Suplemento Semanal

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SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 10 DE MARZO DE 2019 NÚMERO 1253

MIGUEL LEÓN-PORTILLA,

UN FILÓSOFO DEL TIEMPO Xabier F. Coronado

León-Portilla, una visión para vencer. Seis décadas de Visión de los vencidos

Antonio Valle


LA JORNADA SEMANAL

Foto: Rogelio Cuéllar

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MIGUEL LEÓN-PORTILLA, UN FILÓSOFO DEL TIEMPO Tlamantinime –“sabio”, en náhuatl— es la palabra que mejor define a don Miguel León-Portilla, historiador, catedrático, investigador emérito, miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, doctor en Historia por la unam y doctor honoris causa por una decena de instituciones académicas. Autor, entre muchos otros títulos fundamentales, de La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, Trece poetas del mundo azteca y Nezahualcóyotl, poesía y pensamiento, más que como historiador, ensayista o poeta –que también lo es, y en lengua náhuatl—, León-Portilla se define a sí mismo como un filósofo del tiempo. Sus primeros 93 fructíferos años de vida, así como el sesenta aniversario de la publicación de su célebre Visión de los vencidos, son el feliz motivo de esta entrega. |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

DIDIER

DAENINCKX,

los desaparecidos y el género policíaco Nacido en Francia hace setenta años, Didier Daeninckx retoma el género negro para evidenciar la violencia implícita en la desaparición de personas, incluso cuando es esperada. El último de los últimos es una magnífica muestra de su poderío literario.

DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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Qué es peor: perder a un familiar o no saber si ha muerto? El detective René Griffon se especializa en encontrar cuerpos. Luego de la primera guerra mundial, son miles los combatientes sin paradero conocido y alguien debe preocuparse por ellos. ¿Quién mejor que un excombatiente? René escala la figura del detective rudo al presentarse como un sobreviviente de la guerra que sigue inmerso en las batallas atroces: entre sus recuerdos del sufrimiento en el combate, la crudeza de ver morir a sus compañeros y la carga inamovible de caminar entre cadáveres en los campos de batalla, sin importar si son compatriotas o enemigos, la vida en tiempos de paz es compleja, incluso en un país ganador. Y el asunto se complica más cuando un militar condecorado le pide a René encontrar al amante de la esposa. En una búsqueda que se expande como ondas en el estanque, presenciamos no sólo la difícil asimilación social de los mutilados de la guerra, sino la precaria estancia hospitalaria de los soldados que no tienen posibilidad de desplazarse por sí mismos. La empatía de René con uno tan impedido que sólo le funciona la zona genital y parte del rostro, le lleva a contratar una prostituta para que lo visite semanalmente. La batalla no ha concluido. Entre las descripciones de un país impregnado de sangre militar es imposible no recordar al México contemporáneo, donde una violencia rampante ha dejado regiones con el amargo sabor de miles de desaparecidos y una sociedad gimiente en su búsqueda. Si cualquier guerra es reprochable, más lo es una contra la delincuencia, cuando no había preparación ni estrategia. Ni siquiera en la actual administración, donde se inician las medidas para legalizar el uso de la marihuana, se atisba un arreglo a esa tragedia de los desaparecidos. Si el detective René busca en archivos, periódicos y hasta en la policía para dar


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con una persona, hoy en México son miles las víctimas secundarias errando de una oficina pública a otra sin dar con sus deudos. La desaparición para unos y la muerte en vida para otros.

La autocrítica y la pobreza LA TRAMA TAMBIÉN toca a los desplazados por la guerra, por las zonas que han convertido en fábricas y los vertederos industriales: por la dificultad para conseguir una vivienda ante la avaricia de los terratenientes. En México apenas se habla de los desplazados por la violencia. Unidades habitacionales, casi ciudades, abandonadas a los heraldos de la sangre. Pero la necesidad está en todas partes. La sobredemanda incita a la sobreoferta. Las zonas urbanas estallan en edificios, sin importar las carencias de servicios. La mirada crítica de Didier hace que el detective René no sea sólo un personaje eficaz, sino que termina por confrontarnos con nuestro actual momento. La ausencia en los medios de los familiares de desaparecidos no se debe a su falta de empeño, ni a que sean un número menor. En contrapartida, como en la novela, los secretos militares acechan a más de uno. El general contratante resulta no ser el héroe de guerra que se le publicita. En medio de la batalla se pueden cometer las peores atrocidades contra los propios compañeros y salir glorificado. Al revés, los militares mártires, los que verdadera-

Entre las descripciones de un país impregnado de sangre militar es imposible no recordar al México contemporáneo.

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mente dieron la vida por la patria, por un ideal, como en el México actual, pasan desapercibidos. De pronto, tras pagar incluso con la muerte de los familiares el cumplimiento del deber, como sucedió con la muerte de uno de los Beltrán en Cuernavaca, donde asesinaron a la familia de los marinos involucrados, los soldados son enemigos a controlar; al menos en la opinión pública. Didier nos recuerda que una sociedad inconforme es una bomba de tiempo. Incluso quienes viven en la calle o de la caridad, llegados al límite, pueden matar. Los invasores de predios de la novela son capaces de todo para no dejar de vivir de la nobleza local: se escudan en cuestionamientos sociales para depredar. La masa manejable, además, puede ser direccionada a donde convenga a sus dirigentes. El autor toca temas de profundidad social, en apariencia sin darles mayor importancia: la colonización mercantil (en nombres y productos), la fidelidad marital hacia los mutilados, la prostitución homo y heterosexual, los preservativos femeninos, la apología de la violencia entre clases, la Iglesia y su función social, el diseño urbano como factor de convivencia, la sumisión sindical y muchos más. Todo aderezado con la sorna inclemente propia del género. Didier Daeninckx es un autor indispensable, incluso como referente sociológico e histórico: sumidos en la política nacional, se olvidan los procesos mundiales que influyen y determinan las acciones de las administraciones locales l


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MIGUEL

LEÓN-PORTILLA,

UN FILÓSOFO DEL TIEMPO.

LA RECONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DEL MÉXICO ANTIGUO Semblanza biográfica y bibliográfica de un “filósofo del tiempo” que a lo largo de su vida ha realizado una vasta obra que sin duda alguna “no caerá en el olvido” (Ángel Garibay dixit), en grado de excelencia y rigor, y que supo vincular la filosofía y la historia con la antropología cultural, asunto no menor, de lo cual dan muestra incontestable, entre muchas otros libros, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, Visión de los vencidos, Imagen del México antiguo, Trece poetas del mundo azteca y Huehuehtlahtolli: Testimonios de la antigua palabra.

Xabier F. Coronado ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

La conciencia tiene el privilegio maravilloso —y misterioso— de abarcar duraciones y asimismo de recordarlas. Miguel León-Portilla

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n las diferentes épocas de la humanidad nos encontramos una pléyade de personajes –en el sentido de seres humanos de distinción y calidad– que se echaron a la espalda la realización de obras magistrales. Estos personajes enfocaron su trabajo en temas relacionados con la cultura y las artes: arquitectos, músicos, pintores y escultores, literatos, filósofos e historiadores que durante su vida se afanaron en la realización de una labor que quedó determinada por su voluntad y sabiduría. El hombre alberga en su esencia una necesidad de interpretación y conocimiento. En el campo de la historia y la filosofía existieron pensadores que, por una parte, se dedicaron a interpretar y asentar una imagen de lo que existía a su alrededor, la cosmovisión; y por otra, dejaron constancia de los sucesos que acontecían en su época, el relato de la historia. Enfocaron su atención en estos grandes temas con el objetivo de investigar y conocer, entender y comunicar los resultados de su estudio. Este ensayo versa sobre un historiador mexicano contemporáneo, Miguel León-Portilla (México 1926), que ha dedicado su vida a desarrollar uno de esos trabajos magistrales a los que hacíamos referencia: la reconstrucción de

la imagen del México antiguo. Cuando decimos “imagen” nos referimos a un retrato integral que revela dioses, leyendas y mitos; estructura social y económica; artesanía y arte; poesía, canciones y danzas de aquella antigua cultura. León-Portilla ha sabido recolectar todos los fragmentos testimo0niales que nos dejaron sobrevivientes e informantes, historiadores y cronistas, para reconstruir la imagen global, multifocal y poliédrica, del esplendor de una antigua civilización arrasada y perdida para la historia de la humanidad.

