Laberinto
Emmanuel Carballo Genio y trabajo página 2 Armando Romero Poesía página 3 Javier Perucho Álbum de los ácaros página 5 Héctor González Entrevista con Alfredo Bryce Echenique página 8
N.o 482
sábado 8 de septiembre de 2012
Entrevista con Juan Villoro
Mary Carmen Sánchez Ambriz Página 4
ESPECIAL
MILENIO
La ciudad que el diablo se llevó David Toscana Página 6
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antesala DE CULTO
ESPECIAL
Genio y trabajo
Sergiusz Piasecki
Estrellas de la frontera
COLUMNA INVITADA Emmanuel Carballo
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reo (y refuerzo mi juicio con las opiniones de Horacio e Hipólito Taine) que dos son las reglas básicas de la creación literaria: el genio y el trabajo. El primero es asunto de “vuestros padres”, declara el autor de la Filosofía del arte; el segundo, de “vosotros mismos”. Los demás preceptos, secundarios pero imprescindibles, se pueden cursar en aburridos tratados didácticos. La primera virtud que debe poseer el principiante es la paciencia. Éste debe aprender a pensar y, asimismo, aprender a decir “correctamente” lo que ha pensado. El esmalte, dijo Victor Hugo, salva al diente. A las ideas, como a las personas, se les juzga por la apariencia. En literatura, algunas veces, el hábito hace al monje. A la inversa, las buenas intenciones, por sí mismas, crean santos pero nunca escritores. La invención equivale al primer borrador. Un hai-ku de José Juan Tablada, deformado, me permite delimitar esta etapa: en su pizarra negra la inteligencia suma cifras de fósforo. El plan, afirman los maestros de preceptiva, es el arte de ordenar los materiales que ofrece la invención. Ya en el papel se aconseja el discurso espontáneo. La fluidez transmite al estilo un cierto aire de frescura y un algo de la propia intimidad. “El estilo, a fin de cuentas, ¿qué es? Es esa intimidad, esa porción de nuestro yo que volcamos en palabras”. La obra de arte nunca termina de escribirse. Nueve veces de diez el primer borrador sólo sirve para apretar el plan de trabajo. Redactar de nuevo no es una faena mecánica, es expresar lo mismo con otras voces, utilizar una construcción distinta. Las redacciones sucesivas mejoran no sólo la calidad de la forma sino también la arquitectura mental del trabajo. El escritor corrige, además de con borrador y lápiz, con tijeras y goma. Anatole France imprimía sus borradores
Penélope Córdova b fegari13@gmail.com
y luego los tijereteaba por donde creía conveniente, mudando frases y párrafos de un lugar a otro. La redacción es obra tanto de artista como de artesano. La excelencia del texto (mejor, la exactitud) depende de circunstancias caedizas: la condicionan el gusto de la época y las premisas básicas de escuelas y tendencias que se ejercitan en ese momento. Además es subjetiva: cada escritor la concibe de manera peculiar. Los sucesivos movimientos artísticos se explican, casi siempre, por antítesis rotundas. El uso se trueca desuso para dar origen a nuevo abuso. Ahora, fieles a nuestro momento y herederos de la libertad que nos legó el romanticismo, rechazamos por absurda la fórmula apriorística de “voy a escribir un soneto, una décima”. No hay reglas preexistentes a la creación poética, literaria en general. Al plasmar peculiarmente una vivencia, una experiencia, aflora el soneto, la décima, por la implícita tendencia que toda obra lleva en sí misma. No es sino una, la imprescindible, la forma técnica mediante la cual se puede comunicar el afecto y el concepto, lo sensorial que al crear revive el poeta, el escritor. La actual literatura, la más representativa, carece de una previa y única teoría para tal o cual composición; existen, a posteriori, tantas como autores modificantes escriben el día de hoy. La preceptiva no es estática sino dinámica. El precepto (ya no invariable como la Naturaleza) carece de ámbito universal de validez, de obligatoriedad. El consejo, modesto precepto que sólo obliga a quien lo emplea, no es dos veces el mismo: el hombre es un renacer, una fluencia. El crítico practica en sus trabajos un saludable relativismo. El tono es el de la observación, nunca el del mandato. Descubre en forma concisa y clara las costuras, los trucos lícitos e ilícitos de obras de los distintos géneros. L
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a absoluta necesidad de comprender la realidad ha llevado al hombre a dividir el mundo en contrarios, ya lo dijo Heráclito. Lo fijo y lo móvil, el árbol y el camino, la ciudad y el viaje, el sedentario y el nómada, el labrador y el pastor. La frontera es el lugar imaginario entre uno y otro, ahí donde se pierde el rastro de las ciudades y adonde ningún hombre pertenece: el quiebre de las naciones. El enamorado de la Osa Mayor (Acantilado, 2006), novela del polaco Sergiusz Piasecki, y única traducida al español, levanta el velo del estigma y muestra la frontera en toda su deslumbrante poesía. Hijo bastardo de un noble polaco de inclinación rusófila, aventurero, mentiroso consumado y artífice genial de su propia leyenda, Piasecki escribió su obra maestra, de carácter autobiográfico, mientras estaba en prisión… y ya conocen las visiones que el encierro obligado puede despertar en algunos espíritus visionarios —Wilde, Cervantes o Genet—. No se conoce exactamente su año de nacimiento (¿1899, 1901?), pero se sabe que luchó en la guerra soviética de 1921, se convirtió en espía y después en contrabandista. Es esta experiencia la que llena las páginas de El enamorado de la Osa Mayor, publicada por primera vez en 1937, y que causó una gran impresión entre los lectores y la crítica literaria de la primera mitad del siglo XX.Ahí, encima de los alambres de púas y de los guardias fronterizos, más allá de los bosques y de los conflictos del mundo, brilla la constelación que
guía y conduce a la salvación. “Tienes que procurar tener estas estrellas siempre a tu derecha… Vayas hacia donde vayas, siempre acabarás dando con la frontera”,son las palabras que el mentor dice al protagonista de la novela para enseñarle a orientarse entre dos tierras enemigas. Además de esto, no se sabe gran cosa del autor. Cuando Alemania invadió Polonia, Piasecki fue liberado y el resto de su vida se perdió en la bruma de la historia. Hay quien dice que participó en la resistencia polaca, pero la versión más difundida dice que emigró a Inglaterra, donde supuestamente murió en 1964. Vivir en la frontera o, más bien, vivir de la frontera, cuando la civilización exige establecerse, fundar hogar y reconocer patria, ser camino y no árbol, lo convierte a uno en paria. El desarraigo, sin embargo, cuando es voluntario, es la única libertad a la que puede aspirar el hombre. El enamorado de la Osa Mayor es un libro excepcional no sólo por la deslumbrante belleza y la sencillez de su prosa, por la fuerza de sus imágenes y por la misteriosa biografía del autor; es una rareza porque fue escrita por un hombre sin preparación literaria, cuya vida y recuerdos hechos ficción, al nivel del mito propio, son los únicos instrumentos que alimentan el relato. Además, pocos son los escritores que han alcanzado un lugar en la literatura con una o dos obras. Aspiramos a ser héroes. Muy pocos, como Piasecki, al menos entre las páginas de un libro, lo logran. L
EX LIBRIS
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Eros y Tanatos bEKO
Xavier Velasco
Una cosa es que los extremos se toquen y otra que no se den la espalda a tiempo.
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
Alquimia del fuego inútil
Rusia: un viaje por internet
En el horizonte del escritor colombiano se halla una idea de la creación literaria como revelación y a la vez construcción de un misterio POESÍA
A SALTO DE LÍNEA RUSSIATREK.ORG
Armando Romero
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n el horno de piedra Donde el fuego brota Hay silencio Las figuras que surgen Tienen el idioma universal Del fuego y de la piedra Cambian sus palabras como gritos de colores Aman y desaparecen A primera vista Crean y destruyen Al aleteo de los ojos Nunca se encuentra dos veces la misma forma En el fuego En el silencio En la piedra Hay algo que llamea Que no es el fuego Hay algo que canta Que no es el silencio Hay algo que se endurece Que no es la piedra De El poeta de vidrio (1961-1972)
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l azul Cómo no puede verse que el azul le falte al respeto a todos los colores. El azul se le tira a los abismos sin importarle ser el cielo. El azul se hace de rabia horizonte contra los mares y sus islas. El azul es color que dice pasión y lucha como los rinocerontes. El azul pica como una flecha de serpiente envenenada. Yo vi el azul en una esquina, lo vi bajarse de tus ojos, poniéndole temor al encanto. Por eso lo digo. De Amanece aquella oscuridad (inédito)
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ara el escritor colombiano Armando Romero (1944), la vida es una conciliación entre el viaje y la escritura, temas recurrentes en su obra literaria: “Siempre he pensado en que el lector de poesía es realmente un poeta, un viajero por la superficie de la palabra y la profundidad del camino, porque de otra manera no puede existir ese intercambio vital que es la factura del poema y su lectura”, escribe en la presentación de Alquimia del fuego inútil (UANL/La Cabra Ediciones, 2012), una antología de sus poemarios publicados en los últimos cincuenta años, del que ofrecemos una muestra en esta página. Romero es también novelista y ensayista, así como doctor Honoris Causa por la Universidad de Atenas, Grecia.
