Laberinto No. 505

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Laberinto

David Toscana Cuando éramos adultos página 2 Fernando Iwasaki Las mil caras del mito página 5 Juan Carlos Villanueva Entrevista con Jim James página 10 Avelina Lésper El contrato carnal página 12

N.o 505

sábado 16 de febrero de 2013

Apuntes sobre poesía

Vasko Popa Página 4 LUIS MIGUEL MORALES

Centenario de Manuel Ponce

Un poeta católico de vanguardia Rafael Calderón Armando González Torres Página 6

MILENIO


02 b sábado 16 de febrero de 2013

MILENIO

antesala EX LIBRIS

Arthur Schopenhauer bEKO

Cuando éramos adultos TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

A

llá en los años treinta del siglo XIX, los chinos decidieron prohibir el tráfico de opio, que mayormente provenía de la colonia inglesa de la India. En respuesta, los ingleses mandaron su flota y bombardearon a los chinos durante tres años, hasta que los obligaron a abrir de nuevo sus fronteras al tráfico de estupefacientes. Esos sí eran narcos con poder. Por aquellos días, ya había sido ampliamente leído el libro autobiográfico de Thomas de Quincey sobre su afición por el opio. Quienquiera que lo lea sin prejuicios sentirá un gran antojo de probarlo. Pero más allá de consumirlo o no, la parte romántica del asunto es la libertad de comprarlo en cualquier farmacia. “Tres respetables boticarios de Londres… con quienes últimamente he adquirido pequeñas cantidades de opio, me aseguraron que la cantidad de consumidores aficionados… era inmensa; y ellos tenían dificultad para distinguir entre estas personas, a quienes el hábito les había vuelto necesario el opio, y aquellos que lo compraban para suicidarse”. El opio era más barato que el alcohol y sus placeres, bastante superiores. “No creo que algún hombre, luego de haber probado los divinos lujos del opio, descienda después al burdo y mortal disfrute del alcohol.” Para el fin de semana, las boticas saturaban los mostradores con granos de opio, previendo la demanda sabatina. Compañero opiómano de De Quincey fue el poeta Samuel Taylor Coleridge. Luego de un sueño de opio, estaba escribiendo su obra maestra “Kubla Khan”, cuando tocó a la

puerta una persona de Porlock. La última palabra de su poema incompleto es “paraíso”. No es extraño que De Quincey termine su elogio al opio en una frase también paradisíaca: “¡Sólo tú otorgas estos dones al hombre; y tú posees las llaves del paraíso, oh justo, sutil y poderoso opio!” Sin embargo, veamos cómo comienza esa apología al opio, pues ahí menciona algo que con el tiempo sería clave para su prohibición, junto con otros narcóticos: “¡O justo sutil, y poderoso opio”, comienza como termina, “que por igual a los corazones de ricos y pobres concedes un bálsamo sanador para las heridas que no cicatrizan y para las zozobras que tientan el espíritu a rebelarse…” Ahí está el asunto: ricos y pobres por igual. Porque es mentira que haya una prohibición al consumo de las drogas. Simplemente se han encarecido. Y no hablo de los mercados negros, sino del que sigue llevándose a cabo en las farmacias. Conocemos el dicho: “Lo que en el rico es alegría, en el pobre es borrachera.” Hoy podemos decir: “Lo que en el pobre es droga, en el rico es medicina”, o llevado un paso más allá: “Lo que en el pobre es adicción, en el rico es tratamiento”. Luego viene la otra mitad del libro. “Los dolores del opio”, se titula. Pero De Quincey ya no se muestra tan vivo o sincero como en la parte dedicada a los placeres. Por eso al final el texto resulta un encomio al opio. Mi intención no es elogiar al opio, sino evocar aquella época en que se trataba a los ciudadanos como adultos y uno podía comprar lo que quisiera fumar, beber o comer para apaciguarse, estimularse o morir. L ESPECIAL

DE CULTO

Lorel Manzano b lorel_hm@yahoo.com.mx ESPECIAL

Franz Grillparzer

El pobre músico

L

os días de fiesta en la Viena de principios del siglo XIX, significaban para el escritor Franz Grillparzer un verdadero festejo del alma: las calles ondulantes de gente, “el estrépito de los caballos” que rompía “el murmullo de los paseantes” apretados en la corriente humana y en competencia con la corriente del Danubio. Grillparzer se abandonaba feliz al movimiento de la gente, en busca de las imágenes o los personajes que provenían de un mundo vital. “No se puede comprender a los eminentes si antes no se ha sentido a los oscuros”, apuntó, y por estos últimos se refería a la gente del pueblo, a los dramas que se escondían en las casas comunes, donde se encontraba el germen de las Didos y las Medeas. Así comienza su relato “El pobre músico”: un dramaturgo que se sumerge en la fiesta popular y lee en “las caras alegres o secretamente preocupadas” las biografías de los hombres comunes. Historias trágicas como la del músico callejero, personaje principal del relato, o la del propio autor: Grillparzer sufrió la severidad paterna, el suicidio de su madre, la pena del amor frustrado y la soledad. Siguiendo los pasos de su padre, Grillparzer estudió derecho e ingresó como funcionario al servicio del Imperio austrohúngaro, donde ocupó distintos cargos a lo largo de su vida. Desde joven se apasionó por la música y la literatura; a Beethoven le dedicó un amplio espacio en sus memorias y la lectura voraz derivó en creación. Sus obras El sueño, una vida, La judía de Toledo, Safo, Los argonautas o Medea dan

cuenta de sus modelos, de sus aspiraciones como un escritor que ejercitó la imaginación a partir de una obra o de un autor; así, en toda su literatura se pueden apreciar los rasgos de esa familia literaria a la que él decidió unirse abiertamente. Una vez dentro del proceso creativo, personajes e historias se transformaron hasta alcanzar carácter propio. Grillparzer parecía seguir la concepción del dramaturgo Jakob Lenz: a través de la imitación del genio se alcanza el propio arte. Grillparzer compartía el amor de los románticos alemanes por la literatura española, especialmente por Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca. Y también, como tantos otros, sintió pasión por Goethe, pero quizá su relación más profunda la estableció con Schiller, el maestro del drama histórico. Desalentado por la crítica a su obra, Grillparzer abandonó el teatro para refugiarse en la intimidad del hogar, donde podía entregarse por completo a los placeres Biedermeier. Cultivó con pasión el epigrama, la autobiografía y las memorias. En la soledad se dio a la tarea de trabajar el retrato con elegancia e inteligencia. Ya no deseaba ser arrastrado por la corriente de la fiesta popular vienesa ni adivinar historias en los rostros y, a decir de quienes lo conocieron, vivió de mal genio sus últimos años. En 1872, a los 81 años, murió Grillparzer, el autor a quien Kafka llamó “un verdadero hermano de sangre”, y en quien reconoció los rasgos de una familia literaria a la que él se unió.L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

Del sazón de la carne se encarga la vigilia. MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Música de las piedras

Adiós al mundo editorial

Más que la mirada a un paisaje inaprensible, estos poemas abarcan los rincones de un territorio en el que palpita la conciencia como un ciclo de luz y oscuridad POESÍA

A SALTO DE LÍNEA ESPECIAL

Margarito Cuéllar

Braulio Peralta

Dios, una pelotita de golf, un par de monjas y yo

D

ios, una pelota de golf entre el Monte Hígado y el Jardín de las Entrañas. Yo, tu conejillo de Indias, soy de tierra no de fuego como tus ángeles temibles ni de agua como la alquimia de tus peces. Tú me enseñaste primeras letras en un papiro hirviente y yo te di la espalda cegado por el coro. Un brujo me baña con incienso y bailo al ritmo de un tambor; una lanzadora de agujas chinas hace blanco en mi espalda 360 días de la semana. Bebí semen de tortuga, veneno de escorpión azul, hígado de ternera. La Señorita Quimio cambió mi look y el Señor Quirófano me busca por los pasillos del hospital. Dos monjas, tocan diariamente a mi puerta, astro magnánimo, árbol en mi desierto, noche luminosa. Si llueve o sale el sol, será que recibiste mi fraseo inoportuno. Sigo nadando. En la otra orilla firmo tu libro de visitas.

Aeróbic de los clones

a Javier Sicilia

L

a multitud avanza, yo la sigo. Los de adelante ven a los de atrás, los de atrás a la sombra que imitan. Los ríos desembocan en la gula del mar dispuesta a masticarnos a la salud de la serpiente. Desde Palacio, el instructor de aerobics pide orden, unidad, simetría. Sin ritmo no hay país, dice, y gira, salta: alguien lo sigue, todos imitamos. La patria, saltimbanquis, requiere clones libres sobre el adoratorio de tres pistas. Hay suficientes ritmos para que nuevas hordas salven al país con sus pasos.