El camino recorrido Para mí el historiador es en cierto modo un filósofo del tiempo. Miguel León-Portilla

El maestro León-Portilla –maestro en el sentido del concepto que reúne, en una persona, cercanía y familiaridad con sabiduría ancestral y existencial– recorrió un largo camino para lograr esa reconstrucción de la imagen del México antiguo. Un peregrinar sin descanso por los territorios de la filosofía, la historia y la antropología que el propio maestro detalla en un ensayo sobre su vida profesional (Egohistorias: el amor a Clío, Jean Meyer. México 1993). Con inquietudes existenciales desde niño, Miguel León-Portilla recibió la influencia de su tío


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Manuel Gamio, quien le descubrió la arqueología y despertó su curiosidad por las culturas antiguas. A la hora de decidir qué estudiar elige la filosofía e ingresa en el Loyola University de Los Ángeles, donde también se instruye en artes y letras. Aprende griego y latín para leer los textos clásicos de historia, filosofía, poesía, teatro y oratoria que le enseñaron “la sabiduría del ars vivendi”. Asimismo, sus estudios de filosofía le permitieron conocer la evolución del pensamiento humano desde la Antigüedad hasta su época. Miguel León Portilla reconoce las enseñanzas que le revelaron los filósofos que estudió en esos años: “A Kant debo haberme percatado de los límites del conocimiento. Esto me libró de dogmatismos e ideologías en boga, más dogmáticas aún que las creencias.” Dentro de la obra de Henri Bergson (1859-1941) descubrió Materia y memoria (1896) y el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889), donde encontró respuesta a alguna de las preguntas existenciales que se hacía desde niño, las que le habían llevado a decantarse por estudiar el pensamiento humano. Los ensayos y teorías del filósofo francés renovaron su interés por la historia y la antropología; LeónPortilla obtuvo la maestría con un trabajo sobre Las dos fuentes de la moral y la religión (1932). En esa época lee, en la revista Ábside, los textos nahuas traducidos por Ángel María Garibay y encuentra los libros Poesía indígena de la Altiplanicie (1940) y Épica náhuatl (1945), publicados en la Biblioteca de Estudios Univer-

sitarios. El contenido de estos trabajos del padre Garibay le impacta y despierta en él un interés por el estudio de la historia y el pensamiento de las culturas prehispánicas mesoamericanas, un campo que apenas comenzaba a investigarse desde el punto de vista académico. Corría el año 1952 cuando Miguel León-Portilla regresa a México y Manuel Gamio le pone en contacto con Ángel Garibay. Para el joven maestro no fue fácil el encuentro con el prestigioso filólogo e historiador que el año anterior había recibido el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional (unam), junto al propio Gamio y otros reconocidos académicos. Así recuerda León-Portilla aquel primer encuentro con Ángel Garibay: Le dije que me atraía mucho lo que estaba haciendo y quería participar en ello. Se me quedó él viendo con su mirada penetrante y enseguida me preguntó: “¿Sabe usted náhuatl?” Al responderle que no, frunció el ceño y añadió: “Usted no puede acercarse al pensamiento náhuatl si ignora la lengua en el que está expresado.” Le pedí entonces que me aceptara como discípulo. Su respuesta fue: “Inscríbase en Filosofía y Letras. Curse materias para el doctorado y podré ser su asesor pero con una condición: si noto que no estudia o que no aprende, lo daré de baja de inmediato.” Acepté la condición y me señaló él la fecha para una próxima reunión.

Esta entrevista supuso el comienzo de una relación que duraría hasta el fallecimiento de su maestro, en 1967. También fue el inicio de

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una nueva etapa en la vida académica de LeónPortilla, quien dedicó los tres años siguientes al estudio del náhuatl y a recopilar material para realizar la tesis. Durante el verano de 1956 presentó con éxito su tesis doctoral, un trabajo titulado Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, que de inmediato fue publicada por el Instituto Indigenista Interamericano, revisada y ampliada un año después por el propio León-Portilla, editada por la unam. Cabe decir que en la actualidad esta obra se sigue reeditando en español, francés e inglés, lo que corrobora las palabras que dijo Ángel Garibay cuando se publicó por primera vez: “Un hecho es indudable, este libro no caerá en el olvido.” En 1957, Manuel Gamio ofreció a León-Portilla incorporarse al Instituto Indigenista Interamericano como secretario, puesto que desempeñaría hasta 1960 cuando, a la muerte de Gamio, fue elegido director del Instituto, cargo que ocupó durante toda la década. Miguel León-Portilla afirma que de Manuel Gamio aprendió dos cosas fundamentales para su trabajo profesional: por un lado, le ensenó a dar un enfoque integral e interdisciplinario a sus investigaciones y estudios, algo que sin duda aplicó en toda su obra posterior; y por otro, la necesidad de no limitarse al estudio del pasado indígena: “Repetía él con frecuencia: ‘No te dejes atraer sólo por el pasado indígena; piensa también en el presente. Lucha al lado de los pueblos nativos hasta hoy marginados pero que mantienen vivas sus lenguas y sus identidades


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culturales’.” Un consejo que León-Portilla siguió en el Instituto Indigenista Interamericano, donde mantuvo contacto con las comunidades indígenas contemporáneas de todo el continente. “Escapé así del peligro de convertirme en rata de biblioteca. He visitado grupos indígenas desde Alaska hasta Patagonia.” De este modo, Miguel León-Portilla aunaba la filosofía y la historia con la antropología cultural, una simbiosis que para él fue definitiva para crecer y madurar profesionalmente. Ese mismo año –1957– se crea, en la facultad de Filosofía de la unam, en asociación con el Instituto de Historia, el Seminario de Cultura Náhuatl fundado por Ángel Garibay y Miguel LeónPortilla. Durante los diez años siguientes ambos trabajaron en tres líneas de publicación relacionadas con la cultura náhuatl: fuentes, estudios y monografías. Una labor editorial que, según el propio León-Portilla, tenían un doble objetivo: “Por una parte, importaba volver asequibles los más importantes testimonios de la antigua cultura. Por otra, interesaba propiciar la elaboración de monografías en las que el punto de vista indígena se tomara en cuenta en la comprensión de su historia y visión del mundo.” Entre otras muchas cosas, el Seminario de Cultura Náhuatl supone para Miguel León-Portilla el inicio de una fase definitiva de su trabajo profesional, pues desde entonces se ha dedicado de forma permanente tanto a ejercer la docencia y la investigación, como a labores administrativas y académicas. Un camino increíblemente prolífico en cuanto a publicaciones, logros y reconocimientos. A la ya mencionada Filosofía náhuatl siguieron otros textos, entre los que destacan: La visión de los vencidos (1959), Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), Imagen del México antiguo (1963); Las literaturas precolombinas de México (1964) Trece poetas del mundo azteca (1967), De Teotihuacán a los aztecas (1971) Cantos y crónicas del México antiguo (1986), Huehuehtlahtolli: Testimonios de la antigua palabra (1991), Literaturas Indígenas de México (1992) y otros muchos estudios y publicaciones que han contribuido a lograr una imagen integral de la cultura del México antiguo. Son libros de lectura ineludible para cualquier mexicano que le interese tomar conciencia de sus orígenes y escuchar las voces de su antigua raíz.

Los fragmentos que forman la imagen Aunque todo sea como un plumaje de quetzal que se desgarra o un jade que se quiebra, la conciencia registra e integra una imagen, una duración del tiempo que ha dejado una huella. Miguel León-Portilla. Huehuehtlahtolli

Miguel León-Portilla concibe la profesión de historiador como un trabajo que no se limita a relatar la historia, el historiador debe ser un “filósofo del tiempo”. En sus palabras, un filósofo del tiempo debe “no sólo inquirir acerca de lo ocurrido en determinado momento o período, sino sobre todo de integrar una imagen coherente de ello, hurgando a la vez en su significado.” Para recuperar la imagen del México antiguo, León-Portilla realiza un arduo trabajo pues debe rastrear en los archivos de la historia todas las referencias que de ella se habían hecho a través de los siglos. Después de reunir el material, lo estudia, relaciona e interpreta para encontrarle un significado que tenga coherencia.

El filósofo-historiador encuentra esos pedazos de la historia del México antiguo desperdigados en testimonios orales o escritos recogidos en documentos y textos, en códices, dibujos, cantos, entre vestigios arqueológicos: son los residuos que ha dejado el tiempo y él los recupera. León-Portilla es un filósofo del tiempo que obtiene esos fragmentos que limpia para darles vida, coherencia y un significado que alcanza al establecer relaciones, intencionalidad, causas y efectos; sólo entonces reconstruye la imagen total que los integra y nos la muestra. Al realizar de esta manera su labor, el historiador-filósofo del tiempo tiene la seguridad de que la imagen integral obtenida con todo el material recuperado no es ficción y prevalecerá como historia pretérita. En palabras de León-Portilla, la verdadera misión que da grandeza al historiador consiste en “recrear la duración y la vida que fueron, infundir el soplo del espíritu, hallar significación y comunicarla”. Sin duda una gran labor, un trabajo de vida que sólo puede realizarse con pasión, dedicación y conocimiento.

