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■ MAR DEL PLATA ■ DOMINGO 18 DE JULIO DE 2010

IDA Y VUELTA: cultura@lacapitalmdq.com.ar

MILANO FARENGA CUMPLE VEINTE AÑOS

Con la mística del garaje Preparan un concierto aniversario para el 20 de noviembre y le dan forma a un nuevo disco, el décimo desde que empezaron en 1990. Cómo es la relación de estos dos artistas y lo que genera su música, tan identificada con Mar del Plata, entre sus seguidores.

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o es una sala de ensayo. Es un santuario. Y ellos no son músicos a punto de celebrar sus veinte años de tarea conjunta. Parecen cultores de filosofía zen en armonía con el mundo, a pesar de que confiesan estar “hechos mierda”, porque justo ese sábado Argentina quedó afuera del Mundial de fútbol. José Milano y Marcelo Farenga son los creadores del grupo “Milano-Farenga”, una clásica formación instrumental marplatense, que nació en 1990 y cuyas melodías llegaron a identificarse con esta ciudad. Mientras preparan el gran concierto de las dos décadas de existencia, que se realizará el 20 de noviembre en el teatro Radio City, e imaginan los acordes del nuevo disco (el décimo), los artistas no se rinden a la mecánica del oficio. Más bien siguen con la mística del garaje y con “el acné musical” de los adolescentes, esos que se sueñan músicos pero aún no lo son. “Parecemos chicos de escuela, después de veinte años estamos haciendo ensayos como las bandas de rock, con el mismo entusiasmo y las mismas ganas de tocar”, arranca José, el más hablador de los dos, el que es padre de cinco hijos, el que viene de Buenos Aires de una familia de músicos y el que acaba de inaugurar, a los 56, su abuelazgo. “Cuando ensayamos queremos que el tiempo no pase, disfrutamos y no tenemos un horizonte, el horizonte es el camino”, sigue Marcelo, 51 años, nacido en estas costas, padre de dos hijos y encargado de ejecutar el set de instrumentos autóctonos con el que visten sus canciones. Se conocieron en la banda Huairamapu, que se dedicaba a los sonidos de la música latinoamericana. Terminaba la década del ´80 y ellos

no dejaban de reproducir una melodía nacida en aquellos ensayos. La llamaron “Hace algún tiempo atrás” y más tarde fue la canción que dio nombre al primer disco de “Milano-Farenga”. Ahí empezó todo: José tenía el pelo largo y Marcelo era más barbudo que hoy. Más que una amistad, los Milano Farenga parecen tener una conexión que ni ellos mismos terminan de entender. Fruto de esa relación -tan parecida a una hermandad- es la música que crean, cuya recepción en el público vuelve a sorprenderlos una y otra vez. Es que si toda música resuena

en el alma y crea ambientes y retumba en las propias imágenes interiores, la de estos dos músicos lleva este principio al límite de tal experiencia. “Los dos hemos hecho música independientemente de Milano Farenga, pero lo que sucedió con nuestra unión en los años ‘90 fue una cosa extrañísima. Yo empecé a encontrar otras cosas, esos lugares, esos paisajes que uno ve, esos sentimientos encontrados que tiene un mismo tema, eso yo lo tengo a partir de mi encuentro con Marcelo”, se sincera Milano. “Nuestra música habla de lugares en los que nosotros nunca

estuvimos -dice Marcelo-. Ni Bill Gate se pudo imaginar algo así... estamos transmitiendo música que es como una películas con sonido y la gente, encima, no ve siempre lo mismo. El tema del águila o del cóndor que vuela... la gente vio un águila o un cóndor y nosotros lo vimos también, pero el cóndor nunca apareció”. -¿Cómo explican esto que les pasa? Marcelo: -Es realmente mágico, no creo que eso pueda ser muy explicado, son cosas que están adentro. Nosotros no somos músicos litoraleños, no somos músicos autóctonos, no

Las 8 preguntas para Carlos Aletto (*)

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¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario y cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer? -Solían molestarme (hoy cada día menos) los errores referenciales, sobre todo, las citas mal hechas, datos históricos o geográficos

inexactos, pero después de leer a César Aira que hace de esto su poética, me irritan menos. He encontrado errores históricos en El Anatomista de Federico Andahazi, con referencia a la sociedad y a la medicina renacentistas. Ahora más que nada esos errores también me divierten.

Carlos Aletto nació en Mar del Plata en 1967. Es becario en docencia e investigación de la Universidad Nacional de Mar del Plata en el área de Literatura Argentina. Fue fundador de la revista Unicornio. Obtuvo en 2000 el tercer premio de la 3º Bienal de Arte Joven. El grupo Clarín le retiró el Primer Premio del Concurso de Cuento 2008. Acaba de publicar el libro de cuentos “Antes de perder”.

somos músicos aborígenes. Con esos instrumentos queremos expresar otra cosa. José: -Las sensaciones que tenemos en los ensayos son lo que hacen que nosotros decidamos tocar ese tema en vivo, porque hay muchos temas que tienen un gran virtuosismo, pero hay otros que no tienen nada de eso, hay temas que son de corazón exclusivamente. Cuando uno escucha una melodía y no pasa nada por el cuerpo, cuando no te erizás, eso no conoce nunca el escenario y pasa sin pena ni gloria. (Continúa en página 4)


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RESEÑA DE UN LIBRO DE RODOLFO KUSCH

Entre indios y dioses

Reunión de Gabinete POR SEBASTIÁN CHILANO (sebastianchilano.blogspot.com)

–No podés hacer lo que hiciste. ¿Entendés? El presidente estaba furioso. Decía la mitad o un tercio de lo que quería decir. No se animaba a insultar al Diablo en la cara, no todavía. Los demás ministros estaban rígidos en sus asientos. No sabían a quien temerle más. El Diablo, inmutable, miraba al presidente pasearse frente a él. –No podés. ¿Cómo se te ocurre una medida así y no consultar a nadie? Y encima decirla por cadena nacional. Una locura –el presidente levantó la cabeza y miró al ministro del interior–. No sé en qué estaba pensando… El ministro del Interior buscó con la mirada al secretario de Turismo y le hizo un gesto que sólo ellos dos podían entender. Ellos dos y el Diablo. –Pero la medida es genial. Reactivaría toda la actividad industrial y comercial del país. Podemos… –Y terminar cómo…–el presidente dudó–… ¿como una isla empobrecida? –los ministro de Planificación y Agricultura y Educación se rieron. El presidente los hizo callar con la mano–. Además hay un protocolo que cumplir. Primero la reunión de gabinete, después con nuestros líderes de bloques, después debatir en el Congreso, interiorizar a nuestros periodistas, prever qué va a decir la oposición, comprar diputados, atraer senadores, buscar impedir el veto de la Justicia. No todo es tan simple como usted cree. –Se puede hacer por decreto. –Hay algo que tiene que entender, señor ministro –dijo el presidente–. La burocracia que usted tanto desprecia es fundamental para nuestro gobierno. Para cualquier gobierno. Hay que entarquinar, religar, paliar y reformular cada ley… cada palabras, diría, para que su significado no sea claro. ¿Me entiende? El Diablo asintió. Lo que no entendía era que el presidente le estaba tomando el pelo, le hablaba como a su hijo de cuatro años cuando le daba una orden y quería encubrirla, que no pareciera una imposición. –Nadie dice que su iniciativa no es buena, pero es impracticable. Todos nuestros aliados en el extranjero nos darían la espalda –dijo el ministro de relaciones exteriores. –Dejaríamos de importar electrodomésticos de Brasil –dijo el presidente de la cámara industrial. –Y zapatillas –dijo el presidente de la cámara del cuero. –Y papel –dijeron los representantes de la prensa gráfica. –Y pelotas de béisbol, y telenovelas mexicanas, y pescadores chinos, y vasos de plástico, y cuchillos, y pulóveres, y muñecas rusas, y ron añejo, y penne rigate, mandalas, y relojes y cadenas de plata, y traducciones llenas de gilipollas y tíos que no son tíos en consanguinidad, y vacunas vencidas del otro hemisferio, y películas en 3D, y anteojos para películas 3-D, y cenizas de volcanes, y atentados terroristas, y mega-descargas y mega-recitales, y... –Basta… –Y hombres caminando sobre Marte, y anticonceptivos aprobados por la FDA, y comedias francesas, y las fotos exclusivas de las últimas vacaciones de todos los reyes europeos, y la F1 corriendo por debajo de un fastuoso hotel, y... –Basta ¡Basta! ¡Ya entendí! Ya entendí –dijo, se paró, gritó, se sentó y finalmente lloró el Diablo. El presidente se acercó y le puso la mano en el hombro. –No te pongas mal –le acarició la cabeza–. Tenés que entender que somos una familia. El Diablo apoyó su cabeza contra el abdomen del presidente y siguió llorando. –Somos una familia –dijo el presidente y les hizo un gesto a todos los ministros para que se levantaran y rodearan en un abrazo al pobre Diablo que lloraba desconsolado. (Continuará la semana que viene)

