Laberinto No. 501

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Laberinto

David Toscana La sabiduría del que no sabe nada página 2 María Baranda Yegua nocturna página 3 Heriberto Yépez ¿Calderón en Harvard? página 12 Avelina Lésper La virginidad de Úrsula página 12

N.o 501

sábado 19 de enero de 2013

Emma y Teresa

Héctor Abad Faciolince Página 4

RÉPLICA DEL TALLER DE POSADA EN LA EXPOSICIÓN JOSÉ GUADALUPE POSADA. EL GRAN ILUSTRADOR DE LO MEXICANO / MUSEO DE HISTORIA MEXICANA DE MONTERREY

MILENIO

Centenario luctuoso

José Guadalupe Posada Agustín Sánchez González Magali Tercero Ricardo Morales López Páginas 6 a 8


02 b sábado 19 de enero de 2013

MILENIO

antesala EX LIBRIS

Marquise du Chatelet bEKO

DE CULTO

Claudina Domingo b caballitodetroya@hotmail.com

La sabiduría del que no sabe nada TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

H

ay gente que no sabe nada. Pero eso no obsta para que ande por el mundo repitiendo lugares comunes con suficiencia de un Arquímedes. Así, el que nunca abre un libro, sabe recetar algunas citas literarias. “Brindo por la mujer, mas no por esa…”, dice al alzar la copa sin saber qué sigue, sin la menor idea de quién es Guillermo Aguirre y Fierro. En todo caso, se trata de un poema que el brindador nunca ha leído, acaso lo escuchó en el disco de Manuel Bernal. Cosa curiosa que el propio poema hable de este tipo de gente, sobre todo en los versos: “Siguió la tempestad de frases vanas, toscas y tan malas que hallan en todas partes acomodo”. En un plan más clásico, el que no sabe nada sabrá citar a Sor Juana con apenas cuatro palabras: “Hombres necios que acusáis…”. En este caso es muy probable que el ignaro sepa de quién es el medio verso, pero imposible que supiese darnos con el mismo ímpetu algún fragmento de “Primero sueño”. Acaso el iletrado tendrá algunos chispazos del tesoro del declamador. Podrá suspirar y decir: “Juventud, divino tesoro”. Quizás el poema más citable para estos sabios de pacotilla sea “En paz”, de Amado Nervo. De ahí se pueden extraer algunas joyitas como: “Vida, nada me debes, vida estamos en paz”, hablar de que alguien es el arquitecto de su propio destino o soltar el famoso: “Mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno”. Si bien este último verso es complicado. Pues se corre el riesgo de decir “dijistes” y “fuera”; o al

escribirlo se le podría poner acento a “mas”, quitárselo a “tú” y usar mayúsculas en “mayo”. El que no sabe nada conoce también algunas novelas. Cuando viene al caso, sabe decir “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”, pero le resulta imposible el “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.” Como las novelas son cosas con muchas páginas, prefieren los títulos. Entre ellos, los más cotizados son los de García Márquez. El ignorante sabe mencionar Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y se da el lujo de parafrasear Crónica de una muerte anunciada. Así, en caso de enterarse de la separación de una pareja conflictiva, dirá: “Crónica de un divorcio anunciado”, o cuando golean a su equipo, hablará de la “Crónica de una derrota anunciada”. Podría decir que los ignorantes le llaman a la novela de Carlos Fuentes La región más transparente del aire, pero este es también un error que cometen algunos letrados de renombre. El que no sabe nada reacciona en automático al escuchar o pronunciar el verbo cantinflear. De inmediato dirá que está aceptado por la Real Academia. De hecho, nunca he escuchado el mentado verbo sin que luego venga la muestra de erudición lexicográfica. El que no sabe nada es un monigote de preguntas, respuestas y comentarios predecibles. Un lugar común con patas. Por eso se hallan tan bien entre ellos. Sus conversaciones son tan monótonas como las entrevistas a los futbolistas. L ESPECIAL

ESPECIAL

Stephen Crane:

La bala que florece en tu sien

A

l igual que su tocayo y paisano, el poeta Hart Crane, la corta vida del narrador (Newark, 1871-Bandeweiler, 1900) podría parecer una veleta que giró en el viento hasta que éste la arrancó de su observatorio. Sin embargo, pese al marcado carácter histórico de la obra narrativa de Crane (dos de sus novelas describen dos guerras: la guerra civil estadunidense y la guerra por la independencia cubana), su obra fue muy importante para sus sucesores. Y si bien les heredó el cultivado estilo estadunidense de sobriedad dramática, la belleza insolente e inusitada de sus imágenes no fue un rasgo que la literatura norteamericana reprodujera, muy a su pesar, pues esta poesía inscrita en la narrativa de Crane genera una atmósfera inquietante donde lo sublime convive con el horror. La tonalidad expresiva de Crane se basa en una economía de lenguaje en la que se inmiscuyen violentas metáforas plásticas, intrincadas, casi barrocas. La roja insignia del valor, su novela emblemática, es un curioso enigma para sus lectores. El joven Crane jamás había estado en el campo de batalla, y sin embargo describió vívidamente los pensamientos y los conflictos de los soldados de manera precisa y, según los combatientes que leyeron este primer libro, certera. Tiempo después, como corresponsal de guerra en Cuba, el autor conocería la guerra y determinaría

que el libro de su primera juventud “estaba bien”. La crudeza de los episodios que relata Crane se intensifica porque el autor manifiesta lo mismo preocupaciones existenciales y metafísicas que un robusto pesimismo que otorga soberanía al autodestructivo espíritu humano. Además, los recursos poéticos antes referidos confieren a la violencia de la herida y de la muerte una crueldad mayúscula entre el bosque de exquisitas metáforas con que el autor parece celebrar la naturaleza, el lenguaje y, por extensión, la vida. Como cuentista, Crane explora vidas marginales en ambientes inhóspitos, al individuo perdido en una sociedad salvaje, y ostenta un afilado y corrosivo sentido del humor que desciende por los infiernos americanos: el blanco sorprendido en su búsqueda de la propia generosidad, los negros retratados como esclavos/mascotas que emplean descaradamente su supuesta estupidez para sobornar a sus amos, las ciudades crueles donde el destino de un esmerado trabajador no se diferencia mucho del de un vagabundo, así como el amplio territorio norteamericano en cuyos pueblos un inmigrante puede ser asesinado sin demasiadas fijaciones. Si un autor estadunidense acometió la crudeza y el pesimismo al mismo tiempo que cultivó una prosa de insólita belleza, ese fue Stephen Crane, alcanzado en Alemania por las generosas municiones de la tuberculosis a sus 28 años. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

El exhibicionismo es la última carta de la timidez MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Yegua nocturna

El mejor libro de poesía

Una alegoría del ensueño, de ese ser que concilia la lejanía con la imaginación, forma parte de estos versos inéditos A SALTO DE LÍNEA

POESÍA

Braulio Peralta braulioperalta@yahoo.com.mx

María Baranda

…porque te miro lejos caída a fondo sitiada por el lodo hundida en lentas espesuras solitaria, porque te digo lumbre y te escurres de mi boca enardecida, porque te nombro ahora como entonces y los pájaros son más frágiles y las nubes ya no existen, porque te veo en la ruta de una alta piedra que imagina páramos diversos y la materia inhóspita donde articulas en un mismo reflejo lo que camina y habla y se evapora y porque todo es una página de hambre donde concilias lo imposible con el solo sol en sílabas de adviento, porque la noche, esa noche, la noche vítrea y diminuta, la más furiosa y persistente, la que se oxida fulgurante con esa forma altiva tiene su imperio pútrido sus ojos bien abiertos, su campo de aromas enjaulados, su grito como una mula prieta que no se olvida —no— y que está ahí junto a nosotros para morir a ratos un poco y con el sueño a cuestas en esa noche, esa noche piramidal y única y toda tuya.

PASCUAL BORZELLI IGLESIAS

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aría Baranda (Ciudad de México, 1962) es poeta, narradora y traductora. Es autora de los poemarios El jardín de los encantamientos, Ficción de cielo, Los memoriosos, Nadie, los ojos y Dylan y las ballenas, entre otros. Una de las áreas que la escritora ha explorado es la literatura para niños con títulos como La risa de los cocodrilos, Una liebre nos detuvo en el camino, Invisible, Marte y las princesas voladoras, El sueño de la pantera y Digo de noche un gato. Entre los premios nacionales de poesía que ha recibido, se encuentran el Efraín Huerta, el Aguascalientes y el de literatura infantil Barco de Vapor.

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n amigo dijo: —Me he ganado el derecho de ser un lector de tiempo completo. No pido más. No es poco… Y sentenció: —Ya no importa si escribo o no. Cuando se declaró tan serenamente, detrás de él había una laguna donde el sol empezaba a fallecer. Su rostro se extinguía ante la fuerza de la naturaleza. Me sorprendió. Pocos son capaces de anunciar sin tragedia la ausencia de la escritura a pesar de amarla más que a un ser humano. No le creí. Aunque agradezco que jamás insista con la lectura de sus mamotretos, común entre escritores. Desde luego: sigue escribiendo, a escondidas. Y leyendo como un poseso de la literatura. Es un amigo de verdad. Respeta mis lecturas libres. Es un gran lector. Hablamos de clásicos y contemporáneos. De literatura universal y mexicana, desde luego. Casi nunca estamos de acuerdo a pesar de que, curiosamente, estamos cerca del mismo gusto estético de autores y obras. Como yo, es fan de Fernando Vallejo. Pero él ha leído sus novelas y biografías. O Henry Miller completito. Yo no. Siempre va delante pero por fortuna soy mayor que él y el tiempo cuenta en la lista de títulos palomeados. La narrativa y el periodismo nos ocupan un lugar de privilegio. En nuestra última conversación, sacamos la poesía a airear. Cuando la narrativa me cansa —obvio, por mala prosa—, regreso a la poesía. Hace un año leo sin el compromiso laboral. Me dedico a libros fuera de la órbita de las editoriales. Le recordé La sodomía en la Nueva España, de Luis Felipe Fabre. Me atreví a decirle: es para mi gusto el mejor libro de poesía publicado en editorial Pre-textos. Me preguntó por qué. Contesté: —Arriesgado, es un texto inteligente contra la Inquisición. Poesía encarnada en boca de sodomitas caídos. Reinventa

a los “homotextuales”, como les llama. Una herejía literaria. Poesía donde las palabras se reelaboran, y resignifican. —Como en Estuario, de José Luis Rivas, que acabo de releer, comentó y declamó: “la llave de fontanero en T donde se acoplan el estero, el río y la mar ceñida con su propia malla reverberante”. —Leí la obra poética de Rivas, recopilada en Raz de marea. Me obliga al uso del diccionario —igual que otra exquisita: Pura López Colomé—, a descifrar los múltiples significados de su poesía. Pero Estuario… —No sé quién es Fabre. Cuéntame. —Un poeta al que solo la mente aguda puede detectar. Es más que solo sentidos, aunque se ocupe de la vida y su horrorosa y sacrílega belleza. De su generación es el que más me interesa. Reclama un conocimiento de la historia que trata… Nos perdimos en otros libros y de la imaginación que en la literatura solo la mente y los sentidos pueden desarrollar. O del tacto de los dedos cuando cambias de página. Las letras, bien escritas, despiertan el sueño que somos… hasta en un kindle. Su propuesta para leer a Rivas y su Estuario, fructificó. Prometí enviarle el libro de Fabre. Ojalá los lectores de poesía también nos hagan caso. Coda Detalle: no importa la fecha de publicación de los libros. Las lecturas se decantan. L

