Laberinto No. 514

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Laberinto

David Toscana La viga española página 2 Armando González Torres La originalidad y sus enemigos página 3 Heriberto Yépez Leer sin canon página 12 Magali Tercero Manuel Rocha Iturbide página 12

N.o 514

sábado 20 de abril de 2013

La Suave Patria

Víctor Manuel Mendiola Página 4 OCTAVIO HOYOS

Una tarde con Sergio Pitol José Luis Martínez S.

Página 6

MILENIO


02 b sábado 20 de abril de 2013

MILENIO

antesala

La viga española

EX LIBRIS

Eros Enamorado bEKO

DE CULTO

Gabriela Solís b solisc.gabriela@gmail.com

TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

E

sta semana circuló una fotografía de la visita que Rajoy le hizo al papa. Con todo el orgullo del mundo le obsequió una camiseta de la selección de futbol española. ¡Rediez!, diría mi tío el de Logroño. Si Toscana fuese jefe del protocolo español, se habría asegurado de que el primer ministro cargara con una bonita edición de Don Quijote. Tome, su Santidad, y aprenda un poco lo que es convertirse en un héroe en estos días; aprenda lo que es sacrificarse por otros, no de palabra, sino de acción, aprenda lo que es deshacer agravios, enderezar entuertos y enmendar sinrazones. El papa, por supuesto, aceptó muy contento la camiseta; más contento que si le hubiesen llevado incienso y mirra; y mucho más agradecido que Juan Pablo II cuando un brasileño le regaló un burro. ¡La kurwa que me parió!, dijo el pontífice recurriendo a su natal polaco. Llévate ese animal de aquí. Y Benedicto XVI, para evitar regalos que rebuznen o mujan, se encargó de desterrar burros y bueyes de los nacimientos, sin reparar en los artesanos que viven de hacer esas figuritas ni en los villancicos que los mencionan. Pero volviendo a Rajoy y su regalito… Once chicos que se tiran al suelo y lloriquean si algo les duele son ahora los embajadores de ese país que de este lado del mundo conocimos por sus hombres barbados y bien bragados. Es obvio que España está viviendo un proceso de desprestigio crónico, pérdida de orgullo y hombría. Apenas en el deporte se han mantenido arriba. El año pasado, Rajoy firmó a las prisas con los ejecutores europeos el rescate o hundimiento de su país porque ya le andaba

por tomar un avión rumbo a Varsovia. En esa ciudad estaba lo que en verdad importa: un partido de futbol entre su selección y la italiana. Entonces declaró: “Me voy a la Eurocopa tras haber resuelto la situación”. Habrá que ver qué entiende el hombre por “resolver”. En esta cuesta abajo, su rey pasó del soberbio “¿Por qué no te callas?” al humilde “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Y la familia real emigró de las revistas glamorosas para instalarse en las páginas amarillas. Uno echa un vistazo a los periódicos de la madre patria y se topa con una ristra de situaciones que conocemos muy bien: corrupción, desempleo, tráfico de influencias, impunidad, comercio ilegal, indocumentados, brutalidad policiaca, rapiña financiera, políticos magnamente asalariados, legisladores cínicos, más impunidad… Además, con un toque de capitalismo inhumano, pues en México se corrigió pronto el problema de los deshaucios. Y los españoles, que de por sí nunca han tenido inclinación a la felicidad, lucen más sombríos que de costumbre. Tan alicaídos se encuentran, que aquello que nosotros todavía conocemos como “orgullo” o “prestigio” o “reputación” o “imagen”, ellos han bautizado con el vulgar nombre de “marca”: la Marca España, le llaman, poniendo el nombre del país a competir con Yves Saint Laurent, Porsche, Armani o quizás con McDonald’s, Corona o Fruit of the Loom. Lo natural, en esta época de paradojas, es que quienes impulsan la marca son precisamente quienes más hacen por devaluarla. Sí, señor. Hoy Toscana amaneció con ganas de ver la viga en el ojo ajeno. L ESPECIAL

ESPECIAL

Cormac McCarthy

La sordidez de lo preciso

E

n el arte abundan historias de cómo el éxito comercial llega a gente con pocos méritos o con una obra que, más que profundizar, se aprovecha de modas efímeras. Sin embargo, también hay historias como la de Cormac McCarthy, un escritor cuyo compromiso con la literatura redituó en una merecida, aunque no buscada, popularidad. McCarthy se inscribe en esa tradición de literatos que escriben por una evidente vocación y con una emoción que no puede ser falseada, pero que cuando la fama llega a sus manos no saben muy bien qué hacer con ella. Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933) tiene en su haber diez novelas y un par de obras de teatro. Aunque ganó algún premio de escritura en la universidad, McCarthy parecía intuir que terminar o no los estudios no tenía que ver con seguir escribiendo: él escribía con independencia de la situación. Escribía siempre. Dejó la universidad y consiguió trabajo como mecánico. Entonces empezó su primera novela, The Orchard Keeper. Una vez terminada, la envió a la editorial Random House porque “era la única casa editorial que conocía”. Ahí ocurrió una afortunada coincidencia: la de cuando una obra artística se encuentra con unos ojos que saben apreciarla. La novela cayó en manos de Albert Erskine, quien fue por mucho tiempo el editor de William Faulkner. McCarthy comenzó a publicar en 1965, sin mucha preocupación por el éxito comercial pero recibiendo críticas favorables. Se mantenía alejado de los reflectores, viviendo de becas: ganó la de la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos, la de la Fundación Rockefeller, la Guggenheim para escritura creativa y la Beca MacArthur. Todo ello antes de obtener su primer gran éxito editorial, All

the Pretty Horses, publicada en 1992. El éxito llegó en forma de 190 mil ejemplares vendidos en los primeros seis meses después de la publicación. Aunque después vinieron más premios y éxito –las ficciones McCarthyanas han sido merecedoras de premios como el Pulitzer y también han sido trasladadas a la pantalla grande; No Country for Old Men ganó el Oscar a Mejor Película en 2007. McCarthy solo ha dado dos entrevistas en su vida y se sabe bien poco de él: que su novela favorita es Moby Dick, que no le gusta Henry James y que detesta hablar sobre literatura y escritura. Vale la pena pensar acerca de la cultura de la cual proviene un escritor. El arte estadunidense refleja las dos características que definen a esa nación: son prácticos (hacen) y son pragmáticos (solo vale aquello que funciona). Su literatura, entonces, es precisa, concreta; lenguaje y realidad se moldean uno a otra y la lengua de cada pueblo refleja su modo de entender el mundo. En McCarthy no hay sino diálogo y acción: a las personas se les conoce por lo que dicen, pero sobre todo, por lo que hacen. Es un autor que no presenta juicios morales: describe, con asepsia casi quirúrgica, sucesos atroces, andares perversos. En la buena literatura, el lenguaje siempre está al servicio de la historia. McCarthy cuenta historias sórdidas, de personajes que tienen una ética que no pasa por los valores tradicionales, de hombres que dejan a la suerte de un volado de cara o cruz el matar o no a alguien, de hambreados que se comerían a un niño sin remordimientos. Cormac McCarthy, con su escritura telegráfica y su rechazo a las entrevistas, parece decir que para narrar este mundo apocalíptico lo que se necesita son pocas palabras. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Rajoy y la camiseta

Xavier Velasco

El corazón es la única zona de tolerancia.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


sábado 20 de abril de 2013 b 03

LABERINTO

antesala

20 apuntes

antes de dormir

La originalidad y sus enemigos

La sensación del amor, de la eternidad y de la muerte se combinan en las noches, cuando los silencios se adueñan del pensamiento POESÍA

ESCOLIOS ESPECIAL

Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

H Elizabeth Cazessús

Ceremonia

Á

mame bajo el sol de la noche Que tus yemas jueguen con el aliento de nuestros cuerpos desnudos Haz de tus versos el néctar que mis labios beban con ansia Incuba en mí el tejido amoroso de tus palabras El vino de tus deseos.

Apuntes antes de dormir

N

o moriré dormida, porque el sueño es mi vivir Y no moriré a tu lado ni me verás morir El silencio me envuelve entre nubes Y transito latitudes desnuda No moriré en la tierra fecunda que aguarda tus pasos Y que se alejan hacia la otra orilla Mientras hago una historia de retazos una ventana por donde se asome el alba Yo no moriré mañana tampoco moriré sin ti. Arcilla soy y arcilla eres con el latido del mismo eco que nos hizo eternos

ESPECIAL

E

lizabeth Cazessús nació en Tijuana, B.C., en 1960. Es poeta, perfomancera y profesora de educación primaria. Ha presentado espectáculos dancístico–literarios, así como performances poético–musicales en todo México. Fue editora, de 1985 a 1989, del suplemento cultural Imagen del periódico El Heraldo de Tijuana, y becaria del Fonca como creadora con trayectoria en 1998. Entre sus libros se encuentran Ritual y canto (poesía, 1994), 20 apuntes antes de dormir (poesía con música de Jorge Peña, 1998), Huella en el agua (poesía, 2000) y Mujer de Sal (poesía, 2000).

