Ante los ojos y los oídos del mundo entero, ¡este mes grita nuestro negro cumbiero! Ni un glamoroso artista, ni el mejor deportista, ni el monje de las causas más puras: ¡Que levanten las manos los que se rasguen las vestiduras! Poco a poco debimos aprender que, cuando intentamos sorprender con un divo, ningún moralista revuelve el archivo, pero los palos están al caer cuando la entrevista se trata de un villero o una mujer.