La perspectiva del Otro Todo esto pasó con nosotros, nosotros lo vimos, nosotros lo contemplamos; con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. Manuscrito de Tlatelolco (1528)

La aparición en 1956 de la Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, de León-Portilla, marcaría el desarrollo posterior del estudio de las antiguas civilizaciones prehispánicas. Su tesis doctoral introducía en el ámbito académico una serie de textos en náhuatl que describen una visión del mundo diferente que plantea y debate cuestiones fundamentales –la divinidad, el tiempo, la vida y la muerte, el bien y el mal, entre otras muchas– que también habían sido objeto de estudio por parte de la filosofía clásica y moderna. El libro de Miguel León-Portilla abría ese campo al aportar material de estudio para establecer un diálogo, con el fin de alcanzar un nivel cognitivo académico sobre esas otras culturas, a las que no se les había dado la importancia que se merecían. En definitiva, León-Portilla demuestra la existencia de una filosofía y una literatura nahuas que, al aportar sus puntos de vista sobre la condición humana, contribu-

Le dije que me atraía mucho lo que estaba haciendo y quería participar en ello. Se me quedó él viendo con su mirada penetrante y enseguida me preguntó: “¿Sabe usted náhuatl?”

yen a enriquecer el saber universal. Asimismo, emprendió el camino hacia la comprensión del Otro al abrir una “ventana conceptual” que muestra la manera de ver e interpretar el mundo de una cultura original, perspectiva que nos da la posibilidad de ampliar nuestra comprensión y entendimiento. A Miguel León-Portilla le interesaba también el hecho en sí de la Conquista, un evento traumático que había supuesto la pérdida de muchas fuentes necesarias para reconstruir la historia antigua de México. Hasta entonces todo lo que se sabía sobre aquel choque entre culturas había sido contado solamente desde una perspectiva, la de los conquistadores. Al estudiar ese episodio fundamental de la historia de América, historiadores y académicos se limitaban a trabajar sobre las Cartas de relación, escritas por Hernán Cortés; el imprescindible relato de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España; y toda una serie crónicas y documentos realizados por historiadores y cronistas oficiales, alguno de los cuales nunca habían pisado tierras mexicanas. León-Portilla comentó su inquietud y argumentos con Ángel Garibay y le propuso reunir en un libro los testimonios indígenas sobre la conquista de México que habían encontrado en sus investigaciones. El resultado fue La visión de los vencidos, relaciones indígenas de la Conquista (1959), un texto con una repercusión que nadie habría podido prever y que supuso el inicio de una rama de la historiografía que se basa en conocer la perspectiva del Otro. Baste referir un dato: es el libro que mayor difusión ha tenido entre los publicados por la unam y ha sido traducido a más de quince lenguas. Todavía quedaba mucho camino por recorrer para comprender al Otro. Además de conocer su perspectiva filosófica y la visión que tenían de la destrucción de su cultura, para completar la imagen del México antiguo era necesario ahondar en la historia, conocer la estructura y funcionamiento de la sociedad, el significado de su literatura, de su arte. Un trabajo que el maestro León-Portilla ha realizado con dedicación y entusiasmo a lo largo de más de seis décadas. El resultado de esa labor de búsqueda y conocimiento es una veintena larga de libros, centenares de artículos, monografías, ponencias, conferencias, discursos... una obra magistral que ha logrado ubicar la historia del México antiguo en el lugar que le corresponde dentro de la historia de la humanidad, que nos permite tener una imagen coherente de los antiguos mexicanos l


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VISIÓN DE LOS VENCIDOS (FRAGMENTOS)

Miguel León-Portilla

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Matanza del Templo Mayor. Pintura contenida en el Códice Durán.

LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR EN LA FIESTA DE TOXCATL Establecidos ya los españoles en México–Tenochtitlan Motecuhzoma se convirtió prácticamente en prisionero de Cortés. Varios textos indígenas como el Códice Ramírez, la XIII relación de Ixtlilxóchitl, el Códice Aubin, etcétera, se refieren de manera directa a la matanza preparada por don Pedro de Alvarado, durante la fiesta de Tóxcatl, celebrada por los nahuas en honor de Huitzilopochtli. Hernán Cortés se había ausentado de la ciudad para ir a combatir a Pánfilo de Narváez, quien había venido a aprehender al conquistador por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Alvarado “el Sol”, como lo llamaban los mexicas, alevosamente llevó al cabo la matanza, cuando la fiesta alcanzaba su mayor esplendor. Aquí se ofrecen dos testimonios, conservados en náhuatl y que pintan con un realismo comparable al de los grandes poemas épicos de la antigüedad clásica, los más dramáticos detalles de la traición urdida por Alvarado. Primeramente oiremos el testimonio de los informantes indígenas de Sahagún, que nos narran los preparativos de la fiesta, el modo como hacían los mexicas con masa de bledos la figura de Huitzilopochtli y por fin, cómo en me-

dio de la fiesta, de pronto los españoles atacaron a traición a los mexicas. Los informantes nos hablan en seguida de la reacción de los nativos, del sitio que pusieron a los españoles refugiados en las casas reales de Motecuhzoma. El cuadro se cierra, cuando llega la noticia de que vuelve Cortés. Los mexicas “se pusieron de acuerdo en que no se dejarían ver, que permanecerían ocultos, estarían escondidos . . . como si reinara la profunda noche . . .“ Después de transcribir el texto de los informantes de Sahagún, se ofrecerá también en este capítulo la breve pintura que de la misma matanza de la fiesta de Tóxcatl nos da el autor indígena del Códice Aubin. Se trata de un pequeño cuadro acerca del cual Garibay ha escrito: “Literariamente hablando, a ninguna literatura le viene mal tal forma de narración, en que vemos, viviendo y padeciendo, al pueblo de Tenochtitlan ante la acometida del Tonatiuh (Alvarado), tan bello como malvado.” […] Los españoles atacan a los mexicas. Pues así las cosas mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los españoles toman la determinación de matar a la gente.

Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra. Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: la Entrada del Águila, en el palacio menor; la de Acatl iyacapan (Punta de la Caña), la de Tezcacoac (Serpiente de espejos) . Y luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir. Dispuestas así las cosas, inmediatamente entran al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y sus espadas. Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse l


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MIGUEL LEÓN-P UNA VISIÓN PARA VENCER

60 AÑOS DE VISIÓN DE LOS VENCIDOS Y ESTUDIOS DE CULTURA NÁHUATL 2019 es el año del sabio -de nuestro “tlamantinime”- Miguel LeónPortilla. Con él celebramos el sesenta aniversario de la aparición de su Visión de los vencidos, libro que cambió dramáticamente el rumbo de la historiografía mexicana. Por si eso fuera poco, también se cumplen seis décadas desde que apareció el primer volumen de Estudios de Cultura Náhuatl, publicación de excelencia académica que ha sacado a la luz las más variadas fuentes documentales, códices y textos indígenas de importancia histórica, etnográfica, lingüística y cultural de los pueblos nahuas. No obstante, es probable que a estas alturas del siglo xxi, muchos mexicanos desconozcan esa obra, cuya trascendencia ha colocado a México en una perspectiva que le permitirá obtener una visión completa y fundamentada de nuestra historia y por lo tanto de nuestra identidad cultural.

Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

León-Portilla en la encrucijada de la historia de México La obra de León-Portilla comienza hacia la segunda mitad del siglo xx, justo cuando en México concluía el largo período del nacionalismo revolucionario, que paradójicamente se había caracterizado por reivindicar el pasado precolombino como una parte sustancial de un discurso ideológico que sostenía el delicado tema de la conquista, fundamentado en la contradicción de un doble discurso que, por un lado, de manera velada, hacía eco de la Leyenda Negra de España señalando la crueldad, el obscurantismo, la tiranía política y la crueldad de los procedimientos ibéricos empleados para implantar la fe cristiana en América, pero que por otro lado, de manera “casi oficial”, no dejaba de encumbrar las virtudes que la “Madre España” había traído a México y al continente mediante las más variadas gracias y avances tecnológicos y espirituales. Con esta contradicción se intentaba explicar, en una especie de doble mentira, nuestro resentimiento histórico hacia los gachupines (sobre todo expresado en las patéticas fiestas de Independencia durante el mes de septiembre, patetismo histórico parecido a una larga borrachera producida por la falsa identidad nacional), pero también se justificaba al sistema de razas y clases que consolidó al racismo endémico que desde el siglo xvi se impuso de manera absoluta en todo el país. Así, por ejemplo, para el escritor Javier Marías, la Leyenda Negra consiste en que, “partiendo de un punto concreto, que podemos suponer cierto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura. En eso consiste la peculiaridad original de la Leyenda Negra. En el caso de España, se inicia a comienzos del siglo xvi, se hace más densa en el siglo xvii, rebrota con nuevo ímpetu en el xviii —será menester preguntarse por qué— y reverdece con cualquier pretexto, sin prescribir jamás.” Algo, más que fábula, debe haber de cierto en esa Leyenda Negra que no logra “revertir” la verdad ni darse por concluida, entre


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PORTILLA, otras cosas porque algunos pensadores y corrientes políticas españolas, evidentemente las más primitivas y reaccionarias, siguen planteando, quinientos años más tarde, que todo aquello que sus ancestros hicieron durante los periodos de la Conquista y de la Colonia en México y en América Latina fue cultural, ética y políticamente justo. Más allá de las actitudes dolientes e hipócritas sostenidas hacia las culturas indígenas, y más allá de las rebeliones de esos vastos sectores siempre oprimidos y descalificados, con todo y su correlato de reivindicaciones políticas y sociales durante la Independencia de México, la Revolución mexicana y el cardenismo, ésa, justamente, ha sido la visión aglutinante e indigerible (casi esquizofrénica) que en términos reales, simbólicos e imaginarios hegemonizó para crear un concepto de formación (y deformación) de la historia y de la identidad nacional durante los últimos quinientos años, período en el que los habitantes de México se nutrieron, sobre todo, con textos como Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, con las Cartas de relación escritas por Hernán Cortés, o con las “humanistas” y “cristianas” caracterizaciones que hacían los miembros de las mejores y más importantes familias de Nueva España, en otras palabras, si Miguel León-Portilla escribe —haciendo un ajuste de cuentas histórico— Visión de los vencidos, es porque existe una visión de los vencedores; además, todos sabemos que la historia la escriben, interpretan, justifican, divulgan y hacen valer los vencedores.

