Laberinto
Antonio Deltoro Poemas inéditos página 3 Braulio Peralta Nación TV, el culebrón página 3 Jeannette L. Clariond James Merrill página 5 David Cortés Entrevista con Carlos Avilez página 10
N.o 524 sábado 29 de junio de 2013
Yves Bonnefoy, 90 años
Miguel Ángel Flores Página 4 VISTA DE ESTOCOLMO/ ESPECIAL
Literatura nórdica
Más allá del thriller María Elena Guzmán Roberto Pliego Página 6
MILENIO
02 sábado 29 de junio de 2013
MILENIO
antesala El abnegado modista Worms EKO
EX LIBRIS
¡El gaaas! TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com
E
n cierta ocasión que paseaba por Berlín, mi caminata fue interrumpida por un grupo de patinadores con pancartas. “¿Por qué protestan?”, pregunté a uno. “Los peatones tienen las banquetas”, me dijo, “los automovilistas, las calles y los ciclistas, sus carriles exclusivos. Los patinadores exigimos nuestra propia vía libre”. Me quedé maravillado. Pensé en un México utópico en el que no hubiese necesidad de protestar por todo lo que protestamos y entonces nos diera por marchar porque a los patinadores no se les ha asignado su carril o los perros no tienen parques caninos o alguien hace ruido a la hora de la comida. Hace unos días, Angela Merkel alzó una voz supuestamente indignada contra el gobierno turco por el uso de gas lacrimógeno en la plaza Taksim, olvidándose por completo de que al comenzar este mes de junio su Polizei gaseó a unos pacíficos manifestantes en Frankfurt. Lo cierto es que ese gas ha sido el favorito de las democracias, o supuestas democracias. Recientemente también hemos visto su expedita utilización en Brasil, España, Francia, Egipto, Estados Unidos, Guatemala y, por supuesto, México, entre muchos otros. Con frecuencia aparece luego de algún apasionado partido de futbol. Al propio Toscana le tocó una gaseada en Oaxaca. Es una sensación por demás desagradable. Antes que llamarla dolorosa o irritante, me pareció que provocaba una gran ansiedad. En situación más cómoda, hace pocos años observé desde la ventana de un museo en Lyon cómo gaseaban
en la mejor tradición francesa a un grupo de manifestantes. Recordemos que cuando apenas se gestaba la Primavera Árabe en Túnez, la efímera ministra francesa de exteriores ofreció al mandamás tunecino gas, macanas, tecnología represiva y el know how francés. Más tarde, cuando le salió el tiro por la culata, distrajo a la prensa con el asunto Cassez. Las empresas fabricantes de gases lacrimógenos, muchas de ellas establecidas en países del Primer Mundo, se anuncian con eufemismos: “Productos no letales para controlar multitudes”, “valoramos los principios de la paz, el orden y la justicia”, “juntos, salvamos vidas”. Los catálogos pueden superar en páginas a los de Sears o Ikea. En ellos se muestran las distintas variedades de gas según su composición química, volumen, color y método de lanzamiento, además de una múltiple oferta de garrotes, punzones eléctricos, granadas ensordecedoras, balas de goma y demás armas que a veces sí matan. La experiencia de Turquía, a cuyo aparato de orden se le acabó el gas en pocos días, servirá de ejemplo para que los gobiernos estén mejor abastecidos. Hay que tomar en cuenta que nunca se sabe por dónde va a saltar la liebre, qué va a detonar una serie de marchas y protestas, si se centrarán en una ciudad o se extenderán por el país. Si fuese agente de bolsa de valores, recomendaría invertir en estas empresas, pues en los próximos años el mundo no se volverá más justo, los ciudadanos no se transformarán en borreguitos, los ricos serán más ricos, los pobres serán más pobres, los banqueros engordarán, los desempleados aumentarán, los salarios bajarán y los gobiernos serán más mentirosos, corruptos, incumplidores e impunes. L ESPECIAL
José Abdón Flores abdon_@excite.com
DE CULTO
ESPECIAL
Iceberg Slim
Street Lit
R
obert Lee Maupin nació en 1918 en los barrios bajos de Chicago, en el vórtice de la comunidad negra. Pese a los problemas que un joven de color debía enfrentar en esa época, Maupin pudo, gracias a su madre, recibir una educación e ingresar al colegio, mismo que abandonó tras descubrir que podía ganar buen dinero como proxeneta. De los 18 a los 42 años ejerció el proxenetismo con todas las altas y bajas que tal oficio conlleva: cárcel ocasional, juergas demenciales, peleas y la solvencia económica consecuente de explotar a cuatrocientas mujeres negras y blancas. En 1960, sin embargo, debió purgar una temporada en la Cook County House of Corrections; los meses de confinamiento solitario le hicieron replantear las ideas. Al salir de prisión, Robert Lee Maupin se fue a vivir a Los Ángeles y cambió su nombre por el de Robert Beck y su oficio por el de escritor. Cargado de experiencias, no le resultó complicado encontrar una temática y una voz para su primer libro: Pimp, the story of my life (1969). Firmó la novela con un nom de plume, Iceberg Slim, el apelativo con el que era conocido como proxeneta y que lo describía física y anímicamente: un tipo delgado para el medio pero de sangre fría. A menudo se vincula a Iceberg Slim con la intensa actividad política de los años 70 que se desarrolló en la comunidad negra de los Estados Unidos. Pese a que admiraba y se sentía afín a los activistas más importantes de la época, las Panteras Negras
y Malcolm X nunca lo reivindicaron debido a su anterior oficio. Iceberg Slim siguió escribiendo y publicando hasta conformar una trilogía de la calle integrada por Pimp, Trick Baby y Mama Black Widow, desarrollando un estilo que será denominado Street Lit. Su obra es una fuente única para entender la prostitución en todos sus aspectos. Quizá la gran aportación de este autor al mundo de la literatura ha sido la honestidad de su escritura. Su prosa es abundante en adjetivos, punteada con la oralidad propia del gueto y favorecida con una habilidad notable para proyectar la psicología de los personajes. Autores como Irvine Welsh lo consideran su influencia más importante; de hecho, Welsh afirma que sin la lectura de Pimp él no habría sido capaz de escribir Trainspotting. De acuerdo al escocés, Slim ha hecho lo que Jean Genet hizo por el homosexual y William Burroughs por el yonqui: articular pensamientos y sentimientos de alguien que ha estado ahí. Otra órbita en la que ha sido influyente es la música. Cantantes como Pittsburgh Slim, Ice Cube e Ice T, tomaron su sobrenombre en honor a Slim, y la temática de sus canciones de libros como Trick Baby. Indirectamente, este tipo de literatura ha servido para moldear el panorama sociocultural de la actualidad, una influencia en cascada que ha visto cómo la manera de vestir de los jóvenes desposeídos negros es reproducida por los estratos sociales superiores y, también, cómo sus historias de get rich or die trying son llevadas al cine. L
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Xavier Velasco
No hay modo de encontrarse sin perderse. MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
Nación TV, el culebrón
Lapsus La intención de nombrar a esas sutiles apariciones de la noche y el empeño por asir el instante en que las palabras, los rumores y las sombras adoptan otra idea, son los hilos conductores de estas líneas de espectrales geografías POESÍA
A SALTO DE LÍNEA
Antonio Deltoro
Braulio Peralta juanamoza@yahoo.com.mx
Lapsus
Noche
El sordo que se escucha, No me llegan sus nombres, ensimismado, será que están muy lejos: más acá del ruido; no podría nombrarlas, en espiral mi noche está muy cerca; hacia sí mismo y que interpreta, no sueño con estrellas; como un mimo, con mucho retraso, paso mis noches desde el fondo, perdido en ciudades perdidas el gesto con un gesto, y en ciudades perdidas en un lapsus paso mis días: y el que oye, crucigramas pero no se gobierna de esquinas y dice: y pesadillas... “insistencia” por “existencia”, “impotente” por “imponente”, y solo y “María” por “Marta”; algunas noches, desconocidas, el acuevado en el insomnio, que distorsiona lo que oye, unas estrellas. como los cóncavos túneles emboscan el sonido o los vitrales mienten la luz del sol en las iglesias y el tímido que se balconea balbuceando culebras, son víctimas del Luzbel que hurga las heridas por balcones y puentes que cuelgan entre el oído y la boca, donde el maligno juega depredador, metiche, divertido, dios de las equivocaciones y los lapsus.
ESPECIAL
A
ntonio Deltoro (Ciudad de México, 1947) es poeta. Entre sus libros se encuentran Algarabía inorgánica, Hacia dónde es aquí, Los días descalzos y Balanza de sombras, libro por el que obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 1996. En 1999, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó su Poesía reunida (1979–1997) y, años más tarde, En las aguas del jueves para siempre. Recientemente, Ediciones Era publicó el título Los árboles que poblarán el Ártico. Los poemas que aquí se presentan corresponden a su más reciente libro en preparación, que será titulado Lapsus.
