Laberinto
David Toscana Yo marcho, tú marchas, él marcha página 2 Fabián Casas Poesía página 3 Adriana Díaz Enciso Refugios página 8 Emmanuel Carballo El libro perdido de Valle-Arizpe página 9
N.o 476
sábado 28 de julio de 2012
El desternillante epistolario gonzo
J. M. Servín Página 4 RICHARD AVEDON
(1926–1962)
Marilyn Monroe Página 6
MILENIO
02 b sábado 28 de julio de 2012
MILENIO
antesala DE CULTO
ESPECIAL
Yo marcho, tú marchas, él marcha
Jurek Becker
Humor… entre líneas
TOSCANADAS ESPECIAL
David Toscana dtoscana@gmail.com
U
no de los movimientos sociales más ingenuos que ha visto la historia es el de Ocupar Wall Street. Muchachitos bien portados y ordenados que hasta recogían su basura. Se sentaban en una plaza, soltaban alguna cantinela y sanseacabó. ¿A quién presionaron? A nadie. ¿Qué cambiaron? Nada. ¿A quién ridiculizaron? A ellos mismos. Lo curioso es que hubo una respuesta opresora y hasta violenta por parte de las autoridades sólo para dejar claro que la tierra de la libertad hace mucho que dejó de ser la tierra de la libertad. Esos chicos saltaron de sus poltronas televisivas a las plazas públicas. Llevaban en la cabeza una idea tan guanga como aquella contra la que supuestamente luchaban. No habían leído a su propio Henry David Thoreau y seguro sólo conocían a Gandhi los que vieron la película. Si a esos chicos les hubiesen encargado la toma de la Bastilla, ahora en Francia gobernaría Luis XXXII. La espontaneidad, la nobleza de las intenciones e incluso las agallas son poca cosa para lanzarse a un movimiento social. Hace falta inteligencia, mucha inteligencia. No por darle un manotazo a las piezas del contrario se siente que se ganó la partida de ajedrez. Ahí está el hombre de Tiananmen. Un ejemplo de valentía. Una inspiración para todos. Y sin embargo, es probable que hace más de veinte años haya recibido un balazo en la nuca en alguna prisión oscura sin que nadie diera la cara por él. Ahí están los españoles. Salen con mucha frecuencia a las calles, ¿y quién les hace caso? ¿Es que no acaban de entender que buena parte de los Estados
Marco Lagunas b marclagcan@yahoo.de
son crimen organizado? ¿De veras creen que ir a una plaza a gritar consignas le quita el sueño a un pillo profesional? En México hay plantones que se han prolongado por años. ¿Y qué reciben además de las promesas de un funcionario segundón? Ahí está el gober precioso que se rio en la cara de los poblanos cuando hicieron un par de marchitas para solicitar su renuncia. Antes se decía que a los políticos, como a las moscas, se les mataba a periodicazos. Ya ni siquiera la prensa tiene ese poder. ¿Cuántos periodicazos les tiraron a los Larrazábal en Monterrey y siguen tan campantes? ¿Cuántos en Coahuila a Moreira? ¿Cuántos…? La lista es interminable. Las marchas, los plantones, los periodicazos, los discursos, las columnas en medios más o menos independientes, las críticas en redes sociales, a todo eso se volvieron inmunes las gentes de mero arriba, sean políticos, banqueros, narcos o empresarios. Además, aun si se reúnen 300 mil personas en una plaza, el político de colmillo retorcido dirá: Aquí faltan al menos otros 110 millones de mexicanos. Cualquier movimiento social debe al menos asegurarse una buena cantidad de ideas en las cabezas de sus miembros; una buena cantidad de libros. Ya como mínimo, que todos sus integrantes lean a Sun Tzu. ¿Qué importan mis buenas intenciones si no conozco el punto débil del oponente? ¿Dónde le pego para que le duela? ¿Cómo hago para derrotarlo? ¿En qué términos defino mi victoria? A gringos, franceses, españoles, griegos, mexicanos y tantos otros que en el mundo convocan a marchas multitudinarias hay que decirles que ya se inventen otro truco. L
L
a Historia, así, con mayúscula y gesto grave, gira en torno a Hitler, Stalin, Churchill; a la II Guerra Mundial, el gueto de Łódz, los campos de concentración de la Alemania nazi, la República Democrática Alemana, el Muro de Berlín… ¿Y la historia del novelista Jurek Becker (1937-1997), así, con minúscula y sarcasmo en la sonrisa? Es preferible contarla aludiendo a un tiempo indefinido, un lugar indefinido, a personajes indefinidos por un@ narrador@ anónim@, y detrás de él o ella un@ escritor@ indefinid@. Es decir, valiéndose del clásico inicio de los cuentos de hadas: había una vez… ¿El tiempo se sale así de sus goznes? Tal vez, pero no importa. Había una vez un niño que creció en el gueto de Łódz, olvidó el polaco, su lengua materna, perdió sus recuerdos de la infancia: su madre moría de anemia apenas había alcanzado la libertad. Ese niño se hizo un escritor alemán famoso, un importante guionista para la radio y el cine, ¿un mitómano profesional? Nutrió su primera novela, Jakob el mentiroso, con pedazos de memorias de quienes vivieron en el gueto, pues quería devolver su historia a ese tiempo de donde la había tomado, aunque más bien distorsionada, es decir, dejando caer en ella el dolor de no poder recordar. Si hubiera querido escribir la Historia con mayúscula podía haberse interesado por una figura tan siniestra como Chaim Rumkowski, el colaboracionista presidente del consejo judío del gueto. En cambio, prefirió a Jakob como su gran personaje. Y en cuanto
a los guardias, decidió desdibujarlos, no concederles más que la abstracción de la crueldad. Mientras que los prisioneros están en constante lucha por la vida, se mueven entre la desesperación, la angustia, el suicidio, pero también se cuelgan de los frágiles hilos de la esperanza, la amistad, el amor, y también el humor que provoca una mentira inocente. El narrador mismo, un sobreviviente de aquel horror, ha quedado atrapado por la historia. ¿Acaso sus recuerdos son hechos que le contaron en un campo de concentración o en un vagón de tren para prisioneros y los ha asimilado y elaborado como propios? Lo único que conserva para reír y llorar son las palabras de Jakob el mentiroso, y cada una de ellas forma una historia tan verdadera o más que la Historia real; una con su buena dosis de crueldad y de esperanzas; una que nos mantiene en tensión y con una sonrisa picando los lagrimales. Jurek Becker, el novelista, pero también un árbol lleno de recuerdos, un radio peligroso, una niña curiosa, un jardinerito con una nube entre las manos, un gueto derruido, un tren de carga; un futuro incierto en una época de persecuciones, de censura, de miedo, de asesinatos masivos. En un mundo cruel, la realidad es grotesca, y el gueto de Łódz puede conservar ciertos rasgos autoritarios de la RDA o de la URSS, pero también de las actuales dictaduras institucionalizadas. Jurek, alias el mentiroso, escribe entre líneas para que podamos leer entre líneas y reír entre líneas: sólo así se puede burlar la censura y respirar un poco de aire en libertad. L
EX LIBRIS
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Nana bEKO
Xavier Velasco
El miedo es el padrino del fracaso.
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
El pequeño mecanismo La niña de los acontecimientos Tania Libertad Hechos de momentos en apariencia anodinos, estos versos se guían por la máxima de construir una estética del instante POESÍA
A SALTO DE LÍNEA ARTIDEA.ORG
Fabián Casas
Final
É
ste es el patio donde fui chico. Las baldosas se han gastado un poco y las plantas han crecido por las rendijas de las paredes. En esta soledad de la casa deshabitada tengo la terrible certeza de estar parado sobre una equivocación. No todo es tan duro, ya lo sé; pero convengamos que esta falsedad de tensar los poemas con una catástrofe se ha convertido ahora en mi segunda naturaleza. Cuando veo a la gente besándose en las plazas no puedo dejar de creer en un futuro donde los únicos vestigios del amor serán videos pornográficos.
Una oscuridad esencial
H
ay una oscuridad esencial en esta calle. Un único farol ilumina el contorno y árboles domesticados, altísimos, producen una música de acuerdo al viento. Miro a mi perro, una conciencia a ras del piso que hurga y mea en la tierra, y pienso en mí, hundido en el lenguaje, sin oportunidad, sosteniendo una correa que denota lo que fue necesario para estar unidos.
Goodbye
B
enditos los que no tienen mitologías y se refugian agazapados bajo las lámparas del criadero; benditos los que no saben que la muerte da clases en todos lados y se conforman con una palmada y un plato de comida; benditos los que entran en ese lugar donde los significantes le dan vuelta a la cara a Dios.
L
a poesía de Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) “se distingue por un discurso asordinado y una voz de tesitura neutra”, escribe Hernán Bravo Varela en el epílogo de El pequeño mecanismo de los acontecimientos, de donde provienen los versos que aquí presentamos. Poeta, narrador, ensayista y periodista, Casas es una figura destacada de la llamada Generación del 90 en Argentina. Estudió Filosofía y trabajó como periodista en el diario Clarín, fue editor del diario deportivo Olé y del semanario El Federal. Es autor, entre otros, de los libros Tuca, El salmón y Bueno, eso es todo. En 2007 recibió en Alemania el Premio Anna Seghers.
