SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 8 DE DICIEMBRE DE 2013
2
4
Una novela de Henning Mankel de 2002, sobre su ya inmortal detective Wallander, finalmente fue traducida al castellano.
La última película de Woody Allen sopesa la mentira con el costo humano de reinvertarse ante la adversidad.
5 a SECCION
Una
cultura líquida
La cultura, hoy, busca seducir con bienes “deseables”. Los bienes culturales en la sociedad actual, desde la moda, la literatura, el deporte, la música y hasta el arte, son concebidos para el consumo y duran sólo instantes. La flexibilidad de preferencias es la insignia de pertenencia a una elite cultural: la máxima tolerancia y el mínimo rechazo Por Cristina Bulacio
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
M
ientras leía el último libro de Zygmunt Bauman, La cultura en el mundo de la modernidad líquida, vi por televisión una entrevista –de hace pocos días– al Papa Francisco. Llamó poderosamente mi atención la coincidencia de ideas que encontré entre ellos. Ambos dicen lo mismo. El Papa, con gran sencillez e inteligencia, recurrió al concepto de cultura del descarte; el otro, con un importante bagaje de conceptos filosóficos, habla de una cultura líquida. Bauman es uno de los principales referentes en el debate contemporáneo sobre las sociedades de la información en un mundo global. Su caracterización de la cultura en la “modernidad líquida” –término acuñado por él– sostiene que “ninguna de las formas sociales puede permanecer durante un tiempo prolongado”. La “disolución de todo lo sólido” ha sido la característica distintiva del mundo actual. Esa capacidad de disolución -o licuación- se ha acentuado sobremanera: ninguna estructura cultural, ningún valor, ninguna conquista espiritual, hoy, es permanente. Todo se transforma en obsoleto y debe ser descartado para dejar lugar a otra cosa. El Papa Francisco –a su vez– habló de la cultura como la siembra del hombre en la naturaleza, y de la incultura que le sigue; es decir, de la asombrosa capacidad de destrucción –que tiene el hombre– de su propia obra. La cultura del “descarte” es para Francisco, más allá de los objetos, la exclusión y aniquilación del hombre mismo. Señala el riesgo de ignorar los dos pilares de una sociedad saludable: los jóvenes, que son el porvenir (los jóvenes ni; ni trabajan ni estudian), y los viejos, que siendo la memoria y la sabiduría de un pueblo son dejados de lado por esta cultura “líquida” que se devora a sí misma en la fugacidad de sus logros. Recordemos que el concepto tradicional de cultura que viene del siglo XVIII –desde la Ilustración–
era una fuerza civilizadora. La cultura fue asociada a una especie de misión social que consistía en educar a las masas a fin de conducir al pueblo a sus más altos logros. Semejaba una especie de rayo de luz que ilumina la oscuridad e ignorancia de los menos favorecidos socialmente, de allí la importancia de la educación por la que tanto luchó Sarmiento. Cultura, que viene de cultivar, tenía que ver con sembrar costumbres, principios y valores en los espíritus. Este proyecto de la Ilustración fue muy útil en su momento como herramienta para la construcción del Estado nación que se consolidaba históricamente. Más tarde, la cultura pierde este perfil dinámico y se transforma en un conjunto de normas coercitivas de la sociedad, lo que también ha fracasado. La idea de cultura como el medio de mantener el equilibrio del sistema social ha llegado a su fin.
Elite omnívora Si bien no ha desaparecido la elite cultural, ésta, hoy en día, no es “elitista”; es decir, no discrimina entre asistir a una ópera de Verdi o ir a un concierto de heavy metal: ambos son de su interés y son consumidos indiferentemente. Esta elite cultural es omnívora: acepta y digiere todo tipo de acontecimiento cultural sin distinciones de alta o baja cultura, lo que en apariencia es algo positivo, pero la fugacidad de los hechos culturales hace que nada tenga valor. Hoy se acentúa a grados inusuales el individualismo; si bien se fomenta la libertad de elección, ya no hay paradigmas que marquen rumbos claros ni a la sociedad ni a los sujetos. Se ha cambiado la cultura como norma, como sistema de prohibiciones o modelos, por un espacio social donde se privilegian las ofertas; cada cual elige la suya. La cultura, actualmente, busca seducir con bienes “deseables”. En esta sociedad de consumo, los bienes culturales, desde la moda, la literatura, el deporte,
CONGRUENCIAS. El Papa habla de la cultura del “descarte”. Bauman escribe sobre la disolución de todo lo sólido. la música y hasta el arte, son concebidos para el consumo y duran sólo instantes. La flexibilidad de preferencias es, justamente, la insignia de pertenencia a una elite cultural: la máxima tolerancia y el mínimo rechazo. Naturalmente, la economía entra en los bienes culturales que se han licuado. Orientada al consumo, fomenta la rápida obsolescencia de todo. Un corto televisivo muestra letreros que dicen comprar–tirar–comprar–tirar–comprar–tirar repetidos muchas veces. Somos clientes de una gigantesca tienda dónde cada objeto es “imprescindible”, pero también “instantáneo”, porque deberá ser reemplazado por otros, y otros y otros, y así indefinidamente. En este proceso de cambio constante entran otros asuntos de mayor envergadura, como la identidad personal y el poder. Buscamos ocupaciones urgentes y banales que nos impidan
pensar sobre nosotros mismos; a su vez el poder –la política– no se involucra en los problemas sociales y toma distancia de los individuos. La tolerancia se transforma en indiferencia y ello permite vivir juntos sólo en apariencia. El orden social que imponía la cultura ha desaparecido. Hoy la modernidad líquida no acepta orden ni estructuras permanentes. Esta imagen del mundo actual parece ser acertada; tanto el Papa como Bauman lo creen. De ser así, ella explicaría la incertidumbre y el desasosiego que anida en el corazón de los hombres, quienes se encuentran con las manos vacías de tantas cosas inútiles que pusieron en ellas. © LA GACETA Cristina Bulacio - Doctora en Filosofía, profesora consulta de la UNT.