El autor de esta reseña se detiene en un libro que el filósofo y antropólogo argentino Rodolfo Kusch editó en 1966 y que narra sus viajes por América. POR VALENTINO CAPPELLONI

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odolfo Kusch viaja al altiplano. 1966. ¿Por qué viaja Rodolfo Kusch al altiplano? Rodolfo Kusch busca una respuesta allá arriba para el mal de acá abajo. ¿Es válido decir hoy día que nos alejamos tanto de nuestros antepasados como para aceptar que pertenecemos a otra raza? Puede resultar evidente, pero Kusch se niega, porque si no todo fundamento, todo pedido de Kusch de volver a esa especie de orden anterior quedaría absolutamente refutado. Debe existir una mínima reminiscencia, un pequeño vínculo que aún nos ate, porque, de forma contraria, estaríamos condenados a nuestro fétido sistema social. Kusch marcha en búsqueda de indicios en común, en búsqueda de una forma de entender, de comprenderse a él mismo y al resto de los porteños. Plantea, a medida que su viaje progresa, un sinfín de diferencias entre las dos sociedades (y divide además, entre hoy y ayer), las cuales se hayan claramente separadas, las cuales pueden ser simplemente calificadas de “ellos” y “nosotros”. Si bien parece que Kusch se empeña en criticar a la sociedad del momento (de la cual somos herederos), en realidad está intentando lo contrario: Kusch busca una hermandad entre las dos formas, Kusch intenta difuminar la línea que separa a indios de porteños y, ¿cómo piensa hacerlo? A través de los dioses. Kusch se vale de una división del hombre moderno en dos: una parte hundida en el barro, que emerge inconscientemente en los efímeros momentos que se recuerda el orden anterior, cuando se quiere recuperar la magia y el llamado “asombro original”, con el cine, el tango, la zamba y otros inventos maravillosos; y otra mitad que es la material, la racional, la que nuestra cultura y economía empuja a emerger. Es esta última nuestra máscara de todos los días. Entonces ya no hay otro, nosotros llevamos al “otro” dentro nuestro, en algún lugar profundo (la susodicha “América profunda”), que cada tanto golpea

la tapa de la cacerola porque se está ahogando ahí abajo; y sólo debemos dejarlo salir, entrar en comunión con nuestras dos partes. De esta manera, para Kusch los dioses, lo espiritual, lo sagrado, o por lo menos el respeto por alguna de estas ideas son la herramienta, el medio, para retornar a un equilibrio anterior que es considerado absolutamente necesario. Sólo debemos conciliar los opuestos. Y es que nosotros olvidamos esto que los incas bien sabían, es decir, perdimos esta costumbre por una imposición racional, y luego la trocamos por otros opuestos que dejan de ser espiritualmente relevantes para convertirse en materiales o en todo caso, si nos referimos a algo religioso, ya no hay una oportunidad de equilibrio, sino que este par cumple una función de elección dilemática soportada por el miedo (dios/diablo, cielo/infierno). ¿Es por esto entonces que aparentemente vagamos por el mundo, no, por el universo, sin dar pie con bola? Parece ser que sí, parece ser que al no poder encontrarnos a nosotros mismos, al no poder completamente aceptar lo que somos, una parte falta, y vagamos por un limbo en busca de nuestra esencia perdida, ésa que al obtenerla nos complete y nos permita ganar el acceso al paraíso. Y encontrar esta parte, entendernos y aceptarnos, ¿no es lograr nuestra identidad como pueblo? Por lo que tanto reniega García Márquez, Kusch lo plantea de una forma un poco más profunda: nuestra identidad siempre estuvo, pero nos impusie-

ron otra que no nos cuadra, una que suena a mentira y de la cual es necesario desligarse. Kusch advierte, también, el gran mal de la política argentina de nuestro tiempo: seres de izquierda y derecha matándose entre ellos para convertirse en líderes de una masa social anónima, con tal de ser ellos la nueva clase dirigente. Pero la idea principal sigue siendo la misma, ésta es sólo una consecuencia, porque, en el fondo, sólo cambiamos un sistema por otro, y ¿es éste mejor? Nos brinda más comodidades, nos brinda más entretenimiento, nos empuja a la idea de que podemos llegar, en algún momento, a comprender el Universo; pero, ¿es nuestra razón mejor que su espiritualidad? Sobran los ejemplos para decir que nuestra razón nos empuja a sufrir más de una vez, ¿y el indio? ¿Es infeliz? El indio sobrevive, acá hay gente que se muere de hambre. Lo único que hicimos fue desbalancear, esclavizamos a algunos para poder subir unos escalones. ¿Y somos por eso mejores? Si los conocimientos por los cuales traicionamos nuestra tradición, si los saberes por los cuales matamos a nuestros antepasados y su historia, si la tecnología a la cual nos rendimos no la aplicamos al bien de los pueblos, al progreso de las razas y del mundo; entonces, ¿qué clase de evolución existe? Una más bien egoísta, permitida en base al acceso a estos bienes. Y es esta sólo la más triste y salada prueba de que ya no hay vuelta atrás, jamás podremos volver al orden anterior que Kusch ansía (“¡No vamos a volver al taparrabos, che!”), la bifurcación es, hoy en día, demasiado grande. Para volver a este tipo de sociedad es necesaria una destrucción masiva, la limpieza de nuestro sistema que empuje la creación de uno nuevo (o en realidad más viejo) en pos de la comunión del hombre con el hombre. En definitiva debemos sufrir y sufrir para entender, darnos la nariz contra la pared, rodar cuesta abajo hasta que nos duela tanto la cabeza que caigamos en la cuenta de que si no promovemos un cambio rotundo, si no hay alianzas en común, simplemente no quedará nada para nadie. Y es esto lo que Kusch grita desesperadamente desde cada una de sus palabras.

Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte? -Cuando chico alguna vez, en el ‘77, tuve que negar

por su postura política, mi vínculo con una persona que quería mucho. Años después al leer el cuento “La lengua de la mariposa” de Manuel Rivas, viví la angustia del niño que tenían que negar al querido maestro por ser “rojo” durante la caída de la

República. La angustia de convertirse en un traidor que trasmite el niño de “La lengua de la mariposa” fue muy similar a aquella angustia mía que aún hoy en algún lugar sigue doliendo.