La ciudad de Perm, Rusia
Braulio Peralta
amabilísima. A señas todo, cuando el inglés es escaso por ambos bandos. Ciego, me dejo uise rasurarme pero fue llevar. imposible: el adaptador Perm no tiene gracia. de conexión solo hizo Es la antigua ciudad de explotar mi rasuradora. Deben Molotov, antiguo centro de ser las noches blancas de Rusia concentración de armas que en este mes de junio, pensé… ahora quiere olvidar su pasado Sí, me llegó tu mensaje pero con Stalin. Pero no hay nada es carísimo porque Slim sigue qué hacer porque sus museos amenazando el bolsillo de los son poco atractivos. Y a cada mexicanos. Mejor sigamos rato el ruido en el cielo te por correo electrónico, a la recuerda que un avión del antigüita, y olvidémonos del ejército es una alerta. Ignoro Iphone. contra qué. Cruza la ciudad y Llegamos alrededor de las cruza la ciudad y cruza… Los cuatro de la madrugada de acá. rusos son como taimados pero Casi 23 horas de viaje, con escala alegres por dentro. en Frankfurt y Kazan. No dormí. Día de galerías y museos por Me vine leyendo a Joseph Roth, Perm para conocer a nuevas Rusia, que casi termino. Increíble generaciones que son, en crónica que escribió en 1926 y realidad, las mismas del mundo: que —al llegar a la aduana— me copiar o hacer con clásicos sus regresa de golpe a sus páginas: intervenciones contemporáneas, la nostalgia de un pasado que es a lo Brickman, a lo Picasso, a lo presente. La atmósfera de tristeza Dalí, hacia Dubuffet o Bacon o es indescriptible. La mujer de la el nombre que pongas, incluidas frontera mide mi estatura a través instalaciones como en Nueva de un espejo. Ni me mira. Observa York. Eso sí: sin la sofisticación el pasaporte y saca conclusiones y los recursos de las grandes con su computadora. Toma capitales del mundo. Lo que decisiones en su otredad. De un me impacta son los espacios golpe sale el sello de entrada a un públicos: una vieja estación de viaje alucinante donde el ruso y ferrocarril es la galería, o casas su alfabeto cirílico me esperan, del siglo XIX, cayéndose de viejas al acecho, por mi ignorancia del pero con arte moderno. Hay idioma. interés en rearmar un cuadro de Pero la noche es blanquecina. pintores rusos que sueñan con En el horizonte se advierte la luz salir a conquistar el universo. del día, que amenaza. Son casi Juventud a raudales que, once horas de diferencia con sabemos, no es garantía de nada. México. Medio día para pensar en No sé. El arte pictórico es un la relatividad del tiempo. Apenas movimiento constante, hoy pude dormitar un par de horas. desarticulado por la moda, eso Días largos con noches cortas que llaman instalación. Avelina como destino. No cabe duda que Lésper seguro querría irse a otro importa el lugar donde tu cuerpo lugar como el Ermitage, en San despierta. Bien. Aprendo: comida Petersburgo. Yo también. azerbayana, increíble por su Se me olvidó decirte que lo frescura de vegetales con carnes de la rasuradora lo resolví con asadas. Deliciosa. Y la gente, rastrillos. L braulioperalta@yahoo.com.mx
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literatura Juan Villoro
“Los clásicos escapan de su tiempo” El FCE ha puesto a correr una nueva edición de los Aforismos de Lichtenberg que muestran una faceta más, la de traductor, del autor de Arrecife, galardonado con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2012 ENTREVISTA ESPECIAL
En 1989, Villoro publicó por primera vez las traducciones de Lichtenberg
Mary Carmen Sánchez Ambriz
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uizá no se recuerda con frecuencia otra faceta literaria que Juan Villoro desempeña con cautela, la de traductor. Entre los autores de los que se ha ocupado figuran Schnitzler, Hoffmansthal, Rezzori, Greene y Capote. En 1989 fue el primero que realizó una versión en español de los Aforismos de Lichtenberg (Ober-Ramstadt, Alemania, 1742–Gotinga, Alemania, 1799), dentro de la colección Biblioteca Universitaria del Fondo de Cultura Económica. Al año siguiente Edhasa publicó una traducción hecha por el peruano Juan del Solar. Por aquellos años, el propio Del Solar le escribió una carta a Villoro, en donde se mostraba sorprendido porque creyó que su trabajo había sido inaugural. “Lo importante, desde luego, no es quién fue primero o segundo, sino que al fin pudimos leer a un clásico esencial en nuestra lengua. Incorporar a otro autor a tu literatura es una de las justificaciones del traductor”. ¿Cómo llegaste a la edición de las Obras completas de Lichtenberg, compiladas por Wolfgang Promies (quien, por cierto, tradujo a Cortázar al alemán)? ¿Conociste la obra por recomendación de alguien o durante una estancia en Alemania? Las frases de Georg Christoph Lichtenberg han sido descritas por célebres autores. Hoy sería un tuitero con muchos seguidores. En los años ochenta me crucé varias veces con citas de él: Nietzsche, Freud, Thomas Mann, Canetti y Goethe lo tenían entre sus autores favoritos. Siempre me sorprendía su mezcla de inteligencia y sentido del humor. El empujón decisivo vino de Alejandro Rossi. Él escribía una columna en la revista Vuelta y un día decidió ser sustituido por citas de Lichtenberg, que tradujo del italiano. Fue una revelación. Además, Alejandro representaba para mí una figura múltiple: maestro, hermano mayor, padre sustituto, amigo de hierro… Poco después, Guillermo Cabrera Infante publicó un artículo cuyo título era un juego de palabras, muy en su estilo: “Mehr Lichtenberg!”. Supuestamente, las últimas palabras de Goethe fueron “Mehr Licht!” (“¡Más luz!”). Cabrera Infante retomaba la frase para decir que necesitábamos saber más de Lichtenberg. Fue otro estímulo para hacer una antología y tuve la suerte de entregársela a Cabrera Infante en su casa de Gloucester Road, en Londres.
Aforismos de Lichtenberg Dios creó al hombre según su imagen. Posiblemente esto significa: el hombre creó a Dios según la suya. ◆◆◆ Ya que se escribe en público de pecados secretos, me he propuesto escribir en secreto de pecados públicos. ◆◆◆ El hombre ama la compañía, así sea la de una vela encendida. ◆◆◆ Ésas son razones espermáticas: pequeñas pero importantes para muchos. ◆◆◆ ¿Qué cosa es el hombre sino una taza de café? Asimila en su cabecita para derramarse en su platito. El platito no sirve de nada sin la cabecita y viceversa. Traducción de Juan Villoro
Una vez que conociste estas sentencias, ¿cómo surgió la idea de hacer esta traducción y selección de un autor poco frecuentado? Durante muchos años, Lichtenberg también fue desconocido en Alemania. Tenía una enorme reputación como físico. Fue maestro de Volta y de Humboldt y uno de los primeros en intuir que había una electricidad negativa y otra positiva. Pero su obra fundamental ocurrió en secreto. Por
las noches se encerraba a escribir sobre temas privados, haciendo las sumas y las restas de su alma. Así reflexionó sobre el inconsciente, los sueños, la relación entre matemática y poesía, la publicidad, el periodismo, los misterios de la vida erótica, las tortugas y las moscas. Murió sin que sus cuadernos fueran publicados. A lo largo del sigo XX hubo varias ediciones parciales y sólo en 1992 aparecieron las Obras completas editadas por Wolfgang Promies. Mi primera edición de los Aforismos es de 1989, así es que tuve que tomar en cuenta publicaciones previas. No fue fácil conseguirlas. Entonces no había internet ni ventas en Amazon. En 1986 aproveché que el Instituto Goethe me dio una beca de traducción con una estancia en Munich para hacer pesquisas en librerías y bibliotecas. Esa investigación, bastante detectivesca, fue una de las partes más interesantes del trabajo. En cuanto al criterio de selección, pensé en ser fiel a las muchas facetas de un escritor de la Ilustración, muy interesado en la ciencia, en la separación de la iglesia y el Estado, en la multiculturalidad, la tolerancia, la filosofía del lenguaje, la autobiografía como pedagogía personal y el humor como una forma de conocimiento. Por eso hice una ordenación temática. Han pasado más de 20 años de la primera edición de los Aforismos. ¿Incluye algo nuevo este libro que ahora se publica en la Biblioteca de Bolsillo del FCE? Cuando publiqué mi selección de los Aforismos, Miguel Ángel Padilla, amigo diplomático que vivía en Alemania, me dijo que existía una Sociedad Lichtenberg en Darmstadt. Envié un ejemplar y recibí una carta extraordinaria de Wolfgang Promies, curador de la obra de Lichtenberg. Me dijo que hablaba español y había traducido un libro de cuentos de Julio Cortázar, de modo que pudo leer mi versión. En 1992 me invitó a un coloquio sobre Lichtenberg en Ober-Ramstadt. Como era el V Centenario del descubrimiento de América me pidió que hablara sobre la muy rica relación de Lichtenberg con la otredad, la antropología y el encuentro con otras culturas. Escribí el texto “Lichtenberg en las islas del nuevo mundo”, que está en mi libro de ensayos De eso se trata. El contacto con Promies me reveló a un hombre tan desenfadado como Lichtenberg, gran aficionado al futbol (el congreso ocurrió en tiempos de Eurocopa) y al rock, novelista y espléndido amigo. Su versión de las Obras completas permitió fijar el canon Lichtenberg y despejar errores. Como Lichtenberg escribía para sí mismo, no se preocupaba de que una palabra quedara mal escrita y pudiera significar distintas cosas para un lector, de modo que era imprescindible contar con una fijación del texto como la que hizo Promies. Seguí trabajando en el asunto y en la edición que acaba de publicar el Fondo se corrigen algunos errores y se incorporan más aforismos. ¿Por qué consideras que este escritor alemán se sentía cómodo con lo fragmentario, acaso como herencia de su afición por escribir tarjetas con preguntas, como cuando era niño? Es una buena hipótesis. Desde niño anotó misterios breves, en espera de que la Providencia le trajera una respuesta. Ya como escritor, llegó al fragmento por accidente. No pensaba en dar a conocer sus pensamientos nocturnos. Publicó sobre tantos temas culturales como lo hace Umberto Eco en nuestros días, y además ejerció la ciencia, pero se reservó sus mejores momentos para sus alfileres literarios. Los entendió como un desahogo, no como parte de la obra. La paradoja es que esos papeles secretos son su pieza más genuina. Muchas veces sucede esto, Cervantes veía el Quijote como un divertimento y nada más. El autor que suelta amarras se desconoce a sí mismo. ¿Lichtenberg fue un autor incomprendido que se adelantó a su época? En todo autor resistente hay cosas que no corresponden a su época; los clásicos escapan de su tiempo, en buena medida porque se le oponen. Una paradoja de la experiencia literaria es que quien describe mejor una era suele ser quien discrepa de ella. En el caso de Lichtenberg se trata de alguien que menciona el inconsciente, se
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literatura acerca a la interpretación de los sueños, habla de pulsiones sexuales, es decir, prefigura ideas de Freud. Eso se oponía a la moral en curso. ¿Para los propios alemanes fue un filósofo que conocieron también a destiempo? Tienes toda la razón. Los Aforismos tardaron en ser editados y las primeras antologías descartaron todo lo que pudiera ser picante, transgresor, “inmoral”. Como su obra no correspondía a ningún género preciso (hablamos de “aforismos”, pero en realidad son pensamientos interrumpidos), esto también dificultó que se asimilara a la tradición. Pero los relámpagos no pueden ocultar su luz y Lichtenberg encontró poco a poco sus pararrayos. ¿La idea de lo inacabado tenía que ver con su hipocondría y con el miedo a la muerte? Se sentía mal por no acabar proyectos y en cierta forma consideraba su obra fracasada. En Alemania, la filosofía de la época buscaba construir un Sistema y los escritores se lanzaban a proyectos monumentales, como la Weltliteratur de Goethe. Lichtenberg es un miniaturista. Hubiera tenido éxito como epigramista en la Atenas o la Roma clásicas, o entre nosotros como tuitero o aforista a lo Cioran, con quien guarda más semejanzas de las que pudieran sospecharse a primera vista. “El mundo existe para imaginarlo roto”, escribe Gustav Meyrink. Cioran lo imagina roto por desgracia y Lichtenberg lo imagina roto por humor. Enrique Vila-Matas dice que Lichtenberg fundó, junto con Stern, la risa contemporánea. ¿Estás de acuerdo? Una de las mayores recompensas de haber traducido los Aforismos es que la obra de Lichtenberg pudo influir en autores tan significativos como Vila-Matas, que le ha dedicado varios ensayos y se inspiró en una idea de Lichtenberg (la “colección de tormentas”) para escribir uno de los cuentos de Suicidios ejemplares. Conocí a Vila-Matas después de que escribió una reseña a los Aforismos con el sugerente título de “El inventor de la chispa”. Obviamente es arbitrario pensar que alguien fue el primero en descubrir una reacción humana. Cuando Valle-Inclán se preciaba de conocer el día exacto en que surgió la melancolía, proponía un juego literario, no una tesis científica. Lo mismo hace Vila-Matas. Me parece que toma en cuenta un elemento decisivo de Lichtenberg, que no asocia el humor con la broma sino con el conocimiento irónico de la realidad. Para él, lo chistoso no surge de una falla de la realidad (un resbalón o una ridiculización) sino de su indagación más profunda. Por eso Goethe dijo que donde Lichtenberg encuentra un hueco, hay un problema oculto. Esta idea del humor como atributo de la inteligencia está en la cultura clásica griega pero es borrada por la Edad Media, hundida en la solemnidad. Lichtenberg se atreve a ser culto y disparatado. No es común que un erudito enseñe a través del humor. Él lo logra. En tu prólogo, observamos que Lichtenberg era leído por Kant, Thomas Mann, Freud, Nietszche, Goethe, Kraus, Breton, Wittgenstein, Auden, Tolstoi, Musil, Jünger, Canetti... ¿Pero quiénes fueron sus autores de cabecera y cómo los asimiló? Entre sus autores favoritos estaban Newton, Swift, Montaigne, Shakespeare (en un momento en que era discutido como un autor un tanto gore y escabroso),
