes de Héctor García, firmada por él mismo y acompañada con textos de Julio Scherer, Manuel Becerra Acosta o Eduardo Deschamps. De estos trabajos saldrían imágenes que se volverían icónicas dentro de su obra y que le merecieron sus primeros premios: Niño en el vientre de concreto —publicada en “F 2.8…”— y una serie para Ojo! Héctor García, quien se haría acreedor a numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo en tres ocasiones (1959, 1969 y 1979), así como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2002, sintetiza —en su obra y en su persona— una época, un oficio, una forma de ver y sentir. Operó entre el deber profesional y la creatividad individual, manifestándose con tal agudeza que sus imágenes, tan llenas de simbolismos y significados, se volvieron valiosos documentos para entender su propia historia, la del fotoperiodismo nacional y la de un periodo clave de nuestro devenir contemporáneo. L Estudiante del posgrado en Historia y Etnohistoria en la ENAH con la tesis Héctor García y “F 2.8. La vida en el instante”, en Últimas noticias. Segunda edición de Excélsior (1958-1960). Premio Nacional de Ensayo sobre Fotografía 2010 por el trabajo Héctor García en Ojo! Una revista que ve. *
sta mañana de abril de 2009, Héctor García viste con un suéter verde claro, un pantalón oscuro y una boina color beige; sentado en una silla de ruedas, sus piernas están cubiertas por una cobija a cuadros. Lo veo a lo lejos, mientras María, su mujer, abre la puerta de la Fundación, lugar que alberga parte de su trabajo. No hay pared en este sitio que no esté ocupada por alguna fotografía. Ahí están Siqueiros, Orozco, Tin-tán, El Che Gevara, El niño en el vientre de concreto, Diego Rivera, Frida Kahlo, obreros, carteros, mujeres, bailarinas, novios, niños, actrices y vendedores callejeros en la Ciudad de México, en La Habana y otros sitios. En su archivo —comenta María—, Héctor tiene alrededor de 6 millones de negativos. El fotógrafo está por cumplir 86 años, pero mientras llega el aniversario —“o cualquier otra cosa”— no suelta su cámara. Por ahora sólo bebe un jugo de naranja y dice estar listo para la entrevista. Días antes de este encuentro se presentó en el Palacio de Bellas Artes Pata de perro, una biografía realizada por la periodista Norma Inés Rivera, quien tuvo acceso a su archivo y a cientos de horas de conversación con el fotorreportero y su familia. En el prólogo, Carlos Monsiváis escribió: “El fotógrafo —por oficio constructor y recreador de las urbes— elige la ciudad que le interesa y, de inmediato, delimita su geografía de imágenes y sensaciones. El conjunto urbano es inabarcable, pero la ciudad —dócil, levantisca, áspera, incontenible— se deja representar por el detalle y por la contingencia, por el dato alegórico y por el tianguis que, de tan inmenso y ubicuo, obliga a convertir los meros saludos en trueques”. Al parecer, la ciudad de Héctor García se dibujó gracias a la intensa relación que tuvo con sus calles desde niño. —Si hubiera nacido en otras circunstancias, no en La Candelaria de los Patos, si no hubiera agarrado con las uñas las oportunidades que se me dieron para salir del infierno maravilloso que era ese barrio, para entrar a otros infiernos, tal vez mis fotografías serían diferentes —cuenta en el libro. García se retrata a través de sus personajes: “He vivido en carne propia todas las circunstancias sociales de mis imágenes. ”.
Uno de los viajes que más recuerda durante esta conversación, dice, es el de Cuba. “Fue enviado a cubrir la coronación de la Virgen de Guadalupe, en 1953. Después se atravesó el aniversario de José Martí y otras cosas, hasta que llegó Tin-Tan —intervienen María y Norma Inés Rivera—. Y te fuiste a recibirlo al aeropuerto, ¿no, Héctor?” —Sí —responde con una carcajada. —Ya nada más le enviaban dinero y enviaba sus rollos —añade María. —Tin-Tan y yo éramos amigos. Lo fui a ver al aeropuerto. El traía muchas maletas, pero como era un artista, los agentes aduaneros no revisaron sus maletas. Llegando al hotel, abrió sus maletas… ¡y tenía mota! Don Héctor no para de reír. —Y yo sólo tomé y tomé fotos. Recuerda estos buenos tiempos, y también los amargos, cuando la familia del actor negó que esas imágenes fueran reales, cuando le dijeron que eran como para ir a la cárcel, y cuando le reclamaron por aquellas que le tomó a Germán Valdés desnudo. De La Habana, don Héctor, cuenta otras cosas, entre ellas cuando retrató al Che Guevara en una pose reflexiva... A los 85 años, ¿sigue siendo un pata de perro? ¡Sí! Me gusta ser un pata de perro. ¿Cuál es su lugar favorito de la Ciudad de México? Toda la ciudad es muy bonita, pero me gusta sobre todo Xochimilco, porque ahí la gente tiene una especie de felicidad hasta por trabajar. Para mí, es “El lugar” de esta ciudad. Su gente es alegre y conserva su tono popular. Xochimilco será siempre el mejor lugar. Si volviera a empezar en la fotografía, qué cambiaría de su historia. Quizá lo negativo de la sociedad, lo que vi a través de mi fotografía. ¿Hay alguna fotografía que se arrepienta de haber mostrado? Sí, muchas. En general, me arrepiento de las imágenes en las que retrato a niños. Sobre todo donde se muestra que los niños sufren en la ciudad. Yo no sé por qué eso es una cosa que aún sucede con los niños: en las calles todavía sufren. Y sólo cuando uno vive, puede entenderlos. ¿Alguna vez quiso cambiar el mundo a través de las imágenes? ¡Claro que sí! La fotografía nos da un mundo en el cual las cosas aún tienen vida en este momento. Y veo yo a esos niños y siento que aún tienen dolor. ¿Alguna vez dudó de su oficio de fotógrafo? No. Siempre tuve una cámara aquí adentro (señala el corazón y la bolsa del pantalón) y la tengo para hacer o tomar lo que sea. Siempre me dije: observa a la gente. Ese es el secreto y simplemente, en algún momento, se encendió el camino de mi profesión. La fotografía fue mi manera de expresarme y de canalizar la frustración de haber sido un paria, un niño de la calle... Yo retrato mi vida. L HÉCTOR TÉLLEZ
