Laberinto
David Toscana El arte de imaginar página 2 Juan Carlos Villanueva Entrevista con Thomas Dolby página 10 Heriberto Yépez Los libros mexicanos también se largan página 12 Avelina Lésper There's no business like art business página 12
N.o 507
sábado 2 de marzo de 2013
Constantino Kavafis y Fernando Pessoa
Vidas (casi) paralelas Miguel Ángel Flores Página 4 BRIGITTE BARDOT Y ROGER VADIM / ESPECIAL
Roger Vadim
El gran seductor francés y otras historias de El Santo Oficio José Luis Martínez S. Página 6
MILENIO
02 b sábado 2 de marzo de 2013
MILENIO
antesala EX LIBRIS
Lady Macbeth II bEKO
El arte de imaginar TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com
C
omo los asistentes al cine tienen poca imaginación y casi nula inclinación artística, es necesario que el director y su equipo les digieran la mayor parte del espectáculo. Hoy día echan mano de afinados efectos especiales para que en la pantalla ocurra justo lo que debe ocurrir. Además, hay que tomar cuidado del elenco, pues si alguien decide hacer otra versión de Lolita, y para el papel principal contrata a una actriz afroamericana de cuarenta años y ochenta y ocho kilos, nadie va a morder el anzuelo. La literatura ni siquiera se cuestiona estas cosas. Basta describir a un personaje en unas líneas para que el lector se haga una imagen. Si en una novela se dice “el edificio se derrumbó”, entonces el edificio se derrumba sin necesidad de cargas de dinamita o animaciones de computadora. Ah, benditas palabras. En cuanto a su capacidad para imaginar y dejarse seducir por el arte, me gusta más el público del teatro. Ahí un telón de fondo mal pintado se vuelve perfectamente un bosque o una ciudad medieval. Los espectadores aceptan las reglas y la libertad del arte y miran hacia el escenario con la disposición de un niño. Los que llevan esta actitud al extremo son los asistentes a la ópera. Serán muy exigentes en cuanto a las puestas en escena y las voces, pero ahí sí se acepta sin remilgos que una italiana de cincuenta años sea una quinceañera japonesa. El más feo de los tenores puede ser el galán y la robusta mujer un figurín.
Se acepta que Rigoletto proclame a gran voz su tragedia ante la hija muerta sin que nadie lo escuche, mientras a él llegan con claridad las notas de La donna è mobile que se cantan intramuros. En la vida solemos silenciar o acaso susurrar la vergüenza y la culpa, pero tenores, sopranos, barítonos y demás han de proclamarlas a los cuatro vientos. Lo mismo ocurre con todos los secretos. En la ópera, Cenicienta no tiene que ser la más bella de las hermanas, sino la que mejor canta. Los moribundos no se despiden con estertores, sino con arias intensas o dulces, así sean tuberculosos. Se disfruta el absurdo de entonar con buen volumen canciones que precisamente llaman a guardar silencio. Ahí están los zitto y zitti. Se llega al clímax de lo irracional y del disfrute cuando el conde Almaviva y Rosina deben huir rápidamente por la escalera del balcón, pero no lo hacen porque pasan largo tiempo cantando que deben apresurarse en huir. Algunos critican la ópera precisamente por esta incapacidad de acercarse a la vida real. Pero ahí lo que falla es la imaginación del que critica. La posibilidad de ver lo que no es, de crear y recrear en la mente es don de los niños, y la mayoría lo va perdiendo con la edad. Con el paso de los años vamos endiosando algo que llamamos realidad aunque siempre sea esquiva, y desechamos la fantasía aunque esté al alcance de la mano. Y luego nos preguntamos por qué los niños son felices y los adultos tendemos a la amargura. L ESPECIAL
DE CULTO
Ernesto Jiménez Olín b urzoolin@prodigy.net.mx ESPECIAL
Jules Laforgue
Impulsor de la poesía moderna
E
n la Francia de principios del siglo XX, la figura del poeta Jules Laforgue (1860–1887) era más bien polémica. Versos como “A la que debe ponerme al corriente de la Mujer/ Le diré en primer lugar, con mi gesto menos frío:/ ‘La suma de los tres ángulos de un triángulo/ Es igual a dos rectos’”, que uno hubiera esperado dejaran satisfechos a vanguardistas de la talla de Max Jacob y Guillaume Apollinaire, en todo caso parece que encendieron su ira. Como lo recuerda su crítico y traductor Manuel Álvarez Ortega (Poemas, Plaza y Janés, 1975), ellos dos, con otros cofrades, recorrían Montmartre en esa época gritando “¡Viva Rimbaud! ¡Abajo Laforgue!” (Por lo demás, Laforgue llegó a expresar su admiración por el autor de Las iluminaciones.) Fue en Estados Unidos donde dos de los grandes renovadores de la poesía del siglo XX, T. S. Eliot y Ezra Pound, lo van a reivindicar. Escribió Pound en el canto CXVI, en versión de Octavio Paz: “Ariadna./ Disney contra los metafísicos/ y Laforgue más grande de lo que ellos creían,/ Spire me congratuló por esto,/ y yo he aprendido más en Jules/ (Jules Laforgue), desde entonces…” Eliot, por su parte, fue más tajante en el reconocimiento del influjo del poeta francés sobre él: “De algunos poetas puedo decir que aprendí bastante en una época concreta. De Jules Laforgue, por ejemplo, puedo decir que fue el primero que me enseñó a expresarme, que me enseñó las probabilidades de mi propia manera de hablar”. En el poema
“Citerea”, además, se encuentra la expresión que dará título al poema más célebre de Eliot en el verso “Una tierra baldía, unos cercados”. Laforgue, con Isidore Ducasse —el Conde de Lautréamont—y Jules Supervielle, fue uno de los tres poetas uruguayos que tuvo Francia. La originalidad de su poesía, que se considera según Álvarez Ortega como una transición entre el parnasianismo y el simbolismo, provocó que en su momento no fuera valorada en su justa dimensión. Lector omnívoro, fue muy receptivo a las ideas filosóficas y en no pocos poemas suyos el asunto cósmico, por decirlo así, es el que impulsa su creación. En el extremo, se encuentran los poemas que atrajeron más la atención de los modernos en los que los asuntos citadinos ocupan el tema central. Como en el caso de la invención del monólogo interior, en el que estuvo involucrado su conocido Edouard Dujardin, Laforgue se vio envuelto en la discusión de la paternidad del verso libre. Los especialistas no se han puesto de acuerdo si su creador fue Laforgue o su amigo y editor Gustave Kahn (aunque asimismo Rimbaud ha sido incluido en la querella). Laforgue exponía del siguiente modo su forma final de escribir poesía: “Me olvido de rimar, me olvido del número de sílabas, me olvido de la distribución de las estrofas, mis líneas comienzan al margen como la prosa”. Laforgue se ganó la vida como lector de la familia real alemana y murió de tuberculosis a los 27 años. L
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Rigoletto
Xavier Velasco
Cuando el silencio grita ni los sordos lo aguantan.
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
sábado 2 de marzo de 2013 b 03
LABERINTO
antesala
Diario
Tarragona
Dos amigos… enemigos
La belleza y la desolación que traslucen los cuerpos, edificios y avenidas sufren una peculiar transformación en esta crónica poética plena de claroscuros A SALTO DE LÍNEA
POESÍA
Braulio Peralta
María García Velasco
juanamoza@gmail.com
Es sábado. Afuera persiste el eco fugaz. Del hostal sale un hombre. Cuenta las monedas que lleva en el bolsillo. Los cigarros que aún le quedan por fumar, También las copas. Sale, así sin más, sin protección alguna. El rostro limpio, afeitado. Ese rostro del que huyen las mujeres Ignorando el motivo. Huyen porque el otoño les desvela la angustia. Tampoco él lo sabe. Sólo busca calmar la resaca. El tiempo invertido en un burdel de quinta. La austeridad no da para más. Tampoco su falo. El hombre ríe Se siente observado por una poeta. Aunque ella finja leer el periódico, tomar notas. Finja aconsejada por la soledad. También por su clítoris. Afuera el sol muere. Estremece farolas, transeúntes. El hombre advierte en otro su amargura. Carraspea. Presiente que su hora está próxima. Pide la primera copa. Tararea una vieja canción. Una canción sin armonía, sin el color azul de por medio, Sin la cercanía de una mujer embelesada. Calla. La amargura del otro simula ignorarlo. La época de las contemplaciones ha terminado. Así se responde cuando el sol muere, anota En el margen del menú del día. De esta manera los espejos refractan deserciones. La poeta reniega de su obesidad, De las canas que bordean su frente. Es otoño, lo sabe. La tardor para los catalanes Que se enfundan en un rictus austero, Que se repliegan en la barra de cualquier bar. El desquiciamiento. Tanto alcohol por sus venas. Tantas palabras, que por ocio, rehúsan el olvido. Es sábado. Afuera persiste el eco fugaz. Cada día tiene su retorno. La austeridad siempre conserva su sitio.
ESPECIAL
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aría García Velasco (Ciudad de México, 1965) ha publicado los poemarios: El infierno me pertenece (1992), Vigilia del ego (2000), Los amantes han de ser otra cosa (2002) y Letras vencidas (2005), así como el libro de cuentos Fuera de temporada. Fue finalista de Històries de viatges (certamen organizado por Silva Editorial, Tarragona, España, 2003), con el relato “Fragmentaciones”. Colabora en diversas publicaciones, entre ellas, Timonel, Castálida y Periódico de Poesía.
C
uando ingresé oficialmente al mundo editorial en Plaza y Janés, un periodista, Víctor Roura, se asombraba de que “los españoles” hubieran contratado a “un ignorante” como yo. El artículo, publicado en El Financiero, lo pegué en la entrada de mi oficina de avenida Coyoacán: que los autores supieran a qué atenerse con semejante bestia. Fue la última vez que leí los insultos del periodista que cumple 25 años dirigiendo la sección cultural del diario mencionado. Roura y un servidor nos conocimos en el Unomásuno. Con dos maneras de pensar absolutamente divergentes, no parecería que pudiéramos ser amigos. Pero lo fuimos. Del Unomásuno a La Jornada, de la que fuimos fundadores y accionistas, en los 80. Él, más cerca de Miguel Ángel Granados Chapa y yo, de Carlos Payán Velver (hoy sabemos que esos grupos se dispersaron, y quedó uno solo, al mando de Carmen Lira). Conversábamos de música — su delirio—, y de teatro —mi pasión—. No dejábamos títere con cabeza del mundo cultural: las mafias, el amiguismo, la corrupción, las becas, las dificultades de ser editor de cultura en los diarios. En el Unomásuno él ya era jefe de información de la sección cultural con Humberto Musacchio de responsable. Para cuando llegamos a La Jornada, lo natural era la sección cultural para Roura. Entonces él —nadie más—, me adjudicó el puesto de jefe de información. Ahí empezó nuestro alejamiento. Y su encono. Mi amigo hoy enemigo perdió la sección cultural porque dejaba de publicar muchas noticias del ámbito cultural. La Jornada quería exclusivas pero también la cobertura de eventos fundamentales, como el Premio de los Libreros de Frankfurt al poeta Octavio Paz, que no cubrimos oportunamente, por ejemplo.