Braulio Peralta braulioperalta@yahoo.com.mx
T
ania Libertad no deja de recordar a la niña que lleva dentro. Hija de una familia de siete hombres, la cuidaban como la niña de sus ojos. De raza negra y brasileña, mestiza de india y español, peruana de Zaña, creció en Chiclayo. De su padre —un guardia civil que nunca reprimió estudiantes, guitarrista y cantante— heredó la música. “¡Canta con sentimiento!”, le decía su progenitor. Y la niña, de apenas año y medio, salía a la calle y se agarraba la falda de los extremos y cantaba: “Aquilayaaa, aquilayaaa…”. Esa fue su primera canción. Su padre se robó a su madre, de 14 años de edad. Su madre hubiera tenido 16 hijos. Pero las enfermedades gastrointestinales o infecciones terribles en los pueblos perdidos del Perú hacían imposible la vida. Fue en un hospital donde su madre trabajaba de enfermera que la niña pudo alimentarse mejor que sus hermanos. Era la niña que cantaba. Era la niña privilegiada que, en medio de la austeridad, mandaron a un colegio laico, eso sí, porque su padre era ateo. Un día de las madres la vistieron de bailarina española y la pusieron a cantar: “Me dejaron de herencia mis padres, además de la luna y el sool, un vestido cuajao de lunaares, que conmigo todo el mundo corrioó…”. La tararea con esa voz inconfundible que la llevó a los confines del mundo. A los siete años de edad ya ganaba concursos en la radio del Perú y hacía giras por las haciendas azucareras de la provincia. Cantaba con famosos y la anunciaban como
“La voz de oro de Chiclayo, la niña precoz, Tania Libertad”. No siempre le pagaban pues los empresarios huían con la lana. Ella nunca se quejó de privaciones por vivir en un barrio marginal sin agua ni baño interior, porque tenía luz y una radio donde escuchaba las canciones que aprendía para su repertorio. Amaba la radio, a pesar de que le tocaba cargar el agua, con un palito en los hombros y dos baldes al lado, para los quehaceres de la casa. Aquella niña creció y se hizo cantante profesional, rompiendo con la televisión comercial de su patria, negándose a cantar en el Festival de la OTI, radicalizando su postura contra la opresión, convirtiéndose en una cantante que, desde niña, conoció la represión a estudiantes, a las huelgas, la muerte de un tuberculoso. Nadie pensaría que esa cantante es, de profesión, ingeniera pesquera. “De cantante no vas a vivir”, decía su padre. Estudios que nunca ejerció. Vivió su adolescencia bajo la represión machista de padre y hermanos. Empezó su canto de protesta, influida por Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa y Atahualpa Yupanqui, hasta Chabuca Granda y las canciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Se hizo una cantante testimonial. Poco antes de los 24 años Tania se libera del yugo familiar. No es metáfora: jura que la encerraban bajo llave. Un día tomó valor y le lanzó el plato de sopa a su hermano y salió corriendo de su casa. Corrió y corrió y corrió… Es la Tania Libertad que el mundo conoce y que cumple 50 años de cantante. Coda Aunque claro: Marilyn Monroe cumple 50 años de su partida. L
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MILENIO
periodismo
El desternillante epistolario gonzo Quién pone en entredicho que Hunter S. Thompson sea una de las máximas figuras del periodismo estadunidense. Murió hace siete años pero la publicación de una parte de su correspondencia vuelve obligada una nueva visita a su obra incendiaria RESEÑA ESPECIAL
Miembro del movimiento beat, iconoclasta y contracultural
J. M. Servín
E
s muy probable que después de leer el epistolario de Hunter S. Thompson muy pocos duden que es el escritor de la contracultura más importante y radical. Su activismo político irreverente, descabellado, corría a alta velocidad por la autopista de los excesos con todos los riesgos de vivir al límite. Su copiosa correspondencia El escritor gonzo, cartas de aprendizaje y madurez nos abre a su mundo íntimo y muy personal: sobre todo en las madrugadas, luego de escribir sus piezas periodísticas y corregir obsesivamente sus dos únicas novelas (Prince Jelly fish y El diario del ron, Anagrama, 2002), escribía cartas a sus amigos, a sus editores, a otros escritores que él respetaba e impugnaba a la menor oportunidad como Nelson Algren, Norman Mailer, Anthony Burgess, Tom Wolfe, Kurt Vonnegut y William Kennedy. Con éste último tuvo una larga y afectuosa amistad sobre todo epistolar que duró hasta la muerte de Thompson en 2005, en su rancho de Aspen, Colorado, al darse un tiro en la cabeza con una escopeta. Entre otros muchos ejercicios de estilo (relatos cortos, sketches humorísticos, un lúcido manual de periodismo), las cartas además son un manifiesto de su postura política anarquista que hizo llegar entre otros políticos republicanos al presidente Lyndon B. Johnson para mostrarle su oposición a la guerra en Vietnam, o al gobernador Jimmy Carter, mostrándole simpatía. A todo aquel que se cruzó en su camino (cientos de personas que incluían familia, editores, lectores, el líder de los Hells Angels, jefes de la policía y una larga
Hunter S. Thompson El escritor gonzo. Cartas de aprendizaje y madurez Anagrama Barcelona, 2012 502 pp.
lista más de personajes variopintos), Thompson le descargó sin cortapisas y un ingenio diabólico lo que vivía y pensaba. En conjunto, esta antología de cartas es un testimonio de vida de un escritor turbulento y genial, de un activista incansable en pro de las libertades civiles, la despenalización de las drogas, contra la guerra de Vietnam y contra el poder republicano que acaparó la política de su país durante casi dos décadas. Thompson puso de cabeza al mundo editorial de su tiempo a través de su extensa obra que desafió las convenciones del periodismo de masas y de aquel considerado como underground. Las cartas, llenas de arrogancia e insolencia pero
también de una profunda honestidad y siempre divertidas, son una suerte de autobiografía de un escritor joven, ambicioso y muy consciente de su talento en lucha permanente por llegar al éxito sin dar su brazo a torcer. Escribía correspondencia a destajo y siempre ponía papel carbón para tener copia, pues esperaba que algún día se publicaría: “eran días anteriores a las fotocopiadoras… y yo tenía un carácter anal que lo guardaba todo”. Despreciado, odiado y calumniado, temido por su afán polémico y su sentido crítico, pero también querido por quienes lo conocieron a fondo, sus cartas funcionan como cronología de quien al paso del tiempo se convertiría en un modelo de periodista de investigación social, de opinión política, bardo de la marginalidad e icono mediático en pleno auge del movimiento beat, del que se consideraba parte. El estilo del epistolario de alrededor de 250 cartas es el de alguien que se ejercita continuamente en su oficio con un explosivo sentido del humor, que en sí mismo es un ejemplo de crónica y ficción cortas llenas de vueltas de tuerca impredecibles. Un duro entrenamiento para lo que Thompson consideraba “su gran obra”, es decir, escribir novelas, que finalmente derivó en una vasta miscelánea de narraciones delirantes pero que crearon un estilo de narrar único. De su copioso anecdotario, que en sí mismo parece el guión de una película o una novela al estilo del cinema verité, William Kennedy, editor en 1959 de San Juan star, en Puerto Rico, y quien en 1993 ganaría el premio Pulitzer por su magistral novela Tallo de hierro, narra el inicio de su amistad con Thompson, cuando éste responde a una oferta de trabajo en el periódico. A pesar de su mala reputación, que él mismo se encargaba de propagar a la menor oportunidad, lo aceptaron. Cinco meses después Hunter “estaba en la miseria, la policía lo había molido a palos y metido entre rejas por alteración del orden público y resistencia a la autoridad, se vio obligado a beber agua de lluvia y fue devorado por las pulgas de mar, y como cabía la posibilidad de que lo condenaran a un año de cárcel huyó de Puerto Rico en un bote de vela”. Un acercamiento a los inicios como reportero de Thompson y sus andanzas en aquel país aparece en su novela Los diarios del ron (Anagrama 1998), llevada al cine por Bruce Robinson y un deslavado Johnny Depp personificando al creador del periodismo gonzo. Como el mismo Kennedy señala en el prefacio de El escritor gonzo, “cuando alguien se cruza con Thompson ocurren cosas extrañas… En las cartas acecha la profecía, la del porvenir de Hunter en cuanto estilista magistral de la prosa americana y la ficción periodística, y la del estilo de vida del que tanto provecho ha sacado: creando caos para minar los planes que más lo tentaban, coqueteando con la autodestrucción para llegar al éxito, manteniendo un diálogo simbiótico con la desesperación desenfadada y soportando la plaquería de bronce y otros rechazos gracias a la Retórica del Vengador”. Si alguien pone en duda la posibilidad de que la voluntad, paciencia, compromiso e intuición puedan convivir con toda clase de excesos, Thompson es un ejemplo de reconocimiento masivo de lectores y círculos especializados por la calidad de su obra, honestidad e integridad profesional. Vio su vida como una bacanal donde el éxito estaba invitado. Su primer libro, Los ángeles del infierno (una extraña y temible zaga), publicado originalmente en 1966 (Anagrama, 2009), lo convierte en el periodista más arriesgado e iconoclasta de que se tenga registro. Una de sus cartas resume su ars narrativa y por qué éstas son una catarsis: “Y supongo que ése es uno de los auténticos objetivos de escribir, exponer las cosas (o la vida) tal como son y por ese camino descubrir la verdad que hay en el caos… Pues las palabras sólo son instrumentos y si se usan los indicados, entonces podemos poner en orden incluso nuestra vida, si es que no nos mentimos empleando las palabras que no proceden. Supongo que por eso escribo tantas cartas, porque es el único medio —aparte de ponerme en serio a escribir ficción— de ver la vida objetivamente”. La correspondencia cubre un periodo de la vida de Thompson que va de 1955 a 1976. Está comentada por sus editores y amigos y por el
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periodismo MAGPICTURES.COM
mismo Thompson. Según el editor, Douglas Brinkley, por cada carta seleccionada hubo que dejar fuera otras quince. Esto nos da una idea de la grafomanía desaforada y la tenacidad de quien a través de su correspondencia de veinte años escribió una crónica desparpajada y poco convencional de la vida en Estados Unidos. En palabras de Brinkley, “El conjunto de su obra fue un justificado desprecio por una cultura de consumo consentida y disfuncional”. Sumada a su obra de ficción, periodismo y a las cientos de fotografías que tomó a lo largo de su vida (Thompson solía proponer sus artículos con fotos que él mismo tomaba), su correspondencia es vital para entender la historia del periodismo contemporáneo y del nacimiento de la contracultura estadunidense. Thompson fue fiel a su estilo de vida y escritura hasta el fin de sus días. Admiraba a Jack London, George Orwell (quien sería su mayor influencia en el tono de abordar los temas de su periodismo), John Dos Passos, Ernest Hemingway, William Faulkner y Scott Fitzgerald, de quienes reprodujo a máquina en su etapa formativa novelas como Adiós a las armas y El gran Gatsby. La gran paradoja de la crítica de Thompson al Sistema es que su actitud de rebelde defensor a muerte de su independencia, y prángana siempre en aprietos financieros, dependía de una poderosa industria cultural que aun sin proponérselo hacía posible la existencia de publicaciones y escritores con posturas radicales y anti establishment, unas y otros podían autofinanciarse gracias a la publicidad, suscripciones y respetables cantidades de lectores, y ofrecer buena paga a sus colaboradores. Otro factor es el excelente servicio de correo, sin el cual los esfuerzos de Thompson hubieran sido inútiles. Habría que insistir en su corrosivo sentido del humor y en sus juicios implacables a editores y publicaciones como A. H. Lawrence Lack, del semanario underground Los Angeles Free Press, que publicó una crítica sobre Los ángeles del infierno: “Esa reseña estaba más podrida que cualquier cosa que haya podido concebir la revista Time. Toda idea de ‘prensa underground’ se basa en la confianza que se establece entre las publicaciones y las personas que la compran… y ustedes defraudan esa confianza cuando publican mentiras descaradas. La prensa underground sólo cuenta con una ventaja fundamental sobre la prensa establecida, y es la libertad de publicar cualquier cosa que los directores consideren verdaderas e importantes, a pesar de las posibles consecuencias”. En la misma carta, expone su concepto del underground: “la función básica de lo underground es reventar las chorradas de lo establecido. Pero cuando el underground empieza a publicar basura tendenciosa tan obvia que avergonzaría a un gacetillero de Omaha, ¿qué hacemos entonces?
