■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de Abril de 2017 ■ Núm. 1152 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
El
rEnacimiEnto dE
Anne Sexton eVe Gil
• Espionaje a la mexicana: el caso VillaVicencio, Jacinto Barrera Bassols • Un profeta llamado renato leduc, ricardo Guzmán Wolffer • El amor según John donne, Jair cortés
2
B alada de los amigos muertos J uan M anuel R oca Para María Luisa Mejía, en la memoria.
ANNE SEXTON: VIVIR Y MORIR A VOLUNTAD Comenzó su carrera literaria hasta los veintiocho de su edad, le bastaron dos años para llegar a ser una de las poetas estadunidenses más relevantes del siglo XX, fue amiga entrañable de la también poeta Sylvia Plath, y antes de cumplir cuarenta recibió el Premio Pulitzer por Vive o muere, su tercer poemario. Sin embargo, la vida de Anne Sexton estuvo marcada desde siempre por una infancia extremadamente complicada, inestabilidad emocional y reiterados intentos de suicidio, el último de los cuales finalmente fue exitoso. Eve Gil evoca los múltiples modos en los que Sexton supo renacer, sobreponiéndose sobre todo a sí misma. Por su parte, Jacinto Barrera Bassols habla de Antonio Villavicencio, protagonista del que debe ser el caso más peculiar de espionaje político al estilo mexicano, sucedido en tiempos de la Revolución y en territorio estadunidense. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Dicen que están muertos. Irremediable y porfiadamente muertos. Sin embargo Me tropiezo entre los transeúntes Con el más sedentario de ellos. Uno pasa en su niquelada bicicleta Como una vieja canción olvidada, Otro me llama por teléfono Y se queda suspendido en el silencio, Creo que quiere cerciorarse De que vivo en el mismo vecindario. No sé por qué diablos Pero parecen estar más vivos Que la multitud que vocifera En los combates de lucha y de boxeo, En los desfiles y en los jubileos. Sospecho que algunos tienen la clave De mi casillero, la llave perdida De mi buzón de hojalata Pues a cada tanto encuentro sus huellas Entre mis cartas y facturas: Un sobre arrugado con estampillas De un país que se fue de sí mismo trepado En barcos, en barcazas y en caballos, Un diario atrasado Con noticias del fin de la guerra, La invitación a un baile de carnaval En casa del vendedor de lámparas Que se apagó antes que ellas se encendieran. Me temo que los amigos muertos Tienen franquicia todos los domingos Para venir a tararearme canciones En viejos dialectos llegados de ultramar Por el lento correo del recuerdo. Abro el libro. Leo una novela Que habla de los mares del sur Y de pronto me detengo en la palabra Que un viejo camarada Solía decir a toda hora. La saboreo como a una fruta jugosa Y entonces vuelven las muchachas Del primer baile, Caminamos los rieles de una vieja carrilera O corremos junto al perro Al paso del tren. La muchacha que me acompañó En las noches más oscuras del país,
Que me dio albergue en los tiempos Cuando cursamos la asignatura del peligro, Una pequeña diosa maorí, Nuestra señora de los naufragios Que tenía un reguero de lunares en la espalda, Llega a deshoras Cruzando escolleras y espolones. A todas luces yo le resultaba Un feroz espectáculo de soledad, Alguien que era su propio mono de organillo. El amigo muerto que vive Abriendo una ruidosa botella de vino Y que tintinea un vaso de cristal En el mesón de la cocina, Conoce muy bien la soledad De mi despensa. Algunos profesores insisten en hablar Del fundador de Cedrón Como de un remoto muerto, Agarran una pala y lo sepultan En un latín de sacristía, Pero él se encarga de negarlo Cuando veo desde la carretera Las ruinas de un pueblo junto al mar Que tienen el color de sus fantasmas. Dicen que están muertos. Irremediable y porfiadamente muertos. Pero entonces, ¿cómo diablos Se las ingenian para entrar en mí Como a un viejo caserón, Para viajar conmigo a un cafetal En medio de las lluvias, Para armar tanta alharaca en mi silencio Y hacer en el tablero de los días Un enroque de vacíos por mantas de lana Y de toscas mortajas por veleros? Para estar muertos Le han tomado mucho gusto A entrometerse en mis palabras Y a repetir que el legendario fantasma Que recorría el mundo No vive jubilado en un hospicio. Yo cuido con esmero El jardín de los amigos muertos, Aunque francamente joroben demasiado Recordándome el libreto que reposa En la oficina de objetos olvidados.
Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseñ o y formación: m arga P eña , Diseño de Columnas: J ua n g a b r i e L P u g a , Relaciones públicas: V e r ó n i C a S i L V a ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Nacer dos veces Foto: poetryfoundation.org
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
Renato Leduc Ricardo Guzmán Wolffer EL POETA NACIDO EN CIUDAD DE MÉXICO FUE TELEGRAFISTA PARA FRANCISCO VILLA.
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
Un profeta llamado
3
Foto: Leonora Carrington
D
e Renato Leduc (México, 18951986) se recuerdan muchas anécdotas. Personaje señero de una generación donde el cacumen se mezclaba con lo académico, basaba su producción en una vida de trabajo en los más distintos lugares de la historia mexicana: telegrafista villista, censor cinematográfico, diletante en París, periodista combativo. Pero poco se le tiene como poeta, a pesar de que sus versos tenían mucho de crítica y más de ese humor franco y eficaz que lo hizo parte ineludible del México que habitó. Las correrías de esa generación muy anterior al sida, el ViH y demás enfermedades que hicieron cambiar algunas costumbres sexuales, están en la prosa de Leduc. Desde el amante de la esposa que amanece en la cama conyugal y escucha la vida campirana entre el gallo, el buey y las estrellas que se disuelven en el amanecer (“Égloga iV ”), hasta la ciudad que cobija lo mismo a madres obesas de hijos pequeños hasta las doncellas del cabaret (“Oda a la ciudad”). Pero el sexo anida en las formas primordiales: el hijo que ha matado al padre, sueña que el río se lleva el cadáver de la hermana, profanada por el incestuoso y sus “turbulentas entrañas” (“Parricidio”). Más allá de la forma poética en que Leduc traslada el crimen a formas cinematográficas, el poema nos da la visión del autor, más preocupado por cómo veremos al cuerpo flotante de la hermana, desnuda y mostrando “un seno, el sexo dorado, otro seno” en la superficie del agua, apenas con el nivel suficiente para refractar esa piel y sus turgencias. Leduc anuncia sus contenidos favoritos (“Temas”): “Va pasando de moda meditar./ Oh, sabios, aprended un oficio./ Los temas trascendentes han quedado, /como Dios, retirados de servicio./ La ciencia… los salarios…/ el arte… la mujer…/ Problemas didascálicos, se tratan/ cuando más, a la hora del cocktail.” De ahí que el libro “del buen amor” tome las pesadumbres que las mujeres dejan en los cínicos y los tímidos, todos burlados y burladores en las lides de las féminas y sus despechos y apetitos. Abierto crítico de la religión y sus abusos, filtra a la Virgen de Guadalupe en un poema dedicado a otra Guadalupe, con quien vive el amor entre sus ojos oscuros, “negros como la fama de una suegra” (invocación a la Virgen de Guadalupe y a una señorita del mismo nombre: Guadalupe). En el sentimiento del siglo xxi , donde privan los sentidos y la individualidad, Leduc acierta en lo atemporal del disenso entre hombres y mujeres y, como buen macho de su época, acepta el dolor que infligen las hembras que deciden sobre los moscardones que las circundan. Más allá del discurso femenino de independencia e igualdad, Leduc pervive en el imaginario inconsciente de quienes se duelen de no compenetrarse con el sexo contrario. “Mas por una padecen los jóvenes, los viejos,/ los sabios, los mediocres, los pendejos…/ yo, que la sufro cerca, tú, que la lloras lejos…” (aquí se presume que todo linaje de hembras son, aunque deseadas, malas). Leduc, el visionario, no dejó de burlarse de los corruptos. Banqueros y funcionarios eran sus favoritos. En la parte final de un sexenio donde los es-
cándalos de corrupción brotan, gracias a la información de redes sociales imposibles de ser censuradas como sucedía con diarios y televisoras de hace unas generaciones, retomar a Leduc y sus críticas provoca una sonrisa no sólo por ver cómo verdaderamente la corrupción no es algo novedoso, sino por admirar la elegancia en las formas y la profunda mirada humorística de quien comprende que sólo queda señalar al corrupto ante la imposibilidad de un cambio de fondo real. No lo sabría Leduc, que vivió la Revolución y sus componendas. Trata al banquero como un coyote. “Cual diligente perro de negocios/ viaja por el desierto a trote largo/ como si fuese a una reunión de socios/ y de usurario banco a hacerse cargo.” Fiel a la tradición humorística de hacer escarnio propio para evidenciar al lector, muestra que, como aquel banquero del que habla, él le debe ese homenaje al “Señor de la rapiña… y del vagabundaje.” (“El coyote”). Dentro de sus muchos aciertos, el poema señero que describe a los legisladores obedientes (“El diputado”) resume la perspectiva ciudadana sobre quienes cobran por no trabajar: no comparecen a las reuniones legislativas, incluso los representantes de partido; saltan de una Cámara a otra durante décadas, gracias a los nombramientos plurinominales o a colocar candidatos en distritos asegurados; se duermen o chatean cuando van y, como en la toma de protesta de Calderón, son capaces hasta de golpearse o arrojarse objetos desde la “máxima tribuna” del país, en franca instrucción a los salteadores de supermercados que usan los gasolinazos como pretexto para delinquir; o simplemente obedecen, como sucede en la Cámara de Senadores, donde se aprueban por mayoría nombramientos propuestos por el Ejecutivo con clara dedicatoria –ternas de un solo aspirante– en lugares claves del sistema mexicano: ministros, fiscales, etcétera. Pero, bien refiere Leduc, el asunto es llegar al puesto, lo demás es lo de menos: “Trasudando sufragio-efectivo/ caga sangre el señor diputado/al pensar que pudiese algún vivo/comerle el mandado…” Emparentados políticamente legisladores y magistrados (especialmente los elegidos por vía legislativa y no por oposición), estos últimos también son evidenciados por Leduc (“El señor magistrado”) como de “criterio cretino pero afilados dientes”. Los políticos y las mujeres como fuente de desdichas son dos de las muchas constantes en el imaginario mexicano. Leduc las inmortaliza con precisión literaria y, mejor aún, con el matiz humorístico que permeó por décadas en su crítica pluma, donde quienes sabían leer el mensaje “oculto” podían identificar al destinatario de la pulla. Al final, las malas gestiones de políticos y comerciantes (siempre los banqueros para Leduc) llevan a una inexistente justicia social donde millones apenas sobreviven y pocos llegan a ser millonarios de nivel mundial, algunos por trabajar y otros por robar: eso no le importa a los niños famélicos que levantan la mano ante la falta de oportunidades. “¿Dónde está la justicia…? Debajo de una mesa/ contempla al magistrado que eructa y que bosteza…”
•
4
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
EspionajE a la mexicana: Jacinto Barrera
P
ara los historiadores que han abordado los temas binacionales durante los años de la Revolución –empezando por el Friederich Katz y su seminal La Guerra secreta en México (México, 1981)–, ha existido un mítico acervo que, por sus dimensiones y características, resultó tan apetecible como inabordable. Apetecible como todo acervo desconocido e inabordable dadas su dimensiones (más de 100 mil fojas). Inabordable también por el desorden que reina entre esos papeles, de los que no existe guía para adentrarse en su laberinto. Se trata de los documentos de la Oficina Federal de Investigaciones ( Foi , después Fbi ) de esos años, conocidos bajo el rubro “ Fbi Mexican Files 1908-1921,” mismos que ya pueden consultarse vía electrónica en https://www.fold3.com/browse/250/hhqJwp03TxzbNhX8n En el libro existe una gran laguna en la biografía de su oscuro personaje, el exinspector de la policía de Ciudad de México, Antonio Villavicencio. En ese recuento lo dejamos, a fines de 1914, tomando un barco en el puerto de Veracruz que lo llevaría al exilio después de colaborar con las fuerzas estadunidenses de ocupación para reencontrarlo, apartado del servicio público, en Ciudad de México, hacia 1920. Algunos documentos del acervo mencionado llenan, con aguas negras por cierto, esa laguna. Hace un siglo el gobierno de México buscó crear un aparato de inteligencia en Estados Unidos. En 1915, Ramón P . de Negri, entonces cónsul en San Francisco, reclutó a un colega de dudosa nacionalidad y filiación, Jesús m. Arriola, para formar lo que llamó “Oficina Mexicana de Investigación”, cuyas siglas en inglés no dejan duda de su fuente de inspiración, el “moi ”. Un año después, en julio de 1916, el nombre propuesto por Arriola fue incluso más explícito: “Servicio Secreto Político de México en Estados Unidos”. El nombre le gustó al general Cándido Aguilar, uno de los yernos preferidos de Venustiano Carranza y uno de los encargados de sus diversos aparatos de inteligencia. A pesar de reglamentos y acuerdos y, siguiendo la proverbial costumbre política mexicana caudillista, el “Primer Jefe” le otorgó, al mismo tiempo y de manera informal, iguales atribuciones y tareas a otro hombre de su confianza. En este caso a Andrés g . García, quien entonces ocupaba el siempre clave consulado de El Paso, Texas. García era primo hermano de uno de los sobrinos preferidos de don Venustiano, el entonces embajador en Washington, Eliseo Arredondo. No es de sorprender que con semejante parto, aunado al natural acoso por los aparatos de inteligencia de Estados Unidos (el propio José m . Arriola fue detenido alguna vez en Phoenix, Arizona, por agentes federales), los resultados del Servicio Secreto Político de México en Estados Unidos fueran tan magros que el
BURÓCRATA, OPORTUNISTA E INCLUSO LADRÓN, MÁS QUE UN ESPÍA, ANTONIO VILLAVICENCIO PREFIGURA MUCHO DE LA IMAGEN DEL POLÍTICO CONTEMPORÁNEO.
historiador que se tomó la molestia de enumerarlos sólo encontró dos: la infiltración de la junta felicista en 1917, con la que se pospone una incursión armada al sureste mexicano, y la intercepción de una carta del inefable senador Albert Fall ofreciéndole dinero a Francisco Villa a cambio de la protección de sus propiedades en Chihuahua. (Y ya se sabe que el senador Fall fue quizá el primero que les vendió a los suyos la idea de Estados Unidos como una víctima de su mal vecino.) Los conflictos entre Arrriola y García, con el debido intercambio de acusaciones de deslealtades al “Primer Jefe”, derivaron en la destitución del primero en noviembre de 1917, dejando acéfalo y en el limbo el novísimo aparato. De esta manera, las tareas de inteligencia del gobierno mexicano en territorio estadunidense regresaron al viejo modelo porfiriano, donde los cónsules las acometían esporádicamente con la ayuda de detectives privados estadunidenses y soplones e informantes mayoritariamente mexicanos.