Quejas desde la dirección general. Roura, indignado, presentó su renuncia. Se la aceptaron. Me ofrecieron el mando. Lo acepté. Ese fue mi delito. De ahí su rencor. No me meto en intimidades porque está fuera de lo estrictamente informativo, pero diré hasta qué punto fuimos amigos: con su mujer vivió en mi departamento de Cuba 12, poco menos de un año. Así de cuates fuimos.
la amistad nunca termina a pesar de los finales donde aparece la enemistad
No pienso volver a escribir del tema. Hoy sé (a través de una reseña de Hugo García Michel publicada en Laberinto) que hay un libro de más de 400 páginas donde me infama y dice cosas que muy difícilmente pueden comprobarse. Lo escribo ahora porque me cansé estos años de guardar silencio en respeto a nuestra amistad. Un hombre con problemas para discernir entre la verdad y su verdad, de la que nadie somos dueños. Aprecio nuestras conversaciones/ confrontaciones, sí, pero no sus arrebatos donde el enemigo acecha a cada paso y todos son responsables, menos él. Creo que la amistad nunca termina a pesar de los finales donde aparece la enemistad. Por eso guardé silencio estos años. Este es mi punto final. Coda Por cierto, al lujoso y costoso libro de Humberto Musacchio, México: 200 años de periodismo cultural, le faltó un prólogo más extenso para tantos años de diferencias culturales. Cubrir 200 años en 15 páginas es difícil. Eso sí: el libro está bien bonito. L
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poesía Constantino Kavafis y Fernando Pessoa
Vidas (casi)
paralelas Hay existencias y espíritus que comparten signos, obsesiones, vacíos e inspiraciones. De patrias distantes pero cercanos a lo sensible, ambos poetas se convirtieron en el reverso de uno y otro. El siguiente ensayo recorre las similitudes ENSAYO Miguel Ángel Flores
H
ay dos poetas imprescindibles del siglo XX, el griego Constantino Kavafis y el portugués Fernando Pessoa, cuyas biografías parecen coincidir en algunos aspectos: ambos vivieron existencias anodinas y nunca imaginaron la trascendencia de su fama póstuma, ni tampoco que tendrían legiones de lectores en las lenguas más importantes del mundo. Pero también se diferenciaron en otros rasgos de sus vidas no menos significativos. Al escribir sobre la poesía de Pessoa, Octavio Paz señaló que al poeta no le importaría si pasaba la página sobre su vida y se dirigía directamente a su obra. Hizo fortuna su frase de que el poeta portugués carecía de biografía. Por ello resulta irónico, bajo este aspecto, que la biografía de Pessoa escrita por João Gaspar Simões haya resultado tan voluminosa. Solo quienes se interesaban en la poesía, en los años que le tocó vivir, supieron de su actividad literaria. Fuera de las páginas manuscritas y publicadas, su vida fue irrelevante. Vivió inmerso en la triste rutina de un redactor de correspondencia comercial; nunca tuvo casa propia ni rentó un departamento: alquilaba cuartos de asistencia. Dudaba de sí mismo, y su inseguridad y timidez enfermiza, nacida de su orfandad a muy temprana edad, hicieron de él un hombre que se sentía inferior; no es exagerado decir que al inventar a un personaje, Bernardo Soares, que dejó en pedazos de papel sus meditaciones sobre las dificultades de comprender la vida en toda su complejidad, modelaba un alter ego con un sentimiento de inferioridad más pronunciado que el suyo, con una vida menos atractiva, que le servía de algún modo de consuelo. Giorgos Seferis, en una conferencia que pronunció en 1946 sobre su colega, cuando empezaba a gozar de un reconocimiento cada vez mayor, afirmó: "Fuera de sus poemas, Kavafis no existe." Para algunos tal juicio pareció áspero en aquel año que ya nos parece tan remoto, cuando aún estaba muy vivo, en mucha gente, el recuerdo del hombre, quien en vida solo fue conocido por un reducido círculo de lectores de poesía. Ahora parece un juicio válido, pues su existencia al margen de la actividad literaria
CONSTANTINO KAVAFIS/FOTO:ESPECIAL
fue, después de todo, irrelevante: un trabajo mediocre como burócrata, una vida rutinaria y gris, y un reconocimiento, que obtuvo relativamente tarde en su vida, y que no le significó mucho. Fernando Pessoa se mantuvo célibe durante su relativamente breve existencia. Tuvo un noviazgo fugaz con la joven Ofelia, y justificó su soltería con el argumento de que su compromiso con su obra literaria le exigía una entrega total. No se le volvió a conocer otra relación femenina y nunca permitió intrusiones en su vida privada. Se reunía en los cafés de Lisboa con algunos amigos para intercambiar opiniones sobre literatura y los acontecimientos que afectaban la vida nacional. Simões recuerda que jamás permitió que hombres ilustrados o educados participaran en sus correrías, lo que dejó en una zona oscura, imposible de iluminar, algunos aspectos de su vida. Su gran poema “La oda marítima” tiene versos impregnados de una sensibilidad homosexual. Atribuyó a uno de sus heterónimos, Álvaro de Campos, esa inclinación, que se confirma en un soneto de este autor, y ese gesto dio pie para que se siga especulando sobre la sexualidad del gran poeta portugués. Kavafis mantuvo con gran discreción su homosexualismo, del que casi nada se sabe. Toda esta mediocridad y opacidad (intencional o no) contrasta mucho con su poesía, con sus angustiados recuerdos de turbulentos encuentros apasionados y su sorprendente y rica imaginación del remoto pasado griego, de Homero a Bizancio, de Alejandría a Roma, y de ahí a las desoladas ciudades de la helenizadas provincias del Punjab; así que es difícil no estar de acuerdo con Seferis cuando afirma que la vida "real" del poeta fue, de hecho, totalmente interior; y que fuera del ámbito de la imaginación y de sus evocaciones, poco hay de interés en su vida.
Al ser ya historia el hombre que fue y quienes lo conocieron, el contraste entre su vida y su obra ha facilitado las cosas para que se llegue a pensar en Kavafis como una abstracción, como una artista cuya obra existe libre de un específico momento en el tiempo. Esta consideración ha tomado ímpetu por dos elementos de su poesía en los que reside su fama: lo sorprendentemente contemporáneo de sus temas (al menos uno de ellos) y su atractivo estilo directo. Ciertamente, siempre ha habido muchos lectores que han apreciado sus llamados poemas históricos, situados en remotos lugares del Mediterráneo y en épocas que hace ya tiempo se extinguieron, y que están recorridos por una ironía mundana y afectados por cierto estoicismo. Ítaca te dio el hermoso viaje;/ sin ella nunca hubieras emprendido el viaje./ Pero ahora nada tiene que ofrecerte, escribió en el que quizá sea su más famosa evocación de la Antigua cultura griega, en ella nos dice que el viaje es más importante que su destino final, el cual inevitablemente nos provoca desilusión. Kavafis y Pessoa fueron ciudadanos de imperios. Cuando Pessoa nació, Portugal aún dominaba territorios de ultramar que formaban parte del suyo. En sus años de juventud se instauró la república, pero no se liquidó el dominio sobre las posesiones de África y Asia que habían sido el orgullo de su imperio; eso sucedería muchos años después. En su juventud ese imperio era ya una caricatura. Y su país vivía una prolongada decadencia, una larga agonía cultural que él intentó borrar dando vitalidad a la literatura con sus atrevimientos vanguardistas. No es difícil imaginar que Pessoa bien pudo haber firmado algunos de los poemas de Kavafis. Sobre todo aquellos poemas en los que el poeta griego reactualiza un pasado; ante lo que había sucedido en la antigua Bizancio y su ciudad natal, Alejandría, parecía más bien una ensoñación de un poeta desbordado de fantasía. Poeta de la “sagrada decadencia”, lo llamó otro gran escritor griego, Nikos Kazantzakis, quien dejó un apunte del poeta en su libro Del Sinaí a la Isla del amor: “Hablamos sobre muchas personas e ideas. Reímos. Callamos. Comienza de nuevo con esfuerzo la conversación. Yo trato de ocultar en la
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poesía ALBERTO IBÁÑEZ "EL NEGRO"
sonrisa mi emoción y mi alegría. He aquí ante mí, un hombre íntegro, que termina ya su duro oficio artístico, con altivez y en silencio. Conductor y eremita, subordina la curiosidad, el afán de gloria a la sed de placer al ritmo de un ascetismo epicúreo […] Esta noche que lo veo por primera vez y lo escucho, comprendo cuán sabiamente logró hallar su forma en el arte —la forma perfecta que le corresponde para perpetuarse— este espíritu extraño, complejo, pesaroso, de la sagrada decadencia […]”*; el gran poeta estaba ante el umbral de su muerte, para el entonces joven escritor, éste asistía a una ceremonia del adiós. Continúa Kazantzakis: “Kavafis pose todas las características de un hombre excepcional, en una época de decadencia: sabio, hedonista, irónico, elocuente, lleno de recuerdos”. Kazantzakis recuerda que callaba ante el poeta porque pensaba en el impresionante y contundente poema “Que el dios abandonaba a Antonio”: Cuando de repente, a medianoche, Se escuche pasar una comparsa invisible Con músicas maravillosas, con vocerío– tu suerte que ya declina, tus obras que fracasaron, los planes de tu vida que resultaron todas ilusiones, no llores inútilmente. Como preparado desde tiempo atrás, como valiente, dile, adiós a Alejandría que se aleja. Sobre todo no te engañes, no digas que fue un sueño, que se engañó tu oído: no aceptes tales vanas esperanzas. Como preparado desde tiempo atrás, como valiente, como te corresponde a ti que de tal ciudad fuiste digno, acércate resueltamente a la ventana, escucha con emoción, mas no con los ruegos y lamentos de los cobardes, como último placer los sones, los maravillosos instrumentos del cortejo misterioso, y dile adiós, a la Alejandría que pierdes.