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CIRCULÓ EN AMÉRICA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

La colmena: un periódico europeo para lectores hispanoamericanos POR HERNÁN PAS (*)

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ace ya algunos años que el impreso periódico se ha convertido en objeto de estudio privilegiado para la historia de las ideas o la historia cultural, sobre todo a raíz del importante rol que le cupo como artefacto de transformación cultural en las postrimerías del siglo XVIII, y en forma singular a partir de la caída del Antiguo Régimen, tanto en Europa como en América. En el contexto hispanoamericano revolucionario y pos revolucionario, las hojas periódicas resultaron determinantes no sólo para la difusión del ideario independentista y americanista, sino también para el despliegue de modelos pedagógicociudadanos y de redes de información locales, regionales y foráneas: los letrados criollos encontraron en la importación y circulación de impresos y revistas extranjeros –antes que en el libro– una especie de biblioteca cosmopolita y flotante. Entre los periódicos europeos que circularon por estas tierras a mediados de siglo existe uno que ha permanecido hasta hoy olvidado y casi desconocido: La Colmena. Periódico Trimestre de Ciencias, Artes, Historia y Literatura, publicado en Londres por la firma Ackermann, entre 1842 y 1845, cuyo redactor principal fue el español Ángel de Villalobos. Como El Correo de Ultramar (París, 1845) y otras publicaciones afines, La Colmena era un periódico escrito en castellano y dirigido principalmente a los hablantes hispanos del nuevo continente. La publicación de Villalobos era, a su vez, continuación de El Instructor o Repertorio de Historia, Bellas Letras y Arte, que se había publicado por Jiménez de Alcalá y el mismo Villalobos desde 1834, también desde Londres y destinado principalmente a Sudamérica. Más parecido por el despliegue iconográfico y la prolijidad de su edición (“belleza pictórica y nitidez tipográfica” de las que se jactaba su editor al cierre del primer volumen) a una especie de revista ilustrada, la nueva empresa de Villalobos contaba entonces con el éxito de una audiencia hispanoamericana formada en casi dos lustros de edición previa, y aparecía en un momento en que las técnicas del grabado habían introducido las planchas de acero, lo que mejoraba bastante la calidad de las imágenes. Escrito a dos columnas y acompañado de imágenes, el periódico se componía de seis secciones: “Crónica de historia y biografía”, “Topografía, Costumbres, Antigüedades y Viajes”, “Ciencias físicas, Químicas y Naturales”, “Economía, Política, Industria y Comercio”, “Literatura, Poesía, Bellas Artes” y “Dentro y fuera de casa”, esta última dedicada a la moral y la educación. Como muestra la enumeración precedente, la amplitud temática buscaba

cubrir una amplia gama de intereses del público lector, demostrando asimismo un criterio moderno en la organización del material periodístico. No obstante esa diversidad, el predominio del tema costumbrista (icónico y literario) se hacía ostensible y predominante a través de las imágenes que adornaban cada

de sus páginas extrajo material para nutrir las de su propio periódico (la sección biográfica de La Colmena pudo disponer al sanjuanino a introducir las breves biografías que comenzó a publicar en enero de 1843). Si aceptamos que La Colmena circuló en Santiago (¿tal vez en Buenos Aires o

número y de las colaboraciones del escritor español Mesonero Romanos, cuyos textos aparecían bajo el célebre seudónimo de El Curioso Parlante.

Montevideo?), hipótesis reforzada además por el hecho de que su antecesor, esto es, El Instructor, efectivamente lo hacía, su incidencia cobra un relieve específico. Pues si se tiene en cuenta, por ejemplo, que los contenidos literarios del periódico londinense eran exclusiva o casi exclusivamente españoles y que, además, estaba impregnado de una visión tradicional de las letras, visión que puede corroborarse tanto en sus halagüeños artículos sobre el romance español cuanto en su claro posicionamiento frente al romanticismo contemporáneo, puede vislumbrarse el influjo que pudo haber tenido en el grupo de letrados chilenos que discutían desde las páginas de El Semanario de Santiago las doctrinas literarias románticas de la emigración argentina. En efecto, las páginas dedicadas a la literatura en La Colmena estaban dominadas por autores clásicos y, como corolario, por una visión de la literatura vin-

LO LEYÓ SARMIENTO La relevancia de esta publicación reside en el hecho de ser mencionada por los integrantes de la Sociedad Literaria de Santiago, quienes se propusieron adquirirla mediante suscripción. En efecto, en la sesión del 20 de diciembre de 1843, según consta en las actas recogidas por Guillermo Feliú Cruz y publicadas en la Revista Chilena de Historia y Geografía, Jacinto Chacón propuso la compra de “La Colmena, periódico nuevo e interesante”, propuesta aprobada por la totalidad de los miembros de la sociedad. Sarmiento, por su parte, dio cuenta de su aparición en El Progreso de Santiago y no sería desacertado suponer que

culada a la tradición de las “bellas letras”, como indicaba el apartado correspondiente. La sección de poesía la ocupaba casi exclusivamente el romance español (varias páginas con artículos dedicados al poema del Cid) y la literaria autores como Calderón de la Barca, Cervantes, Petrarca o Shakespeare. Bajo el título de “De lo que hoy se llama Romanticismo”, escribían los redactores de La Colmena: “Nada es más opuesto al espíritu, a los sentimientos y a las costumbres de una sociedad monárquica y cristiana, que lo que ahora se llama romanticismo, al menos en la parte dramática. El drama moderno es digno de los siglos de la Grecia primitiva y bárbara: sólo describe el hombre fisiológico: esto es, el hombre entregado a la energía de sus pasiones, sin freno alguno de razón, de justicia, de religión” (La Colmena, Tomo I, 1842, p. 72, col. 2). Vale como ejercicio contrastar estas palabras con los dicterios estrictamente contemporáneos del chileno Sanfuentes contra los dramas de Víctor Hugo y las respuestas encolerizadas de Sarmiento para tener una idea cercana de los modos en que se pensaba, consumía y disputaba la literatura de la época. La historiografía y la crítica han pasado por alto la publicación de Villalobos. Norberto Pinilla, en su pionero y clásico estudio sobre la generación chilena de 1842 menciona la referencia de Jacinto Chacón, pero dice no conocer la publicación y cita, como toda información, un pasaje de la reseña que le dedicó Sarmiento. A partir de entonces todos –o casi todos– los investigadores de la cultura del período se han conformado con esa mención de Pinilla, y ninguno ha ofrecido ni siquiera una descripción del periódico. Existe, por suerte, una versión digitalizada en el sitio http://books.google.com.ar, aunque sólo del tomo primero. El único ejemplar de los tres tomos encuadernados del original permanece hoy en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional, en Argentina (quien esto escribe tuvo la oportunidad de revisar además los catálogos y archivos hemerográficos de la Biblioteca Nacional de Chile –suponiendo que allí debía encontrarse el impreso que anduvo por manos chilenas a mediados del XIX– pero no logró dar con el mentado periódico). Confiamos en que esta breve presentación sirva para dar a conocer algunas de sus características prominentes, y también para allanar el camino a futuras búsquedas e indagaciones.

(*) Profesor y licenciado en Letras. Trabaja en el Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria y en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales. También se desempeña en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?

-La mayoría de mis cuentos suceden en Tierras de Oro, un barrio de Mar del Plata en mi infancia. Me he apropiado de su geografía, de su vida social, del Club Satélite, del puente del arroyo, de los vecinos y sus historias. Algo que nunca escribí,

pero siempre recuerdo como una posibilidad de personaje literario es a E. D. Borthiry tocando su bandoneón y diciendo: “No quiero escribir más”.


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Con la mística...

A PROPÓSITO DEL MEMORIAL A WALTER BENJAMIN EN PORTBOU

El dueño de una prosa fragmentaria y poética

(Continuación de página 1)

Marcelo: -No grabamos los ensayos, no tocamos con partituras ni en la sala ni en el escenario, uno está educado en la lectoescritura, ésa es la manera de transmitir el conocimiento, pero no es la única, la música no sólo está en la cabeza o en una partitura, puedo buscarla en otros lados, ese es el desafío. -¿Y dónde la buscan? Marcelo: -Adentro, tenés que estar abierto para buscarla, eso te propone un desafío. Este (por la sala de ensayos) es un santuario para nosotros. A este lugar no podemos venir con una energía que no pertenezca a este lugar porque sino no te sale lo otro. -¿Cómo se oxigenan como grupo, dónde encuentran aire fresco? José: -Muchas veces retomamos cosas que hicimos hace muchos años y las llevamos a nuestra edad hoy, a nuestra experiencia arriba del escenario, a nuestra experiencia con los instrumentos. Esa es una forma de oxigenarse. Marcelo: -Las diferencias que tenemos generan un movimiento oxigenado, venimos de lugares diferentes. -Después de veinte años y de nueve discos, ¿qué gustos quieren darse ahora? José: -No necesitamos zanahorias permanentemente. A veces sucede que estás haciendo una cantidad de conciertos y eso es lo que te mantiene con la vista en la próxima fecha. Anosotros nos pasa que los ensayos son nuestra zanahoria, además de la amistad que tenemos. En todas esas cosas que nos van sucediendo surgen esas supuestas zanahorias. -¿Cómo resuelven la paradoja de que la música que realizan pretende ser una música del mundo, pero a la vez está tan identificada con Mar del Plata? José: -Mar del Plata es una ciudad cosmopolita, con distintas identidades, gente de todo el país vive acá. Siempre fue así, por eso nos cuesta tanto culturalmente tener nuestra identidad. Y nuestra música es exactamente igual, no renegamos de ningún género, de ninguna herramienta que sirva

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Domingo 18•07•2010

(fotografía de autor)

Retratos

El autor propone conocer la obra del filósofo y crítico literario Walter Benjamín, nacido en Berlín en 1892 y suicidado en Portbou, en 1940, cuando escapaba de los nazis.