FRONTERAS QUE SON TRINCHERAS
C
omo se sabe, a partir de 1914, con la intervención de Veracruz como materialización de una amenaza permanente, las relaciones entre Estados Unidos y México entraron en un periodo de conflicto álgido que habría de durar un par de lustros antes de encontrar un nuevo equilibrio. Lo que importa destacar es el lugar clave de la zona fronteriza en tal escenario pues, además de campo de batalla de pequeñas (y no tan pequeñas) escaramuzas entre fuerzas armadas de los dos países (formales e informales), en ambos lados de la frontera, ésta devino espacio clave en la es-
trategia central que desarrolló el vecino del norte para intervenir en la política interna de México. En ella, como se sabe, el control del flujo (bajo modalidades legales e ilegales toleradas) de armamento hacia territorio mexicano fue mecanismo central. A través de dicho control el gobierno estadunidense incidió en los equilibrios militares entre las distintas facciones revolucionarias: villismo, felicismo, carrancismo, etcétera, obteniendo, por este medio, concesiones de todo orden, además de, por supuesto, jugosas ganancias dinerarias. Ese mecanismo está en vigencia hoy en día. Solo cámbiese “facciones” por “cárteles,” y la afirmación cobra sentido. Por otro lado, se pueden aquilatar los cambios en la percepción historiográfica en los trabajos de los historiadores texanos Harris y Sandler, quienes hace una década, para referirse a la frontera de los
V illaVicencio fue un burócrata porfirista más que continuó medrando durante la r eVolución , en su caso , en el consulado del entonces claVe puerto de n ueVa o rleáns .
Foto: Colección de Russell Lee/ The Dolph Briscoe Center for American History/ Universidad de Texas, Austin
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
5
Postal de 1915, “mexicanos bandidos” asesinados por Rangers de Texas. Foto: Museo Bullock Texas State History Museum
el caso AntonioVillaVicEncio años de revolución en México, utilizaban como símil al Muro de Berlín y actualmente consideran que es más correcto compararla con la frontera entre Afganistán y Pakistán de la interminable guerra actual. Por si hubiera alguna duda, el Afganistán de esa época sería Estados Unidos y México la nuclearizada Pakistán. (Harris y Sandler, 1988,55; 2015, 463.) Tal era el caso de los llamados “constitucionalistas.” De ahí que poco o nada se haya escrito sobre el entramado de negocios que la oligarquía carrancista formó del otro lado de la frontera para habilitarse de los artículos necesarios para sostener a sus ejércitos. De ahí también que los personajes a quienes hemos visto a la cabeza de los aparatos de inteligencia política dentro de Estados Unidos, Arriola y García, fueran, en todos los casos, a su vez honorables “comerciantes” establecidos.
¿QUIÉN FUE VILLAVICENCIO?
P
ero veamos qué nos cuentan los papeles del Fbi acerca de Antonio Villavicencio en tal contexto. Entre esos documentos hay referencias a un tal F . C . Villavicencio, un burócrata porfirista más que continuó medrando durante la Revolución, en su caso, en el consulado del entonces clave puerto de Nueva Orleáns, refugio del nutrido grupo resentido y complotista agrupado en torno a Félix Díaz, al cual F . C . servía a trasmano de sus entonces superiores carrancistas. La Inteligencia Militar y la Fbi , abrumadas por los miles de mexicanos activos en la política que se refugiaron en el país del norte por esos años, solían confundir la identidad de muchos de ellos. De ahí que a Antonio Villavicencio lo identificaran retrospectivamente con aquel cónsul porfiriano o como agente maderista en Estados Unidos en 1912 (Fbi Mexican Files 1909-1921 (nara ); exp. 232-2737, ff. 16-7) y sólo hasta principios de 1916, los agentes federales lo ubicarán
con toda certeza en eu , escribiendo memorandos para el agente federal e .b . Stone acerca del doctor y general Felipe Dusart y su desastrado intento de cumplir la encomienda de Francisco Villa de poner un pie en la lejana Chiapas. (232-233, ff 2-3.) Si Villavicencio llevaba consigo un archivo o escribía apelando a su memoria e inventiva no lo sabemos, pero el caso es que su carrera de informante de la Oficina Federal de Investigaciones no parece haber prosperado. Quizá porque su información no resultó confiable y por no saber hablar inglés, tal y como el agente Stone lo señalara. Un par de años más tarde, a principios de 1918, la Inteligencia Militar estadunidense ubicó a Villavicencio en Laredo, Texas, como recién ingresado “con un falso pasaporte” y lo clasificó como “peligroso agente alemán”, el peor de los estanquillos posibles tomando en cuenta que Estados Unidos había ya entrado a la Gran Guerra. (232-2737, f. 19 y 232-233, f. 14). Quien filtró la información a los federales acerca de Villavicencio era un viejo colega suyo, profundamente resentido por las trapacerías y traiciones de su antiguo jefe. (232-2737, f. 13) Francisco Chávez, tal era su nombre, regenteaba para 1918 el Hotel Morales en San Antonio, Texas, un lugar frecuentado por traficantes, contrabandistas y toda clase de refugiados de origen mexicano desde donde Chávez ejercía su condición de informante de las autoridades locales y federales. Aunque simulaba estar alejado de la disputa facciosa, introducía información favorable al felicismo suministrada a su vez por el jefe de inteligencia de esa fracción, David de la Fuente (el exjefe de la policía de Francisco i . Madero, al que por cierto terminó traicionando). A decir de De la Fuente, el hombre del káiser junto a Venustiano Carranza era Alberto Woem, el dueño de la fábrica de papel de Peña Pobre en esta ciudad, de quien Villavicencio sería el representante directo en Estados Unidos (232-2737, f. 27). Inteligencia Militar, por su parte, manejaba otro
*
dato sobre la relación de Villavicencio con el empresario Woem: éste “mantenía un amor criminal (sic) con la hermana de Villavicencio”. A saber. El caso es que los felicistas tenían sobradas razones para estas infidencias sobre Villavicencio, ya que aseguraban que una de las tareas encomendadas por el execrable Victoriano Huerta a Antonio (a todas luces fracasada) había sido asesinar al jefe Félix en su natal puerto de Veracruz (“Fue enviado por Madero (sic), a Veracruz para asesinar a Félix Díaz;” idem). Los agentes federales estadunidenses, a su vez, tenían conocimiento de que Huerta utilizó a Villavicencio como vigilante del enviado personal del presidente Wilson, el flemático John Lind, quien quedó varado en el puerto de Veracruz a partir de octubre de 1913 y, en su momento, con órdenes de proteger al entonces candidato presidencial de las nunca realizadas elecciones de ese año (232-2737, ff. 16-7). Como se sabe, Lind dio cobijo en su casa al temeroso Díaz y de la mano, ante los ojos de Villavicencio, le acompañó al refugio seguro del buque cañonero Luisiana. Y todo esto a escasas semanas de la invasión de 1914.
EL SERVICIO SECRETO
C
omo sea, el departamento de inteligencia del ejército estadunidense no tardó en ubicar a Villavicencio en el entramado correcto. El mayor Robert Barnes concluyó su informe al respecto aduciendo que Villavicencio se encontraba de ese lado de la línea “en comisión para establecer un servicio secreto a cuenta del gobierno de Carranza.” Que bajo el estatus de refugiado trabajaba en servicios de información con ramales en pueblos y ciudades de El Paso a Brownsville. Que tenía como lugartenientes al detective cubano a.r. Carricarte (quien también había trabajado para Díaz y Huerta), al diputado con licencia Carlos Campero y al coronel y comerciante Tomás Piñeiro (232-334, p.3). sigue
F
6
usted sabe dicho personaje fue uno de los esbirros que con más escarnecimiento persiguió a todos los revolucionarios y su sola presencia en México ha hecho levantar un oleaje de indignación de todos aquellos que no olvidan las persecuciones y vejaciones que les hizo sufrir. No ignora usted también la labor que en contra del Gobierno está desarrollando en la frontera el Sr. Piñeiro. Por todas estas consideraciones, espero que usted obrando en este asunto de acuerdo con sus convicciones de revolucionario, será el primero en evitar se le permita vivir en México y no utilizará sus servicios que de ninguna manera serán provechosos a nuestra Causa.
Esta fue la contundente respuesta de Barragán:
El 18 de junio de 1916, 110 mil miembros de la Patrulla fronteriza “resguardan” Brownsville, Texas, por órdenes del presidente Woodrow Wilson Foto: Colección de Runyon/ The Dolph Briscoe Center for American History/ Universidad de Texas, Austin
los agentes federales estadunidenses, a su Vez, tenían conocimiento de que Huerta utilizó a VillaVicencio como Vigilante del enViado personal del presidente Wilson La lenta y, a veces, sorprendentemente errática inteligencia militar se equivocaba, una vez más, al otorgarle tal jerarquía a Villavicencio, pues en realidad era Piñeiro el personero directo de Carranza.
NUESTRO HOMBRE EN TEXAS
T
omás Piñeiro era un excoronel del ejército porfiriano, finquero cafetalero, acaparador de tierras y cosechas, propietario de depósitos de cerveza en la región de Orizaba, Huatusco y Córdoba, traficante de mano de obra en esa región, especializado en captación y tráfico de mujeres indígenas lavadoras de café, además de hostelero en Orizaba y diputado federal. Por este cargo, tras la disolución de la Cámara por Victoriano Huerta, fue detenido en Veracruz el 26 de noviembre de 1913, cuando Villavicencio era el jefe de la policía del lugar. En tales circunstancias, Villavicencio y Piñeiro consolidaron su amistad. Liberado a la caída del dictador, Piñeiro se trasladó a Texas, donde se incorporó a la casa comercial de J. García y Co., además de convertirse en broker de la De Bons House (232-334, p.2). El excoronel se dedicó por años a la venta y contrabando de armamento, ropa y vituallas para las tropas de las distintas facciones hasta decantarse por la facción carrancista. Tan se ganó la confianza de “Primer Jefe” que éste le nombró Superintendente de la División Norte de los Ferrocarriles de México, A decir de la Fbi , Piñeiro estaba asociado al contrabando de ganado robado en México, a través de Jesús m . Arriola, el ya mencionado creador del mbi , y un tal Francisco Ibarra. Con el dinero compraba armamento que vendía, entre otros, al general constitucionalista y pariente directo del “Primer Jefe”, Fernando Peraldi Carranza, entonces a cargo del norte de Coahuila. Además, Piñeiro fungía de agente financiero personal de don Venustiano gracias a sus contactos con casas financieras y bancos de Saint Louis y Nueva York.(232-334, p.3; idem, p. 2).
Al mismo tiempo, través de la Cruz Roja y con permiso del gobierno estadunidense, importaba granos y otros alimentos a Monterrey. Cuando alguna vez fue detenido por contrabando de joyas, dio como referencia al señor José León Cánova, el entonces subsecretario de Asuntos Mexicanos del Departamento de Estado. La referencia fue correcta. Piñeiro, que también contrabandeaba dinero y plata mexicana, fue de inmediato liberado.(232-2373, pp.25-27). En ese entonces Villavicencio tenía su cuartel general en el lobby del Hotel Travels & Bonder de Laredo. Sin pasaporte atravesaba la frontera día y noche gracias a un pase que las autoridades aduanales texanas le otorgaron y que el Departamento de Estado avaló (232-333, p. 6.). Acariciando los viejos tiempos idos no tardó en contratar a un secretario particular. No ha de sorprender que el contratado fuese el agente de la Fbi , J . J . Lawrence, ni que, mientras con discreción dejaba a su alcance su correspondencia privada con el “Primer Jefe”, se ufanaba de que éste preparaba su regreso a Ciudad de México para volver a ocupar la Inspección General de Policía, a lo que sólo se oponían, afirmaba, algunos revolucionarios resentidos (232-2373, pp. 7-8). Estamos en junio de 1918. Dos meses más tarde, algunas autoridades estadunidenses menores (probablemente aquellas no cohechadas) estaban escandalizadas con las cifras del contrabando orquestado por Piñeiro y sus secuaces: hablaban de 500 mil dólares en plata, además de armas, vituallas, granos, ganado robado del otro lado de la frontera, seda (232-3282, p. 2-3 y . 232-3290, p. 1). Esos fueron buenos tiempos para don Antonio, pues acompañó a Piñeiro a San Antonio a pasearse en aeroplano, poco antes de partir a Ciudad de México (232-2373, pp. 20-21).
