Laberinto N°. 528

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Laberinto

Alejandro Sandoval Ávila Poesía página 3 Braulio Peralta Las becas como jubilación página 3 Luis Xavier López Farjeat Sobre el silencio de Sicilia página 8 Heriberto Yépez El PRI y el Bonsái intelectual página 12

N.o 528 sábado 27 de julio de 2013

Latinbeat en Nueva York

Fey Berman Página 4 ESPECIAL

MILENIO


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MILENIO

antesala El Séptimo Sello EKO

EX LIBRIS

Errare humanum est TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

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l error que más veces he cometido en mi vida es ponerme la camiseta al revés. Por mucho que esté alerta, con cierta frecuencia aparece la etiqueta por delante de mi cuello. Sé que una vez arribé al aeropuerto sin boleto y dos veces a una frontera sin pasaporte. En cambio ya perdí la cuenta de las ocasiones en que he ido a la tienda sin cartera. Las llaves siempre han sido motivo de error. Muchas veces volví a casa con las llaves del hotel. O salí de casa sin llave o las dejé en el encendido del coche. O simplemente no sé dónde están. En cierta ocasión daba en la UAS una charla sobre el buen uso del lenguaje y se me salió la palabra “morido”. Nunca había cometido ese error ni lo he vuelto a cometer, ni sé por qué lo cometí en ese momento, pero bastó para desacreditar el resto de mi participación. Cuando caigo o reincido en un error, por grande que sea, me demuestro mejor que dios, pues tengo una infinita capacidad de perdonarme; en cambio, cuando lo comete otra persona no puedo concebir que haya tanta imbecilidad en el mundo. Ciertos errores solo están en manos de una elite. Exigen preparación, estudio, entrenamiento, votos. Por eso yo nunca voy a olvidarme de desplegar los flaps en el despegue de un avión; tampoco voy a fallar un penalti en una final de copa mundial ni voy a hundir a millones de mexicanos en la pobreza con mis decisiones erróneas. De hecho, creo que futbol y economía son las únicas prácticas en las que se puede navegar con más errores que aciertos. Se yo scribera cmo jugan lso futvoltisas, etonces mi farses serian cmo esta. Cuando trabajé en la maquiladora, se sabía que un

error podía costar millones de dólares, así que había algunos procedimientos para evitarlos. Cada cable del sistema eléctrico de un automóvil tiene conectores distintos, de modo que resulta imposible enchufarlos en el sitio equivocado. Cuando nos enviaban de la hoy moribunda Detroit los nuevos planos, había que destruir de inmediato los de la versión anterior. El error es parte esencial de la condición humana. Si vemos que una madre le llama a un hijo por el nombre de otro, ¿por qué ha de asombrarnos que alguien diga Gadafi cuando quiso decir Kavafis? Entonces no veo por qué saltar a los medios sociales con la infantil cultura de la burla cada vez que alguien se equivoca. Hay linchamientos virtuales con comentarios bastante pueriles sin que se distinga entre el error y la ignorancia. Peor aún, la mayoría de esas burlas van acompañadas de defectos ortográficos y gramaticales. El burro twitteando de orejas. A veces los errores tienen la particularidad de que los comete solo quien no debería cometerlos. Así, el editor es el único que rechaza una obra maestra que todos queremos leer y termina publicando un bodrio que muchos acaban por leer. Entre miles de espectadores el árbitro es el único que no ve una mano dentro del área; entre millones de ciudadanos, el presidente es el único que no ve error en sus políticas. Si yo tuviese mentalidad de presidente, al ponerme la camiseta al revés me diría que no es un error, sino nueva moda, espíritu de los tiempos, rumbo correcto, voluntad del pueblo, cuestión de soberanía, cosas del mercado y arriba y adelante con la etiqueta por delante durante los próximos seis años, así me fastidie el gollete. L ESPECIAL

Elman Trevizo elman_trevizo@yahoo.com.mx

DE CULTO

ESPECIAL

Los sueños de Berryman

M

ientras el gran poeta chino Li Po se lanzó de su balsa para abrazar el hermoso reflejo de la luna y el poeta estadunidense Hart Crane se arrojó desde la borda de un barco tras recibir la golpiza de unos marineros, John Berryman se tiró de un puente, reafirmando así la predilección de los poetas por el agua. Turbaciones y cuitas describen a los escritores de la generación de Berryman. La mayoría de ellos sumidos en el alcoholismo, en las crisis nerviosas o proclives al suicidio. Además de ser parte de una primordial generación de poetas anglosajones, Berryman comparte el año de nacimiento con dos destacados escritores latinoamericanos. En el 2014 se festejará el centenario de Octavio Paz (a quien lo vislumbraban los versos de Berryman) y Julio Cortázar; mientras que en algunas partes de Estados Unidos se recordará a uno de los grandes poetas de la segunda mitad del siglo XX. Empezó a publicar durante la Segunda Guerra Mundial y su obra quedó marcada por la deshumanización, el escepticismo y el desencanto del enfrentamiento bélico. Atrás quedaron las tendencias literarias del imaginismo y la poesía objetiva. Sus poemas con mayor número de traducciones al español son los que conforman The Dream Songs, libro que a su vez compila los poemarios 77 Dream Songs, por el que le otorgaron el Premio Pulitzer, y His Toy, His Dream His Rest. En el volumen The Dream Songs se aprecian las características de lo que muchos consideran la poesía confesional; término que el mismo Berryman rechazaba al decir que desde los doce

años no se confesaba frente a un sacerdote y que la palabra “confesionalismo” no significaba nada para él. Sin embargo, es clara la intención autobiográfica en los versos de su volumen de poemas más conocido. Hay en ellos la proyección de la identidad y la necesidad de hacer público algo íntimo, valiéndose de la alteridad para esconderse tras un personaje: el otro. Sin importar la corriente o grupo literario en que los críticos enmarquen su obra, éste comparte con Robert Lowell, Snodgrass, Anne Sexton, Randall Jarrell y Elizabeth Bishop, el testimonio que estos daban de las “turbulencias del mundo”, como el propio Berryman explicaba su poesía, la cual ponía especial énfasis en el sujeto, sus experiencias y sentimientos; textos que además poseían una técnica depurada y consciente, la cual el poeta explicaba con exactitud en sus ensayos. En los poemas de The Dream Songs, Henry, el heterónimo del autor, se cuestiona sobre el ser humano y Dios (“Dios es el enemigo de Henry”). La suntuosidad es remplazada por la sobriedad narrativa: "Dios bendiga a Henry. Vivió como una rata,/ con una brizna de pelo en la cabeza/ desde el comienzo./ Henry no era un cobarde. No demasiado". El padre de Berryman se suicidó cuando él era un adolescente y su hijo encontró el cadáver. Años después se convertiría en poeta y seguiría el ejemplo de su progenitor, saltando del puente de Minneapolis para fundir la muerte con el agua. Li Po perseguía un espejismo y Hart Crane huía del mundo. En la poesía y vida de Berryman se encuentran ambas cosas: espejismo y huida. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

Mejor morir de sed de frenesí que vivir muertos de hambre de cariño. MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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antesala

Trasiego

Las becas como jubilación

El amor correspondido, las mujeres, los deseos y la inocencia componen la geografía que el autor mexicano explora en su más reciente libro POESÍA

A SALTO DE LÍNEA ESPECIAL

Alejandro Sandoval Ávila

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n leve movimiento rompe con la magia prisionera entre tus senos desnudos y se inician los últimos detalles: construyes ese orden escuálido depositado como anuncio de la ausencia inconclusa por tu tesitura de viento caribeño. Trazo del desamor la mirada final contra mis ojos acorralados atrás del agua dócil. Mis ojos confronta de tus pupilas. Mis ojos azoro de la lluvia habanera la que azuza al desamparo en nuestro ámbito.

L

a espuma es la primera boca de Varadero y tu cintura la espina. Si insisto en que desearnos duele es porque nunca hemos arrojado al mar las dichas muertas y porque el Báltico es la mejor nostalgia. Hemos mentido pero jamás ante la tragedia de ver cómo el trópico se acababa contra tus pies. Hemos mentido pero solo para evitar el dolor de las noches nórdicas para desearnos un poco como a los veranos quebradizos. Y en lo que hemos nombrado nuestra orilla arrecifes de todo primer amor comienza el canto que ya no se escribe.

ESPECIAL

A

lejandro Sandoval Ávila (Aguascalientes, 1957) es narrador y poeta. Dirigió la colección “Premios Bellas Artes de Literatura” y fue miembro del consejo directivo de la Sociedad General de Escritores de México. Es autor de las novelas La justa fatiga, Destierro, Sin muerte ni fulgor y Como pollos ¿y gatos?; de los poemarios La noche es un tren, Tercera menor y La llama y el torrente, entre otros. En 1974 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven de México. Colabora en distintas publicaciones en México, Cuba, España, Venezuela, Alemania y Estados Unidos. Los versos que aquí publicamos, forman parte de Trasiego, libro editado en la serie “La furia del Pez” de Ediciones del Ermitaño.

Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

L

as becas envejecieron: los que las reciben no son aquellas promesas que consolidarían la literatura, la danza, el teatro, la música y las artes de México. Eran y son de un grupo que los cobija y les busca incentivos. No han dejado una huella indeleble en la cultura pero se han posicionado como figuras por el medio —o padrino—, que los protege. Así, nunca tendremos artistas e intelectuales que lleguen a algo más que el aplauso de los mismos de siempre, incluyendo homenajes sin gente. ¿Hasta cuándo? Hay excepciones en becas bien habidas. Y aclaro: No estoy contra las becas sino contra los modos de becar. De jurados negados para vislumbrar tendencias del arte, contra nombres, sí, pero sin prestigio. Tampoco estoy contra la madurez o juventud de un becado. Pero a la madurez hay que exigirle obra consolidada, y a la juventud, movimiento contra lo establecido. ¿Qué obras de arte han hecho los creadores becados estos 20 años? No es una respuesta fácil, salvo que recurramos a la retórica gubernamental o a la justificación de los implicados. Si pensáramos en obras por encima de las personas a becar, sin hacer caso de las recomendaciones o presiones de los grupos culturales o padrinos —sabemos que están ahí, aunque lo nieguen—, sería lo más sano para el arte de nuestro país. Estoy contra instituciones que contabilizan eventos artísticos —por su cantidad—,

ante los magros resultados en el crecimiento cultural de la población. No puede ni debe ser. En 2010 se realizó la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales. Confirmó un lugar común: más de la mitad de los mexicanos no adquieren libros para leer, no van al teatro ni a la danza, los museos y bibliotecas. Acaso oyen radio, van al cine y ven mucha televisión. ¿No sería mejor enfocar ese dinero de las becas a incentivar el fracaso de la cultura en su principal motivo: los espectadores y lectores? ¿Para qué una encuesta si la vamos a encajonar porque pasamos a otro sexenio? Los creadores, en su ego, no entienden de industrias culturales. No quieren saber siquiera de su fracaso frente al público. Mejor critican sin comprometerse a nada. Es hora de cambiar el comportamiento del corporativismo no solo del Estado, también de los grupos culturales. Es inconcebible que algunos becados ni siquiera tengan obra sólida, pero el salario ya les llega mensualmente. O que algunos quieran pensión de por vida. Les recuerdo que en nuestras casas los padres advirtieron el peligro de elegir carrera: “del arte no vas a vivir…” Y escogimos. Seamos consecuentes. Hagamos obra y olvidemos el huevo de la serpiente: la beca. El Estado no va a cambiar, a lo mejor nosotros sí… Coda Por fin una escritora, Cristina Rivera Garza, honra al libro de otra escritora: Sabina Berman con su novela La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, ninguneada por la crítica literaria. Nos tardamos en México para mirar una obra diferente en el contexto mexicano. L

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cine FOTOGRAMA DE SEÑORITAS, DE LINA RODRÍGUEZ

LATINBEAT EN NUEVA YORK

El nuevo cine

latinoamericano La Film Society del Lincoln Center de Nueva York, exhibió recientemente una serie de filmes latinoamericanos que configuran un mapa realista y crítico de lo social: política y poder, crimen organizado e inequidad de genero, entre otros fenómenos regionales

RESEÑA Fey Berman/ Nueva York

E

l Film Society del Lincoln Center en Nueva York celebró en estos días la catorceava edición de Latinbeat, la muestra de cine latinoamericano. Se proyectaron 17 películas recientes de 11 países incluyendo cintas de ficción y documentales. A continuación, un breve repaso de lo mejor de esta oferta en la que resaltan dos temas: el rol de la mujer y la ausencia de la democracia en Latinoamérica. EL SELLO MACHISTA Y EL INTENTO DE ROMPERLO Dos películas colombianas presentan dos versiones del rol femenino en el contexto de la desigualdad entre géneros y la misoginia. La eterna noche de las doce lunas, de Priscilla Padilla, documenta cómo Pili, de doce años, cumple con un rito ancestral que marca la transición de las niñas a la vida adulta entre los wayús. Después de su primera menstruación, la joven debe aislarse durante 12 ciclos de la luna. Durante este tiempo, permanece en una casa que los hombres de la tribu construyeron especialmente para ella. Solo pueden visitarla las mujeres más cercanas. Estas le enseñan los oficios que le serán útiles para cumplir “adecuadamente” las tareas de ser “mujer”: hilar, tejer y, sobre todo, nunca reír frente a los hombres o dirigirles la palabra, existir para servirlos. De noche, la sacan cubierta para que nadie la vea y la bañan con agua fría bajo la luna. Durante las interacciones de la niña con estas mujeres se le insiste cuán feliz debe sentirse de su aislamiento y se le enseña la manera de comportarse para ser debidamente apreciada, para que cuando la vendan, sea por buen precio. Tras el largo período de reclusión, se realiza una celebración en la que la joven es oficialmente declarada majayut (mujer). La celebración consiste en la venta de sus tejidos, la continuación de su dogmatización y un “baile” extrañísimo en la que la celebrada y un grupo de niñas que aún no han tenido el “honor” de pasar por el encierro, “bailan” con un niño. El ritual es verdaderamente extraño. Las niñas, vestidas con atuendos parecidísimos a las burkas musulmanas pero en colores brillantes, corren jorobadas para que no se les vea la cara. El niño, vestido de manera similar a la de los indígenas prehispánicos, corre tras ellas, acosándolas, tocándolas agresivamente. En la última escena, Pili aparece a solas. Confiesa que aún no quiere que la vendan: desea terminar el bachillerato y seguir estudiando.

Gracias a su dirección inteligente y su fotografía inspirada, la cinta es cautivadora y conmovedora, rebasando la etiqueta de simple documental etnográfico. Y sin embargo, a pesar de su belleza visual, la horripilante y ardua tarea de volverse deseada entre los wayús espanta por el terrible machismo que originó y perpetúa esta costumbre. Aunque Pili siga sus estudios, en última instancia será vendida a un hombre para obedecerlo, se convertirá en paria o dejará de vivir con su tribu. Señoritas, de Lina Rodríguez, una producción de Colombia y Canadá, muestra cómo las mujeres jóvenes están negociando las expectativas que tienen de sí mismas y las expectativas de sus familiares, amigos y amantes para delinear su identidad. Alejandra es una joven bogotana de clase media. La cámara la sigue durante su rutina diaria: cuando se pone maquillaje; cuando se defiende de las indagaciones de su mamá metiche que la infantiliza; cuando se masturba; cuando con las amigas se prueban atuendos para verse “sexy”; cuando el novio la besa y la apapacha en el carro; cuando discute con su grupo de amigos sobre las consecuencias del sexo y los géneros no logran entenderse; y cuando en la noche solitaria se le ve de espaldas volviendo a casa sola y el cliqueo veloz de sus tacones delata su agitación. La película es conceptual y formalmente sencilla. Su estrategia para presentar el perfi l de la joven posibilita que el espectador se sienta inmerso en el mundo de la protagonista y, a la vez, se mantenga a distancia suficiente para observar e intuir características que distinguen a la identidad femenina moderna, cosmopolita, pero también muy definida por lo latinoamericano. Mediante diálogos sobre el amor, el desamor, las ganancias y las pérdidas de la libertad sexual, la independencia y dependencia de los padres, el machismo, el aborto y la amistad, la película presenta un retrato honesto y profundo de las preocupaciones más importantes de las mujeres jóvenes.

Del film La eterna noche de las doce lunas

PERVERSIÓN DEL GOBIERNO ELEGIDO, CORRUPCIÓN Y VIOLENCIA Tres documentales lidian con la falta de democracia en Latinoamérica. El primero, se refiere al desencanto de la revolución. El segundo, a la imposibilidad de avanzar en una sociedad corrupta e ineficiente, y el tercero aborda una manera de lograr hacerlo —al margen del gobierno. Palabras mágicas (para romper un encantamiento), cuarta película de la nicaragüense Mercedes Moncada Rodríguez y coproducida por Guatemala y México, es en parte un reportaje político y en


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varia FOTOS: ESPECIAL

El breñal del odio RESEÑA Adrián Curiel Rivera acurielrivera@gmail.com

Escena de El impenetrable

parte, autobiografía. Reconstruye el trayecto de la revolución nicaragüense desde la perspectiva de su autora que vivió los hechos. Mediante escenas de archivo, el documental rastrea la historia del sandinismo: el levantamiento armado y sus muertos heroicos, el triunfo esperanzado, la toma del poder y finalmente, su declive. Muestra cómo la intervención yanqui y la corrupción interna terminaron destruyendo los avances logrados. Los líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional pactaron con los mismos somocistas que habían logrado derrocar y ambos compartieron el poder apropiándose de todo. Que Daniel Ortega, el héroe del movimiento, haya justificado el haber violado a su hijastra para poder lidiar con el estrés de ser gobernante, ejemplifica cómo Nicaragua se fue al carajo. A esta narración, contada con puntualidad, se entrelaza la historia de Moncada: la ilusión y el desencanto que le provoca cada paso de la etapa histórica. Durante este relato se proyectan imágenes de la Managua actual, pobrísima, destruida, convertida en un basurero gigantesco, llena de jóvenes drogadictos. Aunque por momentos, la película irrita mostrando imágenes que confunden al desviarse de la anécdota principal, es fascinante. Además, contribuye a ahondar en las razones que explican las exitosas alianzas que Hugo Chávez logró establecer con otros líderes latinoamericanos. El impenetrable, una coproducción de Argentina y Francia, de los italianos Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini, también documenta una etapa histórica desde el punto de vista personal. Cuando Stroessner estuvo en el poder en Paraguay, le vendió a sus cuates parcelas enormes por centavos. Las tierras pertenecían a los guaraníes. El padre de Incalcaterra fue uno de los compradores. Cuando murió en 1994, sus dos hijos heredaron 5 mil hectáreas en el corazón del Chaco paraguayo. Veinte años después, Daniele se embarca en una aventura quijotesca para restaurar la parcela y devolvérsela a sus dueños originales. Se topa con enormes problemas: deforestación, monopolio de todas las tierras vecinas en manos del hombre más rico de Paraguay, intereses extranjeros, otros individuos con contratos de propiedad por la misma parcela y demás problemas. Una audiencia con el presidente Fernando Lugo le permite recuperar su tierra. Regresa a Italia pero promete volver para emprender su proyecto. Tras la exhibición del documental, la curadora del festival le informó al público que el plan de Incalcaterra está suspendido.

