Laberinto
David Toscana Letras vivas y muertas página 2 Ahn Heon Mi Poesía página 3 Liliana Chávez Las correcciones de Chumacero página 4 Juan Carlos Villanueva Entrevista con Mike Oldfield página 10
N.o 532 sábado 24 de agosto de 2013
Guillermo Sheridan ante López Velarde Evodio Escalante Página 8 ESPECIAL
90 años
Álvaro Mutis Jorge Bustamante García Eduardo García Aguilar Página 6
MILENIO
02 sábado 24 de agosto de 2013
MILENIO
antesala Clitemnestra y Electra EKO
EX LIBRIS
Letras vivas y muertas TOSCANADAS ESPECIAL
David Toscana
Estos y otros desmanes no evitaron que Periandro fuera incluido entre los Siete Sabios de Grecia. n su Kaputt, Curzio Si continuara con otros Malaparte nos cuenta ejemplos, parecería que estoy la manera en que un coronel nazi pone un haciendo una oda a la ignorancia. examen de lectura a 118 Más vale no saber leer, más prisioneros soviéticos. Les da vale no educarse, mejor no algunos ejemplares atrasados sobresalir. Viva la mediocridad de Izvestia y Pravda y va que nos da larga vida. evaluando sus habilidades Me gustan más las crónicas lectoras en grupos de cinco. de Plutarco. Él cuenta que tras la derrota de los atenienses Los separa en dos grupos: a en Siracusa, muchos fueron la izquierda van los que no ejecutados o vendidos como saben leer o leen muy mal; a esclavos o puestos a trabajar la derecha, quienes vocean forzadamente en las canteras. el texto sin dificultad. Al paso de unas horas, tiene 87 Sin embargo, pronto obtuvieron reprobados y 31 aprobados, y su libertad quienes conocieran manda fusilar de inmediato a de memoria alguna parte de los buenos lectores. la obra de Eurípides. Estos Algo parecido hicieron los libertos volvieron a su tierra soviéticos con quince mil y abrazaron muy agradecidos polacos de buena educación. al poeta, contándole cómo sus Los consideraron peligrosos por versos se habían convertido en sus letras, así que los llevaron al el pasaporte a la libertad. bosque de Katyn y les volaron Eurípides también vino al los sesos. Apenas unos cuantos rescate de un barco perseguido se salvaron, entre los que por piratas. La nave llegó a la por suerte estuvo el pintor y bahía de Siracusa, donde se le ensayista Jósef Czapski. negó la entrada. Pero luego las Conocedor de esto, no autoridades lo pensaron dos es extraño que Ryszard veces y preguntaron si alguno Kapuŋci ĸski haya iniciado su de la tripulación podía recitar Viajes con Heródoto con la de memoria a Eurípides. Ante la historia del tirano Periandro, respuesta afirmativa, el barco que envía un embajador obtuvo el salvoconducto. a visitar al viejo dictador Si tengo que hurgar en Trasibulo con la pregunta de miles de años de historia “¿qué hacer para mantener a para encontrar un puñado de la gente en permanente estado ejemplos en los que el saber de miedo y sumisión rayana en mata y otro tanto en los que el la esclavitud?”. saber da la vida, supongo que Trasibulo, en vez de articular no puedo argumentar que una una respuesta, lleva a su u otra cosa sean peligrosas o visitante a un sembradío, vitales hoy día, al menos no en donde se pone a “descabezar una seudodemocracia laica. Y sin embargo, me gustaría las espigas que entre las demás pensar que con un cañón de veía sobresalir, arrojándolas de pistola en la cabeza alguien sí luego de cortadas”. Aunque pudiese recitar un poema de el embajador no capta el Villaurrutia y que esa fuese mensaje, Periandro lo entiende perfectamente y ordena matar o precisamente la razón por la desterrar a todos los ciudadanos que el gatillo se oprimiera o no se oprimiera. L sobresalientes de su Estado. dtoscana@gmail.com
DE CULTO
Andrés de Luna andres10deluna@gmail.com ESPECIAL
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Alan Sillitoe
Un hombre de Nottingham
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lan Sillitoe (1928–2010) fue un hombre que nació en Nottingham, Inglaterra. Hijo de un obrero que se dedicaba a arreglar bicicletas y de una progenitora oprimida por la vida miserable que llevaba. Él, aún adolescente, escribió un texto que relataba los conflictos de sus primos, solo que su madre, al revisarlo, lo encontró demasiado cercano a lo real y lo arrojó al fuego. Este fue un duro golpe para el aspirante a literato. Después, durante la Segunda Guerra Mundial, se alistó en las fuerzas británicas y fue enviado a Malasia, donde trabajó como operador de radio. Al terminar el conflicto bélico, pasó un año en un hospital aquejado por la tuberculosis. Tiempo después fue a Francia, ahí conoció a la poeta estadunidense Ruth Fainlight, con quien se casó y ejerció la paternidad adoptiva de dos niños. La carrera literaria de Sillitoe comienza con la novela La soledad del corredor de fondo (Seix Barral, 1962). Libro que habla de un reformatorio donde un muchacho de dieciséis años se entrena para ganar una carrera. En la institución todo mundo espera el triunfo del joven, que de forma voluntaria perderá la competencia para darle una lección al director del lugar. Publicado el texto, formó parte del movimiento inglés Jóvenes Iracundos (Angry Young Men), que integraron personajes de clase media que trataron de robar la atención de los públicos para otorgarles un panorama social
nuevo, sobre todo luego del conflicto armado. Entre sus integrantes estaban John Osborne, Kingsley Amis, Harold Pinter, Colin Wilson y Arnold Wesker, entre otros. El movimiento duró una década: de 1955 a 1965. La soledad del corredor de fondo mereció la adaptación cinematográfica a cargo de Tony Richardson; este mismo efecto tuvo la segunda novela de Sillitoe: Sábado y domingo (Joaquín Mortiz, 1965). Un libro que enunciaba el alcoholismo y las aventuras de un personaje que empleaba los fines de semana para romper con las fatigas cotidianas. Las páginas supusieron un repudio a la actitud del protagonista Arthur Seaton. En este caso, la versión fílmica corrió a cargo de Karel Reisz en 1960. Ambos libros confiaron a Alan Sillitoe dentro del ámbito literario internacional. Su obra posterior tiene otros cincuenta volúmenes. Entre sus textos más destacados se encuentran La muerte de William Posters (Lumen, 1970); El árbol en llamas (Lumen, 1972); Váyase, Guzmán (Centro Editor de América Latina, 1980); La segunda oportunidad (Debate, 1982); La vida continúa (Plaza y Janés, 1988) y Fuera del torbellino (Edivisión, 1992). El escritor, aún con ánimos de viaje, publicó Gadfly in Russia en 2007. Un texto que hablaba de sus experiencias en la otrora Unión Soviética, ahora convertida en un sitio pleno de confrontaciones. Poco después, Sillitoe enferma y fallece en 2010. L
BITÁCORA PSICOTRÓPICA
Xavier Velasco
El silencio de Dios es un sarcasmo malinterpretado.
MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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antesala
Patio trasero del insomnio
Teatro en casas
En el Encuentro Internacional de Poesía Manuel Acuña, que se llevará a cabo el próximo fin de semana en Coahuila, participa esta escritora surcoreana, cuya obra es una de las más experimentales de su generación POESÍA
A SALTO DE LÍNEA ESPECIAL
Ahn Heon Mi
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odos los poemas que escribo parecen notas de últimas voluntades pero después de cuando en cuando llega una madrugada en que descubro de que en realidad son todos cartas de amor hoy 9 de junio del calendario lunar es el día en que he muerto como para darle consuelo al poema de invalidez que escribo que llega desde el otro lado del insomnio con llagas en la lengua me llega un sonido de gong me llega un sonido tintineante (ching ching ching chin ding ding ding ding) de una casa chamana al final de un callejón sin salida y en cuya puerta, en un lugar alto y visible hay colgada una esvástica ( ) una magnolia blanca que brotó en el patio trasero de mi insomnio me dice que todavía me puedo permitir fallar un poco más me dice que es el destino que también la tristeza que encendí y también ese puñado de poesía si se siguen marchitando estarán en un diligente proceso de descomposición que hasta el error más tremendo se descompone también de esa manera que todas las cartas de amor son notas de últimas voluntades que se van metiendo en el mismo sobre que la muerte y la vida que son la soledad que son la música por qué la música siempre llegará junto a cualquier persona también en corazones averiados y por qué será que de repente convoca también a los ya muertos hoy 9 de junio del calendario lunar día que amanece con el insomnio es nuevamente el día en que yo he muerto para ver las pisadas que fruto de la excesiva soledad dejé frente a mí misma voy caminando hacia atrás y entonces como viajera que recorre algún desierto me asomo observar las líneas de la mano de una mujer que recorre la noche insomne con pasos hacia atrás y que va desapareciendo llega una mujer que va siguiendo las pisadas y escribe poemas que parecen cartas de amor y parecen notas de últimas voluntades Versión de Luis Frailes y León Plascencia Ñol
ESPECIAL
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hn Heon Mi (1972) debutó en la literatura surcoreana con el libro En profundidad en 2006. En el centro de su obra, caracterizada por la ruptura y la minuciosa exploración del lenguaje, palpita una peculiar mirada, no exenta de sentido del humor, de la feminidad, la flora, los espacios cotidianos como metáfora de los estados anímicos, la duermevela y la meditación constante de la vida como mensaje a un destinatario incierto.