ESPÍAS COMO POLÍTICOS: POBRES SI SON POBRES
N
o sabemos si el agente Lawrence tuvo en sus manos las cartas que intercambiaron el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Cándido Aguilar, y el jefe del Estado Mayor Presidencial Juan Barragán en octubre de 1918. De ser así, se habría dado cuenta que no todo era fanfarronería en las confidencias de su segundo patrón. Este intercambio epistolar no tiene desperdicio: He tenido noticia –escribió don Cándido– de que se encuentra en esta capital don Antonio Villavicencio, traído por Tomás Piñeiro. Sé también que se le va a conferir alguna comisión ya sea aquí o en el extranjero. Como
Refiriéndome a la atenta carta de usted fechada el 10 de los corrientes, me permito manifestarle que estuvo en efecto en este Estado Mayor a hablar conmigo el señor Antonio Villavicencio, acompañado del señor Tomás Piñeiro, habiendo conocido a ambos hasta entonces. Desde luego dí cuenta al Señor Presidente con esta entrevista, y el propio Primer Magistrado me manifestó que Villavicencio y Piñeiro habían obtenido permiso para pasar a esta Capital, y que desde hacía más de un año venían prestando ayuda al Gobierno con sus investigaciones en la frontera con Estados Unidos, acerca de los procedimientos de nuestros enemigos. En vista de lo anterior y atendiendo indicaciones del mismo Señor Presidente, dí al señor Villavicencio una clave para que comunicara sus futuras informaciones, habiéndose reducido a esto la entrevista que los precitados señores tuvieron conmigo. Manifiesto a usted además que el señor Villavicencio conferenció extensamente con el señor licenciado Manuel Aguirre Berlanga, Secretario de Gobernación. Con la estimación de siempre, me repito de usted amigo y respetuoso servidor. Juan Barragán.” (Fondo Venustiano Carranza, CEHM-CARSO, Carpeta 125 doc. 14149 y 14085)
Con todo, la anterior misiva marcó el fin del sueño de glorioso retorno de Villavicencio, y aunque para febrero de 1919 lo encontramos a cargo del aparato de espionaje fronterizo, ante la ausencia de su jefe Piñeiro, poco a poco fue siendo desplazado al papel secundario y subordinado de sus últimos años. (232-2987, p. 9.) En agosto de ese año, cuando ya debilitado dentro y fuera del país, Carranza intentó una vez más modificar su estrategia de espionaje en la frontera, entregando a militares dicha función, don Antonio ocupó en tal esquema un lugar menor en tan desastrado intento. Desastrado, entre otras cosas, porque el jefe del flamante Servicio de Inteligencia Militar, el mayor Juan Fernández, tuvo a bien fugarse con los fondos destinados a dicho servicio (232-2946, p. 10). El olfato para abandonar a tiempo a sus amos tampoco le falló en esta ocasión a Villavicencio. Así, en la última reunión del aparato de inteligencia carrancista que a mediados de noviembre se llevó al cabo en Laredo, Texas, bajo la dirección de Fabián Favela, el jefe militar de la Zona adyacente, Reynaldo Garza y que contó con la presencia del reciclado José m . Arriola, en esa reunión, repito, Villavicencio ya no apareció (idem). Esperaría el momento adecuado para viajar a Ciudad de México y refugiarse entre los aparadores de lencería del Palacio de Hierro
•
*Texto leído en la presentación de la primera reimpresión de Jacinto Barrera Bassols “El Caso Villavicencio. Política y violencia en el porfiriato.” ( INAH , 2016), en la 38º Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, 2 de marzo del presente. Por razones de espacio sólo se citan aquí documentos de primera mano. Para una versión anotada diríjase a jbarrera.deh@inah.gob.mx)
7
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
VOZ INTERROGADA
Poder político y corrupción: el porfiriato como origen entrevista con Jacinto Barrera Bassols Miguel Ángel Quemain EL LIBRO EL CASO VILLAVICENCIO, DE JACINTO BARRERA BASSOLS, EXPLORA LAS REDES DE PODER QUE EXPLICAN AL MÉXICO ACTUAL.
Jacinto Barrera Bassols. Foto: Melitón Tapia INAH
E
l caso Villavicencio. Política y violencia en el porfiriato (Alfaguara, 1997; primera reimpresión inaH , 2016), de Jacinto Barrera Bassols, es un libro que resistió el paso del tiempo y hoy ilumina un territorio político e histórico que va del porfiriato a nuestros días, y es una herramien ta de análisis para entender varios aspectos de nuestra frontera con Estados Unidos desde el punto de vista de la seguridad entendida como un conjunto de políticas y percepciones sobre lo extranjero, la migración y los contrastes que Trump se propone acentuar. “Siempre que se reedita un libro, o se reimprime como es este caso, la apuesta es que no haya quedado obsoleto tanto desde un punto de vista formal digamos en términos de información del tema y del abordaje. Afortunadamente pude volver a leerlo y encontré que podía hacerse una lectura actual tanto en el sentido de la historia que se narra como en el de las posibles relaciones de larga continuidad que hay en lo que trata el libro con relación al presente.” Esto en cuanto a su contenido; “en cuanto a las fuentes es un hecho que siempre habrá la posibilidad de encontrar nuevas metas de investigación, que es un hecho común al quehacer histórico”. Sin embargo, lo que le pareció sorprendente fue “el hecho de encontrar en un archivo como el de los documentos de la Fbi sobre principios de siglo. Se trataba de una materia que abría una nueva perspectiva sobre la historia de este personaje (Antonio Villavicencio, cuyo caso da título al libro)
y a través de él, también sobre una parte de la historia de la zona fronteriza, entre muchas otras cosas”. Aunque lamenta que no se trate de una segunda edición que llene algunas lagunas que tiene la primera, gracias a la aparición de nuevas evidencias, sabe que el enfoque de su trabajo, la perspectiva que da el concepto que lo anima, seguirá vigente y absorberá los nuevos hallazgos documentales: “Existe una gran laguna en la biografía de su oscuro personaje, el exinspector de la policía de Ciudad de México, Antonio Villavicencio. Algunos documentos del acervo mencionado llenan, con aguas negras por cierto, esa laguna. Por supuesto que me hubiera gustado haberlo incluido en una segunda edición y no ya en una primera reimpresión del texto.” Su manera de abordar la historia permite entender no sólo las grandes series en las que están inscritos los acontecimientos, sino también cómo se inscriben las subjetividades que deciden, piensan, sienten y hacen de la historia una especie de hazaña personal que retrata por momentos como si fueran parte de un universo novelesco. Autor de Pesquisa sobre un estandarte y editor de las obras completas de Ricardo Flores Magón, que se mantienen vivas y en un diálogo permanente con investigadores e interesados por este legado fundamental de nuestra historia, Barrera Bassols es un historiador que vive en el rigor de los archivos, pero también en un ejercicio literario que consiste en ir sobre los rieles de la crónica. El Caso de Antonio Villavicencio pone sobre la mesa el aspecto más deleznable y oprobioso del porfiriato: el río subterráneo de la corrupción y la violencia de un régimen incapaz de calcular el costo de un progreso inequitativo que marcó la primera mitad del siglo xx mexicano. Para Barrera Bassols es deleznable cualquier intento de idealizar al porfirismo, de “hacerlo una época entrañable”. Es un mundo donde se encuentra el desarrollo de muchas de las redes de poder que explican y aclaran el México actual. El historiador Barrera Basols no cedió a la tentación psicologista de trabajar sobre la biografía de un personaje sumamente atractivo desde el punto de vista de la literatura, sino asediarlo en una indagación documental que muestra una especie de “biografía sin rostro”, como él la ha llamado también. Su conocimiento del período porfirista incluye una visión sobre varios elementos que componen el mural político y social de entonces. Uno de ellos, que viene de ese mundo fascinante del magonismo, es el periodismo. “Sin duda, el
tema está ligado, digamos, a la condición de periodistas de Ricardo y sus hermanos Enrique y Jesús. El archivo de Ricardo está nutrido de una relación con el periodismo y sus posibilidades de expansión temática hacia rubros muy distintos de la sociedad de ese momento.” Alumbra todas las ramificaciones de una actividad como la informativa y, por lo tanto, también las reacciones del poder frente a la misma. “El archivo de Ricardo, por decirlo así, es algo más que un archivo personal: es una mirada en torno al conjunto de la vida social del porfiriato, por lo tanto, es una perspectiva absolutamente distinta a la que podría ofrecer un archivo oficial, digámoslo así. Por lo mismo también remite a todas las luchas tanto de los liberales como de muchos actores más en torno a la prensa y a los escasos medios de comunicación masivos que existían en esa época.” Explica Barrera Bassols que la violencia fue el denominador común de las relaciones que estableció el poder porfirista. En ese sentido, el trabajo sobre Villavicencio es también una exploración sobre la nota roja, su origen y desarrollo en el horizonte de lo social, lo político y lo cultural, así como sobre el sentido que en una sociedad cobra el escándalo político y las formas de incorporarlo a un mundo de masas que llegará al México postrevolucionario. “Villavicencio resulta ser la voz del otro lado del espejo, en el sentido de ser el ejecutor material de una política de represión y violencia por parte del régimen. Reconozco que es en parte una biografía donde el personaje es secundario. Es la apuesta en la pesquisa sobre la vida de un personaje que va dejando su rastro en el mundo de los archivos a través de los cuales es posible exhumar una serie de circunstancias y también paisajes históricos y relaciones de poder que muchas veces, a través de otro tipo de documentación, quedarían veladas. La apuesta es sobre la pesquisa, más que sobre el propio personaje.” “Los historiadores nos alimentamos de la sorpresa y estamos al servicio de los lectores. Lo que me atemoriza es que la novísima Secretaría de Cultura acaba de recortar el cincuenta y uno por ciento del presupuesto de investigación al inaH y eso es lo que marca el temor real de un historiador para enfrentar sus tareas. Lo mismo pasa con el agn, que más que una reducción presupuestal que limita la atención parece que hay un propósito de limitar a mediano y largo plazo el acceso de los historiadores a materiales generados por el propio Estado, que tienen que ser públicos. Hay una cierta apuesta por el olvido, yo creo que ese es el problema.”
•
8
El renacimiento de UN PSIQUIATRA LE SUGIRIÓ COMO TERAPIA VER UN CANAL EDUCATIVO Y LA ESTADUNIDENSE ENCONTRÓ AHÍ SU VOCACIÓN DE POETA. FUE UNA MUJER INCONFORME CON SU VIDA DE CASADA. ALUSIONES A LA MUERTE Y SOBRETODO AL SUICIDIO ABUNDAN EN SU POESÍA.
Anne Se
cos, adicta a los antidepresivos y había intentado quitarse la vida dos veces, una de ellas por depresión postparto, tras el nacimiento de su segunda hija. Hastío. Vacío. Hartazgo de portar la pesada careta de ama de casa perfecta al tiempo que se involucraba sexualmente con casi todos sus psiquiatras. La angustia de no encontrarle un real sentido a la vida; de querer gritar y no saber cómo. Ella se autodefinió como “víctima del Sueño Americano, el sueño de la clase media y burguesa…” Alguno de los galenos tuvo la decencia de no aprovecharse de su fragilidad emocional, le sugirió que se entretuviera viendo un canal educativo de televisión que había empezado transmisiones en Boston. Anne, increíblemente, no dejó caer en saco roto la recomendación –que bien pudo ser una ironía– y lo primero con que se topó fue una clase magistral del crítico i . a . Richards sobre el soneto.
Y ANNE EMPEZÓ A ESCRIBIR…
E
E
un marido recto como una secuoya, dos hijas, dos erizos de mar, recogiendo rosas del vello erizado de mi cuello…
n alguna parte leí que hay quienes nacen dos veces. La segunda es cuando descubren su vocación. Anne Sexton nació por segunda vez a los veintiocho años. A finales de la década de los cincuenta, en la ultraconservadora sociedad estadunidense; sin embargo, la mayoría de las mujeres de “casi treinta” ya eran esposas y madres de familia, y se sentían conformes con seguir la tradición de sus madres y abuelas. No, Anne no estaba conforme. En lo absoluto. Casada desde los veinte años con Alfred Muller Sexton ii , Kayo, para los amigos, malogrado estudiante de medicina y comerciante de lana, como el padre de Anne, el arte y la pasión brillaban por su ausencia en el aséptico hogar de la pareja, que engendraría dos hermosas niñas, Lynda Gray Sexton (1953) que llegaría a ser novelista de relativo éxito gracias a que prácticamente todos sus libros explotan la vida y obra de su madre, y Joyce Sexton (1955). Poco antes de los veintiocho, la señora Sexton ya era asidua a consultorios psiquiátri-
ste es uno de los pocos testimonios que existen de que la televisión haya contribuido al surgimiento de un poeta, y no de cualquiera. Veintiocho años pareciera una edad avanzada para empezar a escribir, pero la señora Sexton, tras asistir a talleres de poesía entre 1957 y 1958, uno de ellos a cargo, nada menos que de w . d . Snodgrass, publicó con éxito su primer poema en la importante revista The Hudson Review: “Doble imagen”. En 1960 hizo su debut formal con el libro To Bedlam and Part Way Back. Dos años le llevó a Anne Sexton convertirse en una de las poetas jóvenes más importantes de su país y llegó a ganar el Premio Pulitzer en 1967 por su tercer controversial libro Vive o muere, aunque esta evolución, lejos de aportarle la pieza que le faltaba, trastocó su vida social y conyugal en un pandemonio: nunca consiguió conciliar el éxito como escritora con aquello que, se supone, debía ser lo más importante para ella: su familia.