08 b sábado 9 de junio de 2012
MILENIO
en librerías Javier Sicilia
“Todos los Estados modernos son imitaciones de la Iglesia” En El fondo de la noche, que remite al campo de Auschwitz, las dudas existenciales campean a sus anchas. Los personajes de esa novela preguntan por el sentido de la vida, la fe y la misma naturaleza de Dios ENTREVISTA
EMMANUEL DELALOY
José Pablo Salas
E
n El fondo de la noche, el escritor Javier Sicilia retoma la historia de Maximiliano Kolbe, un cura prisionero en Auschwitz que decide morir para salvar a otro hombre. Antes de enfrentar el horror del holocausto, Kolbe debe cuestionar sus propias creencias sobre el Evangelio y el poder para darse cuenta que, en Auschwitz, no hay Dios posible al cual recurrir. En esta nueva novela, el autor de Tríptico del desierto plasma sus dudas sobre la muerte y la fe, de lo que habla en la siguiente entrevista. ¿Por qué el interés por hacer una novela con temas tan oscuros como Auschwitz y en especial la historia del padre Kolbe? El mal y la lucha espiritual han sido temas recurrentes en mi vida. También las preguntas ¿qué es Dios?, ¿cómo es Dios? Maximiliano Kolbe es una figura que me intrigaba pero el personaje mismo no era tan interesante. Por su carisma y su forma de ser, es lo que podría considerar un mocho. Era un hombre de la Polonia católica, mariano, muy preocupado por las tecnologías modernas; incluso tenía una imprenta que tiraba un millón de ejemplares. Pero leí sobre él por el acto de haber intercambiado su vida, en medio del horror y de la noche, sin conseguir transformar nada. Después empezó a intrigarme el otro personaje —Franciszek Gajowniczek—, y busqué a este hombre al que Kolbe le había salvado la vida y que murió a los 93 años. No había nada fuera de los testimoniales que dio para la beatificación y la canonización de Kolbe. De hecho, lo vi en la canonización, que fue muy conmovedora. Él iba con su familia, sus hijos, sus nietos y quizá bisnietos, vestido con las pijamas de Auschwitz. Iba llorando. Después busqué alguna entrevista que le hubieran hecho y nunca la hallé; quizás existe, pero en mi investigación nunca di con ella. La novela empieza cuando Gajowniczek, muchos años después de haber sido salvado por Kolbe, está a punto de morir y se pregunta: “¿Para qué lo hizo?” Ése es el tema de la novela: la gracia, el sentido de la gratuidad, si es que lo tiene, y ahí se entremezcla todo lo que es Auschwitz: el mal, la oscuridad, las ideologías. ¿Son más importantes las dudas de los personajes que la maldad de Auschwitz? Idealmente una novela debería, más que dar respuestas, hacer preguntas fundamentales. La mejor definición que he leído de una novela es de Thomas Mann: “La novela es ambigua como la vida misma”. Yo trato de plantearme esas incógnitas, me pregunto por el sentido de la vida y la trascendencia en un lugar que parece contraria al sentido de la fe. Trato de encontrar el sentido de lo que han revelado las grandes tradiciones, particularmente la católica o la cristiana, pues yo soy un hijo de esa fe. Intento resolver esas dudas que ahora se han vuelto una parte carnal de mi vida. ¿Qué tan presente está su propia discusión sobre Dios en este libro? Es completamente mi propia discusión. Ese Kolbe tiene poco que ver con lo que pudo haber sido. Seguramente el Kolbe real, como lo dice en algún momento uno de los personajes, era un fanático. Yo creo que Kolbe sólo pudo haber hecho ese acto
Sicilia, poeta y novelista
de amor rompiendo toda su ideología. Destruyendo en lo que creía para volverlo una expresión profunda del acto; esa es la sustancia pura del Evangelio. Ahora que estoy viviendo a posteriori mi novela, me aterra, porque en mí hay algo de eso. Existe una tensión muy fuerte entre Kolbe y Claussner, el otro sacerdote que está prisionero en Auschwitz. ¿Cómo planteó este conflicto entre los personajes? El dilema del buen sacerdote contra el mal sacerdote. Ahí hay una tensión interesante: que el amor no es del orden de la pura moralidad, que la vida del espíritu no es del orden de la pura moralidad. Puede surgir donde menos se le espera, o incluso donde Kolbe decía: “Eso no es posible moralmente”. Claussner le responde: “Pues traicionemos, pero salvemos al hombre”. Hay una frase de Claussner: “En dos mil años de cruz, seguimos en plena oscuridad”. ¿Lo siente así? La misa que más me gusta es la de la Resurrección; se realiza en la tábula rasa. Quitan el mantel y el altar queda desnudo, y se aguarda totalmente a oscuras porque no hay Dios. De pronto, en medio de la oscuridad, se enciende el cirio y empieza ese inmenso y hermoso canto que es El exultet, un poema bellísimo, una recapitulación de la historia humana bajo ese cirio encendido, bajo la luz de la esperanza. Creo que siempre hay esos actos que son inútiles en lo profundo de la noche, casi invisibles en medio de la oscuridad, y sin embargo es donde está la sustancia del Evangelio. Yo creo que, en el fondo —y eso es lo que salva mi fe—, Dios es el amor. Y si es amor es profundamente débil para resolver algo. ¿Cómo vive la relación entre la Iglesia y el poder? La vida de la Iglesia es desgarradora porque funda la tradición religiosa en una alianza innatural. Quiere unir al César con el pobre de Nazaret. Fusionar el Evangelio con el poder de Roma. Si uno mira bien, todos los Estados modernos son imitaciones de la Iglesia. Tenemos un presidente que sustituye al Papa, senadores que sustituyen al colegio cardenalicio, una Cámara de Diputados que sustituye a los obispos, un poder judicial que sustituye a la Inquisición, un pueblo de Dios que se llama ciudadanía. Es una gran imitación. La Iglesia es madre y maestra del sentido político imperial de la palabra, pero también es madre y maestra del depósito de la fe. Esto es una gran desgarradura que se ve muy bien en Kolbe y que, desafortunadamente, existe en la vida real.