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hompson había expresado su admiración por La naranja mecánica, la novela de sátira futurista de Anthony Burgess, publicada en 1962. Ya como editor de “Asuntos nacionales” de la revista Rolling Stone, Thompson pidió al escritor inglés una colaboración. De la siguiente carta podemos inferir en qué terminó la relación entre ambos. Woody Creek, CO 17 de agosto de 1973 Estimado Sr. Burgess: Herr Wenner me ha remitido la inútil carta que envió usted desde Roma a la Sección de Asuntos Nacionales para que la lea y/o responda. Por desgracia, no tenemos ninguna Sección de Gilipolleces Internacionales, porque habría terminado ahí. ¿Qué clase de patochada subnormal está tratando de endosarnos? Cuando Rolling Stone pide “un artículo de opinión”, joder, queremos un puto Artículo de Opinión… y no se salga ahora por la tangente con rollos anglopatateros sobre “una novela corta de 50,000 palabras sobre la condition humaine, etc.”. ¿Se cree que somos una tribu de lagartijas descerebradas? ¿De rufianes ricos? ¿De sayones diletantes? Es usted un vago soplapollas. Quiero ese Artículo de Opinión en mi mesa antes del Día del Trabajo. Y lo quiero listo para entregarlo a la imprenta. Se ha acabado la época en que los mercachifles como usted podían salir airosos con apaños que les enriquecían en el pasado. Saque su despreciable culo de la piazza y vuelva a la máquina de escribir. Aquí damos una patada a un árbol y nos caen docenas como usted, Burgess, y le juro por la madre que lo parió que esto no vuelve a repetirse. Atentamente, Hunter S. Thompson
Podría enviar una larga réplica, pero no me siento con ganas en este momento y, además, hay cagadas que huelen por sí solas”. Más adelante, refiriéndose al reseñista de su libro, define así lo que podría aplicarse hasta nuestros días a ciertos críticos y no sólo a los underground: “el típico producto que elaboran muchos cagatintas de mala muerte y se nota porque acumula palabras y desvaríos biliosos para no decir nada concreto. Cuesta juzgar esta clase de sandeces, salvo que uno se ponga a su nivel, que es el de las pistolas de fabricación casera y las navajas automáticas”. Lejos de cansar la lectura de 502 páginas de febril correspondencia, su acertada selección parece la novela de iniciación inconclusa de un terrorista con un sentido del humor corrosivo. No hay en todo el volumen indicios de fatiga creativa de un escritor en su mejor momento como explorador y aprendiz del oficio de escribir sin concesiones o imposturas. Quizás uno de los momentos más electrizantes del libro es cuando Thompson, con mitomanía exaltada y genial, digna de un profesional de la provocación, le confiesa a su editor Jim Silberman de Random House que su obra cumbre publicada originalmente en 1971 Fear and
loathing in Las Vegas (Miedo y asco en Las Vegas, Anagrama, 1971) no había sido escrita hasta el tope de drogas y alcohol, y que más bien había sido una estrategia para que la publicaran primeramente por entregas en la ya entonces prestigiosa revista Rolling Stone: “Fue una tentativa deliberada de simular un colocón; simular una cosa así siempre es difícil, pero al repasar el texto lo encuentro deprimentemente cerca de la verdad que quería recrear… Porque mi idea era escribir un artículo que contara lo que era realizar un encargo de una revista con la cabeza a tope de drogas. Yo no inventé nada, pero en algunos momentos apliqué a la realidad que tenía delante situaciones y sensaciones que recordaba de otras movidas. Incluso podría afirmar que lo hice recurriendo conscientemente a la mitificada rememoración con ácido y /o mecanismo de flashback ”. La correspondencia titulada en su segunda parte Miedo y asco en América abarca de 1968 a 1976, ocho frenéticos años en los que Thompson alcanzó la cumbre de su capacidad literaria. Tiene una introducción del periodista David Halbertsman y una nota del editor Douglas Brinkley. Halbertsman reflexiona sobre el periodismo de su país que bien podría aplicarse al del México de hoy: “sospecho que sus verdades (de Thompson) tienen una dimensión mayor que las nuestras y le permiten ser un representante del estilo gonzo con una gran repercusión entre los que no lo cultivan. Ha contribuido a llenar un vacío en el mundo del periodismo. Pues en la Norteamérica actual el periodismo escrito está en clara decadencia, es mucho más insustancial que hace treinta y cinco años, y el periodismo televisual suele ser una caricatura de sí mismo”. Por su parte, Brinkley es claro al definir qué es el periodismo gonzo: “Como forma pura de arte literario, el gonzo exige que no haya corrección del texto: el reportero y su búsqueda de información son fundamentales para el artículo, que se cuenta mediante la fusión de realidad en bruto y fantasía desbocada con intención de divertir tanto al autor como al lector. Flujo de conciencia, fragmentos, transcripción de entrevistas, conversaciones telefónicas, tales son los elementos de un texto de periodismo gonzo agresivamente subjetivo”. Esto explica por qué es impracticable en las circunstancias normales del periodismo canónico. Cuando Jim Silberman le escribe una carta a Thompson preguntándole si su escritura es periodismo o ficción, recibe una larga respuesta fechada en junio de 1971 de la que reproducimos un pasaje: “En circunstancias normales, no sería necesario que un escritor explicara cómo debería leerse su obra. En teoría, toda literatura e incluso el periodismo deberían de juzgarse por sus méritos intrínsecos, por encima y más allá (incluso por debajo) de los confusos contextos de la realidad que han rodeado el acto de escribir. Esta fue la nota dominante del New Criticism, una ‘escuela’ hoy desacreditada de crítica académico-elitista que floreció en los años cincuenta y fue en gran medida responsable de la pérdida del interés por todas las formas de ‘ficción’ que se cultivaron a fines de los sesenta, o al menos por las otras formas de ‘ficción’ menos las que algunos han divulgado como ‘nuevo periodismo’… El panorama era desolador. O te ‘sumergías en la realidad’ y eras un cagatintas que reciclaba material para Time o apechugabas con tus interesantes recuerdos privados y te lucías en el circuito de las presentaciones de libros de ficción. Pero de un modo u otro estabas jodido, sobre todo si tenías veinte años y tendías a tomarte en serio el mundo real… La primera brecha que se abrió en este frente fue sin duda En la carretera de Jack Kerouac, una larga e intrincada muestra de periodismo personal que la editorial (Viking) llamó ‘ficción’, porque si decía que era ‘periodismo’, ningún Crítico Literario se acercaría a ella. Ni siquiera los comentaristas de libros de Time y New York Times. Y si ellos pasaban por alto el libro, éste moriría prematuramente” (pp. 387-388). Nada de esto suena ajeno al contexto de las letras mexicanas actuales. Thompson quedaría atrapado en el personaje que creó de sí mismo, cuyo ego monstruoso se enganchó de la escritura como una adicción sin más restricciones que los propios límites. El escritor gonzo y su droga de iniciación y madurez. L
LABERINTO
…Y Dios creó
a Marilyn M
ESPECIAL
ESPECIAL
arilyn Monroe pudo ser la mujer perfecta. Conjugó la belleza y el deseo, el sentido del humor y la inteligencia, cualidades que se diluyeron en la fragilidad de un temperamento voluble y depresivo, y la frustración histriónica en un mundo que le exigió más de la cuenta. Las siguientes citas, pensamientos, reflexiones, declaraciones de principios de una diva,* muestran el íntimo resplandor de la estrella que vibró en el firmamento onírico del cine, la literatura, la música y la crónica de esos años en que su nombre fue un paralelo esencial en el imaginario personal y colectivo del planeta. ◆ A eso de los diez años, tuve unos padres adoptivos que me hicieron prometer que cuando fuera mayor jamás bebería, y me hicieron firmar una promesa de no fumar ni maldecir nunca. Mi siguiente familia adoptiva me daba botellas vacías de whisky para jugar. Con esas botellas jugaba a la tiendita. Pienso que he debido tener la mejor colección de botellas de whisky que jamás haya tenido una niña. Las ponía en hilera al lado de la carretera y decía a los automovilistas que pasaban: “¿Quiere whisky?” Recuerdo que algunos al pasar frente a mi tienda decían: “¿Te das cuenta? ¡Es horrible!” Mirando atrás, creo que solía actuar constantemente. Por una razón, eso me permitía vivir en un mundo más interesante del que me rodeaba. ◆ A veces las personas con quienes vivía se inquietaban porque reía demasiado fuerte. Seguro que me creían histérica. Se trataba solamente de una sensación repentina de libertad. Cuando preguntaba a alguno de los chicos: “¿Me prestas tu bicicleta?” y él me decía: “Claro”, yo arrancaba inmediatamente a toda marcha, riendo a carcajadas hasta la punta de la calle, y todos los chicos me esperaban subidos a la acera. Yo adoraba el viento que me acariciaba.
Ca. 1932
◆ Cuando hacía mis primeras películas, iba a la escuela nocturna. La directora no sabía quién era yo, pero le parecía extraño que los chicos de otras clases asomasen la cabeza por la puerta, durante las clases, para mirarme y murmurar. Un día, se decidió a preguntar a mis compañeros, que dijeron: “Sale en las películas”. Sorprendida, comentó: “¡Y yo que la tomaba por una muchacha recién salida de un convento!” Es uno de los mayores elogios que nunca me han hecho. ◆ A veces detesto el efecto que produzco en la gente. Me cansa el interés estúpido, la gente excitada. Es inhumano.