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MILENIO

literatura

Emma y Teresa En el ejercicio literario, nuestra casa se convierte en una postal, y sus personajes en motivo para desentrañar secretos, muchos de ellos impronunciables; por ello, el autor colombiano se cuestiona: ¿no será posible hacer, en literatura, algo que sea solo un destello, que jamás se publique, que sea solamente para un instante? CRÓNICA Héctor Abad Faciolince

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no puede escribir todo lo que quiera, todo se puede escribir, pero no todo se puede publicar. Ustedes habrán visto en algunas exposiciones que los artistas hacen algo para el momento, digamos una pintura en un muro que durará lo que dure la muestra. ¿No será posible hacer también, en literatura, algo que dure sólo un instante, que jamás se publique, que sea solamente para un instante? Este es el intento que yo hice anoche. Algo que hace mucho tiempo yo sentía que tenía el deber de escribir y algo también que sé que tengo el deber de no publicar. Les voy a leer, entonces, algo que nunca publicaré y les pido que lo que les cuente no salga de estas cuatro paredes. Por qué les pido esto, se hará evidente si me oyen. Es algo que escribí sobre un par de personas que son fundamentales para mí. Las muchachas del servicio de mi casa (que ya no están tan muchachas) tienen nombres hermosos y literarios: Emma, como Emma Bovary, y Teresa como Teresa Panza, la esposa de Sancho, o como la Teresa del famoso soneto de Eduardo Carranza que dice, “Teresa en cuya frente el cielo empieza...” Ellas no van a leer esto que escribo sobre ellas en esta silenciosa madrugada de insomnio, después de muchos más tequilas de los necesarios. Teresa, además, jamás podría leer esto, porque Teresa no sabe leer; y Emma tampoco podría leerlo y ni siquiera oírlo, porque Emma nunca ha salido de Colombia y jamás vendrá a México, menos en este momento, en este momento que será el único momento en que yo daré a conocer cosas que son sólo de ellas y que yo, en realidad, no tengo el derecho de contar. La angustia, la mala conciencia, el correspondiente insomnio con el que la mente me despierta y castiga, deriva de una causa muy simple: hace un par de semanas nos mudamos de casa y Teresa estuvo ayudándome durante varios días a meter en cajas los miles y miles de libros de la biblioteca, y después, en la nueva casa, a sacar de las cajas esos mismos miles y miles de libros para acomodarlos en las nuevas estanterías. Ella, Teresa, trabaja con nosotros (primero con mis padres, ahora conmigo) desde hace treinta y tres años, es decir, exactamente desde los días en que yo empezaba a ir al kínder a aprender a leer. Mi hijo, en este momento, también está empezando a aprender a leer. A veces él y yo nos sentamos en el escritorio (tal como nos sentábamos, hace más de treinta años, mi papá y yo ante el mismo escritorio) y él va deletreando con esfuerzo las palabras de un libro infantil. La ca-mi-sa de Pe-dro es a-ma-ri-lla. Cuando termina de descifrar una línea se siente contento y orgulloso. Me mira sonriente, seguro de que yo voy a celebrar su triunfo, y yo se lo celebro con un beso. Teresa pasa por detrás de nosotros, silenciosa como una sombra, laboriosa y casi imperceptible, como una hormiga, y tal vez ni siquiera piensa que la historia se repite, treinta y tres años después: que otro niño aprende a leer mientras ella trabaja, mientras ella le sirve la comida y le lava las camisas y me les quita el polvo a los diez mil o quince mil libros que ya casi ni me caben en la casa. Cuando me llaman por teléfono y no estoy, Teresa finge que toma los recados. Ella dice, por ejemplo, “Sí, repítame su nombre y su teléfono”, y se demora el tiempo que ella sabe que la gente se tarda para escribir un nombre y un teléfono. Pero no los escribe. Porque Teresa no sabe leer ni escribir. Es uno de los pocos defectos de Teresa: no sabe dar razones. Antes

las daba bien, pues se grababa nombres y teléfonos de memoria, pero últimamente le falla la memoria, y algunas personas piensan que yo no contesto a las llamadas de gusto y que cada día me vuelvo más arrogante y más insoportable. Todos hemos sabido siempre, en la casa, que Teresa es analfabeta. Recuerdo que hace como veinte años, cuando se puso de moda en Cuba la campaña de alfabetización, a mi papá le entró la manía de alfabetizar a Teresa. Lo hacía de vez en cuando, por las noches, o el día de año nuevo, cuando uno se siente bueno y lleno de proyectos, que nunca ponemos en práctica. Era un tema vedado, era una alusión ofensiva para ella, y muchísimo más ofensiva aun para nosotros. Nos recordaba algo, nos daba un remordimiento que abarcaba el pasado, el presente y el futuro, y a nadie le gusta vivir en el remordimiento. Por eso hemos optado por una solución de mutuo engaño, de mutua mentira: ella finge que sabe leer y nosotros fingimos no saber que ella no sabe leer. En Antioquia, donde nosotros vivimos, todos somos muy mestizos. Pero esta es una región de América que creció durante algunos siglos más o menos aislada del resto del país y del mundo, y tiene una cosa curiosa para América Latina: allí hay muchos blancos pobres y muchos negros y mestizos con plata. Eso ha hecho que la distinción de clases, entre nosotros, no sea tan racista como en otras partes de Hispanoamérica. En el caso de las muchachas de mi casa, Emma es de tipo más indígena y Teresa es muy blanca. Las nalgas de Teresa son famosas en mi casa, aunque yo nunca, por supuesto, se las haya visto. Pero como ella sufre de fiebre reumática, cada mes mi papá le tenía que poner una inyección de penicilina. Una frase recurrente de nuestro léxico familiar, era ver a mi papá volver del cuarto de las muchachas, la jeringa en una mano, alcohol y algodón en la otra, y comentar siempre lo mismo: “Las nalgas de Teresa son blanquísimas, son mucho más blancas que las de todos nosotros.” Ahora ya no sé quién le pone las inyecciones a Teresa, o tal vez fue que los médicos cambiaron de tratamiento, porque la medicina es así: lo que fue obligatorio durante decenios para salvarte la vida, de un día para otro se vuelve caduco, superado, superfluo, dañino e inclusive mortal. Hace una semana, poco antes de venirme a México, escribí el testamento de Teresa. Ella no está muy vieja, pero tiene una antigua afección coronaria que cuando era muy joven casi la mata; estuvo varios meses en una clínica cardiovascular, tuvieron que hacerle una operación a corazón abierto y la salvaron. Pero de un tiempo a esta parte, a veces, mientras me plancha las camisas, Teresa se pone pálida, se marea, y los bordes de las uñas se le vuelven morados. Además tiene la presión alta y no ha sido capaz de dejar de fumar ni de echarle sal a la arepa del desayuno. Teresa nunca se casó. Teresa, yo pondría mi mano sobre el fuego, es virgen. Y es tan buena y tan simple que si yo creyera en el Evangelio no me cabría duda de que pertenece a esos bienaventurados que verán a Dios. Yo, por bromear, pero también porque sé que es casi cierto, cuando estoy de buen genio la llamo “Santa Teresa”. Y ella, también por bromear, y porque sabe que no es cierto, me contesta con ironía: “Dígame, santo Joaquín”. Teresa lleva tanto tiempo con nosotros que es de las pocas íntimas que sabe ese secreto tan bien guardado de que yo –en la cédula y en la infancia– me llamaba también Joaquín.

Digo que hace una semana le escribí el testamento a Teresa y fuimos juntos a llevarlo a la notaría. Últimamente Teresa tiene miedo de morirse y como no tiene hijos, pero sí muchos sobrinos, no quiere que sus pocas cosas se las repartan entre ese montón de sobrinos que ella casi ni siquiera conoce. Teresa quiere que todo lo de ella les quede a sus dos sobrinos predilectos. Entre los dos, ella diciéndome lo que quería y yo redactando lo mejor posible, pusimos en el testamento lo siguiente: “Yo, Teresa Roldán Tobón, nací en Amalfi, Antioquia, en el año de 1930, y soy hija legítima de Feliciano Roldán Roldán y Carmen Rosa Tobón Tobón. Soy soltera y no he tenido hijos. En los últimos treinta y cinco años de mi vida he trabajado como empleada doméstica de la familia Abad Faciolince, domiciliada en el barrio Laureles de esta ciudad. En estos años, gracias a mis pequeños guardados, he podido comprar una casita en el barrio Niquía, ciudad de Bello, y he reunido unos pocos ahorros que tengo en una cuenta de la corporación Conavi de esta ciudad. Recibo también una pensión de jubilada de los Seguros Sociales y sigo trabajando como empleada en la casa de la misma familia. Desde hace muchos años paso mis vacaciones y fines de semana con mi hermana Rosa y sus hijos, mis sobrinos mellizos Juan Camilo y Margarita. Como mis sobrinos viven en la casa de Niquía y han crecido a mi lado, tengo con ellos una relación muy estrecha. Deseo que, a mi muerte, sean mis dos sobrinos quienes hereden la casa que yo compré en Bello, todos mis ahorros y todas las liquidaciones de trabajo a que tuviere derecho en el momento de mi muerte, así como todos mis muebles, ropa y objetos personales.” Luego sigue la lista de estos muebles y enseres que ocupa, si mucho, tres renglones. Emma, la cocinera, es más joven que Teresa y lleva menos tiempo trabajando en mi casa, apenas unos


