Candida y Eduardo soñaron a Juan y María cuando fueron a ver la Bienal de Arte de Venecia en el 2015. Caminaron s�bre agua Y fueron descubriendo cientos de escenas en 1os puertos de la . dad a medida que caminaban. CIU Humedad fue la manera de documentar este viaje, que cuenta una historia de encuentros y desped.d I as.
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Traducción: Astrid Ávila
Eduardo Leal Cunha Cândida Ferreira
La Jaula Publicaciones mantiene en cautiverio voluntario a tres mercenarios arábigos-abisinios. De sus ojos brotan farallones, reptiles y hombres voladores que engendran y destruyen todo lo que ven. Título original: Humidade La Jaula Publicaciones Textos: Eduardo Leal Cunha Ilustraciones: Cândida Ferreira Edición y traducción: Astrid Ávila Diseño y diagramación: Bibiana Rojas y Julián García Caligrafía escrita: Julián García Texturas y recursos gráficos: Bibiana Rojas y Julián García Impresión: Editorial Kimpres ISBN: 978 -958-56023-4-4 Primera edición: abril de 2017 Agradecimiento especial a Juan Pablo Angarita Bernal Dibujos: Cândida Ferreira Textos: Eduardo Leal Cunha Edición y traducción: Astrid Ávila Diseño: Bibiana Rojas y Julián García
Esta publicación se edita bajo la licencia Creative Commons - Atribución No comercial - Sin derivar. Esta permite que otros puedan descargar la obra y compartirla con otras personas, siempre y cuando se reconozca su autoría, pero esta no se puede cambiar de ninguna manera ni se puede utilizar con fines comerciales.
PequeĂąos recuerdos rescatados de un naufragio amoroso
Para Theo.
ÍNDICE Juan y María
13
El tiempo pasa rápido
14
María está perdida
17
Siguiendo los pasos de María y una pérdida aún mayor
18
Para avanzar a veces es preciso regresar
22
Juan necesita ahogar sus penas
23
¿Para qué sirve un puente?
26
Cosas que hacer en Venecia
28
Juan enfrenta la humedad
30
Reencontrar la sensación de estar perdido
33
Cosas que aprender en Venecia
34
Acostumbrándose a perderse
36
Una visita a la Bienal de Arte Contemporáneo y descubrir que las cosas banales pueden producir grandes efectos, o al revés
38
Juan ve una muchacha solitaria y piensa que es hermosa. ¿Será que le recuerda a María?
40
Un pasado que no se quiere olvidar
44
Juan pasea en el vaporetto y aprende, viendo las cosas desde la distancia, a ubicarse en la ciudad
46
Un cuaderno explica para qué sirven las palabras
48
Las películas siempre tienen un final feliz
52
Cómo entender la memoria, el tiempo y las aguas que corroen las paredes
54
Lo que no se guarda y no se cuida acaba por olvidarse
56
El deseo de aprender a navegar
58
En Murano, el cristal toma la forma del aliento y de la inspiración
60
En el camino de regreso hay niebla y frío. Juan reencuentra la humedad
61
Mientras tanto, en Bacaros, la gente parece feliz
62
A veces lo que vemos es apenas nuestra imagen reflejada en las aguas
64
Los recuerdos son como anclas
66
Para ser feliz a veces es necesario poner nuestro mundo de cabeza
68
Juan recuerda que fue feliz y que la gente puede escoger qué guardar en su museo particular
70
Reencontrando sus pasos y volviendo a casa, Juan ya no carga ningún peso en sus manos
72
Observaciรณn preliminar: no confundir humedad con humildad. El apasionado nunca es humilde. Su dolor vale mรกs que todos los tesoros, mรกs que mil monedas de oro.
Una historia de amor siempre empieza asĂ: dos personas apasionadas en una tierra distante, donde todo parece nuevo a pesar de tener aĂąos y aĂąos de historia. Un lugar donde parecemos muy diferentes a pesar de ser iguales.
12
Juan y María estaban felizmente casados. Juan y María ganaron un viaje al otro lado del mar. Juan y María estaban solos.
Él cargaba el equipaje y todo lo que tenían en común. Ella iba al frente y contemplaba los edificios flotantes en el horizonte. Él pensaba en ella y en el peso que cargaba. Ella pensaba en cómo las otras parejas parecían tan satisfechas.
13
El tiempo pasa rápido.
En la tierra de Juan y María todo pasa tan rápido que un año sólo tiene dos estaciones.