Kavafis y Pessoa tenían en común haber sido educados en el sistema inglés. El poeta griego residió en Londres, donde se mudó la familia durante su infancia por motivos de negocios. Pessoa emigró con su madre a África del Sur, lugar donde se desempeñaba como cónsul su padrastro. La ironía, aprendida de los ingleses, tal vez los hermanaba. Pero no había ningún adarme de hedonismo en Pessoa. Era sabio y sabía ser elocuente. Tales prendas nos las desplegaba ante los extraños, como lo era el entonces joven João Gaspar Simões, quien no dudaba de la enorme calidad literaria de la obra de Pessoa, pero que tenía serios reparos sobre su visión de la vida. El imperio de Bizancio había iluminado al mundo de la cultura griega y luego se había trasmutado en decadencia. El imperio portugués había sido una ficción en todos los aspectos. A partir del rey don Sebastián, Pessoa soñaba con otra ficción: la instauración de un imperio cultural portugués en Europa. Kazantzakis miró a un hombre melancólico, meditabundo, lúcido en sus pensamientos. Simões atestiguó la decadencia física de un gran poeta que en su última entrevista, días antes de morir, no mostraba, en su comportamiento, sus mejores virtudes. En ese último encuentro, el biógrafo halló un hombre incoherente, de palabras confusas, que soltaba grandes carcajadas, encendido por el alcohol. Cuando se despidieron, Simões tuvo la sensación de que Pessoa se deshacía en jirones al alejarse, parecía que levitaba. Pessoa tal vez escuchaba la voz de un dios pagano, él que tanto había elucubrado sobre la herencia perdida del paganismo griego, y se despedía para siempre de Lisboa. En 1933 falleció Constantinos Kavafis en el Hotel Griego de Alejandría; dos años antes los doctores le habían diagnosticado cáncer en la laringe. En vida sólo había publicado un breve folleto que recogía catorce poemas. Dos años después apareció la primera edición de sus poemas. Ese mismo año, 1935, se apagó la vida de Pessoa en el Hospital San Luis de los Franceses. La existencia del poeta portugués se extinguió consumida por los excesos del alcohol, la mala alimentación y el persistente insomnio. En vida sólo había publicado un breve libro, Mensaje, que apareció un año antes de su muerte. Simões, posteriormente, inició la recopilación y publicación de su obra. “Todos tenemos dos vidas”, había escrito Pessoa, “la verdadera, que es la que soñamos en la infancia y que continuamos soñando cuando adultos en un sustrato de niebla; la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros, que es la práctica, la útil, aquella en que acaban por meternos en un cajón”. Para ambos poetas, la vida estaba en otra parte. L
FERNANDO PESSOA/FOTO:ESPECIAL
*La cita de Kazantzakis está tomada de la trascripción hecha por Miguel Castillo Didier; la traducción del poema corresponde también a éste.
Julio Trujillo
“Escribo con la sensación de que hay un piano detrás” ENTREVISTA Héctor González
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ecía Italo Calvino que la ligereza bien entendida era una cualidad literaria. Julio Trujillo (Ciudad de México, 1969), estira la sugerencia al máximo en La burbuja (Almadía), su poemario más reciente. Sin desconocer el sentido lúdico y provocador de sus versos, el escritor reconoce que tras el aparente velo de sencillez, cada línea supone un profundo ejercicio de arquitectura lírica. Convencido de que la poesía mexicana atraviesa un buen momento, el autor no reniega de su diálogo con la música y la cultura pop. Por el contrario, las defiende como elementos de los cuales se puede abrevar a la hora de escribir. ¿A qué periodo corresponden los poemas de La burbuja? Los escribí hace tres años. Por diversas razones el libro no aparece hasta ahora, pero sí podría decirte que ya no soy la misma persona de entonces. Aunque me identifico y reconozco como su creador, tres años es bastante tiempo a la hora de hacer poemas y es muy probable que ya no escriba con esa intención o estilo. Es diferente la dimensión del tiempo entre poetas y narradores respecto a su obra, ¿a qué lo atribuye? La poesía es más espontánea y al mismo tiempo más contundente. Ahora bien, uno tampoco cambia tan radicalmente, podría estar escribiendo poemas parecidos pero no es el caso. ¿Desde el principio se planteó La burbuja como un ejercicio de brevedad? Sí, desde el título mismo hay una intención de redondez, fragilidad y brevedad, que son algunos de los atributos de la burbuja. En estos textos hay levedad, sencillez, pero también profundidad. Son breves porque me interesaba que el lector entrara rápido al tema, sin rodeos. En el libro encuentro poemas con mucho ritmo. Incluso hay versos dedicados a Sonny Rollins o Charlie Mingus. ¿Qué le debe su poesía al jazz? Le debe mucho. Primero por la conciencia rítmica, que es hiperaguda en mi caso, a veces para bien y a veces para mal. Por otro lado, está la voluntad de romper con las convenciones como lo hizo el jazz, sobre todo el Bebop de Miles Davis, Thelonious Monk, Mingus o Rollins; rompió con la armonía, propuso pautas y metros nuevos sin dejar de ser agudamente consciente de su expresión musical. Me gusta acusar de esa influencia. Es decir, hay una relación profundamente cercana con la música.
Va de poemas divertidos a poemas más lúgubres, pienso en el que dedica a Sylvia Plath. ¿Qué define el tono del poema? Nunca hay un control total sobre lo que se escribe. En muchos casos el tono se impone o depende de la temática del texto. Si escribo sobre el suicidio de Sylvia Plath no voy a hacer un chiste. Pero en otros casos me interesa darle mucha entrada al sentido del humor, entre otras cosas porque es un freno muy saludable contra la solemnidad. La solemnidad es una tentación en la poesía, aunque últimamente, sobre todo en las generaciones jóvenes, está predominando la antisolemnidad. En este sentido me parece que la poesía mexicana atraviesa un buen momento. ¿Entre su generación y las posteriores, percibe una ruptura respecto a los poetas mayores? En la generación posterior a la mía hay una clara ruptura con los poetas mayores. Estoy hablando de la larga sombra de Octavio Paz. No me cabe duda que una de las mejores noticias que le ha pasado a este país es tener una figura como Paz. Sin embargo, ha ejercido una influencia para bien y para mal. Nos la creímos toda y empezamos a emular su estilo; creíamos en la santidad del gran poeta y nos fuimos acartonando. En mi generación ya se empieza a romper y deslindar con eso, pero son los más jóvenes quienes tienen la necesidad más evidente de matar al padre y declararle la guerra. Ellos muestran que se puede hacer poesía de otras maneras, se puede acompañar de música, sacar a la calle, combinar con redes sociales. Todo eso supone una ruptura importante que generará libros interesantísimos y que oxigenará el medio poético que puede ser muy turbio. ¿Por qué turbio? Porque hay mucha solemnidad de por medio y egos encontrados. No se soporta la crítica, somos susceptibles, enojones y regañones. Usted pertenece a una generación que abreva tanto o más de músicos como Cohen, Cave, Springsteen o Waits. ¿Ubica a esos artistas como poetas o compositores de canciones? Son buenos escritores de canciones. Los poemas fueron canciones; la lírica se llama así por su cercanía con la música. Por ejemplo, el recurso de la rima que ya casi nadie usa y que quiero recuperar en el libro, lo utilizan todos los escritores de canciones. Es probable que los poetas más exitosos del momento sean cantantes de rock o blues. A mí me gustan y los escucho, de Dylan a Waits. Siempre escribo con la sensación de que hay un piano detrás que dicta la musicalidad del poema. El poeta tiene que acercarse más a los recursos del letrista sin miedo a perder calidad o invulnerabilidad lírica. L
LABERINTO
El gran seductor Roger Vadim
francés
Los siguientes textos forman parte de El Santo Oficio. Periodismo, literatura y cultura popular, una recopilación de más de 25 años de vuelo en las páginas de diversos medios, que se presenta el día de hoy, a las 12:00 del día, en el Auditorio Bernardo Quintana del Palacio de Minería José Luis Martínez S.
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esde los sótanos de la envidia, existen varios motivos para maldecir a Roger Vadim. Uno de ellos, la larga lista de sus amores, de sus amigos, de sus aventuras. En el París de la posguerra formó parte de una bohemia culta y transgresora, vivía a salto de mata y para ganar un poco de dinero a veces actuaba como extra en alguna película o escribía un guión o ayudaba al director de cine Marc Allégret. En 1956 filmó su ópera prima: Y Dios… creó la mujer. Fue un escándalo. Prohibida por la Iglesia y combatida tenazmente por las ligas de la decencia en varios países, representó un éxito para él y lanzó al estrellato a su protagonista, Brigitte Bardot. Brigitte era su esposa, la primera de una tríada extraordinaria con Catherine Deneuve y Jane Fonda. Tuvo otras mujeres, muchas, pero ellas son las insuperables protagonistas de su libro de memorias, publicado en 1986. En el prefacio, con justo orgullo, escribe: “No he sido capaz de resistir la tentación de abrir el baúl de los recuerdos y sacar a la luz los tesoros que encerraba. No quiero acabar mi vida como un avaro, guardando para mí solo estas piezas únicas, verdaderas imágenes de cuento que no podré llevar conmigo a la tierra donde todo se olvida”. Al principio de los años cincuenta, Vadim pasaba las noches en Saint-Germain en compañía de sus amigos y, con frecuencia, de celebridades como Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau, Boris Vian, Jean Genet, Albert Camus… No tenía hogar ni trabajo, pero poco le importaba. “Me resistía —explica— a buscar un empleo de jornada completa: aprendía mucho más sin pegar golpe”.
Conaculta. col. Periodismo cultural, México, 2013 356 pp.
En esa época conoció a Brigitte, “una chica de buena familia y educación estricta”. Quería ser actriz y lo contrató como maestro de actuación; en poco tiempo su relación dejó de ser sólo profesional. Él tenía 22 años y ella 15. Una tarde, en un pequeño estudio ubicado en el segundo piso del número 14 de la rue Bassano, a 300 metros de Campos Elíseos, la inició en la vida sexual. Nunca habíamos hecho nada serio, y era la primera vez que la desnudaba. Al mirarla, me turbó su extraordinaria mezcla de inocencia y feminidad, de impudicia y timidez… Ella lo ignoraba absolutamente todo y, sin embargo, parecía una mujer hecha y derecha en todos aspectos. Me tomó en sus brazos y, despacio, comencé a hacerle el amor.