Cervantes, Horacio, Virgilio y Goethe y Kant, que fueron sus contemporáneos. Juan del Solar dio las primeras noticias de las posibles conexiones entre Robert Walser y Lichtenberg. ¿Consideras que existe relación entre ambos autores? Siendo dos autores muy distintos están en clara sintonía. Walser logra la introspección desde el aislamiento; es un recluso que opera desde los márgenes de la razón. Lichtenberg es muy sociable, tiene gran éxito con sus alumnos, ama a las mujeres, pero en soledad se somete a una introspección parecida a la de Walser en su aislamiento psiquiátrico. Con Lichtenberg, en cierta forma, se da un auge del pensamiento propio. ¿Qué tanta influencia hay en él de Montaigne, quien también reflexionaba sobre la condición humana y, por llamarlo de alguna manera, las vaguedades del espíritu? Una de las apariciones más singulares en la historia del pensamiento es la idea del individuo. Esto no siempre estuvo en el seno de la cultura. Muchas civilizaciones vivieron y se eclipsaron al margen de esta idea; fueron civilizaciones consagradas a lo colectivo. Los pininos del pensamiento propio están en Platón y recobran energía en el Renacimiento. Hay un largo proceso de maduración de esta idea que recobra impulso en el XVIII. El Siglo de las Luces vive estimulado por esta idea. Lichtenberg es contemporáneo de Rousseau y Voltaire y considera que la cultura no sirve para recibir datos sino para pensar por cuenta propia. No hay nada que no deba ser cuestionado. Todo debe pasar por la razón individual. La contribución de Lichtenberg a este ejercicio es notable. Sus aforismos son una gimnasia para la razón. ¿Cómo observas que vivió su identidad alemana? ¿Siempre fue un crítico implacable o cambió su visión después de su viaje a Inglaterra? Como buen ilustrado, Lichtenberg critica lo propio y estudia lo ajeno. Su viaje a Inglaterra le sirvió para conocer mejor a los alemanes. La distancia y la perspectiva son ejercicios para descubrir tu interior. ¿Qué era lo que más detestaba Lichtenberg…? ¿La Iglesia? Detestaba la represión del pensamiento y la Iglesia ha sido una institución coercitiva, que comenzó su tarea reductora minando las ideas de Cristo. Lichtenberg fue un enemigo del dogmatismo, el fanatismo, el pensamiento único de cualquier signo y entendió la tolerancia como un atrevimiento intelectual que permitía respetar los derechos de ideas ajenas. En este sentido, su ironía también es una ética: se burla de los otros pero con el afecto de quien les concede un lugar y los considera necesarios para que prosiga la comedia humana. ¿Has visitado el cementerio donde descansan sus restos? ¿Hay ahí alguna de sus frases? No he visitado su tumba, que está en Gotinga, donde vivió muchos años como profesor. Ahí no hay otra inscripción que su nombre y sus fechas de nacimiento y muerte. Pero estuve en su casa natal en Ober-Ramstad y di una conferencia en un granero donde jugó de niño. También conocí ahí a sus parientes más directos, que ahora viven en Sudáfrica, donde se dedican al comercio. La familia Lichtenberg me llevó de paseo por el bosque, forma alemana de la cortesía que pone a prueba la condición física. L
Álbum de los ácaros RESEÑA Javier Perucho
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l microrrelato que se practica en nuestras latitudes ha llegado a un punto culminante de su arraigo. Las recientes cimas conquistadas por el género se encuentran en las antologías dispersas por las regiones de Hispanoamérica que espigan temas como la infancia, la violencia de género, los pecados capitales, los fantasmas y la animalia doméstica. Incluso ya está disponible la compilación del ejercicio narrativo en clave de minis, resultado del taller virtual que anima Alberto Chimal en su bitácora electrónica, Las Historias, donde emergió y fue seleccionada la cuentalia que integra Historias de Las Historias. El bestiario naturalista El libro de los seres no imaginarios (Minibichario) sigue aquella estela de los libros colectivos; fue coordinado por la batuta virtuosa de José Manuel Ortiz Soto, médico pediatra que en sus ratos libres impulsa diversos blogs literarios y esculpe la piedra dura del cuento breve entre niño enfermo y paciente curado. En ese ínterin se asoció a los fotógrafos de la naturaleza Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta, exploradores de los mundos mínimos y cuyos habitantes son los ácaros, esos animales no siempre microscópicos que residen igualmente en el mundo, huéspedes de nuestras casas y promotores de las pesadillas que irrumpen en nuestros sueños. José Manuel, en acuerdo con este trío de fotógrafos, seleccionó y repartió las imágenes fotográficas entre la grey microficcionista para que las consideraran atalaya de un estímulo de escritura. El medio centenar de cultivadores de micromundos convocado, terminada su encomienda, lo mandó al antólogo para su ponderación, quien consideró necesario un tallereo en ciertos casos, labor literaria por la que se desprendieron observaciones, enmiendas y hartas porras. El trabajo más arduo fue convencer al editor, quien después de levantarse las solapas, accedió a publicar el Minibichario. El resultado final se pasea orondo sobre mi mesa. Un libro elegante, hermoso a la vista por sus fotografías a color, estampadas sus imágenes sobre papel couché, como corresponde al maridaje entre el registro fotográfico y la creación narrativa. La edición, salvando las erratas que todo libro exige en su ingeniería, es la más adecuada. Asimismo destaca la generosidad del antólogo, al convidar en el mismo ágape tanto a novísimos narradores (David Baizabal, Amaranta Caballero, Laura Elisa Vizcaíno et allius), como a promesas en acción (Agustín Cadena, Ricardo Bernal, José Luis Zárate y Édgar Omar Avilés), además de incluir a maestros consagrados del género (Agustín Monsreal, Guillermo Samperio, Norberto de la Torre), hospitalidad señalada por la prologuista, Lucila Herrera. Tal convivio no siempre resultó armonioso entre las composiciones narrativas, a veces faltas de conflicto, más atentas a la naturaleza del chiste, a la inmovilidad de la estampa, o carentes de la arquitectura interior que
José Manuel Ortiz Soto (antólogo) El libro de los seres no imaginarios (Minibichario) Fotografías de Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta Prólogo de Lucila Herrera Ficticia (Biblioteca de Cuento Contemporáneo) México, 2012 93 pp. exige el relato. En contraste, sobresalen las microhistorias plenamente narrativas con personaje, peripecia, conflicto y resolución. Por ejemplo, entre una treintena de recreaciones, destaco “Alimentar polluelos”, “Indignación díptera” y “Transmisión”, cuyos autores pertenecen a la nueva camada de narradores afiliados al cuento en breve. Agrego un detalle extra literario, distintivo del volumen, que navega a contracorriente del tan cacareado y vilipendiado centralismo: la procedencia regional de los escritores antologados, asentados en las más variadas ciudades culturales de la república literaria, pues se domicilian tanto en Tijuana como en Mérida, en Tabasco como en el Estado de México. Por otra parte, ustedes sabrán perdonar las escasas referencias o valoraciones a las imágenes, pero la fotografía no es disciplina que frecuento más que como espectador. Sin embargo, son estampas que ilustran un modo de vida apacible, entresacadas del anonimato de los animales, esperanzados por el aniquilamiento de la especie que los oprime entre sus dedos oponentes. El tiraje de un millar de ejemplares, que espero colme en corto tiempo la demanda de los aficionados al género, y la elocuente portada, tan distintiva del sello de Ficticia, me provocan una envidia insana por los autores seleccionados, luego me da por azotarme la cabeza contra la pared y maldecir, entre tope y tope, mi maldita desidia por no haber mandado el microrrelato “Vida de la mosca”, ilustrado por una horripilante mosca atrapada por la lente de Beatriz Hernández Meza, y protagonizado por este animal esencialmente literario, tan monterroseano, que pulula tan campante entre las prosas de don Augusto, como las prostitutas, las causas perdidas y las sirvientas. L
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ESPECIAL
La ciudad que el diablo se llevó La más reciente novela del escritor regiomontano, publicada bajo el sello de Alfaguara y próxima a llegar a librerías, transita por una ciudad de Varsovia casi fantasmal, golpeada por los nazis y, más tarde, por el Ejército Rojo. A él le debemos el tramado y la edición de este adelanto David Toscana
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i, queridos amigos, cuando Stanisław August Poniatowski, el último de nuestros bien o mal amados reyes, dio su anuencia para que se construyese el cementerio Powazki, tenía presente una verdad muy sencilla: los varsovianos solemos morir. Claro que la guerra aceleró las cosas, pero nuestra ciudad tenía en tiempos de paz alrededor de cincuenta difuntos diarios; eso nos da cerca de cien mil durante el periodo en que nos ocuparon los nazis, así que habrá que descontarlos de las estadísticas finales. Era un desatino que luego de un bombardeo me llevaran cadáveres de tuberculosos o de alguien que rodó por las escaleras o de un viejo que no pudo más con su vejez o de una mujer que se quedó en el parto; eran muertos de segundo orden, pues no llevaban la aureola de víctimas, sino de meros impertinentes. Y sin embargo, para todos hay espacio. Tenemos cementerios para cada credo y clase social y rango militar; con lápidas individuales y colectivas. Los tenemos también para epidemias, y si gozáramos de terremotos o inundaciones, ya nos habríamos inventado camposantos para esos cataclismos. Hay también criptas en iglesias e incontables fosas comunes y clandestinas. Eso sin tomar en cuenta que ahora buena parte de la ciudad es un cementerio. Las plazas están repletas de tumbas temporales que se están volviendo permanentes; y basta levantar un poco de escombro para hallarse a una familia entera en la cocina, un niño en el ropero, una madre en huesos, un abogado bajo su escritorio, una beata sin rodillas. Se remueve una losa y ahí está la abuela todavía con sus agujas de tejer. Ludwik no mencionaba nombres de muertos o deudos ni fechas. Evitaba los detalles específicos de su oficio, y sus amigos suponían que no se trataba de una discreción
natural sino del modo de inducir a que le diesen más alcohol, pues después de una ración de vodka le vendría la voluntad de parlotear precisamente cuando su lengua, torpe y flácida, se resistiera a hacerlo. Entonces decía cosas como: ¿Recuerdan a la señora Kukulska? Créanme, amigos, era más bella de lo que se contaba. Luego bajaba la voz para agregar: Tengo para mí que su marido nunca la tocó. Discutían si un cadáver podía ser bello, si de veras Ludwik tenía el modo de sondearle la castidad, si los muertos eructaban o abrían los ojos en la Noche de San Juan. Tildaban de falsas muchas de sus anécdotas, pero qué más daba la verdad si se podía imaginar a la señora Kukulska inmóvil y desnuda. El padre Eugeniusz disfrutaba la compañía de hombres que podían emborracharse, hablar de mujeres y de la vida sin mencionar a dios. Le gustaba que le llamaran por su nombre, y que, a diferencia de las mojigatas de iglesia, le tuvieran poca tolerancia si decía alguna estupidez. Salud, hermanos. Sorbían el pico de las botellas y soltaban preguntas que Ludwik había respondido en numerosas ocasiones. ¿Es verdad que hay muertos que están vivos? Eso es bien sabido. Bailan, cantan, hacen el amor. ¿Y se matan unos a otros? Eso nunca. ¿Es verdad que en invierno guardan los despojos en un cobertizo hasta que llegue la primavera?, preguntó Feliks. Ludwik movió la cabeza en vaivén. La naturaleza es sabia; en invierno ni la tierra se escarba ni los muertos apestan. Eso lo entiendo si hay que enterrar a uno o dos. ¿Pero qué haces con miles de varsovianos esperando la primavera?