Montaje en el salón de ensayos del maestro Héctor Mendoza
Braulio Peralta
creadores, más allá de una beca, un presupuesto para el montaje, la espera de un espacio teatral y los magros salarios a as vanguardias siempre los realizadores. La emergencia surgen escondidas, de hacer teatro es más vital que agazapadas en la la burocracia cultural. Lo que clandestinidad, hasta que habla bien del teatro y mal de las alguien las descubre y se instituciones. oficializan. Si hay algo que el Juan José Gurrola hacía teatro teatro mexicano no ha perdido es en sus departamentos o espacios tradición, renovación y ruptura, no teatrales, donde se pudiera. con estéticas revitalizadoras Con él vimos a una Carlota y en dramaturgia, dirección un Maximiliano peleándose y estilos de actuación. Las con Juárez por la nación. Hoy, crisis económicas, la falta de apenas recién pude ver Drenaje. mayores apoyos institucionales y la ausencia de liderazgo en las Un paisaje, escrita y dirigida por escuelas de teatro han provocado José Alberto Gallardo, en el taller que los teatreros se revelen del pintor Guillermo Arreola. y continúen sus propuestas Inspirado quizá en Diane Arbus escénicas en otros espacios. y Helmut Newton ante sus Crear es un impulso, no un musas, confrontando sus puntos asunto de programación, algo de vista sobre la creación, la que difícilmente comprenden los demolición de las ideas y la funcionarios. Los grupos teatrales desaparición de conceptos no dejan de trabajar frente a per se. Bataille en estado de la inercia oficial. Si Antonieta ebriedad. Dos mujeres: Brenda Rivas Mercado fue mecenas del Marsella y Michelle Ferrer en teatro Ulises —que proyectó lo un teatro clandestino que se mejor de la vanguardia nacional niega a desaparecer cuando y universal—, hoy los directores nos descubre al individuo. O y dramaturgos trabajan en espacios como Carretera 45 departamentos, casas, estudios de con obras como Umbilical, de pintores o espacios alternativos Richard Viqueira, con la actriz para seguir creando. Como el Valentina Garibay: Meyerhold, poema de Octavio Paz en Piedra Stalivnaski y Grotowsky peleando por los actores de hoy de sol: “adonde yo soy tú somos en una reinvención del teatro. nosotros”. Como una roca, el Gallardo y Viqueira son los teatro colectivo despierta y se vanguardistas de hoy, junto a apoya en su individualidad. otros que desconocemos. Apenas se ha bosquejado la La oferta privada es ya historia del teatro en espacios alternativos donde pueden caber generalizada. Directores como Sandra Félix, Rodrigo 20 a 50 personas dispuestas a Mendoza —en lo que fuera el ver, creer la vida a través de los salón de ensayos del maestro actores. Gratis, por cooperación Héctor Mendoza—, Hugo Wirth, voluntaria, con copa o entradas, Antonio Zúñiga, David Gaitán… en la complicidad del arte, El futuro del teatro, asegurado espectadores y artistas hacen con creadores dispuestos a su mundo al margen de lo partirse la madre, gratis, sin institucional, toda vez que la grandes apoyos institucionales. L vida oficial es rebasada por los juanamoza@yahoo.com.mx
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literatura
Las correcciones de Chumacero
REPORTAJE
ESPECIAL
La relación entre Inés Arredondo y Alí Chumacero fue una amistad estrictamente literaria. Oriundos de distintas latitudes, de generaciones disímbolas y con afinidades diferentes (ella, sinaloense, narradora y ensayista; él, poeta y editor nayarita), a finales de la década de los 80 un libro estableció una charla que ya no pudieron compartir por la muerte de Arredondo: Los espejos, el último obsequio de Inés a Alí, y al que éste le dedicó una lectura concienzuda, como muestran las anotaciones que dejó en aquel volumen dedicado afectuosamente Liliana Chávez
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uando Inés Arredondo escribió Los espejos (1988), tenía nueve años sin publicar cuentos y se recuperaba de una operación de columna cuyo dolor apenas la dejaba trabajar. Para entonces ya había escrito tres libros de cuentos, una novela, un ensayo y varias traducciones al inglés y al alemán, se había casado y divorciado del escritor Tomás Segovia, y era madre de tres jóvenes. La escritora sinaloense tomó un ejemplar del que sería su último libro y lo dedicó así: “Para la bibliotecomanía de Alí Chumacero, con un abrazo”, seguido de una fi rma temblorosa pero aún legible. Cuando recibió el regalo, el poeta y crítico ya contaba con premios nacionales e internacionales por su obra y en su trayectoria editorial se encontraban las correcciones a Pedro Páramo de Juan Rulfo y La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes. Inés murió al año siguiente sin poder continuar el diálogo que Alí inició a través de la lectura de su libro, pluma azul en mano y sin piedad. ¿Qué habría pensado ella de haber vivido más que él para entrar en su biblioteca, ahora pública, y encontrarse con aquel obsequio plagado de signos que evidencian sus errores de puntuación, tiempos verbales, sintaxis y vocabulario? En ese ejemplar, el perfeccionismo de una escritora capaz de pensar horas la palabra exacta y acudir a la imprenta a realizar las últimas correcciones se encontró con el perfeccionismo de un colega que creía que la crítica literaria complementaba a la obra. Esta es la historia de un libro, su escritora y su lector más crítico. ◆◆◆ Corregir, según la Real Academia Española, es enmendar lo errado. Advertir, amonestar, reprender. Hasta su muerte en 2010, Alí Chumacero logró reunir una colección de alrededor de 50 mil volúmenes, la cual fue adquirida por Conaculta para abrirla al público como una de las cinco bibliotecas personales que se encuentran en el complejo histórico de La Ciudadela (Biblioteca México). Entre los estantes de madera destaca uno singularmente en desorden pero con la peculiaridad de contener libros fi rmados por autores que dedicaban su obra al escritor nayarita. Solo en Los espejos encontré las marcas de corrección de Chumacero. A lo largo de las 152 páginas del libro, Alí encerró en trazos poco uniformes las 110 repeticiones de la palabra “todos”, que podía asomarse hasta tres veces en el mismo párrafo. También detectó demasiados “y”, “desde” y “tenía”. “El crítico debe ser un ordenador y un orientador, y mientras más críticos haya, mejor”, le dijo Chumacero alguna vez al escritor Marco Antonio Campos. Arredondo valoraba más la opinión de sus amigos que aquélla de la crítica, pero Alí era un amigo y un colega admirado. Ana Segovia Arredondo recuerda la ortografía impecable de su madre. “Era muy exigente, releía lo que había escrito y también se lo daba a leer a sus amigos escritores (Juan Vicente Melo, Juan García Ponce, Tomás Segovia) para tener una opinión externa; si lo consideraba necesario hacía correcciones y cambios. Ya en
La autora de La señal (1965)
la imprenta, ella revisaba las planas. Recuerdo que lo hacía cuando publicaba con Joaquín Díez Canedo en la editorial Joaquín Mortiz”. La editorial que publicó Los espejos fue, precisamente, Joaquín Mortiz. Inés, sin embargo, no era la misma de sus primeros cuentos: “Estaba pasando por una etapa difícil, pues había tenido operaciones de columna y sufría de dolor, sin embargo, terminó de escribir su libro contra viento y marea”, relata Ana en entrevista. Las costumbres de revisión que recuerda la hija, no obstante, contrastan con los hallazgos de la doctora Graciela Martínez–Zalce Sánchez, quien al comparar el manuscrito de su primer cuento, “La señal” (1965), con la versión publicada no encontró grandes diferencias. Esto prueba para ella el extremo trabajo de Arredondo antes de enviar su texto a la editorial: “Difícilmente en una obra tan compacta algo es gratuito”. Por lo tanto, y pese a las correcciones de Chumacero, la investigadora de su
obra en la UNAM considera que no hay descuido en Los espejos, un libro que se caracteriza por ser “una continuación en su temática, en su estilo, en sus preocupaciones, pero llevadas al extremo”. Quizá Alí pensaba diferente: “El crítico conduce no solo a la lectura de los libros que están apareciendo sino que contribuye a que el caos de la imaginación, o peor aún, de las imaginaciones, se perfi le en una continuidad que al fi n y al cabo creará lo que llamamos tradición de la literatura”. Como crítico, Alí se consideraba un ordenador de la palabra del otro y así lo demostró con el libro de Inés. Las marcas indelebles permiten una nueva lectura sobre ambos autores. En el ejemplar se observa cómo una de las escritoras mexicanas más sobresalientes se muestra humanamente vulnerable, pero también uno de los editores más reconocidos evidencia sus obsesiones gramaticales, incluso sobre una obra publicada que no admitiría modificación.
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literatura RESEÑA
RECUERDOS DE ZITILCHÉN Armando Alanís alaniscanales@gmail.com rente a la avalancha de cuentos y novelas de reciente publicación que transcurren en las grandes ciudades, de vez en cuando aparece en el ámbito de la literatura mexicana contemporánea, a manera de necesario contrapeso, algún libro cuyo escenario es una ciudad pequeña o un pueblo. Es el caso de la colección de cuentos De Zitilchén, de Hernán Lara Zavala, publicada por primera vez en 1982 y reeditada ahora por el Fondo de Cultura Económica. En esta tercera impresión, se agregan cinco nuevos cuentos. En conjunto, representan treinta años de trabajo narrativo. Zitilchén es un pueblo de unas dos mil almas. Con el tiempo, se transforma en una ciudad que rebasa los veinte mil habitantes, aunque nunca deja de ser, en estricto sentido, otra cosa que un pueblo grande. Los diecinueve ocurren ahí, y algunos de los personajes brincan de un texto a otro, por lo que podría hablarse de una “novela vía cuento”, como se apunta en la contraportada. Zitilchén es el verdadero protagonista de este puñado de relatos que, aunque retraten las costumbres de los pueblos del sureste mexicano donde la gente duerme en hamacas y los niños cazan iguanas, no pueden ser calificados de costumbristas, pues van más allá de la mera descripción regionalista. En Zitilchén conviven mayas, blancos y mestizos, lo que no necesariamente representa un conflicto. “A la caza de las iguanas” es un cuento donde el narrador recuerda un episodio de su niñez, cuando iba de vacaciones al pueblo. Traba amistad con otros dos niños. Uno de ellos es Chidra el maya, narrador oral nato: sus incrédulos amigos lo oyen contar, entre otras historias extravagantes, la leyenda de la Xtabay, una mujer muy bella pero con patas de gallo, que se aparece en el monte y mata a quienes ceden a sus encantos, y la de Zintzinito, el indio errante. En sus correrías, los tres dan con unas ruinas donde el pasado y el presente se confunden –“un pequeño pueblo maya abandonado pero tan bien conservado que parecía como si aún tuviera moradores”–, y con una mujer alta, blanca y rubia, y su compañero que fuma pipa; tal vez se trata de exploradores extranjeros. Pero lo que subyace en los ires y venires de estos niños por el monte es el despertar de su sexualidad. En “Macho Viejo”, el padre de dos hijas ofrece una de ellas, aún virgen, a Macho, quien actúa con aparente indiferencia y hasta llega a confesarle a su amigo Pata de Palo que ya no es capaz de tener una erección. Pero la verdad es otra: “Desde lo alto de los cielos la anhelada lluvia caía crepitante y montaraz mientras él, Macho Viejo, pensaba en sus abejas, deseaba a la Mechita y aguardaba su día.” Una de las características de la narrativa de Lara Zavala es, como ha dicho Carlos Fuentes, su reticencia: lo realmente importante no se dice de entrada, solo