Al terminar, mientras se vestían, Brigitte le preguntó: —¿Ahora soy una mujer de verdad? —No del todo —le respondió él—. En un veinticinco por ciento, más o menos. En su segunda visita al estudio insistió en la pregunta; su porcentaje había aumentado pero aún era insuficiente. En la tercera llegó la respuesta anhelada: “Sí, ahora eres una mujer de verdad”. Cuenta Vadim: “Brigitte palmoteó encantada; luego corrió a abrir la ventana y se asomó dando voces, ante el desconcierto de los transeúntes que la miraban atónitos… —¡Soy una mujer!—gritaba. Pero en su entusiasmo se le había pasado por alto un detalle: estaba completamente desnuda.” Descendiente de Gengis Khan, el padre de Roger Vadim Plemiannikov pertenecía a la aristocracia rusa. Como tantos otros de sus compatriotas, llegó a Francia en 1917 huyendo de la Revolución de Octubre. Estudió ciencias políticas, se nacionalizó francés y más tarde contrajo matrimonio con Marie-Antoniette Ardilouze. Diplomático de carrera, sus continuos viajes despertaron en su hijo un espíritu libre y andariego. Roger comenzó a vivir solo casi en la adolescencia. Formaba parte de los “existencialistas”, discípulos de Sartre y precursores de los beatniks y hippies. A principios de los cincuenta crearon la moda de los locales subterráneos y Vadim acuñó un término aún vigente: discoteca. Se casó con Brigitte Bardot en diciembre de 1952. Vivieron épocas felices, pero cinco años después todo terminó. Ella se había enamorado de otro. “Yo la amaba —recuerda Vadim—; era mi mujer, mi hija y mi amante. Todavía podíamos encontrarnos en los momentos de intenso placer sexual, pero yo no era aquel Grial que seguía buscando, que seguiría buscando por siempre, en un hombre tras otro, porque era su razón de vivir”. Él no se quedó solo. En 1958 se casó con Annette Stroyberg y en el 61 conoció a Catherine Deneuve, de 17 años. Se encontraron en una fiesta y veinticuatro horas después estaban haciendo el amor en el estudio de la rue Bassano número 15, en el mismo viejo diván donde había desvirgado a Brigitte. “Catherine tenía un cuerpo blanco —escribe Vadim—, de aspecto frágil y tan delicado como los rasgos de su rostro. Nunca había visto unos pechos tan hermosos como los suyos”. Comenzaron a vivir juntos, tuvieron un hijo, Christian… Y luego llegó Jane Fonda. La vio en el histórico Maxim’s, en una fiesta organizada para celebrar los dieciocho años de la actriz. Coincidieron algunas otras ocasiones y nada hacía prever un romance entre ellos. Vadim seguía con Catherine, y a Jane le resultaba poco simpático. Una tarde se encontraron en un estudio en París, durante la filmación de Juegos de amor a la francesa. Llovía y él se ofreció para acompañarla a su hotel, el Relais Bisson. Subió con ella a su habitación, se quitaron los impermeables y se dejaron caer en el sofá. Recuerda el director de Barbarella: No besamos tierna y apasionadamente, con la impaciencia de dos amantes que vuelven a encontrarse después de una larga separación. La había desnudado a medias y estábamos a punto de hacer el amor en el sofá cuando ella se zafó y corrió al cuarto de baño. Al cabo de un minuto volvió a salir completamente desnuda, y se metió en la cama. Me desvestí y me tendí a su lado. Pero, por alguna razón, fui incapaz de hacerle el amor.
Ese día y otro tras otro durante tres semanas, el fracaso se repitió ante la paciencia inaudita de Jane. Una noche por fin terminó el martirio, “y volví a ser un hombre normal”, escribe Vadim. Cómo no maldecirlo, cómo no envidiarlo, si sus mujeres nunca lo olvidaron. Murió el 11 de febrero de 2000 en París, la ciudad donde había nacido el 26 de enero de 1928. En sus funerales en la iglesia de Saint Germain-des-Pres lo acompañó Catherine Deneuve, su amante; y en su entierro, en la costa mediterránea, se reunieron sus cinco esposas: Brigitte Bardot, Annette Stroyberg, Jane Fonda, Catherine Schneider y MarieChristine Barrault para despedir al gran seductor del cine francés. L
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de portada ESPECIAL
Raúl Renán
Todo está en la línea
U
na mañana dominical, en el zócalo de Oaxaca, el trapense cierra los ojos para dejarse arrullar por la música de Mozart interpretada por una banda de niños y jóvenes. Es una experiencia conmovedora, como lo ha sido escuchar a quienes profesan la religión de la amistad en el encuentro Hacedores de palabras. Convocada desde hace diecisiete años por Julio Ramírez, director de la revista Cantera verde, en 2008 la reunión estuvo dedicada a Raúl Renán, “nuestro más joven poeta experimental”, como lo definió Armando González Torres. A sus ochenta años, Raúl es infatigable: viaja constantemente por el país y el extranjero, publica nuevos libros, ofrece recitales y talleres y participa entusiasta en prolongadas tertulias con sus amigos. Es un hombre feliz y la manera tan intensa como disfruta la vida, es una lección invaluable. Sobre todo cuando se conoce su historia, contenida en el libro de Mariana Bernárdez Todo está en la línea: conversaciones con Raúl Renán y 15 poemas inéditos. Allí, sin amargura, cuenta su origen, resultado de la relación ilícita entre una mujer pobre y un hombre adinerado en Mérida, Yucatán. Ante el abandono del padre, a la madre le resulta difícil trabajar con un niño a su lado y decide regalarlo a una familia pobre de campesinos recién llegados a la ciudad, quienes vivían en una casa de paja y piso de tierra. Cuenta Raúl: Allá me dejó mi mamá, recuerdo el impacto que me produjo, no sabía qué hacer ni cómo instalarme. Los primeros recuerdos de esa casa son una mesa y una silla alta que hicieron para mí, donde me
sentaban para comer, un perro negro con el cual hice buena amistad, y un gran patio pedregoso con árboles y plantas de flores.
Su tutor era un peluquero inculto y enérgico; sin embargo, con él aprendió a leer y escribir. Me enseñó a leer con la Biblia y el periódico; me compró esos libros de caligrafía en los que aprendí las letras y posteriormente practiqué copiando unos libros llamados Lecciones de cosas, cuyos motivos nutrirán mi escritura. Como me aburría tanto al copiar, me inventaba cosas que no existían, pero mi tutor nunca cotejaba y sólo miraba que estuviera garrapateado el cuaderno. Yo entiendo que ésa es mi escuela de escritor y de escritura porque empiezo a ensayar la letra y la invención, escribía con tinta y plumillas, evidentemente acababa manchado, ropa y manos, señales del catecúmeno.
Raúl fue un niño golpeado, especialmente por su tutora: “Era tremendamente cruel conmigo”, le confiesa a Mariana Bernárdez; lo castigaba por cualquier error, por romper algún traste o tardarse en un mandado. A veces, su madre iba a visitarlo y el efecto de esos ocasionales encuentros los describe en su cuento Los niños de San Sebastián —el barrio donde vivía—, en el cual habla de una infancia “dolorosa e imaginativa donde los únicos recursos que me dan la posibilidad de fuga son los que pretexta la naturaleza: las piedras, la lluvia, el aire, los árboles, las cosas, las queridas cosas”. Todo está en la línea… es un libro dramático y risueño al mismo tiempo, lleno de enseñanzas y amor a la vida.
Tennessee Williams
El principio del amor
E
l cofrade no aprende, se mete en camisa de once varas y desbarata su precaria estabilidad emocional. Ahora mismo, al redactar esta homilía, la mano le tiembla y la prudencia le aconseja detenerse, pero él prosigue encaprichado hacia el despeñadero de la insensatez. Podría, si fuera juicioso, intentar una oración por Elizabeth Taylor, la última diva de una generación incomparable, protagonista de películas como La gata en el tejado caliente, De repente en el verano y Dulce pájaro de la juventud, basadas en textos de Tennessee Williams, de quien el 26 de marzo de 2011 se cumplió el centenario de su nacimiento. Latigueado por los demonios del desencanto y la amargura, Williams escribió sobre las cuchilladas en el alma, creando personajes inolvidables como el Stanley Kowalski de Un tranvía llamado Deseo, interpretado extraordinariamente en el cine por Marlon Brando en la obra maestra de Elia Kazan. En sus Memorias, publicadas en español en 2008, el dramaturgo explica: “El tema mayor de mis obras, el dolor de la soledad, me sigue como mi sombra, una sombra formidable, demasiado pesada para arrastrarla tras de mí, todos mis días y noches”. Homosexual y borracho, Williams no tuvo una vida fácil, repetidas veces visitó el fracaso y anduvo en busca de amantes alquilados; siempre a la deriva, sólo conoció la certeza de su vocación. “Tal vez soy una
máquina, un dactilógrafo. Un dactilógrafo compulsivo y un escritor compulsivo”, dice en esas memorias donde no deja lugar a la duda cuando apunta: “mi vida más intensa es mi trabajo”. El monje piensa en los ojos violeta de Elizabeth Taylor (Maggie) mirando con ternura, con coraje, con odio, con esperanza, a Paul Newman (Brick) en La gata sobre el tejado caliente, recuerda a los personajes de El zoológico de cristal o La noche de la iguana, y no puede sino darle la razón a Edwina Dakin, la madre de Tenneessee, cuando afirma: “No hay un acto despreciable que mi hijo no haya descrito: asesinato, canibalismo, castración, locura, incesto, violación, infidelidad, ninfomanía, homosexualidad”. En una autoentrevista, citada por el maestro Fernando Martínez Monroy en el suplemento Laberinto, el dramaturgo descubre la raíz de su teatro. —¿Por qué no escribe sobre personas agradables, buenas? ¿No ha conocido a ninguna persona agradable en toda su vida? —se pregunta. —Mi teoría sobre la gente buena —se responde— es tan simple que me da vergüenza comentarla… nunca he conocido a alguien a quien no pudiera querer si se le conocía y comprendía del todo, y en mi obra, al menos he intentado llegar al conocimiento y a la comprensión. El conocimiento y la comprensión, ahí está el principio de la amistad y del amor. L
Una noche oaxaqueña de 2008, rodeado de sus amigos, Raúl Renán revisó un ejemplar recién llegado de la Ciudad de México, lo hizo con la curiosidad de un editor escrupuloso, tentó el papel, observó la tipografía y el interlineado, la impresión de la portada. Lo abrió y lo cerró varias veces; después, sonriente, lo dejó sobre una mesa preguntando: “Quedó muy bien, ¿no?” L
08 b sábado 2 de marzo de 2013
MILENIO
en librerías
La bella airosa
El futuro nunca estuvo aquí
RESEÑA
RESEÑA
Fernando de Ita
Adrián Curiel Rivera
Y