Precursores intelectuales de LeónPortilla Además de Lorenzo Boturini, historiador, anticuario y cronista de las culturas indígenas de Nueva España y promotor del culto de Nuestra Señora de Guadalupe, León-Portilla también se inspira en la obra de Francisco Javier Clavijero, sacerdote jesuita que escribió Historia antigua de México, obra por la que ha sido considerado como uno de los precursores del indigenismo en México. Sin embargo, son la figura y la obra del padre Ángel María Garibay k. las que, durante los años cincuenta, influyen de manera notable en la formación y en los intereses intelectuales de León-Portilla. Así, bajo la orientación del notable nahuatlato, en 1956 escribe su tesis doctoral, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Es importante mencionar que, a la manera de los “etnógrafos” misioneros del siglo xvi, el padre Garibay fue, además de un

excelente filólogo e historiador mexicano, un sacerdote católico considerado como uno de los más notables eruditos sobre la lengua y la literatura náhuatl. Precisamente el libro Ángel María Garibay. La Rueda y el Río, escrito por León-Portilla y Patrick Johansson (discípulo de León-Portilla) da cuenta de cómo el trabajo de Garibay se fundamenta en una sólida formación que incluía, entre otras artes y disciplinas, el conocimiento de los clásicos latinos, griegos y hebreos, con los que realizaba análisis comparados de lengua y literatura náhuatl para escribir su trascendental Historia de la literatura náhuatl. León-Portilla acude a varias fuentes escritas en náhuatl, algunas de ellas traducidas al español por Garibay, para estructurar su Visión de los vencidos, ofreciendo un amplio horizonte documental que nos permite tener vislumbres contundentes de la manera en que las culturas originales experimentaron la tragedia y el drama de la Conquista de México.

Ruptura, estructuralismo francés y el espíritu intelectual de la época Además del parteaguas que prefiguraba el período que en términos estéticos, políticos y conceptuales habría de dar paso al período conocido como “La ruptura” –desavenencia que entre otras cosas terminaría con la hegemonía política y estética de la Escuela Mexicana de Pintura, la novela de la Revolución, la época de oro del cine mexicano, pero que sobre todo se expresaría en la ruptura social e histórica que llevó a cabo el Movimiento estudiantil de 1968–, en aquellos años se fragua el contexto revolucionario en el que surge la obra de Miguel LeónPortilla; contexto que, por otro lado, coincide con la aparición del estructuralismo francés, cuyo método de investigación de las ciencias sociales se convirtió en uno de los más utilizados para analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad desde la segunda mitad del siglo xx. Es claro que el espíritu intelectual de la época, así como la interacción con investigadores de Europa, generaron el clima propicio para que floreciera la obra de León-Portilla. Los descubrimientos del Curso de lingüística general (1916), de Ferdinand de Saussure, cuyo diseño inaugurará los análisis de campo específicos, para crear sistemas de partes relacionadas entre sí, lo mismo que los trabajos del antropólogo y etnógrafo Claude Lévi-Strauss, quien desde 1940 analiza mitologías y sistemas de parentesco, incidieron en los métodos de investigación lingüísticos y etnológicos con los que León-Portilla revolucionó la historiografía mexicana.


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Nosotros, los otros y la otredad Gracias al padre Garibay, León-Portilla aprendió la lengua nahua para estudiar los antiguos códices precolombinos, de otra manera jamás podría haber establecido la consideración del “otro” y “la otredad.” Tzvetan Todorov es uno de los intelectuales que más se benefició con el enfoque de Visión de los vencidos; así, en su libro La conquista de América desarrolla el tema explicando las maneras en las que el “otro” es percibido, imaginado, interpretado, anulado, asimilado, comprendido, usado, aniquilado, sometido, juzgado, aludido e incluso admirado y amado, ya sea que se trate de exploradores del siglo xv, de conquistadores o misioneros. Precisamente en el siglo xvi Bartolomé de las Casas estableció en su testamento “la responsabilidad colectiva de los españoles, y no sólo de los conquistadores; para los tiempos futuros, no sólo para el presente. Y anuncian que el crimen será castigado, que el pecado será expiado”. Tal vez de las Casas en el siglo xvi y Todorov en el xx puedan ofrecer una respuesta a la interrogante de Javier Marías.

Paradojas literarias y políticas que ilustran el problema del “otro” en el presente Resulta más que interesante analizar cómo Jorge Luis Borges, en Historia universal de la infamia, abordó de manera curiosa a fray Bartolomé de las Casas, cuando en el capítulo, “El atroz redentor Lazarus Morell”, dice que en 1517, “el p. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos v la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”. Sin que le falte ironía a su relato, Borges señala algunas de las consecuencias políticas y culturales que la propuesta de Bartolomé de las Casas tuvo para la historia de América, ya que entre otras cosas explica cómo, además de la aparición del blues, provocó que se produjera “el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares”, entre otros hechos de variada envergadura histórica, de tal forma que el sevillano Bartolomé de las Casas, primero encomendero español y luego procurador de todos los

indios de las Indias Hispánicas, dice Borges, fue un involuntario causante de que el verbo “linchar” fuera admitido en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, así como de “la habanera madre del tango, el candombe”. Muchos años después, un expresidente de México, humorista tan imprudente como involuntario, cuyas inclinaciones racistas y sexistas fueron inocultables, dijo, haciendo referencia a las mujeres, que “el setenta y cinco por ciento de los hogares de México tienen una lavadora; y no de dos patas”. También argumentó que actualmente “los migrantes mexicanos hacen trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”. De esta manera, la historia universal de la infamia daba otro dramático giro para colocar al revés a los mexicanos, de evidente origen indígena; es decir, ponerlos en el papel miserable de realizar los trabajos más indignos de América. Lo mismo sucedía con las mujeres en general y en particular con las indígenas que, representadas por Cleo en la película Roma, de Alfonso Cuarón, no deja de subir y bajar, a la manera de Sísifo, con descomunales envoltorios de ropa para lavar y planchar.

Tlacaélel en una ficción posmoderna Como en un hipotético espacio donde los senderos se bifurcarían en múltiples tiempos y realidades, siempre buscando aprehender al “otro”, LeónPortilla se pregunta qué hubiera ocurrido si el gran consejero Tlacaélel, figura enigmática y poderosa como ninguna, a la llegada de los conquistadores hubiera vivido en Tenochtitlan –el sabio mexicano ha especulado sobre esto como algo probable- y que, en alianza con Cuitláhuac, neutralizara la agudeza política de Cortés, además de que es legítimo suponer que el preso fuera el conquistador de Extremadura y no Moctezuma ii. El resto de la narración formaría un relato apócrifo de la historia universal de la infamia.

León-Portilla, el forjador de cantos Recientemente La Jornada publicó el poema “Canto a Nezahualcóyotl”, de Miguel León-Portilla. Entre otros versos, nuestro Tlamantinime y forjador de cantos, aludiendo al príncipe poeta Nezahualcóyotl, dice: “dios estaba en su corazón,/ dueño de la tinta negra, de la tinta roja.// Otorgó a su pueblo/ una justa regla de la vida,/ riqueza verdadera,/ sus casas de libros de pinturas”, versos que perfectamente podrían definir a la misma

obra de nuestro sabio doctor, que tanto ha nutrido la gran casa de este país con sus hermosos libros de pinturas, porque: “Como si fuera un tolteca/ su trabajo fue siempre la toltecáyotl.” Ese concepto filosófico tan caro para León-Portilla, quien en Siete ensayos sobre cultura náhuatl (1958) explicó que “el arte, arquitectura, pintura y escritura de Teotihuacán, influyeron para siempre en las creaciones de quienes vinieron después de ellos. Con justicia se considera a este horizonte como clásico, ya que parece ser la raíz más honda de lo que después se llamó la Toltecáyotl”. Estos ideales filosóficos y estéticos clásicos de Mesoamérica han sido resignificados en el poema de León-Portilla para el presente, toda vez que junto a su precursores y condiscípulos nuestro doctor (de cuerpos y almas) ya ha forjado nuestra perspectiva al ajustar la historia que tanto necesitaban los mexicanos; por eso dice, respecto del célebre poeta: “De Nezahualcóyotl la palabra,/ de Yoyontzin el canto,/ palabras divinas, cantos divinos./ En el interior de su corazón/ el dador de la vida canta, habla.// De Nezahualcóyotl la palabra/ nunca se perderá, nunca se olvidará./ Será nuestra herencia, siempre la guardaremos/ en Acolhuacan, Texcoco,/ en México, en el mundo.” Así, gracias a la autenticidad con la que ha establecido una “visión de los vencidos”, al fin encuentra la dicha de la liberación histórica, la dicha de la redención de una cultura ancestral que no ha dejado de resistir, y que tanto en el tiempo simbólico como en el tiempo real, ensarta, como en un collar de piedras preciosas, el canto y las flores: Y ahora digamos con flores, con cantos. Vas pintando tu libro, Nezahuacóyotl. Con tu pintura, con tu palabra, podremos vivir en la tierra.