Los gitanos y el puerto marplatense son los dos grandes temas que aborda la fotografía de Alfredo Cardozo. El artista explica cómo llega a cada retrato.

POR MARTÍN VIRGILI

M Sardi, Farenga, Parisi, Salvatore y Milano.

Varias formaciones: del quinteto al trío actual

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n estas dos décadas de vida, Milano-Farenga estuvo acompañado por varios músicos. “Armamos la primera banda por necesidad de tocar, porque cuando sacamos los dos primeros discos nuestra música se escuchaba por todos lados y la gente se preguntaba ‘¿y éstos quiénes son?’ Habíamos hecho las primeras grabaciones como multiinstrumentistas, o sea que los dos solos no

para expresarnos, vas a escuchar cosas del norte, del sur, del centro, cosas de Italia, de España, tiene cosas de tango, del rock o del folklore. Nuestra música está abierta, en la entraña de nuestros temas está el rock, hasta el rock del garaje, y no

podíamos salir a tocar. Así fue que se armó el primer quinteto”, recuerda José Milano. Aquel primer quinteto estuvo formado por Sergio Salvatore, Pablo Parisi y Juancito Sardi, además de ellos dos. Luego vinieron los tiempos del cuarteto: Milano, Farenga, Sardi y el percusionista Fernando Romairone. Fue este último quien más tarde acompañó la formación del trío, la misma que mantienen en la actualidad.

tenemos ese prejuicio de sacar eso, no, nada que ver. Marcelo: -Creo en esto de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Esta es nuestra aldea, desde acá queremos generar y en esto de pintar la aldea cada uno de nosotros tiene

En estos últimos años, el joven Facundo Passeri se hizo cargo de la percusión. “Tiene otro aire, está más cerca del rock, es muy creativo y le pone su impronta”, dicen los músicos. Los que nunca dejaron de ayudar, sea en la producción como en la prensa, fueron los hijos y las esposas de ambos. “Ana y Mariqui son el alma mater del grupo”, agregan y se ríen cuando se comparan con una pyme familiar.

sus colores. Ojalá que podamos seguir tocando juntos hasta que nos den los dedos. José:-Nos van a tener que subir al escenario, nos van a tener que decir, “mire abuelo, toque”, mientras estemos rodeados de jóvenes.

Discografía Hace algún tiempo atrás (1993) Cuca (1994) Me verás cada vez que quieras (1996) Milano Farenga 4 (1997) A las puertas del arco iris (1999) De parte nuestra (2000) Tiempo (2002) Entintado (2005) Círculos (2008)

A Jimena

e subí al auto en Port Lilagt, una cala de pescadores en la Costa Brava catalana, sobre la cual Salvador Dalí diseñó y construyó su casa de verano. Dudábamos con mis acompañantes acerca de si seguir subiendo para el lado de Francia o volver a Barcelona, a responder a las ya postergadísimas obligaciones laborales de todos. Decidimos seguir. O mejor dicho, los convencí. “Tenemos que ver el memorial a Walter Benjamin, en Portbou. Tenemos que verlo”. Ahora que lo pienso los persuadió mi tono, no mi argumento. Desayunamos y salimos.

Durante el viaje mis compañeros –que no se dedican a las ciencias humanas- me confesaron no haber leído nada de Benjamin, aunque sí conocían su figura como caso histórico y hasta tenían, gracias a esa presencia silenciosa que tienen algunos nombres en los cielos de una sociedad, cierta idea sobre él. Escuchábamos el Disco Blanco. Me preguntaron por qué era tan importante para mí Walter Benjamin y si había escrito algo verdaderamente trascendente. Les dije que Benjamin me había presentado a Marcel Proust, que necesitó una sola apreciación, lo suficientemente técnica, lo suficientemente poética sobre su lenguaje, para irme a perder en él. (Ahora, en mi casa, puedo transcribirla con precisión: “Quien alguna vez comenzó a abrir el abanico de la memoria no alcanza jamás el fin de sus segmentos; ninguna imagen lo satisface, porque ha descubierto que puede desplegarse y que la verdad reside entre sus pliegues”). Benjamin había dado en el clavo en lo que posteriormente iba a ser el giro del pensar dialéctico al estético. El hecho de concebir que una idea es un campo abierto e incierto, desplazada sobre su propio movimiento, abierta y múltiple, refractada en un compendio complejísimo de citas, en definitiva, su poética, fue uno de los legados epistémicos más silenciosos que se hayan conocido. Su vida, disgregada e intermitente, se transcribe en su obra bajo el estilo de una prosa fragmentaria y poética, reflexiva y redentora, mística y rigurosa. Lo segundo que les comenté, es que Benjamin, es, actualmente, una de las orejas que me corrige cuando hago o pienso música. Cuando alguien comienza a hacer música, básicamente se enfrenta a dos senderos de base, que se irán subdividiendo al infinito, y en el que probablemente, lejos, allá, en ese final, dichos senderos se entrecrucen. O se le entra a la música por el sonido o por el silencio. Yo entré por el silencio y espero reencontrarme alguna vez con el otro lado. Pero lo cierto es que desde el inicio de mis trabajos, titubeantes como todos los inicios, me acompaña-

Memorial a Walter Benjamin titulado “Passagen”, realizado por el artista israelí Dani Karavan. ron y me acompañan dos espíritus que me ayudan a pensar y corregir cada nota que traigo al mundo. Esos espíritus son: el de John Cage y el de Walter Benjamin. Cage introdujo como nunca antes en la historia de la música, los inmateriales productos de la filosofía, las cosas que ella sabe crear. No me refiero a que pudo señalar el elemento filosófico pertinente a la música, sino más bien a que hizo de la filosofía, en tanto práctica, un material más (a la par del timbre, el tiempo, espacio, etc.), a ser trabajado musicalmente. Pudo encontrar la intemperie sobre la cual desplegar una música verdaderamente nueva, desde una dimensión nueva. No filosóficamente nueva, sino nueva, a secas. Cage me ofreció esa multiplicidad, la confianza en esa multiplicidad. Benjamin hizo otra cosa: como ningún otro escritor, o como pocos, inventó una escritura desdoblada, concebida en un límite que él mismo creó y que reconcilia la agudeza del entendimiento formal y la informalidad del sentido –transfiguradodel pensamiento estético. Sus ideas escritas, su forma de pensar a través de la escritura posee un mensaje otro, lejano a la reflexión que se expresa en principio de forma enfática. Todo está dicho para que esta idea, tenue pero inquietante, se mantenga vibrante en el espacio de la sensibilidad. Ese otro mensaje, semicrítico, semiespiritual, le brindó a mis ideas musicales la certeza de que siempre se está diciendo más allá de lo dicho, que el pliegue se produce por encima de nuestras imposiciones, que el sentido es siempre un sentido reversible, equívoco, y por qué no, esquizofrénico. Y llegamos a Portbou. En 1940, Benjamin viajaba desde París a New York, donde lo esperaba Adorno y señora. Tenía

una visa estadounidense, y ese era su pasaporte al hastío nazi que controlaba todas las fronteras. Benjamin era un refinado intelectual judío, que vivió en la biblioteca de París, refugiado de la amenaza alemana. Las cosas se pusieron bravas y Benjamin tuvo que escapar, y decidió hacerlo vía Francia – España, hasta que finalmente, un 26 de septiembre de 1940, se suicida en la frontera que une a esos dos países. Hablábamos de esto con mis compañeros de viaje, a medida que nos acercábamos al memorial que el artista israelí Dani Karavan realizó en su homenaje. La pieza es simple, dramática y hermosa. Un túnel se introduce en el medio de un acantilado. Una escalera-gruta desciende por el medio de la piedra, oscureciendo el viaje casi hasta la negrura extrema. Al final, se ve, del otro lado, el mar turquesa del Mediterráneo que aguarda si uno baja hasta el final. Pero a un poco más de la mitad del camino, el visitante tiene que detenerse a la fuerza porque un vidrio nos impide seguir avanzando. Sobre el vidrio, en un sobre relieve, se puede leer una cita de la Obra de los pasajes, el último corpus de obra asignado a su pluma. Entonces, sumido en la oscuridad del túnel, pero con el mar de fondo que inquieta por su belleza, se recorta suspendida en el cristal, la siguiente cita: “Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre”. Nos quedamos mudos, con un respeto extraño, misterioso. Lo recordamos y retornamos distintos. Quizás, un poco más humanos, quizás un poco más tristes. (*) Compositor y coordinador