a lo dijo el clásico: quieres ser universal, conoce tu pueblo. Como nativo de los Llanos de Apan del estado de Hidalgo he visitado la ciudad de Pachuca desde mi niñez, pero apenas hace tres años tengo casa en Real de Tlahuelilpan, como se llamó el asentamiento colonial que dio origen a la capital del estado cuyo apelativo más conocido es “La bella airosa”. Gracias al extraordinario libro en dos tomos que acaba de poner en circulación la Biblioteca Milenio de Historia, Pachuca. Plata, viento y voluntad, llevo varios días conociendo la historia económica, política, social, educativa, geográfica, orográfica, demográfica, anecdótica, urbana, gráfica del pueblo minero que se fundó en 1553 en un territorio habitado originalmente por los pueblos nómadas de la meseta central. A diferencia de las publicaciones ornamentales que suelen editar los gobiernos de los estados, esta visión panorámica, polifónica y multidisciplinaria de Pachuca, apoyada por el ejecutivo local, es un compendio del más alto nivel que se puede lograr para una obra de difusión cultural, hecha por algunos de los historiadores, académicos y cronistas más calificados sobre el tema. Coordinado por la doctora en Historia por el Colegio de México, Rocío Ruíz de la Barrera, con la asistencia del historiador José Vergara Vergara, actual director del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, esta serie de estudios sobre el pasado, el presente y el futuro de la capital de Hidalgo componen una radiografía maravillosa de La ciudad de nuestra señora de la Asunción, Real de Minas de Pachuca y su área de influencia. Admirable en tanto nos devela con mapas, planos, fotografías, cuadros, gráficas, el origen geográfico e histórico de una población ligada, desde sus primeros habitantes, a las entrañas de la tierra, porque ya en el siglo XII la obsidiana verde dorada de la Sierra de las Navajas era uno de los tesoros de los pueblos guerreros del Anáhuac. Llegó la Conquista y con ella el descubrimiento del segundo metal codiciado por los españoles: la plata. El nacimiento de Pachuca está ligado a los primeros esfuerzos por darle al metal en bruto su acabado comercial. Había mucha plata pero los métodos de purificación de la época sacaban muy poco provecho de su extracción, hasta que en 1554 llegó el sevillano Bartolomé de Medina con su beneficio por amalgamación o de patio y, con todos sus avatares, la minería se instaló como la forma de vida de los pachuqueños, al grado de que entre 1762 y 1781 uno de sus beneficiarios, Pedro Romero de Terreros, fue uno de los hombres más ricos del mundo. Donde hay un hombre rico hay muchos pobres y donde hay minas hay muertos. Primero los españoles, luego los ingleses y enseguida los gringos explotaron la riqueza mineral de la comarca gracias al sudor, la salud y la habilidad para trabajar en el subsuelo de los nativos. Los británicos dejaron al menos tres emblemas de la ciudad: El Reloj de Pachuca; los pastes y el fútbol. A partir del nuevo milenio el deporte de las patadas se convirtió en un motor del ima-
B Varios autores Pachuca. Plata, viento y voluntad. 2 tomos Grupo Milenio México, 2012 644 pp. ginario colectivo no solo de Pachuca sino del estado de Hidalgo, y en un negocio más que lucrativo para los dueños y allegados del Club Pachuca que tiene el mote de Los Tuzos. En su sesudo ensayo sobre el tema, David Lagunas y Olga Alcoltzin destacan el sentido de identidad, de cohesión social, de orgullo nativo, y de distractor político que conlleva el cultivo de un deporte tan popular. No está en el libro pero “la cultura tuza” armó también un contubernio del poder político con el económico del que solo conocemos las fotografías celebratorias y no los acuerdos, las aportaciones públicas y sus derivados inconfesables. Ahora sé que los vientos de Pachuca que enferman a niños y ancianos y levantan las faldas de las muchachas, vienen en las cañadas que forman los cerros milenarios de San Cristóbal, La Magdalena y Santa Apolonia, a 2,400 metros de altura. Ahora entiendo que el Río de las Avenidas por donde transito a diario fue la corriente de agua que bajaba de las montañas para inundar las calles del centro histórico. Es de sumo interés el estudio demográfico del doctor en Estudios de las Sociedades Latinoamericanas, con especialidad en Demografía por la Universidad de la Sorbonne Nouvelle, Germán Vásquez Sandrín, porque nos muestra los flujos y reflujos de los habitantes de la ciudad por cinco siglos y nos indica su composición patronímica, tanto de extranjeros como de mexicanos. El artículo de don Juan Manuel Menes Llaguno sobre cómo pasamos del tianguis a la Plaza Comercial, es otra aportación magistral de nuestro cronista mayor. Pero el deleite de este libro fuera de serie para las ediciones locales está en las fotografías de la vieja ciudad, de principios del siglo XIX a la fecha. Para qué repetir la sentencia de que una buena imagen dice más que mil palabras. En esta impecable, memorable publicación sobre la génesis y el desarrollo de nuestra ciudad capital, las palabras y las imágenes forman un mapa, un dibujo, una visión amplia y profunda sobre una comunidad que no tiene el esplendor arquitectónico de Puebla o Querétaro, pero que en su humildad encierra la desmesura de los mejores habitantes de la tierra: aquellos que al mirar las estrellas saben que están parados en una de ellas; la estrella de su corazón. L
reve historia del futuro del ensayista Pedro Paniagua se propone —como su título aparentemente contradictorio sugiere— sintetizar la cambiante noción de lo venidero. Tarea colosal de la que deriva, inevitablemente, el cuestionamiento ontológico de nuestra propia existencia: si estamos hechos de tiempo, como sostenía Borges, cómo resolver la paradoja: podemos considerarnos solo pasado, pues a cada momento se desgrana el instante presente; podemos afirmar que somos solo presente, ya que el aquí y el ahora es la única realidad tangible sin que haya posibilidad de adelantarnos o retroceder, y podemos decir también que encarnamos el futuro, siendo cada instante el segundo siguiente sin que sea factible detenerse o volver hacia atrás. El ensayo de Paniagua reitera, a lo largo de sus cuatrocientas cuatro páginas, la angustiante premisa de que el futuro se estructura en una temporalidad que está siendo y dejando de ser al margen de un reloj o una fecha precisa. A veces lo intuimos, otras nos atrapa en su remolino invisible. Al final siempre nos vaciaremos de él. Es la única verdad incontestable del futuro. Esta única certeza compartida no desalienta a Paniagua, quien se afana en analizar las múltiples máscaras que ha asumido el futuro, o mejor dicho, que le hemos puesto a través de distintas realidades históricas y culturales. Repasa así las mitologías grecolatinas sobre el nacimiento de Cronos y la creación del mundo; las profecías bíblicas del Antiguo Testamento, los augurios de los oráculos de Delfos y las pintorescas predicciones de las pitonisas. Indaga también en fuentes documentales más remotas de la antigüedad egipcia o, ya situados en nuestra era, examina el célebre texto de Cicerón, Sobre la adivinación, en el que se debate acerca del crédito que, como vía de conocimiento del porvenir, se puede conceder a la mántica. Paniagua no elude una reflexión sobre otros canales anticipatorios cuya notoria popularidad se ha extendido hasta nuestros días: las ensoñaciones reveladoras de lo que habrá de ocurrir al durmiente en la vigilia (en especial los experimentos oníricos de Dunne); las visiones certeras a que llevan el ayuno prolongado y la demencia, incluso la percepción alucinada del moribundo que recuerda instantáneas de su vida antes de alcanzar la tranquilizadora luz blanca de un túnel del que finalmente regresa. Tampoco desatiende, como herramientas para descubrir el futuro, la percepción extrasensorial, los fenómenos parapsicológicos y el sorprendente mecanismo cerebral de lo ya vivido pero no ocurrido de la paramnesia. Y explora asimismo las potencialidades adivinatorias del “viaje”, entendido como un concepto que trasciende el retorno de la casi muerte del agonizante, o el mero itinerario entre dos sitios, para asomarse a lo que yace más allá de la ventana del presente. En este sentido, el viaje puede ser inventa-
Taurus España, 2012 404 pp.
do, como en las ficciones de Plutarco y Luciano de Samósata, que predijeron en los primeros siglos después de Cristo la llegada del hombre a la luna. O puede ser real, como el que realizó Cristóbal Colón, a quien se dedica un extenso y por momentos tópico capítulo para resaltar su papel de visionario a caballo entre el mundo de las supercherías del Medioevo y el alumbramiento de la Edad Moderna. Desde luego, el futuro –subraya Paniagua– no ha sido un tema ajeno a la ciencia, sobre todo a raíz del cuestionamiento, por parte de la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, a la noción newtoniana de un tiempo absoluto que fluye uniformemente sin relación alguna con nada externo. En este punto, Paniagua se ve obligado a equiparar el futuro con una especie de tornadizo aleph prismático que requiere el concurso de otros potentes telescopios que lo vislumbren: la fi losofía, la literatura y el pensamiento. Kant, Nietzsche, Quevedo, Cervantes, Shakespeare y un largo etcétera. Por mediación de Paniagua, Ouspensky censura nuestra miopía al no entender que el futuro ya está aquí. El poeta Juan Ramón Jiménez recurre a una hermosa metáfora para constatar que la vida es solo presente. Borges se burla de nosotros en su ficción “El inmortal”, retrato cruel de una tribu eterna animalizada y cavernícola. En este recuento de la “ideología del futuro”, no podían faltar los grandes narradores de la ciencia ficción (Zamiatin, Huxley, Orwell, Clarke, Dick y Bradbury, y algunos de sus recreadores cinematográficos). Sus elaboradas distopías nos siguen alertando —sin que por lo visto escarmentemos— de la pesadilla acechante bajo el espejismo de la sociedad felizmente hipertecnificada. A lo mejor el futuro es una mera quimera, una descomunal flecha de tiempo (reversible o no, qué más da), algo incomprensible para nuestras limitadas neuronas, como el tiempo extraterrestre de los trafalmadorianos de Vonnegut, que vivían el pasado, el presente y el futuro simultáneamente a cada instante. Pero, como sugiere Steiner, la esperanza en él quizá sea la única actitud razonable que nos quede. L
sábado 2 de marzo de 2013 b09
LABERINTO
en librerías Muerte blanca
Cuatro por cuatro Unni Lindell Siruela España, 2012 389 pp.
E
l éxito de la trilogía Millenium de Stieg Larsson, esas novelas cuyo ambiente hostil (ciudades desiertas por inviernos crudos y habitadas por seres insociables), personajes de pasado oscuro (Lizbeth Salander) e intrincada trama donde caben todas las truculencias, fue un indicio de que el futuro del thriller novelesco está en la región escandinava. Unni Lindell, autora de gran éxito en Noruega y creadora de la agente Marian Dahle, entrega con Muerte blanca una ágil, estremecedora y terrible historia de crímenes seriales y venganzas sádicas, que la agente Dahle resolverá luego de incontables peripecias. Todo comienza de manera proustiana: Karine Bieler, una chica con problemas de sobrepeso, libera un recuerdo reprimido al observar la caída de una magdalena y el revoloteo del azúcar glas. A su mente retorna un bebé muerto, un asesino de rostro difuso, una familia disfuncional. El resto queda en la pluma de la autora.