◆ En una ocasión tuve relaciones con un joven negro. Nunca quiso presentarse conmigo en público… y no creo que yo tampoco lo quisiera. Me parece que a ambos nos asustaba demasiado. Yo solía salir a escondidas de su habitación cuando nadie podía verme. Nos gustábamos el uno al otro. Me entendía muy bien. Pero no podíamos seguir en esas condiciones. Era como intentar amar a alguien en una cárcel. […] Nunca supe qué fue de él. Esperé que viera alguna de mis películas y me escribiera, pero quizá sólo deseaba olvidarme. ◆ Me gustaría haber tenido una buena y amplia educación. A veces, cuando Arthur [Miller] y sus amigos hablaban, yo no podía seguirles. No entiendo gran cosa de política. No voy más allá de admitir que hay buenos y malos. Los políticos siguen adelante con sus crímenes porque la mayoría de los americanos no saben de
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de portada ESPECIAL
M
arilyn Monroe murió la madrugada del 5 de agosto de 1962. Cincuenta años después, permanece como la más grande —y solitaria— estrella de cine de todos los tiempos. Hollywood le abrió las puertas de la fama y le fabricó la imagen de rubia tonta, que ella aceptó sólo en apariencia. Era tímida e insegura, y estaba acostumbrada a acceder en todo. Mas en cuanto pudo, se rebeló para buscar nuevos caminos en una carrera que le dio muchas cosas, menos la felicidad. “Una carrera es una cosa maravillosa —le dijo a uno de sus entrevistadores—, pero no sirve para acurrucarse contra ella en una noche fría”. La vida de Marilyn: su infancia en hogares adoptivos, sus matrimonios con James Dougherty, Joe DiMaggio y Arthur Miller; sus amantes, entre ellos los hermanos John y Robert Kennedy, sus crisis nerviosas, la locura de su madre, el misterio de su muerte, todo ha sido documentado en una vasta bibliografía. Sobre Marilyn se han escrito más libros que sobre la II Guerra Mundial, llegó a decir con ironía Billy Wilder, quien la dirigió en dos de sus más grandes éxitos: The seven year itch (1955) y la delirante Some like it hot (1959). Nunca se llevó bien con ella; no obstante, reconocía su talento: “Era el infierno, pero valía la pena”, afirma en su autobiografía.
ESPECIAL
◆ A veces me parece que estaba dominada por el sexo del mismo modo que un alcohólico lo está por la bebida o un adicto por la droga. Mi cuerpo encendía a toda esa gente como se enciende una luz eléctrica y rara vez había en ello algo humano. Marilyn Monroe se convirtió en una carga, en —¿cómo lo llamas tú?— un albatros. La gente esperaba demasiado de mí, a veces los odiaba. Era una tensión excesiva. Y todavía lo siento así. Marilyn tiene que lucir de cierta manera —tiene que ser hermosa— y actuar de cierta manera —tener talento—. Me preguntaba si podía cumplir con sus esperanzas. A veces en The misfits, en las escenas emotivas, en que me parecía que iba a fracasar por más empeño que pusiera, no quería ir a rodar por la mañana. Lamentaba entonces no ser una camarera o una mujer de la limpieza liberada de las grandes exigencias del público. A veces debe ser un gran alivio dejar de ser famosa. Pero nosotros, los actores y actrices, nos preocupamos tanto, somos tan —¿cuál es la palabra que tú usas?—… Narcisos. Me siento ante el espejo durante horas buscando las señales de la edad. Sin embargo, me gustan las personas mayores; tienen grandes cualidades de las que carecen las que son más jóvenes. Yo quiero llegar a vieja sin hacerme cirugía estética. Te quita la vida, la personalidad del rostro. Quiero tener la valentía de ser fiel a la cara que yo misma me haya construido. A veces pienso que debe ser fácil evitar la vejez, morir joven, pero entonces no se completa la vida jamás, ¿no te parece? Nunca se llega a conocerse perfectamente a sí mismo. ◆ La fama causa tanta envidia. A veces la gente te odia sólo porque eres famosa. Ante ti se comportan fingiendo. Miras en torno a ti… y nada. Me gusta que me acepten por mí misma, pero hay mucha gente que no se preocupa de lo que una es. Todo lo que les interesa es la fama… cuando la tienes. […] Cuando esté vieja y sin fama, ¿qué podré hacer entonces? No creo que eso me destroce. Tengo ideas. Me interesarán todas las cosas. La interpretación de personajes, la lectura de poesía, el yoga, viajar… todo. Esa es la manera de estar vivo. Eso es.
política más que yo. O menos. Arthur siempre me lo explicaba muy bien, pero me parece que a mi edad yo ya debería haber sabido. Se trata de mi país y debo saber qué están haciendo con él. ◆¿Sabes de quién he dependido siempre? ¡Del teléfono! Es mi mejor amigo. Rara vez escribo cartas, pero me gusta llamar a mis amigos, especialmente a altas horas de la noche, cuando no puedo dormir. Sueño que nos levantamos todos y salimos a un local de los que abren toda la noche… ◆ Me estaba acordando de Monty Clift. Gente que no se merece ni abrirle la puerta le desprecia por su homosexualidad. ¿Qué saben ellos sobre esto? Etiquetas… a la gente le gusta poner etiquetas al prójimo. Entonces se sienten a salvo. Hubo quien intentó ponerme la de lesbiana. Me reí. Si hay amor no hay nada malo en el sexo.
◆ Admiro [el entusiasmo de los Kennedy], la impresión que dan de gozar la vida. ¡Es una cosa tan rara en la vida pública! Las figuras públicas generalmente parecen camisas almidonadas o monumentos funerarios. Si uno no goza la vida, se pierde el tiempo; pero somos tantos los que cometemos ese error. ◆ Tengo una relación muy estrecha con mi cuerpo, porque lo cuido. No lo maltrato. Pero a veces me ciego por él. Estoy demasiado pendiente de él. Cuando vienen los fotógrafos es como si me mirara en un espejo. Ellos creen que me manipulan a su gusto, pero yo los uso como me conviene. Es necesario en el mundo del cine, pero a veces lo detesto. Aunque nunca lo demuestre. Podría arruinarme. Necesito su benevolencia. No soy idiota.
Truman Capote, Norman Mailer, Arthur Miller, Bob Dylan, Joyce Carol Oates, Anthony Summers, Guillermo Cabrera Infante, José de la Colina, Luis Goytisolo y Román Gubern son algunos de los autores que se han ocupado de Marilyn Monroe, la estrella que nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, que nunca conoció a su padre, que fue registrada como Norma Jeane Baker, que sufrió dos abortos, que estuvo recluida en un manicomio, que era lectora constante y tenía entre sus escritores favoritos a Shakespeare, Tolstoi, Saint-Exupéry, Thomas Wolfe, Arthur Miller, e.e. cummings, que murió tan abandonada como había vivido. El psiquiatra Ralph Greenson, a quien muchos culpan de su debacle emocional, fue el primero en verla muerta. Como su habitación estaba cerrada, se asomó por una ventana. “Ahí estaba —escribió años más tarde—, boca abajo en la cama, con los hombros al descubierto”. Rompió un vidrio y entró. “Al acercarme —continúa—, pude ver que con la mano derecha apretaba ferozmente el teléfono. Supongo que estaba tratando de hacer una última llamada cuando se desvaneció”. El teléfono, su gran amigo, tampoco pudo ayudarle esa noche. ◆ Ser una actriz de cine nunca es tan divertido como soñar en llegar a serlo. Cuando estuve a punto de abandonarlo, me llegó la suerte. Y cuando no me interesaba el tipo de papeles de estrella, me veía inundada de ellos. Lo mismo puede suceder en las relaciones personales. Cuando no quieres a un amante, todas las posibilidades están de tu parte. Es increíble, pero me ha sucedido así muchas veces. ◆ Mucha gente cree que la belleza está a su servicio. Una vez escribí un poema sobre eso. Cómo le gusta a la gente corromper la belleza, hacerla descender a su nivel. No saben qué valiosa puede ser. Todo el mundo puede ser bello a su manera, pero la mayoría de las personas no se permiten ser bellas. La mayoría de la gente no se gusta a sí misma. ◆ Los norteamericanos odiamos el silencio. Necesitamos un ruido de fondo constante. Nos asusta el silencio, estar solos. Me conozco. Por eso es difícil conseguir el silencio en las películas. La gente quiere lo mismo que quiere en la vida: acción, ruido. Todo aquello que la distraiga. ◆ “Hemingway dijo una vez que si no se hubiera dedicado tanto a la caza se habría matado a sí mismo”, le dice su interlocutor. Marilyn comenta: Hubiera sido mejor. Es un privilegio de las personas. No creo que sea un pecado ni un crimen. Si quieres hacerlo estás en tu derecho, aunque no conduce a nada. A no ser que se crea en el cielo y en el infierno, pero yo prefiero creer que están aquí y ahora. Se dispone de uno mismo, pero nunca de otras personas o de animales. No se tiene derecho a acabar con sus vidas. ◆ Yo creo que hay que querer a la gente, a todo tipo de gente de modo que podamos dar [sobre ella] una opinión que tenga algún valor. La sola idea de juzgar a las personas es insensata. Hacemos lo que tenemos que hacer y corremos con las consecuencias. No somos mejores de lo que tenemos que ser. Podemos intentar ser mejores, y parte de este intento es no condenar a los demás. ◆ A veces, a altas horas de la noche, quiero hablar con alguien, llamo a un amigo por teléfono y se levanta. Son muy amables para eso, pero sé que estoy perturbando su descanso y cuando les digo que vengan o que nos encontremos en algún sitio me dicen que tienen que levantarse temprano. No los culpo por eso. Simplemente, me suele pasar cuando no puedo dormir y me apetece hablar con alguien. L *Las tres primeras citas proceden de la antología Marilyn revisitada, preparada por Joaquín Jordá y José Luis Guarner. Las demás de Conversaciones con Marilyn, de W. J. Weatherby (Gedisa, 1978). Nota y selección: Redacción
08 b sábado 28 de julio de 2012
MILENIO
crónica ESPECIAL
La iglesia St. George's Bloomsbury
Refugios Los habitantes de Londres no quieren saber nada de los Juegos Olímpicos. Por fortuna, la ciudad oculta rincones, pasadizos y cuadros interiores sólo accesibles para aquellos que tienen un exquisito olfato urbano POSTALES Adriana Díaz Enciso