Él le explicó que los narcos le han hecho saber que si vuelve a pisar Paraguay, lo matan. El documental y el breve epílogo retratan un país corrupto, en manos de extranjeros y narcos, hundido en la pobreza. El alcalde, un documental del periodista Diego Enrique Osorno y los cineastas Emiliano Altuna y Carlos Federico Rossini (México, 2012), lidia con Mauricio Fernández Garza, ex alcalde de San Pedro Garza García, municipio de Monterrey. Desde su primer día en el poder y durante todo su mandato, Fernández Garza, un empresario millonario excéntrico, coleccionista de arte, antigüedades, fósiles y hasta cabezas humanas reducidas por los jíbaros del Amazonas, decidió tomar la justicia en sus propias manos. El mismo día en que asumió su puesto, declaró: “lo van a entender por las buenas o por las malas, no vamos a aceptar ningún tipo de secuestro en San Pedro Garza García. Y si no, lo pagarán con su propia cara”. En efecto, el alcalde gobernó el municipio como si fuera otro país, una entidad independiente de la república mexicana. Se sospecha que su Grupo rudo, una tropa secreta patrocinada por los millonarios de Monterrey, cometió tortura y asesinato. Existen buenas razones para suponer que el alcalde mandó a matar a varios líderes del narco. Su heterodoxa estrategia es reprochable. Sin embargo, es admirable que en una época de la historia de nuestro país en la que ha habido civiles y gobernantes muertos por todos lados, al alcalde no solo no lo mataron sino que, efectivamente, aisló a su municipio de los asesinatos y de los narcotraficantes. El retrato del municipio asombra no solo por su riqueza, también por su orden. Parece un Mónaco mexicano. Por corrupción e ineficiencia, el Estado no ha podido cumplir sus promesas. Queda la pregunta: ¿Se puede condenar que el alcalde haya gobernado como un soberano al margen del Estado y que haya utilizado la violencia en contra de grupos que están destruyendo al país? El documental captura inteligentemente y sin tomar partido, las contradicciones fascinantes de la personalidad de Fernández Garza y la compleja situación de la guerra contra las drogas en México, fenómeno en el que se mezclan la violencia, los intereses económicos y el descrédito de la clase política. En resumen, cinco cintas muy recomendables cuyos temas sociopolíticos abordan la desigualdad de género y la económica y el cáncer de la corrupción, y proporcionan una profunda perspectiva sobre algunas de las razones que limitan el progreso en Latinoamérica. L

E

n ocasiones, la publicación de una novela va acompañada de datos extraliterarios que por sí solos dan de qué hablar. Es el caso del lanzamiento de El cielo árido de Emiliano Monge, obra editada en México a finales del año pasado (Mondadori la distribuyó antes en España) y con la cual, por segundo año consecutivo, un autor mexicano nacido en los 70 obtiene el Premio Jaén de Novela, que cumple ya su convocatoria XXVIII. Como es sabido, Julián Herbert se alzó con el triunfo en la edición anterior, gracias a su excelente novela Canción de tumba, y el mismo reconocimiento al que ahora se ha hecho acreedor Monge le serviría entonces a Herbert como plataforma para ganar más tarde el premio Elena Poniatowska. Desde que Mario Vargas Llosa conquistara en 1962 el Premio Biblioteca Breve por La ciudad y los perros, signando uno de los momentos clave del boom latinoamericano, parece que el panorama de los premios narrativos, y la forma como se receptan, no ha cambiado mucho en nuestra República de las Letras. Si vienen de fuera, especialmente de España, funcionan como un paradójico fi ltro para leer a los autores de la propia casa, que de otro modo serían ignorados sin piedad. Si se organizan puertas adentro, no es infrecuente que queden lastrados por algún escándalo como el de Bryce Echenique; que nazcan atrofiados por la sospecha de influyentismo (perdón por el barbarismo), verbigracia el novísimo premio Sanborns/Joaquín Mortiz, o que corran el riesgo de perecer por inanición presupuestal, como el reciente galardón Carlos Fuentes, que el jurado tuvo a bien conceder, en lo que con probabilidad sea su única entrega, a la joven y talentosa promesa, premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa (a quien, ironías aparte, se lo admira sin cortapisas). Un aspecto notable de los escándalos de los premios reside en la facilidad con que se olvidan. Ricardo Piglia puede presidir el Rómulo Gallegos sin importar que haya sido condenado por fraude en el Planeta. Al fin y al cabo, como afirma Zaid, todo premio (al menos de novela) es fraudulento, pues resulta materialmente imposible que los miembros del jurado lean todo. Y eso sin considerar lo que, por informantes de primera mano, podría relatar: la puja entre agentes literarios y editores para decidir quién se lleva ese año la cuchara a la boca. Pero, ¿y bueno, la novela de Monge? Al margen de este contexto, se trata de una obra de indudable calidad. Cuenta la historia de Germán Alcántara Carnero, una bestia asesina, esbirro rompehuelgas y matacuras, régulo del páramo y los breñales que se extienden en la desolada altiplanicie imaginaria de Meseta Madre Buena. Su vida, tachonada por la violencia y el odio desde la infancia, traduce el atraso e injusticia dominantes en los parajes remotos de nuestro continente, del Río Bravo para

abajo, y metaforiza también la historia negra del México contemporáneo, tanto sus hitos sociales: Revolución, Cristiada, Posrevolución, como sus severas taras: los latifundios, el pistolerismo, la coacción de los poderosos sobre la masa deprimida y miserable. Un buen día, Alcántara Carnero se cansa de presidir el aldeano Ministerio Público donde tortura a sus víctimas encerrándolas en un baúl, dispuesto a iniciar una nueva vida. En su alma putrefacta boquea aún la esperanza de la redención. Solo adelantaré que el hombre más temido de Lago Seco se convertirá en padre de familia, que engendrará un hijo monstruoso, que tratará de abrazar desesperadamente esa fe que se encargó de despedazar durante décadas. El texto de Monge se inscribe en un regionalismo tremendista que, a falta de mejor adjetivo, podríamos denominar también posmoderno. Hay en él resonancias de Rulfo, de García Márquez, de la narrativa de la Revolución, incluso del Cela de La familia de Pascual Duarte y de un regionalista no por extemporáneo menos comprometido con su arte, Juan José Saer. Pero Monge acude a interesantes estrategias narrativas. No le interesa desarrollar una historia lineal sino “diseccionar” los momentos más deslumbrantes que iluminan la existencia de Alcántara Carnero como un faro, lo que justifica continuas imbricaciones y solapamientos espacio–temporales. A través de intromisiones recurrentes (en esto se asemeja a la novela de Herbert), que fijan una especie de “poética Monge”, el autor confiesa su deseo de ser personaje, ya que él lleva una vida de escritorio vacía, en un siglo sin sustancia. La trama, por último, se despliega en un tono lírico que explota las potencialidades del lenguaje oral y que, a la manera de las recitaciones de chamanes y bardos, por medio de la reiteración de pies mnemónicos, cobra una musicalidad casi hipnótica y muy bien sostenida. Quizá se le pueda hacer un único reproche a Monge: por instantes, el lector agradecería que un ave simplemente volara, en lugar de describir los mecanismos anatómicos y las leyes físicas que se conjugan en su vuelo, y el total de parábolas, reales e infinitas, que pudo trazar el pájaro. L


LABERINTO

STEFAN WERMUTH

Hackers, espionaje, vigilancia, información ultra secreta. Estas figuras que en un mundo sosegado y menos paranoico formarían parte de una novela negra y no ocuparían espacio en la prensa de los siete continentes, han tomado por asalto a las políticas, los medios y la opinión pública. Enseguida, dos puntos de vista sobre el tema BOBBY YIP/ REUTERS

Julio Patán

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no se imagina el regodeo de Chomsky, Oliver Stone, Michael Moore y los quince o veinte nostálgicos de la prensa mexicana, los que dieron el adiós a Chávez como quien se lo da al mesías (ah, y el de Sean Penn): “¿Lo ven? El Gran Hermano existe y, como dijimos ya en los años setenta, no lo encarnan ni Stalin, ni Pol Pot, ni Fidel, ni Maduro, ni el Kim en turno, ni Rafa Correa, ni mucho menos el entrañable Evo. El Gran Hermano es el Sistema, es decir, los poderes ocultos del capitalismo, que vigilan e incluso controlan cada blog, cada 140 caracteres, cada golpe de Skype, cada mail, cada mensajito de tu Facebook o tu smartphone, y con ellos, claro, nuestras conciencias”. El regodeo, se entiende, proviene de las desventuras de Edward Snowden, el ex técnico de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional que nos trajo la novedad de que siempre sí vigilaban internet y los celulares, de que lo que parecía el espacio de la plena libertad ahora parece un poquito menos libre, de que las potencias occidentales también controlan a sus ciudadanos. El regodeo, en otras palabras, se deriva del hecho de que, miren ustedes, escépticos lobotomizados por el Sistema, las teorías de la conspiración revelan hechos, no delirios paranoicos. Y es que, la verdad, nunca habíamos estado tan cerca de encontrar una de a de veras, comprobable. Porque la Operación Cinco Ojos (queda claro que los espías ven películas de espías y se apropian de su estilo literario para bautizar sus operaciones, a la manera del judicial del DF que dice “Lobo 1 a Cazador, ¿copias?”) no solo engloba a los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, sino que, conforme a la versión de Snowden, cuenta con la aquiescencia