T
odo comienza con la vida privada de los famosos: Silvia Pinal, Rosita Arenas o Lucía Méndez, amantes del dueño de la televisión mexicana, que las encumbra o las tira al pozo del olvido. Aquél que se hizo de una fortuna de dudosa procedencia. El que perdió a una hija, Paulina, porque la decepcionó. El que tejió relaciones de interés con presidentes, de Gustavo Díaz Ordaz a Enrique Peña Nieto. Él no solo es uno. Son los Azcárraga Vidaurreta, Azcárraga Milmo, Azcárraga Jean. Son los enemigos y, por consecuencia, estereotipos del mal, sin alma ni corazón, capaces de matar y hacer llorar a México con sus telenovelas y servirse del manto guadalupano. La “novela de Televisa”, de Fabrizio Mejía Madrid, Nación TV es un culebrón cuya investigación solo se sustenta en lo publicado entre 1977 y 2012 por la revista Proceso y los libros de Jenaro Villamil y Claudia Fernández y Andrés Paxman, donde consignan a Lucero “haciendo gárgaras de vinagre”, a Raúl Velasco “cerca del budismo”, al cabaret de Ernesto Alonso, El Quid, “para maricones”, la sospechosa muerte de Fernando Diez Barroso, “seguro heredero del emporio televisivo”, o al “lector de noticias”, Jacobo Zabludovsky —impuesto por Gustavo Díaz Ordaz que, después del 68, “inauguró la idea de un noticiero que fuera vocero de las oficinas del gobierno”. De ahí al consumo de cocaína por gente de la tele que casi se queda sin fosas nasales. Coca que distribuyen Víctor Iturbe y Paco Stanley, envueltos en el narco, hasta el asesinato de ambos. O las historias sobre Gloria Trevi y Luis Miguel, mejor que cualquier TVyNovelas. Y el rumor más absurdo que he leído en años: ¡que Salinas de Gortari le consiguió el Nobel de Literatura a Octavio Paz! No falta nadie en el diccionario del mal. Como un panfleto donde los
Azcárraga no son personas sino animales depredadores sin más razón que el dinero y el poder para ¡“adueñarse de México”! No tienen un gramo de bondad. No importa el valor literario de la supuesta novela sino el chisme con saña, a raudales. Tampoco si es comprobable lo ahí repetido en reportajes y columnas, donde nada pasó por más tribunales que los medios de comunicación. Se trata de mostrar la perversión de los Azcárraga que llevaron a Peña Nieto a la Presidencia. Tesis que daña a una izquierda a la que le urge romper con lo mismo que critica: telenovelas donde “A y B se aman. C ama a A. D ama a B. C odia a B. D odia a A. C y D se unen contra A y B”. El culebrón “inventado” por Mejía Madrid no dista en nada con las ideas de Valentín Pimstein. Un libro cargado de repeticiones, de descuido editorial, de dudosa ficción, donde lo publicado está por encima de la inventiva, porque al citar con nombres y apellidos está orillando a la hoguera a sus protagonistas. En la literatura un autor no odia a sus personajes, los ama porque son su invención. Nada de eso ocurre en Nación TV: ideología de baja ralea. A nadie con ética le parecería que el libro sirve para las mejores causas del país. Mejía Madrid pierde la oportunidad de ser un escritor serio. Televisa haría mal en demandarlo, o amenazarlo— como él dice—, porque ni eso vale la pena. L
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04 sábado 29 de junio de 2013
MILENIO
poesía ESPECIAL
Yves Bonnefoy
90 años
Heredero de Baudelaire, Éluard y Valéry, poeta reconocido por Gaston Bachelard y creador de un universo poético que trasciende la imagen, la ordinariez de los objetos, para esbozar (o traducir) esas esencias, la obra del autor de La Pluie d’eté, Anti –Platon y Traité du pianiste, entre otros libros, es un sorprendente itinerario por la espiritualidad creadora, como explica este ensayo a propósito de las décadas que cumple
ENSAYO Miguel Ángel Flores
S
i ha existido un poeta notable en Francia en la segunda mitad del siglo XX, corresponde a Yves Bonnefoy esa distinción. Nació el 24 de junio de 1923. Es, junto con el poeta suizo de lengua francesa Philippe Jaccottett, el sobreviviente de una generación y, también, de una idea de la poesía. Su biografía nos ilustra lo que ha sido el recorrido intelectual y artístico de gran parte de los poetas franceses en el siglo XX. Su longevidad le ha permitido ser testigo del surgimiento y desaparición de países enteros, de sistemas políticos, de corrientes y escuelas literarias. De viva voz recibió lecciones de Valéry a través de sus conferencias en el Colegio de Francia. Dialogó con un Breton, del que aún admira su primera etapa surrealista, que permeó su poesía con una idea muy específica de la libertad creadora y de todo lo que pueden aportar a la poesía las potencias del sueño y el deseo, pero quien también le provocó un profundo desencanto, pues en la etapa fi nal de su vida había perdido su vigor creativo y se regodeaba en actuar como el pontífice de un surrealismo envejecido al que no lograba insuflarle nueva vida. La biografía de Bonnefoy es rica en todo tipo de acontecimientos. Su biografía es también el reflejo de los cambios sociales que se han dado en el mundo. Su infancia transcurrió en la pobreza, todo indicaba que no tendría como destino el mundo de las letras y las ideas, pero los cambios en el sistema educativo francés, que dio paso a la educación obligatoria y los programas de beca, le per-
mitieron superar las desventajas de su condición social: alcanzó los más altos grados académicos y se convirtió no solo en un practicante de la poesía y la crítica sino en un destacado estudioso de la artes plásticas. Yves Bonnefoy nació en Tours. En su infancia, quien más influyó en su futuro destino como poeta fue su abuelo. Su padre había sido entregado a los jesuitas para que se convirtiera en sacerdote, pero se negó a los estudios y terminó como mecánico construyendo locomotoras. El abuelo, maestro de primaria, tenía gran interés por la cultura, y escribió varios libros con la esperanza de ser publicado, pero no rebasó el ambiente de la provincia. Para Bonnefoy fue defi nitivo el contacto con los libros de la biblioteca de su abuelo. Estudió el liceo en su ciudad natal y luego ingresó a la Universidad de Poitiers con el vago propósito de estudiar ciencias exactas, pero consideró que esos estudios lo convertirían en un profesor cuando lo que en verdad quería hacer en la vida era escribir. Escribir poesía, sabía que su aprendizaje de la escritura y la lectura tenían como fi n cultivar ese género. Cuando cumplió 17 años, una tía le regaló una antología de poemas sobre la que escribió en la primera página: “para mi ahijado, futuro poeta”.
En la primaria, el programa de estudios incluía la lectura de Víctor Hugo, de los poetas románticos y parnasianos. Gracias a la biblioteca de su abuelo leyó a algunos poetas del siglo XIX como Alfred de Vigny, que lo deslumbró. En la escuela se ganaría un premio recitando uno de sus poemas. La misma biblioteca le permitió estar en contacto con los autores clásicos como Racine y Corneille. Siempre consideró que su lectura minuciosa de los autores clásicos de su lengua le dio una más amplia perspectiva de la poesía en comparación con sus colegas de generación que se demoraban en la lectura de los surrealistas: Michaux, Prévert, Éluard, Aragon, en fi n, los poetas que llevaron a la cumbre la modernidad en la poesía francesa. Él ya había pasado por las páginas de los fundadores de esa modernidad: Baudelaire, Nerval, Sainte–Beuve. Luego llegó el deslumbramiento ante la lucidez y la inteligencia de Valéry, quien en la última etapa de su vida escribió dos grandes poemas que significaron la resurrección de un desgastado simbolista del que ya nada se esperaba. “El cementerio marino” le sigue pareciendo una pieza singular de la poesía francesa, lleno de inmortal hermosura. Sin embargo, como Cioran, hizo un ajuste de cuentas con el poeta admirado que se plasmó en su ensayo “Valéry, el apóstata”. Su admiración por Éluard también perdió lustre. Fue importante para él en su juventud pues le mostró un camino más generoso que la poesía de Baudelaire y Valéry, los maestros de la primera etapa. La lectura del antiguo surrealista lo alejó de la influencia de estos dos poetas. Las límpidas imágenes de Éluard, según su confesión, lo ayudaron a imaginar una poesía más sencilla, más fluida, más luminosa. Pero a fi n de cuentas, la poesía de Éluard adquirió un tono de facilidad que le hizo perder atractivo y la envejeció. Considera que fue afortunado en cuanto al asunto de la publicación de sus libros. De joven pensó que el único medio de hacer llegar sus poemas a los lectores sería financiando él mismo la edición de su poema Traité du pianiste. Había conocido a la legendaria librera Adrienne Monnier y a su agente de ventas, Maurice Saillet. Como se recuerda, Adrienne Monnier patrocinó e hizo circular la novela de Joyce, Ulises, tanto en su versión original (inglés) como en su traducción al francés. Ambos libreros vieron con simpatía los comienzos de Bonnefoy y le hicieron el honor de vender ese poema, que exhibieron en la mesa de “libros recomendados” al lado de Ulises. Después Monnier, al hacerse cargo de la editorial Mercure de France, le pidió al joven poeta un libro. Así apareció bajo ese sello lo que sería en realidad su primer libro: Du mouvement et de l’immobilité, en 1953. Un dato triste para Bonnefoy fue la desaparición de la librería y el suicidio de su dueña cuando el libro salió de las prensas. Para Bonnefoy fue de suma trascendencia que Gaston Bachelard se haya ocupado de su obra poética. En Bachelard admiró no al hombre ocupado de meditaciones estéticas sino al filósofo de sólida formación científica en el ámbito de las ciencias exactas. La importancia para Bonnefoy del estudio de Bachelard sobre su poesía fue la distinción que hizo entre escribir versos y escribir poesía. A partir del enfoque de Bachelard, Bonnefoy elaboró una idea de la poesía, que expresó en una entrevista. Comentó que mucha de la poesía que se ha escrito en el siglo XX sufre de una pérdida de la unidad: “En la poesía solo puede haber un enfoque parcial, lo que sustituye al objeto por una simple imagen y para (nuestros sentimientos) una expresión verbal —lo que provoca la pérdida de la experiencia íntima. Por otro lado, nada hay antes del lenguaje, pues no hay conciencia, y, por lo tanto, no existe el mundo sin un sistema de signos. En realidad, es el ser hablante el que ha creado este universo, incluso si el lenguaje lo excluye a él de éste. Lo que significa que estamos privados a través de la palabra de la auténtica intimidad que somos, o de lo que pertenece al Otro. Necesitamos la poesía, no para recobrar esta intimidad, lo que es imposible, sino para recordar lo que hemos perdido y para probarnos a nosotros mismo el valor de esos momentos cuando somos capaces de ir al encuentro de otras personas, árboles, o cualquier cosa, más allá de las palabras, en el silencio”. En honor a sus 90 años y a su obra, transcribimos a continuación uno de los poemas de su libro Las láminas curvas (Les planches courbes, Gallimard, 2006), en traducción del autor de estas líneas. L
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LABERINTO
poesía
James Merrill
La pieza faltante ESPECIAL
Jeannette L. Clariond
U Las láminas curvas Yves Bonnefoy
Las rubetas, la tarde I Roncas eran las voces De las rubetas en la tarde, Allí donde el agua del estanque, corría silenciosa, Brillando en la yerba. Y estaba rojo el cielo En los vasos vacíos, Todo un río la luna Sobre la mesa terrestre. Tomaban o no nuestras manos, La misma abundancia. Abiertos o cerrados nuestros ojos, La misma luz.