ace poco observé una incómoda escena en que dos poetas discutían: uno, flaco, nervioso, con rictus de sufrimiento estético, le reclamaba a su interlocutor que le “devolviera” la imagen que le había plagiado; el otro, gordo, granujiento, caracterizaba la historia poética como una sucesión de atracos y le decía que él había utilizado mejor la imagen en disputa y, por lo tanto, ya era suya. El 23 de abril se celebra el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor. Los dos escritores que se evocan ese día, Shakespeare y Cervantes, representan las ambigüedades de la autoría: el primero, fantasmagórico inventor de lo humano; el segundo, imitador e imitado que, en respuesta a la copia de su personaje, da un giro revolucionario al enfoque de la escritura. La autoría se celebra cuando, desde diversos frentes, es sometida a debate. En décadas recientes, la copia, la apropiación, el pastiche, la intervención, el reciclaje y otras formas de lo “no creativo”, incluyendo el robo a secas, han avanzado como método de producción artística. En la vindicación de la escritura no creativa se utilizan argumentos contundentes: que el arte gira en torno a la glosa de unos cuantos temas; que genios como Shakespeare y Cervantes escribieron a partir de sustratos comunes y francos préstamos y que la noción de originalidad y derechos de autor es una invención reciente, tendiente a prestigiar la figura del artista y privilegiar la circulación y mercantilización de sus productos. Esta concepción pretende romper con estereotipos de lo creativo, cuestionar el espacio artístico convencional como coto de poder y democratizar la creación, abriéndola a los nuevos

métodos que posibilita la tecnología. Por supuesto, la originalidad es una abstracción y la creación proviene de influencias, asimilaciones e imitaciones más o menos conscientes; sin embargo, el ideario de lo no creativo, que afirma oponerse tanto al mecanismo capitalista del copyright como al protagonismo romántico de la originalidad, deja dudas. Por un lado, la apropiación de otros textos como método de producción no es tan contrario como parece a los imperativos del mercado y, de hecho, puede ser un facilitador para que muchos acaben sus obras más pronto y las entreguen a imprentas y librerías ávidas de novedades. Igualmente, con contadas excepciones, la mayoría de los denunciantes de la figura ensoberbecida del autor romántico, no desaparecen en el anonimato, sino que aprovechan al máximo la celebridad, cobran derechos de autor por sus “re– contextualizaciones”, ofrecen cátedras en la academia que desprecian e incurren en las formas más chabacanas de cortesanía política (véase a Kenneth Goldsmith, adalid de lo anónimo y no creativo, recitando en la Casa Blanca). Ante un fenómeno tan ambivalente, quizá lo mejor es usar el sentido común: hay que afinar la intuición para ver las formas liberadoras e inspiradoras de lo no creativo, sin rendirse a sus estafas. L

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04 b sábado 20 de abril de 2013

literatura

Villaurrutia no quiere ver

“La Suave Patria” En los próximos días comienza a circular una nueva edición del célebre poema de López Velarde, acompañada de la adaptación al inglés por Jennifer Clement. Con autorización de El Tucán de Virginia, presentamos un fragmento del ensayo introductorio del editor, quien recupera la valoración poética del autor zacatecano ENSAYO ESPECIAL

Víctor Manuel Mendiola

E

l primer estudio general y una de las explicaciones más lúcidas del significado de la poesía de López Velarde es — aún hoy y después de los textos esclarecedores de varios de sus críticos— el ensayo de Xavier Villaurrutia.1 Este análisis nos deja entender cómo había sido leída la obra del poeta de Jerez hacia 1935, cuando su difusión era ya muy grande, y nos permite comprender también el carácter íntimo, complejo, asimétrico e innovador de la poesía que encontramos en La sangre devota, Zozobra y El son del corazón. Villaurrutia nos alerta contra el yerro de transformar una poesía misteriosa en una lírica accesible. En esta dirección, nos hace vislumbrar el peligro de caer en lo que él llama “una admiración gratuita y ciega”, que acepta un texto más por el contagio y por la creación de una idea superficial de fácil entrada —al gusto del público o al gusto de la retórica en boga—, que por la lectura a fondo y el entendimiento riguroso. En realidad, Villaurrutia repudia el mito del poeta nacional y repele el lugar común de los sentimientos simples como una forma de entender al poeta de “Día 13”—trivialización a la que aludiría un poco más tarde Jorge Cuesta. A lo largo de todo el ensayo, Villaurrutia insiste en “las influencias” fundamentales de la poesía de López Velarde, que el propio autor de “Te honro en el espanto” ya nos había descubierto en el ensayo crítico dedicado a mostrar la significación del gran poeta argentino, “La corona y el cetro de Lugones” —Díez–Canedo también detectó estas relaciones con mucho ojo en 1921. Villaurrutia nos muestra la necesidad “de bucear en los abismos del cuerpo en que el hombre ha ido ocultando al hombre”. Estos parentescos o ascendientes —la hermandad con Baudelaire y la afinidad y reelaboración de Góngora, Herrera y Reissig, Laforgue y Lugones— son imprescindibles, porque trazan no solo una genealogía sino una atmósfera y un destino espiritual. Quizá también dejan atisbar, si nos atrevemos a ir más lejos y tratamos de precisar varias concordancias significativas, una identidad moral y estética no solo con Charles Baudelaire sino también con Edgar Allan Poe. A través del vínculo con el autor de Las flores del mal, hay algo más que solo un eco de la morbidez del creador de “El pozo y el péndulo” y “El gato negro”, sobre todo si consideramos las traducciones de Enrique González Martínez de “The Raven” —casi seguro López Velarde las conocía— y observamos el carácter enfermizo en común entre “Berenice”, por un lado, y “Tus dientes” o el “Sueño de los guantes negros”, por el otro. Los textos de ambos poetas —y prosistas— crean extraños personajes malsanos y el mismo fetichismo escatológico. También coinciden en cierto vocabulario melancólico y lúgubre, y comparten palabras que podemos llamar singulares o palabras estigma de un universo compartido, como los vocablos “pozo”, “gato” y, muy en especial, “cuervo”. Estos términos ocupan un lugar central en el escritor de Baltimore, pero también tienen una presencia notable en la obra del poeta de Jerez. Desde luego, Poe tiene, sobre todo, un cariz fantástico y un suspenso de terror —lo religioso casi no aparece— y López Velarde nos ofrece un vaivén noctívago, a veces con humor negro —no necesariamente excluye el miedo— y avasallado por un espíritu de devoción y referencias bíblicas. El exotismo del primero es cosmopolita, afiebrado, suntuoso y salpicado de un racionalismo puntilloso; y, el del segundo, “aldeano”, en un equilibrio tirante, con una intensa finura sin excesos fastuosos —más bien un lujo profundo—2 y con extrañas reflexiones siempre en contrapunto. Poe se extravía en un estado de alucinación y López Velarde en una cavilación mitad herética y mitad fervorosa que es puro erotismo. Además, el romanticismo de Poe, su culto a la noche, siempre es caótico y nebuloso, mientras que el de López Velarde tiene una rara precisión de claroscuro. Esta diferencia seguramente proviene de la presencia de la negrura iluminada característica del barroco.3 Sin embargo, uno y otro se encuentran tanto en el fetichismo como en la escatología; ambos participan en la atracción erótica, tenebrosa y casi maligna; ambos tienen, por lo menos en parte, las mismas palabras estigma; ambos persiguen el amor desaparecido y ambos resuelven esta ausencia en la proximidad de la escoria, de la carroña del ser amado —igual que su intermediario Baudelaire.

El poeta de Jerez

De este modo, el aún joven crítico Villaurrutia analiza el sentido primario de los poemas más destacados de la obra de López Velarde, los coloca en su difícil sitio original, en su contradictoria asimetría tan precisa y prepara las condiciones de una lectura más ardua, pero mucho más eficaz. No deja de lado nada importante o no deja casi nada, porque de un modo curioso, no aborda el tema de algo que era insoslayable y que necesitaba una explicación o, por lo menos, unas cuantas palabras: “La suave Patria”. En el ensayo, Villaurrutia no alude a ella por medio de ninguna mención directa o de la citación de algún verso. No invoca el nombre legendario del texto que todo mundo conoce y que una política cultural del gobierno había difundido de manera amplia. Ni siquiera lo banaliza como una composición menos significativa, como había hecho Torres Bodet. ¿Lo consideraba un texto malo o marginal? ¿Era para él una pieza inflada de un modo artificioso? ¿Su excesiva difusión señalaba un defecto? ¿La composición resultaba prescindible en un análisis riguroso de la obra poética de López Velarde? Y en otro plano de preguntas: ¿El largo poema se insinúa, de otra forma, en el ensayo de Villaurrutia? ¿En una clave distinta, Villaurrutia comenta este texto? Tal vez sí.


sábado 20 de abril de 2013 b05

literatura ENRIQUE ESTRADA/CORTESÍA EL TUCÁN DE VIRGINIA

Al hablar de la gloria del poeta muerto a temprana edad y con una obra realizada, llena de plenitud vital y literaria, Villaurrutia se queja, inconforme, de que López Velarde extravía, en la exaltación de una lectura rápida y fácil, su fuerte carácter y el temple poliédrico, irregular y complejo. No lo dice, pero podemos deducir y entender que en este facilismo, López Velarde pierde —según Villaurrutia— la intensidad baudelaireana. Él nos hace ver que la obra había sido contemplada desde una visión “demasiado esférica y precisa, demasiado simple”. Villaurrutia en este momento —podemos suponer— está hablando de “La suave Patria”. Esto es presumible cuando dice: “De su obra se ha imitado la suavidad provinciana de la piel que la reviste”.4 Así, Villaurrutia roza el largo poema —prendido en el nombre cívico y corregido por la sorpresa del adjetivo leve—, roza el título, se aproxima una sola vez a la palabra crucial y la deja caer —y resaltar— por unos segundos. Esa palabra es la voz “suavidad”, pero la revela para mostrarla como parte de un malentendido, de un engaño, de “una admiración gratuita y ciega”. Al paso, en la transformación del adjetivo en sustantivo, en el roce de una palabra por otra, la señala y —podemos presentir— la reprueba.