LA RUBIA, LA MORENA
U
na memorable casualidad la hizo coincidir, en un taller impartido por Robert Lowell, con una valkiria rubia y sonriente que habría de convertirse en su mejor amiga, su alma gemela: Sylvia Plath (1932-1963). Las semejanzas entre ambas eran tan marcadas como sus diferencias. En común tenían el hecho de ser dos talentosas poetas atrapadas en la vorágine de la vida doméstica, pero al mismo tiempo se diferenciaban en que, mientras Sylvia vivía a la sombra de un esposo, el poeta más amado de Estados Unidos, Ted Hughes, casi un dios, Anne era mujer de un insípido comerciante de lana a quien la fama de su esposa le pesaba como un fardo: dos caras de una misma
moneda. No es difícil de creer, por tanto, que ambas amigas –la rubia fornida, sonrosada, como sacada de un comercial de lavadoras; la morena espigada y sexy con tacones altos, fumadora empedernida– hubieran mencionado alguna vez la posibilidad de suicidarse, aunque habría que preguntarse qué tan cierto es que hicieron un pacto suicida. Sylvia no esperó a Anne e introdujo la cabeza en el horno de su estufa a los veintinueve años de edad: casi la misma edad en que su amiga había empezado a vivir. Anne la increpa violentamente en un estremecedor poema. Su traductor y estudioso, Julio Mas Alcaraz, se aventura a señalar que Anne se enfadó porque el suicidio de Sylvia perjudicaría su propia posteridad: ¡Ladrona! ¿Cómo te arrastraste dentro, bajaste arrastrándote sola al interior de la muerte que yo deseé tanto y durante tanto tiempo? “La muerte de Sylvia” en Vive o muere, tRaducción de J ulio M as a lcaRaz
EXPONER LAS ENTRAÑAS
L
a inestabilidad emocional de Anne Sexton pudo tener su origen en una infancia tortuosa. Nació el 9 de noviembre de 1928, en Newton, Massachusetts, bautizada Anne Grey Harvey. Si nos atenemos a que su poesía ha sido clasificada, por sus diversos estudiosos, en la categoría de “confesional” (lo mismo que
9 2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
Eve Gil
exton
Fotos: poetryfoundation.org
la de Sylvia), y que sus críticos denostaban aquella exposición de entrañas, dando por un hecho que se trataba de experiencias personales, es posible que Anne haya sufrido abusos físicos y sexuales por parte de sus padres. Hay un poema en particular titulado “Aquellos tiempos”, en que describe cómo, durante la pubertad, su madre la obligaba a bajarse las pantaletas para verificar la incorruptibilidad del himen. En otro, “Madre y Jack y la lluvia”, sugiere que sus padres la hacían presenciar actos sexuales. Esto explicaría por qué, teniendo una vida sexual tan turbulenta, Anne se refiera a la virginidad femenina en forma tan hermosa y sensible: hasta que mi madre, la grande, venía a obligarme a quitarme la ropa. Yo me recostaba allí en silencio, guardando mi pequeña dignidad.
La imagen materna, amenazante y sexuada, se repite en el poema “Rapunzel”, incluido en el libro Transformaciones, donde Anne trastoca los tradicionales cuentos de hadas en las pesadillas de una niña violada. “Domesticación del terror”, lo denominó Kurt Vonnegut. Cuando la “Madre Gothel”, la bruja, descubre que la princesa de larga cabellera “amarilla con un diente de león”, a la que cuida como a un preciado juguete, ha estado recibiendo las visitas nocturnas de un príncipe –lo cual puede traducirse en una pérdida de la virginidad–: “le cortó el pelo a Rapunzel hasta las orejas/ y la llevó al bosque para que se arrepintiera”. Lo que sí es un hecho es que, al igual que su propia hija, Ralph Churchill Harvey llegó a presentar problemas mentales importantes, además de ser alcohólico, mientras que Mary Gray, la madre, era una fanática religiosa que forzó a sus tres hijas a estudiar en estrictos colegios católicos. La hermana mayor –Anne era la más pequeña– terminaría suicidándose un año después que la poeta. Como lo constatan las fotografías, Anne era una mujer muy atractiva, de abundante melena negra y enormes ojos azules. Se caracterizaba por su coquetería, su afición a las zapatillas muy altas, cubrirse de pulseras y el Patou, su perfume distintivo. Lo que su madre juzgó como “conducta escandalosa” respecto al sexo opuesto cuando aún no llegaba a la adolescencia, le sirvió de pretexto para internarla en diversas instituciones y apartar de su vista a un ser cuya floreciente sexualidad la espantaba.
EMMA BOVARY RELOADED
S
e dice que antes de ser un esposo iracundo y ocasionalmente golpeador, Kayo fue objeto de una extraña infidelidad –la primera– por parte de su
te el riesgo de quedar encinta tras una relación casual con un joven yugoslavo. Este poema, sin embargo, es de los más hermosos de su producción poética:
entonces novia. Digo “rara” porque Anne había abandonado a su novio del momento para comprometerse con Kayo, y días antes de efectuarse el matrimonio buscó a aquél para tener relaciones sexuales a manera de “despedida”. Tras dos años de matrimonio, en 1950, la pareja, aún sin hijos, se trasladó a Baltimore donde Kayo debía ingresar a la reserva naval, motivo por el cual Anne empezó a quedarse sola largas temporadas. Difícilmente una mujer incapaz de sobrellevar la soledad, hermosa para colmo, permanecería fiel. Pero Anne, más que ninfómana, buscaba amor: era una especie de Madame Bovary que necesitaba con desesperación historias para sobrevivir a un matrimonio aburrido, llegando a experimentar con mujeres, como Anne Wilder, a quien dedicó el poema “Tu rostro sobre el cuello de la perra”. No dejó de buscar ni cuando la fama la alcanzó y tuvo oportunidad de interactuar con hombres mucho más parecidos a ella, como el poeta George Starbuck (1931-1996), acaso su relación más trascendente, aunque en sus poemas predominan alusiones a sus psiquiatras con quienes no parece haber quedado en buenos términos: Tú, mi joven psicoanalista, que se sentaba en Marlborough Street, compartiendo tu oficina con tu madre y dejando el tabaco cada Año Nuevo, fuiste el nuevo Dios, el gerente de la Biblia Gideon. Yo era tu alumna de primaria con una estrella azul en mi frente.
Todo esto sin ti– dos días perdidos en sangre. Yo misma moriré sin bautizar, la tercera hija ignorada. Mi muerte vendrá el día de mi santo. ¿Qué tiene de malo el día del santo? Es sólo un ángel del sol. Mujer, tejiendo una red sobre ti, un veneno fino y enmarañado. […] sangre llevada como un adorno floral para que brote
Alusiones a la muerte y sobre todo al suicidio abundan en la poesía de Anne Sexton, que incluye una “Nota de suicidio” publicada en junio de 1965, ocho años antes de su suicidio real, mismo que tendría lugar el 4 de octubre de 1974. Ya separada de Kayo, cuyo divorcio se firmó en 1970, sus dos hijas casadas y siete libros publicados –más tres inéditos, publicados póstumamente– Anne, que parecería haber logrado la libertad soñada para aplicarse a la vocación que la hizo renacer, se metió al garaje con el desenfado de quien va a tomar un baño de burbujas, canturreando. Llevaba puesto un abrigo de piel que había pertenecido a su madre. Se sumergió en su auto, sintonizó música nostálgica y se dejó arrullar por el monóxido de carbono. Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas, rabiosos ante el fruto, una luna inflada. Dejando el pan que confundieron con un beso Dejando la página del libro abierto descuidadamente Algo sin decir, el teléfono descolgado Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección. “Deseando morir” (fragmento), veRsión de G Riselda G aRcía
MENOPAUSIA
A
nne debe ser una de las primeras –o la primera– en aludir a la menstruación en un poema. Pero lo que más asqueó a sus críticos fue el contexto en que la menciona: “La menstruación a los cuarenta”, incluido en su celebrado Vive o muere. Consideraron, en primer lugar, que era “impúdico” que una mujer en el umbral de la menopausia hablara sobre algo vinculado con la juventud y la fertilidad, y peor aún, que la voz poética agradeciera la llegada de este período an-
En 1986, Peter Gabriel escribiría, inspirado en ella, una hermosa canción titulada Mercy Street… Deslizar suavemente papeles de los cajones, tirando de la oscuridad, palabra tras palabra. Todas mis confesiones de la caja de terciopelo ardiente. Al sacerdote, él es el médico. Se pueden manejar los choques, soñando con la ternura, el temblor en las caderas de besar los labios de Mary…
•
LEER El derecho de propiedad y la Constitución mexicana de 1917, Emilio Rabasa Estebanell, Fondo de Cultura Económica, México, 2017. La división de poderes en México. Entre la política y el derecho, Leticia Bonifaz Alfonzo, Fondo de Cultura Económica, México, 2017. Cómo hicieron la Constitución de 1917, Ignacio Marván Laborde, Fondo de Cultura Económica, México, 2017.
LA CONSTITUCIÓN Y SUS LECTURAS RICARDO GUZMÁN WOLFFER
E
l centenario de la promulgación de la Consti‑ tución Política nacional convierte al presen‑ te en el tiempo propicio para hacer algunas de las muchas apreciaciones que esta Ley principal requiere. El libro de Rabasa –El derecho de propiedad y la Constitución mexicana de 1917– contiene la visión de varias generaciones de constitucionalistas. El añadido de este libro es que los autores son de la misma familia y, vista la calidad de los textos, esa condición no impide la mirada crítica sobre los antepasados. Así como en política podemos ras‑ trear las generaciones de funcionarios públicos que se relevan en los mismos puestos, es impor‑ tante constatar, una vez más, que en la mirada académica y cuidadosa también hay familias con esa tradición de estudio. La mirada de Rabasa se centra en un punto de enorme actualidad: los derechos de propiedad derivados del artículo 27 Constitucional. No importa que los apuntes y discusiones tengan un siglo de ejercicio, si hoy hay un tema que está por definir el sentido del voto en las próximas elec‑ ciones, ése es el tema energético, pues los millones de votantes, especialmente quienes no ejercen su derecho, sin duda se regirán por el día a día: hasta cuánto suben los pagos de luz, gasolina y derivados. ¿Cómo entender un discurso reitera‑ do sobre el bienestar colectivo para justificar las restricciones y ahora las aperturas a tales sectores energéticos? José Antonio Aguilera, quien parti‑ cipa junto con otras plumas en este texto, precisa en un comentario cómo lo que sucedía entonces vuelve, cual maldición cíclica: “la debilidad del Estado mexicano impidió la cabal aplicación de la ley y sus consecuencias negativas sobre el creci‑ miento económico”. La apreciación sobre la Constitución suele desviarse de lo que significa en la vida cotidiana. Poco útil resulta tener muchas disposiciones cons‑ titutivas y defensoras de derechos humanos, si en la vida real esas leyes son letra muerta: la violencia económica mina por igual a quienes sufren el desconsuelo de la inseguridad, ya sea latente o sufrida en carne propia, o de familiares ante la ola de homicidios de género, delincuencial y demás. Un texto cuyo valor se amplía a lo histórico y social, no sólo a lo jurídico.