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Observaciones del nayarita a la autora sinaolense
Así, se deduce en la lectura que Alí prefería los puntos y aparte a los puntos y seguido, y que era enemigo de los puntos suspensivos, la separación silábica, los adverbios y gerundios. De hecho, Alí pensaba que uno de los retos del escritor era evitar los “que” y los gerundios: “El abuso de ambos denota pobreza de expresión”, le dijo a la revista Letralia. Claudia Albarrán, investigadora de Arredondo en el ITAM, reconoce que Los espejos tiene debilidades técnicas y que es posible encontrarse algunos cuentos mejores que otros, pero lo considera un libro escrito con maestría y madurez, que da coherencia y continuidad a su obra previa. A pesar de la lectura inquisidora de Chumacero. ◆◆◆ Inés tomaba ventaja de su insomnio para escribir de noche. En el día trabajaba como profesora, redactora, traductora o investigadora para sostener a sus hijos. Solía escribir a máquina, aunque en sus últimos años de vida, cuando el dolor le impedía levantarse de la cama, dictaba sus textos o escribía a lápiz sobre papel revolución que apoyaba en una tabla de madera. “Lo que más me impresionaba es que antes de escribir pasaba muchas horas reflexionando en silencio. La veía abstraída repasando cada escena de sus cuentos y buscando palabras exactas para ellos. Ya que tenía pensado el cuento completo, con todo y el desenlace que ella consideraba adecuado, se ponía a escribir”, cuenta Ana Segovia. Los errores identificados por Alí Chumacero, por tanto, no encuentran fundamento en los hábitos de escritura de Inés, quien “tachaba, rearmaba, leía a sus amigos lo escrito, aceptaba los comentarios y reescribía hasta conseguir una versión que ella considerara digna”, según confi rma Albarrán. Estos hábitos, además, se parecen a los del poeta, según lo que él contaba: “Escribí siempre de noche. Redactaba el poema, corregía, lo pasaba en limpio, lo volvía a corregir. Puedo mostrar que un poema mío tiene hasta sesenta o setenta versiones corregidas. ¿Cómo los terminaba? Un poema no da más hasta que, leído en voz alta, el poeta cree que no le falta ni un punto ni una coma. No era raro que me tardara hasta un año en cerrar un poema”. Cuando Alí recibió el libro de regalo tenía 70 años de edad, diez más que Inés. En lo personal, según Ana Segovia, Inés mantuvo una relación de amistad y aprecio por su poesía. En el terreno
profesional, sin embargo, Claudia Albarrán deduce que no pudieron haber tenido oportunidad de convivir mucho, puesto que Arredondo no pertenecía a los mismos grupos literarios y nunca publicó en el Fondo de Cultura Económica cuando el poeta era pieza clave de la editorial. Pareciera que más allá de la obsesión por la palabra exacta y una antología de Gilberto Owen que editaron juntos en 1979, entre la narradora y el poeta había poco en común. Ambos provenían de pequeñas poblaciones del país: Alí nació en Acaponeta, Nayarit, mientras que Inés creció en una hacienda azucarera de El Dorado, Sinaloa. Ambos continuaron estudios superiores en Guadalajara y publicaron desde la Ciudad de México. Sin embargo, el lenguaje empleado en la creación literaria era distinto. Al criticar la obra ajena, Alí buscaba quizá lo mismo que en su propia escritura. Buscaba poesía, una poesía que huía del lenguaje coloquial y de la realidad inmediata. “Mi concepción estética, si pudiera llamarla así, sería la de la rosa que cae: escribir cosas que dicen otras cosas que dicen otras cosas”. La estética de Inés era simplemente la opuesta, como ella misma lo expresó en una entrevista con Miguel Ángel Quemain: “lo que mi prosa quiere es ser perfectamente justa con lo que está sucediendo y con lo que piensan los personajes. No quiero que haya palabras de más ni palabras de menos ni me quiero meter en sus asuntos, y los calificativos que los pongan ellos y los verbos que los pongan ellos y yo, a economizar lenguaje para que puedan expresar más. Finalmente lo que más me interesa son los lectores, porque solo ellos, no la crítica, me van a decir si sintieron algo fuera de lo común.” Por debajo de las incisivas marcas de tinta azul de Alí imponiendo una coma, dos puntos o advirtiendo redundancias, se lee una autora que prefiere los guiones largos a las comillas o la cacofonía de la reproducción de un discurso oral campesino a la hipercorrección del lenguaje culto. Porque al escribir su último libro, conforme rompía el camisón de fuerza de temas tabú para su época, como la sensualidad femenina, la homosexualidad, el erotismo o el aborto, quizá también estiraba sus palabras más allá de las normas gramaticales. Obsequiar es, según la RAE, agasajar a alguien mediante un regalo. Al obsequiar Los espejos a Alí Chumacero, Inés Arredondo ofrendó su último libro a un lector que sabía cuál era su trabajo: completar y mantener viva la obra. L
se sugiere. Llegamos a averiguarlo, si acaso, hacia el final, cuando tal vez descubramos lo que estaba detrás de las apariencias. En “Infierno grande”, uno de los mejores cuentos del libro, el padre Humberto pasa por Zitilchén de camino a Campeche, donde será nombrado obispo. Fue cura del pueblo allá por los cincuenta. La gente lo festeja, lo aplaude; en particular, las señoras ya maduritas. Nostálgico, el cura permite que lo visiten gratos recuerdos y, sin embargo, se obstina en olvidar una cuestión esencial, dramática por las consecuencias que tuvo. Será Antonio que, en “A golpe de martillo”, aparece como dueño de la tienda La Embajada y solterón empedernido, quien se encargará de refrescarle la memoria. “Infierno grande” aborda un tema por desgracia muy actual: los sacerdotes pederastas. Zitilchén se suma por derecho propio a otros pueblos que forman parte de la geografía imaginaria de nuestro país: la Comala de Rulfo, el Cuévano de Ibargüengoita, el Placeres del chihuahuense Gardea… En “Carta al autor”, el cronista del pueblo nos proporciona a los lectores el lugar preciso donde éste se asienta: “En términos estrictamente geográficos Zitilchén se ubica en el punto Put, es decir, en la exacta intersección de la Y que forman los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Se localiza precisamente a los 89º30’ de longitud y 19º40’ de latitud a 56 metros sobre el nivel del mar en la península.” Pero ese mismo cronista señala, escandalizado, que el autor del libro, al que llama Hernán, ha inventado otro pueblo que no tiene nada que ver con el real: “Vaya tarea vana y pretenciosa que pareces haberte impuesto: ¡reinventar el sureste de México! ¡Qué bueno que seas tú y no yo el que se lanzó a tan ingenuo, descabellado e inalcanzable proyecto!” Le aconseja que no regrese más. Se advierte aquí la falta de autocrítica de quienes ven a su terruño como si fuera un sucedáneo del paraíso. En otros dos momentos aparece un personaje sin nombre propio al que podemos identificar con el autor. Se trata, claro está, de un juego o guiño al lector: el escritor del que se hace referencia es un personaje más, tan ficticio como los otros. En “A golpe de martillo”, alguien le cuenta a Alvarito, que anda en busca de su jefe Antonio, a quien el doctor le ha prohibido beber: “Lo vi en La Vencedora como a eso de las tres… Estaba tomando los tragos con un primo de México que creo que es escritor.” Y en el texto que cierra el volumen, “Epílgo: Lizbeth”, escrito en primera persona, el personaje que se dice autor del libro habla sobre la primera vez que se enamoró, platónicamente, por supuesto, a la edad de trece años. Treinta y cinco años después volverá a ver a aquella niña que atraía las miradas de todos los muchachos del pueblo, pero ya no le provocará la misma emoción. Tanto ella como él han dejado de ser aquellos que fueron. “Somos menos que un sueño o una ilusión”, reflexiona. L
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Paseos con Álvaro Mutis El autor de Los elementos del desastre cumple 90 años el día de mañana. Presentamos un par de retratos del conversador, el lector y el navegante de un extraño y fino universo literario, reflejado en gran medida en Maqroll el Gaviero, saga de mar y tierra que se prolonga a su poesía Jorge Bustamante García cofrecitodecipres@gmail.com
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onocí personalmente a Álvaro Mutis hace unos treinta años. Me lo presentó el poeta y traductor luso queretano Francisco Cervantes, un ser que podía ser al mismo tiempo áspero, gruñón y afable, singular e impredecible, en una lectura en la que Mutis participó en el Palacio de Bellas Artes. En esos años yo era un geólogo provinciano dedicado a la exploración en las montañas de Jalisco, que a veces se escapaba al D.F. para intentar entrevistas con escritores que luego aparecían en la edición dominical del diario colombiano Vanguardia Liberal de Bucaramanga o en la revista bogotana Gaceta de Colcultura. Allí aparecieron, entre otras, conversaciones con José Agustín, José Luis González, Luis Cardoza y Aragón, Jaime Labastida, Ernesto Mejía Sánchez y Sergio Pitol. Intenté entrevistar en una ocasión al propio Cervantes, pero el poeta me llevó a un antro donde a su lado se sentó una dama que él conocía y a cada pregunta mía sobre su obra y su trabajo de traductor la desapacible señora siempre metía su cuchara, por lo que la interviú resultó impublicable. Entonces me sugirió buscar a Álvaro Mutis, con quien sin duda —me dijo— se lograría un diálogo sugestivo y encantador. Yo había leído parte de la poesía de Mutis desde mis años de estudiante de bachillerato en Zipaquirá. A Los elementos del desastre y Los trabajos perdidos regresaba de manera intermitente en la década de los setenta. No era una poesía que me apasionara sin medida en esos abriles de mi vida, pero había algo en ella que rozaba sin tregua mi apreciación de las cosas y el mundo. Sería, quizá, la peculiar visión sobre la vanidad de las empresas humanas, el absurdo de nuestros esfuerzos y la prisa loca en la que se extravía la vida. El encuentro no fue posible por esa época, tal vez por los constantes viajes de Mutis y porque yo pasaba largos periodos en un yacimiento aurífero al occi-
