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El Café:

El café es una de las bebidas más populares y consumidas en todo el mundo. Sus diversos sabores y aromas, junto con su efecto estimulante debido a la cafeína, lo convierten en una parte esencial de la rutina diaria de millones de personas. Dentro de la amplia gama de cafés disponibles, el café Cajamarquino, originario de la región de Cajamarca en Perú, ha ganado reconocimiento y admiración en los últimos años debido a su distinguido sabor y las características únicas que ofrece.

El Café Cajamarquino: Una Joya Culinaria

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El café de Cajamarca proviene de una región montañosa con suelos volcánicos y un clima ideal para el cultivo de café arábica. Los agricultores de la zona han perfeccionado las técnicas de cultivo y recolección a lo largo de generaciones, asegurando la calidad y el sabor distintivo de los granos de café Cajamarquino.

Perfil Sensorial del Café Cajamarquino

El café Cajamarquino se destaca por su perfil sensorial único. Sus granos producen una taza de café con un sabor suave y equilibrado, con notas dulces y aterciopeladas que recuerdan a frutas maduras y caramelo. Su acidez delicada y agradable proporciona un toque refrescante en cada sorbo, mientras que su cuerpo medio hace que sea una bebida sumamente placentera.

Beneficios para la Salud

Además de ser una experiencia sensorial gratificante, el café Cajamarquino también puede aportar beneficios para la salud cuando el sistema cardiovascular, reduciendo el riesgo de ciertas enfermedades cardiovasculares. Posible Reducción del Riesgo de Enfermedades Crónicas: Existen investigaciones que sugieren que el consumo adecuado de café puede estar asociado con un menor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2 y ciertos trastornos neurodegenerativos como el Parkinson y la enfermedad de Alzheimer.

Conclusiones

Jr. Junín 1219 - Cajamarca Perú

BY SWEET TEMPTATION

Todos conocemos al Vargas Llosa político, sus prolongadas inquisiciones, sus desaforadas diatribas; pero sin duda, aunque sus ideas políticas no dejan de ser interesantes, es su colosal universo literario el que lo ha posicionado como un creador sin precedentes en la literatura hispana y mundial.

na cuestión que no puede pasar desapercibida para el conocimiento de su obra es la razón que lo impulsó a escribir. El joven Mario ya mostraba una afición extraordinaria para la literatura en su idílica infancia en Cochabamba y Piura, pero no fue hasta que conoció a su padre, a quien le creía muerto toda su vida, que la ficción se afianzó como su único terreno de libertad: la violencia y la sinrazón no podían penetrar contra las férreas páginas e historias de los libros. En esta rebelión contra la ferocidad de la figura paterna, la literatura asumió un rol esencial de libertad, actitud que proyectó a todos los planos de su vida: desde lo literario a lo político, pasando por sus adentros culturales y sociales .

UDespués de ese punto de no retorno, Mario Vargas Llosa vivirá varias experiencias muy estimulantes que luego volcaría en sus novelas: sus años escolares en Piura, su traumático paso por el Colegio Militar Leoncio Prado, el estreno de su primera obra teatral en el teatro Variedades, su trabajo como reportero en los escondrijos más violentos de Lima y una actividad lectora voraz e incesante. Conoció el mundo universitario y luego se reencontró con la Europa de sus lecturas. Aunque ya había publicado algunos de sus cuentos (recopilados luego en Los jefes), fue en el viejo continente que encontró la calma y el tiempo para ponerse a trabajar en sus novelas, las cuales fue dando a luz de manera prolífica. Fue también en esos años que conoció a Gabriel García Márquez y a Julio Cortázar, principales integrantes junto a él del llamado Boom Latinoamericano, explosión creativa que conmocionó al mundo entero y elevó exponencialmente la calidad de la producción literaria en nuestra lengua y continente. En el plano técnico (cómo se narra y se estructura una historia) las novelas de Mario Vargas Llosa encuentran una renovación integral con lo antes escrito, de hecho, la publicación de su primera novela, La ciudad y los perros (1963), causó una reacción sísmica en el ambiente de su generación. Capítulos intercalados, saltos en el tiempo, cambios de narrador, elipsis violentas y acciones no lineales se desprenden con una fluidez y perfección que llegan a paralizar al lector, a sumirlo en una especie de hipnosis en la cual las víctimas ya no pueden escapar. El “InicioNudo-Desenlace” es ya una fórmula obsoleta, pues la vida no tiene ni inicios ni nudos claros, toda novela de Mario Vargas Llosa incorpora este precepto. Pasemos, entonces, al fondo de las historias de Vargas Llosa. Todas parten de una experiencia personal, casi siempre traumática, la cual es transformada en nuevos símbolos y personajes que recrean un ambiente perverso, fatal y violento. Esto no quiere decir que la prosa de Vargas Llosa sea una prosa barroca y saturada de colores, todo lo contrario, toma distancia de lo narrado y concede pocos pero poderosos adjetivos, confiriéndole una contundencia arrolladora, un golpe pulcro y preciso que tienta a continuar leyendo viciosamente.

La maestría técnica del Premio Nobel se pone al servicio de la historia con una velocidad narrativa envolvente. No es un mero capricho, pues los personajes lo justifican, son personajes esencialmente vulnerables, moldeados y arrastrados por su entorno. En suma, dos visiones emergen en toda su obra: el terror a lo impuesto, a lo autoritario, a lo violento; y el buceo en las profundidades más oscuras del alma humana, ya sea individual o colectiva.

“La maestría técnica del Premio Nobel se pone al servicio de la historia con una velocidad narrativa envolvente. No es un mero capricho, pues los personajes lo justifican, son personajes esencialmente vulnerables, moldeados y arrastrados por su entorno”.

Los horrores que viven un grupo de cadetes en un colegio militar (La ciudad y los perros), el auge y la caída de un longevo dictador (La fiesta del Chivo), la vida atormentada de un muchacho convertido en disfuncional (Los cachorros), la inaclarada muerte de un joven en una misteriosa ciudad (¿Quién mató a Palomino Molero?), las penurias y demonios de dos policías en la precariedad total (Lituma en los Andes)… son solo algunas de las historias que Mario Vargas Llosa volcó con genialidad máxima en sus narraciones. Cada detalle de la sociedad representada -mayormente la peruana- es cubierta con una pulsión maestra e imágenes mordaces, por lo que, cuando uno termina alguno de sus libros y mira hacia las calles, es imposible no sentir fatalismo o angustia. El lienzo individual que se expande en cada personaje es rico en experiencias e intimidades, lo que nos podría llevar a una sentencia dramática: virtualmente, todos podemos encarnar personajes de Vargas Llosa.

Nota:

Incluir “Publicado en el Diario El Tiempo el 20/03/2022”

Cuento Mónica Sánchez Montoya

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