Villaurrutia se queja, inconforme, de que López Velarde extravía, en la exaltación de una lectura rápida y fácil, su fuerte carácter y el temple poliédrico, irregular y complejo

El magnífico ensayo de Villaurrutia es una vuelta a lo que él considera el meollo de la poesía de López Velarde —en términos de influencia, a la huella de Baudelaire; en términos de operación de impronta personal, a las extrañas dualidades; y, en términos estéticos, a la manera peculiarísima de asumir el barroco y el simbolismo— y una crítica de “La suave Patria” —una crítica por omisión. O una crítica que, al ignorar la admiración colectiva, la señala y trata de desvanecerla. Villaurrutia, diciendo sin decir, se suma a la opinión de Torres Bodet, Eduardo Colín, Rafael Solana y a la de todos los que se expresaron, antes y después, de ese modo. Es como si Villaurrutia pensara que en este poema lo poliédrico, irregular y complejo no estuvieran presentes o, si lo están, solo lo estuvieran de una manera incompleta, muy exigua y defectuosa. Y que por la misma razón la cercanía con Baudelaire también se hubiera diluido. La desaparición del poeta maldito francés no es la desaparición de una influencia. Es el desvanecimiento de un espacio estético y de su inteligencia. El lector —si se da cuenta— queda insatisfecho y después perplejo de la carencia de un análisis, de una nota, de una referencia al largo poema y, si lo piensa, puede sentir además que hay una declaración oblicua. Tal vez Villaurrutia afirma, de una manera velada, que es necesario salvar a López Velarde de su popularidad, en concordancia con la opinión de Torres Bodet y Solana, o de su “nacionalismo” o de su “claridad”, en consonancia con Gorostiza, no hablando precisamente de ellos, poniendo en cuestión el facilismo de la “admiración gratuita y ciega”, responsable de la creación de un López Velarde que no existe o que no es, por lo menos, profundamente él. En este poema ¿falta el carácter fuerte del lenguaje de López Velarde? ¿No hay álgebra? ¿Tampoco tiniebla? ¿Falta su inesperado estilo y su voluntad de exactitud? ¿Carece de Baudelaire? ¿El sentimiento patriótico que lo embarga, lo disminuye?

COMENTARIOS A VERSOS CENTRALES DE “LA SUAVE PATRIA” Navegaré por las olas civiles con remos que no pesan, porque van como lo brazos del correo chuan que remaba la Mancha con fusiles.

Francisco Monterde “Quien sepa de las lecturas de novelistas galos —fraternalmente compartidas con Enrique Fernández Ledesma—, advertirá [...] que el poeta civil recuerda una página de Barbey d’Aurevilly, cuando habla del correo de los chuanes: toque de exotismo, singular en el posmodernista.”5 Juana Meléndez “Después de expresar la intención de ‘arrancar a la epopeya un gajo’, el poeta desarrolla su propósito: ‘navegaré por las olas civiles/ con remos que no pesan’ o sea que no obstante la actitud épica que aparece en la obra, ésta no será una pieza discursiva y retórica ya que empleará sus propias armas o sean las del artista, del creador. ‘Como el correo chuán.’ He aquí el único elemento exótico que emplea el poeta: ‘chuán’.”6 Eugenio del Hoyo “Fue mi padre, gran lector y muy conocedor del romanticismo francés y que leyó lo que leyó López Velarde, quien me entregó esa clave que él encontró (y no Don Francisco Monterde García Icazbalceta, a quien yo se la comuniqué en una visita que hizo a Zacatecas). [...] Dicha clave se encuentra en una novelita de Barbey d’Aurevilly, titulada Le Chevalier Destouches; en español La virgen viuda. La trascendente y preñada metáfora la tomó López Velarde de dicho escritor [...] a fines del siglo XVIII, durante la guerra civil y religiosa que dividió a Francia: en la Bretaña, en la Vendeé y el Contentín, donde peleaban los bravos ‘chuanes’, (palabra de la lengua bretona que significaba mochuelo; se les llamaba así por haber adoptado como señal en sus incursiones nocturnas, el chirrido de la citada ave). Nos dice Barbey en esa novela: ‘Hombres decididos (estos chuanes) atravesaban el mar (en el Canal de la Mancha) dirigiéndose a Inglaterra en demanda de ayuda y de instrucciones (de sus jefes, allí refugiados); y entre estos hombres distinguíase uno por la audacia, la serenidad y la destreza [...]: era el caballero Destouches’. [...] Y he aquí el incidente en que se inspira López Velarde: ‘... (un caballero chuán, apodado Jacques), había venido desde Guernesey (en la costa inglesa) hasta la costa de Francia con una misión delicadísima que los príncipes (en el destierro) le confiaron; y vino en el bote de Destouches que, pudiendo apenas sostener a un hombre solo, estuvo cien veces a punto de zozobrar bajo el peso de los dos. Para suprimir toda la carga inútil, habían remado con sus propios fusiles’.”7 Juan José Arreola “Aquí Ramón utiliza, una vez más, una erudición que va y viene sin cesar entre la historia y la novela: hace poco, tal vez el año pasado, leyó Los chuanes, la novela en que Honorato de Balzac refiere y deforma artísticamente, como siempre, algunos episodios de la infinita historia de Francia.” 8 Allen W. Phillips “La alusión recuerda a Barbey d’Aurevilly y cierto libro suyo que trajo de París don Jesús López Velarde, hermano del poeta.” 9

Editor* Aunque Ramón López Velarde pudo conocer la novela de Balzac Los chuanes, es claro que el poema “La suave Patria” alude a la novela Le Chevalier Destouches de Barbey d’Aurevilly, ya que la anécdota del uso de fusiles en vez de remos se encuentra en este último texto. Sin embargo, no es claro si Ramón López Velarde leyó una versión directa, en francés, en el ejemplar que trajo, probablemente, de París el hermano del poeta, o si leyó una traducción, La virgen viuda. La coedición de Cultura SEP/Siglo XXI, coordinada por Sergio Pitol y Margo Glantz, es una versión incompleta donde faltan muchos párrafos. Es importante este hecho, porque varios de los pasajes omitidos contienen otra palabra significativa para intentar una mejor comprensión del poema: la palabra delfín. En Le Chevalier Destouches este término aparece al menos 13 veces. En varias ocasiones significa el nombre del cetáceo, en otras tiene un valor mitológico y, por lo menos una vez, indica el nombre del hijo del rey de Francia. En la novela mencionada, Balzac ubica el origen de la palabra chuan: viene de los gritos —a imitación de una lechuza— que los hermanos Cotterau, unos contrabandistas, usaban para comunicarse entre ellos. Balzac explica: “De ahí les vino el apodo de Chuin, que significa lechuza o búho en el dialecto de la región. La palabra corrompida sirvió para nombrar a quienes en la primera guerra imitaron los gestos y señales de aquellos tres hermanos.” 10 *(VMM) L 1 X. Villaurrutia, "Ramón López Velarde", Obras, México, FCE,

1974, p. 641. 2 Rafael López dice con perspicacia: “Su lujo era más profundo”. Véase Rafael López, “Ramón López Velarde” en México Moderno, núms. 11-12, México, 1 de noviembre de 1921, p. 267. 3 Tal vez el gusto que tenía López Velarde por vestirse de negro sea no solo una moda romántica y de época, sino también un gesto barroco; no solo una manera de estar de luto, sino también un modo de producir en su persona un contraste. Carlos Pellicer, en su poema sobre López Velarde, piensa que la manera peculiar del atuendo que llevaba el poeta de Jerez, “vestía siempre de negro”, era una forma de auto compadecerse, “cual si llevara luto por sí mismo”. López Velarde tal vez sintió, como se puede ver en su ensayo sobre Lugones, que su poesía tenía como un antecedente esencial a Góngora. En el barroco encontró el primer vislumbre de las “ecuaciones psicológicas”. Podemos sospechar que su gusto por la oscuridad y los contrastes proviene, en parte, de esta estética. 4 X. Villaurrutia, op. cit, p. 645. 5 F. Monterde, "La suave Patria de López Velarde", en Comentario Final de Francisco Monterde, México, UNAM, 1944, p. 132. 6 J. Meléndez, La suave Patria, México, Depto. de Bellas Artes del Gobierno de Jalisco, 1971, p. 56. 7 Eugenio del Hoyo, Glosas a La suave Patria, México, Ediciones de la Diócesis de Zacatecas, 1988, pp. 22-23. 8 J. J. Arreola, Ramón López Velarde, México, Fondo Cultural BANCEN, 1988 p. 96. 9 A. Phillips, Ramón López Velarde, el poeta y el prosista, México, Gobierno del Estado de Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, UAM, INBA, 1962, p. 190. 10 Honorato de Balzac, La comedia humana, t. III, Madrid, EDAF, 1970, p. 1509.


LABERINTO

"Contar cosas reales y deshacer y al mismo tiempo potenciar su realidad ha sido mi vocación" (El arte de la fuga)

Una tarde con

Sergio Pitol Escritor infatigable; apasionado traductor de Jane Austen, Joseph Conrad, Ford Madox Ford, Henry James, Anton Chéjov y Boris Pilniak, entre otros autores; lector insobornable, melómano, viajero y, sobre todo, hombre sencillo y generoso, el autor de Vals de Mefisto es figura referencial de la literatura mexicana contemporánea, cuya obra ha sido ampliamente reconocida a nivel mundial. La siguiente crónica captura su vida cotidiana en Veracruz: la rutina, sus aficiones, algunas remembranzas José Luis Martínez S.