14
15
Un día María salió de casa y debió haberse extraviado porque nunca más regresó.
Así de simple.
17
Juan siguió las huellas y encontró un camino.
Descubrió que María amaba a Pedro, quien amaba a Carlos, quien amaba a Francisco, quien amaba a Judith, quien amaba a Luis, quien amaba a Patricia, quien no amaba a nadie.
18
Juan intentรณ volver atrรกs pero no se reconociรณ en sus propios pasos.
Tuvo miedo.
Juan necesitaba seguir adelante.
Pero cuando se está perdido y no se sabe a dónde ir, una voz dice que es mejor regresar y caminar sobre los propios pasos.
En el camino de regreso tal vez sería posible reencontrar a María perdida.
Entonces decidió volver a Venecia, al inicio del fin, donde todo comenzó.
23
Quería mirar de nuevo los edificios flotantes y recordar el peso que cargaba para quizá sentir algún alivio al tener las manos vacías.
También quería caminar sobre los puentes aunque ninguno de ellos lo llevara a María.
Y desde uno de los puentes querĂa lanzar al mar toda pena y esperar a que se hundieran lentamente.
27
1. Andar en vaporetto, como anduvo con María aquel primer día en que la seguía con sus cosas.
2. Olvidar a María. 3.
Ir a la isla de Murano, donde le compró a María
un hermoso anillo, que se quebró pues era de vidrio.
4. Olvidar a María. 5. Comer un cannoli y dejar caer el azúcar sobre la manga de la camisa azul que María le regaló de cumpleaños, apenas algunos siglos atrás.
6. Olvidar a María. 7. Ir a Punta de la Dogana y ver aquel museo de arte contemporáneo donde las cosas extrañas eran obras de arte. Donde él por primera vez en su vida miró a María y no entendió lo que vio.
28
8. Olvidar a María. 9. Esperar la ácqua alta y subir por las pasarelas de la Plaza San Marco donde María caminaba sobre las aguas.
10. Olvidar a María.
29
11. Dejar la casa y perderse en las calles y callejones sin un lugar a dónde ir y sin una hora a la cual volver. Sin que nadie, ni siquiera él mismo, se perturbara.
12. Recordar que perdió a María.
Juan no tenía lágrimas: él sabía que los hombres no lloran.
Pero Venecia era muy húmeda y Juan no podía soportar la humedad.
30
Sus ojos se empañaban, sus manos temblaban, todo su cuerpo sentía un frío que los termómetros insistían en no mostrar.
31
El hotel estaba muy bien ubicado pero afuera de él cualquiera se podía perder en varias direcciones. Muchas veces Juan se sintió perdido y tuvo miedo de no encontrar un camino de regreso —el puente que debía atravesar— pero después de algunas horas el hotel se aparecía frente a sus ojos. Por más que se perdiera y se sintiera lejos siempre volvía al mismo lugar.
33
1. Sobre el Renacimiento Italiano. 2. Construir en el agua. 3. Comer pasta sin manchar la camisa. 4. En quĂŠ medida se puede preservar para (casi) siempre un pasado glorioso (o feliz).
5. Caminar solitario por calles estrechas y conocer siempre el camino de regreso.
6. El increĂble mundo de los vinos italianos: placeres muy diferentes con denominaciones propias y Ăşnicas.
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7. El oficio de soplar vidrio y esculpir delicadeza.
8. El arte de transportar consigo objetos frágiles y delicados (como un vidrio o como un corazón).
9. Hornear galletas. 10. ¿Qué hacer para sobrevivir a la curiosidad de los demás? No sólo de los turistas ignorantes.
11. Los misterios de la construcción de puentes (que resisten el peso de los años y de los pasos).
12. La letra de Dio commo te amo.
13. Cómo olvidar a María.
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Una noche en la que hacía aún más frío, Juan salió de su cama decidido a perderse y a no volver más. Con la cabeza baja y los pasos rápidos, tropezaba con las rocas, se deslizaba por los puentes y se enamoraba del agua. Quería deambular para siempre en esas calles, al menos hasta que no hubiera más puentes que atravesar y hasta que el hotel desapareciera: hasta que no fuera posible volver.
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Dios actúa de las maneras más misteriosas y un día, sin querer, el arte apareció en el camino de Juan. Esculturas inmensas, cuadros que no cabían en las paredes, cabezas enormes, árboles que caminaban, edificios que se hundían en el infinito, aguas sobre las que era posible caminar, llaves que abrían todas las puertas. Pequeños gestos con enormes consecuencias y grandes sucesos que no tendrían ningún efecto. Al menos todavía.