II Se demoraba, la tarde, En la terraza De donde partían los caminos, de arena clara, Del cielo innumerable. Y tan desnuda ante ellos Estaba la estrella, Tan próximo estaba su pecho De la necesidad de los labios Que se convencieran Que morir era sencillo, Rama apartada por el oro Del higo maduro. Una piedra Mañanas que vivimos, Yo retiraba las cenizas, iba a llenar el jarro, lo colocaba sobre la dala, Con él se esparcía por toda la sala El olor impenetrable de la menta. Oh recuerdo, Tus árboles florecen ante el cielo, Se creería que nieva, Pero el relámpago se aleja sobre el camino, El viento de la tarde riega su abundancia de granos Una piedra Todo era pobre, desnudo, transfigurable, Nuestros muebles tenían la sencillez de las piedras, Nos gustaba que la grieta en el muro Fuera ese racimo en que se dispersaban mundos. Nubes, esa tarde, Los mismos de siempre, como la sed, El mismo tejido rojo, desabrochado Imagina, transeúnte, Nuestros recomienzos, nuestra prisa, nuestra confianza. L Traducción: Miguel Ángel Flores
no de los grandes poemas de la lírica norteamericana del siglo XX es, sin duda, “Lost in Translation” (“Perdido en la traducción”), del neoyorkino James Merrill (1926–1995), publicado por primera vez en The New Yorker (1974) e incluido dos años más tarde en el libro Divine Comedies (Divinas comedias). El tema–fondo de “Perdido en la traducción” es un rompecabezas —metáfora de la vida— al que pareciera faltarle una pieza, ese algo que no acaba de embonar, sea en la vida, sea en las diversas relaciones establecidas por Merrill y que, en su obra, podría leerse como la marca indeleble de una ausencia. El poema muestra que la “pieza faltante”, tratada aquí con dolorosa insistencia, solo puede ser creada desde la imaginación y, al hacerlo, nos ofrece la prerrogativa de hallar-nos, inventarnos por la realidad tal como la entendió Stevens: “La realidad se crea cada día en el poema por el ejercicio de la imaginación”. Esta realidad confiere un orden, un significado, hace visible lo invisible para que la palabra ordene el mundo por medio de lo que el mismo Stevens llama “el ángel necesario”. En su ensayo “Imagination as Value » (“El valor de la imaginación”), Stevens dice: “La verdad parece ser aquello que vivimos como conceptos de la imaginación antes de que la razón los haya fijado”. Lo anterior significa que las estructuras vitales están ya fijas en lo inconsciente antes de ser elaboradas por la razón. El niño Merrill, el del poema, sabe llevar consigo esa “pieza faltante”, —bella metáfora— en el bolsillo de su pantalón. Armar un rompecabezas muestra la conciencia de la falta. El poema narra la historia del niño frente a la mesa de paño verde tensado, iluminado por la luz del sol en el día y por la luz de la lámpara al anochecer. Impaciente el niño busca embonar las partes (“unidades lúcidas” en otro de sus poemas: “The Broken Bowl” (“El vaso roto”) bajo el deseo de hallar “that missing piece”, su falta. El poema–vida se convierte en una lucha por reunir todas las piezas, hacerlas encajar, incluida la parte imaginada por el poeta. “Mademoiselle”, institutriz que llega de Europa para cuidar de un pequeño Merrill quien tiene apenas ocho años, lo acompaña en su lucha: confecciona para él marionetas a las que el niño debe dar voz; es ella quien le contará historias entrelazando fragmentos en alemán o en francés, haciendo acrecer en el futuro poeta el amor por ambas lenguas e induciéndolo a leer con devoción a Proust, Rilke, Valéry... tan presentes en toda su obra, sin dejar de mencionar el griego que aprendió durante sus frecuentes estancias en Grecia acompañado por David Noyes Jackson, su pareja. Durante este periodo se adentra en la lectura de Constantino Kavafis, con quien dialoga en uno de sus poemas más llenos de ternura: “The Kimono” (“El kimono”): La insatisfacción de los deseos persiste de una vida a la siguiente. Hace tiempo nos apartamos de los hogares que nos acogieron, hace tiempo eran marcas sobre un plano de “orgullo consumista”.
“Desires” (“Deseos”) de Kavafis —que traduzco del inglés— dice así: “Como los hermosos cuerpos de los muertos que nunca envejecieron,/ enterrados con sus lágrimas en magníficos mausoleos,/ coronados con rosas y a sus pies jazmines/ así mueren los deseos que nunca logramos satisfacer,/ sin que uno de ellos alcanzara una sola noche/ de placer o una luminosa mañana”. Estos son los pensamientos que se manifiestan en James Merrill. Ya lo dijo Swedenborg a través de Borges: la redención ha de ser no solo moral, sino intelectual y estética, aquello que alivia el alma. El deseo de Merrill no está satisfecho, por ello se convierte en ávido
El autor de Divinas comedias
lector de los grandes, pero ante todo, de sí mismo, escudriñando en su falta. “Mademoiselle” no solo aparecerá en “Perdido en la traducción”. Años más tarde, Merrill se entera —por un sobrino de “Mademoiselle” que trabajaba para las Naciones Unidas— de que era una viuda de Verdún, no era francesa ni tampoco belga como le había hecho creer, sino mitad inglesa mitad prusiana buscando ocultar su identidad. Es ella quien infunde en el poeta el deseo de alcanzar la unidad de su ser induciéndolo no solo a imaginar su falta sino a asumirla por los límites del lenguaje, tensando la realidad (como el paño verde) hasta asirla en el poema–vida. Tensar las formas a través de las cuales configuramos el mundo es fundarlo, ordenar las ideas según propone la imaginación. A principios del siglo pasado, Marcel Proust escribió: Ce livre essentiel, le seul livre vrai, un grand écrivain n'a pas, dans le sens courant, à l'inventer, puisqu'il existe déjà en chacun de nous, mais à le traduire. ... à l'inventer, puisqu'il existe déjà en chacun de nous, mais à le traduire. Le devoir et la tâche de l'écrivain sont ceux d'un traducteur.
Esto significa que tanto Merrill como Proust entendieron que todo es traducción, y falta. La lengua madre no es sino el hueco que se abre y nos abre a la diversidad de mundos sembrados en nuestra primera sed, plantas o flores necesitadas de agua y luz, leche y memoria. Mejor citar el cierre del poema de James Merrill que tanta luz arroja sobre las soledades del amor, las soledades del dolor, formas a través de las cuales podemos siempre traducirnos: [...] Y después de la lluvia una honda reverberación se colma de estrellas. ¿Está perdida? ¿Enterrada? ¿Falta una pieza? Pero nada está perdido. O quizá todo sea traducción y una parte nuestra se pierde al traducir (o se encuentra —en ocasiones deambulo por la S buscando esa serenidad—) y en esa pérdida un árbol se oculta a sí mismo, adquiere el color del contexto, imperceptiblemente luchando contra su ángel y transforma lo perdido en sombra y fibra, leche y memoria. L 1
“El kimono”, poema que abre Divinas comedias, Vaso Roto Ediciones, junio 2013.
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ESPECIAL
La novela sueca
Más allá del thriller
Algunos éxitos comerciales como la Trilogía Millenium de Stieg Larsson o el vigor de la narrativa de Henning Mankell han creado una idea reduccionista de la literatura sueca contemporánea. A propósito de este fenómeno, la académica y ensayista mexicana, autora de La sociedad sueca contemporánea a través de su literatura (1990–2011) [Ediciones Alpe, 2012], nos brinda una visión más amplia de la actualidad literaria del país escandinavo María Elena Guzmán
E
s bien sabido que la Novela de Misterio —abarcando aquí novela negra, thriller psicológico y novelas de suspenso en general—, producida tanto en Suecia como en Escandinavia durante la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI se convirtió en un boom de impacto a nivel mundial. Y no deja de sorprender que aunque ya en 2010 se hablaba de una saturación del gusto del público e incluso se le auguraba una decadencia próxima, los índices de publicaciones actuales de novelas de este subgénero muestran que sigue manteniendo su vigor. Si a su vitalidad contribuyeron autores como Henning Mankell y el prematuramente finado Stieg Larsson, autor de la Trilogía Millenium, en la actualidad nombres recurrentes son Mari Jungstedt, Viveca Sten, Kristina Ohlsson, Carin Gerhardsen, Arne Dahl, Åke Edwardson, Lars Kepler y Roslund & Hellström entre muchos otros. Autores de un Manifiesto Literario en 2009 se quejaban de que el papel de crítica social que la literatura en general debe tener, se lo había adjudicado la novela de misterio. Señalaban, asimismo, la falta de autores de novelas entretenidas aunque de mayor profundidad analítica y conminaban a autores establecidos y en ciernes a producir novelas de análisis político y social. Su apelación ha tenido cierta resonancia en títulos cómo Amatören (El amateur, 2013), de Rasmus Lenefors, donde el miembro de un partido político, con miras a ser elegido en el Parlamento Europeo, se ve envuelto en un juego de extorsión, y en Förrädare (Traidor, 2012) de Ola Larsmo, novela en la que se da una posible respuesta al hecho de que Suecia, durante la Segunda Guerra Mundial, pudiera mantener su neutralidad frente a
la invasión alemana de los países vecinos Noruega, Dinamarca y Finlandia. En general, la novela de misterio sigue refi riéndose, aunque sin profundizar, a las causas de la diferenciación social contemporánea en el país: desempleo y sus consecuencias —disminución del nivel económico para grandes grupos, aislamiento social, desesperanza, afecciones psicológicas. Verse uno mismo reflejado en la literatura es una catarsis, expresan los psicólogos, y así podría explicarse el afecto de los lectores por el subgénero pero, además, no habría que olvidar el aspecto del entretenimiento: leer novelas de misterio, al igual que ver programas de televisión con temas similares, son las actividades preferidas del público escandinavo, tanto en el invierno con sus noches largas y frías, como en el verano con sus días luminosos y prolongados. En la Suecia actual, el contraste social que se percibe se ha venido generando durante los últimos treinta años, y es consecuencia de una creciente brecha económica entre grupos sociales, entre los que ganan más y aquellos cuyo ingreso disminuye. Las crisis económicas periódicas que afectan el contexto mundial, no menos la crisis financiera de 2008, son un factor importante. No obstante, la diferenciación social se ha venido manifestando con mayor intensidad desde que la Alianza de Derecha, en el poder en Suecia desde 2006, ha llevado a cabo, por un lado, una reducción de impuestos y por otro, una disminución de los subsidios estatales. Por ejemplo, se redujo el Impuesto al Trabajo, implicando con ello una reducción de impuestos en promedio del 5 por ciento para quienes trabajan; el Impuesto a la Propiedad Privada —1.5 por ciento— y el Impuesto a la Herencia que los herederos debían pagar al Estado y que, en algunos
casos, llegaba al 70 por ciento del valor de los bienes a heredar, han quedado sin vigencia. Cabe aclarar que, al principio, la reducción de impuestos al trabajo tenía como objetivo aumentar la diferencia de ingresos entre quienes trabajan y quienes reciben subsidios estatales como lo son los desempleados y quienes han estado fuera de toda actividad laboral por largo tiempo a causa de enfermedad, espoleando a estos grupos para que se emplearan. Y es obvio que las reducciones de impuestos en general, han beneficiado a quienes obtienen altos ingresos o cuya propiedad privada es significativa, mientras que la disminución de subsidios estatales ha venido empeorando la situación de quienes carecen de trabajo, independientemente de la causa.