La botella de Ludwik estaba vacía. Kazimierz hubo de darle otra. ¿Es cierto que envuelven a los muertos en una manta y venden de nuevo los ataúdes? No llegaba la respuesta porque alguien preguntaba a cuántos metros de profundidad debía estar una fosa común. ¿Qué es el polvo blanco que le echan a los cadáveres? ¿Existen los fuegos fatuos? ¿Puedo verla?, le susurró Kazimierz a Ludwik. ¿A quién? A la señora Kukulska. Ludwik lo observó un rato para saber si hablaba en serio. Amigo mío, un pollo muerto despierta más el apetito que uno vivo. Con las mujeres no pasa lo mismo. Pregunté si podía verla. Date una vuelta el día que gustes. Vayan todos, porque hay que levantar una losa muy pesada. ◆◆◆ Para llegar al cementerio Powazki, Ludwik se acostumbró durante años a tomar el tranvía ocho. Hubo algunos cambios de ruta cuando se atravesó el gueto judío, pero nada que incomodara demasiado. Ahora los rieles eran intermitentes. Los vagones se hallaban en estado de chatarra, pues en los últimos meses de guerra se habían usado como parapeto, atasco y ariete. Ahora él debía recorrer una larga distancia, atravesar lo que fue el gueto y bordear la parte del muro que aún se levantaba en los alrededores de Zoliborz. Ludwik entró por el portón principal y aspiró el aroma mañanero de las flores y los árboles. La verdadera Varsovia existía en los cementerios. Había más habitantes dentro de ellos que en el resto de la ciudad. Más pintores, músicos, filósofos, aventureros,
héroes y cocineras ahí acostados y silenciosos que armando alboroto allá afuera. En algunas tumbas había hasta seis generaciones de una familia, cosa impensable en el mundo de los vivos. Ninguno de los muertitos de Ludwik pugnaba por salir; en cambio, todo varsoviano tenía planes para entrar. Paseó por uno de los andadores. Dio los buenos días al difunto Ignacy Lipinski, a las tres solteronas Pajkowska y al abogado Edward Federowicz, que justo ese día cumplía años de muerto. Más adelante estaba el inquilino más fresco. Michał Kulik, de veintisiete años, un arquitecto que pisó una tabla podrida en un andamio. Se hablaba de seis millones de polacos muertos a causa de la guerra. ¿De qué hubieran muerto si no? Otra vez comenzarían a llegar los que se atragantaron con un salchichón, resbalaron en la azotea, los que no quisieron llamar al electricista para ahorrarse unos zlotys, los niños que se beben el keroseno. Quizá su muerto más indigno fuera un lituano llamado Jonas Ambrosius. Su lápida no refería los pormenores de su fin, pero estos eran bien sabidos. El 18 de abril de 1932 saltó por una ventana para que no lo sorprendiera un marido celoso. La mala fortuna o la casualidad o la saña divina lo hicieron descender sobre una varilla de tres metros que formaría parte de una columna de concreto. No quedó ensartado en la más humillante de las posiciones, como mucha gente se empeñó en contar. La varilla se le encajó por el centro del vientre y salió a un lado de la columna vertebral. En cuatro patas, masculló su aflicción durante un tiempo que bien pudo ser eterno. Nadie pidió asistencia médica porque no veían el modo de salvarlo. Nadie buscó el modo de cortar la varilla. Él alzó la cabeza sin protestar cuando unos muchachos le robaron la cartera. El marido trajo a la mujer infiel a tirones de cabello y
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de portada ahí mismo armaron una escena en la que ella juraba no conocer al desahuciado. ¿Verdad que no te conozco?, le preguntaba a Jonas Ambrosius, y él no podía articular palabra, así intentara afirmar o negar. En sus últimos estertores, Jonas Ambrosius alcanzó a escuchar ciertas frases compasivas. También burlas y risas. Ludwik nunca le había dado crédito a los chismes sobre amantes que saltaban por la ventana o se escondían en roperos, pero tenía que aceptar que ahí, en la sección 210 del cementerio, a pocos metros de la tumba de Bolesław Prus, se hallaba el infeliz Jonas Ambrosius, venido de Lituania y muerto un 18 de abril en esta ciudad capital, por culpa del amor. Más adelante desempolvó la lápida del pintor Eligiusz Niewiadomski. Aunque los críticos de arte jamás alabaron sus obras, él se había vuelto famoso por la que exhibió en la Galería Nacional de Arte el 16 de diciembre de 1922. Se trataba de una controvertida obra de derechas que utilizaba sólo el color rojo. Niewiadomski nunca le puso título, mas los historiadores acabaron por llamarla Asesinato del presidente Narutowicz. Ludwik tomó unas flores amarillas de la tumba vecina y las colocó en la del pintor. Pasó la mañana recorriendo veredas, limpiando lápidas, encendiendo veladoras, cortando hierba, rastrillando hojas y pétalos secos. Al mediodía presenció desde lejos el entierro de la señora Jadwiga Majkowska. Esperó a que se hubiesen retirado todos los parientes para acercarse. La losa era muy pesada. Necesitaría ayuda para exhumar el cadáver. ◆◆◆ Dos días antes se había acercado una anciana a Ludwik, apoyada en un bastón. Dicen que usted mueve los cadáveres de lugar. ¿Quién dice? No esperaba una respuesta; ni siquiera la deseaba. Era verdad. Había traspasado seis cuerpos a otras tumbas. Todos de mujer. Nunca nadie lo vio. Si se corrían esos chismes sobre él, era porque se corrían sobre todos los sepultureros de cada cementerio de cualquier época y lugar. Soy la señora Majkowska, apréndase bien mi nombre. Pasado mañana me traerán aquí fría y tiesa en un cortejo encabezado por mis hijos. Yo hubiera querido que me trajeran hace cincuentaisiete años. La mano de la señora Majkowska tembló y el bastón cayó al suelo. Ludwik lo recogió y ofreció su brazo a la mujer. La condujo a una tumba de poca altura para que se sentara sobre la losa. Mis hijos me van a meter bajo tierra con mi difunto marido. Él murió hace ocho años creyendo que yo lo había amado. El
muy dichoso no tuvo que vivir todo lo que pasamos en estos tiempos. Tampoco vivió mi infierno de más de medio siglo. La señora Majkowska entregó un sobre a Ludwik. Ahí están las indicaciones y algo de dinero. El resto de la paga lo hallará en el crucifijo. Ludwik sabía que era poco elegante mirar dentro del sobre. Igual lo abrió y pasó rápido el pulgar por el canto de los billetes. Había cuotas fijas para entierro, según la profundidad y época del año, también para traslados de restos a los osarios. Se acordaban tarifas para el mantenimiento de tumbas. Pero el precio de cambiar a un muerto de lugar lo determinaba el propio muerto. ¿Lo hará?, preguntó la señora Majkowska. Será un placer, dijo él. Sin embargo, no es conveniente tener certeza sobre la fecha de muerte. No faltará quién proteste, decir que este es un camposanto para gente virtuosa. A usted podrían enviarla al cementerio evangélico. A mi edad, lo más natural es confundir el veneno de ratas con el azúcar. Lo más natural es morirse. ¿Café o té? Ella inclinó la cabeza y levantó la vista. Pensé que la idea del crucifijo era buena; ahora comprendo que puede destapar el féretro, arrancarme la cruz y dejar mi cuerpo donde está. Señora, he engañado a muchos vivos, pero nunca a un muerto. Ella soltó una risa queda. Todavía estoy viva. Él le ofreció el brazo para conducirla a la salida. Señora Majkowska, sospecho que usted nos abandonó hace mucho tiempo. ◆◆◆ Esa noche sólo llegaron tres. A Kazimierz le alegró no ver a Feliks, pues no quería discutir con él de relojes y dineros. Ludwik esperó a que hubiesen bebido lo suficiente. Los cité aquí para que cumplan con la última voluntad de la señora Majkowska. El cementerio era bello de día: una serie de veredas y monumentos en el bosque más tupido de Varsovia. Flores. Veladoras. Viudas prestas a vivir. Ludwik no se decidía si le gustaba más el verdor del verano o la blancura del invierno, mas cualquiera que fuese el clima, nada competía con la belleza de la noche. Ningún ruido de la ciudad llegaba hasta allá. En invierno las ramas sin hojas daban la sensación de que se miraba el cielo a través de un cristal quebrado. En verano era la compañía de insectos voladores e incontables bichos que reptaban por la hierba. La suma de aleteos, mordiscos y batallas nocturnas daba el crepitar de un incendio que iba poco a poco devolviendo la
carne a su origen. En tiempo de lluvia venían también los sapos, que luego desaparecían sin dejar rastro y hacían a Ludwik creer en la generación espontánea. Salían de la boca de los muertos que en vida sembraron escándalo. Su croar era un eructo, la única voz que el infierno les daba para pedir perdón. Croac, decían esas mujeres que pasaron la vida chismorreando. Croac, los periodistas vendidos. Croac, los políticos de mierda. Ahora nadie los escuchaba. Habían reunido algunas veladoras en torno a la tumba de la señora Majkowska. Las botellas de vodka tapaban parcialmente el texto del sepulcro acerca de la amantísima esposa y buena madre muerta el día anterior. Los vasos de las veladoras eran rojos, verdes y amarillos. El rostro de cada quien variaba según los caprichos de las llamas. Tenemos que sacar de aquí a la difunta y meterla en otro sitio de descanso. ¿Con su enamorado?, preguntó Kazimierz. Un capitán del ejército que murió a los veintiséis años. ¿Y podemos verla? Claro que sí, voy a abrir el féretro para sacar un crucifijo, aunque te advierto que su capitán murió en 1888. Puedes imaginar la edad de la enamorada. Yo creo que no es correcto, protestó Eugeniusz. No te preocupes, dijo Ludwik. Es ilegal, pero no inmoral. Me parece que también podría ser pecado. Alejarla de su legítimo marido y echarla con su amante. Sabían que la moral de Eugeniusz era retórica; bastaba una contraoferta para mandarla al carajo. Bebe otro poco, padrecito. La Biblia dice que después de muertos todos se ayuntan con todos. Eugeniusz se encogió de hombros. Tanta fosa común con hombres, mujeres y niños. Vaya uno a saber el festín que arman los muertos. Profanar tumbas, Kazimierz se sobó las manos. El sueño de todo adolescente. Entre los tres tomaron la losa. En el primer esfuerzo no pasó nada. En el segundo, la piedra se levantó lo suficiente para salir de su lecho. No les resultó difícil arrastrarla a un lado. Igual suena cuando destapas una alcantarilla, dijo Kazimierz. El esfuerzo los había cansado. Mejor vamos a beber, Eugeniusz dio un trago y colocó las botellas sobre los brazos de una cruz. ¿No sería más fácil traer al capitán para acá? En vez de flores crecerían serpientes, dijo Ludwik. ¿Y qué pasa si un día quieren echar los restos de la señora en un osario?