dente de Jalisco. Sin embargo, cuando empezaron a aparecer sus novelas a finales de los ochenta y principios de los noventa, le di puntual seguimiento a la saga de Maqroll el Gaviero, esa prolongación natural de su poesía. Fue por esa época que empecé a verlo con mayor frecuencia. Visitó Morelia en varias ocasiones. Le gustaba caminar por las calles del centro histórico mientras conversaba animadamente de las cosas que veía, lo que nos rodeaba, las visiones que le llegaban palpitantes de su memoria andante. Su conversación era firme, su voz vigorosa y sonora siempre impregnaba sus palabras de un cierto espíritu caviloso que le daba diafanidad a su discurso, salpicado de guiños irónicos y dosis imperceptibles de descreimiento. Nos metíamos a algún restaurante, bebíamos una copa de vino tinto antes de las viandas y su conversación se volvía un río. Era un placer escucharlo, sus historias parecían brincar impetuosas sobre los platos y marcharse tranquilas a tropezar con la vida en las calles. Todo en él rezumaba brío, empuje, frescura. Una tarde dio una charla en la Casa de la Cultura de Morelia sobre poesía hispanoamericana que resultó memorable. Nos habló de la obra de Enrique Molina, Vicente Gerbasi, Juan Liscano, Gastón Baquero, Gonzalo Rojas, Jorge Gaytán Durán, Carlos Martínez Rivas, Blanca Varela, Cintio Vitier y muchos otros. Hubo instantes relevantes como cuando leyó con su voz inconfundible de bajo ligero unos versos del venezolano Gerbasi, que se tatuaron en mi imaginación cual impronta indeleble: “Detrás de los árboles secos/ una era nueva/ mueve jardines
fluviales./ Entre las hojas/ las mujeres desnudas/ se abren como tulipanes húmedos”. Al día siguiente, en el mismo lugar, hizo una lectura de poemas de Summa de Maqroll el Gaviero que acababa de aparecer en la editorial Visor de España. El público que colmaba la sala escuchaba expectante, mientras a mí me conmovió de manera especial el “Nocturno” que termina con los versos: “Ahora, de repente, en mitad de la noche/ ha regresado la lluvia sobre los cafetales/ y entre el vocerío vegetal de las aguas/ me llega la intacta materia de otros días/ salvada del ajeno trabajo de los años”. En otra ocasión presentó en Morelia, junto con Vicente Quirarte, mis versiones de poemas de Anna Ajmátova que habían aparecido en la colección Poemas y Ensayos de la Dirección General de Pu-
El viaje interminable de Maqroll Eduardo García Aguilar garcia_aguilared@hotmail.com
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Quién era ese joven poeta que escandalizaba en Bogotá con sus diatribas contra el modernista Guillermo Valencia, afirmaba tener como hobby el asesinato y pasaba el día frente a micrófonos de emisoras capitalinas leyendo cables sobre la guerra como si estuviera transmitiendo desde el frente? Nacido el 25 de agosto de 1923 en Bogotá, Mutis pasó la mayor parte de su infancia en Bruselas. París, Amberes, Le Havre, Hamburgo, Brujas, el Rin, el Sena, los trasatlánticos de la American Linie y los puertos fríos del norte fueron algunas de esas primeras impresiones imborrables que, aunadas al largo viaje por mar y la llegada a los malsanos puertos del trópico americano, como Colón o Buenaventura, conformarían el extraño cosmos de su obra literaria. A un lado el esplendor europeo de entreguerras, con sus viajeros tipo Paul Morand y Valéry Larbaud, los edificios art-déco, las chicas de pelo corto que bailaban foxtrot y más allá, en ultramar, la canícula, los estuarios infestados de mosquitos, los
cargadores sifilíticos y las putas tristes de los puertos. Si se considera que la literatura es exploración desesperanzada de la infancia perdida, de sus imágenes borrosas y sus olores idos, no queda duda alguna que el imaginario de Álvaro Mutis, encarnado en su genial arquetipo Maqroll, surge de esa contraposición iniciática atestiguada por el niño: el esplendor del Viejo Mundo antes de la guerra y la deliciosa usura de la carne en los lejanos trópicos desolados de Ultramar. De regreso a Bogotá, a causa de la muerte de su padre, el adolescente Mutis tratará de conjurar la desazón del exilio y el fin de su infancia a través de textos donde su alter ego convocatorio enumerará las modalidades del “fin ineluctable”, con su cauda de carne mortecina devorada por el sexo y el cáncer, amores perdidos en cuartuchos tristes de hotel y luchas sin sentido por sobrevivir en puertos y ciudades entre tráficos innombrables, de donde solo se salvan la amistad y el deseo. ¿Qué hacer en esa Bogotá provinciana y fría alejado del reino? Primero, dejar el bachillerato y los estudios y lanzarse a la aventura de la poesía y la vida, a través de trabajos en compañías de aviación y petroleras que lo llevaron a
todos los rincones del país en planchones untados de aceite, hacia poblaciones de tierra caliente donde la noche llegaba con su música en bares de mala muerte junto a mujeres de amplios escotes y cuchillo en liguero y transgresores de la ley que jugaron su vida o su corazón al azar y siempre se los ganó la violencia como en La Vorágine de José Eustasio Rivera. Mutis no solo dejó a un lado el estilo de los hombres de la fría altiplanicie bogotana, sino que brincó en su poesía hacia zonas jamás inexploradas hasta entonces en el país. Reinaban en Colombia por un lado Piedra y Cielo, grupo de poetas que imitaban a Juan Ramón Jiménez cuando en otras partes reinaba el surrealismo y, por otro lado, el discurso grandilocuente de la mortecina clase política del país, con sus latinajos de regla y su pomposidad de bombín y corbatín. Como antes había ocurrido a fines de los años 30 y en los 40 en México con su discípulo Octavio Paz, Luis Cardoza y Aragón trajo aires nuevos desde la Europa de entreguerras a esa helada ciudad de los Andes y contribuyó a abrir ventanas entre jóvenes como Mutis y Fernando Charry Lara, entre otros renovadores locales. Asimismo,
Para él la literatura es un proceso de exploración, revelación e iniciación en quien narra o canta y por ende será también un proceso de revelación e iniciación en el lector
actuaba en esos años de ruptura el entusiasmo de Jorge Zalamea, viajero de izquierdas que recorrió el mundo y cuyo Gran Burundún Burundá ha muerto y su exploración de la poesía de todas las coordenadas y edades, dejó huellas indelebles y bien reconocibles en el creador del Gaviero y en su amigo Gabriel García Márquez. Para 1953, cuando publicó Los elementos del desastre en la prestigiosa editorial Losada de Buenos Aires, Mutis ya había concebido su extraño mundo poético: un verso neotelúrico cargado de vida y muer-
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de portada ESPECIAL
blicaciones de la UNAM. Fui a recibirlo al aeropuerto local y tan pronto pisó tierra me entregó tres cuartillas de un prólogo que le había solicitado unas semanas antes para el libro Cinco poetas rusos que aparecería después en la editorial Norma de Bogotá. Me sorprendió su gesto y la manera ágil y comprometida como abordó en esas tres páginas, que tituló “Las voces de la tormenta”, la poesía de Mandelstam, Sologub, Gumiliov, Blok y la propia Ajmátova. Muchas veces hablamos de estos poetas que a él le fascinaban. En la biblioteca de su casa en San Jerónimo reservaba un estante completo para estos y muchos otros escritores rusos que leía, sobre todo,
en versiones francesas. Su interés por los escritores rusos ha sido una constante. A finales del 2001 le envié un cuaderno publicado por filodecaballos con versiones de catorce poetas rusos. A los pocos días me llamó solo para decirme “qué fuertes y recios son esos poetas rusos del siglo de plata” y aclaró que le habían gustado, sobre todo, los poemas de Sologub, Arseni Tarkovski y Tsvetáieva. Apenas hace unos meses atrás lo llamé y noté su voz un poco apagada, pero no fue sino que le recordara a algunos de estos poetas y su voz se animó de nuevo vivamente: “¡qué maravilla son esos poetas rusos!”, exclamó, y se extendió esta vez en Ajmátova y Pushkin.
En el traslado del aeropuerto a Morelia le comenté que había acabado de leer las novelas Amirbar y Abdul Bashur, soñador de navíos. La segunda me gustó mucho, y la primera me inquietaba porque Maqroll se había vuelto buscador de oro en tierra firme, asunto al que yo me dedicaba desde hacía años. Me atreví a preguntarle cómo había ocurrido la transformación de Maqroll, un hombre de mar, en minero. Me parecía fascinante esa osadía. Le comenté que tal vez por su inexperiencia minera, Maqroll al entrar a la mina buscaba la veta en el suelo del socavón, mientras los mineros con colmillo y los geólogos la buscan, por el contrario, en el techo o en la frente de la galería. Mutis me escuchó con atención, sonrió divertido y dijo con toda naturalidad “carajo, tienes razón, no sé qué le pasó al Gaviero”. Años después volví a leer Amirbar en un campamento de exploración en el distrito minero de San Diego Curucupaceo, al sur de Michoacán, y me gustó más que la primera lectura, hasta tal punto que en el levantamiento de las minas y en el respectivo mapa que elaboramos, a uno de los filones lo bautizamos como Amirbar, en honor al Gaviero. A fines de los años noventa lo visité varias veces en su casa de San Jerónimo. En ocasiones íbamos con el escritor y periodista Eduardo García Aguilar, quien en 1993 publicó Celebraciones y otros fantasmas, una larga y muy completa conversación con el inventor de Maqroll el Gaviero, una biografía intelectual. A Mutis siempre lo encontrábamos alegre, le daba gusto que lo visitáramos, no cesaba de conversar de mil cosas, de sus amigos (en su estudio había una gran cantidad de ellos en fotografías), de los libros que más le gustaban, sacaba botellas de la cava y nos preparaba tragos de su invención, escuchábamos música por horas y siempre había un momento aparentemente contradictorio, pero delicioso, en que ponía en discos de acetato primero “Dios salve al Zar”, interpretado por un coro ortodoxo portentoso, e inmediatamente después el enérgico y melodioso himno de la extinta URSS ejecutado por otro coro igual de maravilloso del ejército rojo. Siempre me ha parecido que leer a Mutis ha sido una de las buenas cosas que me han sucedido. Hay que leerlo para dudar de todo
y no creer sino en la lectura de los libros prodigiosos que prolongan la vida. Solo esos libros nos pueden alimentar eficazmente en medio de los destrozos de un mundo que corre con prisa y sin remedio hacia su propio extravío. La obra de Mutis es la de un esteta atrevido del deterioro, la de aquel que sabe que una palabra es suficiente para que se inicie “la danza de una fértil miseria”. El aparente monarquismo del escritor y su ilusorio desdén de la actualidad (el último hecho histórico que decía le interesaba fue la caída de Constantinopla en 1453), solo puede entenderse como una fina y pícara ironía del inclinado naufragio que vive el mundo contemporáneo.