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
Lo anterior nos lleva al libro de Bonifaz (La división de poderes en México. Entre la política y el derecho, primero de una serie con distintos investiga‑ dores): ¿cómo se dividen los poderes? Cuando se habla de un estado fallido, suele pensarse en los desatinos, especialmente los mediáticos, de figuras importantes del Poder Ejecutivo y del Poder Legis‑ lativo, pero apenas se considera el actuar de los integrantes del Poder Judicial. Durante años se consideró al Poder Judicial como un apéndice del Ejecutivo, por la facultad de nombrar a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero ya tiene décadas que no es así. En un magnífico recuento histórico, Bonifaz precisa el desarrollo del país con referencia al presi‑ dencialismo que rigió durante décadas. No puede establecerse la verdadera dimensión del cambio constitucional realizado durante la administración del presidente Zedillo, donde se creó la figura de los Consejos de la Judicatura, federal y locales, sin comprender la necesidad de contar con un poder Legislativo cuya composición permita cambios constitucionales, más allá de las necesidades socia‑ les que debieran resolverse con ello: cuando el partido “único” contaba con mayoría en las cáma‑ ras legislativas, las propuestas presidenciables prácticamente se aprobaban sin mayor discusión. Así, la creación de un Poder Judicial indepen‑ diente, al menos en sus criterios jurisdiccionales (su presupuesto sigue ligado al procedimiento del resto de las instituciones públicas; debe informar sobre sus resoluciones, como cualquier órgano del Estado; etcétera), presupone mecanismos no sólo para el nombramiento de ministros y demás titu‑ lares de órganos judiciales, también para su funcio‑ namiento. Bonifaz recorre el camino histórico para presentar algunas resoluciones importantes en el actual esquema donde, dependiendo del tipo de ministros (se autopromueven algunos aspiran‑ tes a ministro como liberales, implicando que los demás son conservadores en atención a sus ideas religiosas, por ejemplo), entre los que hay divisio‑ nes claras, así buscadas por los actores políticos del Senado, donde se ratifican las propuestas hechas por el Ejecutivo, como sucede entre quienes forman parte de la carrera judicial y quienes no, bajo el argumento de una compensación de puntos de vista jurídicos. Casos medulares del México contemporáneo se resolvieron judicialmente, como el “halconazo” durante el periodo del presidente Echeverría; “los amigos de Fox”, que permitió labrar el camino económico para la promoción del presidente Fox años antes de la elección histó‑ rica de 2000; y más. El texto de Bonifaz permite comprender el complejo proceso histórico‑elec‑ toral que llevó al actual esquema de división de poderes. De ahí la relevancia de comprender la hechura original de la Constitución, como se desarrolla en Cómo hicieron la Constitución de 1917, el texto de Marván. Desde los antecedentes históricos hasta la designación de constituyentes, el autor llega a la inclusión de las garantías individuales y sociales en el texto original. Destaca la inclusión del juicio de amparo en la Constitución, con las limitantes que hasta la fecha tiene, ahora matizadas con la “nueva” ley de amparo. Resulta destacable que las razones para ello coincidan con las que ahora se critica al actual juicio de amparo. Cita Marván sobre el presidente Carranza, quien se oponía a dar amplitud a este medio legal de defensa, por referir que ante la presentación de “un sinnúmero de expedientes” sólo se lograba “embrollar la
marcha de la justicia”. Entre gobernadores en fuga y famosos delincuentes del narco, la conce‑ sión mínima de un amparo o de una suspensión provisional cae ineludiblemente en la crítica, espe‑ cialmente en las redes sociales, donde se privilegia lo limitado del espacio contra la contundencia de lo “informado”. En voz del abogado Luis Cabre‑ ra en 1911, Marván documenta, de nuevo, la desi‑ gualdad en la aplicación de las leyes. Ante la confrontación ley‑realidad, el conoci‑ miento de las leyes es primordial, pero más lo es el conocimiento de su desarrollo histórico para no tener regresiones legales o judiciales •
10
11
LEER
Jornada Semanal • Número 1152 • 2 de abril de 2017
Se encogió de hombros y dijo, Luis Bugarini, Librosampleados, México, 2016.
TODO ESTÁ DICHO: NADA ESTÁ DICHO ENRIQUE G. GALLEGOS
L
a hermosa edición en pasta dura de Se encogió de hombros y dijo, de Luis Bugarini, ha sido pre‑ sentado como una novela. Pero también pasaría por una obra de teatro (el guiño del epígrafe a Beckett algo indicaría al respecto). O por un libro de aforismos. O por ese género cultivado proli‑ jamente en Guadalajara llamado periquetes. O por… ¿cuál podría ser su estatuto como pieza li‑ teraria? Empecemos por el pliegue externo: el libro se compone de cinco actos (también podrían interpre‑ tarse como cinco capítulos), qunientas frases (inter‑ prétense esas frases, si se quiere, como aforismos, sentencias, instrucciones, consejos, indicacio‑ nes, señales, sinsentidos, residuos o huellas) y una especie de metaindicación que cierra el libro. Las frases tienen en promedio una docena de pala‑ bras y están escritas en riguroso imperativo (huela, salga, utilice, beba, lamente, acuda, visite, etcétera). Aquí un ejemplo: Acto 1, frase 51: “Quéjese del inicio de la semana, incluso si no trabaja”. En Se encogió de hombros y dijo no hay personajes, tiempo, trama, espacio, una historia. Todos esos elementos son obliterados por el fraseo impe‑ rativo, fragmentario, sentencioso, hormiguean‑ reite‑ te y obsesivamente reite rativo. Frases que se pretenden humoristas, jocosas, irónicas, absur absur‑ das, cotidianas, sin senti senti‑ do e inútiles. Para estar a tono con el libro, hasta podría darle un consejo al lector: “Compre el libro, lea la primera frase (1), l u e g o e l i j a a l a z a r la segunda ((X), después la penúltima (499) y tírelo a la basura.” Pero este consejo –que cabría sobreinterpretar como un juicio negativo sobre el libro— ocultaría el gesto del autor. Y al ocultar con un gesto otro gesto más fundamental, estaríamos perdiendo el significado de este libro en particular. ¿En qué consiste ese gesto? En la vieja y siem‑ pre nueva tentativa de Sísifo. Sísifo rueda la piedra a la cima y la piedra vuelve a caer al fondo. No importan las veces, no importa el esfuerzo, pero cada esfuerzo es único e irrepetible. Esa piedra es
la escritura que intenta alcanzar lo otro del libro (aun al precio de disolverse). La historia de la lite‑ ratura está llena de estos esfuerzos. Ese otro libro puede ser el libro no escrito de Sócrates (por su desconfianza en la escritura), el criptógrafo manus‑ crito Voynich, el “Libro” mallarmeano, el Finnegans Wake, de Joyce, o el libro de Los pasajes, de Walter Benjamin. Libro extremo, absoluto, impo‑ sible, inútil, inexistente, incomprensible, radical, liminal o biblia escrita al revés. A contraluz de esta tradición deben entenderse las frases anodinas, ligeras, ordinarias, superficiales, irónicas y jugue‑ tonas de que se compone el libro. Para comprender lo mucho que la literatura ha recorrido en varios siglos, cabría recordar otro libro de 1647: el Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltazar Gracián, un libro de breves sentencias y consejos prácticos. Gracián se pregunta en el aforismo 232: “¿De qué sirve el saber sino es prác‑ tico?” Frente a ese libro, Se encogió de hombros y dijo podría pasar por el antimanual por sus consejos tan absurdos como verosímiles. Bugarini podría responder al 232–quizá alzándose de hombros con un gesto de indolente seriedad–, con la gratui‑ dad: “Concluya que nada importa más que barrer debajo de las macetas.” (Acto 1, frase 39.) Se encogió de hombros y dijo se inscribe en una tradición experimental que, después de las vanguardias artísticas y literarias del siglo XX, haría pensar que todo estaba dicho o cuando menos insinuado. Pero lo cierto es que si hay un campo de tensión y conflicto ese es el de la literatura; más allá de que las batallas se ganen o se pierdan; más allá de que predomine una cierta inclinación a respetar fanáticamente la tradición o sustituir‑ la con el meme, el emoticon y el gift por parte de los jóvenes bárbaros de las redes. Pero, a decir verdad, la literatura, en sus torsiones y contorsiones, en sus rehiletes y espirales, forma parte de un monstruo más complejo que se esfuerza por empujarse más allá de sus límites, otra de cuyas cabezas tiene la barba de Marx, la quijada opiómana de Freud y el espeso bigote de Nietzsche • La ira de México. Siete voces contra la impunidad, Lydia Cacho, Juan Villoro, Diego E. Osorno, Sergio g. Rodríguez, Anabel Hernández, Emiliano Ruiz Parra y Marcela Turati, Debate, México, 2016
LAS COORDENADAS DE UN MÉXICO EN LLAMAS
La realidad se cuenta desde tres grandes frentes, a modo de capítulos: Ira, Impactos y Posiciona‑ mientos. En el primero hay cinco recordatorios de por qué la sangre hirviendo en las venas mexicanas es un sentimiento generalizado; en el segundo, son los “daños colaterales” y las huellas internas de violencia que ya llevamos todos a cuestas, las que hablan. El tercero delimita las trincheras desde las que escriben cuatro plumas, a partir del recuento de casos que obligan a tener una opinión. Gracias al aporte de Juan Villoro se comprende por qué la construcción del futuro depende de los extras, de los dobles, de los desaparecidos. Lydia Cacho recuerda cuán inminente puede ser la perse‑ cución, y cuán profundo el sufrimiento, cada que alguien se atreve a gritar la verdad. Sergio Gonzá‑ lez Rodríguez desfragmenta la ruta que debe seguir un mexicano para conver‑ tirse en un nn , una víctima sin nombre propio o un “+1” del ejecutómetro. A su vez, Diego Enrique Osorno es portavoz de las 49 razones para recordar con nubarrones grises el saldo del fuego en la guardería abc de Hermosillo, Sonora, en 2009. Anabel Hernández pone coor‑ denadas en las horas del exter‑ minio de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero. Por su parte, Emiliano Ruiz Parra hace naufragar al lector, durante horas de inenarrable angustia, al lado de los trabajadores de la plataforma petrolera Usuma‑ cinta, en Campeche, también en 2009. Las tachuelas sobre el mapa de los desapareci‑ dos las pone Marcela Turati. Además de relatar la angustia de los buscadores, que sólo se quedan con una foto del ser perdido entre las manos, logra que cualquiera pueda percibir el olor putrefacto de miles hectáreas de tierras removidas por palos, manos astilladas y esperanzas ciegas. Elena Ponia‑ towska y Felipe Restrepo dan la bienvenida a la función, ponen orden a las escenas y destacan el valor de la labor periodística que abre fosas comu‑ nes, señala vacíos legales, le pone apellidos a la injusticia, recupera evidencias invisibilizadas adrede y que, contra toda advertencia o intimida‑ ción, denuncia y publica. Recorrer estas páginas convence a cualquiera acerca de que la lista de injusticias y cuentas por pagar sigue creciendo y que, por consiguiente, la normalidad impuesta artificialmente y a conve‑ niencia tiene una inminente cita con La ira de México •
OLLIN VELASCO
@JornadaSemanal
ás allá de porcentajes y cifras que enmar‑ quen la violencia e impunidad cotidianas, cada relato incluido en este volumen es una reseña involuntaria de una nación que no se dio cuenta que era un cementerio, hasta que muchos de sus muertos empezaron a oler mal al mismo tiempo.
La Jornada Semanal
M
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
En nuestro próximo número
MARÍA LUISA BOMBAL: un mito entre la niebla Marco Antonio Campos
jsemanal@jornada.com.mx
ARTE Y PENSAMIENTO ........