N
os dijeron que iba a haber sequía. Cayó el verano más lluvioso en cien años. Como Macondo, pero en inglés. Las flores crecieron monstruosas, con insólita velocidad. Todo era profuso y verde, todo estaba mojado (las ideas, los zapatos). En el cielo se libraron batallas portentosas entre las nubes y la luz. Los ingleses son perversos. Por eso, en pleno diluvio universal la gente encontraba consuelo en pensar que la lluvia también arruinaría las Olimpiadas. Todos tenemos ganas de huir. Los “Juegos” cuelgan sobre nosotros como una amenaza peor que el agua. ¿Dónde encontrar refugio? Está la madrugada temprana, los pájaros cantando desde las 4, y el sol que, aún mojado, alcanza a pasearse en el cielo hasta pasadas las 10 de la noche. En estos gloriosos días infinitos, a menudo el refugio es simplemente mi ventana. Pero hay otros. En Bloomsbury, por ejemplo, oculto en el sótano de un discreto edificio en una esquina, un elegante auditorio de techo abovedado alberga las más diversas discusiones inspiradas por un hombre que se creía instrumento de Dios para interpretar las Sagradas Escrituras y que viajaba libremente por el mundo espiritual, observando las costumbres de los ángeles. Desde Swedenborg House (por donde muchos pasan de largo rumbo al British Museum o, en días soleados, a las bancas de Bloomsbury Square en la acera de enfrente), una noche cualquiera una fotografía de hace cien años, un par de escritores y un acorde que hace vibrar los muros convocan a una multitud de fantasmas y ramifican las venas de un Londres que no cesa de alimentar su corazón verdadero: el esotérico, el hecho de silencios y acertijos camuflados en el constante bullicio exterior. A unos pasos se levanta St George’s Bloomsbury, una de las seis iglesias londinenses de Nicholas Hawksmoor cuya ubicación traza, según autores y poetas, un pentagrama cargado de poder que
convierte a la ciudad en diagrama ritual. Se mencionan sacrificios humanos y así crece la leyenda. Las leyendas corren subterráneas por todo Londres (que, según cuentan, tiene tantas construcciones, pasadizos y senderos por debajo de la tierra como arriba). No es nada más la historia de infinitas generaciones: es la multitud de ideas, sueños, fantasías, obras. A cada paso que damos atravesamos el cuerpo sutil de un hombre o una mujer que vino aquí a escudriñar o reinventar el mundo, y que se quedó atrapado en el espacio de una ciudad cuya piedra misma quiere seguir soñando, aunque las muchas modernidades que han pasado por ella tiren siempre hacia fuera, hacia lo exotérico, el vasto mundo “real”. ¿Pero qué es “real”?, pregunta Londres. Nos reta siempre con la pregunta. Y lo hace desde el silencio. Como el silencio de las Inns of Court, la piedra de patios y arquerías vibrando con los secretos de siglos de litigios innombrables, sus abogados todavía vestidos de negro, cuervos, contemporáneos equivalentes de Jarndyce y Jarndyce con teléfono celular. Uno de estos colegios de abogados rodea la austera circunferencia del Temple. Adentro sueñan los templarios en sus tumbas, protegidos por los rostros grotescos que llevan cientos de años gesticulando en las cornisas. ¡Y los jardines! Todos nutridos de silencio. Acojámonos a los jardines de Grays Inn, amparados del mundo afuera por los eternos Platanus orientalis (que nada tienen que ver con la banana), inmaculada la quietud sostenida en sus rosales, desafiantes los mudos edificios dieciochescos reconstruidos, como buena parte de la ciudad, tras los bombardeos de la Segunda Guerra. El pasaje adoquinado que lleva a Verulam Buildings a sus espaldas no absorbe el rumor de los autobuses que pasan tras el muro, sigue siendo una hilera de puertas circunspectas cerradas con sus secretos. Tras una de ellas Arthur Machen fue sujeto de una transfiguración, subyugado por el dolor tras la muerte de su primera esposa. Los muros de Verulam Buildings perdieron su solidez para dejar pasar sea lo que sea que hay del otro lado —no de la muerte, no, sino del otro lado de Londres, esa otra dimensión que le contiene y nos recuerda siempre que la materia de que está hecha la ciudad es más que materia: vehículo de entrada y salida hacia otros reinos—. Ciudad de visionarios. La plataforma 9¾ de Harry Potter en Kings Cross no es en realidad cosa de broma. No todas las transfiguraciones son luminosas. W. B. Yeats creía que sí y que no, no se decidía, a medio camino entre la luz y la oscuridad y, si hemos de creerle al retrato ficticio de Machen en
Los tres impostores, vivía aterrorizado de los poderes de Aleister Crowley, cuyos rituales de magia negrísima cerca de la estación de Chancery Lane dicen que siguen imantando los muros de su edificio, aunque esté ya muy remodelado. (La abuela de un amigo era su mucama. Al parecer no estaba muy impresionada por su maldad, aunque sí la escandalizaba por sucio.) Machen, Yeats, Crowley: la Orden Hermética de la Golden Dawn. Son innumerables los edificios de fachadas ordinarias que han albergado sociedades secretas, rituales mágicos, inocentes unos, otros escalofriantes. Por eso el silencio, el secreto, nos siguen envolviendo en las calles sin importar lo escandaloso del bullicio o el tráfico. También hay ángeles. Ángeles en los árboles de Peckham Rye, parque idílico en un área de Londres donde jamás se perderá turista alguno, notorio por su violencia juvenil, zona de inmigrantes con sus puestos callejeros que a uno le recuerdan la patria, uno de los puntos focales de disturbios hace un año y sin embargo esencia de Londres: caldo de cultivo multicultural, efervescencia de artistas y proyectos comunitarios, tiendas, tráfico, ruido y, en el centro, la naturaleza abierta como una mano pródiga. Naturaleza intervenida por el hombre: un jardín inglés. Cuando no era jardín aún, sino campo, el niño William Blake vio ángeles en las ramas de los árboles. Pero ángeles hay en todos los parques, si uno quiere. Refugio y silencio en Ruskin Park al sur del río, donde puede uno cavilar sobre las sutiles torturas del hombre de alma refinada que le da nombre, a unos pasos del hospital de Maudsley, heredero del legendario Bedlam. La desesperación, la angustia, la locura y, en el parque, los tormentos de Ruskin y sus delirios y visiones, todavía. ¡Todos, todos queriendo cruzar al otro lado! Cruzamos: en los jardines de Lambeth Palace, residencia oficial del arzobispo de Canterbury desde el siglo XIII. Todavía están en pie la torre Lollard, severa y ominosa (alguna vez fue prisión) y la magnífica entrada Tudor, pero la verdadera revelación es el jardín, con su higuera también centenaria, la quietud que cae sobre el visitante arrojándolo al tiempo sin tiempo que es el verdadero cauce de esta ciudad. Londres está sembrado de jardines (diminutos o enormes), parques, brezales. Se puede uno perder literalmente en el parque de Richmond (entre ciervos). O en Hampstead Heath, que es campo y bosque, lleno de refugios ocultos entre las ramas para pasear la melancolía mientras se escuchan las risas de los niños que, a unos pasos, corren bajo el sol. Todos los que han escrito Londres se han perdido alguna vez en Hampstead Heath: Keats, Coleridge, Dickens, C. S. Lewis, Tennyson, Blake, Stoker, y así durante siglos hasta alcanzarnos en el tiempo con Will Self. Al otro lado, en Highgate, que sigue siendo un pueblito georgiano aunque el tráfico lo asfixie en la hora pico, Coleridge luchaba por escapar de las visiones hasta su última batalla. Algunas eran hermosas y tiemblan en el aire todavía. Alrededor, bosquecillos y cementerios. En Londres toda necrópolis es refugio. Los cementerios victorianos de Highgate, Nunhead, Abney Park, todos reintegrándose al bosque, son abrazo melancólico de una muerte que, en su belleza y quietud, se vuelve más añoranza que amenaza. En Bunhill Fields, panteón de disidentes, hay también una higuera monumental y siempre parece caer al menos un rayo de sol ahí donde conversan Bunyan, Blake y Defoe. Umbral acogedor en el centro del caos, hasta los oficinistas de la City lo buscan como remanso a la hora del almuerzo. Con la brusquedad acostumbrada de los cambios climáticos en esta isla, hace dos días se detuvo el diluvio y el sol tan añorado asomó su rostro inmenso con toda su violencia. Ni siquiera las sombras, nítidas sobre los muros y el asfalto, tienen dónde esconderse. “¡Piedad, piedad!”, decimos, deshidratados. Queda aún el río. Caminemos por la orilla hasta perdernos. Su agua parda es el alma de Londres. Subámonos a un barco ignorando a los turistas y contemos los puentes, veamos levantarse la ciudad en su verdadera dimensión. Es sueños, ambición y visiones hechos piedra, desdibujados por árboles y flores. Y que caiga la lluvia otra vez, que desaparezca entre sus hilos de agua al mundo con sus juegos: aún es tiempo. L
sábado 28 de julio de 2012 b09
LABERINTO
en librerías Aire de Dylan
Moderato cantabile
Enrique Vila-Matas Seix Barral México, 2012 325 pp.
M
al harían los lectores en dejarse llevar por el título de esta novela, engañoso y desconcertante. Es cierto, el protagonista, Vilnius Lancastre, tiene un asombroso parecido con el Dylan joven, el del aura desganada. Y hasta ahí. La curiosidad de Vila-Matas no escudriña la música sino las atmósferas teatrales, los antiguos prestigios y desprestigios del cine hollywoodense de la década de 1930 y, como siempre, la suerte del escritor en busca de una originalidad que el tiempo presente se empeña en negarle. Si Vilnius Lancastre guarda parecido con alguien, es con Hamlet. Como él, recibe las visitas inesperadas del espíritu de su padre muerto, a quien ha decidido revalorar y aun vengar. Difícil aventurar una opinión tan audaz pero hay más de un motivo para afirmar que Aire de Dylan es uno de los mejores momentos en la obra de Vila-Matas: se mueve con naturalidad, con gozoso desparpajo.