ESPECIAL

M

argarito Cuéllar (San Luis Potosí, 1956) es poeta, narrador y periodista. Su trabajo literario ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Zacatecas y el Nacional de Cuento. En su faceta periodística, ha colaborado con publicaciones como Milenio Diario, Nexos, unomasuno, La Jornada, El Norte y El Porvenir. De su obra poética destacan los libros: Batallas y naufragios, Cuaderno para celebrar y Plegaria de los ciegos caminantes. Los versos que aquí presentamos corresponden a la más reciente publicación de Cuéllar, Música de las piedras. Poesía reunida, 19822012, editada por la Universidad Autónoma de Nuevo León.

braulioperalta@yahoo.com.mx

H

ace un año me separé del mundo editorial. Adiós a los libros para venta. Hasta nunca a las lecturas forzadas. Lo más lejos de la publicación de un libro por efectos comerciales. Ya no seré perseguido por autores en busca de espejo. Perderé “amigos” y ganaré libertad para leer sin prisa y placer. Regreso al periodismo, con escasas posibilidades de sobrevivencia. Hace años debí dejarlo. Harto de las formas de editar en empresas trasnacionales: manuscrito a la imprenta, con ojo de contador, con instinto de vendedor. Sin un criterio literario. Como libro de temporada. Para venta del año y luego desaparecer del mercado. Y el que sigue. Leer para vender. Hoy, cada vez con menos posibilidades de editar literatura sin adquisición segura. Renunciar a lo que uno es para convertirse en mercader. Pues no. Un libro, digamos, de calidad literaria, importa poco si su venta no es la adecuada. No pasa el margen que te acotan las trasnacionales del libro. Nadie en su sano juicio publica una obra que no venda más de cuatro mil ejemplares. Y son contados autores y textos literarios que logran llegar al menos a dos mil ejemplares. Eso es perder (salvo que entre el Estado: patrocinador de fracasos). El editor, o tiene ojo para la venta de un libro, o no sirve. No es el que tenga sensibilidad para descubrir un texto literario. Eso ya no existe en empresas trasnacionales donde me desempeñé los últimos años. Donde importan los targets, la moda o tendencia, no el valor cultural. Donde jamás se discute un libro, sino el “producto” y sus perspectivas económicas. No satanizo. Es la realidad. Los autores que se dicen serios —muchos ni lo son pero se lo creen—, ni entienden de esto, o hacen que les habla el sereno. Ya citaré en otro momento ejemplos de mediocridad con aires

de sapiencia que nunca se concreta en obra trascendente. Hablo con la sinceridad de la experiencia. El romanticismo del mundo editorial es una falacia donde el único ganador seguro es, primero, el impresor (cobro inmediato). Segundo, el distribuidor (50 por ciento del precio del libro, a la bolsa). Y los últimos, casi a la par: el autor y la editorial que, si reimprimen, ya la hicieron (si pasan de cinco mil ejemplares). Agradezco a la vida entender que, una y otra vez, el dinero es el soporte de las mentiras que vendemos en nuestra profesión para demostrar nuestras capacidades creativas. Capacidades siempre en relación al número de ventas de aquello que proyectamos. Después de vivirlo, admito que me rindo. Lo siento por los que persisten en la credulidad que al menos a mí me acompañó todos esos años que quise hacer libros de calidad, no de cantidad, apegándome a mis conocimientos literarios, sí, pero también ajustándome a las necesidades de empresas depredadoras de los talentos que contratan para que el mundo editorial persista. Coda ¿Por qué el programa Creadores Universitarios, con patrocinio de la UNAM, se transmite por Televisa cuando la institución tiene su propia televisora? ¿Alguien puede explicarlo? ¿El rector José Narro no pasa por la transparencia de recursos públicos? L

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MILENIO

literatura

Apuntes sobre poesía Autor fundamental de la literatura centroeuropea del siglo XX, la obra del poeta serbio Vasko Popa conjugó elementos del surrealismo, el folclor popular y el clasicismo, ejercicio intelectual que, a su vez, buscó esclarecer los misterios de la creación literaria y del espíritu de la poesía. Con autorización de Vaso Roto Ediciones, presentamos algunos textos de El cansancio ajeno, traducido por Dubravka Sužnjević, que reúne la totalidad de su obra por primera vez en español, esfuerzo editorial que pudo cristalizarse gracias al apoyo de la Academia Serbia de la Lengua ENSAYO ARCHIVO RADOVAN POPOVIC

UN MOMENTO ELOCUENTE

O

bservas el infinito a tu alrededor. En él, no todo está a tu alcance. El infinito dentro de ti lo ves en cuanto cierras los ojos. En él, nada resulta inalcanzable. Las paredes de las sienes te dividieron para siempre, pero tú jamás y por nada quieres vivir dividido, porque eres la parte indivisible de todo. Y a todo tienes completo derecho. No puedes quedarte eternamente encerrado dentro de ti, tampoco puedes salirte de ti por un momento. Desde que sabes de ti, surge la misma pregunta: ¿cómo vivir sin despedazarte entre esos dos infinitos, entre aquel fantasmal dentro de ti y el cruel a tu alrededor? ¿Cómo mantenerte en la delgada piel de la vida? Sí, eso: ¿cómo atar, día tras día, noche tras noche, un cabo con el otro? ¿Cómo? Tú lo haces con las palabras. Ese es tu trabajo o por lo menos tú crees que lo es. Palabras, montones de palabras, por ellas ya no ves el sol, ríos de palabras, tu boca está llena, llenos los oídos. ¿Para qué las palabras siempre? Como si a alguien le importaran. Sería más sencillo descalabrarse. Y si en la cabeza hay algo, que salga a la luz del día, que se muestre ante los ojos del mundo. Entonces, sería diferente para ti. Si en esa maldita cabeza realmente no hay nada, tanto mejor: significa que todo aquello era una fuerte ilusión. Solo te faltaría eso: que resultes ser un ilusionista. ¿Tal vez bajo los arcos del cráneo no hay nada más que imágenes? Pero ¿desde cuándo las imágenes muerden? ¿Las imágenes vivas, verdad? ¡Cómo no! Sea lo que fuere, te quedan las palabras. Determinadas, insustituibles, tus palabras nativas. Ellas son la única encarnación de toda la realidad en los dos lados de tu frente. Las repites en tu interior, las alimentas con tu sangre y tu sueño, para que resistan el aliento del espacio y los estragos del tiempo. Para que sean como nunca habían sido, como tienen que ser ahora. ¡Y allí no hay otra posibilidad! O tus palabras serán irrepetibles como lo es tu vida, ese mero instante en el destino de tu pueblo, o búscate otro trabajo. Tamizas así las palabras, una por una, a través de los dientes y en ellas confrontas y unes tu infinito interior con el exterior. Las unes afuera, pero según las leyes que ignoran lo imposible y que reinan dentro de ti. Lo haces así porque no sabes hacerlo de otra manera, lo haces por tu propia vida que puede subsistir solo en un mundo singular, que es el único mundo real. Lo haces ingenuamente como si fueras el primer hombre que vio el mundo, lo haces implacablemente como si fueras el último hombre que verá el mundo. En eso consiste tu responsabilidad ante el pueblo sin el cual no existiríais ni tú ni la maravillosa lengua de la que tienes la suerte de servirte. [1955] COSAS DE POETAS Tú no quieres que tus palabras queden apenas como nombres y apellidos de las cosas. Como las sombras inventadas de las cosas. A ti te gustaría que tus palabras fueran las cosas y la creación misma. Después de todo, así te comportas con ellas. Borras, borras todo en el mundo hasta quedarte solo con las palabras. Y entonces, ellas no tienen otra salida. Tienen que volverse todo. Todo en el mundo. Todas las cosas. Entonces, tú eres su dios: porque tampoco tú, entonces, tienes otra salida. Y solo entonces es cuando empieza la verdadera empresa que tiene que revelar lo que tú puedes hacer con las palabras y lo que las palabras pueden aguantar que se haga con ellas. Es loca y costosa esa empresa, no lo niegas. Pero también tiene un encanto irresistible, lo admites. De otra manera, no la repetirías sin que importaran las consecuencias. Sin que importara la sangrienta venganza de las cosas resucitadas que no saben de bromas. (Hablemos claro: si fuera posible pasar el sol de una palma de la mano a la otra, ni a ti ni a nadie se le ocurriría hacerlo.) [1957] EL SECRETO DEL POEMA Te preguntan qué significa tu poema. ¿Por qué no le preguntan al manzano qué significa su fruto: la manzana? Si supiera hablar, el manzano, seguramente, les contestaría: “¡Muerdan la manzana y verán lo que significa!”


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LABERINTO

literatura Biblioteca de Belgrado Nos la quemaron Los fuegos enemigos de las letras Para que se nos consuma la memoria La levantamos de nuevo Sobre las cenizas clarividentes Cualquiera tiene acceso libre a ella

Vasko Popa El cansancio ajeno Vaso Roto, col. Esenciales Poesía México, 2012 509 pp.

¿Cómo podrías extraer el significado de tu poema? ¿Cómo podrías exprimir tu poema o molerlo, o cocerlo de nuevo para ofrecer a los que te preguntan el jugo del poema, o el poema en polvo, o el poema en botones nutritivos? Tú podrías, así de broma, componer un poema sobre tu poema. ¡Qué pobre poesía sería esa! Sería lo mismo que si el manzano armara una manzana de su tronco, de sus ramas y hojas. ¡Menudo provecho sacaría uno de ello! ¿Acaso eso no prueba que tú, justamente como el manzano, no eres quien debe hablar de tus propios frutos? A propósito, ¿no prueba eso también que tú no te pareces en nada a tu poema? Solo tus poemas se parecen entre sí, se parecen uno al otro, y entonces se les atribuye como un denominador común o como un gentilicio, tu propio nombre. Después de todo, ¿qué significa una manzana? ¿Por qué nadie te contesta? Tu poema significa un secreto concebido en algún lugar dentro de ti, que ahí fue madurando y cuando maduró, tú lo pronunciaste en las sílabas de tu lengua. Si hubieras sabido qué significaba ese secreto no te habrías esforzado tanto ayudándole a que diera a luz bajo el sol, entre la gente y entre las nubes. Y es tarea de otros, y no tuya, contestar la pregunta ¿si el secreto se puede conocer o solamente experimentar?, ¿si es posible conquistarlo o solo caer rendido ante él?, ¿si se puede abrir o tan solo aceptar ser su prisionero? Miras tras tu poema que levantó el vuelo de tus manos, callas, descansas un poco, o al menos crees que descansas, y lo dejas, tu poema, que conteste solo todas las preguntas, lo dejas, que sea su propia respuesta. Tú solo puedes hablar de tu poema como lector, porque eres el primer lector de tu poema. Pero eso, de ninguna manera quiere decir que tú eres su mejor y más competente lector. Entre los que te preguntan qué quiere decir tu poema, hay, desde luego, muchos lectores que son más sabios, más experimentados y menos subjetivos que tú. [1966] EL LUGAR DEL POETA Te preguntan dónde está tu lugar, dónde está el lugar que te corresponde a ti que escribes poemas. ¿Dónde está el lugar que te corresponde a ti que hablas de lo que no se ve a simple vista, de lo que no se alcanza con la mano, de lo que no se comprende con el sano juicio? Se diría que eres un contrabandista y metes en este mundo nuestro, claro y hermoso, algo aparte, algo que no le pertenece. Se creería que eres un delincuente y hablas de lo que la gente común e inteligente calla. Se sospecharía que estás loco y dices lo que la gente común e inteligente no dice. ¿Dónde está el lugar que te corresponde a ti que hablas de lo que aparentemente no existe, pero que, dependiendo del caso, puede salvarte o tragarte a ti o a cualquier otro hombre? Tu lugar está entre la gente. Porque la voz que desde tus adentros te habla, habla también desde cada persona, solo que tú no la callas. Tú sabes dónde está tu lugar y jamás se te ocurrirá imaginar que está en algún otro lugar, en algún otro punto o en el corazón de todo. Resultarías ridículo: la rueda del mundo se deformaría en tus ojos, en tus palabras, en tu obra, empezaría a girar alrededor de su eje autónomo y trazaría ochos vacíos en el vacío. Y puesto que tú entonces