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
12
Naief Yehya
Agustín Ramos
E
N LA INTRODUCCIÓN DE Para repasar el círculo. Poesía reunida 1996-2007, Juan Manz (1945) relata que un poeta llegó a él en la adolescencia. Luego, ese poeta los abandonó, a él y a la poesía, para reaparecer décadas después, ungido de silencios y abrumado de decires indecibles.“Extraño/ ese de mí/ que soy/ y no me piensa/ Extraño ser intraducible.” ¿A qué dimensiones se mudó aquel poeta adolescente que regresó, intraducible y extraño para un yo, pero transparente para un tú no menos inaccesible que es el lector? El verbo extrañar, en sus sentidos de azoro y añoranza, proporciona
Juan Manz
uno de los temas centrales en la media docena de espléndidos y bien diferenciados poemarios suscritos por Juan Manz. En Ciudad de siempre aparece el tema de la ausencia y también del reconocimiento, lo extrañado en estado puro, frente a una primera persona del singular: “Soy/ por obra y gracia/ de mis mejores años desperdiciados/ un hombre/ que es/ lo que soñó.” El cumplimiento virtuoso de traducir a su poeta seduce por partida doble, deleita con cada uno de sus ritmos y supone una obligación placentera por el diálogo que urde con la lectura misma. Es decir, simultáneamente crea al lector (al extrañado) y ordena al poeta (al extraño): “Despiértale el oído/ prestándole tu lengua/ reencarna con él/ un hasta siempre/ en una cita suya/ lírica y profunda…/ simbiosis de ánima y misterio.” En Tres veces espejo, la búsqueda topa de frente: “(Ver ( ) por consiguiente verme, recurrir a la pista del espejo/ de todas las cosas/ aparentes de mis cosas…” Al extender la búsqueda describe y descubre la lejanía de lo más cercano: “El espejo cepillaba sus dientes/ al mismo tiempo que los míos/ lavaba mi cara/ y hasta sobrepuso una sonrisa/ en mis labios/ como una especie de indulto/ Sólo cuando apagué la luz/ me supe solo.” Ese conocer mediante la mirada, afilado en la observación de lo remoto y en la revelada lejanía de lo cotidiano, convierte al poeta en un amanuense poseído que sirve de andamio para alcanzar la poesía: el trapecio de la redención posible. “Este día vengo a escuchar la noche/ la oratoria de la fauna/ que vuela exacta y ordenada/ extendiendo su discurso de paloma/ a jalar el arado azul/ que labra el firmamento/ Vine a segar el trigo eterno/ nebulado de cometas/ a zurcir la rasgadura del ozono/ para inflar de nuevo el globo de la atmósfera/ y protegerlo con un enorme paratierra/ parahombre…” Y del mismo modo que sus poemas de 1996 saltan hacia el Agua reparada de 1999-2001 para advertir(nos)
sobre la intraducibilidad citada al principio, así cristaliza perfecta la metáfora de una ciudad Panal de luces (2002), que se anunciaba en la tercera sección de Tres veces espejo (1996) con la feliz cadencia lorquiana de “Trigo de carne”: Atrás quedaron los bosques/ que visitaban mis naves:/ rama por astro caído/ noche por hojarasca / Ahora aunque callados/ de frente ( ) aun distintos/ estamos hablando acordes/ por los vellos de los poros/ que erigen su antena de astros/ de uno a otro encendido/ Íntegra vienes conmigo…” En Padre viejo (1998-1999, traducido al italiano en 2012), con la muerte y transfiguración del “hermano grande”, el poeta cambia de interlocutor e integra otro de sus temas medulares: “…/ celebra el pragma de la etnia no vencida/ consagrándome a su diálogo,/ pero no permitas celador de las costumbres/ que me sea dado encantarme/ y pierda el equilibrio y ceremonia,/ que erija mi propio encante/ con el son del ocio extraño que se canta mío/ y me sea dado el poder de ambicionarme.” El poeta de Manz, que se transforma también en sus lectores, en nuestro poeta, dejó de ser el adolescente que llegó de visita, muda o enmudece, se completa en el prójimo capaz de reflejarse ante el espejo de sí mismo y aun de internarse e internarnos dentro de tal espejo, para llegar a revelar otro yo, otro nosotros, en su tema de la muerte como condición imprescindible para el canto: “Hermano mayor,/ hermano grande que nunca tuve/ arrodíllate conmigo,/ emerge del mismo surco que me vio nacer/ el penúltimo día de agosto del ‘69/ cuando te perdí como padre/ y te gané maestro./ Hermano mayor, desde entonces/ tus sentidos navegan mis venas/ y mis manos encallaron en tus manos.” Al inventarse un lector, a quien por lo demás no puede descartar, la obra de Juan Manz aparece como creatura doble que precisa y logra, merecidamente, la lengua y el oído en donde habrá de reencarnar eso, la poesía •
Frágiles asesinos deshumanizados en los cielos Drones del califato Tras la batalla de Mosul, las tropas estadunidenses e iraquíes tomaron una base del Estado Islámico (ei o isis) donde encontraron documentación de sus misiones con drones que incluía localización, fechas, objetivos (espionaje, bombardeo o entrenamiento) y resultados. El ei incorporó hace más de dos años un programa de vigilancia con drones bajo el comando de la brigada Al Bara’ibn Malik y en los últimos meses ha multiplicado su flotilla con una variedad de aeronaves a control remoto comerciales, las cuales han aprendido a modificar (ampliar su rango y alcance) y a armar con explosivos (ya sea tirando pequeñas bombas, usualmente cohetes de mortero, o explosivos plásticos, o detonando el dron mismo como misil). Entre noviembre y diciembre de 2016, el ei empleó drones en más de ochenta misiones, de acuerdo con The New York Times. Buena parte de los dispositivos usados son quadcopters, pero también usan aviones con alas fijas (equipados con cámaras GoPro, unidades de gps y partes compradas en tiendas de modelismo y electrónica). A principios de febrero pasado el ei aseguraba haber matado con estas tecnologías a alrededor de una docena de soldados iraquíes y lesionado a unos cincuenta más. Por supuesto que los drones del ei no tienen el poder letal de los drones estadunidenses, que son guiados desde el otro lado del mundo y cuentan con sofisticados sistemas de sensores y misiles antitanques hellfire. En cambio, estos drones improvisados, aparte de ser baratos, flexibles y efectivos, no presentan riesgo para los milicianos de esa organización y son herramientas de propaganda que pueden videograbar sus acciones para luego postearlas en internet. Estas naves no serán determinantes en el desenlace del conflicto, pero sin duda tienen una importante función para prolongarlo y causar bajas civiles y militares.
apropiación tecnológica Podemos pensar que una vez abierta la Caja de Pandora de la matanza planetaria a control remoto, dirigida en contra de blancos específicos, la epidemia de drones bélicos era inevitable. Más de una docena de países ya cuenta con drones en sus arsenales, y grupos, milicias y otros actores no estatales también han seguido estos pasos. Hezbollah ha empleado drones en misiones de espionaje en Israel y posiblemente en bombardeos a rebeldes sirios. Al Qaeda en Paquistán ha experimentado con drones y el ei los ha convertido en una prioridad. Así como Al Qaeda y el ei adoptaron internet y una diversidad de recursos de comunicación digitales para promover su causa, reclutar combatientes, planear ataques, adoctrinar reclutas, hostigar a sus detractores y lanzar ciberataques, ahora vuelven a apropiarse de una tecnología occiden-
tal para usarla en contra de sus inventores. Así como el expresidente Obama llevó su campaña de asesinatos a zonas que no estaban en guerra, como Somalia y Yemen (convirtiendo el planeta en un potencial campo de batalla), estos grupos podrán matar a quien sea en donde sea, con poco riesgo de ser detenidos o capturados. Por si fuera poca la amenaza de los explosivos, estos drones en manos de terroristas también podrían dispersar agentes biológicos, químicos y nucleares, lo cual estimulará la paranoia y ansiedad de eu y Europa. Si en algo se han distinguido los yihadistas es en su habilidad para preparar ataques en distintos rincones del mundo al guiar paso a paso a sus seguidores. Al añadir el dron a su arsenal se multiplican las posibilidades de causar daño.
Drones en el polvorín coreano Mientras los drones estadunidenses se dedican a cazar supuestos terroristas en Medio Oriente y en países incapaces de defenderse, el régimen de Trump ha decidido desplegar drones armados en Corea del Sur. Esto es una respuesta a los recientes lanzamientos de misiles de rango medio de Corea del Norte, así como los avances del programa nuclear y el desarrollo de misiles intercontinentales con los que Kim Jong-un ha querido intimidar a sus vecinos al sur, Japón y eu. Estas armas, así como las defensas antimisiles Thaad, representan una peligrosa escalada de un delicado conflicto nuclear que un presidente estadunidense arrogante, inexperto, ignorante e impulsivo puede llevar al cataclismo. Especialmente llama la atención que los mandos del Pentágono imaginen que aeronaves a control remoto, de hélice, incapaces de evadir defensas aéreas o confrontar aviones caza sean útiles en un espacio aéreo como el coreano. Lo único que tiene el dron a su favor es su fama de asesino deshumanizado y eso es suficiente para un presidente que sólo piensa en términos de eslóganes sensacionalistas.
Una paUsa Después de un par de décadas de ininterrumpidas entregas de la Jornada Virtual, tomaré una pequeña pausa debido a que estoy preparando un libro precisamente sobre el tema de los drones que espero terminar en el verano. Nos vemos aquí si el destino no nos alcanza antes •
JORNADA VIRTUAL
Reencarnar con la poesía
TOMAR LA PALABRA
naief.yehya@gmail.com
Jornada Semanal • Número 1152 • 2 de abril de 2017
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola
germainegh@casalamm.com.mx
H
ACE UNAS SEMANAS VIAJAMOS a La Habana un grupo de colegas invitados por la Fábrica de Arte Cubano (fac) a presentar la película documental El informe Toledo sobre el artista oaxaqueño Francisco Toledo, dirigida por Albino Álvarez, y el libro Sabor cubano, de Patricia Belatti, ambos proyectos auspiciados por la Casa Lamm. Paralelo a estas actividades, la directora académica de esta institución, la doctora Claudia Gómez Haro, otorgó el título de doctor Honoris causa de esta casa de estudios al historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, por su invaluable trabajo de rescate y reconstrucción del patrimonio arquitectónico habanero que con un esfuerzo descomunal ha venido haciendo desde hace más de tres décadas. Hoy en día La Habana es una ciudad en plena ebullición y, junto a la belleza de su centro histórico que se sigue renovando día a día, la oferta cultural no cesa de deparar sorpresas por el nivel de sofisticación que ha alcanzado. Tuve la fortuna de visitar dos extraordinarias exposiciones de Anish Kapoor (Bombay, India, 1954) y Michelangelo Pistoletto (Biella, Italia, 1933), considerados entre los artistas contemporáneos más importantes del circuito internacional. Esto se debe a la gestión de un grupo de entusiastas promotores italianos que han creado proyectos culturales bajo el sello galleria continua en San Gimignano en la Toscana italiana, Les Moulins en la campiña fran- 1 cesa y en Beijing. En La Habana son pioneros en gestionar el primer espacio independiente que promueve a seis artistas cubanos y otros de renombre internacional en su espacio llamado arte continua, inaugurado en noviembre de 2015. Su directora, Luisa Asenda, nos explica en entrevista para La Jornada que la afortunada alianza de esta galería italiana con el Consejo Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura Cubano se pudo llevar a cabo dado que su presencia en este país no tiene un fin lucrativo y todas las actividades que con gran éxito han organizado son estrictamente culturales, no comerciales. Es así como surge en la Isla el primer espacio cultural dirigido por extranjeros con un impresionante calendario de eventos que bien podrían formar parte de los mejores museos del mundo. El gobierno cubano cedió un espacio sui generis para la sede de arte continua: se trata del antiguo cine El Águila de Oro, ubicado en el Barrio Chino y abandonado hace varias décadas, ahora remozado por el grupo italiano para presentar sus exposiciones y actividades comunitarias, entre las que se organizan talleres para niños y charlas con los artistas en los que participa gratuitamente el público. En ese fascinante y evocador recinto de diseño art déco se presentan cinco obras de Anish Kapoor, algunas de ellas piezas históricas y otras nuevas, así como trabajos realizados in situ como Descenso al Limbo La Habana y Mientras estoy gestando. El primero es un orificio cavado varios metros de profundidad en el piso de la galería, el cual a simple vista parecería un círculo negro pintado sobre la superficie, pero en realidad está cubierto de pigmento azul y el visitante no puede distinguir su fondo. Mientras estoy gestando está realizada en fibra de vidrio sobre un muro de grandes dimensiones; es una especie de trompe l´oeil cuya ima2 gen se modifica según se ve de frente o de costado. Ambas piezas alteran en el espectador la percepción del espacio y exploran la relación entre lo pleno y lo vacío, preocupaciones intrínsecas en el discurso estético-filosófico del artista. En el Museo Nacional de Bellas Artes se presentó la muestra individual más extensa y ambiciosa que se haya realizado sobre Pistoletto. Se le dedicó toda la planta baja del recinto para exhibir trabajos emblemáticos y su nueva serie de cuadros-espejos producidos ex profeso en La Habana. Son dieciocho escenas de la vida cotidiana habanera a partir de fotografías ampliadas a tamaño natural e impresas sobre fondos de espejo. Por primera vez se presenta a un artista contemporáneo en las salas de arte antiguo donde las piezas del italiano dialogan con las pinturas de viejos maestros alemanes y flamencos, Sorollas, y objetos de arte de la Antigüedad griega. Los eventos que galleria continua ha llevado a cabo en La Habana a escasos meses del lanzamiento de su proyecto arte continua colocan a la Isla bajo los reflectores del arte contemporáneo internacional más exquisito. Es de celebrar que se den estas alianzas entre el gobierno cubano y promotores extranjeros que aporten proyectos de esta calidad al gran público habanero que sabe apreciar la cultura y participa activamente en ella • 3
ARTES VISUALES
Nuevos vientos soplan en La Habana
@LabAlonso
1. Descenso al Limbo La Habana, Anish Kapoor 2. Mientras estoy gestando, Anish Kapoor 3. Bellas Artes Lienzos Signos Arte,Michelangelo Pistoletto
La música del miedo… Secret Survivors México
L
A MÚSICA DEL MIEDO no se integra con la estridencia de violines al filo de bañeras donde yacen rubias distraídas. Tampoco se teje con alientos que vuelan chocando sus novenas mientras zombis y vampiros ocupan la ciudad sitiada. La música del miedo no profesa repeticiones en tesituras bajas augurando tiburones, ni muestra melancólicos fraseos en “galaxias muy lejanas”. La música del miedo aprovecha escalas cuyos intervalos se extienden según el calibre del disparo. Esa música se desnuda en el continuo tableteo de la metralla, en el espasmódico salto de un cuchillo pervertido por dedos que no saben de guitarras. La música del miedo es la que aguarda en los silencios largos, agazapada en una fermata de desprecios. Así es como suena en todos lados. En México, en Siria, en las calles de Europa, en el muro donde cantan el odio... Son muchas las tierras con sus prolíficos compositores. La música del miedo lleva un orfeón de sobrevivientes cuya infancia fue guarida del abuso. En sus voces solfea la muerte de quienes no pudieron superar ataques familiares, la esperanza de que sean menos los dolientes del futuro. La música del miedo es un virus que socava partituras iniciadas con arrullos y terminadas en un grito. Es alambre de púas que contiene a los que huyen. Es el silbido de una bestia metálica que cruza al mediodía con hombres y mujeres en la espalda, aplastados por un sol que bate mil tambores. En ella las ligaduras atan y los puntillos matan. En ella es fácil aprovecharse de los débiles de cuerpo. En ella se regodean incontables productores. La música del miedo es conducida por una batuta giratoria, cíclica, dormida en relojes y tribunales indolentes. Es la que surca injusticias consiguiendo milpas podridas. En sus cadencias bailan las imágenes de noticieros y entretenimientos fatuos. Con ocho de sus redobles perdió la vida Miroslava Breach hace una semana, delante de su hijo y en la puerta de su casa, como tantas periodistas, como tantos hombres que debían permanecer de este lado del sonido por muchos más compases. Bemoles y sostenidos, ellos son los accidentes en el pentagrama que trazamos y que transforman en réquiem hasta la más dulce canción de cuna. Entonces, ¿hay maneras de acallar a la música del miedo? ¿Hay acciones que enfrenten su mantra rojo? ¿Dónde están sus intérpretes? Cualquier acto de bondad la debilita. Es cierto. Hoy podemos contarle, verbigracia, de Secret Survivors México, iniciativa escénica (dramática, musical, fílmica, psicológica) en la que un puñado de almas rotas renace con el valor de la palabra y la compañía. Un proyecto al que deseamos vincularnos y en el que las víctimas, sentadas en un escenario, acaban con el estruendoso silencio que las atemoriza. Nos referimos a una obra que busca financiamiento co-
lectivo para repetir lo que ya logró en Nueva York. Un montaje que con su apoyo, lectora, lector, podría presentarse en distintas partes de México para fortalecer la lucha en ese laberinto de miedo que nos pone, según la ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), en el primer lugar de abuso sexual, violencia física y homicidios de menores de catorce años. Coproducida por La Casa Mandarina ac y Las Reina Chulas con la venia de sus creadores –la compañía neoyorquina Ping Chong+Company, premiada por Barack Obama en 2014–, Secret Survivors México es un plan de resurrección, individual primero y luego colectivo, liderado por Mora Fernández, mexicana con una sólida trayectoria en el empoderamiento y liderazgo femeninos. Pensando en ella y en quienes comparten su dolor para transformar al mundo, nos viene al magín el gran autor brasileño Lenine con su extraordinaria “Miedo”, cantada a dueto primero con Pedro Guerra y luego con Julieta Venegas. Una canción cuya belleza paraliza si renunciamos a su ambigüedad y que citamos porque vale mucho el día de hoy: “Tienen miedo del amor y de no saber amar. Tienen miedo de la sombra y miedo de la luz. Tienen miedo de pedir y miedo de callar... Miedo que da miedo del miedo que da. Tienen miedo de subir y miedo de bajar. Tienen miedo de la noche y miedo del azul. Tienen miedo de escupir y miedo de aguantar… El miedo es una sombra que el temor no esquiva. El miedo es una trampa que atrapó al amor. El miedo es la palanca que apagó la vida. El miedo es una grieta que agrandó el dolor. Tienen miedo de reír y miedo de llorar. Tienen miedo de encontrarse y miedo de no ser. Tienen miedo de decir y miedo de escuchar… El miedo es una raya que separa el mundo. El miedo es una casa donde nadie va. El miedo es como un lazo que se aprieta en nudo. El miedo es una fuerza que me impide andar.” Escúchela y conmuévase. Busque a La Casa Mandarina y Secret Survivors México. Ayúdelos en su próximo fondeo con www.generosity.com (ligada a Indiegogo). Cante con el movimiento y no con el miedo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
13
ARTE Y PENSAMIENTO ........