Los ojos azules pelo negro
Marguerite Duras Tusquets México, 2012 130 pp.
A
paso moderado, diríamos lento, esta novela —publicada inicialmente en 1958— parece rebelarse contra la condición ornamental de las mujeres, fuertes y bellas, elegidas para servir de esposas en la alta sociedad francesa. Debemos reconocer uno de sus mayores atributos en la notable ausencia de argumento. Apenas y nos es dada la imagen de una madre de familia y un desconocido que durante las tardes se sientan a la barra de un bar a preguntarse por qué los amantes eligen a veces la muerte o el infortunio. Duras sabía que el diálogo como recurso debía trascender su limitado campo de acción: debía sugerir, interponer un velo entre las palabras y la realidad, en vez de denotar. Esa aspiración brilla con intensidad en Moderato cantabile y hace posible que compartamos el destino de los dos personajes sobre los cuales pende la amenaza del repudio social. La palabra “adulterio” se queda corta.
P
El más buscado Alejandro Almazán Grijalbo México, 2012 192 pp.
E
l Chalo Gaitán está oculto en algún lugar de la sierra, un violento operativo militar lo rodea con la misión de entregarlo muerto al presidente 56. Las elecciones están próximas y la caída de El Chalo puede revertir las encuestas. ¿Cómo pasó el narcotraficante consentido del gobierno —el encargado de formar un solo cártel todopoderoso en el país— de gozar total impunidad a estar contando las horas que faltan para su muerte? Almazán recorre la historia del capo a través de la última conversación que éste sostiene con El Cuervo, un compositor que tiene la tarea de hacerle a El Chalo un glorioso corrido de despedida. Políticos corruptos, presidentes incompetentes y una guerra entre cárteles y gobierno que extermina a quien se pone en frente son sólo algunos elementos que Almazán explota en esta novela, en la que cualquier parecido con la realidad es algo más que una coincidencia.
RETRATO CNL-INBA
Libro de maravillas. Para niñas y niños
Marguerite Duras Tusquets México, 2012 139 pp. ublicada por primera vez en 1986, Tusquets, en su colección Fábula, reedita Los ojos azules pelo negro, de Marguerite Duras (Vietnam, 1914-París, 1996). Narrada con una prosa que corre al ritmo de las sensaciones de sus personajes —a veces lento como la espera, otras como el vértigo del dolor—, Duras cuenta la historia de un hombre y una mujer que se encuentran a diario en una habitación frente al mar. A ellos los liga un acuerdo implícito —la soledad— y uno tácito: a cambio de una remuneración, ella debe yacer junto a él. El hombre no la desea. La quiere junto a él para que lo salve de la muerte, del recuerdo de un joven de ojos azules y pelo negro que se marchó con una mujer. Duras muestra cómo la tristeza desvela la oscuridad del alma: sus personajes desean escapar de la soledad. Por ello, miran el mar e intentan postrar sus cuerpos en el lado luminoso de la habitación, quizá para no ser consumidos por las sombras de la melancolía.
El libro perdido de Valle-Arizpe
Nathaniel Hawthorne Siruela España, 2012 186 pp.
C
on ilustraciones de Arthur Rackhan, este volumen recoge media docena de historias de la mitología griega que Hawthorne (1804-1864) reelabora como lecturas infantiles: Perseo y Medusa, el Rey Midas, la caja de Pandora, Hércules en el jardín de las Hespérides, Baucis y Filemón, Belorofonte y su caballo alado Pegaso. El autor de La letra escarlata las moderniza, les quita su frialdad de mármol, pero no les rebaja el nivel; al contrario, cada vez que es posible lo eleva, consciente de que “En imaginación y sentimiento, los niños tienen una enorme sensibilidad para todo lo profundo o lo elevado, mientras también sea sencillo. Lo único que les desconcierta es lo artificioso y lo complejo”. Un estudiante de 18 años, Eustace Bright, es el encargado de contar las historias a un grupo de niños reunido en una casa solariega durante las vacaciones. Sus versiones no son exactas y en ello radica su encanto.
Cartas Jack Kerouac/ Allen Ginsberg Anagrama México, 2012 596 pp.
P
ilares de la Generación beat, Jack Kerouac y Allen Ginsberg mantuvieron una sólida amistad desde 1944, cuando se conocieron, hasta la muerte del primero, en 1969. En este tiempo intercambiaron numerosas cartas en las que expusieron y discutieron ideas, hablaron de amigos, amores, viajes, lecturas. “Su correspondencia —dicen los editores, Bill Morgan y David Stanford— ilumina tanto sus coincidencias como sus choques intelectuales”. También la manera como fueron evolucionando como escritores y el medio cultural en el que se desarrollaban. El epistolario reunido en este volumen comienza en 1944 y termina en 1963, son más de 180 cartas que muestran la erudición de los interlocutores, su pasión por el conocimiento y la búsqueda de nuevos caminos, su gusto por la aventura, como lo hacen evidente las de Kerouac sobre su alucinante viaje por carretera, en 1952, de Arizona a la Ciudad de México.
El autor de Cuentos del antiguo México
Emmanuel Carballo
C
onocí a don Artemio en 1953. Con frecuencia lo veía subir en Insurgentes y Ajusco (calle que hoy lleva su nombre) a los camiones cuya ruta terminaba en el México viejo. En ese entonces don Artemio era cronista de la ciudad y uno de los escritores más populares del país. Algunos de sus libros, pienso en La Güera Rodríguez, le permitía obtener, mes a mes, unos cuantos cientos de pesos. No los suficientes, por supuesto, para vivir de sus derechos de autor. Años después lo traté con frecuencia y llegué a sentir por él verdadero cariño. El ValleArizpe que yo conocí vivía como espartano en todo lo que no fuera la compra de libros (viejos por fuera y por dentro), su encuadernación impecable y hermosa (hecha en Bélgica o España) y la adquisición de muebles y objetos coloniales. Comía poco y sus gustos adyacentes eran algo más que modestos. El único vicio que le conocí era el cine: y en su calidad de cronista le estaba permitida la entrada gratuita a las salas; pagaba, únicamente, el boleto de la persona que lo conducía diariamente a la función de las cuatro de la tarde: el hijo de su ama de llaves, muchacho a quien por cierto, y a la hora de su muerte, dejó buena parte de sus bienes, los que por torcidas razones familiares no llegaron a su poder.
En los últimos meses de su vida solía pasar a su lado una que otra tarde. En una de mis visitas me confesó que de años atrás guardaba en cajas de seguridad de dos bancos (Bancomer y Banamex) copias del manuscrito de un libro suyo que debería publicarse después de su muerte. El título, Los de arriba. El subtítulo, Robos a la Iglesia y al Estado de la Reforma a nuestros días. Acerca de esta obra me contó que en los años cincuenta el arzobispo primado de México, Luis María Martínez, lo visitaba con frecuencia con un solo propósito: que destruyera este libro disolvente. “Artemio —le decía—, las familias que robaron a la Iglesia amparándose en las Leyes de Reforma son de nuevo nuestras amigas y nos han dado más dinero del que nos quitaron sus antepasados”. Han transcurrido muchos años a partir de su fallecimiento [1961], y el libro sigue inédito. Aún más, es probable que nunca llegue a publicarse. Me pregunto, ¿quién será ahora el depositario de este manuscrito? La pregunta podrían responderla sus familiares más allegados. Por las páginas que conocí (entre otras la dedicada a los hurtos de la esposa de Abelardo L. Rodríguez, presidente de la República), creo que el libro es importante para que entendamos mejor a ciertos mexicanos que han hecho del enriquecimiento ilegítimo una forma de vida. L
10 b sábado 28 de julio de 2012
MILENIO
música TOM COUTURE
Alex Skolnick
“La radio comercial ha creado un ejército de conformistas” El guitarrista describe la odisea sonora que lo llevó a fusionar el heavy metal y el jazz, y hace una defensa del narcisismo como forma de expresión ENTREVISTA Juan Carlos Villanueva
S
i se pudiera reunir a Miles Davis, John Coltrane, Randy Rhoads y Eddie Van Halen en una casa de huéspedes, en el corazón de Berkeley, California, para tener una sesión de improvisación, muy posiblemente brotaría de semejante contubernio la idea musical de Alex Skolnick, un virtuoso guitarrista de 43 años que hace una compleja fusión del jazz con el heavy metal, líder del proyecto Alex Skolnick Trio e integrante de la banda de trash metal Testament desde 1983. En entrevista —antes del concierto que ofreció hace unos días en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes—, Skolnick describe el proceso creativo como expresión narcisista y asegura que las mejores obras de arte de la historia provienen de las mentes más caóticas y retorcidas. Desde su momento cumbre en la escena del heavy metal en los años ochenta y noventa, ha seguido un circuito, un camino repleto de retos para refinar su mundo de virtuosismo e inspiración. “Por muchos años crecí escuchando a Kiss, Ozzy Osbourne y Black Sabbath, pero un día descubrí la magia de Miles Davis, Wes Montgomery y Pat Metheny”, recuerda. Siendo un guitarrista tan versátil, del metal al jazz, ¿cómo logra fusionar esos géneros? Soy un músico que trata de escuchar estilos diferentes. Es la manera de mantenerme fresco. Creo que entre más música escuches, podrás tener un espectro más amplio. Regularmente, trato de tocar con muchos artistas y producir mis discos. Estar con tantos músicos y de diferentes géneros me ha permitido tener una visión más clara. Muchos pensarían que ser un guitarrista de metal exitoso puede generarle mayores ganancias y comodidades. ¿El jazz lo ha liberado de alguna jaula de oro?