Movilizaciones a favor del ex analista de la NSA

La teoría de la conspiración es de manera central eso, un argumento elaborado para encontrar un enemigo

de otras potencias occidentales, como Alemania o España (claro que uno duda más que nunca en usar el término potencia en este último caso), con el palomeo cuando no el impulso decidido de la administración de Obama y con la complicidad de las megaempresas de donde provienen los datos de los ciudadanos espiados, a saber: Google, Microsoft y Skype, nada menos. Así pues, Commonwealth más Unión Europea más Casa Blanca más servicios de Inteligencia más grandes corporaciones igual a Chomsky y Stone tenían razón: un complot de proporciones universales se asoma en el horizonte. Casi da gusto que así sea, como pasa, paradójicamente, con todos los complots de proporciones universales. Es cierto que se acabó la calma, porque desde hace unos días parece inapelable que ninguno de los visitantes a las zonas oscuras de internet, del terrorista que organiza un atentado

contra Occidente al cincuentón que busca porno gratuito, está a salvo. Pero resulta que, a fi n de cuentas, el mundo sí tiene un orden, que alguien lo controla. No es un orden deseable, claro, pero es preferible al caos puro y duro, y al menos permite ubicar al responsable de nuestros males, lo que equivale a decir: un enemigo. Porque la teoría de la conspiración es de manera central eso, un argumento elaborado para encontrar un enemigo, pero no un enemigo cualquiera, sino un enemigo universal, un enemigo-comodín, un enemigo de esos que explican cada fallo, cada desgracia, cada descalabro de la economía, la guerra o la política. Un enemigo como de guerra santa, pues. Chomsky, Stone y compañía no necesitaban de Snowden para encontrarlo: lo encontraron hace décadas, desde los setenta o antes, como pueden comprobar sus lectores o espectadores. Y se parece mucho al enemigo desenmascarado


sábado 27 de julio de 2013 07

de portada ESPECIAL

por Snowden, lo que constituye en sí mismo un motivo para levantar la ceja con escepticismo. Cuidado: lo de este Big Brother, con toda certeza, tiene su elevado porcentaje de realidad. Hay que creérselo, antes que por las declaraciones de Snowden, por las reacciones que han provocado en los gobiernos y empresas señalados. Sin duda, las declaraciones del espía tienen un tufo muy marcado a Wikileaks, al universo de Julian Assange, que es un universo vastísimo y lleno de revelaciones ciertamente perturbadoras, pero también hecho en gran proporción de declaraciones e hipótesis funcionariales y permeado de condicionantes ideológicos, no necesariamente fi ncado en hechos constatables. En cambio, hay algo nuevo en el modo en que la noticia cayó en la administración de Obama y sus países aliados, como indican las reacciones entre compungidas y bravuconas. Alguien, parece, se machucó los dedos, y no haríamos mal los ciudadanos en tomarlo en cuenta a la hora de chapotear en nuestros pecados online, grandes o pequeños, o de lanzar un SMS al vacío. ¿Le da esto razón a los Chomsky del mundo? Casi aburre decir que no, por la inutilidad de la empresa. El complotismo progre se parece mucho al de la derecha dura y al del islamismo radical en que su objetivo último, su objetivo verdadero, no es denunciar corruptelas o redes de espionaje, sino desenmascarar la farsa que, aseguran, es la supuesta democracia capitalista. En tanto anuncia la caída de la humanidad completa en las garras del mal, la teoría del complot es un acto de fe, una forma no asumida de mentalidad milenarista, y en ese milenarismo bienpensante el papel del Anticristo lo juegan las democracias occidentales, encabezadas por los Estados Unidos. El conspiracionismo de izquierdas intenta hacernos entender que nuestro mundo de derechos y libertades es una mascarada, que bajo las apariencias se oculta una dictadura hipócrita, solapada, manipuladora, mucho más terrible y eficaz que las dictaduras sincerotas tipo Fidel o las “democracias populares”. Podríamos extendernos en los contraargumentos de rigor, todos ellos de una obviedad palmaria. Por ejemplo, en que el escándalo en torno al control de la Red se debe a que internet es, efectivamente, un espacio de libertades, como lo demuestra la proliferación escandalosa de webs islamistas y de extrema derecha, lo que equivale a recordar que para suprimir una libertad es necesario que esa libertad exista. Atrévanse los lectores a navegar un ratito para comprobarlo. No tendrán problemas para dar con sitios como ese del Ku Klux Klan donde hay hasta una galería de arte en línea (no, no hay escenas de linchamientos de negros) o el del Institute for Historical Review, enclave principal de los negacionistas del Holocausto, con una nómina verdaderamente sublime de neonazis e islamistas. Son evidencias, grotescas pero evidencias, de una pluralidad de opiniones impensable en entornos como el cubano, el chino y cada vez más como el venezolano, esos que tanto aplauden los mencionados conspirólogos. Pero, decíamos, el esfuerzo es inútil, porque ante la fe no valen argumentos, y de fe hablamos. Snowden, que a la hora de escribir estas líneas duda entre la hospitalidad de Evo y la de Maduro (lo que algunos calificarían como castigos en sí mismos), se muestra ante los medios como un pánfi lo defensor de nuestras libertades, un joven idealista listo para inmolarse por nosotros. Podemos aceptar que lo es, y que tenemos la suerte de que un técnico de los servicios de inteligencia que, simplemente, decidió aprovechar sus conocimientos para hacer lo correcto, ha dicho basta. No hay ningún pecado involucrado, todo lo contrario. Alrededor de Snowden, sin embargo, revolotean ya, otra vez, los santos laicos de la corrección política. Él les ha dado la prueba de que el Anticristo no es que esté por llegar, sino que ya llegó y solo espera la ocasión para dar el golpe defi nitivo, así que preparémonos para una nueva sesión de la eterna letanía de la paranoia humanitaria: nos vamos a aburrir. De ese pecado no es inocente Snowden, aunque probablemente no justifica un castigo tan riguroso como, digamos, irse a jugar futbol con Evo. L

Los ojos en el cuadro Iván Ríos Gascón

U

no de los clichés más recurrentes en las películas de misterio (y también en dramas y comedias) son los ojos en el cuadro. Mientras los personajes discuten o confiesan asuntos delicados, de algún retrato que cuelga del muro aparecen un par de ojos vigilantes, ojos que acechan, que presumen la emboscada, al descubrir aquellos ojos pensamos de inmediato en las orejas. La privacidad se ha vulnerado. El espía se halla en el sitio más elemental pero también es invisible: en el cuadro hay un rostro de tela o de papel con párpados y pupilas verdaderas, qué descuidados, qué ingenuos y poco precavidos son los protagonistas de la historia, nos decimos, y quizá meditemos un instante en la delgada línea entre ver y distinguir, mirar y descubrir, generalmente abandonamos con rapidez esa conjetura porque de aquel relato nosotros somos los máximos fisgones. Y esa condición de voyeur que todo observa y todo escucha, que conoce hasta el último detalle, nos concede una peculiar sensación de omnipotencia. Así es el espíritu totalitario esbozado por George Orwell. El escandaloso affaire de Edward Snowden, analista de la ASN que reveló el ilimitado poder de infi ltración de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos, nos reitera que el mundo es un inmenso galerón donde cuelga un cuadro aún más imprevisto por etéreo, impalpable, un cuadro virtual que se halla en las telecomunicaciones planetarias. Pende de las líneas de la telefonía fija y la celular, de las antenas wi–fi, es prácticamente ubicuo en los navegadores de internet y también decora las cuentas de correo, los buscadores, los bulliciosos pasillos de las redes sociales y de prácticamente todos los sitios en que se llevan a cabo transacciones fi nancieras o comerciales. Antes que Snowden, ya Julian Assange había cimbrado a la opinión pública a través de los cables de Wikileaks, y el caso se extendió fatalmente hacia uno de sus supuestos informantes, Bradley Manning, cuyo proceso movilizó a una buena parte de la sociedad estadunidense, el sector demócrata y progresista que aún cree y se aferra a la retórica de los Padres Fundadores. Hoy, mientras Assange permanece en la embajada de Ecuador en Londres y Snowden ha abandonado la zona de tránsito del aeropuerto de Rusia, luego de que el gobierno de

Vladimir Putin le otorgó un permiso de guardafronteras (la condición de Putin para obtener refugio fue que no siguiera dañando los intereses de Estados Unidos, el otrora adversario de los rusos en la guerra fría), vale la pena reflexionar en la paranoia de los sistemas políticos, que no de las sociedades, y en el reordenamiento de las libertades en un mundo potencialmente amenazado por la vigilancia extrema, una suerte de inspección perpetua que no responde a la táctica sino a la estrategia, porque en la primera hay un móvil específico, un sospechoso de algo concreto, mientras que la segunda consiste en confi scar la totalidad de la información que capte un satélite o que se registre en un cable de fibra óptica ya que, entonces, todos nos convertimos en el target . En el libro Cypherpunks. La libertad y el futuro de Internet (publicado recientemente por Temas de hoy), un debate entre Assange, Jacob Appelbaum y Andy Müller–Maguhn (miembros del Club del Caos Informático) y Jérémie Zimmermann, del grupo La Quadrature du Net, organización europea que pugna por el anonimato en la red, los derechos de autor y la normatividad de las libertades virtuales, esos cuatro hackers que antes de discutir se ocupan de aclarar que el término hacker no es necesariamente negativo sino que se refiere a los curiosos de la informática y sus múltiples secretos, explican coherentemente los mecanismos de intrusión que operan en internet: del camino que trazan los mensajes (aunque el destino de la comunicación se halle en la misma ciudad o en la provincia de un solo país, invariablemente se envía a los servidores situados en territorio estadunidense) a las páginas de Facebook, Google o Skype, de la información que recaban Visa o Master Card de los movimientos de una tarjeta de crédito a las normativas draconianas como el ACTA o la Ley SOPA (una contra la falsificación, otra sobre el copyright promovida por Hollywood), de la censura y el informe minucioso que puede elaborarse a través de los metadatos (registro de la parte frontal del mensaje no del contenido, y que recaba cuentas del remitente y destinatarios, direcciones IP, fechas, horas, etc., con lo que se puede elaborar una foto detallada de los sujetos vigilados) a otros asuntos como el de los monopolios o los jugosísimos negocios de las empresas de seguridad y la vulnerabilidad total de los celulares que en realidad son “dispositivos de rastreo que permiten hacer llamadas”, podemos medir las genuinas dimensiones y posibilidades del control a cualquier nivel y por cualquier agente.