POR ALFREDO CARDOZO

No me voy a otro continente a sacarle fotos a gente extraña. Hago retratos de tipo social en Mar del Plata, desde hace más de treinta años. Cambio de temas, de ambientes, pero es el retrato lo que me identifica. Me interesa cómo vive la gente, las condiciones de trabajo y de vida, eso es lo que resulta de mi búsqueda. Mi forma de mirar es lo que me lleva a hacer una foto. Para eso me vinculo con los fotografiados, entro en sus ambientes y me transformo en uno de ellos. Siempre termino involucrándome: me pasó con los gitanos (cada tanto voy a visitarlos y les llevo las fotos que les saqué, es más que nada un seguimiento) y con la gente del puerto, hasta llegué a embarcarme para sacar mejores fotos. Con los gitanos me acerqué y les

fui explicando lo que quería hacer. Me entendieron y me dejaron que los retrate. De hecho todas las personas que retrato miran a la cámara, lo que es una forma de recibir aprobación. A la madre gitana la encontré en la década del ‘80, en una carpa que estaba, creo, en Polonia y Ortiz de Zárate, cuando los gitanos vivían en carpas. De ellos me llamó la atención el misterio que generaban sus vidas y lo que hacían. También tengo imágenes del centro cultural Galileo, donde funciona una peluquería. Y varios temas inéditos, entre ellos retratos de personas desconocidas que andan por la calle e imágenes de artistas marplatenses, sean actores, músicos. Tengo imágenes de Astor Piazzolla y Alberto Bruzzone. En algún momento voy a exponer estas nuevas imágenes.

Las 8 preguntas para Carlos Aletto Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?

-El diálogo entre Anastasio El Pollo y Don Laguna en el Fausto de Estanislao del Campo. Es muy divertido el contrapunto de mentiras in crescendo que inventan para entretenerse

mutuamente. Ante esta pregunta dudé con algunos pasajes de Shakespeare, sobre todo en Hamlet, pero me quedo, sin dudas, con la larga y entretenida conversación del Fausto criollo.

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Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?

-Haría todo lo posible para ayudar a Pascual Duarte. Es un

personaje que con otra cultura podría haber sido mejor persona. Lo sacaría de su contexto familiar y trataría de darle una educación adecuada. Pero pensándolo bien con este proceder arruinaría todo el “tremendismo” español. Sin dudas: mi

intervención en cualquier novela terminaría por acabar con la historia. Me niego rotundamente a ayudar a un personaje en detrimento de una historia bien contada. Que los personajes sufran, pobrecitos.


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TEXTOS AUTOBIOGRÁFICOS DE LA VIDA TRÁGICA DEL ESCRITOR

Grandes libros, pequeños lectores

Cartas y diarios de viaje nutren el libro “Quiroga íntimo”

Gigante, de Graciela Bialet, Ilustraciones de Claudia Degliuomini. Buenos Aires: Sudamericana, 2009.32 páginas. Colección Primera Sudamericana, Puercoespín. POR CARINA CURUTCHET Integrante de la ONG Jitanjáfora

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igante es la historia de una hormiguita. Pero Manucho, un explorador con lupa y mucha curiosidad, la ve como una hormigota gigante. Ni hablar de su abuela, que vive persiguiéndolas en defensa de su rosal, y que se enfurece ante la posibilidad de que haya semejante bicho en su jardín. ¿Y la hormiga? ¿Cómo verá a estos dos personajes desde su percepción de insecto? ¿Y si los mira a través de la lupa? Gigante nos cautiva desde la tapa, a través del juego con la tipografía, el espacio y los colores. Las letras con “antenitas”; la hormiga, cuyo tamaño otorga sentido al título del cuento; el fondo, en donde aparece Manucho, el niño que nos irá mostrando el jardín de la casa de su abuela a través de su lupa… La lupa, precisamente, se constituye como un objeto clave, ya que “hace foco” en ciertos objetos, y, podríamos decir, en ciertas palabras o frases significativas que, en el texto, tienen mayor tamaño. Generalmente, estas palabras destacadas dialogan con la

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L imagen y a veces podrían funcionar como epígrafe de la ilustración. La disposición del texto en el espacio acompaña la imagen planteando un recorrido visual que contribuye a la generación del sentido. Los colores elegidos en cada página para el fondo y el texto favorecen y facilitan la lectura, particularmente adecuado para los primeros lectores. EN AGOSTO, LAS JORNADAS Jitanjáfora organizó para el 20 y 21 de agosto las X Jornadas La literatura y la escuela, destinadas a docentes y directivos de Educación inicial, primaria y secundaria y alumnos de los profesorados correspondientes, bibliotecarios y público en general. Se realizarán conferencias, talleres, encuentros con autores, presentaciones de libros, mesas de experiencias, feria del libro infantil y juvenil, actividades para niños y espectáculos. Como todos los años, se realizarán en las instalaciones de la E.E.T. N°3 (14 de Julio y Gascón). Como invitados especiales llegarán las escritoras María Teresa Andruetto, Iris Rivera, Lilia Lardone, la ilustradora María Wernicke y la especialista en literatura infantil Lidia Blanco, entre otros.

“CONTINUIDAD DE LAS VOCES 2010”

Concurso de poesía y narrativa breve En el marco de sus diez años de vida en el mercado editorial, el sello De los Cuatro Vientos realizará el XXII Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve “Continuidad de las Voces 2010” con el objetivo de reunir a los autores más destacados en una antología que será distribuida en las principales librerías y núcleos culturales del país. Las obras se recibirán hasta el 6 de agosto de 2010. Cada autor podrá presentar de tres a siete poesías con una extensión máxima de treinta y dos líneas cada una; y en el género narrativo, de una a tres obras con una extensión de doscientas veinte líneas en total. Los textos deben ser inéditos, individuales y no premiados con anterioridad, y se presentarán por triplicado, a máquina o por computadora (en el caso de ser manuscritos deben tener letra bien legible). Los interesados deben enviar sus obras a: Editorial De los Cuatro Vientos – Balcarce 1053 – Of. 1 (1064) Cap. Fed.- Bs. As. Firmadas con seudónimo y en un sobre cerrado que incluya datos personales. Consultas: concursos@deloscuatrovientos.com.ar

a tragedia marcó la vida del escritor uruguayo Horacio Quiroga y se abrió paso “brutalmente” en su obra literaria y, también, en sus textos autobiográficos, que por primera vez se publican en España y reflejan facetas desconocidas de quien fue “el primer narrador moderno en lengua castellana”. “Su importancia para nuestra literatura es semejante a la que tuvo Edgar Allan Poe en el mundo anglosajón”, afirmó en una entrevista con Efe, la profesora y escritora Erika Martínez, responsable de “Quiroga íntimo”, una edición anotada del “Diario de viaje a París” del narrador y de las 350 cartas que se conservan de este gran escritor (Uruguay, 1878 - Buenos Aires, 1937). Que nadie busque, advirtió Martínez, “la revelación de todos los secretos que Quiroga guardó en vida, porque el escritor sepultó bajo el silencio los hechos más traumáticos de su existencia, aunque sí se percibe la presencia de algo terrible y cruel detrás de lo que cuenta”. El padre murió en un accidente de caza cuando Quiroga tenía un año. A esa muerte se sumaron la de su padrastro, que se suicidó; la de su amigo íntimo Federico Ferrando, a quien el escritor mató accidentalmente; el suicidio de su primera mujer y el suyo propio tras enterarse de que tenía cáncer. La tragedia saltó a la siguiente generación y, tras la muerte de Quiroga, se quitarían la vida también sus tres hijos. Las consecuencias vitales de esos trágicos acontecimientos “fueron inmensas y se abren paso brutalmente en su literatura”. El escritor no alude a ellos directamente en sus cartas pero “la elipsis siembra de huellas el epistolario”, aseguró Martínez. Como le sucedía a otros escritores de su época, Quiroga “creía que no había una separación real entre literatura y vida y trabajaba su vida como si fuera una obra de arte. Quiso convertirse a sí mismo en un personaje literario”. Esa concepción se nota sobre todo en su Diario, escrito entre el 20 de marzo y el 10 de junio de 1900, durante su viaje en barco desde Salto (Uruguay) hasta París y su estancia en la capital francesa durante la Gran Exposición Universal. Además del “interés testimonial” que tienen las descripciones del escritor de ese acontecimiento y de las Juegos Olímpi-