A

las cinco en punto toco el timbre de la casa de Sergio Pitol, para una cita acordada a través del poeta veracruzano José Homero. Abre el chofer, me pasa a la sala y unos minutos después aparece el maestro, vestido con pantalón vaquero, camisa a cuadros azules y blancos, una playera negra debajo, y tenis grisáceos. Me extiende la mano y me invita a seguirlo al estudio, en la planta alta. Me ofrece un café y le explico el motivo de la visita: conocer cómo trabaja. Unos minutos después se reúnen con nosotros su asistente Roberto Culebro y el fotógrafo Octavio Hoyos. ◆◆◆ Han pasado veinte años desde que Sergio Pitol decidió vivir en Xalapa. Construyó su casa en el centro y el jardín en la localidad de Briones, en el municipio de Coatepec, a varios kilómetros de distancia. Ese jardín, en el que solía pasear con sus perros Sacho y Diana, es —en palabras de Anamari Gomís— “una irrisión vegetal de pinos y de árboles tropicales, de magnolias esplendorosas que florecen dos veces al año frente a la ladera silvestre de un

cerro. En medio de todo el concierto de plantas se levanta, como una mandala que mira al cielo, una inmensa corona de bambúes”. Por eso Pitol se confunde cuando Octavio Hoyos le pregunta si puede tomarle unas fotos “en el jardín”. Al señalarle la parte trasera de la casa, poblada de flores y enredaderas, se ríe y dice: “Ese es el patio”. El jardín —el de Briones— tiene una casa pequeña y ahí permanecía Pitol de lunes a viernes, con sus perros, leyendo y escribiendo. Los fines de semana volvía a Xalapa para encontrarse con sus amigos. Ahora casi no lo frecuenta. Al preguntarle por qué, responde con lentitud: —Tengo ochenta años. Pero no es la edad lo que le impide salir con más asiduidad de su casa, sino la enfermedad. Tiene dificultades para hablar y sigue una terapia estricta, que implica visitas cotidianas al médico. Durante la charla, en ocasiones se desespera y se lleva los dedos a los labios para indicar la imposibilidad de expresarse, pero con la ayuda de Roberto Culebro la conversación continúa. ◆◆◆ En uno de los apartados de El mago de Viena, Pitol anota: “El escritor sabe que su vida está en el lenguaje, que su felicidad o su desdicha dependen de él”. El lenguaje es un prodigio, dice en el mismo libro. Por eso se esfuerza en recobrar la capacidad para comunicarse oralmente, que comenzó a perder, le dijeron especialistas cubanos, “por fatiga o temor a las vicisitudes de la vejez”.

Esta tarde en su casa nos permite asomarnos a su trabajo, a la disciplina que pone en su recuperación. Roberto cuenta cómo es un día en la vida del maestro. En la mañana lee los periódicos nacionales y extranjeros. Después acude a sus terapias, regresa, toma una siesta, y más tarde se juntan para leer y responder la correspondencia. “Últimamente —refiere— hemos comenzado a revisar los archivos. Estamos separando el material sin publicar y aquel que no ha sido incluido en libros, del que ya está publicado. Es una primera selección para luego corregirlo”. En la noche, como parte de su terapia, ven ópera y realizan ejercicios con la palabra y la música. —¿Desde cuándo lo hacen? Roberto se dirige al maestro: “Hace un año más o menos comenzaste con la ópera, ¿verdad?” Él asiente con una sonrisa. La risa es algo que está presente durante casi toda la visita. Sergio Pitol no es solo uno de nuestros más grandes autores, sino también un hombre generoso y alegre. “Es una pasión que tiene desde hace muchos años”, continúa Roberto, quien vuelve la mirada a Pitol: “con eso del tratamiento comenzaste a ver otra vez ópera de manera compulsiva, ¿no es cierto?” También lee mucho sobre ópera —agrega—, incluso ejercicios para cantantes. —¿Y canta? Pitol hace un gesto de asombro y todos reímos. —¿Cuáles son sus cantantes favoritos? El maestro se levanta, abandona el estudio y regresa poco después con tres videos: ManonLescaut con Plácido Domingo, I Puritani con Ana Netrebko y Salomé con Teresa Stratas. Más tarde en la sala de televisión, con cientos o tal vez miles de óperas y películas en video en los estantes, veremos un fragmento de I Puritani, con la Netrebko, impresionante por su belleza y su voz. —Es muy hermosa —le murmuro a Pitol. Dice que sí con un ligero movimiento de cabeza, sin despegar los ojos de la pantalla. ◆◆◆ La casa de Sergio Pitol es amplia. La fachada está pintada de amarillo y el interior de blanco. Los cristales dobles de las ventanas impiden el paso del ruido y le permiten leer, escribir o ver óperas o películas con total tranquilidad. Todo en ella se encuentra en perfecto orden. Hace varios años murieron sus perros, primero Sacho y luego Diana, por lo que adoptó a Lola, una labrador, y Homero, cruza de collie y golden. Ellos se mueven por la casa a su antojo y nos acompañan en gran parte de la reunión.


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de portada FOTOS: OCTAVIO HOYOS

El mago de Xalapa Sergio Pitol Demeneghi nació el 18 de mayo de 1933. Licenciado en Derecho por la UNAM, fue agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga. Traductor, ensayista, cuentista, novelista, ha sido distinguido con numerosos premios, entre ellos el Xavier Villaurrutia en 1981 por Nocturno a Bujara, el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 1999 y el Cervantes en 2005. En su obra destacan títulos como Infierno de todos, El tañido de una flauta, Juegos florales, El desfile del amor, Domar a la divina garza, La vida conyugal, El arte de la fuga y El viaje.

—¿Siempre ha tenido perros? —Sí, desde niño —responde Pitol. Con Roberto Culebro y Octavio Hoyos, recorremos la casa construida en desniveles. Nos muestra las ediciones originales de sus primeras publicaciones: una plaquette con dos cuentos editada por Juan José Arreola en Cuadernos del Unicornio, Tiempo cercado, primer y único título de una colección de escritores jóvenes ideada por José de la Colina, e Infierno de todos, que apareció cuando tenía tres años de haber emprendido un viaje por Europa que iba a durar unos cuantos meses pero se prolongó por casi tres décadas. En una mesa está su título de abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México. —Era muy joven —le digo. —No tanto —comenta—, y Roberto aclara que ya tenía 34 años cuando se recibió. En un librero de su recámara están las traducciones de sus libros al inglés, italiano, alemán, coreano, chino, japonés, hebreo y turco, entre otros idiomas. En otro espacio se encuentran más libreros y una mesa donde suelen trabajar estudiantes que se ocupan de su obra. Sobre el escritorio de su estudio están alineados algunos carritos pintados como taxis de Xalapa y en una pared un mural con fotografías de sus escritores favoritos, esos excéntricos a los que tanto alude en sus textos: Kafka, Gógol, Sterne, Gombrowicz, etc. —¿Extraña a sus amigos? ¿A Monsiváis, a José Emilio? No responde y con la mirada busca a Culebro, quien dice: —Acá también tiene amigos, personas que fueron sus alumnos y ahora son maestros. Los sábados varios de ellos vienen a ver ópera; atrae a toda la gente que está a su alrededor. —¿Le gustaba dar clases? —Mucho, mucho —dice entusiasmado. Al mencionarle que algún tiempo di clases en la UNAM, tocándose el pecho con el índice de la mano derecha, expresa sonriendo: —Yo también. ◆◆◆ Sergio Pitol ha sido un viajero legendario. Recorrió y vivió en Europa 28 años. La lista de países que conoce es extraordinaria, sin embargo

ahora rara vez abandona Xalapa. En México realiza viajes de dos o tres días cuando mucho y en pocas ocasiones acepta invitaciones al extranjero, porque no quiere alterar el ritmo de sus terapias. Visita, eso sí, las librerías cercanas y asiste a exposiciones como la que en estos días ofrece la Pinacoteca de Xalapa, con obras de Carlos Mérida, Vicente Rojo y Gunther Gerzso, entre otros. —¿Ha escrito algo últimamente? —Por ahora solo estamos revisando los archivos y corrigiendo algunos textos —contesta Roberto. —¿Y qué han encontrado en los archivos? Pitol se ríe y exclama: ¡Uf! —Hay conferencias que se dieron en Alemania, Polonia, Italia, México y otros países —explica Roberto—. Apenas encontramos una sobre Cervantes, aunque en sus libros lo menciona con frecuencia, no hay un solo ensayo dedicado a Cervantes. También encontramos otra sobre Fortunata y Jacinta, de Galdós. De una carpeta, Pitol saca unas hojas y se las entrega a Roberto, quien explica: “Este el prólogo de Cuentos de una vida, este es el Ensayo sobre la novela policial, que está sin publicar. Hay otros textos en los que aborda el problema de la identidad, de la nacionalidad, de la globalización. Todos tienen tachaduras, correcciones, anotaciones. “Los estamos revisando, corrigiendo, y ya él decidirá si son lo suficientemente buenos para componer un volumen”. —¿Quién lo acompaña en esta casa? —Manuel Jiménez está aquí siempre…. Están también el chofer Guillermo Perdomo y la cocinera Antonia Romero. Yo llego como a las cinco. Platicamos un rato y después comenzamos a trabajar;

nos organizamos dependiendo de lo que sea más urgente. Por ejemplo, ayer (martes 9 de abril) llegaron los prólogos de la Colección del Estudiante Universitario, que dirige el maestro en la Universidad Veracruzana, y comenzamos a revisarlos. Algunos requieren una corrección mayor, otros prácticamente nada. Él selecciona a los autores, a la gente que hace las portadas, los prólogos, y lo revisa todo con la ayuda de Agustín del Moral, que dirige las publicaciones de la universidad. Ya están por salir varios títulos, algo del teatro de Lorca, las Memorias del subsuelo de Dostoievski, la Caballería roja de Isaak Babel, unos cuentos de Hoffmann… Pitol interrumpe el recuento de su asistente, levanta una mano y dice: “El tuyo”. “Ah, yo también —comenta Roberto—. Gracias a la generosidad del maestro pude publicar un prólogo sobre Luigi Pirandello en esta misma colección." ◆◆◆ Excepto por sus problemas para hablar, Sergio Pitol está en perfecta forma. Sube y baja las escaleras de su casa, toma café y fuma con obstinación. Alguna vez recurrió a un hipnotista para que lo alejara de esa adicción, pero el fracaso es evidente. Después de casi dos horas de pasear por la casa, de revisar sus libreros, de conocer una mínima parte de su archivo, de ver unos minutos de ópera, pregunta: “¿Ya?” —Ya, maestro —le digo—, solo fírmeme este libro, por favor. Llevo varios pero únicamente le extiendo un ejemplar de El mago de Viena. Despacio, con letra incierta pero sin detenerse, escribe una dedicatoria. Después nos acompaña a la salida, donde posa para las últimas fotografías de la tarde. L