08 sábado 27 de julio de 2013

MILENIO

en librerías Y es que el debate del cuarteto de Cypherpunks (criptopunks, o sea, entusiastas promotores de la criptografía como método para evadir el espionaje) no perfi la al gobierno estadunidense como el único villano, ya que arguyen que el fisgoneo se practica en todos los países y por todos los regímenes e, incluso, por el sector privado, aunque en esta historia hay una pizca de humor involuntario. Por ejemplo, las compañías que venden artefactos de espionaje a los gobiernos y usan esas mismas mercancías para escudriñar a su clientela o algo aún más patético y trivial, la entrega voluntaria de la información personal, digamos Facebook, que a través del simple registro del perfi l se hace con 800 megas de los datos del usuario. Al respecto, debíamos recordar que en esa red social se comparte alegremente casi la vida entera: fotografías, referencias biográficas, la situación sentimental y laboral, los vínculos familiares, los gustos, intereses, la forma de pensar y hasta los vicios y virtudes, Facebook disolvió eficazmente la frontera entre lo público y lo privado, suministrando la ilusión de “comodidad”, “interacción” y, sobre todo, de “confidencialidad”, ya que pasamos por alto que cada vez que se pulsa el botón de “publicar”, el contenido se entrega primero a Facebook porque éste es el que distribuye los posteos a los contactos del usuario. En pocas palabras, lo que se dice a otros primero se le dice a FB. Los buscadores de Internet, y no los elefantes, poseen una memoria a prueba de lagunas. Podemos recordar lo que indagamos el día de ayer pero no lo de hace ocho años, tres meses, cuatro días y dos horas. Google sí. Almacena palabras clave, periodicidad, sitios visitados, esa información permite conocer los hábitos de navegación del que está detrás de la pantalla y a bordo de la dirección IP. Con estos elementos, que no se sujetan a ninguna ley o normativa rigurosa, lo más sencillo es ensamblar un retrato hablado de quien quiera que se vuelva “sospechoso”. En el discurso gubernamental, el espionaje o, mejor dicho, la necesidad de la vigilancia absoluta, irrestricta e incondicional, se justifica a través de cuatro entes criminales: pornografía infantil, lavado de dinero, narcotráfico y terrorismo. Cuatro caballos de Troya que nadie en sus cabales rechazaría que se combatan, pero que sirven para esparcir la idea de que la custodia y la eliminación de la privacidad es por el bien común y he aquí lo interesante: en la discusión del espionaje, las sociedades se dividen implacablemente, muestran su bipolaridad. Quienes critican los excesos y abominaciones sistémicas, catalogados como izquierdistas o fauna progre, son vistos como una masa esquizofrénica que no comprende las amargas pero perentorias estrategias para preservar la democracia y la libertad; quienes aducen que estos fenómenos son posibles pero no representan amenaza alguna a la intimidad, son señalados como reaccionarios o derechistas que se sienten más cómodos al amparo de un cancerbero. Ambos puntos de vista se alejan diametralmente del tema central, la libertad (de expresión, de pensamiento, de elección), porque jamás se llega a un consenso con respecto a la legitimidad de las acciones implementadas por gobiernos que no trazan las fronteras ni los límites de su propio atributo de gobernabilidad. ¿Por qué creer o por qué dudar que cualquier régimen o empresa cuentan con la tecnología suficiente para que la claraboya de las telecomunicaciones les proporcione un panóptico perfecto, esa capacidad de tener a todos en su campo visual? ¿Por qué recurrir al maniqueísmo gratuito, reduccionista, en un mundo que hoy, en su progreso, debe repensarse? Partamos de una idea de Orwell: “El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Tras el 11–S el mundo entró a una nueva era. Los mecanismos de inspección e intervención se modernizaron; la Ley Patriota infundió energía a la ambigua figura del vigilante (ese custodio por cuenta propia que alega velar por la libertad y la justicia colectiva pero que suele embrollarse en una resbaladiza paranoia, coartada irracional en muchos casos, como el lamentable asesinato de Trayvon Martin), así que, por el momento, quizá debamos acostumbrarnos (o adaptarnos) a vivir al acecho de los ojos en el cuadro. L BOBBY YIP/ REUTERS

Sobre el silencio de Sicilia RESEÑA ESPECIAL

Luis Xavier López Farjeat llopez@up.edu.mx

L

a editorial Era recientemente publicó Vestigios, de Javier Sicilia. Es el último —literalmente “el último”— libro de poesía que este poeta piensa publicar. Se han cumplido poco más de dos años desde el asesinato de su hijo Juan Francisco. Javier se encontraba en Filipinas y ahí recibió la trágica noticia. Entonces compuso el breve poema con el que cierra Vestigios y en donde anuncia, paradójicamente, su abandono de la poesía y su exilio en el silencio. Alguien calla, como lo ha dicho el propio Javier, porque ya no existen las palabras, porque se enfrenta a lo incomunicable. Los poetas, dueños de la palabra, portadores de mundos hechos de palabras, renuncian de forma radical a su vocación cuando incidentalmente penetran territorios inefables, ya sea el mal absoluto o el amor absoluto. La renuncia de Javier a la poesía es lamentable. Los poemas que componen Vestigios evocan la religiosidad doliente y contestataria que tanto ha caracterizado la obra poética de este católico disidente. Este libro es particularmente importante, no solo porque marca el final de la obra poética de Javier Sicilia. Es importante porque nos encontramos con un poeta de gran madurez que, a través de versos espléndidos, demanda la presencia de un dios escondido en un mundo carcomido y devastado por la violencia humana. Vestigios, como es lógico, es un libro de poemas muy íntimos. El poema con que finaliza el libro expresa el dolor, la angustia y la penumbra en la que Javier ha vivido desde su pérdida, y desde que decidió dar voz a las miles de personas que también han perdido a sus seres queridos en nuestro vergonzoso clima de violencia. No faltarán, estoy seguro, el rechazo y las críticas contra el libro. Javier es un personaje que de las márgenes pasó a convertirse en un crítico y activista cuyas posturas, muchas veces radicales, resultan incómodas. Independientemente de las simpatías y aversiones que Javier Sicilia pueda despertar, ha de admitirse que la violencia en México, detonada durante el sexenio de Felipe Calderón, tiene dos momentos: antes y después de Sicilia. Antes, los muertos no eran más que cifras, componentes de las estadísticas reportadas por el gobierno y los medios. Desde la aparición de Sicilia, esas cifras abstractas adquieren una voz y entonces las experiencias de dolor comienzan a formar parte de la narrativa nacional. Los muertos son personas, no son números: tienen rostros y tienen una biografía. La presencia de Sicilia es incómoda, especialmente para la pequeña burguesía y las esferas de poder, porque se ha encargado de mostrar que el “mal” no es una abstracción, el mal es real. A muchos —quienes se sienten todavía ajenos y lejanos al estado de emergencia en el que se encuentra este país— les molesta que alguien se atreva a sugerir que los muertos han muerto en verdad. Varios se han preguntado por qué optar por el silencio. Javier ha respondido: “la respuesta está en el poema que escribí a mí hijo cuando me enteré de su asesinato”. El silencio es una respuesta a la inhumanidad. Así como Theodor Adorno sostenía que escribir poesía después de Auschwitz era un acto bárbaro, Sicilia ha declarado en muchos foros que cuando el exterminio de personas —sean judíos, mexicanos o latinoamericanos— se vuelve algo habitual, no resta sino sumirse en el abismo de la

oscuridad. Ha dicho Javier: “Auschwitz, contra lo que podría pensarse, no es asunto de números, sino de intensidad: forma parte de cualquier víctima que repentinamente es golpeada por el mal y el imperio de su no significación. Cuando el mal cayó en mi vida de manera brutal en el asesinato de mi hijo Juan Francisco y de sus amigos, el silencio se me impuso de inmediato. Ante esa experiencia —la muerte de un hijo—, para la cual los milenios de humanidad no han podido crear una palabra que la contenga, las cosas dejaron de resonar en mi interior como si estuvieran vacías. Lo único que había allí, que continúa estando allí, es, como lo he escrito varias veces, ‘una sensación de desarraigo de la vida que se parece a (un estado atenuado de) la muerte y que resuena en la carne como un sufrimiento físico en donde falta el aire y duele el corazón; una especie de desorden biológico y psíquico (producido) por la liberación brutal de un amor cuyo objeto (me había sido) brutal e injustamente arrancado y (…) cuyo ultraje’ me había abierto, en medio de la impotencia, a un vacío tan oscuro como la muerte misma”. ¿Qué puede decirse ante la experiencia del mal? No resta sino el insondable silencio. Parece entonces que la poesía no tiene sentido. Hace unas semanas, durante la presentación de Vestigios, Javier hacía notar que a lo largo de las caravanas que emprendió hacia el norte y sur del país, e incluso hacia Estados Unidos, en cada uno de sus discursos comenzaba citando los versos de algún poeta. Y ésa era la clave para entender su mensaje. Sin embargo, nadie lo entendió. Ningún medio de comunicación hizo alusión a los poetas —salvo cuando citó a Bob Dylan. Eso es una prueba, decía Javier, de que los poetas ya no son escuchados, de que los poetas, tal como sostuvo Hölderlin, no tienen sentido en tiempos de miseria. Si el mundo se olvida de la poesía, ello es signo de que se ha extraviado en el mal y en la brutalidad. Es por ello que el exilio en el silencio resulta tan inquietante: es el triunfo de la barbarie, algo profundamente desesperanzador. L


sábado 27 de julio de 2013 09

LABERINTO

en librerías Libro de sueños

El taller del tiempo Álvaro Uribe Tusquets México, 2013 188 pp.

Jorge Luis Borges Random House Mondadori México, 2013 252 pp.

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n este volumen, recopilado en 1975 por Jorge Luis Borges, se explora uno de los temas que obsesionaban al escritor argentino: los sueños. Estos textos, ensayos, cuentos y poemas, se ocupan de desentrañar la manera en que nuestras fabulaciones nocturnas invaden la realidad, y cómo las pesadillas atormentan incluso a las mentes más lúcidas. En la antología se dan cita desde pasajes de la Biblia y antiguos cuentos babilónicos, hasta relatos de Kafka, Carroll y del propio Borges, quien propone al sueño como un género literario antiguo pero vigente.

El puerto

A

los grandes autores no les asusta darle un ajuste de tuercas a los lugares comunes. Así, el tópico de la confrontación entre padre e hijo puede ser novedosa en la pluma de Álvaro Uribe. Todo comienza en una cena de Nochebuena en la que Miguel Segundo, hijo de Miguel Primero y padre de Miguel Tercero, aparece junto con su familia después de años de no asistir a ese tipo de reuniones. Estas tres generaciones tratarán, quizás inútilmente, de forjar su personalidad lejos de la sombra del padre, aún si para ello hiciera falta atormentar a sus propios hijos.