En la novela hay referencias a una luz en la más absoluta oscuridad. ¿Cuál es la luz de Javier Sicilia? Yo creo que es el amor y el amor no podría definirlo. Podría hacer una metáfora como esa pequeña luz con la que camina Kolbe cuando va a la iglesia, cuando recuerda que es niño y su madre le pone el cirio en las manos, o la metáfora del sueño, en que aparece esa casita iluminada que se ve en el fondo. Esa pobre luz es el acto de morir por otro hombre en los sótanos desconocidos, es tan sólo una muerte más. Es un acto que mantiene la luz encendida. ¿De dónde viene?, de la noche misma, de ahí el título de la novela. Cuando sucede el asesinato de su hijo, entre las primeras cosas que dice es que renuncia a la poesía. Un año después aparece esta novela que ya tenía trabajada. ¿Tiene algún caso seguir creando? La poesía, el acto de hacer poemas, ya está muerto para mí. Está en silencio, en el silencio que es de donde emana y se concentra la palabra. El significado viene del silencio. Yo estoy de ese lado. Por fin entiendo algo a lo que me resistía, y que probablemente muchos poetas nieguen. El caso más extremo es Paul Celan. A mí siempre me impresionó una frase de Adorno que dice: “Después de Auschwitz no es posible volver a escribir poesía”. Después de la muerte de mi hijo entendí que volver a escribir poesía era un acto frívolo. Sin embargo, tengo un libro de poemas por entregar y termina con el poema de mi hijo. Me falta revisarlo, corregirlo y llenarme de mucho valor, porque tengo que entregarlo como prometí. Pero siento que frente a eso sólo queda el silencio, por lo menos cuando uno lo ha vivido plenamente. Yo admiro muchísimo a Paul Celan; quizás en mi libro Tríptico del desierto haya mucho de él. De hecho, su título original era Los restos. L
sábado 9 de junio de 2012 b09
LABERINTO
en librerías
Blonde
Últimas sesiones con Marilyn Joyce Carol Oates Alfaguara México, 2012 933 pp.
B
londe no es una biografía, advierte su autora. No es un documento histórico sino una novela donde la realidad cede su lugar a la ficción para mostrar sin tapujos la fragilidad de su protagonista, una muchacha llamada Norma Jeane que, sin pretenderlo, se transformó en Marilyn Monroe, la más grande estrella cinematográfica del siglo XX, un mito sexual y una mujer insegura cuya muerte —el 5 de agosto de 1962— ha suscitado las más diversas especulaciones. La relación con su madre, sus amantes, sus maridos, sus psicoanalistas, su infructuosa búsqueda de la felicidad y el amor, todo se muestra en este libro donde, con frecuencia, Marilyn es paradigma del desamparo con sus abortos, adicciones, crisis emocionales y tentativas de suicidio. El oropel y la crueldad de Hollywood no podían faltar en este retrato —tan preciso como descarnado— de quien Truman Capote llamó “una adorable criatura”.
Cárceles imaginarias
Michel Schneider Alfaguara México, 2012 433 pp.
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on motivo del cincuenta aniversario del fallecimiento de la estrella de Vidas rebeldes, con Blonde aparece también la novela Últimas sesiones con Marilyn, donde se cuenta su relación con Ralph Greenson, uno de los más prestigiados analistas de Hollywood en los años sesenta. Fue él quien llamó a la policía para avisarle de la muerte de la actriz; la había tratado durante los últimos treinta meses y estaba al tanto de las penumbras en que vivía. Estaba desesperado, su terapia no daba resultados y ella se acercaba cada vez más al abismo. “La verdad es que está muy, muy enferma. No veo ninguna solución capaz de darle a Marilyn la serenidad que busca”, le escribió Greenson a Anna Freud, quien la había psicoanalizado en el otoño de 1956. Con una amplia documentación, Schneider construye un relato sobre el derrumbe de la estrella pero también de su terapeuta, para muchos culpable de su muerte.
La profecía de la memoria: ensayos alemanes
Luis Leante Alfaguara México, 2012 355 pp.
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ice el narrador-personaje de esta novela que “el paso del tiempo no debe servir para enterrar la memoria de los acontecimientos y de las personas que nos precedieron”. Bajo esta premisa, emprendemos un viaje hasta junio de 1896. La fecha representa un momento clave en la historia del anarquismo catalán y oculta un enigma: ¿quién perpetró el atentado contra la procesión de Corpus Christi en Barcelona que arrojó doce muertos y un centenar de heridos? La pregunta importa porque el atentado signó el destino de Cataluña hasta el inicio de la Guerra Civil. Con mano de fabulador, Leante pone en pie una trama que se mueve por Montjuic, Manila y Valparaíso. Pero no todo su interés descansa en el pasado: una vez que estamos por llegar a las últimas páginas descubrimos que los seres que habitan el presente son lo que sus antepasados, por apego a los ideales y a la derrota, dejaron de ser.
Papel revolución y otros poemas Víctor Manuel Mendiola Ediciones del Ermitaño México, 2012 62 pp.