La novela de misterio sigue refiriéndose, aunque sin profundizar, a las causas de la diferenciación social contemporánea
De la diferenciación social entre jóvenes incluso del mismo barrio, da cuenta Jonas Malmborg en Fältöversten (2013), relato de adolescencia donde el personaje refiere el abismo de clase entre él y sus nuevos amigos. Viven en el mismo barrio,
Östermalmstorg, uno de los más exclusivos de Estocolmo, pero aquéllos amigos residen en los departamentos de alquiler de la zona Fältöversten. Pronto se hace patente para el narrador, la discordancia entre su tranquila vida en el seno de una familia de clase alta, con respecto a la azarosa existencia de los amigos donde las borracheras, peleas, robos y drogas son parte del entorno. Cilla Naumann aborda el conflicto social en Springa med åror (Correr con remos, 2012), a través de la amistad entre las hijas de un granjero y de un banquero: cerca de la granja el banquero ha comprado una casita de campo y las chicas se encuentran y comparten los veranos durante varios años, aparentemente de manera igualitaria, aunque con ciertos detalles que marcan la diferencia de clases. En el fondo, cuenta una crítica literaria, el tema de esta novela se refiere al actual fenómeno económico que ha hecho de ciertas regiones rurales cercanas a lagos, ríos y mar, zonas atractivas que aumentan su valor y, con ello, un incremento en el impuesto a la propiedad, debido a la creciente demanda por parte de los propietarios adinerados veraniegos atraídos por la favorable localización de estos terrenos. La consecuencia ha sido que numerosos propietarios rurales, poseedores de los terrenos por generaciones, se han visto obligados a venderlos. El subgénero Novela Autobiográfica, con sus modalidades Autobiografía y Autoficción, ha sido el canal de expresión en forma novelada para múltiples autores, de una serie de fenómenos sociales e individuales, donde ya sea que ellos sean los protagonistas principales pero se presenten escondidos, o que se refieran a otras personas. Tuvo gran auge en la primera década del 2000 (2000–2009) y
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de portada mantiene aún su vigor, sin duda por la pluralidad de aspectos que revela. Temas actuales como la estresante vida cotidiana de padres que trabajan y tienen hijos pequeños y la problemática que ello conlleva, son el argumento de la autora Magdalena Graff en Mitt perfekta liv (Mi vida perfecta, 2013). Sobre las fricciones que se dan al interior de las nuevas constelaciones familiares donde los padres o madres y, en consecuencia, los hermanos son “de plástico”, es decir, padrastros, madrastras y hermanastros, narra Torbjörn Flygt en Var man (Cada hombre, 2013). Y sobre el dilema que afronta un padrastro respecto a la hija de su pareja (hasta dónde marcar la autoridad y lo que implica ser padrastro o “plastpappa” en una de esas nuevas constelaciones familiares), Tony Samuelsson recrea esas inquietudes en Plastpappan (El papá de plástico/Padrastro, 2012). La actitud confesional, incluyendo aquí la comunicación entre enfermedades físicas y afecciones psíquicas, es otra modalidad de la novela autobiográfica. Jan Lundgren narra en Slapptask (Sin erección, 2012), el padecimiento de enfermedades físicas —embolia, cáncer en la próstata— y psíquicas —depresión— de su alter ego. En Kråkprinsessan (La princesa Krok, 2012) de Annika Bengtsson, Solbritt, el personaje central, ha creído vivir en un hotel, pero paulatinamente va comprendiendo que en realidad está en una casa para enfermos mentales. Y desde la perspectiva de una persona bipolar, en Jag vill inte dö, jag vill bara inte leva (No quiero morir, lo que quiero es solo no vivir, 2008), Ann Heberlein presenta al lector un dilema fi losófico sin solución El cuestionamiento de la propia identidad, no menos el aspecto étnico en un país de inmigrantes como Suecia, donde casi dos personas de cada diez tienen raíces en el extranjero, es otro de los temas expresados a través de la novela autobiográfica y es muy vasto. Un judío sueco de mediana edad, personaje principal de Ni är inte alltid så märkvärdiga som ni vill tro (Ustedes no siempre son tan especiales como se lo imaginan, 2012), de Ricki Newman, se pregunta qué implica ser judío en la Suecia de hoy y se da a la tarea de analizar la identidad judía a nivel individual y colectivo. Por su parte, el personaje de Leif Zern en Kaddish på motorcykel (Kadish en motocicleta, 2012), recuerda una infancia feliz en un hogar judío, rodeado de parientes afables ajenos a una actitud religiosa extrema, cuyo padre mantenía un balance entre la propia cultura y la del país al que había emigrado. En Suecia, una nación a la que se puede emigrar si se es admitido como asilado político, periódicamente aparecen testimonios de personas que comparten experiencias de su proceso de integración o asimilación al nuevo país. Una novela que despertó mucho interés y buena crítica el año pasado fue Väldigt sällan fin (Muy rara vez hermoso, 2012), del etíope Sammi Said. Su personaje, que podría ser él mismo, está interesado en continuar sus estudios universitarios y prefiere la compañía de un libro a los comentarios insulsos de un Don Juan compañero de corredor, la presión de un nuevo converso al islamismo e, incluso, la compañía de una chica soñadora que anda en busca de un alma gemela. En el fondo del relato subyace el hecho de sentirse fuera de lugar o, mejor dicho, de país; en Suecia se siente como extranjero, pero al viajar a Etiopía se da cuenta de que allí también es ajeno. A cuestas lleva el dilema del emigrante. Una experiencia semejante es revelada por un joven adoptado de Corea del Sur, que ha crecido en Suecia, a través de la novela Gul utanpå (Amarillo por fuera, 2013), de Patrik Lundberg. En una entrevista, el autor habló así de su novela: “Quería contar cómo es crecer como hijo adoptivo, sentirse ajeno tanto en el país donde uno ha crecido como en el país donde uno nació”. El final del libro es afortunado, a pesar de la tentativa de suicidio de un personaje que declara tener dos culturas y cuatro padres. La amplitud de la novela autobiográfica ha dado cabida a autoras que han revelado relaciones familiares disfuncionales como Johanna Ekström en Om man håller sig i solen (Si uno se queda en el sol, 2012) o Felicia försvann (Felicia desapareció, 2012), de Felicia Feld, ambas hijas de personajes importantes del ámbito cultural sueco en la última década, y en cuyos libros la denuncia ha ido en contra de la actitud desapegada del padre,
EN MÉXICO Entre los autores nórdicos cuyas obras se encuentran en las librerías mexicanas, además de los publicados por sellos como Salamandra, Tusquets y UNAM, están los siguientes:
• Jerusalén. Selma Lagerlöf. Ediciones B • Calle Erottaja. Karo Hämäläinen . Ediciones B • En el corazón de los Fiordos. Christine Kabus. Ediciones B • Otoño alemán. Stig Dagerman. Sexto piso • Editorial Planeta cuenta con los títulos más importantes de Stieg Larsson, John Ajvide Lindqvist, Asa Larsson y Jane Teller. • Random House ha publicado en español a Leif G. W. Persson, Anna Janson, Karin Fossum, Anne Holt, Antti Tuomainen y Johan Theorin.
• El mayor catálogo corresponde a Nórdica Libros, que tiene disponibles las obras de Knut Hamsun, August Strindberg, Torngy Lindgren, Tomas Tranströmer, Herbjørg Wassmo, Ingar Sletten Kolloen y Lars Gustafsson, entre otros.