La obra de Mutis es la de un esteta atrevido del deterioro, la de aquel que sabe que una palabra es suficiente para que se inicie ‘la danza de una fértil miseria’
Lo visité, la última vez, hace apenas tres semanas. Me acompañó el escritor y gran conocedor de su obra, Mario Rey. En una agradable habitación del segundo piso de su casa nos recibieron Carmen y don Álvaro. Los dos se veían de muy buen talante, alegres, conversadores. A sus noventa años el autor del Gaviero luce muy bien. Departimos durante tres horas, recordamos, bebimos whisky Chivas, Mutis tomó tres tragos, nos habló de su infancia en la finca de Coello, cerca de Ibagué, en Colombia, de su llegada a México, de Lecumberri, de su amigo Gabo, a quien ha visto recientemente. Al salir, Carmen nos acompañó y pudimos ver una vez más, en el primer piso, los libros y el estudio del poeta. Reviví por un instante nuestras veladas en ese lugar. Al salir a la calle le comenté a Mario que aunque no lo acepte, de seguro Mutis sigue imaginando nuevas empresas y tribulaciones de su entrañable personaje. L ESPECIAL
te, mar y montaña, lluvia y sequía, donde “la carne llora”, como dijo el gran crítico Ernesto Volkening. Con Mutis se dijo adiós al verso de mármol del modernista Valencia y al mundo de Piedra y cielo. Desde su primer poema “Tres imágenes” (1947) —no por casualidad dedicado a Luis Cardoza y Aragón— y en otros como “Reseña” y “El viaje”, y en creaciones de Los elementos del desatre, como “204”, “Hastío de los peces”, “Oración de Maqroll”, “Una palabra”, “El miedo” y “Nocturno”, se concretó el mundo al que sería fiel desde entonces hasta la culminación de su obra narrativa, reunida bajo el título de Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. Desde entonces, la fidelidad de Mutis a sus obsesiones fue total y mientras en los años 60 y 70 la literatura latinoamericana era conquistada por los grandes del boom y se hundía en continentalismos autoglorificadores y heroicos, esta voz se convirtió en palabra de culto entre reducidos lectores que vieron en Maqroll al arquetipo cosmopolita, viajero descreído y necesario para soportar el paso largo y sediento por la vida. Los europeos estaban fascinados con ese mundo de loros, cocodrilos y personajes típicos agenciados por la novela del boom, como expresiones de un colorido mundo animista y primitivo de maravillosa superficialidad. ¿Para qué leer en esos tiempos de euforia a un colombiano amante de la literatura francesa, que vivía inmerso en su mundo de reyes y monarcas de tiempos idos, lamentaba la caída de Bizancio en 1453, nunca había votado, se declaraba reaccionario y no firmaba declaraciones progresistas? En los poemas con los que hizo ya su primera Summa de Maqroll el Gaviero (1947–1970), publicada en 1972
en la colección Isulae poetarum de Barral editores, Mutis descargó nuevas experiencias como la prisión en el Palacio de Lecumberri a fines de los años 50, donde vivió en carne propia la caída maqrolliana prevista en los textos de primera juventud. Siempre dentro de esa desolada palpitación, en esos poemas nos comunicó a los lectores jóvenes un mundo cerrado y abierto, con sus leyes y vías, salidas y trampas, calles secretas y babélicas: más que una poesía de artificios, nos enfrentó a una especie de iniciación. Para él la literatura es un proceso de exploración, revelación e iniciación en quien narra o canta y por ende será también un proceso de revelación e iniciación en el lector. Ni creador ni lector, como profeta e iniciado, serán idénticos después de enfrentarse a la palabra. Escribir o leer no valen la pena si no conducen a tales iluminaciones o revelaciones sobre el irremediable fracaso de existir. En esos poemas narrativos, figurativos, volvíamos a los viejos zocos milenarios, a las guerras de hace 2 mil años, a los reyes caídos, a los soldados empalados o enceguecidos, al esplendor y la caída de los hombres, a la condena de la enfermedad, la muerte y la podredumbre. Y por esa razón Mutis se convirtió en autor de culto entre los jóvenes latinoamericanos, antes de conquistar luego muchos lectores en el mundo, ganados por las aventuras novelísticas del desesperanzado Maqroll, siempre a la deriva por mares, ríos y puertos lejanos. L
TEXTO DE MARIO ERASO Y POEMAS DE ÁLVARO MUTIS en la edición digital de Laberinto en Milenio.com
Con García Márquez
08 sábado 24 de agosto de 2013
MILENIO
en librerías
Guillermo Sheridan ante López Velarde CRÍTICA TOMADA DE RAMÓN LÓPEZ VELARDE, ALBUM/ UNAM
Evodio Escalante evos46@hotmail.com
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omo investigador de literatura, Guillermo Sheridan es un excelente novelista. Lo escribo en serio y después de leer Un corazón adicto. Una vida de López Velarde y otros ensayos afines (México, Tusquets, 2013). No ignoro qué pesquisas de Sheridan realizadas hace más de veinticinco años, cuando preparaba la primera edición de su “vida” de López Velarde, inicialmente publicada por el FCE, condujeron al descubrimiento de varios poemas juveniles del autor de La suave patria y a encontrar además un interesante acervo epistolar con quien fuera su amigo y mentor durante una primera época: Eduardo J. Correa. Por esos años, debe reconocerse, Sheridan no solo aporta materiales que serán recogidos por el fallecido José Luis Martínez en su edición de las Obras del poeta, sino que da a las prensas la primera versión de Un corazón adicto, y hace posible la aparición de un libro de López Velarde titulado Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles (1905–1913). Agréguese a lo anterior que también se debe a él un volumen que publica la Biblioteca Ayacucho de la Poesía y poética (2006) del jerezano, para el que redacta un prólogo muy completo. Aunque es difícil entender cuál podría ser la diferencia entre “escribir una vida” y una “biografía” (es lo mismo pero cambiado: grafos vale por escritura; bios por vida), volví a leer Un corazón adicto con el mismo gusto y fruición con que lo hice hace un cuarto de siglo. El sarcasmo sutil, la ironía, la capacidad descriptiva e imaginativa, la fluidez toda de una prosa que siempre tiene muy en alto la figura del personaje que la suscita, a lo que agrego una documentación impecable, hacen de este libro un hito imprescindible para entender los avatares del autor de La sangre devota y de Zozobra. Los recursos narrativos de Sheridan son más que evidentes. Crea una verdadera novela documental, con monólogos, una intriga muy eficaz y una suerte de “teatro de voces” que monta al reconstruir un viaje por tren que hicieran escritores y políticos de la época a un homenaje que se habría de rendir en Jerez al escritor recién fallecido. En este ensamble de voces están las de Rafael López, José D. Frías, Enrique Fernández Ledezma, Manuel Horta, Jesús B. González, Manuel de Torre, Ernesto García Cabral, un diputado de apellido Güereca y un presunto sacerdote que debe travestirse de licenciado para no llamar la atención. Aunque solo aparece en la estación de trenes cuando el convoy va a partir hacia Zacatecas, Margarita Quijano, la última amada “imposible” de López Velarde, igual juega un papel no necesariamente menor en el relato. Como narrador, Sheridan puede ser tan eficaz (y a veces, incluso, tan irónico) como Ibargüengoitia. A este despliegue de empatía literaria, empero, la edición de Tusquets añade
Uno de los últimos retratos del poeta. Junio 20, 1921
cuatro textos del Sheridan ensayista de variopinto valor, que enseguida menciono: 1) “Pórtico: La poesía de Ramón López Velarde”; 2) “El joven López Velarde, los católicos y Eduardo J. Correa”; 3) “Entre la neurosis que finge y el alma de las cosas (La polémica de la nueva Revista Azul)” y 4) “Sobre la muerte de López Velarde.” El más sustancioso sin duda es el primero de ellos, inserto como prólogo en la mencionada edición de Ayacucho. En él, Sheridan se maneja como un verdadero experto en el tema, al que, sin embargo, se le pueden oponer algunos reparos. Primero, que se apoya demasiado en una tétrada canónica que estaría formada por Villaurrutia, Paz, Pacheco y Zaid, de forma tal que lo que ellos afirman resulta ser en casi todos los casos el punto final, cual si la de ellos fuera la verdad revelada. Sirva de ejemplo esta afirmación que me parece de escándalo: “Sus temas son pocos, sus intereses espirituales, reducidos. La historia está ausente de su obra….” Si esto lo hubiera escrito Enrique González Martínez en su reseña de Zozobra (1919), esto es, antes de la aparición de La suave patria (1921), podría pasar; pero lo escribe Paz a principios de los años sesenta, a más de cuarenta años de distancia. En un libro reciente, que será consulta imprescindible, Ramón López Velarde. El ángel que acom-
Si Guillermo Sheridan leyera con atención, se daría cuenta que el poema juvenil que él cita para convalidar su tesis, “Del suelo nativo” (1907), no es tan profiláctico como cree
pañó a Tobías, Víctor Manuel Mendiola ha señalado este grosero error. En el poema de López Velarde por supuesto que está la Revolución, y la hambruna de 1915, y la “mutilación” del territorio nacional a resultas de la guerra con los Estados Unidos en la época de Santana, además de la caída de la gran Tenochtitlán ante los embates del ejército de Cortés. Se necesita ser corto de vista para no darse cuenta. Segundo, su escaso aprecio por La suave patria, el texto mayor de López Velarde, en lo que Sheridan sigue a pie juntillas una
tradición que inicia con Villaurrutia y Cuesta y que Octavio Paz convalida a su modo. Tercero, su idea un tanto esquemática de que López Velarde era un poeta “provinciano” y “católico”, lo que lo volvería adverso desde un principio a las “degeneraciones” del modernismo que se practicaría en la capital del país. La sana provincia frente a la Babel del vicio que ya era la urbe de los modernistas: esta dicotomía tajante no admite un análisis serio de la poesía del autor, quien ya desde La sangre devota (1916) reconoce dos influencias fundamentales: las de Othón y Gutiérrez Nájera. Si Othón podría caber dentro del cartabón de una literatura “sana”, “bucólica” y “virgiliana” (claro, forzando demasiado las cosas, pues el elemento concupiscente y nocturno aparecerá de modo inequívoco en la Noche rústica de Walpurgis y en los sonetos de En el desierto. Idilio salvaje), Gutiérrez Nájera se yergue como la figura rampante del decadentismo del que él funge como el “primer motor” en nuestro país. Si Guillermo Sheridan leyera con atención, se daría cuenta que el poema juvenil que él cita para convalidar su tesis, “Del suelo nativo” (1907), no es tan profiláctico como cree. Al lado del elogio de la tierra bendita y el contorno benigno, junto a los preclaros héroes del terruño y la música de acentos virgilianos, dignos de celebrarse, por supuesto, aparecen las obstinadas nieblas de mi invierno y la noche sin fin de mi congoja, es decir, los gusanos mórbidos de una decadencia siniestra que es la responsable de las desolaciones interiores que experimenta el autor. ¡Todavía no cumple los veinte años y ya se siente viejo y desolado...! La mórbida melancolía ya está haciendo efecto desde entonces… En una cosa tiene razón Sheridan: el joven López Velarde se revuelve a menudo contra el “decadentismo” en sus textos en prosa... pero esto no quita que él fuera, acaso sin saberlo del todo, un decadente al pie de la letra. Lo puedo decir con una fórmula: López Velarde era un decadentista malgrè lui même. Por algo firmaba algunos de sus textos con el seudónimo de Tristán. Esta consideración, comprobable en los textos incluso más tempranos del autor, deja sin sustento la tónica de los dos siguientes ensayos de Sheridan, quien se empecina en sostener que López Velarde formó filas con el malogrado proyecto de resucitar la Revista Azul. Si su nombre aparece en un primer número de la revista, esto no autoriza a considerar que estaba comprometido a fondo con esta empresa de claro corte reaccionario, ni mucho menos podría autentificar la aventurada atribución que sin mayores pruebas aduce Sheridan en el sentido de que el joven López Velarde leería sobre todo a los modernistas peninsulares antes que a los “afrancesados” (como Gutiérrez Nájera, supongo,) de su propio país. La última propuesta de Sheridan, que convierte a López Velarde en un pachá de los prostíbulos, me parece pegada con alfileres. Sheridan pretende probar que el autor de La suave patria no murió de una neumonía…. ¡sino de una neumonía agravada por el padecimiento de la sífilis! Pese a las estrambóticas estadísticas sanitarias (el ensayista aduce que “el treinta por cierto de la población entre quince y treinta años” estaría infectada de sífilis en la capital hacia 1926), uno se queda con la impresión de que Sheridan no solo dramatiza demasiado sino que, esto es lo peor, confunde los síntomas de la sífilis con los de la gonorrea, como lo prueba su bizarra lectura del poema en prosa “La flor punitiva” del propio RLV. ¿Si la gonorrea “no florece” (sic), entonces por qué ese título del texto? L
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LABERINTO
en librerías El matrimonio de los peces rojos
El idealista y el perro
Guadalupe Nettel Páginas de Espuma México, 2013 128 pp.