UN CONCEPTO PARA LOS NUEVOS TIEMPOS Para Bauman, la sociedad actual es inestable, sin identidad fija, víctima de consumismo, migraciones, tentaciones insalubres, carencias educativas Por Por Eugenia Flores de Molinillo
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
La difusión del pensamiento de Zygmunt Bauman (Polonia, 1925) se multiplica en libros, artículos y notas. Tratándose de un sociólogo, esto habla de un hombre
que no sólo sabe tomarle el pulso a la realidad sino que nos la explica con eficacia. Recientemente publicó Sobre la cultura en un mundo líquido (Fondo Cultura Económica, agosto de 2013), cuando aún estamos leyendo Sobre la educación en un mundo líquido (Paidós, marzo de 2013), trabajo que nos ocupa ahora. Como toda su producción, ambos textos marcan el compromiso intelectual de Bauman con su época y su sociedad. Su temprano interés en la estratificación social y el movimiento obrero tomó rumbos más amplios al indagar acerca de la naturaleza de la modernidad, ubicando a la educación como un tema central dentro de un “mundo líquido”, su imagen predilecta para caracterizar el rápido fluir de estos tiempos. La educación, tema preocupante si los hay, significa para Bauman
un desafío mayúsculo en un mundo cambiante, con patrones de convivencia y conductas grupales e individuales inestables y hasta sorprendentes. Y bien, ¿qué es la modernidad líquida? Se trata de una sociedad crecientemente globalizada, inestable, sin identidad fija, que sufre consumismo, migraciones, tentaciones insalubres, carencias educativas. La problemática de la relación entre el joven educando y la sociedad a la que se lo pretende integrar se ahonda: ¿Qué puede hacer la educación para que tal integración se cumpla satisfactoriamente, tanto para el joven ciudadano como para la sociedad? Este es el eje básico de la conversación entre Zygmunt Bauman y Ricardo Mazzeo, interlocutor lúcido y muy bien informado, capaz de guiarnos con claridad y dinamismo entre las ideas del anti-
guo profesor de la Universidad de Leeds. No puedo dejar de asociar este concepto de “liquidez” con lo que sostenía un amigo de mi familia: “Hay que ser como un líquido, que se acomoda al recipiente que lo contiene”. El acoso de las contingencias históricas, la inestabilidad de casi todo, los azares que nos condenan a la improvisación, la polarización de los espacios urbanos, podrían encontrar su posible antídoto en la capacidad para adaptarnos, sin perder de vista los valores humanos. Para Bauman, esta sería la respuesta a su planteo focal, el de esta modernidad líquida que no nos permite hacer pie y en la que la educación juega un rol insoslayable. © LA GACETA Eugenia Flores de Molinillo Profesora de Literatura de la UNT.
PERFIL Zygmunt Bauman nació en Poznán (Polonia) en 1925. Es uno de los sociólogos más difundidos del mundo. Se hizo conocido por acuñar el término “modernidad líquida”. Fue profesor de la Universidad de Varsovia, antes de exiliarse de Polonia, en 1968. Desde 1971 es profesor de la Universidad de Leeds, en Inglaterra. Obtuvo, entre otras distinciones, el Premio Príncipe de Asturias en 2010. Entre sus libros, se destacan Modernidad líquida, La sociedad sitiada, Vida líquida y Daños colaterales.
2
LA GACETA
LITERARIA
DOMINGO 8 DE DICIEMBRE DE 2013
LANZAMIENTOS / LA GACETA LITERARIA / LOS MAS LEIDOS / LA GACETA LITERARIA / CRÍTICA DE LIBROS / LA GACETA LITERARIA
N
LECTURASNEGRAS.BLOGSPOT.COM.AR
o v e d a d e s
RECEN POR EL Marcelo Larraquy
¿Hasta dónde llega la misericordia de Jorge Bergoglio si él impulsó la guerra contra el matrimonio igualitario? ¿Es real su compromiso con los habitantes de las villas cuando en los 70 desarmó las comunidades de base y se vinculó el peronismo de derechas de Guardia de Hierro?
QUÉ DIFÍCIL ES DECIR TE QUIERO
MARCOS ROSENZVAIG (Desde la gente - Buenos Aires)
PARTIDOS AL MEDIO Marcos Mayer
$ 125
AGUILAR (208 PÁGINAS)
En un panorama en el que sólo se habla a favor o en contra del gobierno, donde salir de la celebración oficialista o de la denuncia permanente parece imposible, este libro ofrece entender cómo se vive en un país que está en medio del fuego cruzado.
LOS EXPEDIENTES EICHMANN Gaby Weber
$ 149
SUDAMERICANA (288 PÁGINAS)
Susan pasa por una mala racha. Su compañero de trabajo fue asesinado y ella es atacada por una criatura sobrenatural, pero los vampiros le salvan la vida. Esta serie, transgresora en su planteamiento, rompe con la imagen tradicional de los vampiros.
DICTADORAS Rosa Montero
“Es como meterse por la puerta de atrás de las dictaduras”, dice la autora acerca del libro que aborda el poder de las mujeres a la sombra de Hitler, Franco, Stalin y Mussolini. Junto a un equipo de televisión, Rosa Montero viajó por Rusia, Alemania, Italia y España.
DOCTOR SUEÑO Stephen King
$ 219
PLAZA & JANES (608 PAGINAS)
Stephen King vuelve al mundo de El resplandor. Ahora Danny Torrance, aquel niño aterrorizado del Hotel Overlook, es un adulto alcohólico que va de ciudad en ciudad atormentado por sus visiones y los fantasmas de su infancia, que aprendió a controlar pero no a eliminar.
OBSEQUIO. Huesos en el Jardín data de 2002. El propio Mankell explica que la escribió como agradecimiento a quienes habían comprado sus novelas anteriores y se entregaba como regalo.
