08 12 2013 Literaria LA GACETA

Page 1

SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 8 DE DICIEMBRE DE 2013

2

4

Una novela de Henning Mankel de 2002, sobre su ya inmortal detective Wallander, finalmente fue traducida al castellano.

La última película de Woody Allen sopesa la mentira con el costo humano de reinvertarse ante la adversidad.

5 a SECCION

Una

cultura líquida

La cultura, hoy, busca seducir con bienes “deseables”. Los bienes culturales en la sociedad actual, desde la moda, la literatura, el deporte, la música y hasta el arte, son concebidos para el consumo y duran sólo instantes. La flexibilidad de preferencias es la insignia de pertenencia a una elite cultural: la máxima tolerancia y el mínimo rechazo Por Cristina Bulacio

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

M

ientras leía el último libro de Zygmunt Bauman, La cultura en el mundo de la modernidad líquida, vi por televisión una entrevista –de hace pocos días– al Papa Francisco. Llamó poderosamente mi atención la coincidencia de ideas que encontré entre ellos. Ambos dicen lo mismo. El Papa, con gran sencillez e inteligencia, recurrió al concepto de cultura del descarte; el otro, con un importante bagaje de conceptos filosóficos, habla de una cultura líquida. Bauman es uno de los principales referentes en el debate contemporáneo sobre las sociedades de la información en un mundo global. Su caracterización de la cultura en la “modernidad líquida” –término acuñado por él– sostiene que “ninguna de las formas sociales puede permanecer durante un tiempo prolongado”. La “disolución de todo lo sólido” ha sido la característica distintiva del mundo actual. Esa capacidad de disolución -o licuación- se ha acentuado sobremanera: ninguna estructura cultural, ningún valor, ninguna conquista espiritual, hoy, es permanente. Todo se transforma en obsoleto y debe ser descartado para dejar lugar a otra cosa. El Papa Francisco –a su vez– habló de la cultura como la siembra del hombre en la naturaleza, y de la incultura que le sigue; es decir, de la asombrosa capacidad de destrucción –que tiene el hombre– de su propia obra. La cultura del “descarte” es para Francisco, más allá de los objetos, la exclusión y aniquilación del hombre mismo. Señala el riesgo de ignorar los dos pilares de una sociedad saludable: los jóvenes, que son el porvenir (los jóvenes ni; ni trabajan ni estudian), y los viejos, que siendo la memoria y la sabiduría de un pueblo son dejados de lado por esta cultura “líquida” que se devora a sí misma en la fugacidad de sus logros. Recordemos que el concepto tradicional de cultura que viene del siglo XVIII –desde la Ilustración–

era una fuerza civilizadora. La cultura fue asociada a una especie de misión social que consistía en educar a las masas a fin de conducir al pueblo a sus más altos logros. Semejaba una especie de rayo de luz que ilumina la oscuridad e ignorancia de los menos favorecidos socialmente, de allí la importancia de la educación por la que tanto luchó Sarmiento. Cultura, que viene de cultivar, tenía que ver con sembrar costumbres, principios y valores en los espíritus. Este proyecto de la Ilustración fue muy útil en su momento como herramienta para la construcción del Estado nación que se consolidaba históricamente. Más tarde, la cultura pierde este perfil dinámico y se transforma en un conjunto de normas coercitivas de la sociedad, lo que también ha fracasado. La idea de cultura como el medio de mantener el equilibrio del sistema social ha llegado a su fin.

Elite omnívora Si bien no ha desaparecido la elite cultural, ésta, hoy en día, no es “elitista”; es decir, no discrimina entre asistir a una ópera de Verdi o ir a un concierto de heavy metal: ambos son de su interés y son consumidos indiferentemente. Esta elite cultural es omnívora: acepta y digiere todo tipo de acontecimiento cultural sin distinciones de alta o baja cultura, lo que en apariencia es algo positivo, pero la fugacidad de los hechos culturales hace que nada tenga valor. Hoy se acentúa a grados inusuales el individualismo; si bien se fomenta la libertad de elección, ya no hay paradigmas que marquen rumbos claros ni a la sociedad ni a los sujetos. Se ha cambiado la cultura como norma, como sistema de prohibiciones o modelos, por un espacio social donde se privilegian las ofertas; cada cual elige la suya. La cultura, actualmente, busca seducir con bienes “deseables”. En esta sociedad de consumo, los bienes culturales, desde la moda, la literatura, el deporte,

