SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2013
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5 a SECCION
LA DURA PEDAGOGÍA REPUBLICANA DEL GOBIERNO DIARIO.LATERCERA.COM
Desde 1983, en la enseñanza media la democracia lo inundó todo. Pero era más sentimiento que información precisa. En los 90 pasamos de la democracia republicana a la “delegativa” de Menem, y de ahí al actual liderazgo plebiscitario. La pasión democrática original no desapareció, pero transcurrió por otro rumbo: el popular, unanimista, plebiscitario y autoritario, que en nombre de “lo real” desprecia las instituciones “formales” ◆
Por Luis Alberto Romero
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES La sociedad argentina tiene desde hace medio siglo un serio déficit en materia de educación cívica. Y se nota. Yo tuve mi alfabetización institucional en otra Argentina: en el colegio secundario, en 1961. El profesor de Instrucción Cívica se dedicó a enseñarnos la Constitución. De memoria -las palabras precisas importan, decía-, a razón de dos o tres artículos por semana. Recitado, corrección y explicación. No era una didáctica de avanzada, pero me dio una buena base. En 1967 empecé a enseñar. Sucesivamente las materias fueron Educación Democrática, Estudio de la Realidad Social Argentina (ERSA) y finalmente Formación Moral y Cívica. Mucha histo-
“Estamos enredados en una crisis, y sabemos que debemos resolverla nosotros, con nuestras instituciones. Hoy están maltrechas. Pero están”. ria, política y religión, según los casos, pero poco de la Constitución y las leyes. No es extraño que en 1983 la mayoría de la gente lo ignorara todo acerca de las instituciones políticas. Colaboré con Hugo Gambini y Emiliana López Saavedra en una colección de fascículos: Formación política para la democracia. Allí explicábamos lo elemental, desde los principios generales sobre la soberanía del pueblo hasta los detalles de cómo se votaba o cómo se hacía una ley. Cumplió su función y fue un éxito. Desde 1983, en la enseñanza media la democracia lo inundó todo. Pero era más sentimiento que información precisa. Con la reforma educativa de los 90 hubo una suerte de santificación de la democracia, considerada un valor supremo. Todos los contenidos debían tener una relación con los valores democráticos, desde la biología hasta la geografía. Pero curiosamente, no se preveía una materia específica en la que se enseñara aquello un poco más instrumental que es el conocimiento de la Constitución. Sospecho que el analfabetismo constitucional persistió. Por entonces, la democracia realmente existente
en nuestro país estaba cambiando mucho. En los 90 pasamos de la democracia republicana a la “delegativa” de Menem, y de ahí al actual liderazgo plebiscitario. El pluralismo también cayó en el olvido, remplazado por las viejas ideas de unanimidad y exclusión del otro. Las razones son muchas, pero al menos una de ellas fue el desconocimiento preciso de la democracia republicana. La pasión democrática original no desapareció, pero transcurrió por otro rumbo: el popular, unanimista, plebiscitario y autoritario, que en nombre de “lo real” desprecia las instituciones “formales”. Esa pasión persiste, y explica que en nombre de la democratización -de la palabra, de la justicia- se avance con impunidad y hasta con orgullo sobre la república y sobre las libertades.
Democracia “real” y “formal” Hace 20 años, muy influido por el giro dado por Menem, estaba convencido de que la raíz del problema argentino estaba en la debilidad de las instituciones. La crisis de 2001 me llevó a ampliar la perspectiva, y examinar también la cuestión del Estado y la de la pobreza, la gran novedad de la sociedad argentina de las últimas cuatro décadas. A la vez, percibí que a poca gente le preocupaba prioritariamente la cuestión institucional, y que pocos cuestionaban el giro personalista de entonces. Las emergencias económicas de 1989 y 2001 parecían demandar concentración de poder, y justificaron la “emergencia permanente” en que vive el país, según observó Hugo Quiroga. En los períodos de bonanza, en cambio, el decisionismo se mantuvo, quizá porque cada individuo o grupo aspiró a ser el beneficiario del maná del Estado. En el fondo, la famosa distinción que planteó Perón en 1946 entre democracia “real” y democracia “meramente formal” seguía funcionando en nuestra cultura política. Estos factores, potenciados, concurrieron en el kirchnerismo triunfante. Según sus dichos, su gobierno nos sacó de la crisis y administró los recursos con un sentido popular e inclusivo, que sumaba el viejo peronismo y las fantasías de los 70. Nada de esto requería de una república. La prosperidad no fue eterna. Desde 2008, con las dificultades económicas reaparecieron los conflictos, y con ellos se planteó, (continúa en pag 4)