Las mil caras del mito

El que quiera aprender A leer de las estrellas Y de los corazones humanos Para los fuegos que regresan Y no se dejan alfabetizar Su puerta está cerrada [1973]

no estarías en tu lugar verdadero, nadie y nada en tu torno estaría en su lugar verdadero. ¿Dónde está tu lugar mientras escribes un poema? En alguna parte donde el espacio no te pisa los talones. En algún sitio donde incluso el tiempo se olvidó de ti y donde tú te olvidaste de él. En algún lugar donde incluso te olvidaste de ti mismo. De otra manera, no podrías ver nada ni sacarlo a la luz del día en forma de un poema. Todo tu esfuerzo sería vano. ¿Dónde está tu lugar después de componer el poema? Seguramente no en el poema: ¡¿Imagínate que en la manzana encuentres grumos de tierra que la alimentó?! ¿Tal vez tu lugar está detrás del poema? No, tampoco detrás de él: tu sombra caería sobre él y lo haría borroso. Tu lugar está debajo del poema, muy profundamente debajo de él: como el de toda tierra nutriente. [1966]

El poeta trabaja a pesar de todos los que no lo necesitan, a veces, incluso, trabaja a pesar de sí mismo

LOS OBSEQUIOS DEL POETA Los obsequios del poeta hoy son modestos, pero prístinos, puros y ofrecidos de corazón. El corazón de cada poeta hoy es un libro en llamas. El poeta hojea ese libro y aprende a leer. Lo que el poeta hoy dice en sus versos, es un tartamudeo de las primeras letras del difícil e infinito abecedario espiritual. El poeta aprende ese abecedario para liberarse a sí mismo, y a la gente que lo rodea, de la vida analfabeta que procrea la muerte y de la muerte analfabeta que no procrea la vida. Con eso se expone tranquilamente al peligro de resultar sospechoso a los ojos de la gente omnisciente, satisfecha consigo misma. Así es su trabajo hoy y desde siempre. El poeta, cuyo quehacer a menudo no se reconoce como un oficio serio, en realidad, es hermano de los mineros, buscadores de perlas y fareros. Su oficio es uno de esos de los que se dice: “Pues, alguien tiene que hacer incluso eso”. De todos modos, al poeta no le importa él mismo: le importa la poesía. El poeta trabaja a pesar de todos los que no lo necesitan, a veces, incluso, trabaja a pesar de sí mismo. Las verdades a las que llega no miman a la gente a su alrededor, pero tampoco a él. Para persistir en su extraño, arduo y peligroso trabajo al poeta le da fuerza solo el saber que es imperdonable permitir que un libro llameante en el pecho arda y se consuma en vano, sin ser leído. Los obsequios del poeta, esas palabras salvadas de las llamas a costa de su vida, son útiles solo para aquellos que los quieren. [1968] L

RESEÑA Joseph Campbell Imagen del mito Traducción de R. Bravo. Ediciones Atalanta España, 2012 624 pp.

Fernando Iwasaki

A

fines de los ochenta uno era un minucioso lector de autores como Mircea Elíade, Rudolf Otto, Ernst Cassirer, George Dumézil, Gastón Bachelard, Gilbert Durand y Gerardus van der Leeuw, todos eminentes y todos europeos. Sin embargo, a esa ilustre enumeración sumé el nombre de un profesor de los Estados Unidos, después de haber leído su fastuoso estudio El héroe de las mil caras (1949) en la edición mexicana del Fondo de Cultura Económica. Me refiero a Joseph Campbell, mitólogo, escritor y profesor de religiones comparadas, cuyo magisterio fue esencial tanto para especialistas como Heinrich Zimmer hasta para escritores como John Steinbeck, pasando por cineastas como George Lucas (Star Wars) y los hermanos Wachowski (The Matrix). Por lo tanto, quiero celebrar con entusiasmo la hermosa edición que Atalanta ha publicado de Imagen del mito. En estos tiempos de fascinación digital, libros como Imagen del mito constituyen una suerte de homenaje al papel, porque ya casi no se encuentran obras así, que concentren tanta belleza y conocimiento, tanta erudición gráfica como esplendor gnoseológico, pues cada figura, cada ilustración y cada fotografía no sólo cuentan con referencias históricas, iconográficas y mitológicas, sino que suponen un riguroso y exquisito proceso de selección. Es decir, que no hay ninguna cita, imagen o afirmación en Imagen del mito, que no haya sido minuciosamente documentada. Así, gracias a los conocimientos reunidos en los cuatro volúmenes de Las máscaras de Dios (1959–1968), Joseph Campbell acometió en The Mythic Image (Princeton University Press, 1974) un soberbio estudio de religiones comparadas. A saber, identificar veinticinco arquetipos míticos y analizar sus distintas expresiones iconográficas a través de diferentes culturas de Oriente y Occidente, desde la antigüedad clásica y pagana hasta el Renacimiento Cristiano, sin dejar de lado tanto a las tribus indígenas de América del Norte como a las civilizaciones precolombinas más sofisticadas. A manera de ejemplo, solo en el capítulo dedicado al “Círculo del calendario”, Campbell realiza un recorrido que comienza en la India y continúa por China y Mesopotamia, hasta concluir en Mesoamérica; por no hablar del arquetipo del “Cetro florido”, hierofanía que convoca imágenes budistas, hinduístas y del cristianismo medieval en general y de la Comedia de Dante en particular. Campbell distribuyó los veinticinco arquetipos míticos en seis grandes grupos que denominó “El mundo como sueño”, “La noción de un orden cósmico”, “El loto y la rosa”, “Transformación de la luz interior”, “El sacrificio” y “El despertar”, seis categorías que recuerdan los seis hitos del ciclo heroico que el propio Campbell estableció en El héroe de las mil caras: nacimiento prodigioso, infancia secreta o destierro, descubrimiento del destino heroico, iniciación o aprendizaje, derrota o descenso a los infiernos y apoteosis o triunfo final. Imagen del mito tiene la doble virtud de ser un estudio utilísimo para especialistas y una irresistible golosina encuadernada para bibliópatas. Es un libro extraordinario para obsequiarle a alguien especial, aunque sobre todo es un libro maravilloso para regalárselo a uno mismo. L


LABERINTO

Manuel Ponce

Un poeta católico

de vanguardia Sacerdote, periodista y catedrático, la trayectoria de Manuel Ponce fue renovadora para la escena literaria del siglo XX. Su obra poética se decantó por la religiosidad, la devoción popular y la celebración de la vida. A Ponce, quien nació el 15 de febrero de 1913 en Tanhuato, Michoacán, y falleció en la Ciudad de México el 5 de febrero de 1994, lo recordamos con los siguientes ensayos que nos hablan del escritor y del hombre que solía asombrarse con la cotidianidad Rafael Calderón

E

l caso de Manuel Ponce es, ante todo, inédito pero revelador en la tradición de la poesía en lengua española. La prolongación estética de su obra fue exaltada con contundente claridad por Alí Chumacero en su contestación al Discurso de ingreso de Ponce a la Academia Mexicana, cuya obra comenzó con la colección de poemas Ciclo de vírgenes y culminó con Elegías y teofanías: “Manuel Ponce llega con el ánimo resuelto de continuar en sus empeños literarios y contribuir a dar esplendor a nuestra lengua”. La revelación poética sucede por esa secuencia rítmica que logra establecer con el idioma. Pero antes hay que preguntarse: ¿la originalidad y su revelación lírica consistirán solamente en la manifestación religiosa? ¿El tema comprende todos sus poemas como ejemplo dominante del rigorismo conceptual o hay que resumir el legado con los títulos de su poesía publicada en el lapso de un cuarto de siglo? Ponce es un poeta de lenguaje cambiante, creador de una obra viva aún y que lo distinguió de los escritores su generación. Sus versos a veces medidos, otras basados en el verso libre y la escritura bajo el dominio del soneto, son marca de identidad. Es un Yo de la manifestación religiosa y teológica, no se detiene ni con el disparo de las palabras que revelan el fusil. Más bien, con sus versos manifiesta un canto y una musicalidad y, por esos rasgos específicos, es un poeta rebelde: abre con el verso un cauce de ríos que se vuelven manantial y agua cristalina, para definir su propia identidad. La canción pequeña la hizo multitud: temas que van del recuerdo y la distancia para ejercer plenamente el renacimiento del idioma entre modalidades de sonidos y momentos o para regirse por el verso denso y profundo: ejerce seguimiento puntual de las sombras que revelan las palabras vivas, deja sentir la musicalidad del idioma: “Nos han traído una lengua lejana/ a este puro silencio de bosque partido,/ en el canto de ayer que se delata en nido,/ en el silente nido que cantará mañana/. Callamos por la luz que se rebana, / por la hoja que se ha distraído/ y cae…”. La contemporaneidad de Manuel Ponce lo lleva a ser parte de la manifestación literaria de mediados del siglo XX. Su lugar, al margen de la Generación de Medio Siglo y de los autores de la revista Taller, entre ellos Octavio Paz y Efraín Huerta, que nacieron por los mismos años que el michoacano, son solo una coincidencia. Con quien se le encuentra mayor cercanía es Rubén Bonifaz Nuño: la pasión lírica los llevará a leer con disciplina y goce envidiable a los clásicos griegos y latinos. Esa fuente de gobernabilidad de su dominio poético los distinguirá de otros autores de su generación pues, desde temprano, abrevan en la herencia clásica para más tarde escribir con el caudal de la tradición y la identidad, hasta llegar a una poesía moderna que evidencia el clasicismo en su consolidación. No obstante, ambos superan el pasado para ejercer una modernidad en el verso que aún no puede llamarse de vanguardia.

