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Pli y la gota de muchos
Esta historia transcurre en la Cueva de Pozalagua (Vizcaya) un prodigio de la naturaleza. Posee la mayor concentración de estalactitas excéntricas del mundo, unas formaciones que crecen desafiando la gravedad y que conforman un mosaico deslumbrante.
No hay nada más maravilloso que ver y sentir la atención que ofrece un niño cuando le van a contar un cuento. Su mirada, su respiración, su atención plena cuando escucha la historia, y sus manitas y pies tan quietecitos no hacen más que confirmar que estamos nutriendo su alma y su corazón en ese momento.
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En lo alto de la montaña, a todas horas pasan muchas cosas. Los animales por las tardes y por las noches escuchan un ruido inquietante. Tic tic tic, tac tac tac. Nadie sabe lo que pasa. Ha pasado tanto tiempo desde que empezó que a todos ya les gusta. Algunos pastores creen que es la voz de la montaña, a veces alegre, a veces triste.
Nadie sabe muy bien qué sucede dentro de ella y qué causa ese sonido tan maravilloso. Por las noches todos se duermen arrullados por su suave tonadilla y por las mañanas se despiertan tan inquietos y dispuesto a correr, volar, saltar para así poder del ruido escapar.
Un día de mucha lluvia, una gota curiosa decidió meterse entre los agujeros tan pequeños de la montaña. Se deslizó y casi sin darse cuenta cayó y cayó hasta que llegó al corazón de la montaña y fue a parar justo en la cabeza de Pli, un pequeño murciélago. Se sintió cómoda esta gota de agua, aunque un poco agobiada de todo el pelo que tenía encima. Le costaba moverse un poco y no sabía muy bien dónde podía estar. Finalmente de tanto moverse y sujetarse llego hasta la punta de las orejas y vio con asombro lo que allí había.
El gran corazón de la montaña era hermoso. Rocas de todos los colores y de todas las formas. Parecía el bosque con sus árboles y plantas, solo qué pintados de dos colores: marrón y gris. Le parecía ver a animales en las formas de las rocas. La gota curiosa no dejaba de asombrarse hasta que por fin descubrió el tic tic tic, tac tac tac. Ese ruido que tanto misterio generaba lo hacían las gotas que allí Vivían, todas juntas poco a poco y lentamente formaban esas impresionantes figuras. La gota se sintió conmovida al ver tantas gotas como ella haciendo pacientemente su trabajo. Subían, bajaban, recorrían los espacios lisos como pequeños riachuelos. Era para ella un espectáculo asombroso. De pronto, Pli el murciélago se movió y la gota fue a parar justo a la punta de su hocico. Pli es un murciélago muy inquieto. No se explica por qué duerme de cabeza y por qué solo se puede salir por las noches. Piensa y piensa y no encuentra la razón.
Pli es curioso y ya conoce la Cueva de Pozalagua al dedillo. La gota no lo sabe, pero Pli le llevará a vivir muchas aventuras. Esa cueva es la casa Pli y ahora también es la casa de la gota curiosa, es una casa enorme. Pli cree que la luz del sol es más bonita que la luz de la luna, y que el bosque es más divertido que la cueva.
Ha reflexionado seriamente en hacer algo distinto y ser el primer murciélago que dé un paseo durante el día. Su abuela cuando era pequeño le leía cuentos sobre los murciélagos atrevidos que volaban por el día, y le decía siempre “si vuelas con la luz del sol no podrás ver bien, pero además tus alas se derretirán”, y con esa idea Pli nunca había salido su cueva.
La gota curiosa sabía cómo brillaba el sol y los colores que existían afuera en la montaña, ella lo conocía todo de allá fuera, pero nada de allí dentro. Un día, mientras Pli jugaba y saltaba entre las rocas, la gota curiosa se las ingenió para acercarse a una de sus orejas y le dijo “Pli, afuera de la montaña, hay muchos colores y la luz del sol es fuerte y cálida y a veces se pinta de muchos colores”.
Pli escuchó esa voz misteriosa, y se quedó pasmado. “¡Colores!” se dijo, y le brillaron los ojos mucho más que otros días. Se imaginaba la montaña pintada de verde, amarillo, rojo, azul y todos los colores que nunca antes había visto. Ese día, mientras dormía de cabeza, pensaba en todas las combinaciones posibles que podía darse: “verde oscuro, muy oscuro, otro medio oscuro y medio claro, otro muy clarito•, y así se pasó pensando todo el día esperando el anochecer.
Se había desvelado y apenas había dormido, sin darse cuenta era la hora del atardecer y él no había pegado el ojo. Ese día Pli decide salir de la cueva y ver por lo menos algo de esos colores que había imaginado. Sin pensarlo mucho vuela muy despacio para que nadie lo escuche. La noche aún no ha empezado, ¡Puede ver el sol y el atardecer! ¡Cuántos colores!
Pli tiene los ojos muy chiquitos y apenas los puede abrir. Se hacen más pequeñitos cuando mira el rojo y anaranjado de las nubes y el sol. La gota curiosa le susurra otra vez en la oreja “así se pone al sol cuando se va a dormir, le gusta regalarnos sus mejores colores para decirnos buenas noches”. Pli no se lo cree. Es una luz que acaricia, y unos colores que nunca había visto, ni siquiera imaginado. Pero no puede más con el brillo y tiene que cerrar los ojos.
El disfrute no ha durado mucho, pero los colores eran maravillosos. Esa luz intensa para esos ojos de murciélago pequeño sin quererlo le lastimaban. La gota curiosa aprovecha ese momento para acercarse otra vez al hocico y sentir lo más cerca posible, esos débiles rayos que luz que siente como un calorcito que echa de menos.
Pli un poco triste vuelve a la cueva. Piensa “¿Será que no estoy preparado para pasear durante el día?” Entonces un rayito de ese atardecer se abre paso dentro de la cueva. Pli es el único despierto. Nadie más se da cuenta. La luz refleja su amarillo, rojo y dorado y poco a poco se vuelven tenues, casi blancos, se desvanecen.
Pli sale volando y mira a la luna y contempla su luz con los ojos bien abiertos. Cree “Esta luz me acaricia los ojos». Pli comprende que su luz y sus noches son también hermosas y que siendo un murciélago tan inquieto, ha sido valiente al mirar al sol durante el atardecer. La gota curiosa guarda el secreto, Pli no lo sabe. Ha podido atrapar un rayito de luz, y lo guarda muy dentro de sí.
Pli se mira en la punta del hocico. Una mirada bizca que le genera mucho asombro. “¡No puede ser! ¡Están aquí!”. Son todos los colores. Un diminuto arcoíris ahora vive en su nariz. La gota curiosa lo ha conseguido. Le ha robado al sol un rayito y se lo ha traído hasta la cueva. Sabe que Pli lo deseaba, sabe que él lo disfrutaba mucho. Entonces, ¿por qué no? Porque no regalarle los colores a esta cueva maravillosa, donde gotas y gotas caminan de manera ordenada, formando con disimulo figuras extraordinarias.
Pli ahora vuela y sale de la cueva, va a disfrutar de la luna y su luz, de las noches y sus cosas buenas. Y la gota curiosa sonríe porque vivir aventuras entre el sol y la oscuridad le parece una vida maravillosa.
Diagnóstico,
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Interesante Yliana Galindo Peralta - Intendente Sunafil Cajamarca