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MILENIO

en librerías Imanol Caneyada

Un amigo “Nos es muy de los amigos fácil olvidar” El autor de origen español nos habla de su nueva novela, donde captura en detalle a gobernantes, detectives y narcotraficantes

ENTREVISTA RESEÑA Roberto Pliego robertopliego61@gmail.com

É

lmer Mendoza está de regreso; atrás quedó Firmado con un klínex y su falta de naturalidad. Y con él también está de regreso El Zurdo Mendieta, el veterano policía que ya sobrevivió a un atentado. Su ambiente sigue siendo el mismo: Sinaloa, golpeada pero no doblegada por las luchas entre bandas rivales de narcotraficantes. Élmer Mendoza no se muestra muy dispuesto a cambiar de aires, no mientras la violencia continúe paseándose libremente por las calles. Una novela no aspira a semejar la realidad pero puede, aun contra su propia vocación, enriquecerla con creces. Qué pasa, por ejemplo, con Nombre de perro: que la realidad se somete a las leyes de la ficción. Si no estuviera bajo su dominio no sería posible la existencia de matones, agentes de operaciones encubiertas, oficiales y cabezas de un cártel de la droga en la hora en que se muestran más vulnerables. Justamente en virtud de su vulnerabilidad es que podemos defi nirlos como personajes de novela y no como clichés extraídos de las crónicas periodísticas. Pensemos tan solo en un temible sicario a quien una infección bucal transforma en un exterminador de dentistas, en un capitán del ejército humillado por las aventuras lésbicas de su esposa, en un policía que se muestra blando ante la llegada de la Navidad y en la heredera de un imperio criminal que llora el asesinato de su amante, una devota de la poesía de Sor Juana. Es, digan si no, para sentirse iluminado por el espíritu transformador de la novela. La sencillez argumental de Nombre de perro —Samantha Valdés, líder del Cártel del Pacífico, solicita el auxilio del Zurdo Mendieta para que encuentre al asesino de su amante y consejera de negocios— contrasta poderosamente con los tonos inusitados y variopintos de los personajes: una rápida mirada bastaría para creerlos comparsas de un desfi le de carnaval. Pueden adquirir por igual la forma de un tipo capaz de moler botellas de cerveza con sus dientes, a un torturador venido a menos o a un narquillo que se quiebra al empuñar una AK-47. Son incapaces de despertar nuestra simpatía porque perseveran en hacernos saber que de sus debilidades proviene su adicción a la violencia. Pues a fi nal de cuentas todo tiene que ver con la violencia. Si algo descubrimos en el mundo novelesco de Élmer Mendoza es que policías y delincuentes, amas de casa y viudas negras, jóvenes universitarios y plebes con vocación de cortar cabezas pueden compartir la mesa y aun recordar tiempos mejores. En ese Culiacán la violencia no se percibe como una anomalía sino como un lazo. Un disparo en medio de una fiesta revive viejas promesas de amistad, una balacera a mediodía trae de vuelta los temblores del primer amor. No hay arriba ni abajo, ni mejor ni peor, solo un rasero uniforme donde víctimas y victimarios bailan juntos y se dan la mano. ¿O qué significado tiene el desparpajo con el cual el Zurdo Mendieta toma en sus manos la encomienda de Samantha Valdés —y también su dinero—, cuando ya lo hemos visto servir a la ley? Los Tigres del Norte cantarían que se trata de un “amigo de los amigos”. Ese es el infierno creado por Élmer Mendoza: un lugar donde no hay quien no sea el amigo de al menos un “amigo”. El otro mundo creado por Élmer Mendoza, y quizás el más cercano a su sensibilidad, es el del habla a ras de tierra. Leemos y al mismo tiempo escuchamos. Hay pocos narradores tan orales como él y sin embargo tan demandantes con la palabra escrita. Quizá por ello es que somete el ritmo de la acción al ritmo de la escritura. Ningún hecho, ningún pensamiento, escapa a este impulso vital. Todo, en efecto, es lenguaje y ese lenguaje no es otro que el de una sociedad donde la violencia se ha vuelto consustancial a la vida misma: se ha ganado el derecho a ser considerada un miembro de la familia. No hay duda: Élmer Mendoza está de regreso. Para como pintan las cosas, seguirá con nosotros por largo tiempo. L

José Pablo Salas josepablo.milenio@gmail.com

A

su manera, Imanol Caneyada es un exiliado. Nació en España en 1968, pero lleva más de 20 años viviendo en México; tanto que ya es más sonorense que vasco. A pesar del entusiasmo que demuestra al hablar de su novela, también frunce el entrecejo ante el contexto violento en que ésta se sitúa. Tardarás un rato en morir narra el exilio en Montreal de un gobernador mexicano y su asistente, mientras un narcotraficante resentido les da caza. A la par, el detective Aitor Pelletier trata de resolver una serie de crímenes que involucran a un psicópata y un sanguinario perro. De esta manera, Caneyada fusiona con gran intensidad una novela detectivesca, con el violento contexto del México de hoy. ¿De dónde surge Tardarás un rato en morir? Me interesaba entender la naturaleza del poder de estos señores feudales en que se convierten los gobernadores, pues durante seis años son intocables y hacen del estado su pequeño gran negocio familiar. Planteo la historia de Martín Torrevieja, un gobernador que al término de su ejercicio, por sus vínculos con el narcotráfico, es obligado a exiliarse. Quien cuenta la historia es “El Cabezón”, su brazo derecho de toda la vida. Se exilian en Montreal y ahí desaparece toda la parafernalia del poder, todo el “lamegüevismo” que se da en torno a estas figuras. Esto me permitía entrar en un tema que me llamaba mucho la atención: la condición del hombre cuando se enfrenta a su pequeño y mezquino yo. ¿Era su intención mezclar la clásica novela negra de detectives y la novela del narcotráfico? El narco es un telón de fondo y un pretexto para construir estos personajes, pero me interesaba que estuviera presente porque es una realidad brutal y cotidiana que nos afecta cada minuto. La literatura y el cine español estuvieron 50 o 60 años hablando sobre la Guerra Civil y la posguerra, porque fue un episodio traumático para la sociedad española; lo mismo les ocurre a los alemanes con el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Pero en una parte de la intelectualidad mexicana hay una actitud de hartazgo ante la literatura del narcotráfico y se le acusa de ser oportunista. Pueden tener razón o no, no me preocupa, pero me parece una actitud muy irresponsable. Creo que se vale que el cine y la literatura traten de arrojar luz sobre por qué, cómo, quiénes y en qué momento pasó todo esto. De hecho, en Latinoamérica cada vez vemos más ejemplos de literaturas que retoman temas violentos como la época de Pablo Escobar o la vida durante las dictaduras. Creo que uno de los problemas que tenemos como sociedad es la memoria. Nos es muy fácil olvidar. Tal vez nos ha faltado talento para enfrentar el tema del narcotráfico, pero también es cierto que estamos hablando de una dimensión humana terrible y que tiene consecuencias que van a tardar generaciones para superarse.