Ponce sigue la huella de una búsqueda que lo lleva a beber el idioma de Góngora y agotar el apasionado descubrimiento del ritmo coloquial. En sus poemas destacan la musicalidad con el verso libre, visible también a través del soneto como modelo clásico, inconfundible en los resultados que aporta en sus poemas. La voz es una seducción que se mezcla con la unidad del tema coloquial, una incitación que casi simula voluntad divina y, a la vez, presenta ese mar pasional de imágenes con la libertad que surge desde una juventud rebelde, casi siempre en movimiento y sin detenerse: A su primer suspiro, nadie tendió la mano; solo el abismo. Después mil brazos corrieron al auxilio, pero ya entonces ella no quiso.

Ponce vive en provincia. Los títulos que emplea en sus libros registran una sonoridad religiosa, ejemplo de libertad con el lenguaje que, en el mejor de los términos y para toda la tradición de la literatura religiosa, son elementos terrenales del mismo idioma: agua, montes, ángeles, tardes, gorjeos. Agrega aquellos componentes a sus versos para que sean identificados con la personalidad del sacerdote que mantuvo su religiosidad como asunto de vida o para recordar que en su vida adulta se dedicó a escribir poemas con una profunda vocación religiosa. Otra supervivencia que surge en versos: traduce casi todo Dante por placer, para cantar los versos del poeta italiano en nuestro idioma. Publica casi toda su poesía cuando vive en Morelia. Su último libro, Elegías y teofanías se edita en 1968, año en que decidió abandonar esa ciudad. No obstante, a la capital michoacana no la olvida. Muchos lectores hemos gozado el poema dedicado a Morelia cuyo tema es la Catedral. De éste, Manuel González Galván escribió: “La belleza de la Catedral moreliana y su religiosa sugestión inspira la elevada fuerza poética y reverencial”. Veamos: Música de la piedra más baldía espiga su creciente partitura, y música del cielo la más pura en la piedra sus módulos enfría. Sismo de tierra, sube a melodía; aura de cimas, colma la llanura; y se respira tal arquitectura…

La poesía católica de vanguardia de Manuel Ponce, renueva el canon de la poética confesional. El resultado de la búsqueda hermética que emprendió desde sus primeros poemas, quedó configurado en El jardín increíble, resumen del esplendor en la tradición de la poesía mexicana del siglo XX. Su trayectoria será reconocida como un antes y un después con ese libro, porque “una de las direccio-

Cuatro razones para leer hoy a Manuel Ponce 1. Porque es un poeta católico, de hecho un sacerdote, que, sin embargo, no se ciñe a ninguna ortodoxia y cultiva una poesía libre, audaz y novedosa, que experimenta con metros e imágenes, que utiliza el humor, que descubre texturas, colores y sabores en el lenguaje. 2. Porque su poesía es un panteísmo inteligente, una celebración constante de lo vivo que tiene un timbre jovial, que se solaza con el sol y la brisa, que sabe asombrarse con los pequeños prodigios cotidianos y que emana caridad y cordialidad con el mundo. 3. Porque su obra es un destilado de la tradición más exigente de la poesía religiosa culta, pero también una celebración de la devoción popular y sus entonaciones sencillas, y porque en sus versos conviven fecundamente los homenajes al canon y las improvisaciones, los arcaísmos y los neologismos. 4. Porque en su poesía hay mucho más de teofanía que de teología y, por ello, sin la impaciencia por la revelación, su verso ligero y festivo es capaz de percibir una presencia más allá de la palabra, un misterio radiante, una divinidad sencilla y amigable que se despliega en un juego infantil, en el paso de un animal, o en el brote esplendoroso de una flor: “Esa voz deslizada/ que pregona entre orillas/ una finalidad/ sonriente. ¿No eras Tú?” Armando González Torres

nes destacadas de la poesía contemporánea es el hermetismo”, y éste será, precisamente, uno de sus elementos sustanciales. Es decir, la vanguardia como atributo de un sacerdote católico que concibe una poesía originalísima. Aunque escribe poemas en un periodo de medio siglo, su obra no supera los doscientos poemas, reunidos en torno a siete títulos. Los primeros versos datan de la década de los treinta. Desde 1942 —según Adolfo Sánchez Vázquez un poco antes— queda establecido el ritmo que, con el tiempo, Manuel Ponce logra establecer en la poesía; José Luis Martínez señala que a partir de la lectura de las dos obras iniciales —Ciclo de vírgenes y Quadragenario y segunda pasión— Ponce “empieza a labrarse un prestigio minucioso en esta dirección de la poesía”. Es decir, la línea que parte posiblemente de Mallarmé y la tradición hermética, porque sorprende con sus versos y confirma la predominancia del tema religioso, “pero su expresión poética es de diversa textura” y esa consideración empieza a clarificar el camino de un poeta católico de vanguardia. Ya no queda duda: “recurre a las fuentes bíblicas para estructurar su poesía. Pero lo importante es que trata de reducir a poesía esos símbolos, y que ellos son al mismo tiempo un vehículo no arbitrario de su expresión”. Sin dejar de lado su formación religiosa y la diaria meditación teológica, “pretende que su poesía tenga el máximo de precisión verbal”. Esto nos lleva a concluir, al igual que José Luis Martínez, que son temas apenas abordados entre los poetas de su generación y, a fin de cuentas, lo que define su personalidad: el acento poético y los aspectos entrañables que


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de portada AUTOR ANÓNIMO/COORDINACIÓN NACIONAL DE LITERATURA-INBA

poéticos se le dan necesariamente en esta base alegórica. Más que mística es una poesía teológica, como filosófica es la de Gorostiza”. No termina ahí esa búsqueda de fuentes con la poesía de Ponce: “Tal vez desde los Padres Latinos no se había escrito una poesía eminentemente teológica. Sin embargo, lo que sorprende no es el elemento teológico (se puede escribir una poesía teológica que termine por ser más teológica que poesía, es decir, como sucede con mucha poesía política, volverse sierva de su argumento), sino la manera que tiene Ponce de abordar las tesis teológicas y empujarlas al extremo en que el argumento se rompe y surge de él una palabra, una imagen que lo desborda”. Quizá sea aquí donde radica la complejidad de Ponce y que nosotros intentamos explicar, pero reconociendo que él escribe con un misterio de silencios: la palabra va descifrando la unidad constante, otorga vivacidad al poema para destacar con éste el cambio de significados. Lo que más llama la atención por la sencillez de su vida, es que Manuel Ponce nació en Tanhuato, Michoacán, el 15 de febrero de 1913 y murió en la Ciudad de México el 6 de febrero de 1994. A los once años ingresa al Seminario de Morelia y estudia para sacerdote, donde vive 37 años, pues se queda como profesor de literatura hasta 1961.

La descarga poética, simbólica y artística de Ponce, en buena medida, le llega de San Agustín, de Garcilaso de la Vega, y trasluce algo de Horacio más que de Virgilio

determinan su escritura de vanguardia, con poemas que van desde el soneto o por algunos que son a un tiempo, haikú a lo divino, como en Misterios para cantar bajo los álamos cuyas imágenes y alegorías religiosas, remiten al más allá de sí mismo y constituyen, para nosotros, motivos de indagación lírica. Manuel Ponce reflexiona y establece por el verso breve y conciso, figuras originales y perdurables para el idioma: ¡Qué suplicio más atroz que una cruz para la daga, un amor para la llaga, una mies para la hoz y un precio para la paga!

Lo dice con precisión todavía mayor Francisco Serrano: cuando le llega la revelación, Ponce resulta ser un caso excepcional en las letras mexicanas, ya que es un poeta que cree en la poesía, la verdadera poesía, como en un milagro. Abunda todavía más: autor de rara perfección, dueño de un oído finísimo: “Sus poemas, pequeñas obras maestras, joyas simultáneamente de fervor y de prosodia, son, literalmente, epifanías en que la materia verbal se ha convertido en un luminoso reflejo de lo inefable”. Lo dicen también Javier Sicilia y González de León en Manuel Ponce y su obra poética; Patricia Basave, citando a José Luis Martínez, escribe: “formado en el estudio y la diaria meditación de la teología, sus vuelos

Manuel Ponce Antología poética México, 2007 FCE 118 pp.

