Ante los ojos cerrados de críticos hipnotizados, el pulpo dorado se aprovecha del desconcierto, para saquear nuestros mares de tierra, con su minería a cielo abierto. Emanando veneno transparente, pareciera adormecer al periodismo obediente, pero su negocio encubierto se choca de frente con un pueblo despierto, en cada rincón de la Argentina, desde Tinogasta hasta Famatina.