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on este libro, Guadalupe Nettel obtuvo el III Premio Internacional Narrativa Breve Ribera del Duero. Bien concebido en términos de unidad temática y con una escritura precisa y nada preciosista, El matrimonio de los peces rojos maneja en niveles paralelos cómo un motivo animal o vegetal refleja una circunstancia humana, que generalmente es la descomposición de una relación de pareja que ha sido estable. El cuento que mejor representa las “atmósferas turbadoras” que se exalta en la contraportada es “Hongos”.
Billie Ruth
Guillermo Fadanelli Almadía México, 2013 146 pp
A
l idealista le interesa la esencia de las cosas, no el camino para llegar a ellas. El idealista sale en busca de su perro sin importarle que las calles sean estrechas y el recorrido largo, siempre y cuando no deje de creer que existe el perro. Sobre estas y otras cuestiones ensaya Guillermo Fadanelli en este volumen, que gira en torno a temas como la mediocridad, la vida cotidiana, las mujeres, entre otros. La afilada prosa, así como la erudición y el pesimismo característico de Fadanelli, se cuelan en cada una de las páginas de estos ensayos.
Contra el tiempo
Edmundo Paz Soldán Páginas de Espuma España, 2012 150 pp.
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os quince cuentos reunidos en este volumen tienen como hilo conductor la violencia, el horror y la ironía de un mundo que parece desgajarse en su insensatez y su locura: un niño que descubre que el hermano de uno de sus amigos es el asesino que la policía busca infructuosamente; una joven con un empleo ingrato: clasificar los restos humanos de una fosa común; un chico que debe acompañar a su padre a vender droga; un universitario latinoamericano en Estados Unidos, enamorado de una chica paradigmática de la cultura gringa. En suma, relatos amenos, interesantes, divertidos.
Variación de voltaje Carlos Prieto Acevedo Universidad del Claustro de Sor Juana/ Deleátur México, 2013 368 pp.
E
stas Conversaciones con artistas sonoros y músicos electrónicos mexicanos, como reza el subtítulo, es un libro importante porque llena un hueco en la investigación musical en México. Se trata del primer volumen de una serie de tres y en él encontramos a pioneros (Héctor Quintanar, Antonio Russek y Rodolfo Sánchez Alvarado), a gente de la generación intermedia, por decirlo así, (Roberto Morales Manzanares, Ramón Amezcua Bostich y Fernando Corona Murillo Murcof ) y a novísimos (Mario de Vega). Inti Meza Villarino colabora en las entrevistas.
Ana María Shua Páginas de Espuma Madrid, 2013 239 pp.
A
na María Shua es una figura clave en la narrativa argentina contemporánea. Sus primeros pasos los dio en la poesía, pero hoy es reconocida como una maestra en la minificción. En Contra el tiempo, antología preparada por Samanta Schweblin, se presenta lo mejor de cada uno de sus libros de cuentos. Los escenarios de estas narraciones transitan entre la realidad y el sueño, entre lo cotidiano y lo fantástico, entre la ironía y el humor sutil. Si hay algo en común dentro de estas historias, es el miedo al fracaso —o el fracaso— que experimentan sus personajes.
Andrés Bello. Filosofía pública y política de la letra Carlos OIssandón Buljévic y Carlos Ruiz Schneider (coord.) FCE, Chile, 2013 195 pp.
H
ay estudios de sobra acerca de la obra literaria de Andrés Bello (los de José Gaos y Arturo Ardao, por ejemplo), pero en lo referente a su trabajo fi losófico, el material disponible es más escaso. El presente volumen consigna su faceta de enciclopedista, y repasa sus ideas utilitaristas, su interés en formar una comunidad de la lengua en Hispanoamérica, su teoría de los signos y su papel como fundador del Estado nación, entre otros tópicos. Colaboran, además de los coordinadores, Íñigo Álvarez, Marcos García de la Huerta, Cecilia Sánchez González y Jorge Vergara Estévez.
Hacia un tiempo de síntesis
Fe de erratas Javier Melloni Fragmenta España, 2011 264 pp.
A
ntropólogo, teólogo y fenomenólogo de la religión, Melloni es miembro de Cristianisme i Justicia y profesor de la Facultat de Teología de Catalunya. Su obra se ha concentrado en desmenuzar los ejercicios espirituales, la voz de la mística y el dios interior. En esta nueva obra, analiza temas esenciales del credo y la experiencia religiosa como la alteridad, las plenitudes, el diálogo interreligioso, la relación entre oriente y occidente, el yoga, el budismo, la new age, la integración cosmoteándrica y otros temas que concluyen con una reflexión sobre el futuro de las religiones.
Por un lamentable error, en la edición pasada de Laberinto publicamos un palíndromo incompleto de Merlina Acevedo. Ofrecemos una disculpa a la autora y los lectores. A continuación, el texto original:
Ella te deseó y arde y lames, ese ánimo lo mina. Sedle seda de los adioses, oída soledad es el desánimo, lo mina, es ese mal, yedra; yo, ese detalle.
Fogwill el durmiente LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL
Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com
E
n lo que pudo ser un breve exordio a los diarios oníricos que reunió durante décadas y que luego de su muerte fueron rescatados de su computadora para componer La gran ventana de los sueños, el escritor argentino Fogwill consignó: “Había una vez que yo soñé algo y lo olvidé. Ese sueño y sus no imágenes me siguen hasta hoy, cuando han pasado casi treinta y nueve años. A eso se llama vivir, o haber vivido, pendiente de un olvido. Es natural ahora, cuando el olvido roe las neuronas, pero aún recuerdo que aquella vez, hace casi cuarenta años, soñé y olvidé y desde entonces pienso que el grueso de la memoria se compone de cosas negras hechas de puro olvido. La memoria está llena de olvido, llena de olvido, vacía de sí, llena de olvido, casi hecha de puro olvido. Uno mismo termina hecho de puro olvido. La idea era recordar los sueños.” Fogwill estaba convencido de que los sueños constituían una obra mucho más asombrosa que cualquier ficción. También pensaba que releer lo que uno ha escrito podría ser como rememorar las quiméricas aventuras que organiza el subconsciente, episodios que en la incoherencia poseen un orden magistral pues revelan lo que somos en aspecto primigenio y recomendaba, en lo posible, no hacerlos públicos por aquello de los malos entendidos o la indignación del otro, el (los) protagonista (s) accidental (es) de la puesta en escena de un deseo o una ilusión, quizá la vida que nos espera o aquella a la que aspiramos: “La ventaja de olvidar los sueños es sustraerlos definitivamente del ridículo de su círculo social. Pero tal vez los sueños sean lo social en estado puro.” ¿Qué soñó el autor de Los pichiciegos, la gran novela argentina sobre la guerra de Las Malvinas? Evocó cosas perdidas, nados, corrientes y fragatas, cuya síntesis atribuía a su obsesivo análisis de Ode Marítima de Pessoa y a los efectos persistentes del trastorno gerencial: “Los sueños de mar son muchas cosas y enseñan mucho, pero también son elaboraciones sobre la administración del dinero y de todos los capitales de la vida.” Algunas noches se vio hecho un langostino de talla grande que dejaba una estela viscosa en las veredas que pisaba, otras se descubrió en una reunión
en Bogotá, departiendo con Cesaria Évora y García Márquez; deliró que invadía una reunión privada del presidente Kirchner y sus funcionarios y que al salir de Casa Rosada, eludiendo los mecanismos de inspección gracias a sus estentóreas carcajadas, se hallaba en el Buenos Aires de la década de los sesenta, frente a jóvenes desempleados o quizá estudiantes, vestidos con insulsos trajes de oficina. Alucinó oberturas improbables, peceras y barcos voladores, pipas que le prodigaban erecciones de garganta (fumador empedernido al fin), como si los receptores táctiles del pene se hubieran trasladado a su laringe y tráquea aunque, curiosamente, Fogwill no solía tener sueños eróticos muy amplios, lo que me parece una desgracia: “No guardo registro ni tengo recuerdo de haber soñado con las imágenes de la vulva ni del ano. De bocas sí.” Ah, de cuánto se perdió… Sobre la almohada, distinguió una multitud de dimensiones y texturas, nunca emociones olfativas, porque “tal vez así vivamos todos los humanos: somos conciencias llenas de olores percibidos pero memorias vacías de olor y sueños privados de olor, de lógica y, casi sin excepción, de colores”, comenta en uno de sus apartados, aquel en el que concede que solemos contemplar la experiencia irreal del sueño de la misma manera en que contemplamos a los muertos, los difuntos cuya ausencia le confiere al pasado una conmovedora narrativa. Y es que Fogwill tenía razón, hay en los sueños un temperamento libre y vertical, más agudo y menos temeroso. Hay un ímpetu que hace la existencia placentera al dispensarnos del conflicto y de nuestras paranoias, tan empeñosos somos en hacer que el mundo sea totalmente vacío, con la conciencia atiborrada de cosas negras y de puro olvido. L
10 sábado 24 de agosto de 2013
MILENIO
música Mike Oldfield
“La música es un puente entre dos almas” El multiinstrumentista habla del 40 aniversario de su obra Tubular Bells, de la grandeza de la música inglesa y el discurso espiritual en su obra ENTREVISTA ESPECIAL
rock progresivo o psicodélico con Pink Floyd o King Crimson, creo que los ingleses son genuinos para hacer rock. Tiene que ver con nuestro orgullo, que no queremos imitar a otros, también nuestra historia e incluso el maldito estado del clima, a mucha gente la vuelve más sensible. Háblenos acerca de su nuevo proyecto Tubular Beats. Era una idea que comparto con el DJ Torsten Stenzel. La idea consiste más en un remix de la obra Tubular Bells, así que nos reunimos e hicimos un nuevo trabajo mucho más enfocado en la música dance. Lo complejo fue convertir el sonido de una obra que grabé hace 40 años a la era digital. Todo lo hicimos vía internet, ya no existe la necesidad de estar en el mismo estudio, todo se puede hacer a través de correo electrónico, Skype y Whatsapp.
J. Carlos Villanueva Trabajar vía internet, ¿de qué manera ha afectado la creatividad o sensibilidad? Puedo decirte que ahorras tiempo y dinero. Antes había una industria que te permitía viajar y reunirte en un estudio, pero ahora con una situación tan precaria es imposible. Para mí funciona, pero puedo decirte que no existe nada mejor que el contacto humano. Se vuelven dos entes caminando en avenidas paralelas, pero que jamás se ven a los ojos. ¿Me explico? Ese contacto de almas no existe, se vuelve mecánico, rápido, eficiente, pero sin alma. Amo la tecnología, se pueden hacer cosas maravillosas ahora, pero la música ha perdido la gracia y sensibilidad.