WALLANDER y la historia que faltaba
HUESPEDES INESPERADOS Sadie Jones
$ 138
TUSQUEST (328 PAGINAS)
Una familia acomodada que no pasa por su mejor momento decide organizar una fiesta, con adinerados invitados, para celebrar su aniversario. Pero un accidente de trenes cerca de su casa los obliga a acoger a los supervivientes. Y todos los planes se trastocan...
Mankell confiesa que construyó un personaje a medida
POLICIAL HUESOS EN EL JARDÍN
DIAS DE SANGRE Y RESPLANDOR Laini Taylor
HENNING MANKELL (Tusquets - Buenos Aires)
$ 139
ALFAGUARA (520 PAGINAS)
La estudiante de Arte y aprendiz de monstruos, Karou, tiene por fin las respuestas a las preguntas que se lleva haciendo desde niña: sabe quién es y, sobre todo, qué es. Pero junto a esta verdad, ha conocido otra mucho más dolorosa: el ser al que ama es su peor enemigo.
NUESTRAS VOCES PROPIAS Autores varios
$ 70
EDICIONES DEL PARQUE (113 PAGINAS)
Antología poética derivada de una idea de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Participan Celia Aiziczon, Ernesto Rojas, Estela Porta, Teresa Gerez, Ana María García, Emilia Carmona, Delfina Pariente y Lía Cúneo Quiroga.
ROSEN Diego Paszkowski
$ 129
SUDAMERICANA (256 PAGINAS)
Rosen, ausente de Dios, se prepara para enfrentar “la vida real”: la lucha sin piedad de todos contra todos. Dotado de un encanto perturbador, todos se rinden ante su simpatía. Lo cuenta un viejo rabino que reconstruye las correrías de Rosen en la Argentina, España e Israel.
UNA LECTURA DE KANT Michel Foucault
$ 95
SIGLO VEINTIUNO EDITORES (144 PAGINAS)
En 1961 Foucault presenta la tesis complementaria para la obtención de su doctorado: la traducción al francés de Antropología en sentido pragmático, de Kant, acompañada de una formidable y extensa introducción. Ese texto es la base de este libro.
EL RUMBO ARGENTINO – CINCUENTA RAZONES PARA APOYAR EL PROYECTO NACIONAL Eric Calcagno – Alfredo Eric Calcagno
$ 89
COLIHUE (200 PAGINAS)
Las conquistas sólo podrán mantenerse en la medida en que nuevos logros sean reconocidos como tales por la sociedad, dicen los autores. Para ellos, lo ocurrido en la Argentina desde 2003 es ejemplo de construcción de poder para generar desarrollo con inclusión social.
SONOMAN – EL HOMBRE DEL PODER-MUSICO-MENTAL Oswal
$ 49
EDICIONES DE LA FLOR (96 PAGINAS)
Sonoman, el superhéroe argentino capaz de dominar el sonido, es obligado por el Ráfaga, el hombre más veloz, a emplear todos sus poderes. En medio aparecen Gulfo, el golfista; Tío Hechizo, un sobreviviente medieval; y el Mago Fantochelli, al que se le descontrola la magia.
No es la frutilla del postre, pero sin dudas que es un sabroso tentempié. Es que, casi de la nada, y cuando aún no nos habíamos repuesto del duelo, Kurt Wallander volvió a estar entre nosotros. El policía nórdico más famoso del mundo (tal vez ahora suplantado por el excelente Harry Hole, de Jo Nesbo) sólo pasó y dejó un “Hola, que tal”, y siguió su viaje. Pero nos hacía falta. Y por eso, el agradecimiento al enorme Henning Mankell nunca desaparecerá. Huesos en el jardín no es una novela nueva. Fue escrita en realidad en 2002, luego de Antes de que hiele, pero nunca había sido traducida al castellano. El mismo Mankell explicó que la había escrito como agradecimiento a quienes habían comprado sus anteriores novelas, y se entregaba como regalo. Wallander ya es el policía más experimentado de la comi-
R
Demasiado humano Si hay algo que siempre nos gustó de Wallander es su humanidad. Este hombre se cansa, jadea, duerme mal, tiene diabe-
El protagonista, como siempre, debe enfrentar los peores crímenes: discriminación, guerra, maltrato y sadismo. tes, es miedoso, le gusta la comida, rezonga todo el día. Es uno de nosotros. Lo dice el mismo Mankell en un curioso profacio que escribe al terminar Huesos en el jardín: “tuve en claro que debía crear un hom-
a n k i n g
1 2 3 4 5
FICCION LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR
Haruki Murakami
Y LAS MONTAÑAS HABLARON Khaled Hosseini CINCUENTA SOMBRAS DE GREY E. L. James EL ESTAFADOR John Grisham BAJO LA MISMA ESTRELLA John Green
bre que fuese yo y que, al mismo tiempo, fuese el lector desconocido. Un hombre que evolucionara y cambiara, tanto mental como físicamente. Al igual que cambio yo, también cambiaría él”. En esta novela, Wallander debe, como siempre, enfrentarse a los peores crímenes del mundo. A la discriminación, a la guerra, al maltrato, al sadomasoquismo. Y para ello debe volver en el tiempo. Mejor dicho. Debe desmenuzarlo. Y le va la vida en ello. Observación, deducción y determinación. Es difícil que a Wallander se le escapen las pistas. Cuando las atrapa, es como un bulldog. Y los casos se resuelven. Huesos en el jardín es una novelita. No es la mejor de la serie Wallander ni por lejos. Pero no por ello hay que dejar de leerla. Queremos llegar al final. Saber que Wallander descubrirá al homicida y que, luego, volverá a su somnolencia y a sus inyecciones contra la diabetes. Lo miraremos alejarse y justo antes de que se pierda de vista le gritaremos “Chau, Kurt. Gracias por todo”. © LA GACETA
saría de Ystad y su hija, Linda, también forma parte del cuerpo de investigadores. Un compañero le ofrece una casa en el campo al inspector, quien está buscando un lugar más relajado para vivir que el ya odiado departamento de la calle Mariagatan. Y, cómo sólo le puede pasar a él, durante la recorrida de reconocimiento se encuentra con…. un cadáver enterrado en el jardín.