En 1939 publica “Ocho poemas inéditos”, presentados por Gabriel Méndez Plancarte, para ya no detenerse en la escritura, y termina por desarrollar una obra originalísima: Ciclo de vírgenes; Quadragenario y segunda pasión; Misterios para cantar bajo los álamos; Cristo (recital poético); María (recital poético) y Elegías y teofanías. En 1950 publica El jardín increíble –que bien puede ser el título general para agrupar toda su obra– y ese mismo año, Alfonso Méndez Plancarte escribe: “allá en el año de ´39, la revista Ábside de esta capital lanzaba 'Ocho poemas inéditos' de un estrenado lírico –oscuramente ignoto, a la sazón, pero llamado a esplendor muy alto– cuyas luces ‘querían quebrar albores’ desde Morelia”, iniciándose el reconocimiento pleno a su trabajo, entonces ya “camino en creciente” de una poesía diáfana, poesía del alma y de Dios. La descarga poética, simbólica y artística de Ponce, en buena medida, le llega de San Agustín, de Garcilaso de la Vega, y trasluce algo de Horacio más que de Virgilio, y termina en el altísimo sentido de la poesía de fray Luis y de Luis de Góngora. En 1980, con selección y el prólogo de Gabriel Zaid, se publica Antología poética y, un año después, Manuel Ponce, otra breve antología de Jorge González de León y Javier Sicilia, con prólogo del último, y en el que se manifiesta un resumen apretado del diálogo pausado que culmina con el verso fino y pulido. En 1988, para conmemorar sus 75 años de vida, se reunieron todos sus poemas bajo el título de Poesía. 1940–1984, con prólogo de Javier Sicilia y Jorge González de León, que agrega una sección intitulada: “Poemas dispersos”. Ese mismo año salió la edición del disco Manuel Ponce lee sus poemas, presentados por Vicente Quirarte. Aunque las razones para seguir leyéndolo son varias, debemos destacar que se trata de un autor cuya inspiración vocacional contribuye a la renovación de la lengua y al rigor de la musicalidad, pues sus poemas son para ser leídos como ejemplo de la herencia poética que proviene de San Juan de la Cruz y otros clásicos. Es decir, los ojos que se pasean por la lectura de sus poemas, como escribe Gabriel Zaid, serán –todavía– los que “hacen falta para ver ese extraño jardín, que aparece o desaparece en la poesía de Manuel Ponce”. L


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MILENIO

en librerías

El hospital y el crucigrama

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A propósito del recuerdo de su bisabuelo, la autora española afirma en su más reciente libro que solo la literatura, el arte, es capaz de germinar el vacío que ocupan los muertos. A continuación un episodio NOVELA ESPECIAL

Lolita Bosch

Y

al entrar a la sala que me habían acomodado para que pudiera revisar en silencio el material del archivo que le había solicitado a Jordi Casanovas por teléfono, encontré encima de los papeles que me habían preparado, la fotocopia de una foto. —¿Puedo conseguir una foto de mejor calidad? –pregunté a la chica que me había acompañado hasta aquel silencioso cuarto de trabajo en el que encontré esta fotografía inesperada—. Este señor es mi bisabuelo y nunca lo había visto antes. —Pídelo en la biblioteca —respondió sin mucho entusiasmo. Y antes de revisar la información que me había preparado Jordi Casanovas, fui hasta una increíble biblioteca de cristal que estaba casi vacía y en la que encontré fácilmente el boletín del Círculo de Amigos de los Museos de Barcelona, que correspondía al día que murió mi bisabuelo: 24 de marzo de 1936. Trece años después de la muerte de su padre. Calculo que, más o menos, a los 43 años de edad. De la necrológica aparecida en aquel boletín era de donde habían fotocopiado la foto que yo había visto unos minutos antes. Así que con el libro en las manos y sin poder dejar de observar con fascinación a mi bisabuelo, le pregunté a un vigilante que se sentaba de espaldas a la sala de cristal qué debía hacer para fotocopiar un retrato. —Rellenas una solicitud y la pagas en la sala de al lado. Son diez céntimos. Y así fue como me hice con una extraña constancia que certifica cómo y cuándo conocí fi nalmente a mi bisabuelo. Un hombre al que reconocí de inmediato porque tuve la impresión de estar viendo cómo podría haber sido mi padre si hubiese nacido en otro momento. Pero mi padre nació en 1943 en Barcelona, veinte años después de la muerte de su bisabuelo, y murió en el Hospital Sant Pau i la Santa Creu de la misma ciudad, que años atrás había restaurado el arquitecto Lluís Domènech i Muntaner, el lunes 21 de junio de 1999, a la edad de 55 años. Tras una lucha de seis meses contrareloj en los que trató de combatir un cáncer de esófago. Réquiem por él.

Mondadori Barcelona, 2012 265 pp.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Antes de acostarse a hacer una siesta de la que ya no despertaría, aquel lunes mi padre habló con sus hijos por última vez, estuvo con su hermana Carmen y resolvió el crucigrama en catalán de La Vanguardia donde aparecía una triquiñosa pregunta que yo siempre he pensado que le alargó unos minutos la vida: ‹‹Jugador nacido en Bulgaria en 1966 que no juega con el Barça desde la temporada pasada››: Hristo Stoichkov. Era una pregunta del escritor catalán Màrius Serra, a quien otro escritor, Tísner, tras su regreso del exilio en México, tras veinticinco años publicando los populares crucigramas, tras toda una vida de letras, le pasó el relevo del compromiso diario en mayo de 1990. Y mi padre, tal y como hacen muchos lectores fieles de La Vanguardia, no daba el día por terminado hasta que resolvía el crucigrama, primero de Tísner y luego, desde mayo de 1990, de Màrius Serra. Nueve años atrás. ‹‹Jugador nacido en Bulgaria en 1966 que no juega con el Barça desde la temporada pasada››: Hristo Stoichkov.

Tiempo después conocí a Màrius en una cafetería de la plaça Virreina del barrio de Gràcia. Yo estaba sentada tomándome un café con mi amiga Eugènia, editora de este libro en catalán, cuando entró Màrius. ¿Os conocéis?, preguntó mi amiga. No, pero siempre he querido decirle esto: —Màrius, siempre te he querido dar las gracias por algo extraño. Creo que le alargaste la vida a mi padre con uno de tus crucigramas. —¿De verdad? —Sí. Le costó encontrar a alguien en la planta de oncología del Hospital Sant Pau que supiera deletrear correctamente el nombre de Hristo Stoichkov. —¿Cómo se llamaba tu padre? —quiso saber Màrius—. ¿Cuándo murió? —Se llamaba Rómulo Bosch y murió en 1999. —¿Era el hermano de Remo? –preguntó con sorpresa. —¿Lo conocías? —No, pero alguien me contó una vez que había una familia en Barcelona que desde hacía algunas generaciones ponían Rómulo al hijo mayor y Remo al siguiente.

—Es la mía. Yo tenía que haber sido Remo. Pero nací mujer y me pusieron Lolita, como a mi abuela materna. —Como la de Nabokov —dijo mi amiga Eugènia. —Como la novia del Zorro. Mexicana —dije yo. Aunque cuando yo era pequeña no sabía que el Zorro tuviera novia y tal vez no hubiera podido decir mexicana, con m, en casa de mis abuelos. En aquel mundo que ahora, cuando escribo esta novela, vuelve de forma absoluta, incontenible, como una ráfaga muy potente que yo trato de escribir así: Me llamo Lolita, como la novia del Zorro, mexicana, soy hija de Rómulo y de Mónica, nací en Barcelona el viernes 3 de julio de 1970, viví en esta ciudad hasta los 10 años y luego hubo un tiempo al que nunca he querido volver. En el que ni siquiera pienso como si hubiera sucedido. Un tiempo en el que mi padre y yo, desde aquí hasta L’Estartit, fuimos juntos el último árbol que resiste en un paisaje muerto: la seta que brota tras un incendio, una nube azul en el cielo caduco de Hiroshima, la raíz que combate a la sequía, el pez que trata de respirar tras el paso devastador de un maremoto. Ploc. Mi padre y yo fuimos la nostalgia de no atreverse a regresar a un mundo extinto. Un tiempo que ha quedado absolutamente desierto. Porque de lo que ambos vivimos, hoy, no queda nada. No hay más objetos que algún recuerdo vago, como el que permanece en la vajilla que mi tía Angelita le dejó a mi madre al morir. No están mi abuela, la tata, mi padre, y ni siquiera hay un lugar al que volver. Por eso es que temo oler el árbol que ha resistido el paso del huracán, saber dónde termina el tiempo y traspasarlo, escribir una historia acabada y encontrarme en ella, quieta, en el centro de un paisaje extinto, tratando de parecer transparente, inmóvil. Temo que no haya muerto del todo un mundo que hace tiempo ha desaparecido y que a la vez ya no esté. Seguir viva a pesar de todo, de todos, seguir viva sobre la tumba falsa en la que yacen unos años en los que fuimos otros. Inevitablemente distintos. Temo haber sobrevivido y no tener a dónde regresar para recordarlo todo. Escribir y releer un texto en el que crece, como una planta, exigua, la desoladora evidencia que hoy, de lo que antes fue todo, no queda nada. Y, aun así, finalmente, sospechar que solo la literatura, solo el arte, es capaz de lograr que germine el lugar vacío que ocupan los muertos. L *Título de la Redacción


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LABERINTO

en librerías ESPECIAL

El polvo de sus huesos LOS PAISAJES INVISIBLES ANDY WARHOL

Respuesta a Avelina Lésper

sobre Gabriel Orozco RÉPLICA Francisco González Director General de Grupo Milenio