Para entonces yo no estaré aquí. A quienquiera que le corresponda hacerlo tendrá que robarse huesos de otro lado. Cuidarnos las espaldas es algo que va con el oficio de enterrador. Igual pasa con nosotros los curas, sobre todo en asuntos de… Eugeniusz comprendió que estaba hablando de más. Kazimierz tomó la pala y comenzó a escarbar. Este favor te va a costar uno más grande. Eugeniusz sacó el agua bendita de su mochila y roció un poco. ¿Ya amaneció? Todavía no. Me pareció que pasaba el sol. La carga les pesó demasiado. Se tambaleaban y avanzaban en zigzag. Ludwik tropezó y el cajón cayó al suelo. No hubo una escena en la que se abriera la tapa y el cuerpo de la anciana saliera rodando y exhibiera sus refajos. Eugeniusz maldijo a los fabricantes de féretros. Diseñan estos trastos pensando que siempre habrá cuatro personas para cargarlos. Reanudaron la marcha en la oscuridad. ¿Vamos en dirección correcta? La carga se aligeró cuando Ludwik les dijo que la vereda era un río; el féretro, una canoa. El agua fresca les llegaba a la cintura, hacía cosquillas. A su alrededor, los cadáveres flotaban, alzaban un brazo, la cabeza, luego se los tragaba un remolino. Tomando ventaja de la corriente, entre peces y lirios, Eugeniusz se orinó en los pantalones. A Kazimierz la evolución lo llevó de vuelta al momento en que fue un feliz anfibio que parpadeaba y comía insectos. Tocaron puerto luego de virar a la izquierda. La tumba del capitán Nowicki. La señora Majkowska se resistió a soltar el crucifijo, pero acabó por ceder y, según Ludwik, sonrió con la expresión más feliz que jamás se le viera a una anciana. De la tumba no brotaron gemidos ni flores, como había predicho Ludwik. Quienquiera que la visitara, vería los mismos hierbajos de siempre, como si bajo tierra hubiese un par de cadáveres y no dos enamorados que al fin hacían el amor luego de tan larga espera. La marcha de regreso por los meandros del río a contracorriente fue difícil. Ludwik se desorientó. Las nubes habían cubierto las estrellas. Podían ser devorados por un reptil acuático. Cualquier hombre de medianas agallas se dejaría arrastrar por las aguas. Pero ellos no iban a darse por vencidos, no, señor. Contra viento, marea y la ira de los dioses, regresarían a esa tumba donde ahora yacía abandonado y engañado el señor Majkowski, porque allá, en los brazos redentores de una cruz, aguardaban las botellas rebosantes del licor que da la salvación en esta tierra. L
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MILENIO
literatura EFE
entonces me dijo: “Si no nos vamos de vacaciones ahora mismo, me largo”. ¿Por qué escribió tan joven sus Antimemorias? Porque a los noventa años ya no te acuerdas de nada y todo es inventado. Tomé la palabra antimemoria, dándole crédito, por supuesto, de André Malraux. Decía que tras el psicoanálisis era imposible escribir memorias. Con la memoria fantaseamos. Hay cosas que escribimos como las recordamos, no como sucedieron. Además, estaba la gente viva, así que podían corregirme.
El ganador del Premio FIL 2012
Alfredo Bryce Echenique
“La felicidad es como el presente: no existe” Provisto de humor, más despreocupado que nunca, y tras la noticia de que recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012, el escritor peruano charla sobre política, sus años parisinos, la nostalgia y la manera en que ha enfrentado las acusaciones de plagio ENTREVISTA Héctor González
A
poyado en su bastón, Alfredo Bryce Echenique (1939) camina erguido. El narrador peruano no pierde el estilo. Sin rehuir a un “tequilita”, ni a su condición de galán, el escritor se sienta para empezar la plática. Cuesta trabajo creer que sea tímido o que tome pastillas para tranquilizarse cada vez que habla en público. Proveniente de una familia de banqueros, hizo a un lado las finanzas para dedicarse a la literatura. En Francia estudió, dio clases, pero sobre todo se hizo escritor. En 1970, su novela Un mundo para Julius supuso un hito. En días en que el realismo mágico era el rostro de la prosa latinoamericana, autores como él, Augusto Monterroso y Manuel Puig, demostraron que había otras formas de narrar. Siguieron títulos como Tantas veces Pedro, La vida exagerada de Martín Romaña, El hombre que habla de Octavia de Cádiz, La amigdalitis de Tarzán, Guía triste de París y los dos volúmenes de Permiso para vivir (Antimemorias). Atrás parecen haber quedado las acusaciones que enfrentó por plagio en 2009. Hoy, el autor que comparte la nacionalidad peruana con la española, es noticia una vez más solo que ahora por haber ganado el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012. “Me dijeron que no comentara nada, así que llevo tres días callado”, dijo sonriente tras anunciarse el reconocimiento que da pie a la siguiente entrevista. ¿Después de tantos años fuera de Perú, cómo va el reencuentro con su país? Perú vive un optimismo generalizado. Hay una bonanza material gigantesca, por primera vez apareció el oro. La minería está subiendo, hay inversiones a nivel bárbaro. El cambio de gobierno ha sido afortunado, ha dado garantías al capital extranjero, ha establecido pactos con varios sectores y está incluyendo a los pobres en el reparto de la riqueza. Humala está
gobernando de forma popular, o populista, si quieres, pero ha creado un ambiente cordial y de contacto humano. Usted ha escrito bastante sobre política latinoamericana. ¿Qué tipo de líderes predominan en la región? Hay de todo, como en botica. Chávez es un payaso y un sátrapa; Evo Morales va por el mismo camino, igual que Correa, que se la vive callando a la prensa. Es un mal que nos viene desde España y que es difícil de erradicar. Ahí tenemos el caso de Cuba. Por otro lado, en Brasil hemos visto gobiernos de avanzada, sobre todo con Lula. Creo que Humala va por ese lado, ha tomado distancia de Chávez y creo que hizo bien. De México se habla sobre todo de la violencia. Es poderoso y rico, pero no la está pasando bien. Vive una situación similar a lo que sucedió en Colombia hace años. Su literatura es nostálgica. ¿Es aprensivo con el pasado? No soy un conservador ni pienso que todo tiempo pasado fuera mejor. Tengo la mira puesta en el futuro. Lo que sucede es que la nostalgia tiene valor en la literatura porque es algo muy distinto al recuerdo. Puedes tener un buen o mal recuerdo pero solo de algo que hiciste, de un hecho consumado. La nostalgia es diferente; es una especie de reflexión que hacemos en algún momento de nuestra vida. Surge en el tránsito de una época a otra o en el lecho de muerte, e implica recordar cosas que se nos quedaron en el tintero o que no resolvimos. Cien años de soledad debería de llamarse Cien años de nostalgia porque los personajes se bañan en los recuerdos de las cosas que no pudieron hacer. Es decir, la nostalgia viene del pasado. De pronto, en un momento culminante, brota en el presente y determina el futuro. ¿Cómo se lleva con libros como Un mundo para Julius o Permiso para vivir? Me llevo muy bien, porque los escribí de manera gozosa. Hasta Un mundo para Julius encontré mi estilo y mi voz. Mis obras anteriores eran demasiado académicas, sin mayor gracia que articular sujeto y predicado; pero un día, mientras leía los cuentos de Cortázar, tuve una revelación y sentí que era mi momento. Desabotoné el estilo y empecé a hacer frases largas y malhechas, me apegué más a la escritura oral. Ahí fue cuando encontré mi tono. Creo que Un mundo para Julius se alargó porque yo estaba muy feliz. No lo hubiera terminado si no es porque la mujer con la que vivía
Ha dedicado páginas entrañables a París. ¿Qué supuso, a nivel literario, aquel periodo? Mis años en París fueron muy importantes. Te parecerá prosaico, pero un amigo me consiguió un trabajo en un colegio, de modo que tenía semanas y meses para escribir. Era como una beca. De ahí pasé a la universidad en el mismo plan. Fue muy enriquecedor porque no sólo hablaba de literatura sino de temas latinoamericanos en general. Recuerdo que organicé un curso sobre los muralistas mexicanos y leí mucho sobre ellos. Nunca me acerqué tanto a América Latina como en aquellos años. Aprendía mientras enseñaba y además me pagaban. Por si fuera poco, tenía meses enteros para escribir, así que hacía lo que más me gustaba. Siempre he mezclado cuatro cosas en mi vida: leer, escribir, caminar y escuchar música, aunque nunca mientras trabajo porque ahí me gusta el silencio. Por las noches escucho lo mismo un tango o una ranchera que los cuartetos de Mozart. ¿Los temas se han mantenido o han cambiado? Cambian, siempre cambian, aunque mi literatura ha tenido un cierto programa. Cuando terminé Un mundo para Julius, quería hacer una novela que fuera al revés, es decir, la historia de una familia que se viene abajo, pero esa historia recién la estoy escribiendo. Se han metido veintitantos libros en medio, que han surgido de experiencias. Aunque ahora que lo pienso, la realidad es que hay un tema que se mantiene todo el tiempo en mis novelas: el latinoamericano puesto en otro sitio. ¿Cómo reacciona? ¿Cómo llora? ¿Cómo ama? Siempre con un toque de humor. Es básico. No puedo escribir sin humor, es algo que se da de golpe y de manera gratuita. Imagínate a un escritor que se pone a estudiar el humor mientras escribe. Es como la pareja que en la noche de bodas se pone a leer un libro sobre amor conyugal; quizás aprenda algo pero pierde espontaneidad. Se han dicho tantas cosas sobre el humor en mis libros y la verdad es que muchas de ellas no tienen explicación. Se dice que tengo similitudes con el humor británico o con el judío. Lo primero se puede entender si pensamos que mi padre era de origen anglosajón, pero lo segundo no veo por dónde. ¿Cómo no perder el sentido del humor ante situaciones delicadas como la muerte o las acusaciones de plagio? El humor se aplica a todo. Una de las cosas que menos soportaban mis acusadores fue la forma en que afronté las acusaciones. Yo dije que estaba de acuerdo con ellos y que en realidad había plagiado mucho más, pero que en realidad los jueces estaban en mi contra porque me estaban exonerando. Con esas acusaciones su trayectoria como novelista se puso en entredicho. ¿Cómo lo vivió? Los juicios siguen y la ley es lenta. Creo en la justicia y gracias a Dios voy ganando todos los casos. Me están devolviendo el dinero de la multa que me hicieron pagar. La gente ya se olvidó del asunto porque ya no hay campaña en mi contra. Algún amigo me dijo: “Alfredo, esa es la bienvenida que te dan los peruanos cuando tienes varios años fuera. Como tienes fama de ser feliz, trataron de hacerte infeliz”. La felicidad es otro tema al que le ha dedicado páginas en sus ensayos y novelas. ¿En qué consiste? La felicidad es algo tan efímero que no sabría explicarla. Es como el presente, que nunca existe o que a lo más es el punto donde el pasado se une al futuro. Lo que sí se es que los seres humanos somos injustos con la felicidad. No la valoramos. ¿Piensa en la muerte? No pienso en ella, ni me preocupa. L
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LABERINTO
en librerías Fahrenheit 451
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as bibliotecas me criaron. No creo en las universidades. Todo lo que leí se lo debo a esos centros”, declaraba no sin orgullo Ray Bradbury. Entonces, la escritura de la fantasía que se comenta es consecuencia de esta educación libresca y uno de los más grandes homenajes que el ser humano le ha hecho al libro. Recordemos rápidamente su argumento: en el siglo XXIV, el bombero Montag no se dedica a apagar el fuego, sino a emplearlo para quemar libros. Lo especial de esta reciente edición es que fue pensada para la escuela. Preparada por Maribel Cruzado, especialista en estas lides educativas, la “Guía didáctica”
Ray Bradbury Debolsillo México, 2012 254 pp.