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esde la mera cotidianeidad —una cocina, un jardín casero, un salón de clases, la cabina de un avión— o desde la vuelta franca a la tradición renacentista —el soneto como recipiente de los misterios del mundo—, Víctor Manuel Mendiola ha concebido un libro en el que dominan el fulgor erótico y el asombro ante el paisaje urbano o los objetos más comunes: el pensamiento adquiere la consistencia de la piedra, el ombligo femenino se despliega como un nudo, la historia broncínea yace derrotada por la poesía. Uno de los convidados de lujo a este libro es la transparencia, no menos difícil de alcanzar que el verbo frondoso y exuberante. Con mano suave, Mendiola es capaz de iluminar cualquier zona intransitable u oscura. Escuchemos, por ejemplo, en silencio: “El ombligo es un nudo entre dos nudos:/ arriba está la soga desatada de tu lengua,/ abajo la empapada cuerda oculta de tu sexo”.
José María Pérez Gay Cal y arena México, 2011 269 pp.
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no solo de los textos que integran este libro basta para confirmar que José María Pérez Gay es nuestro germanófilo mayor: el que dedica a Walter Benjamin y su tiempo, donde retoma lo que han llamado el ensayo narrativo de corte histórico, un género caro a escritores de esas latitudes como Peter Gay. En este escrito, Pérez Gay hace un recuento histórico de Alemania que arranca con el periodo previo a su unificación, encabezada por Prusia y su primer ministro Otto von Bismarck, la figura política más destacada antes de Adolfo Hitler, con quien aparece el segundo Reich. Tratándose de Benjamin, no podía faltar la cuestión judía. Aquí el autor deja muy clara su influencia en el terreno intelectual, tanto artístico como científico, que contribuyó a la grandeza alemana. Pero no todo es pasado y otros ensayos a destacar son los dedicados a Martin Heidegger, W.G. Sebald y Peter Slöterdijk.
Revista de la Universidad de México Nueva Época/ Número 100/ Junio México, 2012 112 pp.
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úmero dedicado a Carlos Fuentes, muerto el pasado 15 de mayo. Justo homenaje a un escritor infatigable, autor de una obra que le valió numerosos reconocimientos dentro y fuera de México. La edición comienza con un texto de Fuentes: “Sobre Alfonso Reyes”, incluido en su libro Personas, donde habla de la perenne infelicidad del autor de Visión de Anáhuac a partir de la muerte de su padre, el general Bernardo Reyes, de su trabajo como diplomático, de su relación con Borges y de los ataques que sufría en México por parte “de los chovinistas irredentos, los escritores inferiores, los resentidos”. Participan Elena Poniatowska, Jorge Volpi, Julio Ortega, Emmanuel Carballo, Gonzalo Celorio, Hernán Lara Zavala, Vicente Quirarte, Ignacio Solares, Adolfo Castañón, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Anamari Gomís, Guadalupe Alonso, José Gordón y Rogelio Cuéllar, entre otros.
Roth, Klíma y las palabras LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL
Iván Ríos Gascón thewhitesubway@yahoo.com
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aseaba por el bulevar comercial de Praga sin entender una sola palabra en checo, sus pasos lo llevaban a los quioscos donde años atrás los escritores proscritos por el régimen se ganaban la vida vendiendo cigarrillos, barriendo calles, limpiando las vidrieras, quizá recordó a Tomás, el médico de La insoportable levedad del ser que, precisamente, fue orillado a sobrevivir lavando las ventanas de viejos edificios, pero a sus ojos, esa ciudad lo invitaba a desentrañar la esencia de un territorio inaprensible para el forastero: la verdadera dimensión del espíritu kafkiano, la valentía de los narradores para difundir sus obras a través de la samizdat (autoediciones clandestinas que circulaban en pequeñísimos tirajes y que reunían lectores desde la publicidad de boca en boca), el ímpetu de los artistas para seguir creando pese al hostigamiento y la miseria, la asombrosa capacidad de recuperación de una sociedad repentinamente liberada. Cuando llegó a la sede del Foro Civil, una multitud lo sacó del trance que dirigía sus pasos. Recordaba los comentarios de Helena Klímova, esposa de su amigo Ivan Klíma, acerca del espantoso aumento de neuróticos y la agradable disminución de los psicópatas, una cuestión que podríamos explicar con esta idea: toda revolución provoca un estallido de venenos psíquicos cuando se destapa la olla en que el despotismo mezcla al odio y la cordura. Perplejo ante la muchedumbre que asomaba a un escaparate y reía a carcajadas, intentó descifrar lo que rugían los altavoces pero era imposible, no sabía nada de checo, después consiguió mirar lo que pensó que era una película cómica, una película de Chaplin. Dos televisores mostraban a Milos Jakes, el antiguo secretario general del Partido Comunista Checo, improvisando un discurso en una sala vacía. El gentío no
se reía de sus sandeces sino del pésimo manejo de la lengua, el desprecio que le obsequiaban a Jakes provenía de su deplorable incapacidad para expresarse y, súbitamente, Philip Roth comprendió que no hay nada más abyecto que un político torpe, estúpido e ignorante, el pueblo no perdona a los palurdos. Era 1990. La ocupación rusa había quedado atrás, Václav Havel estaba en el poder, y Roth se reuniría con Ivan Klíma, presidente del PEN Club checoslovaco, autor de una novela contundente, Amor y basura, que a Roth le parecía la perfecta contraparte a La insoportable levedad del ser. Lo que hablaron esclareció sus impresiones. Klíma le explicó cabalmente la complejidad ontológica que engendra la dureza extrema de un gobierno, la virtud de la literatura como justa balanza de esas emociones, la razón por la que muchos checos menospreciaban a Kundera (ciertamente porque al huir de Praga y de su destino eligió la levedad) y la grandeza de Kafka como un autor que consiguió rebasar la esfera suprapersonal. Roth quedó maravillado. Tal vez recordó lo que escribió un año atrás, a propósito de otro Philip, Guston: “El terror puede resultar aún más desconcertante cuando previamente ha sido macerado en una farsa que todos conocemos porque la hemos soñado en nuestros propios sueños o porque nos lo han soñado escritores como Beckett o Kafka”, ese horror tan peculiar que Roth ha sembrado en sus magníficas novelas, El mal de Portnoy, Me casé con un comunista, El teatro de Sabbath, Pastoral americana, La conjura contra América, el horror, siempre el horror para recordar a Joseph Conrad, ese horror que antecede a la agonía, que no debe mencionarse porque, al fin y al cabo, “las palabras por lo general sólo sirven para echarlo todo a perder” (Epílogo de Operación Shylock). L
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MILENIO
teatro FERNANDO CRUZ
El náufrago se presenta de jueves a domingo en la sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque