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LABERINTO

literatura ESPECIAL

La narrativa y la venganza ENTREVISTA

AustinWright Tres noches Salamandra España, 2012 384 pp

Alonso Cueto

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veintidós años. Cuando ella llegó, yo ya sabía leer bien y estaba empezando a tratar de hacer bien lo que todavía me empeño en mejorar: escribir. Emma sí sabe leer y, para ser francos, la cosa a veces no me conviene mucho. Cuando me levanto, lo primero que hago es ir hasta la puerta a recoger el periódico. Pero a veces Emma ya lo ha recogido y lo está leyendo. Todos tenemos nuestras manías y aunque Emma no desordena el periódico, a mí se me ocurre siempre, por dentro, muy por dentro, una idea con la que no estoy de acuerdo: que ella no tiene derecho a leer el periódico antes que yo. Como no estoy de acuerdo con esta idea que se me ocurre, jamás se lo he dicho. Pero ella debe de saberlo en el fondo, o descubrirlo en mi mirada, porque cuando ve que me agacho a recoger el periódico y me topo con la desnuda baldosa, sale de la cocina de inmediato y me lo pone en la mano. Ella sabe que yo se lo agradezco y sabe también que no me gustaría pedírselo, interrumpir su lectura ni siquiera con una frase indirecta del tipo, “Emma, por casualidad ¿no ha visto el periódico?” Emma tiene un hijo, que tuvo hace como veintitrés años gracias a una semana de deleite y pecado extramatrimonial. Se llama Bayron, como el poeta romántico, pero escrito con A, Bayron. El hijo de Emma tiene los ojos azules a pesar de tener, en todo lo demás, el tipo indígena de su madre y por eso yo, cuando estoy de buen genio, le pregunto si también ella tuvo a Bayron con el Espíritu Santo, porque es seguro que el Espíritu Santo tiene los ojos azules. Antes Bayron venía mucho a nuestra casa y arreglaba el jardín. Pero una vez pasó, hace como tres años, que se me robó la bicicleta y unos cubiertos de plata mexicanos. Emma supo que nosotros nos habíamos dado cuenta. Nosotros no le dijimos nada, pero ella entendió que Bayron se había robado la bicicleta y los cubiertos. Nunca dijimos nada, ni ella ni nosotros, pero desde ese día Bayron no ha vuelto a la casa. El

robo no era demasiado grave; yo en realidad había dejado de montar en bicicleta hacía años, y los cubiertos de plata solamente los sacábamos, por hacer alarde, cuando teníamos una visita importante, es decir nunca. A veces le preguntamos a Emma por Bayron, pero como de lejos, como de alguien que vive en Alaska y quién sabe cuándo vuelva. Bayron casi nunca tiene trabajo y no ha podido terminar el bachillerato. Pero hay una ley tácita que lo veta en nuestra casa y que hace imposible también que le busquemos trabajo, aunque nosotros podríamos encontrarle trabajo. Es una ley despiadada y eterna, que yo soy incapaz de modificar. Hace muy poco, como les dije, nos pasamos a una casa más grande y más bonita que la de antes. Teresa tiene una casita muy modesta, en Bello, como ya les dije, en Bello, que es sin duda el pueblo menos bello de Colombia. Emma, en cambio, no tiene casa propia. Como ya no pudimos soportar la mala conciencia, le dimos plata a Emma para ayudarle a reparar el techo de su casita arrendada (estaba llena de goteras) y las escalas de la entrada, que eran en barro. Nosotros fingimos no saber que a Emma, los fines de semana, le toca dormir en el mismo espacio con sus dos hermanos, su hijo, la hermana menor y la madre de todos ellos. Ya ven. Estas cosas se pueden escribir y se deben escribir porque así uno se da cuenta de su propia miseria. Pero no se pueden publicar. Ya saben, yo voy a llegar a Medellín este lunes y les voy a decir, hipócrita, asqueroso, con mi mejor sonrisa: “Emma, dígame, ¿qué hay de Bayron, ya consiguió trabajo?” Y Emma mentirá que va a jornalear por unos días como ayudante de un albañil. Más falso aun voy a decirle a Teresa: “Teresa, cuénteme, ¿quién me llamó mientras estuve en México?” Y Teresa también me mentirá: “Nadie, don Héctor, nadie, a usted desde hace tiempos ya no lo llama nadie”. L

dward y Susan se casan, se instalan en un apartamento, todo parece ir bien para ellos. Susan tiene un trabajo estable como profesora. Edward sigue sus estudios de Derecho, pero los abandona para dedicarse a la literatura. Edward le propone a Susan que sea ella quien los mantenga por un tiempo mientras él escribe sus novelas. Susan acepta. Cuando Edward decide alojarse en un lugar en el campo para poder escribir en paz, ella estrecha su amistad con los vecinos, Arnold y Selena. Algunas noches los tres comen juntos, por las mañanas se encuentran en las escaleras del edificio. Selena es una mujer hermosa, con un cabello iluminado, pero tiene un defecto: suele amenazar a su marido con un cuchillo. Arnold le confiesa sus problemas conyugales a Susan que sigue sola a causa de la estancia de Edward en el campo. Arnold y Susan se vuelven amantes y ella siente que la primera vez que hacen el amor, algo definitivo se termina en su relación con Edward. Cuando su marido vuelve, ella le cuenta lo que ha ocurrido. Se ha acostado con su vecino Arnold. Le asegura que no volverá a ocurrir. Edward parece tomarlo todo con tranquilidad. Su estancia ha sido infructuosa y todo lo que ha escrito en el campo le parece una basura. Salvo por algunas miradas furiosas, su matrimonio continúa. Sin embargo, Susan va a terminar casándose con Arnold. Veinte años después de su separación de Edward, Susan recibe una novela que ha escrito su ex marido. Es una historia violentísima, en la que el protagonista es asaltado en el campo. Su hija y su mujer son violadas y el protagonista, llamado Tony, busca a los asesinos. Durante el resto de la historia, Tony es conducido a una venganza caótica por un detective desahuciado por un cáncer. Hasta aquí he contado solo la parte introductoria de la historia. El protagonista del libro que Edward envía a Susan se culpa de su pasividad al no haber defendido a su esposa e hija. Susan se siente subyugada por la novela de su ex marido. Piensa que está “desembalsando el cerebro, liberando una explosión que hay en él”. Al leer el libro de Edward, piensa en Arnold, su actual marido, como un tonto. Descubre que ella misma es un personaje en la cruel historia que está leyendo. La gran novela que ha escrito Edward, la que no pudo escribir estando con ella, ha ocupado la vida de Susan. Es una venganza tardía. Tres noches (Tony and Susan) de Austin Wright, apareció en 1993 y por entonces Saul Bellow la saludó como una obra maestra. Paolo Giordano, Ruth Rendell, Ian McEwan y otros escritores la han llenado de elogios. El libro no tuvo el éxito de ventas que merecía cuando apareció. Aun así, en el 2010, la editorial Atlantic decidió reeditarla por el solo hecho de considerar que merece una mejor respuesta. Acaba de aparecer en español, en la editorial Salamandra. Novela sobre las relaciones entre la ficción y la realidad, los olvidos del amor y el paso del tiempo, quizá su tema esencial es que no hay una venganza más elaborada y permanente contra la vida que la de la literatura. Wright no alcanzó a ver este nuevo reconocimiento. Murió a los ochenta años, en el 2003, después de una vida de académico y escritor. L


LABERINTO

Doce horas de sueños con Posada

Hace cien años, el 20 de enero, murió el retratista de la política, la muerte y las clases trabajadoras de nuestro país. Aunque a José Guadalupe Posada se le reconoce por el grabado de La Catrina, su obra es más que diversa. Ilustró libros, carteles teatrales y cancioneros, entre otras cosas: pintó la tragedia y comedia humanas Autorretrato (fragmento) JOSÉ GUADALUPE POSADA

Agustín Sánchez González LAS DOCE

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ace veinte años que sueño con Posada. Imagino a este hombre viviendo con alegría, sufriendo por encontrar cómo capturar y aprehender esas imágenes tan extraordinarias que suele tener cotidianamente, por no decir permanentemente, en la cabeza, en esas manos regordetas que son capaces de construir un mundo al revés. Posada siempre soñaba, estoy seguro. Desde niño lo persiguió el terror, los demonios, y buscó en el arte el exorcismo. Lupillo o Lupito, Guadalupe. Nació en San Marcos, uno de los cuatro barrios de Aguascalientes. Era el 2 de febrero de 1852, día de la Candelaria, tiempo de celebrar las candelas, las velas que iluminan de alegría al mundo al presentar al Niño Jesús en el Templo, al celebrarse los cuarenta días de haber nacido, según la tradición católica. Día de fiesta. Nació Guadalupe. LA UNA Lupe vive la tragedia, el horror, la muerte. Cinco años atrás, su país perdió la mitad de su territorio; el cólera grande provoca cerca de diez mil muertes. Muchos enfermos son abandonados y se forman pilas de cadáveres en los cementerios. Los bandidos asolan la región. En 1863, el Parían es incendiado y las llamas alcanzan alturas insospechadas. Se sabe que en Calvillo hay decenas de fusilamientos, tanto de imperialistas como de liberales. El niño Lupe mira con terror la muerte, los muertos. Pánico, terror, desasosiego. ¿Infancia es destino?

Las horas en Palacio

LAS DOS No todo es dolor. Su padre hace pan, delicioso pan, venturoso pan. Su tío hace vasijas hermosas, un medio hermano es zapatero y Cirilo, el hermano mayor, es profesor y lleva al pequeño Lupe a entretener a los chamacos con sus trazos. Imágenes venturosas corren por su vida. Percepciones gozosas que se mezclan con el horror. En el censo de 1869, se dice que Lupe es pintor. Asiste a la academia de Antonio Varela. Cirilo, un joven liberal, mira el talento de Lupe. En 1871 hace sus primeras caricaturas en El Jicote. En la primera de ellas, aparece una calavera tradicional; en la segunda, Benito Juárez recibe una patada en el trasero. Caricaturas críticas y agudas. Políticos maromeros. La influencia de los caricaturistas de la capital, de La Orquesta y otras publicaciones, lo han marcado. Éstas, a su vez, llevan la marca francesa de Daumier.