Latinas Candentes 6 Fernando Lobo Almadía México, 2013 127 pp.

Francesca Brill Alevosía España, 2013 341 pp.

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ste nuevo sello lanza al mercado la novela de la guionista y cineasta británica Francesca Brill. El puerto transcurre en Hong Kong en 1940. En ese tiempo, para la joven Stevie Steiber, mordaz cronista de sociedad que anhela ser tomada en serio como escritora, la guerra que asola Europa le parece increíblemente lejana. El comandante Harry Field comienza a investigar a la hermosa periodista, y se irá sintiendo fascinado por ella. Mientras la decadente colonia británica permanece ajena al cataclismo que se avecina, ellos serán arrastrados a una intensa historia de amor.

El crimen de Los Tepames

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agda deja a Edi. Los reproches son los de siempre: nunca estás en casa, no te enteras de lo que me sucede, ya nunca me llevas a cenar, eres un pervertido. Y es que Edi Montoya no tiene una ocupación cualquiera: es un curtido director de cine porno. Mientras lidia con el abandono, Edi se dispone a hacer una mega producción histórica: Latinas Candentes 6, una película pornográfica con tintes de trama internacional. En esta novela, Fernando Lobo supera la mera anécdota y reflexiona en torno a la millonaria industria del deseo, la culpa y el placer.

Restos humanos

Rogelio Guedea Random House Mondadori México, 2013 320 pp.

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os Tepames, Colima, una pequeña localidad abatida por el crimen, fue testigo del artero asesinato de los hermanos Suárez, una de las familias más renombradas, quienes poseían valiosas tierras ambicionadas por todos. El encargado de investigar este asesinato es Abel Corona, cuyo profesionalismo lo lleva a enfrentarse a todo sin importar las consecuencias. En esta novela policiaca, Rogelio Guedea acompaña al lector a través de las investigaciones de Abel Corona, quien desvela las corruptelas de las autoridades en un pueblo de rancheros en donde lo mejor es quedarse callado o huir.

Hendaya

Jordi Soler Random House Mondadori México, 2013 190 pp.

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l periodista estrella de un periódico recibe un encargo un poco extraño: retratar la vida de un santo contemporáneo que predica en un mercado. No se trata de un farsante de poca monta ni de un vagabundo, sino de un auténtico santo que transita las calles de una ciudad sin nombre para curar el alma y sanar el espíritu. Sin embargo, la vida de este individuo se volverá un torbellino turbio, rodeado de personajes como sicarios mexicanos, mafiosos rusos y mujeres de poca o ninguna vergüenza. En esta novela, Jordi Soler hace gala de un punzante humor negro.

El señor de los cielos Marcos Eymar Océano México, 2013 180 pp.

E

l escritor Marcos Eymar (Madrid, 1979) presenta su segunda novela: Hendaya, un thriller en el que Jacques Munoz, ciudadano francés de origen español, anda en busca de su identidad en la oscura memoria de su infancia. Viaja con frecuencia a Madrid transportando material sensible y gabardina de investigador. Sus secretos, las historias; sus investigaciones, inconfesables, se esconden bajo las lentejuelas de la bailarina María José. Esta novela negra ofrece una reflexión sobre las nociones de identidad y sobre la condición del emigrante y del exiliado.

Andrés López López Aguilar México, 2013 297 pp.

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el autor de El cartel de los Sapos y Las fantásticas, El señor de los cielos es una novela inspirada en la vida del sinaloense Amado Carrillo Fuentes, uno de los narcotraficante más poderosos de México. Esta historia rescata el mito que se ha construido en torno a la vida de ese personaje, del que la mayoría conocía su nombre y solo pocos llegaron a ver su rostro. El temor que causaba era tanto que solo tras la declaración de su muerte —para muchos una puesta en escena— fue como se conoció su historia.

Cortázar y Rayuela

Recuerdos personales MEMORIA Jesús Anaya Rosique Los Gitanes de Cortázar ulio Cortázar, acompañado de Ugné Karvelis (su pareja entre 1967 y 1970), viajó a Roma en enero de 1970 para asistir al estreno de Y entonces comprendió, la composición electrónica coral de Luigi Nono, con textos de Franqui y el Che Guevara. Nono utilizó poemas del revolucionario cubano Carlos Franqui, quien se encontraba al borde de la ruptura política con Fidel Castro (ya en 1968 había firmado una carta de numerosos intelectuales que condenaban la ocupación soviética de Checoslovaquia) y había abandonado la isla. Yo también estaba en Roma, refugiado en casa de Laura Gonsalez (editora de los textos del Che Guevara publicados en 1969 por la editorial Einaudi). Su apartamento, en un palazzo del Lungotevere frente a la Isola Tiberina, se había convertido en un punto de referencia para la internacional revolucionaria anticapitalista surgida a partir de las protestas políticas de 1968. Por ahí pasaban muchos guerrilleros latinoamericanos, Hilda Gadea (la primera esposa del Che), militantes del IRA, la ETA, la Fracción del Ejército Rojo alemán, los iniciadores de los grupos armados italianos y toda suerte de intelectuales: de Hans Magnus Enzensberger a Manuel Puig… Encontramos a Cortázar y Ugné en el coctel del estreno de la obra del músico italiano. Un gigante con cara de niño que sobresalía entre las personalidades congregadas. Nos fuimos a casa de Laura a una larga conversación sobre la convulsa realidad que nos envolvía. A medianoche, Cortázar terminó la cajetilla de Gitanes que fumaba obsesivamente y emprendimos un alucinante recorrido nocturno por una Roma que descansaba como cualquier ciudad provinciana. Circulamos por callejuelas solitarias en la búsqueda infructuosa de un tabacchi abierto. Hendimos fellinescamente la noche romana en un Fiat 500, donde a duras penas cabía la humanidad del escritor, Ugné, Laura y yo (que manejaba sin licencia de conducir).

J

Muchas azarosas aventuras después, amnistiado en 1979 pude regresar a México y en 1983, recorriendo los pasillos de la Feria de Minería, volví a encontrar por última vez al autor de Rayuela. Intercambiamos una rápida mirada y luego de la sorpresa recíproca, me abrazó y susurró: “Me alegra que todavía estés vivo”. La novela de una generación Cuando se publicó Rayuela en 1963, tenía 17 años y estudiaba en la prepa de Coapa. Alertado por un tío lector, descubrí a Cortázar. Rayuela fue un deslumbramiento al que se unieron otros universos literarios: El túnel, Pedro Páramo, Las buenas conciencias, El coronel no tiene quien le escriba, La ciudad y los perros, Los premios. Rayuela reflejaba el ambiente pre–revolucionario del 68, la educación sentimental de mi generación. En el capítulo 3, Oliveira reflexionaba: “… en lo más ahincado del amor padecía y acataba la pérdida y el olvido. Actitud perniciosamente cómoda, a poco que se volviera un reflejo y una técnica: la lucidez terrible del paralítico, la ceguera del atleta perfectamente estúpido” (adoptada como divisa de vida al igual que “El optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia”, de Gramsci, y “Alas y plomo”, de Antonio Caso). Nuestra rebeldía se construía entre la literatura y la aventura revolucionaria, iba de Malraux al Che, del outsider de Colin Wilson al Retrato del aventurero de Sartre, de César Vallejo (“Nos levantaremos cuando se nos dé la gana”) al Quijote… La primera frase de Rayuela (“¿Encontraría a la Maga?”) guiaba nuestra errancia amorosa: todos queríamos encontrarla en nuestros ardorosos días y vivir en París y en Buenos Aires. También era un momento editorial único. Las novelas latinoamericanas circulaban sin dificultad por las librerías del continente; luego vino la fragmentación: primero la barbarie de las dictaduras; y en los 80, cuando parecía que volveríamos a una nueva edad dorada, los grupos editoriales españoles paradójicamente confi naron por razones comerciales la literatura en sus fronteras nacionales.L


10 sábado 27 de julio de 2013

MILENIO

música ESPECIAL

Demasiada presión. Zappa ya tenía la fama de ser atroz en sus críticas. Conmigo fue generoso. No dejaba de verme y observar cada uno de mis movimientos. Realmente fue un jam en el que tocamos diferentes estilos. Solo me decía “trata de relajarte, no va a pasar nada mas que salgas por esa puerta con una patada en el culo” (risas). Conocí a gente en verdad talentosa, recuerdo con cariño momentos en ese grupo. Ha tocado para diversos músicos como Missing Persons, Jeff Beck, UK o Duran Duran. ¿Prefiere el trabajo en solitario o compartir sus ideas con otros? No es tan atractivo tocar para tanta gente. Muchos pensarían lo contrario, pero para mí ha sido un trabajo esquizofrénico. Me gusta alimentarme de ideas y experimentar con otros, pero es un trabajo bastante disperso, son tantos estilos que jamás te vuelves un maestro en algún género. Reconozco que me gusta gobernarme, no soy alguien que sea el alma de la fiesta para otros.

Baterista en acción

Terry Bozzio

“Zappa me enseñó a ser humilde” El virtuoso músico habla de su debut, de sus inseguridades y de los años en que trabajó al lado del líder de The Mothers of Invention ENTREVISTA Juan Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com

C

uando Terry Bozzio tenía 25 años, se encontró con uno de los hombres que más lo han inspirado. “Fue en California cuando toqué por primera vez con Frank Zappa”, recuerda el baterista en una charla telefónica. “Zappa es el hombre con el más ingenioso sentido del humor, podía rebanar cualquier estatus social o político. Era un hombre culto y sabía ser humilde. En muchos momentos era un perfeccionista a grados casi intolerantes, pero

sus enseñanzas me condujeron a ser humilde. Sabía que con él no se permitían concesiones ni confort, sino que era un desafío tocar en cada concierto. Exigía concentración y disciplina. Era un músico capaz de hacerte sentir el más miserable o fantástico del mundo en un santiamén”. ¿Recuerda el momento en que audicionó para Zappa? Recuerdo que Eddie Henderson, que tocaba con Zappa en ese entonces, había escuchado decir a George Duke que Zappa buscaba un nuevo baterista. Para ser franco, nunca había escuchado su música. Entonces compré un par de discos, Live At The Roxy y Apostrophe(‘). Realmente me angustié, sabía que iba a ser una pesadilla la audición. Fue el momento más aterrador de mi vida.