Ulises contemporáneo El náufrago es una puesta al día del antiguo mito griego. No desdeña la intervención del destino, aunque encarne en una psicoterapeuta TEATRO Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com
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ragmentos de la obra de Marguerite Duras, Fernando Savater y Harif Ovalle conforman El náufrago, puesta en escena en la cual las palabras, el mar y la ausencia son el punto de partida y llegada de personajes que emergen del abandono transformados por su circunstancia. Dos actores y dos actrices evocan la partida de un hombre, los estragos que este acto deja en su hijo y esposa, la reacción que él tiene a su vuelta y la respuesta de una psicoterapeuta que se torna frágil ante su paciente. A cargo de la Compañía Teatro que Danza, el montaje en el que Harif Ovalle escribe, actúa y codirige con Gabriela Pérez Negrete —quien también es intérprete— es un trabajo en el que los personajes hablan esencialmente entre sí, exponen su situación
pasada, su presente y el atisbo de lo que esperan sea su futuro, sin necesidad de mayor elemento escenográfico que un rígido telón de fondo diseñado por Jorge Kuri Neuman que evoca la profundidad del mar y cuyo movimiento casi imperceptible hace que los personajes —que inician alineados en diagonal, de espaldas al espectador— terminen de cara al público a unos pasos del proscenio. El hombre que años atrás se hizo a la mar y vuelve a su país —cuando lo han declarado muerto— con la idea fija de recobrar lo que piensa le pertenece, se encuentra con un hijo y una esposa que han dejado de ser parte de su vida sin que él esté dispuesto a comprender lo que en ellos ha generado la distancia y el tiempo. Este Ulises contemporáneo, despojado de la piel heroica que posee el personaje griego de La Odisea y poseedor de una soberbia que lo enceguece, habla en lenguaje poético a un hijo que no comparte sus
ideales políticos ni sus ansias de gobernar, a una esposa que se ha despojado del espíritu de Penélope, y a una psicoterapeuta que señala deudas de conciencia a quien quiere ser inmortal. Como si los personajes fueran parte de un mar que los transforma y determina, que los succiona o arroja a un acantilado para luego recoger sus despojos y articular sus piezas internas para devolverlos a la playa una vez más, el hijo, la madre y el padre remiten a la marea de nuestros agobios actuales, ante el silencio, la espera, la necesidad de unas palabras, una señal o una explicación que jamás llega. Como si la salvación fueran las estrellas y la espera hasta la aparición de una certeza, los personajes, víctimas de abandono, buscan su ruta más allá de lo que propone el destino. El náufrago tiene el valor de las palabras bien elegidas, la posibilidad de contar una historia similar a la griega con un giro cercano y la inclusión de un personaje que se ha vuelto clave en la vida de infinidad de personas: la terapeuta-coro que en este caso señala, cuestiona, subraya e intenta formar parte del desenlace. Gabriela Pérez Negrete, Harif Ovalle, Bertha Vega y Ángel Lara, integrantes de la Compañía Teatro que Danza, se dedican a adueñarse de las palabras, a indagar en su alcance, a pronunciarlas de forma que el espectador pueda comprenderlas y sopesarlas y disfrutarlas, por dolorosas o exorbitantes que resulten. Los actores, que sin necesidad de mobiliario, proyecciones o elementos de utilería traen a la escena imágenes de un dique, una embarcación que se aleja hasta borrarse en el horizonte, o de un niño que atesora y se aferra a la constelación de Aries, comparten lo que vivieron y lo que pasa por la vida de sus personajes a través de la memoria que de ellos se han construido. Así es como madre e hijo en evolución, padre y terapeuta en involución, forman parte de ese océano que ha dejado marcas de un proceso en apariencia estático en el desamparo, pero que nunca ha dejado de continuar su propia ruta. El diseño de audio de Xicoténcatl Reyes resulta imprescindible para esta sumersión en el sonido de las olas que rompen o en el musitar insondable del océano. El vestuario de Estela Fagoaga —azul para madre y padre, como si el mar fuera parte de su vestimenta, con una línea naranja a la espalda, cual límite que se ha excedido; blanco para la terapeuta y gris-negro para el hijo que parece portar un chaleco salvavidas— cierra el círculo coherente de este montaje que cuenta con la asistencia de dirección de Damián Cordero, de producción de Pablo Silva y de vestuario de Monserrat Mejía. El náufrago es una iniciativa de teatro joven, que apuesta por la palabra y la actuación, que elige los elementos indispensables para expresar lo que necesita decir y acude a los miembros de la compañía tanto para la escritura como para la dirección de escena y la actuación. Se trata de un trabajo limpio, que cumple con sus objetivos y que se disfruta. Sin embargo, convendría que el grupo evaluara la necesidad de una mirada externa en cuanto a estructura dramática y dirección, de modo que alguien menos involucrado con el proyecto, o un miembro del mismo equipo que sólo cumpla con una labor, pueda detectar y solventar detalles que —a partir de lo logrado— consigan afinar aún más el trabajo realizado. L
LA PUERTA ESTRECHA CORTESÍA PRODUCCIÓN
Un thriller mexicano Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com
A
guaSangre, el más reciente montaje de Estela Leñero, conforma una sinfonía de temas como la violencia, la mediocridad, la ambición, la culpa, la espiritualidad, la mujer y el sacrificio. Se parte de la mitología prehispánica para crear una metáfora de la corrupción en México como un estilo de vida a través de cuatro personajes: una pareja de ceramistas, un policía y una mujer herida. Muchos son los paralelismos que se entablan entre nuestros antepasados y el presente. En principio, se abordan las historias de las mujeres sacrificadas en la época prehispánica —a quienes echaban al agua para obtener lluvia y mejores cosechas— para compararlas —dice la dramaturga— con aquellas que hoy encontramos descuartizadas en bolsas de plástico o golpeadas en sus casas. Éste es el hilo conductor de AguaSangre, donde vemos a una mujer crucificada que renace en muchas: en la pieza prehispánica, en el alma que se apropia del cuerpo de los muertos, es también la mujer del policía. Los personajes están unidos por sus creencias (o aspiraciones) religiosas, pero también por el tráfico de esculturas prehispánicas. Parte de la historia está basada en Brígido Lara, quien en la década de 1970 fue acusado de traficar con antigüedades. Nuestro personaje no sólo vende las esculturas sino que construye piezas para que los dioses las habiten. Desde una concepción ancestral, la muerte parece instalarse en la vida de los personajes llevándose el amor y la ternura. En este país —es decir: en esta “ficción”— sólo ha quedado la violencia.