cos de 1900, el Diario es “un ejemplo significativo de cómo la ficción se abre paso en el discurso autobiográfico” y es una prueba, afirmó Martínez, de que ese género es “un gran aparato de tergiversación y ocultamiento”. En su Diario, Quiroga repasa “todos los tópicos modernistas del intelectual del momento: escritor decadente, dandy, enfermizo, aficionado a las drogas, a las mujeres lánguidas y a las adolescentes morbosas”, comenta Martínez. París “le defraudó totalmente”. Desde el punto de vista económico la experiencia “fue desastrosa” y lo que vio en la Ciudad de la Luz “no le interesó”, comentó la editora de “Quiroga íntimo”. En realidad, lo que le apasionaba al escritor era el deporte y, aunque suene a “boutade”, Quiroga fue a París “por la bicicleta”. “Lo que le gustaban eran las carreras y el ciclismo, porque veía en él un encuentro entre la fuerza humana y la mecánica”, agregó. Quiroga amaba el peligro de “forma compulsiva” y “buscaba los espacios de conflicto entre

civilización y barbarie”. Por eso se fue a vivir a la selva, que se convertiría en “el gran motor de su obra literaria”. Pasó años en Misiones, “lugar fronterizo por antonomasia entre Paraguay, Argentina y Brasil” y frontera también entre el guaraní y el castellano. Le interesaba “el castellano mestizo”. En la selva se transformó su estilo para siempre, y el esfuerzo por hacer habitable aquella tierra está detrás de obras como “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, “Anaconda”, “Cuentos de la selva” y “Desterrados”. Quiroga supo dar a su estilo “frontalidad, coloquialismo, densidad y concreción, y alcanzó una gran eficacia narrativa”. Todo eso lo convirtió en un gran cuentista, subrayó Martínez. Las cartas de Quiroga fueron escritas entre 1902 y 1937 y, además de permitir observar la evolución de su escritura, sirven para “rastrear un hito que el escritor vivió en primera persona: la profesionalización de la literatura”. “Fue un gran defensor de la literatura como oficio”, concluyó Martínez.

Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?

-Cuando era peón de albañil, en una casa en construcción, había varias pilas con cientos de libros que deberían pertenecer a la familia que se iba a mudar. De esas pilas robé Pedro Páramo de

Juan Rulfo. La culpa de haberlo robado sólo me duró hasta que sentí que esa obra ya era parte de mí.


■ Lecturas

■ El anaquel de los usados Un cliente de El Atril (Diagonal Pueyrredon y Rivadavia/Santa Fe 1600) se puso a curiosear entre libros de escritores en lengua inglesa buscando algo distinto y encontró un clásico de la literatura de compromiso y denuncia, el libro del estadounidense Dalton Trumbo, “Johny fue a la guerra”. La novela cuenta la historia de Johny, un soldado que está convaleciente en una cama de hospital después de una explosión en batalla; sus heridas son terribles: perdió las piernas, los brazos, la granada le desfiguró el rostro, no tiene orejas, ni nariz, ni boca, casi todo el cuero cabelludo se consumió en las llamas y, por cierto, quedó completamente ciego. No obstante, la conciencia de Johny despierta, su cerebro está intacto pero no recuerda nada del accidente. Siente que flota en una oscuridad absoluta y, sumergido en el vacío, nada con facilidad en la no existencia, no entiende dónde esta o qué le pasa. El infierno, la muerte es su cuerpo, una humanidad anestesiada, un sistema nervioso que no envía ningún estímulo sensorial al cerebro. En efecto, Johny acepta su destino y se rinde, se deja vivir. “Johny tomó su fusil”, también conocido por “Johny fue a la guerra”, es un clásico de la novela antibelicista que junto a “Sin novedad en el frente”, de Remarque o “La roja insignia del coraje”, de Crane, inscriben al género en un culto por la paz. Trumbo, perseguido por la censura durante la triste “caza de brujas” contra el comunismo, forjó en Norteamérica una genial carrera como guionista de cine y estuvo por años en las listas negras de Hollywood. Vale el recuerdo para otros dos clásicos del cine: “A la hora señalada” y “Exodo”, ambos escritos bajo seudónimos. Esta edición de 1985 de “Johny fue a la guerra”, perteneciente a Bruguera, tiene un valor de 45,50 pesos. En Libros Mariano (Santa Fe 1828, local 30), hay dos primeras ediciones de autores distinguidos. Se dice que “La Invención de Morel” es la gran novela de Adolfo Bioy Casares, sin embargo para muchos el punto álgido de su obra es “Diario de la Guerra del Cerdo”. Está novela fue editada en 1969 por Emecé y algunos ejemplares todavía quedan. Por 59 pesos se puede adquirir en dicha librería de usados.

Recuerdo de lecturas Hoy: Mark Haddom POR LEO HUEBE Estas no son reseñas de libros, sino recuerdos de lecturas. Han sido escritos en mesas de bares, sin un soporte electrónico enfrente ni una biblioteca cercana. Cualquier corrección, comentario o sugerencia serán bien considerados en leohuebe@hotmail.com. Varias personas me han mandado ya al psicólogo por afirmar que, para mí, el mejor investigador en la literatura del siglo XXI no es el inspector de pueblo Kurt WallanderdeHenningMankell,nielperiodista protector de la moral Mikael Blomkvist, ni la hacker punk Lisbeth Salander (en los dos últimos nombrados el orden de los factores no altera el producto) de Stieg Larsson, sino el adolescente con Síndrome de Asperger Christopher Boone de Mark Haddom, protagonista de “El curioso incidente del perro a medianoche”. Números primos, ecuaciones de no sé qué grado, comida marrón o amarilla, autos rojos, incapacidad para el engaño, familiapartida,repugnanciaanteelcontactohumano,mentiraspiadosas. Y Conan Doyle, otra vez, como siempre, en todas partes. Christopher decide investigar el “asesinato” de su mejor amigo, Wellington, el caniche de su vecina, y hacer con esta historia “una novela policíaca”, de la que Haddom hace, también, una novela de iniciación (iniciación traumática debido a las características del muchacho) y, a mi entender, una novela de amor, del amor más complejo: el amor entre padres e hijos

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Semana del 11 al 17 de julio de 2010 Fuente: Cámara de Libreros del Sudeste de la provincia de Buenos Aires.

Los libros más vendidos de la semana FICCION 1”EL LADRÓN DEL RAYO”. 2 ”LA SEGUNDA VIDA DE BREE TANNER” 3 ”9 HISTORIAS DE AMOR”

Rick Riordan. Stephenie Meyer. Mempo Giardinelli.

NO FICCION 1.”EL ESCARMIENTO” 2.”SI ME QUERÉS, QUEREME TRANSA” 3.”1810”

Juan Bautista Yofre. Cristian Alarcón. Felipe Pigna.

Sudamericana. $75. Norma. $59. Planeta. $69.

Philippe Bourgois. Matías Kulfas. Stephen King.

Siglo XXI. $69. Libros del Zorzal. Plaza y Janés. $149.

Recomendados: 1.”EN BUSCA DE RESPETO” 2”POSTALES DE LA ARGENTINA PRODUCTIVA” 3”LA CÚPULA”

Recomendados:

Fragmento de “Si me querés, quereme transa”, de Cristian Alarcón Fuente: Cámara de Libreros del Sudeste de la provincia de Buenos Aires.