Guadalupe Tonantzin: atracción y fuente de identidad En su libro Tonantzin Guadalupe, Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican mopohua”, Miguel León-Portilla explica que no es objeto de la historia “demostrar o rechazar la existencia de milagros, apariciones o teogonías”, y que más allá “de la increíblemente prolongada polémica entre creyentes guadalupanos y antiaparicionistas”, el Nican mopohua es “una joya de la literatura indígena del período colonial”, un relato literario que al mismo tiempo que presenta un tema cristiano, “expresado en buena parte en términos del pensamiento y formas de decir las cosas de los tlamatinime o sabios del antiguo mundo náhuatl”; enfatizando que la figura de Tonantzin Guadalupe “—más allá de la demostración o rechazo de sus apariciones—, ha sido para México tal vez el más poderoso polo de atracción y fuente de inspiración e identidad.” Esa voluntad intelectual y poética del más refinado pensamiento náhuatl para explicar un prodigio de corte cristiano, como ha dicho nuestro tlamantinime contemporáneo, “acercó dos visiones del mundo, creencias diferentes, metáforas y atisbos, trama y urdimbre de hilos multicolores...”. He ahí el argumento que comenzó a tejer Miguel León-Portilla hace ya más de seis décadas. A los mexicanos nos corresponde ahora integrar plenamente la cosmovisión de nuestra más honda cultura, y con esa perspectiva trascender las falsas identidades, que ya sea por veleidades ibéricas-occidentales y/o por el resentimiento endémico nacional, nos hemos impuesto l


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DANZAR CON PESADILLAS El vals de los monstruos, Lola Ancira, Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2018.

Vanessa Téllez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

EN TIEMPOS COMO los que vivimos, parece una actitud poco lógica apostar por temas que no sean coyunturales como, por ejemplo, el narcotráfico. En ese sentido, destaca que sea el género fantástico, para algunos tan poco convencional, el que de un tiempo a la fecha venga presentando narradoras a las que vale la pena prestar atención. Este es el caso de El vals de los monstruos, de Lola Ancira que, como propone el título, se trata de un metafórico baile en el que se desarrolla, a través de los once cuentos que conforman el volumen, una idea reafirmada página tras página: el horror en la literatura mexicana tiene descendencia femenina. Los personajes de El vals…, no son murciélagos malditos, vampiros asesinos ni plantas carnívoras, sino personas comunes que bajo la piel viven estremecidas por sus propios apetitos, escondidos en una aparente cotidianidad. Esta ambigüedad permite que el lector se identifique con seres a quienes, una tarde cualquiera, podría encontrarse de regreso a casa. La aparente homogeneidad en las atmósferas de las historias es un gancho efectivo, sobre todo cuando el lector compruebe que, dentro de esa aparente normalidad, los personajes de El vals… viven miedos, vicios y terrores que se revelarán páginas adelante, haciéndolos estallar súbitamente con el propósito de revelar la esencia que los compone. Aunque rozan situaciones conocidas, los temas de El vals de los monstruos se alejan de lo común presentando desenlaces poco ortodoxos. Tal es el caso de una mujer que primero intenta desprenderse de la violencia a la que su pareja la empuja, y tiempo después ella misma se asume como victimaria en una extraña triada constituida por las amantes eventuales de su victimario. Destaca también la historia contada en primera persona de un asesino, cuyas tarjetas de presentación parecen ayudarlo mágicamente en el exterminio de sus enemigos, o aquel otro cuento en el que la recuperación de la perra Laika se vuelve el destino invi-

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

sible de una familia. Un cuento que destaca particularmente en este libro de Ancira es “Mónos”, suerte de diario y bitácora gracias a la cual el lector conocerá de viva voz el día a día de un personaje que transita en la cotidianidad de lo absurdo, sin sentirse aludido a pesar de sus propias peculiaridades. Los cuentos de El vals…, parecen fraguados desde la nostalgia, la obsesión por lo extraño y la tristeza por lo perdido. El horror aquí señalado no radica en fuerzas irreconocibles, sino en la observación de la propia naturaleza. El miedo no es empujado por fuerzas extrañas sino por el análisis de aquello que impulsa a los personajes a tomar decisiones y actuar incluso contra sí mismos. Conforme avanza la lectura se va comprobando que el horror está más cerca de lo que uno se imagina. Ancira cree, y lo confirman sus historias, que el terror viaja en Metro, camina en la calle y cruza la puerta de una casa, cualquier casa. El vals de los monstruos es, por lo tanto, una colección de cuentos que al mismo tiempo es un manifiesto actual de los problemas sociales que acontecen a diario, y queda en evidencia que dichos problemas tienen su origen precisamente en los monstruos ●

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HARUKI MURAKAMI y la irracionalidad de la belleza Eve Gil


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LECCIONES DESAPRENDIDAS Balada de los ángeles caídos, Israel t . Holtzeimer, Ediciones b , México, 2018.

EL ERROR SÓLO es posible en la humanidad, todo lo demás es accidente. Dicho de otro modo, en palabras del político judío Camille Sée: “Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.” En Balada de los ángeles caídos, novela del veracruzano Israel t. Holtzeimer, se hace explícito lo anterior página tras página, en una historia que deambula entre el thriller policíaco, la ciencia ficción y el albur más mexicano posible. Aunque el título da más de una pista sobre el tratamiento de la citada ficción, la carne de la historia avanza más precisamente a través de los diálogos de sus personajes, atrapados en una ficción que entra y sale de un interminable agujero de gusano en el tiempo, donde se citan constantemente las principales anomalías de la historia mexicana. El autor, galardonado con el Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras 2012 por la novela Artemisa café, presenta aquí una historia en donde la fuerza narrativa de la historia se desarrolla a través de la señalización, casi hasta el hartazgo pero aun así necesaria, de lo que ha sido un sistema de gobernanza mayoritariamente opresor. Holtzeimer desglosa los principales ecos de la torpeza política mexicana, aderezados con un humor cercano a la literatura juvenil, lo cual permite una lectura amena aunque a ratos dispersa. Balada de los ángeles... da cuenta de una Nueva República como propósito del presidente en turno, Máximo. Un político que, como muchos otros, inició creyendo en un país pero terminó apegándose a la idea de otro completamente diferente. Si bien es cierto que la enumeración de los desaciertos de los gobiernos en turno descritos en el libro llegan a cansar por lo repetitivo, el autor propone una suerte de pregunta retórica que, en la página 87, se materializa cuando uno de los personajes cuestiona el caos que viven él y su familia: “¿En qué país debo decirles a mis hijos que nacieron?”

POEMAS PARA ARQUITECTURA, DISEÑO Y ARTE Poemas para leerse en el cuaad , Arturo Verduzco Godoy (antologador), Universidad de Guadalajara, México, 2019.

Sin embargo, pese a que esta es probablemente la principal pregunta que recorre el libro hoja tras hojas, bien cabría preguntarse por qué el lector necesita cerca de sesenta páginas previas para entrar en una historia que, aun con un tembloroso inicio, bien vale la pena. La pobreza, la religiosidad, los mecanismos de control de algunos gobiernos, e incluso la utopía de una nueva república, son el océano por el cual navegan los personajes, acompañados de una desazón constante que se manifiesta en una oración fulminante: “los ciclos, los vicios de la pobreza, tienden a repetirse”. La prosa de Holtzeimer está alimentada por el análisis de lo cotidano. La ficción de Balada de los ángeles… no propone nuevos mundos, sino que en ella se reitera lo ordinario, todo eso que en las noticias se anuncia sin asombro ni hartazgo. La sociedad descrita no es propiamente ciencia ficción, ya que no acontece en un futuro de autos voladores, pero sí en ese otro tiempo de consecuencias que no terminan por concluir y dan la certeza de hallarse frente a una distopía interminable. Lo que se anuncia inacabado es peor que un final cantado. Quizá para señalar el placer por la destrucción haya que citar un verso de Emily Dickinson: “No se suelta el puñal, porque amamos la herida, y el puñal nos recuerda que morimos.” Esa idea parecería ser la base sobre la cual descansa esta Balada de los ángeles caídos, como si la identificara como el punto de partida de la autodestrucción social ●

Vanessa Téllez

Antonio Rodríguez Jiménez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

BAJO EL TÍTULO de Poemas para leerse en el cuaad se ha preparado una antología de gran originalidad por su enfoque y por su universalidad. El autor de la misma es el poeta y maestro Arturo Verduzco Godoy, que ejerce de jefe de Departamento de Teorías e Historias en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la udg, cuyo servicio de publicaciones se ha encargado de esta plural edición, donde pueden leerse textos de Cavafis, Borges, William Carlos Williams, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, José Emilio Pacheco, Seamus Heaney, Fernando Pessoa, Roberto Bolaño, Ernesto Cardenal, José Lezama Lima, Pablo Neruda, Philip Larkin, Wislawa Szymborska o Bob Dylan, entre muchos otros. Verduzco ha dividido la antología por temas relacionados con las materias que se estudian en este centro universitario de Guadalajara, de ahí que haya poemas dedicados a las artes visuales, audiovisuales, escénicas y música. Otro apartado está dedicado a la arquitectura, al diseño de interiores y urbanismo; un tercero gira en torno al diseño de modas, al gráfico y al industrial. Poemas para todos los gustos y con un carácter internacional, aunque predominan los poetas mexicanos, que hay muchos y son muy buenos. De Guadalajara selecciona a Enrique García, Ricardo Yáñez, Ricardo Castillo, Jorge Esquinca, Raúl Bañuelos, Rafael Torres, Raúl Aceves, Raúl Ramírez, Luis Medina, Javier Ramírez, Carmen Villoro, Laura Solórzano, Luis Vicente de Aguinaga, Ángel Ortuño y Mónica Nepote. Escribe el maestro, poeta y antólogo que los poemas reunidos no obedecen a corrientes, estilos o memorias definidas, sino que se someten a los propósitos de las profesiones, a las carreras que se estudian en el cuaad y entre ellos crean conexiones diversas que van más allá de ellas mismas. Es un libro bello, un libro útil, apasionante para sentarse frente al paisaje de la Barranca para leer despiadadamente y volar con la magia poética de José Emilio Pacheco, quien escribió: “La poesía no es de nadie, se hace entre todos” ●