TUCUMAN
1 2 3 4 5
NO FICCION FRANCISCO. VIDA Y REVOLUCIÓN Elisabetta Piqué TODO LO QUE SÉ Marcelo Polino RECEN POR ÉL Marcelo Larraqui LA BIOGRAFÍA HUMANA Laura Gutman LOS 11 PODERES DEL LÍDER Jorge Valdano
R
JUAN MANUEL MONTERO
LIBRERIAS EL ATENEO, EL GRIEGO Y LA FERIA DEL LIBRO
$ 139
SUDAMERICANA (224 PAGINAS)
Si Marcos Rosenzvaig, autor de Qué difícil es decir te quiero, le regalara este libro a una mujer en su primera cita a modo de presentación personal, probablemente ella nunca le daría una segunda oportunidad para verse de nuevo. Salvo que se trate de una lectora atenta que haga caso omiso a cierta literalidad prejuiciosa y se aboque a la verdadera tarea literaria que siempre tiene más que ver con el universo de lo no dicho. Ahí podría haber una coincidencia. Marcos Rosenzvaig ha seguido una extraña carrera en su escritura. Como dramaturgo publicó más de veinte obras, arribó al ensayo con su exquisito libro sobre Tadeusz Kantor y siguió con su tesis doctoral sobre la obra de Copi y el inclasificable Teatro de la enfermedad. Su primera novela, Perder la cabeza, recientemente reeditada, postularía un estilo narrativo en el que lo teatral se despliega en el universo del lenguaje, ya que historia, acción y poesía iluminan el escenario. Algo que se acentúa en Madres…, su segunda novela, donde la estructura narrativa es aún más teatral, quizá porque roza la peripecia estridente del cómic, combinando el humor y la tragedia en una escritura siempre al borde del estallido. Qué difícil es decir te quiero sube la apuesta, ya que no es solamente teatral sino que gesta en su interior una obra de teatro, una obra que hace su despliegue desde el interior mismo de la novela; ya no es el teatro que reflexiona sobre el teatro, sino la narrativa que reflexiona sobre el hecho teatral y sobre la narrativa misma dentro del teatro. Una seguidilla de metalenguajes ensamblados en sus respectivos relatos, que avanzan como dos líneas paralelas que se unirán, paradójicamente, antes de llegar al infinito. La novela de Rosenzvaig parece intuida a partir de la célebre aseveración barthesiana: “El lenguaje es una piel”. Así, avanza sobre tres líneas disfrazadas de voces –un escritor dramaturgo, un actor, y el personaje-protagonista que el mismo actor representa– que narran, cada una desde su punto de vista, una misma historia, pero con diferencias. El escritor se enamora de una chica, y ambos coinciden en buscar el reconocimiento que produce el éxito. Ella ofrece su cuerpo para que él cumpla el viejo anhelo de escribir su novela en la tersa piel femenina. Un chino tatuador es el encargado de llevar a cabo la tarea. Así, la novela escrita en el cuerpo triunfa en el parque de diversiones de la aldea literaria globalizada, y por supuesto también en museos que hacen del cuerpo de esta chica –algo así como una Maga de los 90– un holograma retro, es decir, un objeto impregnado de una cierta santidad laica. Es, por fin, el triunfo de la letra viva en un mundo dominado por la letra muerta. © LA GACETA
MARCELO DAMIANI
a n k i n g ARGENTINA
1 2 3 4 5
FICCION Y LAS MONTAÑAS HABLARON Khaled Hosseini LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR
Haruki Murakami
BAJO LA MISMA ESTRELLA John Green CINCUENTA SOMBRAS DE GREY E. L. James EL ESTAFADOR John Grisham
1 2 3 4 5
FUENTE: REVISTA ADN
$ 119
SUDAMERICANA (320 PÁGINAS)
Fragmentos de un discurso amoroso NOVELA
NO FICCION FRANCISCO. VIDA Y REVOLUCIÓN Elisabetta Piqué PERIODISTAS EN EL BARRO Edi Zunino MAL COMIDOS María Soledad Barruti TODO LO QUE SÉ Marcelo Polino LA BIOGRAFÍA HUMANA Laura Gutman
LA GACETA
LITERARIA
DOMINGO 8 DE DICIEMBRE DE 2013
3
CRITICAS DE LIBROS / LA GACETA LITERARIA / CRITICAS DE LIBROS / LA GACETA LITERARIA / CRITICAS DE LIBROS /
Hacer memoria
Las tendencias y las tensiones libertarias que cruzan lo social
NOVELA
Testimonios de caceroleros, indignados, nudistas surfers e intelectuales antiacademicistas
LO QUE NO APRENDÍ
MARGARITA GARDÍA ROBAYO (Planeta - Buenos Aires) CREDITO
ENSAYO
NAHUEL PONCE DE LEÓN / SKYSCRAPERCITY.COM
Así como algunos economistas creen que la dicotomía es entre populismo y liberalismo, y rastrean una alternativa que amplíe el escenario, Luis Diego Fernández avanza un paso más en esa búsqueda: para él la dicotomía a superar es entre populismo (nacionalista y estatista), tan en boga bajo el influjo de Hugo Chávez, Rafael Correa y los Kirchner, de un lado, y capitalismo conservador, lo que sería el Partido Republicano en Estados Unidos, del otro. Y a esa superación la llama libertaria. Para el autor, el Mayo del 68 francés, y especialmente la contracultura californiana, más que cambios políticos, produjeron profundas modificaciones en los individuos concretos. Y, partiendo de allí, ha-
cionales. También menciona el caso de los hackers y el de los tatuados como formas de libertad extremas. No acierta, a mi modo de ver, al introducir a los surfers como ejemplos de personas libertarias. Y parece asimismo forzado (aun cuando es de lectura apasionante) el capítulo que define al barrio porteño de Palermo como un territorio libertario y hedonista, mezclando promiscuamente la actividad trans del parque que rodea el lago grande con librerías de culto o comida de diseño de Palermo Soho. Admiraciones fuertes del autor por algunos intelectuales, como el filósofo francés Michel Onfray o el escritor argentino Juan José Sebreli, ambos antiacademicistas y libertarios, emergen a guisa de faro. Sobre el final, el libro va en la búsqueda de extrapolar este crecimiento de conductas sociales hacia la condensación de estas ideas liberales y progresistas (con perdón de la palabra) en un programa político. Pero, si la
Fernández busca reunificar los discursos del liberalismo y del hippismo para desculpabilizar el placer.