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
Ana García Bergua
14
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
UÉ BUENO ES ESTE último libro de relatos de Héctor Manjarrez, Los niños están locos (era, 2016), lleno de nostalgia, humor, dolor y desconcierto. Situados a finales de los años cincuenta, principios de los sesenta, los textos retratan una Ciudad de México que parecía eterna en su ñoñería y su violencia soterrada. Una ciudad en la que la represión podía llegar a ser tan excitante como el pecado mismo, en la que las canciones y los coches nuevos resaltaban sólo como adornos sobre una realidad estancada, el crucigrama eterno e imposible de resolver de una ciudad moderna y a la vez asfixiante.
“Su vida a los quince años es como un sueño, extraña, incomprensible, estúpida, y la maneja algún alguien que desde luego no es él. Sea él quien sea él. Se despierta y ya lo están regañando o ya llegó tarde para el tranvía o ya está en clase sin entender jota de lo que dice el profesor o en medio de una corretiza por las escaleras y el patio persiguiendo o siendo perseguido por alguien o en la enfermería con un golpazo en la cabeza.” La mayoría de estos relatos tiene como protagonista a un adolescente sensible, un poco pícaro, a veces culto, que resiste los embates del padre, el cura y hasta el presidente con una buena dosis de curiosidad y ganas de vivir que conmueve. En la actitud orgullosa y retadora de estos muchachos, en su humor y su disposición a embarcarse en situaciones excitantes y muchas veces horribles, como si fueran actores sin libreto, reconocemos a una generación –la generación del autor– que cambiaría a la larga el rostro de la ciudad y del país. Los cuentos de Héctor Manjarrez conservan el desconcierto que debieron sentir esos niños y adolescentes de ojos muy abiertos ante los rituales y las sinrazones de un México que de tan rígido se iba resquebrajando poco a poco, convertidos ellos mismos en ajolotes en busca de su identidad. Por los cuentos de Manjarrez desfilan familias desconcertantes, madres que van y vienen de la religión y que abandonan de súbito la aparentemente asumida modernidad para refugiarse en las nostalgia del ritual, viejos que abiertamente desprecian a los indios y se dan a despreciar por sus nietos, un padre en calzones que fuerza al hijo a jurar que no es homosexual porque los homosexuales le miran los pies, el presidente López Mateos que recorre la ciudad en su descapotable y una diva de cine que levanta a un muchachito en su Oldsmobile, los eternos partidos Atlante-Necaxa, cuando existían el Atlante y el Necaxa, o el desfile por avenida Juárez del dictador etíope Haile Selas-
sie. También hay muchachas que gritan “¡Viva la ciencia, viva la libertad!” en curiosos rituales que celebran su sangre menstrual, un muchacho que lee a Lezama Lima, a Marco Rivero, a Olga Orozco, a Octavio Paz, en medio de la pesadilla de venir a un mundo en apariencia irrevocable, y encuentra ahí la luz y la puerta de escape. Precisamente este último cuento (“Hacerse hombrecito”), es el que más me gusta. Cuenta algunas escenas en la vida, a day in the life, dirían los Beatles, de un botones de aquel Hotel Del Prado que alguna vez relució frente a la Alameda, y a la manera del mural que se encontraba en el restaurante del hotel, cuenta como en un panorama la ciudad que le toca recorrer a ese muchacho, con un deportivo donde una joven defiende la Revolución cubana, la Librería de Cristal, los cafés Kiko’s o Marlon Brando haciéndola de Marco Antonio en Julio César. Los roces con la multitud, la exaltación, las noticias, todo lo que se le va mostrando a ese muchacho en sus recorridos por el mundo exterior, se contrapone con los momentos de intimidad con sus pares, los pleitos, los secretos, los juramentos y los rituales, como la masturbación colectiva en el deportivo. Los personajes de estos cuentos son un poco más jóvenes que el protagonista de la última novela de Manjarrez, París desaparece, y a la vez son inocentes, entran en la vida con una resignación que los envejece un poco, esa resignación de las generaciones previas a los psicólogos y las escuelas activas, la que hacía falta para entrar en ese folclor opresivo, aquella por la que lucharían para deshacerse después. Así, en Los niños están locos no hay nostalgia ni complacencia con una bella época a la que se aspiraría a regresar, sino una evocación tragicómica y a la vez dolorosa, la memoria juvenil de un gran narrador que no nos ahorra ni los golpes ni la risa, como suele hacer en sus libros Héctor Manjarrez •
“You fucking asshole!” John Oliver a Donald Trump
Q
UÉ ENVIDIA ME DAN los vecinos del norte. Pero no por todas las tonterías patrioteras que suelen proclamar, ellos, tan hipócritas siempre hablando de libertades y democracia mientras Estados Unidos sigue siendo la nación que ha estado involucrada en más guerras que ninguna otra y ningún país ha asesinado o
Alec Baldwin
masacrado a más habitantes de otros países –casi siempre en encontronazos militares totalmente injustos y asimétricos– que Estados Unidos. Pero me dan envidia porque son absolutamente intransigentes en cuanto a sus libertades. Para el ciudadano estadunidense promedio, sus libertades civiles son cosa sagrada y que cualquiera, sobre todo un político, pretenda meterles mano desencadena invariablemente la furia de su opinión pública, ese adversario político formidable que nunca o casi nunca pierde. Simplemente las libertades civiles en Estados Unidos son intocables. Punto. Y así debería ser en todos lados. Uno de los rubros de la vida pública donde esas libertades, en concreto la libertad de expresión, es fácilmente reconocible hoy es en diversos programas de televisión, particularmente aquellos que satirizan la vida pública y a la clase política, sobre todo a sus sectores más conservadores –los republicanos– hoy que lograron colar en la presidencia a alguien con características y peculiaridades, para usar un eufemismo, que concitan un escándalo tras otro: Trump resultó en efecto como chivo en cristalería. Más que chivo, un torpe, muy torpe, rábido, tonto e inescrupuloso toro de lidia que no se corta en demostrar una y otra vez que no tiene ni remota, jodida idea de qué es lo que está haciendo allí, en esa presidencia que le resultó la rifa del tigre con tanta sutil filigrana diplomática que tomar en cuenta. Hay varios programas y espacios noticiosos, de sátira y análisis, que tienen en el nuevo presidente estadunidense una inagotable veta de material satírico y caricaturesco, burdo, ridículo, para mofarse por años. Porque una de las características de ese nuevo grupo gobernante es que no tiene idea de qué es eso de gobernar, que a la hora de la hora no resultó tan simple como organizar concursos ramplones de belleza o portarse como un cerdo insultando mujeres o minorías étnicas. Quizá el más notorio de los periodistas que están aporreando a Trump y su pandilla de
ricos blancos racistas es Bill Maher en su Late Tonight, pero los análisis sardónicos, mordaces y demoledores surcan los cielos mediáticos de Estados Unidos con constantes puyas y confrontaciones que pueden ser tan virulentas como el epígrafe que acompaña estas líneas. Hasta c n n y la misma Fox News, casi siempre gravitando en el extremo de la derecha, le están saliendo respondones al orate anaranjado. Donald Trump es y seguirá siendo vapuleado por periodistas y analistas simplemente porque vapulear a la clase política, gritarle en su jeta sus verdades y restregarle en la trompa sus corruptelas es ese sagrado derecho del que hablábamos hace rato: en Estados Unidos es sagrado poderle decir a un político, y mientras más encumbrado mejor, que es una mierda. Aquí, en México, con los niveles de connivencia, complicidad y abyección de la mayoría de los medios masivos, pero sobre todo de las televisoras privadas, tal cosa es impensable, porque los consorcios de los medios en México, lejos de asumir su responsabilidad como contrapeso social a los abusos del poder, en cambio suelen abrazar como propia la agenda del gobierno, aún si ésta golpea los intereses comunes de la gente. La reacción de periodistas como el mismo Maher, John Oliver con su Last Week Tonight, los sketches en que Alec Baldwin interpreta a Trump para el programa neoyorquino Saturday Night Live, especialmente vitriólico –baste ver a Melissa McArthy en su versión del vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer– o cualquier segmento de programas alternativos, algunos de internet, como The David Pakman Show, o The Young Turks demuestran que la prensa allá no se calla ante los abusos de la clase política. Qué envidia, de veras. Porque acá los primeros en acallar disensos y ácidas críticas son los mismos medios. Que en algún momento cambiaron la dignidad por la cortesanía y hace mucho que dejaron a un lado el periodismo. Para dedicarse, en cambio, al oficio más antiguo… •
CABEZALCUBO
Q
Carrilla gringa
PASO A RETIRARME
Quizá los niños no estaban tan locos
Jornada Semanal • Número 1152 • 2 de abril de 2017
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
Luis Tovar @luistovars
Como en circo de tres pistas
M
E SIENTO OBLIGADO a explicar por qué en mi anterior columna escribí que estamos sudando calenturas ajenas por el fenómeno Trump. Los analistas están preocupados porque nos puede llevar la trumpada e irse a pique el país. Mi perspectiva es simplista pero no infundada, y podríamos denominarla “teoría” del efecto boomerang. Esta “teoría” (denominación extremadamente pretenciosa, lo reconozco, pero podríamos también dejarla en “puntada” u ocurrencia) plantea que el efecto de las medidas trumpetistas nos afectará, sin lugar a dudas, pero regresará al vecino país de origen y calculo que con mayor fuerza.