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de portada

Un cronista excepcional Magali Tercero mtercero2000@yahoo.com.mx

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obre el gran grabador José Guadalupe Posada (1852-1913) se ha escrito todo y nada a la vez. Agustín Sánchez González, autor de Posada, una biografía novelada, niega que trabajara formalmente para el impresor Antonio Vanegas Arroyo en la ciudad de México, sino que llegó invitado por Ireneo y Arturo Paz, abuelo y tío del poeta. Aunque la prensa de su época casi no habla de Posada, su genio fue valorado por especialistas extranjeros como el escritor e historiador del arte italiano Emilio Cecchi quien, a principios de los años treinta del siglo pasado, dedicó algunas páginas de su libro México a explicar por qué el hidrocálido fue mucho mejor artista que Diego Rivera. En el aniversario de su muerte, varios museos e instituciones presentan obra suya. En primer lugar está, por supuesto, el indispensable Museo y Taller José Guadalupe

LAS TRES Marcha a León al lado de Trinidad Pedroza. Abren un taller de perfil comercial. Imprime felicitaciones a personajes públicos o privados, estampas religiosas, dibujos de vida cotidiana como la litografía El carro alegórico de la ciudad. 20 de enero de 1876; yun abanico de trabajos: vitolas, etiquetas de puros, cigarros y cerillos, de fábricas y talleres. Conmueve su calidad de obras destinadas a la basura, a lo efímero. Posada es precursor de la publicidad y su estética impresiona. Ilustra el Libro de Moral Práctica o selecta colección de preceptos y bellos ejemplos destinados para la lectura; también El Mártir del Gólgota, de Enrique Pérez Escrich, y las Efemérides guanajuatenses o datos para formar la historia de la ciudad de Guanajuato. Sus trazos son vanguardistas, inclusive cercanos al cubismo que por esos días se gestaba en Europa. Mantiene una fidelidad a las formas y las líneas con virtuosismo. Su obra mueve y conmueve. Profesor de litografía, creador de ex libris. Con sus alumnos realiza un excepcional plano directorio comercial de la ciudad. Dibuja en periódicos como La Educación, Pueblo Católico y La Gacetilla. Conoce a una joven llamada María de Jesús Vela y contrae matrimonio. De esa unión nace Juan Sabino. LAS CUATRO De nuevo la tragedia, pero también la dicha. En 1888, una terrible inundación arrasa León. Antes o después, Lupe ha decidido irse a la capital del país. Un gran escritor y periodista, Ireneo Paz, cuyo nieto Octavio será Premio Nobel, lo invita a trabajar, a ilustrar libros, revistas y periódicos. Arturo, hijo de Ireneo, atinó a profetizar que sería el "primer caricaturista, el primer dibujante que tendrá México”. Con los Paz, su prestigio aumenta. Una hermosa calavera, que presagia las obras de sus últimos años, se presenta en la portada de La Patria Ilustrada. Aquí se encuentra con uno de los genios de la caricatura: José María Villasana. Entre los personajes creados por Ireneo Paz, e ilustrados por Posada, está el Padre Cobos y Doña Caralampia Mondongo, productos literarios y periodísticos que dejaron honda huella. El primero

Posada ubicado en el añejo Barrio del Encino de Aguascalientes, la ciudad donde nació el grabador. En el museo, remodelado en 2010, se resguardan alrededor de tres mil piezas del grabador junto con obra de contemporáneos suyos como Manuel Mancilla. En estos días se exhibe obra suya en el Museo de Historia Mexicana (Monterrey), en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas (Guadalajara) y en el Palacio de la Autonomía (DF.). Sánchez González curó la muestra de Monterrey. Lo primero que se preguntó fue “cómo retratar a un Posada que fuera más allá de La Catrina (pues) invariablemente la Catrina lleva al apellido Posada”. El resultado es una exposición cronológica donde pueden verse sus dibujos de mujeres feas y bonitas así como cartas de amor, obras de magia, ilustraciones para la Biblioteca del niño mexicano (libro de Heriberto Frías impreso en Barcelona con millón y medio de

fue concebido como columna política; Villasana lo materializó, se lo heredó a Jesús Alamilla, pero Posada le dio una versión definitiva. Caralampia Mondongo es un gran personaje femenino. Es una delicia verlos bailar. Con Arturo Paz, también, realizó excelentes copias de la obra del pintor español Mariano Fortuny en la Revista de México. Fortuny revolucionó la pintura española con su retrato costumbrista de la vida cotidiana de los personajes sin historia. Posada asume esa influencia y muestra qué gran pintor sería. LAS CINCO Posada trabajó con muchos editores, algunos muy importantes en la historia del periodismo mexicano, como Francisco Montes de Oca, quien dirigió El Popular y fue propietario de Argos, El Chisme y Gil Blas. Diseña los cabezales. El Gil Blas con un sentido elegante y clásico; El Popular y El Chisme con un sentido tipográfico. Argos es otra cosa: una verdadera obra maestra. LAS SEIS Antonio Vanegas Arroyo es a quien debemos la mayor parte de la obra de Posada. Fue su vecino en la Cerrada de Santa Teresa y con él compartió trabajos de 1890 a 1913. Gracias al acervo de Vanegas existen las obras que hoy conocemos. No son las únicas pero sí las sobrevivientes a cien años de andar volando por las calles. Con Vanegas creó obras tan impactantes como la Gaceta Callejera, las imágenes religiosas, las cartas de amor, los juegos de mesa, la nota roja, el retrato de héroes y santos. Empero, son las calaveras las que han hecho que todo el mundo siga pensando que sólo eso dibujó, y no es verdad. El porcentaje de calaveras dibujadas es mínimo, hace falta un inventario de su obra, pero calculo que no debe ser más allá del cinco por ciento. LAS SIETE La Calavera Catrina, es la obra más conocida de Posada. Se ha convertido en uno de los iconos de nuestra identidad nacional. Más allá de su belleza en sí, esta popularidad tiene que ver, sin duda, con el mural de Diego Rivera, Sueño de una

ejemplares), episodios históricos o sucesos de la nota roja, por mencionar algunos temas. Además de portadas e interiores de libros y carteles teatrales, taurinos, de lucha libre y circenses, Posada ilustró cajetillas de cerillos, envolturas de cigarros y puros, etiquetas para cajas de vinos, recetarios de cocina, juegos de mesa como el del nuevo coyote, la lotería y la oca, así como almanaques, cancioneros, corridos y poemas. Posada no era ni anarquista ni porfirista pero defendía siempre a las clases trabajadoras con aquellas espléndidas crónicas visuales donde narra el día a día del hacedor de juguetes, por ejemplo. Tan poco se sabe sobre él que apenas hace dos años Sánchez González descubrió, en un acta de defunción, que Posada había tenido un hijo bautizado como Juan Sabino. Afirma quien prepara el libro más completo sobre el artista: “Su vida personal es un misterio. Solamente tenemos dos fotografías. La red está plagada de mentiras. Hace falta, en primer lugar, hacer un inventario de su obra. En su mejor periodo llegó a colaborar en 70 periódicos. Fue un cronista excepcional que pintó la comedia humana, la tragicomedia mexicana de un siglo que terminaba y otro que nacía”. L

tarde dominical en la Alameda Central, donde la ubica como una figura central, a la que el muralista toma de la mano y la coloca por delante de la propia Frida. Con esta obra arranca su fama. La Catrina fue bautizada por Diego Rivera; la hoja volante donde apareció originalmente se llamaba “Remate de calaveras alegres y sandungueras” y el subtítulo era: Las que hoy son empolvadas garbanceras pararán en deformes calaveras. Las garbanceras eran las indígenas que comían garbanzos, es decir, aquellas ladinas que menospreciaban su clase social y querían ser como las patronas españolas. En una parte del texto, dice: “Hay unas gatas ingratas, muy llenas de presunción y matreras como ratas, que compran joyas baratas en las ventas de ocasión”. Es una obra de arte perfecta, con dimensiones exactas, su sombrero es de un estilo barroco que parece girar gracias a su perspectiva y profundidad. Si algo caracteriza a las calaveras de Posada, es el movimiento continuo, la dialéctica, el disloque, el perpetuo movimiento hacia todo. LAS OCHO ¿Cómo calificar la obra de Posada? ¿Dentro de qué estilo? ¿Qué tendencia? Existen pocos estudios de la estética de Posada, pero hay una parte que rescato en mis sueños compartidos: el surrealismo. Sus inagotables monstruos, calaveras, demonios, fenómenos y endiablados, muestran una obra fantástica, fabulosa, de ensueño, que sin duda lo acerca a una visión onírica, al surrealismo. En Recuerdos de México, André Breton menciona que el atractivo principal de este país era la conciliación entre la vida y la muerte. Dicha visión es expresada por Posada de una manera magistral a través de sus calaveras. LAS NUEVE Posada es un artista cuya obra, presumiblemente efímera, quedó para la posteridad por muchas razones. Una de ellas es su presencia en la vida cotidiana. Es una producción realizada con la sabiduría de un genio, cuya modestia extrema jamás alcanzó la vanagloria, de ahí su contradictorio actuar entre el aplauso y el olvido.

Cronista excepcional que pintó la comedia humana, la tragicomedia mexicana de un siglo que terminaba y otro que nacía. Posada captó todas esas historias de la vida cotidiana: el silencio, la marginalidad, la tragedia, el dolor, la risa, la sorna, la carcajada, el miedo, el regocijo, el pecado, la magnificencia, la fe, la miseria, el llanto, el placer, la vida, la muerte, el blanco, lo negro, el pecado, el amor, lo mexicano. Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada, como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal. La tristeza manifiesta de un genio como Juan Rulfo, de su inframundo, de sus caciques, de sus vivos y muertos, se emparenta con Posada. Esta identidad, marcada por la vida mexicana y expresada en nuestro arte, es un espejo de nosotros y para nosotros. Buena parte de su producción se encuentra desaparecida, pues fue realizada en hojas de papel volando, y no buscó ni muros ni caballetes, ni museos ni galerías. LAS DIEZ Posada murió en Tepito, solo, en la tristeza total. Lo paradójico de su vida fue haber muerto sin que nadie se enterara y ser echado a la fosa común con sus calaveras del montón. De sus cenizas nunca se supo nada. Los restos del fabuloso fabulador, como lo calificó Luis Cardoza y Aragón, fueron a parar al Panteón de Dolores, donde se halla la Rotonda de los Hombres Ilustres, pero sin ser acogidos con esos ilustres mexicanos, aunque es probable que él fuere más ilustre que algunos de ellos. En Dolores (y tal vez con) quedaron sus restos convertidos en polvo, en polvo enamorado, esparcidos en un país que jamás lo olvidará. LA ONCE Y SERENO. NOS VAMOS Posada es un sueño, como la vida. Sólo venimos a soñar, no es verdad que venimos a vivir en la tierra. Como la eternidad, mientras exista el mundo, quedará el testimonio de su grandeza. La vida de Posada fue retratar la vida y la muerte; como parte de ella, quedó congelada, como la sonrisa de la Garbancera, para la eternidad. L