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n relación al artículo firmado por Avelina Lésper y publicado el pasado 2 de febrero en la sección Laberinto1 del periódico Milenio que usted atinadamente dirige2, quisiera hacer las siguientes aclaraciones: 1. La exposición retrospectiva de la obra del artista Gabriel Orozco presentada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York de diciembre de 2009 a marzo de 2010 no fue una iniciativa del Estado mexicano en alianza con la Fundación Televisa como ahí se menciona. La exposición fue una iniciativa del propio museo que contó con el apoyo de diversos patrocinadores entre los que se encuentran el fondo Wallis Annenberg para la innovación en el arte contemporáneo; los filántropos Jerry I. Speyer y Katherine G. Farley; la Fundación Cultural Televisa y Conaculta. 2. Después del MoMa la exposición viajó a otros tres importantes museos en distintas ciudades: el Kunstmuseum en Basilea, Suiza (abril–agosto de 2010); Museo George Pompidou en París, Francia (septiembre 2010-enero 2011); y la Tate Modern en Londres, Inglaterra (enero-mayo de 2011) y en cada uno de ellos contó con un grupo distinto de patrocinadores como sucede siempre en este tipo de eventos. Al margen de la opinión de la autora sobre la obra de Gabriel Orozco, cabe resaltar el hecho histórico de que un artista mexicano exponga consecutivamente en cuatro de los museos más importantes del mundo. 3. Asimismo el catalogo que acompaña a esta exposición itinerante fue financiado y producido por el departamento de publicaciones del MoMa, después traducido al francés y al alemán para las subsiguientes sedes. Para la versión mexicana, Conaculta produjo la traducción al español para hacerlo accesible al público mexicano. 4. Con respecto al comentario al final del articulo en relación a que el mercado del arte “tiene la última palabra”, habría mucho que argumentar sobre esta discutible afirmación, sin embargo me limitaré a aclarar que la comparación que hace de los precios de una fotografía de la artista norteamericana Cindy Sherman (quien también tuviera una reciente retrospectiva en el MoMa) y las de Gabriel Orozco es incorrecta. Habría que indicar que Cindy Sherman utiliza la fotografía

como su único medio de expresión. Para Gabriel Orozco la fotografía es uno de tantos medios que ha utilizado y no representa su mercado principal. La comparación de precios entre estos dos artista es inútil. Para comparar precios en el mercado del arte hay que tomar en cuenta fecha, número de edición y tamaño, así como su valor histórico, entres otras cosas. El mercado puede ser una guía del aprecio que cierto público le tiene a una obra de arte. En este sentido, para calibrar el estado actual del mercado de Orozco en el campo de la fotografía, sería indispensable mencionar, cosa que no se hizo en su nota, el reciente suceso en la subasta de Sothebys de Nueva york del pasado 13 de diciembre de 2012, donde la fotografía, ya histórica de 1992, “Mis manos son mi corazón”, alcanzó el precio más alto registrado para una fotografía de un artista mexicano vivo, al venderse en 278,500 dólares, cifra solo comparable con la cifra record para una fotografía de Manuel Alvarez Bravo, "Portrait de l´eternel", fechada en 1935 y subastada en 2010 en 256,614 dólares en Sothebys París. Por último, es fundamental aclarar que el interés mundial por la obra de Orozco no se dio por iniciativa o promoción del Estado mexicano, como lo afirma erróneamente la autora. Muy por el contrario, el enorme significado de la obra de Gabriel Orozco ha sido producto del interés y la iniciativa del público, museos y coleccionistas internacionales que, desde hace veinte años, lo han invitado a exponer en los museos y bienales más importantes del mundo. Por algo será que se han publicado más de veinte monografías del artista en varios idiomas. Recientemente recibió la orden de Oficial de las Artes y de las Letras en Francia por su carrera artística. El significado de su trabajo actual sigue siendo reconocido ampliamente con invitaciones constantes a bienales y museos de todo el mundo. Agradezco de antemano la publicación de la presente nota. Atentamente, José Kuri Notas de la Redacción: 1. Laberinto no es una sección sino el suplemento cultural de Milenio 2. El director general editorial de Milenio Diario es Carlos Marín

Skull, 1976

Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com

J

orobado, cínico, soberano de la maldad total. En su monólogo de presentación, Shakespeare le endilgó este arrebato tras regodearse con las guirnaldas de la victoria de los York: “yo, que no estoy formado para bromas juguetonas, ni hecho para cortejar a un amoroso espejo; yo, que estoy toscamente acuñado, y carezco de la majestad del amor para pavonearme ante una lasciva ninfa contoneante; yo, que estoy privado de la hermosa proporción, despojado con trampas de la buena presencia por la Naturaleza alevosa; deforme, inacabado, enviado antes de tiempo a este mundo que alienta; escasamente hecho a medias, y aun eso, tan tullido y desfigurado que los perros me ladran cuando me paro ante ellos; yo, entonces, en este tiempo de paz, débil y aflautado, no tengo placer con que matar el tiempo, si no es observar mi sombra al sol y entonar variaciones sobre mi propia deformidad. Y por tanto, puesto que no puedo mostrarme amador, para entretenerme en estos días bien hablados, estoy decidido a mostrarme un canalla, y a odiar los ociosos placeres de estos días.” Su envidiosa ferocidad se cebó en la conspiración y en alucinantes profecías, la codicia se impactó en su mano contrahecha. Para su génesis dramática, Shakespeare se inspiró en la técnica de Marlowe y se documentó en las crónicas de Edward Hall y de Raphael Holinshed, quienes recrearon al infame a partir de la Anglica Historia de Polidoro y de La historia del Rey Ricardo III, de Tomás Moro, el canciller de Enrique VIII que fue decapitado y luego canonizado por la Iglesia como un mártir por oponerse a la separación de Roma. No obstante, hay historiadores que afirman que Ricardo de Gloucester no era, en realidad, ese monstruo henchido de vileza, sino una

criatura ambivalente: era abyecto, sí, pero también culto y generoso. Shakespeare fue implacable. A los asesinos de George, Duque de Clarence, Ricardo los previene de la súplica persuasiva de su víctima, del llanto y las palabras que germinan la piedad: “Vuestros ojos vierten piedras de molino cuando los ojos de los tontos vierten lágrimas”, y no se detendrá ante nada ni por nadie. Encarcela a sus sobrinos en la Torre de Londres, uno de ellos heredero al trono, para después exterminarlos. Su ímpetu perverso solo comienza a declinar por la voz de sus fantasmas: “Mañana en la batalla piensa en mí y caiga tu espada sin filo: ¡desespera y muere!”. Combatiendo en Bosworth contra Richmond, el vapuleado, agónico maldito aullará: “¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!” Hay quien oye en ese parlamento el chillido de un cobarde que quiere huir. A mí me suena a ofuscación por no perder lo mal habido. Los huesos yacían bajo un estacionamiento de Leicester (vaya paradoja por la ordinariez del sitio). Ostenta huellas de escoliosis y una herida de guerra. El cráneo es como una cáscara que permite adivinar sus rasgos. El ADN es positivo. Ricardo III fue el último rey inglés caído en batalla, incluso en los combates sin armas ni soldados. Cuentan que en 1602, el actor Burbage, que representaba al jorobado, recibió la insólita invitación de una dama: le pidió que fuera a su casa y se anunciara como “Ricardo III”. Shakespeare se enteró de la proposición y acudió antes que el actor. Dio la contraseña y aprovechó muy bien la oscuridad del aposento. Mas cuando Burbage tocó y dijo “Ricardo III”, Shakespeare respondió que era demasiado tarde. La dama ya era de “Guillermo el Conquistador”. L


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MILENIO

música ESPECIAL

Jim James

“Las caídas son para levantarse” En entrevista, el barbado líder de My Morning Jacket habla sobre los periplos emocionales y la devoción por Dios en su primer disco en solitario Regions of light and sound of God ENTREVISTA Juan Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com

A

Jim James (1978, Louisville, Kentucky, EU) le gusta mirar al abismo y arrojarse sin paracaídas. “Entre más duele, más emociona”, dice en entrevista el barbado líder y cantante de My Morning Jacket. Las caídas físicas y emocionales del cantante lo han llevado a componer las más bellas canciones. En 2008, durante un concierto de la banda en la Universidad de Iowa, James cayó del escenario; se lesionó cabeza y torso, tuvo que cancelar el resto de la gira. Durante su convalecencia, James comenzó a grabar un nuevo material —tocó la batería, el bajo y la guitarra él mismo. El resultado: su primer LP en solitario llamado Regions of light and sound of God. “Creo que las caídas son para levantarse”, dice el músico con tono risueño. “En verdad, creo que es necesario tocar el fondo del abismo para encontrar el suelo, y aterrizar tanta vanidad y estupidez humana”. Lo creado en este disco no se parece a lo hecho con My Morning Jacket. James logra cambiar de piel con un álbum más influenciado por el soul y el jazz experimental . “Siempre me he sentido satisfecho con mi obra en la banda, pero ahora sentí la necesidad de abrir mi mente y explorar alternativas. Regions... es el monumento a la reinvención”. A diferencia de su obra junto a My Morning Jacket, donde sobresale lo dramático y oscuro, su nuevo disco es sentimental y colorido. ¿Qué lo motivó para explorar el lado más inquietante y sensorial del ser humano? “Fue un proceso de renovación e iluminación. Podría decir que en My Morning Jacket he explorado estados como el arrepentimiento y la tragedia, pero ahora mi vida se ha vuelto más colorida y optimista. He aprendido que los estados emocionales requieren de madurez y conciencia. Siempre he creado a partir de mis emociones, jamás escribo desde un escenario ficticio”. James se inspiró en la novela gráfica God´s Man, de Lynd Ward, que narra la travesía de un artista para encontrar el amor. Para