Lotta Lotass
Stieg Larsson
Viveca Sten
Ola Larsmo
en el caso de la primera, mientras que Felicia dirige una inmisericorde crítica contra la dominación e imposición de la madre. Ambas novelas causaron revuelo y se unen a obras anteriores que han tenido la misma función como Bläbäersmaskinen (El consumidor de bayas azules, 2009), de Nils Claesson. La recriminación, en este caso, es contra un padre que, aunque también escritor y artista plástico, al interior de la familia se mostraba intolerante, rudo, burlón y avaro, oprimiendo psicológicamente tanto al hijo como a la madre. A principios de 2013 se desató en los medios sociales una campaña de agresión y odio contra comunicadoras feministas. Escritoras, periodistas, comentaristas y conductoras de programas de televisión y radio denunciaron públicamente el acoso por medio de llamadas, mensajes, redes sociales y cartas con intimidaciones agresivas y violentas, e incluso amenazas de muerte. Un debate intenso, profundo, tuvo lugar a favor de las mujeres y los puntos medulares fueron abordados por la escritora Maria Sveland en el ensayo Hatet (El odio, 2013). Otro subgénero que permanece fi rme en el gusto de los lectores es la novela histórica que, semejante a la autobiográfica, abarca subgrupos en base al periodo histórico al que se refieren. Por ejemplo, entre 2007 y 2012, Dick Harrisson ha escrito una trilogía: Ofärd (Tiempos difíciles, 2007); Niding (Malhechor, 2010) e Illdåd (Crímen, 2012), que se desarrollan en la etapa vikinga de Escandinavia —800 dC–1050 dC—, mientras que Birgitta Walentin refiere la vida en una pequeña comunidad industrial local del norte de Suecia, a principios del siglo XX, en Stabläggarens dotter (La hija del cargador de vigas, 2012). Por su parte, Sara Lövestam cuenta la lucha de las primeras feministas por lograr el derecho al voto allá por 1906, a través de la novela Tillbaka till henne (Volviendo a ella, 2012). Durante los primeros años de la década del nuevo siglo (2001–2009) han aparecido novelas dentro de un subgénero que se podría denominar Novela Generacional, donde los personajes principales son las madres, las abuelas y los padres. Es interesante que en el caso de las madres y las abuelas, las autoras son mujeres —aunque no siempre— , mientras que son autores quienes escriben sobre sus padres. En el caso de las mujeres, la corriente parece
expresar el afán de recuperación de la figura femenina y, a mayor profundidad, de rescatar la historia de las mujeres trabajadoras del medio rural en el periodo de transición al medio urbano, allá en los albores del industrialismo, fines del siglo XIX, o en las primeras décadas del siglo XX. Kristina Sandberg, por ejemplo, ha ubicado su novela Att föda ett barn (Dar a luz, 2010), hacia finales de los años treinta. Es el relato de su abuela que a los 20 años dejó el campo por la ciudad cercana donde fue empleada en una panadería. El personaje narra cómo percibe su entorno y, en el fondo, trata de los esfuerzos de una mujer joven por lograr ser independiente económica y socialmente. En el caso de los autores que escriben sobre sus padres, algunas novelas son de amorosa empatía mientras que otras denuncian dolor y queja por el padre ausente. Así, en su novela Ett kort uppehåll på vägen från Auschwitz (Un corto descanso en el camino a Auschwitz, 2012), Göran Rosenberg retrata a su padre, que no obstante haber sobrevivido al confinamiento en un campo de concentración, no logra liberarse del horror de sus vivencias. En tanto que Johannes Anyuru trata de entender y aceptar que su padre haya tenido que abandonar a la familia cuando él era pequeño, a causa de las políticas en la Uganda de Idi Amin, pero también por conflictos personales, como sucede en En storm kom från paradiset (Una tormenta vino del paraíso, 2012). Habría que concluir este esbozo de la novela sueca contemporánea con dos libros de Lotta Lotass, miembro número 1 de los Aderton (Los Dieciocho), personajes del mundo literario sueco actual que forman la Academia Sueca, organización que designa anualmente al Premio Nobel de Literatura. Merecen ser mencionadas en calidad de obras que rebasan los marcos literarios novelísticos convencionales. Se caracterizan por aunar el ámbito científico con la narrativa, aunque sin caer en el subgénero Ciencia Ficción. En sus novelas Mars (Marte, 2013) y Sparta (Esparta, 2010), se encuentra el lector ante alucinantes paisajes apocalípticos de construcciones evacuadas bajo un cielo gris, geográficamente indeterminados y probablemente posteriores a un derrumbamiento de la civilización. La crítica literaria está de acuerdo en que el contraste del incoloro contexto novelístico contrasta con la belleza verbal de esta singular autora. L
08 sábado 29 de junio de 2013
MILENIO
de portada ESPECIAL
Literatura nórdica
Trascendiendo el planeta Mankell ENSAYO Roberto Pliego robertopliego61@gmail.com
C
uando hablamos de la novela que proviene de los países nórdicos —Islandia, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega—, casi por acto reflejo llega hasta nosotros el nombre de Henning Mankell y sus más de 25 millones de ejemplares vendidos a la sombra de Kurt Wallander, el detective que ha protagonizado la mayoría de sus historias e incluso ha cobrado vida en las pantallas del cine y la televisión. El renovado impulso del género negro no debería alentar nuestro asombro: sentimos una pasión morbosa por el asesinato en todas sus formas. Siguiendo el ejemplo de Mankell, un ejército de escritores nórdicos se ha dado a la tarea de colmar el mercado editorial con sabuesos que resuelven crímenes con tanta brillantez y celeridad que uno se siente llamado a tomarlos como modelos de hondura intelectual. Por fortuna, crecen libros y escritores más allá del planeta Mankell, aunque las librerías mexicanas no dispongan espacios para ellos pues quieren la bruma policiaca, no los gélidos abismos de la cotidianidad, la observación lateral o las realidades periféricas. Una realidad periférica es justamente la que ofrece La señorita Smila (Tusquets, 1994) del escritor danés Peter Høeg. Nosotros, lectores latinoamericanos, acostumbrados al olor de la guayaba y las hipérboles tropicales, tenemos si acaso un atisbo de la nieve pero ignoramos por entero la contundencia del hielo. En La señorita Smila nieve y hielo son más que
accidentes del paisaje; son organismos vivos ante los cuales los personajes se inclinan o rebelan. Høeg inicia con la muerte en apariencia accidental de un niño para enseguida lanzar la novela por el cauce de la introspección moral. Su triunfo se debe a tal decisión. Cierto es que apela al suspenso y la intriga pues la protagonista desconfía de la versión oficial —y, claro, se pone a investigar—, cierto es también que acumula peripecias como si tratara de rendirse a la acción. Pero lo que quiere en realidad es confrontar al espíritu racional europeo con la libre y salvaje voluntad de la naturaleza encarnada en el temperamento insumiso de quienes nacieron conociendo el hielo. Pocas páginas tan perturbadoras como las que entrega al final: Groenlandia, una antigua colonia de Dinamarca, se presenta por partida doble como el espacio absoluto por antonomasia y el abismo glacial que engendró nuestros más oscuros temores. Al menos tres autores finlandeses avanzan también fuera de la órbita del planeta Mankell: Riika Pulkkinen, Sofi Oksanen y Arto Paasilinna. Inútil buscar semejanzas: van por su cuenta, desdiciendo afiliaciones y credos. La verdad (Salamandra, 2012) de Riika Pulkkinen confina la existencia humana a la vastedad del recuerdo y a ese espacio de claroscuros que es la familia. De principio a fin asistimos a la agonía por cáncer de la abuela materna y a la extinción silenciosa de su mundo. La inminencia de la muerte convoca al pasado, que es decir a la vida, con todo y sus sinsabores: la infidelidad, la traición, el engaño. No hay familia, sugiere Riika Pulkkinen, que no proyecte sus cimientos a partir de un secreto. Y no hay secreto,
por más enterrado que esté, que no vuelva a extender sus alas amenazadoras sobre el presente. La develación, la verdad —diríamos—, suele tomar la forma de un huésped impertinente a quien no hemos invitado a nuestra mesa. Si de Rikka Pulkinnen admiramos su voluntad para matizar la desdicha y la pasión amorosa, de Soki Oksanen valoramos sus dones para transmitir uno de los mayores miedos femeninos: el de convertirse en mercancía sexual. Muy mal haríamos en leer Purga (Almadía, 2012) como solo una inmersión en el submundo del tráfico de mujeres que ha prosperado en Europa tras el derrumbe de la Unión Soviética. Sabemos de sus alcances por la joven protagonista de la novela que ha conseguido burlar a sus captores y refugiarse en una aldea de Estonia. Pero hay otra dimensión, personificada en la anciana que termina por ocultar a la joven: no la del sentimiento individual de humillación sino la de un pueblo entero. Al momento en que rememora los años tempranos de la posguerra —los del terror estalinista y las ejecuciones por traición a la marcha triunfal del socialismo—, Oksanen consigue fundir los destinos mancillados de esas mujeres en los destinos colectivos de Estonia y Finlandia. Con Arto Paasilinna las cosas más bien se precipitan por la pendiente de la antisolemnidad y el escarnio. Delicioso suicidio en grupo (Anagrama, 2007) es una novela que trabaja para el demonio irreverente de la risa. La acción se desboca una vez que dos aspirantes al suicidio se encuentran por azar en un granero. De haber elegido otro lugar y otro momento, uno estaría colgado de una viga y el otro con el cráneo deshecho. Un desconocido amor por la vida
lleva a estos hombres a iniciar la empresa descabellada de reclutar a tantos suicidas en potencia como sea posible. Lo malo — quizá lo bueno— es que la institución del suicidio es tan sólida en Finlandia como el sauna y el aguardiente. Después de dirigirse a cientos de candidatos, conforman un grupo de treinta y tres hombres y mujeres que se lanzan por toda Europa en busca del acantilado ideal para consumar un suicidio colectivo. La novela cobra entonces el aspecto de un viaje durante el cual van acumulándose cada vez más razones para amar la vida. Paradoja es el nombre oculto de Paasilinna. Y desmesura el de Jonas Jonasson, un periodista y productor de televisión que con El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamandra, 2012), su debut literario, sacudió el tronco severo de las letras suecas. Entre los motivos para celebrarlo, no es desdeñable el que haya resucitado a ese hijo del egoísmo y la falta de escrúpulos que es el pícaro. Jonasson ha creado un personaje —Allan Karlsson— a cuya intervención debemos algunos momentos estelares del viejo siglo XX: la Guerra Civil en España, la producción de la bomba atómica, el triunfo de la revolución en China, la muerte de Stalin, las revueltas de 1968. Su lema —“Lo que debe ocurrir, ocurre”— resulta más que una declaración de principios; es una ética. Cuando el nazismo tocaba a las puertas de Europa, Robert Musil imaginó al hombre sin atributos, un puro pensar. Jonas Jonasson acaba de dar con otra versión: el autodidacta a quien le da lo mismo convertir la leche de cabra en aguardiente o fabricar una bomba atómica. Se trata, sin duda, de un tipo más interesante que el atormentado Kurt Wallander del planeta Mankell. L
sábado 29 de junio de 2013 09
LABERINTO
en librerías El cuerpo humano
Aromas
Paolo Giordano Salamandra, España, 2013 346 pp.
G
iordano es un fenómeno literario. Su primera novela, La soledad de los números primos, obtuvo un éxito inusitado tanto en ventas como en galardones en Europa y el continente americano. Cinco años después, este joven autor italiano entrega una historia claustrofóbica, punzante y desoladora que tiene como telón de fondo el desierto de Irak y como elenco a un pelotón de voluntarios sin experiencia en armas ni combate e, incluso, sin experiencia en vivir la vida. Con la hostilidad del clima y el miedo a la violencia, Giordano ensambla una conmovedora fábula sobre la naturaleza humana.
El libro de la selva
Philippe Claudel Salamandra, España, 2013 158 pp.
I
maginemos un cuerpo, una vida que carece de casi todos sus sentidos, menos del olfato. Imaginemos que ese personaje solo se guía por los aromas. En un planeta en el que se han desterrado los olores, no habría manera de identificar absolutamente nada, el destino sería una historia imposible, un tiempo inenarrable. Estas son algunas de las inquietudes que plantea el autor de una novela que, contrario a lo que esbozó Patrick Süskind en El perfume, se finca en la certeza de una nariz que debe desbrozar el viaje existencial de una criatura prosternada ante la espiritualidad de los sahumerios.