Me gusta mucho tocar metal, pero se había vuelto una situación cómoda. En cambio, ahora el jazz y poder tocar guitarra con cuerdas de nylon me han significado un lenguaje diferente. Es una constante exploración. En el jazz encuentro la libertad que el rock no me permite. ¿Qué puede decir sobre el papel de los medios de comunicación? ¿Existe una prensa abierta y sensible a géneros que no sean comerciales? Lamentablemente, la radio comercial ha afectado el gusto de la gente creando un ejército de ignorantes y conformistas. La verdadera música está en otro lado. A los medios de comunicación ha dejado de importarles difundir propuestas sensibles, inteligentes e independientes. Es un tema muy delicado. Cada vez existen menos periodistas conocedores. No veo una cultura que les ayude a promover la música que no venga de las grandes disqueras. Es peligroso porque ahora cualquiera puede abrir un blog, criticar un disco y hacerlo trizas. No necesitas ser un profesional de la literatura o la música sino tener una computadora e internet. Es complejo. Cuando un pseudo periodista destruye un disco que te costó mucho trabajo afecta directamente a tus emociones y tu seguridad. Se vuelve una agresión personal. Entonces, ¿el arte como extensión del ego? Así es. En el arte imprimes tus miedos, deseos y demás atributos de la personalidad. En el arte te reinventas y expresas esa personalidad paralela. Hacer música es un acto narcisista. Mi música se vuelve superior a mi persona, es más compleja, inteligente, segura y hermosa. Habla sobre la belleza, ¿pero dónde quedan las partes retorcidas de su persona? Creo que la energía y la inspiración son oscuras. Sin embargo, el arte es algo positivo. Es decir, me gusta escuchar la música oscura y melancólica,
pero curiosamente mis composiciones son temas que te hacen sentir bien, son optimistas. Las mejores obras de arte provienen de las mentes más caóticas. Es la parte oscura del inconsciente del ser humano, y ese es el punto clave de la expresión. La música te permite convertir lo negativo en creación. Sin embargo, creo que es muy poco saludable estar únicamente de un lado. Puedes llegar a tener serios problemas mentales, con riesgo de volverte un maniaco depresivo. Sus conciertos son verdaderos carnavales de metal y jazz; incluso aparecen algunos covers de Metallica con mucha improvisación. Durante mi juventud fui fanático del guitarrista Ozzy Osbourne y de Randy Rhoads. Tenía una técnica envidiable. Podría decir a las nuevas generaciones que Rhoads ha sido el mejor guitarrista que ha tenido el metal. Lo que hago ahora con mi banda es adoptar la idea de Return to Forever y Mahavishnu Orchestra, sólo que en vez de rock —como lo hacían esas bandas— yo imprimo metal. Tengo en el repertorio “Fade to black” con figuras de Scott Henderson, o “Tom Sawyer” de Rush, de una manera más intrépida, o “Goodbye to romance”, de Ozzy Osbourne, con mayor sutileza y virtuosismo. Puedo decirte que soy el hombre más feliz cuando dejo de encerrarme en un género. L
EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL
La música Eusebio Ruvalcaba
C
uando se escucha música se avista la paz interior. 2) Existe la música que causa una suerte de exacerbación de la sensibilidad. Como un herpes que recorriera de un extremo al otro la columna vertebral. Cuando se la oye, las terminaciones nerviosas se excitan, y el cuerpo se dispone a expresarse en movimientos rítmicos y sincopados, podría decirse que de modo independiente de la voluntad de quien la escucha. 3) La música pone en contacto lo mejor de las personas que la escuchan en forma simultánea. Que puede ser el espíritu de combate, si lo que se oye es de índole marcial; de ímpetu erótico, si es wagneriano; de elevación espiritual, si es de Brahms; de levantamiento y enjundia, si corresponde al Beethoven treintañero, o de alegría pura, si es el Mozart de juguetería musical. 4) Cuando se escucha música que acicatea el alma, el sentimiento amoroso se manifiesta sin dilación. Acaso los lieder fueron escritos con ese cometido. Para degustar la ilusión del amor. Basta con escuchar El pastor entre los peñascos, La bella molinera, El canto del cisne, o tantísimos otros de Schubert para que se agradezca el dispendio amoroso que derrama la música.
5) ¿Cómo articular la música?, se pudo haber preguntado John Cage —nunca Johannes Brahms—. ¿Cómo imbricar un silencio con el otro, una frase con la siguiente? La respuesta es inefable, y no corresponde a estas líneas. Pero acaso la música, sus redes, se articulen como la urdimbre que ante nuestros ojos teje en silencio aquel hombre concentrado en su trabajo. O como los caminos que urden las hormigas para retornar a casa. O quizá como los hilos de agua que se enmarañan en la ventana luego de una tarde lluviosa. O simplemente como dos almas desdichadas que buscan un poco de comprensión. 6) La música torna menos acre la muerte. La dulcifica para tranquilidad del moribundo, y de quienes lo rodean. Por eso, quienes se aprestan a morir habrían de escuchar Bach, cuya música es bálsamo para el espíritu atormentado; pero no nada más se piense en el agonizante en su último lecho, rodeado de los más allegados —incluida la mascota—. También en los condenados a muerte, en los momentos precedentes a la ejecución, cuando las cosas adquieren su dimensión verdadera. Cuando lo único que viene a la memoria es la voz de la madre llamando a comer. Es el mejor momento para escuchar Bach. 7) Sólo en la música hay niños prodigio. Como si ése fuera el precio por la belleza, porque desaparecen pronto. La música es el río de que hablaba Heráclito el Oscuro: nadie se baña dos veces en la misma sinfonía. También es pasión invicta, lenguaje de tigres, raciocinio en que priva el encantamiento. Pero dio todo en cinco siglos. No tiene antes ni
tendrá después. Porque es adusta e imprevisible, ajena a la voluntad del hombre, su creador. En ese proceso misterioso que significa la creación, la música es lo primero, al lado de los insectos, las estrellas y los ojos. E irrepetible. No habrá otro Mozart, por la misma razón que no habrá otro Zeus. 8) Algo acontece en los escritores atravesados por la música, imposible de dilucidar. Cuando escriben acerca de la música la pasión los sobrepasa. Como cuando un niño habla de sus canicas. O un anciano de su juventud. Entonces las insulsas tramas se transforman en épicas de corte homérico, y los enredos coloquiales y cotidianos en nudos shakesperianos. L
sábado 28 de julio de 2012 b 11
LABERINTO
cine Michel Franco
“Me interesa estudiar la violencia” Después de Lucía anuda dos temas en apariencia distintos: el de los estragos psicológicos que produce el bullying y el de la miseria emocional de quienes cargan luto ENTREVISTA POP FILMS
El filme de Franco se estrenó en el Festival Internacional de Cine Guanajuato
Erick Baena erickbaena@gmail.com
E
n una escuela un grupo de jóvenes acosa, de forma sistemática y cruel, a uno de sus compañeros. Para ello se valen incluso de las nuevas tecnologías: Twitter, Facebook y Youtube. Esa y otras anécdotas, contadas al vuelo, fueron el detonante que llevó a Michel Franco a filmar Después de Lucía, cinta que narra la historia de la joven Alejandra quien, tras la muerte de su madre, se muda junto con su padre a la Ciudad de México. Ambos buscan dar un giro a sus vidas a fin de sobrellevar el luto. En la nueva escuela, Alejandra tolerará en silencio abusos emocionales y humillaciones de todo tipo con tal de no llevar
problemas a casa. Padre e hija se separan cada vez más mientras la violencia envuelve todos los aspectos de sus vidas. En el marco del estreno, el viernes 20 de julio, en la 15ª edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato, Laberinto platicó con el director. A diferencia de Miss Bala, o El infierno, en Después de Lucía la violencia no la ejerce un grupo criminal, sino personas de a pie. ¿Qué te motivó a tocar el tema desde esa perspectiva? Es una mezcla de muchas de las preocupaciones que tengo. El bullying me intriga. No entiendo cómo es que los niños que lo sufren no hablan de ello en sus casas. Me interesa hacer un estudio sobre la violencia; es decir, analizar y tratar de entender qué pasa en nuestra sociedad. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a vivir situaciones de violencia sin cuestionarlas a fondo? Y ocurre en todos lados: en las escuelas, en la calle, en los entornos laborales. Hacer la película me ayudó a reflexionar sobre eso.