Numerosos comentaristas han dicho que Herr Trump no sabe nada de economía, y lo demuestra con las medidas que ha aplicado y anuncia tener intenciones de seguir durante su administración. Es cuestión de lógica elemental, por poner un ejemplo, suponer que obligar a la empresas estadunidenses a irse de este país e instalarse allá, significa multiplicar por ocho las erogaciones por salarios, ya que lo que pagan aquí diariamente a un obrero es lo que le pagan allá por hora de trabajo. Eso repercutirá, obviamente, en los costos de producción y en el precio al consumidor. En artículos de lujo es posible que no haya mucho problema al principio, pero al saturarse el mercado por el reducido nicho de quienes pueden pagar esos precios, comenzarán los problemas. Por otra parte está lo del muro. Consideran algunos que es cuestión de principios y dignidad, pero mientras no insista en que lo paguemos nosotros, o que vayamos a “michas”, hay que ver el problema desde otra perspectiva: afectará seriamente el medio ambiente, lo han señalado especialistas, y hay resoluciones judiciales que al parecer están pronunciándose en contra de ese proyecto y de la política antiinmigrantes. Además existen amenazas de algunos estados norteamericanos de separarse si Herr Trump no cambia de actitud, lo cual es ilusorio (que cambie él). ¿Nos invadiría si México se negara rotundamente a aceptar de manera incondicional todo lo que él diga? Es posible que amenacen con algo parecido a eso y luego la comisión de negociación respecto al tlc acepte y salga con otro “¿qué hubieran hecho ustedes?”; pero suponiendo que nos mantuviéramos firmes, ¿nos invadiría? Habría presiones económicas y tal vez bloqueo, pero sin llegar a “las manos”, como decía mi abuelita, pues eso equivaldría no a que pudieran perder (su capacidad de fuego y elementos bélicos son infinitamente superiores a los nuestros), pero sí a tener la guerra a un ladito, y la posibilidad de que México recibiera apoyo
de otros países que no les conviene tener en el “traspatio”. ¿Una guerrita para darle chamba a sus amigos fabricantes de armas? El conflicto sería en otro lado; además, eso de hacer más ricos a los más ricos deja a un lado a los otros ricos, que también son parte del sistema capitalista. El capital sabe perfectamente que la riqueza no la genera el dinero (amontonado en las arcas), sino el trabajo, pero si el trabajo encarecido disminuye considerablemente sus ganancias y para colmo se reduce el poder adquisitivo de los consumidores, los afectados van a ser ellos. ¿Oponerse a la política económica de Herr Trump? Tendrían que hacerlo desde ya, a sabiendas de que eso puede llevar a una metamorfosis del protagonista, que de payaso se convertiría en dictador, y eso es posible que sería del agrado de (algunos de) sus partidarios, pero no de todos los ciudadanos estadunidenses. Ergo, tendrían que “soslayarlo” de alguna manera... Titulé esta columna “como en circo de tres pistas” porque la situación es tal en el mundo que no hay tres, sino muchas pistas, y tan sólo aquí en el país, las pistas son numerosas. No sabe uno para dónde ver y comentar. ¿Los cotidianos hallazgos de fosas, algunas con cientos de cuerpos?, ¿la impunidad de personajes políticos importantes?, ¿la corrupción y violencia cruenta en los penales?, ¿la decadencia de la partidocracia?, ¿la desvergüenza de políticos?, ¿el cinismo de algunos políticos y administradores públicos?, ¿las atrocidades y desfiguros que día a día cometen nuestros dizque legisladores?, ¿lo enjuto de la supuesta oposición y sus arreglos bajo la mesa para conseguir mayores y mejores prerrogativas?, ¿la actitud funambulesca de nuestros políticos?, ¿la creciente trata de personas? (en el Canal Once, en cada corte de identificación aparece una “alerta amber” de niñas que es de suponer fueron secuestradas para prostituirlas), ¿el incremento desmesurado de la delincuencia organizada? Y creo que mejor no le sigo •
impresiones Da la impresión de que, al pergeñar el guión de Tenemos la carne (México, 2016), Emiliano Rocha Minter tomó como punto de partida las siguientes preguntas: ¿Con qué se escandalizará más el público? ¿Qué será más irreverente? Y da la impresión de que, llegado cierto punto, debió preguntarse: ¿Qué más me falta por desacralizar? Da la impresión de que, de tan forzada y tan reiterativa, la iconoclasia de este filme, ópera prima en largoficción del propio guionista –antes hizo el cortometraje Dentro (2012)–, no rebasa el nivel de mero catálogo de provocaciones a las que no
T2 Trainspotting
es posible calificar de pueriles porque parecería un elogio: más justo sería considerarlas infantiloides o aparvuladas, equivalentes a la retahíla de albures que cualquier chamaco medianamente hábil sabe descerrajar a la menor provocación. O sin ella, como da la impresión de suceder con Tenemos la carne, que va de las alusiones institucionales a los tabúes sexuales a las convenciones sociales a una suerte de gore alimentario, uno tras otro y echados a andar en un universo cerrado cuya principal deficiencia no es la inverosimilitud, de por sí deplorable, sino la tufarada intensa que despide como a influencias fílmicas pésimamente asimiladas, entre otras una suerte de jodorovskianismo incapaz de salvarse a sí mismo de su condición inane, por más “fuertes” que sean su lenguaje verbal y su iconografía. Da la impresión, en fin, de que para pitorrearse de esto y de aquello el peor camino elegible es la solemnidad, inevitable cuando uno se toma a sí mismo demasiado en serio.
reincidencias Difícilmente habrá un cinéfilo que se respete y que no haya visto Trainspotting (1996), aquí subtitulada innecesariamente “la vida en el abismo”, con la que el inglés de ascendencia irlandesa Danny Boyle se convirtió, de manera inmediata, en un referente fílmico internacional. No sólo hablando de taquilla sino, más importante, de impacto cultural, el que apenas era el segundo largo de ficción de Boyle funcionó como reflejo fiel e intenso del clima espiritual de una generación que, si bien se asentaba en una Irlanda primermundista neoliberal de acuerdo con la cinta, tocó las cuerdas íntimas de casi cualquier persona menor de treinta años. Dicho de modo muy sumario, el quid del argumento consistía en la disyuntiva entre la supuesta obligación de elegir un tipo de vida y todo lo que implica, o no elegir nada –obviando, desde luego, que no elegir es asimismo una elección. Quien cuadraba no sólo con la edad sino también con el temperamento ge-
neracional de aquel entonces, y que le haya tocado ver Trainspotting en su estreno, cuando vea T2 –es decir, la imaginada por algunos pero poco sospechada segunda parte de aquel trancazo cinematográfico– no podrá sino acusar una resonancia particular, por completo diferente a la de aquellos que la vieron a otra edad y en otro tiempo. Es más que seguro que Boyle fue consciente de la inevitable comparación entre una y otra y, por lo tanto, de que la autonomía de la segunda era la primera condición para revisitarse, fílmica y temáticamente hablando. Esto significa, por fortuna, que T2 no exige de ningún modo ver la primera parte para ser comprendida en el sentido narrativo, ni apreciada en el emotivo. Lo que significa, eso sí, es que para los veinteañeros de entonces, definitivos cuarentones hoy, T2 ejerce funciones de confrontación, casi de examen, al invitarlos a mirarse en el doble espejo, forzosamente deformado y deformante, compuesto por la memoria que cada quien guarda de sí mismo –fiel, infiel, preñada de nostalgia, idealizada, desencantada…– más la imagen de uno en el presente, pulida delicadamente o martillada sin esmero, según el caso de cada cual. Consciente y deliberadamente lineal, centrada en la venganza contra el miembro del cuarteto que “traicionó” a sus antiguos amigos con el hecho aparentemente simple de cambiar de modo de vida, comenzando por el lugar de residencia, y que decidió volver al terruño veinte años más tarde, la trama de T2 opera más bien a manera de soporte dramático para proponer no una solución a la pregunta originaria –¿qué eliges ser?–, sino para avisar que dos décadas no han bastado para responder ni siquiera medianamente bien, o lo que es peor: ha sido ella,“la vida”, quien se encargó de dar respuesta pero sin consultarlo a uno, con el añadido no sólo de los años bien o mal vividos, sino con el de un entorno signado por idéntica hostilidad a la de antaño o, si hay algo de suerte, por invariable indiferencia •
CINEXCUSAS
Impresiones y reincidencias
PROSAÍSMOS
15
ENSAYO
2 de abril de 2017 • Número 1152 • Jornada Semanal
T
ema inagotable y de una complejidad indescriptible, el amor es una de las experiencias más trascendentales de la civilización humana; las definicio‑ nes hacen que se vuelva abstracto, el testimonio de la experiencia lo convierte en único; cuan‑ do existe obnubila la mente, cuando termina (o se transforma) la razón quiere desentrañar su misterio y ninguna certeza podemos alcanzar. Sin embargo, la poesía y su instrumento de mayor precisión, el poema, nos ayudan a captar con mayor amplitud el efecto que el amor produce en el ser humano. En dos poemas de John Donne (Londres, Ingla‑ terra, 1573‑1631), “Una conferencia sobre la sombra” y “La pulga”, el tema pasa de lo metafí‑ sico a lo físico, de lo etéreo a la sangre, de lo intangible a lo carnal. En “Una conferencia sobre la sombra” el poeta compara al amor con los rayos del sol que iluminan a una pareja de amantes: Detente, amor, y te daré una conferencia sobre la fi‑ losofía del amor. Durante las tres horas de este paseo, dos sombras, que nosotros mismos producíamos, nos acompañaban, pero ahora el sol está justamente sobre nuestras cabezas; ya pisamos nuestras sombras, y to‑ das las cosas están bañadas en intrépida luz. Así, mientras nuestro primer amor crecía, surgían de no‑ sotros y de nuestras zozobras las sombras y los disfra‑ ces, pero ahora no. El amor no ha alcanzado su máximo grado cuando aún debe cuidar de ocultarse. A menos que nuestros amores permanezcan en este mediodía, proyectaremos nuevas sombras hacia el lado opuesto. Como las primeras, que fueron para cegar a los demás, estas otras sombras obrarán sobre nosotros y cegarán nuestros ojos. Si nuestros amores disminuyen, y declinan hacia el oeste, tú falsamente me ocultarás tus actos, y yo te esconderé los míos. Las sombras de la ma‑ ñana desaparecen, pero éstas se alargan con el día, y ¡ay, corto es el día del amor, si el amor decae! El amor es una luz creciente, o en plenitud constante; su primer minuto después del mediodía, ya es la noche.
En esta clara y transparente, esplendorosa, analogía, John Donne (de quien Ben Jonson dijo que era “el primer poeta del mundo en algu‑ nas cosas”) expone la duración del amor en rela‑ ción con la luz solar, puede el amor durar, siempre y cuando ese “mediodía” no ceda el paso al inicio de la tarde, porque una vez cruzado ese punto todo es declive, luz extinguiéndose, promesa y
cumplimiento de la noche; sencilla explicación de un enmarañado y trascendente proceso que implica emociones, ideas y experiencia. Me llama la atención que John Donne utilice la palabra “sombra” en su título y no “luz”; será porque las sombras son las que custodian a la luz plena del mediodía, será porque al amor también lo defi‑ ne aquello que lo asedia y consume. Pero John Donne habla sobre el amor posible, tan natural como la luz del sol, y no condena al amor a extin‑ guirse porque su permanencia puede prolon‑ garse: el amor dura lo que dura el amor, su propio mediodía. Al otro extremo de “Una conferencia sobre la sombra”, y por lo tanto complementario, “La pulga” es un poema en el que John Donne aborda el complejo mecanismo de atracción y rechazo que los amantes ponen en juego. El asunto de la (aparente) imposibilidad del amor se resuelve a través de un tercero (un animal casi imperceptible a la vista): una pulga: Mira esta pulga, y mira cuán pequeño es el favor que tú, cruel, me rehúsas; me picó a mí primero; luego, a ti.
El amor según John Donne Jair Cortés
16
Y en esta pulga tu sangre y la mía se han con‑ fundido; ¿puede declararse que hay en tal hecho peca‑ do, vergüenza, o pérdida de la virginidad? Pero este insecto disfruta, sin matrimonio, y el muy consentido con nuestras sangres se atiborra. En cam‑ bio tal cosa no se nos es permitida a nosotros. Detente, no la mates, salva nuestras tres vidas per‑ donando a este insectillo, en quien nosotros casi nos casamos: sirva esta pulga de lecho nupcial, sea tem‑ plo de nuestras bodas; por mucho que gruñan tus padres y tú, ya ha sido consumado adentro de este in‑ secto nuestra unión. Por más que matarme, mi amor, acostumbres, no aña‑ das suicidio a ese crimen, ni sacrilegio, tres faltas en una. Cruel, despiadada, ¿has manchado tus manos con sangre inocente? ¿Qué culpa puede esta pulga haber tenido, excepto la gota que sustrajo de tus venas? Pe‑ ro sobreviviste al robo, y me señalas que ni tú ni yo me‑ nos vivos estamos; ello es verdad: ¿no te parece enton‑ ces que falsos son tus miedos?, si te entregas a mí tanto honor perderás como vida con la picada de pulga perdiste.
Es este poema un lúdico alegato sobre el deseo carnal como primer paso para la experiencia total del amor, en donde el amante, al ser rechazado, encuentra en el piquete de la pulga el argumento perfecto para tratar de convencer a la amada que ceda a sus intenciones amorosas. La pulga, al picar a ambos, mezcla la sangre en una sola y es la natu‑ raleza el escenario último para el amor, y la nega‑ ción de éste (al matar la amada a la pulga) se presenta como un triple sacrilegio de índole moral, religioso y vital, comparable al homi‑ cidio, suicidio y la profanación de los templos. El ser vivo más elemental, una pulga, se convier‑ te en un santuario donde se celebran las bodas del amor, lo ideal se vuelve terrenal, palpita; la ilusión se hace deseo, carne, mientras que el miedo de la amada a perder su honor es un simple obstáculo para cumplir el acto sexual. Si a “Una conferencia sobre la sombra” lo anima el tono solemne de una disquisición filo‑ sófica, a “La pulga” lo aviva el color jocoso de la comedia, pero, aunque parezcan distantes entre sí en tono y forma, los dos poemas son la eviden‑ cia de que John Donne entiende al amor como una posibilidad alcanzable, ya sea por medio de la comprensión filosófica o por la intercesión de un “insectillo”. El amor, según John Donne, es real, como la luz y la sangre mismas lo son •