James, era necesario extraviarse en sus naufragios y reconocer sus fiascos. “Existe una memoria emocional que puede generar los más profundos sentimientos de dolor o gozo. Los más dulces o amargos momentos son solo un eco en nuestra mente, y éstos pueden afectar nuestro estado emocional y conductual. En la canción ‘All’s forgiven’ hablo sobre los arrepentimientos y los sentimientos de culpa, sobre esa necesidad de recapitular lo perdido y enfrentarte a la dolorosa realidad. En el álbum hago una reflexión acerca de todo eso que no te permite ser feliz. Te tortura lo que dejas, te tortura lo que te espera, arrastras culpas y arrepentimientos dentro de ti, estás ansioso por las metas que tienes... eso no te deja ser completamente feliz. No soy un tipo triste y no creo verme así, pero me gusta cuestionarme cosas y elaborar a partir de ahí”. ¿Prefiere el trabajo en grupo o estar en solitario, donde nadie cuestiona o modifica sus ideas? Fue muy emocionante y tuve un poco de miedo. Esto significaba empezar un camino sin tener el respaldo de otros, dejar ir las cosas en un sentido y teniendo el control solo yo. La escritura de mis canciones ha alcanzado un nivel más alto de complejidad, pero

sigo pensando que la música es bastante simple y accesible. Me gusta pensar que este disco fue elaborado como un cuento, crear la sensación de un viaje musical; tiene momentos climáticos en el instante adecuado que se notan en canciones como “Of the mother again” o “Dear one”. En la canción “God’s love to deliver” hace referencia a Martin Luther King y utiliza el discurso “I have a dream”. ¿Por qué? Amo a Martin Luther King y a él le debo mi filosofía de vida y conciencia humana. Para mí es una religión y sus discursos son sagrados. Martin Luther King tuvo que luchar por lo que creía y exigía e, incluso, después de su muerte hay gente que sigue luchando por sus ideales. La forma de ver a Luther King como un dios me pareció romántica y justa. No importa a quien respetes como Dios, lo que trasciende es la fe. Yo soy Dios, mis seres amados son Dios, nosotros somos Dios, entonces creo en la compasión y la hermandad, creo en entregar el amor de Dios a todos los que conocemos. Creo que la misión de Martin Luther King era dar amor y que fuera respetado. Hablo de Dios de una manera muy abierta, jamás trato de promover una religión, no soy un predicador. L

EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL

Música de Leonardo Coral Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

D

igamos que Águila real de Leonardo Coral es un poema sinfónico. Digamos que estremece desde las primeras notas —desde los primeros acordes. Digamos que el acto o, mejor aún, el acaecimiento de meter el disco compacto en la computadora y esperar que la música sobrevenga pone los nervios de punta y obliga a una suerte de introspección. Cuando se escucha una obra por vez primera, bien recuerda el impulso de darle la mano a una mujer cuando por primera vez se la ubica, se coloca a unos pasos, se la mira a los ojos. Entonces la música despliega su sonoridad, y una modalidad sonora empieza a apropiarse de nuestra voluntad. No es una música recurrente. No es una música que se esté acostumbrado a escuchar. Es una música vigorosa, tan nueva como puede serlo un amanecer cotidiano. Pero trae algo. Algo de furia y asombro. Son las armonías, habrá quien se diga. Lo que este compositor está utilizando es un recurso inaudito de la armonía. Esto es, de la articulación entre un golpe del sonido y el siguiente. Un nuevo modo de que los golpes de sonido se lleven entre sí, se equilibren, balanceen su propuesta musical. Mejor aún, su propuesta sonora. Se oye fácil; pero para lograrlo, habrá que arrojar los sonidos como

si fueran cartas de un mazo de póker. Habrá que arrojarlos y ver qué acontece. Unos se llevarán mejor que otros entre sí. Tarea nada nueva para un compositor, pero sí temeraria. Allí está uno de los secretos de la música. Utilizar armonías que nadie había hecho. Lo hizo Beethoven. Lo hizo Brahms. Lo hicieron los impresionistas. Por eso la música suena atrevidamente inaudita. Porque hay quien se atreve a hacerlo. A nombrar a la música de un nuevo modo. Sobre todo en un tiempo determinado. Que la música se sucede en un periodo de tiempo determinado de antemano. Una parcela, en la cual el compositor va a sembrar, y de donde nos vamos a nutrir. Porque hacer música es compartir la savia de la sabiduría. Y habrá quien diga: no, el secreto no está en la armonía sino en el ritmo, en lo que significaría la métrica para un soneto convencional; porque en efecto hay una suerte de ritmo sincopado que delimita la acción de principio a fin de esta música. Como si se nos dijera ponte esta malla medieval porque no puedes ir más allá de lo que marca el ritmo establecido por el autor. Que es un ritmo imposible de desoír, de no seguir su ímpetu. Pero no, tampoco es eso. ¿Acaso habrá que pensar entonces en dos gallos que se preparan para morir a navajazos? Porque algo tiene esta música —que a estas alturas puedo llamarla obra maestra sin ningún temor— de tensión dramática que la hace punzante.

El compositor mexicano

Cuando se la escucha, aun el cerebro más timorato se dice: algo va a acontecer. Es música que embarga al escucha de una tensión sucedánea. Un espíritu febril se apodera de quien oye. De quien está del otro lado de la fuente del sonido. Ese individuo se pregunta qué es esto. ¿Hacia dónde me quiere llevar el compositor? Y en su cabeza se suceden acontecimientos insólitos. Pero todos apuntalados por un conflicto. Uno contra otro. Desde el ángulo que se desee. Pero donde midan sus fuerzas dos elementos opuestos. Como en los mejores momentos de la animadversión, cuando no queda más que luchar a muerte. De ahí viene Águila real. Algo que le habría encantado a Silvestre Revueltas. L


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LABERINTO

cine CORTESÍA PRODUCCIÓN

Everardo González

“Imponerle el estilo a los documentales es un error” En un desértico rancho de Coahuila, la vida vuelve con la lluvia. La película del cineasta mexicano nos cuenta historias de espera y arraigo a través de un paisaje generoso y hostil al mismo tiempo ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

B

ien a bien nadie sabe por qué el rancho Cuates de Australia se llama así. Lo que sí sabemos es que se encuentra en Coahuila, en medio del desierto, y que es el escenario donde se desarrolla la cinta homónima de Everardo González. A través de la historia de un pueblo que abandona su hogar cada que empieza la sequía y vuelve con las lluvias, el director mexicano presenta un documental donde reflexiona sobre la espera y la esperanza en el ser humano. ¿Cómo se entera de un rancho llamado Cuates de Australia? En 2004, cuando trabajaba en Clío, me encargaron hacer la historia del noreste. En Cuatrociénegas de Carranza alguien me habló del rancho y me llevó a conocerlo, ahí encontré a un viejo que me contó que cada año tenían que salir por problemas de sequía pero que en la temporada de lluvia regresaban. Si bien la sequía es uno de los temas, creo que hay otras subtramas que incluso cobran más relevancia. La sequía es el pretexto narrativo para contar cosas relacionadas con los ciclos de la vida. Es un filme sobre cosas tan primarias como la esperanza de la gente. Hay quienes esperan a los hijos; otros esperan a los maridos o las bodas; los niños ansían crecer y los ancianos esperan la muerte. En el fondo, creo que es una película sobre la espera. ¿Es un pueblo que asume o se resigna a su condición de un ir y venir? Nosotros atribuimos esos valores. Lo que ves es lo

que la gente conoce, es algo que vivieron sus padres pero también sus vecinos y amigos. A nosotros nos puede parecer duro pero para ellos es algo normal. Siempre regresan porque saben que lloverá. Este es quizá su filme más costumbrista, ¿cómo plantea el tono de cada película? El proyecto plantea la manera en que se tiene que contar. Cuates de Australia no se podía narrar a partir del testimonio porque es un lugar donde la gente es callada, solo se podía contar a través del paisaje. Imponerle el estilo a los documentales es un error. Aunque sus películas suelen apoyarse en la entrevista… Claro, porque es una herramienta. La entrevista es al documental lo que el long shot al cine de ficción. No soy muy afecto al cine directo, ni a dejar que las cosas pasen. Coincido con Herzog cuando dice que el documentalista no tiene que ser la mosca en la pared, eso es un retratista, no un narrador. A mi me gusta incidir en la realidad y que la cámara provoque las situaciones, algo contrario a lo que planteaba el cinéma vérité. ¿Cuáles son los límites de esa incidencia? No pongo palabras que no dijeron, ni construyo ideas mías a partir de lo que dicen. Mi incidencia está en el montaje. Cuento las cosas como le conviene a la historia, incluso generando escenas. Prefiero eso a depender de lo coyuntural o de las circunstancias. Pensando en términos periodísticos, diría que lo que hago es similar a la crónica, construyo una realidad a partir de lo que otros cuentan o contaron.

Escena de Cuates de Australia

La narrativa visual y los planos están muy a tono con lo que sucede en el rancho. Para mí, el desierto es igual que ellos. Puede ser generoso pero también hostil. Los paisajes vastos que pueden parecer hermosos y a la vez terribles porque orillan al aislamiento. Todo eso lo quise integrar en lo visual durante el montaje. El documental es un ejercicio de improvisación permanente. ¿Cómo se consigue continuidad dentro de un género como el documental? He tenido trabajo y fortuna. El miedo ante cada nuevo proyecto se mantiene. Siempre me pregunto: ¿quién contará la historia?, porque ese "quién" dictará el sentido de la película. Mi filosofía consiste en quitarme el peso que impone el medio. Cada proyecto lo enfrento con la libertad de experimentar. Si funciona, excelente, pero si no, ni hablar. Hay un montón de películas malas y no pasa nada. La ventaja del documental es que la película es un fin pero el camino es toda una aventura. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

