14 07 2013 la gaceta literaria

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SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 14 DE JULIO DE 2013

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Desayuno de campeones, la magistral novela del fallecido Kurt Vonnegut, cumple 40 años como libro de culto de un escritor erudito.

Entre la derrota en Malvinas y el retorno de la democracia con la asunción de Alfonsín pasaron 505 días clave. Un libro los recrea y los rescata.

5 a SECCION

ENTREVISTA A JOHN CARLIN

“No veré a nadie como Mandela en el resto de mis días” “Es el modelo a imitar”, afirma, desde Londres, el autor de El factor humano, el mejor libro publicado sobre la transición sudafricana. Carlin aborda allí los avatares del líder que pasó 27 años en la cárcel antes de asumir la tarea de impulsar la reconciliación en su país. Describe, particularmente, la enorme capacidad política que evidenció al usar al Mundial de rugby de 1995 como un instrumento de cohesión para una sociedad fragmentada. ◆

Por Alejandro Duchini

LA GACETA / ARCHIVO

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES a muerte de Nelson Mandela es -al momento de escribir estas líneas- inminente. Se habla de que se encuentra en estado vegetativo. El gobierno lo desmiente. Su familia suelta informaciones que se vuelven contradictorias. Se comenta también que le quitarán el respirador artificial para poner fin a su agonía. Eso ocurre en Sudáfrica. Mientras tanto, en Londres, el periodista John Carlin espera novedades para tomar un vuelo directo a esas tierras. Una vez allí, le exagera a LA GACETA, escribirá sobre el tema para “10.000 medios”. Carlin tuvo el privilegio de haber compartido más que trabajo con Mandela, quien el 18 de julio cumpliría 95 años. Tanto estuvo con él que de esa experiencia derivó el extraordinario libro El factor humano (Seix Barral, 2009). En esas páginas relató la vida del líder político tomando como eje el Mundial de Rugby de 1995. Una gesta que unió a los negros y blancos de Sudáfrica, sede del torneo. Un triunfo social de un país. Un logro personal y político de Mandela.

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-¿Qué significó el libro El factor humano en su carrera periodística? -Fue algo grandioso. Como periodista es, sin dudas, la suerte más grande que tuve en mi vida: que me haya tocado estar como corresponsal en esa época heroica de Sudáfrica. Llegué un año antes de la liberación de Mandela. Estuve cuando lo liberaron y luego para el final feliz, cuando Mandela se coronó presidente. Llegué a conocerlo bien. Como periodista, ese honor y privilegio de conocerlo es lo mejor que me pasó. -¿Cómo calificaría a Mandela en lo personal, más allá del político? -Mandela es una gran persona, no sólo es un grandísimo político. Tienes el ejemplo de (Winston) Churchill, que fue un gran político, pero leí sus biografías y nunca dejó la impresión de ser una gran persona, de ser decente, generoso. Y Mandela es coherente con sus valores; y siempre decente. Es una referencia que tengo. -¿Lo ha marcado mucho? -Sí. Es muy sencillo, atento con todo el mundo, respetuoso con el camarero, con el jardinero, con las azafatas. Con todos. Y yo intento seguir su ejemplo de ser decente y coherente. Creo que Mandela es el modelo a imitar, aunque sé que es difícil llegar a su altura. Pero ante determinadas situaciones, siempre pienso en qué hubiese hecho él si estuviese en mi lugar. -¿Puede considerarse su amigo? -Eso sería una exageración. Pero dentro de las posibilidades que tiene un periodista, llegué bastante cerca. Charlábamos mucho, más allá de la media docena de entrevistas que le hice. Y cuando me fui de Sudáfrica me invitó a una comida y dio un pequeño discurso sobre mi persona, lo que es halagador. No sé si él me considera su amigo, pero estoy satisfecho con la relación que tuvimos. Continúa en la página 2...

ESE MOMENTO. Mandela entrega la copa del Mundial de Rugby de 1995 a Francois Pienaar, capitán de los Springboks, mientras todo el estadio lo ovaciona para la historia.

El partido de rugby que salvó a Sudáfrica El factor humano refleja la historia del presidiario que se convirtió en presidente y que logró unir a un país escindido por el odio y el temor. La final del Mundial de rugby de 1995 fue un hito en el camino que Sudáfrica transitó hacia la paz. ohn Carlin, el autor de El factor humano, fue corresponsal de un diario inglés, entre 1989 y 1995, en Sudáfrica. Allí, en esos años en que el país se transformaba sustancialmente (en 1989 Mandela era un presidiario; en 1994, presidente), germinó la idea de escribir sobre uno de los procesos de integración más extraordinarios que se hayan producido en la historia. La originalidad de Carlin pasa por el abordaje profundo de una conexión, hasta el momento en que decidió enfocarla, no muy estudiada de la política sudafricana con el deporte de ese país. Su libro devela la forma en que Mandela apostó a que una victoria en la final del campeonato mundial de rugby del año 1995 podría darle a la incipiente democracia de su país una cohesión que no tenía y que le sería imprescindible para subsistir. El factor humano desmenuza los detalles de esa operación política, a

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Por Daniel Dessein

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES través de entrevistas a quienes fueron sus protagonistas o actores influyentes (empezando por el propio Mandela, siguiendo con sus mayores detractores y con los jugadores que llevaron a cabo la hazaña deportiva), y los integra dentro de un relato que ayuda a entender las enormes fragilidades que tiene la construcción de la paz en un terreno minado por el resentimiento y la desconfianza. Para comprender la trascendencia de esta variante invertida del Mundial de fútbol de 1978 o de las olimpíadas de Berlín en 1936, hay que remitirse a la oscura y nada lejana época del apartheid. Y eso es lo que hace Carlin.

El apartheid y Mandela A mediados de la década del 90, Sudáfrica tenía 43 millones de habitantes. Solamente el 12% era blanco y esa minoría había gobernado el país hasta 1994. Recién en los 90 cayó el

régimen que no le permitía a la mayoría de la población votar, la obligaba a vivir en guetos, le restringía el acceso a zonas reservadas para blancos y convertía en delito el contacto sexual interracial. Nelson Mandela pertenecía a la tribu xhosa, la más numerosa de las nueve tribus sudafricanas. Se recibió de abogado y comenzó a militar en el CNA (Congreso Nacional Africano), organización política que combatía el segregacionismo. Dentro de ella, Mandela impulsó tácticas de resistencia gandhianas. Después de sucesivas masacres de negros a manos de la policía, Mandela se convenció de que debía cambiar de estrategia, convirtiéndose en jefe del brazo armado del CNA. En 1964, después de varias detenciones, ingresó a la prisión de Robben Island, una isla ubicada frente a la costa de Ciudad del Cabo. Allí pasó, en una celda de dos metros

cuadrados y durmiendo sobre una esterilla en el piso, 18 años. A ese período se sumaron ocho años más en otras cárceles. En los 27 años en que estuvo detenido se convirtió en el preso político más famoso del mundo y en el impulsor de diversos boicots a Sudáfrica a nivel mundial. Uno de ellos, en el plano deportivo, no le permitía al equipo nacional sudafricano de rugby participar en competencias internacionales. A los 71 años, y después de negociaciones con un gobierno presionado interna e internacionalmente, Mandela recuperaba la libertad y se convertía en un eje central para una transición pacífica hacia un sistema democrático. El primer desafío de Mandela fue conquistar a los miembros de su partido, en el que las alas extremistas eran difíciles de aplacar. Esa tarea le significó, entre otras cosas, el divorcio con su esposa, quien respaldaba posiciones violentas. Continúa en la página 3...


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