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Las rayas de la cebra Verónica Murguía

Una cubeta colosal TODOS CONOCEMOS la imagen de la cubeta llena de cangrejos que se impiden la escapatoria unos a otros, representación atinadísima de la envidia, ese acusado defecto nacional. Tenemos muchos: se sabe que México es violento, corrupto y machista, pero no solemos sumar la envidia a esta lista horrenda. Quizá porque admitir semejante defecto sería, también, aceptar que uno se siente inferior al envidiado, que los celos le retuercen la panza y que es incapaz de alegrarse por otro. Es una ceguera agria, venenosa, que exhala palabras llenas de mala leche que terminan por intoxicar a quien las profiere, que ahoga cualquier victoria si es ajena. Y, como nadie triunfa todos los días, empobrece la vida. Ya lo decía el poeta Gerardo Deniz: de los siete pecados capitales sólo la envidia es incapaz de proporcionar un mísero instante de placer al pecador. La lujuria, por ejemplo, puede dejar triste, con una enfermedad venérea o un embarazo a quien le da rienda suelta, pero satisfacerla puede dar sentido a la vida. Lo mismo la gula, pecado gozoso y alegre que suele venir acompañado de la fiesta, la deliciosa pereza, la repentina liberación de la cólera –aunque, ay, qué males causa por todas partes–, la soberbia y la avaricia. Yo no soy avara, pero entiendo qué siente el avaro cuando miro mis libros o algunas, pocas, prendas de ropa: la felicidad de la posesión, pariente lejana del amor.

El pecado que me resulta más ajeno es la envidia, por lo que decía Deniz: no hay gusto en él. Al contrario, la envidia, con su falso desprecio, hace sufrir a quien la siente. Tiene un poco de cólera, un mucho de inseguridad, de tristeza (“¿por qué, por qué Yalitza”–dijo el actor–, por qué no yo?”), de soledad, aunque los envidiosos sean multitud. Y que sea tan ubicua en México dice mucho de nosotros. Se habla mal de los futbolistas que triunfan (yo, que no sé nada, sé que el Chícharo, por más “que ya haya pasado su mejor época” es mil veces mejor jugando futbol y haciendo su trabajo que el cronista que lo desdeña), de los actores y directores, de Rommel Pacheco, de Alexa Moreno. Cuando en el lejano 1999 Jorge Volpi ganó el Premio Biblioteca Breve por En busca de Klingsor, atestigüé el berrinche de un lector que ni conocía a Volpi, ni había leído el libro, pero le daba coraje. Era envidia destilada.

Este no es un inofensivo pecado privado, ni un defecto inocente. La envidia es destructiva, arruina amistades y colaboraciones, empequeñece los logros que debían ser celebrados y perpetúa prejuicios idiotas. Se podría decir que estos efectos pertenecen al ámbito privado, pero también añade a la asfixia nacional, al enrarecimiento de la vida civil, de cuya armonía dependen tantas cosas. Cada triunfo es visto por algunos como algo casi propio y absurdamente nacionalista (“¡Viva México, cuarones!” decía un slogan televisivo la noche de los Óscares) o se le menosprecia con las “razones” de siempre. Yo he sentido varios tipos de envidia; una abstracta, imprecisa y lela, por gentes que no conozco: por j.k. Rowling, por haber escrito Harry Potter; por Marguerite Yourcenar y su inteligencia solar; por muchos bailarines; por ciertas formas de belleza física, yo qué sé. Me da envidia la señora que cuida a los pandas en una reservación en China y una mujer que conozco y que es sorprendentemente políglota. Por quienes saben montar a caballo o nadan de mariposa. Pero las pocas veces que me ha desgarrado el rayo tóxico de la otra envidia, me he asustado y la he rechazado porque me di cuenta de su poder. Escribo esto porque me encoleriza (envidiosa no, pero enojona sí) vivir en un país donde hay tanta envidia. Impide que nos organicemos y dejemos de vernos el ombligo: nos transforma en presas de las pasiones más incómodas. La envidia no deja que uno sea verdaderamente solidario: detiene el impulso de extender la mano; así consolida nuestro mexicanísimo sentimiento de desamparo ●

La otra escena Miguel Ángel Quemain

Pensar y discutir las artes escénicas en la unam “FORO DE REFLEXIÓN y discusión de danza y artes escénicas” se titula el proyecto que busca fundamentar una nueva política cultural. Es una iniciativa de Evoe Sotelo que acierta en llamar a consulta sobre las artes escénicas. Hace mucho que la Dirección de Danza universitaria trata de pensar, con la comunidad universitaria no sólo de la unam, un arte escénico sin fronteras ni etiquetas. Su manera de celebrar el Día Internacional de la Danza ha incluido reflexiones que vienen de la antropología, la filosofía, los estudios culturales y la crítica de las artes escénicas, no sólo de la danza, porque esta última, al menos en la prensa cultural, es prácticamente inexistente. Por ahora el esfuerzo más sustancial en esa materia lo hacen Miriam Huberman Muñiz y Juan Hernández, ambos académicos con una visión amplia capaz de establecer un diálogo con los creadores. El teatro mexicano, con todo y las incertidumbres que ha traído la 4t, con sus cuotas políticas incrustadas en las líneas de mando y en la administración pública no sólo capitalina sino federal, ha logrado continuar con las expresiones que han puesto del lado de la independencia y la autogestión los mejores exponentes de nuestra tradición teatral, además de un nutrido frente en el inte-

rior del país, como puso en evidencia, insisto y no me canso, la Muestra (verdaderamente) Nacional de Teatro 2018 que se realizó en Ciudad de México. Sin embargo, la independencia teatral en nuestro país también tiene uno de sus pies plantados en la colaboración institucional, porque muchos de sus creadores participan en proyectos de investigación académica o están tutelados por algún programa público o por el sistema de becas que otorga el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y es en ese terreno donde dudas e incertidumbres campean. Hay austeridad, pero la mayor austeridad que se nota es la de la experiencia y la reorganización de plantillas a modo (sólo hay que ver el organigrama de la Secretaría de Cultura capitalina, lleno de compadres y ahijados que seguro se mandan solos), y no en una organización que respalde un programa de políticas públicas. Por eso es necesaria y urgente una reflexión pública de diversas maneras de pensar la cultura, su administración, sus públicos y la creación de un patrimonio, así como la defensa, transformación y crítica de lo que ya existe. Esta incertidumbre tiene que ver con la insuficiencia de un discurso cultural que el Ejecutivo debería articular

con la misma solvencia y conocimiento que en otras áreas de la política. No sé qué idea tiene amlo de nuestra literatura (más allá de Carlos Pellicer), de nuestro teatro, de la plástica, de la filosofía, del trabajo de los historiadores, de la música, de las condiciones laborales de los creadores, más allá de las becas y las coinversiones. Por eso resulta esperanzador e interesante atender al llamado que hace la Dirección de Danza de la unam para pensar las artes escénicas, no sólo la danza y no sólo el teatro; ya Ángel Ancona, en el Sistema de Teatros de Ciudad de México, demostró lo amplio que es el diapasón de lo escénico y cuántos públicos tan distintos pueden estar incluidos en ese rubro. El 11 y 12 de marzo, de 9 a 14 horas en el Salón de Danza del ccu, se realizarán cinco mesas que están ampliamente explicadas en danzaunam.mx pero que enumero brevemente aquí: el primer día serán tres mesas sobre perspectivas de desarrollo artístico nacional e internacional, en el marco de la construcción de un nuevo proyecto de política cultural federal, la reestructuración del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (fonca), la relevancia del pensamiento artístico crítico y con posicionamiento político en tiempos de reestructuración nacional. Y el martes 12, la precarización del trabajo profesional y especializado dentro del campo artístico y la diversidad e inclusión en los modelos de participación de los artistas dentro de las nuevas políticas culturales. Vale la pena acercarse, reflexionar, discutir y hacer públicos los resultados de ese encuentro ● Evoe Sotelo


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La casa sosegada Javier Sicilia