Caminar, mirar el mapa, tomar un barco, enfrentar a la muchedumbre, volver a tierra firme, comprar un cannoli, ensuciar la camisa con azúcar, pensar en María y reencontrarse con aquel edificio extraño que nunca se iba de su sitio, donde tenía una cama vacía en la que hacía mucho frío. Todo estaba previsto. Hasta que una turista –había tantas– le pidió permiso tocándole ligeramente el brazo, y le hizo sentir calor, un poco, como hace mucho no pasaba. No era morena como María, ni de su misma altura, ni tenía las curvas parecidas, ni la misma sonrisa, la misma ropa o algo en su andar que se la recordara. ¿Por qué tenía que pensar en María al sentir aquel roce sobre su piel? ¿Era realmente necesario?
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Aquellos edificios tenían cientos de años y toda la ciudad parecía cubierta por agua y por memorias. Por esos puentes muchas personas se fueron y algunas también regresaron. Las placas fijadas en muros y paredes decían cómo mantener vivo un recuerdo, una historia. Cómo algo puede ser preservado sin que el tiempo pare por un segundo. Borrar las marcas del tiempo para que el pasado no se pierda: los hombres que cuidan la ciudad y su historia hacían eso todo el tiempo.
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Aunque se corra el riesgo de las olas, de los naufragios y de otros barcos, desde el barco, sobre las aguas, es posible ver los caminos que se recorren en la ciudad y sus puentes. Tomando distancia es posible aprender a no sentirse perdido, o incluso a entender por quĂŠ el hotel, el cuarto y la cama en que sentĂa frĂo estaban siempre en el mismo lugar, siempre en su camino.
Juan apuntaba en su cuaderno todas las veces que se había encontrado con María. Este cuaderno extraña el lápiz de Juan, y es por esto que nos cuenta lo que pasó cuando María lo dejó y él abandonó el cuaderno. Juan recordaba Venecia pero temía que sus recuerdos se perdieran en los laberintos de la ciudad, tal como él. ¿Para qué sirve una góndola vacía? Mejor vacía que con una sola persona. Ah, sí, el cuaderno ofrece disculpas por las palabras y por los trazos. Él no sabe nada de eso; apenas guarda en sí las marcas de alguien. Como el cuaderno, los recuerdos son generosos, y esta es una historia con un posible final feliz. 48
En la ciudad había un festival de cine. Juan imaginaba que alguna de sus caminatas podría terminar en una sala llena de historias, frente a un beso que ocuparía la pantalla entera y todo su horizonte. Un largo beso apasionado en el cual se podría sumergir. Pero no había festival de cine por esos días. Mientras estuviera allí no habría romances. Pensó que no era hora de finales felices.
52
Un día cualquiera –de los muchos que pasó en Venecia y que no fueron tantos– hubo un momento en el que dudó del propósito de su viaje. Tuvo miedo pues sintió que ya no quería dejar que su pasado se sumergiera hasta el fondo de aquel mar que entraba a las calles y mojaba sus pasos. Miró aquellas paredes manchadas, corroídas y hermosas. Pensó que tal vez no quería que sus recuerdos se extraviaran en los laberintos de aquella ciudad hecha de memoria. No quiso, por un instante, olvidar.
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En un museo –eran tantos– sintió curiosidad por el esfuerzo necesario para mantener viva una imagen y sus recuerdos y pensó que la cara de María se le aparecía un poco desvanecida. Recordó que había olvidado cómo había sido su primer encuentro. Pero hizo un esfuerzo, y otro esfuerzo, y las líneas de esa historia se fueron dibujando nuevamente en el fondo de su mirada.
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De pie, conduciendo la góndola, entre tantos barcos, sobre las aguas que se movían en un lecho de piedras, arena y naufragios, los hombres parecían muy seguros de sí mismos.
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Juan anhelaba aprender el oficio de maniobrar, desviarse y llegar a dondequiera. ¿Cómo derrotar a las mareas? ¿Cómo escapar de quien quiere sus tesoros? ¿Cómo mirar el cielo y saber cuál estrella seguir?