A lo largo de la novela se percibe una crítica a la prensa y a los periodistas, ¿por qué? Yo he sido periodista y he ejercido el oficio. Y a pesar de que el periodismo debería tener una vocación social, fi nalmente quienes lo ejercemos somos seres humanos que muchas veces no nos damos cuenta que lo que tenemos en frente es a otro ser humano al que acaban de matar o de torturar. Me pasó el 5 de junio de 2009, mi cumpleaños, en Hermosillo: iba con mi mujer a comer y me habla un compañero de un programa de radio y me dice: “Algo está pasando en una guardería, no tengo a nadie, por favor ve” y fui a la Guardería ABC. Yo llegué con toda la actitud de un periodista, pero llevaba al lado a mi mujer que iba como ser humano. Comencé a entrevistar a una mamá que había llegado a buscar a su hijo y no lo encontraba; la señora estaba al borde del llanto y muy molesta por la entrevista. Cuando se fue, mi mujer me dijo: “¿¡Por qué no la dejabas en paz?! ¡¿No viste cómo estaba?!”. De pronto nos parece mucho más importante ganarle una noticia a los otros medios que la dimensión humana de lo que sucede. En el caso de la Guardería ABC, es una tragedia que ni siquiera hemos asimilado. ¿Le interesaba hacer una diferencia entre la violencia de un psicópata y la violencia del narcotráfico? Creo que son violencias diferentes, aunque la esencia es la misma. Por un lado tienes al narcotraficante que busca venganza y persigue a un gobernador, pero puedes entender que hay una serie de circunstancias que lo arrastraron a eso. Con el personaje del psicópata, quería hablar de lo enfermas que están las sociedades primer mundistas; están enfermas de soledad, de insolidaridad, de racismo velado; todo esto atrapado en el discurso de lo políticamente correcto. Hay una escena en la novela que me sucedió en Montreal: escuché cómo, en la barra de un bar, un cuate estaba tratando de tirarle el rollo a una cantinera; ella lo ignoró y entonces él dijo: “Por eso las matan”. Es muy curioso que en una sociedad como la canadiense, donde se inician varios movimientos de liberación femenina, haya tantos feminicidios. Es una sociedad que puede ingresar a la arena de hockey de manera ordenadísima y cuando están ahí se convierten en verdaderos animales que claman sangre. Finalmente, la violencia es la misma y es la condición del hombre, pero estalla de maneras diferentes a partir de circunstancias socioeconómicas distintas. L


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LABERINTO

en librerías

Dardos en el blanco

Pastoral americana

A

AMBOS MUNDOS ESPECIAL

finales del año pasado el escritor estadunidense Philip Roth anunció que se retiraba de la escritura, pero seguramente su nombre seguirá sonando para ganar al Premio Nobel como ha sido la constante en las últimas ediciones. Quien se acerque a su obra por vez primera, puede hacerlo con la “trilogía americana” compuesta por Pastoral americana (1997), novela con la que obtuvo el Premio Pulitzer, Me casé con un comunista (1998) y La mancha humana (2000). En Pastoral americana, el personaje principal es Seymour Irving Levov, apodado El Sueco, un héroe

Philip Roth Debolsillo México, 2013 512 pp. local de Newark, quien en su juventud destacó como deportista y que al final terminó haciéndose cargo del negocio familiar. Su aspiración era tener una familia que no se saliera de los límites de la “pastoral americana”, pero su utopía se frustró dolorosamente. Su hija Merry, en los combativos años sesenta, la hizo añicos cuando hizo explotar el correo del vecindario.

Donde el día duerme con los ojos abiertos

T Horacio Castellanos Moya

Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa—club de lectores

H

e leído tres veces El arma en el hombre de Horacio Castellanos Moya, y debo confesar que a menudo me asaltan las ganas de leerla por cuarta vez. El que se trate de un muy delgado volumen contribuye a ello, por supuesto, pues se lee rápidamente y sin embargo el miedo, la emoción y compasión que produce duran mucho más que la lectura, o dan la impresión de provenir de un libro más largo, que pudo atrapar por más tiempo y con más intensidad nuestra atención. ¿Qué es lo que tanto fascina en la historia de este asesino? Supongo que el tratarse de una historia real y posible en cualquier país latinoamericano con secuelas de confl icto social. Ahora acabo de leer su última novela, El sueño del retorno, con un embrujo similar al que me han provocado la mayoría de sus libros, de los que citaré El asco, Insensatez, La sirviente y el luchador o Desmoronamiento. En El sueño del retorno se narra el drama de un periodista salvadoreño atraído y al mismo tiempo repelido por la violencia de su país, al que anhela regresar, y así la novela describe las últimas semanas de este exiliado en el DF, hechizado por su sueño del retorno con la disculpa de crear un proyecto periodístico progresista, un sueño que lo lleva a padecer una ristra de males físicos, dolores en el hígado —aumentados por su afición al alcohol— y colitis, así como males más espirituales como la inminencia de la separación con su mujer, que lo ha engañado con un actor, o el

miedo ante la desaparición del doctor Chente Alvarado, su médico, que regresó a El Salvador y al parecer, solo al parecer, desapareció, lo que lo pone de nervios al preguntarse cuál será su suerte ahora que se dispone, en plena dictadura militar, a regresar él también. El crítico Francisco Goldman, escribió en The New York Times que Castellanos Moya “ficcionalizaba la guerra civil salvadoreña criticando a las dos facciones enfrentadas de un modo venenoso e hilarante”. Roberto Bolaño se refi rió a él en estos términos: “Es un melancólico y escribe como si viviera al fondo de alguno de los muchos volcanes de su país.” La crueldad de la guerra civil de El Salvador se convierte en sus páginas en farsa y tragicomedia. El mal está en nosotros, sí, pero podemos imitar sus muecas; hacer una representación imaginaria y tal vez reírnos. Una risa macabra, pero verla nos asegura que hemos comprendido y que no olvidamos. Todo esto es suficiente para concluir que el tema central de Castellanos Moya —cosa similar ocurre con Rodrigo Rey Rosa— es la exposición cruda de la crueldad humana, algo que en América Latina y sus guerras civiles no fue sólo una batalla intelectual entre la célebre antinomia “civilización versus barbarie”, sino algo mucho más real, con una ristra de cuerpos mutilados por todo un continente que, salvo en el caso de Colombia, en donde aún la sangre llueve a borbotones, está apenas acabando de limpiar y cauterizar sus profundas heridas.L

oni Pou es físico y periodista científico. Entre sus múltiples oficios y actividades fue submarinista en Malasia, entrenador olímpico en matemáticas y escritor de enciclopedias. Su experiencia en dichas áreas lo llevó a una expedición al Ártico canadiense a bordo del Amundsen, un barco rompehielos dedicado a la investigación científica. Donde el día duerme con los ojos abiertos —Premio Godó de Periodismo de Investigación y Reporterismo— reúne las crónicas que Pou escribió en ese viaje, que fue casi una aventura épica como las del siglo XIX, en la que experimentó, entre

Toni Pou Anagrama Barcelona, 2013 240 pp. otras cosas, el estado anímico de aquel lugar aislado como ningún otro, con temperaturas cotidianas de 50 grados centígrados bajo cero. Esta pieza literaria y de periodismo científico nos lleva a navegar por aquella región del mundo, por su historia, y explica los problemas que hoy enfrenta el lugar con el cambio climático más acelerado.

Revista de la Universidad

E

l nuevo número de la Revista de la Universidad nos presenta, como ya es costumbre, una edición rica en temas culturales y propuestas literarias. Uno de los platos fuertes es un cuento inédito en español de Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012, que trasluce el tono y la fuerza narrativa del autor de origen chino. Lucinda Urrusti es la artista gráfica invitada, quien ilustra la revista con obra realizada entre 2007 y 2010; dichas piezas están acompañadas de un texto del desaparecido Salvador Elizondo, en el que anota: “En las pinturas de Urrusti queda la emoción pura de plasmar sobre la tela la forma

Núm 110 UNAM México, abril, 2013 110 pp. cumplida tan solo con la materia plástica y la punta del pincel...” En otros temas, Mario del Valle realiza una lectura puntual de Animal de silencio, de Jaime Labastida, que reúne los seis primeros libros del poeta sinaloense, y Fernando Solana Olivares aborda el nuevo libro de José Luis Martínez S., El Santo Oficio. Periodismo, literatura y cultura popular.


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MILENIO

teatro CORTESÍA PRODUCCIÓN

El Kame Hame Ha La pieza de Jaime Chabaud Magnus aborda la situación de un gran sector de la juventud mexicana: miles de jóvenes que, a falta de opciones de futuro, terminan integrándose a la delincuencia CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

A

sistir a ver El Kame Hame Ha deja una sensación ambigua. Mientras el espectador aprecia un buen texto teatral y reconoce la acertada interpretación por parte del único actor y la apropiada dirección escénica, sale del teatro con pesar, más allá de haberse reído después de presenciar el fragmento de la historia de un joven apodado El Pañal —nunca más después de su primer cadáver—, quien a los catorce años espera a la muerte en su celda, dentro de la correccional para menores. Dos cobijas estampadas con personajes como Winnie Pooh, Puerquito, Tiger y Burro como telón de fondo, contrastan con una pequeña figura de la Santa Muerte que observa de pie, desde una repisa que pronto hará las veces de ventana, puerta o parabrisas de carro. Un tapete con la imagen de Dragon Ball Z es el piso del estrecho lugar de la acción, donde un fanático joven de la manga japonesa, habla y se ejercita sin pausa. Al centro limitado por unos cuantos metros, vacíos los laterales del escenario, comienza la cuenta regresiva de Benito, que no está dispuesto a cederle a nadie la bala que le está reservada. Autonombrado El Saiyajín, este adolescente expele el odio por su padre, reclama las palizas sufridas por su madre y exhibe siete cicatrices de indiferencia ante el dolor, el terror y la muerte que infringe a quienes llegan a cruzarse en su camino. La obra escrita por Jaime Chabaud Magnus, es un fuerte y fiel condensado de la situación que viven hoy miles de jóvenes en nuestro país, lanzados al arroyo de una existencia árida y sin opciones en la que delinquir, consumir drogas, obtener dinero y formar parte de la cadena de

abuso que incluye a policías y la sociedad en general, los mantiene en el filo de la vida. El dramaturgo, quien plantea en su texto una obra concebida para un actor en la que aparecen seis personajes, esculpe con precisión a este personaje que genera odio y ternura al mismo tiempo sin escatimar el brutal lenguaje propio de estos jóvenes, su mordiente humor, sus metáforas excedidas, su bajeza e ingenuidad, su ingenio y su perversión. Bajo la dirección de Jesús Jiménez y con la actuación de Esteban Castellanos, El Kame Hame Ha, hace que el espectador perciba, imagine, sienta la infancia desgarrada de Benito en su dureza y sin melodrama. Envuelto en una abierta violencia verbal y sonora, en la que disparos, balas silbantes, ulular de sirenas y ráfagas de arma generan un entorno hostil y desasosegante embarrado de canciones en español, banales, cursis y dulzarronas, Benito es un personaje vivo en la interpretación de Castellanos; un joven hiperactivo con destellos de una bondad que se le extinguen a gritos y golpes. El actor, que narra y ejecuta acción y situaciones simultáneamente, trae a la presencia personajes con los que interactúa en presente o lo hizo en pasado, con gran agilidad, de manera que el espectador transita por la ficción sin tropiezo y sigue sin perder detalle sucesos que involucran secuestros, asaltos, fugas y persecuciones. El Hules, El Macana, El Tijeras y El Perro acompañan en el recuerdo a este joven al que le gustaría transformarse en güero, como los personajes de La obra se presenta en el Teatro Benito Juárez su serie favorita, cambiar sus ojos oscuros por claros y vencer para conseguir las siete esferas de trapo —como en realidad lo hizo un joven delincuente en la del dragón. delegación Benito Juárez hace menos de dos años. Sin embargo, lo que le queda a Benito es recrear, El Kame Hame Ha es un trabajo honesto y audaz, realizado a como si fuera un niño en un juego, un robo con partir de un texto sólido llevado a la escena con imaginación, carritos a escala que se deslizan sobre estre- mucho trabajo, talento y pocos recursos, que nos acerca a una chos trozos de madera y ejecutar a un muñeco realidad expansiva. L