08 b sábado 19 de enero de 2013

MILENIO

de portada JOSÉ GUADALUPE POSADA

El destino traicionado RESEÑA Armando Alanís aralanisc@yahoo.com.mx

1871, El Jicote

Entre los Posada y el Posadas ARTÍCULO Ricardo Morales López

E

n 2003, gracias a pesquisas hemerográficas, revisé, localicé y recabé información de las artes gráficas finiseculares decimonónicas de la Municipalidad de México y, en especial, de J.G. Posada. Para mi asombro, encontré en el Directorio general (1897-1898) a Domingo y Guadalupe Posada y Amador Posadas; en el Directorio general (1901-1903), a Amador Posadas, Guadalupe Posada y Modesto Posada, impresor; en el Directorio general (1906-1907) ya no están Amador ni Modesto, pero sí Guadalupe, y en la Guía general descriptiva, solo aparecen J.G. Posada y Amador Posadas, este último, además, con un taller de escultura. ¿Quiénes eran ese Modesto y Amador surgidos sorpresivamente en los directorios y que ningún historiador de artes gráficas había citado ni mencionado antes? El más misterioso es el primero. Desconozco tanto su trayectoria como de dónde era oriundo, o si tuvo alguna relación de parentesco, laboral o empresarial con el profesor y litógrafo poblano Amador Posadas, o con el aguascalentense José Guadalupe. Modesto tenía su negocio de impresión y casa de empeño en la 1.ª de San Cosme, número 31. Ignoro qué tipo de trabajos realizaba en su negocio de litografía. ¿Pudo Modesto Posada colaborar en algunas publicaciones periódicas, en las hojas volantes o firmar algunas ilustraciones con su apellido? De Amador Posadas encontré más información. Hacia 1878 lo becó el estado de Puebla para que estudiara en la Escuela Nacional de Artes y Oficios para Varones (ENAOV), el trascendente plantel más articulado con las exigencias industriales y decorativas del Porfiriato que la Escuela de Bellas Artes. Por aquella época, Posadas vivía en Espalda de Santa Veracruz 5; un año después, pensionado como alumno, en Concepción 6. El 5 de febrero de 1881 obtuvo el segundo premio por las calificaciones obtenidas en su examen anual de cuarto año. Ya como profesor de litografía del plantel —en tal carácter realizó litografías, todas firmadas, para el periódico quincenal Escuela Nacional de Artes y Oficios para Varones—, en 1897, vivía en Condesa 4; dos años después, en el 1½ del Puente del Zacate. No se sabe hasta cuándo ocupó su cátedra. Seguramente por la buena calidad de su trabajo, traducida en solvencia pecuniaria, fue de los pocos profesores que logró instalar un establecimiento de litografía; en 1901 lo tenía en la 3.ª de Mina, número 7. Después de ese año, se pierde la pista a Amador. Junto con Manuel Francisco Álvarez, Emilio Dondé, Antioco Cruces, Santiago Álvarez, Plácido León, Amado Ramírez y Jesús Silíceo, Amador Posadas es uno de los profesores claves de la ENAOV. Queda, pues, por profundizar e investigar los nexos o disparidades laborales entre el enigmático Modesto Posada, Amador Posadas y José Guadalupe Posada. Respecto de Domingo, es de llamar la atención que, como Guadalupe, registrara, en años distintos, el mismo domicilio: Cuadrante de Santa Catarina 14 (Directorio general); por tanto, quizá importe elucidar si fue el hijo homónimo del tío paterno del aguascalentense o si tuvieron alguna relación laboral. A todo esto, conviene recordar que en 1884 existió en León de los Aldamas el taller “Posada y Hno.”, justo cuando Guadalupe aleccionaba litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria. L Fragmento del texto “Los Posada y el Posadas”, publicado en las Memorias del 4º Foro Académico 2011 (Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, INAH, Conaculta, octubre de 2012).

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l protagonista de Fallas de origen, Matías, cuenta su historia sin rodeos, sin ambigüedades, sin artificios literarios. Es la historia vertiginosa y descarnada de un escritor joven o, más bien, un aspirante a escritor que se la pasa criticando a la misma alta burguesía a la que pertenece. Hace seis años que partió de México a Nueva York con la intención secreta de no regresar al país de mierda en el que le tocó nacer. Y no es que le haya ido tan mal: terminó la carrera de Comunicación, publicó su primera novela, tuvo una novia y no pocos amigos. Pero no todo fue miel sobre hojuelas. La novela, que trataba sobre sus amigos, y que se nutrió de todo lo que les pasaba a ellos, no la quisieron leer sus amigos. Su novia queda embarazada. Está harto de la vida que lleva, que no le agrada ni pizca y donde un día es igual a los otros: “No quería pasar ni un minuto más metido en casa de mis papás, con sus putos silencios como crucigramas en arameo, durmiendo en el cuarto contiguo al de mi hermana, con sus pedas hasta las cinco de la mañana y los gemidos que le arrancaba un adolescente distinto cada sábado y que invariablemente me despertaban. No quería volver a salir ni a la esquina con Adrián y sus puños hiperactivos, ni con Felipe y su jodida lambisconería, ni con Pablo y Natalia, su soporífera novia, cuya única ambición en la vida era casarse y tener hijos igual de soporíferos que ella.” En Nueva York se entrega sin defensas a una vida tan frívola y banal como la que llevaba en la Ciudad de México, entre bares y drogas, y a los seis años, cuando está haciendo el intento de disciplinarse un poco, una llamada telefónica lo obliga a hacer las maletas y regresar a su país. Escrita en primera persona, Fallas de origen es puro lenguaje coloquial, pura velocidad. Son cuatro días que Matías pasa entre mujeres a las que detesta, amigos que ya no lo son tanto, alcohol, tachas y grapas; lo mismo visita los antros de la Condesa, que el Starbucks de Nuevo León, un hotel de paso de la avenida Revolución, la casa de su mamá en el Pedregal y el consultorio de su papá en la Nápoles, que ahora se ha convertido en su departamento de soltero. Aunque tiene siempre en cuenta el pasado, del que nos enteramos a través de sucesivos flashbacks, parece empeñado en treparse al trapecio y dejarse caer desde la altura hasta quién sabe qué abismos. No pierde de vista su vocación literaria y se da tiempo de escribir una segunda novela. También, para ganarse una lana, acepta un trabajo en la revista Kapital, donde escribe contra sus deseos más escondidos la entusiasta crónica de las fiestas y eventos sociales de mayor relumbrón. Matías recuerda muy bien la advertencia de su papá: “Todos traicionamos la promesa de nuestro mejor destino.” En un arranque de rebeldía, decide burlarse de la revista y de sus superficiales lectores, sin importarle las consecuencias que ello traerá para su primo, el director. Es su primera traición. Hay otras, mucho más graves. Se coge a Natalia, la novia de uno de sus mejores amigos, a la que, por supuesto, no ama: “…todo lo que no sea coger amenaza con disolver nuestro frágil simulacro de relación”. Se coge a Daniela, de la que tampoco está enamorado: “Prefiero hundir el rostro en una cubeta llena de chile habanero que salir con ella una semana más.” No estima ni a su mamá ni a su hermana, quien se casará

Daniel Krauze Fallas de origen Premio Letras Nuevas de Novela Joaquín Mortiz, México, 2012 251 pp. ese mismo fin de semana. Y uno, como lector, se pregunta: ¿es que este joven bien que desprecia a los jóvenes bien no quiere a nadie? Este representante de la vida contemporánea, donde todo es pasajero y provisional, ¿no es capaz de amar? Tal vez solo quiere a su papá, que ya se murió y que además no era su papá. El marido de su mamá dio algunas muestras de también amarlo. Pero, sobre todo, Matías quiere a su perro, al Horacio, su schnauzer negro. Uno de los pasajes más conmovedores de la novela es cuando llega el momento en que a Horacio, que padece locura senil, hay que dormirlo. Matías lo lleva al veterinario para que le apliquen la inyección letal y luego se niega a que su cuerpo sea incinerado: sube amorosamente el cadáver al coche y lo lleva a enterrar a la vieja casa, ahora abandonada, donde vivieron muchos años. Es casi el único momento en que Matías parece albergar en su corazón algún sentimiento. Otro pasaje conmovedor es cuando el protagonista nos narra su encuentro con la que fuera su novia, que ahora está casada con otro y tiene un hijo. Fuera de esos dos episodios, Matías se muestra a lo largo de la novela como un perfecto hijo de la chingada, sin apegos, con relaciones que se empeña en destruir; a pesar de ello, está consciente de que vive en un país donde imperan la impunidad y la injusticia, azotado por la violencia. El país donde le tocó vivir. Fallas de origen es una novela platicada, más que narrada. Como contada en un bar a quien quiera, copas de por medio, seguir las peripecias de este personaje nada querible. Los amigos y novias de Matías tienen sus defectos: quién es bravucón, quién es un bueno para nada, quién es un burócrata corrupto, quién no desea en la vida sino ser una linda y adinerada ama de casa. Pero el peor de todos es él mismo: un tipo sin compasión ni piedad, frío, incapaz de amar como no sea a su perro. Cuando habla de su primera novela es como si estuviera hablando de su propia vida y del mundo que lo rodea: “Todos los personajes son como monstruos de Frankenstein. Cositas mías por acá, anécdotas de cuates por ahí y algunos inventos. Mucho es choro, eh. Mucho me lo inventé.” Tan orgulloso como poco precavido, terminará echándolo todo a perder: la familia, la amistad, su relación con las mujeres. Ni siquiera su carrera como escritor parece tener un futuro promisorio. Y él regresa al volcán a donde una vez lo llevó su papá, el volcán que con su fumarola preside los destinos de una de las ciudades más grandes del orbe. La novela termina después de esos cuatro catastróficos días, pero podemos imaginar cómo serán los próximos años del protagonista: le irá mal por fuerza, no puede ser de otra manera. Quien hizo tanto daño terminará dañado. El enemigo de otros es, sobre todo, enemigo de sí mismo. La caída es en vertical y sin paracaídas: hasta el fondo. L


sábado 19 de enero de 2013 b09

LABERINTO

en librerías

La cerca

Relatos esenciales Jean Rolin Sexto Piso España, 2012 173 pp.

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n La cerca, el escritor y periodista Jean Rolin lleva a cabo un notable ejercicio escritural: a través de la crónica histórica centrada en la figura del mariscal Michel Ney (personaje esencial de la batalla de Waterloo) y las experiencias contemplativas del propio Rolin en el territorio parisino que comprende el vértice del bulevar Ney y la calle Clôture (una zona marginal donde abunda la prostitución y en el que convergen los personajes más turbulentos de la capital francesa, digamos inmigrantes, vagabundos y ladrones), el libro crece como una novela ensamblada por historias paralelas, reflexiones socioculturales sobre el París contemporáneo, miradas atentas a la voluble cotidianidad de los ambientes y, sobre todo, una insólita meditación estética que oscila entre la viñeta narrativa y la plasticidad urbana, donde Rolin mezcla con acierto una prosa sobria, la erudición y un peculiar sentido del humor para recrear el temperamento de los bajos fondos.

Hermann Hesse Debolsillo México, 2012 512 pp.