Además del acoso escolar, o bullying, otro de los temas que aborda la película es el luto. Es el tema central. Tiene que ver con la forma en que la depresión que conlleva el luto origina problemas de comunicación. En la película, la hija y el padre tratan de ayudarse mutuamente, pero fracasan debido a la ausencia de la madre, Lucía, quien mantenía el equilibrio. ¿Crees que junto a Gerardo Naranjo y Michael Rowe, entre otros, formas parte de una generación de cineastas que abreva de la violencia? Ellos son mis amigos. No sólo compartimos preocupaciones temáticas, sino una misma concepción sobre la manera de filmar, de ver el cine. Sin embargo, no es una generación que trabaje en sincronía. Nos apoyamos cuando hace falta, pero dudo que, en un futuro, se nos identifique como una generación. En mi caso, no quiero limitarme temáticamente. No quiero encasillarme con universos ni con temas. Hay temas que no sabes si son o no son relevantes, pero afloran mientras escribes. Creo que el director y el escritor están al servicio de las circunstancias. No hay que forzar las historias, hay que dejar que las ideas fluyan, que lleguen. En ese sentido, ¿crees en la división entre cine de arte y cine comercial? Creo firmemente que hay que tomar en serio al público. Ser respetuoso, no ser condescendiente, considerando que el público inteligente puede seguir una película con una narrativa que no siga una fórmula. Lo bien hecho no tiene que estar disociado de lo comercial. Yo nunca me digo: voy a hacer una cinta de autor o una película comercial. Hago lo mejor que puedo, lo más interesante posible, lo más entretenido posible. Las categorías son tonterías. El chiste es hacer el mayor esfuerzo, con sentido común, sin abusar de la paciencia del público. Tal vez, algún día, me plantee la posibilidad de hacer una película comercial o una cinta más experimental. Mi meta, por ahora, es entretener e interesar al mismo tiempo. La película resulta inquietante. ¿Eso querías transmitir al público? No, de ninguna manera. La película es positiva. Con ello, tratamos de ilustrar y ayudar a entender un problema que se nos está escapando de las manos. El objetivo es que el público se vea reflejado en la película y, en caso de que tenga hijos, tome cartas en el asunto. L
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
Política en Ciudad Gótica Fernando Zamora @fernandovzamora
N
unca como hasta The dark knight Christopher Nolan había sido tan alegóricamente político y nunca, como hasta ahora, he estado tan de su lado. La película es un manifiesto contra quienes creen que la sociedad capitalista (expresada en Ciudad Gótica, nombre clave de Nueva York) debe hundirse para dejar lugar a una macabra “República del pueblo” a cargo de Bane y un archienemigo batimaniaco cuyo nombre no escribo por aquello de la sorpresa. Llena de inconsistencias narrativas, la película es una belleza que se sostiene, sin embargo, en su universo de cómic. A nadie importan las razones de Bane para dejar el poder político a un “juez” inspirado, a todas luces, en los momentos más oscuros de la Revolución francesa o las razones que tiene toda la policía de Gotham City para correr al mismo túnel. Hay una “toma de la Bastilla”, por supuesto, y el enojo por la forma en que los millonarios de Wall Street juegan con la economía del mundo se toca en dos o tres chistes. Bruce Wayne es, claro, la representación del capitalista políticamente correcto; ese que ha
construido su fortuna con la misma disciplina con la que se modela el alma y, como en parábola bíblica, Nolan parece decir que por uno de ellos Wall Street y Ciudad Gótica merecen sobrevivir a la amenaza nuclear con la que Bane secuestra Manhattan… perdón, Gotham. Toda la fuerza del personaje de ésta, la más lograda emisión de su trilogía batimaniaca, radica en una escena ciertamente irreal en la que Nolan pone a Batman esta prueba: tiene que emerger victorioso de una prisión-agujero abierta a la mitad del desierto. La cosa tiene su simbolismo y su dosis de mito, justo lo que uno espera de una película veraniega. La prueba en cuestión sólo ha sido superada por dos personajes; uno de ellos emerge como representante del capitalismo gótico del mundo de Wayne y el otro con aires de Bin Laden. La peor pesadilla y el más grande sueño de la clase media estadunidense han salido del mismo agujero. Uno para salvar y otro para destruir la joya del imperio del capital. En el fondo tanto Wayne como el innombrable archienemigo del filme quieren empoderar al “pueblo”. La diferencia es que para Wayne eso de “el pueblo” tiene un rostro que encarna adorablemente en la opereta de Nolan. Es un niño de aspecto indígena, un muchachito neoyorquino de esos a quienes la corrección política llama “hispanos”, que aparece en una o dos escenas pero que vale la pena notar porque es posible que lo retomen quienes escriban las siguientes emisiones de Batman. El encuentro de este niño con la buena-mala de la película (Anne Hathaway, lo más bello del universo Nolan) da la clave para una reinterpretación con miras al siglo
The dark knight rises (Batman, el caballero de la noche asciende). Dirección Christopher Nolan. Guión Jonathan Nolan y Christopher Nolan. Fotografía Wally Pfister. Música Hans Zimmer. Con Christian Bale, Gary Oldman, Anne Hathaway y Tom Hardy. Estados Unidos, 2012 XXI. En el niño hispano está la posibilidad de que el pueblo decadente de Ciudad Gótica emerja del desierto para volverse un Bruce Wayne o un malo de caricatura; para ser ciudadano de un capitalismo justo o uno como el loco que abrió fuego contra la gente indefensa en Denver. L
12 b sábado 28 de julio de 2012
MILENIO
varia ESPECIAL
CORTESÍA GUILLERMO GÓMEZ-PEÑA
1948
Carta a Guillermo Gómez-Peña
Antiguos jardines del Zócalo
ARCHIVO HACHE
GUÍA VISUAL
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
L
eí en el número pasado de Laberinto que regresas a México. Ah, caray, me sacas de onda. ¿Es verdad o sólo publicity stunt? Sé que no necesitas que te actualice sobre México, brother, pero chance no está de más avisarte cómo se las gasta la Kultura (KukulcánKuKluxKlan) en México hoy. Te fuiste en los años 70’s, ¿no? Bueno, pa’ comenzar hubo un gran cambio: los que entonces eran de derecha ahora son de izquierda y los que eran de izquierda ahora son de derecha, o sea, derecha la flecha: pura fucking derecha. Clacha: aparece el #YoSoy132 y muchos intelectuales, bien fanatizados del garrote ancestral, no paran de repetir el PRI-disco rayado contra ellos. Así que ármate de paciencia para oír todos esos Rollos de Marx Muerto que traen podrido adentro. Loco, lo bueno es que sobre todo eres artista, neta. Si fueras únicamente escritor, uta, te iría muy mal en tu regreso. Mal con el mundo literario, no con los lectores. Los lectores mexicanos ya están listos para tu textualidad, es decir, ya todo mundo aquí, comenzando por el DeFe, está agringado, pero nomás lo van a ver en ti. Si tu libro no se ha vendido es porque los libros en México se publican para sacarlos de circulación lo más pronto posible. De todos modos es probable que los intelectuales —palabra tuya— culipronto te busquen o inviten a sus revistas, para dárselas de demócratas y luego nunca más saber de
ellos porque, evidentemente, tus puntos de vista posteverything son incompatibles con el derechismo a ultranza (pero de clóset) del medio literario mexicano. El arte anda mejor. Nada del otro mundo pero con ideas y deseo de diálogo más allá del charco patrio. Aunque la crítica de arte es más bien conservadora, quizá por su vínculo a la literatura mexicana que, como te digo, todo lo jode. No esperes encontrar revistas, webs o incluso contraculturas innovadoras, aquí se piensa que algo es cool si es reaccionario ilustrado. Eso no ha cambiado. Y el PRI está de vuelta, y alega que la dictadura era tan perfecta que hasta democracia trajo. Chútate esa, hijo del Nafta. La cruz-cultura no se ha podido recuperar del PRI y el catolicismo. Se supone que de todo te debes sentir mal. Si eres artista contemporáneo, si escribes del narco o metaspanglish, si no lees a Robert Frost y si no “respetas” a las supuestas autoridades artísticas, literarias, culturales, “estás mal”, eres un resentido, “provocador” o de Tijuana. Todo esto ya lo sabes, Guillermo, nada más te lo escribo porque, como tú, si no lo dijera enloquecería en lo que sería una quesería que huele muy mal: ¡los prizombies llegaron ya! Te digo: se me hace muy raro que vuelvas. ¿Te regresó la Migra(ña) de la Nostalgia? Anyway, welcome back , bato. Nomás trucha: México te va a hacer encabronar como jamás. Anda drogado de autoritarismo. Dale jarabe del que tú ya sabes. L
Magali Tercero http://magalitercero.arteven.com
Dragones chinos Cuando pronuncio la palabra Zócalo, con mayúsculas, pienso siempre en el epígrafe de “Malpaís”, el poema de José Emilio Pacheco: “Terreno árido, desértico e ingrato; sin agua ni vegetación; por lo común cubierto de lava (Francisco J. Santamaría, Diccionario de Mejicanismos)”. Pero también digo Zócalo y pienso en José María Marroqui, el cronista obsesivo y gordo descrito por Luis González Obregón, el mismo que hacia 1878 comenzó a recorrer, sudoroso y agitado, el centro de la ciudad para pedir a las dueñas de las viejas casonas virreinales que le mostraran sus títulos de propiedad. En José María Marroqui 28, la callecita que va de Independencia a Artículo 123 y está casi frente a la Alameda Central, viví entre mis seis y mis siete años. Fui muy feliz pues no sólo era amiga de un matrimonio de enanitos que contaban historias extraordinarias, sino porque podía montarme en los leones de piedra del Hemiciclo a Juárez. Me azoraban, y producían fascinación, los habitantes chinos de Dolores. Cada febrero sus dragones gigantes bailaban incansables celebrando el Año Nuevo Chino. Mis padres periodistas narraban que para la comunidad china ésta era una fiesta muy importante. La gran aventura de ese fragmento de mi infancia la constituyó sin duda el paseo dominical al Zócalo. Mientras cruzábamos la plancha de cemento de la Plaza de la Constitución mis cinco hermanos menores y yo escuchábamos, si queríamos, historias sobre los edificios construidos alrededor. Historia visual de la plaza Lo cierto es que desde 1958 el Zócalo se convirtió para muchos capitalinos en un terreno árido. Ya me tocó comprobar la fascinación que causan sus antiguos jardines, pues subí a mi Facebook una foto de 1950 en donde el gran centro político de la nación se muestra espléndido, lleno de fuentes y jardines. La historia visual de la plaza ha sido muy bien contada por cronistas e historiadores, pero también por ciudadanos como el ingeniero Manuel Aguirre Botello, quien ha dedicado años a recabar imágenes y datos de los siglos XVII-XXI. La estatua ecuestre de Carlos IV, nos cuenta, estuvo ahí entre 1803 y 1822,
casi solitaria por su ubicación al centro. Después de 1847, y durante casi un año, las tropas estadunidenses izaron diariamente su bandera. Ya había una especie de base circular que le serviría al gobierno de Antonio López de Santa Anna para sostener un monumento a la Independencia que quedó a la mitad. Veinte años después, en la época de Maximiliano, el Zócalo ya estaba rodeado de frondosos fresnos: los mismos que fueron derribados en 1914 a sugerencia de Alberto J. Pani para que el ciudadano pudiera admirar la arquitectura extraordinaria del Palacio Nacional o de la Catedral. Todavía circulaban dentro del perímetro del Zócalo tranvías y carruajes, como puede apreciarse en las fotografías de la época. Los cuatro pegasos Más adelante las autoridades sorprenderían a sus gobernados con cuatro esculturas de Pegaso. Las ubicaron en las respectivas esquinas del Zócalo sobre sendos pedestales y las dejaron hasta 1934, cuando se inauguró el Palacio de Bellas Artes. Los pegasos del escultor Agustín Querol eran para adornar el teatro pero la Revolución se atravesó y hubo que ponerlos en algún lado. En 1925 existían, además, cuatro fuentes y dieciséis jardines, lo cual daba un aspecto maravilloso a la gran plaza. Transcurrieron otros veinte años y el Zócalo continuó brindando a los visitantes los mismos jardines, en estado impecable y con árboles muy crecidos, con sus fuentes respectivas. Finalmente en 1957, con la llegada de Ernesto P. Uruchurtu al Departamento del Distrito Federal, la plaza adquirió su aspecto actual. Se retiraron los jardines y los rieles para los tranvías, se hizo un piso de cemento, se dio forma regular a los bordes y el Zócalo se convirtió, simbólicamente y en la práctica, en el lugar natural para que el ciudadano manifestara en masa sus desacuerdos políticos. Hoy, lo sabemos bien, el Zócalo vive una efervescencia electoral que seguramente no esperó ver Pani cuando su proyecto de 1914 estuvo completo en 1948. Afirma Aguirre Botello que en la plaza caben entre 250 y 300 mil personas. ¿Cuánto mide el Zócalo? Eso se los dejo de tarea: http://www. mexicomaxico.org/zocalo/zocalo3.htm L