CONGRUENCIAS. El Papa habla de la cultura del “descarte”. Bauman escribe sobre la disolución de todo lo sólido. la música y hasta el arte, son concebidos para el consumo y duran sólo instantes. La flexibilidad de preferencias es, justamente, la insignia de pertenencia a una elite cultural: la máxima tolerancia y el mínimo rechazo. Naturalmente, la economía entra en los bienes culturales que se han licuado. Orientada al consumo, fomenta la rápida obsolescencia de todo. Un corto televisivo muestra letreros que dicen comprar–tirar–comprar–tirar–comprar–tirar repetidos muchas veces. Somos clientes de una gigantesca tienda dónde cada objeto es “imprescindible”, pero también “instantáneo”, porque deberá ser reemplazado por otros, y otros y otros, y así indefinidamente. En este proceso de cambio constante entran otros asuntos de mayor envergadura, como la identidad personal y el poder. Buscamos ocupaciones urgentes y banales que nos impidan

pensar sobre nosotros mismos; a su vez el poder –la política– no se involucra en los problemas sociales y toma distancia de los individuos. La tolerancia se transforma en indiferencia y ello permite vivir juntos sólo en apariencia. El orden social que imponía la cultura ha desaparecido. Hoy la modernidad líquida no acepta orden ni estructuras permanentes. Esta imagen del mundo actual parece ser acertada; tanto el Papa como Bauman lo creen. De ser así, ella explicaría la incertidumbre y el desasosiego que anida en el corazón de los hombres, quienes se encuentran con las manos vacías de tantas cosas inútiles que pusieron en ellas. © LA GACETA Cristina Bulacio - Doctora en Filosofía, profesora consulta de la UNT.

UN CONCEPTO PARA LOS NUEVOS TIEMPOS Para Bauman, la sociedad actual es inestable, sin identidad fija, víctima de consumismo, migraciones, tentaciones insalubres, carencias educativas Por Por Eugenia Flores de Molinillo

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

La difusión del pensamiento de Zygmunt Bauman (Polonia, 1925) se multiplica en libros, artículos y notas. Tratándose de un sociólogo, esto habla de un hombre

que no sólo sabe tomarle el pulso a la realidad sino que nos la explica con eficacia. Recientemente publicó Sobre la cultura en un mundo líquido (Fondo Cultura Económica, agosto de 2013), cuando aún estamos leyendo Sobre la educación en un mundo líquido (Paidós, marzo de 2013), trabajo que nos ocupa ahora. Como toda su producción, ambos textos marcan el compromiso intelectual de Bauman con su época y su sociedad. Su temprano interés en la estratificación social y el movimiento obrero tomó rumbos más amplios al indagar acerca de la naturaleza de la modernidad, ubicando a la educación como un tema central dentro de un “mundo líquido”, su imagen predilecta para caracterizar el rápido fluir de estos tiempos. La educación, tema preocupante si los hay, significa para Bauman

un desafío mayúsculo en un mundo cambiante, con patrones de convivencia y conductas grupales e individuales inestables y hasta sorprendentes. Y bien, ¿qué es la modernidad líquida? Se trata de una sociedad crecientemente globalizada, inestable, sin identidad fija, que sufre consumismo, migraciones, tentaciones insalubres, carencias educativas. La problemática de la relación entre el joven educando y la sociedad a la que se lo pretende integrar se ahonda: ¿Qué puede hacer la educación para que tal integración se cumpla satisfactoriamente, tanto para el joven ciudadano como para la sociedad? Este es el eje básico de la conversación entre Zygmunt Bauman y Ricardo Mazzeo, interlocutor lúcido y muy bien informado, capaz de guiarnos con claridad y dinamismo entre las ideas del anti-

guo profesor de la Universidad de Leeds. No puedo dejar de asociar este concepto de “liquidez” con lo que sostenía un amigo de mi familia: “Hay que ser como un líquido, que se acomoda al recipiente que lo contiene”. El acoso de las contingencias históricas, la inestabilidad de casi todo, los azares que nos condenan a la improvisación, la polarización de los espacios urbanos, podrían encontrar su posible antídoto en la capacidad para adaptarnos, sin perder de vista los valores humanos. Para Bauman, esta sería la respuesta a su planteo focal, el de esta modernidad líquida que no nos permite hacer pie y en la que la educación juega un rol insoslayable. © LA GACETA Eugenia Flores de Molinillo Profesora de Literatura de la UNT.

PERFIL Zygmunt Bauman nació en Poznán (Polonia) en 1925. Es uno de los sociólogos más difundidos del mundo. Se hizo conocido por acuñar el término “modernidad líquida”. Fue profesor de la Universidad de Varsovia, antes de exiliarse de Polonia, en 1968. Desde 1971 es profesor de la Universidad de Leeds, en Inglaterra. Obtuvo, entre otras distinciones, el Premio Príncipe de Asturias en 2010. Entre sus libros, se destacan Modernidad líquida, La sociedad sitiada, Vida líquida y Daños colaterales.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.