Para el autor, el Mayo Francés y la contracultura californiana produjeron profundas modificaciones en los individuos.
brían conducido a una revalorización del cuerpo en los términos de goce alimentario, sexual, laboral y social. Todo lo cual se manifiesta en una alimentación hedonista, pero higiénica (antitabaquismo, vegetarianismo, culto por la cata de vinos y comida gourmet). Y en prácticas sexuales libres (auge de la bisexualidad, del poliamor, de la pornografía y del nudismo, a la vez que declinación del modelo del matrimonio tradicional o el bautismo). Y en un rechazo a la relación de dependencia laboral y una preferencia por la actividad free lance, o una deslegitimación de procesos coercitivos como el servicio militar, el status social o los descansos obligatorios en los feriados. Busca Fernández reunificar los discursos del hippismo y el
consigna es ”pedir lo posible”, hay que hacerse cargo de que estas conductas crecientes no gozan aún del favor mayoritario, por lo que un partido político hoy no pasaría de ser testimonial. Quiero decir: quizás pedir lo posible implique concientizar de estos postulados, como estrategia, y apoyar mientras tanto el mayor liberalismo posible, en lo táctico. En todo caso, el libro es extraordinariamente excitante, escrito con una destreza literaria que no abunda y con el ardor intelectual propio de quien siente que pertenece a dos eras en transición, una que muere y otra que aún no nace. Late en el autor una membrana, un pliegue que lo perfila como una figura crucial de la nueva ensayística argentina. © LA GACETA
LOS NUEVOS REBELDES LUIS DIEGO FERNÁNDEZ (Debate - Buenos Aires)
EL ECO. Para la cartagenera, la infancia sucede a la intemperie. “La infancia es un país extranjero: allí se hacen las cosas de otra manera”, dice el escritor L.P. Hartley al inicio de su novela The Go-Between y así, en tan pocas palabras, es como echa por tierra el mito pastoril de las mejillas sonrosadas y las rodillas peladas. Sí señores: la infancia más que un paraíso perdido, es un lejano confín donde perduran con bastante dificultad la curiosidad, la impetuosidad y la irreflexibidad del niño, virtudes asombrosas que se van resquebrajando conforme suceden los hechos que nos arrojan a la edad adulta. Para Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), autora de Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (editorial Planeta) y Hasta que pase un huracán (editorial Tamarisco), la infancia sucede a la intemperie y en soledad. Pero sobre todo sucede demasiado rápido. La infancia es un tránsito doloroso y acelerado a causa de la impaciencia de los adultos, dispuestos echar a rodar al niño en el campo de centeno que es el mundo sin protección y sin las respuestas adecuadas para construir su identidad. Lo que no aprendí es una novela de iniciación narrada en la voz de una niña de 11 años dispuesta a desentrañar el misterio de la ocupación del padre, circunstancia que toda su familia, y en especial su madre, se empeñan en ocultar. La anécdota es simple. Todo cuanto se desprende del conflicto, pues no tanto. Aristóteles decía que la memoria era la sensación y lo que queda de las sensaciones. La referencia erudita no está traída de los pelos. De la respuesta a la pregunta que se hace Catalina (¿de qué carajo trabaja mi papá?) depende el relato que ella construirá de sí misma; depende la adulta del futuro. Cada uno de nosotros es un bloque de memoria. Somos lo que decimos, lo que hablamos, lo que nos han contado sobre nosotros. La memoria siempre es sustitutiva de algo: de la carencia, de no saber de dónde venimos ni a dónde vamos. Quién sabe. Pero la memoria es vida. Es salvación. En total coherencia con esto mismo, Lo que no aprendí es un artefacto totalmente autoconsciente de sí mismo. Porque si partimos del presupuesto que la memoria es construcción deliberada del pasado, hay que asumir que no existe un relato único sobre nada y que la confesión es un imposible. Las cosas fueron como decidimos contarlas. Hay un gusto amargo al final de la novela, como si la autora admitiera que vivir es como caminar sobre baldosas flojas. No hay asidero, nos dice. Pero por suerte está la escritura. © LA GACETA
PAISAJE URBANO. El escritor dedica un capítulo al barrio porteño de Palermo, al cual define como un territorio libertario y hedonista. liberalismo bajo la premisa de desculpabilizar el placer.