Debe ser una gran responsabilidad mantener su nombre en la cima. Cuando escuchas Terry Bozzio, es sinónimo de experiencia o de grandeza ¿Cuál es la parte más sensible de ser usted mismo? Eso es una gran mentira. Es decir, creo que he trabajado muy duro para llegar a ser quien soy, pero también que existe toda una campaña de medios y comentarios que hacen a las figuras lo que son. Para mí, es complejo ser yo mismo. Cuando te subes al escenario, es una forma de exhibirse. Muchos se mofarán y otros tendrán una empatía. He querido dejar a un lado la farsa de ser el Bozzio que la gente cree, para mostrar al tipo que padece su existencia. Hablo de mis caídas, obsesiones y frustraciones. Detrás del hombre en la batería, hay un ser que padece debilidades y miedos, pero que trata de sobreponerse. ¿De qué manera lidia con sus obsesiones y debilidades? Es el autoconocimiento. Saber reconocer lo que eres. En mi afán por obtener reconocimiento, me volví un tipo obsesivo y egoísta. Soy un tipo obsesivo con los apegos, me da miedo dejar de pensar en mí como un hombre exitoso. Ese miedo ha crecido con el tiempo y reconozco que ha coartado mi libertad creativa. Entonces, creo que es momento de encontrar la luz, el amor y la compasión. Todo es un proceso mental, solo hay que darse cuenta que uno no es su dolor ni su gloria, que todo es un enfoque mental. L

EL PAPEL DE LAS NOTAS

El cuarteto Carlos Chávez en la Blas Galindo ESPECIAL

Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

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El 13 de julio se presentó el cuarteto Carlos Chávez en la sala Blas Galindo. Fue un concierto muy lejos de lo convencional para un colectivo de esta naturaleza. 2) El programa fue el siguiente: Dover Beach de Samuel Barber, el primer cuarteto Op. 35 de Vincent D’Indy, Il Tramonto de Ottorino Respigui y A Charm of Lullabies de Benjamin Britten. 3) En lo que se refiere a la música para cuarteto propiamente dicha, el peso del programa cayó en la obra del compositor francés Vincent D’Indy. Se trata de una obra prodigiosa. Discípulo de César Franck —lo admiraba tanto que incluso escribió su biografía—, Vincent D’Indy acaso representa la punta de lanza del conservadurismo musical llevado hasta las últimas consecuencias. Pero no en el sentido peyorativo, para nada, sino en el del más perfecto acabado musical, que no es otra cosa que la unión entre el alma y la técnica. En mucho recuerda al propio cuarteto de César Franck, y desde luego al de Ernest Chausson. Hablando específicamente del de D’Indy, hay una suerte de tensión dramática que se desparrama de principio a fin. Y conste que es un cuarteto de longitud extrema. Ni hablar que el cuarteto Carlos Chávez demostró por qué es uno de los cuartetos más cotizados de México. 4) Las demás obras del concierto fueron para mezzosoprano y cuarteto. Integrado por Fabián López al primer violín, Omar Guevara al segundo, Margarita Varga–Machuca a la viola, y Alain Durbecq al violonchelo, el cuarteto tuvo como invitada a la notable mezzo Carla López–Speziale. 5) No es común esta dotación; más bien es un tanto insólita. Poco, escasamente socorrida, tan asombrosa como sorprendente —existe

un cuarteto de Schoenberg que también comprende una cantante, aunque me parece recordar que se trata de una soprano—, lo que revela esta plantilla es la perfecta unidad —hermandad, sería más apropiado decir— que existe entre un cuarteto de cuerdas y la voz humana. Por encima de las obras de Barber y de Respigui, hay que detenerse en A Charm of Lullabies de Britten.

6) Inaudita en cuanto a su propuesta musical, esta obra pone a prueba la musicalidad y el ensamble del conjunto. Además de que es posible advertir hasta qué punto, la voz logra integrarse. Según explicó la propia Carla López–Speziale, es una pieza en la que Britten le puso música a varios poemas escritos para niños. Algunos incluso de la pluma de William Blake. En fin, que el mérito de Britten consiste en que hace un recorrido por la geografía de la emoción infantil. Y pone los cuatro instrumentos al servicio de la interpretación literaria. Que el efecto es verdaderamente magistral. Seguramente, Benjamin Britten habría podido ser un estupendo crítico literario. Porque vaya que el modo como revela la belleza de los poemas infantiles es portentosa. Al punto de que los propios integrantes del cuarteto se suman al poema, que en voz de la mezzo suena a una franca invitación a la fantasía metafórica. Hay que insistir en que el dominio técnico de los instrumentos —la voz es otro instrumento más— fue de lo más gratificante para el público. 7) Remate: pésimos los programas de mano de la Blas Galindo. Es increíble que no aparezca la menor nota al programa. En cambio, los errores son notorios. En la obra de Britten se afirma: “A Charm of Lullabies para mezzosoprano, arpa y cuarteto de cuerdas”. Obviamente, nunca apareció el arpa. L


sábado 27 de julio de 2013 11

LABERINTO

cine José Álvarez

“Quería retratar la parte humana de una comunidad” ESPECIAL

Retrato costumbrista y registro cultural, pintura artesanal y semblanza de la tradición del pueblo totonaca, el filme presenta una detallada postal de la provincia mexicana ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

U

n viaje por la tradición y la cultura totonaca. José Álvarez ofrece en Canícula, una profunda inmersión a través de los ritos de la comunidad de Zapotal–Santa Cruz, Veracruz. Por medio de su cámara muestra el proceso mediante el cual, un grupo de niños se prepara para convertirse en voladores de Papantla; en paralelo expone la forma en que las mujeres de la región trabajan el barro, todo como parte de una ceremonia festival e introspectiva. Tras obtener los premios Fipresci en Salónica, Signis en Toulouse, y del Jurado en la Riviera Maya, el documental al fin se estrena en salas. ¿Qué lo lleva a interesarse en hacer una película sobre los totonacas? Canícula surge del resultado de una colaboración con la Tagore Foundation, que se dedica a apoyar temas relacionados con la educación infantil. A partir de ahí me invitaron a hacer el registro del trabajo de las mujeres alfareras en el norte de Veracruz, pero estando allá, encontramos la escuela de los niños para ser voladores, fue entonces cuando descubrimos que podíamos hilar ambas líneas y contar una historia. Su película, me parece, termina por ser un documental de tintes antropológicos. ¿Así lo planteó? La estructura de la película es simple. Al principio, ves a una mujer que recoge barro para hacer una pieza; después miras a los niños voladores en sus clases. El final se concentra en el primer vuelo de los menores. En medio suceden otras cosas. Yo no soy antropólogo ni historiador, no puedo considerar mi trabajo con estas características, mi disciplina es la de quien se encuentra con las comunidades y tiene la inquietud de lograr una intimidad que nos permita hacer el retrato de sus vidas y su cosmogonía.

¿Costumbrista entonces? Sí, aunque la verdad no lo había pensado. Quería retratar la parte humana de una comunidad. Algo interesente es que mientras estuvimos ahí decidieron retomar cosas que han dejado de hacer dentro de su vida cotidiana. ¿Esto quiere decir que indujo situaciones? No, no hay provocación alguna, pero en ocasiones sí les pido que me muestren ciertas cosas que son parte de su cultura, pero que no practican diariamente. La película también muestra la división de roles. Las mujeres trabajan el barro y la cocina, y los voladores son solo hombres. La tradición de los voladores de Papantla implica exclusivamente a los hombres, casi por regla. Sin embargo, ahora en muchos poblados cercanos al Tajín, ya hay mujeres voladoras. Por otra parte, las alfareras han empezado a mezclar sus conocimientos ancestrales con técnicas nuevas aportadas por el maestro Gordon Ross, eso implica una inclusión del sexo masculino con las actividades femeninas. Es decir, ya están mezcladas las actividades. Los eventos y festivales tipo Cumbre Tajín, ¿qué impacto tienen en estas comunidades? Varía, hay gente en la miseria y otra en mejores condiciones. Sí padecen la pobreza, pero a la vez están dentro de un paraíso. Tienen condiciones ambientales y climáticas que les permiten trabajar la tierra pero al mismo tiempo carecen de dinero. Habría qué preguntarse sobre el tipo de pobreza que viven ellos, pero también sobre la pobreza que tenemos nosotros. Cuando tienes una riqueza cultural y participas de manera activa, como lo hacen los totonacas, tienes una abundancia que no tiene cualquiera.