Escena de AguaSangre de Estela Leñero
Compleja en su estructura y situada en el género del thriller, con un lenguaje coloquial y con la utilización de recursos como pantallas y videos, Estela Leñero apuesta a que esta obra mantenga un equilibro entre las ideas, la fantasía y los sentidos: su teatro no actúa únicamente en la razón, también juega con los sentimientos: sus dramas conmueven y al mismo tiempo animan a la discusión, al pensamiento. AguaSangre forma parte de una trilogía publicada en 2008 por Ediciones El Milagro, bajo el título Lejos del corazón, cuyo denominador común
es el conflicto que se establece en las relaciones familiares —el poder— y el anclaje con el pasado. Así como en AguaSangre se establecen paralelismos históricos, en las otras piezas se establecen con el teatro griego. Y así como en AguaSangre Leñero explora la condición de las mujeres, lo ha hecho también con obras como Soles en la sombra, montaje de la Compañía Nacional de Teatro. AguaSangre se presenta en el Foro Experimental del Centro Nacional de las Artes y éste es el último fin de semana. La puerta estrecha se ha cerrado. L
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LABERINTO
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cine Carlos Bolado
“No solemos reflexionar sobre nuestra historia” Detrás de Colosio: el asesinato hay una investigación exhaustiva. Pero el espectador debe tener presente que se trata, sobre todo, de una ficción ENTREVISTA CORTESÍA PRODUCCIÓN
gonzalezjordan@gmail.com
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l 23 de marzo de 1994 Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia, murió acribillado. El atentado generó muchas hipótesis que iban desde la intervención de un asesino solitario hasta un complot ideado en las altas esferas del poder. Con dieciocho años de distancia, Carlos Bolado presenta su filme Colosio: el asesinato —envuelto en una estela de polémicas— que reconstruye e interpreta los hechos. ¿En qué consistió la investigación para la película? Leímos el informe completo que la fiscalía entregó en el año 2000. Además, revisamos libros, videos, viejos programas de televisión, y realizamos una importante indagación hemerográfica. Conté con la ayuda de dos historiadores a los que pedí materiales determinados. ¿Es la hipótesis de Carlos Bolado sobre lo que sucedió? Es la hipótesis de los escritores, los productores y yo. Buena parte de la historia se basa en el informe de la
No es fortuito que la película se exhiba en plena contienda por la Presidencia… Hay una intención de recordarle ciertas cosas a la gente. Vivimos un momento en el que los espectadores están más sensibilizados con respecto a la política. Si la estrenamos en octubre, no se cuánto éxito podría tener. Creo que funciona como película pero también como discurso. Le habla a todo tipo de espectadores, al adolescente que gusta del thriller pero también al público politizado. ¿Reconoce que es un recordatorio, una advertencia ante la eventual posibilidad de que el PRI gane la Presidencia? Es un recordatorio sobre quiénes fueron los que ostentaban el poder. Si no nos ponemos alerta, podemos repetir ciertas situaciones. En este sentido, es importante que se aclaren las cosas y que haya transparencia.
Enoc Leaño interpreta a Luis Donaldo Colosio
Carlos Jordán
Creo que la razón se encuentra en el momento. Teníamos un tipo de gobierno, la gente tenía miedo, había mucha autocensura, poca transparencia. Los protagonistas no querían hablar. No solemos reflexionar sobre nuestra historia. Para crecer, debemos cambiar esa costumbre. Culturalmente, tenemos muchos vicios y nos falta releer la historia. No sólo está el caso Colosio. Falta, por ejemplo, una película sobre las elecciones de 1988.
fiscalía y a partir de él sacamos conjeturas. Nuestras aportaciones a la ficción fueron los personajes interpretados por José María Yazpik y Kate del Castillo, y el asesino encargado de quitar del camino a los implicados. También hubo personajes a los que les dimos otra dimensión. Me refiero, por ejemplo, al inspector tijuanense que realizó una investigación paralela. Recuperamos también el testimonio de un chileno. Utilizamos situaciones reales para argumentar nuestras hipótesis. ¿Por qué aludir a personajes de la política mexicana y no atribuirles sus nombres reales? Pienso, por ejemplo, en Córdova Montoya. Porque son personajes inspirados en uno o varios funcionarios. Es cierto que hay alguien similar a Córdova Montoya, pero me interesaba mostrarlo como un asesor al estilo de Richelieu. No se trata de tomar a alguien para acusarlo. No puedo hacerlo; para eso está la fiscalía. Hay una alusión muy clara a Fernando Gutiérrez Barrios… Su imagen me sirvió para mostrar a alguien que sabe cómo funciona el sistema. Quizá tú reconozcas en el personaje a Gutiérrez Barrios, pero es probable que un chico de 18 años no pueda ubicarlo. Para abordarlo nos inspiramos en la película JFK. No olvidemos que estamos ante una ficción, no un documental; por eso no empleamos nombres reales sino alusiones. ¿A qué se debe que nos tardemos tanto tiempo en revisar la historia reciente a través del cine?