Variantes Para probar que una gran tensión libertaria recorre la sociedad actual, despliega una batería de testimonios. Desfilan personajes como Jill Love, una actriz que
se desnudó en medio de las manifestaciones de los indignados españoles; Yamil Santoro, un cacerolero argentino que también usó la vía del nudismo para convocar a la marcha del 8N; o el economista español Oliver Tad, que propicia prácticas laborales por fuera de las empresas tradi-
MARCELO GIOFFRÉ
ARIADNA CASTELLARNAU
René Char y nosotros Por Rodolfo Alonso
PARA LA GACETA – OLIVOS (PROVINCIA DE BUENOS AIRES)
La editorial Gallimard edita la correspondencia que el gran poeta francés y Raúl Gustavo Aguirre mantuvieron durante 30 años. Prologada por el autor de esta nota, se presenta en el Salón del Libro de París 2014, dedicado a la Argentina
M
arie-Claude Char me telefonea alborozada: “¡Gallimard decidió publicarlo!”. Y yo, tan exaltado como ella, me sentí parte de un milagro. La célebre editorial lanza en París la correspondencia, hasta hoy inédita, que René Char (19071988) sostuvo durante 30 años, de 1952 a 1982, con nuestro Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983), fundador y director de la revista de vanguardia Poesía Buenos Aires, que entre 1950 y 1960 lanzó 30 números y 33 libros. En octubre Marie-Claude vino a Buenos Aires para rememorar aquel nº 11-12 (1953), obra de Aguirre, que constituye la primera versión de Char al castellano. Ella tenía todas las cartas de Raúl. Me preguntó por las de Char y me ocu-
pé. Parecía imposible. pero finalmente se produjo. Primero de a una y luego en grupos, fui descubriendo copias digitales. Así como iban apareciendo, las enviaba a Marie-Claude. Que estaba tan conmovida como yo. Gracias a su fidelidad y devoción, Gallimard ya prepara la primera edición de esa correspondencia invalorable, a la cual me pidieron prologara y que presentan en el Salón del Libro de París, del 21 al 24 de marzo, dedicado a la Argentina. Quien sepa aprovechar la escrupulosa bibliografía que culmina las Obras completas de René Char, bellamente editadas por Gallimard para su Bibliothèque de la Pléiade, acaso encuentre llamativo advertir que su primera traducción al cas-
tellano es del argentino Raúl Gustavo Aguirre, en el nº 11-12 (1953) de su revista Poesía Buenos Aires. Menos sorpresivo es que, tras figurar apenas en una selección colectiva de Madrid, el primer libro individual de Char en nuestro idioma también fue traducido por Aguirre (1968). Para mí, en cambio, los nombres de Raúl Gustavo Aguirre y de Poesía Buenos Aires, junto al de René Char, son algo muy personal, se unen directamente con mi vida ya que, en plena adolescencia, me vi convertido en el miembro más joven. Poesía Buenos Aires mantuvo su criterio central: “la abierta rebelión contra los supuestos formales de la poesía, contra las maneras tenidas por prestigiosas, contra las convenciones literarias.” Pero sin recaer en nuevos dogmas. Al cerrar el nº 25 (1957), Aguirre reitera: “Ninguna fórmula, ninguna receta, en conclusión, queda de todos estos años. Una vez más hay que decirlo: no sabemos qué es la poesía y, mucho menos, cómo se hace un poema.” Característica esencial de Poesía Buenos Aires fue su carencia de astucia o complacencia, el desdén por la mal llamada “vida” literaria. De no ser convicción íntegra, ¿có-
UN TESTIMONIO HISTÓRICO ACERCA DE POESÍA BUENOS AIRES. En 1954, Jorge Souza, Rodolfo Alonso, Néstor Bondoni, Francisco Urondo, Osmar Bondoni, Edgar Bayley y Raúl Gustavo Gutiérrez. mo explicar que, a diferencia de tantos, Aguirre ni pensó en obtener el más mínimo “provecho” exhibiendo su contacto con Char? ¿Cómo no admirar que lo mantuvo celosamente oculto incluso para nosotros, sus íntimos? En una carta de 1954, Raúl agradece a Char
la lectura de sus poemas, que jamás reveló. Esa correspondencia sin duda honra a ambos. Al gran poeta porque lo confirma en su altura despojada, en su esencial fraternidad. Al joven, porque lo desnuda en su fervor y discreción. Y un poco a to-
dos, si somos dignos de advertirlo. Y a la joven revista austral, libre y rebelde como ellos. Y a la misma poesía, que los unió y nos une. © LA GACETA Rodolfo Alonso - Poeta, traductor, ensayista.
4
LA GACETA
LITERARIA
DOMINGO 8 DE DICIEMBRE DE 2013
La demencia de la amistad, según Eduardo Wilde Por Agustín María Wilde
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
A un siglo de su muerte, su producción ocupa un lugar entre los clásicos de nuestras letras, a tenor de los ensayos y las antologías escolares que así lo catalogan junto a otros autores coetáneos que, por cierto, tampoco ya nadie lee. Es preciso desempolvar de los anaqueles los ejemplares que contienen esa literatura olvidada. “Una amistad que dura -afirmaba Wilde-, no debe su duración sino a la casualidad de no presentarse la ocasión de un interés en pugna”
C
onspicuo representante de la Generación del 80, alternó la vida pública con los escritos literarios, cuya prosa discontinua, colmada de epigramas y sátiras y con abundantes notas de escepticismo y positivismo, se expresa con singularidad en distintos relatos. En varios de ellos, a pesar de ser fragmentos aislados entre sí, aparecen referencias más o menos puntuales al tema de la amistad. Principalmente en Meditaciones inopinadas, donde al recordar de repente la silueta de un amigo se detiene a analizar los caracteres de la amistad, desarrollando in extenso su original punto de vista. “La amistad verdadera me decía a mí mismo, desinteresada, abnegada, con todas las calidades, en fin, que le da el diccionario, es una demencia”, afirma. Y continúa: “Se suelen ver hombres que manifiestan por otros la mayor adhesión; son sus amigos en la acepción general de la palabra; pero si escudriñamos bien lo que pasa (…) un amigo verdadero es siempre un apéndice del que lo tiene y la unión dura lo que determinan generalmente circunstancias insignificantes”. “Todo antagonismo es incompatible con la amistad” ya que aniquila los sentimientos altruistas que son su base. “Por esto, una amistad que dura, no debe su duración sino a la casualidad de no presentarse la ocasión de un interés en pugna. Luego la amistad no es un sentimiento fundamental”, razona como buen “lógico de nacimiento” que decía ser. Wilde descree, entonces, de la amistad como variante del amor perdurable cimentada en la lealtad recíproca, ya que está convencido de que las relaciones humanas no son eternas. “Su desengaño de la sociedad humana tiene (…) mucho que ver con su experiencia personal ante la ingratitud y la envidia”1. Al escribir su inconclusa autobiografía Aguas abajo, en la que rememora los años infantiles en su Tupiza natal, asegura que “la cualidad ineludible de todo ser humano es el desagradecimiento”. No obstante, parece encontrar formas de realiza-