RESEÑA incluye entre otros aspectos datos esenciales sobre la novela, vida y obra del autor, temas, símbolos, ejercicios de reflexión, de comprensión, análisis de aspectos formales y estilísticos, y una sección de citas y libros mencionados que dan cuenta de la erudición de Bradbury.
La Mara Rafael Ramírez Heredia Alfaguara México, 2012 344 pp.
L
a Mara es producto de los viajes del fallecido Ramírez Heredia por la frontera sur de México y por Centroamérica. En lugar de proponer un tratado sociológico o una investigación periodística, recurre a la ficción para comprender y retratar los violentos rituales de esa banda de-
lincuencial que no conoce fronteras. “13 segundos en que el nuevo bato va a tener que aguantar como valedor sin rajarse para ser parte de ellos…” se refiere a la ronda de golpes que tiene que soportar un nuevo integrante de la Mara Salvatrucha antes de ser aceptado. Aunque el narrador se mantiene durante toda la novela, los diferentes registros de oralidad, las descripciones y la profundidad de los personajes, plasman con gran acierto la violencia que los migrantes centroamericanos sufren al sur del país. Una violencia más brutal y homicida que la padecida por los paisanos en su búsqueda del sueño americano.
Lateral izquierdo
N
o vaya a creer el lector que se trata de un libro de futbol; podría llevarse una decepción. El título, en este caso, funciona como distractor o, más bien, como guiño. Lateral izquierdo reúne diez relatos con intensos matices sexuales y sentimentales. Ocurre en esa zona ambigua donde las mujeres no son mujeres y, en la noche etílica, los machos se muestran inseguros ante el verdadero objeto de sus apetencias. Para decirlo con las palabras del narrador de “Personaje al descubierto”, uno de los relatos: “hombres y mujeres, mujeres y mujeres, hombres y hombres se metían caricias por donde podían”. No es fácil mantener la sorpresa
Luis Aguilar Conarte / Nuevo León Unido Monterrey, 2011 67 pp.
cuando el sexo es el único aliciente de un proyecto literario. Aguilar ha podido sortear este escollo, más con oficio que con imaginación. Es el caso de “El séptimo tren”, “Terapia intensiva” y “Ave María”. Podrían poblar una antología del espejismo erótico.
Los bastardos de la uva Julio-septiembre México, 2012 91 pp.
B
ajo el lema “letras de la errancia para trastabillar en las cantinas”, la nueva publicación trimestral Los bastardos de la uva ofrece un abanico de propuestas de literatura contemporánea y emergente mexicana. En este número destaca la selección de minificciones y cuentos cortos de Pedro Acuña, Azucena Hernández,
El cuerpo erotizado
Alfonso Fragua y Marcial Fernández, cuyos personajes —en su mayoría— habitan ciudades, casas y bares sórdidos y casi siempre están acompañados de un pequeño aliciente: el alcohol. La parte gráfica está dedicada al joven pintor Darío Alberto Menéndez Manzano con una serie de dibujos sobre los alacranes, y la musical, a cargo de Samuel Yafté Ramírez, nos presenta un ejercicio ensayístico dedicado a la composición como acto creativo. Por último, sorprende que el escritor Eusebio Ruvalcaba publique “Ahí viene, ahí viene”, una farsa cómica en un acto situada en una burocrática oficina de gobierno de nuestro país.
Ernesto Lumbreras lumbrerasba@yahoo.es
E
n 1967 Griselda Álvarez publicó Anatomía superficial , un libro de variados méritos que valdría la pena poner otra vez en circulación. Poesía de los sentidos que nombraba por primera vez en la poesía mexicana escrita por mujeres, con comedido detalle, las regiones del cuerpo, esa geografía de lo íntimo y de lo inmediato. Animada por un furor y por un misterio erótico, la poeta cantaba, como en el Cantar de los cantares, las maravillas y los prodigios de la piel a la que llamaba “pedernal del amor”. Décadas después, Mercedes Luna Fuentes (Monclova, Coahuila, 1969) nos entrega un libro que va más allá de la intemperie corpórea y, en consecuencia, de un erotismo nominativo. La extraña y corrosiva belleza de Elogio a la incomodidad,sin desterrar los hechizos y crispamientos de la piel —lo más profundo y secreto del cuerpo, diría con Válery—, hunde sus acerados y luminosos escalpelos en las entrañas del hueso y de las vísceras, analiza con curiosidad poética los milagrosos mecanismos con los que el cerebro y las manos, por ejemplo, fi rman una alianza para ordenar —es decir, para moldear— el mundo a su entero placer. Por supuesto hay incomodidad, perturbación, extravíos de la conciencia, inteligencia sensual, excitación de todos y cada unos de los sentidos al penetrar las páginas de este libro extraordinario. A los pocos textos leídos, especialmente las prosas tituladas “Partes humanas”, pensé de botepronto en el Farabeuf de Salvador Elizondo, en los libros Caza / Cuerpo de la poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez y en los dibujos y apuntes del artista del Renacimiento Andreas Vesalio. La lección de anatomía que nos propone Mercedes Luna Fuentes contiene pasajes propios del trabajo de un carnicero en un rastro municipal, pero también está atenta a las evocaciones plásticas, cercanas a los paisajes carnales de un Francis Bacon o de un Arturo Rivera. Como pocas veces, la palabra intimidad se enuncia en estos poemas con total delectación de olores, texturas y sustancias. En esa inmersión gozosa y perpleja, Elogio a la incomodidad se torna una experiencia entrañable. La columna vertebral, los tobillos, las caderas, los labios, la piel, y otros accidentes más de la geografía corporal, desfi lan por una pasarela donde se ha dispuesto una pantalla de rayos X; desde esa mirada total y profunda la poeta fabula, con maestría e ingenio, posibles e imposibles escenarios donde esas partes del cuerpo son, o deberían ser, los protagonistas de la trama de cada poema. En su entrega anterior, titulada propiciatoriamente yo / carnicero (2008), Mercedes Lunas Fuentes anticipaba una experiencia mayor que pocos años después daría lugar en este libro. Con secciones escritas en prosa y en poesía, Elogio a la incomodidad no será, en lo absoluto, un
Mercedes Luna Fuentes Elogio de la incomodidad Universidad Autónoma de Coahuila México, 2011 110 pp. libro más en la mesa de novedades. Sin presentarse como un volumen de lectura críptica o compleja, los poemas confrontan y examinan a sus probables lectores, exigen una ineludible iniciación, tal vez un pacto de sangre. Por momentos, el discurso ensayístico de sus poemas en prosa es útil para apuntalar objetivamente el tema de estudio; sin embargo, el cuidadoso flujo musical y la ilimitada imaginación, ora veteada de ironía, ora mojada de erotismo, resuelve la propuesta en una totalidad irradiada de sentidos y de profanaciones, de osadías y de vértigos. Con las otras secciones del libro —“Muebles para el descanso”, “Pasarela conceptual”, “Circo negro”, “tres formas de ver el circo en blanco y negro”, “dos actos a color” y, uno de los textos mejor logrados del conjunto, “domador / el amo”—, Elogio a la incomodidad construye un sistema de coordenadas y, al mismo tiempo, una arquitectura y un paisaje. Por supuesto, hay una prolongación ergonómica entre los cuerpos y los muebles, una feliz y epicúrea oscilación en esos contenedores que nos elevan, nos acercan, nos empujan a hacernos uno en el cuerpo del otro. Por eso dice Mercedes Luna Fuentes: “La cama es un marco/ Él apoya las manos en la cadera de la mujer, y si desea, puede elevarse como gimnasta”. Mesa, silla y cama, ineludiblemente, son los peldaños de una escalera que nos llevará a cielos siempre insospechados. Con libros como Elogio a la incomodidad la pregunta sobre el estado actual de la poesía mexicana debería plantearse desde otro tipo de exigencia y aventura. Lejos de los estándares convencionales de los discursos sobre el arte de la poesía, Luna Fuentes reconoce en la tradición el punto de partida hacia innumerables expediciones. La que emprende con los poemas que integran su libro, incorpora un catálogo de inéditas experiencias sensitivas y escriturales —en permanente insubordinación de los lugares comunes— en torno del cuerpo erotizado o martirizado. Escritura que transcurre desde la conciencia, entre el éxtasis y el espanto, la propuesta de la poeta coahuilense merece una visibilidad mayor en el escenario de la poesía escrita en México. L
10 b sábado 8 de septiembre de 2012
milenio
música Steve Vai
“Yo he sido un jodido egoísta” Tenía veinte años cuando conoció a Frank Zappa. Han pasado más de treinta desde entonces y acaba de lanzar su más reciente disco, The story of Light. Aquí rememora las visitas a sus infiernos personales ENTREVISTA ESPECIAL
Juan Carlos Villanueva
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Soy una persona miedosa e insegura?”, dice Steve Vai, y crea un silencio incómodo. “Puedo decirte que sí, soy miserable y personalista. Estoy lleno de frustraciones y mi lucha constante es iluminarme para encontrar la paz de un ego que me tortura”, confiesa el legendario virtuoso de la guitarra, el mismo que ha tocado junto a Frank Zappa y Whitesnake. Nacido en Long Island, Nueva York, es un hombre de talla culta, convaleciente de colapsos emocionales. Steve Vai acaba de editar su más reciente producción en solitario, The story of light, que continúa con la narrativa conceptual que plasmó en Real illussions: reflections, de 2005. “La idea es hacer una trilogía que estudie la conducta y esencia del ser humano, la maldad, el miedo, la locura y finalmente la luz”, dice. The story of light es principalmente instrumental y cuenta con un par de colaboraciones vocales de Aimee Mann (“No more Amsterdam”) y Beverly McClellan (“John the Revelator”). “Este disco narra la historia de un hombre que ha perdido
Y en ese viaje al averno, ¿qué tipo de anatemas y perversiones encuentra? Puedes romancear con el lado oscuro de tu personalidad, pero las manifestaciones oscuras provienen del ego. La obsesión por ser reconocido, por ser alguien, todo consiste en egoísmo. Para encontrar la luz debes de dejar a un lado el egoísmo y la avaricia, renunciar a la obsesión y simplemente dar. Yo soy un tipo obsesivo y egoísta. No soy una persona iluminada e inspirada. Sigo luchando en muchas ocasiones con la rabia, los apegos, miedos... Me esfuerzo en mantener esas cosas bajo un balance. El ego te orilla a querer tener más dinero, a ser famoso, a ser el mejor. Yo he sido un jodido egoísta por muchos años, y el ego me ha generado graves daños. Soy como cualquier otra persona, cuando me enfrento a situaciones de frustración trato de mantener la calma y buscar compasión y entendimiento. No siempre funciona. Creo que la naturaleza humana busca su equilibrio. Si actúas desde el lado oscuro, que es la rabia y la frustración, lo que tendrás de vuelta es más rabia y desilusión. En momentos de caos, ¿cómo afectan sus emociones a su creatividad? Cuando compongo aparecen muchas cosas, ideas, mi educación musical y algunas melodías que rondan por mi cabeza. Lo que hago cuando escribo música es entrar en un estado emocional, para desde ahí crear. Es decir, haces realidad tus pensamientos y lo que piensas afecta tus emociones. Los sentimientos son manifestaciones de nuestro pensamiento. Si no te gusta la manera en cómo te sientes, debes de cambiar tus pensamientos. Eso es lo complicado. ¿Cómo ve la vida a los 52 años? Es duro llegar a esta edad. Te sientes desvanecer, te quedas sin ganas de fiesta pero lo importante es mantener el humor, la gracia.