La cruzada de los niños Fernando Zamora @fernandovzamora

Z

ero Dark Thirty (La noche más oscura) tiene como protagonista a una rubia de aspecto aniñado que investiga el paradero de Bin Laden luego de los ataques del 11 de septiembre. Kathryn Bigelow, la directora, ganó un Oscar en 2009 con The Hurt Locker, filme de logrado patrioterismo que justificaba el imperialismo poniendo en la pantalla dos caras de una misma guerra. En Zero Dark Thirty, Bigelow pareciera utilizar los mismos recursos, pero se le revelan tramposos. Los héroes de la CIA son padres de familia que derraman lágrimas cuando saben que ha muerto un ser amado mientras que los árabes son malos simples que han lanzado al mundo su yihad insensible. Jessica Chastain ha construido un personaje misterioso. No sabemos nunca si siente compasión o desprecio, si hay en sus ojos de niña miedo o sadismo. Este misterio, sin embargo, se sostiene difícilmente más de dos horas; la película resulta innecesariamente larga. Brega entre el documental y el cine de espionaje. Bigelow hubiese podido aprender más de James Bond o del señor Bourne. Me explico: Skyfall revive en el siglo XXI un género que parecía muerto en la Guerra Fría, el cine de espionaje. Lo mismo sucede con The Bourne Identity. Ambas demuestran

que es posible revivir un género que se resiste a morir por más que los “malos” hayan cambiado un poco. Utilizando como fondo la caza de Bin Laden, Bigelow pudo haber hecho algo más emocionante. Hay apuntes es cierto, de un suspenso que nunca termina por despegar, pero los espías de Bigelow se toman demasiado en serio y aunque yo no estoy a favor del chiste falso creo que tampoco ayuda en este tipo de filmes la complacencia patriotera. El misterio exagerado de la Chastain, a lo largo de sus diálogos, lo complejo de la empresa en la que está metida, la música de Desplat y los cambios de locación tipo documental no consiguen ni por un momento sazonar una historia que, en su realidad, podría haber dado al cine una buena película de espionaje. Así, la ambigüedad de Chastain durante sus primeras secuencias, se va volviendo pesante. No nos importan los golpes teatrales, nuestra niña/cruzado (así la define uno de sus compañeros) termina por parecer más bien una rubia loca que enfrenta a los árabes sólo para evitar que vayan a acabar con su mundo de McDonald’s y cuando la directora pretende que sintamos compasión por ella porque mira en la tv al presidente Obama negando que los estadunidenses estén torturando en la investigación para encontrar a Bin Laden, no sentimos nada. No importan entonces ni lo hermoso de sus facciones, ni lo adorable de su voz, ni lo frágil de sus ojos. No

Zero Dark Thirty (La noche más oscura). Dirección: Kathryn Bigelow. Guión: Mark Boal. Fotografía: Greig Fraser. Música: Alexandre Desplat. Con Jessica Chastain, Joel Edgerton y Chris Pratt. Estados Unidos, 2012 importa que la directora quiera hacerla entrañable con su velo cada que entrevista a un árabe religioso. No importa, en suma, que Chastain sea una extraordinaria actriz. Está mal dirigida. No suelo escribir de películas que no me gustan, pero Zero Dark Thirty ha sido nominada al Oscar y si ganara sería una película importante. Sería la primera vez en muchos años que más que el arte, triunfa la propaganda. L


12 b sábado 16 de febrero de 2013

MILENIO

varia JAN VAN EYCK

ESPECIAL

Detalle de Matrimonio Arnolfini

La Biblioteca de Babel y la Baba de los Locos

El contrato carnal

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

L

a falta de bibliotecas públicas produce enfermedades mentales. Imagine el lector un área del saber llamada “Babelogía”, iniciada por los llamados “Babelogistas”. Debido a la escasez de todo tipo de libros, especialmente libros sobre áreas como la Babelogía, si alguien desea conocerla no encontrará los 37 libros escritos por los Babelogistas ni muchos menos las 59 obras importantes que se han escrito sobre la Babelogía. En el Tercer Mundo esa información la tendrán unos poquísimos profesores y especialistas. Y aquí comienzan las enfermedades mentales producidas por la falta de bibliotecas públicas. Esos expertos tercermundistas sufrirán males derivados de poseer las fuentes de un saber minoritario, esotérico. Los jóvenes que quieran saber sobre la Babelogía otorgarán a estas personas —que tienen los libros babelógicos en sus bibliotecas privadas— un poder mágico. Serán tratadas (negativa o positivamente) como depositarios de una gnosis– secreta, casi inaccesible. Eso las enfermará de ego, avaricia, paranoia. En el Primer Mundo, no obstante, las universidades se reirán de los expertos en Babelogía del Tercer Mundo. Las bibliotecas del Primer Mundo poseen todas las fuentes de Babelogía imaginables: las que ya existen y las que se pueden hacer recombinándolas con fuentes afines. Pero sólo pueden acceder a ellas unos pocos socios. A quienes

se les otorga el privilegio de explotar tales fuentes. Se harán especialistas de la Babelogía —autoridades— que padecerán enfermedades mentales similares a sus colegas del Tercer Mundo. Sólo que en su caso dominar la Babelogía podría redituar en un futuro gran salario. Los tercermundistas buscarán admiradores; los del Primer Mundo, no quieren siquiera lectores, para no poner en riesgo su latifundio. Si hubiera bibliotecas públicas (impresas o electrónicas) o en cada ciudad del mundo fuera posible que cualquier persona consultara, tomara en préstamo, leyera todo lo que quisiera sobre la Babelogía se vendrían abajo en pocos años los privilegios de los especialistas en Babelogía en el Tercer y Primer Mundo. La Babelogía ya no sería un lujo de los elegidos. Finalizaría la división de clases posible por la restricción del derecho a la información. ¿El precio a pagar? Las enfermedades mentales que padecen las élites del Tercer y Primer Mundo. ¿El premio? Los bienes salidos de la especulación mágico–capitalista. Así es como la Babelogía se convirtió en una rama de la bibliografía fantástica y unos pocos monopolizaron la ciencia para aplastar a las mayorías. El capitalismo exige a cada uno de sus esclavos predilectos salvar el propio pellejo. La prueba de que la Babelogía funciona es que ninguno de los que lee esta página sabe de qué se trata. La Biblioteca de Babel es un hospital psiquiátrico. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

L

átigos, bastones, flagelos y correas, pinchado con agujas, medio estrangulado, frotado con cepillos” es parte del menú de los servicios que ofrecía Theresa Berkeley dentro de la privacidad y discreción de su casa y que detalla Ivan Bloch en la Vida sexual en Inglaterra. El burdel y el arte comparten el valor del encierro. Desde la representación de Cupido con una flecha–falo dispuesto a penetrar con su arma y subyugar a su víctima dentro del traumático proceso de la tentación y el deseo, el desarrollo de las relaciones carnales en el arte tomaron la estrecha habitación del lienzo como un sitio propicio para todo lo que en la habitación real y cotidiana no cabe. Venus vive en una deliciosa ociosidad que le permite estar desnuda en la mayoría de las pinturas, rodeada de niños regordetes de libido precoz, que la besan y acarician. Velázquez crea una versión con el culo de Venus en primer plano, Cupido sostiene un espejo, ella se mira, se satisface con el amor que se prodiga sola, en la intimidad de su cama. La pintura permite que la habitación sea un universo con dimensiones físicas y temporales inabarcables, inenarrables. Jan Van Eyck pintó el Matrimonio Arnolfini y sacó de proporciones el recinto conyugal, lo exhibió como el sitio en el que todo es posible que suceda. La pareja existe cuando entra en un espacio que le permite conocerse, soportarse y gozarse. Es una pintura con insinuaciones y con indiscreciones, el espejo cóncavo que refleja a los personajes y a una cuarta pared, la escobilla que cuelga al lado de la cama que, según las recomendaciones de la señora Berkeley, tiene un uso especifico para la pareja. La linealidad no existe en el arte, que puede ir y venir sobre sus propios pasos, y encontrar el final de una historia, antes de su inicio. El original de Van Eyck es el último cuadro de la serie que Benjamín Domínguez hizo a partir de esta escena. En la secuencia de pinturas de Domínguez, la pareja vive en un tránsito claustrofóbico que va del placer a la tortura, podría ser una de las habitaciones de la señora Berkeley o una odisea circular, sin salida, sin escapatoria. El escenario

permanece estático para que dentro de esas paredes una pareja se someta a diferentes pruebas. Como constancia de su relación se tatúan las marcas de una promiscuidad indeleble, se martirizan dentro de cámaras de castigo, son golpeados por las autoridades, se desnudan, levitan en éxtasis, cambian de sexo, hasta que, superados todos los obstáculos, quedan en la posición que les dictó Van Eyck hace seis siglos. Las escenas de Domínguez son una sucesión de metáforas pero también son un encabezado sensacionalista, en una de las pinturas hay tres fotógrafos cubriendo un asesinato, captando cada detalle del lugar y de la pareja. Lo que ocurre dentro del cuadro no puede vivirse afuera. La pareja amurallada es vulnerable, no consigue guardar sus secretos, la imaginación, la irrealidad dejan atrás a la realidad. Los secretos inventados son más terribles que los verdaderos. El arte permitió que el encierro se desmoronara respetando una convención artificial: esas paredes tenían que estar presentes para que la invasión existiera. El artista se convierte en nuestros ojos y nos deja ver lo que otros hacen, materializa hasta la escena más improbable y con esto la vida de cualquier individuo, de cada ser vulgar, se convierte en una pequeña leyenda. El espacio interior evoluciona sobre su propio eje, es prisión, escaparate, caparazón, estuche, protección, es receptáculo del placer o de la angustia. En un aposento sucede desde La Anunciación de Fra Angelico hasta La muerte de Marat de Jacques–Louis David. El arte nos demostró, antes de que lo supiéramos, que no queremos nuestra privacidad, queremos la de los otros, y que buscamos constantemente motivos para violarla. Lo que no podemos ver lo especulamos y entre más tenemos vetada la vista al interior más crece nuestra invención, nuestra sed de mirar. Con una imagen desahogamos esta necesidad, satisfacemos la insana pasión de estar dentro de otras vidas, en otro presente. Se destruyen las fronteras morales, la trivialidad se magnifica y la tragedia es asimilable dentro de las fronteras físicas del lienzo. L


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