ción de los vínculos amistosos en el mundo animal: con los perros o con su caballo. En Sin rumbo, observa: “Generalmente un perro sigue por costumbre a su amo y sin contar con él para nada, mostrando una afección que hace de cada uno de estos seres, de los perros, el modelo de la fidelidad y de la abnegación”; para lamentarse de inmediato: “Lástima grande es que los hombres busquen sus amigos, sólo cuando la adversidad los arroja a la playa, entre estos dignos cuadrúpedos y no lo hagan mientras se hallan en la opulencia, oyendo los halagos de la jauría humana disfrazada de leal y consecuente”. Esta metáfora desconcertante de la jauría humana encierra una reflexión sesuda, acaso próxima al proverbio latino homo homini lupus. A su caballo andaluz llamado Bilde, que le regaló Máximo Paz, lo personifica en un curioso artículo anecdótico-veterinario titulado “Medicina operatoria”. Lo describe allí como un sujeto agradable, soltero, moderado, virtuoso, indiferente en materia religiosa y no perteneciente a partido político alguno; joven, entusiasta y sin ningún vicio: “no bebe, no juega, no es calavera ni pendenciero”, dice. Agrega luego: “No conozco sus opiniones sobre la sociedad y la familia, pero sí sé decir que es un amigo noble y desinteresado, como lo prueba el hecho de no haber cambiado de conducta para conmigo cuando dejé de ser ministro, a pesar del ejemplo natural y humano de varios distinguidos caballeros que no volvieron a poner los pies en mi casa”. Wilde refleja nuevamente el sinsabor que le provocaron ciertas amistades ingratas, aprovechadas, que sólo permanecieron mientras desempañaba altas funciones en la naciente Argentina moderna.
La mayor de las ventajas La conveniencia, la ventaja embozada con el velo de la amistad es revelada por su pluma en “La carta de recomendación”, un texto que parece escrito ayer para hoy: Para alcanzar un empleo se necesita empeños, buenas relaciones. (…)
Las aptitudes son las cualidades en que menos se piensa. El favor, la recomendación y la condescendencia germinan de un modo alarmante y han dejado enfermiza a esta sociedad. (…) Tener amigos (¡quién no tiene amigos en un país en que todos somos iguales!) es la mayor de las ventajas. Los puestos en que se gana dinero circulan en un núcleo de amigos. No se preguntan cuál es el más apto, sino cuál es el mejor recomendado. Florencio Escardó subraya “su capacidad de libre examen, que es precisamente lo que presta a muchas de sus páginas una actualidad escalofriante”2. Por eso Wilde se propone aquí cribar el contenido de la amistad, separando lo auténtico y denunciando la existencia del mero amiguismo. “’Está en mi temperamento y está en mi estirpe, ser fiel a mí mismo’”, sostuvo en la etapa postrera de su vida y esta postura, “si se tiene talento y se ocupa puesto de vanguardia en la columna de los reformadores, se paga siempre a muy subido precio”3. Enemistado con la dirigencia política y tras renunciar a su cargo ministerial, emprende en 1890 un largo viaje por los cuatro continentes, dejando atrás el país. En Orán (África) “evocaba (…) una época en que se creyó feliz y repetía: ‘¡Todo está lejos, lejos, lejos!, todo muerto, olvidado, seco, destruido, y hasta el poder de sentir, de marearse con ensueños agradables, está hoy oprimido por el peso de la vida real, de los años pasados, del físico decadente, del cansancio moral y de la percepción clara de la infinita miseria y anonadamiento de todo: afecciones, gloria, amor, amistades y tranquilidad suave o encantos pasajeros’”4. Estas palabras denotan la hondura de la añoranza sentida, incluso respecto de la amistad. ¿Es que Eduardo Wilde jamás había considerado plausible esta manifestación del afecto? Independientemente de to-
FINA IRONÍA. “Tener amigos (¡quién no tiene amigos en un país en que todos somos iguales!) es la mayor de las ventajas”, escribió Wilde en “La carta de recomendación”.
PERFIL Eduardo Wilde fue médico, político, diplomático, periodista y escritor. Formó parte de la Generación del 80. Se recibió de médico y fue cirujano en la Guerra del Paraguay. Se destacó en la lucha contra la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, en 1871. Fue profesor de la Universidad de Buenos Aires y publicó libros de medicina. Fue elegido dos veces diputado nacional. Fue ministro de Justicia de Roca, del Interior de Juárez Celman y ministro plenipotenciaro ante Estados Unidos, durante la segunda presidencia de Roca. Publicó Tiempo perdido, Prometeo & Cía., Aguas Abajo, La Lluvia y Viajes y Observaciones, entre otros libros. do convencionalismo, en una carta a Miguel Cané fechada el 19 de mayo de 1884, felicitándolo por su Juvenilia, ensaya estas líneas: Cuando uno encuentra un amigo querido por la calle lo toma del brazo, se adhiere a él, lo estrecha, le habla con afecto y sigue con él las cuadras en conversación interminable. (…) Lo mismo hago yo con tu libro; lo tomo del brazo, lo acompaño; lo sigo y para darle la bienvenida se arma una fiesta en mi cabeza que me anima, me hace hablar, me fertiliza como el encuentro y la conversación de un buen y querido camarada, inteligente, instruido y espiritual. Amén de la asociación del libro con el amigo, este pasaje de la misiva bosqueja
una sensación amigable que sólo puede ser descripta cuando de veras se la siente. Por eso este es un testimonio asaz elocuente de que en Wilde su concepción de la amistad no es producto de un prejuicio inveterado o de un obstinado desdén. © LA GACETA NOTAS:
BOUILLY, Víctor E.: “Estudio preliminar”. En Eduardo Wilde, Antología, Kapelusz, Bs. As., 1970, p. 20. ESCARDÓ, Florencio: Eduardo Wilde, 2ª edición, Santiago Rueda Editor, Bs. As., 1959, p. 18. SOLARI, Juan A.: Generaciones laicas argentinas, Bases, Bs. As., 1964, p. 141. MONTERO, Belisario J.: “La filosofía de Eduardo Wilde”. En Eduardo Wilde, El hipo, La Cultura Argentina, Bs. As., 1924, ps. 8-9.