En la tierra de los hombres que conquistaban la tierra e intercambiaban cosas había muchos oficios interesantes. Dejando atrás las calles donde se perdía y el hotel donde sentía frío, Juan encontró una isla donde el soplo del hombre –no de un dios– cambiaba la forma de la materia y construía cosas hermosas. Respiró hondo y sopló con todas sus fuerzas, pero delante de él no había tubos, vidrios o fuego. Tan sólo había recuerdos que podían inflarse, encogerse o transformarse en algo bello que él podría llevar consigo como un souvenir.
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A veces, cuando navegamos, no es posible ver lo que está delante nuestro ni saber dónde se encuentra el puerto. Tampoco conseguimos ver las estrellas o trazar un plan a seguir. En esos días, en general, también sentimos frío y hay algo que penetra nuestra ropa y toca nuestra piel hasta que empezamos a temblar. Aún así, un hombre tranquilo sabrá cómo reencontrar la tierra firme bajo sus pies.
De vuelta a uno de los puertos de Venecia –donde hay muchos lugares de donde se puede partir y a donde se puede regresar– por primera vez Juan advierte que en los bares, en medio de extraños disputando un lugar o algo para comer, hay amantes felices, que parecen felices juntos y que felizmente se pierden y encuentran un camino a casa. También ve que hay grupos de amigos entre quienes hay algo de amor. Es preciso entonces escoger: sentirse extremadamente humillado o ver que hay algo que aprender.
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Era necesario volver al hotel, al frío, a la cama vacía. Entonces, en un instante en que el tiempo se detuvo, esta escena se dibujó en la niebla: intentando no perderse, un hombre solitario y extraviado reúne todas sus memorias, los pequeños recuerdos, las fotos que no devolvió, el reloj que marcó el tiempo en el que estaba solo, las cosas olvidadas a pesar de la importancia que tenían: las amarra con un hilo que surge de sus manos como de la araña una tela. Y las arroja al mar.
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En seguida, desesperado, el hombre solitario se lanza al mar. Quiere recuperar sus recuerdos pues se da cuenta de que en ellos existe algo de lo que no se puede separar. Del puente que no lo llevaría de regreso, él se arroja en busca de los recuerdos que naufragan más rápido de lo previsto. No los alcanza, pero piensa que además no podrá salir pues algo lo sostiene y lo hala, como un peso. Recuerda que hay muchas historias en los canales de Venecia y piensa que está preso en las memorias de otros hombres.
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En algunos momentos no hay quĂŠ decir, escribir o leer. SĂłlo es necesario seguir los pasos y suavemente encontrar los puntos en que el corazĂłn se cierra o se abre.
Debe ser muy bueno cuidar de un museo: cuidar de los recuerdos, guardar el tiempo, recordar cada dĂa que es necesario acordarse primero y despuĂŠs olvidar el pasado; eso es un trabajo.
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Juan decidió que no todo se debía olvidar, que iba a tener algunas imágenes que pudiera visitar siempre, que sería bueno caminar por los pasillos en que vivió.
Juan recuerda que fue feliz y cree que se puede ser feliz de nuevo. Y así es como él atraviesa el puente que lo lleva al camino de partida y a dejar Venecia atrás.
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Cândida Ferreira De sonrisa cándida pero de carácter recio, Cândida se dedica al estudio de libros, películas y cualquier otra cosa que evidencie la belleza o monstruosidad del mundo. Usa con naturalidad palabras que hacen llorar a la gente, como sufrencia. Cree firmemente que Los desorientados de Amin Maalouf es su biografía contada a través de otras vidas. Tendría, de inmediato, una cita romántica con Oscar Wilde.
Eduardo Leal Cunha Eduardo, alias Duda, vive en Brasil, es profesor universitario y psicoanalista y escribió un libro sobre el adulterio, otro sobre los dilemas de la identidad y otras cosas académicas de leve interés para los amantes o aquellos que se dejan encantar por las figuras de un libro. Su padre fabricaba barcos y él quisiera ser capaz de construir cualquier objeto. Este libro debía tener un final muy triste, pero Duda se enamoró y escribió un final feliz.
Esta historia se terminรณ de imprimir en abril de 2017 bajo el cielo dudoso de una Bogotรก cรกndida.
Candida y Eduardo soñaron a Juan y María cuando fueron a ver la Bienal de Arte de Venecia en el 2015. Caminaron s�bre agua Y fueron descubriendo cientos de escenas en 1os puertos de la . dad a medida que caminaban. CIU Humedad fue la manera de documentar este viaje, que cuenta una historia de encuentros y desped.d I as.
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Traducción: Astrid Ávila