Una nulidad de hombre
Rudyard Kipling Sexto piso, España, 2013 233 pp.
C
omo eslogan de tv: el clásico para chicos y grandes de la literatura británica, las asombrosas y emocionantes aventuras de Mowgli y su jauría de lobos, el oso Baloo, la pantera Bagheera y Shere Khan, el tigre, vuelven a las mesas de novedades en una magnífica edición ilustrada por el mexicano Gabriel Pacheco, que intensifica cada escena con imágenes poéticas, entrañables, que dan vida a la canción de los animales en el campamento, los elefantes que arrastran los cañones, los bueyes, los caballos, los mulos de las baterías de la montaña, los camellos y todos los animales juntos.
El maestro del Prado
Fatos Kongoli Siruela España, 2013 171 pp.
F
atos Kongoli es considerado el sucesor de Ismaíl Kadaré. Con un amplio reconocimiento, su obra literaria comenzó a publicarse después de la caída del régimen comunista. Una nulidad de hombre es la historia de Thesar–Lumi, residente de una pequeña ciudad próxima a Tirana. Él tiene la oportunidad de ir a la capital de su país y, a punto de abordar el buque, cambia de idea pues para él “ya es demasiado tarde”. Violencia, racismo, miedo, corrupción, son los temas que se entrelazan en los relatos que describen el regreso de Thesar a la capital.
La modelo asesinada
Javier Sierra Planeta España, 2013 328 pp.
D
espués de Dan Brown, el español Javier Sierra es el autor más vendido en España y Estados Unidos. Su nuevo libro, El maestro del Prado, nos presenta un recorrido por las salas del museo español donde guardan los frescos de Velasco. Ahí, en esas paredes, están ocultas las historias más impresionantes del mundo. Un aprendiz de escritor que aprendió a observar los cuadros con tal cuidado que ha comenzado a entender los mensajes ocultos. ¿Qué hay ahí, qué secretos sobre la religión católica nos revelará este autor en ciernes?
Vórtices Viles
Óscar Collazos Océano México, 2013 300 pp.
A
partir de las noticias que se publican en los diarios de América Latina, el escritor colombiano Óscar Collazos, columnista de El Tiempo, concibió la historia de Erika Muñoz, una modelo cuyo cuerpo es encontrado en los contendores de basura del edificio donde vivía. La novela gira en torno a Raúl Blasco, un honesto ex fiscal que presencia el asesinato y decide investigarlo por su cuenta. Bajo amenazas, en un ambiente de narcotraficantes y paramilitares, Blasco debe investigar a políticos, sicarios y hermosísimas mujeres.
Grafías contra el planisferio paginado Ruy Febén Tierra Adentro México, 2012 141 pp.
L
os universos en los que transcurren los cuentos de este volumen son normales, casi por completo. Y ese “casi” es una pequeña fisura de la que Ruy Febén tira para insertar un giro inesperado, una duda metafísica o, incluso, una invasión de criaturas marinas que vienen a conquistar a la especie humana. Así, el autor logra distorsionar la realidad a través de elementos fantásticos o míticos, pero con un tono socarrón e insolente que vuelve ligeros los textos. Estos Vórtices Viles buscan transgredir con sutileza nuestro espacio urbano.
Alberto Villarreal UNAM México, 2013 201 pp.
C
omo bien se ha dicho, llevar a cabo una antología de escritores siempre generará polémica o disgustos, en principio porque todo está sujeto al gusto y los criterios del antologador. Grafías contra el planisferio paginado, antología de dramaturgia mexicana actual, cuya selección y prólogo estuvo a cargo de Alberto Villarreal, propone una atenta lectura de los siguientes autores: Lucía Leonor Enríquez, Alejandro Ricaño, Gabino Rodríguez, Marina Gándara, David Gaitán, Enrique Olmos de Ita y Javier Márquez, de quienes se publica una pieza y biografía.
Hombres repulsivos LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL
Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com
S
i se tratara de proponer el ranking numerario en la totalidad de una obra casi perfecta, después de esa extraordinaria, deslumbrante meganovela que es La broma infinita, en mi opinión el relato “Entrevistas breves con hombres repulsivos” ocuparía el número dos en la bibliografía del difunto David Foster Wallace, una minuciosa exploración del ego masculino en la que el malogrado escritor estadunidense (malogrado es un decir, el suicidio es derecho inalienable, solo que de vivir un poco más quizás habría concebido otras maravillas), se pitorreó a sus anchas de sus congéneres a través de un puñado de respuestas/confesiones donde los protagonistas exhiben su fragilidad, ridiculez, insignificancia, estupidez, ruindad, oprobio y vulgaridad. Los hombres repulsivos de Foster Wallace no poseen un código específico. Pueden usar el fastuoso disfraz de macho alfa o el patético embozo de varón omega; pueden ser exitosos, ordinarios o perdedores, atractivos o antipáticos, cultos o ignorantes, es imposible no encontrarlos en cualquier rincón de lo real o no reconocerlos en ciertas criaturas de carne y hueso, de esa clase de hombres hay de sobra: se los puede identificar en la manera en que confrontan la rutina y se confrontan a sí mismos a través de su relación con las mujeres, ellas representan el parámetro ontológico desde el que miden al planeta estética, moral, mental, intelectual, sentimental o carnalmente. Los hombres repulsivos, explica con sutileza Foster Wallace, se expresan de manera deliberada o explosiva, sus ideas e impulsos son como una eyaculación precoz, ya que la genealogía trasciende cualquier especie patológica: no se trata exclusivamente de misóginos, egoístas, charlatanes, ebrios, embaucadores, pusilánimes, celosos, drogadictos, desleales, traidores, manipuladores, mentirosos o golpeadores ni tampoco solo de edipos, yagos, shylocks o de otelos, esos tipos surgen de manera repentina, ni siquiera requieren condiciones ambientales específicas: sea de día o de noche, en una velada romántica o en un encuentro ocasional, vampirizan,
practican la licantropía, seducen y destruyen al mismo tiempo y, generalmente, no experimentan un solo trazo de placer o de amargura, son unidimensionales, planos pero no del todo indiferentes, hay cierto gozo en sus actitudes, sean herméticas o abiertas. ¿Qué dicen aquellos individuos en el extenso relato de Foster Wallace? Para ser honestos, no cuentan nada excepcional. No hacen revelaciones grotescas ni sueltan confesiones de sordidez ni de maldades tremebundas, se tornan execrables a partir de rasgos, pinceladas, muecas o detalles, lo mismo puede ser un tipo que escucha amable, solidariamente, el relato de frustración y desengaño de una chica plantada por su novio, un tipo al que solo le interesan las tetas de esa chica de la que aprovechará su estado vulnerable, o un individuo que cuando tiene un orgasmo le grita al oído a su pareja “¡Victoria para las fuerzas de la libertad democrática!”, o un sujeto que se dedica a concientizar y alertar a una joven acerca de los pavorosos riesgos de caer en manos de un mal hombre, mientras lía un carrujo y le asegura que él es lo mejor que puede pasarle en esta vida, o el cliente de un centro de terapia para la violencia doméstica que reconoce que el problema no era su mujer, que su autoestima se ha elevado porque ha aprendido a perdonar y ahora él mismo se cae muy bien, el hombre repulsivo, qué razón tenía David Foster Wallace, pulula en todas las ciudades, se mueve por arriba y por abajo en las calles y avenidas, afuera de esta página que lees, tal vez podrías hallarlo en el espejo: ser horrible no es asunto del demonio, solo basta con mostrar sinceramente lo que eres. L
10 sábado 29 de junio de 2013
MILENIO
música
Textos y sonidos del arrabal A propósito de la carrera literaria que el rockero sonorense comenzó en paralelo a sus proyectos musicales, el también bajista de La Cuca habla de la génesis de sus dos libros y del sonido de Extraños, su nueva agrupación ENTREVISTA CORTESÍA RHYTHM & BOOKS
David Cortés
C
arlos Avilez habla con calma pero al preguntarle si robaría su propio libro, suelta una sonora carcajada: “No creo, afortunadamente ya puedo comprarlos… pero si tuviera 18 o 20 años, tal vez sí”. El texto de marras es Si el infierno existiera (Rhythm & Books, 2013), libro–disco–objeto que reúne textos, dibujos, letras de canciones, la música de Avilez & Extraños, y un DVD con un documental dirigido por Ray Cebada. Avilez, mejor conocido como bajista del grupo de rock La Cuca, nació en una población cercana a Ciudad Obregón, Sonora, y su periplo profesional en la música comenzó cuando se integró a Khafra, colectivo con el cual grabó un disco aunque abandonó el barco antes de que éste zarpara. A los 18 años, Avilez llegó a Guadalajara y comenzó a tocar con Óscar Fuentes en una banda llamada Cabaret (años después, ambos coincidirían en Las Horas Muertas y grabarían un par de discos); pero también sufrió una suerte de epifanía tardía: “Cuando llegué a Guadalajara, mi primera chamba fue tocar en un bule, en un centro nocturno llamado La Cachucha, y allí me topé otra vez con la música de Chelo Silva y de Cornelio Reyna. Ese reencuentro hizo que en mí creciera nuevamente el amor por esa música y a partir de entonces viví en la dualidad”. Avilez dibuja desde niño: “Los dibujos llegaron primero que las palabras, pero con el tiempo comencé a escribir más y a dejar los dibujos. Antes escribía en cuadernos que una vez llenos tiraba a la basura, hasta que un compa me dijo que los guardara y así fue como nació mi primer libro. Suelo compartir las cosas con mis amigos y un día le enseñé a Elena Santibáñez estos textos y de ella fue la idea de hacer Una historia como cualquier otra, mi primer libro”.