LA ÚLTIMA DE WOODY ALLEN
La protagonista de Blue Jasmine ve cómo explota una vida aparentemente idílica, apoyada en una ficción. Jasmine tiene la oportunidad de redimirse, de empezar de nuevo, pero elige mentir -y mentirse- nuevamente, para encontrar una versión alternativa del paraíso perdido. Por Isabel Peña
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
N
o sin razón el último film de Woody Allen ha dejado pensativo al público. La primer imagen que regala Blue Jasmine es un avión que se acerca al espectador, y en un giro sorpresivo lo deja como pedaleando en el aire. Se lo siente pasar alejándose hacia el mismo lado de la pantalla por el que vino, pero en sentido opuesto. Uno se reubica súbitamente como observador dentro y fuera de la escena, desde el minuto cero. La banda de sonido acompaña esta metáfora del estado de la protagonista. Usando diversas estrategias, Woody Allen condensa al iniciar sus películas las hipótesis conceptuales; anticipa los juegos del lenguaje o el clima que reinará en cada caso, sin arruinar la textura narrativa. En el interior del avión, Jasmine va hablando a ritmo vertiginoso de Nueva York a San Francisco. Su compañera de asiento no puede escapar a la verborragia. Aterrizan pero Jasmine no para; se va autoexaltando en el transcurso del monólogo hasta gritar a la nada y a todos que la que está por llegar es su valija (en realidad, un set de valijas de Louis Vuitton). Su vecina logra alejarse, exhausta. Primer clarísimo indicio de que la protagonista está loca o muy desconectada; de que no puede parar, no escucha ni logra considerar al otro. Vive año-
rando un pasado de bienestar que, como se va comprobando en los flashbacks, es hasta más vacío, muerto y enmascarado que su presente, en el que al menos aparece esa posibilidad de cambio que abren las crisis. Luego sufre trastornos de ansiedad. Hace esfuerzos sobrehumanos por adaptarse al downgrade que le propone la vida. El espectador se esperanza. Acaso la humildad que le ofrece el reencuentro con su hermana (voz portadora de la verdad lisa y llana que Jasmine no puede aceptar) la rescate. Tal vez una vida acorde con su nueva realidad, el encuentro con sus sobrinos, o con un hombre, la rediman de la locura. Las hermanas parecen polarizadas en extremos opuestos, como en cualquier familia. Pero son hijas adoptivas de padres que alegaron sus limitaciones y preferencias a la genética, como tirándole el fardo al origen biológico de ellas. ¿Cómo quedaron marcadas por su historia familiar? ¿Cómo hace cada una para salvarse o volver a empezar? Ambas son loosers. La que sigue un mandato menos ambicioso y acepta con humildad lo que le toca es más feliz, solidaria y sana. Se hace cargo y puede amar.
El costo de reinventarse En una fiesta donde Jasmine está conociendo a un hombre (que como objeto-pasaje a un mejor status parece tranquilizar-
la más que el alcohol o las pastillas), su bellísimo rostro en primer plano hace un segundo de silencio, iluminada por el atardecer. En ese momento decide tomar el camino de la mentira. Se lanza a improvisar. Recrea descaradamente lo fallido, lo vulnerable o vergonzoso en su historia. Se reinventa otra vez, cambia su nombre por uno
más poético, como edulcorando su origen. Pero el peaje de la fantasía tiene un costo que la llevará directamente al derrumbe de sus planes, al aislamiento y la autodestrucción. En el trauma de la desilusión y el vacío espiritual de esta mujer, el guión parece señalar que la realidad es más poderosa que la mentira.
Algo parecido a esa imagen del avión que parecía venir hacia nosotros y nos descoloca, le ha pasado al personaje que interpreta Cate Blanchett. Se desmorona con una fragilidad impecable. Logra decir la patética verdad a sus sobrinos, pero no hay compasión en su mirada, predominan el orgullo, el enojo, la amargura. Mientras la protagonista subsiste de pie entre el vodka y el Xanax, su vida anterior se nos despliega igualmente negadora. El mundo de Jasmine, bello por un tiempo, los fraudes financieros millonarios del marido -a los que hizo la vista gorda- le permitieron vivir en Nueva York, en la cresta de la ola, pero cornuda y con plata mal habida. Hay momentos en los que Woody Allen revela con más contundencia la agudeza crítica que subyace en su obra. Ya sea con inaudita levedad, literal o subrepticiamente, entrega películas plagadas de guiños y preguntas que nos despabilan mientras pinta su aldea, la de Barcelona, París o Roma. Sólo el esnobismo puede destacar únicamente sus películas más “serias” o trágicas. Pero en colaboración con Cate Blanchett, han creado en Blue Jasmine una clara tensión entre el humor de lo absurdo y el drama. De una historia simple y basada en la realidad, esta tensión emerge con una vitalidad y una hondura inusitadas. © LA GACETA