Kant y los extraterrestres
Sara Mesa Anagrama España, 2012 270 pp.
L
a perenne e impronunciable utopía de la aristocracia es la del encierro, el aislamiento de sus miembros para protegerlos de las múltiples amenazas del exterior. El Wybrany College, institución hermética que nos remite a esa isla donde quedaron atrapados un puñado de adolescentes en El señor de las moscas de William Golding, es el sitio del que Celia y un grupo de amigas escapan al principio de la historia, pero al que son devueltas por las autoridades, solo para que vivan una serie de experiencias traumáticas, absurdas y, en ocasiones, delirantemente divertidas, porque en ese microcosmos académico donde cohabitan el bien y el mal, la opresión, la perversidad, el autoritarismo y el desdén, palpita un misterio cuyo tema central es la ansiosa y desesperada búsqueda de la libertad. Bajo un ritmo pausado, con elementos narrativos bien dosificados, Cuatro por cuatro contiene, también, un hálito de violencia y sordidez en el temperamento de sus personajes.
Anecdotario
Juan Pablo Anaya Fondo Cultural Tierra Adentro México, 2012 76 pp.
C
on este libro, el autor obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2012. El provocativo título establece nexos entre dos ámbitos que solo parecen cercanos por la voluntad del ensayista, pero como lo demuestra, el filósofo alemán creía en la vida en otros planetas porque de este modo su sistema filosófico adquiría coherencia. Ante el cuestionamiento de que Kant no hablaba del otro, Anaya rectifica que sí lo hace pero no lo ubica en la Tierra sino fuera de ella: Kant no era “incapaz de imaginar al otro, simplemente .lo situó a una distancia que requiere ser medida en unidades astronómicas”, puntualiza. El ufólogo por convicción que es Anaya (tiene su credencial del grupo Los Vigilantes, que se dedican a observar el cielo en busca de ovnis) se mantiene dentro de este margen de argumentación al analizar las pinturas del pintor romántico alemán David Caspar Friedrich.
Reflexiones sobre el cine mexicano contemporáneo
Alfonso Reyes Lectorum México, 2012 101 pp.
E
l más grande polígrafo del siglo XX mexicano fue, sin lugar a dudas, Alfonso Reyes, autor de una obra monumental que incluye libros como Sol de Monterrey (poesía), Ifigenia Cruel (teatro), Visión de Anáhuac (ensayo) y Árbol de pólvora (narrativa). Infatigable y curioso, don Alfonso exploró numerosos temas, entre ellos el humor, como lo muestra este pequeño libro prologado por Alicia Reyes y dividido en dos partes. La primera es un anecdotario y la segunda la continuación de "Briznas", notas breves, ráfagas de ingenio como la siguiente: “Dijo el paradojista: —Si copio un libro, soy plagiario. Si copio una docena, soy un investigador”. Poco escapa a la mirada atenta de Reyes, quien cuenta anécdotas de María Enriqueta, Daniel Cosío Villegas, Pedro Henríquez Ureña, José Ortega y Gasset, Roger Caillois y tantos otros célebres personajes del arte, la literatura, la academia y aun de la política.
Revista de la Universidad de México Núm. 108 UNAM Febrero, 2013 110 pp.
Varios autores Cineteca Nacional México, 2012 160 pp.
A
tractiva resulta la idea que guía estas reflexiones. Académicos y periodistas se acercan a la obra de cinco directores representativos del cine nacional de nuestros días —Carlos Reygadas, Fernando Eimbcke, Nicolás Pereda, Gerardo Naranjo y Amat Escalante; sus puntos de vista, más que oponerse, se complementan. Tomemos como ejemplo a Fernando Eimbcke. David M. J. Wood, desde la academia, en el texto “Utopías y maneras de ver en Tlatelolco: Temporada de patos”, estudia el espacio urbano citado viéndolo más como un personaje importante que como uno secundario comparando dos películas: Rojo amanecer, de Jorge Fons, y Temporada de patos, de Eimbcke. César Albarrán Torres, por su parte, desde el periodismo, en “Los domingos de Fernando Eimbcke”, analiza el modo en cómo este día de la semana influye en las historias que se cuentan en sus películas Temporada de patos y Lake Tahoe.
L
a edición de febrero de la Revista de la Universidad de México, abre con un texto espléndido e inédito de Daniel Cazés Menanche, sociólogo, lingüista, antropólogo e investigador de la UNAM, fallecido el pasado 20 de diciembre. Titulado “De Adán a Orfeo. La misoginia: apuntes y reflexiones”, el ensayo aborda los orígenes del odio a la mujer a través de la exploración de los mitos fundacionales. Por otro lado, Jaime Labastida realiza un amplio perfi l del humanista mexicano Ernesto de la Peña; Beatriz Espejo entrega “Alma de ángel”, sobre la poética onírica de Xavier Villaurrutia, que, a su vez, le permite desvelar rasgos de la personalidad del poeta. Rolando Cordera revisa el nuevo libro de José Woldenberg: Política y delirio: historia de 3 secuestros; y el reportaje gráfico lo conforman obras de Alberto Gironella, Carmen Parra y Emiliano Gironella, un collage familiar.
El abogado del diablo LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL
Ferdinand von Schirach
Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com
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aterial tiene de sobra para explorar los tenebrosos vericuetos de la maldad y los defectos de la psique, ha sabido aprovechar los mejores casos que cayeron en su escritorio y se volvieron pasajeros permanentes en su portafolios atestado de expedientes. Su experiencia se sostiene en lo que suele decir un comisario alemán para el que las historias más absurdas podían ser ciertas y las más creíbles inventadas: “Sigan el dinero o el esperma. Todos los asesinatos se explican por una cosa o la otra.” Sus dos libros rompieron récords de venta en el viejo continente, uno de sus relatos fue adaptado al cine por Doris Dörrie y la ZDF ensambló una miniserie basada en sus apuntes: narraciones de conjura, traición, maldad y frustración, generalmente aborda los perfiles delictivos más sencillos, acostumbra recrear una urdimbre biográfica que desemboca en las peores consecuencias, digamos el fracaso estrepitoso del crimen perfecto; la ironía cruel, infausta, del detalle siempre olvidado por el malhechor, jamás exculpa a los satélites dramáticos que giran en la órbita de los monstruos más perfectos: familias disfuncionales, esposas macbethianas, pandillas conformadas por idiotas, colegas desleales. Dos brillantes muestras de Crímenes, su triunfante debut libresco: “El cuenco de té de Tanata”, en el que a un par de gamberros ligados al cártel de un despiadado peluquero se les ocurre saquear una caja fuerte. Se llevaron 120 mil euros en efectivo, seis relojes y una caja negra. No fueron el dinero ni los relojes sino un antiquísimo cuenco de té, lo que desembocó en desenlaces sanguinarios: jamás tomaron en cuenta que el desvalijado era un tipo inhumano, una bestia vengativa que aniquiló a los cómplices del robo, con la fiereza de un depredador invisible parecido al mítico (y
ficticio) Keiser Söze de la cinta Sospechosos comunes de Bryan Singer. Y “El violonchelo”, una trágica, romántica fábula de incesto, donde Theresa y Leonhard, los hermanos que huyen de un padre mezquino, se despiden del mundo a través de una sábana mortuoria: Theresa ahoga a su querido hermano en una tina y lo envuelve amorosamente con la tela. Poco después ella se ahorca con la frazada de su celda. Lo interesante de esas abominables aventuras radica en que no las inventó. Realmente sucedieron, forman parte del anecdotario delincuencial de Berlín y sus alrededores. Ferdinand von Schirach sabe que en todos los delitos, la percusión constante, a ratos tenue, casi inaudible, es la culpa, el remordimiento. Que tarde o temprano, los latidos a lo “El corazón delator” de Edgar Allan Poe, comenzarán a retumbar en el suelo mental del transgresor, haciendo que sus pasos se vuelvan erráticos, inseguros, y terminen trazando un círculo para volver al punto de partida. Quizá es por eso que en Culpa, su más reciente libro (ambos están publicados en español por Salamandra), propone un debate silencioso entre los hechos y el lector: sea la venganza de un hombre condenado por una niña mentirosa (lo acusó de pederastia para quitarlo de en medio porque estaba enamorada de su esposa); sea el fallido asesinato que perpetra un swinger repentinamente muy celoso; sean las peripecias de dos traficantes que se meten en un gran lío con la mafia rusa (tan alucinantes y enredadas como una peli de Guy Ritchie), el abogado/narrador Von Schirach explica desde una prosa de lo más directa y transparente, que el diablo es verdadero y palpable, solo que, paradójicamente, es un ser culposo, mediocre, atolondrado. Esa criatura, otra paradoja, se halla dentro de nosotros. El mundo está colmado de pobres diablos. L
10 b sábado 2 de marzo de 2013
MILENIO
música Thomas Dolby
“La música ha perdido su poesía” El pionero del new wave habla sobre la comercialización musical, de cómo creó el ringtone más famoso del mundo y acerca de las fobias de Bowie y Roger Waters ENTREVISTA ESPECIAL
Juan Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com
C
uando Thomas Dolby inventó uno de los ringtones más conocidos del mundo y revolucionó el sonido de los teléfonos celulares, jamás imaginó que la tonada de Nokia se volvería más popular que su nombre y obra que comprende más de 30 años como músico, productor y compositor. “Algunas veces creo que es una maldición, pero jamás hubiera logrado que alguna de mis canciones estuviera en el software de más de 3 mil millones de teléfonos en el mundo”, advierte en entrevista Dolby, de 54 años. En ocasiones, los genios tienen influencias. El tono de Nokia es más una nueva interpretación con estilo synth pop de una pieza del compositor español Francisco de Tárrega llamada “El gran vals” —compuesta en los nacientes 1900— que una invención propia de Dolby. “Conozco la pieza pero no lo veo como un plagio, sino una reinvención. Mi trabajo fue hacer con el sintetizador un tono que resultara atractivo y enfadosamente pegajoso. La idea de hacer tonos para teléfonos celulares surgió de un simple juego, empecé a tocar algunas ideas, hasta que llegué al tono de Nokia. Es muy diferente a crear una canción. Los aparatos móviles solo pueden reproducir MP3 o archivos WAV, así que debes de comprimir todo el esquema de un sintetizador de una manera muy limitada”. En 1982, Dolby tuvo un éxito titulado “She Blinded Me With Science”, y dos años después llegó “Hyperactive!”, un electro–funk originalmente compuesto para Michael Jackson. Thomas ha tenido colaboraciones con George Clinton y Ryuichi Sakamoto. Tocó los teclados en el disco 4, de Foreigner, y Pyromania de Def Leppard. Acompañó a David Bowie en Live Aid y a Roger Waters en su concierto de The Wall en Berlín, en 1991; fue productor del icónico Steve McQueen, de la banda Prefab Sprout. Harto de la industria