Carlos Avilez, autor de Si el infierno existiera
Si el infierno existiera es el segundo libro del autor que aparece bajo el sello Rhythm & Books, lo que lo convierte en el único escritor de esta casa en alcanzar ese logro. Elena Santibáñez, directora de la editorial que celebra su cuarto aniversario, se declara fascinada por el trabajo del bajista: “Su proyecto con Avilez & Extraños es una propuesta refrescante en el escenario musical actual, tanto
en el sonido como en la lírica, y es un honor ser cómplice de ello. Creo que este segundo trabajo que hizo con R&B es, por mucho, el más logrado que ha tenido la editorial hasta hoy y refleja muy claramente la solidez que en cuatro años hemos alcanzado como sello”. Los recuerdos, las vivencias de niño, la memoria auditiva que como una cinta sin correr del todo bullía en la cabeza de Avilez, difícilmente encontraba acomodo en la música de La Cuca; de hecho, ese proceso de decantación de la historia fue lenta. Su idea del arrabal, de una música gestada entre la mugre y lo marginal, al amparo de licores baratos y nubes de humo, aparecía intermitentemente en algunos de sus trabajos, en varias de las canciones desperdigadas en los álbumes de Las Horas Muertas; sin embargo, el paso decisivo llegaría con la producción de Por los arrabales, disco de Jaime López. Allí, el rompecabezas empezó a tomar forma. “No me imaginaba cantando mis canciones, pero un día, mientras hacíamos la prueba de sonido para la presentación de mi primer libro en Guadalajara, me puse a juguetear con el bajo y a cantar. Entonces Alonso Arreola, que estaba allí porque también se presentaba el libro de su hermano, se me acercó y me dijo que yo debería hacer eso. Así comenzó todo, formé los Extraños para combinar lo arrabalero, la música tradicional mexicana, el blues y el rock. Hice una banda para crear mi propio sonido y allí empezó a emerger todo lo que había escuchado de niño y las canciones se construyeron con la participación de Óscar Sánchez que es el único músico que sigue en la banda”. Si el infierno existiera no solo es una bella edición, un libro–disco–objeto muy cuidado en su realización; la música es muy personal, 15 canciones en donde su autor habla, efectivamente, del arrabal, lo cutre, la mugre. Canciones en donde los metales dan la bienvenida a una noche violenta en donde se respira sudor, erotismo, sexo; temas en donde la música norteña se mezcla con el funk (“Dulces dagas”) o donde el rock se hace blues (“No me digas”), donde éste abandona el Mississippi para entrar por la puerta de una cantina en la cual suena una rockola y entrega una canción que no tiene nada que ver con el rock, pero es interpretada con un sentimiento de fatalidad propia del que todo lo ha perdido (“La despedida”), canciones que tienen el swing del jazz (“Tu asesino”) y que cierra a todo pulmón con una melodía (“Esa rabia”) que los Texas Tornados podrían haber firmado sin ningún rubor. Si el infierno existiera es el producto de complicidad entre Avilez y Santibáñez, un libro nacido de un acto de amor.
EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL
El cuarteto Lissy Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx
D
igamos que el concierto del cuarteto Lissy (piano y cuerdas) que se llevó a cabo en la Sala Nezahualcóyotl el pasado 11 de junio, resultó de bajo perfil. En la historia de la música, la dotación para piano, violín, viola y violonchelo no ha sido precisamente de las más socorridas; a pesar de figurar entre las más bellas. No es fácil conjeturar las causas de por qué esta dotación ha sufrido cierto desdén; quizá la razón estriba en que ni es un trío (para piano, violín y violonchelo), ni un cuarteto de cuerdas (dos violines, viola y violonchelo). Sea una cosa o la otra, y para regresar al motivo de estas líneas, lo que hay que celebrar es que, aunque acontezca muy de vez en cuando, sea posible escuchar uno de estos cuartetos; pero sería más celebrable aún si este concierto hubiese pecado de exigencia. El programa fue el siguiente: “Marcha festiva en Re mayor” de Richard Strauss; “Cuarteto en Mi bemol mayor” de Mozart; “Cuarteto en La menor” de Mahler; “Intermezzo” Op. 370 de Balduin Sulzer; “Barcarola” Op. 108 de Saint–Säens, y “Cuarteto en La menor” de Josef Suk. De estas obras, solamente el cuarteto de Mozart tiene estatura encomiable. Las demás se antojan, a lo más, representativas.
Tal vez la intención del cuarteto Lissy (Raimund Lissy, violín; Robert Bauerstatter, viola; Sebastián Bru, violonchelo, y Srebra Gelleva, piano) no era brindar un concierto introspectivo y de primer nivel, sino simple y llanamente hacer un recorrido por diferentes estilos de la música, permitiendo que el escucha se regodeara con esta visión panorámica. Y que a modo de un buen buffet, escogiera el platillo de su preferencia. Imbuida de una graciosa ligereza, la marcha de Richard Strauss es una excelente muestra para abrir boca. Porque al escucha le abre las puertas de la tan sugerente dotación; de inmediato, la sonoridad del piano y los tres instrumentos que lo escoltan se materializa. Por lo que Strauss apuesta es por el equilibrio de las voces. Porque la música se desgaja con la sabiduría del que sabe contar con emoción y artilugio. Aunque no es el mejor cuarteto de Mozart —muy superior es el de Sol menor—, este en Mi bemol deviene en juguetería musical. Por lo que se respira a trasmano. Una música dulce y evocadora, que lo mismo trae a colación frases de extrema levedad que graves e íntimas. El cuarteto de Mahler es de una delicia exquisita, que bien puede palparse con las propias manos. Aunque demasiado breve para ser compuesto por un alemán —y máxime para la longitud infinita mahleriana—, este cuarteto es una clara muestra, por su lirismo, por su musicalidad, por su poesía, de lo que hubiera podido construir Mahler en el ámbito de la música de cámara.
Los integrantes del cuarteto
Aunque de diferente carácter, el “Intermezzo” de Balduin Sulzer y la “Barcarola”de Saint–Säens semejan ser aves de paso. Nubes que contemplamos por unos segundos y que en seguida se pulverizan. Y modesto en su estructura aunque de pronto de bellos pasajes melódicos, el cuarteto de Josef Suk deja entrever una voz preocupada más de lo deseable por la forma. Se antoja discutible que un cuarteto de estas pretensiones —como lo es el Lissy—, no incluyera una obra maestra en su concierto; a la altura del cuarteto de Schumann, de los tres de Brahms, del de Fauré en Sol menor, del de Dvorák en Mi bemol, o de aquel inolvidable de Beethoven en Mi bemol. L
sábado 29 de junio de 2013 11
LABERINTO
cine Natalia Beristain
“Cuando uno se siente solo, da igual la edad” La ópera prima de la realizadora mexicana, cuenta la historia de dos actrices que en la juventud y la vejez buscan un refugio para atenuar el vacío ENTREVISTA CORTESÍA PRODUCCIÓN
Fotograma de No quiero dormir sola
Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com
I
nmersa en una constante soledad, Amanda (Mariana Gajá) se mueve por la vida sin mayor aspiración que amanecer acompañada. Su presente se trastoca cuando se ve obligada a cuidar a Dolores (Adriana Roel), una actriz en retiro, adicta al alcohol. El reencuentro entre ambas produce un intenso choque generacional, sobre el que se sostiene la ópera prima de Natalia Beristain: No quiero dormir sola. La película se inspira en su abuela, ¿por qué? Surge más de la necesidad de explorar cuestiones
personales, que de contar una historia autobiográfica. Quería hablar de la vejez, de la soledad. A partir de ello decidí aprovechar ciertos rasgos de mi abuela. ¿De qué manera un conjunto de experiencias o de anécdotas se convierten en algo creativo? Siempre tuve claro que no se trataba de recrear momentos de mi vida sino de inventar situaciones y recrear personajes. La participación de Adriana Roel y de Mariana Gajá puso distancia al universo personal. Mi trabajo consistió en enriquecer la obra con otros puntos de vista, en lugar de aferrarme a que las cosas salieran como yo las había experimentado.