Presencia, memoria y tiempo EN UNO DE los cuentos más conocidos de Borges, “Funes el memorioso”, el poeta argentino nos revela el horror de lo que podía ser una hipermnesia –la capacidad de recordar todo. “Soy –dice con amargura Funes ante esa experiencia que se despertó en él– como un vaciadero de basura.” Habitado por la precisión inmediata de todos los detalles vividos, Funes es incapaz de sentir el tiempo y, por lo tanto, de pensar. Paralizado en el recuerdo, habita extraviado un espacio atiborrado de ayer. De allí su prematura muerte a los veinte años. Le enfermedad de Funes es lo contrario de una amnesia total. Un ser humano aquejado de ella sería como un Funes invertido. No podría tampoco sentir el tiempo ni pensar. Pero, a diferencia de Funes, no por exceso de recuerdos, sino por ausencia de ellos. Paralizado en el vacío de su memoria, habitaría extraviado en una espacialidad atiborrada de nada. La velocidad de los medios de comunicación, esa maraña llamada redes sociales, está generando otro tipo de enfermedad: una extraña combinación de hipermnesia –todo tipo de recuerdos, informaciones, sensaciones, ocurrencias, etcétera, están en ellas– y de amnesia – frente a su exceso informático somos incapaces de retener y de recordar algo: todo tiene la misma dimensión y todo se borra en nuestra memoria como una escritura

sobre la arena; nada es más viejo y lejano, escribí alguna vez, que el Twitter de hace dos minutos. Pero a diferencia de Funes o de un amnésico, el hombre de las redes sociales no está habitado de pasado o de vacío, sino de una espacialidad llena de instantes que también le impide pensar. Para hacerlo necesitamos tiempo y para tenerlo y sentirlo necesitamos lentitud, la lentitud que nos permite convocar el recuerdo y vivir. Un poeta como Ossip Mandelstam, nos dice su esposa Nadejda, tenía una clara conciencia de ello. Por eso, contra el exceso de la velocidad, de la desmemoria y la experiencia del instante, Mandelstam buscaba todo aquello que en la naturaleza expresaba lentitud: el paso de los bueyes, la caída de la miel al salir de la botella, el rumiar de las vacas. Contemplarlo era para él una manera de sentir el paso del tiempo en la vida. Lo que Mandelstam quería decirnos es que sólo en la lentitud podemos recordar de una manera selectiva y abstracta para pensar y atisbar lo eterno. El tiempo, diría

Ossip Mandelstam

San Agustín, es la presencia, nuestra presencia siempre presente. Es en ella –que mediante la memoria hace que convoquemos el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras– donde nos movemos, transcurrimos y somos. Al permanecer en la presencia conservamos el tiempo y entramos en lo que de eterno hay en su aparente transcurrir. Si a causa de una hipermnesia o de una amnesia o, como sucede hoy, de una combinación de las dos, perdemos nuestra presencia, corremos el espantoso riesgo de destruirnos como humanidad. En las comunidades del Arca se reza por las noches una hermosa oración que no sólo habla de ello, sino que, en la detención a la que nos llama, nos permite experimentarlo: la Oración del Fuego, metáfora de la presencia: “Somos todos pasajeros y peregrinos, /encendamos pues un fuego en la encrucijada hacia lo eterno/ […]/ Pongamos un término al tiempo, un centro a tinieblas exteriores/ y hagámonos presentes en el presente/ este presente que en vano perseguimos en nuestros días,/ He aquí el presente,/ helo aquí ante nuestros ojos y en nuestro corazón./ El fuego es el presente que arde y brilla,/ es el presente que reza./ […]/. Es la muerte de las cosas muertas y su retorno a la luz/ […]/ Cantemos Gloria en la lengua del fuego, evidente y clara a todos los hombres./ […]” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine ●

Llegó una luz Takis Sinópoulos

Son señales me decías, mensajes de un cambio –¿pero qué buscaba tanta gente? una multitud me asustaba aquel día, me tapaba la vista. ¿A dónde mirar? alambres alrededor, por todas partes el invierno sin corteza, sembrando

en cada calle encuentros, lloviznas heladas –tú te enojabas leño tras leño al fuego, detrás del fuerte calor tantos años perdidos. Cegamos la ventana. ¿Quién apoya las manos en el tiempo? Llegó la voz por las fisuras, llegó una luz. No era tuya. La muerte que yo decía se quemaba afuera.

Takis Sinópoulos (1917-1981). En 1934 inició estudios de medicina que debido a la guerra con Italia y la ocupación alemana de Grecia no terminó sino hasta 1944. Como médico militar estuvo en el frente en Macedonia y posteriormente fue liberado del servicio en 1949. Participó en varios festivales internacionales de poesía y fue invitado al simposio de escritores griegos y españoles de la Resistencia, en Barcelona, en 1979. Pintor aficionado, editor y conductor de programas de radio sobre poesía griega contemporánea, fue miembro del comité de Democracia Panhelénica y, tras la caída de la dictadura de los coroneles (1967-1974), miembro fundador de Nuevos Poderes Políticos, una organización de tendencia social demócrata. Escribió quince libros de poesía y ha sido traducido al inglés, italiano, alemán y ruso. Véase La Jornada Semanal, núm.1227, 9/x/2016 Versión de Francisco Torres Córdova


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Bemol sostenido Alonso Arreola

@LabAlonso

Sols y el átomo dorado HACE UNAS SEMANAS pasaron por la casa Julia Zenteno y Javi Reyes, miembros de Sols. Querían compartir su disco debut así como una extravagante idea para la presentación que finalmente tendrán el próximo 23 de marzo en el Foro Hilvana del Centro Histórico de Ciudad de México. Se trata de un concierto por partida triple en el que mostrarán su obra mientras comparten escenario con EchoTest y Mylets, proyectos fuereños con los que se vinculan estética, personal y pedagógicamente. Un experimento que celebramos. Los primeros, EchoTest, son un trío conformado por Julie Slick, Marco Machera y Alessandro Inolti. Ella ha venido en numerosas ocasiones a México (con Adrian Belew y con una de las versiones del Crimson ProjeKct, vinculado a la genealogía de Robert Fripp, pionero del rock progresivo, fundador de King Crimson). Ellos presentarán el disco Daughter of Ocean. Mylets, por su lado, es el sobrenombre del curioso guitarrista Henry Kohen, quien vuelve acompañado por la violinista Andrea Calderón. Los primeros abordan un rock de tintes psicodélicos a través del cual explotan sanas perturbaciones rítmicas y armónicas; el segundo se ha hecho experto en el uso de Loops (procesadores para autoacompañarse y grabarse en vivo), al tiempo que estira las posibilidades de la guitarra con efectos extre-

Cinexcusas Luis Tovar

mos. Ambos oscilan entre lo instrumental y lo cantado y valen la pena. Junto a ellos, decíamos, Sols presentará su disco The Golden Atom. Sucederá en el Hilvana pero también está el plan de que pisen Morelia y Querétaro. Su idea es que en todas las plazas, a la par de los shows, suceda el taller Out of the Box. En él conviven con melómanos y músicos interesados en reflexionar sobre la creatividad con estéticas de afinación cambiada, de ritmo truqueado, de tímbrica ampliada y de cronologías traslapadas. Dicho esto, vale la pena hablar un poco más sobre el trabajo de Julia y Javi, justificación central de estas líneas dominicales, lectora lector. Volvamos a casa. Conforme la pareja repasaba una breve cronología de Sols, nuestro interés fue escalando. Llegado el momento de escuchar la grabación que hicieron en Holanda durante 2018, la sorpresa nos dominó por completo. No es fácil toparse con música tan madura en ejecutantes de su edad. Su compromiso es evidente. Ella es compositora, guitarrista y líder del conjunto. Su refinamiento es notable. Él toca el bajo con profundidad. Se complementan bien al hablar, al estar y al sonar. Tienen ambiciones

Sols

ancladas en una creencia que parece imperturbable, dinámica sólo en procesos naturales mas no en vanidades inservibles. Eso nos dio gusto, pues el género que abordan suele provenir de quienes ensayan modelos prestados, cimentados en poca originalidad y preceptos de enciclopedia. No podemos soslayar que son muchos los compositores que –tal como pasa con tantos “críticos”– respaldan su tránsito y decisiones en numeralias inglesas o italianas, en etiquetas de progresiva oposición, pero no en sustancias con su propio código postal. Así las cosas, si bien la música de Sols posee rasgos identificables en tiempo y espacio, sobrevuela en su propio adn y presume sin conflictos la tradición que ostenta. Dicho con simpleza: su arte tiene gran singularidad y se disfruta de esquina a esquina. Hablamos de piezas instrumentales en las que además de Julia y Javi contribuyen otros intérpretes encomiables: Nirl Cano (violín y live looping), Gabriela Suárez (guitarra), Mike Nuna (batería) e Ignacio Gómez (teclados). Lo que más nos entusiasma es que la complejidad de sus poleas se mantiene oculta, salvo excepciones necesarias. Los puntos de su tapicería entregan diseños ambientales, orgánicos, mayormente acústicos, que aplaudirían oídos conservadores del jazz y la música clásica, pero también inexpertos o consumidores ocupados en superficialidades. Porque lo de Sols tiene un carácter serio, pero cobija con amabilidad, distante de pretensiones que le estorben. Vayamos a verlos el 23, ¿le parece? Bueno: primero busque su tema “Acanto”. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●