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n una época, la trilogía Demian (1919), Siddhartha (1922) y El lobo estepario (1927), del escritor alemán Hermann Hesse (1877-1962), fue lectura obligatoria para todo joven, digámoslo acaso con cursilería, sensible. Las dos primeras, sobre todo, representaron lo que se llama bildungsroman o novela de formación. Desde esta perspectiva, Hesse, más que impulsar carreras literarias —que lo hizo—, guió vidas (si la gelatina cuajaba o no, ya no era su responsabilidad). Hoy parece que ni El lobo estepario, con todo y su experimentalismo y su énfasis en la locura, parece atraer a los jóvenes. La reedición de sus relatos nos recuerda que, más allá de sus aspiraciones místicas y psicoanalíticas, se trata de un escritor que sabe contar historias con una gran diversidad de personajes. Como Gustav Mahler en la música, le tocó vivir la transición de las fórmulas decimonónicas a las vanguardistas.

Where are we now? LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL

David Bowie

Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com

¡La exclusiva!

Los hijos del tiempo

Annalena McAfee Anagrama España, 2012 394 pp.

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a primera novela de Annalena McAfee (directora del Financial Times y fundadora del suplemento literario Guardian Review), tiene como decorado la compleja relación entre Honor Tait, una periodista de la vieja guardia, y Tamara Sim, una joven que labora como free lance para una revista del corazón. ¡La exclusiva! es la historia del duelo psicológico entre la experimentada periodista y la inexperta reportera: la envidia, la ambición, la astucia y el ingenio son las armas con las que se combaten ambas mujeres, dos personajes solo distintos en edad y en apariencia porque, en el fondo, persiguen el mismo objetivo: la fama, el estrellato en un mundo banal, despojado de sustancia y de sentido. Relato de disputas generacionales y de intrigas y trampas policíacas, la crítica ha calificado al libro de Annalena McAfee como una bien lograda novela cómica que satiriza al ejercicio periodístico.

Maravillas que son, sombras que fueron

Ana Colchero Suma de letras México, 2012 488 pp.

I

maginar un futuro trágico ha ocupado la mente y las páginas de numerosos escritores. El miedo a un gobierno totalitario hasta en las ideas, la división socioeconómica extrema y el control panóptico de la ciudadanía, son elementos que están presentes en clásicos como 1984 y Un mundo feliz, o en best sellers como Los juegos del hambre. En este caso, Ana Colchero reutiliza esos elementos y los traslada a un futuro distópico, aunque no necesariamente lejano. En el universo que crea Colchero existe una raza dominante: los uranos, seres vencedores de una cruzada emprendida para eliminar a los pobres, a los mezquinos y a los parias de la tierra. Sin embargo, en el año 2060, los dalits, una raza “inferior”, decide levantarse contra los uranos y el Consejo que rige sus destinos. Más que una novela de aventuras, Colchero aborda temáticas sociales como la desigualdad, el conocimiento y la justicia.

Revista de la Universidad de México Núm. 107 Enero 2013 México, 111 pp.

Carlos Monsiváis Era México, 2012 270 pp.

H

ay muchas cosas que unen a Carlos Monsiváis con la fotografía. En principio, que su vida, su literatura y su periodismo fueron la constante construcción de imágenes de una sociedad en cambio y de contrastes. Maravillas que son, sombras que fueron recupera el espíritu y amor por la imagen que el autor de Días de guardar mostró en un gran número de textos dedicados a artistas como Romualdo García, Manuel y Lola Álvarez Bravo, los hermanos Mayo, Gabriel Figueroa, Héctor García, Armando Herrera, Rogelio Cuéllar, Pedro Meyer, Mariana Yampolski, Graciela Iturbide, Lourdes Gobret y Francisco Mata. Este mapa de la fotografía en México es también la disección de los ojos con los que se ha mirado nuestra cultura, por ejemplo: “las posturas de la plebe” y el retrato como un recurso clasista o la imagen como una exaltación sentimental o modelo del comportamiento externo; veinticinco textos que culminan en el arte del fotoperiodismo.

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n el primer número del año, la Revista de la Universidad de México presenta textos de Vicente Quirarte, David Huerta, Fernando Serrano, Darío Jaramillo, Gonzalo Celorio, Raquel Serur, Salvador Gallardo Cabrera y Miguel LeónPortilla. El contenido también incluye un poema de Francisco Hernández, un reportaje fotográfico de Sergio Hernández y una entrevista con Carlos Saura. Asimismo, el “Encomio de Vargas Llosa”, de Jaime Labastida; un fragmento de la nueva novela de Josefina Estrada, ambientada en los bajos fondos de Bogotá; una revisión de la obra de Arthur Machen por Emiliano González. En la sección “Reseñas y Notas”, Eloy Urroz comenta La tejedora de sombras, de Jorge Volpi; José de la Colina repasa el trabajo de Enrique Anderson Imbert, y Édgar Esquivel se asoma a la obra de Orhan Pamuk. Pablo Espinosa repasa al 2013 como año musical y Leda Rendón aborda el cine de Carlos Reygadas.

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abía que la cocaína le iba a dejar el cerebro agujerado. Lo vio en un documental de CNN, la emisión que sintonizaba en las giras, en las efímeras estancias de cuartos de hotel, en la enorme casa de Los Ángeles que pronto se vació de amigos y se llenó de escoria (los infaltables dealers que revolotean en torno de los famosos), y la imagen de su esponjosa masa intelectiva hecha una bola amorfa, semejante a un queso suizo, también le hizo pensar en esos hoyos como si fueran coladeras por las que el pasado, la experiencia, toda su biografía, se marchaban como un chorro amarillento hacia el drenaje incierto de la nada. Sabía que estaba solo, se lo dijo al periodista Tony Parsons una tarde de 1993. Y que sin percibirlo, casi por inercia, un puñado de obsesiones raras, paranoides, lo asfi xiaban. Ideas de satanismo, delirios cabalísticos, eran los años 70, la década de la cocaína, Charles Manson ocupaba un oscuro púlpito mediático. De entre las brumas del aturdimiento, de la fiesta sin fin y otros densos y pestíferos vapores, percibió que un soplo tenue se fi ltraba en su casi insalvable decadencia, señal inconfundible de su conexión con Dios, ese vínculo redentor que hasta los personajes más siniestros aseguraron haber sentido, digamos Joseph Goebbels, el genio propagandístico de Hitler, y le vino a la memoria que antes de la guerra, los nazis hicieron una expedición al Reino Unido, a Glastonbury para ser exactos, con el fi n de obtener el Santo Grial. El expresionismo. Los nazis. Alemania. ¿Cómo era que en el país que él consideraba la puerta cultural del continente pudieron coexistir lo espeluznante y lo exquisito; cómo era que los nazis

tuvieron éxito al hacer de un símbolo budista, la svástica, una alegoría maléfica con sólo rotarla 45 grados de su perspectiva original y, con eso, manipular a una nación entera para intentar cumplir el perverso anhelo de exterminio? Sospechaba que al cobrar conciencia de los monstruos es posible evitar una caída y se mudó a Berlín. Como amante del expresionismo e intérprete del espíritu insurrecto, el desencanto se le vino encima: aquella ciudad era la capital heroinómana de Europa, desconocía su mala fama, y al pisar la estación de Banhof y contemplar la multitud de adolescentes yonquis prostituyéndose en sus alrededores, se sintió como personaje de road movie: la huida es completamente inútil, un patético movimiento circular. Sabía que si un hombre puede inventarse un doppelgänger, conseguirá librarse de todos sus demonios y por eso dio vida a Ziggy Stardust, aunque después esa criatura estuvo a punto de darle el tiro de gracia: el riesgo de la duplicidad radica en el dominio del ente negativo (¿cierto, doctor Jeckyll?)… “Where are we now?”, pregunta el maestro Bowie en su nueva rola. Preocupación íntima, angustia generacional, evocación conmovedora de Alemania. ¿Dónde estamos cuando el tiempo, embozado de nostalgia, nos devuelve un relato ya vivido con la apariencia de una foto, de un olor o una ciudad o una palabra que, repentinamente, nos revela que caminamos entre los muertos? Where are we now, Mayor Bowie? Desde la torre de control del planeta Tierra, le recuerdo que ya en la década de los 70, usted sabía que el tiempo, con su paso, construye un raro, inhóspito lugar. L


10 b sábado 19 de enero de 2013

MILENIO

música ESPECIAL

Tony Levin

“Contemplar al pasado me genera vértigo” El experimentado bajista está necesitado de nuevos retos, extraña tocar con King Crimson y habla sobre su nueva aventura junto a David Torn y Alan White ENTREVISTA Juan Carlos Villanueva

T

ony Levin es un artista con una filosofía irreductible: “En el tranvía de mi vida, me veo como ese pasajero que prefiere ocupar el asiento con la mirada fija hacia lo que me aguarda, en vez de acomodarme en el asiento en el que podría contemplar lo que he dejado”. La metáfora es auténtica, porque “contemplar al pasado me genera vértigo”, dice en entrevista el experimentado bajista. Levin tiene cientos de sesiones en su haber. Ha grabado con Peter Gabriel, John Lennon, Lou Reed, Alice Cooper, Yes, Paul Simon y Pink Floyd, entre tantos otros. También es reconocido por su trabajo en múltiples encarnaciones de King Crimson, una de las bandas más respetadas del rock progresivo. “Mi historia en la música no radica en los elogios y los nombres de alto linaje con quien me he relacionado, sino en las influencias recogidas, la experiencia, los aprendizajes y la sabiduría obtenida durante el viaje”, dice. En la charla, Levin es un tipo sensible, habla relajado, con tono amable y entusiasta por abordar temas que lo saquen de los clichés de lo anecdótico, parece que no lo estimula hablar de los viejos tiempos sino al contrario, de los nuevos retos. Desde 1996, Levin ha formado una carrera en solitario, paralela a su trabajo como músico de sesión. Ha lanzado seis álbumes como solista hasta la fecha, incluyendo cuatro destacados discos de temperamento etéreo para el sello Narada, editados entre 2000 y 2006: Waters of eden, Pieces of the sun, Double espresso y Resonator. Pero cuando Levin editó en 2007 su álbum Stick man –un esfuerzo en solitario de corte progresivo con el uso del Stick, el instrumento que popularizó al tocar a dos manos– dio vida a Stick Men, un trío acompañado por su colega Pat Mastelotto (batería) y Michael Bernier (Chapman Stick), un proyecto que ha crecido sorpresivamente y que está por editar su segundo LP llamado Deep. “No aguanto las ganas de tocar una pieza de 11 minutos llamada ‘Whale Watch’, un poema tonal sobre esa experiencia de mirar una ballena”, dice Levin. “Ha habido cambios en este proyecto, Bernier dejó el trío y se unió Markus Reuter, un