L
os años han trazado en su rostro serpenteantes líneas, su cabellera luce entre rubia y gris, y aquella imagen de príncipe aventurero detrás de un teclado parece una ensoñación casi borrosa. Han pasado 45 años desde que el multiinstrumentista británico Mike Oldfield emprendió su carrera y se volvió un icono de la música ambiental y electrónica. Discos como Tubular Bells, Ommadawn, Incantations y Amarok sobresalen en su catálogo. “Mi carrera ha sido como una montaña rusa”, ríe el músico. “Tiene pendientes pronunciadas y luego estrepitosas caídas, lo reconozco”. Es humilde, buen charlador y, dice, no hay una sola vez en su vida que no deje de hablar sobre el iconoclasta disco Tubular Bells, que vendió 17 millones de copias. “No ha habido entrevista alguna donde no abordemos ese tema”, confiesa, “pero creo que eso es una bendición. No cualquiera logra hacer una pieza así y 40 años después sigue vigente”. Oldfield tiene razón, uno de sus mayores logros de esa melodía minimalista es haberse colocado en la memoria colectiva gracias a la diabólica imaginería de William Friedkin, cuando en 1973 decidió usar un extracto de cuatro minutos en la película El exorcista, a pesar de que Oldfield no había sido consultado. “Fue el error más exitoso en mi carrera (risas). Cuando descubrí que mi música estaba en esa cinta realmente fue ofensivo, pues mucha gente la llamaba ‘la música exorcista’. Ahora, he madurado en mi vejez y ha dejado de ser un enfado. Realmente, puedo entender que esa cinta le dio una promoción y personalidad, diferente a la que yo tenía en mente, pero que ha quedado como una imagen en la historia de la música y el cine. El disco Tubular Bells fue el primer disco de música ambient. No puedo creer que escribí esa pieza a mis jodidos 19 años de edad en un estado psicotrópico. Era un niño. Tengo que decir que es una pieza increíble, lo tengo que decir”. Su música ha sido también usada en videojuegos y comerciales, ¿le genera algún conflicto? A veces lo llamo prostitución. Me aterra la idea de que mi música sufra alguna devaluación por eso. ¿Qué hago al respecto? Es un tema complejo, hay
muchas licencias de disquera que intervienen en ello. Para mí, debo de aceptar que es una forma de recibir dinero. Es el mismo caso del El exorcista, yo no estaba de acuerdo, pero me ha funcionado para capitalizar diferentes proyectos y mantenerme vigente. Por ejemplo, Tres lunas fue utilizado en un videojuego. Odio los videojuegos, se me hacen una aberración del ocio. El juego donde fue empleado tiene que ver con animales y simuladores de vuelo, eso lo volvió menos superficial. ¿Cómo fue la experiencia de tocar ante 80 mil personas y millones de espectadores por televisión en la ceremonia de apertura de las Olimpiadas en Londres, en 2012? Fue estremecedor tocar “Tubular Bells” e “In Dulci Jubilo”, demasiada presión. Me siento orgulloso de representar parte de la música de mi país. Creo que algo que nos hace grandiosos a los ingleses es nuestra música, sobre todo el rock. ¿A qué atribuye que las mejores bandas de diversos estilos de rock provengan de Inglaterra? Cierto, sea punk con The Clash o Sex Pistols, heavy metal con Black Sabbath o Led Zeppelin, post rock con The Police o Duran Duran,
Dos músicos cercanos murieron recientemente: Kevin Ayers y Pekka Pohjola. ¿De qué manera tocaron su vida? Una pregunta muy sensible. Fueron parte de mi vida y su muerte me recuerda cómo la vida es tan efímera. Kevin creció conmigo desde que teníamos 16 años. Estuvimos en una banda juntos, incluso tuvimos acercamiento con Jimi Hendrix. Kevin era un tipo adorable, positivo y creativo. Puedo decirte que Kevin me inspiró a hacer gran parte de mi obra. Pohjola era la otra parte de la diversión. Me reunía a tomar vodka y era fascinante estar con él. Su personalidad era asombrosa, un tipo alto, nórdico. Tocó conmigo en la primera gira. ¿Es usted un hombre espiritual? Definitivamente. Creo que mi música nace del interior, desde el corazón. No soy un tipo analítico sino emocional. Mi música es el soundtrack de un viaje espiritual. Creo que el espíritu te da el don de hacer grandes piezas. Hay música oscura, trágica pero profunda, y te conmueve. A partir de esa idea, creo que la música es un puente entre dos almas, el que la crea y el que la escucha. Existe complicidad y compasión. Cuando algo te gusta, es porque te identificas. Ahí nace la idea de espiritualidad y comunicación de dos almas. Hago meditación y para mí, el silencio se convertiría en la pieza más codiciada por lograr. Lennon grabó una pieza así, entonces un día haré lo mismo, aunque me odien en la disquera (risas). L
EL PAPEL DE LAS NOTAS
Revisitando el octeto de Mendelssohn Eusebio Rubalcava eusebius1951_2@yahoo.com.mx
N
o es de lo más cotidiano nacer genio y aprovechar toda una estructura para que la genialidad siga su propio camino, y Mendelssohn (1809–1847) lo hizo. Es de esos casos fuera de serie que dios, el destino o la buena estrella, les pone las cosas a la mano para que no se molesten en nada: ¿quién, en plena niñez, iba a disponer de una orquesta para que tocara sus propias obras?; ¿quién iba a tener bajo el mismo techo maestros que le copiaran las partes de la música, una para cada miembro de la orquesta? y, como si esto fuera poco, ¿quién iba a disponer de un teatro privado y de público cautivo? Yo no conozco más que el caso de Mendelssohn. Pero no nada más por eso es absolutamente
fuera de serie; también porque pudiendo quedarse con toda la gloria, compartió su fortuna y sueños en favor de terceros. No abundan quienes a la genialidad sumen la generosidad. Animado de una especie de misión de equidad y justicia, Mendelssohn se dio a la tarea monumental de dar a conocer, en Alemania, la obra de Johann Sebastian Bach. Se oye fácil, pero significó luchar cuesta arriba, emprender una batalla contra la abulia, la burocracia y la pusilanimidad. Mas no estoy evocando en estas líneas a Mendelssohn por su carácter altruista y visión cabal de la música, sino por su Octeto para cuerdas, que compuso cuando apenas rozaba los 16 años. No creo que exista otra obra para esta dotación (4 violines, 2 violas y 2 violonchelos) dotada de esta fuerza e ímpetu inextinguible, tan propio de la
juventud. En efecto, cuando Mendelssohn la compuso era dueño de lo que cualquier adolescente se jacta: una vitalidad que a todos seduce y que termina por contagiar a propios y extraños; una fiebre por acometer cualquier empresa, sea cual fuere su grado de dificultad. Y aquí cabe una reflexión: tal vez tantas y tan notables ventajas que tuvo Mendelssohn para el ejercicio de la música, le restaron a su obra ese toque de tragedia que para muchos significa la panacea musical. Pero en cambio se deja sentir en su música esa especie de fuente de energía y frescura. De melodías gratas al oído y al espíritu, su música toda está imbuida de un vigor y aliento que rebasa con mucho los entramados de la superficialidad. Pensemos en su Octeto para cuerdas. Desde que la obra arranca, ya se está dentro. Apenas sus primeros compa-
ses transcurren, ya no es posible separarse de aquel torrente. Porque eso es esta obra: un torrente de agua fresca y cristalina, del que es imposible sustraerse al momento de revivir bajo su chorro. Exactamente lo que acontece cuando se mira a los niños pasar bajo el arco que forma el agua proveniente de la manguera. Cómo gozan ellos, habrá quien se lo pregunte: ¿tendré yo derecho a disfrutar la vida así? Ciertamente eso se le admira a Felix Mendelssohn Bartholdy: no solo que haya dejado una obra en su mayor parte digna de los oídos más exigentes; no solo que haya rescatado del cesto de la basura la Pasión según san Mateo de Bach; no solo que le haya inoculado optimismo y ganas de vivir a Chopin y a Schumann, sino, sobre todo y a la hora del ajuste de cuentas, hay que agradecerle su empeño en hacer música colmada de nervio y fibra, en que sin necesidad de rasgarse las vestiduras legó joyas como su Octeto para cuerdas, que ha hecho menos dura la vida a ciertas personas. L
sábado 24 de agosto de 2013 11
LABERINTO
cine Yulene Olaizola
“Quise mostrar la vida de dos adictos” El primer largometraje de ficción de la cineasta mexicana aborda, sin prejuicios, la adicción a la heroína y la mariguana ENTREVISTA CORTESÍA PRODUCCIÓN
Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com
A
fin de reencontrarse a sí misma, Luisa (Luisa Pardo) llega a Jicacal, Veracruz. Su adicción a la heroína la pone contra las cuerdas. Solo Salomón, un incansable consumidor de mariguana, le presta ayuda. Tras debutar con el documental Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Yulene Olaizola incursiona en la ficción con Paraísos artificiales, filme ganador del premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Tribeca, y donde la realizadora mexicana hace una inmersión al tema de las adicciones sin prejuicio alguno. En sus películas, las locaciones tienen un lugar protagónico, ¿por qué? Ha sido algo espontáneo. Conocí la playa de Jicacal gracias a Luisa, la actriz. Ahí encontré a Salomón. A partir de entonces pensé qué película contar desde allá; la inquietud se juntó con la historia de adicción de una amiga. ¿Por qué un título que denota un juicio de valor? Me interesaba aludir a Baudelaire cuando se refiere a los paraísos artificiales como los lugares a los que llegamos a través de sustancias intoxicantes. El juego de palabras también tiene relación con la playa. Si bien se le puede ver como un sitio paradisíaco, en su microuniverso se vive una situación de violencia familiar y social. Su filme apuesta por una estética que va del costumbrismo a lo poético. Sí, la idea era lograr un estado de contemplación bello que a su vez te remita
Escena de Paraísos artificiales
a una imagen poética. Quería mostrar la vida de dos adictos sin entrar en detalle, ni dar historiales clínicos y sin hacer algún tipo de juicio. Mi aproximación es cotidiana. Son además contrastantes, Luisa usa las sustancias para evadirse y Salomón para hacer más llevadera su vida diaria. Mi objetivo era contraponer sus historias. Luisa consume heroína; Salomón, mariguana. No estoy de acuerdo con el
juicio generalizador de que las drogas destruyen. A Salomón, por ejemplo, solo lo vemos perdido cuando está borracho, pero fuma mariguana todos los días para trabajar, ya es algo orgánico a sus actividades. El caso de Luisa es distinto. ¿Cómo fue contrapuntear a una actriz profesional (Luisa) con un intérprete no profesional (Salomón)? Sabía que Luisa me iba a ayudar a llevar a los no actores. Ella era la única que cono-
cía el guión. Sus preguntas y respuestas guiaron las conversaciones. Durante el rodaje predominó la improvisación al punto que la historia se modificó varias veces. Herencia de su ejercicio como documentalista… La forma plástica de mis películas responde a los hechos. Me adapto a lo que sucede. El documental me enseñó a aprovechar los cambios continuos, incluso en la ficción. Creo que Paraísos… es una película muy experimental en este sentido. ¿La edición es más sencilla cuando se tiene planos más largos? Podría parecer en cuanto a cantidad de trabajo, pero no; es diferente. En una película tasajeada, como la mayoría de acción, cada corte es menos importante. En cambio, en una como la mía, tienes que estar más atento. Los cortes minuciosos te obligan a prestar más atención al detalle. También es una cinta contraída en tanto que no hay diálogos y sí cámara fija… Sin duda. Intenté no tener una narrativa convencional. Hay momentos donde no se cuenta una historia y solo se muestra un estado de contemplación del lugar. Lleva el tema de las drogas a la cotidianidad y las sustrae de cualquier adjetivación, algo importante dado el contexto del país. La temática coincide con la coyuntura, pero filmé la película en 2010. No niego que de cinco años hasta ahora la situación es la misma. Sin embargo, mi detonante fue una experiencia cercana. Quise alejarme de la típica historia trágica y aterrizar en algo más real.