@luistovars

Las fases de la Luna El cine, ante todo, es una manera de pensamiento. Jorge Ayala Blanco Cuarto creciente ¿Quién iba a decir, Bernardo, que cuatro décadas más tarde la Luna, mejor dicho tu Luna, volvería de súbito a mostrar su doble condición, mitad luz mitad penumbra? ¿Quién habría podido suponer que de nuevo iban a escucharse su canto y su silencio, primero en el grito callado al fondo de un pasillo oscuro, surgidos ambos, pasillo y grito, de la desesperación producida por un No Saber casi absoluto, dentro del cual habrá que sumergirse, paradoja grande, para encontrar la claridad? ¿Imaginaste que Caterina volvería, sólo que esta vez en otra fase, ya no a través del beso tierno en la mejilla del hijo, sino consumando los ciento ochenta grados del retorno al origen, que eso y nada más es la casona donde la nueva Caterina, pero la misma siempre, “vive y reina por los siglos de los siglos”?

felicidad del amor. Erigiré un monumento a éste, el más encantador de todos los sueños…” Hoy reducida casi exclusivamente al viejo cartel que anuncia una ya olvidada puesta en escena de Tristán e Isolda, la memoria va en busca de sí misma y se encuentra en el baúl donde, entre otras cosas, reposan ediciones ajadas de Nietzsche y de Rimbaud, que sin saberlo han aguardado el instante de ser vivificadas por una nueva lectura, la del hijo. Pero la memoria también se reencuentra consigo en las palabras y los actos del taxidermista, ya sea en medio de un puente que va del amor a la muerte, ya sea en su habitación, extrayéndole a un petirrojo la garganta, ya sea en la cantina-museo tauromáquico donde (se) confiesa, quizá más para sí que para el hijo de Caterina, que lo escucha: “Los cuerpos son como un recipiente donde se guarda el tiempo de todos los tiempos; por eso son sagrados…” ¿Habrá leído en Schopenhauer aquello de que “el hombre no debe compasión a los animales, sino justicia”? ¿Será consciente de su condición de discípulo avanzado? Testigo y mayordomo y heredero a su manera, él sabe bien de qué tamaño fue el amor entre Caterina y la anticuaria; por eso hizo lo que tenía que hacer y por eso de sus cuerdas vocales, las únicas capaces de cantar

después de que todo ha sucedido, es de donde surge la salmodia: “Soy ese viento que se cuela entre las tumbas/ Soy la canción de los dolientes/ Soy un silbido en el silencio/ Soy una carcajada enloquecida en la hora de mi muerte…” Cuarto menguante Ahí el vestido, apesadumbrado por el polvo en que los años acaban convertidos y sin embargo listo para ser atavío nuevamente, si uno quiere; ahí el juguete yaciente, dispuesto a la manera de ofrenda en el altar, donde el hijo puede reconocer su propia pleitesía; ahí el muñeco ennegrecido en su nicho y solitario, custodiando para que nadie lo sepa mientras el hijo vuelve, la placenta laberinto que es Museo y escenario y taller de taxidermia, todo junto. Ahí también el fin de ciclo que se busca desde el vértigo de recorrer la casa interminable en patineta, o con la nota reiterada de un bajo eléctrico que ya no es Wagner pero como si lo fuera porque el ave disecada, reina incontestable del Palacio que aun en ruinas no cede su última derrota y sigue plantándole sus muros tercos a los rascacielos, no se ha ido ni se irá, y hasta es capaz de amamantar a su hijo bienamado, ése que llegó para entender/se y aunque sus pasos lo lleven de regreso, se quedará de muchos modos. Luna nueva/Luna negra Lo dijo Schopenhauer, lo confirman Caterina, su hijo, la anticuaria y el taxidermista: “Puesto que el hombre en su totalidad es sólo el fenómeno de su voluntad, nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la reflexión, quiera ser algo distinto de lo que se es.” Luna mortis, Rafael Rangel, México, 2019 ●

Luna llena Igual que Wagner, también ella, la anticuaria convertida en una pieza más del Museo de la Decadencia en el que consiste su casa en ruinas, pudo afirmar alguna vez: “Nunca en mi vida había disfrutado de la verdadera Rafael Rangel


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LA JORNADA SEMANAL 10 de marzo de de 2019 // Número 1253

Ensayo Gonzalo Sánchez de Tagle

AYAX “¿

Cómo puede alegrarnos añadir un día a otro y apartarnos de morir?”, pregunta Ayax a su esposa Tecmesa. Para qué insistir en vivir cuando ya no hay dignidad, cuando la vergüenza es tanta que lo único honorable es morir. Ayax, el aborrecido por los dioses, es un héroe cuyo destino lo llevó a terminar con su vida en las costas de Troya. La humillación fue tanta que el resultado noble fue el suicidio, y esa es su enseñanza. La tragedia de Ayax, como muchos de los mitos e historias de los helenos, hay que encontrarla dispersa en varios textos. Los griegos tuvieron el enorme privilegio cultural de haber sido adoptados por los romanos. Su civilización resonó en los latinos y fue renovada en función de sus propios intereses, xiv todo a partir de Augusto. Por ello es que un personaje como Ayax se encuentra en odas, poemas, tragedias e historias a lo largo de casi un milenio. He ahí su riqueza, porque la esencia de su leyenda se fue acumulando a lo largo de los siglos.

Los dos tiempos del mito Hay dos tiempos en los mitos. El cronológico, que narra la historia del héroe, y el cultural, que sobrevive a la historia y describe la naturaleza humana. Ambos van aparejados pero mientras el primero termina, el segundo persiste más allá de sí mismo. El poeta Píndaro (siglo vi ac), narra en su quinta ístmica que, en Salamina, Hércules dedicó a Zeus el nacimiento de Ayax y le pidió que tuviera la fuerza de la piel del león de Nemea. Ayax deriva de la palabra aietos que en griego significa águila. En la Ilíada de Homero (se tiene la idea que los cantos homéricos, cuya época narrativa es del siglo xii ac, fueron compendiados en tiempos del tirano Pisístrato, en el siglo vi ac), la presencia de Ayax es abundante. En el Canto ii dice que partió de Salamina con doce naves, al igual que Odiseo de Ítaca. Hacia el Canto vii narra la batalla entre él y Héctor. En el Canto xiv relata de nueva cuenta un enfrentamiento entre el hijo de Príamo y Ayax, en el que casi termina con su vida, si Apolo no lo hubiera salvado. En el Canto xv, quizás el más importante en la historia del héroe, Ayax salva las naves griegas de ser incendiadas y, sobre todo, detiene la ofensiva troyana. Y en el Canto xvii rescata el cuerpo muerto de Patroclo. Todo esto sucede mientras los mirmidones se abstienen de participar en los combates, porque Aquiles se había enfrentado con Agamenón por

heroísmo, suicidio y dignidad

la esclava Briseida. Pero una vez muerto Aquiles, el primero, era de esperarse que Ayax tomara su lugar. En el libro xiii de las Metamorfosis, Ovidio (siglo i ac) narra el “Juicio de las Armas”, en las que se enfrentan Ulises y Ayax por el honor de recibir las armas de Aquiles. Ambos argumentan ante los reyes griegos porque consideran merecer tal distinción, pero influenciados por Atenea y por la astucia de Ulises, deciden dárselas a éste. Empero, Ayax sin duda las merecía. Cuenta Sófocles (siglo v ac ) que, indignado y colérico, corrió hacia su tienda en busca de venganza. Aquí la tragedia se desenvuelve y el destino del héroe se revela. Atenea, quien favorecía en todo momento a Ulises, engaña a Ayax y le hace creer que unas reses y carneros son los helenos. Cegado por la diosa, arremete en contra de las bestias, convencido de que estaba destruyendo a sus enemigos. Acto seguido, la diosa le retira el velo de la locura y, en una escena tétrica, se encuentra Ayax ensangrentado en medio de los animales descuartizados, rodeado de vísceras y cuerpos desmembrados. Así lo ve su esposa Tecmesa y su hijo Eurisaces, humillado por dioses y hombres, lleno de angustia y de dolor. Lo único digno que le queda al héroe es caminar hacia la playa y a su muerte, frente al mar de donde llegó en busca de gloria.

La conservación de la dignidad La posibilidad de conservar la dignidad la halló en el filo de la espada, en la que se dejó caer para que lo penetrara en las costillas, lugar vulnerable para el héroe. Por haberlos traicionado, los griegos no querían permitir que se le diera sepultura según la tradición y quizás, en la ironía de la tragedia, es el mismo Ulises quien defiende el cuerpo de Ayax. En el Canto xi de la Odisea, Ulises desciende al Hades a pedir consejo del clarividente Tiresias para poder llegar a su casa. Ahí se encuentra con Aquiles, que lamenta su muerte y mira a Ayax a la distancia. Le pide de alguna forma perdón y lo invita a olvidar el rencor; se intenta excusar diciendo que todo

fue provocado por Zeus. Pero, aun muerto, Ayax no cede en su furia y se retira con las almas. Ayax suicida representa el honor en la renuncia, la grandeza en la muerte y la nobleza en la espada que hace mérito a sus ancestros. Siempre segundo mientras Aquiles vivió, Ayax toma la decisión de no extender la vida un día más para apartarse y morir. Es un héroe al que nunca socorrieron los dioses, a los que, soberbio, rechazó para alcanzar más fama. No los necesitaba y no se lo perdonaron. En la ira divina, humillaron a Ayax y él no pudo más que morir, abdicar de la vida y conservar su dignidad ●


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