"She Blinded Me With Science" es uno de los éxitos musicales de Dolby
musical, a principios de los noventa se recluyó en Silicon Valley donde, con su empresa Beatnik, ideó un sintetizador pequeño con tonos de llamada polifónicos habilitado. El software está incrustado en dos tercios de los teléfonos móviles en el mundo. Dolby tenía una rara habilidad para combinar sofisticación con exotismo, consiguió reunir canciones que son mucho más que la suma de sus diversas partes. “Mi música tiene base rítmica tan competente
como sensible, es elegante y confesional sin ser obvio”, explica el artista. “En canciones como ‘I Love you, Goodbye’ abordo sentimientos tan profundos como pueden ser la pérdida y el arrepentimiento. No soy un autor biográfico, no me gusta exponerme, prefiero jugar con lo imaginario y con las historias ajenas, aunque a veces es necesario desnudarse ante la audiencia y ser juzgado”. La gente lo recuerda como un icono de los ochenta, con los excesos de imagen del new wave. ¿Cómo evoca ese tiempo? No era el niño bonito como Simon Le Bon de Duran Duran, no tenía los excesos visuales de A Flock of Seagulls. Siempre me he considerado un geek, era un tipo más científico e intelectual. Mi padre era un arqueólogo clásico, así que me inspiró para ser alguien más académico. Siendo un fanático de la tecnología, debe ser fascinante estar en el negocio musical en estos días… La música ha perdido su poesía. Escribir canciones es solo una mercancía más en estos tiempos. Cualquier persona puede crear sonidos y ritmos frescos en cinco minutos a través de Garageband. Las nuevas generaciones ya no están familiarizadas con sentarse a escuchar un disco entero, se han acostumbrado a sencillos que bajan a sus reproductores de MP3. Escuchan y borran. Ya no existe una apreciación artística como tal, sino de consumo y utilidad. Antes era importante el elemento de la portada, los interiores y la misma música, que tenía mensaje, profundidad e historia. Era toda una pieza de arte que saciaba diferentes sentidos como el oído, la vista, el tacto e incluso el olfato ¿Cómo fue trabajar con David Bowie y Roger Waters? Con Bowie fue realmente casualidad. Yo estaba en los Olympic Studios y alguien entró corriendo y dijo: “¡David Bowie está en el teléfono!” Contesté y me dijo: “Hola Tom, hay un concierto de caridad y necesito tu ayuda para tocar en Live Aid”. Recuerdo el momento en que tuvimos que tomar un helicóptero para llegar al estadio, pero Bowie odia volar, así que no paraba de fumar, apestaba a cigarro y sus piernas temblaban. Estaba muy tenso hasta que aterrizamos y dos minutos después estábamos tocando “Heroes”. Con Roger Waters fue más encantador. Lo conocía de tiempo atrás, tiene mala fama de ser un tipo neurótico y explosivo, pero realmente es encantador, tiene un humor muy oscuro que se vuelve fascinante. Creo que su miedo a la figura femenina lo ha vuelto alguien impetuoso, experimentado e irreverente. L
EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL
Carta a Johannes Brahms Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx
A Francisco Magaña
A
mado Brahms: De joven eché a andar un proyecto que no cuajó. Lo bauticé como Amigos casi solo de Brahms, y consistía en reunir a unos cuantos amigos que yo sabía eran adictos a la música. La convocatoria se las hacía llegar un fin de semana al mes. Preparaba todo. En aquellas tornamesas de tiempos remotos ponía la música, y entonces las cosas se iban por el camino del júbilo espiritual. Yo mismo hacía los programas de mano —en la programación siempre incluía una obra de Brahms. El problema fue que al paso del tiempo cada vez llegaba menos gente, hasta que por último yo fui el único asistente. ¿Por qué?, me preguntaba. ¿Qué está pasando? A lo mejor el ron que servía no era de primera calidad. O la acústica era de quinta. La verdad no había que darle muchas vueltas. Simplemente Johannes Brahms era para unos cuantos —no voy a decir que melómanos elitistas, sino despistados. Brahms es la pasión contenida, solía repetir mi madre. Y yo intentaba hurgar en aquel pensamiento. Ha llovido mucho desde entonces, y la idea me sigue inquietando. ¿Sí eres la pasión contenida? Esa pasión contenida es perfectamente cierta. Y cuando menos se refleja en dos facetas que conforman el sello de todo compositor: música y vida. Hay una imbricación notable entre estos dos aspectos en tu caso,
mi querido Johannes. Diría que de la una depende la otra. Siempre fuiste un hombre contenido. Jamás rebasaste la autoridad que da la templanza, que era la tuya. Eras de ese tipo de personalidad que prefiere no mover las aguas con tal de que las cosas no sufran transformaciones que a larga puedan revertirse. Hans von Büllow hizo mal en compararte con Beethoven —incluso habló de las tres BBB para referirse a Bach, Beethoven y Brahms. Eso significó para ti un gran golpe. ¿En qué podías salir beneficiado? Absolutamente en nada. Pero la frasecita corrió como reguero de pólvora por los más ignotos ámbitos de la música, y el resultado fue que, en efecto, se te comparara con Beethoven, por sus estructuras y melodías. ¿Por qué entonces es tan poco afortunada esta comparación? Simple y llanamente porque el romanticismo de Beethoven y el tuyo son absolutamente incomparables. Mientras que tus obras musicales —desde un intermezzo hasta una sinfonía— transcurren hacia dentro, las de Beethoven son explosivas, incontenibles. Beethoven es un volcán en erupción, un tsunami que irrumpe en la parsimonia de la humanidad. Tú eres la invitación a la filosofía de la música, a un estado de levitación y éxtasis que solo se alcanza bajo el manto de la sabiduría. Tu música de cámara es trémula como una hoja en el otoño. Que parece que va a caer y nunca cae. Precisamente esa circunstancia la hace tan delicada. Tan desdeñadamente hermosa. Tu música de cámara es también superior por su grado de retención. El dominio que priva de principio a fin. No tiene nada que le sobre ni nada que le falte. De ahí que no sea vulgar. Que por más que se busque el menor ápice de
El creador de "Nostalgia"
vulgaridad, jamás se dé con él. Piénsese si no en tus tres sonatas para violín y piano. O en tus quintetos —de piano y cuarteto, de clarinete y piano, o para dos violas— o en tus sextetos para cuerdas. Quizá por eso tus conciertos y sinfonías carecen del brillo beethoveniano. Porque son contenidos. Grave error para la exacerbación del romanticismo. L Tuyo siempre, Eusebio
sábado 2 de marzo de 2013 b 11
LABERINTO
cine CORTESÍA PRODUCCIÓN
Emiliano Altuna y Carlos Rossini
“Nuestra invitación es a analizar un discurso” Crimen organizado, política, dinero y justicia son algunos temas que aborda el documental sobre el alcalde Mauricio Fernández ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com
A
sí como en Buenos muchachos, Robert De Niro decía: “Hay tres formas de hacer las cosas: la buena, la mala y la mía”, Mauricio Fernández, el alcalde de San Pedro Garza García, el municipio más rico del país situado en Nuevo León, tiene una forma particular de combatir al crimen organizado. Su método, controvertido y no siempre apegado a la ley, es revisado en la cinta El alcalde, de Emiliano Altuna, Carlos Rossini y Diego Osorno. Su película propone una visión sobre el narcotráfico desde el poder político. ¿Por qué les interesó esta perspectiva? Carlos Rossini (CR): Es un tema de interés para cualquier mexicano consciente. Según Mauricio Fernández, la guerra contra el narcotráfico ha dejado un saldo de 250 mil muertos. Ante a una posición como esa es difícil mantenerse desinteresado. No concibo hacer películas que no partan de una postura política. Si el arte no dialoga con la realidad no funciona y por lo mismo me interesó cuestionar. Emiliano Altuna (EA): Algo muy fuerte es que en este momento hace falta clarificar lo que sucede. Los actores sociales deben ser escuchados pero analíticamente. Pero Mauricio Fernández es un político con intereses. ¿Por qué creerle y confiar en él? CR: No me cuestioné eso, más bien pretendía ganarme su confianza para que me explicara sin velos su postura. No necesito confiar en alguien para hacer una película. Solo necesito creerle mientras me habla, intentar entenderlo mejor y ponerme en su mente.
EA: Corresponde dilucidar al espectador qué cosas se pueden tomar de manera literal y cuáles hay que cuestionar. Nuestra invitación es a analizar un discurso. Yo lo veo como una persona que honestamente expuso su ideología y se sentó a debatir de una manera muy valiente. ¿Cambió la perspectiva de ambos sobre el narcotráfico? CR: Enriqueció mi visión sobre el tema y sobre una persona a la que conocí por los medios. Pero creo que la pregunta vale hacérsela al espectador. No creo que estemos acostumbrados a escuchar a un político hablar desde su intimidad. ¿Qué límites les puso Mauricio Fernández? EA: Ninguno, la condición para hacer la película era no tener límites. No lo habríamos aceptado. CR: Es la película de Emiliano, Diego y mía. ¿Por qué habríamos de aceptar algún límite? En algún momento, sus abogados plantearon mesurar ciertas cosas, pero él mismo reconoció que no era su película, es decir, fue muy respetuoso. ¿Cómo darle un sentido dramático a un filme apoyado esencialmente en entrevistas periodísticas? EA: Nosotros nos dedicamos a contar historias. Empleamos el lenguaje y la dramaturgia de los griegos mezclada con rasgos meramente cinematográficos. No es una simple entrevista, de hecho nos sentamos a platicar ocho veces durante dos años. De las tres primeras no usamos una sola palabra ni imagen, porque primero debes establecer cierto nivel de confianza e intimidad. CR: Confiamos en que el espectador tendrá una reacción dinámica y que podrá sacar sus propias conclusiones. No estamos a favor del lenguaje tutorial, que es lo que le pasa casi siempre al reportaje.