De la composición visual a los diálogos hay una tendencia estética hacia el minimalismo. Entiendo que pueda leerse de esa manera, pero no fue algo intencional. Sabíamos, al menos en el aspecto fotográfico, que no debía ser una película con una edición vertiginosa y muchísimos planos. Nos enfocamos en el trabajo de las dos actrices y eso fue lo que marcó el ritmo y el estilo. ¿Qué guió esta escritura visual de planos largos e intimistas? Fue un trabajo de mucha colaboración con la fotógrafa Dariela Ludlow. Pudimos planear durante varios meses la película y compartir referencias visuales. Sorprende el manejo de la fragilidad psicológica que alcanza con sus personajes, siendo su ópera prima… Hicimos mucho trabajo de mesa. Uno o dos meses antes de filmar, solíamos juntarnos para diseñar a los personajes, de modo que cuando rodamos ya habíamos explorado bastante la psicología que me interesaba manejar. Les compartí referencias que les ayudaran a encontrar el tono. En el caso de Adriana fue increíble, porque se apropió del personaje de Lola, escrito a partir de mi abuela. Habla de referencias, ¿Haneke es una de ellas? No realmente. Cuando nosotros filmamos, seguramente él estaba haciendo lo mismo con Amour. Vi su película en el festival de Morelia, donde también se estrenó la mía. No obstante, reconozco que su maestría para hacer las cosas siempre me toca. ¿Por qué le interesaba contraponer un conflicto generacional? Es una de las cosas que más me obsesionan. Creo que en el frenético mundo en que vivimos, poco a poco hemos ido relegando a los viejos. Como mis padres trabajaban mucho, yo pasé bastante tiempo con mis abuelos, siempre he sentido que nos vendría bien recuperar una figura similar a lo que antes era el consejo de ancianos. Por otro lado, solía pensar que la soledad no se vivía igual a los treinta que a los ochenta años, y hacer No quiero dormir sola me enseñó que cuando uno se siente solo da igual la edad. Su película no es amable con la vejez. No quería romantizar la idea de los viejos. Mi abuela tenía un sentido del humor más que negro, y podía beber más que diez cabrones juntos. Por eso quise retratar ese periodo de la manera más humana posible. ¿Ser hija de Julieta Egurrola y Arturo Beristain, reconocidos actores, abonó en su conocimiento de la estructura dramática? Que la abuela sea una actriz retirada —un guiño final a Chéjov—, sin duda son rastros de mi familia. Mi origen, no tengo la menor duda, es lo que me lleva a querer contar historias. Centra su película en un microuniverso, ¿a partir estos espacios es más fácil hablar de tópicos universales? Recapitulando experiencias, puedo afirmar que cuando las historias se escriben desde universos más particulares, conectan mejor con el espectador. Ese es uno de los grandes aprendizajes que me dejó la película. L
HOMBRE DE CELULOIDE
El encanto del macho políticamente correcto ESPECIAL
Fernando Zamora @fernandovzamora
E
n torno a 1992 vi por primera vez una película de Sally Potter: Orlando, basada en la novela de Virginia Woolf. En 1997, con The Tango Lesson, me convencí de que era una directora fundamental y hoy, con Ginger & Rosa confirmo que por su trabajo en torno a la política y el cuerpo, Potter es una directora cuya obra tendrá que ser revisada continuamente. Es interesante detenerse en el desarrollo de Potter y constatar que Orlando es un sólido punto de partida para todo lo que después ha ido desarrollando. Ginger & Rosa es el punto climático en su carrera y muestra que si uno no está al tanto de toda la obra de un artista puede subinterpretar una película. Solo en contexto se confirma la intuición de que esta obra en apariencia pequeña, es más bien un discurso político profundo. Si uno desconoce a Potter podría creer por ejemplo, que Ginger & Rosa es una elaboración de Tom Sawyer y El guardián en el centeno o aún que es otro coming of age. La ansiedad por el futuro, por el cambio en el cuerpo y por el deseo amplísimo de encontrar un sentido (que la existencia no parece tener en sí) no se diferencian mucho de los que padecen tantos adolescentes en películas del mundo inglés. Si uno se queda en la anécdota no pasará de un retrato de la adolescencia
que en poco se distingue de Skins que, aunque es una magnífica serie de televisión inglesa, es otra cosa. Solo en contexto entendemos que Ginger & Rosa se la carga contra entendidos políticamente correctos en la intelectualidad contemporánea. Hay aquí un hombre (Roland) que parece haber lanzado un hechizo sobre los principales personajes del film. Roland es pacifista y poeta honesto. Llora escuchando a Schubert. Este Roland (que es en muchos sentidos el protagonista de la película) se parece al ser humano que tiene hechizado al mundo políticamente correcto de Occidente. Es eso lo que Potter pone en tela de juicio. ¿Realmente este gentil y sensible ser humano que esgrime nuestra sociedad como paradigma ha dejado de ser un auténtico macho dominante? Creo que ésta es la cuestión. ¿Acaso es verdad que el amor, cuando es consensual, siempre es bueno? ¿No hay escondido detrás del paradigma del buen hombre socialista un macho más sofisticado, pero macho al fin? ¿La liberación sexual de los sesenta en realidad significó una liberación para las mujeres? Si Roland no fuese un paradigma políticamente correcto, cualquier crítica desde la feminidad de Ginger & Rosa sería un melodrama. Bien hecho, pero melodrama. Y sin embargo, la película de Potter alcanza el dinamismo de una tragedia contemporánea (pieza): la transgresión de Roland es digna de analizarse porque encarna
Ginger & Rosa. Dirección: Sally Potter. Guión: Sally Potter. Fotografía: Robbie Ryan. Con Elle Fanning, Alessandro Nivola, Christina Hendricks y Alice Englert. Gran Bretaña, Dinamarca, Canadá, Croacia, 2012. una serie de valores que la clase media suele considerar en Inglaterra y en México “buenos valores.” El trabajo de Potter es cuestionar más bien si el pacifismo no es a veces cobardía, si la acción política no es a veces desplazamiento freudiano y si el nuevo hombre del socialismo no es en realidad un macho capitalista disfrazado de adorable galán que llora escuchando a Schubert.
12 sábado 29 de junio de 2013
MILENIO
varia LARA ALMARCEGUI
ESPECIAL
Pabellón de España en la Bienal de Venecia
Crosthwaite contra las editoriales españolas
Las ruinas de la imaginación
ARCHIVO HACHE
CASTA DIVA
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
U
no de los escritores más sobresalientes de la literatura en México, Luis Humberto Crosthwaite, decidió dejar las editoriales españolas. Hace poco se le hizo un homenaje en Tijuana. En esos días, Eduardo Andrade (periodista del semanario Zeta y escritor heterodoxo, por cierto) escribió un artículo en que cita a Crosthwaite diciendo “estoy peleado con las editoriales españolas”. Le pregunté a Crosthwaite sobre esta ruptura. Me dijo: “No quiero publicar con editoriales españolas porque me parecen colonialistas y etnocentristas... En cuanto a mis libros anteriores, los estoy publicando print on demand y como obra reunida”. Esto sugiere que Tusquets modificó sus libros de un modo que no lo dejó satisfecho. Ahora los reedita tal como él los escribió. Y los vende Amazon. Crosthwaite es el literato fronterizo mexicano mejor colocado. Mientras el resto solo tenemos una minoría de nuestros libros editados fuera de la frontera, prácticamente toda su obra circuló en ediciones nacionales o españolas. La jugada de Crosthwaite es valiente. Es una resistencia. Y no es autopublicación como trampolín para entrar a la República de las Letras sino para salir de ella. Además, le da segunda vida a su obra previa. Un escritor de la frontera México–Estados Unidos, con fuerte tatuaje idiomático, frecuentemente tiene encontronazos con correctores y editores en torno a cambios en sintaxis y vocabulario. Cada palabra se vuelve una bronca.
La gramática literaria fronteriza es distinta a la de Ciudad de México y España que, en general, creen que sus variantes son la Real (Academia) y ven la fronteriza como provinciana–agringada que debe ser corregida, limpiada. Al autopublicar usando impresión por demanda no se necesita pagar un tiraje de 500 o mil ejemplares. El comprador ordena el libro en línea, se imprime ese ejemplar y llega a su domicilio, usando el sistema norteamericano, donde el libro tiene buena calidad, el lector paga menos y el escritor recibe más porcentaje. En la región fronteriza, Amazon, Lulu y otros servicios POD pueden ser convenientes. Crosthwaite puede usarlo para su comunidad de lectores ahí y en Estados Unidos, donde ahora trabaja. Este sistema es un paso más allá de las llamadas “editoriales independientes” (subsidiadas y mayormente centralizadas). En la frontera, podría consolidarse como el nuevo modelo de libro literario. Si en México surge un sistema confiable de impresión por demanda y envío, la autopublicación podría tener auge e incrementar la independencia de los escritores respecto de las mafias literarias, el mercado y el gobierno. Crosthwaite no es el primero, pero sí el más reconocido en hacerlo en la frontera. El libro centralista tiene el poder. Pero ya aparecen rutas para un nuevo libro migrante y sus correspondientes lectores–coyote. L
Avelina Lésper www.avelinalesper.com.mx
L
a imaginación fue asesinada. La originalidad ya no es una búsqueda. La comodidad que representa ser miembro del Club Arte VIP es que, entre otras cosas, se pueden apuntar a todos los lugares comunes sin perder su aura de artistas. Decir con inconsciencia que “todo está escrito”, “no hay forma de aportar”, “la autoría y la unicidad de la obra no existen” no representa desertar de la creación, traicionar a la libertad, y evadir la responsabilidad del trabajo artístico, son “diálogos tangenciales entre las diferentes circunstancias artísticas”, “perspectivas disidentes ante los tradicionales modelos de creación”. Matar a la imaginación hace imposible a la originalidad. La repetición de obras es una consecuencia lógica. El catálogo de objetos que han elegido para ser obras de arte es muy constreñido y, en cambio, los artistas que se nutren de él son abundantes. Esta reiteración no es un conflicto, al contrario, representa una ventaja artística porque se “comparten visiones”, “se hacen citas”, “se establecen complicidades”. Carecer de imaginación es una deficiencia cognitiva, impide la posibilidad de proponer ideas alternativas a la realidad para prever y planear, precisamente, nuestra realidad. Aprovechando que las obras se cotizan en proporción directa a su falta de imaginación: entre más elemental, más costosa; los artistas VIP deberían someterse a un estudio neurológico para ver en qué momento de su brillante carrera se les atrofió el proceso cognitivo de la imaginación al grado de desaparecer. Esta investigación permitiría estudiar las consecuencias científicas de esta corriente de falso arte. La repetición de las obras ofrece ventajas: con una fotografía se pueden hacer varios catálogos únicamente cambiando las cédulas. Los textos curatoriales también se pueden repetir porque por lo general son ilegibles y usan la misma jerga lingüística. Por ejemplo: tenemos la obra de Eduardo Abaroa y su “Destrucción total del museo de Antropología”; la de Abraham Cruz Villegas, “Autodestrucción 2”; Teresa Margolles con “La Promesa”; y el pabellón de España en la Bienal de Venecia comisionado a
Lara Almarcegui. Todas coinciden en que son un montón de escombros. El discurso de cada obra es diferente y eso no evita que estas manifestaciones de la ausencia del pensamiento abstracto y la imaginación sean iguales. La palabra no logra la transformación de la materia o de la obra. La de Margolles y Cruz Villegas estuvieron casi simultáneamente en dos museos de la UNAM, podrían haberlas juntado y ahorrarle a los visitantes las vueltas de un museo a otro colgando las cédulas en la misma pared. Abaroa se queja de cómo el museo presenta a los indígenas, exhibiendo su falta de comprensión entre pasado prehispánico y presente. Cruz Villegas se ahorra pagar el camión de la basura que limpie su residencia, se lo endosa a la UNAM, recicla los escombros de la remodelación, los reacomoda “escultóricamente” y los resignifica : “apelo a la capacidad creativa de un ciudadano cualquiera para modificar un objeto cualquiera”, es más fácil apelar a la creatividad de un ciudadano fantasma porque él mismo es incapaz de aplicarla en su obra. Teresa Margolles se apuntó al discurso oficial, como siempre, y habla de las casas abandonadas por los desplazados a raíz de la violencia, abusando del tema sin señalar responsables. Almarcegui fue la que contó con más presupuesto y montó toneladas de escombros, por eso cuida a los patrocinios y huye de las implicaciones políticas, dice que su obra no es una crítica a la situación de España, sino un esfuerzo “ontológico, social y político” para hablar del urbanismo en general. Lo que sí significan estos ejemplos es que el arte está estancado y, literalmente, en ruinas por la incapacidad de creación de los artistas y por la conveniencia de no ejercer el intelecto ni para elegir un material para llenar una sala. Estas obras significan dinero y que ese dinero no es para patrocinar lo mejor, es un impuesto que exigen las instituciones para mantener una burocracia que se niega a ser ética, que no acepta que estas personas no son artistas sino un grupo de oportunistas que se aprovechan de la proverbial pasividad mental del Estado. L