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
¿Por qué hay que matar a César? Fernando Zamora @fernandovzamora
L
os Taviani parecen haber retomado el Shakespeare Behind Bars de Hank Rogerson (2005). Sin embargo, su película Cesare deve morire trasciende el estilo documental, el énfasis en el arte como redentor y narra el drama shakespeareano en un evento artístico que escapa a todo intento clasificador. Cesare deve morire no es documental, porque hay secuencias montadas para ser actuadas; no es ficción porque la historia es real, los personajes son reales y se interpretan a sí mismos. Tal vez aquí está la clave. Cesare deve morire es neorrealismo italiano en el siglo XXI. El neorrealismo, a veces se olvida, es un movimiento de resistencia. Se resiste al imperio de Hollywood con historias “universalmente locales” (como decía Reyes), los autores penetran una prisión romana y crean en ese espacio lo universal: el drama de la traición. Los Taviani son Taviani con o sin Cannes. Hacen cine para italianos y trascienden cualquier convención estética sin echar mano de recursos lejos de sus espectadores. Después de todo, en la prisión de Rebibbia habita el espíritu de César, el de Marco Antonio, el de Brutus que mira dormir a su compañero de celda, lo despierta y le pide que ensaye con él. “¿Qué debo hacer?” “Solo
sigue dormido.” Brutus recita las líneas de Shakespeare y resulta particularmente emotivo aquel famoso monólogo que, más adelante, vuelven a retomar. El mensaje es claro: Arte no es ficción, Arte es realidad. Además, Roma es, claro, la prisión, el encierro del mundo civilizado. El prisionero que interpreta a Julio César podría ser el jefe de la mafia al interior de Rebbibia, pero los Taviani dejan esto y otras cosas a la intuición. Una vez que han establecido el código narrativo, una vez que entendemos que solo el teatro es colorido y que todo lo demás es gris como la prisión, como la realidad, como la vida cotidiana, entendemos la forma en que el evento “civilizador” que llamamos Roma Imperial toma prisioneros Cesare deve morire (César debe morir). Dirección: Paolo y Vittorio a todos sus habitantes. El drama de Shakespeare Taviani. Guión: Shakespeare y Paolo y Vittorio Taviani. Fotografía: revive así: es un grito contra la tiranía. Los Taviani Simone Zampagni. Música: Giuliano Taviani y Carmelo Travia. Con los están del lado de Brutus, el traidor. No es poco. prisioneros en la cárcel de Rebibbia. Italia, 2012. Con la ingente tradición de cine shakespeareano detrás, encuentran sitio en la novedad. que Italia está en crisis, muestran a los países colonizados cómo La escena en que Marco Antonio levanta al se va adelante en una cinematografía. Italia, ese país que en la pueblo, aquella en que los asesinos comentan el posguerra se negó a ser proveedor de materias primas y apostó clima cuando adentro se macera el complot, el por la producción de bienes secundarios sigue teniendo, aún en dialecto en que todos hablan, los giros lingüísticos, la periferia del imperio de Hollywood, una cinematografía que todo ello da a Shakespeare un novedoso sentido. no necesita de grandes presupuestos ni grandes actores: tienen a Cuando Italia vivía el esplendor económico, Shakespeare, tienen al neorrealismo; tienen, en suma, todo el arte los Taviani hicieron una gran producción, hoy y toda la cultura del mundo occidental. L
12 sábado 24 de agosto de 2013
MILENIO
varia SHERRIE LEVINE
ESPECIAL
Fountain, 1991
Amigo, tú también ser post–nacional hyepez.blogspot.com
E
n los 1980–90, los borderizos percatamos que la cultura nacional tronó. Luego tronaría en centro y sur. Pero aún muchos (críticos, creadores, ciudadanos) viven la ilusión de la “tradición nacional”. Paz la mantuvo al ser parte de la ideología del PRI. Pero lo que hace veinte años Enrique Krauze dijo de Carlos Fuentes (ser Gringo Viejo y “guerrillero dandy”) hoy se aplica a él y su grupo. Lo krauzeano es transnacional. Y en la contracultura, lo chido ya es cool. Desde hace décadas Mexican music is cover. También ocurre en cine y literatura. El nuevo confl icto de identidad no es estar agringado sino to be or not to be re–mexicanizado. Cuerpos y criterios de USA rigen culturas en territorio MEX. Lo mexicano ya es únicamente ideología: para paisanos, ilusión de vivir en el pasado y para socios y jefes del imperio, negocio. El campo de batalla se extendió. La participación de la cultura en la resistencia (o TLC) es binacional. Lo sepan o no, los artífices mexicanos derivan de USA. Lo post–paceano: entre Cormac McCarthy y “experimentalismo”. La Onda, el Crack y el Border Boom fueron los adelantos de este momento inevitable. Las inercias de artes y literaturas “mexicanas” son tendencias post–Reagan. Y no parece haber mayor descontento —o conciencia— de esta americanización acelerada de la cultura alta “nacional”. Toda la cultura alta asemeja ya a la del imperio.
CASTA DIVA Avelina Lésper www.avelinalesper.com.mx
ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez
El complejo del urinario
Desde la ropa hasta las fantasías sexuales, la mexicanidad ya es 45% norteamericana. Hace una década, Bukowski inspiraba a todo el norte literario. Tal influencia gringa era condenada. Hoy Goldsmith inspira a toda la nación letrada. La nueva literatura “nacional” se inspira en varias tendencias norteamericanas que tienen en común su conformidad con el capitalismo. Una parte creciente de los intelectuales mexicanos se forma, re–forma o radica en Estados Unidos. La nueva crítica, academia, narrativa, poesía, artes —como en otros países latinoamericanos— se hace al norte y luego se envía al sur. Lo inmediato podría ser: re–nacionalicemos, volvamos a creer en Barcelona o Ciudad de México. Pero allí también se piensa norteamericanamente (¿lo saben?). Ser “híbridos” es la nueva sensación que domina a la generación intelectual y artística que está llegando al poder. La literatura mexicana actual es una combinación de los viejos valores alfonsino–paceanos —característicos de la clase social que integra mayormente a estos grupos— y los nuevos tics globales. Todavía la programación nacionalista opera en los cuerpos pero el espíritu general de artes y literaturas en México es la apropiación de estructuras estéticas globo–norteamericanas. Quizá los sures puedan promover la ilusión de quedarse con la Esencia Nacional. Pero solo será moral. Los paceanos ya son hipsters. La re–forma energética de esta literatura (¡típica!) ya es mexico– americana. L
L
a raíz es la misma, complectere, complexum, abarcar, conectar. La palabra complejo se utiliza indiscriminadamente para calificar a algo que está fuera del alcance de la comprensión y también para señalar un estado de la persona que “sin ser negativo, tiene consecuencias negativas” según Jung. El acomplejado es víctima de un complejo, padece una inferioridad, real o subjetiva, y la hace una parte fundamental de su personalidad. Este complejo se supone interesante y complicado para Jung que lo estudió, y le pronosticó innumerables formas. Es un patrón de emociones, memorias, percepciones y deseos organizados alrededor de un tema en común. Es incompatible con la conciencia, y sin embargo modifica el comportamiento. En el arte han explotado esta palabra, por cada manifestación artística que se demuestra sin inteligencia y sin calidad de realización, existe algo complejo que siempre está fuera del entendimiento del público. Es tal su necesidad de argumentar que los objetos que tenemos enfrente de nosotros no son lo que parecen y que detrás de ellos existen diversas ideas que no son apreciables, que esto se ha convertido en una neurosis colectiva que afecta a la academia y artistas VIP. Las obras se presentan igual que un complejo psiquiátrico, las ideas que les dan forma no aparecen a la luz, están, digamos, reprimidas, ocultas, y para salir a la superficie visible necesitan de la intermediación curatorial que funge como terapeuta. Para Jung el “poder del complejo” puede ser tal que se comporte como “ser independiente”. Es justamente lo que sucede con un texto curatorial, que es donde reside gran parte de la ficticia dificultad de la obra: se comporta de forma independiente, al grado que puede versar sobre un objeto u otro, sin que el texto, y mucho menos el objeto, se vean alterados. La necesidad de complejizar lo simple está en hacerlo interesante. La presencia operativa de la obra está determinada por su grado de complejidad, que debe traducirse como la gravedad del complejo. Si rechazamos la existencia de este complejo, es decir, las ideas,
emociones, estados mentales y una serie de fantasmagorías que se encuentran dentro de la obra, un tubo de luz de Dan Flavin o una sesión de ruidos, ésta carece de interés. Al artista, los curadores y la academia les traumatiza que nos neguemos a ver lo que no existe como real o tangible, porque entonces las obras no son complicadas y en cambio sí son productos acomplejados. Estas obras son víctimas de su propia insignificancia, que se manifiesta como una minusvalía. El artista se sabe en desventaja, conoce sus limitaciones técnicas y creativas, y en lugar de superarlas hace de esta inferioridad e indefensión, su defensa. Afortunadamente, la psiquiatría está abierta a nuevas formas de complejos y siguiendo el estilo arquetípico junguiano, podemos diagnosticar que la academia y los artistas padecen en su psique colectiva el “Complejo del urinario”, con las siguientes características: Afi rma que la obra no es entendida. Cree que es una eminencia que está por encima de los demás. Incapacidad de explicar con claridad lo que quiere decir. Siente que sus objetos y teorías están subvalorados. Exige atención constante sobre sus objetos e ideas aunque no sepa bien de qué se tratan. Asegura que sus obras poseen una misión especial y salvadora del mundo. Rechaza sistemáticamente a la crítica. Señala a los que no lo apoyan como sus enemigos. Padece alucinaciones, ve en sus objetos elementos que nadie ve. Sufre la indiferencia hacia sus obras. Sostiene que hay un complot en su contra. Copia o roba compulsivamente la obra de otros. Los espacios terapéuticos que el artista, la academia y la obra reclaman son el museo y la galería, y el tratamiento es la consagración y la fama. Un complejo se tiene que resolver, pero en el arte VIP, video–instalación–performance, éste es su razón de existir. El “Complejo del urinario” hace que la persona pierda el sentido de la realidad, que sus argumentos sean emocionales, no racionales, por eso las obras carecen de sincronía entre su presencia física y su discurso intelectual. Seamos benevolentes y permitamos que las debilidades de las obras sean sus valores artísticos. L