“Cuando el policía apareció en la puerta de mi departamento esa noche y me dijo Alcira, han asesinado a su marido, sentí que las piernas se me doblaban. Parece un ajuste de cuentas, dijo. Eran tres los muertos. Y les habían bajado tres cargadores enteros. Mi marido, el padre de mi hijito Damián,

en un charco de sangre, imaginaba yo. Pero necesitaba verlo con mis propios ojos. Estaban tirados en una piecita de Constitución. A los tres grandes, aunque bolivianos, como Grove, mi esposo, los habían fusilado. Por lo visto, ellos no pudieron responder ni esconderse; estaban desarmados, fue una ratonera. Uno se había arrastrado hacia detrás de un aparador de esos de fórmica de antes, pero allá le habían ido a dar. Mi marido estaba

Apareció una nueva edición de “Tres tristes tigres”

(y no escribo más sobre esta particularidad para no arruinarles la posible futura lectura). Humor y sensibilidad, lógica y primera persona, trenes y astronautas, Christopher Boone y Mark Haddom, y, por supuesto, un fragmento: “Y cuando miras el cielo sabes que estás viendo estrellas que están a cientos y miles de años luz. Y algunas de las estrellas ni siquiera existen ya porque su luz ha tardado tanto en llegar a nosotros que ya están muertas, o han explotado y han quedado reducidas a enanas rojas. Y eso te hace sentir muy pequeño, y si en tu vida tienes cosas difíciles es agradable pensar que son lo que se llama «insignificantes», es decir, que son tan pequeñas que no tienes que tenerlas en cuenta cuando haces un cálculo”.

Salamandra. $45. Alfaguara. $59. Ediciones B. $52.

En 1967 Guillermo Cabrera Infante publicó su novela “Tres tristes tigres”, uno de los hitos del “boom” latinoamericano. Ahora, los profesores Enrico Mario Santí y Nivia Montenegro han preparado una edición crítica de esta gran obra que refleja como ninguna otra la cultura popular cubana de los 50. Publicada por Cátedra, dentro de su prestigiosa colección “Letras Hispánicas”, la nueva edición de “Tres tristes tigres” recuerda las numerosas vicisitudes por las que pasó esta obra y contiene sendos apéndices con los cortes de la censura franquista y los que el propio autor realizó en el “Bound Manuscript” de Princeton. La novela se presentó recientemente en la Casa de América, en un acto en el que intervendrán Montenegro, catedrática de Literatura Hispanoamericana en Pomona College, en California; Santí, catedrático de Estudios Hispánicos en la Universidad de Kentucky; el cineasta Orlando Jiménez Leal y la escritora Rosa Pereda. Santí y Montenegro son cubanos exiliados en Estados Unidos desde hace más de cuarenta años

y están casados. Como explicó el primero en una entrevista con Efe, esta edición forma parte de una serie de Cátedra centrada en clásicos de la literatura hispánica. En todos ellos se parte de “un texto fiable y se elabora un aparato crítico que facilite la comprensión del autor y la de la obra”, y se ofrece además una bibliografía manejable para estudiantes universitarios y especialistas en la materia. En el caso de “Tres tristes tigres”, “un monumento de juegos de palabra” porque, como el propio autor decía, está escrita en “cubano”, “era indispensable facilitar un aparato filológico que permitiese entender muchos giros”, indicó Enrico Mario Santí. “Lo sorprendente de esta obra es que, a pesar de ese idioma secreto de la novela, siempre ha sido un éxito de ventas y un libro favorito dentro del ‘“boom” de la novela latinoamericana, en el que hubo otros títulos monumentales desde el punto de vista de la experimentación lingüística y de la forma”. Su publicación coincide con la de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez.

desparramado sobre una silla, con la cabeza hacia un costado. Cuando llegué hasta él, alguien ya le había cerrado los ojos. Se lo llevaron en tres bolsas negras, como las de consorcio. A mí todavía me faltaba una semana para saber qué había pasado en realidad. Mi marido no traía electrodomésticos de Bolivia como me había dicho cuando nos casamos; yo, con quince años, él con veinticinco. Resultó que mi marido era narco”.

Herrera y los diccionarios inútiles Por un error involuntario, en la edición del pasado domingo salió publicada una respuesta incorrecta del escritor Ricardo H. Herrera, quien contestó Las 8 preguntas. Al interrogante sobre qué libros sacrificaría y cuáles salvaría si un extraño hongo se apoderara de su biblioteca, debió decir: “El hongo no deja margen para la reflexión, de modo que actuando con total arbitrariedad lo cebo con tres viejos diccionarios inútiles (cuya edición digital está en mi computadora) y me llevo los Cuatro cuartetos de Eliot, los Huesos de jibia de Montale y los Tres poemas secretos de Seferis. Veo con horror que he dejado que los hongos se devoren Il deserto e dopo de Ungaretti, lo cual agrava mi delito adolescente, convirtiéndolo en un irredimible delito intelectual”.

Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Sólo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voraci-

dad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados? -Salvaría los tres libros que más cerca tengo: la Odisea, El Quijote y el tomo de las Obras Completa de Juan Carlos Onetti. Aunque me conformaría con salvar sólo el Quijote. Arrojaría En

busca del tiempo perdido de Marcel Proust (con eso el hongo tendría para entretenerse un buen rato), le agrego Museo de la novela de la eterna de Macedonio Fernández y Respiración artificial de Ricardo Piglia. No tengo en mi biblioteca otros libros que lamentaría menos deshacerme.


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El milagro secreto POR GONZALO VIÑAO

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e lo dije. Cuando caés en el pozo te das cuenta. Podemos inventar todo tipo de distracciones, pero el pozo está siempre ahí para recordarnos que la vida es una mierda, que la condición humana es miserable, y que todo transcurre a la velocidad suficiente como para reconocerlo, pero sin evitarlo. Y ahí va otra vez. Ya intenté tirarlo, pisarlo, escupirlo, hasta probé quemar a una vecina que pasaba. Cuando el cigarrillo se termina se produce un desvanecimiento, vacila la luz, se siente la sangre dentro de la cabeza, como al darnos un golpe fuerte en la nuca, aunque esto sucede sin dolor, y el cigarrillo vuelve a a p a r e c e r. Completo y encendido, en mi mano derecha con la que acababa de apagarlo. Vuelven a pasar por la calle los mismos autos, por la vereda las mismas vecinas, los mismos empleados del registro automotor que está a media cuadra. El tipo del puesto de diarios se asoma un momento, me ve fumando acá al costado, entre el puesto y el árbol, me pone cara sospechosa, siempre la misma cara, y se vuelve a meter en su casilla de lata naranja. A veces no me doy cuenta cuando se asoma, y no lo veo, pero sé que está ahí y que me mira todas las veces. Para confirmarlo sólo tengo que esperar a que se apague mi cigarrillo, y que aparezca un cigarrillo nuevo, o el mismo (¿será siempre el mismo?); un momento después reaparece el diariero, con los bigotes y el sweater escote ve, gris como la camisa que le asoma por el cuello, en la que trae enganchados unos anteojos que lo asisten en su tarea de comerciante viejo. Quise asomarme al puesto de diarios, pensando que la lectura de los titulares y las tapas de revistas podrían reportarme alguna distracción. Lo intenté varias veces, pero doy unos pasos en esa dirección (o en cualquier otra) y me acobardo, pierdo la fuerza de voluntad, y prefiero volver y seguir fumando. Así como estoy, en la vereda, medio asomado al sol por entre la sombra del árbol, es agradable. Siempre me gustó fumar parado, mirando las cosas de pie. Como todo el mundo, experimenté momentos de esos en los que uno quisiera que todo se quedara “así para siempre”. Es un deseo repentino y muy poderoso, relacionado directamente con la intensidad de las circunstancias que nos rodean en determinado momento, y que se enfrenta inevitablemente con las le-