gran guitarrista alumno de Robert Fripp. Reuter le ha dado un sonido muy cercano a King Crimson. Este año, alrededor de marzo, tengo planes para salir de gira con Stick Men y Adrian Belew Trio. Es emocionante la idea de estar compartiendo la gira con el proyecto de Belew. Finalmente, somos tres chicos King Crimson en el tour, y podemos hacer versiones de piezas significativas de nuestra antigua banda. Estamos haciendo una hora de Stick Men, una hora de la Power Trio de Adrian Belew, y luego salimos al escenario sólo Adrian, Pat y yo, y tocamos un poco de material Crimson”. La carrera de Stick Men cuenta con un par de EPs, Stick Men (2009) y Absalom (2011), además de un disco debut titulado Soup (2010). Sin embargo, Levin tiene otras inquietudes por explorar en Levin Torn White, otro trío conformado por el guitarrista David Torn y el baterista de Yes, Alan White. Bajo la producción de Scott Schorr, el nuevo álbum homónimo del trío es la más reciente aventura de este bajista necesitado de nuevas experiencias. “Mi trabajo junto a Torn y White obedece a mi necesidad por experimentar”, asegura, “este proyecto consiste en improvisación: primero White presentó una base melódica, luego llegué yo con mi oferta y Torn puso el toque final. Así está construido integralmente, es la interpretación de la interpretación, un experimento sonoro. Es realmente un territorio nuevo para mí. Hago muchos discos, pero no de esta manera. Es un disco de consecuencias, no hay nada planeado sino que son una serie de reacciones. Me gusta explorar y seguir creciendo como músico. El álbum fue idea de Scott Schorr”. Para Levin, ha sido un acierto cómo las redes sociales e Internet han modificado la manera de grabar discos. Ahora, los integrantes de una banda pueden estar en diferentes continentes y aún así poder grabar. “Nos mandábamos los archivos a través de Internet y teníamos una comunicación fluida a través de Twitter y cosas por el estilo. Alan estaba en su casa de Seattle mientras yo grabé en Nueva Zelanda, y David Torn se hallaba en Nueva York. No hay mejor experiencia que grabar todos juntos en un estudio, pero creo que sería imposible poder reunir a los músicos que quieres, los costos no te lo permiten”.

Levin tocando el stick, uno de sus instrumentos emblemáticos

¿Qué le atrajo de este proyecto? El trío con Alan White y David Torn es inédito en mi carrera. Alan preparó unos ritmos casi imposibles. Fue todo un reto trabajar sólo con compases y ninguna información armónica. Este proyecto rompe todos los códigos que haya conocido y grabado. Fue muy divertido. Alan White es demasiado creativo y va más allá de los límites de la experiencia. Estamos ante un proyecto bastante progresivo y aventurero. ¿Existe alguna posibilidad de escucharlo de nuevo junto a Peter Gabriel? No. Él tiene otros planes en los que no estoy involucrado. ¿Qué recuerda de haber grabado con Lou Reed? Hice sesiones para el disco Berlin, en la canción “The Kids”. Bob Ezrin me llamó para grabar pero jamás estuve junto a Lou Reed. Fue algo rápido, llegué, saqué mi bajo, grabé y salí del estudio. ¿Extraña tocar con King Crimson? Sí. Robert es un artista que le gusta cambiar y estoy esperando que me llame para regresar al proyecto. King Crimson siempre ha sido un reto especial y ha sido básica en mi inspiración. Sin embargo, el proyecto con White y Torn podría ser un nuevo estímulo. L

LA PUERTA ESTRECHA

Aproximaciones a Higinio Ruvalcaba Eusebio Ruvalcaba 1) La música toda cabía en el violín de Higinio Ruvalcaba. Porque la música toda cabe en cualquier instrumento; cuando menos la parte comestible, que es la silbable. Lo difícil es tener el arrojo de tocar Juan Gabriel cuando lo que se toca es Bach, y Armando Manzanero cuando lo que se toca es Brahms. 2) Para Higinio Ruvalcaba su violín era la forma definitiva de estar. Aunque no lo trajera en las manos —o en el inefable estuche—, el violín le daba sentido a su vida. 3) El resto de la vida carecía de sentido para él. Cualquier motivación le resultaba inocua. No pasaban de meros resplandores. Solamente le importaba la vida en la medida que podía hacer música. 4) La música arropaba la existencia de Higinio Ruvalcaba. Cada día despertaba para entregarse a la música. Como fuera, bajo el ropaje que dictara

el destino. Bien a través de la música de cámara —con el cuarteto Lener o al lado de su esposa Carmela Castillo al piano—, a través de la música sinfónica —como director o violín concertino—, o como compositor —de sus propias cadencias, de sus cuartetos o de sus canciones populares. Como el fox trot Chapultepec. 5) La música no lo dejaba en paz. Si un perro aullaba, ese sonido lo remitía al abismo sonoro. 6) Para Higinio Ruvalcaba la música era sagrada; su instrumento era el sacerdote, y el estuche de su violín el templo. Por eso mismo, en el estuche traía las estampas de las tres vírgenes por antonomasia de Jalisco: la de San Juan de los Lagos, la de Zapopan y la de Talpa. 7) Su cuarteto de arcos No. 6 —compuesto en 1919, en el rancho que era Guadalajara en ese entonces, cuando era un adolescente de 14 años— es radical en extremo. De armonías extrañas, inopinadamente inusitadas e inauditas, de melodías

que se adhieren a la piel como insectos, provocó la hilaridad de unos y la estupefacción de otros. Oficialmente, esta obra la estrenó el cuarteto Lener en el Palacio de Bellas Artes el 17 de noviembre de 1955; pero en la vida real, el cuarteto Ruvalcaba lo estrenó en 1925, en la azotea de un edificio ubicado en las calles de Moneda. 8) Para Higinio Ruvalcaba la música constituía una cofradía de amigos. Todos los músicos con los que el maestro se topaba en su vida cotidiana, se convertían en sus amigos. Que estaban con él en las buenas y en las malas; es decir, haciendo música, les pagaran o no. Pero música de primera, porque don Higinio era implacable e impaciente; tal vez por eso siempre fue maestro, pero nunca formó alumnos. 9) La llamada lectura a primera vista en música es extremadamente difícil. Hay que entender la música en su esfericidad para captar lo que significa cada modulación, cada matiz. Solamente los intérpretes desapegados del lado trágico de la academia son capaces de leer a primera vista con perfección, de corrido de principio a fin. Esto es, cuando leen el principio leen el final. El maestro Ruvalcaba podía acometer esta lectura con enorme facilidad, y no sólo al violín sino también al piano. Cantidad de veces lo demostró. 10) Higinio Ruvalcaba nació el 11 de enero de 1905, y murió el 15 de enero de 1976. Vivió 71 años consagrados al arte del violín. Nació en Yahualica, un pueblo perdido en el horizonte de Jalisco. Su padrino, Atilano González, mariachi, le enseñó a poner las manos al violín. Al revés, para que causara gracia. Ésa fue su vida. L


sábado 19 de enero de 2013 b 11

LABERINTO

cine CORTESÍA PRODUCCIÓN

Fernando León

“La Revolución se usó para vender melodramas” La cebra ironiza los ideales del movimiento armado de 1910 y desmitifica a sus héroes a través de dos hombres que desean ser obregonistas ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

E

n plena Revolución mexicana, Odón (Harold Torres) y Leandro (Jorge Adrián Spíndola) encuentran una cebra. A bordo del animal emprenden un camino que habrá de llevarlos a las huestes obregonistas, famosas por ser las que más consienten a sus allegados. En tono de tragicomedia, el director mexicano Fernando León filmó La cebra, ópera prima que ironiza sobre los ideales del movimiento. Además de La cebra, coescribió el guión de El atentado y La Ley de Herodes, ¿por qué le interesa el cine histórico? La realidad es que las películas a las que te refieres las escribí por encargo, en cambio La cebra es una cinta que me hubiera gustado ver. Crecí acostumbrado a ver los filmes del “Indio” Fernández, donde la revolución es abordada como una gesta épica. Sin embargo, las cosas no siempre fueron así, de ahí nació mi interés por contar otra visión de aquellos años. Una visión irónica donde los protagonistas, Odón y Leandro, escogen bando a partir de su necesidad económica y no por los ideales. Lo que pasa es que para muchos revolucionarios, su principal preocupación consistía en tener para comer; ya después venía el “Tierra y libertad”. No fueron pocos quienes se movieron por las ganancias que podían obtener. Son contadas las películas que ironizan con la revolución, pienso en El compadre Mendoza o Las fuerzas vivas. ¿Su intención era sumarse a esta lista? Cierto, son pocas. La cebra empezó como un cortometraje y nació de un alucine mío. Conforme fui

desarrollando el tema, la historia se convirtió en película. Siempre quise que fuera irónica porque la revolución sigue siendo un periodo demasiado idealizado. En México, la Revolución se asumió como un subgénero literario y cinematográfico. ¿Por qué se convirtió en algo casi fundacional? Porque fue un ideal traicionado. El tema de La cebra en realidad es la traición a la Revolución mexicana. No entiendo por qué celebramos a Zapata si no ganó nada; o a Pancho Villa, él le dio la espalda al movimiento, le dieron una hacienda para calmarlo y cuando repensó lanzarse a la carga lo mataron. El gran vencedor fue Obregón. Es interesante la manera en que el PRI se apropió de los idealistas revolucionarios a pesar de que fueron perdedores. Uno de mis objetivos es desmitificar los setenta años del PRI y el uso que hizo de los héroes. Uno de los directores que más explotó ese proceso fue el “Indio” Fernández. ¿Cuál es su relación con su cine? Me gustan sus películas, pero era un cine preciosista. María Félix y Pedro Armendáriz siempre se veían guapos, cuando la realidad es que la mayoría de los mexicanos tenemos rasgos indígenas. Creo que el “Indio” Fernández usó la Revolución para vender grandes melodramas. Incluso a pesar de las cintas de Alcoriza, la gran película de la revolución mexicana es Vámonos con Pancho Villa de Fernando de Fuentes. Su película recupera algo de la estética que trabajó Gabriel Figueroa. Como toda la historia se desarrolla en el campo mexicano, buscamos aproximarnos un poco a

El filme de Fernando León se estrenó este fin de semana

la gran fotografía de Gabriel Figueroa pero dándole la vuelta con los colores. Al principio pensé en usar el blanco y negro pero eso habría sido caer en el cliché. Preferimos abrir la paleta cromática para enfatizar las atmósferas. Los momentos de comedia son más luminosos que los dramáticos, por ejemplo. ¿Por qué combinar la comedia y la tragedia? Es una cuestión de estilo. En todos los guiones que he escrito siempre empiezo riendo para no llorar y termino por contar las cosas como son. ¿Cuál es el carácter simbólico de una cebra? ¿Por qué no usar un caballo pura sangre o un pony? La cebra me gustó como símbolo para idealizar la Revolución mexicana. Todos por encima la persiguieron aunque por debajo todos la traicionaron. La película tiene guiños con el México contemporáneo, ¿por qué? Lo que sucede es que han pasado cien años desde la Revolución y el país sigue en las mismas condiciones: pobreza y migración. Los guiños a los últimos presidentes me sirvieron para ejemplificar la locura por el poder. La pandilla de generales que quieren fundar su propia república traiciona incluso a sus compañeros. El poder vuelve loco a la gente, creo que la película es una metáfora sobre la fascinación que despierta en el ser humano. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Tantrumtino hace wagners Fernando Zamora @fernandovzamora