El alcalde de San Pedro Garza García, Nuevo León
La película mantiene cierta ambigüedad, a veces Mauricio es exhibido con sus manías pero en otros momentos parece que usa el filme para promover sus ideas políticas. ¿Fue algo premeditado? EA: Totalmente, la ambigüedad fue uno de nuestros objetivos. No me fío de las personas que tienen una claridad absoluta y que transmiten sus ideas sin matices. ¿Qué tan expandida está su ideología dentro del PAN? Después de todo, es un político a favor de la legalización de las drogas. EA: Dentro del PAN no mucho, incluso siento que tiene más afinidad con el PRI y el PRD. CR: Creo que la sociedad mexicana está cambiando y aunque sea de manera tímida, ya se anima a debatir estos temas. El poder político reacciona más lento, y aun no le entra bien al tema. Mauricio Fernández es un empresario y alcalde del municipio más rico del país. Creo que se puede dar el lujo de brincarse las leyes por el dinero y el poder que tiene. CR: Es posible, pero no fue nuestra intención apuntar hacia ello. EA: No soy partidario de pensar que con dinero se puede comprar todo. L
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
La locura de la religión y la soledad Fernando Zamora @fernandovzamora
U
na vez que ha pasado el tiempo de la pirotecnia del Oscar, justo es revisar algunas de las películas más delicadas e importantes; esas que pasaron por el fondo casi inadvertidas, como si se hubiesen visto abrumadas por la indudable belleza de las obras altamente industriales que compitieron en fama, forma y mercadotecnia el pasado fin de semana. The Master, de Paul Thomas Anderson, es una reflexión artística que goza de factura impecable, sorprendentes golpes de teatro (gran guión), fotografía que, al servicio de la historia tiene luz propia y, en suma, buen diseño de producción. Es interesante notar, sin embargo, que en el Oscar se le mencionó solo por sus actores: Joaquin Phoenix hace a un soldado que vamos conociendo poco a poco, en forma similar a quien conocemos en la calle, en el trabajo o en la escuela; he aquí la gracia de un gran contador de historias: hay mímesis: el director trae a presencia a un marinero que encarna realmente en Joaquín Phoenix. Phoenix es Freddie Quell, un soldado medio loco que ha sido licenciado después de haber guerreado contra Japón. Estamos a principios de los 50 en el siglo XX y Freddie tiene un pasado que, tras el velo de la religión y la locura, se irá develando.
Philip Seymour Hoffman está en uno de sus mejores momentos. Basta entrar a internet y escuchar a Ron L. Hubbard para comprender lo profundo de la interpretación de Seymour Hoffman: ha tomado algunas cosas y ha añadido otras. Su personaje vive no tanto porque esté imitando al creador de la Cienciología sino más bien porque lo utiliza para crear otro personaje: el Ron Hubbard que habita en nosotros. Anderson y el actor trabajan en sincronía sorprendente. Seymour Hoffman, heredero de la tradición histriónica estadunidense (de Brando y Marilyn, de Pacino y Kathy Bates) es ya parte de la historia del arte. Como se sabe, Ron Hubbard fue escritor de ciencia ficción y, frustrado con sus experiencias en el psicoanálisis, decidió inventar la Cienciología, religión que niega serlo y que tan importante se ha vuelto en Hollywood que atacarla de frente tiene su gracia. Anderson está lejos de hacer una caricatura, sin embargo. Hubbard tiene aquí la fuerza de un hombre capaz de mover mucho dinero y muchas conciencias. Hemos entrado, pues, en el terreno del gran arte de Paul Anderson: la locura que le atañe no es la de otros autores que en ello meditan. No es la locura sexual que ilumina a Solondz, no es la locura maniaca e inteligente que entretiene a Woody Allen; Anderson recrea personajes aquejados por la locura de la soledad. El
The Master. Dirección: Paul Thomas Anderson. Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Música: Jonny Greenwood. Con Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams. Estados Unidos, 2012. marino de Anderson es un hombre sano en una sociedad enferma y su desencanto (muy similar al del protagonista de Punch Drunk Love) se ha purificado. The Master es una de las mejores películas de Anderson y en el encuentro entre el marinero solitario y el seductor de conciencias está el dilema del poder de la religión. Hay aquí, como puede verse, más que fuegos de artificio, la reflexión de una obra histórica en la primera mitad del siglo XXI. L
12 b sábado 2 de marzo de 2013
MILENIO
varia RICARDO RENDÓN
ESPECIAL
Área de trabajo, $260,000.00
Los libros mexicanos There's no business también se largan like art business ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
L
os libros que edita el gobierno mexicano e instituciones académicas mexicanas tienen dos destinos principales: la Ciudad de México y Estados Unidos. Como los gobiernos locales y las universidades en México carecen de interés o incentivo para crear grandes bibliotecas, los libros que se editan en México quedan atrapados en el centralismo ¡y la migración! La mayoría de los libros mexicanos que están en bibliotecas se encuentran en Estados Unidos. Hablo de obras editadas por Conaculta, INAH, INBA, FCE, El Colegio Nacional, Colmex, UNAM y demás universidades, centros de estudios, museos, institutos de cultura, etc., cuya distribución real no rebasa su sede geográfica. Quizá los libros mexicanos más culturalmente relevantes del siglo XX los ha editado la UNAM y el FCE. Esos libros son inaccesibles en la mayoría de este país sin bibliotecas. Tampoco Sanborns o Gandhi los venden. Ni la UNAM o FCE tienen presencia significativa en los estados. Esos libros casi exclusivamente benefician a quienes los compran o consultan en sus sedes. El gobierno y universidades mexicanas publican mucho pero no distribuyen ni resguardan en acervos a lo largo y ancho del país. Los norteamericanos, por su parte, tienen una red consolidada para localizar e introducir los libros mexicanos a su territorio. Por el buen precio de los libros mexicanos culturales o académicos nutren sus bibliotecas y elevan su nivel académico. Se habla frecuentemente de la
CASTA DIVA fuga de cerebros. Pero no de la fuga de libros, otro trabajador migrante; maestro o maestra hecho de papel y tinta. La fuga de libros mexicanos al extranjero es un gran absurdo; y la vida académica mexicana en los estados tiene la forma de la ausencia de esos libros. Los hispanistas, antropólogos, historiadores del arte, sociólogos norteamericanos, y otros, le deben mucho al presupuesto público mexicano. Gracias al dinero de los barrios y pueblos mexicanos, los norteamericanos tienen información especializada, que usan para ser las autoridades de cada rama del conocimiento acerca de México. Con investigaciones, programas y productos financiados por el gobierno y la academia mexicana, es muy difícil que alguien se eduque en Ciudad Juárez o Apatzingán, pero mucho más fácil que se eduque en California o New York. Decir esto quizá moleste a funcionarios mexicanos o académicos norteamericanos, pero es cierto, moleste a quien moleste. Si alguien quiere poner a prueba lo que digo, hagamos un recorrido por todos los estados para localizar, digamos, los 50 mil libros más relevantes que se han editado en México en el último siglo. Veremos que no están en el país; en cambio, si cruzamos la frontera, encontraremos esos 50 mil títulos, y más, muchos más, en bibliotecas al servicio de estudiantes y profesores norteamericanos. Pobre México, tan lejos de sus propios libros y tan cerca de Estados Unidos. L
Avelina Lésper www.avelinalesper.com
L
os presupuestos que maneja la UNAM se hacen con la obligada discrecionalidad y opacidad de un grupo que se desarrolla con “autonomía” y sin rendir cuentas a nadie. La adquisición de obra que, según su Dirección General de Patrimonio Universitario, se llevó a cabo durante el ejercicio 2007 hasta lo que llevamos del 2013, suma un monto de 13 millones 478 mil pesos. Esto parece poco dinero para incrementar el acervo universitario si tenemos en cuenta que para la exposición de Cildo Meirelles trascendió que le invirtieron 8 millones y que el camión de cascajo de Teresa Margolles costó 1 millón 600 mil. Por un lado el presupuesto universitario se agota en montar exposiciones con obras efímeras que no crean acervo, y por otro, está el desequilibrio en el criterio de adquisición. La UNAM ha hecho una causa de la marginación de las artes plásticas de sus museos, y ahora más con la homologación que dictaron Teresa Uriarte y Graciela de la Torre para no dejar sitio a expresiones que no requieran de sus curadores. El criterio de compra evidencia su apoyo a una sola corriente artística y lo hacen con dinero que proviene de los contribuyentes: se está utilizando el erario para posicionar artistas. De esta inversión de más de 13 millones, únicamente 2 millones 702 mil pesos fueron dedicados para adquirir artes plásticas, y eso que entre las obras listadas hay un lienzo blanco de Mónica Castillo por 176 mil que se pudieron haber ahorrado y un busto en bronce que retrata a la madre del ex rector Juan Ramón de la Fuente, con un costo de 80 mil, un homenaje que se pagó con dinero oficial y se inscribió como obra de arte. El resto del dinero: 10 millones 700 mil pesos fueron para adquirir arte VIP, video, instalación, performance. La obra–ocurrencia–chiste, este estilo contemporáneo es de lo más simpático, de Abraham Cruzvillegas, “Flebitis”, la compraron por 182 mil, y son un par de botas con unas peras de boxeador adentro. Por las cobijas de Teresa Margolles que basan su valor artístico en la ficción de que eran para cubrir cadáveres, la UNAM pagó 575 mil tragándose esa historia. De Francis Alÿs, revistas, papeles varios y unos perros metálicos, 1 millón 100
mil. Unas mamparas de metal y concreto y 6 impresiones digitales de Damián Ortega, 1 millón 45 mil. 16 fotos conceptuales, es decir, sin valor estético, de Minerva Cuevas en 297 mil; nada qué ver con los 7 mil 700 que le pagaron por cada una de sus fotos a Pedro Meyer, que sí es fotógrafo. De Gabriel Kuri adquirieron dos piedras y sus recibos del súper mercado en 158 mil y unas placas de mármol con una lata de refresco en 118 mil. A Georgina Bringas le pagaron 58 mil por unas tablitas con mini–DV tape. A Sofía Taboas le dieron un total de 455 mil por objetos como pelotas de plástico y tablas de madera. Un coche forrado de azulejos de Betsabeé Romero, 198 mil. 19 tablas agujeradas de Ricardo Rendón en 260 mil. Fernando Ortega, 460 mil por un video de 2 minutos y un trozo de pared con un mosquito aplastado. Para estas compras no existe un concurso, se adquieren imitando el capricho de una colección privada, con el contubernio de los académicos, los funcionarios y con un Patronato que está de adorno y es utilizado para validar este tráfico de influencias y de dinero. Los museos de la UNAM funcionan sin tomar en cuenta que la generación de conocimiento está en una pluralidad que han desapreciado para imponer su fascismo estético. Respuesta a José Kuri En el catálogo de Gabriel Orozco en el MoMA, usted puede leer los textos firmados por Consuelo Sáizar, Ann Temkin y Glenn Lowry, director del MoMA, en los que hacen énfasis en el “generoso” y gran apoyo de Conaculta y Televisa para la realización de la exposición. La obra de Orozco es básicamente fotografía conceptual que testimonia sus readymade y el resto de sus objetos, según la información del catálogo, no los hace él, los manda hacer a tres talleres distintos. Entonces sí es grave que sus fotografías no se coticen en el mercado como las de otros artistas que también utilizan este medio para testimoniar su obra, como Cindy Sherman, que hace performance, y que una de sus fotografías en Christie´s alcanzó el precio de 3 millones 890 mil dólares. L