¿Cuál es su opinión respecto a que Conaculta se brincó a Imcine para entregar los recursos? Creo que Conaculta puede producir la película que quiera siempre y cuando no afecte los fondos de Imcine. Su misión es producir cultura e identidad, no importa si apoya una película o un ballet. Preguntar si hay fines partidistas o de lucro es una discusión válida pero de la que prefiero mantenerme al margen. Ahora bien, no sé si hubo apoyo directo de Conaculta: contribuyeron los Estudios Churubusco y hubo muchos otros coproductores. ¿Qué habría sucedido sin la inversión de Conaculta? No habríamos llegado; habríamos tardado un año más. Pero se puede interpretar que el interés de su estreno tenga que ver con que es una película antipriísta… Si haces una película de la historia reciente de México es muy difícil no ser antipriísta. A mayor educación, mayor alejamiento del PRI. Yo sólo soy un cronista. ¿Qué esperan? ¿Que juzguemos los hechos benévolamente? Cualquier güey que haga una película que tenga que ver con política entre 1930 y 2000 deja mal parado al PRI. L
HOMBRE DE CELULOIDE CORTESÍA PRODUCCIÓN
Reygadas y Dante Fernando Zamora @fernandovzamora
T
oda crítica exige axiología, es decir, una filosofía del valor. Emitir críticas resulta difícil en una sociedad que piensa que sus valores son subjetivos y siempre opinables, pero yo estoy convencido de que el cine se mueve en el área de la belleza que, se quiera o no, es trascendental. Decir “esto es bello” es tanto como decir “esto es bueno” o “esto es verdadero”. Lo anterior no significa que cada espectador no tenga percepciones distintas de cada obra. Uno se adecua a la verdad, no la verdad a uno. Emitir una opinión estética compromete al emisor porque todos sus valores se involucran en el reconocimiento (o no) de un hecho relacionado con la belleza. Si yo digo: “Dante es un mal poeta”, el problema es mío, no de Dante. Si procurara ser serio en esta apreciación debería justificarla con unas 3 mil páginas (el cálculo es de Eco) desarticulando opiniones, influencias y revisiones del poeta florentino. La cosa es más simple si afirmo “Reygadas es un mal cineasta”. Esto no significa que no haya admirado momentos de Reygadas antes de que su última película, Post Tenebras Lux , le diera el premio como mejor director en la pasada emisión del festival de Cannes:
Japón (con todo y su narrativa de estudiante de cine) tenía una magnífica escena final y era prometedora. Batalla en el cielo era inquietante pero artificialmente escandalosa y Luz silenciosa es magnífica (aunque ya Dreyer la había filmado en 1955 con el nombre de Ordet). En este cuadro faltaba Post Tenebras Lux para poder juzgar completa la obra de Reygadas. Post Tenebras Lux muestra claramente que él, cuando no roba, es mediocre. Todas sus buenas ideas son plagios. No es que a uno le importe el robo; Picasso robaba, pero con su prolífica cleptomanía hizo crecer al arte, cosa que Reygadas todavía no consigue. Y aunque él se complazca en que la crítica lo desprecie, habrá que recordarle que un crítico acreditado en Cannes ha visto seguramente más filmes que Reygadas toda su vida. Por otra parte, el público se duerme en sus películas pero hay que decir también que muchos de sus compañeros directores están fascinados con él. Como sea, su balance es malo. Reygadas no puede presumir aún de haber pasado al futuro. Del futuro nadie sabe nada. La primera secuencia de la autobiográfica Post Tenebras Lux es tal vez la escena más hermosa de todo Cannes en el 2012. Pero la cosa decae tan rápido que no hay momento en que coincidan forma y fondo. Post Tenebras Lux marea, el filtro provoca dolor de cabeza y en general la película recuerda la Merda d’artista de Piero Manzoni. En los años sesenta el arte encontró, en los excesos, el límite de la estética. Hoy no basta escandalizar para creerse genial.