H

ay en La Red un clip que muestra a Tantrumtino (Tarantino, el berrinchudo) diciendo a un reportero bonachón: “Te voy a callar las nalgas.” Tantrumtino implica, claro, que el reportero está haciendo preguntas con esa voluminosa parte de su cuerpo. ¿Por qué? Con altivez acaba de preguntarle: “¿Por qué promueves la violencia, Tarantino?” Era eso que llaman prepúber cuando vi por primera vez a Tarantino. Pulp Fiction. No sabía quién era éste a quien los sabihondos de la Cineteca Nacional ponían tan alto. El público miraba la obra con seriedad, con un respeto temeroso, sin saber qué hacer (solo he sentido algo así con Almodóvar). En la escena en que Vincent vuela los sesos de Marvin como si derramara CocaCola, fui yo quien derramó Coca-Cola en el cine con una estruendosa carcajada. La señora junto a mí dijo: “¿cómo puede un niño reírse de algo tan violento?” ¿Cómo puede alguien escandalizarse del candor de sus películas? El periodista que enfurece a

Tantrumtino es un idiota. No ha entendido que Tarantino, lejos de promover el mal, lo conjura con las artes de un Goya o un artesano medieval. Hoy la burguesía ríe con Tarantino, ríe con Almodóvar, ríe con los grotescos de Goya. La burguesía ríe con Tarantino como en un programa de risas grabadas. La diégesis de Django es simple, pero profunda y, como Almodóvar, pertenece al más fino mundo del melodrama. Y como he comparado tres veces a Almodóvar con Tarantino, pongo aquí por qué Django me recordó tanto al maestro español. Django está construida con la minuciosidad de un artesano europeo o japonés (esos lugares donde todavía existen gremios medievales). Cada corte, cada plano, cada diálogo son un manifiesto de lo que el artista (el maestro gremial) piensa que el arte que está cultivando es. Cierto, los tarantinos están llenos de referencias, algunas sabrosas. Hay otras, sin embargo, tan profundas que abren los ojos (de quien quiere) a lo trascendental en el arte. Tres ejemplos: el uso del color. Admiremos en Django la secuencia inicial con textura setentera. Comparémosla con la escena en que el héroe negro nada en un río muy azul en un paisaje nevado. Atrás de él, los árboles están floreciendo. Dos: el gozo en la edición (más allá del montaje conceptual), admiremos la secuencia en que Dr. Shultz sirve una cerveza al esclavo recién-liberado. Es música. Música visual. Tres: diálogos y caracterización de esos personajes en esos actores. Waltz, el infame nazi de Inglorious Basterds se transforma en el dentista alemán que libera esclavos. DiCaprio se

Django Unchained (Django desencadenado). Dirección: Quentin Tarantino. Guión: Quentin Tarantino. Música: Ennio Morricone y otros. Fotografía: Robert Richardson. Con Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio y Samuel L. Jackson. Estados Unidos, 2012. deja ver las arrugas, se pinta los dientes de verde y, en una escena antológica, se sangra la mano y no deja de actuar. Foxx escucha la historia del amor de Brunilda y Sigfrido con la simplicidad de un niño. Creo que vale la pena hacer eso: un esfuerzo y ver Django con la naturalidad de un niño que mira a Wagner. Sin pretensiones. Entenderíamos quizá que los grandes maestros son simples, profundos y muy entretenidos. L


12 b sábado 19 de enero de 2013

MILENIO

varia CARAVAGGIO

ESPECIAL

El martirio de Santa Úrsula

¿Calderón en Harvard?

La virginidad de Úrsula

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

P

edir que Harvard University dé marcha atrás y no contrate a Felipe Calderón significa pedir violar la primera parte del artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Toda persona. Además, pedir que el ex presidente (y general de la narcoguerra) no participe del proceso educativo es creer que este proceso sucede del profesor hacia los estudiantes. Esa es una visión anacrónica, autoritaria y, sobre todo, irreal de lo que sucede en las universidades. Calderón podría ser re-educado por los jóvenes. La campaña para sacar a Calderón de Harvard es otro ejemplo de cómo la oposición mexicana no es congruente con sus ideales. Una universidad es un centro de rehabilitación epistemológica. Justo ahí es donde necesitamos que asistan todos los involucrados en las narcoguerras. Eso sí, sugiero que a Calderón se le prohíba dar cátedra (una autoridad hablando frente a un grupo numeroso de personas calladas). La cátedra es medieval. Calderón debe trabajar en seminarios o talleres. Su participación oral no debe exceder el 15% del tiempo en aula. Restringir que personas como él reingresen al proceso educativo es repetir el error de Calderón: la visceralidad y el

espíritu de exclusión. Preferir marginar y marcar personas que permitir que continúen su educación. Uno cree en la universidad o no cree. No hay medias tintas. Que antiprohibicionistas pidan que se prohíba que Calderón re-acceda al aprendizaje es una incoherencia vertical. Calderón requiere urgente ayuda reeducativa. Debe trabajar arduamente en Harvard, utilizar exhaustivamente su biblioteca, organizar experiencias de coaprendizaje, bajarle a su ego y resignificar su vida. Pedir que se le excluya es abandonar el humanismo, que justamente cree que nuestra educación de vida es capaz de transformarnos, por ejemplo, de niños en sicarios, o de capos, otra vez, en ciudadanos. Si nos oponemos a la narcoguerra debemos estar a favor del libre acceso a las universidades. No abramos sus puertas sólo para los elegidos, como hoy sucede. Creer en el humanismo es difícil. Por eso la oposición mexicana, una y otra vez, reacciona usando patrones ultraconservadores. Lo que hay que pedir a Harvard es que dé libre acceso a las sesiones de Calderón. Pedir a Harvard que tome en serio el Art. 27: abra sus cursos y su biblioteca a todos los humanos. El colmo de una oposición es que quiera ser todavía más elitista que Harvard. Vivimos tiempos tan absurdos que incluso la palabra universidad, uni-versi-dad parece no decir nada. O decir lo contrario. A veces los que defendemos los derechos humanos somos los primeros en olvidarlos. L

Avelina Lésper

P

odría desaparecer la especie humana y esto no cambiaría el curso de los astros”, dice con toda verdad el Marqués de Sade. Nos desgarramos en guerras, enfermedades y asesinatos, y el universo, demasiado grande para nuestras pequeñeces, ni se inmuta. Lo que deja tras de sí la muerte trágica es la huella de sus golpes. Caravaggio, acusado de cometer un asesinato, pintó sus últimas obras mientras esperaba el indulto papal. Tal vez en el presentimiento de su muerte, une la belleza a la infinitud del dolor, hace un análisis descriptivo del ominoso conocimiento del verdugo sobre la acción que ejecuta, la inocencia de la víctima y del crimen como uno de los recursos del poder. En El martirio de Santa Úrsula retoma el mito de la princesa virgen que es asesinada por el rey de los hunos. En la pintura, Caravaggio reinventa la dramatización de la escena para mostrarnos al responsable. El rey está de frente y en un hecho absolutamente irreal e improbable, dispara a unos pasos de distancia la flecha que atraviesa los senos de Úrsula. Ella mira cómo la flecha la penetra, es el instante previo a su muerte, no hay sangre, no hay herida. La ve con extrañeza, nos damos cuenta de que su ignorancia la hace virgen. Úrsula es alcanzada por la muerte antes que la comprensión de su propio asesinato, muere sin saber qué está pasando, por qué la muerte llega de esa forma. En cambio, el asesino sí lo sabe; él vivirá consciente de lo que hizo. Observamos al rey, conocemos su rostro; él y nosotros sabemos qué ha hecho. La delicadeza de la actitud de Úrsula contrasta con la penumbra en la que Caravaggio rodea la escena, ella viste un espeso lienzo rojo, metáfora de la inmensa atrocidad que está sucediendo. Los brazos del rey conservan la posición del reciente lanzamiento, su mirada sigue el trayecto de su ofensa, se asegura de haber dado en el blanco, de haber matado con certeza. Caravaggio mismo presencia la escena detrás de Úrsula, clama al cielo conteniendo las lágrimas, incapaz de protegerla, dejándola cumplir su destino. En La decapitación de San Juan, el crimen está cargado de saña y, de nuevo,

saber lo que sucede hace más cruel a la tragedia. El verdugo somete a Juan, lo está degollando como a un cordero, aún trabaja en desprender la cabeza, sabe matar y empuñar el cuchillo. Con gran sentido del drama, el pintor altera la anécdota y pone a Herodes señalando la bandeja en donde deberán depositar la cabeza. La pobreza del verdugo contrasta con la elegancia de Herodes, los dos son autores del mismo crimen y, sin embargo, no son iguales. En uno el asesinato es oficio, en otro es la investidura de su poder. El que ordena la muerte es tan criminal como el que la ejecuta. Juan tiene un rostro apacible, murió sin poner resistencia a su lento martirio. La criada de Salomé que se lleva con pesar las manos a la cabeza, es la anagnórisis de esta tragedia. En un ángulo del cuadro, en la oscuridad de un lugar sin arquitectura, desde una ventana enrejada dos hombres presencian el sangriento espectáculo. Es una historia de testigos, de culpables, de cómplices. La muerte despoja de memoria, dejamos de existir y dejamos de recordar. El que vive con sus pesadillas es el asesino, el que señala la bandeja para que posen la cabeza, el que dispara la flecha, el que hunde el chuchillo. Los testigos también se llevan a esa muerte, la cargan, la maceran en su interior, son parte de la violación. Saber y no actuar nos involucra, nos hace responsables. Entender que somos capaces de atrocidades advierte o incita, la abominación sucede en un instante. Úrsula y Juan están indefensos ante la violencia porque, mientras el asesino sabe cómo actuar, la víctima siempre ignora, desconoce, está ante un evento que no propició. La pasividad ante el crimen es complacencia con el poder. El que no se solidariza con el inocente se identifica con el crimen, la barbarie despierta afinidades y lealtades. En estas obras Caravaggio reinventa la composición y la historia para darle espacio y rostro al sacrificio, sabe que la víctima desaparece y eso la condena al olvido, pero el verdugo, el asesino se queda aquí, entre nosotros, no lo olvidemos. Recordar es una forma de castigo. L


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