la razón debido a la tragedia y la agonía en su vida, pero que sin embargo busca la luz. Es un disco conceptual que expone pasiones que van del miedo, la ansiedad y el enojo, a la excitación, la felicidad y el gozo”. Para Vai, componer es un ejercicio emocional. “Siento la necesidad de involucrarme enteramente, y no sólo ser un observador. La inspiración siempre llega, en algunos momentos es más caótica que en otros, pero soy una máquina creativa que nunca se detiene. Regularmente escribimos sobre historias personales o sucesos que han impactado en nuestra vida, pero también puedes crear personajes que son álter egos, crear un personaje con cualidades que no tienes pero que envidiarías poseer”. ¿Es necesario bajar a los infiernos personales para encontrar la luz? Creo que no sólo es necesario sino obligatorio. Creo que la característica predominante en una persona es la que más se refleja cuando es creativa. Cuando una persona es demasiado sarcástica, oscura o incluso malévola, y está obsesionada con lo negativo, su obra tendrá matices delirantes y caóticos. Pero cuando una persona tiene sentimientos más profundos y mayor compasión, tendrá un sentido más espiritual. Creo que la humanidad tiene mayor oscuridad que luz, pero la luz es precisamente la belleza que un artista busca.
Tuvo el privilegio de tocar para Frank Zappa. ¿Qué le diría a las nuevas generaciones que nunca lo han escuchado? Se están perdiendo una experiencia de alta calidad en la vida. A Frank lo amas o no lo entiendes. Cuando descubres el sentido de su música descubres una especie de tesoro. Son piezas bellas que se mantienen intactas al paso del tiempo. Zappa fue el hombre más extraordinario que jamás haya conocido. Muy inteligente, muy divertido, demasiado honesto, tenía una visión muy clara, casi era un clarividente. Tenía 20 años cuando conocí en persona a Zappa y tocábamos en Tucson, Arizona. Recuerdo que me hizo una observación sobre la manera en que tocaba la guitarra. Me dijo que tenía una buena técnica, pero que mis tonos no eran los deseados: “Tocas muy bien la guitarra, pero tus tonos parecen un sándwich”. Le pregunté: “¿A qué te refieres?, tengo un amplificador Marshall, tengo una buena guitarra”. Él contestó: “Los tonos no tienen que ver con tu amplificador o tu guitarra; están en tu cabeza”. Eso me ayudó a descubrir una de mis tantas debilidades como músico. L
los cuales es fácil sumergirse. Hay que batirse a muerte contra la apatía, la zancadilla, la envidia. El director de orquesta requiere de aplomo y energía fuera de serie para lograrlo. Y el caso de Eduardo Mata es emblemático. 5) Algo tenía este hombre de invencible. Él lo sabía. Sabía que cualquier empresa que se acomete necesita de ímpetu, de entusiasmo, pero sobre todo de voluntad. De fuerza férrea. De que no basta con ponerse a prueba cada vez que la batuta da la entrada y la música arranca. De que no es suficiente poseer un oído absoluto e inocular en los atrilistas el amor por la música. De que la habilidad de un director no se acaba cuando transmite vigor y enjundia en los elementos que conforman un colectivo musical. De que el trabajo de un director consiste además en reunirse con las autoridades y exigir, en sentarse al escritorio de trabajo y planear. En ver en la orquesta una pista de aterrizaje de las ideas nuevas y frescas, que le den a la música impulso y creatividad. Que la música habrá de desbordar el perímetro de las partituras y sembrar la conciencia del arte. 6) Por eso es un grande Eduardo Mata. Nadie
podía permanecer impávido mientras dirigía. Y es de creerse que en su misma música se desplegaba su sed insaciable de hacer de este país un ariete musical. Había recibido el ejemplo de otro grande en la dirección orquestal: Carlos Chávez. 7) Excepto los que están en el núcleo mismo de una orquesta, nadie sabe lo que se gesta, lo que se fragua en esas sesiones diabólicas que se llaman ensayos musicales. ¿En qué consiste una orquesta?: ¿en una escuela de gladiadores o en un paseo por la playa? Simplemente una orquesta es un organismo que convoca instrumentistas. Una institución que bajo la dirección de un hombre talentoso y pujante, le devuelve arte a la sociedad. Eduardo Mata lo sabía muy bien. Nadie sabe —más que los que lo vivieron en carne propia, repito— cómo era Mata en la intimidad de un ensayo. Cómo extraía de sus músicos el índice de belleza requerido para que aquella música sonara irrepetible. Pero es un hecho que su interpretación de los grandes maestros —en especial Mahler, a quien hizo suyo— dejó una impronta. 8) Eduardo Mata: una pérdida de consecuencias insospechadas. L
EL PAPEL DE LAS NOTAS
Eduardo Mata (1942-1995) Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx
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a muerte de Eduardo Mata afectó no sólo la música, sino el ámbito cultural mexicano. 2) Porque sus miras iban mucho más allá de la consolidación de una carrera musical; sus propósitos tenían que ver, en primer término, con ese viejo cometido de promover la música en el corazón mismo de los jóvenes, donde se gestan las ideas y las acciones, y, en segundo, con levantar montañas llamadas orquestas sinfónicas. 3) Director de la Orquesta Filarmónica de la UNAM y de la Sinfónica de Dallas, Eduardo Mata tuvo que luchar contra la abulia y el desinterés. Su impulso a la formación de grupos musicales a costa de abatir escollos insondables va aparejado a su exigencia en lo que se refiere a la conducción orquestal. 4) Hay ciertos elementos que vale la pena considerar. En México no es fácil pararse en un pódium, tomar la batuta y hacer música. Y de hecho, en cualquier país. Pero en lo que se está pensando ahora es en México porque el arte navega sobre pantanos peligrosos, en
sábado 8 de septiembre de 2012 b 11
LABERINTO
cine Mitl Valdez
“La realidad invita a realizar más documental que ficción” San Miguel de Allende es una localidad que concentra las desigualdades del país entero. De esta intuición proviene la fuerza de 200 años después ENTREVISTA gonzalezjordan@gmail.com
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itl Valdez descubrió San Miguel de Allende hace pocos años. Apenas lo conoció, vio la paradójica realidad del pueblo que dio origen a la lucha independentista. Atrás de la imagen de próspero destino turístico prevalecen condiciones de desigualdad que tienen marginados a los nativos del lugar. Con el fin de reflexionar sobre la ciudad guanajuatense, filmó 200 años después, un documental que muestra una realidad que, según el mismo Valdez, predomina en casi todo el país. ¿Qué ha pasado 200 años después de la Independencia? El documental no tiene el propósito de rememorar lo que ocurrió hace doscientos años en San Miguel El Grande, donde nació el movimiento de Independencia. No habla del pasado, sino del presente y su panorama social, económico y político. En resumen, es un mural de lo que es San Miguel de Allende y en función de ello plantea la pregunta: ¿doscientos años después se mantienen vigentes los ideales de identidad y soberanía que dieron origen al movimiento libertador?
¿Por qué no se estrenó en 2010? Comencé a grabar en alta definición en octubre de 2009 y, a lo largo de año y medio, visité San Miguel más de treinta veces. A principios de 2011
Su película muestra un desfase entre los círculos marginales de San Miguel y las comunidades de estadunidenses que han llegado a la región. Cierto, hay una segregación cada vez más marcada. Los estadunidenses llegan, residen en México pero sólo se relacionan entre sí; no hay cabida para los mexicanos. A principios de los años cincuenta y sesenta hubo un encuentro de culturas —matrimonios o alianzas económicas— pero duró muy poco. ¿Qué lo rompió? Los pensionados y ex combatientes de Vietnam empezaron a distanciarse como grupos sociales. Recuerde que en México todo es más barato. Cuando la gente tiene necesidad económica vende sus propiedades a precios muy bajos. Remodelaron el centro de San Miguel. Creció el negocio inmobiliario y todo se encareció.
Carlos Jordán
Al parecer, hay varios pendientes. Hay pendientes y olvidos que no son involuntarios. Parece que ha habido una involución en cuanto a la dignidad y solidez con que manejamos conceptos como identidad o soberanía. Conviene preguntarse de qué sirve la fiesta si en la vida cotidiana no mantenemos una actitud de dignidad e independencia.
que ahí sucede, pasa en Baja California o en Jalisco. Incluso me atrevería a decir que es una imagen del Tercer Mundo.