LA PUERTA ESTRECHA ESPECIAL

El rey se muere Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com

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uentan que Eugene Ionesco (1909–1994) era un hombre pequeño, de ojos tristes y mirada dulce. Una impresión que se desmentía cuando el autor revelaba su sentido del humor y sus apasionados discursos. Nació cerca de Bucarest, en Slatina, y desde temprana edad viajó a París con sus padres. “La historia de mi vida es la historia de un errante”, solía decir en los salones literarios parisinos. Odiaba su tierra, a su gente y sus costumbres, entre otras cosas, por los horrores que padeció en la guerra cuando regresó a Rumania, a los trece años, y fue espectador de la violencia, la represión y la muerte. En una entrevista, Ionesco cuenta que a los diez años él creía haber vivido tanto, que deseaba escribir un libro de memorias, pero decidió comenzar por ensayar con la poesía y el tema de la amistad. La muerte Para la generación que fundó y experimentó el teatro del absurdo, el tema y la idea de la muerte se convirtió en una evidencia de vida. Samuel Beckett lo mostró con su obra más emblemática, intentó reflejar un pueblo envuelto en una esperanza “absurda”: el deseo de que llegara un dios para salvarlos. De la misma forma, Ionesco escribió El nuevo inquilino (1956), la historia de un hombre condenado a vivir

en el espacio de un sillón. A diferencia de Beckett, que en Esperando a Godot destruye el idioma de dos hombres esperanzados con el silencio, Ionesco lo hace a través de la desesperación, del ruido, con la invención de palabras, a través de la locura; la desarticulación del lenguaje es un reflejo de la desarticulación de la sociedad de su tiempo. Dostoievski, Kafka, El libro tibetano de los muertos o corrientes como el surrealismo y el dadaísmo fueron parte de las influencias de Ionesco para construir un teatro enmarcado en el desahucio. El rey se muere Estrenada en París el 15 de diciembre de 1962, El rey se muere es la historia de Berenguer, un monarca cuyas tierras y su casa están destruidas, ha perdido todas las guerras y se entera que morirá en una hora y veinte minutos. Su vida de excesos lo ha destruido, y con ello, no tiene otra cosa por hacer que reír de la proximidad de su muerte. Esta pieza, que nos revela las ruinas de un hombre que luchó incansablemente por dejar huella en la historia de su tierra, se presenta en el Teatro El Milagro, bajo la dirección de Clarissa Malheiros y Juliana Faesler. Una propuesta escénica que rescata el alma del absurdo, ambientada en un completo caos: un escenario lleno de cubetas negras, platos rotos, tenedores, polvo y humo, del que el público participa la primera parte de la obra. Sencilla y sin pretensiones, el montaje revela el alma que Ionesco dibujó en esta historia que presenta, más que a un rey, a un hombre cualquiera que destruyó su propia biografía. Berenguer es interpretado, maravillosamente, por Clarissa Malheiros. La puerta estrecha se ha cerrado. L

Escena del montaje de Clarissa Malheiros y Juliana Faesler


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LABERINTO

cine CORTESÍA PRODUCCIÓN

encontré con unos personajes simpatiquísimos. Recuerdo que la programadora del Festival de Toronto me dijo: “Carlos, tienes el relato de un gran contador de historias, contada por grandes conversadores”. En ese sentido, Vuelve a la vida, es una película con muchas capas. Habla de la familia pero también del arte de narrar. Además, los personajes dictan el tono, no hice una película seria porque ellos no son serios; el director tiene que ser sensible a ese tipo de cosas. Destaca también la edición, tiene una línea de continuidad bien armada. La participación de Valentina Leduc en la edición fue fundamental. Lo más difícil fue encontrar el equilibrio entre las distintas historias que se nos presentaron.

Durante el rodaje de Vuelve a la vida

Carlos Hagerman

"El director debe tener claro el mensaje que quiere enviar" Tiburones, familias, amigos y grandes conversadores, el mar y las historias que confluyen en su oleaje, sostienen el ritmo narrativo de este coctel de pantalla grande ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

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uienes conocieron a Hilario Martínez Valdívia, lo recuerdan como un extraordinario buzo y pescador, pero sobre todo como un gran conversador. Vivió en Acapulco a mediados del siglo XX, ahí conoció a la modelo neoyorkina Robin Sidney, madre del músico John Grillo. Al tiempo formaron una familia y reinventaron sus vidas, mismas que encontraron un punto de inflexión, el día en que cazaron un escualo. Aquella anécdota es el detonante de Vuelve a la vida, documental de Carlos Hagerman que se proyecta en las salas del país. Desde el principio anticipa que la película se origina por accidente, ¿por qué? Durante sus vacaciones, Jessica, la esposa de John Grillo, le sugirió que me platicara la historia del tiburón. Cuando me la contó quedé fascinado, en ese momento grabé su relato y empezamos a manejar la idea de hacer una película.

John Grillo es el productor ejecutivo, ¿la relación de amistad no condiciona el sentido crítico del documental? En los documentales hay que tener cuidado con los personajes porque no pertenecen a la ficción, son reales. La relación de amistad ayuda a estar atento y al fluir de la comunicación. Por supuesto que tuve cuidado para decir las cosas, fue así como tejimos los puntos delicados. Creo que esta es una película que John quería hacer desde hace mucho, a los seres humanos nos interesa buscar en nuestro pasado para conocer quiénes somos en realidad. La película tiene una dosis importante de humor, ¿fue premeditado o espontáneo? Cuando fuimos a entrevistar a los pescadores para que nos platicaran la anécdota del tiburón, me

Cierto, porque tenía varias rutas a seguir: una modelo estadunidense que llega a México, la relación padre e hijo, o el conflicto de identidad que produce la migración. La película se nos iba de un lado a otro, pero siempre tuvimos claro que el corazón sería la historia de la familia de John Grillo. Además, tuvieron la fortuna de contar con un personaje épico que contagiaba con su carisma a las personas que estaban a su alrededor y que, creo, nos conecta con una parte de la cultura mexicana relacionada con el saber disfrutar la vida. Ahora con el México en que vivimos, tener este tipo de historias es algo necesario. Por momentos, don Hilario parece un gran mitómano, ¿le preocupó bordear este límite entre realidad y ficción? Cuando la película compitió en Roma, el programador me confesó que mientras veía el documental pensaba que yo lo estaba engañando y que no era cierto lo que contaba. Al final, cuando se dio cuenta que todo es verdadero, se llevó la enorme satisfacción de haber entrado en el juego de ser el espectador al que le contaron una historia maravillosa. Su película induce situaciones, una de ellas es la recreación de la pesca del tiburón. Está claro que no tiene problemas con este recurso como herramienta del documental. Claro, no creo que falseen la realidad. Una película es una historia y tienes que tomar las herramientas que aporten eficacia a la narración. Al mismo tiempo, el director debe tener claro el mensaje que quiere enviar: tienes que pensar en el espectador y creo que le llegas a más gente cuando consigues contar las cosas de una manera clara y disfrutable. Soy poco dogmático en ese sentido. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

El limbo de la memoria Fernando Zamora @fernandovzamora

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oseph Kosinki es arquitecto, uno de esos que suelen tener ideas descabelladas, fastuosas. En Oblivion, Kosinki diseña para nosotros un futuro en el que caben todos los pasados del mundo y, como es de suponer, resulta un banquete visual; tanto, que quizá suceda lo mismo que ya sucedió con Tron (su primera película): es fácil perder el hilo de la historia y solazarse en detalles que distraen al espectador de la ilusión de estar viviendo dentro de la pantalla. No es que personalmente me importe, he escrito una y otra vez que creo que el cine es, ante todo, un arte visual, pero los amantes del cine de “estilo de continuidad” (Hollywood) pueden pasar trabajos si lo que más les interesa es la historia. Oblivion está basada en una novela gráfica. Como sucede con otras novelas gráficas (Akira o El Cuervo, por ejemplo) el desarrollo tiene que comprimirse tanto para caber en el corto espacio de los ciento veintiséis minutos que dura en pantalla, que uno se queda con la sensación de que se ha perdido “algo”.