Post Tenebras Lux. Dirección Carlos Reygadas. Guión Carlos Reygadas. Fotografía Alexis Zabe. Con Adolfo Jiménez Castro, Nathalia Acevedo y Willebadlo Torres. México, Alemania, Holanda, Francia, 2012 Si digo que Dante es un mal poeta el problema es mío. No sucede lo mismo con Reygadas porque (por más que él no lo crea) la historia del arte está lejos de haberlo consagrado. Yo lo que creo es que el director no ha dejado de ser un diplomático. Que haya ganado en Cannes habla más de sus relaciones públicas con Arnold y Peck que con el cine como arte. L
12 b sábado 9 de junio de 2012
varia TOM BURR
JAVIER GARCÍA
Gravity moves me
#YoSoy132 y sus “provocadores”
En defensa del arte contemporáneo
ARCHIVO HACHE
CASTA DIVA
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
O
ficialmente el movimiento #YoSoy132 surgió cuando P. J. Coldwell, dirigente del PRI, dijo que quienes impugnaron a Peña Nieto en la Ibero no eran “representativos” de los universitarios; y se les acusó de porros. 131 estudiantes youtubearon sus credenciales. Miles se sumaron. #YoSoy132 se veía venir desde meses antes en Twitter. Prácticamente ¡a diario! trending topics anti-Peña Nieto y anti-Televisa. Decenas de miles de mexicanos hartos de cobertura parcial. Las televisoras no cubrieron debidamente la metida de pata de la FIL en el 2011 que para esta generación balconeó al candidato puntero. Tampoco se cubrió el retuit de la hija de Peña Nieto que decía: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian!” Como tampoco la incongruencia de un Peña Nieto basado en el “compromiso” mientras su ex mujer tuiteaba que no le había cumplido a ella y a su hijo. Así fue cocinándose un intenso reclamo cultural contra los medios y Peña Nieto, quien además se negaba a foros y se acogía a teleprompters, acarreados, bots y encuestas. Si la Ibero fue la gota que derramó el vaso del #YoSoy132, el primer debate dio al penúltimo provocador: AMLO. En Twitter se esperaba un triunfo contundente suyo. Pero AMLO no supo hacer knockout. Lento, errático y con fotos volteadas. Al ver su falta de contundencia, los tuiteros
—Amlovers, y ojo: panistas y antipriístas— decidieron hacer lo que AMLO no pudo: yugular de Peña Nieto. Si AMLO hubiera noqueado no se hubiera levantado un #YoSoy132 de tanta fuerza. Fue el fracaso del candidato opositor lo que provocó una campaña electoral alterna. Gran ofensa contra las culturas alternativas de tuiteros y estudiantes: Quadri convertido en candidato “alternativo” y la playmateIFE-edecán como Notición del post-debate. Otro chispazo fue Carlos Loret de Mola calificando de “pedacito”, “grupito” que “no es una muestra de la realidad” a los tuiteros anti-Televisa. En fin: en mayo se picó tanto su cresta que internet salió a la calle. Los “provocadores” principales fueron los medios. Que no quieren o pueden verlo. Y cuyo rol críticoinformativo, esta ciudadanía decidió tomar por su cuenta. En un mundo de primaveras virales, las teorías de compló resultan viscerales. Los medios olvidaron algo: satanizando y ninguneando a redes sociales y estudiantes provocaron las marchas de una generación cuya vida gira en torno a informar y estar informados. Una generación adicta a info actualizada, accesible, con varios puntos de vista críticos —¡caray, como todo foro de internet!— y que al ver agredido ese constitutivo derecho a la información tomó las c@lles. Lección: hay silencios y sesgos que se podían con los televidentes de la Era Zabludovsky que no se deben intentar con los usuarios activos de la Era de la Información.com. L
Avelina Lésper www.avelinalesper.com
E
l autollamado arte contemporáneo, que goza del poderoso cobijo de las instituciones y de la servil y oportunista visión de la crítica, se siente acosado por los que en él no ven las revelaciones que afirman sus textos curatoriales. Injustas acusaciones. Los apóstatas no aceptan que la nueva experiencia estética exige un cambio de actitud ante el arte: la apariencia visual de la obra ya no es importante. El arte es una idea que se aplica a cualquier objeto y, es más, al vacío mismo. El reino de la razón y de lo visible ha desaparecido para dar paso al reino de la fe. Dice Arthur Danto que entre un objeto de arte y un objeto de uso común no existen diferencias visibles para el espectador; hay diferencias filosóficas, ontológicas, y clama desde su púlpito teologal: “su divinidad se remite a una cuestión de fe”. Para ver la diferencia entre una caja de Brillo de Warhol y otra del supermercado hay que creer que la de Warhol es arte. Ya no hay arte, hay creencias. La filosofía se acomoda dócil y flexiblemente a cualquier objeto para hacerlo una obra de arte. ¿Que no lo entienden? No ven que la reluciente y sublime aura de una instalación de revistas rotas está en el precio estratosférico, en el nombre del artista que hace de un montón de escombros un portento con mensaje social incluido. El arrobo, el éxtasis, la conmoción que despierta un letrero de luz neón está en que su presencia física sufre una trasfiguración milagrosa por su explicación ontológica. La revelación de que eso es arte se derrama de la tesis curatorial, de la intención del artista. Este es el arte revelado por excelencia. No es imperioso crear: el mundo ofrece las cosas que los artistas deben apropiarse. Para qué pintar unos zapatos aportando otra visión de ellos, para qué pintar un cadáver creando algo distinto si los zapatos y el cadáver están ahí, listos para ser arte: readymade. Ya existe la única visión del mundo que el espectador y el artista necesitan. Basta
con que un arrogante dibujante se sienta artifex y rete a Dios creando algo que no existe. La realidad ofrece millones de objetos fabricados en serie; el artista tiene derecho a ser dependiente de estos objetos y negarse a crear algo extraordinario. Dejemos atrás las técnicas, linchemos a los artistas geniales y con talento, a los creadores independientes y libres de las modas. Ha llegado la democracia, el advenimiento de la felicidad: la educación artística es prescindible, el arte está dado. Gabriel Orozco pone a alumnos de arte a barrer el piso de un edificio vacío en la IX Bienal de La Habana. Esa “obra” es considerada la mejor de la Bienal. ¿Por qué atacar una expresión que además de estar de moda es el nuevo lujo de los millonarios que no saben cómo demostrar su riqueza? Este arte capitalista es la apología del despilfarro excéntrico. Por primera vez en la historia del arte un artista recibe cantidades increíbles de dinero por no hacer arte: periódicos arrugados, ropa intervenida, juguetes de feria, acciones mínimas, gestos invisibles, cotizados en cientos de miles de euros, y lo más increíble, el cielo recobrado, los coleccionistas los compran. En este panegírico del consumo, el mercado es el árbitro que rige la concepción de lo que sí es arte y lo que no es pero los escépticos rechazan que el mercado sea la verdad absoluta. ¿Por qué niegan el valor espiritual del dinero? ¿Por qué niegan que algo sin valores estéticos tenga valor ontológico y económico? ¿Por qué rechazan que la filosofía se venda como se vende un tiburón en formol? Qué idealismo trasnochado esto de querer que el arte sea algo visible, que el arte no sea un ejercicio especulativo que se apoya en una burocracia que sin estas obras estaría en la agonía del desempleo. El arte contemporáneo no es un arte farsante; es un “arte” que da trabajo a curadores, que otorga becas para que alguien coleccione postales, que no pone en aprietos a las instituciones, que da la oportunidad a miles de personas sin talento para que sean ricos y famosos. Con tantas bondades merece que lo defendamos. L