¿El tono antropológico del documental no lo limita a un círculo pequeño de audiencia? Traté de hacer un trabajo de investigación serio e incluso universitario. No quiero entretener, divertir o gratificar al espectador; al contrario, lo invito a que reflexione. Desde un principio me di cuenta que debía ser muy sobrio en la manera de registrar la realidad; quería que la vida fluyera frente a la cámara; prescindí de efectos especiales por respeto a los mismos eventos y a las personas que entrevisté. ¿Hasta qué punto se vale la inducción en un documental? Más que inducir, creo que el director debe motivar a que la gente diga lo que quiere decir. A lo largo de mis múltiples visitas intimé con muchas personas. Gracias a eso me pude ubicar como su portavoz. Elaboré mis cuestionarios a partir de lo que ellos me contaban, no a partir de lo que yo quería contar.
tenía setenta horas de grabación y después me dediqué a la postproducción. No quería sumarme a los festejos del Bicentenario. Creo que fue una decisión acertada, porque el tiempo me permitió tener más perspectiva respecto a los festejos. No está pensado como un documental coyuntural, porque los problemas que plantea siguen sin resolverse; y no se resolverán mientras no cambiemos de actitud frente a nuestro nacionalismo hueco. ¿San Miguel de Allende es una metáfora del país? Por supuesto. San Miguel es un microcosmos. Lo
Además de realizador, es académico. ¿Qué me dice de la fusión entre ficción y documental? En los últimos años, muchos realizadores que solo hacían ficción hoy hacen documental o viceversa. Yo mismo estoy en este rango. En principio es una alternativa muy legítima porque enriquece el discurso cinematográfico. Pero uno tiene que pensar muy bien qué recursos de género va a utilizar para tocar determinado asunto. Los realizadores mezclan el documental con situaciones recreadas y apegadas al realismo italiano. A eso no lo llamo documental sino ensayo fílmico. Creo que es un término más preciso porque lo que importa no es la veracidad u objetividad de la información sino el punto de vista del realizador. ¿El documental mexicano atraviesa por un buen momento? Hay realizadores con mucho talento, egresados del CCC y el CUEC, pero también de otras universidades y escuelas. Creo que el auge tiene que ver con el alto costo de la ficción, pero sobre todo con que la realidad es tan intensa y terrible que invita a realizar más documental que ficción. L
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
La fragilidad intocable Fernando Zamora @fernandovzamora
S
e ha visto mucho: la historia de un hombre atado por la locura, por su cuerpo, por la vejez (un Quijote) que se enfrasca en la aventura de hacerse amigo de un simple (un Sancho) de modo tal que el Sancho se quijotiza y el Quijote se sanchifica. Intouchables va por ello, por la historia de un millonario cuadripléjico que cambia y se deja cambiar en el encuentro con otro, un portentoso marginal de origen africano que, como veremos, representa un mundo en Europa, tanto que Intouchables fue votada en 2011 como uno de los hechos culturales más importantes de Francia. François Cluzet hace del cuadripléjico; su actuación pareciera insuperable. Poco importa que la historia esté “basada en un hecho real”, uno sale del cine y ha vivido con él la impotencia de estar atado, las pesadillas que lo asaltan de madrugada. Omar Sy es el marginal de cuerpo magnífico, sonrisa cautivadora y ojos que saben intimidar. Intouchables es una pequeña joya porque está muy bien actuada y el lugar común del encuentro amistoso entre dos opuestos revive para darnos hora y media de un melodrama que sabe a felicidad.
Intouchables (Amigos). Dirección Olivier Nakache y Eric Toledano. Guión Olivier Nakache y Eric Toledano. Música Ludovico Einaudi. Fotografía Mathieu Vadepied. Con François Cluzet y Omar Sy. Francia, 2011. Driss, el hombre negro, representa a todo un mundo en Europa porque es esta clase de marginal que vive mejor en los países postindustriales solo desde el punto de vista material. Desde el punto de vista cultural, el precio de su “vida mejor” es pasar siempre por
un extranjero. La afirmación racial sigue siendo tan importante en Europa que es posible que el conflicto de fondo se desdibuje en los países americanos. De este lado del Atlántico damos mucho menos importancia a la pretensión de pureza (por más que la hay) y el concepto de nación se basa en imperativos que no tienen que ver con el elemento racial. En la más rancia sociedad francesa, sin embargo, un negro o un gitano difícilmente son vistos como un igual. Por si fuera poco, la vida de Driss transcurre en oficinas para conseguir su cheque de desempleado. Entre Driving Mrs. Daissy (1989) y Le scaphandre et le papillon (2007), Intouchables es efectivamente un “hecho cultural” porque se atreve a tocar este tema espinoso: el racismo. Y lo hace sin hipocresías y sin clichés; viendo las dos caras de la moneda. Es verdad que Driss vive de la asistencia social, de los impuestos del pueblo francés y sin embargo… Durante una escena de la película el millonario le pregunta a Driss qué se siente depender del trabajo de los otros. El cuadripléjico se está refiriendo, por supuesto, al cheque de desempleo que recibe Driss y a los impuestos con los que se paga este cheque. Hay una ironía. Mientras dice esto, el millonario está siendo masajeado por cinco enfermeros. Él también depende de los otros para vivir. En esta ironía está la profundidad de una concepción del mundo que se afirma en dar para recibir y devolver. Ya lo dijo Lennon: al final el amor que recibes es todo el amor que das. Intouchables se llama así —“Intocables”— porque cuenta la historia de dos hombres frágiles que se encuentran y con gentileza aprenden a amarse. L
12 b sábado 8 de septiembre de 2012
MILENIO
varia FRANCISCO LARIOS
ESPECIAL
Onirus
Marx makes me happy
Memorial de Francisco Larios
ARCHIVO HACHE
GUÍA VISUAL
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
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a cara actual de la izquierda en Latinoamérica no es Hugo Chávez sino Camila Vallejo. Eso es peligroso, muy peligroso, para el capitalismo. Alguien podría decir, ¿qué hay de peligroso en que una chica bonita (muy inteligente) haga atractivo al comunismo entre las juventudes de Latinoamérica? ¿De verdad necesito dar la respuesta? La izquierda hoy tiene la política de mayor belleza. La izquierda latinoamericana, paulatinamente, adquirió nueva imagen y portavoces. Ser de izquierda se volvió cool. Fue el Che. Luego la trova y Maradona, y dio su giro millenial cuando Gael García lo interpretó en Diarios de motocicleta. Lo que el EZLN necesita para reincorporarse al imaginario de la novísima izquierda es que Marcos se vuelva una película. El marxismo se está popularizando. Este éxito exaspera a quienes prefieren mantenerlo en las bibliotecas de profesores de filosofía. Pero si Gramsci estuviera vivo me daría la razón: el marxismo debe ser mainstream. Volverse una contra-hegemonía orgánica de todas las clases (y redes) sociales. Eso ya está ocurriendo a nivel global. Lo aceleró el fracaso estrepitoso del neoliberalismo. Así que surgirán más imaginarios, desde callejeros hasta mediáticos, del m@rxismo global, cuyo filósofo predilecto, por cierto, es Zizek. Marx tampoco se espantaría. Al contrario, Marx quería ser popular. Usaba mass media de su siglo: el libro, el periódico; como luego usó la
radio la Escuela de Frankfurt, y la posmo-izquierda norteamericana, revistas y webs. Adbusters inició Occupy. La tercera parte de la población mexicana se identifica de izquierda. Falta un canal para televidentes de izquierda, que estarían más que contentos de que una cadena les diera noticias, espectáculos, películas, comedia, música, programación progresista. Tan en boga está la izquierda entre las clases medias y la juventud, que se apropiaron de Twitter, y YouTube les sirve como la cadena de televisión de izquierda que quisieran tener todo el día prendida. Lo que más urge a la izquierda mexicana no es un nuevo partido o líder sino un medio masivo propio. No es ningún accidente que el programa mexicano más innovador del 2012 haya sido el debate presidencial organizado por el 132. La novísima izquierda es experta en internet. Fenómenos como Anonymous demuestran la fuerza de las nuevas subculturas. Vienen con todo y además tienen mucha razón: este sistema tiene infelices a millones. Unos por el hambre; otros, por el tedio. Televisa es una droga pasada de moda. En una sociedad en que al poder espectacular no le interesa perder rating, la izquierda debe buscar —contra todos esos puristas que dirán que significa frivolizarse— adquirir total popularidad. El capitalismo ya ni siquiera a nivel ideológico es sexy. Marx será más popular que la Coca Cola. L
Magali Tercero http://magalitercero.arteven.com
Infancia y muerte Las dos puntas del ciclo vital son dos de los temas abordados por el artista sonorense Francisco Larios (1960) en los últimos ocho años. Su obra sobre la infancia, plena de memoria fragmentada, me cimbró en 2004 en la Galería Nina Menocal y escribí en esta columna sobre ella. Su obra reciente alrededor de los tiempos violentos que signan la ciudad de Monterrey, donde vive, muestran la misma sensibilidad aguda, posmoderna según varios de sus críticos, y atenta a la cotidianidad desde una especie de estado de expansión de la conciencia, desde ese cierto momento iniciático en que nacemos, por decirlo así, a la comprensión del mundo. Larios me ha sorprendido con Oniris, su serie sobre la muerte. No porque haya olvidado la terrible delicadeza, la dolorosa poesía de las pinturas donde se representó como un niño expuesto a todas las brisas, todos los vientos y huracanes de la existencia. Me ha sorprendido no porque no sepa del gran talento de este artista multidisciplinario que lo mismo aborda sus asuntos en forma bidimensional, tridimensional o digital. Me ha sorprendido porque me evoca los poemas de Emily Dickinson que surgían en mi camino cuando mi padre estaba en su lecho de muerte. Y porque, a diferencia del trabajo que está realizándose desde el fotoperiodismo, esta obra es extraordinariamente austera y fina, razón por la cual, creo, se adueña de los sentidos y del pensamiento. Bestia del adiós Me ha cimbrado fundamentalmente porque hizo acudir a mi mente un sueño de tesitura similar que tuve cuando murió otro ser querido. Por el paisaje de ese sueño transitaba un can etéreo. Qué digo transitaba, realmente atravesaba el sueño en estado de flotación. El pelaje de su gran cuerpo compacto tenía las tonalidades de la miel, la calidez de la buena madera de los bosques de encino o nogal. La bestia abarcaba el primer plano de la escena onírica. Se movía con suma lentitud. Era una aparición. Al fondo estaba, también en estado de flotación, aunque depositada en una silla de ruedas, la persona a quien no pude dar el adiós. Por último, en ese
contexto generoso del mundo onírico, dibujaba para mí, con un gesto elegante de la mano enflaquecida, un breve y último adiós. Tempus Fugit A veces los títulos de un artista hablan con elocuencia: Tierra gemela, Etnomata, Altamar, Tautología, Tempus Fugit, que corresponden a obras de distintos periodos. Aunque una de las piezas de Onirus esté reproducida aquí arriba es difícil describirla. ¿Para qué narrar lo ya narrado?, me preguntó la semana pasada un alumno que no quería realizar en clase el ejercicio de traducir las imágenes de un documental al lenguaje de la crónica. ¿Para qué describir lo ya visto en este espacio?, me pregunto. Estos muertos cubiertos con una sábana están, como el perro fantasmal del sueño, en estado de flotación. No representan una presencia violenta como el Cancerbero, el perro-monstruo de tres cabezas, el custodio del Hades de los griegos. Tampoco comunican angustia. Se parecen más a los canes amables de los aztecas a los cuales se asignó la misión de auxiliar a los muertos en su viaje al lugar donde iban los fallecidos de muerte natural, el Mictlán prehispánico. Cámaras de alabastro Los muertos de Larios no están muertos todavía. Son presencias insufladas por un soplo de vida que va a algún lado. Uno de ellos aparece en posición sedente, como si hubiera despertado del sueño de la muerte o, ¿por qué no?, como si apenas arribara a él. Emily Dickinson lo dice mucho mejor: “A salvo en sus Cámaras de Alabastro/ Insensibles al amanecer/ Y al mediodía/ Duermen los mansos miembros de la Resurrección/ Viga de raso/ Y techo de piedra”. También, y desconozco la razón, esta obra me remite al soneto de Quevedo: “Amor constante más allá de la muerte”. Sólo un artista puede mirar la muerte de esta forma. Sobre la serie Oniros, Francisco Larios me comenta: “Aunque estas imágenes son una representación, en apariencia, de la muerte (narcisista y romántica), no son una reverencia melancólica hacia lo perdido sino una especie de memorial en el cual se hace el duelo y se da un encuentro entre el ser y el objeto perdido”. L