Oblivion tiene lugar en el año 2077. Sesenta años atrás, nos dice el filme, una invasión de depredadores extraterrestres puso en riesgo a la raza humana y al planeta Tierra. Tom Cruise (cada vez más flaco y más bravucón) vive todavía en este mundo y trabaja junto a su amante en una delicada operación que consiste en extraer recursos para llevarlos al sitio humano del destierro: Titán, la luna de Saturno. Es fácil ver que la historia de Oblivion está tejida con temas ancestrales (el destierro) y temores actuales (el fin del mundo, crisis energética, etcétera). El resultado es un “homenaje” al cine de ficción de la década de los setenta con factura propia del gran estudio de California. En esta clase de películas, claro, no puede faltar el giro espacio/temporal; ese que trae a la mente las paradojas del viaje en el tiempo. Es aquí donde la palabra “oblivion” adquiere su lugar. En inglés, “oblivion” no significa “olvido” sino un estado de inconsciencia parecido al limbo de la memoria. “Oblivion” es también una elección, la de quien prefiere conscientemente no saber. El juego espacio/temporal de esta película está relacionado, pues, con la memoria, y muy particularmente, con la memoria borrada, así que el filme tiene también sus toques clásicos. No hay que olvidar que, desde sus inicios, el cine ha explorado el lugar en el que se juntan memoria y realidad. ¿Es acaso cierto que, como dice la escuela de García Márquez, no importa tanto lo que ha

Oblivion (El tiempo del olvido). Dirección: Joseph Kosinski. Guión: Joseph Kosinski y Karl Gajdusek. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Anthony Gonzalez y M.8.3. Con Tom Cruise, Morgan Freeman, Olga Kurylenko y Andrea Riseborough. Estados Unidos, 2013. sucedido sino cómo lo recordamos? Tal vez sea más cierto que hay una realidad que es necesario traer a presencia para liberarnos de todas nuestras heridas. En todo caso, Oblivion es una clásica película de ciencia ficción con factura americana, con todo lo que de atractivo y aburrido tiene el hecho. Los temas siguen siendo los mismos, los juegos con el espectador siguen siendo los mismos, tal vez lo único que cambie un poco es el diseño del futuro, un futuro arquitectónicamente fastuoso. L


12 b sábado 20 de abril de 2013

MILENIO

varia MANUEL ROCHA ITURBIDE

ESPECIAL

La tensión extendida

Leer sin canon

Premio Colección 1800 para Manuel Rocha Iturbide GUÍA VISUAL

ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

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stas semanas he sugerido que hay unidad entre la forma en que los nuevos poetas, narradores y críticos mexicanos definen qué debe entrar y ser rechazado en el nuevo canon. Ya murieron las autoridades literarias: Paz, Fuentes, Monsiváis. Nuevos poetas, críticos y narradores sueñan un puesto similar. Para lograrlo requieren re–producir las condiciones en que tal autoritarismo es posible: una “República de las Letras” numéricamente reducida, reconocible, centralizada vía alianzas y, sobre todo, exclusiones. Literatura élite. En México hoy, tal República de las Letras —otras veces llamada Literatura mexicana o la “tradición”— no puede ya ser. La diversidad cultural impide alzar un “canon” que represente todas las regiones, lenguas, grupos, clases, géneros y cada etcétera. El centro y lo nacional son fantasmas. Pero los grupos dominantes usan el poder institucional y la sombra del pasado para mantener la ilusión de una “literatura nacional” simulada por mezcla de penúltimas Autoridades Republicanas y una nueva “Generación” de “relevo” en poesía, narrativa y crítica. Para conseguir la ilusión de la legitimidad de esa transmisión de poderes, hoy se hacen reseñas, listas, panoramas, colecciones, dossiers o antologías para persuadir a los lectores de ese nuevo mapa selecto. Y se intensifica la labor de descalificación, desdén y ocultamiento de centenares de textos, autorías, tendencias,

Magali Tercero

Palacios, Santiago Espinosa de los Monteros, Cecilia Vázquez y Luis Rius—, decidió por unanimidad. El premio, de 30 mil dólares y aisajes sonoros. Paisajes electroacústicos. organizado en cuatro categorías, fue otorgado Tres palabras inquietantes que, juntas, por el Fomento Cultural de la Fundación José reverberan y potencian sus significados. Cuervo. Los otros premiados son la danesa Desde fines de los sesenta, se empezó a hablar Marie Lund, el mexicano Agustín González y de paisajes sonoros. Murray Schafer, músico el alemán Runo Lagomarsino. canadiense, puede haber sido el primero en bautizar así los sonidos de la música concreta, Esculpir el sonido según escribe el artista sonoro Manuel Rocha Menciono otra obra, Paisaje de la Ciudad Iturbide (1963) en su investigación titulada de México. Aquí el autor logró constituir los Estructura y percepción del paisaje sonoro motores de los coches como el paisaje de electroacústico (2009). Esta comenzó a existir en fondo de su partitura. Las figuras abarcan la Alemania de los treinta del siglo XX. Después, silbatos de los policías, cláxones y un organillo, en los cuarenta, el francés Pierre Schafer creó tres elementos clásicos de lo urbano. Otras las bases estéticas de la música concreta. Con el piezas sonoras presentes en el texto antes tiempo, esta clase de música sería presentada mencionado fueron grabadas en la selva del en los museos como instalación sonora. En río Cauro, de Venezuela, la isla de Hoi An, México he escuchado composiciones de música de Vietnam, y Chicastenango, Guatemala. contemporánea de Mario Lavista, Julio Estrada, El arte sonoro es idea, emoción y estructura. Ignacio Baca Lovera, Vicente Rojo Cama y, La belleza de la estructura, presente en recientemente, de Pedro Reyes y del también todas las artes, aparece en su trabajo como investigador Manuel Rocha Iturbide, quien estudió fragmentación y sutileza, como retrato sonoro en el Conservatorio Nacional de la Música y luego de nuestros tiempos. en Estados Unidos. Cuenta con una obra sólida y exposiciones en diferentes países. Asimismo, ha Homenaje a John Cage escrito numerosos textos sobre el tema y publicó, Acabo de escuchar, en la colectiva Gabinete en 2009, una extensa investigación, para la cual de curiosidades, de la Galería Lelaboratoire, realizó grabaciones de paisajes sonoros en varias inaugurada paralelamente a la Feria de Arte partes del mundo. El objetivo fue presentar Zona Maco, una pieza de Rocha Iturbide nuevos métodos de análisis de paisajes sonoros dedicada al gran artista estadunidense. Los electroacústicos. sonidos surgen, con gran sentido del humor musical, desde las diminutas jaulas de Feria de Arte Zona Maco grillos usadas por los chinos (los grillos son Manuel Rocha Iturbide, artista de la Galería mascotas en China) y traídas por él a México. Lelaboratoire dirigida por Julien Cuisset, estuvo Dichas jaulas, con las cuales organizó una presente en la X Feria de Arte Zona Maco con La instalación a primera vista sencilla, contienen tensión extendida, instalación sonora que le valió un homenaje sonoro de primera línea a John el Premio Colección 1800, en su categoría Premio Cage. Para Rocha Iturbide se trata, siempre, de Adquisición, entregado por primera vez en de esculpir el sonido en la computadora. esta feria clausurada el 13 de abril. Se trata, son Lelaboratoire tiene una vocación ecléctica sus palabras, de la extensión de un objeto musical y admite pintura, instalación y video paradigmático de la ingeniería de la era electrónica simultáneamente. Por eso hallamos obra de del siglo XX, la guitarra eléctrica. La longitud de todos tenores y soportes (con ciertas bajas de las cuerdas es ajena al “tamaño del instrumento calidad). Entre otras composiciones suyas porque depende del espacio en el que la guitarra podemos recordar Ashimakase, pieza para se encuentra abarcando así su totalidad. El objeto piano y computadora; Hieros y logos, trabajo guitarra eléctrica es sobrepasado y deja de ser el radiofónico pedido por Radio Clásica España, cuerpo originario para convertirse en el corazón y Cinema Revolución para dos tracks digitales, del nuevo objeto expandido”. La obra sonora es realizado por solicitud de la Fonoteca Nacional muy buena y pueden escuchar un fragmento en la de México. Asómense a conocer su obra en red ( http://www.youtube.com/watch?v=EtQYuhttp://www.artesonoro.net. No solo hay talento uhdmA). El jurado —integrado por Carlos sino conocimiento profundo de la materia. L mtercero2000@yahoo.com.mx

emergencias y márgenes, desde legados negados y poéticas indígenas vivas hasta tejidos migrantes y fuera del libro, pasando por incontables autorías que no pertenecen a los círculos sociales prestigiados. Este es un momento crucial. Pero ni la academia ni la crítica literaria en México o Estados Unidos están preparados o interesados en promover una visión democrática de la escritura. Son grupos conservadores, privilegiados. No arriesgarán. La aplastante mayoría de nuevas literatas y literatos tampoco parecen dispuestos a retar la formación de canon. Quieren ser admitidos. Desafiar esos mecanismos, lo saben, asegura quedar fuera al corto, mediano o largo plazo. Los literatos no moverán mucho. Solo una fuerza puede modificar esta situación: nuevos lectores. Por nuevos lectores no me refiero a una nueva generación de consumidores de textos que acepte la nómina de nombres y libros del pasado, o sigan al mercado, la academia o la crítica. Por nuevos lectores me refiero a quienes estén dispuestos a leer todo de nuevo, y leer lo que nunca ha sido leído. Leer lo que las listas no incluyen. Leer como un acto cotidiano, multitudinario, leer sin canon, leer para saber que es imposible que unos cuantos nombres u obras representen a tantos tiempos, lenguas, pueblos, barrios, comunidades, ciudades, migraciones, tantas mexicanidades diferentes, mutiplicándose, interminables. México es la imposibilidad de todo canon. L

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