Alfarera de Papantla

La fotografía podemos dividirla en dos: la cámara fija y las tomas por detrás de los personajes, ¿por qué? La dirección de fotografía la hizo Sebastián Hofmann, además conté con la colaboración Fernando Romandía y Pedro González Rubio. La propuesta es contar la historia a través de imágenes. Necesitábamos una cámara muy curiosa y detenida, que se hiciera entender sin usar voz en off ni diálogos reiterativos. Más allá de los festivales, ¿cómo ha percibido la sensibilidad de la gente hacia estos temas? Hay un interés real. Algunas personas agradecen una película así, porque salen asombrados de una cosmogonía desconocida para la mayoría. Eso es muy grato porque yo sentí exactamente lo mismo. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

El futuro allá al norte Fernando Zamora @fernandovzamora

L

a poesía de Filly Brown es la de un pueblo expulsado de México por gobiernos corruptos, un pueblo que vive en Estados Unidos como ciudadano de segunda pero que es orgulloso y habita un limbo llamado “frontera”: la del crimen, la del Río Bravo, la del inglés y el español, la del bolero y el rap. Filly Brown es la historia de una chavita hispana que trabaja en una estación de radio y ahí encuentra los medios para desapegarse de la miseria. Lo hace gracias al rap. Armada con este instrumento de dignidad afroamericana, Brown compone poemas bastardos, de autoría dudosa: “¿Quién te regaló estas letras?” le preguntan. Ella responde: “mi madre.” Comienzo del drama. La de Filly Brown es una familia rota. Tenemos aquí a la hermana que fuma marihuana y busca, ya a los diecisiete, al príncipe de botas de culebra que la inicie sexualmente. Hay también un padre que sueña ilusamente con una idílica (y falsa) felicidad familiar y una madre (extraordinaria actuación de la fallecida Jenni Rivera) que está en la cárcel. Esta mujer, la madre, es la fuerza que da juego a toda la película. Filly está llena de sus ambigüedades, de sus tránsitos entre la bondad y la traición. ¿Quién es esta mujer encarcelada? En el fondo, el periplo rapero de Filly Brown tiene como objetivo develar la realidad de esta mujer encarcelada. Nominada para el gran premio del jurado en el Sundance Film Festival, Filly Brown es una muestra interesante del cine indie en los Estados Unidos; un cine que lucha también con Hollywood. Filly Brown es la prueba de que hay muchos frentes en la pugna contra la hegemonía de una industria fílmica que desde hace cien años genera estereotipos,

Filly Brown. Dirección: Youssef Delara y Michael D. Olmos. Guión: Youssef Delara. Fotografía: Ben Kufrin. Música: Reza Safinia. Con Gina Rodriguez, Jenni Rivera, Emilio Rivera y Edward James Olmos. Estados Unidos, 2012. formas de consumo y vida, valores éticos y sociales. Frente a Hollywood, en el territorio estadounidense, el Sundance Film Festival es quizás el contingente más competitivo en la lucha por mostrar otras historias, esas que en la gran maquinaria de la propaganda no tienen lugar; historias del estadounidense de a pie, ese que a veces los teóricos olvidan que existe pero que, como Filly Brown, tiene mucho pasado y poco futuro. La crítica ha sido benevolente con Filly Brown. Sospecho, sin embargo, que la benevolencia tiene como fuente el deseo de promover un cine distinto al de la industria. La verdad es que la historia la hemos visto. Y no solo en eso que llaman indie en el mundo.

Aunque Filly Brown parece haber sido filmada por un Ken Loach de origen latino, la historia de la chica de barrio que gracias a su talento musical sale del gueto y se enfrenta, con sensibilidad adolescente, a los tiburones de la industria disquera está muy vista. Lo que vuelve interesante a esta película son dos cosas: un elenco muy atractivo en el que brillan los veteranos Emilio Rivera, Jenni Rivera y Edward James Olmos, y una novata en cuyos ojos hay gozo: Gina Rodríguez interpreta a Filly Brown. Es ella, con sus grandes ojos cafés y su pelo largo, la clase de hispano que está conquistando con música, poesía y pocos escrúpulos, al país más poderoso del mundo. L


12 sábado 27 de julio de 2013

MILENIO

varia ESPECIAL

ESPECIAL

Conaculta: volver al pasado

Mural Sol (2000), de Gabriel Orozco

El PRI y el Bonsai intelectual

Aniquila el arte y conserva a la curaduría

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

l gobierno apoya escritores, artistas (intelectuales) según convenga. Salinas creó un sistema para beneficiar intelectuales y beneficiarse de ellos. El PAN necesitó diversificar el padrón intelectual para simular que era más abierto. Creció el número de becas, apoyos, instituciones, programas y burócratas para chupar ese presupuesto. Luego el PRI regresó. Y quiere otro grupo con él. Prepara un nuevo padrón intelectual. Fue inteligente. Decidió depurar. El padrón creado durante el PAN tiene muchos elementos anti–priístas. Este 2013 Conaculta ideó un recorte del 50% de los próximos integrantes del Sistema Nacional de Creadores de Arte, la lista de “quién es quién”. En primera instancia, quiso interrumpir la continuidad directa de los miembros actuales. Tras cierta protesta, dio marcha atrás. Otra medida para cerrar el círculo: borrar categorías de edad. Todos competirán dentro de una categoría de supuesta “excelencia”, es decir, adhesión a los dos o tres grupos intelectuales cercanos al gobierno. Los intelectuales oficialistas serán los grandes beneficiados. Recuperarán mucho de la estructura que el PRI negoció con su líder (Paz). La jugada es sagaz. Aprovecha la impopularidad del artista y el intelectual. Y reconcentra el poder cultural. Hará que en un país sin lectores, justicia o posgrados, muchos intelectuales que han

usado premios, becas y apoyos para producir obra y carrera, salgan de escena. Se quedarán los mejor posicionados. Quienes, con veintitantos mil pesos mensuales —más del doble de la actual beca— tienen un mensaje entrelíneas: tú también puedes ser recortado. No se elegirá a los mejores. Se elegirá, poco a poco, a las y los más convenientes. Recortar la mitad devolverá poder a los intelectuales allegados al régimen. Conaculta, a ritmo prudente, beneficiará —como antes— al séquito, y tachará tendencias que, efectivamente, debilitan la hegemonía. Esa concentración del poder cultural, por ejemplo, en literatura, es claro hoy. Grupos intelectuales de la Ciudad de México e instituciones federales son sinónimos. Entre los probables ganadores de esta vuelta de tuerca de la dictadura perfecta y la Intelligentsia Sin Adjetivos está Enrique Krauze y todas las butacas que él coordina. El régimen pide creadores desconectados del encabronamiento de las mayorías. Figuras que luzcan bien en aparadores dentro y fuera del país. Peña Nieto está obsesionado con la imagen de su gobierno. Quiere que los intelectuales no la dañen. Quiere que no hablen de problemas. E ironicen a los problemáticos. El PRI es astuto. Decidió hacer de los intelectuales un bonsai. Jugada maestra: cortar 50% de las ramas. Dejar únicamente un árbol chiquito. Y regarlo muy bien. Para que, su Excelencia, el bon$ai, se quede contento, envidiable, enanito. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com.mx

L

a arrogancia de los curadores de esta exposición los hace nombrarla Hay más rutas que la nuestra, en una respuesta contemporánea a la declaración de principios de Siqueiros de “No hay más ruta que la nuestra”. El curador Willy Kautz con la colaboración de Eduardo Abaroa y Daniel Garza Usabiaga, demuestran que con un discurso curatorial arbitrario e ignorante se puede exponer cualquier cosa, en el orden que sea y además decir que esto responde a un “campo de tensiones estéticas”. Analizaremos lo que la curaduría y las obras expuestas presentan como “Otras rutas, posturas y modelos estéticos”. La ruta de la curaduría: Pretende que estas obras son consecuencia de la renuencia de Tamayo de inscribirse en un discurso realista nacionalista. Esta ruta curatorial es superficial y tramposa, carente de perspectiva y análisis histórico, con trasfondo y claros intereses. Por un lado se niega a ver que Tamayo, aunque lo haya declarado, nunca se alejó de una visión nacionalista del arte, su paleta y sus obras más representativas son las que retoman un imaginario prehispánico que mitifica, como los muralistas mitificaron a la nación, ahí está el mural del Museo de Antropología que grita esta vocación. La obra que lo hizo icónico y que propulsó el trademark oaxaqueño fueron sus sandías verdes, blancas y rojas. Su museo fue el gesto nacionalista por excelencia. La curaduría nos está diciendo que esta penosa reunión de cosas de Orozco, Margolles, Alys, Abaroa y Amorales representan la ruta siguiente. Está justificando que la obra de Tamayo no la exponen porque creen que sobra en su propio museo; y que las valiosas obras que adquirió para su colección deben ser utilizadas como telón de fondo, como un readymade que se cuelga de la peor forma posible para reducirlas a escenografía. ¿Qué les hace pensar que un boleto de avión de Orozco sustituye una obra de Tamayo? ¿Quién les dijo que ellos son lo que sigue? La ruta de Orozco de la apropiación y comercialización de un rótulo del anuncio de cerveza Sol, repitiendo el método que agotó Warhol en la reducción Estados Unidos es Coca–Cola, es imitación simplista, es inmovilidad

intelectual; y la postura curatorial es la delirante idea de compararlo con un mural de Siqueiros para denigrar al movimiento muralista y negar sus implicaciones. La ruta de Margolles es un “muro baleado”, es la apología del delito y la violencia, el ominoso panfletarismo de convertir a los narcotraficantes en trofeos estéticos, ideológicos y partidistas, como si fueran estrellas de telenovela. La ruta de Abaroa son sus llaveros y moldes de piezas prehispánicas, la de Amorales son sus fotos de luchadores, un gabinete de cosas prescindibles y olvidables que les han servido a los dos para venderse en el extranjero como artistas/productos estrictamente nacionales, son como el mariachi o los tamales, su “ruta estética” es la acrítica promoción turística. Hacer reproducciones de figuras prehispánicas no pone “en tela de juicio la inclusión de las culturas autóctonas”, simplemente le da al auto llamado artista la oportunidad de venderse él también como cultura autóctona e incluirse como cuota en los museos. Las obras que muestran no son la continuación o la alternativa a una propuesta o movimiento estético, son la exacerbación folklórica que estas personas hacen de su falta de talento. Las “rutas, posturas y modelos estéticos” que proponen los curadores son la exaltación del neopatrioterismo reaccionario. Estas obras no demuestran “complejas realidades sociales”, demuestran mediocres y oportunistas realidades artísticas. La ruta que proponen comercializa los lugares comunes de un concepto de nación inventado por la retórica curatorial que sigue los eslóganes y estética de la publicidad y la ideología del gobierno en turno para hacer creer que confrontan cuando en la realidad apologizan. Este camino no se acerca a lo “internacional del arte contemporáneo”, impone un catálogo de obras que sea asimilable para los primermundistas que les gusta ver con conmiseración a los países en desarrollo, es para que en los museos extranjeros los acepten como souvenirs. Esta es la ruta para conseguir la vergonzosa destrucción del nombre de Tamayo. Hay más rutas que la nuestra. Museo Tamayo, hasta agosto 15 del 2013. L


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