yes de la naturaleza y del tiempo que no se detienen, y que nos contienen como el mar a los peces, sin preguntarles cuáles son sus deseos. Pero este no es uno de esos momentos memorables, al contrario. No quiero decir que sea un mal momento, es simplemente un momento de tránsito. No hay nada muy rescatable en el hecho de fumarse un pucho en la vereda, pero no me refiero tampoco a eso. No hay nada muy rescatable en ningún lado, por lo menos en lo que se refiere a mi vida. Todo está a mitad de camino entre destinos y puntos de partida inciertos. Tanto para desandarme como para seguir adelante, debería caminar arduo y lejano, un andar de caminatas que muy posiblemente yo no esté capacitado para ejecutar con

acierto. Como todo el mundo, soy un tipo al que no le gusta tomar decisiones, y que regularmente las toma sin llevarlas a cabo. También pensé, pero de esto hace ya un buen rato, muchos cigarrillos atrás, en volver al trabajo. Porque esto me sucedió en horario de trabajo. “El trabajo es ley de vida”, leí hoy por casualidad. Lo leí en el trabajo, cuando todavía se podía hablar de “más temprano”. Y lo que me dejó pensando de esa frase no fue la frase misma, sino que la escribiera -su autor- como si se tratase de un aspecto positivo de la vida. En una segunda instancia también descubrí que lo decía en términos redentorios. El trabajo es el método por el cual se expía el pecado original, que nos merecemos por haber provocado nuestra propia expulsión del paraíso; pero como Dios es generoso nos ha concedido, al mismo tiempo, un castigo y una herramienta para expiar la culpa, lo que nos permitirá volver a su regazo: el trabajo. No deliro. El tipo que escribió esa frase es cura católico, y “El trabajo es ley de vida” es una frase de consuelo. Así que, sin dudarlo, me quedé fumando debajo de mi árbol y no realicé ningún intento voluntario por volver a trabajar. Lo único que me inquieta es que, contra todo pronóstico, apareciera de pronto mi jefe, a quien una parte muy desdichada de mi ser le atribuye la capacidad de encontrarme en cualquier lado, bajo cualquier circunstancia, y en detrimento notorio de mi felicidad. In-

cluso ahora, él sería el único capaz de revertir este nuevo ordenamiento del universo, y atravesar capas de tiempo replegadas sobre sí mismas, repitiéndose una y otra vez, y gritarme al oído que estoy despedido. Y el tiempo volvería a correr, y pasaría del actual postergamiento de las desgracias a la confrontación inmediata con las mismas. Es el único hijo de puta que me quita el sueño, y espero pacientemente la hora de su muerte, deseando que le resulte dolorosa y lenta, y especulando sobre la posibilidad de intervenir como factor decisivo para que esa muerte se produzca. Cuando pienso en mis hijos me fumo varios atados de silencio. Ahora todo indica que no voy a convertirme en asesino. Y si las actuales leyes del universo se mantienen, me fumaré la cantidad suficiente de cigarrillos como para cultivar tumores de varias toneladas. Y la voy a ver pasar seguido a mi vecinita, la rubia que está casada con el tipo del almacén. Podré reflexionar largamente sobre la inverosimilitud de esa pareja, hasta convencerme de que yo la haría intensamente y mucho más feliz. Sé que “actuales leyes del universo” suena apresurado, incluso pretencioso y banal. Las verdaderas leyes del universo son irrevocables, es una payasada el intento mínimo de discutirlas. No cuenta que sean tan arbitrarias como cualquier otro ordenamiento aleatorio, ni que se nos hayan adjudicado sin ninguna posibilidad de discernirlas. Esto no debería pasar del poco ingenioso resultado de exprimir un talento literario bastante pobre, pero yo sigo fumando un cigarrillo detrás del otro sin interrupción, y todavía estoy acá parado, viendo pasar los autos, los mismos autos, una y otra vez, con displicencia, y siempre es mediodía. Entre las primeras cosas que se me ocurrieron está Jaromir Hladík. Sé que ese nombre, en primera instancia, no dice nada, pero no lo elegí yo. Si Borges tiene razón, llegará el momento en que yo mismo discurra por mis propios medios todo el argumento de su cuento, por supuesto que también habré redactado mentalmente la Odisea y habré descubierto la cura del sida. Pero yo no voy a escribir “El milagro secreto”, no voy a escribir ningún cuento, ni voy a leer ningún libro, ni me voy a morir fusilado. Y me fumo otro cigarrillo completo pensando “y a la mierda Borges, y a la mierda Borges, y a la mierda…”. Total, tengo tiempo.

Ciencia.9 POR LUCIANO W. FRANCO

Hay un parásito dentro del aparato digestivo de cierta hormiga que habita la pampa. Se siente cómodo allí hasta que decide mudarse. El organismo, entonces, avanza por el interior de la hormiga hasta llegar a su cerebro y apenas arriba, se aloja con más comodidad que antes. Pero tiene intenciones de huésped aprovechador, ya que comienza a controlar el cerebro del diminuto anfitrión. Finalmente, le ordena a la hormiga que marche en otro sentido al habitual –no a ese que de tanto caminarlo formó un sendero en la meseta- y ascienda por el tallo rígido de cierta plata hasta llegar al extremo de sus hojas. Ovoides y carnosas, éstas penden a poca altura del piso. Aferradas con sus pinzas, las hormigas se sostienen en una condena a muerte que desconocen. Algunos días después un conejo llega para comer de esas hojas sin avistar a la hormiga, entonces el plan del parásito sigue su perfecto proceso. Ya no hay hormiga. El parásito llega al interior del intestino del conejo donde crece y a la vez pone millones de huevos que son defecados por el animal. Los huevos caen al césped y un caracol de coraza aperlada los recoge en su lento andar. Sólo en ese tipo de caracol es que fecundan los huevos del parásito. Al cabo de un breve período de incubación, el caracol siente una molestia. Un grupo de células dentro de él se ponen en marcha para rechazar al extraño y genera una baba que encierra en un capullo al parásito y lo expulsa. Una gota de baba almibarada cae al césped en territorio de las hormigas que, entusiastas y golosas, van por ella. La ingieren con voracidad, devolviendo al parásito a su punto de partida. El doctor Francia lo explicó con brillante oratoria y capacidad didáctica durante el congreso que, entre actividades protocolares y otras más relajadas, se desarrollaba en el principal hotel de la ciudad. En ese ámbito no hubo ninguna referencia al verdadero origen. Todo se analizó con donosa rigurosidad a partir de los elementos y formas de vida aparecidos sobre este planeta. Qué inquietos y qué divertidos son los hombres. En el mismo congreso, después del café de la tarde, la mesa de debate tuvo como tema principal “Porque sí; Dios en la ciencia”. La ponencia más maravillosa fue la de Ignacio Arrutigaray, un científico desconocido para muchos que durante años indagó el avance evolutivo de las especies desde la lógica, no desde la biología. En un momento sostuvo: “Dios es humanoide, ya que las enseñanzas religiosas indican que hizo al hombre a su imagen y semejanza. Por tanto, uno debe comprender, si cree en que un dios ideó todo, que no postergaría a su representación en el mundo. Sin embargo, desde la creación de la Tierra hasta la aparición del hombre no sólo pasaron millones de años, sino, millones de otras especies. En ese detalle, se justifica aquello que afirma que fueron los hombres los que crearon a dios y no al revés. Si es al revés, vaya dios que tenemos”. El aplauso fue inmediato. De pronto la sala de conferencias ganó aspecto de estadio deportivo y los asistentes celebraron como si una victoria bendijera a su equipo favorito. Arrutigaray estuvo brillante, aunque lo que no sabe es que su pensamiento tiene un límite. Que jamás podrá siquiera acercarse al estado de entendimiento y que, sí, nos fijamos hasta en ese parásito cuando se nos ocurrió todo esto. No tiene ningún sentido alabar la perfección del trabajo realizado. Suena jactancioso, pero ahí hemos hecho un gran trabajo. Viniendo de nosotros suena jactancioso porque como ha dicho un poeta, en un anoche de iluminación… “son de sus buenas obras tan responsables, ¡como de sus espumas lo son las olas!” (Continuará la próxima semana)

Las 8 preguntas para Carlos Aletto

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Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?

-No murió hace mucho, pero como era muy reticente a las entrevistas me he quedado con ganas de hacerle a J. D. Salinger la siguiente pregunta: “¿Dónde van los patos del Central Park en

invierno?”.


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